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Unbroken - Melody Grace PDF
Unbroken - Melody Grace PDF
Traductoras
Miry GPE rihano DannyGonzal Liz Holland
Eli Hart Kells becky_abc2 Jasiel Odair
Sandry Alessandra Wilde Mitzi Noh Alysse Volkov
Nikky Lorena CamShaaw Gabriela♡
Aleja E Mire Michelle♡
Zöe.. Mary Diana
sashas4 Adriana Tate Anty
Correctoras
Amanda Merlos Dey Kastély Melizza Dannygonzal
Gabriela ♡ Laurita PI Mire Val_17
SammyD Alysse Volkov Jasiel Odair Miry GPE
Key Emmie -Valeriia<3 Verito
Lectura Final
Sandry Dannygonzal Jasiel Odair Alessandra Wilde
Miry GPE Anty Mire CamShaaw
3
Página
Diseño
Jazmín
Índice
Sinopsis
Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Epílogo
Sobre la autora
Unafraid
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Sinopsis
"Mamá siempre me dijo que hay dos tipos de amor en este mundo: La brisa
constante y el huracán. Emerson Ray era mi huracán..."
Juliet McKenzie era una joven de dieciocho años de edad inocente cuando
pasó el verano en Beachwood Bay, y cayó perdidamente enamorada de Emerson.
Complicado e intenso Emerson, el chico malo local. Sus ojos azules ocultaban
secretos oscuros, y sólo un toque podrían encender a Juliet. Su amor era exigente
y consumidor, pero cuando terminó el verano, la tragedia los separó. Juliet juró
que nunca volvería, y ha mantenido esa promesa... Hasta ahora.
Cuatro años más tarde, Juliet ha hecho todo lo posible para reconstruir los
restos de su vida destrozada. Tiene un gran novio, y un trabajo estable planeado
después de que se gradúe. Volviendo a Beachwood para empacar la casa de playa
de su familia para prepararla para la venta, Juliet está determinada que nada se
interpondrá en el camino de su futuro. Pero una mirada de Emerson, y todo ese
antiguo deseo viene de golpe. Él la dejó ir una vez, pero esta vez, no se dará por
vencido sin luchar. Y Emerson pelea sucio.
Una historia desgarradora. Una pasión imparable. Dividida entre su pasado
y su futuro, Juliet se esfuerza por separar el amor del deseo. ¿Pero encontrará una
manera de superar su trágico secreto, juntos? Y después de tanto daño, ¿puede un
amor permanecer intacto?
Beachwood Bay #1
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Prólogo
Traducido por Miry GPE
Corregido por Amanda Merlos
Mamá siempre decía, hay dos tipos de amor en este mundo: la brisa
constante y el huracán.
La brisa constante es lenta y paciente. Llena las velas de los barcos del
puerto, y levanta la ropa al estar en la línea de secado. Te refresca en un caliente
día de verano; trae las hojas cada otoño, con la misma fluidez de cada año. Puedes
confiar en la brisa, firme, segura y verdadera.
Pero no hay nada estable en un huracán. Embiste de lleno en la ciudad,
imprudente, enviando el océano espumoso hacia la orilla, derribando árboles,
líneas de energía y a cualquier tonto, o lo suficientemente estúpido, como para
interponerse en su camino. Claro, es una emoción como nada que hayas
conocido: eleva tu pulso, tu cuerpo lo clama, como un espíritu poseído. Es salvaje,
quita el aliento y lo consume todo.
Pero, ¿qué viene después?
—Si ves que un huracán viene, corre —me dijo mamá el verano que
cumplí dieciocho años—. Cierra las puertas, y tranca las ventanas. Porque al
llegar la mañana, no habrá nada más que restos dejados atrás.
Emerson Ray era mi huracán.
Mirando atrás, me pregunto si mamá lo vio en mis ojos: la acumulación de
nubes de tormenta, el crujido seco de la electricidad en el aire. Pero ya era
demasiado tarde. No hubo sirenas de advertencia que me salvaran. Supongo que
realmente nunca sabes del peligro, no hasta que te deja acurrucada en el suelo,
rodeada por los pedazos de tu corazón roto.
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Han pasado cuatro años desde ese verano. Desde Emerson. Me tomó todo
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lo que tenía volver a reunir todas mis piezas juntas, para arrastrarme fuera de los
escombros vacíos de mi vida y construir algo nuevo en su lugar. Esta vez, lo hice
a prueba de tormentas. Fuerte. Puse persianas blindadas alrededor de mi corazón,
y encontré una brisa constante para amar. Juré que nada volvería a destruirme
como en ese verano.
Estaba equivocada.
Eso es lo típico con los huracanes. Una vez que la tormenta toca tierra, lo
único que puedes hacer es rezar.
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Traducido por Miry GPE & Eli Hart
Corregido por Gabriela ♡
Voy a ochenta por la carretera con todas las ventanas abiertas, mi cabello
rubio oscuro se azota como loco en el viento. Tengo puestos mis lentes de sol
Ray-Ban, y la radio toca clásicos country tan alto como mi destartalado viejo
Camaro puede soportar, tratando de ahogar los susurros de los recuerdos que
comenzaron al minuto en que tomé la salida de la autopista hacia la familiar
carretera costera.
72 kilómetros para llegar a Cedar Cove.
72 kilómetros para llegar a Emerson.
Desecho eso. Vinimos aquí por años antes de conocerlo, me digo
severamente. Cada verano, cuando era niña. Meses llenos de juegos con las olas y
lecturas en nuestro pórtico con sombra. Debería tener otros recuerdos mejores de
este lugar, sin él.
Pero no has regresado aquí desde entonces.
Bloqueo la voz traicionera en mi cabeza, en su lugar grito junto con la
radio.
—Gone like a freight train, gone like yesterday...1
La canción está en lo cierto, decido. Es pasado. Ese verano está muy lejos
detrás de mí, no podría verlo en mi espejo retrovisor si lo intentara. Soy una
persona diferente a la jodida chica testaruda que era la última vez que conduje
por este camino de arena. Ahora tengo veintidós, sólo a un mes de graduarme en
la universidad y comenzar una nueva vida. Tengo un novio perfecto
esperándome en la ciudad, y una gran carrera, todo alineado. A pesar de todo lo
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que pasó aquí ese verano, lo logré, me convertí en la persona que quería ser, y
Página
1“Pasado como un tren de carga, pasado como el ayer...” Canción Gone de Montgomery Gentry
como si estuviera a punto de saltar de un avión en caída libre total, este fin de
semana no cambiará nada de eso.
No puede.
Además, me digo a mí misma, tratando de calmar el temblor de nervios en
mi estómago, ni siquiera sé si todavía sigue aquí. Ya no sé nada acerca de
Emerson. Mis ociosas búsquedas en línea de medianoche siempre vienen en
blanco. A estas alturas podría estar a mitad de camino alrededor del mundo,
haciendo senderismo en la selva africana, o bebiendo cervezas en una playa de
Australia con una modelo alta en bikini y de grandes pechos a su lado.
Arropada bajo su brazo, el lugar donde yo solía estar...
Subí el volumen de la radio aún más fuerte, el sonido vibrante del country
sonando tan duro que ni siquiera escucho mi celular, sólo veo la luz de la pantalla
encenderse desde donde lo metí, en el portavasos del tablero. Lacey. Mi mejor
amiga. Respondo, tratando de bajar el volumen y mantener una mano en el
volante. Sé que no debería hablar y conducir, pero aquí está lejos de la ciudad, no
veré a un policía en kilómetros.
—Oye Lacey, ¿qué pasa?
—¿Ya estás ahí? —demanda.
—Cerca. —Reviso el reloj de nuevo—. Más o menos a media hora de
distancia.
—Todavía no puedo creer que Danny boy no fuera contigo. —Hay un
ruido sordo mientras se pone cómoda, cuando habla de nuevo. Puedo imaginarla,
acurrucada en nuestro apartamento de estudiante en Charlotte, mirando por la
ventana el bullicio de la ciudad—. ¿No es éste el tipo de cosa que los futuros
prometidos están legalmente obligados a hacer? —pregunta—. Empacar todo lo
de la casa de verano en la que no has puesto un pie desde... bueno, ya sabes. —Se
calla.
El silencio se establece en el aire entre nosotras, cargado de dolor. Emerson
no es el único fantasma que acecha en esta ciudad. El dolor que me causó fue sólo
la mitad de mi corazón roto.
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Trago una bocanada de aire fresco y salado y obligo a los demonios a salir
de mi mente. —Primero que todo, no sabemos si está planeando proponerse. —
Cambio el teléfono a una posición más cómoda, debajo de mi oreja.
—Por favor —resopla Lacey—. Sus padres te aman, se irán a vivir juntos
después de la graduación, y desde hace meses él ha estado lanzando indirectas, no
tan sutiles, acerca de tu gusto en joyería.
—¡No me digas eso! —Mi estómago golpea, pero esta vez, es con una clase
de nervios completamente diferente.
—Ha sido algo divertido —añade Lacey—. Entonces, ¿crees que Juliet
prefiere estilos modernos, o art deco? —imita la cuidada voz con acento de la
Costa Este de Daniel.
—¿Qué le dijiste? —pregunto, curiosa. A pesar de que Lacey tiene razón,
imaginé que esto llegaría desde hace un tiempo, se siente extraño hablar sobre
algo así. Matrimonio. El futuro. Para siempre.
Con alguien que no es Emerson.
Lacey continua, ajena a mis pensamientos. —Corte princesa, ajuste clásico,
nada menos de dos quilates. Dah.
—Lacey. —Me ruboricé.
—¿Qué? Dijiste que querías construir una vida con él. —Me recuerda
Lacey—. Que podías imaginar envejeciendo y volviéndose canosos juntos.
—Lo hice. Quiero decir, lo hago —me corrijo rápidamente—. Daniel es
grandioso. Es amable, dulce e inteligente...
—… Y perfecto, ¡lo tengo! —me interrumpe Lacey—. Así que no entiendo
por qué no va contigo. No sólo por todo el trabajo pesado y empacar, quiero
decir. Si mi novia volviera a ver a su ex...
—¡No estoy aquí para ver a Emerson! —Mi protesta viene demasiado
estridente, y me encojo, desviándome violentamente en la carretera.
Lacey silba. —Tranquila. Sólo digo, Danny boy debe estar súper seguro en
su relación si ni siquiera siente curiosidad por el primer tipo al que has amado.
Recupero mi aliento, tratando de calmarme. Lo último que necesito es
terminar muerta, estrellada en una zanja antes de siquiera llegar a la línea del
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Hasta ahora.
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—Va a estar bien —digo con firmeza, como si la vieja estrategia de finge
hasta que lo creas, funcionara en este momento, una vez más—. Empacaré todo
lo de la casa para entregarla a la inmobiliaria, y regresar el lunes. Conseguí
comestibles en la ciudad, así que ni siquiera tendré que ir al centro.
—Si tú lo dices. —La voz de Lacey es dudosa, pero no presiona—.
Llámame más tarde, cariño.
—Te quiero.
Cuelgo, y agarro el volante con determinación. Esto será simple: tengo un
plan, justo como le dije a Lacey. Voy a empacar todo lo de la casa de playa,
entregar las llaves a la inmobiliaria, y dejar la ciudad, esta vez para siempre, sin
líos, sin problemas y sin malditos lamentos sobre viejos recuerdos.
Me dirijo a la siguiente curva, y de repente, la señal familiar se encuentra a
la vista.
Bienvenido a Cedar Cove. Población 5,654.
A pesar de mis buenas intenciones de dejar el pasado en la oscuridad, en
una fosa profunda, no puedo evitar una mirada a ese pelado anuncio de madera
que es todo lo que necesito para que mi mente corra de regreso a hace cuatro
años, a la última vez que conduje por esta carretera.
El día en que lo conocí.
***
Hace 4 años...
—… Y podemos asar malvaviscos en la fogata, e ir en bicicleta por el
pueblo por helado como solíamos hacerlo. ¿Jules? ¿Juliet?
La voz de mi madre se desliza entre mis sueños. Estoy mirando afuera de la
ventana a la neblina gris, y al musgo verde borrando el pasado, deseando
fieramente con todo lo que tengo estar en cualquier otro lugar excepto aquí.
Me giro. Mamá me mira desde el asiento del conductor. —¿Qué? —espeto,
ni siquiera intentando evitar la irritación en mi tono.
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—Pronto vendrás aquí con tus propios hijos —añade mamá felizmente—.
Una tradición. Ya sabes, venía aquí con tus abuelos cada verano desde que era…
Una fuerte explosión suena, desvaneciendo su voz. El carro se desvía
salvajemente, de pronto fuera de control. Mi pecho golpea contra el cinturón de
seguridad, con dolor y mi cámara se desliza de mis manos. La agarro, desesperada,
mientras nos movemos por la carretera.
—¡Mamá! —grito aterrorizada. Veo un destello de luz roja por la ventana,
la camionera detrás de nosotros está en el carril. Se dirige directo hacia nosotras,
luego se desvía en el último segundo.
—¡Está bien! —Los nudillos de mi madre se ven blancos, agarrando el
volante mientras lucha por recuperar el control—. ¡Solo espera!
Me aferro a los lados de mi asiento, siendo lanzada de un lado al otro
mientras el carro sigue girando. Somos ingrávidas, flotando en la carretera.
Entonces, al menos, siento que las llantas tienen fricción de nuevo. El carro baja
de velocidad, hasta que finalmente, nos detenemos a un lado de la carretera.
Jadeo por aire, mi corazón palpitando. La camioneta roja que casi nos golpea se ha
salido del camino más adelante en la carretera, las llantas delanteras enterradas
en la arena y el barro.
Mamá sigue agarrada del volante, mirando directamente hacia adelante, su
cara luce como la tiza blanca. —¿Estás bien? —pregunto en voz baja. No
responde.
—¿Mamá? —pregunto de nuevo, estirándome para tocar su brazo. Se
encoge de dolor.
—¿Qué? Oh, sí, cariño. Estoy bien. —Traga—. La llanta se ponchó, creo.
No sé lo que pasó. Una señorita afortunada. —Mamá me da una sonrisa
temblorosa, pero siento una corriente de enojo crecer dentro mí.
—¿Afortunada? —exclamo furiosa—. ¡Ni siquiera deberíamos estar aquí!
Ninguno de nosotros quería venir este verano, y ahora casi morimos. ¡¿Y por
qué?!
De pronto es como si un camión mack se estrellara en mi pecho. No puedo
respirar, ni siquiera puedo pensar correctamente. Busco mi cinturón de seguridad
con manos temblorosas y luego abro estrepitosamente la puerta del auto,
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tropezando en la carretera.
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—¡Oye, espera! —La voz viene más fuerte, y entonces hay una mano
pesada en mi brazo, jalándome.
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—Entonces eres afortunada de que no te mate yo mismo justo ahora —me dice.
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Severo—. ¿Qué demonios fue lo de allá atrás? ¿No sabes que no deberías manejar
rápido en una tormenta?
Contengo el aliento, mi frustración hirviendo, todo a la vez. —Primero
que nada, yo no iba manejando —grito en respuesta—. Y segundo, ¡fue un
accidente! Nuestra llanta explotó, eso pasa. ¿Cómo es que algo de eso es mi culpa?
—Lo reto, cruzando los brazos.
Sus ojos siguen el movimiento de mis brazos, y de pronto soy
dolorosamente consciente de mi blusa delgada, ahora mojada y pegada contra mi
pecho. Me estremezco, viendo un hambre nueva en sus ojos mientras su mirada
viaja por mi cuerpo, quedándose en mis piernas desnudas. Siento que me pica la
piel, y mi aliento contenido, no con incomodidad, sino con algo nuevo, alguna
clase de mayor conciencia. Siento una ola de calor bajar por mi estómago.
El chico arrastra su mirada de nuevo a la mía, y entonces me mira con lo
que juro es una sonrisa curvando las esquinas de su perfecta boca. —¿Cómo es
que ahora eres la que está enojada? —pregunta—. Soy el que tiene la camioneta
totalmente jodida allá atrás.
Miro detrás de él. Su camioneta se encuentra enterrada profundamente en
el banco de arena, las llantas traseras girando. —Sí, bueno, se nos ponchó la llanta
y no hay repuesto.
Sonríe de verdad esta vez. —¿Qué clase de idiota no lleva un repuesto?
Estamos a kilómetros de cualquier lugar.
—¡Tal vez la clase de persona que conduce en la ciudad, en donde tenemos
pequeñas cosas como señal de celular y grúas!
La sonrisa se desvanece. —Eres gente de verano —dice, como si fuera un
crimen.
—Déjame adivinar —disparo de regreso—. Eres un pueblerino con un
chip en tu hombro. Bueno, tal vez deberías guardar tus asuntos hasta que
logremos salir de aquí.
Abre su boca con sorpresa, luego se detiene. Mira alrededor a la carretera
vacía y mojada, finalmente, cae en cuenta que tengo un punto.
—Bien —dice, a regañadientes—. Llamaré a Norm para que nos recoja.
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—¿Pensé que no había señal aquí? —Frunzo el ceño, sacando otra vez el
Página
algunos lugares puedo vislumbrar las doradas arenas que descansan más allá de la
maleza. Después de un kilómetro y medio, llego a un oxidado buzón verde a un
lado de la carretera, y se transforma en el familiar camino de entrada.
La casa se encuentra tranquila y calentada con el sol de la tarde. De estilo
artesanal, tiene un amplio pórtico y tejas azules, ahora desvanecido a un gris
pálido. Los bordes blancos amarillentos, y las tejas se desmoronan, pero la
abertura frontal se encuentra perfectamente cuidada, con exuberante hierba y
rosas retorciéndose alrededor de las ventanas.
Aparco el Camaro al lado de un Lexus brillante y salgo lentamente del
coche.
Mis músculos se tensan por las horas al volante, así que los extiendo,
mirando la vieja casa. De regreso, siento una oleada fresca de emoción, sólo que
esta vez se trata de algo más que el aviso de una señal al lado de la carretera. Esta
es una casa, un hogar, lleno de cientos de recuerdos con años de peleas, risas,
amor y dolor. Ahí se encuentra el lugar donde jugábamos con los aspersores. Ahí
se halla el árbol que escalábamos para escapar de las peleas de mis padres en el
interior.
Ahí está el lugar oculto donde Emerson me dio un beso de buenas noches,
sus labios feroces y exploradores, sus manos deslizándose por debajo de mi
camiseta para provocarme y acariciar mi piel desnuda…
Me gustaría, por primera vez, tener a alguien aquí conmigo. No a Daniel,
pero quizás si a Lacey. Alguien que ataje esta vieja mierda emocional, y la
explique para mí. Es sólo una casa. Todo se encuentra en el pasado.
—¿Juliet? —Una mujer esbelta y pelirroja viene por un lado de la casa.
Viste un traje azul pastel y una blusa de seda, llevando un sujetapapeles y un
archivo. Me sonríe, alegre y optimista—. Soy Hallie, ¿Vienes desde Kingston
Realty? ¿Cómo fue tu viaje? ¿Te ha ido bien en la ciudad?
Sacudo los recuerdos. ¡Espabila, Juliet!
—Bien. —Asiento, caminando hacia delante para encontrarla.
—Es tan fabuloso conocerte. Muchas gracias por venir. —Me estrecha la
mano, y me da un beso en ambas mejillas. De cerca, puedo ver que su cabello es
de un color rojo antinatural, y sus dientes son revestidos de blanco deslumbrante.
Definitivamente no es de aquí.
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que estuviste aquí? —Su voz es radiante, tratando de empezar una pequeña
Página
charla. Sé que debería dejar pasar la pregunta, pero no puedo eludirla más.
—Hace cuatro años —le contesto lentamente—. Desde que mi madre
murió. Aquí, en esta casa.
Los ojos de Hallie se ensanchan con horror. —¡Oh, mi Señor! ¡Lo siento
mucho! Nadie me dijo…
—Está bien —la interrumpí, sintiéndome culpable por enterarla de esa
manera.
—¿Qué fue lo...? —pregunta, curiosa. Hasta ahora, he descubierto que todo
el mundo pregunta. Incluso cuando es de mala educación, o personal, no pueden
evitarlo. Todo el mundo tiene que saber la razón.
—Cáncer —le digo. Es mitad verdad, por lo menos.
Asiente. —Lo siento mucho. Les sigo diciendo a todas mis amigas, ¡vayan a
hacerse una mamografía!
Miro a mi alrededor, a la tapicería descolorida y a las rosas que se enroscan
alrededor de la ventana. Mi voz se suaviza. —Por lo menos pasábamos el verano
juntas. Siempre le gustó estar aquí.
Eso es cierto. Es por eso que he luchado con tanta fuerza contra el plan de
mi padre de vender. Los abuelos de mamá la construyeron, allá por los años
veinte, cuando tuvieron que intercambiar para la madera y clavos. Pasó de
generación en generación: la excelente tierra frente al mar que mantuvieron
incluso cuando los tiempos eran difíciles y luchaban para poner comida en la
mesa. Mamá amaba la historia, esa sensación de conexión con nuestro pasado.
Siempre hablaba de que nosotros la mantuviéramos para nuestras propias
familias, en la misma línea.
Pero papá tiene otros planes. Hundió a la familia en deudas mientras ella
aún vivía, y una vez que se fue, sólo empeoró. No sé a dónde va, malgastado el
dinero en cenas de lujo con sus adinerados y viejos amigos snobs, jugando a ser
un hombre sofisticado en la ciudad, cuando en realidad, es sólo una bazofia
borracha. Ya vendimos nuestra casa en la ciudad; ahora, la casa de la playa se
encuentra en su punto de mira.
Carina no puede entender mis protestas, el testamento dice que papá sólo
obtendrá la mitad de las ganancias de una venta, el resto se dividirá entre mi
hermana y yo. Comprometida por tercera vez, hace su mejor esfuerzo para
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mantenerse al día con sus amigas amantes de marcas de diseñador, a pesar de que
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pecho cada vez que pienso en Daniel aquí, en esta ciudad, en esta casa, mi pasado
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tuve al comienzo del día se ha borrado desde hace mucho tiempo. Saco un poco
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alguna manera, Daniel supo que yo necesitaba tiempo. Después de todo lo que
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—No. —Mi voz es más fuerte ahora. Atrapo la mirada de una anciana en la
próxima mesa, pero baja la vista y mira lejos.
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Emerson.
Me congelo, mirándolo con total conmoción. De todas las formas en las
que imaginé encontrarlo de nuevo, todos los millones de escenarios que solía
inventar, ninguna de ellas involucraba a un hombre golpeado y ensangrentado en
el suelo, y un bar repleto de gente mirándonos.
Oigo la sangre corriendo en mis oídos, y de repente, me siento mareada.
No puedo respirar. Pero esto no es un ataque de pánico, esto es algo
completamente distinto. Aquí se encuentra, frente a mí, como todas esas noches
en las que intenté no pensar en él, pero en las que de todas formas acabé
repitiendo cada momento y cada beso.
Emerson. Frente a mí. Por fin.
Mis ojos absorbiéndolo, codiciosos. Es mayor ahora, por supuesto que lo es.
He recordado al joven que solía ser, pero el brillo juvenil en sus ojos se ha ido,
creció. Todo un hombre. Sus características son más profundas, una oscura barba
cubre su mandíbula. Su cabello oscuro es muy corto, mostrando la fuerte curva
de su cráneo, y ese cuerpo que siempre fue delgado y firme, es más fuerte ahora,
brazos musculosos presionan la tela de su camiseta negra, todo su torso irradia
poder y furia animal.
—Jules —dice con voz ronca, todavía respirando con dificultad por la
pelea. No es que lo fuera, no realmente, fue una aniquilación.
Mi mirada se encuentra con la suya de nuevo. Estamos de pie a un metro
de distancia, pero la conexión entre nosotros es como una explosión de
electricidad, surgiendo de su oscura mirada hacia la mía.
—Yo... yo... —tartamudeo, jadeando en busca de aire, pero las palabras no
salen. Verlo es más de lo que nunca imaginé, su presencia llena mi mundo,
abrumándolo, como si no hubiera nada más en la habitación. Como si ni siquiera
existiera, sólo nosotros y la tormenta de emociones que pensé que nunca sentiría
de nuevo.
Es demasiado. Dios, todo es demasiado.
—Lo siento. —Se me escapa, doy la vuelta sobre mis talones y huyo.
Empujo pasando a las otras personas amontonadas alrededor y algo por las
puertas. Mis pasos resuenan en el oscuro estacionamiento mientras corro hacia
mi coche.
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cómo pude derrumbarme con una mirada suya, pero de repente, es como si
tuviera dieciocho años de nuevo, sintiendo todo tan fresco y feroz, como si fuera
la primera vez.
¿Cómo pude ser tan estúpida de pensar que alguna vez lo superaría?
—¡Jules! ¡Juliet, espera!
Viene tras de mí.
No me detengo, hurgando en mi bolso por mis llaves. Tengo que salir,
antes de que pueda ver, mirar a qué restos me reduzco con sólo un vistazo.
—¿Qué? ¿Ni siquiera tengo un gracias?
La voz de Emerson se hace eco, sarcástica, en el terreno baldío.
Me detengo. De repente bastante enojada, furiosa conmigo misma por
desmoronarme tan fácilmente después de todo este tiempo, pero más que eso,
estoy enfadada con él. Caliente, bufando, apretando puños furiosos.
Me volteo. —¿Gracias? —escupo respondiéndole, mi voz alta y febril—.
¿Qué demonios fue eso? ¡Pudiste haberlo matado!
Se cruza de brazos, sus labios en una determinada línea delgada. Se halla de
pie en las sombras, con el cuerpo crispado, oscuro e imponente. —Se lo merecía.
Siento la ira crecer dentro de mí. Ahora lo recuerdo: el lado oscuro de la
pasión de Emerson. Los característicos celos, su posesivo brazo alrededor de mi
hombro. Antes me sentía segura en ellos, atesorada, como si fuera la mujer más
importante del mundo, pero esto es diferente. No tiene derecho a actuar como si
le perteneciera, ya no.
—¡Puedo cuidar de mí misma! —insisto airadamente.
—Eso no fue lo que me pareció. —Su voz es un bajo susurro.
Me freno por la posesión en su tono. —¡Lo tenía todo bajo control! ¡Tú ya
no me conoces!
Algo cruza por su rostro, incluso en la oscuridad, y siento una punzada de
remordimiento. Oh Dios, no debí decir eso. Luego su dura mirada se desvanece, y
por un momento, su mirada se encuentra con la mía: desnudo y vulnerable.
—Has vuelto —dice en voz baja. Da un medio paso hacia mí, y a pesar de
toda mi rabia, mi cuerpo se congela ahí mismo, con el anhelo de su toque, que me
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Para siempre.
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Abro los ojos para encontrarlo mirándome. Su rostro duro, con una cruel sonrisa
Página
No puedo dormir.
Durante toda la noche permanezco acostada en la habitación de invitados,
aferrando las mantas a mi cuerpo y repitiendo la escena humillante del
estacionamiento. Una y otra vez, veo la expresión burlona en sus ojos, siento la
áspera barba de su mejilla arañar contra la mía.
Siento el sufrimiento de mi cuerpo llamándolo.
¡No!
Salto de la cama y me pongo mi suéter. Enciendo cada luz mientras bajo las
escaleras, como si la luminosidad pudiera ahuyentar mis sombras, y vuelvo a
atacar el embalaje —canalizando toda mi venganza reprimida en la tarea frente a
mí.
¡No pienses en él, Juliet! Me digo severamente. No pienses en lo que se ha
convertido.
Encuentro una vieja radio FM en uno de los estantes en la sala de estar y lo
enchufo, reproduciendo la música fuertemente para ahogar mis pensamientos
rebeldes. Al principio, lo enciendo en mi estación favorita de country, pero todas
las canciones parecen ser de amores perdidos y arrepentimiento, así que cambio
la estación a un canal pop: tan fuerte que estoy segura que los vecinos pueden
escucharlo incluso a casi un kilómetro de distancia.
Empaco, embalo y tiro hasta que estoy demasiado exhausta para pensar. No
puedo forzarme a mirar las fotografías y suvenires —lo último que necesito es
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sacar a la luz incluso más recuerdos— así que sólo los apilo en una caja y
continúo. Mis músculos sufren y me duele la cabeza, pero no confío en mi misma
Página
rodando hacia abajo, al océano. Papá siempre solía gritarnos por traer arena a la
casa, pero no había forma de evitarlo. Encontraría su camino en todos lados, el
mismo día que llegamos: en la suela de nuestros zapatos, entre las páginas de los
libros, arrastrándose por las escaleras.
Bebo mi café lentamente, sintiendo el tirón de nostalgia triste por esos
tempranos y más simples momentos. Fuimos felices aquí cuando era pequeña,
antes que los bordes deshilachados del matrimonio de mis padres se
desentrañaran, un cruel insulto a la vez. Pero no, eso no es verdad —se
desentrañaba durante todo el tiempo, sólo que no podía verlo en ese entonces.
Cuando era más joven, no me daba cuenta de la forma en que mi madre se
inclinaba hacia él por afecto, como una flor girándose hacia el sol. No veía el
desprecio en los ojos de él mientras miraba a su familia, ni escuchaba las crueles
calumnias en su voz después de demasiados tragos.
A menudo me pregunto qué le costó a ella, esconder eso de nosotros. Si tal
vez hubiera sobrevivido más, si no usara toda su fuerza para actuar como si nada
estuviera mal.
Me deshago de los recuerdos, desviando la mirada hacia la pequeña caseta
de jardín ubicada en el lado alejado de la propiedad. Es sólo un cobertizo,
tablones de madera y suelo de lona, pero dejo mis libros a un lado y camino a
través del césped como si me atrajera una fuerza magnética, con los pies descalzos
sobre el césped húmedo por el rocío.
Alcanzo el cobertizo y levanto una mano, abriendo la puerta lentamente.
Las bisagras chirrían y chillan, pero se abre. Entro.
Se encuentra oscuro: las ventanas cubiertas con gruesas cortinas negras
para bloquear toda la luz. Abro la puerta aún más y parpadeo para
acostumbrarme a las sombras. Lentamente, mis ojos comienzan a descifrar formas
en el pequeño cuarto. Un lavabo, un largo banco de trabajo, cubos de plástico
para lavar, un estante lleno de químicos. Todo exactamente de la forma en que lo
dejé.
El cuarto oscuro.
Mi abuelo lo construyo, cuando se casó con mi abuela. Él era el fotógrafo
de la familia, sólo un aficionado, pero lo amaba lo suficiente como para hacer este
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También saludo.
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Me mira, más suave. —¿Recuerdas ese gato callejero que solía venir?
Siempre le dejabas leche afuera, a pesar de que todos te decíamos que nunca te
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desharías de él.
—¡La pobre cosita estaba hambrienta! —protesto—. No podía simplemente
dejarlo morir de hambre.
—Al final del verano, alimentabas a cada callejero en el pueblo. —
Emerson ríe—. No sé qué cómo sobrevivieron cuando te marchaste.
Se detiene, la risa muriendo en sus labios cuando se da cuenta de lo que ha
dicho.
Cuando me marché.
Siento un nudo de pánico viendo los recuerdos oscurecer su mirada. Me
preparo para otro comentario cortante, más de la rabia y crueldad de la noche
anterior, pero en vez de eso, Emerson toma un largo aliento, exhalando
lentamente.
—Yo... quiero pedirte perdón. Por lo de anoche.
Parpadeo con sorpresa. De todo lo que esperaba que dijera, una disculpa ni
siquiera estaba en la lista. Emerson mira hacia abajo, a las ondas de las olas, pero
cuando finalmente arrastra su mirada hasta encontrarse con la mía, la expresión
en su cara está llena de pesar. Lo dice en serio.
—No —digo rápidamente—. Está bien.
—No lo estuvo. —Emerson suelta una risa amarga—. Tenías razón, fui
totalmente un jodido idiota. Yo... no sé qué decirte. —Se encoge de hombros—.
Supongo que fue el verte de nuevo. No sabía qué hacer.
—¡Está bien! —digo de nuevo, más fuerte esta vez—. De verdad, no
pienses más en eso. Sé que yo no lo hago.
La voz me suena radiante y falsa, pero pego una sonrisa despreocupada,
como si en realidad él no me molestara siendo tan idiota. Qué más se supone que
haga: ¿Decirle que lloré todo el camino a casa, odiando que pudiera mirarme con
tanta decepción hueca en sus ojos?
Emerson asiente lentamente. —Está bien. Entonces.
Hay otra pausa, larga y prolongada y llena con todo lo que no puedo decir.
¿Cómo llegamos a este punto? Me pregunto, mi corazón doliendo mientras lo veo
girarse hacia la playa por un momento para comprobar a Eastwood. Solíamos
hablar por horas, rebosantes de palabras. Podía contarle cosas que nunca admití
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ante nadie, sobre mi jodida familia, mis esperanzas, sueños y oscuros secretos.
Página
Éramos más cercanos de lo que nunca pensé posible, como si compartiéramos una
sola alma, y ahora, ¿a esto hemos llegado? Emerson se halla de pie junto a mí pero
la mirada en sus ojos se encuentra muy lejos.
Es trágico.
¿Pero a quién engaño? Me digo a mí misma duramente. Sé cómo hemos
llegado aquí.
Yo nos traje aquí. Soy tan culpable como cualquiera.
No puedo soportarlo más. Esto es tan malo como la noche anterior, solo
que en vez de shock e ira y deseo deshaciéndome, ahora, es simple distancia.
—Debería... —Gesticulo vagamente hacia la orilla, sin ser capaz de
soportar esta torpeza desgarradora ni un momento más.
—Oh. —Podría jurar que veo decepción pasar por la cara de Emerson,
pero debo imaginármelo—. Claro —dice—. Probablemente tienes mucho que
hacer. Con la casa.
—Claro. —Repito, siento un dolor en mi pecho, tan duro que tengo que
recordarme a mí misma respirar. Ando lentamente de vuelta a la arena. Emerson
empieza a caminar junto a mí, a un brazo de distancia. A pesar de que no nos
tocamos —ni de lejos— aún siento su presencia a mi lado: el familiar paso
confiado, la forma en que su alto y amplio cuerpo empequeñece el mío. Tengo
que agarrar mi cámara con ambas manos para asegurarme de no estirarlas para
agarrar sus dedos con los míos, como siempre solíamos hacer.
Pero la peor parte, comprendo de repente, es que a pesar de lo incómodo,
doloroso y miserable que han sido los últimos minutos con él, no puedo soportar
que terminen. Es jodido, lo sé, pero encontrarme alrededor de Emerson, aunque
sea doloroso, es mejor que no estar con él para nada. Nunca estar con él de nuevo.
Busco en mi cabeza por algo que decir, intentando alargar este momento.
—¿Cómo está Brit? —pregunto rápidamente. Su hermana pequeña siempre
era fuente de drama cuando la vi la última vez. Apenas en la adolescencia, estaba
lista para escaparse con chicos y quedarse fuera toda la noche. Sus faldas cortas y
camisetas desabotonadas muy abajo—. Debe tener, ¿cuántos? ¿Diecinueve ahora?
—Sip. —Emerson asiente—. Conseguí que pasara el instituto, apenas —
añade—. Es camarera en el bar algunas noches. Intento hablar con ella sobre la
44
escuela de moda, así puede hacer algo con sus diseños, pero... conoces a Brit. —Su
Página
voz es irónica, pero llena de afecto, y me recuerda todo sobre ese lado de
Emerson que no deja ver al resto del mundo: el hermano mayor, sin ayuda de
nadie tratando de cuidar a sus dos hermanos más jóvenes, mientras su madre
entra y sale de la adicción y malas relaciones.
—¿Y Ray Jay? —Tengo que preguntar, pero a la vez me preparo para la
respuesta. El hermano de Emerson era un problema, simple y llanamente. El
adolescente que conocí estaba lleno de ira, furia y rabia imprudente. Emerson
hacía lo que podía para mantenerlo a raya, pero Ray Jay lo odiaba casi tanto como
odiaba estar atrapado en un pequeño pueblo.
—Ya no es mi problema. —La voz de Emerson es casual, como
bromeando, pero oigo el giro bajo su despreocupación—. El chico escapó del
pueblo el día que cumplió dieciocho. Lo último que escuché es que se hallaba en
Tallahasee, haciendo Dios sabe qué.
—Lo siento —digo tranquilamente.
Se encoge de hombros. —En realidad no lo culpo. Quiero decir, quería
jodidamente salir del pueblo cuando tenía su edad también.
—Pero no lo hiciste —digo suavemente, pensando en todo su sacrificio y
responsabilidad desinteresada—. Te quedaste.
—Alguien tenía que hacerlo. —La voz de Emerson se fuerza. Pienso en su
madre, y también su padre, todos los que se han alejado de él. Y yo.
Mi corazón se entrecoge. ¿Habla de mí?
Me fui, hace cuatro largos años. Fui la que jodidamente escapó del pueblo
entonces, y dejé a Emerson aquí solo. Claro, él fue el que me dijo que me fuera,
pero podría haber peleado más duro. Le dejé alejarme, y me he odiado por eso
desde entonces. Sentí como si mi corazón se rompiera en un millón de pequeñas
piezas yéndome, pero me doy cuenta por primera vez ahora, que él debió sentirlo
también, viéndome ir.
Siento tristeza y arrepentimiento pasar a través de mí, un familiar dolor
hueco que esperaba se apagara con el tiempo. El fuerte tirón de emoción; el
aguijón en la parte posterior de mi garganta.
Rápidamente levanto mi cámara y hago unas pocas fotos más del perro, el
cual se tira por la arena salvajemente. La cámara esconde mi cara por un minuto,
y uso el escape para tomar unas pocas respiraciones rápidas, desesperadamente
usando cada gramo de autocontrol para recomponerme.
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regresa la mirada. Algo rebota entre nosotros, ese innegable torrente de deseo y
Página
***
Unas horas, tres cervezas y dos bolsas de Cool Ranch más tarde, casi he
puesto al día a Lacey con todo lo que ha pasado durante las últimas cuarenta y
ocho horas.
—Mierda —dice Lacey al final de todo. Nos hallamos tendidas en los restos
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Giro la cabeza y miro por encima de donde yazgo en el suelo delante del
sofá. —¿Eso es todo lo que tienes que decir? —pregunto—. ¿Te cuento la gran y
épica historia de cómo fui de bien a un maldito y total desastre en, como, un día
completo, y lo mejor que tienes para ofrecer es, “mierda”? ¿No te graduaste en
inglés?
—¡Oye! —Lacey lanza una almohada a mi cabeza—. Dame un minuto para
procesarlo.
Espero, limpiando migajas del fondo de la bolsa de papitas. La cerveza ha
enviado un zumbido agradable a través de mi cuerpo, y con Lacey alrededor, me
empiezo a sentir más como yo misma, y menos como el torbellino de emoción
pura que era más temprano en la playa.
Finalmente, Lacey se incorpora. Ondea su botella dramáticamente. —
Ahora que he tenido tiempo para pensar en ello, estoy dispuesta a compartir mis
pensamientos sobre tu extraña y desastrosa vida.
Toco un redoble de tambor en las tablas del suelo.
—Lo que tengo que decirte es esto —continúa ella—: Hijo de puta.
Parpadeo.
—Hijo de puta —dice Lacey de nuevo, arrastrando cada sílaba.
Me da un ataque de risa.
—¿Qué? Es cierto. ¿Él rompe tu corazón en un millón de malditos pedazos,
y luego tiene el descaro de juzgarte por tus decisiones? Imbécil. —Lacey toma un
largo trago de cerveza y luego suelta un eructo.
—Qué elegante —bromeo, para distraerme de las otras cosas que dijo.
—¡Esa soy yo, nena! —Me da un guiño. Entonces, su sonrisa se ablanda—.
Sinceramente, cariño, no sé qué decir. ¿Cómo te sientes al respecto?
—Te lo dije... —Mi voz se desvanece, incómoda ante la pregunta.
—Ah, pero no lo has hecho. —Lacey me señala con su botella—. Has
dicho lo que pasó, y lo que él dijo y lo que tú dijiste. Pero todavía no me has
dicho realmente acerca de cómo todo esto te hace sentir.
No respondo. ¿Qué puedo decir? ¿Qué, a pesar de todo, me olvido de mí
misma cuando miro sus ojos? ¿Qué un toque de él y es como si mi cuerpo
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quemara, tan lleno de deseo que apenas puedo ver bien? No, no puedo decirle
Página
nada de eso. De algún modo, admitir en voz alta lo que Emerson me hace sería
como una traición a Daniel, y la vida que estamos construyendo juntos, y a todo
por lo que he trabajado tan duro en lograr. Es un secreto; mi oscuro secreto, sólo
otro que agregar a la colección.
—Siento que... necesito otra cerveza —digo finalmente, alcanzando la
bolsa. Está vacía—. ¿Sólo compraste un paquete? —me quejo, alzando mi voz
dramáticamente para distraer a Lacey de su pregunta todavía sin contestar.
Me da una mirada, como si supiera exactamente lo que estoy haciendo. —
No pensé que esto fuera un incendio de tres alarmas —señala.
—Hay una tienda de licores en la ciudad —sugiero—. Podríamos
simplemente cortar la mierda y conseguir un poco de tequila. Y pizza. Tengo
hambre. —Frunzo el ceño, bostezando. He perdido la noción del tiempo con
nuestra tarde de charla, pero sé que no he comido desde... ¿El emparedado de
mantequilla de maní y mermelada que improvisé anoche? Niego con la cabeza.
No es de extrañar que la cerveza ya esté haciendo un número en mí, me
convierto en nada, excepto humo aquí.
Lacey lucha por ponerse en posición vertical. —¡Oh, espera! ¡Sé lo que
tenemos que hacer! —Se arrastra hacia su bolso y rebusca. Saca un volante azul
brillante—. ¡Tiempo de fiesta! —anuncia—. Vi esto de camino a la ciudad. Algo
grande, por el puerto esta noche.
—¿Una fiesta? De ninguna maldita manera —concluyó rápidamente, antes
de que pueda dejarse llevar.
Demasiado tarde.
—¡Pero será divertido, justo lo que necesitas! —exclama Lacey—. Comida,
bebida, algo de baile, algunos chicos lindos... Esa última parte es para mí —añade,
parándose—. Tú tienes suficientes quebraderos de cabeza, con Daniel y el ex.
—Lacey, no puedo —digo, sintiendo un temblor de nervios—. En algo
como esto, de seguro él estará ahí.
—¿Y vas a dejarlo que maneje tu vida? —desafía Lacey.
—¡Sí! —grito—. Sólo hasta que me vaya de Cedar Cove.
—Tsk. —Lacey niega con la cabeza tan rápido que el pelo sale volando en
un halo enredado alrededor de su cabeza—. Nunca te tomé como una cobarde.
—No lo soy. —Trato de no dejarla engañarme—. Soy sensible. ¡Lo último
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—O tal vez sólo estás asustada de que no sea terrible —asume Lacey, con
los ojos brillantes—. Tal vez, tienes miedo de que si lo ves de nuevo, no serás
capaz de resistirte a dejar caer tus bragas y tener una última follada de despedida.
Mi pecho se aprieta. ¿Realmente soy tan obvia?
—Está bien. —Suelto, poniéndome de pie—. Iremos. No me importa.
Cualquier cosa para demostrarle que se equivoca.
—¡Hurra! —Lacey aplaude—. Tú y yo, afuera en la ciudad... Después de
que hagas algo sobre eso. —Hace gestos de arriba a abajo, de mi cabeza a mis pies
descalzos—. Te quiero, pero te ves echa un desastre.
—Es sólo una comida al aire libre —protesto, llegando a acariciar mi ahora
enredado cabello—. Todos irán totalmente informales.
—Razón de más para verte maldita y completamente caliente —declara
Lacey—. Vamos, ¿no quieres lucir bien para el ex? —pregunta con picardía.
—¡No! —jadeo, cruzando los brazos sobre mi pecho.
Suspira. —De acuerdo. Luce bien para mí. Yo soy la que tiene que mirar tu
andrajosa cara de mierda toda la noche. Sólo un poco de máscara de pestañas... —
Se me acerca y comienza a pinchar mi cara y blusa—. Y tal vez una linda
camiseta y una falda, y algo de labial...
—¡Bien, bien! —Alejo sus manos. Conozco a Lacey lo suficientemente bien
como para saber que no lo dejará ir. Mejor nos ahorro la molestia de que me
moleste toda la noche—. Me doy por vencida. ¡Hazme lo que quieras!
—Eso es lo que dicen todos los chicos. —Lacey me guiña.
Ya que me encuentro mareada con la cerveza, y me imagino que tenemos
una larga noche de beber por delante, convenzo a Lacey de intercambiar el
Escarabajo por un par de bicicletas. Andamos en bicicleta a la ciudad, inestables
en los viejos marcos oxidados, haciendo giros anchos en la carretera vacía.
—¡Deberías haberme dicho acerca de la parte del ciclismo antes de que nos
hubiéramos vestido! —resopla Lacey a mi lado, su corto vestido de verano de
color rosa alzándose mientras pedaleaba.
—Como si eso hubiera hecho una diferencia. —Me río—. ¡No trajiste nada
que sobrepasara más allá de tu muslo!
53
—Sí, pero tal vez no habría usado mi tanga de la suerte. —Mira hacia atrás,
Página
sacándome la lengua.
—Adivino que mis bragas no son tan aburridas ahora —bromeo, cantarina.
Ya hemos discutido por mi aburrido gusto en ropa interior. Lacey trajo el asiento
trasero lleno de ropa, suficiente para un mes, e insistió en vestirme en una mini
falda de mezclilla blanca y una camiseta colorida. Llenó mis muñecas con
brazaletes metálicos que tintinean en la noche, terminó el estilo enrollando mi
pelo húmedo en rizos sueltos, y maquillándome con rubor y brillo labial.
Cuando vi el resultado en el espejo, debo admitir, me sentí complacida. Si
voy a aventurarme de nuevo en la ciudad, no tiene nada de malo lucir bien,
decido.
Ahora, mientras llegamos a la calle principal y pedaleamos hasta el puerto,
siento que mis nervios se aceleran una vez más. Ya puedo oír la música y las risas
de la multitud en los muelles, y me pregunto si Emerson se encuentra entre ellos,
bebiendo una cerveza con los amigos. O peor aún, con una chica.
—¡No pongas esa cara! —exclama Lacey—. Esa cara está prohibida esta
noche, ¿entiendes?
—¡Es mi cara! —protesto débilmente.
—Sí, y te ves como si te dirigieras a tener a Marta arrancando la cera
caliente de tu va-gi-na. —replica Lacey.
No puedo dejar de reír.
—¿Ves? ¡Mejor! —anima Lacey—. Confía en mí, para el final de la noche,
voy a tenerte olvidando a este tipo como si jamás hubiera existido. El tequila o
yo, de cualquier forma.
Llegamos al puerto y encadenamos las bicicletas contra una barandilla.
Miro a mi alrededor. Es temprano, pero ya hay una gran multitud. La música está
a todo volumen, con puestos de comida y mesas dispuestas sirviendo camarones
frescos y pasteles de cangrejo. Hay un bar improvisado con cervezas y alcohol, y
la fiesta continúa a través de todo el puerto: los barcos reproduciendo más
música, las luces colgadas a lo largo del muelle. Veo gente del lugar y caras
desconocidas; los turistas, los chicos de la universidad, y también familias. Es una
fiesta de verdad, y no puedo dejar de sentir una pequeña sensación de
anticipación.
Entonces, mis ojos atrapan un rostro en la multitud: una chica de cabello
oscuro, vestida con diminutos pantalones cortos de corte bajo y la parte de arriba
54
de un bikini negro. Está abrazada a un chico que luce sucio, preparando tragos.
Página
Me congelo.
—Mierda. —Lacey me siente tensarme a su lado—. ¿Él está aquí?
Niego con la cabeza. —No. Es sólo su hermana.
Me encuentro a punto de voltearme cuando los ojos de Brit se encuentran
con los míos en la multitud. Su rostro se oscurece. Empuja al hombre a un lado y
marcha hacia nosotras.
Siento un aleteo de nervios. Siempre me llevé bien con Brit, pero eso fue
antes de que dejara la ciudad y rompiera el corazón de su hermano. La
adolescente desgarbada que conocí en ese entonces ha sido sustituida por una
chica curvilínea, con los ojos perfilados con delineador negro y un anillo en la
nariz, y el asesinato en sus ojos.
Llega hasta nosotras, mirándonos fijamente.
—¿Qué demonios haces aquí? —exige Brit. Su voz es alta y acusadora, y las
personas alrededor se voltean a mirar.
Me sonrojo. —Hola, Brit, ¿cómo te va? —pregunto débilmente,
retrocediendo.
—¿Estás jodidamente bromeando? —espeta Brit—. Tienes el descaro de
aparecer aquí después de lo que hiciste.
Parpadeo, confundida. ¿Qué hice?
Brit da otro paso adelante, poniéndose en mi cara, pero antes de que pueda
decir una palabra, Lacey se para delante de mí.
—¡Oye ahí! —dice Lacey—. ¿Por qué no jodidamente retrocedes?
La boca de Brit cae abierta.
—Vinimos aquí solo por la fiesta —le dice Lacey, mirándola—. Así que,
por qué no vuelves con tu joven amante antes de que él encuentre a alguna otra
zorra con quien perder el tiempo.
Señala hacia donde el chico de Brit coquetea con una chica rubia, sus ojos
fijos en su pecho mientras ella hace pucheros y retuerce su cabello.
Los ojos de Brit relampaguean de rabia, y puedo ver su lucha entre dejarme
mal públicamente o preocuparse por sus propios asuntos. Al final, su chico gana.
—Solo mantente alejada de Emerson, ¿me oyes? —Me apunta
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amenazadoramente. Una vez más, Lacey se mueve para bloquear la furia de Brit.
Página
Emerson.
Ni siquiera me giro de inmediato, pero sé que está aquí, en algún lugar. No
puedo explicarlo, pero es como que mi cuerpo tiene un radar especial, sólo para
él. Lo reconocería en un huracán, en una tormenta de nieve, si fuera sorda y
ciega. Mi cuerpo lo conoce de memoria.
Poco a poco, me doy la vuelta.
Ahí está, al otro lado de la pista de baile improvisada. Me mira con una
expresión oscura, ilegible, vistiendo pantalones negros y una camiseta gris
desteñida que abraza todos los músculos y tendones de su torso. Hay una chica a
su lado, alguna morena que se arrima con un pequeño vestido de verano,
charlando, pero sus ojos no abandonan los míos.
El mundo se encoge de nuevo, sólo a la expresión en sus ojos y el sonido de
los latidos de mi corazón.
Sofoco un gemido, atrapada en su mirada.
—Bravo, victoria. —Lacey alinea una fila de chupitos de tequila. No se ha
dado cuenta de que miro fijamente a través de la multitud, demasiado ocupada
colocando el limón y la sal—. ¿Bebé? En serio, entra en el juego ya.
Arrastro mis ojos lejos de él, y agarro el primer vaso de chupito. Lo vacío
de golpe, aguantando la fuerte amargura, luego tomo una rodaja de limón para
chuparla.
—¡Esa es mi chica! —Lacey festeja—. ¿Por qué debemos celebrar?
Miro atrás, hacia Emerson, pero no está por ningún lado.
—Por el futuro —digo, volteándome para alcanzar el siguiente trago.
—¡Mierda, si! —grita Lacey—. ¡El futuro!
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Página
5
Traducido por Kells & Alessandra Wilde
Corregido por Laurita PI
Hago una mueca de dolor. —De verdad, lo siento —digo de nuevo. Luego
pienso en otra cosa, y jadeo—. Mierda, ¿Emerson se metió en problemas? —le
pregunto nerviosa—. No quiero que le prohíban la entrada de por vida, o algo así.
—No, él está bien —responde Garrett, entretenido—. El tipo no puede
vetarse a sí mismo.
Frunzo el ceño. —¿Qué quieres decir?
Me mira. —Ya sabes, el bar es suyo. Él es el dueño. ¿No es así, jefe? —
Garrett mira más allá de mí.
Mi corazón da un vuelco, y entonces escucho la voz de Emerson, su
pronunciación lenta enviando temblores que se deslizan por mi espina dorsal.
—¿Qué es esto, justo hablas de mí? —La voz de Emerson suena fácil y
coqueta—. Cuida tu boca, o despediré tu trasero.
—De ninguna manera, hombre —sonríe Garrett—. Soy el que atrae a una
multitud de chicas universitarias. Me aman. —Guiña el ojo hacia Lacey, que
suelta una risita.
—Qué engreído eres. —Ella golpea su brazo juguetonamente, y los dos
empiezan a coquetear y a bromear.
Me siento allí, sin mover ni un músculo. De repente, siento un tipo de
mareo que no tiene nada que ver con la innumerable cantidad de bebidas que
consumí. Siento a Emerson a mi lado, pero no me atrevo a girarme, o mirarlo a
los ojos.
Es sólo que esta mañana nos encontrábamos en la playa juntos, y la noche
pasada peleamos en el estacionamiento. ¿Cómo pudo mi mundo dar un giro de
ciento ochenta grados en sólo veinticuatro horas?
—Hola, Jules. —Su voz es tranquila.
—Hola —respondo. Miro hacia abajo, tocando la piel del borde de mi uña.
Mierda, me doy que cuenta de que he destruido mi manicura.
Lacey finalmente arrastra su atención lejos de Garrett. Me mira, luego a
Emerson, y viceversa. Repentinamente se atraganta con su cerveza mientras
suma dos más dos. —Oh, ¡mierda! —exclama—. ¡Es su ex!
¿Qué diablos? Me dan ganas de gritar. ¡Qué modo de ser sutil, Lacey! Le
lanzo una mirada furiosa.
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Lamiendo lentamente mi cuerpo hasta que estoy jadeante y mojada para él,
Página
me arqueo sin pensar, mis dedos enredados en su cabello, apretando su boca con
fuerza contra mí…
Me estremezco, y pliego mis brazos protectoramente sobre mi pecho.
Puedo sentir mis mejillas ruborizadas al rojo vivo y no puedo dejar que vea
cuanto me afecta.
—Como sea. —Me encojo de hombros—. Me voy a casa. —Doy un par de
pasos lejos de él y luego me apoyo sobre el banco para sostenerme mientras mi
cabeza da vueltas.
—Tranquila, Jay Bird. —Emerson se mueve para agarrar mi brazo, pero lo
sacudo lejos—. No vas a conducir a ningún lado —me dice, de hecho.
—No es lo que planeo —disparo de regreso—. Venimos en bicicleta hasta
aquí.
Emerson sonríe con suficiencia, sus ojos oscuros brillando bajo las
linternas. —Tú no volverás en bicicleta, ¿tres kilómetros, en la oscuridad y
borracha?
—Ni siquiera trates de detenerme. —Lo fulmino con la mirada.
Sacude su cabeza, entretenido. —Eso tengo que verlo.
Encuentro a Lacey en la pista de baile con Garrett, y le hago saber que me
voy. No está muy convencida, se encuentra inclinada cerca de él con los brazos
alrededor de su cintura.
—Voy a llevarla a casa a salvo. —Garrett me guiña un ojo.
—Sí —murmura Lacey—. ¿Pero a la casa de quién?
Los dejo riendo, y dignamente paso a través de la fiesta, hacia donde
dejamos aseguradas las bicicletas. Emerson camina detrás de mí, y hago mi mejor
esfuerzo por seguir caminando en línea recta. —¡Deja de seguirme! —digo sobre
mi hombro.
—Es un país libre —responde riendo.
Rechino los dientes, y tiro de la bicicleta, tratando de montarla sin mostrar
mi ropa interior al mundo entero. Y a Emerson. Me lleva tres intentos, pero
finalmente consigo mi pierna sobre la silla y mi pie alineado con los pedales.
—Sabes, puedo llevarte —señala. Se apoya sobre la barandilla, mirándome
mientras ruedo hacia la calle.
62
pecho…
Página
Aprieto los dientes y espero. Duele muchísimo, pero para mi sorpresa, eso
es algo bueno: cuanto más pueda concentrarme en el dolor, menos tiempo me
concentraré en sentir su mano agarrando suavemente mi pierna desnuda, o ver
cómo su cabeza se inclina sobre mí, centrado completamente en la tarea.
En arreglarme.
Emerson limpia el alcohol, y luego presiona una venda sobre la herida.
Hace una pausa, levantando la vista para encontrar la mía. Entonces, para mi
sorpresa, poco a poco se inclina y besa suavemente la rodilla. —Mucho mejor —
susurra, sin que sus ojos dejen los míos en ningún momento.
Mi corazón se detiene.
Poco a poco, Emerson se levanta. Sosteniendo mi mirada con la suya
magnética, posiciona sus pies a ambos lados de mi cuerpo, inclinándose para
descansar sus manos sobre los cojines del sofá a cada lado de mi cabeza. Su rostro
está a sólo unos centímetros del mío. Su cuerpo se cierne sobre mí, sin tocarme,
pero lo suficientemente cerca como para poder sentir el calor que irradia de cada
músculo. La mirada en sus ojos es mortalmente determinada.
Cierro los ojos. Todo esto es demasiado.
—Emerson... —susurro. Incluso en la oscuridad de mi mente, lo puedo ver
perfectamente. Su presencia llena cada uno de mis sentidos, una ola de nostalgia
pura. Puedo escuchar el sonido de su respiración entrecortada, desigual; sentir
cada cambio y el movimiento de su cuerpo a través del aire entre nosotros.
Luego me toca. Su dedo roza mi mejilla, trazando mi mandíbula, mi
garganta, a lo largo de mi clavícula. Dejo escapar un grito de asombro, mi piel
quema ante su toque.
Cada célula de mi cuerpo crepita con electricidad. Todo lo que tengo clama
por más.
Me muerdo el labio. Mis ojos aún se encuentran presionados con fuerza, y
estoy atrapada en la oscuridad, y este fuego salvaje corre a través de mi cuerpo.
Debería alejarlo, debería alejarme, pero lo único que me importa es la lenta estela
que traza con la yema de su dedo tan suavemente hacia el centro de mi pecho.
Llega al escote de mi delgado top, burlándose suavemente a lo largo del
borde de encaje.
Oh Dios.
66
Un dedo lento, y mi cuerpo grita por él. Estoy dolorida y húmeda, más excitada
de lo que he estado en años.
Desde la última vez con él.
—Abre los ojos. —El gruñido de Emerson es agudo.
Mis ojos se abren, mirando directamente los suyos. Mi respiración se atasca
por la intensidad de su mirada. Es ardiente y feroz, como si tomara todo su
control no rasgar la ropa en este mismo segundo.
—Di “no”. —El susurro de Emerson está lleno de deseo.
Parpadeo, mi mente confusa y confundida.
—Dime “no”, y pararé. —Su boca cae a mi cuello y lo presiona
suavemente, besando diminutos temblores a través de mi cuerpo. Su dedo se
desliza por debajo del borde inferior de mi top, escabulléndose bajo el encaje de
mi sujetador. Su respiración se acelera, ahoga un gemido contra mi cuello, pero
no lo detengo. No puedo. Mi mundo no es más que sus labios y su lengua, y el
camino de gloria de su mano contra mi pecho. Sus dedos encuentran mi pezón y
lenta y perezosamente traza círculos mientras su lengua hace estragos por mi
cuello. Me estremezco al respirar, nerviosa y jadeando, sin saber siquiera lo que
ansío, hasta que finalmente cierra su pulgar y su otro dedo alrededor de la dura
protuberancia de mi pezón y los contrae en un pellizco firme.
Esta vez, no puedo evitar gemir.
El sonido es mi perdición.
En un segundo, los labios de Emerson se estampan contra los míos en un
beso abrasador. Su boca es caliente y hambrienta, devorándome mientras sus
manos agarran mi cuerpo, empujando mi top alrededor de mi pecho, su tacto
quemando en mi piel.
Joder. Es como una explosión, una explosión de deseo que se rompe
atravesándome, bloqueando hasta el último pensamiento con nada más que
necesidad de estar más y más cerca, ahora. Me arqueo contra él, sin sentido por
sus besos, enredando mis dedos en su cabello mientras le tiro con fuerza contra
mí.
Emerson desliza sus manos por debajo de mi trasero y me levanta,
acunándome contra la longitud de su cuerpo mientras me acomoda rápidamente
por debajo de él en el sofá con un jadeo. Dejo escapar un gemido en respuesta,
67
¡Mierda!
Página
pasos más, como si la distancia entre nosotros, de alguna manera, borrara los
Página
y él me sostiene, agarra mi mandíbula, así que no tengo más remedio que mirar
Página
Para deshacerme.
Mi teléfono vibra con un nuevo mensaje. Lo tomo para mirar la pantalla.
Jules, necesitamos hablar. LLÁMAME.
Voy para allá, esto es una locura.
¿Dónde te encuentras? No estás aquí. Llámame.
Emerson.
Ha mandado mensajes desde las cinco de la mañana, también llamando. No
sé de dónde sacó el número —por Lacey, quizás—, pero eso no importa. Es el
último hombre en la tierra con el que necesito hablar en este momento. El
teléfono vibra nuevamente en mi mano, y estoy a punto de apretar “rechazar
llamada”, cuando veo que quien llama es Lacey.
Acepto la llamada. —Hola.
―¡Hola, dice! —exclama Lacey, su voz alta a través de la línea—. ¿Qué
coño ha pasado? Llego a casa, y no hay nada más que una nota. De vuelta a
Charlotte. Jules, dime, ¿qué pasa?
—Está bien. —Miento—. Sólo necesitaba volver a la ciudad. ¿Cómo estuvo
Garrett? ¿Te divertiste?
—No cambies de tema conmigo, señorita. —Lacey no iba a dejarlo pasar ni
un minuto—. Y para que conste, los chicos con barba nunca deberían chuparlo.
Araña demasiado. Pero volviendo a ti y a tu desaparición. Detalles, empieza,
ahora.
Suspiro, levantando un poco el pie del acelerador. —Lace…
—¿Es Emerson, no? —Su voz se oscurece—. Sabía que no debí dejarle mi
teléfono a Garrett. ¿Qué hizo?
—No es él —contesto, miserable. Veo una salida a una gasolinera, así que
cambio de carril—. Espera un segundo —digo, dejando el teléfono a un lado
mientras tomo la salida y freno, aparcando al lado de la tienda de la gasolinera.
El aparcamiento está vacío. Tomo el teléfono de nuevo. —De acuerdo,
estoy de vuelta.
—¿Qué pasó, Jules? ¿Emerson intentó algo?
73
Cove?
Página
—No seas tan dura contigo misma —su voz es suave, con simpatía—, es
Página
Por primera vez, me encuentro deseando haber aclarado las cosas desde el
principio, diciéndole a Daniel qué tan intenso fue ese verano realmente. Quizás si
él hubiera sabido cuánto amé a Emerson, entonces podría entender el extraño
poder que mi ex tiene sobre mí incluso ahora. Suspiro. Es demasiado tarde para
eso. Y además, Daniel no lo creería, incluso si lo intentara. Nunca ha visto ese
lado de mí, ni siquiera un poco. La Juliet que conoce es reservada y pensativa, no
es imprudente sin motivo. Nunca quise ser esa chica con él. Tardé tres meses de
citas antes de acostarme con él, otros seis antes de decirle: “te quiero”. Nuestra
vida sexual es buena, claro, pero es regular… dulce y tierna, no es salvaje o
ardiente y fuera de control. Pensé que había superado eso. Supuse que era solo
por tener dieciocho y ser inexperta, dónde todo se sentía tan nuevo y peligroso.
Una relación adulta real no tiene esas cosas, pero tampoco me enviaría al fondo
del abismo.
No, me doy cuenta de que el corazón encogido de Daniel nunca lo
entendería. Nunca podría entender como un único toque me deshace, o solo la
mirada de pasión en los ojos de un hombre. Pensaría que elegí esto: que lo
engañé, y herí, adrede. Como si fuese una decisión consciente el caer en los
brazos de Emerson.
Así que eso es todo, me di cuenta, mientras la ciudad aparece a la vista.
Lacey tiene razón. Herir a Daniel no vale la pena solo para absolverme de mi
propio sentimiento de aplastante culpa. No cuando es un error de una sola vez, y
no va a volver a pasar jamás. Es una carga que asumiré en solitario. Mi futuro se
encuentra aquí con Daniel. Cedar Cove y Emerson están en mi pasado.
Tienen que estarlo.
***
todos los recuerdos de Cedar Cove de mi piel con el sonido de la arena cayendo
Página
en el desagüe. Me apoyo contra los azulejos, dejando que el agua caliente golpee
mi cuerpo. Han pasado más de doce horas desde que las manos de Emerson
estuvieron sobre mí, pero aun puedo sentir la impresión que dejaron.
El deseo que me atravesó como un rayo…
No. Me reprendo. No hay sitio para eso en mi mente, no ahora que estoy
de vuelta en la ciudad. El único modo en el que puedo mantener bajo control mi
vida, es si lo borro de mi sistema de una vez. Así que, lo intento: enjabono mi
pelo con champú, y froto enérgicamente cada centímetro de piel con una
esponja, hasta que todo mi cuerpo se halla en carne viva y de nuevo fresco.
En mi habitación, me seco y me pongo un nuevo conjunto. Una falda lápiz
y una blusa de seda, a un millón de kilómetros de distancia de nada que llevaría
en la playa. Seco mi pelo en una cascada ordenada, me aplico maquillaje, me
pongo los bonitos pendientes de oro y zafiros que Daniel me regaló en nuestro
primer aniversario. Luzco como mi antiguo yo de nuevo: fría, serena.
De nuevo teniendo control.
Conduzco hacia el campus de la universidad y me dirijo a la biblioteca de
derecho. Daniel habrá pasado la mañana en sesiones de estudio, pero se toma un
descanso para comer sobre esta hora cada día. Me pongo a esperar en uno de los
bancos fuera de la entrada de la biblioteca, pero solo unos minutos después, él
sale, pareciendo cansado y distraído.
—¡Hola, cariño! —Le hago un gesto con la mano, y él se ilumina sólo con
verme.
—Juliet, ¿qué haces aquí? —Me atrapa en un abrazo, y un suave beso
aterriza en mi frente, sonriendo—. Dijiste que estarías toda la semana.
—Lo sé. —Lo abrazo firmemente, aliviada por la sensación de su cuerpo
contra el mío. Segura. Protegida—. Pero te eché de menos. Y tengo que
reunirme con uno de mis profesores para ver sobre una revisión de notas —
agrego, para cubrir mi regreso inesperado.
—¿Volverás hoy? —pregunta Daniel, mirándome. Su cabello castaño
ordenado en un corte elegante, e incluso en un día de estudio, cuando el resto de
sus compañeros de clase deambulan en pijamas y pantalones viejos, él está
limpiamente afeitado y vestido con una camisa Oxford y pantalones de muy buen
gusto.
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afeitado, y así como así, Cedar Cove retrocede hasta el fondo de mi mente.
No sé en qué pensaba, queriendo decirle lo de Emerson. No pensaba en
absoluto. Tendría que estar loca para arruinar las cosas con un hombre así. Un
buen hombre que me ama, no el bastardo que me rompió el corazón.
—¿Jules?
Parpadeo. Daniel me mira. Me libera de su abrazo y frunce el ceño. —Te
pregunté cuándo vas a volver. Oye, ¿estás bien? —Me mira con curiosidad.
—¡Muy bien! —contesto rápidamente—. Simplemente estoy cansada del
viaje. —Recupero el aliento—. No estoy segura de cuándo regresaré. Es mucho
trabajo. Probablemente sería mejor conseguir un servicio de embalaje —agrego—
. El agente de bienes raíces dijo que conocía a algunas personas.
—Pensé que querías ese tiempo para estudiar. —Daniel sostiene mi mano
con la suya y empieza a caminar. No necesito preguntarle a dónde vamos,
siempre se toma el desayuno en una tienda de sándwiches en la calle. Pavo
horneado en pan integral, con mostaza, sin pepinillo—. Dijiste que sería más fácil
enfocarte ahí, sin distracciones.
¿Enfocarme? Ja. No hay manera que pueda estudiar en esa casa, no con
Emerson listo para venir a barrer mis pies y a acorralarme contra la puerta del
pórtico.
—No lo sé. —Le doy un encogimiento de hombros—. Esa casa... hay
demasiados recuerdos.
Qué recuerdos, no se los digo.
Daniel le da a mi mano un apretón de simpatía. —Lo que quieras, cariño.
Tal vez deberías esperar hasta después de los finales —sugiere, sonando
entusiasta—. Entonces podríamos ir los dos juntos. Tomar un par de semanas,
tener unas vacaciones de verdad. Guardar todo mientras estemos allí.
Mi sangre se congela. ¿Daniel y Emerson en el mismo radio de cinco
kilómetros? ¡Por supuesto que no!
—¡No! —grito—. Quiero decir, papá quiere venderla ahora. Como en el
próximo mes. Es amable de tu parte ofrecerte —le digo rápidamente—, pero es
79
—Estoy en camino.
—¡No! —grito, lo suficientemente alto como para que la gente cercana me
mire. No puede venir aquí, lo arruinaría todo—. Por favor, Emerson —le ruego—
, prométeme que no lo harás. Si te preocupas por mí, no vengas aquí.
—Jules...
—¡Prométemelo! —exijo ferozmente.
—Sólo si me prometes que volverás —desafía Emerson.
No me atrevo.
—Sólo para hablar. No puedes simplemente desaparecer de mí otra vez —
dice, con voz ronca por la emoción y los viejos recuerdos—. No después de lo que
pasó. Me debes eso, al menos.
Trago. Tiene razón. Y si las últimas veinticuatro horas me han enseñado
algo, es que huir no resuelve ninguno de mis problemas, sólo los deja hirviendo
en la distancia, a punto de estallar a la menor oportunidad.
—Bien —susurro, con derrota—. Voy a volver. Para hablar. Pero no ahora.
Tengo cosas que hacer aquí, y necesito tiempo para pensar.
—¿Cuánto tiempo? —exige Emerson.
—Unos pocos días, una semana —ofrezco sin poder hacer nada. Me
vendría bien un año entero para reponerme, pero demonios, lo intenté cuatro
años, y tampoco funcionó.
—Una semana. Entonces iré por ti —promete Emerson, y puedo escuchar
la intención mortal en su tono. No bromea. Vendría a la escuela, irrumpiría en
una conferencia y me llevaría encima del hombro si quisiera.
Es patético, pero ese pensamiento hace que algo salte bajo mi vientre, un
destello caliente de deseo simplemente con imaginarlo.
Estoy tan jodidamente mal.
—Una semana. —Finalmente hago eco—. Pero no puedes venir aquí.
Tengo una vida, ¿de acuerdo? No puedes irrumpir en el momento que lo desees.
—¿Por qué no? —La voz de Emerson se corta—. Tú lo hiciste.
Hay una larga pausa. Todo lo que puedo oír es el sonido de su respiración
poco profunda al otro extremo de la línea, pero de repente, es como si lo sintiera,
caliente contra el hueco de mi cuello.
83
minuto. Reservó un gran viaje post-universitario por Europa con sus amigas al
Página
final del verano. Salió la semana después de que enterramos a mamá, y ni siquiera
me envió un correo electrónico. Leí acerca de todas sus aventuras en línea,
álbumes enteros llenos de sonrisas, fotografías felices posando frente a la Torre
Eiffel y en las playas italianas, como si nada hubiera pasado.
Y mientras tanto, yo me ahogaba en dolor, demasiado miserable como para
levantarme de la cama. Sé que debe haber sido su forma de lidiar con eso.
Diablos, tuve mi gran parte de negación ese mismo otoño. Pero tuve una
revelación después de eso, supongo, me di por vencida a esperar que alguna vez
seríamos hermanas, de la misma manera en que veía a mis amigas actuando con
las suyas: cómodas, amorosas y seguras.
Me quedo atrás. Me sacudo los viejos recuerdos, paso por el comedor y
entro a la cocina.
—Hay cinco platos —noto en mi camino—. ¿Tendremos a alguien más...?
Mis palabras mueren en mis labios mientras me dirijo a la cocina y veo
quien se encuentra de pie junto a Daniel y Carina en la esquina.
—Hola, calabacita.
Es mi padre. Viste su atuendo habitual de pantalones de pana y una camisa
Oxford bajo su chaqueta tweed, gafas con montura de oro en la nariz. La imagen
perfecta de un excéntrico académico británico. Levanta su copa hacia mí. Se
encuentra casi vacía, noto, y me pregunto si es su primera o su quinta.
Pero entonces, no importaría. Es la novena y la décima copa de las que hay
que preocuparse.
—Papá. —Hago todo lo posible para mantener mi voz pareja, pero mi
mandíbula se aprieta firmemente. Mi ritmo cardíaco acelerándose—. No sabía
que estabas en la ciudad.
—Acabo de llegar hace unos pocos días —dice alegremente ajeno a la
manera en que doblo mis brazos sobre mi pecho y me quedo allí, tensa como la
cuerda de un violín—. Iba a ver a unos amigos en Nueva York, pero cuando
Danny llamó, pensé posponer el encuentro y ver a mis niñas.
Mis niñas. La forma en que actúa, como si le importara lo que hago es
suficiente para dar vuelta a mi estómago, pero me aferro a la otra parte de lo que
87
atrapada en una habitación con ellos, con esas bandas de acero apretando
alrededor de mi pecho de nuevo.
¿En qué demonios está pensando Daniel?
—Vamos a comer —dice Carina. Mira su reloj y frunce el ceño—.
Alexander ya debería estar abajo.
Por favor. Envío un rezo silencioso para que mi pronto a ser hermano
político ya haya colgado el teléfono. Cuanto antes terminemos con la cena, más
pronto esta farsa de la familia feliz habrá terminado.
Carina y papá se mueven a través del comedor, pero tiro de Daniel a un
lado antes de que los siga.
—¿En qué pensabas? —siseo. Ya siento una oleada de golpes de sangre en
mi cabeza, la primera señal de advertencia de que malos tiempos están por
delante—. ¿Llamaste a mi papá?
—Oye. —Daniel pone sus manos en mis brazos para calmarme, pero tiene
el efecto contrario. Quiero empujarlo y atacarlo de alguna manera—. ¿Qué te dije
sobre la construcción de puentes? —Me recuerda.
Me quedo mirándolo. —Carina es una cosa, ¿pero mi padre...?
Nunca le he dicho mucho de nuestra relación rota, pero Daniel debe ver
que estoy genuinamente afectada aquí, porque se ablanda. —Lo siento —añade—
. No tuve intención de tenderte una emboscada. Pero, él me llamó, y luego lo de
la cena ocurrió...
Mi sangre se congela.
—¿Él te llamó? —Mierda, esto no puede ser bueno—. ¿Qué es lo que
quiere? —exijo.
—Solo ver cómo estás —La frente de Daniel se arruga de preocupación—.
Dice que no has devuelto ninguna de sus llamadas.
—Eso es porque no ha hecho ninguna. —Aprieto los dientes. Mi padre
actúa como un padre preocupado cuando le conviene.
—Simplemente, trata de atravesar esta noche. —Daniel me mira a los
ojos—. ¿Por mí?
Siento un poco de culpa en mi estómago. Aquí estoy, enojándome con él
89
por tratar de reunirme con mi familia, cuando lo que he hecho es mucho, mucho
peor.
Página
—Está bien. —Asiento. Puedo aguantar, por una noche, es lo menos que
puedo hacer.
Daniel sonríe. —Esa es mi chica.
Espero hasta que está delante de mí antes de sujetar el vial de mi bolsillo.
Uno, dos, tres, cuatro. Dudo un momento, pero ya tengo la piel caliente bajo el
escote de mi vestido. Deslizo una píldora en mi lengua. Dios sabe que la
necesitaré.
***
como una broma. Aprendí hace mucho tiempo a no dejar que se meta bajo mi
Página
como estas, pero estoy al borde ahora mismo, y harta de seguir hablando con
Página
rodeos.
—Esa no es una buena conversación para la cena —responde mi padre,
pero sus labios se presionan firmemente juntos, y se ve bastante enojado.
Bien.
—Tiene razón —Daniel deja escapar una risa incómoda—. ¿Qué tal si
hablamos de otra cosa? Alexander, ¿cómo van las cosas en la oficina? Dijiste que
tenías un nuevo cliente.
Daniel los dirige una pequeña charla sin sentido de nuevo, y lo siento
relajarse junto a mí, como si el desastre hubiera sido evitado. Pero me siento
congelada en mi asiento, cada músculo tenso dura y furiosamente. Quiero gritarle
o sacudirlo, cualquier cosa para hacerle notar los años de mierda silenciada al
acecho en esta habitación. Pero no sirve de nada. Simplemente no ve lo
supremamente jodida que está mi familia. Claro, nos encontramos bien en la
superficie, pero todo debajo está roto y podrido.
Feo.
Emerson entendía. Sabía que había mil maneras de estar loco. Su familia
era de la clase ruidosa y sumamente jodida. Basura de remolque, se llamaba a sí
mismo, como si fuera un hecho. Su madre era una adicta, lo sigue siendo,
supongo. Entró y salió de los programas de doce pasos de rehabilitación durante
años, pero al final siempre recaía. Se largó para siempre con un imbécil cuando él
tenía dieciocho años, dejándolo con dos hermanos pequeños a los cuales criar.
Supongo que comparado con eso, mis problemas familiares eran un lujo, pero
Emerson nunca lo vio así.
La forma en que lo ponía, el daño es daño, el dolor es dolor y la locura es
locura. No importa si alguien bebe tequila barato o vinos caros, o afuera
durmiendo con pendejos drogadictos o abogados idiotas para llenar el vacío en su
interior. Es todo lo mismo. Y el daño que dejan atrás es igual de malo.
Es una de las razones por las que me enamoré de él hace cuatro años.
Finalmente me sentí como si alguien pudiera ver el dolor dentro de mí, y pudiera
ayudarme a hacer las paces con él. Antes de él, me preguntaba si estaba
condenada a resultar igual que mi familia: fingiendo que todo se hallaba bien,
mientras nos matábamos a nosotros mismos con dolor y negación. Emerson me
enseñó que estaba bien estar dañado: tomar ese daño, sentirlo, hacer que te lleve,
para nunca acabar como ellos.
92
Entonces, ¿qué diablos haces ahora? Una voz acusadora corta a través de
Página
***
pasos entre nosotros—. Está bien, Juliet. Te conozco. Hemos estado juntos por
dos años ahora —agrega, con una sonrisa tranquilizadora—. Sé que te sientes
estresada, con los finales, mudándote y todo.
—¡No! —Lo detengo, mis emociones agitadas—. No me estas escuchando.
Hice algo terrible. —Mi voz se quiebra, pero tomo una respiración y sigo
adelante con mi terrible confesión—. Te engañé, Daniel. Estoy tan apenada.
Hay silencio. Envuelvo mis brazos a mí alrededor, esperando
desesperadamente su reacción. Si se trata de mí... pero no, no puedo pensar eso.
No sé qué haría en su situación, pero sé que no sería lindo.
Lo observo ansiosamente. Daniel toma una respiración, y se sienta el en
borde de la cama. Baja la mirada por un momento, luego vuelve a mirar hacia a
mí, su expresión destrozada. —¿Qué sucedió? —pregunta lentamente.
Trago. —Volví, y hay un chico ahí. El chico. —Trato de explicarme, pero
todas mis palabras suenan vacías y planas—. Y yo... nos besamos. Sé que no debí,
pero quería. Así tan jodida estoy. —Siento sollozos viniendo, apilados en mí
garganta—. ¡Yo lo quería besar, olvidar todo acerca de ti!
—¿Pero no dormiste con él? —La voz de Daniel se eleva con una nota de
esperanza.
Sacudo mi cabeza.
Toma una profunda respiración, como si decidiera algo. —Esta no eres tú
—dice, como tratando de convencerse a sí mismo—. Regresar, todos esos viejos
recuerdos... Estás bajo mucha presión. Quizás esto es mi culpa. —Me mira
pacientemente—. Debí estar ahí para ti.
—¡No! —grito. Esto es exactamente lo que Lacey me dijo esta mañana,
pero se siente como millones de años atrás. ¿Cómo pude pensar alguna vez que
solo podía hacer a un lado lo que sucedió con Emerson? Eso significa algo para
mí.
¡Dios, significa todo!
—No lo entiendes. —Trato de explicarme—. ¡Soy un desastre! Estoy loca,
dañada y jodida. —Sollozo—. Y he estado tan ocupada escondiéndolo de ti... —
Lo suelto, esto es imposible, ¿cómo puedo explicar qué demonios pasa en mi
mente cuando ni siquiera yo misma lo sé?
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Daniel viene hacia mí y me abraza. —Está bien —dice, con calma. Acaricia
Página
—Jules…
—¡No, es cierto! —protesto—. Incluso cuando le fui clara sobre besarme
con Emerson, todavía actuó como si fuera solo un error, algo que pasó porque me
encontraba estresada y confundida. Nunca creería que lo quería.
No, me corrijo. No solo lo quería. Lo necesitaba. Me quemaba, ansiaba y
suplicaba por el toque de Emerson. Cuando pienso en mí, atrapada debajo de él
en ese sofá, gimiendo de placer por la sensación de su piel contra la mía,
arañando su ropa y embistiendo contra él…
Emerson me mira como si fuera una diosa, como si fuera agua y hubiera
estado vagando en el desierto por un millón de años en busca de solo una gota.
Como si tomara todo lo que hay en él para no devorarme ahí mismo donde estoy.
Como si viera mi alma; en carne viva, dañada y deseosa. Y me ama, todo al
mismo tiempo.
—Entonces supongo que tienes que hacer lo que tienes que hacer —
suspira Lacey—. ¿Vas de regreso?
Asiento. —¿Quieres desayunar antes de que me ponga en camino? —le
pregunto, mirándola con esperanza. Incluso después de todo, no puedo soportar
la idea de que esté molesta conmigo. Ha sido mi mejor amiga desde el primer día
del primer año, y no puedo imaginar la vida sin ella—. Yo invito —agrego—.
Podemos comprar esos panqueques con trocitos de chocolate que te encantan…
Lacey rueda los ojos de nuevo, pero esta vez, es cariñoso. —Qué manera de
arruinar mi diatriba —me dice, sonriendo.
—¿Entonces eso es un sí? —Sonrío, alivio fluye a través de mí.
—Ya me conoces, soy una cita barata. —Lacey agarra su cartera. Me rio.
—Cállate. —La sigo a la puerta, pero algo me molesta en el fondo de mi
mente. Me detengo—. ¿Realmente no crees esas cosas? —le pregunto, frunciendo
el ceño—. Lo que dijiste antes, sobre que chicos como Daniel no te elegirían…
—Olvídalo. —Lacey agita su mano restándole importancia a mi
preocupación—. Solo me quejaba, sabes eso.
104
***
Después del desayuno, empaco para el camino, en serio, esta vez. No finjo
que me quedaré en el pueblo por solo unos pocos días. Honestamente no tengo ni
idea de cuánto tiempo estaré ausente, así que le envié un correo a mis profesores
y grupos de estudios para decirles que tuve que salir de la cuidad por una
emergencia familiar; que revisaré mi correo todos los días para mantenerme al día
y regresaré a la universidad con seguridad para los finales. En el momento que
me pongo en marcha alrededor del mediodía, tengo un asiento trasero empacado
con mi laptop, todos mis libros de texto y cuadernos, y suficiente ropa y artículos
de aseo personal para todo un mes.
Ni siquiera sé si me quedaré ese tiempo. Demonios, por todo lo que sé,
Emerson y yo tardaremos exactamente cinco minutos para darnos cuenta que el
pasado es el pasado, y no hay vuelta atrás a lo que solíamos tener. Me hirió
demasiado, ni siquiera sé si podría confiar en él de nuevo. Si estoy loca por
incluso considerarlo.
Pero algo en mí está seguro ahora; tengo que intentarlo. Tengo que
sentarme y hablar con él, y averiguar si estos abrumadores sentimientos son solo
deseo temporal y viejos recuerdos, o algo más sólido construyéndose.
¿Es incluso el mismo chico del que me enamoré en aquel entonces?
El pensamiento se agita en torno a mi cerebro todo el camino de regreso a
la costa, mezclándose con la música en la radio y el sonido del viento azotando a
través de mi ventana abierta mientras intento aclarar mis emociones. Porque
demonios, sé que no tendré tiempo o autocontrol para averiguar esta cosa cuando
me esté ahogando en esos ojos azul oscuro.
O pasando mi lengua a lo largo de su torso musculoso, hambrienta de su
sabor salado.
105
contra el mío, su cara solo a unas pulgadas de mí. Puedo sentir el pulso del latido
de su corazón y el calor de su respiración en mis labios, enviando temblores a
Página
doliente contra él, y luego finalmente cierra sus labios alrededor de mi pezón y
succiona, duro.
¡Santo infierno!
Un extraño chillido escapa de mis labios, pero no se detiene, solo cambia
su atención a mi otro seno, suavemente sus dientes raspan el sensible pezón hasta
que estoy distraída con un deseo doloroso, profundo y frustrante. Estoy liquida,
indefensa, cada latido de mi corazón tamborilea en una desesperada súplica, los
siento palpitar hasta mi núcleo.
Emerson levanta la cabeza. Sus ojos son dos pozos de deseo, una noche de
cielo nublado. Contiene la respiración por un momento, inestable, luego deposita
un beso en mis labios. Dulce. Casi tierno. Apenas tengo tiempo de asimilarlo
antes de que agarre mi hombro y me gire, esta vez empujando mi pecho desnudo
contra la pared, mi mejilla se presiona contra el frío concreto.
Suspiro, mi corazón salta por la excitación. Puedo sentirlo contra mí,
tocándome, una sólida pared de músculo me atrapa en mi lugar, su dura erección
se presiona contra la parte baja de mi espalda. No me puedo mover, o ver la
expresión de su rostro, solo puedo oír el gemido ronco de Emerson mientras
retuerce un puñado de mi cabello y lo hace a un lado, besando un camino
abrasador a lo largo de la curva de mi cuello.
Gimo, atada e indefensa contra él, y oh Dios, amo cada minuto de ello. Sus
manos deambulan alrededor de la parte delantera de mi cuerpo, a través de mis
pechos, tirando y provocando de la delicada piel antes de deslizarse por mi
estómago con un propósito vertiginoso. Mis piernas ceden, y me hundo contra él
mientras sus dedos se deslizan por debajo de la cinturilla de mi falda y bajo el fino
encaje de mis bragas, abriéndose paso determinadamente hacia mi tenso y
adolorido centro.
—¡Emerson!
Escucho mi grito desesperado como si viniera desde lejos, a través del
torrente de sangre golpeando en mis oídos. El mundo ya no existe, nada existe,
incluso mi cuerpo ha sido reducido solo a jadeos y súplicas, y el dolor desesperado
que no se alivia hasta que su mano se desliza firme sobre mí y sus dedos al fin
encuentran mi tierna carne, y los curva para empujar dentro de mí.
¡Oh! Me estremezco contra su mano, gimiendo y retorciéndome en su
109
cabeza, enredando sus dedos en mi cabello, y eso envía una nueva ola de
excitación a través de mí. Ahora es su turno para estar incompleto, sentirse
indefenso, para estar totalmente a merced de mis caricias, de mi lengua y de la
lenta y agonizante exploración.
Acerco más su cuerpo y finalmente lo llevo a mi boca. Emerson deja
escapar un gemido cuando lo chupo más profundo, encontrando mi ritmo,
amando la sensación de cómo tiembla y se sacude su cuerpo bajo mis dedos
mientras dejo que mis manos vaguen a través de la dureza de su piel, trazando
lentos círculos sobre los sensibles parches justo bajo los huesos de su cadera,
yendo a la deriva por el tronco sólido de sus piernas, y subiendo hasta el interior
de sus muslos para provocar y acariciarle los testículos.
—Jules —jadea, tirando de mi cabello, tratando de acercarme más, para ir
más profundo, pero retrocedo, ahora burlándome, depositando besos delicados a
lo largo de su longitud hasta que me ruega, el sonido de su jadeo pesado y
desesperado llena el cuarto oscuro. Lo provoco por un tiempo hasta que
finalmente lo llevo a mi boca de nuevo, mis labios trabajando se aprietan contra
él, yendo profundo y lento cuando siento que todo su cuerpo se apodera de mí.
Su aliento queda atrapado, lo siento estremecerse bajo mi lengua, sacudiéndose y
tensándose totalmente a mi merced.
—Jules —jadea de nuevo, una advertencia desesperada. Trata de alejar mi
cabeza, pero empujo sus manos, en cambio lo llevo más profundo, chupando
largo y duro mientras lo oigo soltar un gemido gutural y siento el chorro líquido
y caliente en mi garganta. Lo trago, sintiendo la emoción del poder puro mientras
su cuerpo se relaja bajo mis manos, la carne dura, el músculo y el hueso
volviéndose líquidos mientras se apoya de nuevo contra de la estantería y,
finalmente, se desliza hasta el suelo.
Levanto la cabeza para mirarlo, tirado en el suelo delante de mí. Lucha por
respirar, su hermoso rostro luciendo aturdido, con los ojos desorbitados y
totalmente deshecho.
Yo hice esto.
111
Página
9
Traducido por becky_abc2 & Mitzi Noh
Corregido por Mire
—Bien. —Los ojos de Emerson brillan—. Porque si crees que dejaré que te
toque, después de esto…
Página
Reí.
Su expresión se oscureció. —¿Qué es tan gracioso?
—Tú. —Sonrío con ese increíble resplandor de calma todavía inundando
mi sistema—. Pensar que podría… que haría esto… con él, después de… —digo
mirando alrededor—. ¡Mierda! —exclamo al ver el desastre—. ¿Qué hemos
hecho con este lugar? —El suelo está cubierto de latas y paquetes de alimentos
que debimos enviar al suelo cuando chocamos con ellos.
Sonríe. —Sí, tenía cosas más importantes en mi mente.
Me río, y me inclino para besarlo suavemente en los labios. Emerson capta
mi boca lenta y profundamente, lleva su mano a mi mejilla, acunándola,
acariciándola con su áspero dedo pulgar mientras profundizamos el beso.
Esto, aquí mismo. Es todo lo que siempre quise. Es todo.
Hay un ruido. Me aparto y levanto la mirada a tiempo para ver como la
puerta se abre. El cuarto se ve inundado de luz cuando alguien entra. Brit. Tiene
el cabello recogido y un delantal sobre su corta blusa y minifalda.
—¿Qué diablos? —Abre la boca hacia nosotros, enredados y medio
desnudos sobre el suelo.
Dejo escapar un grito de vergüenza y busco mi blusa.
—¡Fuera! —grita Emerson con ira. Se pone de pie, arreglando la cremallera
de sus pantalones.
Brit se retira de la habitación, mirándonos horrorizada. —¡Lo siento! —
grita y cierra la puerta de nuevo.
Coloco mi sostén y blusa de vuelta a su lugar, mis mejillas arden por la
vergüenza. Oh Dios, ¿cuánto vio?
Hay un toque a la puerta, y luego la voz de Brit se escucha de nuevo,
nerviosa. —Um ¿Em? Hay un montón de chicos que esperan en el bar, y no soy
lo suficientemente mayor como para servirles cervezas…
—Solo mantenlos ocupados, estaré ahí afuera enseguida —contesta
Emerson y se vuelve hacia mí, pareciendo avergonzado—. Eh, lo siento por eso.
Me olvidé que esta puerta no tiene seguro.
113
—Sí, señora.
Página
***
vez en uno de los cuartos de invitados en la planta alta que siempre usé para
dormir, hace tantos veranos. Es la más pequeña de las cuatro habitaciones, así que
Página
los demás nunca la querían, pero amaba el pequeño espacio, atestado con una
cama demasiado grande y una cómoda. El tapiz de flores ahora se desvanece, pero
las ventanas están adornadas con cortinas de gasa azul que revolotean con la
brisa, y con vista a todo lo largo de la orilla.
Abro las ventanas por la cálida brisa de la tarde, después cuelgo la ropa en
el armario, bajo al cuarto de baño en el primer piso para arreglar mis artículos de
tocador y maquillaje. Tarareo al ritmo de la radio, respirando el aroma del aire
salado y el verano. Ahora el miedo ansioso de ver a Emerson no se cierne sobre
mí, me siento tranquila y relajada, algunas de las sombras oscuras en la casa se
desvanecen.
Algunas, pero no todas.
Paso por una puerta cerrada en el pasillo: el dormitorio principal. La única
habitación a la que todavía no me atrevía a entrar. Hago una pausa, y levanto mis
dedos descansándolos contra la madera, como si pudiera sentir los fantasmas que
acechan, justo al otro lado de la puerta.
Este era el cuarto de mi mamá. Papá nunca estuvo alrededor lo suficiente
como para que le pertenezca, por lo que siempre pienso en el cuarto como el de
ella. Eligió un edredón rosa, y pintó la cómoda para que coincidiera cuando yo
era todavía una niña: goteando pintura sobre el periódico en el pórtico. Incluso
tenía algunas de mis fotos enmarcadas y colgadas encima de la cama. Lo veo todo
tan claramente, a partir de esa última tarde.
El día que la encontré.
Siento un dolor en mi pecho, pero esta vez no trato de tragármelo. Solo
sostengo el dolor ahí, respirando lentamente, inhalando y exhalando. Dentro y
fuera.
Me inclino y descanso mi cabeza contra la puerta. Mares de lágrimas,
arden en mis ojos, y siento una caer por mi mejilla. Quiero abrir la puerta, de
verdad lo quiero. Quiero dar un paso al interior, y ver el colchón desnudo, el
espacio vacío, mostrarme a mí misma que todo se encuentra en el pasado. Que los
fantasmas no viven aquí.
Pero algo en mí lucha tan fuerte para mantenerlo cerrado. Porque
mientras me la imagino ahí, detrás de la puerta, no se ha ido todavía. Me imagino
caminando adentro y viendo su cuerpo congelado e inmóvil sobre la cama. Me
imagino corriendo a su lado como lo hice hace cuatro años, agarrando sus
116
rompen a través de ella lentamente, sus párpados aletean, y abre los ojos.
La encuentro muy pronto. La salvé.
En la forma en que no pude salvarla antes.
Nadie entiende la culpa secreta que he tenido que cargar todo este tiempo,
pero, ¿por qué lo harían? Les dijimos a todos que fue el cáncer lo que la mató,
pero esa no es la verdad, en realidad no. Fue la razón de su muerte, sin duda, pero
al final, mi madre se quitó la vida con un puñado de analgésicos y con una botella
de vino.
Suicidio.
El médico y mi padre acordaron mantenerlo en secreto. Ni siquiera tuve
tiempo de decirle a Emerson antes del funeral. Después el médico nos dijo que no
había nada que pudiera haber hecho de todos modos; la enfermedad estaba
demasiado avanzada. Incluso con la cirugía y quimio, era demasiado tarde para
cualquier cosa. Mi mamá lo supo todo el tiempo. Es por eso que nos trajo aquí,
para pasar nuestro último verano juntos.
Y luego, cuando el verano terminó, nos dejó sin siquiera decir adiós.
Pasé mucho tiempo odiándola por eso. Furiosa en mi oscuridad de que
pudiera mentirme de esa manera. Simplemente darse por vencida, ni siquiera
trató de luchar, tomó la salida fácil. Pero cuando la furia se apaciguó, pude ver
que no tuvo nada fácil sobre sus opciones. Quiso ahorrarse la muerte lenta y
agonizante que se filtraba por su piel y huesos. Quiso ahorrarnos el recuerdo de
verla morir.
La he perdonado por lo que hizo, pero todavía no estoy segura de que
puedo perdonarme a mí misma.
Porque en mis horas más oscuras, los susurros vienen, cruel y
burlonamente. Tal vez si hubiera sido una mejor hija, ella habría pensado que
todavía tenía algo por lo qué vivir.
Dejo escapar un largo suspiro, y poco a poco doy un paso atrás de la puerta.
La consejera de la universidad, que vi el primer año, me dijo que cada vez que
tuviera un mal recuerdo de la muerte de mi madre, debería tratar de pensar o
imaginar un recuerdo feliz que compartimos, para equilibrarme. Solo fui a unas
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seguir adelante con las cosas, en lugar de hablar sin cesar del pasado. Pero ahora
que tengo esa visión del cuerpo de mi mamá en la cama de nuevo en mi cabeza,
decido tomar su consejo. Camino a la planta baja, hacia la cocina, buscando en mi
memoria algo, cualquier cosa, para reemplazarlo.
Pastel de carne.
Veo el plato para hornear que sobresale de la parte superior de una caja, y
recuerdo. El último verano, mamá tenía una extraña fijación con enseñarme a
cocinar. Tenía un montón de viejas recetas, que le heredó su madre, y su abuela
antes de eso, siguió insistiéndome para que aprendiera. No me podía importar
menos, me encontraba atrapada en Emerson y mi fotografía y lo último que
quería era estar de pie en una cocina humeante, cuando podría estar afuera, en la
playa, en alguna parte con él. Pero mamá seguía insistiéndome, y por eso, una
tarde lluviosa, cuando Emerson tuvo que trabajar, estuve de acuerdo en que me
enseñara.
Nos condujo a través de la lluvia para ir al mercado, me arrastré detrás del
carrito y la vi escoger los ingredientes. Me dijo cómo comprobar con el chico del
mostrador de la carne, cómo escoger los tomates que no estuvieran aguados, qué
especias harían la salsa correcta. Había algo maníaco, casi frenético en su
entusiasmo, la forma en que balbuceaba acerca de cómo su abuela trajo la receta
desde Europa antes de la guerra, y cómo su madre cambió esto y aquello. A decir
verdad, me perdí la mayoría, demasiado ocupada mandándome mensajes
coquetos con Emerson. Ahora sé por qué fue tan insistente, encantada de tener la
oportunidad de pasar la receta de la familia antes de que fuera demasiado tarde.
Sabía que no tenía mucho tiempo.
Pasamos la tarde cocinando aquí, mientras la lluvia caía afuera. Mamá puso
viejos clásicos de country en el estéreo, y pronto, incluso yo tarareaba, cortando,
removiendo y mezclando con ella en la encimera. Todas nuestras peleas sobre
Emerson y mis opciones universitarias quedaron en suspenso, como si llegáramos
a un acuerdo de parar de momento nuestras batallas entre madre e hija. Mirando
hacia atrás, ahora me doy cuenta que fue un día perfecto, no hubo una
conversación profunda o nada, solo algo sencillo y cómodo.
Del tipo que nunca conseguiré de ella otra vez.
Miro alrededor de la cocina. Casi puedo oler el aroma a orégano y
albahaca, ver a mamá hacer piruetas entre el refrigerador y la estufa. Me abrazo a
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di cuenta que la única manera de seguir adelante era bloquearlo todo por
completo: los buenos recuerdos, junto con lo malo. He trabajado muy duro en
empujar cualquier pensamiento de ella, asustada a muerte de que al momento en
que deje la imagen llenar mis pensamientos o conjurar el sonido de su voz,
entonces veré su cuerpo, ahí extendido de nuevo. Y peor aún, sentir las familiares
y apretadas bandas de acero asfixiándome, la avalancha de pánico caliente que me
aplasta viva.
Pero aquí estoy, pensando en ella y me siento bien. Triste, sí. Anhelante y
con pena, al borde con toda mi usual culpa e ira, pero no tan mal que no pueda
mantenerlo bajo control.
Tal vez estoy lista para empezar a recordar.
Salgo por la puerta de la cocina y bajo a través del césped hacia mi
cobertizo de fotografías. Dentro, encuentro todo donde lo dejé: químicos en sus
botellas en el estante, las cuencas de plástico apiladas en el fregadero. Y esa caja
hermética de viejos contenedores de película, esperando a ser reveladas después
de todos estos años.
Siento una calma asentarse en mí y casi antes de que pueda pensarlo dos
veces, me encuentro ordenando mi equipo en una rutina que me sé de memoria.
Reviso que las pesadas cortinas bloqueen la luz por completo y luego apago las
luces, así que estoy bañada en el cálido resplandor rojo de la luz de seguridad. La
tarde pasa en una tranquila, calmada neblina mientras proyecto, mesclo, lavo,
agrego químicos y enjuago hasta que los negativos cuelgan en tiras finas de color
ámbar a mi alrededor, llevando las primeras imágenes a la vida en grueso papel
brillante.
Suavemente arremolino químicos sobre el papel en una cuenca,
observando los contornos borrosos de la imagen comenzar a mostrarse. Olvidé lo
calmante que era toda la rutina. La mayoría de las personas lo encuentran
aburrido: preferirían tener los instantáneos placeres de una cámara digital, donde
puedes ver la imagen inmediatamente en la pantalla, y subirlas a la computadora
en un instante. Por los últimos cuatro años, he hecho lo mismo: sacando fotos en
mi teléfono y mandándolas por mensaje en el mismo momento. Me dije que era
mejor, sin complicaciones y fácil, pero ahora sé que eran solo mentiras para
olvidar la extraña comodidad de estar aquí, en la oscuridad, haciendo imágenes
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Este rollo de película es de ese verano, hace cuatro años. Viajo de vuelta en
el tiempo con cada nueva foto. Carina deslumbrante, con la nariz en su teléfono
mientras enviaba mensajes a todos sus amigos acerca de lo interminables que
estaban resultando ser sus vacaciones. Papá, fugaz, siempre en su laptop, con unos
ojos en blanco para conseguir mi cámara fuera de su cara. Y mamá, siempre fuera,
sentada en la playa por horas, mirando hacia el horizonte.
Trazo suavemente su cara, colgando la foto en la línea de secado. ¿Cómo es
que no lo vimos? Se desvanecía justo en frente de nosotros, pero nunca lo
imaginamos. Supongo que se encontraba decidida a ocultar la verdad: usando
maquillaje y ropa holgada, forzando una voz fuerte y brillante para ocultar el
temblor de la incertidumbre. En esta foto, está en una silla de jardín por la arena.
Su cabello baila en sus ojos y tiene una mancha de protector solar en una mejilla.
Ríe a la cámara, haciéndome bromas sobre algo. Parece feliz. En paz.
Sonrío para mis adentros y sigo adelante, encontrando rollos de película
llenos de Emerson. Los dos, abrazándonos cerca de una playa azotada por el
viento. Conduciendo por las carreteras del condado. Acostados, medio
enterrados, bajo las enredadas sábanas en su cama. Fragmentos que me envían
más profundo de vuelta en mis recuerdos, bajo un camino diferente esta vez a
cuando vivía en un constante estado de euforia nerviosa, mi pulso saltando al
menor contacto.
Deseo…
Puedo verlo todo en las delicadas líneas de las impresiones, esas noches sin
aliento aferradas a él en el asiento delantero de su camioneta, sigilosamente
subiendo las escaleras de atrás, amortiguando la risa bajo mis sábanas. La mirada
de Emerson me penetra incluso a través de las fotografías: oscura, emocionante y
llena de afecto feroz. Siento un profundo tirón de lujuria, trazando el contorno
de su cara, años más joven, pero igual de conflictivo.
Dios, fuimos consumidos el uno por el otro. Era como nada que jamás
conocí, la compulsión de ahogarme en su toque y nunca regresar por aire. No
hubo un enamoramiento lento para nosotros: sin vacilantes citas suaves y
coqueteo tímido. Desde el principio, amarlo fue como arrojarme de un precipicio
alto, esperando con todo que estuviera allí para evitar mi caída. Y cuando golpeé
el suelo y me encontré sola en el mundo, sin él, sin mi mamá, traté de olvidar
120
***
Ni siquiera noto que pasa el tiempo, hasta que un suave golpe en la puerta
me sacude fuera de los recuerdos y reviso mi reloj para encontrar que son las
ocho de la noche.
¡Emerson!
—¿Es seguro entrar? —Su voz se desliza a través de la puerta cerrada.
Sonrío. Aprende de sus errores. La primera vez que vino a buscarme en el
cobertizo, abrió la puerta sin previo aviso y arruinó todo un rollo de película que
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revelaba. Nos metimos en una prolongada pelea que duró hasta que me tiró
contra la pared y me hizo olvidar todo sobre la película perdida.
Página
idea.
—¿Cómo estuvo el trabajo? —digo bruscamente, desesperada por llenar el
silencio—. ¿Todo bien?
Emerson ignora las balbuceantes preguntas y finalmente se gira hacia mí.
—Es bueno verte de vuelta por aquí —dice, trabando sus ojos en los míos,
oscurecidos en la penumbra—. Siempre me gustó verte. En tu elemento.
Parpadeo, mi aliento se atrapa en mi garganta. De repente, recuerdo a
Emerson detrás de mí cuando me inclinaba sobre el banco de trabajo, sus manos
vagando, burlándose de mi cuerpo hasta que no podía aguantar más y
abandonaba mis impresiones por la dulce y caliente prisa de sus labios en los
míos. Aquí, en este cobertizo, en el que me entregué a él por completo por
primera vez. Sin miedo, solo un hambre que pensé que nunca podría ser
satisfecha hasta que estuviera presionada debajo de su peso, sintiéndolo muy
dentro.
Puedo ver por el brillo en sus ojos, que también lo recuerda.
Toma un medio paso hacia mí y coloca un dedo en mis labios. Su mirada
abrasa la mía, magnética, no puedo dejar de separar mis labios en un jadeo
silencioso, probando la punta de su dedo con mi lengua.
Emerson deja escapar una respiración entrecortada, luego suavemente lo
empuja profundo en mi boca. Es insoportablemente erótico. Me estremezco,
sintiendo una oleada del caliente charco entre mis muslos, pero no aparto la
mirada. Cierro mis labios alrededor de su dedo y succiono.
Deja escapar un gemido. —Joder, Jules.
No puedo esperar más. Lo alcanzo, tirando de su cara hacia abajo y lo beso
duro, caliente y hambriento. Se tambalea hacia atrás contra el banco, sus brazos
apretados a mi alrededor, su cuerpo golpea contra el mío, una deliciosa pared de
músculos. Gimo en su boca, tomando ávidamente puñados de su cabello,
deslizando mis manos por los duros planos de sus hombros. Ya estoy mojada y
lista, gritando por cumplir la promesa que nuestros cuerpos hicieron hoy más
temprano, demonios, la promesa por la que mi cuerpo ha estado esperando
durante cuatro largos años, tumbada en la cama sola por la noche, imaginando
que mis dedos son los suyos, que está dentro de mí, reclamándome como suya.
Alcanzo su bragueta, pero Emerson de repente me empuja lejos. —Woah
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—jadea, luchando por aire—. Espera. —Me hace a un lado y da unos pasos lejos,
tan lejos como puede de mí en el pequeño cobertizo.
Página
Me quedo sola y jadeante, nada más que con el aire vacío donde estaba su
cuerpo.
—Debemos… —Emerson gesticula hacia afuera, como si no pudiera
esperar para alejarse de mí.
Una oleada de vergüenza me atraviesa. No me quiere.
—Lo… lo siento —tartamudeo. Quiero morir, que la tierra se abra y me
trague. Oh Dios, ¿en qué pensaba? Prácticamente lo desnudé y lo tiré al suelo.
Debe pensar que soy una perra en celo, que no ha sido follada en años—. Yo…
pensé… que tú…
Mierda. Me hundo contra el banco, humillada. Solo mátenme ahora.
—Solo vete —digo en voz baja, dándole la espalda—. No me quieres.
Olvida que esto alguna vez pasó.
—¿Qué? No, eso no es lo que quise decir. —En un instante, está a mi
lado—. Jules, mírame. —Toma mi cara entre su dedo pulgar e índice, suavemente
gira mi cabeza, así no tengo más remedio que mirarlo—. No es que no te quiera.
Maldita sea, todo en lo que he sido capaz de pensar por días es en rasgar tus ropas
y follarte sin sentido.
—Entonces, ¿qué te detiene? —Parpadeo hacia él—. No lo entiendo.
Emerson sonríe suavemente. —¿Pensaste que solo entraría aquí a follarte
contra el banco?
—¡Bueno, sí! —exclamo, avergonzada.
Se ríe. —He venido aquí, esta noche, para salir.
Lo miro fijamente. —Como, ¿una cita?
—Sí. —Ahora es el turno de Emerson de parecer avergonzado—. Dijiste
que teníamos que hablar y… no quiero que pienses que solo te quiero para el
sexo.
—No, ese es mi movimiento —digo, ruborizándome de nuevo.
Me da una sonrisa atrevida. —Créeme, cariño, toma todo mi control no
desnudarte en estos momentos. Pero, hice planes. Así que si puedes esperar a
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pero en muy buenas condiciones, con pequeñas luces colgadas, una vela azul
atada en la parte superior, y una cubierta de madera clara pulida.
Mi boca se abre. —¿Esto es tuyo? —exclamo en estado de shock.
Asiente con orgullo. —La tengo hace un par de años. Estaba en muy mal
estado, así que he estado reconstruyéndola poco a poco… Sé que ella no es nada
del otro mundo —añade, mirando autoconsciente—. Pero en verdad navega, y
hay un montón de espacio allí arriba.
—Creo que es genial. —Sonrío—. ¿Permiso para subir a bordo?
—Puedes contar con ello. —Me da otra de esas miradas, aquella ardiente
que transforma mi interior en gelatina.
Sostengo el aliento y lo sigo por la pasarela a bordo. Entonces me
sorprendo ante la vista de la escritura en un costado y pierdo el aliento de nuevo.
Jaybird.
Su apodo para mí. La razón por la que tengo mi minúsculo tatuaje.
Mi corazón se acelera con incredulidad. —No puedo creer que nombraste
a un barco por mí…
Emerson tose. —Bueno, pensé que le encajaba. —Me da una sonrisa
diabólica—. Ella era una perra terca, pero una vez que llegó a mis manos, se
ajustó fácilmente.
—¡Oye! —Golpeo juguetonamente su brazo. Se ríe, agachándose de nuevo
fuera de alcance.
—Deja que te muestre.
Emerson me muestra el motor, el aparejo3, y la pequeña cabina bajo la
cubierta con una estrecha litera y una cocina de galera delgada.
—¡Es increíble! —digo, mirando alrededor del espacio. Todo se encuentra
colocado perfectamente en su lugar—. Aunque, no puedo creer que duermas en
esa pequeña litera.
Me volteo, y de repente me encuentro presionada contra Emerson,
peligrosamente cerca.
—Es lo suficientemente grande —murmura, y me sonrojo de nuevo,
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hemos hablado y reído juntos. Cómo nunca ha habido ninguna oscuridad entre
nosotros.
Página
como si me hubiera olvidado de él. Pero Emerson me hace eso: borra todo lo
demás en el mundo, como si fuéramos las únicas personas que jamás han existido
para cada uno.
Sacudo la cabeza, centrándome de nuevo en el hombre delante de mí. El
que espera pacientemente por respuestas. —De todas formas, supongo que eso
está acabado ahora, así que… —Me callo, dándome cuenta por primera vez que
no fue sólo mi relación con Daniel lo que tiré cuando terminé las cosas, fue mi
plan de toda la vida entera. El apartamento, el trabajo, la mudanza… durante
meses, he sabido exactamente lo que me esperaba después de la graduación, pero,
¿ahora?
Ahora, solo hay una pizarra en blanco. Y me asusta muchísimo.
Trago el resto de mi cerveza para enmascarar mi ansiedad. —¿Qué hay de
ti? —pregunto, animadamente—. ¿Nunca pensaste en salir de la ciudad?
Emerson mira a lo lejos, a través del océano. Se encoge de hombros
lentamente. —Nunca tuve elección. Quiero decir, Brit y RayJay necesitaban que
alguien viera por ellos.
—Pero son grandes ahora —señalo.
Resopla. —Debatible. Brit sigue dejando mierda por todo mi apartamento.
Sigue diciendo que saldrá y conseguirá un nuevo lugar, pero… no sucede.
Me estremezco al recordar su mirada de asombro al entrar al cuarto de
almacenamiento. —¿Y qué hay de tu madre? —Me aventuro, incómoda—. ¿Ella
está…? —Bajo la voz.
—¿Sobria? ¿Limpia? Mierda si lo sé. —La cara de Emerson adquiere una
nueva dureza, y algo en mi corazón sufre con dolor por él—. Ella aparece, cada
dos años —añade, con un toque amargo en su voz—. Diciendo cuanto lo siente,
que quiere volver y lograr que se arreglen las cosas.
—¿Tal vez quiere decirlo en serio esta vez? —pregunto tranquilamente—.
Todo el mundo merece una segunda oportunidad.
—Ah, ¿sí? —Los ojos de Emerson atrapan los míos, y de repente ya no
hablamos de su madre. Sostiene mi mirada, oscura y con intención, lo miro
ensombrecida, una mirada embrujada revolotea por su rostro de nuevo, como si
el pasado se arrastrara de nuevo a nuestro alrededor, sin importar cuánto nos
132
recuerdos…
Página
—¡No me mientas!
En un movimiento repentino, Emerson empuja los platos y contenedores a
un lado. Me agarra por los brazos, tirando de mí hacia él de modo que no tengo
más remedio que mirarlo. Para contemplar ese hermoso abismo azul, tan oscuro y
atormentado como el que he visto.
—Corta la mierda, Jules. —Su agarre es firme en mi piel—. Dime porqué
has vuelto.
Mi corazón salta en mi garganta. Trago un sollozo.
Tiene razón. Me he estado diciendo, y a todos los demás, que tenía que
estar aquí. Que no tenía otra opción. Pero la verdad es que no podía estar lejos.
No quería.
—Dime, Jules. —La voz de Emerson se vuelve suplicante. Sus ojos
desesperados, rogándome por la respuesta que temo demasiado admitir.
Pero tengo que hacerlo.
—Tú. —grito, mi voz haciendo eco a través del océano silencioso—.
¡Siempre has sido tú!
Una mirada maravillada destella en el rostro de Emerson, y entonces me
jala hacia él, capturando mi boca en un desesperado y ahogado beso.
Me deshago.
Emerson me besa como si fuera el fin del mundo, como si estuviéramos a
solo momentos de dejar de vivir, y no hay nada que quiera más que poseerme
completamente. No lamento el pasado, o el dolor en mi corazón, nada más que
nuestros labios y lenguas enredadas, y el abrazo férreo de sus brazos apretándose
a mí alrededor, aplastándome contra su pecho.
Esto es algo que no he sentido antes. Es como una ola de sensaciones que se
forma por encima de mí, y no tengo más remedio que dejarme llevar, cayendo
más profundamente en el sabor embriagador de él. Me agarro de su camisa y me
aferro a él, todas mis preocupaciones e inseguridades se disuelven en un instante
bajo la exploración hambrienta de su lengua, y la sensación de sus manos
abrasadoras en un rastro ardiente por mi piel, mientras me coloca debajo de él en
la dura cubierta.
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mis labios mientras de un tirón abro sus vaqueros y los empujo hacia abajo. Está
duro y listo para mí, e instintivamente me arqueo hacia arriba, abriendo mis
muslos ampliamente, ya sufriendo por la gruesa plenitud de él.
Él me encuentra, golpeando dentro con un solo empuje que envía a cada
nervio y cada célula de mi cuerpo un grito de placer.
¡Santa mierda!
Caigo con un grito, arañando su espalda con mis uñas, encontrando sus
empujes mientras se mece en mí, duro, profundo e implacable. Me llena,
dividiéndome con un magnifico dolor. Me abro más, tirando de él más profundo,
y el dolor se funde en una dulzura de huesos pesados, que irradia a través de mi
cuerpo entero. Emerson deja caer su boca en el hueco de mi cuello, gimiendo
desesperadamente contra mí mientras deslizo mis manos sobre los contornos lisos
de su cincelado trasero. Jadeo salvajemente, completamente perdida en el ritmo
sin sentido de nuestros cuerpos y el deseo oscuro llama desde mi propio corazón.
Me arqueo, conduciendo mis caderas con fuerza contra él, moliendo chispas
frescas de fricción a través de mi cuerpo, pero no es suficiente. Mis venas están
ansiosas, un dulce espesor pulsa en mi torrente sanguíneo, que arrolla con más
fuerza, un espiral en mi núcleo dolorido con cada nuevo duro empuje de la polla
de Emerson.
Me aferro a él, atrapada en el borde. Sollozo de necesidad, encadenada tan
cerca de la orilla del mundo, pero atrapada, incapaz de sumergirme en el
precipicio.
Emerson se hunde más rápido, su cuerpo se mece con fuerza, tenso, el
sonido de su respiración es trabajosa y desesperada. —Jules —se queja contra mí.
Respondo con un gemido desesperado, la cabeza echada hacia atrás contra
la cubierta. Miro a ciegas en la noche, clamando con una vacía necesidad. El cielo
está oscuro, salpicado de estrellas que parecen desvanecerse, confusas contra la
feroz ebullición de placer en ascenso.
—Bebé —jadea, empujando profundamente dentro de mí. Agarra mi
rostro con una mano, forzándome a encontrar su mirada. Sus ojos son
inquebrantables, arden en mí mientras su cuerpo da rienda suelta a sus estragos
en el mío con miserable precisión. No hay escape de la devastación. Me ahogo en
él, todo el sentido abrumado, araño por un último suelo sólido, tratando de
137
***
hay emergencia, era sólo una excusa poco convincente que usó para mandarme a
volar.
Página
Es una hermosa mañana: el cielo azulado, con una brisa fresca bailando en
el océano, pero por dentro, me siento como que trato de caminar a través de un
huracán. Respiro profundo, enfocada en poner un pie delante del otro a lo largo
del lado de la carretera polvorienta, pero con cada paso, mi fuerza se tambalea, y
siento que mi determinación comienza a desmoronarse.
Un coche me pasa en el camino, haciendo sonar el claxon. El conductor
grita a través de la ventana.
—¡Luces bien, querida!
Me estremezco, me doy cuenta con un rubor que hago un paseo de la
vergüenza, temprano en la mañana en un vestido endeble. Un baño de vergüenza
me recorre. Aprieto los brazos a mi alrededor y mantengo mi cabeza hacia abajo
hasta que el coche se ha ido.
Sigo caminando, lágrimas pican en la parte posterior de mi garganta. No
entiendo por qué Emerson simplemente se levantó y se largó así, después de todo
lo que compartimos la noche anterior. Sostenida con fuerza entre sus brazos,
sintiéndolo cómo explotó, con fuerza dentro de mí, sentí de nuevo todo, cómo se
arreglaba cada pieza pérdida y rota de mí, segura y completa.
Me encontraba en casa.
Pensé que él también lo sintió: cómo sus ojos ardían en los míos, llenos de
intensa emoción, como si fuera todo lo que siempre quiso en el mundo. La
ternura de su expresión mientras acunaba mi cuerpo contra el suyo me dejó sin
aliento; el asombro aturdido con cada jadeó mientras se hundía en mí, una y otra
vez...
Pero a medida que pienso sobre todo, me doy cuenta, con un escalofrío,
que por todas las risas, pláticas, orgasmos y jadeante sexo la noche anterior, en
realidad nunca hablamos de algo real. El futuro. Qué demonios es esto entre
nosotros ahora. Qué quiere él de mí. Por qué demonios me rompió el corazón y
se alejó de mí todos esos años. Mi estómago se retuerce cuando mi mente corre
hacia atrás, aún más, sobre los últimos días desde que llegué a la ciudad. Me
sumerjo sobre cada encuentro, cada palabra, con nueva la ansiedad en aumento.
Lo que recuerdo roba el aliento de mi pecho. Nunca dijo nada de
sentimientos, sólo deseo. Jamás mencionó que se preocupaba por mí, sólo que
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Hace 4 años…
Fue después del funeral, oficialmente el peor día de toda mi vida. Primero,
el servicio, lleno de tópicos vacíos y, a continuación, la lenta procesión hacia las
nubes arriba del acantilado. Emerson está en silencio, todo el camino, pero yo no
podía hablar, aunque lo intentara. Abrimos la urna, y observé sus cenizas
mezclándose con el viento: mi hermosa y cálida madre disolviéndose en la nada
justo en frente de mis ojos.
Hay una recepción después, en la casa, pero no puedo lidiar con eso. Mi
papá interpreta al viudo desconsolado, como si no fuera su culpa, cada minuto.
Así que agarro a Emerson y conducimos durante horas, rumbo a ninguna parte,
hasta que terminamos aparcando bajo una arboleda por un camino de tierra en
algún lugar, simplemente observando las salpicaduras de la lluvia en el parabrisas.
Y luego me acerco a él.
Estoy entumecida por el dolor. Todo lo que quiero es sumergirme en su
cuerpo otra vez, bloquear la tragedia de mi vida con la única persona que
conozco que puede mejorar todo. Lo único bueno que me queda.
Pero él me aleja. Y cuando se gira para mirarme, sus ojos están en blanco,
como un extraño.
—No puedo lidiar con esta mierda, Jules.
Sus palabras cortan a través de mí, cada sílaba como una cuchilla en mi
corazón. Lo miro boquiabierta, aturdida. No sé de dónde viene esto. ¿Y hoy de
todos los días?
—Es todo… esto es demasiado intenso. —Emerson mira hacia otro lado.
Arrastrando la mano por su cabello, y luego la golpea contra el volante—.
Mierda. ¡No sé cómo hacer esto!
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—Esto. Tú, toda esta basura emocional. —Emerson gesticula, todavía sin
mirarme a los ojos—. Pensé que era sólo una cosa de verano. No me apunté para
esto.
Grito en shock. —¿No te apuntaste para esto? ¡Jodete! —grito—. ¿Crees
que yo lo hice? Mi mamá está muerta ahora. ¡Muerta! ¿Crees que yo quería algo
de esto?
Mi grito se convierte en un miserable sollozo en mi garganta.
Emerson mantiene su mirada fija fuera de la camioneta. —Sólo digo... El
verano ya terminó.
—Pero... hicimos planes. —Siento que el mundo se sale de foco. Estoy
cayendo, mareada, y ya no hay nada aquí para sostenerme—. Dijiste, que me
quedaría aquí en la ciudad contigo. Trabajaría, y aplicaría a las escuelas de arte el
año próximo. Estaríamos juntos. ¡Lo prometiste!
Emerson sacude sus hombros en un encogimiento. —Así que tal vez
cambié de opinión.
Estoy recuperándome cuando finalmente se gira hacia mí de nuevo. Sus
ojos muertos, no hay señal de la ardiente devoción que suelo ver allí.
—No entiendo —susurro—. ¿Por qué haces esto?
—Te lo dije. —La mandíbula de Emerson esta tensa—. Nos hemos
engañado a nosotros mismos, pensando que esto puede durar. No perteneces aquí.
—¡Te pertenezco a ti! —Mi voz se atrapa en otro sollozo—. ¡Emerson, por
favor! —le ruego desesperadamente—. ¡Te necesito!
Alcanzo su brazo, aferrándome al sólido músculo que he sentido
presionado contra mí durante todo el verano, pero me sacude. —¡No! —La voz de
Emerson es dura, y rebota en mí como un golpe.
Me estremezco de nuevo. —No entiendo —susurro de nuevo—. Tú me
amas. ¡Sé que lo haces!
Los ojos de Emerson destellan oscuros. —El amor no es suficiente —me
dice con una mueca enojada—. Tal vez cuando seas mayor, lo entenderás.
Las lágrimas fluyen por mis mejillas. —No quieres decir eso —insisto—.
No sé por qué dices estas cosas, ¡pero no es cierto! Estamos destinados a estar
146
—Mentí. —Emerson agarra el volante con ambas manos, con tanta fuerza
que sus nudillos se vuelven blancos.
De repente, tengo que salir de aquí. Siento el pánico correr a través de mí,
las barras de hierro apretando más fuerte alrededor de mi pecho. Me enfrento a la
manija de la camioneta, luego abro la puerta y me apresuro a bajar de la cabina,
jadeando en busca de aire. Me tropiezo, caigo al suelo, pero no me detengo, me
pongo de pie y tropiezo a ciegas en la lluvia.
—¡Jules! —Oigo a Emerson llamándome. Lucho por aire, pero no viene.
Todo mi mundo se ha ido, nada tiene sentido. Caigo de rodillas, todo mi cuerpo
se sacude por los sollozos desesperados.
—¡Jules! —Siento la mano de Emerson jalar de mi brazo, y entonces está
de rodillas delante de mí, sosteniéndome—. Respira —me ordena. Grito, pero no
se detiene. El dolor en mi pecho es devorador, una ola oscura de dolor rompiendo
sobre mí una y otra vez. Emerson me sacude, evidente determinación en su
rostro—. Respira —dice de nuevo, ahuecando mi cara entre sus manos—. Puedes
hacerlo. ¡Vamos, nena!
Sollozo, ahogándome en el pánico.
—Te tengo —promete Emerson —. Por favor, Jules. Sólo respira conmigo.
¡Puedes hacerlo!
Jadeo una respiración entrecortada profundamente hacia los pulmones, y
luego otra. Miro a los ojos de Emerson. La distancia ha desaparecido, reemplazada
con la ternura feroz que conozco tan bien. Me quiere, me digo. Tiene que
hacerlo. No me sostendría de esta manera si no lo hiciera. Todo esto es un gran
error, lo verá ahora. Vamos a estar bien.
Poco a poco, el pánico se evapora.
Emerson respira conmigo, una dulce bocanada de aire tras otra. Me
desplomo en sus brazos, llorando, aferrándome a él con todo lo que soy. Me
acaricia el pelo suavemente, me acuna contra él, hasta que por fin mi respiración
vuelve a la normalidad.
Puedo sentir su latido del corazón tronando a través de la tela húmeda de
su camisa. Si lo sostengo lo suficiente, tal vez puedo fingir que los últimos diez
minutos nunca ocurrieron. Podemos terminar con ellos en la historia y nunca
decir una palabra sobre eso de nuevo.
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un desastre, Jules, es lo que hago. Por qué siquiera te molestas en tratar cuando
los dos sabemos que nunca funcionará.
Página
El abismo negro que he estado manteniendo a raya desde que entré en esa
habitación y encontré a mi mamá, ruge como un huracán en mis oídos. Me
derrumbo.
—¿Eso es todo? —grito, abalanzándome hacia delante. Meto las manos
contra su pecho, empujándolo hacia atrás—. ¿Te rindes, así como así? ¿Debido a
que será difícil? ¿Porque tendremos que trabajar para estar juntos? ¡Eres un
maldito cobarde!
—Jules… —comienza, pero lo interrumpo. Mi cuerpo grita con furia. He
estado entumecida durante días, pero ahora todo mi enojo sale con fuerza.
—¡Cobarde! —exclamo nuevamente—. Te gusta hablar acerca de cómo
harás algo por ti mismo, cómo no acabarás como tus padres. ¡Pero eres igual que
ellos!
Emerson me frunce el ceño, aterrado. —¡Vete a la mierda!
—¿Qué? Es la verdad, ¿no es así? —me burlo de él, furiosa—. Tu padre te
abandonó cuando la mierda se puso difícil, y tu mamá se preocupó más en beber
que cuidar a su familia. Tomó el camino más fácil, ambos lo hicieron, ¡y ahora
haces exactamente lo mismo!
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, sé que fue un error.
Emerson se paraliza, y cuando habla, su voz es apenas un susurro:
espantosamente frío.
—Eso es lo que piensas de mí, ¿eh? Una basura de remolque inútil.
Trago. —Eso no es lo que quise decir.
—No, lo entiendo. —Emerson me da una sonrisa torcida—. No sé por qué
no lo dijiste antes. Demonios, por qué te has molestado en aguantar tanto tiempo,
ya que soy un pedazo de mierda.
—¡No dije eso! —insisto, pero no me escucha.
—Siempre supe que eso es lo que pensaban de mí —me dice Emerson, con
los ojos negros con amargura—. Este pueblo, tus padres... Pero no me importaba.
Porque pensé que tú viste algo diferente en mí. Me hiciste sentir como si pudiera
ser algo más.
—¡Yo no veo eso! —sollozo miserablemente—. ¡Te amo!
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Emerjo del recuerdo para darme cuenta que estoy casi de vuelta en casa.
Me seco la cara con enojo, tratando de ahogar las lágrimas mientras el coro se
desata, cruel y burlón en mi mente.
Chica estúpida. Maldita chica estúpida.
¿Qué te hizo pensar que esta vez sería diferente?
Doy vuelta por la esquina del camino de acceso y me detengo impactada.
Hay un camión U-Haul estacionado al frente de la casa, con las puertas abiertas.
Siento una oleada de indignación. ¡Los nuevos dueños no pueden estar ya aquí!
La corredora de bienes raíces acababa de llamar, dijo que tenía hasta el final de la
semana.
—¿Hola? —llamo, acercándome. Alguien hurga alrededor de las cajas que
puse a un lado de la casa, llenas de basura para donar. Suspiro, irritada por la
intrusión, precisamente cuando quiero estar sola. Hago un esfuerzo por sonar más
amigable, después de todo, están a punto de desembolsar una gran cantidad de
dinero por la casa. Me acerco—. Lamento el desorden, pero pensaba que tenía
más tiempo.
—Está bien, soy solo yo. —Una voz familiar aparece, y luego un momento
después, alguien sale del costado de la casa.
Es Daniel.
—Hola —dice, incómodo. Viste una camisa Oxford arrugada y caquis, su
cabello marrón brilla en el sol. Es la última persona en la tierra que esperaba ver.
151
4Empresa que se dedica a recibir donaciones y dar trabajo a la gente con carencias.
preocupación—. ¿Ha pasado algo? —Su rostro se ensombrece—. ¿Es ese chico?
¿Te hirió?
—Yo… no —Sacudo mi cabeza rápidamente, pero su dulzura solo me hace
sentir terrible. ¿Por qué es tan amable conmigo? ¿No debió salir con sus amigos
bebiendo en la ciudad, maldiciendo el día que nos conocimos?
—No debiste venir —le digo a Daniel, culpable—. Después de todo lo que
te dije. Imaginé que ahora me odiarías.
Se para firme. —Tenía que saber que te encuentras bien.
—Bueno, ¿qué te parece? —Trato de bromear, pero no sonríe.
—Parece como si necesitaras a alguien con quien hablar.
Su expresión es tan comprensible que quiero romper en llanto de nuevo.
En cambio, junto mis últimos gramos de autocontrol. —¿Quieres entrar? —
ofrezco—. Puedo prepararnos algo de café.
Asiente. —Y luego tal vez puedas explicar que ha pasado aquí desde que
volviste.
***
Daniel aleja todas mis ofertas de ayudar y nos prepara café, sacando la
cafetera y las tazas de una caja que ya está llena. Me siento en lo que queda de la
sala de estar y me acurruco bajo una manta, mis manos envueltas alrededor de la
taza caliente. Le cuento todo.
Emerson. Mi mamá. Volver aquí. Todo.
Trato de esquivar los detalles de Emerson y yo juntos, pero puedo decir,
que Daniel entiende. Cuando termino, me siento de nuevo, mirando su cara
nerviosamente por la terrible crítica que sé que merezco.
Daniel toma una profunda respiración, y cuando exhala, es como si dejara
153
Asiento.
Daniel me mira, herido. —¿Alguna vez me amaste?
—¡Sí! —grito, estirándome para agarrar su mano—. Daniel, lo juro. Fuiste
lo mejor que pudo pasarme. Me salvaste. Te amé. Lo hice.
—Pero no como a él —responde Daniel por ambos.
Mira mi mano sujetando la suya por un largo momento, luego la aprieta
gentilmente y la pone de nuevo en el brazo del sillón entre nosotros.
Suspira otra vez, pasando sus dedos por su cabello con una mirada de triste
resignación. —Nunca tuve una oportunidad, ¿verdad?
Vacilo, pero se merece la verdad. —No.
Tiene razón. No importa cuánto me ame Daniel, o cuán atento y dulce sea,
no es competencia cuando se trata de Emerson.
Porque, ahora me doy cuenta, esa es la forma en que funciona. Que si eres
afortunado, puedes llegar a enamorarte tan fuerte y tan profundo, que te cambia.
Ese amor hace su camino en cada átomo y cada molécula de todo tu ser, que
incluso cuando se termina, o cuando los dos son forzados a separarse, siempre
llevarás las huellas de su alma contigo, firme como un latido del corazón. Para
siempre.
He tenido el nombre de Emerson Ray grabado en mí desde el día en que
nos conocimos, y nada puede cambiar eso alguna vez.
—Puedes volver a la ciudad conmigo, sabes —me dice Daniel.
Sacudo mi cabeza. —Te lo dije, no puedo…
—No, esto no es sobre nosotros —interrumpe—. Lo entiendo ahora, se
terminó. Pero eso no significa que no me importes, Juliet. Y no soporto verte de
esta forma.
—¿Hecha un desastre? —Me las arreglo para bromear, pero él sacude su
cabeza, severo.
—Tan… indefensa.
Mi boca se abre en protesta. La cara de Daniel se suaviza y me mira
154
situación de rehén.
Sus palabras se deslizan bajo mis defensas con un escalofrío de verdad.
Quiero defender a Emerson, pero con nada más que su correo de voz como
consuelo en todo el día, no sé qué decir.
—Solo digo, que la chica que conocí no pasaría esta mierda por nadie —
añade Daniel, presionando—. Tenías un plan, una completa visión de lo que
querías en la vida. ¿Qué le pasaron a todos esos planes? No tires todo eso por la
borda.
—No lo estoy tirando —protesto—, solo… pienso las cosas.
—Entonces, ¿dónde está él? —desafía Daniel—. Mientras tienes todos esos
pensamientos.
—No lo sé —respondo en voz baja.
—¿Te quedarás aquí? —continúa Daniel—. ¿Qué hay sobre la universidad,
los finales, y los trabajos?
—¡No lo sé, de acuerdo! —Mi grito hace eco en la casa. Doblo mis brazos a
la defensiva, sintiéndome arrinconada por sus preguntas—. Iba a mudarme a
Washington contigo —señalo—. ¿Cómo es que esto es algo diferente?
—Tomamos juntos esa decisión —dice Daniel con una mirada
contundente—. Hablamos sobre eso, sopesamos todas las opciones, para ambos.
Vamos, sabes que tengo razón.
Bajo la mirada, jugando con punta raspada de la manta. Daniel habla con
sentido, pero la decepción al despertar esta mañana todavía es una herida abierta,
en carne viva y sangrienta. No sé si estoy lista para oír esto.
Daniel suspira. —Solo déjame hacerte una pregunta, ¿de acuerdo?
Lo miro, y de mala gana asiento.
—Si este amor es tan épico como dices, para él, no solo para ti —añade
rápidamente—, entonces, ¿dónde demonios está?
La pregunta queda entre nosotros, yaciendo en los vacíos pisos de madera
dura. Todos mis peores miedos e inseguridades toman voz, y aún más difícil, una
mirada de dolorosa simpatía me observa a través de los preocupados ojos de
Daniel.
Me encojo. La peor parte, es que tiene razón. Solo me hace las mismas
155
preguntas que me he hecho desde que desperté esta mañana sola. ¿Por qué no
está Emerson aquí conmigo?
Página
—Está bien —dice Daniel rápidamente, como si pudiera decir que sus
preguntas inocentes me han paralizado—. Empecemos a subir las cosas al camión.
¿Hay cajas con cosas que quieras llevar a la ciudad?
Asiento, finalmente encontrando mi voz. —Marqué todo, mantener,
basura o donar.
—Eso está mejor. —Daniel me da una cariñosa sonrisa—. Iré a echar un
vistazo a la cocina.
Me deja sola, envuelta en la cálida manta y mis propias emociones
miserables. Sé que debo lucir como una extraña para él: la chica que siempre tuvo
un plan, desmoronándose completamente.
Pero tiene razón. No es propio de mí el sentarme con los brazos cruzados.
Necesito hacer algo, no importa qué, solo algo que evite que me siente aquí en el
agarre doloroso de viejos recuerdos. Antes de considerarlo, agarro un rollo de
bolsas de basura y un par de cartones para embalar y subo al primer piso. Camino
rápidamente por el pasillo, empujo la puerta de la habitación de mi mamá. Se
encuentra tranquila por la tarde, un brillo tenue de polvo cubriendo todas las
superficies. Sin haberse usado por años.
Tomo una profunda respiración, luego empiezo a trabajar: limpiando las
mesas de noche y vaciando el vestidor, empacando la colcha rosa, y rellenando
las bolsas de basura con ropa vieja. Puedo oír a Daniel trabajando en la planta
baja, y tengo atisbos de él mientras transporta las cosas al camión, pero no sube a
molestarme, y no pido ayuda.
Esto lo tengo que hacer sola.
Una vida es desmantelada bajo mis manos, años de recuerdos. Trabajo
hasta que la habitación queda desnuda y me paro en el lugar en el que mi mamá
solía vivir. Pero ella ya no está aquí. De alguna manera, los fantasmas se
empacaron silenciosamente.
—Adiós, mamá —susurro suavemente.
Oigo el sonido de un motor afuera, echo un vistazo para ver si Daniel lleva
la primera carga a Goodwill. Pero en cambio, veo la camioneta de Emerson
estacionada en la calzada.
Me congelo, veo con el corazón en la boca cómo desciende, dando un
156
portazo. El cielo ahora se encuentra nublado, las nubes grises se acercan rápido
desde el océano mientras Emerson da grandes zancadas hacia la casa.
Página
entrada al pórtico, justo a tiempo para ver a Emerson intentar golpear a Daniel,
su puño dándole un fuerte gancho de derecha que envía a Daniel tropezando
hacia atrás en el césped.
—Emerson —grito en pánico, arrancando la puerta mosquitera—. ¡Basta!
Pero Emerson me ignora. Se lanza hacia delante, agarrando la parte
delantera de la camisa de Daniel, pero esta vez, Daniel está listo para él. Se
inclina y golpea con su cabeza en el estómago de Emerson, tomándolo en un
agarre de lucha y tirándolo al suelo.
Corro de nuevo. —¡Basta, ustedes dos! —grito, desesperada—. ¡Por favor!
—Pero me ignoran, rodando por el suelo, luchando por el control. Daniel era
parte del equipo de lucha desde hace años, pero su delicadeza no es nada en
comparación con la fuerza bruta de Emerson. Los poderosos músculos de su
espalda ondulan mientras fácilmente evade el agarre de Daniel, voltea y queda
arriba.
—Debiste quedarte lejos —suelta Emerson. Observo con horror como
aterriza otro feo golpe en el estómago de Daniel, aplastándolo y levantando el
puño de nuevo, dispuesto a aplastar la cara de Daniel—. ¡Ella nunca será tuya!
—¡Emerson! —grito, arremetiendo hacia delante. Me lanzo hacia él,
agarrando con fuerza sus brazos tirándolos hacia abajo, pero Emerson me sacude.
Doy un tras pie hacia atrás, tropezando en el césped irregular y caigo al suelo.
Mi cabeza se golpea con un chasquido doloroso, y grito.
En un instante, Emerson libera a Daniel y cae de rodillas a mi lado. —
¡Jules! —jadea, acunándome—. Joder, lo siento, ¿estás bien?
Poco a poco me siento. Mi cabeza todavía zumbando por el impacto, el
dolor creciendo por mi cráneo.
—¿Jules? Háblame, ¿estás bien? —La voz de Emerson se quiebra por el
pánico.
Levanto la mirada. Tiene la nariz ensangrentada donde Daniel le dio un
puñetazo, y sus ojos siguen frenéticos por la lucha, su respiración rápida. Acuna
suavemente mi mejilla, girando la cabeza de lado a lado para comprobar si hay
cortes.
—No la toques. —Daniel lucha desde el suelo, teniendo su cara roja y
desaliñada.
158
debería sorprenderme. ¿Qué fue lo que me dijiste, que soy como mis padres? —
añade, y en un instante, me acuerdo otra vez de nuestra última pelea, y de todas
Página
eso. —Sacudo la cabeza, desesperada—. ¡No sé por qué lo dices, pero no es cierto!
—Claro que lo es. —Emerson encuentra mi mirada de frente: vacía y de
ojos oscuros, como un extraño. Se mueve cerca, una amarga sonrisa en sus
labios—. Ya sabes, era divertido, verte pelear, tratando de ser una niña buena.
Aposté con Garrett cien dólares a que podía conseguir quitarte esas bragas en un
mes —añade.
Jadeo. —¡Eso es mentira! —protesto salvajemente. Él sigue acercándose, y
retrocedo hasta que me golpeo contra el camión.
Emerson se acerca más, llegando a trazar un camino ardiente a lo largo de
mi clavícula. —Lo siento, cariño. Pensé que necesitaría esforzarme más por mi
dinero, pero te encontrabas tan caliente para mí, que ni siquiera necesité tanto
tiempo.
—Basta —sollozo, empujando sus manos. No puedo creer lo que dice, o su
sonrisa cruel. ¡Este no es mi Emerson, no puede ser!
—¿Qué? ¿Ya no me quieres? —La voz de Emerson se retuerce y se burla—.
Eso no es lo que dijiste anoche. —Su voz baja, y se inclina más cerca, su aliento
caliente contra mi oído—. Gemías mi nombre —murmura—. Suplicándome que
te follara más fuerte. ¿No te acuerdas?
Ahogo un sollozo mientras acaricia mi hombro. Me estremezco ante su
contacto, sintiendo las lágrimas que fluyen mojar mis mejillas, incluso cuando mi
cuerpo se tensa con deseo. Me odio por los escalofríos y las chispas a través de mi
cuerpo, por cómo mi respiración se acelera solo por sentir su cuerpo cerca, y mis
pezones se endurecen contra su pecho.
—¿Ves? —susurra Emerson triunfante, y me doy cuenta con un rubor de
vergüenza que también puede sentir mi deseo. Retrocede, mirándome
lascivamente—. Caray, tengo algo de tiempo si quieres otra ronda. —Sonríe—. Si
me lo pides muy agradablemente, incluso podría atarte y dejar que me chupes…
—¡Basta! —grito, empujándolo. Ahora sollozo incontrolablemente,
ahogándome en el dolor y la humillación. En este momento todo tiene sentido
para mí, como una terrible sensación. La primera noche que nos encontramos, en
el estacionamiento de Jimmy, se burló de mí, al igual que ahora.
Fue su plan desde el principio, me doy cuenta, con un miedo repugnante.
Siempre fui un juego para él, un retorcido jódete a nuestro antiguo amor.
162
Susurra cosas dulces en mi oído, y me dice lo mucho que me ama. Me dice que lo
siente por la última vez, y que jamás cometerá el error de herirme, nunca más.
Página
Cómo vamos a ser felices juntos, siempre. Y entonces me da un largo beso, sus
manos deslizándose más abajo, por mi cuerpo hasta que estamos jadeando y
gimiendo de nuevo.
Juntos. Felices. Seguros.
Pero no es real.
Me quedo allí, llorando en el suelo de la cocina hasta que me duele la
cabeza y mi garganta se encuentra irritada. Lloro por la adolescente que tenía su
corazón roto, y la chica estúpida que soy ahora, pasando por la misma zona de
desastre, como si hiciera alguna diferencia. Lloro por todas las esperanzas y
sueños que tuve anoche, a salvo en los brazos de Emerson, y la cruel bofetada de
realidad a la dura luz del día. Lloro por la crueldad retorcida en su mirada,
mientras se burlaba y me tocaba, y cómo mi cuerpo se encendió bajo sus dedos
aún con todo eso.
Lloro porque lo amo, siempre lo he amado, pero eso nunca es suficiente.
Lloro hasta que no tengo nada de eso en mí, hasta que estoy adormecida y vacía
por el dolor, y puedo sentir el lento arrastre de los químicos serpenteando a
través de mis venas.
Tomo una inestable bocanada de aliento, y abro los ojos para encontrar
una casa vacía, silenciosa y tranquila. Mis latidos ya van disminuyendo, una
espesa sensación de calma me recorre, difusa y distante. Es un falso equilibrio, ya
lo sé, pero por primera vez, me alegro. Cualquier cosa para detener la oscuridad
alzándose y arrastrándome por completo. Cualquier cosa para dejar de
desmoronarme de nuevo.
No hay nada aquí para mí ahora.
Me coloco de pie, encuentro mi bolso y chaqueta. Meto la última de mis
pertenencias en un saco de comestibles, y observo la casa. Pronto, todo esto será
escombros.
Me tomo un largo momento en el pórtico delantero, solo respirando el
aroma del romero y el aire marino. Entonces cierro la puerta tras de mí, enciendo
el auto y conduzco fuera de Cedar Cove por última vez. Pasando el puerto, la
Taberna de Jimmy, más allá de las tiendas turísticas en la calle principal, más allá
de la playa pública, ahora abandonada por el aullido del viento. La lluvia
comienza a salpicar mi parabrisas, y siento alivio de estar en camino con
166
del océano.
Conduzco por el puente fuera de la ciudad cuando mi celular comienza a
sonar. Lacey.
—Hola, nena —contesto, colocando el auricular en mi oreja—. ¿Qué pasa?
—Daniel llamó —dice Lacey, su voz llena de preocupación—. Me dijo…
—Que fue solo un juego enfermo para Emerson —termino por ella—. Sí,
estaba allí.
—Lo siento mucho —me dice Lacey—. Sé lo mucho que significaba para
ti.
—Mi error, ¿eh? —digo, hueca. Estoy entumecida, toda la agitación de la
emoción se desvanece como la marea, dejando nada más que negrura en su lugar.
Una costa vacía. Suspiro—. Supongo que debí escucharte.
—Nena… —Lacey suspira—. No es tu culpa. No sabías que era una especie
de imbécil retorcido de mierda.
—No —interrumpo.
—¿Estás defendiéndolo? —La voz de Lacey se levanta con indignación.
—No. No lo hago, yo solo…no quiero hablar de él nunca más. Estoy en
camino ahora —agrego—. Estaré en casa esta noche.
—Y luego iremos a emborracharnos —declara Lacey—. Y comer nuestro
peso en helado. No, tacha eso, esto exige mierda seria. ¡Gelato!
—Me parece bien. —Logro una risa débil. Luego observo una figura
menuda por delante de mí en la carretera, en mi dirección, en la dirección de
Cedar Cove. La chica está encorvada y abrazándose contra el viento, usando una
fina sudadera con capucha sobre su cabeza, y una falda corta con botas de tacón
alto, como si no hubiese tenido la intención de caminar por aquí. Mientras
conduzco, atrapo un reflejo de su rostro: es la hermana de Emerson, Brit.
—Joder. —Suelto una palabrota, acelerando más allá de ella.
—¿Qué es? —demanda Lacey, todavía en el otro extremo de la línea.
—Nada, llueve muy fuerte. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?
—Bien, te quiero.
167
Suspiro, y pongo el auto en marcha, esta vez de regreso a través del puente
hacia la ciudad. Las nubes se oscurecen, las gotas de lluvia se convierten en un
aguacero que truena contra el parabrisas. Las calles están vacías ahora, algunas de
las ventanas de las tiendas se hallan cerradas con tablones de madera.
—¿Ves? —le digo, entrecerrando los ojos para ver a través de la pared de
agua—. Habrías estado atrapada en medio de esto.
—Vaya, gracias —arrastra Brit, aun amargamente sarcástica—. La próxima
vez que mi ex novio decida dejarme, le pediré que lo haga en un clima más
cálido.
La miro. —¿Estás bien? —le pregunto, preocupada—. ¿Te lastimó?
—¿Lastimar…? —resopla Brit—. Me gustaría verlo intentarlo.
—Está bien… —Le disparo otra mirada curiosa, pero a pesar de su piel
pálida piel y las manchas de maquillaje de la noche anterior, se ve bien.
—De todos modos, ¿por qué te importa? —espeta Brit—. No te quedas
aquí. Eso es lo que haces, ¿verdad? Huyendo de la ciudad. Una vez más.
El giro de vulnerabilidad en su voz envía una punzada de pesar a través de
mí. ¡Así que por eso está tan enojada conmigo! Hace cuatro años, me encontraba
tan absorta en mi angustia sobre mamá y Emerson, no me detuve a pensar en
cómo dejaba a Brit sin siquiera una palabra. Pasamos el rato juntas ese verano, y a
pesar de que actuó como si Emerson y yo éramos un estorbo vergonzoso, sé que
me veía como a una hermana. La forma en que me fui no fue justo para ella.
—Lo siento, me fui sin decir adiós —digo en voz baja, llegando a una
parada fuera del bar.
—Lo que sea. —Brit se encoge de hombros otra vez.
—No, lo digo en serio —digo, sincera—. Lo siento.
—Sí, bueno no es conmigo con la que deberías disculparte.
Frunzo el ceño. —¿Qué quieres decir?
Brit me mira boquiabierta. —¿Me estás jodiendo? ¡Mi hermano! —Me
mira como si fuera el diablo y una imbécil total, toda en una—. Rompiste su
maldito corazón, y fui la que se quedó tratando de limpiar el desastre.
Agarra su bolso, y sale del auto, cerrando la puerta. Me quedo aturdida en
169
excusa podría tener para romper mi corazón? Aunque sé que es estúpido, siento
un rayo de esperanza. Si estuvo mal después de la ruptura, entonces debo haber
Página
significado algo para él después de todo, lo suficiente para llorar por ello, lo
suficiente como para amarme.
Espero ansiosamente a que Brit vuelva a bajar. Tengo muchas preguntas,
no sé ni por dónde empezar, pero a medida que los segundos pasan, y el agua me
empapa por completo, me siento más y más nerviosa. Me dijo que esperara, ¿pero
debería seguirla? ¿Y si era solo una broma cruel, una especie de venganza?
Mis nervios se atan en nudos, hasta que finalmente la puerta del
apartamento se abre y Brit baja las escaleras corriendo.
—¡Tienes que hablar conmigo! —Me apresuro a su encuentro, las palabras
deslizándose desesperadamente de mi boca—. Necesito saber lo que pasó, ¡por
favor!
—Aquí. —Brit tiene algo para mí. Es un sobre arrugado, con algo escrito
en el frente—. Esto lo explica todo.
Lo tomo, todavía confundida. Hay una carta doblada en el interior, y el
nombre de Emerson se halla escrito en cursiva en la parte frontal. La meto
rápidamente bajo mi suéter antes de que la lluvia la alcance. —¿Qué es esto?
—Léelo —dice Brit—. No sé por qué el estúpido imbécil no te lo dijo él
mismo, pero… —Sacude su cabeza—. No importa. Es demasiado tarde para eso.
La miro fijamente sin decirle nada. —No lo entiendo, ¿por qué me ayudas?
Pensé que me odiabas.
Brit me da una mirada penetrante. —Amo más a mi hermano —dice con
fiereza—. Y por alguna razón, él te eligió, no importa lo que trate de decirse a sí
mismo.
Se gira y empieza a alejarse.
Me apresuro de vuelta a la seguridad del auto, aun confundida. Saco la
carta, dándola vuelta en mis manos, y es entonces cuando lo veo: las letras que
componen el nombre de Emerson. Reconozco la escritura a mano, mejor que
nada.
Es de mi madre.
171
Página
14
Traducido por Alysse Volkov & Gabriela ♡
Corregido por Miry GPE
Emerson.
La alcanzo, trazando con mis dedos el borde del papel. A finales de ese
verano, peleábamos todo el tiempo. Me hallaba tan perdidamente enamorada de
Emerson, que no me importaba nada, solo qué tanto tiempo podría pasar con él.
Me encontraba dispuesta a romper todos mis viejos planes. Parecía tan
romántico: nosotros dos, juntos, construyendo una vida por nuestra cuenta. Lo
resolveríamos, al diablo lo que dijeran mis padres. Recuerdo a mamá, rogando y
suplicándome de no apostar todo en él. La destrozó cuando le dije que todo iba a
cambiar. Pasamos gran parte de sus últimos días gritándonos, me duele el corazón
al pensar en eso ahora.
Todo ese tiempo perdido, el cual nunca regresaría.
Cuando murió, sentí la culpa cortar a través de mí como mil cuchillas
afiladas, pero me hallaba determinada a que tomaba la decisión correcta.
Emerson era todo lo que importaba ahora, el único que me quedaba en el mundo,
al menos, eso es lo que pensaba.
Hasta la terrible tarde que se marchó y me dejó allí, rota bajo la lluvia, y le
dio la razón después de todo.
Toma un momento para reunir todo mi valor antes de que finalmente abra
el sobre y saque la página doblada del interior.
El papel cruje a medida que lo desdoblo, e inhalo una fuerte corriente de
aire. Mi corazón se contrae con un dolor profundo viendo su familiar letra
cursiva, inclinadas a través de la página.
Mami...
Siento las lágrimas inundar mis ojos, y tengo que secarlas con la manga de
mi sudadera antes de poder concentrarme lo suficiente para leer.
Estimado Emerson,
Sé que no siempre hemos estado cara a cara este verano. Tienes que
entender, amo a mi hija más que a nada, y solo quiero lo mejor para ella. Me
rompe el corazón escucharla hablar sobre retrasar la universidad, y permanecer
aquí en Cedar Cove contigo. Esto no se debe a ti… he llegado a ver que la amas
profundamente, a tu manera, es por eso que estoy rogando que le impidas
173
cometer este error. Pronto se convertirá en una mujer, con un futuro brillante
por delante. Ella puede tener todo lo que quiera: hacer una carrera por sí misma,
Página
ser independiente y ver el mundo. Puede hacer una vida feliz y estable más allá
de lo que puedo esperar de ella. Pero si se queda aquí contigo, entonces todo eso
se desperdiciará.
Te ama, los dos sabemos eso. Pero tú y yo también sabemos que quedarse
aquí contigo la arruinaría. Puede pensar que esto es lo que quiere ahora, pero no
hay nada para ella en esta ciudad, tienes que verlo. Pregúntate a ti mismo, ¿es
esta la vida que elegirías para ella? ¿Es realmente todo lo que se merece? Decidí
renunciar a todo por su padre hace más de veinte años, y en ninguno de esos días
he deseado cambiar esa decisión.
Juliet es terca, no me escucha. No puedo quedarme para hacerle entender:
una vez que me haya ido, eso te corresponde. Te lo suplico de nuevo, si la amas,
no dejes que desperdicie su vida. Te guardará rencor por ello muy pronto, confía
en mí en eso.
Pongo mi fe en ti para hacer lo correcto. Por favor. Si la amas de la manera
que dices hacerlo, dale la vida que merece.
Tuya,
Jeanette.
Mi corazón se parte en dos por él. ¿Cuánto le habrá costado hacer esto por
mi madre? Debió saber que nunca me alejaría, ni siquiera si me suplicaba. Es por
eso que actuó tan frío y duro conmigo, no porque no fuera suficiente para él, sino
porque creía que era demasiado buena, que merecía una vida sin él.
Me amaba tanto que me dejó ir.
Siento las lágrimas salir de nuevo, pero esta vez, son de felicidad: cálidas
por el alivio y alegría, y el débil borde de arrepentimiento agridulce. Pienso en
mi mamá, incluso al final, tratando de hacer una vida mejor para mí.
No puedo culparla por esto, lo entiendo completamente. Renunció a todo
por papá, después de todo. Pensaba ir a la escuela de enfermería cuando lo
conoció: un guapo estudiante de intercambio. Pero él tenía el sueño de ser
escritor, y por eso retrasó todos sus propios planes para conseguir un trabajo
estable y sostenerlos a ambos. De alguna manera, “el próximo año” nunca llegó.
Quedó embarazada de Carina, y luego de mí, y las deudas de papá comenzaron a
acumularse, y para entonces se hallaba demasiado ocupada tratando
desesperadamente de mantener unida a nuestra familia que prestar atención a los
planes que hizo para ella misma.
Construyó toda su vida alrededor de él, siempre al pendiente de cada
palabra. Lo amaba tanto, aun cuando la bebida comenzó, aun cuando sabía que la
destruía.
Él era todo para ella, y fue su perdición. Pensó que con Emerson sería lo
mismo para mí, pero eso no es cierto: dejándome ir, demostró lo diferente que es.
Hizo sacrificios por mí que mi papá ni siquiera consideró: poner mi felicidad por
encima de todo, incluso de su propia angustia.
Sollozo de alegría. ¡Me amaba!
Y quizás aún lo sigue haciendo en este momento.
Me aferro a esa preciosa esperanza como si fuera una luciérnaga en la
noche oscura de mi alma. Sabía que no quiso decir todas las cosas que dijo hoy.
No cuando su cuerpo me contó una historia diferente anoche. Solo trataba de
hacerme salir de la ciudad de nuevo, lo mismo que hace cuatro años. Cree que
todavía estoy mejor sin él, como si una vida sin su amor valiera la pena en
absoluto.
Dejé que me alejara una vez. No puedo cometer el mismo error de nuevo.
175
pueblo. La tormenta aúlla a mí alrededor, los vientos soplan con tanta fuerza que
los puedo sentir golpear el auto. Siento un estremecimiento de pánico al ver la
lluvia caer por la colina empinada, pero me obligo a mantener la calma, y
lentamente recorro el camino de regreso a la ciudad.
Conduzco por las calles vacías, abriendo bien los ojos para ver la camioneta
de Emerson, pero cuando llego a la Taberna de Jimmy, el estacionamiento está
vacío. ¡Maldita sea! Salgo del auto, corriendo por las escaleras hasta el
apartamento, y golpeo la puerta, pero no hay respuesta. Incluso Brit debe
encontrarse en otra parte, refugiándose de la tormenta. Vuelvo al auto cerrando
la puerta rápidamente contra la lluvia torrencial.
El viento sopla más fuerte ahora, enviando la lluvia en barras horizontales
a través de la calle, y curvando los árboles casi el doble. Un periódico de repente
vuela por la acera, balanceándose junto al auto y golpeando con fuerza en la
pared con un estruendo. Salto en mi asiento, mi corazón perdiendo el ritmo. Esto
es una locura: ir a un territorio en medio de un huracán, pero aun así no
renunciaré. Conduzco por cada calle de la ciudad, desesperada por encontrarlo.
No me preocupo por la tormenta, o mi ropa mojada, o nada, excepto en
mirar a Emerson directamente a los ojos y decirle que lo amo, y que no me doy
por vencida en esta ocasión.
Mi determinación crece, pero todavía no hay señal de él, hasta que,
finalmente, tomo el desvío para regresar a la casa de la playa. Tal vez ni siquiera
se quedó en la ciudad; tal vez se alejó rápidamente de la tormenta, como haría
cualquier persona en su sano juicio.
Es demasiado tarde para pensar en tomar la expuesta carretera costera, así
que conduzco de vuelta a la casa a paso de tortuga, estremeciéndome cada vez
que escucho los árboles crujir y balancearse encima de la carretera. La calle ya se
encuentra hecha un desastre con ramas rotas y escombros de la playa, pero estoy
decidida a hacerlo. Entonces encuentro un árbol caído: el gran tronco a lo largo
de toda la carretera. No hay camino por ahí; mi Camaro no sorteará el obstáculo.
Me detengo a un costado de la carretera y rápidamente tomo mi bolso del
asiento trasero. Salgo, y trepo sobre el árbol, raspando mis manos con la corteza,
pero lográndolo. La casa de playa esta solo un poco más lejos, y me esfuerzo para
176
caminar a través de la lluvia, lucho por mantenerme en pie contra las poderosas
ráfagas de viento. El abuelo construyó un refugio contra tormentas en el sótano,
Página
lo sé, solo tengo que acercarme un poco más para resguardarme, a salvo del
viento.
Y entonces lo veo: el distante brillo azul. La camioneta de Emerson, en la
entrada.
Mi corazón salta.
Vuelo el resto del camino, derrapando en el lodo mientras corro sobre este.
—¡Emerson! —grito, mi voz se pierde en el viento—. ¡¿Dónde estás?!
Trato con la puerta de en frente, pero la casa sigue tan cerrada como la
dejé. Rodeo la casa, preguntándome dónde podría estar. Entonces veo la puerta
de mi cuarto de fotografías abierta de par en par. Corro rápidamente, justo
cuando Emerson sale.
Empapado, luchando contra la tormenta, agarrando una caja y un puñado
de mis impresiones en blanco y negro, las cuales se dispersan y son arrastradas a
través del patio por el viento.
—¡Emerson! —chillo.
Levanta la mirada, y su mandíbula se afloja cuando me ve.
—Jules —grita hacia mí, luchando por ser escuchado—. ¿Qué demonios
haces aquí? ¡Tienes que entrar, ahora!
Niego con la cabeza, acercándome más. —¡Lo sé! —grito—. Acerca de mi
madre, y la carta. ¡Sé por qué te fuiste!
Emerson se queda ahí. Mirándome fijamente, la lluvia gotea por su cabello
y recorre las fuertes y cinceladas facciones de su rostro. Su mirada se encuentra
con la mía, y veo la llamarada de comprensión en lo profundo de esas hermosas
piscinas azules.
—¡Lo sé todo! —grito otra vez—. Es la razón por la que me dejaste, ¿no es
así? Porque ella te lo pidió.
Emerson cierra los ojos por un momento, y cuando los abre, su feroz
devoción me quita el aliento. —¡Tenía razón! —me dice—. ¡Te mereces más que
esto!
—¡Deja de decir eso! —le grito. Me lanzo hacia delante, agarrando sus
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brazos, agarrándolo firmemente mientras lo miro fijamente a los ojos. Su piel está
fría, pero el cuerpo debajo de esa camisa mojada es caliente, irradia un calor que
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Es mío.
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conmigo —jadea, sus ojos sin apartarse de los míos mientras se retira poco a poco,
y luego empuja lentamente de nuevo dentro de mí.
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—Sonrío, entrelazo mis dedos con los de él y dejo caer pequeños besos sobre el
contorno de su mano.
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Beachwood Bay #2
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