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2
Página
Staff
Moderadoras
Sandry Dannygonzal Jasiel Odair Alessandra Wilde
Miry GPE Anty Mire CamShaaw

Traductoras
Miry GPE rihano DannyGonzal Liz Holland
Eli Hart Kells becky_abc2 Jasiel Odair
Sandry Alessandra Wilde Mitzi Noh Alysse Volkov
Nikky Lorena CamShaaw Gabriela♡
Aleja E Mire Michelle♡
Zöe.. Mary Diana
sashas4 Adriana Tate Anty

Correctoras
Amanda Merlos Dey Kastély Melizza Dannygonzal
Gabriela ♡ Laurita PI Mire Val_17
SammyD Alysse Volkov Jasiel Odair Miry GPE
Key Emmie -Valeriia<3 Verito

Lectura Final
Sandry Dannygonzal Jasiel Odair Alessandra Wilde
Miry GPE Anty Mire CamShaaw
3
Página

Diseño
Jazmín
Índice
Sinopsis
Índice
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Epílogo
Sobre la autora
Unafraid
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Sinopsis
"Mamá siempre me dijo que hay dos tipos de amor en este mundo: La brisa
constante y el huracán. Emerson Ray era mi huracán..."
Juliet McKenzie era una joven de dieciocho años de edad inocente cuando
pasó el verano en Beachwood Bay, y cayó perdidamente enamorada de Emerson.
Complicado e intenso Emerson, el chico malo local. Sus ojos azules ocultaban
secretos oscuros, y sólo un toque podrían encender a Juliet. Su amor era exigente
y consumidor, pero cuando terminó el verano, la tragedia los separó. Juliet juró
que nunca volvería, y ha mantenido esa promesa... Hasta ahora.
Cuatro años más tarde, Juliet ha hecho todo lo posible para reconstruir los
restos de su vida destrozada. Tiene un gran novio, y un trabajo estable planeado
después de que se gradúe. Volviendo a Beachwood para empacar la casa de playa
de su familia para prepararla para la venta, Juliet está determinada que nada se
interpondrá en el camino de su futuro. Pero una mirada de Emerson, y todo ese
antiguo deseo viene de golpe. Él la dejó ir una vez, pero esta vez, no se dará por
vencido sin luchar. Y Emerson pelea sucio.
Una historia desgarradora. Una pasión imparable. Dividida entre su pasado
y su futuro, Juliet se esfuerza por separar el amor del deseo. ¿Pero encontrará una
manera de superar su trágico secreto, juntos? Y después de tanto daño, ¿puede un
amor permanecer intacto?

Beachwood Bay #1
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Prólogo
Traducido por Miry GPE
Corregido por Amanda Merlos

Mamá siempre decía, hay dos tipos de amor en este mundo: la brisa
constante y el huracán.
La brisa constante es lenta y paciente. Llena las velas de los barcos del
puerto, y levanta la ropa al estar en la línea de secado. Te refresca en un caliente
día de verano; trae las hojas cada otoño, con la misma fluidez de cada año. Puedes
confiar en la brisa, firme, segura y verdadera.
Pero no hay nada estable en un huracán. Embiste de lleno en la ciudad,
imprudente, enviando el océano espumoso hacia la orilla, derribando árboles,
líneas de energía y a cualquier tonto, o lo suficientemente estúpido, como para
interponerse en su camino. Claro, es una emoción como nada que hayas
conocido: eleva tu pulso, tu cuerpo lo clama, como un espíritu poseído. Es salvaje,
quita el aliento y lo consume todo.
Pero, ¿qué viene después?
—Si ves que un huracán viene, corre —me dijo mamá el verano que
cumplí dieciocho años—. Cierra las puertas, y tranca las ventanas. Porque al
llegar la mañana, no habrá nada más que restos dejados atrás.
Emerson Ray era mi huracán.
Mirando atrás, me pregunto si mamá lo vio en mis ojos: la acumulación de
nubes de tormenta, el crujido seco de la electricidad en el aire. Pero ya era
demasiado tarde. No hubo sirenas de advertencia que me salvaran. Supongo que
realmente nunca sabes del peligro, no hasta que te deja acurrucada en el suelo,
rodeada por los pedazos de tu corazón roto.
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Han pasado cuatro años desde ese verano. Desde Emerson. Me tomó todo
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lo que tenía volver a reunir todas mis piezas juntas, para arrastrarme fuera de los
escombros vacíos de mi vida y construir algo nuevo en su lugar. Esta vez, lo hice
a prueba de tormentas. Fuerte. Puse persianas blindadas alrededor de mi corazón,
y encontré una brisa constante para amar. Juré que nada volvería a destruirme
como en ese verano.
Estaba equivocada.
Eso es lo típico con los huracanes. Una vez que la tormenta toca tierra, lo
único que puedes hacer es rezar.
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1
Traducido por Miry GPE & Eli Hart
Corregido por Gabriela ♡

Voy a ochenta por la carretera con todas las ventanas abiertas, mi cabello
rubio oscuro se azota como loco en el viento. Tengo puestos mis lentes de sol
Ray-Ban, y la radio toca clásicos country tan alto como mi destartalado viejo
Camaro puede soportar, tratando de ahogar los susurros de los recuerdos que
comenzaron al minuto en que tomé la salida de la autopista hacia la familiar
carretera costera.
72 kilómetros para llegar a Cedar Cove.
72 kilómetros para llegar a Emerson.
Desecho eso. Vinimos aquí por años antes de conocerlo, me digo
severamente. Cada verano, cuando era niña. Meses llenos de juegos con las olas y
lecturas en nuestro pórtico con sombra. Debería tener otros recuerdos mejores de
este lugar, sin él.
Pero no has regresado aquí desde entonces.
Bloqueo la voz traicionera en mi cabeza, en su lugar grito junto con la
radio.
—Gone like a freight train, gone like yesterday...1
La canción está en lo cierto, decido. Es pasado. Ese verano está muy lejos
detrás de mí, no podría verlo en mi espejo retrovisor si lo intentara. Soy una
persona diferente a la jodida chica testaruda que era la última vez que conduje
por este camino de arena. Ahora tengo veintidós, sólo a un mes de graduarme en
la universidad y comenzar una nueva vida. Tengo un novio perfecto
esperándome en la ciudad, y una gran carrera, todo alineado. A pesar de todo lo
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que pasó aquí ese verano, lo logré, me convertí en la persona que quería ser, y
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aunque pensar en regresar a Cedar Cove me hace sentir enferma y mareada,

1“Pasado como un tren de carga, pasado como el ayer...” Canción Gone de Montgomery Gentry
como si estuviera a punto de saltar de un avión en caída libre total, este fin de
semana no cambiará nada de eso.
No puede.
Además, me digo a mí misma, tratando de calmar el temblor de nervios en
mi estómago, ni siquiera sé si todavía sigue aquí. Ya no sé nada acerca de
Emerson. Mis ociosas búsquedas en línea de medianoche siempre vienen en
blanco. A estas alturas podría estar a mitad de camino alrededor del mundo,
haciendo senderismo en la selva africana, o bebiendo cervezas en una playa de
Australia con una modelo alta en bikini y de grandes pechos a su lado.
Arropada bajo su brazo, el lugar donde yo solía estar...
Subí el volumen de la radio aún más fuerte, el sonido vibrante del country
sonando tan duro que ni siquiera escucho mi celular, sólo veo la luz de la pantalla
encenderse desde donde lo metí, en el portavasos del tablero. Lacey. Mi mejor
amiga. Respondo, tratando de bajar el volumen y mantener una mano en el
volante. Sé que no debería hablar y conducir, pero aquí está lejos de la ciudad, no
veré a un policía en kilómetros.
—Oye Lacey, ¿qué pasa?
—¿Ya estás ahí? —demanda.
—Cerca. —Reviso el reloj de nuevo—. Más o menos a media hora de
distancia.
—Todavía no puedo creer que Danny boy no fuera contigo. —Hay un
ruido sordo mientras se pone cómoda, cuando habla de nuevo. Puedo imaginarla,
acurrucada en nuestro apartamento de estudiante en Charlotte, mirando por la
ventana el bullicio de la ciudad—. ¿No es éste el tipo de cosa que los futuros
prometidos están legalmente obligados a hacer? —pregunta—. Empacar todo lo
de la casa de verano en la que no has puesto un pie desde... bueno, ya sabes. —Se
calla.
El silencio se establece en el aire entre nosotras, cargado de dolor. Emerson
no es el único fantasma que acecha en esta ciudad. El dolor que me causó fue sólo
la mitad de mi corazón roto.
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Trago una bocanada de aire fresco y salado y obligo a los demonios a salir
de mi mente. —Primero que todo, no sabemos si está planeando proponerse. —
Cambio el teléfono a una posición más cómoda, debajo de mi oreja.
—Por favor —resopla Lacey—. Sus padres te aman, se irán a vivir juntos
después de la graduación, y desde hace meses él ha estado lanzando indirectas, no
tan sutiles, acerca de tu gusto en joyería.
—¡No me digas eso! —Mi estómago golpea, pero esta vez, es con una clase
de nervios completamente diferente.
—Ha sido algo divertido —añade Lacey—. Entonces, ¿crees que Juliet
prefiere estilos modernos, o art deco? —imita la cuidada voz con acento de la
Costa Este de Daniel.
—¿Qué le dijiste? —pregunto, curiosa. A pesar de que Lacey tiene razón,
imaginé que esto llegaría desde hace un tiempo, se siente extraño hablar sobre
algo así. Matrimonio. El futuro. Para siempre.
Con alguien que no es Emerson.
Lacey continua, ajena a mis pensamientos. —Corte princesa, ajuste clásico,
nada menos de dos quilates. Dah.
—Lacey. —Me ruboricé.
—¿Qué? Dijiste que querías construir una vida con él. —Me recuerda
Lacey—. Que podías imaginar envejeciendo y volviéndose canosos juntos.
—Lo hice. Quiero decir, lo hago —me corrijo rápidamente—. Daniel es
grandioso. Es amable, dulce e inteligente...
—… Y perfecto, ¡lo tengo! —me interrumpe Lacey—. Así que no entiendo
por qué no va contigo. No sólo por todo el trabajo pesado y empacar, quiero
decir. Si mi novia volviera a ver a su ex...
—¡No estoy aquí para ver a Emerson! —Mi protesta viene demasiado
estridente, y me encojo, desviándome violentamente en la carretera.
Lacey silba. —Tranquila. Sólo digo, Danny boy debe estar súper seguro en
su relación si ni siquiera siente curiosidad por el primer tipo al que has amado.
Recupero mi aliento, tratando de calmarme. Lo último que necesito es
terminar muerta, estrellada en una zanja antes de siquiera llegar a la línea del
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condado. Bajo la velocidad, y me centro en la carretera. —Daniel no vino porque


le pedí que no lo hiciera. Le dije que necesito espacio para estudiar en paz. Y... no
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sabe nada de Emerson —admití de prisa.


—¿Qué? —El chillido de Lacey me hace desviar de nuevo—. ¡Dijiste que le
contaste hace siglos!
—Lo hice —protesto débilmente—. Le dije que hubo un chico con el que
salí, antes de la universidad. Pero no le dije que estaba aquí. O lo serio que fue.
—¿Serio? —La voz de Lacey gotea sarcasmo—. Intenta con, como un
maldito yunque.
—¿Qué se supone que le dijera, Lace? —Suspiro, sintiendo el familiar baño
de culpa que siempre se establece sobre mí cada vez que pienso en las medias
verdades que le he dicho a mi novio—. ¿Que tenía el corazón totalmente roto, y
tomó todo lo que tenía no abrir mis muñecas sólo para hacer que el dolor se
detuviera?
Mi voz es ligera, pero las palabras son ciertas. Durante un largo tiempo, me
sentí como si estuviera al borde de un precipicio, como si un paso en falso
pudiera hacerme caer en la oscuridad. La peor parte era que hubo momentos en
los que quería dar ese salto, para terminar con el dolor para siempre.
—Oh, cariño... —La voz de Lacey se suaviza. Sabe cómo fue para mí, como
mi compañera de cuarto el primer año de universidad, tuvo un asiento en
primera fila del daño que el verano dejó atrás. Los días cuando todo lo que hice
fue acurrucarme en una bola, llorando; por semanas apenas comí, o salí de mi
habitación para nada excepto las clases. Fue la que finalmente me sentó, y llevó a
cabo una intervención de chica: arrastrándome a fiestas, recesos para el café y el
terapeuta del campus, quien me recetó una lista completa de antidepresivos y
medicamentos contra la ansiedad.
Las píldoras ayudaron, demasiado, creo a veces, pero Lacey fue mi
verdadero salvavidas, obligándome a fingir estar bien el tiempo suficiente para
finalmente empezar a creérmelo. No conocí a Daniel hasta mi segundo año, y
para entonces, casi podía creer que esos días oscuros quedaron detrás de mí para
siempre. La única cicatriz que me quedaba la podías ver en la forma de un
pequeño pájaro arrendajo azul, que tenía tatuado en mi omóplato derecho. He
pensado en eliminarlo, borrón y cuenta nueva por completo, pero algo me hace
dejarlo allí para mirarlo en el espejo cada vez que salgo de la ducha. Un
recordatorio duradero de todas mis tontas y jodidas decisiones, y el camino que
juré nunca tomaría de nuevo.
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Hasta ahora.
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—Va a estar bien —digo con firmeza, como si la vieja estrategia de finge
hasta que lo creas, funcionara en este momento, una vez más—. Empacaré todo
lo de la casa para entregarla a la inmobiliaria, y regresar el lunes. Conseguí
comestibles en la ciudad, así que ni siquiera tendré que ir al centro.
—Si tú lo dices. —La voz de Lacey es dudosa, pero no presiona—.
Llámame más tarde, cariño.
—Te quiero.
Cuelgo, y agarro el volante con determinación. Esto será simple: tengo un
plan, justo como le dije a Lacey. Voy a empacar todo lo de la casa de playa,
entregar las llaves a la inmobiliaria, y dejar la ciudad, esta vez para siempre, sin
líos, sin problemas y sin malditos lamentos sobre viejos recuerdos.
Me dirijo a la siguiente curva, y de repente, la señal familiar se encuentra a
la vista.
Bienvenido a Cedar Cove. Población 5,654.
A pesar de mis buenas intenciones de dejar el pasado en la oscuridad, en
una fosa profunda, no puedo evitar una mirada a ese pelado anuncio de madera
que es todo lo que necesito para que mi mente corra de regreso a hace cuatro
años, a la última vez que conduje por esta carretera.
El día en que lo conocí.

***

Hace 4 años...
—… Y podemos asar malvaviscos en la fogata, e ir en bicicleta por el
pueblo por helado como solíamos hacerlo. ¿Jules? ¿Juliet?
La voz de mi madre se desliza entre mis sueños. Estoy mirando afuera de la
ventana a la neblina gris, y al musgo verde borrando el pasado, deseando
fieramente con todo lo que tengo estar en cualquier otro lugar excepto aquí.
Me giro. Mamá me mira desde el asiento del conductor. —¿Qué? —espeto,
ni siquiera intentando evitar la irritación en mi tono.
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Página

—Solo planeaba todo lo divertido que podemos hacer este verano. —


Mamá mira afuera de la ventana, a la llovizna que cae contra el vidrio—. Al
menos cuando el clima mejore.
—Pudimos habernos quedado en la ciudad por otra semana —le recuerdo,
con un una puñalada de amargura—. A penas tuve tiempo de despedirme de
todos. Me perderé la fiesta de graduación. Y Carina se va a quedar…
—Tu hermana tiene clases —me recuerda mamá—. Vendrá con tu padre
la próxima semana.
Suspiro. Mi hermana mayor tiene veintidós, está terminando la
universidad en UNC. Tiene especialidad en publicidad y marketing, y por lo que
puedo decir, eso solo significa que pasa la mayoría de su tiempo pavoneándose en
los bares de Raleigh en búsqueda de un soltero elegible. Y por elegible, se refiere
a un futuro abogado o un banquero de inversión del tipo correcto de familia,
ganando seis cifras con otras siete en fideicomiso en algún lugar. No quiero
llamarla una perra superficial, pero se lo gana.
—Pudimos haberlos esperado —murmuro—. Digo, ¿no es ese todo el
punto de este verano, ser una gran familia feliz? —Mi voz está llena de sarcasmo.
Veo a mi madre encogerse por la orilla de mis ojos, pero no coge el cebo.
—Algunos días más se hubieran convertido en otra semana o más —dice
enérgicamente, en su lugar—. Y el verano estaría a la mitad para cuando
llegáramos.
No respondo. Una semana no es nada cuando lo que me espera son tres
meses con mi jodida familia, pretendiendo que todo se encuentra bien.
Vuelvo a mirar el paisaje empañado por la lluvia fuera de la ventana,
levantando mi amada cámara para mirar con atención por el objetivo. Es una
Pentax SLR manual, una voluminosa antigüedad que me dio mi abuelo hace años,
antes de morir. Ahora todos usan sus celulares, toman fotografías digitales para
ponerlas en línea y pasarlas, pero me gusta el peso de la vieja cámara en mi mano,
y las horas que tengo que pasar en el cuarto oscuro, persuadiendo
cuidadosamente cada foto a la vida.
Con cuidado giro el enfoque, haciendo más clara la vista. Las espumas del
océano, inquietas detrás de la línea de matorrales y la arena dividiendo la
carretera de la playa. Pongo el dedo en el disparador y presiono, rogando lograrlo
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durante el verano sin perder la cabeza.


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—Pronto vendrás aquí con tus propios hijos —añade mamá felizmente—.
Una tradición. Ya sabes, venía aquí con tus abuelos cada verano desde que era…
Una fuerte explosión suena, desvaneciendo su voz. El carro se desvía
salvajemente, de pronto fuera de control. Mi pecho golpea contra el cinturón de
seguridad, con dolor y mi cámara se desliza de mis manos. La agarro, desesperada,
mientras nos movemos por la carretera.
—¡Mamá! —grito aterrorizada. Veo un destello de luz roja por la ventana,
la camionera detrás de nosotros está en el carril. Se dirige directo hacia nosotras,
luego se desvía en el último segundo.
—¡Está bien! —Los nudillos de mi madre se ven blancos, agarrando el
volante mientras lucha por recuperar el control—. ¡Solo espera!
Me aferro a los lados de mi asiento, siendo lanzada de un lado al otro
mientras el carro sigue girando. Somos ingrávidas, flotando en la carretera.
Entonces, al menos, siento que las llantas tienen fricción de nuevo. El carro baja
de velocidad, hasta que finalmente, nos detenemos a un lado de la carretera.
Jadeo por aire, mi corazón palpitando. La camioneta roja que casi nos golpea se ha
salido del camino más adelante en la carretera, las llantas delanteras enterradas
en la arena y el barro.
Mamá sigue agarrada del volante, mirando directamente hacia adelante, su
cara luce como la tiza blanca. —¿Estás bien? —pregunto en voz baja. No
responde.
—¿Mamá? —pregunto de nuevo, estirándome para tocar su brazo. Se
encoge de dolor.
—¿Qué? Oh, sí, cariño. Estoy bien. —Traga—. La llanta se ponchó, creo.
No sé lo que pasó. Una señorita afortunada. —Mamá me da una sonrisa
temblorosa, pero siento una corriente de enojo crecer dentro mí.
—¿Afortunada? —exclamo furiosa—. ¡Ni siquiera deberíamos estar aquí!
Ninguno de nosotros quería venir este verano, y ahora casi morimos. ¡¿Y por
qué?!
De pronto es como si un camión mack se estrellara en mi pecho. No puedo
respirar, ni siquiera puedo pensar correctamente. Busco mi cinturón de seguridad
con manos temblorosas y luego abro estrepitosamente la puerta del auto,
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tropezando en la carretera.
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—¿Juliet? —habla detrás de mí, pero no me detengo. No me importa que


llueva, estoy mojada y hace frío contra mi blusa delgada y mi pantalón corto, solo
necesito salir. Necesito respirar.
Me alejo mucho del auto, jadeando por aire.
Nada de esto fue mi idea. No hemos vuelto a la casa de la playa en años, no
desde que era una niña. Tampoco hemos convivido mucho en familia, pero a mi
mamá se le metió en la cabeza que teníamos que pasar el verano juntos, antes de
que me fuera a la universidad, y Carina se graduara, y que finalmente pudiéramos
dejar de actuar como más que extraños distantes viviendo bajo el mismo techo,
intentando duramente aparentar que todo estaba bien.
No es que no lo hubiéramos practicado. Después de todo, fingir es lo que
mejor hace mi familia. Papá finge que no fue un académico fracasado con un
libro fallido a su nombre, y una prueba de martinis a las cuatro de la tarde. Mi
hermana finge que le importa más que establecerse con un esposo rico que sea
abogado con una membrecía en un country club y un bono de seis cifras. Mi
mamá finge que no se arrepiente de haber desperdiciado su vida con un
encantador escritor británico, o notar sus noches “asesorando” estudiantes en su
oficina, y el desdén en su voz cuando sea que recuerda tropezar en casa.
¿Y yo? Finjo que no me lastima seguir aparentando. Que ni siquiera me
duele ver cuánto aun lo ama, mansa y acobardada por un poco de su atención.
Que no tengo estos horribles ataques de pánico cada vez que pienso en dejarla
atrás cuando este otoño me dirijo a la universidad.
Ese el por qué al final estoy de acuerdo con esta broma de familia feliz,
para intentar entumecer esta sensación al abandonarla. ¿Quiere un último verano
aparentando? Se lo daré. Pero mira a lo que nos ha llevado todo lo de fingir: a casi
terminar muertas en un carro despedazado antes de que incluso su precioso
verano comenzara.
—¡Oye!
Escucho la voz de un chico detrás de mí, pero estoy tan desesperada, que
no me detengo. Mi corazón palpita con fuerza ahora, tan rápido que siento que va
a salírseme del pecho. Sé que solo necesito calmarme y esperar que el pánico
pase, pero cuando el torbellino llega, no puedo ver lo suficientemente bien para
intentarlo.
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—¡Oye, espera! —La voz viene más fuerte, y entonces hay una mano
pesada en mi brazo, jalándome.
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—¿Qué? —jadeo, tirando violentamente—. Qué demonios quie… —Mi


protesta muere en mis labios mientras miro la cara del chico más hermoso que he
visto alguna vez.
Sus ojos son la primera cosa que veo. Son de un azul oscuro, mezclado con
el color del cielo después de la puesta del sol. Ese siempre ha sido mi momento
favorito, ese cuando la última luz del día se desvanece, y las primeras estrellas
salen. Ahora las miro directamente, constelaciones infinitas de media noche.
Rodeadas de espesas pestañas oscuras, me queman por dentro, intenso. Llenos de
secretos, llenos de cicatrices.
—¿A dónde vas? —demanda el chico, aun agarrando mi brazo
dolorosamente—. ¡No puedes huir de esto!
Me alejo, aún aturdida. Es mayor que yo, pero no mucho, tal vez entrando
a los veinte: alto y de hombros anchos, piel con un bronceado profundo por el
sol. Sus brazos son firmes bajo la playera que usa, húmeda y pegada a su
musculoso torso. Su cuerpo es delgado pero compacto, casi radiando un poder
fuertemente enrollante en sus vaqueros negros y botas de trabajo. La lluvia gotea
de su cabello oscuro, enredándose en su cuello, y en su bíceps derecho puedo ver
la tinta negra de un tatuaje serpenteando bajo su playera.
Me quita el aliento.
El mundo regresa al enfoque, y me encuentro con que de nuevo puedo
respirar bien. Así como así, mi pánico comienza a reducirse.
—¿Me escuchas? —exige, con enojo en su rostro. Luego se desvanece,
reemplazándolo con desconcierto—. Espera, ¿estás herida? ¿Te golpeaste la
cabeza?
Alcanza mi cara, sus dedos rozan mi frente con sorprendente gentileza.
Miro esos ojos azules de nuevo y siento una onda de descarga corriendo a través
de mí. Eléctrico.
Me tambaleo lejos, sobresaltada. —Estoy bien. —Lo logro, finalmente mi
ritmo cardiaco comienza a desacelerar. ¿Qué demonios hago? Me regaño.
¿Babeando por un chico al lado de la carretera? ¿No tengo cosas más importantes
por las qué preocuparme, como el hecho de que estuve así de cerca de morir hace
solo unos minutos?
Ahora ya sabe que no estoy herida, la expresión de enojo del chico regresa.
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—Entonces eres afortunada de que no te mate yo mismo justo ahora —me dice.
Página

Severo—. ¿Qué demonios fue lo de allá atrás? ¿No sabes que no deberías manejar
rápido en una tormenta?
Contengo el aliento, mi frustración hirviendo, todo a la vez. —Primero
que nada, yo no iba manejando —grito en respuesta—. Y segundo, ¡fue un
accidente! Nuestra llanta explotó, eso pasa. ¿Cómo es que algo de eso es mi culpa?
—Lo reto, cruzando los brazos.
Sus ojos siguen el movimiento de mis brazos, y de pronto soy
dolorosamente consciente de mi blusa delgada, ahora mojada y pegada contra mi
pecho. Me estremezco, viendo un hambre nueva en sus ojos mientras su mirada
viaja por mi cuerpo, quedándose en mis piernas desnudas. Siento que me pica la
piel, y mi aliento contenido, no con incomodidad, sino con algo nuevo, alguna
clase de mayor conciencia. Siento una ola de calor bajar por mi estómago.
El chico arrastra su mirada de nuevo a la mía, y entonces me mira con lo
que juro es una sonrisa curvando las esquinas de su perfecta boca. —¿Cómo es
que ahora eres la que está enojada? —pregunta—. Soy el que tiene la camioneta
totalmente jodida allá atrás.
Miro detrás de él. Su camioneta se encuentra enterrada profundamente en
el banco de arena, las llantas traseras girando. —Sí, bueno, se nos ponchó la llanta
y no hay repuesto.
Sonríe de verdad esta vez. —¿Qué clase de idiota no lleva un repuesto?
Estamos a kilómetros de cualquier lugar.
—¡Tal vez la clase de persona que conduce en la ciudad, en donde tenemos
pequeñas cosas como señal de celular y grúas!
La sonrisa se desvanece. —Eres gente de verano —dice, como si fuera un
crimen.
—Déjame adivinar —disparo de regreso—. Eres un pueblerino con un
chip en tu hombro. Bueno, tal vez deberías guardar tus asuntos hasta que
logremos salir de aquí.
Abre su boca con sorpresa, luego se detiene. Mira alrededor a la carretera
vacía y mojada, finalmente, cae en cuenta que tengo un punto.
—Bien —dice, a regañadientes—. Llamaré a Norm para que nos recoja.
17

—¿Pensé que no había señal aquí? —Frunzo el ceño, sacando otra vez el
Página

teléfono de mi bolsillo, solo para revisar.


—Tengo un radio en la camioneta. —Se dirige de regreso hacia la
camioneta roja—. ¡Quédate ahí!
—¿A dónde más iría? —Suspiro, mirándolo alejarse. Trazo la parte trasera
de su cuerpo con mis ojos, absorbiendo la gracia de su forma de caminar. Luego se
gira y me atrapa. Me sonrojo, esperando francamente que no pueda ver mis
mejillas rosadas en la lluvia.
—No me dijiste tu nombre —grita.
—¡No lo preguntaste! —grito de regreso.
Se ríe y espera, hasta que finalmente me rindo.
—Juliet —le digo, y espero el chiste sarcástico, pero en su lugar, solo
levanta una ceja hacia mí.
—Soy Emerson —grita. Luego sonríe, un destello de algo verdadero y
temerario, tan profundamente azul que siento que mi corazón se detiene de
nuevo. Esto es de lo que se escriben las historias, comprendo, como si viniera de
lejos. Todos esos libros, películas y poemas que he leído, esto es para lo que me
prepararon, para el día en que un hombre extraño me sonriera, y me hiciera
olvidar quién soy.
Su mirada encuentra la mía, y juro que mi sangre canta, calor en mis venas
en lugar de frío, la lluvia húmeda bajando por mi espalda.
—Bienvenida a Cedar Cove.
18
Página
2
Traducido por Sandry, Nikky & Aleja E
Corregido por SammyD

Empujo mis recuerdos de Emerson hacia el fondo y sigo conduciendo.


Pronto, la playa vacía y los matorrales comienzan a mostrar signos de vida:
pequeñas casas de campo tejadas, escondidas en los altos pastos y situadas en la
orilla. Una línea con ropa secándose. Un coche oxidado sobre ladrillos en el
camino de entrada de alguien. Cruzo el puente por encima de las grandes lagunas
saladas a la orilla del río, y abandono la autopista, entro a la ciudad.
Incluso después de todos estos años, no ha cambiado mucho. Conduzco
despacio por la calle principal, sintiendo como si hubiera retrocedido en el
tiempo. Ahí se encuentra la tienda de la esquina, en donde el abuelo me
compraba helados de color rojo brillante; la caseta de tortitas de la señora Olsen,
sirviendo la galleta de chocolate más grande que he visto. La Taberna de Jimmy, a
la orilla del agua, siempre atrayendo a una multitud ruda, y más allá de eso, el
puerto, lleno de la desentonada mezcla de barcos de pesca en decadencia y
cruceros nuevos y brillantes.
Cedar Cove siempre fue una ciudad tranquila tipo resort, muy exaltada en
los límites para atraer las grandes carteras llenas de dólares de los turistas, pero no
ha sido intocable del todo por los nuevos desarrollos. Mientras conduzco, veo que
hay un nuevo centro comercial con una pizzería y una cafetería, y la franja de
nuevos bloques de apartamentos alineados frente al mar donde solían estar la
vieja tienda de yates y barcos, y la entrada a las cabañas.
Al menos no tendré síntomas de abstinencia a la cafeína este fin de
semana.
En una desviación en la carretera, giro hacia Sandpiper Lane. El camino
19

serpentea a lo largo de la polvorienta orilla, llena de romero silvestre y mirtos, en


Página

algunos lugares puedo vislumbrar las doradas arenas que descansan más allá de la
maleza. Después de un kilómetro y medio, llego a un oxidado buzón verde a un
lado de la carretera, y se transforma en el familiar camino de entrada.
La casa se encuentra tranquila y calentada con el sol de la tarde. De estilo
artesanal, tiene un amplio pórtico y tejas azules, ahora desvanecido a un gris
pálido. Los bordes blancos amarillentos, y las tejas se desmoronan, pero la
abertura frontal se encuentra perfectamente cuidada, con exuberante hierba y
rosas retorciéndose alrededor de las ventanas.
Aparco el Camaro al lado de un Lexus brillante y salgo lentamente del
coche.
Mis músculos se tensan por las horas al volante, así que los extiendo,
mirando la vieja casa. De regreso, siento una oleada fresca de emoción, sólo que
esta vez se trata de algo más que el aviso de una señal al lado de la carretera. Esta
es una casa, un hogar, lleno de cientos de recuerdos con años de peleas, risas,
amor y dolor. Ahí se encuentra el lugar donde jugábamos con los aspersores. Ahí
se halla el árbol que escalábamos para escapar de las peleas de mis padres en el
interior.
Ahí está el lugar oculto donde Emerson me dio un beso de buenas noches,
sus labios feroces y exploradores, sus manos deslizándose por debajo de mi
camiseta para provocarme y acariciar mi piel desnuda…
Me gustaría, por primera vez, tener a alguien aquí conmigo. No a Daniel,
pero quizás si a Lacey. Alguien que ataje esta vieja mierda emocional, y la
explique para mí. Es sólo una casa. Todo se encuentra en el pasado.
—¿Juliet? —Una mujer esbelta y pelirroja viene por un lado de la casa.
Viste un traje azul pastel y una blusa de seda, llevando un sujetapapeles y un
archivo. Me sonríe, alegre y optimista—. Soy Hallie, ¿Vienes desde Kingston
Realty? ¿Cómo fue tu viaje? ¿Te ha ido bien en la ciudad?
Sacudo los recuerdos. ¡Espabila, Juliet!
—Bien. —Asiento, caminando hacia delante para encontrarla.
—Es tan fabuloso conocerte. Muchas gracias por venir. —Me estrecha la
mano, y me da un beso en ambas mejillas. De cerca, puedo ver que su cabello es
de un color rojo antinatural, y sus dientes son revestidos de blanco deslumbrante.
Definitivamente no es de aquí.
20
Página

—La compañía de gestión ha estado al tanto del trabajo del patio y el


mantenimiento básico. —Comienza, llevándome hasta la puerta lateral que
siempre utilizábamos como entrada principal—. Obviamente, hay un poco de
trabajo por encima para que se ocupen los nuevos propietarios, pero eso no
debería ser un problema.
Saca las llaves y abre, entrando en la cocina. La sigo, y me congelo en el
umbral. Fue dejada intacta: las mismas fotos colgadas en la nevera, los mismos
platos decorativos alineados en la pared. Es como retroceder en el tiempo, a hace
cuatro largos años.
—Lo sé, está bastante desordenado. —Suspira, malinterpretando mi
silencio—. Todo esto tendrá que irse, antes de que podamos ponerla en el
mercado.
Me conduce a la sala principal. Las escaleras se curvan hacia arriba, y la
sala de estar y el comedor se ramifican a los lados. La luz del sol cae sobre el
desgastado suelo de madera. Un desorden de sandalias y zapatos viejos se alinean
bajo el perchero, un viejo espejo empañado se sostiene sobre de la mesa. Casi
esperaba que mi madre caminara por aquí, llevando un montón de comida del
mercado, y la descargara para hacer la cena.
Unas sofocantes y repentinas lágrimas pican en mi garganta. Tengo que
apretar los puños a mi lado y enterrar las uñas en las palmas de las manos para
retenerlas.
Hallie mira a su alrededor, y hace un ruido de desaprobación en voz baja.
—Para ser honesta, le dije a tu padre que sería mejor esperar. El mercado se
recupera, pero los precios siguen siendo bastante bajos. Con todo el nuevo
desarrollo de la ciudad, valdría la pena demorar la venta hasta el próximo año,
ver cuánto más se puede obtener.
—Tendrá que hablar con él sobre eso —contesto brevemente—. No es mi
elección venderla.
Tampoco fue mi elección interrumpir mi horario de estudio y venir aquí
tan sólo unas semanas antes de los finales para empacar el lugar, pero papá no
estaba dispuesto a esperar por algo tan poco importante como mi educación
universitaria.
—Oh —parpadea sorprendida—. Bueno, bien. ¿Cuándo fue la última vez
21

que estuviste aquí? —Su voz es radiante, tratando de empezar una pequeña
Página

charla. Sé que debería dejar pasar la pregunta, pero no puedo eludirla más.
—Hace cuatro años —le contesto lentamente—. Desde que mi madre
murió. Aquí, en esta casa.
Los ojos de Hallie se ensanchan con horror. —¡Oh, mi Señor! ¡Lo siento
mucho! Nadie me dijo…
—Está bien —la interrumpí, sintiéndome culpable por enterarla de esa
manera.
—¿Qué fue lo...? —pregunta, curiosa. Hasta ahora, he descubierto que todo
el mundo pregunta. Incluso cuando es de mala educación, o personal, no pueden
evitarlo. Todo el mundo tiene que saber la razón.
—Cáncer —le digo. Es mitad verdad, por lo menos.
Asiente. —Lo siento mucho. Les sigo diciendo a todas mis amigas, ¡vayan a
hacerse una mamografía!
Miro a mi alrededor, a la tapicería descolorida y a las rosas que se enroscan
alrededor de la ventana. Mi voz se suaviza. —Por lo menos pasábamos el verano
juntas. Siempre le gustó estar aquí.
Eso es cierto. Es por eso que he luchado con tanta fuerza contra el plan de
mi padre de vender. Los abuelos de mamá la construyeron, allá por los años
veinte, cuando tuvieron que intercambiar para la madera y clavos. Pasó de
generación en generación: la excelente tierra frente al mar que mantuvieron
incluso cuando los tiempos eran difíciles y luchaban para poner comida en la
mesa. Mamá amaba la historia, esa sensación de conexión con nuestro pasado.
Siempre hablaba de que nosotros la mantuviéramos para nuestras propias
familias, en la misma línea.
Pero papá tiene otros planes. Hundió a la familia en deudas mientras ella
aún vivía, y una vez que se fue, sólo empeoró. No sé a dónde va, malgastado el
dinero en cenas de lujo con sus adinerados y viejos amigos snobs, jugando a ser
un hombre sofisticado en la ciudad, cuando en realidad, es sólo una bazofia
borracha. Ya vendimos nuestra casa en la ciudad; ahora, la casa de la playa se
encuentra en su punto de mira.
Carina no puede entender mis protestas, el testamento dice que papá sólo
obtendrá la mitad de las ganancias de una venta, el resto se dividirá entre mi
hermana y yo. Comprometida por tercera vez, hace su mejor esfuerzo para
22

mantenerse al día con sus amigas amantes de marcas de diseñador, a pesar de que
Página

no ha tenido un trabajo de verdad desde la universidad. ¿Quién quiere una casa


destartalada en medio de la nada?, argumentó. Podría usar mi parte para comprar
una casa con Daniel, o conseguir un apartamento de vacaciones en algún lugar
más genial, como Miami.
Ahora, tristemente miro el papel tapiz despegado, y el pórtico trasero
donde solía leer durante horas. Lo genial nunca fue el punto.
—¡Bien! —Aplaude alegremente, pasando de todo lo dicho sobre la
muerte, el cáncer y otras preocupaciones sin importancia—. Tu padre dijo que
simplemente tiráramos todo. —Me entrega las llaves, y mira a su alrededor
alegremente—. Sabes, no tienes que hacer todo esto. Puedo llamar a algunos
chicos para que lo cojan y lo lleven a la basura, ahorrándote la molestia. Hay un
gran depósito de beneficencia unos pueblos más allá.
—¡No! —protesto en voz alta, a continuación, encubro rápidamente mi
arrebato—. Quiero decir, puede haber algunas cosas que valga la pena salvar.
Viejos recuerdos familiares. Prefiero revisarlos por mí misma.
—¡Por supuesto! —Tose, incómoda—. Bueno, llámame si necesitas algo.
Sólo tienes que llamar. Y dale besos y abrazos a tu padre de mi parte —añade, con
una risita—. Me contaba sobre su libro. ¿Cuándo sale?
Suspiro. —Todavía no estamos seguros —le digo vagamente. Mi padre
gana fans revoloteando dondequiera que va. Supongo que el encanto lo es todo
cuando estas podrido hasta la médula, como él.
—Oh, bueno dile que me llame, si alguna vez viene por aquí.
—No lo hará —respondo en breve—. Gracias por las llaves, te haré saber
cuando esté listo.
Se aleja, inestable con sus tacones. Miro por la ventana delantera mientras
sube en el Lexus y se aleja con un saludo de su mano.
Me quedo sola.
Me detengo un momento en el pasillo, preparándome. De repente, está
demasiado silencioso, demasiado tranquilo. Nada más que el sonido de las olas
distantes rompiendo contra la orilla, el canto ocasional de los pájaros y un motor
de un coche que pasa en la distancia. Solo yo aquí, con todos los recuerdos.
Con Emerson...
Siento una familiar burbuja de pánico creciendo en mi pecho. Revuelvo en
23

mi bolso y encuentro el frasco de pastillas allí, pequeñas, blancas y


Página

tranquilizantes. Las cuento de nuevo: una, dos, tres, cuatro, cinco.


Son las últimas de mi receta, las que juré no volvería a tomar de nuevo.
Daniel y el médico no entienden por qué quiero dejarlas, por lo que a ellos
respecta, mis ataques de pánico son un problema sencillo con una solución
simple. Medicación. Pero no entienden el lado negativo, cómo de atontada y
distante me hacen sentir las pastillas, como si hubiera una pared delgada de agua
separándome del mundo, y cada pensamiento o sentimiento que tengo es
suavizado y calmado.
Después de que mi madre murió, estaba feliz por finalmente tener una
forma de apagar mis emociones. Con la terrible agonía de mi dolor, su pérdida y
dejar atrás a Emerson, lo único que quería era estar entumecida. Pero a medida
que pasaban los meses, empezó a asustarme lo mucho que las necesitaba sólo para
pasar el día. Finalmente eliminé los antidepresivos, pero mis ataques de pánico
siguen apareciendo. Nunca sé cuándo va a golpearme uno. Estaré caminando por
el pasillo hacia clase, y de repente, mi corazón empezará a golpear, y el mundo
comenzará a girar. Es como una banda de hierro que se envuelve alrededor de mi
pecho, aplastándome, y estoy tan atrapada en el pánico, que siento como si me
fuera a morir. Cada vez.
Descubrí formas de manejar la mayoría de los ataques antes de que se
salgan de control: meditación y ejercicios de respiración, y la visualización de
cosas. Sólo tener las pastillas en mi bolso marca una diferencia, sabiendo que si
un ataque de pánico me golpea, puedo hacer que se detenga. Pero me gustaría
que no fueran un soporte para mí, siempre allí, tentándome de nuevo con el
adormecimiento. Ojalá pudiera hacerlo bien sin las medicinas.
Esta vez, no es necesario abrir el vial. Me obligo a ralentizar la respiración,
y a repetir el mantra que diseñé para manejarlo.
Estoy aquí. Estoy bien. Puedo salir de esto.
Poco a poco, siento que el pánico se disuelve, hasta que puedo oír el
estrépito distante de las olas de nuevo, y la llamada de las gaviotas dando vueltas
en la playa.
Estoy aquí. Estoy bien.
Miro el desorden a mi alrededor. Es mejor que me ponga a trabajar.
Me dirijo a mi coche y descargo: Traje cajas y cinta de embalaje, y un
24

cartón de bolsas de basura extra gruesas. Empiezo en el pasillo, y trabajo en


Página

dirección a la cocina, clasificando todo en tres categorías: basura, donar, y


guardar. Es un trabajo duro, y para cuando la luz se desvanece afuera de la
ventana y el sol se pone, tengo calor, estoy sudorosa y cansada, pero la cocina ni
siquiera se encuentra a mitad del camino de estar empacada.
Suena mi teléfono. Daniel. Dejo la cinta de embalaje y respondo. —Hola,
cariño.
—Hola, ¿todo bien? —Suena preocupado—. Dijiste que llamarías cuando
llegaras.
—Oh. —Me detengo—. Mierda, lo siento, lo olvidé. Nada más al llegar me
puse con el embalaje —agrego rápidamente, como una excusa—. Para lograr
hacerlo más rápido.
—¿Ah, sí? ¿Cómo va todo?
Miro el lío de cajas y bolsas de basura que me rodea. —Hay mucho más
trabajo de lo que pensé —suspiro—. No creo que vaya a regresar la próxima
semana. ¡Hay tantas cosas!
Daniel se ríe, de manera baja y reconfortante. —Me lo imaginé.
¿Recuerdas cuando mi tío Greg murió y tuve que ir a embalar su oficina? Eran
como, veinte años de viejos recortes de periódicos, todos archivados para ordenar.
—Así es. —Parte de la tensión en mi pecho se alivia. Daniel lo entiende,
siempre lo hace. Me imagino sus ojos marrones y su sonrisa perezosa; ahora
probablemente tumbado en el sofá con una cerveza, su recompensa después de
un largo día en la biblioteca de leyes—. Aun así, lo siento —agrego,
mordiéndome el labio—. Quería estar de vuelta para estudiar, y tienes tu primer
gran final la próxima semana.
—Está bien —suena despreocupado por mi retraso—. Probablemente
estaré en el búnker trabajando todo el fin de semana. Pero, te extraño.
—Yo también te extraño —le contesto en voz baja.
—Oye, ¿qué tal si voy y ayudo? —sugiere—. Dos pares de manos serán
más rápidos que una, y podría usar el descanso. He mirado los mismos capítulos
sobre Derecho Contractual por mucho tiempo, es todo tan confuso.
—¡No! —grito en voz alta—. Gracias, quiero decir, pero también tengo que
estudiar. Aquí. Supongo que con toda la paz, la tranquilidad y el océano... —
Estoy balbuceando, lo sé, pero no puedo evitar el pánico que se levanta en mi
25

pecho cada vez que pienso en Daniel aquí, en esta ciudad, en esta casa, mi pasado
Página

chocando contra mi futuro. He trabajado muy duro para mantenerlos separados,


para hacer una ruptura limpia, y de alguna manera sé que él estando aquí sería
demasiado duro de soportar—. Solo serán unos pocos días —prometo
rápidamente—. Una semana, como mucho. Ni siquiera eso. Empacaré y estudiaré,
terminaré en muy poco tiempo.
—No trabajes demasiado —me advierte Daniel cariñosamente—. ¿O tengo
que enviarte mensajes que te recuerden comer y dormir?
—No —protesto—. ¡Puedo cuidar de mi misma!
—Y recuerda meditar. Sabes que te da pánico...
—Lo sé —interrumpo rápidamente.
—Bien, bueno cuídate, llámame mañana.
—Te quiero —le susurró, y cuelgo, sola en la ahora oscura habitación. A
pesar de mi protesta hacia Daniel, me doy cuenta que tiene razón, no he comido
en todo el día. Mi estómago gruñe inquieto.
Miro a mi alrededor. He traído comida conmigo, podría cocinar una pasta
sencilla en la cocina, o calentar comida congelada en el microondas, pero
entonces tendría que sentarme aquí a comer sola, con todos estos fantasmas...
No. Necesito comida de verdad, y lo más importante, necesito una bebida
de verdad.
Agarro mi sudadera, mis llaves y salgo.
Sólo hay un lugar en la ciudad en dónde conseguir una bebida decente, o
comida servida después de las nueve de la noche, la Taberna de Jimmy. Entro en
el estacionamiento, ya está lleno en su mayoría con viejas camionetas arregladas.
Me encuentro nerviosa buscando en las filas ese destello familiar de color rojo
cereza. No hay señales de él.
¿Qué esperabas? Me respondí. Por la manera en que siempre conducía,
probablemente ya ha estrellado esa camioneta más de tres veces, tomando las
curvas demasiado rápido, con la radio a todo volumen.
Su mano descansando posesivamente en mi muslo...
Le echo un vistazo al espejo retrovisor dejando escapar un gemido. Mi pelo
se pega a mi frente en mechones sudorosos, y cualquier tipo de maquillaje que
26

tuve al comienzo del día se ha borrado desde hace mucho tiempo. Saco un poco
Página

de brillo labial de mi bolso y rápidamente me lo pongo, y hago en mi pelo una


trenza floja, por si acaso.
¿Por si acaso qué?
Me detengo, parpadeando ante mi propio reflejo. Esto es ridículo... no
puedo arrastrarme por la ciudad esperando encontrármelo escondido detrás de
cada esquina. No importa cuán horribles terminaron las cosas entre nosotros, ya
han pasado años, lo he superado. Estoy feliz en mi nueva vida, con un futuro
increíble, e incluso un maravilloso novio esperando en casa por mí.
El pensamiento de Daniel es como una ducha de agua fría en mis nerviosas
emociones. Tiro de mi pelo liberándolo de nuevo, me limpio el brillo labial, y
rápidamente atravieso las puertas principales.
Ahora mismo, soy rodeada por el bajo murmullo de las conversaciones y
las risas. Es un bar viejo y sin mantenimiento, con Bon Jovi sonando en la
máquina de discos y personas jugando billar en una esquina. Tomo asiento sobre
un taburete al otro extremo de la barra, y rápidamente muevo mis ojos por la
multitud. Veo algunas viejas caras conocidas, las habituales que recuerdo de
cuando me encontraba de regreso en la ciudad en el pasado, pero nadie me da
una segunda mirada, o cualquier atisbo de reconocimiento.
Dejo escapar un lento suspiro de alivio. No me di cuenta, hasta ahora, de lo
tensa que me encontraba, me preguntaba si volvería a verlo de nuevo. O incluso
no a él, sino a alguien que lo conociera lo suficientemente bien como para venir a
saludar y preguntar por mi familia y por mí.
—¿Qué puedo hacer por ti? —pregunta el cantinero, girando hacia mí. No
lo he visto antes, es joven y rubio, lleva una camisa a cuadros y una sonrisa
relajada.
—Jack y Coca-Cola —respondo—. Y una hamburguesa, gracias.
—En seguida. —Agarra la botella de licor de la primera fila en el estante
de atrás, vierte mucho en un vaso y me lo da—. ¿Acabas de llegar a la ciudad?
Hago una pausa. —¿Qué dijiste? —Fruncí el ceño.
Me da una sonrisa perezosa. —Conozco a todos los del pueblo.
Sus ojos se mueven rápido sobre mí, y recuerdo que no me he cambiado
desde el desayuno con Daniel esta mañana, lo que se siente como hace semanas.
Mi vestido de seda de muy buen gusto y unas sandalias pueden ser normales para
27

la ciudad, pero aquí en Cedar Cove, el uniforme es vaqueros cortos y sandalias. —


Página

Me atrapaste —digo, incómoda.


—Iré a ver esa hamburguesa. —Me guiña un ojo, y se aleja.
Me muevo con torpeza en el taburete, registrando cuán fuera de lugar
debo verme. Más abajo en la barra, un par de chicos con gorras de béisbol y
bronceado de obreros me comprueban con miradas largas. Trato de ignorarlos.
Agarro mi bebida y tomo un largo sorbo. Es fuerte, y el alcohol quema la parte
posterior de mi garganta, pero sigo bebiendo. Lo necesito esta noche, con todos
estos viejos fantasmas bailando alrededor del borde de mi mente, tratando de
hacerme tropezar.
Giro mi mente hacia las cosas seguras, como tratando de recordar la última
vez que estuve sola en un bar, sin amigos o Daniel. La respuesta es nunca. Ya en
la universidad, realmente nunca fui del tipo de saltar de bar en bar. Lacey me
arrastró a fiestas y a bares en la ciudad, pero después de Emerson, mi corazón se
hallaba demasiado herido para salir adelante de verdad y coquetear con los chicos
de fraternidad haciendo cola en una noche de viernes. Ni siquiera quería los
ligues al azar que Lacey siempre usaba para recuperarse después de que su
corazón quedara abollado por un chico. Mi dolor era demasiado profundo para
eso. Nada iba a hacerlo mejor.
Al menos, eso fue lo que pensé. Entonces terminé conociendo a Daniel en
mis clases de ética, el semestre de primavera de mi segundo año. Es tres años
mayor que yo, pero tomaba la clase para compensar un requisito básico de la
escuela de leyes. Las primeras semanas, sólo me sonrió. Lindo cabello marrón,
ojos castaños, camisetas y pantalones marca Oxford. Había algo genuino en su
expresión, como si tuviera una broma que compartir conmigo, sólo conmigo, y
pronto, me encontré devolviéndole la sonrisa. Luego se trasladó para sentarse
junto a mí, un día apareció en el asiento de al lado, ofreciéndome un bolígrafo de
repuesto y una copia de sus notas. Nos emparejamos para las tareas y empezamos
a estudiar juntos, para el momento en el que el final de semestre llegó, por fin me
invitó a salir en una cita.
Una cita real. Fue divertido, ahí estaba yo, rodeada de ligues casuales y de
una sola noche, y Daniel se tomó el tiempo de hacerlo bien. Mientras Lacey se
enviaba textos eróticos a las dos de la madrugada con tipos al azar, yo lo conocía
de la forma antigua. Cena y una película. Almuerzos de fin de semana, y luego
paseos por las librerías y las lindas tiendas de moda en el distrito de las artes. De
28

alguna manera, Daniel supo que yo necesitaba tiempo. Después de todo lo que
Página

pasó, no podía simplemente lanzarme a algo de nuevo, arriesgar mi recién


cicatrizado corazón con otro chico cuando sabía lo mucho que podía hacerme
daño el amar a alguien en la forma en que lo hice antes.
Porque no podría amar a otro hombre de esa manera, aunque lo intentara.
Esa parte de mi vida, la parte que amaba tan descuidada y desesperadamente,
estaba muerta y enterrada. Pero a medida que pasaban los meses con Daniel, y
que mis temores lentamente se desvanecían, me di cuenta que tal vez el amor no
tiene que destruirte. Tal vez no todo es pasión insoportable, y besos que te hacen
querer morir. Tal vez el amor puede ser esa ligera brisa sobre la que mamá me
habló: fuerte, segura y verdadera.
—Es hora de otra ronda.
Elevo la mirada. Uno de los chicos del otro lado de la barra se acercó. —
Soy Kenny —dice, de pie junto a mí, muy cerca, por lo que puedo oler en su
aliento el tenue aroma a sudor, cerveza y tabaco.
Trato de no retroceder.
—No gracias —respondo con firmeza.
—Ay, vamos. —Me sonríe, bronceado y de aspecto sólido, pero con una
altanera arrogancia en su mirada—. ¿Qué será? ¿Quieres uno de esos cócteles de
chicas o se te antojan las cosas fuertes?
Kenny me mira maliciosamente, su mirada deslizándose sugestivamente
sobre mi pecho, y aunque mi escote es sensato, infiernos, prácticamente recatado,
me siento desnuda bajo su mirada, en las peores formas.
Mi pecho se aprieta. Me siento enferma.
—Dije no, gracias —murmuro, tratando de mantener la voz baja. No
quiero una escena, pero este chico parece decidido a hablar conmigo—. De
verdad, estoy bien. Puedes volver con tu amigo.
La sonrisa de Kenny cae. —¿Qué? ¿No bebes con pueblerinos?
—No dije eso —contesto rápidamente. Miro a mi alrededor, pero nadie
nos presta atención, y el camarero aún se encuentra en la parte posterior.
—Seguro, pero es la verdad —se burla de mí—. Crees que eres demasiado
buena para nosotros, ¿es eso?
29

—No. —Mi voz es más fuerte ahora. Atrapo la mirada de una anciana en la
próxima mesa, pero baja la vista y mira lejos.
Página

—Entonces toma una copa. —Sus ojos se estrechan mezquinamente—. A


lo mejor te afloja.
Trago. Sé exactamente qué tipo de aflojamiento quiere, y eso nunca va a
suceder.
A pesar de que todavía tengo hambre y la comida viene, no me puedo
quedar. Bajo de mi taburete y rápidamente saco de mi bolso un billete de veinte,
dejándolo sobre la barra. —Tengo que irme —digo rápidamente, dando dos pasos
hacia la puerta.
Bloquea mi camino. —¿A dónde vas? —Se estira para tocar mi mejilla. Me
estremezco de nuevo—. Sólo nos estamos conociendo el uno al otro.
—Por favor... —Mi voz sale como un susurro, el corazón martilleando—.
Me tengo que ir.
—¿O qué? —Su sonrisa es tensa—. ¿Tienes a alguien esperando por ti? —
resopla—. Pobre cabrón, viviendo con una perra fría como tú.
Lo que viene a continuación pasa tan rápido que apenas tengo tiempo de
registrarlo. En un minuto, Kenny se inclina hacia mí, en el siguiente, se
encuentra volando por el aire. Aterriza con un estruendo en la mesa más cercana,
destrozando los vasos en el suelo. El agresor no se detiene un segundo, va tras él,
agarrando su camiseta por el cuello para levantarlo del suelo, mientras que otro
puño se estrella en su cara en varios golpes rápidos. La sangre se derrama por el
rostro de Kenny, mientras balbucea, sacudiéndose sin poder hacer nada contra el
ataque.
El otro chico sólo continúa dando puñetazos.
Jadeo. —¡Basta! —Lloró, corriendo hacia adelante. Agarro al otro chico por
los hombros, tratando de apartarlo, pero es demasiado grande: dos metros de puro
músculo, los tendones de su espalda ondulan con cada nuevo golpe que cae sobre
Kenny, ahora ensangrentado y gimiendo en el suelo.
—Por favor —ruego, desesperada—. ¡Lo vas a matar!
El chico finalmente se detiene, sólo por un segundo. Agarro un puñado de
su camiseta y lo alejo.
Se voltea, respirando con dificultad, la violencia sigue encendida en esas
30

profundas constelaciones azules que conozco de memoria.


Página

Emerson.
Me congelo, mirándolo con total conmoción. De todas las formas en las
que imaginé encontrarlo de nuevo, todos los millones de escenarios que solía
inventar, ninguna de ellas involucraba a un hombre golpeado y ensangrentado en
el suelo, y un bar repleto de gente mirándonos.
Oigo la sangre corriendo en mis oídos, y de repente, me siento mareada.
No puedo respirar. Pero esto no es un ataque de pánico, esto es algo
completamente distinto. Aquí se encuentra, frente a mí, como todas esas noches
en las que intenté no pensar en él, pero en las que de todas formas acabé
repitiendo cada momento y cada beso.
Emerson. Frente a mí. Por fin.
Mis ojos absorbiéndolo, codiciosos. Es mayor ahora, por supuesto que lo es.
He recordado al joven que solía ser, pero el brillo juvenil en sus ojos se ha ido,
creció. Todo un hombre. Sus características son más profundas, una oscura barba
cubre su mandíbula. Su cabello oscuro es muy corto, mostrando la fuerte curva
de su cráneo, y ese cuerpo que siempre fue delgado y firme, es más fuerte ahora,
brazos musculosos presionan la tela de su camiseta negra, todo su torso irradia
poder y furia animal.
—Jules —dice con voz ronca, todavía respirando con dificultad por la
pelea. No es que lo fuera, no realmente, fue una aniquilación.
Mi mirada se encuentra con la suya de nuevo. Estamos de pie a un metro
de distancia, pero la conexión entre nosotros es como una explosión de
electricidad, surgiendo de su oscura mirada hacia la mía.
—Yo... yo... —tartamudeo, jadeando en busca de aire, pero las palabras no
salen. Verlo es más de lo que nunca imaginé, su presencia llena mi mundo,
abrumándolo, como si no hubiera nada más en la habitación. Como si ni siquiera
existiera, sólo nosotros y la tormenta de emociones que pensé que nunca sentiría
de nuevo.
Es demasiado. Dios, todo es demasiado.
—Lo siento. —Se me escapa, doy la vuelta sobre mis talones y huyo.
Empujo pasando a las otras personas amontonadas alrededor y algo por las
puertas. Mis pasos resuenan en el oscuro estacionamiento mientras corro hacia
mi coche.
31

Lágrimas pican en la parte posterior de mi garganta. No sé lo que pasó allí,


Página

cómo pude derrumbarme con una mirada suya, pero de repente, es como si
tuviera dieciocho años de nuevo, sintiendo todo tan fresco y feroz, como si fuera
la primera vez.
¿Cómo pude ser tan estúpida de pensar que alguna vez lo superaría?
—¡Jules! ¡Juliet, espera!
Viene tras de mí.
No me detengo, hurgando en mi bolso por mis llaves. Tengo que salir,
antes de que pueda ver, mirar a qué restos me reduzco con sólo un vistazo.
—¿Qué? ¿Ni siquiera tengo un gracias?
La voz de Emerson se hace eco, sarcástica, en el terreno baldío.
Me detengo. De repente bastante enojada, furiosa conmigo misma por
desmoronarme tan fácilmente después de todo este tiempo, pero más que eso,
estoy enfadada con él. Caliente, bufando, apretando puños furiosos.
Me volteo. —¿Gracias? —escupo respondiéndole, mi voz alta y febril—.
¿Qué demonios fue eso? ¡Pudiste haberlo matado!
Se cruza de brazos, sus labios en una determinada línea delgada. Se halla de
pie en las sombras, con el cuerpo crispado, oscuro e imponente. —Se lo merecía.
Siento la ira crecer dentro de mí. Ahora lo recuerdo: el lado oscuro de la
pasión de Emerson. Los característicos celos, su posesivo brazo alrededor de mi
hombro. Antes me sentía segura en ellos, atesorada, como si fuera la mujer más
importante del mundo, pero esto es diferente. No tiene derecho a actuar como si
le perteneciera, ya no.
—¡Puedo cuidar de mí misma! —insisto airadamente.
—Eso no fue lo que me pareció. —Su voz es un bajo susurro.
Me freno por la posesión en su tono. —¡Lo tenía todo bajo control! ¡Tú ya
no me conoces!
Algo cruza por su rostro, incluso en la oscuridad, y siento una punzada de
remordimiento. Oh Dios, no debí decir eso. Luego su dura mirada se desvanece, y
por un momento, su mirada se encuentra con la mía: desnudo y vulnerable.
—Has vuelto —dice en voz baja. Da un medio paso hacia mí, y a pesar de
toda mi rabia, mi cuerpo se congela ahí mismo, con el anhelo de su toque, que me
32

lleve a sus brazos, como antes.


Página

Más cerca, grita mi mente. Cierra la distancia entre nosotros.


—Has vuelto—dice otra vez, como si no pudiera creerlo. Hay asombro en
sus ojos, feroz y emocionante—. Todo este tiempo, miré por esa puerta,
esperando que entraras por ella. Y ahora, estás aquí.
Inhalo bruscamente y rápido, odiándome incluso mientras una ola de
deleite me atraviesa gracias a sus palabras.
¿Me esperaba? ¿Quería volver a verme?
Después de la forma en la que concluimos las cosas, pensé con seguridad y
sin lugar a dudas que yo era la última persona en la tierra que querría volver a
ver. Me dijo que no deseaba volver a saber de mí; nada de correos, ni llamadas,
nada. Que preferiría sacarme completamente de su vida antes que fingir que
podríamos ser sólo amigos.
Lo que me duele más que nada, es imaginar que en alguna parte, me odia.
Y se arrepiente sobre lo nuestro.
¿Pero ahora...?
Mi corazón se atasca en mi garganta, pero empujo lejos mis pensamientos
fugitivos. —No deberías preocuparte por mí —digo rápidamente—Te lo dije, no
iba a volver.
Su rostro se oscurece de nuevo. —Lo recuerdo. Créeme, me acuerdo de
todo.
Ese último día llega de pronto a mi mente: el funeral, el viento húmedo
soplando en el acantilado desolado. Emerson a mi lado, sosteniéndome cuando
pensé que no tenía la fuerza para no desmoronarme. Y entonces, justo cuando
creía que no podía doler más, cuando pensaba que mi corazón estaba
completamente roto, me demostró que aún había algo más qué destruir.
Me encuentro con sus ojos, y puedo decir por su expresión, que también lo
recuerda.
—No estoy de regreso —balbuceo rápidamente, aferrándome a mis
llaves—. No realmente. Estamos vendiendo la casa, sólo estoy aquí para empacar.
Un par de días. Entonces me iré.
33

Para siempre.
Página

Las palabras quedan flotando entre nosotros.


Su rostro se suaviza, totalmente en blanco.
—Por supuesto. —Se encoge de hombros, de repente casual—. Debí
imaginarlo. Quiero decir, ya no hay nada aquí para ti.
Sus palabras me golpean como algo físico. Trato de ocultar mi
consternación. Ya no hay nada aquí para ti. Sé que no debí esperar algo diferente,
pero aun así, me duele el corazón por su tono, como si hablara del clima en lugar
de nosotros.
—Así es —digo, luchando contra las lágrimas que pican en la parte
posterior de mi garganta—. Me iré la próxima semana. No me verás de nuevo.
Inclina brevemente de cabeza. —¿Necesitas que te ayude a empacar?
Mi piel quema. Ahora es cortés, como si fuera una extraña a la que ofrece
una mano.
—No. —Me atraganto. La única cosa peor que su ira es su indiferencia—.
No necesito nada de ti ¡Nunca lo necesité!
Todo su cuerpo tensa. —Eso es correcto —dice, y me da una sonrisa cruel.
Sus ojos brillan, oscuros en las sombras—. Nunca lo hiciste.
Me estremezco de nuevo por su aseveración, y la amargura en su voz. Me
destroza por dentro oírlo de esa manera, pero, ¿por qué debería sorprenderme?
Fue él quien tomó nuestro amor y lo rompió en dos, como si no fuera nada. Como
si esas noches de verano calientes y feroces, y todas sus promesas susurradas no
hubieran sido más que un sueño.
Sé que debo irme ahora, volver a mi coche y marcharme, pero todavía no
puedo moverme. Su presencia es magnética, e incluso a través de su ira y la
agitación de mis emociones de culpa, siento la llamada de su cuerpo hacia el mío,
aquí en medio del estacionamiento vacío. El sonido del motor de un auto pasa a
lo lejos, y entonces el silencio cae de nuevo, nada más que sombras, y el débil
sonido del ruido y las risas que salían por las ventanas de la taberna.
Lo miro, congelada. La fuerza de los recuerdos me llama; cuando haces
algo tantas veces, se vuelve automático, más allá de todo pensamiento racional.
Estar tan cerca y no poder extender la mano... abrazarlo... besarlo. Necesito todo
el autocontrol que tengo para no caer en la tentación.
34
Página

Puedo verlo en sus ojos, también lo siente. Y nunca tuvo autocontrol.


Antes de que pueda reaccionar, cierra la distancia entre nosotros en unas
pocas zancadas. Se detiene, a pocos centímetros, tan cerca, que puedo sentir el
calor de su cuerpo irradiando a través de su camiseta.
Lo suficientemente cerca como para tocarlo.
Pero aun así, lucho contra él, desesperada. Aprieto los dedos a mis lados
para evitar alzarlos y pasarlos por su cabello oscuro, sentir el suave rasguño de su
barba, o trazar el contorno de su mandíbula. Siempre pensé que podía dibujar su
rostro de memoria, pero ahora, tan cerca, quiero descubrirlo todo de nuevo.
Se queda mirándome, sus ojos penetran cada defensa hasta que estoy
segura que puede ver todo lo que siento: toda mi alma abierta y esperándolo. Sus
ojos son calientes mientras extiende sus manos, y lentamente traza la línea de mi
mandíbula.
Me estremezco. Una descarga de eléctrica cruza a través mí donde su mano
roza mi rostro; atraviesa mi cuerpo como un rayo caliente y salvaje, quedándose
en mi estómago.
Deseo.
Pero aun así, no puedo moverme. Me encuentro atrapada en la fascinante
trampa de su mirada, incapaz de hacer nada mientras los dedos de Emerson
trazan lentamente mi cara. Su pulgar se apoya sobre el labio inferior, áspero
contra mi piel.
Jadeo con una entrecortada respiración. Cada nervio de mi cuerpo se
ilumina, brillando por la necesidad. Mi mundo se encoge, contrayéndose sólo en
sus ojos, en su tacto, y en el jalón de mi estómago.
Lo deseo.
Se inclina más cerca, con su cálido aliento en mi mejilla. Me estremezco de
nuevo, por lo físico de esto, por el puro deseo abrumador. Mis ojos se cierran, por
lo que no hay nada, solo sensaciones, sin luz o el mundo exterior, sólo su cuerpo
presionado contra el mío. Una parte lejana grita que me aleje, pero no puedo
moverme, apenas puedo respirar.
Sus labios se encuentran con mi oído. Susurra, áspero y bajo.
—Bueno... Casi nada.
Siento una repentina oleada de aire frío mientras da un paso hacia atrás.
35

Abro los ojos para encontrarlo mirándome. Su rostro duro, con una cruel sonrisa
Página

de triunfo en los labios.


¡Triunfo!
Grito, la humillación estrellándose en mí. Todo esto es un juego para él,
trata de demostrarme un punto. ¡Y caí! Mis mejillas arden, deseando salir de aquí
tan rápido como llegué. Pero luego eso es remplazado por furia.
—¡Imbécil! —le grito, empujándolo lejos de mí.
Se ríe, duro y metálico, como si fuera todo una gran broma.
En el interior, estoy avergonzada. No puedo imaginar cómo debí lucir para
él hace un momento, jadeando después de su pequeño toque. Como una chica
desesperada, caigo en cuenta, y es vergonzoso. Al igual que una total y miserable
perdedora.
—¡Maldito idiota! —grito de nuevo, tratando de bloquear la humillación
con la ira—. ¡Aléjate de mí!
Retrocede, con las manos en alto en señal de rendición. Su expresión es
burlona, y de repente en la oscuridad se ve como un extraño: molesto y distante.
Busco a tientas las llaves de la puerta del Camaro. —¡Déjame en paz! —le
grito de nuevo, con todo mi cuerpo temblando. La puerta finalmente se abre, y
me deslizo en el asiento. Azoto la puerta y de un tirón pongo las llaves en el
encendido, lo que provoca que el motor cobre vida. Acelero, con los neumáticos
chillando, pero mientras estos rugen en el estacionamiento, no puedo resistirme a
una última mirada por el espejo retrovisor.
No se encuentra por ningún lado. No se quedó para verme partir.
Obligo a mis ojos mirar hacia la carretera de nuevo, pero no puedo
contener las lágrimas por más tiempo. Se derraman por mis mejillas, calientes y
angustiosas. El dolor inunda mi pecho, un dolor miserable.
Ese no es el hombre del cual me enamoré.
El entendimiento es un nuevo golpe. El hombre que se burló de mí
cruelmente, no es el Emerson que solía conocer. Vivía al borde, pero siempre
estaba alegre, lleno de energía y determinación. El hombre de allí era oscuro,
amargado, con cicatrices. Me miró con gran determinación, sólo para conseguir
satisfacción con la humillación que el viejo Emerson nunca habría soñado.
36

¿Qué le pasó para que se convirtiera en esa persona? La inquietud


Página

burbujeaba en la superficie de mi mente, con susurros que no podía contener.


¿Y si era mi culpa?
3
Traducido por Zöe.. & sashas4
Corregido por Key

No puedo dormir.
Durante toda la noche permanezco acostada en la habitación de invitados,
aferrando las mantas a mi cuerpo y repitiendo la escena humillante del
estacionamiento. Una y otra vez, veo la expresión burlona en sus ojos, siento la
áspera barba de su mejilla arañar contra la mía.
Siento el sufrimiento de mi cuerpo llamándolo.
¡No!
Salto de la cama y me pongo mi suéter. Enciendo cada luz mientras bajo las
escaleras, como si la luminosidad pudiera ahuyentar mis sombras, y vuelvo a
atacar el embalaje —canalizando toda mi venganza reprimida en la tarea frente a
mí.
¡No pienses en él, Juliet! Me digo severamente. No pienses en lo que se ha
convertido.
Encuentro una vieja radio FM en uno de los estantes en la sala de estar y lo
enchufo, reproduciendo la música fuertemente para ahogar mis pensamientos
rebeldes. Al principio, lo enciendo en mi estación favorita de country, pero todas
las canciones parecen ser de amores perdidos y arrepentimiento, así que cambio
la estación a un canal pop: tan fuerte que estoy segura que los vecinos pueden
escucharlo incluso a casi un kilómetro de distancia.
Empaco, embalo y tiro hasta que estoy demasiado exhausta para pensar. No
puedo forzarme a mirar las fotografías y suvenires —lo último que necesito es
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sacar a la luz incluso más recuerdos— así que sólo los apilo en una caja y
continúo. Mis músculos sufren y me duele la cabeza, pero no confío en mi misma
Página

para detenerme, ni por un minuto. Ni siquiera por un segundo, para dejar el


recuerdo de los ojos de Emerson arrastrarse dentro de mi cabeza, tan sombríos y
oscuros.
Hubo un momento en que no podía imaginarlo mirándome con tanta
amargura. Hace cuatro años, pasamos ese verano en un enredo de besos intensos,
recostados en la playa bajo el caliente resplandor del sol, hablando y riendo,
simplemente embebiéndonos el uno del otro hasta que las suaves caricias de las
puntas de sus dedos sobre mi palma se volvían demasiado para soportar y nos
estimularíamos, entre risas, para encontrar algo de privacidad. Recordando, no
puedo creer que fuéramos tan sinvergüenzas: escabulléndonos en las dunas de
arena, la superficie plana de su camioneta, los bosques desiertos en las afueras de
la ciudad… Cualquier lugar en el que pudiéramos robarnos un momento juntos,
mareados de pasión, descubriendo lugares desconocidos con nuestras lenguas y
dedos, deslizando nuestros cuerpos en un glorioso sudor.
Cerrando los ojos para hundirme en el recuerdo, casi puedo saborearlo,
salado en mi lengua.
Entonces me obligo a salir de allí. ¿Qué haces? Me reprendo a mí misma.
¿Qué sucedió con no pensar en él?
Todos mis recuerdos felices de nosotros juntos, son sólo eso: el pasado. Era
joven. Estúpida. Creía que nuestro amor duraría por siempre.
Me equivoqué.
Finalmente, la noche se convierte en amanecer fuera de la ventana. Miro
alrededor de la habitación. Los estantes de libros casi están terminados, todas las
baratijas divididas entre cajas para donación, y unas pocas reliquias familiares
envueltas con seguridad en otro lado.
Voy a prepararme una taza de café sobre la estufa en la cocina. Pienso con
anhelo en las nuevas tiendas de café en la ciudad, pero no hay forma en que
regrese allí de nuevo, no si eso significa arriesgar otro encontronazo con
Emerson. Me quedo con los amargos granos instantáneos en una taza astillada, y
llevo mi infusión y libros de texto al pórtico trasero para ver la salida del sol.
Me siento en la descascarada y vieja silla mecedora e inhalo el salado aire
de la mañana. La playa está tranquila, un tramo silencioso de arena dorada bajo
un cielo pálido, las olas envuelven la costa suavemente. No se puede decir dónde
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termina nuestra propiedad y comienza la playa: las hierbas salvajes se arrastran


hasta el borde de nuestro pórtico de madera y después se dirigen hacia las dunas
Página

rodando hacia abajo, al océano. Papá siempre solía gritarnos por traer arena a la
casa, pero no había forma de evitarlo. Encontraría su camino en todos lados, el
mismo día que llegamos: en la suela de nuestros zapatos, entre las páginas de los
libros, arrastrándose por las escaleras.
Bebo mi café lentamente, sintiendo el tirón de nostalgia triste por esos
tempranos y más simples momentos. Fuimos felices aquí cuando era pequeña,
antes que los bordes deshilachados del matrimonio de mis padres se
desentrañaran, un cruel insulto a la vez. Pero no, eso no es verdad —se
desentrañaba durante todo el tiempo, sólo que no podía verlo en ese entonces.
Cuando era más joven, no me daba cuenta de la forma en que mi madre se
inclinaba hacia él por afecto, como una flor girándose hacia el sol. No veía el
desprecio en los ojos de él mientras miraba a su familia, ni escuchaba las crueles
calumnias en su voz después de demasiados tragos.
A menudo me pregunto qué le costó a ella, esconder eso de nosotros. Si tal
vez hubiera sobrevivido más, si no usara toda su fuerza para actuar como si nada
estuviera mal.
Me deshago de los recuerdos, desviando la mirada hacia la pequeña caseta
de jardín ubicada en el lado alejado de la propiedad. Es sólo un cobertizo,
tablones de madera y suelo de lona, pero dejo mis libros a un lado y camino a
través del césped como si me atrajera una fuerza magnética, con los pies descalzos
sobre el césped húmedo por el rocío.
Alcanzo el cobertizo y levanto una mano, abriendo la puerta lentamente.
Las bisagras chirrían y chillan, pero se abre. Entro.
Se encuentra oscuro: las ventanas cubiertas con gruesas cortinas negras
para bloquear toda la luz. Abro la puerta aún más y parpadeo para
acostumbrarme a las sombras. Lentamente, mis ojos comienzan a descifrar formas
en el pequeño cuarto. Un lavabo, un largo banco de trabajo, cubos de plástico
para lavar, un estante lleno de químicos. Todo exactamente de la forma en que lo
dejé.
El cuarto oscuro.
Mi abuelo lo construyo, cuando se casó con mi abuela. Él era el fotógrafo
de la familia, sólo un aficionado, pero lo amaba lo suficiente como para hacer este
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pequeño cuarto oscuro, para que mi abuela no se quejara de los químicos y el


desastre. Aquí me enseñó cómo revelar mi primer rollo de película: exponiendo
Página

la impresión en papel especial, luego empapándolo en baños químicos, hasta que,


lentamente, la imagen se volvía clara.
Ese verano prácticamente vivía aquí. Si no estaba fuera con Emerson, me
hallaba aquí, trabajando en mis impresiones. Y, a veces, él también venía —
parándose junto a mí, besando un trazo ardiente hacia debajo de mi cuello,
mientras yo estudiaba minuciosamente los negativos, recorriendo sus manos por
mi cuerpo.
¡No! Me advierto de nuevo severamente. Definitivamente no pienso en
eso.
Voy hacia los estantes y tomo una caja hermética. Dentro, encuentro
frascos de películas sin revelar y mi vieja cámara, envuelta en hule. La levanto
cuidadosamente. Está polvorienta, pero intacta: los largos lentes, el cuadrado
visor de vidrio, los ajustes que se tuercen debajo de mis dedos. Encaja en mi mano
como si perteneciera allí, aun así es otro recordatorio de todo lo que dejé atrás en
esta ciudad ese fatídico verano.
Sintiendo su peso familiar, una sensación de ser lo correcto se asienta en
mí. Una calma que no he sentido en mucho tiempo, ni por un momento desde
que conduje a través de los límites del condado.
Agarro la bolsa de lentes que cuelgan en la puerta, luego giro sobre mis
talones y regreso a la casa. Sólo me detengo para ponerme un bikini y un par de
mini-shorts, luego cierro la casa rápidamente y me deslizo en mi Camaro, con mi
cámara sobre el asiento del pasajero.
Estudiar y empacar pueden esperar. Necesito un descanso, y conozco el
lugar perfecto donde ir.
Conduzco fuera de la ciudad por unos quince kilómetros, dando tumbos
por un camino polvoriento. Las playas populares quedan atrás, junto a la
ensenada: doradas arenas planas protegidas y de fácil acceso a bebidas congeladas
y helados. Aquí afuera, las dunas son salvajes e indomables, las olas son azotadas
por el viento, desprotegidas. Bajo del auto y dejo mis zapatillas en una pila en la
arena, sintiendo los granos entre mis dedos. Respiro profundamente una vez más,
sintiendo la tensión fluir fuera de mis miembros cansados. Esto es lo que
necesitaba: alejarme de todo, sólo el océano y yo.
40

Cargo una película nueva en la cámara y la levanto a mi ojo. Se siente raro


al principio, como tratar de usar tu mano después de haber dormido sobre ella y
Página

está toda entumida, pero presiono y desenrollo la película, y lentamente, todo


regresa a mí. Color, textura y el giro de enfoque. Y más que nada, la claridad de
mirar al mundo en un paso eliminado.
Trepo por las dunas y luego bajo corriendo hacia la playa en una oleada de
energía. La neblina de la mañana se ha levantado, y el sol cae a plomo,
calentando mis brazos desnudos y azotando mi cabello a mí alrededor en un
enredo. Alcanzo el océano y entro, chillando un poco mientras el agua fría se
agita contra mis piernas.
Hay un ladrido a lo lejos de la playa, y luego un Labrador dorado se une a
mí en la superficie. Salta y salpica a mí alrededor, jadeando.
Le saco algunas fotos, riéndome.
—¡Oye, amigo! —Estiro la mano para acariciarlo. Tiene una roñosa y vieja
pelota de tenis en su boca, así que la agarro y finjo arrojarla—. ¿Quieres ir a
buscarla? —Lo molesto fingiendo arrojarla un par de veces más. Está ansioso y
rebotando, una bola peluda de energía—. De acuerdo, ¡ve!
Arrojo la pelota a la orilla y el perro sale corriendo, saltando detrás de ella.
Sigo su camino, haciendo zoom para tomas algunas fotos más. Entonces mi visor
cae en su dueño a la distancia, caminando por las dunas.
Me congelo.
Emerson.
Hago incluso más zoom para revisar, pero en verdad es él: shorts casuales y
pies descalzos, su desnudo torso bronceado y marcado. Se inclina para acariciar al
perro, sonriendo afectivamente, luego lo envía corriendo por la playa para
atrapar un trozo de madera. Se ve como una persona diferente de la noche
anterior, relajado y despreocupado. Más como el hombre que solía conocer.
Pero eso es sólo porque aún no me ha visto.
Bajo mi cámara, con mi estómago repentinamente lleno de nudos. Quiero
correr y esconderme, pero aquí afuera en la playa azotada por el viento, no hay
lugar para esconderse. Miro ansiosamente mientras él se endereza, escaneando la
orilla. Sus ojos caen sobre mí, e incluso desde aquí, puedo ver su cuerpo tensarse.
Hay una larga pausa. Por un minuto pienso que simplemente se girará y se
irá sin una palabra, pero entonces levanta la mano en un saludo titubeante.
41

También saludo.
Página

Mantente entera, Juliet, me digo a mí misma. No más derretirse en un


charco de deseo como la noche anterior.
Lentamente vuelvo a caminar hacia la orilla, mientras Emerson camina
hacia el océano. Nos encontramos en la superficie poco profunda, parados a
cuatro metros el uno del otro con el agua fría deslizándose entre nuestros pies.
—Hola —digo en voz baja. Me siento incluso más desnuda que la noche
anterior: un bikini y mis pequeños shorts, pero esta vez, Emerson no me devora
con los ojos. Mira hacia otro lado, como si ni siquiera quisiera verme.
Desearía poder fingir que siento lo mismo, pero sería una mentira.
Aun no puedo obligarme a mirarlo directamente a los ojos, pero mi mirada
no puede evitar vagar por él, absorbiendo cada detalle de nuevo. Ante la brillante
luz del sol, puedo ver cosas que no vi la noche anterior —como la pequeña línea
pálida de una cicatriz corriendo a través de un hombro, y las pecas en sus
antebrazos que se han multiplicado con los años.
—Hola. —La voz de Emerson es extraña.
Me preparo, reuniendo toda mi valentía. Entonces levanto la mirada, a
esos ojos azul oscuro. Siento un escalofrío a través de mí, tan agudo como anoche.
Esta vez al menos estoy preparada. No retrocedo, ni jadeo, pero aun así, siento mi
piel picar con su cercanía. Mis pezones se endurecen, y le agradezco a Dios que
mi bikini es oscuro y acolchado para esconder la evidencia de mi deseo.
¿Cómo puede hacerme esto con sólo existir?
—Tienes un perro.
Las palabras salen antes de darme cuenta de lo tontas que suenan. ¡Qué
manera de afirmar lo obvio!
Si Emerson piensa que actúo como una tonta, no lo dice. Asiente y su
expresión tensa se relaja, sólo un poco. —Su nombre es Eastwood. Lo encontré en
la carretera, hace un par de años. Sus dueños lo abandonaron allí.
—¡Eso es terrible!
El labio de Emerson se curva hacia arriba. —Es verdad, siempre fuiste
sensible con los animales.
42

Me mira, más suave. —¿Recuerdas ese gato callejero que solía venir?
Siempre le dejabas leche afuera, a pesar de que todos te decíamos que nunca te
Página

desharías de él.
—¡La pobre cosita estaba hambrienta! —protesto—. No podía simplemente
dejarlo morir de hambre.
—Al final del verano, alimentabas a cada callejero en el pueblo. —
Emerson ríe—. No sé qué cómo sobrevivieron cuando te marchaste.
Se detiene, la risa muriendo en sus labios cuando se da cuenta de lo que ha
dicho.
Cuando me marché.
Siento un nudo de pánico viendo los recuerdos oscurecer su mirada. Me
preparo para otro comentario cortante, más de la rabia y crueldad de la noche
anterior, pero en vez de eso, Emerson toma un largo aliento, exhalando
lentamente.
—Yo... quiero pedirte perdón. Por lo de anoche.
Parpadeo con sorpresa. De todo lo que esperaba que dijera, una disculpa ni
siquiera estaba en la lista. Emerson mira hacia abajo, a las ondas de las olas, pero
cuando finalmente arrastra su mirada hasta encontrarse con la mía, la expresión
en su cara está llena de pesar. Lo dice en serio.
—No —digo rápidamente—. Está bien.
—No lo estuvo. —Emerson suelta una risa amarga—. Tenías razón, fui
totalmente un jodido idiota. Yo... no sé qué decirte. —Se encoge de hombros—.
Supongo que fue el verte de nuevo. No sabía qué hacer.
—¡Está bien! —digo de nuevo, más fuerte esta vez—. De verdad, no
pienses más en eso. Sé que yo no lo hago.
La voz me suena radiante y falsa, pero pego una sonrisa despreocupada,
como si en realidad él no me molestara siendo tan idiota. Qué más se supone que
haga: ¿Decirle que lloré todo el camino a casa, odiando que pudiera mirarme con
tanta decepción hueca en sus ojos?
Emerson asiente lentamente. —Está bien. Entonces.
Hay otra pausa, larga y prolongada y llena con todo lo que no puedo decir.
¿Cómo llegamos a este punto? Me pregunto, mi corazón doliendo mientras lo veo
girarse hacia la playa por un momento para comprobar a Eastwood. Solíamos
hablar por horas, rebosantes de palabras. Podía contarle cosas que nunca admití
43

ante nadie, sobre mi jodida familia, mis esperanzas, sueños y oscuros secretos.
Página

Éramos más cercanos de lo que nunca pensé posible, como si compartiéramos una
sola alma, y ahora, ¿a esto hemos llegado? Emerson se halla de pie junto a mí pero
la mirada en sus ojos se encuentra muy lejos.
Es trágico.
¿Pero a quién engaño? Me digo a mí misma duramente. Sé cómo hemos
llegado aquí.
Yo nos traje aquí. Soy tan culpable como cualquiera.
No puedo soportarlo más. Esto es tan malo como la noche anterior, solo
que en vez de shock e ira y deseo deshaciéndome, ahora, es simple distancia.
—Debería... —Gesticulo vagamente hacia la orilla, sin ser capaz de
soportar esta torpeza desgarradora ni un momento más.
—Oh. —Podría jurar que veo decepción pasar por la cara de Emerson,
pero debo imaginármelo—. Claro —dice—. Probablemente tienes mucho que
hacer. Con la casa.
—Claro. —Repito, siento un dolor en mi pecho, tan duro que tengo que
recordarme a mí misma respirar. Ando lentamente de vuelta a la arena. Emerson
empieza a caminar junto a mí, a un brazo de distancia. A pesar de que no nos
tocamos —ni de lejos— aún siento su presencia a mi lado: el familiar paso
confiado, la forma en que su alto y amplio cuerpo empequeñece el mío. Tengo
que agarrar mi cámara con ambas manos para asegurarme de no estirarlas para
agarrar sus dedos con los míos, como siempre solíamos hacer.
Pero la peor parte, comprendo de repente, es que a pesar de lo incómodo,
doloroso y miserable que han sido los últimos minutos con él, no puedo soportar
que terminen. Es jodido, lo sé, pero encontrarme alrededor de Emerson, aunque
sea doloroso, es mejor que no estar con él para nada. Nunca estar con él de nuevo.
Busco en mi cabeza por algo que decir, intentando alargar este momento.
—¿Cómo está Brit? —pregunto rápidamente. Su hermana pequeña siempre
era fuente de drama cuando la vi la última vez. Apenas en la adolescencia, estaba
lista para escaparse con chicos y quedarse fuera toda la noche. Sus faldas cortas y
camisetas desabotonadas muy abajo—. Debe tener, ¿cuántos? ¿Diecinueve ahora?
—Sip. —Emerson asiente—. Conseguí que pasara el instituto, apenas —
añade—. Es camarera en el bar algunas noches. Intento hablar con ella sobre la
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escuela de moda, así puede hacer algo con sus diseños, pero... conoces a Brit. —Su
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voz es irónica, pero llena de afecto, y me recuerda todo sobre ese lado de
Emerson que no deja ver al resto del mundo: el hermano mayor, sin ayuda de
nadie tratando de cuidar a sus dos hermanos más jóvenes, mientras su madre
entra y sale de la adicción y malas relaciones.
—¿Y Ray Jay? —Tengo que preguntar, pero a la vez me preparo para la
respuesta. El hermano de Emerson era un problema, simple y llanamente. El
adolescente que conocí estaba lleno de ira, furia y rabia imprudente. Emerson
hacía lo que podía para mantenerlo a raya, pero Ray Jay lo odiaba casi tanto como
odiaba estar atrapado en un pequeño pueblo.
—Ya no es mi problema. —La voz de Emerson es casual, como
bromeando, pero oigo el giro bajo su despreocupación—. El chico escapó del
pueblo el día que cumplió dieciocho. Lo último que escuché es que se hallaba en
Tallahasee, haciendo Dios sabe qué.
—Lo siento —digo tranquilamente.
Se encoge de hombros. —En realidad no lo culpo. Quiero decir, quería
jodidamente salir del pueblo cuando tenía su edad también.
—Pero no lo hiciste —digo suavemente, pensando en todo su sacrificio y
responsabilidad desinteresada—. Te quedaste.
—Alguien tenía que hacerlo. —La voz de Emerson se fuerza. Pienso en su
madre, y también su padre, todos los que se han alejado de él. Y yo.
Mi corazón se entrecoge. ¿Habla de mí?
Me fui, hace cuatro largos años. Fui la que jodidamente escapó del pueblo
entonces, y dejé a Emerson aquí solo. Claro, él fue el que me dijo que me fuera,
pero podría haber peleado más duro. Le dejé alejarme, y me he odiado por eso
desde entonces. Sentí como si mi corazón se rompiera en un millón de pequeñas
piezas yéndome, pero me doy cuenta por primera vez ahora, que él debió sentirlo
también, viéndome ir.
Siento tristeza y arrepentimiento pasar a través de mí, un familiar dolor
hueco que esperaba se apagara con el tiempo. El fuerte tirón de emoción; el
aguijón en la parte posterior de mi garganta.
Rápidamente levanto mi cámara y hago unas pocas fotos más del perro, el
cual se tira por la arena salvajemente. La cámara esconde mi cara por un minuto,
y uso el escape para tomar unas pocas respiraciones rápidas, desesperadamente
usando cada gramo de autocontrol para recomponerme.
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Puedes hacer esto. Me recuerdo a mí misma. Esto no es nada. Has pasado


Página

por cosas peores. Dios, muchas peores.


La revisión de la realidad funciona. Cuando finalmente bajo la cámara de
nuevo —compuesta— encuentro a Emerson mirándome con una media sonrisa
torcida en su bello rostro.
—Aun haciendo fotos. —Sonríe—. Debes haber terminado con la escuela
de arte ahora.
—Oh. —Me detengo—. Al final no fui... quiero decir, fui a la universidad
—añado, medio consciente—, pero no a esa. No he cogido esta cosa en años.
—¿Lo abandonaste? —exclama Emerson duramente.
Doy un paso atrás, asombrada por la mirada furiosa en su rostro. —No,
simplemente, tenía escuela y... cosas —explico, débilmente—. No había tiempo
para pasatiempos.
Especialmente los que me recordaban a él.
—No puedo creer esto. —Emerson me mira fijamente con incredulidad—.
Hablaste sobre las escuelas de arte, y tus portafolios. ¿Y simplemente lo dejaste
todo malgastándolo?
—¡Estaba ocupada! —protesto subiendo el tono, frenando ante la
acusación en su tono. ¿Por qué me mira como si le hubiera fallado? Mi
respiración empieza a hacerse más rápida mientras siento el calor de la ira
aumentar en mi pecho—. Hice un doble grado en finanzas y contabilidad —le
dije fuertemente—. Tenía cosas reales e importantes en mi plato.
—Pura mierda. —La voz de Emerson es alta. Sus ojos destellan oscuridad y
furia hacia mí, frunce el ceño—. ¡La fotografía era tu pasión! Lo amabas.
Te amaba a ti.
Me sacudo el inquietante susurro. ¿Qué le daba derecho a juzgarme por
esto?
—¿Entonces qué se suponía que haría? —lo reto. Mis brazos doblados
furiosamente en mi pecho, y escucho mi voz subir de volumen, pero no puedo
calmarme ahora—. Ir a la escuela de arte, ¿y luego qué? ¿Gastar mi vida viviendo
de cheque en cheque intentando luchar como una artista? —Meneo la cabeza,
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furiosa—. Hice una inversión en mi futuro. La contabilidad es uno de los sectores


Página

más crecientes del mercado financiero —insisto—. Habrá trabajo continuamente.


Es una elección segura.
—¿Y la fotografía era un riesgo? —demanda Emerson en respuesta.
—¡Sí! —grito. Puedo sentir cómo mi piel se ruboriza con rabia, pero no me
echaré atrás—. La escuela de arte hubiera sido una elección estúpida y sin
sentido. ¡Me hubiera arrepentido por el resto de mi vida!
Mi voz hace eco en la playa con la barrida del viento.
Emerson toma un jadeo irregular de aire y se estremece. Parece como si le
hubiera abofeteado. De repente, me doy cuenta. Ya no hablábamos sobre mi
universidad.
—Emerson... —empiezo, pero entonces mi voz se desvanece. ¿Que se
supone que debo decir?
—No. —Me corta bruscamente—. Lo entiendo. Es bueno saberlo, hiciste la
elección correcta.
¡No! Quiero gritar. ¡Eso no es lo que quería decir!
Pero Emerson me mira con el ceño fruncido, estamos congelados ahí,
ninguno dispuesto a retroceder.
Al final, Emerson exhala. —Suficiente de ser civilizado —murmura, casi
para sí mismo.
—¿Qué? —pregunto precavidamente.
Me responde encogiéndose un poco de hombros. —Me dije que intentaría
al menos ser civilizado contigo.
Civilizado.
Sus palabras me envían una onda fresca de dolor a través de mí mientras
comprendo la sombría verdad detrás de sus palabras. Si esto es lo mejor por lo que
puedo esperar, si él tiene que forzarse incluso para decirme una palabra educada,
entonces esto es mucho peor de lo que imaginaba.
—¡Tengo que irme! —digo, alejándome de él. Tropiezo en la arena, y casi
caigo. Emerson saca sus manos para sostenerme. Cogiéndome del brazo.
Me congelo, sintiendo el calor pasar a través de mí por el contacto con su
mano en mi piel desnuda. Elevo la mirada, impotente, a sus ojos. Emerson me
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regresa la mirada. Algo rebota entre nosotros, ese innegable torrente de deseo y
Página

añoranza, y los recuerdos de su piel, caliente y húmeda contra la mía...


Retrocedo como si me hubiera quemado.
—Adiós —le digo rápidamente, antes de que me deshaga justo delante de
él—. Cuídate —añado, y mi voz sale tan cortante y distante que sueno como una
extraña.
Emerson pestañea. —Sí, claro. Tú también.
No me quedo cerca para humillarme más tiempo. Me voy, trepando de
vuelta por las dunas tan rápido como me llevan las piernas. Mis muslos queman
mientras subo por la arena, pero no paro, ni siquiera por un segundo. Sé que es la
última vez que lo veré, pero me fuerzo a no girarme para dar un último vistazo.
No es que lo necesite: tengo su imagen grabada en mi cerebro ahora, más
permanente que cualquier fotografía. La cara llena de decepción, dura y enfadada
al saber lo que he hecho de mí.
Sus juicios me pican, y siento cómo crecen las protestas dentro de mí, todo
el camino a casa. ¡No renuncié a nada! Tomé la decisión correcta, me tranquilizo.
Lo tenía que hacer. Me levanté después de su cruel rechazo, e hice lo que podía
para reparar mi corazón roto. La vida que he elegido es sólida, y real, ningún
sueño pasajero de la escuela de arte, y Dios sabe lo que vendría después. Después
de todo por lo que he pasado, no podría afrontar la inseguridad que viene de ese
tipo de vida: viviendo de cheque en cheque, sin saber nunca qué hay a la vuelta
de la esquina. Ya había tenido suficiente pobreza e inestabilidad para lo que me
quedaba de vida, suficiente dolor, en los cambios inesperados que el mundo podía
lanzar en mi camino.
Terminé con lo temerario, quería algo prudente, seguro y real.
Emerson se aseguró de eso.
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Página
4
Traducido por Aleja E & rihano
Corregido por Dey Kastély

Para el momento en que llego a la casa de la playa, una tormenta de


emociones gira a mí alrededor. Dolor por la ira de Emerson, una actitud defensiva
por la manera en la que me juzgó y una nueva ola de arrepentimiento por todo lo
que perdí ese verano.
Una parte de mí quisiera no haber vuelto nunca a Cedar Cover. Recuerdo
mi estúpida confianza mientras manejaba, tan segura de que podría lograrlo sin ni
siquiera ver a Emerson, y mucho menos deshacerme en un millón de piezas por
una sola mirada, un toque... Ahora, mírame, huyendo de nuestro encuentro como
si mi vida dependiera de ello. Si tan sólo mis sentimientos pudieran ser
empacados tan fácilmente como la casa: envueltos en papel y burbujas de
plástico, apilados ordenadamente en una caja. Sin desagradables crisis nerviosas o
deseos traicioneros, jalando de mi corazón cada vez que lo veo. Podría lanzarlos
dentro de una bodega, cerrar la puerta con llave y nunca volver a pensar en él.
Alejo mis pensamientos del pasado oscuro, y doy la vuelta por la carretera.
Hay otro coche aparcado junto a la casa: un viejo Volkswagen Escarabajo
amarillo, con dados y un atrapa sueños colgando del retrovisor.
De inmediato, mi corazón se eleva. Meto el Camaro en el estacionamiento
y salto, corriendo por el césped para encontrar a la persona que más necesito en
el mundo esperándome en el pórtico.
—¡Lacey!
Me lanzo a los brazos de mi mejor amiga y le doy un fuerte abrazo. El
alivio corre a través mí. Por segunda vez en el día, tengo que tragarme las
49

lágrimas, pero ésta vez son lágrimas de alegría.


Página

—¡No tienes idea de lo feliz que me siento de verte! —digo, todavía


abrazándola.
—¡Auch! ¡Senos! ¡Aplastados! —dice Lacey, en contra de mi cuello.
La libero, sonriendo. —Lo siento, ¡pero te extrañé mucho!
—¡Te has ido sólo dos días! —puntualiza Lacey. Su entrecortado cabello
rubio echado hacia atrás con un par de gafas enormes, viste un overol extra
grande con un bikini rojo que hace juego con su deslumbrante brillo labial.
Brillante, audaz, impetuosa; esa es Lacey.
—Pero, ¿qué haces aquí? —pregunto, el asombro desapareciendo—. No
me dijiste que vendrías.
—Me necesitas —espeta Lacey—, para hacerle frente al idiota de tu ex.
¿Cómo lo sabe? Ni siquiera le he hablado sobre la noche anterior con
Emerson, o lo que acaba de pasar esta mañana.
Me muerdo el labio. —Te dije que estaba bien.
Lacey pone en blanco sus ojos azules. —Sí, como con cinco signos de
exclamación. Si eso no es un grito de ayuda, no sé lo que es.
Hago una pausa por un momento, todavía tensa, pero luego me relajo y río.
Sólo Lacey puede leer entre líneas así. Siempre puede ver a través de mi
estupidez. —Bueno, me alegro que estés aquí.
—Yo también. —Lacey se apoya en la ventana abierta del Escarabajo, y
levanta una bolsa de papel marrón. Puedo oír el tintineo de cristal en el interior,
y veo la parte superior de una bolsa de papas sobresaliendo. Unos Doritos Cool
Ranch, nuestro bocadillo de consuelo—. Y vine preparada. ¡Vamos, vas a
contarme todo!

***

Unas horas, tres cervezas y dos bolsas de Cool Ranch más tarde, casi he
puesto al día a Lacey con todo lo que ha pasado durante las últimas cuarenta y
ocho horas.
—Mierda —dice Lacey al final de todo. Nos hallamos tendidas en los restos
50

de la sala de estar, rodeadas de envoltorios de comida chatarra y botellas vacías.


Página

Giro la cabeza y miro por encima de donde yazgo en el suelo delante del
sofá. —¿Eso es todo lo que tienes que decir? —pregunto—. ¿Te cuento la gran y
épica historia de cómo fui de bien a un maldito y total desastre en, como, un día
completo, y lo mejor que tienes para ofrecer es, “mierda”? ¿No te graduaste en
inglés?
—¡Oye! —Lacey lanza una almohada a mi cabeza—. Dame un minuto para
procesarlo.
Espero, limpiando migajas del fondo de la bolsa de papitas. La cerveza ha
enviado un zumbido agradable a través de mi cuerpo, y con Lacey alrededor, me
empiezo a sentir más como yo misma, y menos como el torbellino de emoción
pura que era más temprano en la playa.
Finalmente, Lacey se incorpora. Ondea su botella dramáticamente. —
Ahora que he tenido tiempo para pensar en ello, estoy dispuesta a compartir mis
pensamientos sobre tu extraña y desastrosa vida.
Toco un redoble de tambor en las tablas del suelo.
—Lo que tengo que decirte es esto —continúa ella—: Hijo de puta.
Parpadeo.
—Hijo de puta —dice Lacey de nuevo, arrastrando cada sílaba.
Me da un ataque de risa.
—¿Qué? Es cierto. ¿Él rompe tu corazón en un millón de malditos pedazos,
y luego tiene el descaro de juzgarte por tus decisiones? Imbécil. —Lacey toma un
largo trago de cerveza y luego suelta un eructo.
—Qué elegante —bromeo, para distraerme de las otras cosas que dijo.
—¡Esa soy yo, nena! —Me da un guiño. Entonces, su sonrisa se ablanda—.
Sinceramente, cariño, no sé qué decir. ¿Cómo te sientes al respecto?
—Te lo dije... —Mi voz se desvanece, incómoda ante la pregunta.
—Ah, pero no lo has hecho. —Lacey me señala con su botella—. Has
dicho lo que pasó, y lo que él dijo y lo que tú dijiste. Pero todavía no me has
dicho realmente acerca de cómo todo esto te hace sentir.
No respondo. ¿Qué puedo decir? ¿Qué, a pesar de todo, me olvido de mí
misma cuando miro sus ojos? ¿Qué un toque de él y es como si mi cuerpo
51

quemara, tan lleno de deseo que apenas puedo ver bien? No, no puedo decirle
Página

nada de eso. De algún modo, admitir en voz alta lo que Emerson me hace sería
como una traición a Daniel, y la vida que estamos construyendo juntos, y a todo
por lo que he trabajado tan duro en lograr. Es un secreto; mi oscuro secreto, sólo
otro que agregar a la colección.
—Siento que... necesito otra cerveza —digo finalmente, alcanzando la
bolsa. Está vacía—. ¿Sólo compraste un paquete? —me quejo, alzando mi voz
dramáticamente para distraer a Lacey de su pregunta todavía sin contestar.
Me da una mirada, como si supiera exactamente lo que estoy haciendo. —
No pensé que esto fuera un incendio de tres alarmas —señala.
—Hay una tienda de licores en la ciudad —sugiero—. Podríamos
simplemente cortar la mierda y conseguir un poco de tequila. Y pizza. Tengo
hambre. —Frunzo el ceño, bostezando. He perdido la noción del tiempo con
nuestra tarde de charla, pero sé que no he comido desde... ¿El emparedado de
mantequilla de maní y mermelada que improvisé anoche? Niego con la cabeza.
No es de extrañar que la cerveza ya esté haciendo un número en mí, me
convierto en nada, excepto humo aquí.
Lacey lucha por ponerse en posición vertical. —¡Oh, espera! ¡Sé lo que
tenemos que hacer! —Se arrastra hacia su bolso y rebusca. Saca un volante azul
brillante—. ¡Tiempo de fiesta! —anuncia—. Vi esto de camino a la ciudad. Algo
grande, por el puerto esta noche.
—¿Una fiesta? De ninguna maldita manera —concluyó rápidamente, antes
de que pueda dejarse llevar.
Demasiado tarde.
—¡Pero será divertido, justo lo que necesitas! —exclama Lacey—. Comida,
bebida, algo de baile, algunos chicos lindos... Esa última parte es para mí —añade,
parándose—. Tú tienes suficientes quebraderos de cabeza, con Daniel y el ex.
—Lacey, no puedo —digo, sintiendo un temblor de nervios—. En algo
como esto, de seguro él estará ahí.
—¿Y vas a dejarlo que maneje tu vida? —desafía Lacey.
—¡Sí! —grito—. Sólo hasta que me vaya de Cedar Cove.
—Tsk. —Lacey niega con la cabeza tan rápido que el pelo sale volando en
un halo enredado alrededor de su cabeza—. Nunca te tomé como una cobarde.
—No lo soy. —Trato de no dejarla engañarme—. Soy sensible. ¡Lo último
52

que quiero es otro terrible encuentro con él!


Página

—O tal vez sólo estás asustada de que no sea terrible —asume Lacey, con
los ojos brillantes—. Tal vez, tienes miedo de que si lo ves de nuevo, no serás
capaz de resistirte a dejar caer tus bragas y tener una última follada de despedida.
Mi pecho se aprieta. ¿Realmente soy tan obvia?
—Está bien. —Suelto, poniéndome de pie—. Iremos. No me importa.
Cualquier cosa para demostrarle que se equivoca.
—¡Hurra! —Lacey aplaude—. Tú y yo, afuera en la ciudad... Después de
que hagas algo sobre eso. —Hace gestos de arriba a abajo, de mi cabeza a mis pies
descalzos—. Te quiero, pero te ves echa un desastre.
—Es sólo una comida al aire libre —protesto, llegando a acariciar mi ahora
enredado cabello—. Todos irán totalmente informales.
—Razón de más para verte maldita y completamente caliente —declara
Lacey—. Vamos, ¿no quieres lucir bien para el ex? —pregunta con picardía.
—¡No! —jadeo, cruzando los brazos sobre mi pecho.
Suspira. —De acuerdo. Luce bien para mí. Yo soy la que tiene que mirar tu
andrajosa cara de mierda toda la noche. Sólo un poco de máscara de pestañas... —
Se me acerca y comienza a pinchar mi cara y blusa—. Y tal vez una linda
camiseta y una falda, y algo de labial...
—¡Bien, bien! —Alejo sus manos. Conozco a Lacey lo suficientemente bien
como para saber que no lo dejará ir. Mejor nos ahorro la molestia de que me
moleste toda la noche—. Me doy por vencida. ¡Hazme lo que quieras!
—Eso es lo que dicen todos los chicos. —Lacey me guiña.
Ya que me encuentro mareada con la cerveza, y me imagino que tenemos
una larga noche de beber por delante, convenzo a Lacey de intercambiar el
Escarabajo por un par de bicicletas. Andamos en bicicleta a la ciudad, inestables
en los viejos marcos oxidados, haciendo giros anchos en la carretera vacía.
—¡Deberías haberme dicho acerca de la parte del ciclismo antes de que nos
hubiéramos vestido! —resopla Lacey a mi lado, su corto vestido de verano de
color rosa alzándose mientras pedaleaba.
—Como si eso hubiera hecho una diferencia. —Me río—. ¡No trajiste nada
que sobrepasara más allá de tu muslo!
53

—Sí, pero tal vez no habría usado mi tanga de la suerte. —Mira hacia atrás,
Página

sacándome la lengua.
—Adivino que mis bragas no son tan aburridas ahora —bromeo, cantarina.
Ya hemos discutido por mi aburrido gusto en ropa interior. Lacey trajo el asiento
trasero lleno de ropa, suficiente para un mes, e insistió en vestirme en una mini
falda de mezclilla blanca y una camiseta colorida. Llenó mis muñecas con
brazaletes metálicos que tintinean en la noche, terminó el estilo enrollando mi
pelo húmedo en rizos sueltos, y maquillándome con rubor y brillo labial.
Cuando vi el resultado en el espejo, debo admitir, me sentí complacida. Si
voy a aventurarme de nuevo en la ciudad, no tiene nada de malo lucir bien,
decido.
Ahora, mientras llegamos a la calle principal y pedaleamos hasta el puerto,
siento que mis nervios se aceleran una vez más. Ya puedo oír la música y las risas
de la multitud en los muelles, y me pregunto si Emerson se encuentra entre ellos,
bebiendo una cerveza con los amigos. O peor aún, con una chica.
—¡No pongas esa cara! —exclama Lacey—. Esa cara está prohibida esta
noche, ¿entiendes?
—¡Es mi cara! —protesto débilmente.
—Sí, y te ves como si te dirigieras a tener a Marta arrancando la cera
caliente de tu va-gi-na. —replica Lacey.
No puedo dejar de reír.
—¿Ves? ¡Mejor! —anima Lacey—. Confía en mí, para el final de la noche,
voy a tenerte olvidando a este tipo como si jamás hubiera existido. El tequila o
yo, de cualquier forma.
Llegamos al puerto y encadenamos las bicicletas contra una barandilla.
Miro a mi alrededor. Es temprano, pero ya hay una gran multitud. La música está
a todo volumen, con puestos de comida y mesas dispuestas sirviendo camarones
frescos y pasteles de cangrejo. Hay un bar improvisado con cervezas y alcohol, y
la fiesta continúa a través de todo el puerto: los barcos reproduciendo más
música, las luces colgadas a lo largo del muelle. Veo gente del lugar y caras
desconocidas; los turistas, los chicos de la universidad, y también familias. Es una
fiesta de verdad, y no puedo dejar de sentir una pequeña sensación de
anticipación.
Entonces, mis ojos atrapan un rostro en la multitud: una chica de cabello
oscuro, vestida con diminutos pantalones cortos de corte bajo y la parte de arriba
54

de un bikini negro. Está abrazada a un chico que luce sucio, preparando tragos.
Página

Me congelo.
—Mierda. —Lacey me siente tensarme a su lado—. ¿Él está aquí?
Niego con la cabeza. —No. Es sólo su hermana.
Me encuentro a punto de voltearme cuando los ojos de Brit se encuentran
con los míos en la multitud. Su rostro se oscurece. Empuja al hombre a un lado y
marcha hacia nosotras.
Siento un aleteo de nervios. Siempre me llevé bien con Brit, pero eso fue
antes de que dejara la ciudad y rompiera el corazón de su hermano. La
adolescente desgarbada que conocí en ese entonces ha sido sustituida por una
chica curvilínea, con los ojos perfilados con delineador negro y un anillo en la
nariz, y el asesinato en sus ojos.
Llega hasta nosotras, mirándonos fijamente.
—¿Qué demonios haces aquí? —exige Brit. Su voz es alta y acusadora, y las
personas alrededor se voltean a mirar.
Me sonrojo. —Hola, Brit, ¿cómo te va? —pregunto débilmente,
retrocediendo.
—¿Estás jodidamente bromeando? —espeta Brit—. Tienes el descaro de
aparecer aquí después de lo que hiciste.
Parpadeo, confundida. ¿Qué hice?
Brit da otro paso adelante, poniéndose en mi cara, pero antes de que pueda
decir una palabra, Lacey se para delante de mí.
—¡Oye ahí! —dice Lacey—. ¿Por qué no jodidamente retrocedes?
La boca de Brit cae abierta.
—Vinimos aquí solo por la fiesta —le dice Lacey, mirándola—. Así que,
por qué no vuelves con tu joven amante antes de que él encuentre a alguna otra
zorra con quien perder el tiempo.
Señala hacia donde el chico de Brit coquetea con una chica rubia, sus ojos
fijos en su pecho mientras ella hace pucheros y retuerce su cabello.
Los ojos de Brit relampaguean de rabia, y puedo ver su lucha entre dejarme
mal públicamente o preocuparse por sus propios asuntos. Al final, su chico gana.
—Solo mantente alejada de Emerson, ¿me oyes? —Me apunta
55

amenazadoramente. Una vez más, Lacey se mueve para bloquear la furia de Brit.
Página

—Ese es el plan, cariño. Vamos, desaparece.


Con una mirada final, Brit se aleja.
Lentamente, exhalo.
—Vaya. —Lacey se gira hacia mí, sonriendo—. Durante todos estos años
has sido tan buena y tranquila... y resulta que guardaste todo el drama justo aquí.
—Ella no solía ser así —protesto rápidamente—. Era una chica genial. En
el diseño de moda y los ponis.
—Sí, bueno, ese ya no es el tipo de paseos que hace —dice Lacey. Sobre el
agua, Brit le grita al chico de pelo largo, mientras la rubia inteligentemente se
aleja.
Me volteo, todavía confundida por el veneno de Brit, pero contenta de que
un enfrentamiento público se haya evitado. —Gracias —le digo a Lacey—, por
intervenir ahí.
—Siempre he cuidado tu espalda —declara Lacey—. Y ahora es tu turno
para devolver el favor, como mi compañera. —Señala con la cabeza a la zona del
bar, donde un grupo de chicos lindos esperan en la fila.
Me río, aliviada. Con esto al menos he tenido práctica. —Lidere el camino,
señora.
Llenamos nuestros platos con comida, y luego nos dirigimos al bar. Lacey
trabaja su magia habitual, agitando sus pestañas y presionándose cerca y, por arte
de magia, un espacio se abre para nosotras en la abarrotada multitud.
—No me dijiste que este pueblo estaba tan lleno de guapuras. —Lacey
arrastra la voz, revisando el panorama—. Pero supongo que estabas ocupada en
otras cosas.
—Ajá —murmuro, distraída. Ansiosamente paso la mirada por toda la
multitud, en busca de la constitución poderosamente familiar de Emerson.
—¡Tierra a Juliet! —Lacey chasquea los dedos. Me giro—. Vamos —
exige—, ayúdame a conseguir la atención del camarero, este lugar está inundado.
Yo, obedientemente, trato de encontrar al tipo a cargo del caos.
Entonces lo siento.
Algo hace que mi piel cosquillee y, de repente, siento una oleada de
56

euforia nerviosa inundando mi sistema.


Página

Emerson.
Ni siquiera me giro de inmediato, pero sé que está aquí, en algún lugar. No
puedo explicarlo, pero es como que mi cuerpo tiene un radar especial, sólo para
él. Lo reconocería en un huracán, en una tormenta de nieve, si fuera sorda y
ciega. Mi cuerpo lo conoce de memoria.
Poco a poco, me doy la vuelta.
Ahí está, al otro lado de la pista de baile improvisada. Me mira con una
expresión oscura, ilegible, vistiendo pantalones negros y una camiseta gris
desteñida que abraza todos los músculos y tendones de su torso. Hay una chica a
su lado, alguna morena que se arrima con un pequeño vestido de verano,
charlando, pero sus ojos no abandonan los míos.
El mundo se encoge de nuevo, sólo a la expresión en sus ojos y el sonido de
los latidos de mi corazón.
Sofoco un gemido, atrapada en su mirada.
—Bravo, victoria. —Lacey alinea una fila de chupitos de tequila. No se ha
dado cuenta de que miro fijamente a través de la multitud, demasiado ocupada
colocando el limón y la sal—. ¿Bebé? En serio, entra en el juego ya.
Arrastro mis ojos lejos de él, y agarro el primer vaso de chupito. Lo vacío
de golpe, aguantando la fuerte amargura, luego tomo una rodaja de limón para
chuparla.
—¡Esa es mi chica! —Lacey festeja—. ¿Por qué debemos celebrar?
Miro atrás, hacia Emerson, pero no está por ningún lado.
—Por el futuro —digo, volteándome para alcanzar el siguiente trago.
—¡Mierda, si! —grita Lacey—. ¡El futuro!
57
Página
5
Traducido por Kells & Alessandra Wilde
Corregido por Laurita PI

La noche cae, y la fiesta alcanza su punto máximo. Una banda estilo


country-rock se instala en el bar, y pronto el espacio abierto se encuentra lleno,
una pista de baile se improvisa debajo de las linternas y luces de los edificios
cercanos. Lacey se mete en el espíritu de la fiesta: charlando, coqueteando,
bailando con la constante corriente de chicos que siempre parecen zumbar a su
alrededor. Hay algo en su energía, contagiosa y juguetona, que siempre atrae una
multitud. Que se preocupe de mantener a alguno de ellos cerca durante un
tiempo… bueno, eso es otra cosa.
Yo también sigo la corriente: bebiendo chupitos, sonriendo en el momento
justo en las divertidas historias de Lacey, incluso bailando en el borde del grupo,
tratando de perderme en el ritmo y la risa. Pero sólo me relajo a medias. No
importa qué haga, no puedo dejar de vigilar a Emerson, echando un vistazo para
ver si está cerca. No hay señal de él por ningún lado, pero sé que está aquí en
alguna parte, tiene que estarlo.
Lo siento.
¿Y quién demonios es esa chica con la que lo vi? Siento una punzada de
celos, incluso aunque sé que es ridículo. Ella era guapa, ¿pero por qué no iba a
serlo? Me sorprende que las chicas no estén haciendo una fila para tratar de
llevarse a Emerson, y demonios, quizá si la estén haciendo. Tal vez hubo un
desfile de ellas desde que me fui, una tras otra, tras otra…
Me trago el resto de mi bebida —esta vez algún cóctel de frutas picadas—
y trato de no pensar en ello. Él puede salir con quien quiera. Tengo a Daniel. No
significa nada para mí.
58
Página

—¡Justo a tiempo! —anuncia Lacey.


Levanto la mirada. Ella ha regresado con otra ronda de bebidas. Hago una
mueca.
—Creo que he terminado —digo, moviendo lejos una copa. Mi cabeza da
vueltas ahora, y las luces comienzan a desdibujarse ante mis ojos cansados.
—Te emborrachas fácilmente —se burla Lacey—. Bueno, ¡más para mí!
¡Oye, Garrett! —llama, saludando a alguien.
Me giro. Es el camarero rubio de la Taberna de Jimmy, sonriendo, con
barba de tres días y una camisa a cuadros. Balancea un plato lleno de pastel frito
como un profesional, moviéndose a través de la multitud.
—Le dije lo hambrienta que estaba, y él se ofreció para conseguir algo. ¿A
qué es dulce? —murmura Lacey con admiración.
—Eres una obra de arte, Lacey Sullivan. —Rio.
—Está bueno, ¿no? —me susurra Lacey, mientras él se aproxima—. ¿Serás
buena si paso la noche en algún lugar más esta noche?
—Claro. —Rio—. Alguna de nosotras debe conseguir algo.
Y definitivamente no seré yo.
—Esta es mi amiga, Juliet. —Lacey nos presenta cuando Garrett llega.
—Es un placer conocerte. —Sacudo su mano—. Otra vez.
Lacey levanta una ceja. —¿Chicos, se conocen?
—Nos conocimos la otra noche —explica Garrett de manera amable—.
Ella me debe una por todos los vasos rotos que tuve que limpiar.
—Espera, ¿qué? —Lacey parecía confundida.
Me muerdo el labio arrepentida. —¡Siento mucho eso! Garrett trabajaba la
noche de la pelea —explico rápidamente a Lacey.
Sus ojos se amplían. —¡Increíble! Quiero decir, no que tuvieras que limpiar
—agregó, recorriendo con sus manos los bíceps de Garrett, coqueteando—. Pero
tuviste que ver todo el asunto. ¿Jules exageró? ¿O Emerson de verdad golpeó al
chico?
—Oh, lo destrozó bien —se burla Garrett, dando un sorbo a su botella de
59

cerveza—. Kenny necesitó un par de puntos.


Página

Hago una mueca de dolor. —De verdad, lo siento —digo de nuevo. Luego
pienso en otra cosa, y jadeo—. Mierda, ¿Emerson se metió en problemas? —le
pregunto nerviosa—. No quiero que le prohíban la entrada de por vida, o algo así.
—No, él está bien —responde Garrett, entretenido—. El tipo no puede
vetarse a sí mismo.
Frunzo el ceño. —¿Qué quieres decir?
Me mira. —Ya sabes, el bar es suyo. Él es el dueño. ¿No es así, jefe? —
Garrett mira más allá de mí.
Mi corazón da un vuelco, y entonces escucho la voz de Emerson, su
pronunciación lenta enviando temblores que se deslizan por mi espina dorsal.
—¿Qué es esto, justo hablas de mí? —La voz de Emerson suena fácil y
coqueta—. Cuida tu boca, o despediré tu trasero.
—De ninguna manera, hombre —sonríe Garrett—. Soy el que atrae a una
multitud de chicas universitarias. Me aman. —Guiña el ojo hacia Lacey, que
suelta una risita.
—Qué engreído eres. —Ella golpea su brazo juguetonamente, y los dos
empiezan a coquetear y a bromear.
Me siento allí, sin mover ni un músculo. De repente, siento un tipo de
mareo que no tiene nada que ver con la innumerable cantidad de bebidas que
consumí. Siento a Emerson a mi lado, pero no me atrevo a girarme, o mirarlo a
los ojos.
Es sólo que esta mañana nos encontrábamos en la playa juntos, y la noche
pasada peleamos en el estacionamiento. ¿Cómo pudo mi mundo dar un giro de
ciento ochenta grados en sólo veinticuatro horas?
—Hola, Jules. —Su voz es tranquila.
—Hola —respondo. Miro hacia abajo, tocando la piel del borde de mi uña.
Mierda, me doy que cuenta de que he destruido mi manicura.
Lacey finalmente arrastra su atención lejos de Garrett. Me mira, luego a
Emerson, y viceversa. Repentinamente se atraganta con su cerveza mientras
suma dos más dos. —Oh, ¡mierda! —exclama—. ¡Es su ex!
¿Qué diablos? Me dan ganas de gritar. ¡Qué modo de ser sutil, Lacey! Le
lanzo una mirada furiosa.
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—Quiero decir… hola, soy Lacey. —Lo cubre rápidamente—. Y, uh,


Página

vamos a ir a bailar. ¿No es así, semental? —Toma la mano a Garrett.


—Claro, cariño —sonríe, terminando su cerveza.
¿Me dejan sola? ¿Con Emerson?
—Espera, Lacey… —Intento protestar, pero ella me guiña un ojo, y
arrastra a Garrett hacia donde bailan las parejas con la banda de rock en vivo.
Mierda.
Tomo una respiración corta y miro de reojo a Emerson. Está observando a
la multitud, golpeteando su pie junto con la banda. Casual. Está bien, así que es
así cómo vamos a jugar a esto. Yo también puedo ser casual. —Por lo tanto…
¿Eres el dueño de Jimmy ahora? —digo—. Eso es genial. ¿Por qué no me lo
dijiste?
Emerson me da una media mirada. —No me preguntaste.
Me detengo. ¿Cómo es eso mi culpa? —Sí, bueno no tuve exactamente
tiempo, contigo golpeando a un chico, fingiendo como si fueras a hacer algo
conmigo y luego juzgando cada una de las decisiones de mi vida.
Mi respuesta sale como un látigo antes de que pueda detenerla. Sujeto una
mano sobre mi boca, y me quedo mirando la expresión de shock en el rostro de
Emerson. ¡Él no esperaba eso para nada!
¿Pero por qué demonios no debo decirlo? Es la verdad, después de todo.
Dejo escapar una risita, incapaz de detenerme.
Su expresión cambia.
—Estas borracha —dice brevemente.
Me encojo de hombros, a la defensiva. —¿Y qué si lo estoy?
—Que nunca has tenido aguante con la bebida. —Sacude la cabeza, y toma
otro trago de su cerveza—. Me pregunto, ¿qué más habrá cambiado? —Su boca se
curva en una lujuriosa sonrisa—. ¿Todavía haces ese sonido entrecortado cuando
te corres?
Jadeo, sorprendida. —¡Qué te jodan!
—Ya he estado ahí, cariño. —Me da una perezosa mirada, sus ojos pasando
sobre mi cuerpo de la cabeza a los pies. De repente, tengo un recuerdo de su boca
siguiendo el mismo camino.
61

Lamiendo lentamente mi cuerpo hasta que estoy jadeante y mojada para él,
Página

me arqueo sin pensar, mis dedos enredados en su cabello, apretando su boca con
fuerza contra mí…
Me estremezco, y pliego mis brazos protectoramente sobre mi pecho.
Puedo sentir mis mejillas ruborizadas al rojo vivo y no puedo dejar que vea
cuanto me afecta.
—Como sea. —Me encojo de hombros—. Me voy a casa. —Doy un par de
pasos lejos de él y luego me apoyo sobre el banco para sostenerme mientras mi
cabeza da vueltas.
—Tranquila, Jay Bird. —Emerson se mueve para agarrar mi brazo, pero lo
sacudo lejos—. No vas a conducir a ningún lado —me dice, de hecho.
—No es lo que planeo —disparo de regreso—. Venimos en bicicleta hasta
aquí.
Emerson sonríe con suficiencia, sus ojos oscuros brillando bajo las
linternas. —Tú no volverás en bicicleta, ¿tres kilómetros, en la oscuridad y
borracha?
—Ni siquiera trates de detenerme. —Lo fulmino con la mirada.
Sacude su cabeza, entretenido. —Eso tengo que verlo.
Encuentro a Lacey en la pista de baile con Garrett, y le hago saber que me
voy. No está muy convencida, se encuentra inclinada cerca de él con los brazos
alrededor de su cintura.
—Voy a llevarla a casa a salvo. —Garrett me guiña un ojo.
—Sí —murmura Lacey—. ¿Pero a la casa de quién?
Los dejo riendo, y dignamente paso a través de la fiesta, hacia donde
dejamos aseguradas las bicicletas. Emerson camina detrás de mí, y hago mi mejor
esfuerzo por seguir caminando en línea recta. —¡Deja de seguirme! —digo sobre
mi hombro.
—Es un país libre —responde riendo.
Rechino los dientes, y tiro de la bicicleta, tratando de montarla sin mostrar
mi ropa interior al mundo entero. Y a Emerson. Me lleva tres intentos, pero
finalmente consigo mi pierna sobre la silla y mi pie alineado con los pedales.
—Sabes, puedo llevarte —señala. Se apoya sobre la barandilla, mirándome
mientras ruedo hacia la calle.
62

—No gracias. —Empujo, y con un paso vacilante empiezo a pedalear.


Página

¡Vamos! —¿Ves? Estoy bien, perfectamente capaz de irme a casa…


La rueda delantera repentinamente alcanza un bache, y me precipito hacia
el suelo con un gran golpe. Lloro de dolor mientras mi rodilla se raspa en la
grava; mi tobillo torciéndose bajo el marco de metal mientras me golpeo contra el
hormigón.
—¡Juliet! —Escucho la preocupación en el grito de Emerson, y un
momento después, está a mi lado—. ¿Estás bien? —demanda, levantando la
bicicleta como si no pesara nada—. Jesús, realmente estás borracha. ¿Estás
malditamente loca por tratar de montar de esa manera? ¡Pudiste golpear un coche
o algo!
—¡Bien! ¡Tienes razón! ¿Eres feliz ahora? —pregunto, tratando de
contener un gemido. Mi rodilla arde como loca, y hay un agudo dolor golpeando
en mi tobillo. Pero peor que eso es la humillación de verme como un total
maldito desastre frente a Emerson.
Se suaviza. —Espera aquí, traeré mi camioneta.
—¡Estoy bien! —insisto. Trato de levantarme, pero el dolor me golpea en
el pie de nuevo. Dejo escapar un aullido y me desplomo de nuevo en el suelo.
—No te muevas —me dice Emerson, y entonces trota lejos.
Me siento a un lado de la calle, sorbiendo las lágrimas de dolor. ¿A dónde
espera que vaya? Apenas puedo ponerme de pie, y mucho menos correr. Si
pudiera, hubiera alcanzado el camino, y no hubiera parado hasta que estuviera
regresando a la ciudad, segura en los brazos de Daniel.
Daniel. Siento una punzada de culpa, y reviso mi teléfono. Me ha enviado
mensajes de texto dos veces esta noche, así que tecleo rápidamente una respuesta.
Todo bien. Lacey la pasa genial, voy rumbo a casa para dormir.
En pocos unos minutos, una flameante camioneta azul se detiene a mi
lado. Guardo mi teléfono, sintiéndome culpable, mientras Emerson salta para
bajar, y coloca la bicicleta en la parte de atrás. —¿Necesitas que te cargue? —
pregunta.
—¡No! —grito rápidamente. Me las arreglo para ponerme en posición
vertical y cojeo hacia la camioneta. Duele muchísimo, pero es mejor que la
alternativa: yo, en los brazos de Emerson, estrujada contra ese fuerte y esculpido
63

pecho…
Página

Trepo dentro al asiento del pasajero. La puerta se cierra de golpe. Emerson


se sienta en el lado del conductor a mi lado. Me mira y luego rueda los ojos. —
Toma. —Me tiende un fajo de toallas de papel—. Límpiate, te ves patética.
—Por Dios, gracias por la simpatía —le devuelvo la crítica.
—Voy a conducir a tu casa. ¿Cuánta simpatía más quieres?
—Ninguna. Absolutamente ninguna. —Alcanzo la radio para encenderla,
alguna canción clásica de Springsteen suena, y luego me doy la vuelta para mirar
por la ventana. Emerson entiende el mensaje, porque no habla de nuevo, hasta
que nos hemos detenido en el camino de entrada de la casa de la playa, y apaga el
motor.
—No te muevas —dice, bajando y viniendo a mi lado—. Vamos —dice,
tendiéndome una mano.
—No necesito tu ayuda —le informo con mucha frialdad. Ignoro su mano,
y trato de salir por mí misma. —Sin poner ningún peso en mi tobillo, el cual se
siente como si estuviera hinchado dos veces más de su tamaño normal.
—Oh, por el amor de Dios, Jules —gruñe Emerson, entonces, antes de que
me pueda resistir, pone un brazo bajo mis piernas y el otro alrededor de mi torso,
y me balancea dentro de sus brazos.
—¡Bájame! —aúllo, sorprendida por la sensación de su cuerpo, tan cerca
del mío—. ¡Emerson!
Me ignora, dando zancadas hacia las escaleras del pórtico. Lucho contra su
cuerpo, pero sus brazos son como acero a mí alrededor. Estoy indefensa contra la
catarata de sensaciones abrumándome: su calor, el profundo olor masculino, la
fricción de su camisa contra mis brazos desnudos. —Emerson. —Lo intento de
nuevo, desesperada—. ¡Te lo advierto!
Emerson me mira, sus ojos oscuros brillando. —¿Alguna vez te callas la
maldita boca?
Abre la puerta, y me lleva por el recibidor hacia la sala de estar,
depositándome suavemente en el sofá. Me alejo en el minuto que me libera,
tratando de poner la máxima distancia entre nuestros cuerpos.
—Te dije que estaba bien —espeto con furia.
—Sí, bueno, tu tobillo dice algo diferente. —Emerson me mira con el ceño
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fruncido—. Quizás deberías poner más atención a lo que tu cuerpo dice.


Página

Da zancadas dentro de la casa, dejándome débil y sin aliento con sus


últimas palabras. ¿Lo qué mi cuerpo dice? Dios, si hiciera eso, estaría desnuda y
encima de él en este momento.
¡Argh! Dejo salir un pequeño grito de frustración. Esto era exactamente
por lo que tenía miedo de regresar —el por qué trate de largarme de la fiesta esta
noche—. No es que no sepa qué es lo que mi cuerpo quiere, es que estoy
segurísima que no me permito tenerlo.
Como siempre.
Porque sé cómo termina eso: conmigo sola y el corazón roto, deseando
nunca haber puesto los ojos en él en primer lugar.
Emerson vuelve de la cocina con un paño húmedo y el viejo botiquín de
primeros auxilios. Se arrodilla a mis pies al lado del sofá, y toma mi pierna
lesionada en sus manos.
Me estremezco lejos de su toque.
—Quédate quieta —me regaña. Una mirada suya, y obedezco —toda su
cara es determinada, labios apretados en una línea sombría—. Está claro que
tener que cuidarme es la peor cosa en el mundo para él en estos momentos.
—Tu tobillo estará bien —dice Emerson, girando con cuidado mi pie
desnudo en sus manos—. No está roto y no tienes un esguince. Te limpiaré la
rodilla.
—Puedo hacerlo yo misma —espeto irritada, mirándolo frotar el paño
mojado para limpiar la grava y la sangre.
—¿Al igual que podrías haber venido en bicicleta a casa? ¿O cuidar de ti
misma en el bar? —Emerson dispara de nuevo—. Me sorprende que no estés
muerta en una cuneta si es así cómo lo has llevado los últimos cuatro años.
Antes de que pueda responder, coge la botella de alcohol y, a
continuación, se detiene.
—Esto va a doler un poco.
¿Un poco?
—¡Hijo de puta! —Dejo escapar un grito mientras vierte alcohol sobre la
herida abierta.
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—Bueno, entonces mentí. —Emerson sonríe.


Página

Aprieto los dientes y espero. Duele muchísimo, pero para mi sorpresa, eso
es algo bueno: cuanto más pueda concentrarme en el dolor, menos tiempo me
concentraré en sentir su mano agarrando suavemente mi pierna desnuda, o ver
cómo su cabeza se inclina sobre mí, centrado completamente en la tarea.
En arreglarme.
Emerson limpia el alcohol, y luego presiona una venda sobre la herida.
Hace una pausa, levantando la vista para encontrar la mía. Entonces, para mi
sorpresa, poco a poco se inclina y besa suavemente la rodilla. —Mucho mejor —
susurra, sin que sus ojos dejen los míos en ningún momento.
Mi corazón se detiene.
Poco a poco, Emerson se levanta. Sosteniendo mi mirada con la suya
magnética, posiciona sus pies a ambos lados de mi cuerpo, inclinándose para
descansar sus manos sobre los cojines del sofá a cada lado de mi cabeza. Su rostro
está a sólo unos centímetros del mío. Su cuerpo se cierne sobre mí, sin tocarme,
pero lo suficientemente cerca como para poder sentir el calor que irradia de cada
músculo. La mirada en sus ojos es mortalmente determinada.
Cierro los ojos. Todo esto es demasiado.
—Emerson... —susurro. Incluso en la oscuridad de mi mente, lo puedo ver
perfectamente. Su presencia llena cada uno de mis sentidos, una ola de nostalgia
pura. Puedo escuchar el sonido de su respiración entrecortada, desigual; sentir
cada cambio y el movimiento de su cuerpo a través del aire entre nosotros.
Luego me toca. Su dedo roza mi mejilla, trazando mi mandíbula, mi
garganta, a lo largo de mi clavícula. Dejo escapar un grito de asombro, mi piel
quema ante su toque.
Cada célula de mi cuerpo crepita con electricidad. Todo lo que tengo clama
por más.
Me muerdo el labio. Mis ojos aún se encuentran presionados con fuerza, y
estoy atrapada en la oscuridad, y este fuego salvaje corre a través de mi cuerpo.
Debería alejarlo, debería alejarme, pero lo único que me importa es la lenta estela
que traza con la yema de su dedo tan suavemente hacia el centro de mi pecho.
Llega al escote de mi delgado top, burlándose suavemente a lo largo del
borde de encaje.
Oh Dios.
66

Toma todo de mí no gemir de placer. Un toque, eso es todo lo que es esto.


Página

Un dedo lento, y mi cuerpo grita por él. Estoy dolorida y húmeda, más excitada
de lo que he estado en años.
Desde la última vez con él.
—Abre los ojos. —El gruñido de Emerson es agudo.
Mis ojos se abren, mirando directamente los suyos. Mi respiración se atasca
por la intensidad de su mirada. Es ardiente y feroz, como si tomara todo su
control no rasgar la ropa en este mismo segundo.
—Di “no”. —El susurro de Emerson está lleno de deseo.
Parpadeo, mi mente confusa y confundida.
—Dime “no”, y pararé. —Su boca cae a mi cuello y lo presiona
suavemente, besando diminutos temblores a través de mi cuerpo. Su dedo se
desliza por debajo del borde inferior de mi top, escabulléndose bajo el encaje de
mi sujetador. Su respiración se acelera, ahoga un gemido contra mi cuello, pero
no lo detengo. No puedo. Mi mundo no es más que sus labios y su lengua, y el
camino de gloria de su mano contra mi pecho. Sus dedos encuentran mi pezón y
lenta y perezosamente traza círculos mientras su lengua hace estragos por mi
cuello. Me estremezco al respirar, nerviosa y jadeando, sin saber siquiera lo que
ansío, hasta que finalmente cierra su pulgar y su otro dedo alrededor de la dura
protuberancia de mi pezón y los contrae en un pellizco firme.
Esta vez, no puedo evitar gemir.
El sonido es mi perdición.
En un segundo, los labios de Emerson se estampan contra los míos en un
beso abrasador. Su boca es caliente y hambrienta, devorándome mientras sus
manos agarran mi cuerpo, empujando mi top alrededor de mi pecho, su tacto
quemando en mi piel.
Joder. Es como una explosión, una explosión de deseo que se rompe
atravesándome, bloqueando hasta el último pensamiento con nada más que
necesidad de estar más y más cerca, ahora. Me arqueo contra él, sin sentido por
sus besos, enredando mis dedos en su cabello mientras le tiro con fuerza contra
mí.
Emerson desliza sus manos por debajo de mi trasero y me levanta,
acunándome contra la longitud de su cuerpo mientras me acomoda rápidamente
por debajo de él en el sofá con un jadeo. Dejo escapar un gemido en respuesta,
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envolviendo mis piernas alrededor de su cintura y me empujo contra él, pasando


Página

mis manos codiciosamente a lo largo de su espalda, sintiendo cada músculo suyo


contraerse. Tiro de su camiseta, hambrienta de la sensación de su piel bajo mis
manos. Es un descubrimiento y un regreso a casa, todo en uno, nuestras lenguas
se enredan con deseo mientras muerdo y lamo su boca, ahogándome en su sabor.
Mío.
Emerson muele sus caderas hacia abajo contra mí, y su delicioso peso envía
una emoción dulce del placer rebotando por mi cuerpo. Me presiono contra él,
imprudente, y arranco mis labios de su boca para saborear el camino a lo largo de
su mandíbula y junto a su oreja. Mi mente se ha ido, el mundo es una bruma, no
hay nada más que el sonido de mis gritos de asombro y la sensación de su cuerpo
colisionando contra el mío. Sólido, fuerte, abrumador. Provoco su oreja con mi
lengua, y Emerson deja escapar un gruñido animal de placer. Agarra mis
muñecas, tirando de ellas por encima de mi cabeza. Grito, luchando contra su
agarre, pero las atrapa en su lugar con una mano mientras la otra recorre mi
pecho, provocando y burlándose de mis pezones hasta que no puedo evitar gemir
de placer.
Emerson levanta la cabeza para mirarme. Sus ojos son salvajes, con deseo,
pero también hay algo más en ellos, algo de determinación oscura que hace que
mi aliento se atasque en mi garganta. Su mano se va a la cinturilla de mi falda; le
da un tirón al botón de mi bragueta, respirando con dificultad. Entonces, se
arrastra lentamente por mi cuerpo, abriendo un camino de besos por mi piel
desnuda. Bajando, bajando...
¡Oh, Dios mío...!
Su lengua traza un círculo provocándome alrededor de mi ombligo,
sumergiéndose en él. Estoy atrapada en la anticipación, concentrada en el
hermoso roce de su barba contra mi piel y el calor que me recorre, un edificio en
llamas con cada lamida y toque llegando a un punto dolorido y agonizante entre
mis muslos. Todo lo que quiero está allí, tan cerca, pero justo cuando desliza
ambas manos por debajo de mi cintura y se prepara para dar un tirón hacia abajo,
un pequeño fragmento de conciencia penetra a través de la bruma de deseo
empañando mi mente.
Daniel.
Daniel.
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¡Mierda!
Página

Me siento con una sacudida.


—¡Tengo novio! —Mi voz clama, desigual en la silenciosa casa mientras
jadeo en busca de aire.
Emerson se congela. Nos miramos el uno al otro, respirando con dificultad.
Siento mi sangre circulando, todavía eléctrica por su toque. Él me agarra de las
caderas, por encima de mí, sin moverse.
—Lo siento —balbuceo—. Debí decirlo... Pero... lo siento.
Una extraña mirada cae sobre el rostro de Emerson. Trago, de repente
temerosa. ¿Qué piensa de mí ahora? No pedí esto, pero seguro que tampoco me
opuse.
Lenta y deliberadamente, Emerson me libera. Sale del sofá, bajándose la
camisa y ajustándose los vaqueros.
—Me odias —susurro. El arrepentimiento se mezcla con el deseo en mi
torrente sanguíneo, dejándome sobria.
Sus ojos parpadean. Una retorcida sonrisa curva sus labios.
—No —dice Emerson, en un tono seco y ronco—. Pero tu sincronización
deja mucho que desear.
—Yo no.... —Tartamudeo—. No podía... —Pero las palabras son inútiles.
Qué puedo decir, para explicar el poder que tiene sobre mí, abrumador, sin
sentido —cómo un toque suyo podría enviarme a toda velocidad al borde, en
caída libre, sin pensar siquiera por un segundo sobre el novio que me espera. El
hombre que me ama, y confía en mí...
Ahora que el toque de Emerson no me ciega con deseo, la fría verdad de lo
que acabo de hacer cae sobre mí. Me pongo roja de vergüenza y culpa, subiendo
rápidamente por los cojines del sofá y colocando mi ropa en su lugar. Busco a
tientas los botones que Emerson abrió, ardiendo de culpabilidad.
¿Cómo pude hacer esto? ¿Cómo pude ser la peor novia? Perder los papeles
y toda mi lealtad de un solo golpe temerario —¡con la única persona que juré que
nunca haría esto otra vez!
—Tienes que irte —le digo a Emerson, temblando. La tensión entre
nosotros en la habitación es peligrosa; todavía puedo sentir el rastro ardiente de
su lengua que permanece sobre mi estómago. Sacudo mi cabeza, y me alejo unos
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pasos más, como si la distancia entre nosotros, de alguna manera, borrara los
Página

últimos diez minutos—. ¡Tienes que irte, ahora!


—Lo que tú quieras. —Emerson me mira fijamente, críptico, luego se da la
vuelta para salir.
Con cautela lo sigo hacia el pórtico delantero. El aire de la noche me
golpea, es frío contra mi piel. Envuelvo mis brazos a mí alrededor. Todo mi
cuerpo palpita, enrojecido y sensible, todavía dolorido por la liberación negada.
Me abrazo con más fuerza.
—Yo no... —empiezo a decir, y luego me detengo, para corregirme—. No
puedo verte otra vez. Esto nunca puede suceder, ¿entiendes?
Emerson me da una breve inclinación de cabeza.
—Lo siento —digo de nuevo, mi voz quebrándose. Y lo hago. Lamento
haber vuelto, lamento sacar a la superficie todos estos viejos recuerdos, lamento
no tener la fuerza o la voluntad para ser sólo amigos con este hombre.
Pero no lamentas besarlo, susurra una voz rebelde en mi cabeza. No
lamentas que lo saboreaste, por última vez.
Emerson me da una última mirada, y luego, lentamente, baja por las
escaleras del pórtico y se aleja en la noche.
A pesar de todo, siento dolor al ver que se va.
Pero sólo hace medio camino a través del césped antes de detenerse y dar
vuelta.
Nuestros ojos se encuentran al otro lado de la oscuridad. Mi corazón queda
atrapado, y algo cambia en su expresión.
—A la mierda —jura con dureza y da zancadas hacia mí. Cubre la distancia
en unos pocos pasos y apenas tengo tiempo para pensar antes de que me atrape,
me alce y me estampe contra el marco de la puerta mientras sus labios chocan
con los míos de nuevo. Estoy conmocionada, perdida en él de nuevo, pero este
beso es diferente, algo más que deseo. Su boca me consume, es dura y devoradora,
como si tratara de dejar su marca en mi propia alma.
Me rindo. Vuelvo a caer, impotente ante la embestida, ahogándome en el
sabor aterciopelado y oscuro de él, hasta que finalmente Emerson se retira,
jadeando.
—Eres mía —gruñe, su aliento caliente contra mi cara. Mis piernas ceden,
70

y él me sostiene, agarra mi mandíbula, así que no tengo más remedio que mirar
Página

fijamente sus ojos. Para perderme en ellos.


—Eres mía —dice de nuevo con fuerza—. No de él, no de alguien más.
Puedes tratar de fingir que no lo sientes, pero lo haces. Siempre serás mía.
Sus ojos arden en los míos, exigente, y sé con terrible claridad, que es
verdad.
Le pertenezco.
La comprensión envía un trozo fresco de astillas de culpabilidad a través de
mi pecho. Tiene razón. Siempre he sido de él. Si me recogiera en este momento y
me arrastrara a la cama de arriba, no me resistiría ni por un segundo. Sería suya,
por completo, al infierno con Daniel y cada promesa que he hecho.
¿Pero en qué me convierte eso?
Emerson deja caer un ardiente beso final en mis labios, y luego se aleja. Me
hundo en la barandilla, agarrándome para salvar mi vida mientras lo veo subir a
su camioneta y encender el motor, los faros cortan a través de la noche.
Retrocede y se aleja, la luz disminuye a medida que desaparece entre los árboles.
Me quedo sola en el pórtico, mi cuerpo quema con la huella de sus manos;
mis labios hinchados por la fuerza de sus besos. Me siento más miserable,
culpable, confundida y sola que nunca antes.
¿Qué diablos haré ahora?
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Página
6
Traducido por Lorena & Mire
Corregido por Alysse Volkov

Pasé otra noche sin dormir, desmantelando sin descanso la habitación de


invitados en cajas, pero nada podía borrar el recuerdo del beso abrasador de
Emerson. Es como si aún estuviese en las sombras del salón, o fuera en el pórtico,
en el jardín delantero. No consigo sacar su imagen de mi mente: la forma en la
que se veía mientras me tomaba con esas poderosas manos, gruñendo bajo y sexy
en mi oído.
Mía.
No sabía qué pensar. ¡Él fue quien terminó las cosas! Fue quien rompió mi
corazón, cuatro largos veranos atrás. Y ahora, es cómo si me quisiera igual, justo
cuando no soy suya.
Estoy muy confundida, no puedo soportarlo. Cuando el sol sale, me
encuentro en la carretera: regresando a Charlotte tan rápido como mi Camaro me
pueda llevar. Ni siquiera me quedo a ver el paseo de la vergüenza de Lacey, solo
le dejo una nota garabateada en la encimera, lanzo mi bolso en el asiento de atrás
y salgo de la ciudad.
En parte espero que Emerson me encuentre y me detenga de algún modo,
y no es hasta que el cartel de “Bienvenido a Cedar Cove” se encuentra
desapareciendo en mi espejo retrovisor que dejo escapar un bajo suspiro de alivio.
Mis manos están apretadas firmemente alrededor del volante, y las flexiono,
intentando relajarme. Sé que es una salida de cobardes, el girarse y correr, pero
no sé qué más puedo hacer. No puedo permanecer en esa ciudad ni un minuto
más, no cuando todo lo que hace falta es una mirada de Emerson para deshacer
los últimos cuatro años de curación; cuando todo lo que necesita es un toque para
72

que lance por la ventana cada promesa.


Página

Para deshacerme.
Mi teléfono vibra con un nuevo mensaje. Lo tomo para mirar la pantalla.
Jules, necesitamos hablar. LLÁMAME.
Voy para allá, esto es una locura.
¿Dónde te encuentras? No estás aquí. Llámame.
Emerson.
Ha mandado mensajes desde las cinco de la mañana, también llamando. No
sé de dónde sacó el número —por Lacey, quizás—, pero eso no importa. Es el
último hombre en la tierra con el que necesito hablar en este momento. El
teléfono vibra nuevamente en mi mano, y estoy a punto de apretar “rechazar
llamada”, cuando veo que quien llama es Lacey.
Acepto la llamada. —Hola.
―¡Hola, dice! —exclama Lacey, su voz alta a través de la línea—. ¿Qué
coño ha pasado? Llego a casa, y no hay nada más que una nota. De vuelta a
Charlotte. Jules, dime, ¿qué pasa?
—Está bien. —Miento—. Sólo necesitaba volver a la ciudad. ¿Cómo estuvo
Garrett? ¿Te divertiste?
—No cambies de tema conmigo, señorita. —Lacey no iba a dejarlo pasar ni
un minuto—. Y para que conste, los chicos con barba nunca deberían chuparlo.
Araña demasiado. Pero volviendo a ti y a tu desaparición. Detalles, empieza,
ahora.
Suspiro, levantando un poco el pie del acelerador. —Lace…
—¿Es Emerson, no? —Su voz se oscurece—. Sabía que no debí dejarle mi
teléfono a Garrett. ¿Qué hizo?
—No es él —contesto, miserable. Veo una salida a una gasolinera, así que
cambio de carril—. Espera un segundo —digo, dejando el teléfono a un lado
mientras tomo la salida y freno, aparcando al lado de la tienda de la gasolinera.
El aparcamiento está vacío. Tomo el teléfono de nuevo. —De acuerdo,
estoy de vuelta.
—¿Qué pasó, Jules? ¿Emerson intentó algo?
73

—No es su culpa, es la mía. —Tomo una respiración profunda, y admito la


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terrible verdad—. Oh, Lacey, no sé qué hacer. He engañado a Daniel.


—¡Juliet! ¡¿Te acostaste con tu ex?! —grita.
—¡No! —grito rápidamente—. Dios, no, nada de eso.
No le digo lo cerca que estuvimos, pero siento la vergüenza de todos
modos.
—No lo entiendo —Suena confundida—. Si no follaron, ¿cómo es que lo
engañaste?
Me detengo. —Nos besamos —admito, sintiendo otro giro en mi estómago
por la culpa.
—Cómo, ¿por debajo del cinturón? —aguijonea.
—No —contesto. Al menos, no técnicamente—. Solo nos enrollamos. Pero
Lacey, fue… épico. —Suspiro, mirando la fila de surtidores y controles de presión
de neumáticos—. Soy un terrible y espantoso monstruo cachondo. ¿Qué voy a
hacer? Daniel me va a odiar.
—Alto, alto, retrocede —ordena—. Lo primero de todo, enrollarse con un
chico no es engañar.
—¡Lo es para mí! —protesto.
—Detalles —rechaza—. Pero más importante, ¿por qué carajos le dirías a
Daniel algo de eso, estás loca o simplemente eres masoquista?
—Pero, por supuesto que tengo que decírselo. —Parpadeo—. Lacey, no
puedo mentir sobre algo así.
—¿Por qué no? —me reta—. Escucha, piensa en ello, Jules. Daniel es
perfecto para ti, cualquiera puede ver eso. ¿De verdad quieres joder todo por un
estúpido y pequeño beso?
Mi beso con Emerson pudo ser estúpido, sin embargo no tenía nada de
pequeño en él.
—No sé —murmuro—. Lacey, me siento fatal.
—Y eso es lo que te hace buena persona —decide—. Contéstame a esto:
¿hubieras engañado a Daniel con otra persona?
—¡Dios, no! —exclamo.
—¿Y te habrías enrollado con Emerson si no hubieses vuelto a Cedar
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Cove?
Página

—Nunca —digo fervientemente.


—Entonces no pasa nada —insiste—. Fue un pequeño desliz… volver a la
ciudad, todos los viejos recuerdos… no es como si fuese a volver a pasar, ¿verdad?
—Verdad —repito en voz baja, a pesar de que no tengo ni idea de si sea
cierto—. Pero Lacey, mentirle a Daniel…
—Lo sé, apesta. —concuerda—, pero si se lo dices, lo vas a herir. ¿Y para
qué? ¿Para poderte sacar la culpa del pecho? Eso es egoísta.
No contesto. Parte de mi sabe que simplemente pone excusas, pero la otra
parte puede ver sentido a lo que dice.
—Emerson está en tu pasado, ¿cierto? —dice Lacey, su voz cortando a
través de mi indecisión—. Daniel es tu futuro. ¿Por qué quieres joder eso?
Escúchame, cariño —añade—, esta cosa con Emerson era probablemente
inevitable. Un último viaje, ¿sabes? Para sacarlo de tu cabeza. Y ahora que lo has
hecho, puedes seguir adelante. Simple.
Dejo escapar una larga respiración. —Gracias, Lace.
—De nada. —Logro oír la sonrisa en su voz—. Por lo tanto, ¿regresarás?
—No lo sé —respondo—. En realidad no he pensado en ello.
No lo he pensado en absoluto: mis lentes de contacto aún se encuentran en
el lavabo del baño en la casa de la playa, mis libros de texto siguen apilados en la
habitación de invitados. Ni si quiera me molesté en cerrar bien, solo subí al coche
y conduje.
—Bueno, ¿te importa si me quedo por aquí unos pocos días? —pregunta
Lacey—. Podría usar las vacaciones antes de los finales, y la, eh, relajación.
Siento que sonrío, por primera vez en el día. —Pensé que la barba era un
ultimátum.
—Va a afeitarse —contesta, riendo—. Supongo que podemos darle otra
oportunidad.
—Claro —digo—. Quédate el tiempo que quieras. Te llamaré cuando sepa
qué hacer.
—Conduce con cuidado —dice—. ¿Y Jules?
—¿Sí?
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—No seas tan dura contigo misma —su voz es suave, con simpatía—, es
Página

solo un beso, ¿de acuerdo?


—Te quiero.
Cuelgo y lanzo el teléfono al asiento del pasajero. ¿Sólo un beso? Se lo que
intenta decir, pero Lacey no estuvo allí anoche. Llamar a lo que pasó con
Emerson “solo un beso” es como decir solo fui disparada en el corazón, o solo me
caí de un acantilado. No hay nada de “solo” en ello.
Lacey tiene buenas intenciones, pero no ayudó a aliviar el terrible peso de
la culpa que aplasta mi caja torácica, apretando mis pulmones más y más fuerte…
Jadeo, buscando rápidamente en mi bolso el pequeño bote de pastillas. No
quiero tomarlas, pero puedo sentir la ansiedad construirse, y mi pulso
acelerándose en mi pecho. Signos de advertencia de lo que está por venir.
Odiándome, deslizo una pastilla en mi lengua, y tomo un sorbo de agua para
tragarla.
Casi inmediatamente, mi ritmo cardíaco se frena, solo por el conocimiento
de que tengo las cosas bajo control.
Exhalo lentamente.
Es un círculo vicioso, lo sé: las pastillas me hacen sentir más tranquila, solo
estando ahí en mi bolso, pero nunca superaré los ataques de pánico si no puedo
encontrar una manera de controlarme sin ellas. Se siente como si cayera, de algún
modo. Como si mi cuerpo estuviera fuera de control, y es una debilidad que
podría transformarse en desastre algún día.
¿Te recuerda algo…. o alguien?
Pongo en marcha el coche, y giro para volver a la autopista. Por un
momento pienso en volver a Cedar Cove, pero luego veo a Emerson: sus labios en
los míos con pasión. No hay forma de que esté lista para enfrentarlo de nuevo, así
que voy en el carril en dirección norte, y sigo conduciendo.
Los kilómetros pasan. Sigo atrapada en la culpa y confusión, pero ahora
Lacey añadió otro tema de confusión a mi preocupación. Mientras dejo la costa
atrás, dirigiéndome hacia la ciudad, me encuentro preguntándome si quizás mi
mejor amiga tenga razón. Quizás no debería decírselo a Daniel. De todos modos,
¿qué bien haría ahora? Si Emerson realmente se encuentra en mi pasado,
¿entonces qué diferencia habrá si lo arrastro todo a la superficie, excepto arruinar
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el futuro que he trabajado tan duramente por construir?


Página

Por primera vez, me encuentro deseando haber aclarado las cosas desde el
principio, diciéndole a Daniel qué tan intenso fue ese verano realmente. Quizás si
él hubiera sabido cuánto amé a Emerson, entonces podría entender el extraño
poder que mi ex tiene sobre mí incluso ahora. Suspiro. Es demasiado tarde para
eso. Y además, Daniel no lo creería, incluso si lo intentara. Nunca ha visto ese
lado de mí, ni siquiera un poco. La Juliet que conoce es reservada y pensativa, no
es imprudente sin motivo. Nunca quise ser esa chica con él. Tardé tres meses de
citas antes de acostarme con él, otros seis antes de decirle: “te quiero”. Nuestra
vida sexual es buena, claro, pero es regular… dulce y tierna, no es salvaje o
ardiente y fuera de control. Pensé que había superado eso. Supuse que era solo
por tener dieciocho y ser inexperta, dónde todo se sentía tan nuevo y peligroso.
Una relación adulta real no tiene esas cosas, pero tampoco me enviaría al fondo
del abismo.
No, me doy cuenta de que el corazón encogido de Daniel nunca lo
entendería. Nunca podría entender como un único toque me deshace, o solo la
mirada de pasión en los ojos de un hombre. Pensaría que elegí esto: que lo
engañé, y herí, adrede. Como si fuese una decisión consciente el caer en los
brazos de Emerson.
Así que eso es todo, me di cuenta, mientras la ciudad aparece a la vista.
Lacey tiene razón. Herir a Daniel no vale la pena solo para absolverme de mi
propio sentimiento de aplastante culpa. No cuando es un error de una sola vez, y
no va a volver a pasar jamás. Es una carga que asumiré en solitario. Mi futuro se
encuentra aquí con Daniel. Cedar Cove y Emerson están en mi pasado.
Tienen que estarlo.

***

Aparco en la calle y subo al apartamento de Lacey y mío. Estamos fuera del


campus, en un barrio lleno, y cuando entro por la puerta principal, encuentro
que Lacey ha dejado el sitio en un torbellino desordenado: platos sucios en el
fregadero y libros de texto abandonados en un rincón de estudio en el suelo.
Voy al baño, abro el agua caliente; quitándome los pantalones cortos y la
camiseta del pijama, y entro bajo los chorros de agua como si pudiera borrar
77

todos los recuerdos de Cedar Cove de mi piel con el sonido de la arena cayendo
Página

en el desagüe. Me apoyo contra los azulejos, dejando que el agua caliente golpee
mi cuerpo. Han pasado más de doce horas desde que las manos de Emerson
estuvieron sobre mí, pero aun puedo sentir la impresión que dejaron.
El deseo que me atravesó como un rayo…
No. Me reprendo. No hay sitio para eso en mi mente, no ahora que estoy
de vuelta en la ciudad. El único modo en el que puedo mantener bajo control mi
vida, es si lo borro de mi sistema de una vez. Así que, lo intento: enjabono mi
pelo con champú, y froto enérgicamente cada centímetro de piel con una
esponja, hasta que todo mi cuerpo se halla en carne viva y de nuevo fresco.
En mi habitación, me seco y me pongo un nuevo conjunto. Una falda lápiz
y una blusa de seda, a un millón de kilómetros de distancia de nada que llevaría
en la playa. Seco mi pelo en una cascada ordenada, me aplico maquillaje, me
pongo los bonitos pendientes de oro y zafiros que Daniel me regaló en nuestro
primer aniversario. Luzco como mi antiguo yo de nuevo: fría, serena.
De nuevo teniendo control.
Conduzco hacia el campus de la universidad y me dirijo a la biblioteca de
derecho. Daniel habrá pasado la mañana en sesiones de estudio, pero se toma un
descanso para comer sobre esta hora cada día. Me pongo a esperar en uno de los
bancos fuera de la entrada de la biblioteca, pero solo unos minutos después, él
sale, pareciendo cansado y distraído.
—¡Hola, cariño! —Le hago un gesto con la mano, y él se ilumina sólo con
verme.
—Juliet, ¿qué haces aquí? —Me atrapa en un abrazo, y un suave beso
aterriza en mi frente, sonriendo—. Dijiste que estarías toda la semana.
—Lo sé. —Lo abrazo firmemente, aliviada por la sensación de su cuerpo
contra el mío. Segura. Protegida—. Pero te eché de menos. Y tengo que
reunirme con uno de mis profesores para ver sobre una revisión de notas —
agrego, para cubrir mi regreso inesperado.
—¿Volverás hoy? —pregunta Daniel, mirándome. Su cabello castaño
ordenado en un corte elegante, e incluso en un día de estudio, cuando el resto de
sus compañeros de clase deambulan en pijamas y pantalones viejos, él está
limpiamente afeitado y vestido con una camisa Oxford y pantalones de muy buen
gusto.
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Aspiro el limpio aroma familiar de cítricos y la loción para después del


Página

afeitado, y así como así, Cedar Cove retrocede hasta el fondo de mi mente.
No sé en qué pensaba, queriendo decirle lo de Emerson. No pensaba en
absoluto. Tendría que estar loca para arruinar las cosas con un hombre así. Un
buen hombre que me ama, no el bastardo que me rompió el corazón.
—¿Jules?
Parpadeo. Daniel me mira. Me libera de su abrazo y frunce el ceño. —Te
pregunté cuándo vas a volver. Oye, ¿estás bien? —Me mira con curiosidad.
—¡Muy bien! —contesto rápidamente—. Simplemente estoy cansada del
viaje. —Recupero el aliento—. No estoy segura de cuándo regresaré. Es mucho
trabajo. Probablemente sería mejor conseguir un servicio de embalaje —agrego—
. El agente de bienes raíces dijo que conocía a algunas personas.
—Pensé que querías ese tiempo para estudiar. —Daniel sostiene mi mano
con la suya y empieza a caminar. No necesito preguntarle a dónde vamos,
siempre se toma el desayuno en una tienda de sándwiches en la calle. Pavo
horneado en pan integral, con mostaza, sin pepinillo—. Dijiste que sería más fácil
enfocarte ahí, sin distracciones.
¿Enfocarme? Ja. No hay manera que pueda estudiar en esa casa, no con
Emerson listo para venir a barrer mis pies y a acorralarme contra la puerta del
pórtico.
—No lo sé. —Le doy un encogimiento de hombros—. Esa casa... hay
demasiados recuerdos.
Qué recuerdos, no se los digo.
Daniel le da a mi mano un apretón de simpatía. —Lo que quieras, cariño.
Tal vez deberías esperar hasta después de los finales —sugiere, sonando
entusiasta—. Entonces podríamos ir los dos juntos. Tomar un par de semanas,
tener unas vacaciones de verdad. Guardar todo mientras estemos allí.
Mi sangre se congela. ¿Daniel y Emerson en el mismo radio de cinco
kilómetros? ¡Por supuesto que no!
—¡No! —grito—. Quiero decir, papá quiere venderla ahora. Como en el
próximo mes. Es amable de tu parte ofrecerte —le digo rápidamente—, pero es
79

mi problema. Y voy a solucionarlo.


Página

—Seguro que lo harás. —Me sonríe Daniel —. Oye, eso me recuerda. Tu


hermana nos invitó a cenar con ella y Alexander esta noche. Le dije que estabas
fuera de la ciudad, pero voy a hacerle saber que podemos hacerlo ahora.
Me detengo. La sola mención de mi hermana es suficiente para que me
ponga tensa. —¿Cenar? ¿En serio? Sólo quería relajarme contigo esta noche.
—Vamos, será divertido —urge Daniel—. Y tenemos que ir. Has evitado la
invitación desde hace meses.
—Eso es porque no quiero ir —murmuro amargamente.
Daniel se ríe. —Es tu hermana, no habrá ningún problema. Voy a
conducir, por lo que incluso puedes tomar un vaso de vino.
Trataré con toda la maldita botella, añado silenciosamente. —Entonces,
voy a llamarla. —Sonríe, abrazándome. Quiero discutir, pero sé que la familia es
importante para Daniel. Habla con su hermano mayor todo el tiempo, y llama a
sus padres todos los domingos como un reloj. Antes, cuando empezamos a salir,
no quería que supiera lo jodida que está mi familia, por lo que actuaba como si
fuéramos gente normal, distantes, pero bien. En lugar de dejar las cosas estar,
ahora actúa como si fuera su deber juntarnos en cualquier oportunidad que tenga.
Levanto la vista hacia él. Daniel parece tan expectante, y me siento tan
culpable, que gimo y asiento. —Está bien, vamos a ir.
—Genial. —Se ve satisfecho, un paso más en su plan de “reunir a la
familia” cumplido—. Tengo una sesión de revisión a la una, pero, ¿nos
encontraremos más tarde?
Asiento nuevamente.
Sonríe. —Me alegro de que hayas vuelto. Te extrañé. —Tira de mí más
cerca y me da un beso, suave y lento en los labios. Me hundo en sus brazos,
tratando de bloquear todos mis pensamientos culpables, pero cuando cierro los
ojos, no es el rostro de Daniel el que veo, o sus labios los que siento presionando
contra los míos.
Emerson.
Me alejo. —¡Será mejor que te vayas si no quieres llegar tarde! —exclamo
alegremente.
Mira su reloj. —Mierda, tienes razón. Nos vemos en mi casa más tarde. —
80

Sus manos se deslizan alrededor de mi cintura y me aprieta sugestivamente—. Te


Página

eché de menos —añade con una sonrisa significativa.


Mi corazón queda atrapado en mi garganta. —¡Yo también! —digo,
retrocediendo—. ¡Hasta más tarde!
Daniel se dirige a través del campus. Respiro. Me sorprende que no haya
podido descubrirlo todo con solo mirarme a la cara. Mi piel pica con un rubor
culpable, y mi corazón se acelera como si hubiera robado un banco.
¿Como si el engaño fuera mejor?
Bloqueo el susurro de mi conciencia, me doy la vuelta y me apresuro por el
campus. Camino rápidamente a través de la multitud del mediodía hacia el centro
de negocios. Me digo que es porque realmente necesito esas notas de revisión,
pero en el fondo sé, que es porque quiero que un poco de lo que le dije a Daniel
sea verdad. No hui de Cedar Cove porque no puedo mantener mi lengua fuera de
la boca de mi ex novio, estoy de vuelta debido a las necesidades de estudio,
totalmente cierto.
Bien.
Mi ruta me lleva más allá del edificio de artes, y hago una pausa un
momento, observando a los estudiantes, sobre los escalones de entrada,
reuniéndose después de clase. Se puede decir que es la carrera de arte desde un
kilómetro de distancia. No es como si todos estuvieran con manchas de pintura
en su ropa (aunque algunos de ellos las tienen), es más la forma de mirar,
auténticos y eclécticos, con trajes de época. Individual y creativo. El grupo de
chicas cerca de mí usan lápiz labial rojo, y lindos vestidos de flores de segunda
mano, llevan enormes cuadernos de dibujos y carteras con papel rizado
asomándose desde el interior.
Recuerdo lo que me dijo Emerson en la playa, la confusa acusación en su
voz. Cuando él me conocía, me hallaba lista para ser una de esas chicas. Fui
aceptada en un programa de fotografía en una universidad en California, y me
encontraba tan emocionada de ir y empezar mi vida, sumiéndome a mí misma
por completo en mi arte. Incluso cuando me enamoré tan fuertemente de él, mis
sueños no cambiaron, sólo la ubicación. Hablamos acerca de que me tomara un
año sabático y volviera a aplicar en las escuelas de arte en la Costa del Golfo, o
incluso las Carolinas. Raleigh, Asheville, había un montón de lugares dentro de la
unidad de Cedar Cove, a unas pocas horas. Emerson tenía que quedarse en la
ciudad para cuidar de Brit y Ray Jay, pero podría vivir con él y conseguir un
81

trabajo en la ciudad, y luego empezar la escuela cerca del próximo otoño.


Página

Mis padres enloquecieron cuando les conté el plan, pero eso no me


importaba. Siempre trabajaba a mi manera en la escuela, por mi cuenta, así que,
¿qué más daba que me tomara un tiempo para llegar allí? Mientras estuviera con
Emerson, nada más importaba.
Al menos, eso es lo que pensaba. Pero entonces todo cambió.
Siento la punzada oscura de tristeza atravesándome, pero la vuelvo a
empujar.
Me apresuro, más allá del edificio de artes, de las familiares bibliotecas y
aulas en mi lado del campus. Faltando un mes para los finales, todo el mundo
camina con pánico en sus rostros y sombras bajo sus ojos. Por suerte, estoy por
encima de esas cosas, tengo mi horario de estudio con código de color, y un
sistema para revisar todo mi trabajo a tiempo. He mantenido mi promedio alto
durante todo el año, apuntándome a todos los proyectos adicionales y
monografías que pude, así que ahora, sólo tenía unos pocos finales para pasar
antes de graduarme. Todo esto es parte de mi estrategia para mantener los
ataques de pánico al mínimo, un montón de plazos pequeños, en lugar de una
gran serie de exámenes de hazlo o muere. Daniel me ayudó a planear todo al
inicio del año, y ahora, soy la envidia de todos mis compañeros de clase, que
están atrapados corriendo como locos tratando de meter toda su revisión a
tiempo.
¿Ves? Me recuerdo a mí misma, dando un paso dentro del edificio. Sólo
otra razón por la cual Daniel es perfecto para mí. Me entiende y apoya mis metas,
no juzga como Emerson lo hizo.
Siento un zumbido en mi bolso, y cuando reviso mi teléfono, es otro
mensaje de Emerson. Como si pudiera saber que pienso en él.
No hablarás, así que voy por ti.
Miro a mi alrededor con aire de culpabilidad, entonces me escondo
rápidamente en un hueco detrás del pasillo. Marco su número.
—¿Jules? —contesta Emerson en el primer timbre—. ¿Dónde diablos has
estado? Tenemos que hablar.
—No —le interrumpo antes de que pueda decir algo más. Antes de que su
acento sexy me haga olvidar de nuevo—. No vengas aquí, no te veré. No puedes.
82
Página

—Estoy en camino.
—¡No! —grito, lo suficientemente alto como para que la gente cercana me
mire. No puede venir aquí, lo arruinaría todo—. Por favor, Emerson —le ruego—
, prométeme que no lo harás. Si te preocupas por mí, no vengas aquí.
—Jules...
—¡Prométemelo! —exijo ferozmente.
—Sólo si me prometes que volverás —desafía Emerson.
No me atrevo.
—Sólo para hablar. No puedes simplemente desaparecer de mí otra vez —
dice, con voz ronca por la emoción y los viejos recuerdos—. No después de lo que
pasó. Me debes eso, al menos.
Trago. Tiene razón. Y si las últimas veinticuatro horas me han enseñado
algo, es que huir no resuelve ninguno de mis problemas, sólo los deja hirviendo
en la distancia, a punto de estallar a la menor oportunidad.
—Bien —susurro, con derrota—. Voy a volver. Para hablar. Pero no ahora.
Tengo cosas que hacer aquí, y necesito tiempo para pensar.
—¿Cuánto tiempo? —exige Emerson.
—Unos pocos días, una semana —ofrezco sin poder hacer nada. Me
vendría bien un año entero para reponerme, pero demonios, lo intenté cuatro
años, y tampoco funcionó.
—Una semana. Entonces iré por ti —promete Emerson, y puedo escuchar
la intención mortal en su tono. No bromea. Vendría a la escuela, irrumpiría en
una conferencia y me llevaría encima del hombro si quisiera.
Es patético, pero ese pensamiento hace que algo salte bajo mi vientre, un
destello caliente de deseo simplemente con imaginarlo.
Estoy tan jodidamente mal.
—Una semana. —Finalmente hago eco—. Pero no puedes venir aquí.
Tengo una vida, ¿de acuerdo? No puedes irrumpir en el momento que lo desees.
—¿Por qué no? —La voz de Emerson se corta—. Tú lo hiciste.
Hay una larga pausa. Todo lo que puedo oír es el sonido de su respiración
poco profunda al otro extremo de la línea, pero de repente, es como si lo sintiera,
caliente contra el hueco de mi cuello.
83

—Jules... —dice en voz baja, un gruñido áspero, y tiemblo, justo por el


Página

sonido. Es como si todo el mundo a mí alrededor se cayera, y no hay nada más


que el sonido de su voz.
Cierro los ojos y me inclino hacia atrás, contra la pared, imaginando que
está allí, a mi lado.
—Lo siento —susurro, impotente—. No quería que nada de esto pasara.
Pensé... pensé que podría empaquetar las cosas de la casa e irme, y que ni siquiera
sabrías que estuve allí.
—Debería saberlo.
El roce de sus palabras me estremece. Posesivo. Erótico. Se envuelven
alrededor de mi cuerpo, como si sus manos estuvieran sobre mi piel sensible...
Una puerta se cierra en el pasillo, y mis ojos se abren. Estoy sorprendida de
ver el flujo de estudiantes caminando. De repente, el resto del mundo se inunda
de nuevo en sol brillante a través de las ventanas, y una ruidosa conversación
pasa a mi lado.
¿Qué demonios hago?
—Una semana —repito, mi voz más fuerte—. No me llames de nuevo.
Cuelgo antes de que pueda discutir. No soy tan tonta como para pensar que
una semana hará diferencia a este extraño dominio que tiene sobre mí, pero si las
tácticas evasivas son todo lo que tengo, estoy segura de que las utilizaré.
84
Página
7
Traducido por Alessandra Wilde & Mary
Corregido por Emmie

Mi hermana, Carina, vive a las afueras de la ciudad, en un barrio snob que


no podía estar más lejos de la vecindad desaliñada en la que crecimos. Está lleno
de casas estilo colonial como una parodia de los Tudors2, bloques enteros de casas
fingiendo ser algo que no son. La suya es una de las más grandes en la calle, por
supuesto: flanqueada por columnas, y con un elaborado jardín de rosas al frente,
el cual estoy segura que ella ni siquiera se ha tomado el tiempo para darle un
buen vistazo desde que se mudó aquí. Técnicamente, la casa pertenece a su nuevo
novio, Alexander: la compró el año pasado después de que se le propuso, pero
mantiene un apartamento en la ciudad, y apostaría bastante dinero a que se queda
a dormir aquí cada fin de semana como mucho.
—¿Estás bien, cariño? —pregunta Daniel, mientras nos estacionamos en la
calzada.
—Bien —contesto rápidamente.
Confunde mi reluctancia.
—Mira, sé que tu hermana y tú nunca han sido cercanas, pero ella es la
que te invitó. Dale una oportunidad. Tal vez se encuentra lista para llegar al otro
extremo y construir puentes.
Miro su expresión, tan llena de esperanza y optimismo. Ni siquiera se le
ocurre que algunos puentes se queman por una razón. Es mejor dejar que se
asienten sobre las cenizas que revisitar el pasado.
—Tienes razón —miento—. Tal vez.
85

Carina nos recibe en la puerta usando un inmaculado vestido azul pastel y


joyería de oro, la cual probablemente cuesta más que toda mi beca académica. Su
Página

2 La Casa de Tudor o Dinastía Tudor, familia real que gobernó Inglaterra.


cabello rubio teñido se halla perfectamente cepillado, y lleva sandalias de
diseñador de tiras.
—¡Hola! —dice en mi dirección, dejando besos en el aire sobre mis
mejillas antes de pasar a Daniel—. ¿Acaso no te ves guapo?
—Muchas gracias por invitarnos —Daniel le presenta el vino y las flores
que recogimos de camino.
—¿No eres dulce? —responde Carina girando la botella para revisar la
etiqueta. Debe tener su aprobación, porque su sonrisa se ensancha—. ¡Adelante!
Alexander justo atiende una llamada en el estudio, pero bajará pronto.
Entramos. Aunque vi a Carina en Navidad, fue en un restaurante de la
ciudad. En realidad nunca he estado dentro de su casa antes. Los sigo a través de
la enorme cocina-comedor de planta abierta, mirando a mi alrededor para
disfrutar de la perfecta decoración de revista. El lugar se ha hecho en un
moderno estilo minimalista: todos los sofás blancos y bajos, y extrañas mesas
laterales cromadas. Parece estéril e impecable, como si nadie realmente viviera
aquí, pero no me sorprende. Carina siempre se ha preocupado más acerca de lo
que está en la superficie que de lo que sucede por debajo.
Es difícil creer que somos hermanas, o que estamos relacionadas en
absoluto. Nunca fuimos cercanas, incluso cuando éramos niñas, ella se burlaba de
mí o simple y llanamente me ignoraba. Era parte de las chicas más populares en
la escuela secundaria y preparatoria, mientras que yo siempre estuve a la deriva
en el borde de la multitud. No era como si fuera una rechazada social, o algo así,
tenía mis amigos, pero preferíamos pasar el rato en los sótanos familiares
escuchando música y viendo películas, mientras que su grupito pasaba el rato
saliendo a citas, asistiendo a partidos de fútbol y de fiesta. Solía desear que ella
confiara más en mí y me dejara entrar en su vida, aunque fuera un poco. Se sentía
como si fuera una desconocida que vivía en la misma casa que yo, apenas
mirando en mi dirección, excepto para menospreciarme.
Después de que mamá murió, incluso me encontré esperando que eso nos
uniera. Ella era la única persona que podía entender por lo que yo pasaba,
después de todo. Pero Carina no quería hablar, ni siquiera pensar en eso por un
86

minuto. Reservó un gran viaje post-universitario por Europa con sus amigas al
Página

final del verano. Salió la semana después de que enterramos a mamá, y ni siquiera
me envió un correo electrónico. Leí acerca de todas sus aventuras en línea,
álbumes enteros llenos de sonrisas, fotografías felices posando frente a la Torre
Eiffel y en las playas italianas, como si nada hubiera pasado.
Y mientras tanto, yo me ahogaba en dolor, demasiado miserable como para
levantarme de la cama. Sé que debe haber sido su forma de lidiar con eso.
Diablos, tuve mi gran parte de negación ese mismo otoño. Pero tuve una
revelación después de eso, supongo, me di por vencida a esperar que alguna vez
seríamos hermanas, de la misma manera en que veía a mis amigas actuando con
las suyas: cómodas, amorosas y seguras.
Me quedo atrás. Me sacudo los viejos recuerdos, paso por el comedor y
entro a la cocina.
—Hay cinco platos —noto en mi camino—. ¿Tendremos a alguien más...?
Mis palabras mueren en mis labios mientras me dirijo a la cocina y veo
quien se encuentra de pie junto a Daniel y Carina en la esquina.
—Hola, calabacita.
Es mi padre. Viste su atuendo habitual de pantalones de pana y una camisa
Oxford bajo su chaqueta tweed, gafas con montura de oro en la nariz. La imagen
perfecta de un excéntrico académico británico. Levanta su copa hacia mí. Se
encuentra casi vacía, noto, y me pregunto si es su primera o su quinta.
Pero entonces, no importaría. Es la novena y la décima copa de las que hay
que preocuparse.
—Papá. —Hago todo lo posible para mantener mi voz pareja, pero mi
mandíbula se aprieta firmemente. Mi ritmo cardíaco acelerándose—. No sabía
que estabas en la ciudad.
—Acabo de llegar hace unos pocos días —dice alegremente ajeno a la
manera en que doblo mis brazos sobre mi pecho y me quedo allí, tensa como la
cuerda de un violín—. Iba a ver a unos amigos en Nueva York, pero cuando
Danny llamó, pensé posponer el encuentro y ver a mis niñas.
Mis niñas. La forma en que actúa, como si le importara lo que hago es
suficiente para dar vuelta a mi estómago, pero me aferro a la otra parte de lo que
87

dijo. ¿Daniel lo llamó?


Página

Lo miro, horrorizada, pero Daniel habla con Carina acerca de la


remodelación de su cocina, y no parece darse cuenta de nada.
—Acabamos de remodelar todo —dice Carina. Hace un gesto en torno a la
gama de encimeras de granito y profesionales como un juego de anfitriona.
—Es genial. —Daniel asiente.
—¿Qué estaba mal con la anterior? —pregunto.
Carina ensancha sus ojos.
—Oh, Dios mío, debiste verla. ¡Tenían encimeras de mármol y suelos de
madera laminada!
El tono de su voz implica que estos son delitos graves. Tengo que esconder
el rodar mis ojos.
Carina es tan mala como mi padre cuando se trata de desperdiciar dinero
en cosas bonitas e inútiles. Para él, son vacaciones costosas, cenas de quinientos
dólares, y trajes ingleses hechos a mano. Para ella, son los rediseños de interiores
y la ropa de diseñador. No entiendo cómo pueden vivir así: depender de
préstamos, tarjetas de crédito, y lo que los amigos ricos les dan. Siempre hay
ataduras que van con ese tipo de cosas, pero papá y Carina actúan como que
tienen derecho a ello, de alguna manera.
Mamá siempre fue la que trataba desesperadamente de mantener a raya a
papá y ganarse la vida, pero ahora que se ha ido, papá revolotea alrededor,
pasando demasiado tiempo con viejos amigos, aprovechándose al máximo de sus
favores y atenciones. ¿Y Carina? Bueno, hay una razón por la que mi hermana se
va a casar con un banquero idiota de cuarenta y dos años de edad, dos veces
divorciado, y de seguro que no es por su personalidad.
He sido cuidadosa para no caer en esa trampa. Me aseguré de trabajar extra
en la escuela y en las vacaciones. Hice de tutora en la escuela preparatoria, y
trabajé haciendo los libros contables para pequeñas empresas en la ciudad
durante la universidad, dejando a un lado un pequeño nido de huevos de ahorro
que me ayudarán a pagar por un apartamento después de la graduación, y que me
ayudará hasta que encuentre un trabajo.
Me juré que nunca tendría que depender de nadie como ellos lo hacen.
Pero todo el trabajo que puse para asegurarme de que nunca tendría que
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depender de mi familia no significa absolutamente nada, ahora que me encuentro


Página

atrapada en una habitación con ellos, con esas bandas de acero apretando
alrededor de mi pecho de nuevo.
¿En qué demonios está pensando Daniel?
—Vamos a comer —dice Carina. Mira su reloj y frunce el ceño—.
Alexander ya debería estar abajo.
Por favor. Envío un rezo silencioso para que mi pronto a ser hermano
político ya haya colgado el teléfono. Cuanto antes terminemos con la cena, más
pronto esta farsa de la familia feliz habrá terminado.
Carina y papá se mueven a través del comedor, pero tiro de Daniel a un
lado antes de que los siga.
—¿En qué pensabas? —siseo. Ya siento una oleada de golpes de sangre en
mi cabeza, la primera señal de advertencia de que malos tiempos están por
delante—. ¿Llamaste a mi papá?
—Oye. —Daniel pone sus manos en mis brazos para calmarme, pero tiene
el efecto contrario. Quiero empujarlo y atacarlo de alguna manera—. ¿Qué te dije
sobre la construcción de puentes? —Me recuerda.
Me quedo mirándolo. —Carina es una cosa, ¿pero mi padre...?
Nunca le he dicho mucho de nuestra relación rota, pero Daniel debe ver
que estoy genuinamente afectada aquí, porque se ablanda. —Lo siento —añade—
. No tuve intención de tenderte una emboscada. Pero, él me llamó, y luego lo de
la cena ocurrió...
Mi sangre se congela.
—¿Él te llamó? —Mierda, esto no puede ser bueno—. ¿Qué es lo que
quiere? —exijo.
—Solo ver cómo estás —La frente de Daniel se arruga de preocupación—.
Dice que no has devuelto ninguna de sus llamadas.
—Eso es porque no ha hecho ninguna. —Aprieto los dientes. Mi padre
actúa como un padre preocupado cuando le conviene.
—Simplemente, trata de atravesar esta noche. —Daniel me mira a los
ojos—. ¿Por mí?
Siento un poco de culpa en mi estómago. Aquí estoy, enojándome con él
89

por tratar de reunirme con mi familia, cuando lo que he hecho es mucho, mucho
peor.
Página

—Está bien. —Asiento. Puedo aguantar, por una noche, es lo menos que
puedo hacer.
Daniel sonríe. —Esa es mi chica.
Espero hasta que está delante de mí antes de sujetar el vial de mi bolsillo.
Uno, dos, tres, cuatro. Dudo un momento, pero ya tengo la piel caliente bajo el
escote de mi vestido. Deslizo una píldora en mi lengua. Dios sabe que la
necesitaré.

***

La cena transcurre a paso de tortuga. Daniel habla felizmente con Carina y


Alexander durante los aperitivos, sobre su busca de trabajo y todo el estudio que
realiza para el examen. Me hundo más en mi asiento y en silencio cuento cuántas
veces ha insultado Alexander a mi hermana, y cuántos tragos ha tomado mi papá.
Jodidamente demasiados.
—Entonces, ¿cómo van los planes de boda? —pregunta Daniel a
Alexander, mientras Carina trae el plato principal: algún plato de lujo con
pequeños pichones y un chorrito de salsa—. ¿Ya escogieron la fecha?
—No me preguntes —bufa Alexander—. Me sorprendería si ella me dice.
Nada más que esas malditas carpetas, noche y día. ¿Pollo o carne de res? ¿Beige o
blanco invierno? —imita sarcásticamente—. A veces, me pregunto si me necesita
para algo. Oh, sí, es cierto, para pagar la factura.
Mi padre se ríe. —Con tal que este se quede, ¿no, cariño?
Carina se vuelca en el recuerdo de sus dos compromisos fallidos. El primer
tipo la abandonó por un trabajo en Asia, y decidió abandonar al segundo cuando
perdió su trabajo de finanzas muy bien pago y tuvieron que renunciar a su
apartamento.
—Es broma, cariño —añade papá, mientras se sirve otra copa de la botella
de vino ubicada cerca de él—. Estoy seguro de que ustedes dos serán muy felices
juntos.
Mi hermana se sienta, sin dejar de lucir humillada. Siento una punzada de
simpatía. Esto es lo que mi padre sabe hacer mejor: una dura crítica, enmascarada
90

como una broma. Aprendí hace mucho tiempo a no dejar que se meta bajo mi
Página

piel, pero por alguna razón, mi hermana se mantiene aguantando.


—Daniel dice que has estado en la casa de la playa. —Papá finalmente
vuelve su atención a mí—. No sé por qué te molestas, la inmobiliaria con la que
hablé dijo que puede hacer que alguien empaque todo y lo tire a la basura.
—Hay cosas allí que quiero conservar. —Aprieto los puños bajo la mesa—.
Fotografías, libros, cosas de mamá. ¿Quieres simplemente tirar todo eso? —Mi
voz es acusadora, alta en el comedor.
—Estoy seguro de que tu padre acaba de decir que no quiere que te sientas
agobiada. —interrumpe Daniel, respondiendo por él. Apoya una mano en mi
hombro—. Y tiene razón. Tú misma lo dijiste, es difícil ver todo de nuevo.
—Eso no quiere decir que no es digno de ser salvado. —Siento una
punzada de rabia otra vez—. Todavía no entiendo por qué tenemos que vender el
lugar. Ha estado en la familia de mi madre durante años.
—Oh, Dios, no otra vez. —Carina pone los ojos en blanco, tratando de
alcanzar su vino—. Hemos hablado de ello. Es una choza destartalada en medio
de la nada. ¿Cuál es el punto de aferrarse al pasado?
—Porque importa —grito—. ¿Cómo puedes decir eso? ¿No te preocupas
por todos los recuerdos de mamá?
—Esos no son los únicos recuerdos que tienes allí. —Carina me da una
sonrisa maliciosa, y me congelo por el pánico. ¿Traerá a colación a Emerson en
este momento?
Pero mi padre interrumpe antes de que pueda decir nada.
—Sé que tienes un apego al lugar, pero es hora de dejar a un lado las
niñerías —dice, condescendiente—. La agente de bienes raíces dice que podemos
conseguir un buen precio si vendemos ahora.
—En realidad, dice que lo haríamos mejor si esperamos. —No puedo dejar
de señalar—. ¿Cuál es la prisa, de todos modos? ¿Te gastaste otro préstamo
esquiando en Aspen? ¿O son los cobradores de deudas que finalmente te
encontraron?
Hay un silencio conmocionado. No suelo ir directamente y decir cosas
91

como estas, pero estoy al borde ahora mismo, y harta de seguir hablando con
Página

rodeos.
—Esa no es una buena conversación para la cena —responde mi padre,
pero sus labios se presionan firmemente juntos, y se ve bastante enojado.
Bien.
—Tiene razón —Daniel deja escapar una risa incómoda—. ¿Qué tal si
hablamos de otra cosa? Alexander, ¿cómo van las cosas en la oficina? Dijiste que
tenías un nuevo cliente.
Daniel los dirige una pequeña charla sin sentido de nuevo, y lo siento
relajarse junto a mí, como si el desastre hubiera sido evitado. Pero me siento
congelada en mi asiento, cada músculo tenso dura y furiosamente. Quiero gritarle
o sacudirlo, cualquier cosa para hacerle notar los años de mierda silenciada al
acecho en esta habitación. Pero no sirve de nada. Simplemente no ve lo
supremamente jodida que está mi familia. Claro, nos encontramos bien en la
superficie, pero todo debajo está roto y podrido.
Feo.
Emerson entendía. Sabía que había mil maneras de estar loco. Su familia
era de la clase ruidosa y sumamente jodida. Basura de remolque, se llamaba a sí
mismo, como si fuera un hecho. Su madre era una adicta, lo sigue siendo,
supongo. Entró y salió de los programas de doce pasos de rehabilitación durante
años, pero al final siempre recaía. Se largó para siempre con un imbécil cuando él
tenía dieciocho años, dejándolo con dos hermanos pequeños a los cuales criar.
Supongo que comparado con eso, mis problemas familiares eran un lujo, pero
Emerson nunca lo vio así.
La forma en que lo ponía, el daño es daño, el dolor es dolor y la locura es
locura. No importa si alguien bebe tequila barato o vinos caros, o afuera
durmiendo con pendejos drogadictos o abogados idiotas para llenar el vacío en su
interior. Es todo lo mismo. Y el daño que dejan atrás es igual de malo.
Es una de las razones por las que me enamoré de él hace cuatro años.
Finalmente me sentí como si alguien pudiera ver el dolor dentro de mí, y pudiera
ayudarme a hacer las paces con él. Antes de él, me preguntaba si estaba
condenada a resultar igual que mi familia: fingiendo que todo se hallaba bien,
mientras nos matábamos a nosotros mismos con dolor y negación. Emerson me
enseñó que estaba bien estar dañado: tomar ese daño, sentirlo, hacer que te lleve,
para nunca acabar como ellos.
92

Entonces, ¿qué diablos haces ahora? Una voz acusadora corta a través de
Página

mis pensamientos. Mírate, ¿mordiéndote el labio, y tomando píldoras, actuando


como si pudieras soportar incluso mirar a estas personas?
Eres igual que ellos.
El pensamiento me sacudió de golpe en mi asiento. Miré alrededor de la
mesa con horror. ¡No puede ser cierto! No soy para nada como Carina y papá, me
lo juré a mí misma, años atrás. Solo porque trato de mantener toda esta mierda
lejos de mi vida con Daniel, no quiere decir que finja mi camino a través de una
vida de negación como ellos.
Pero el susurro en el fondo de mi mente se detiene. Me siento en silencio
durante la cena, atrapada en mis propios pensamientos. Siempre imaginé que el
cierre de mi pasado trágico era la única manera de construir un futuro nuevo.
Solo poniendo todo detrás de mí, y seguir adelante. Pero ahora me pregunto si
hacer eso me hace solo una gran hipócrita como los otros: ocultando mi dolor y
fingiendo que todo está bien cuando lo estoy guardando en mi interior.
Querido Dios, no me hagas volverme como ellos.
Apenas digo una palabra el resto de la noche, hasta que nos reunimos en el
vestíbulo para recoger mi bolso y mi chaqueta.
—Gracias por tu hospitalidad, Carina —dice Daniel, mientras me ayuda a
entrar en mi chaqueta—. Estuvo delicioso, ¿no es así Juliet? —Él me da un
codazo, el cual tomo como un gesto cortés.
—Sí. Gracias.
—Cocina así mucho más, y quizás mantendrás a este. —Mi padre ríe
alegremente. Él palmea en su chaqueta y pantalones, luego finalmente consigue
sus llaves.
—¡No conducirás! —Mi voz es alta y acusadora, pero perdí la cuenta de
cuánto bebió horas atrás.
—Estoy bien. —Se agita lejos de mí, pero luego tropieza, desequilibrado.
—No lo estás —comienzo a argumentar, pero afortunadamente, Carina nos
interrumpe.
—Simplemente quédate aquí, papá. Tenemos mucho espacio. Y luego
podemos tomar el almuerzo en la ciudad mañana, tal vez echar un vistazo a
algunas tiendas de antigüedades.
93

Papá se balancea por un momento, y luego asiente. —Ahora que lo pienso,


Página

tal vez un descanso sería una buena idea...


Dejo salir el suspiro de alivio que no noté siquiera que sostenía.
Usualmente, él se defiende. Cuando yo era más joven, hacía lo que sea que podía
para mantenerlo apartado del volante: tomando sus llaves y escondiéndolas en
lugares donde nunca las encontraría. El día que obtuve mí licencia de conducir,
juré que nunca tendría que ir en carro con él otra vez.
Daniel finaliza su ronda de despedidas corteses y finalmente nos dirigimos
al auto. Me deslizo en el asiento del pasajero y hecho la cabeza hacia atrás. Nunca
he estado tan agradecida de haber terminado una noche.
—Eso fue lindo. —Daniel enciende el motor y vuelve a conducir.
Miro hacia él para comprobar si bromea, pero no lo está. —No puedes
hablar en serio —digo con incredulidad.
—Oh, vamos. Carina parecía linda. Y tu papá es un gran tipo, realmente
interesante.
Lo miro. No puedo siquiera encontrar las palabras. Mi cuerpo entero duele
con tensión, como si acabara de correr una maratón, y me siento tan
emocionalmente exhausta que podría curvarme en una bola y dormir por una
semana. Mi padre pasó toda la noche bebiendo y haciendo comentarios crueles
sobre Carina, mientras ella balbuceaba acerca de destinos para la boda y paisajes,
como si eso significara malditamente algo. Todo lo que pude hacer toda la noche
es recordar cada jodida disfuncional cena familiar que hemos tenido alguna vez.
Si no hubiera sido por mis medicamentos contra la ansiedad, hubiese colapsado
completamente y dejado de respirar.
¿Pero Daniel pensó que fue un buen momento?
—Debemos hacer esto más seguido —agrega. Me mira y atrapa mi
expresión horrorizada—. Oh, bebé. Sé que ustedes han tenido sus problemas,
pero todo eso se encuentra en el pasado ahora. Deberías hacer un esfuerzo, eso
ayudaría. Solo tienes una familia —agrega, como si eso justificara todo.
Aprieto mis puños y me volteo. Miro hacia fuera de la ventana mientras la
oscura ciudad y las luces de neón pasan a toda velocidad, pero no veo ninguna de
ellas. De hecho, veo mi futuro con Daniel extendiéndose delante de mí, justo de
la manera que planeé. Mudándonos juntos, consiguiendo trabajos, quizás incluso
casándonos. Siempre ha sido una visión tranquilizadora: una vida normal y
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segura, muy lejos de toda la tragedia y el jodido desastre en mi pasado, pero


Página

ahora, por primera vez, lo veo en una luz diferente.


Decenas, tal vez cientos de noches como esta: sentados alrededor con mi
familia porque soy demasiado asustadiza y terca para decirle a Daniel el por qué
no. Años de pretender como que no me corta por dentro ver a mi padre bebiendo
continuamente por la vida, como si mamá no era nada más que una parada
temporal en el camino. Navidades, cumpleaños, festividades. ¿Y qué si tenemos
niños, y mi papá quiere venir a jugar al abuelo cariñoso con ellos también? Daniel
le dará la bienvenida a todos ellos, porque eso es lo que hace la familia en su
mundo.
¿Pero cuál es la alternativa? Mi corazón duele en confusión. ¿Cómo puedo
explicarlo ahora, después de pretender por tanto tiempo? ¿Daniel siquiera me
amaría si supiera el daño que he escondido?
Emerson te amaba. Susurran las traicioneras voces. Él no se preocupó
acerca del desastre, el dolor y tu jodido corazón roto.
Pero eso fue antes, antes que mamá muriera, y él decidiera que el desastre
era demasiado, y lo que quedaba de mi corazón estaba totalmente destruido. Dios
sabe que lo parece ahora.
Quizás pretender es lo mejor que puedo esperar.

***

Quiero dormir en mi apartamento está noche, sola, pero no puedo


encontrar una buena excusa, así que dejo que Daniel nos conduzca al suyo sin
una palabra. Tan pronto como llegamos ahí, me encierro en el baño de nuevo y
enciendo la ducha, tratando de sacar toda esta confusión de mi mente. Me siento
como una casa de cartas balanceándose en el viento, como si una palabra
equivocada haría caer todo al suelo. Soy culpable de lo que pasó con Emerson,
pero estoy enojada con Daniel también, por ponerme en esa situación esta noche,
sin preguntar, o siquiera advertirme lo que planeó.
Es mi propia falta, lo sé. ¿Cómo se supone que sepa exactamente qué tan
mal se encuentran las cosas con mi familia, cuando me he asegurado de
ocultárselo? ¿Cómo puede entender cuánto me duele que ellos ignoren el pasado,
cuando eso es todo lo que he hecho con él? Pero saber eso no detiene la
95

quemadura en mi pecho, recordando la manera en que palmeó mi hombro para


Página

calmarme, y rápidamente alisó las verdades incómodas que puse al descubierto.


Trato de calmar mi respiración. Mi mente corre, pero no sé qué hacer.
Usualmente, trataría de mantener mi furia bajo control y solo aceptar que Daniel
pensó que hacía una cosa linda, porque le importa. Pero ahora es como si el
último par de días en Cedar Cover hubiera traído todos mis viejos recuerdos y
emociones bullendo a la superficie, rompiendo a través de mi calma duramente
ganada. Comencé el día de hoy tan desesperada por olvidar a Emerson y regresar
a mi calmada y simple vida con Daniel, pero ahora veo que no hay nada de
simple sobre esta mentira que he construido.
Pretender que el pasado nunca sucedió es una receta para el desastre. Si no
es ahora, entonces algún día, caerá la línea y la mierda golpeará. Pero de
cualquier manera, sé que no puedo escapar de eso nunca más. No puedo esconder
las partes de mí que me asustan, o las cosas malas que hice.
Con una oleada de adrenalina, abro la puerta del baño y me paro fuera del
cuarto. Daniel se encuentra acostado sobre su estómago en la cama, mirando su
portátil. Tiene pantalones amplios y una vieja camiseta de la universidad,
soñoliento y lindo, por un momento vacilo, mis palabras pegadas en mi garganta.
—¿Vienes a la cama? —pregunta. Cierra la computadora y se levanta—.
Podemos continuar donde lo dejamos… —agrega, acercándose a mí con una
mirada sugestiva en sus ojos.
Sus manos se deslizan en mi cintura, pero la sensación de su tacto en mí es
el colmo.
—¡No puedo hacer esto! —exclamo, haciéndome hacia atrás.
Daniel me mira confundido. —¿Qué pasa? ¿Qué está mal?
—Esto. Todo esto. —Hago gestos alrededor. Mi corazón late con fuerza,
pero esto no es un ataque de pánico, son solo mis nervios, el miedo y el
conocimiento de que necesito decir esto rápido antes de derrumbarme—. Está
mal. Y es mi culpa, lo sé, ¡pero no sé qué puedo hacer para hacer lo correcto!
Daniel me mira. —¿Esto es por lo de esta noche? —pregunta
cuidadosamente—. Porque, dije que lo siento.
—¡Es todo! —grito—. He pasado todo este tiempo escondiendo quién soy,
y no puedo hacerlo más.
96

—Bueno, calma. —Se dirige a mí de nuevo, pero me alejo, y pongo varios


Página

pasos entre nosotros—. Está bien, Juliet. Te conozco. Hemos estado juntos por
dos años ahora —agrega, con una sonrisa tranquilizadora—. Sé que te sientes
estresada, con los finales, mudándote y todo.
—¡No! —Lo detengo, mis emociones agitadas—. No me estas escuchando.
Hice algo terrible. —Mi voz se quiebra, pero tomo una respiración y sigo
adelante con mi terrible confesión—. Te engañé, Daniel. Estoy tan apenada.
Hay silencio. Envuelvo mis brazos a mí alrededor, esperando
desesperadamente su reacción. Si se trata de mí... pero no, no puedo pensar eso.
No sé qué haría en su situación, pero sé que no sería lindo.
Lo observo ansiosamente. Daniel toma una respiración, y se sienta el en
borde de la cama. Baja la mirada por un momento, luego vuelve a mirar hacia a
mí, su expresión destrozada. —¿Qué sucedió? —pregunta lentamente.
Trago. —Volví, y hay un chico ahí. El chico. —Trato de explicarme, pero
todas mis palabras suenan vacías y planas—. Y yo... nos besamos. Sé que no debí,
pero quería. Así tan jodida estoy. —Siento sollozos viniendo, apilados en mí
garganta—. ¡Yo lo quería besar, olvidar todo acerca de ti!
—¿Pero no dormiste con él? —La voz de Daniel se eleva con una nota de
esperanza.
Sacudo mi cabeza.
Toma una profunda respiración, como si decidiera algo. —Esta no eres tú
—dice, como tratando de convencerse a sí mismo—. Regresar, todos esos viejos
recuerdos... Estás bajo mucha presión. Quizás esto es mi culpa. —Me mira
pacientemente—. Debí estar ahí para ti.
—¡No! —grito. Esto es exactamente lo que Lacey me dijo esta mañana,
pero se siente como millones de años atrás. ¿Cómo pude pensar alguna vez que
solo podía hacer a un lado lo que sucedió con Emerson? Eso significa algo para
mí.
¡Dios, significa todo!
—No lo entiendes. —Trato de explicarme—. ¡Soy un desastre! Estoy loca,
dañada y jodida. —Sollozo—. Y he estado tan ocupada escondiéndolo de ti... —
Lo suelto, esto es imposible, ¿cómo puedo explicar qué demonios pasa en mi
mente cuando ni siquiera yo misma lo sé?
97

Daniel viene hacia mí y me abraza. —Está bien —dice, con calma. Acaricia
Página

mi cabello gentilmente—. No sé lo que sucede, pero lo descifraremos juntos.


Nada ha cambiado.
—¡Pero sí cambió! —Me aparto. ¡No me está escuchando! Tomo una
respiración desigual y trato de encontrar las palabras que hagan que me
entienda—. Solo… ya no sé qué quiero.
Daniel se paraliza. —¿Te refieres a nosotros?
Trago un sollozo. Me mira con tanto nerviosismo, como si pudiera
llevarme todo en un santiamén. Y puedo.
—Yo... sí. No. ¡No lo sé! —grito, alzando manos—. Desearía que fuera
simple, pero no lo es.
Daniel me mira. —¿Me amas? —pregunta en voz baja.
—¡Sí! —juro—. Pero no sé si tú me amarías si supieras, si supieras todo.
—Entonces dime. —Agarra mis manos—. Ayúdame a resolver esto.
Miro sus ojos marrones, deseando fervientemente poder. Si solo pudiera
decirle a Daniel todo, toda mi oscuridad, secretos rotos, y tenerlo diciéndome que
de cualquier forma todo está bien, quizás pudiésemos regresar a la forma en cómo
las cosas solían ser...
Pero sé que es imposible. No hay vuelta atrás. E incluso aquí, con Daniel
rompiéndose frente a mí, comprendo: no quiero hacerlo.
Ya no quiero pretender más.
No quiero pensar lo que podría haber sido.
No puedo construir un futuro con medias verdades y negación.
Daniel deja ir mis manos. Lo ve, tiene que verlo, porque algo en su
expresión se desinfla.
—¿Lo amas? —demanda.
Me encojo de hombros con impotencia. —No lo sé. Lo hice, una vez.
—¿Y ahora?
—Ahora, solo no lo sé. —Tomo aliento, admitiéndomelo por primera
vez—. ¿Quizás?
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Esa es la cuestión, sencillamente aún no lo sé. Quizás lo que siento por


Página

Emerson es solo deseo. O quizás es más. Pero no puedo ignorarlo, no si voy a


averiguar hacia dónde demonios voy a partir de aquí.
—¿Entonces qué quieres? —La voz de Daniel es severa. Herida. Me
estremezco, pero sé que no es menos de lo que merezco.
—No lo sé —digo de nuevo. Inútilmente—. Algo de tiempo. Para
descifrarlo.
—Una pausa.
—Yo... sí. —Trago un sollozo, mirándolo lastimosamente—. Lo siento,
Daniel, tienes que creerme, nunca quise herirte.
Sacude su cabeza. Está enojado. Puedo decirlo. Herido y traicionado. Pero
lo retiene. Incluso ahora, no alza su voz, solo pregunta—: ¿Cuánto tiempo
necesitas?
—No lo sé. —Es todo lo que digo ahora mismo, una y otra vez, pero es la
verdad. No tengo nada más que darle, pero él se merece eso, por lo menos.
—¿Pero regresarás allá, a él? —La mirada de Daniel destella con acusación.
Asiento, avergonzada. —Tengo que —digo, deseando que entienda incluso
sabiendo que no tengo derecho a esperar eso—. Tengo que ver, tratar y resolver
esto.
—Pero puedo ser bueno para ti. —La voz de Daniel se rompe con la
emoción, y siento una punzada de dolor por su angustia. Le hice esto. No se
merece nada de esto, pero lo hiero todo al mismo tiempo—. Sé que estas
confundida, y herida —me dice—, pero Juliet, somos buenos. Encajamos.
Podemos hacer una vida juntos.
No puedo contener los sollozos por más tiempo. —Lo siento —digo,
quitando furiosamente las lágrimas que corren por mis mejillas—. Lo siento, no
puedo ser la chica que amas. Yo solo... ¡necesito descubrir quién soy!
Me volteo y huyo. La puerta del apartamento se cierra de golpe detrás de
mí, y luego voy corriendo por las escaleras, realmente llorando esta vez. Apenas
veo a donde voy, y me tropiezo con fuerza en el último escalón, caigo duro
contra el suelo. El dolor se dispara a través de mi rodilla, la que herí solo un par
de días atrás, y por un momento, solo me siento ahí y dejo que las lágrimas se
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hagan cargo. Dolor, lleno de pesar y odio hacia mí.


Página

Y lo peor de todo, de alivio.


Porque ya le dije la verdad a Daniel, no tengo que permanecer paralizada
por la culpa cada vez que el rostro de Emerson entra en mi mente. Lo cual es
como a cada latido.
Aquí se encuentra él ahora, viéndome con esos inescrutables ojos mientras
me pongo de pie y huyo del edificio, hacia la ocupada calle. Ciegamente agito la
mano por un taxi, sin preocuparme por las personas que pasan a mi lado, o lo que
deben pensar de mi desastrosa crisis de llanto.
¿Cómo puede ser que sienta mi corazón romperse, y al mismo tiempo
sanar? ¿Cómo puedo odiarme por herir al hombre que amo, pero sentirme
liberada, todo a la vez? A pesar de que la culpa me abruma, recordando la
confusión derrotada en el rostro de Daniel, siento en lo profundo de mis
entrañas: la certeza. De que he hecho lo correcto aquí, y mientras puede no
sentirse así ahora, estaremos en mejor situación a causa de eso.
Solo puedo rezar para que me perdone algún día, espero. Si alguna vez deja
de odiarme.
100
Página
8
Traducido por Adriana Tate & Dannygonzal
Corregido por Meliizza

—¿Juliet? ¿Qué demonios te pasó?


La voz de Lacey me despierta a la mañana siguiente. Levanto la cabeza y
lentamente abro los ojos. La luz del día llega desbordándose desde las ventanas de
la sala de estar, y retrocedo ante el deslumbramiento.
—Entonces estás viva —dice Lacey. Está de pie delante de mí, con su bolsa
de lona en la mano y una mirada de preocupación en su rostro. Así que ha vuelto
de su aventura con Garrett el barista, entonces.
Gimo. —Apenas.
Ruedo y bajo mis piernas hacia el suelo. Pasé la noche en el sofá de la sala
de estar, demasiado exhausta para siquiera llegar a la cama. Ahora, me arrepiento
de no caminar esos cinco metros extras; tengo un calambre en el cuello, y mi
brazo derecho entumido por estar apoyado en un cojín encima de mi cabeza
durante horas.
—¿Vas a decirme por qué te ves hecha un desastre? —Lacey me pincha.
—Caray, gracias —murmuro, intentando masajearlo para que algo de
sangre fluya de nuevo en mi brazo entumecido.
—¿Juliet? —Su voz tiene un tono de verdadera preocupación, así que elevo
la mirada y suspiro.
—Rompí con Daniel —le digo. Las palabras se sienten extrañas en mi
garganta y por una fracción de segundo, me pregunto si todo fue un sueño.
101

¿Daniel aparecerá en la puerta para llevarme a desayunar como si nada hubiese


pasado?
Página

Entonces el recuerdo de anoche llega de nuevo a mí, en toda esta


desastrosa, dolorosa y desbocada gloria.
Nop. Eso no fue un sueño.
Elevo la mirada de nuevo. La boca de Lacey se encuentra abierta y luce
como si le acabara de decir que me voy a rapar la cabeza o a salir corriendo a
unirme a un culto. Como si hubiese perdido la cabeza completamente.
—Bueno, técnicamente, estamos en un receso —añado, mientras los
detalles lentamente toman forma en mi memoria—. O tomándonos un poco de
tiempo o como quieras llamarlo.
Lacey me mira boquiabierta por otro minuto, así que lentamente me
levanto y me pongo a ordenar; recogiendo la manta del suelo, donde debí haberla
tirado en la noche y acomodo los cojines del sofá.
Siento un tirón en la manta, así que me volteo. Lacey me la arrebata.
—¿Qué demonios hiciste? —Alza la voz y me estremezco—. Jules, ya
hablamos de esto, ¡no puedo creer que simplemente tiraras todo por la borda!
—Lacey. —Intento detenerla, pero está en una diatriba aquí; paseándose
de un lado a otro en nuestro pequeño y abarrotado apartamento.
—¿Estás loca? —demanda—. ¿En serio perdiste la cabeza? ¿Qué te dije?
Este asunto con Emerson es pasajero, es nada. —Chasquea los dedos—. Pero
Daniel, ese chico es para siempre. —Sacude la cabeza—. No te entiendo. Él es
dulce, amable ¡y arregla cosas! ¿Recuerdas, cuando todos nuestros cables se
fundieron y supo exactamente qué hacer? Por Dios, si tuviera un chico como
ese… —Su voz se desvanece, y por un momento veo pasar algo en su expresión—
. Pero chicos como ese no escogen a chicas como yo. Te escogen a ti, ¡y ni
siquiera te das cuenta de cuán malditamente suertuda eres!
—Lacey. —Frunzo el ceño, confundida por su enojo—. No le puedo
mentir, simplemente no puedo.
—¡Entonces ingéniatelas! —grita—. ¡Haz algo, discúlpate, no importa, solo
arréglalo!
—¡No es así de simple! —le grito en respuesta—. ¡No puedo fingir que todo
está bien con Daniel cuando me siento de esta manera con Emerson!
—¿Cómo si quisieras arrancarle la ropa? —Rueda los ojos—. Gran cosa.
102

—No, no es de esa manera —protesto—. ¿Y qué pasa contigo? ¡Eres mi


Página

amiga! ¡Se supone que estés de mi lado!


Lacey recupera el aliento. —Intento entender, Jules, de verdad lo intento
—me dice, angustiada—. Así que Emerson es sexy, caliente como el pecado y
tiene este… control sobre ti. Pero te rompió el corazón, ¿recuerdas? Y seguiste
adelante. —Cruza la habitación hacia mí—. Has pasado todo este tiempo
hablando sobre lo mucho que necesitas que tu vida sea diferente, y cómo es que
no puedes manejar estar enamorada de esa manera de nuevo. ¿Y ahora
simplemente vas a volver con él? ¿Qué pasará después? —demanda en voz alta—.
¿Simplemente te quedarás en esa pequeña ciudad con él y vivir feliz para siempre
hasta que él decida dejarte otra vez? ¡¿Qué pasó con lograr tus metas, el trabajo, el
apartamento, todo?!
¿Qué pasará después?
Es lo que mi mamá me preguntó, hace cuatro años. Es de lo que me
advirtió. Con hombres como esos, no puedes construir un futuro. Amor así de
fiero siempre se consume. Ella sabía eso mejor que nadie. Me rogó que dejara
Cedar Cove y a Emerson detrás, y que hiciera una verdadera vida para mí, que no
cayera en los mismos errores que cometió. Después de que Emerson le
demostrara que tenía razón, me dije una y otra vez, que sería cuidadosa la
próxima vez.
Pero mira a dónde me ha traído eso ahora.
—¿Jules? —Lacey me sacude y me doy cuenta que he estado parada allí,
sin decir una palabra.
—No lo sé. —Me abrazo a mí misma—. Solo sé que tengo que ver si hay
algo allí que valga la pena. Tengo que ser fiel a mí misma. ¿No puedes entender
eso, aunque sea un poco?
Lacey se ve indecisa. —Entiendo —dice finalmente—. Pero eso no
significa que no crea que cometes un gigante, monumental y épico error.
—Bueno, siempre y cuando tengas eso claro —murmuro. Rompo la
tensión. Lacey sonríe.
—Sabes que quiero lo que es mejor para ti, muñeca. —Me da un abrazo—.
Solo creo que Daniel es lo mejor. En serio, deberías ver la forma en que ese chico
te mira; como si fueras la cosa más preciosa en el mundo.
103

Dejo salir un largo suspiro. —Sé exactamente cómo me ve Daniel. Ese es el


problema. Me trata como si fuera especial, buena y pura.
Página

—Jules…
—¡No, es cierto! —protesto—. Incluso cuando le fui clara sobre besarme
con Emerson, todavía actuó como si fuera solo un error, algo que pasó porque me
encontraba estresada y confundida. Nunca creería que lo quería.
No, me corrijo. No solo lo quería. Lo necesitaba. Me quemaba, ansiaba y
suplicaba por el toque de Emerson. Cuando pienso en mí, atrapada debajo de él
en ese sofá, gimiendo de placer por la sensación de su piel contra la mía,
arañando su ropa y embistiendo contra él…
Emerson me mira como si fuera una diosa, como si fuera agua y hubiera
estado vagando en el desierto por un millón de años en busca de solo una gota.
Como si tomara todo lo que hay en él para no devorarme ahí mismo donde estoy.
Como si viera mi alma; en carne viva, dañada y deseosa. Y me ama, todo al
mismo tiempo.
—Entonces supongo que tienes que hacer lo que tienes que hacer —
suspira Lacey—. ¿Vas de regreso?
Asiento. —¿Quieres desayunar antes de que me ponga en camino? —le
pregunto, mirándola con esperanza. Incluso después de todo, no puedo soportar
la idea de que esté molesta conmigo. Ha sido mi mejor amiga desde el primer día
del primer año, y no puedo imaginar la vida sin ella—. Yo invito —agrego—.
Podemos comprar esos panqueques con trocitos de chocolate que te encantan…
Lacey rueda los ojos de nuevo, pero esta vez, es cariñoso. —Qué manera de
arruinar mi diatriba —me dice, sonriendo.
—¿Entonces eso es un sí? —Sonrío, alivio fluye a través de mí.
—Ya me conoces, soy una cita barata. —Lacey agarra su cartera. Me rio.
—Cállate. —La sigo a la puerta, pero algo me molesta en el fondo de mi
mente. Me detengo—. ¿Realmente no crees esas cosas? —le pregunto, frunciendo
el ceño—. Lo que dijiste antes, sobre que chicos como Daniel no te elegirían…
—Olvídalo. —Lacey agita su mano restándole importancia a mi
preocupación—. Solo me quejaba, sabes eso.
104

—Bueno, te equivocas —le digo, siguiéndola por el corredor—. Eres


increíble, inteligente, sexy y podrías tener a cualquier chico que quieras.
Página

—Ahora mismo, aceptaré a cualquier chico que me pueda dar tocino. —


Lacey se carcajea. Me rio.
—Sabes que te quiero, ¿cierto?
Lacey entrelaza su brazo con el mío. —También te quiero, nena.

***

Después del desayuno, empaco para el camino, en serio, esta vez. No finjo
que me quedaré en el pueblo por solo unos pocos días. Honestamente no tengo ni
idea de cuánto tiempo estaré ausente, así que le envié un correo a mis profesores
y grupos de estudios para decirles que tuve que salir de la cuidad por una
emergencia familiar; que revisaré mi correo todos los días para mantenerme al día
y regresaré a la universidad con seguridad para los finales. En el momento que
me pongo en marcha alrededor del mediodía, tengo un asiento trasero empacado
con mi laptop, todos mis libros de texto y cuadernos, y suficiente ropa y artículos
de aseo personal para todo un mes.
Ni siquiera sé si me quedaré ese tiempo. Demonios, por todo lo que sé,
Emerson y yo tardaremos exactamente cinco minutos para darnos cuenta que el
pasado es el pasado, y no hay vuelta atrás a lo que solíamos tener. Me hirió
demasiado, ni siquiera sé si podría confiar en él de nuevo. Si estoy loca por
incluso considerarlo.
Pero algo en mí está seguro ahora; tengo que intentarlo. Tengo que
sentarme y hablar con él, y averiguar si estos abrumadores sentimientos son solo
deseo temporal y viejos recuerdos, o algo más sólido construyéndose.
¿Es incluso el mismo chico del que me enamoré en aquel entonces?
El pensamiento se agita en torno a mi cerebro todo el camino de regreso a
la costa, mezclándose con la música en la radio y el sonido del viento azotando a
través de mi ventana abierta mientras intento aclarar mis emociones. Porque
demonios, sé que no tendré tiempo o autocontrol para averiguar esta cosa cuando
me esté ahogando en esos ojos azul oscuro.
O pasando mi lengua a lo largo de su torso musculoso, hambrienta de su
sabor salado.
105

¡Piensa con claridad! Me ordeno, antes de que pueda perderme en la


fantasía de su duro y pegajoso cuerpo contra el mío. Simplemente no puedes ir
Página

allí sin un plan.


Un plan. Correcto. Eso es lo que necesito. Porque cuatro años es un largo
tiempo. Ya no somos niños; estoy al borde de mi futuro aquí y necesito saber a
dónde va esto. Si incluso hay un esto para ir a alguna parte. ¿Será diferente esta
vez? Sé que soy una chica diferente a la que conoció en ese entonces, e incluso de
las pocas y breves conversaciones que tuvimos esta semana, puedo decir que es
un hombre diferente también. Más fuerte. Más exigente. Me emocionó, pero una
parte de eso me asustó también. Me enorgullezco de ser cuidadosa y prudente
ahora, y aparte de las cosas estúpidas y locas que he hecho en los últimos días, sé
que eso no solo desaparecerá en el instante en que lo vea de nuevo. Así que, ¿qué
me hace pensar que siquiera puedo arriesgar mi corazón nuevamente si tuviera la
oportunidad?
Los kilómetros se deslizan y aun así, no estoy cerca de obtener las
respuestas. Pero mientras manejo hacia toda esta confusión e incertidumbre, me
doy cuenta que ya no me siento estresada o preocupada. Respiro con facilidad,
con un aleteo de emoción en mi estómago. Mientras más me acerco a Cedar Cove
y a Emerson, mejor me siento, como que he sido cargada por una fuerza
magnética y todo tira de mí hacia mi Polo Norte. Los argumentos, las preguntas y
todos estos pensamientos corriendo en mi mente, se desvanecen mientras más me
acerco a él, ahogada por la visión de sus ojos, labios y la dulce y cálida
anticipación de estar finalmente en sus brazos de nuevo.
En el momento en que cruzo el puente y me dirijo a través del pueblo,
siento como que cada célula en mi cuerpo está viva, llamándolo en un coro
ensordecedor de deseo, planeé dirigirme a la casa de playa y recobrar la
compostura antes de llamarlo, pero cuando paso la Taberna de Jimmy, mi cuerpo
tiene otros planes. Como si mis manos estuvieran poseídas, de repente tiro del
volante y giro en una chirriante vuelta en U hacia el estacionamiento.
Detengo el Camaro con una sacudida, quedándome sin aliento. Ahora que
estoy aquí, tan cerca, todos mis nervios llegan de golpe inundándome. Solo
porque me llamó y quiere hablar, no significa que no está molesto conmigo o que
quiere arreglar las cosas. Podría seguir furioso por Daniel o…
¡Suficiente retraso, entra ahí!
Salgo desbandada del auto antes de que pueda cambiar de opinión, sin ni
106

siquiera detenerme para chequear mi reflejo en el espejo retrovisor. Cierro la


puerta de un portazo detrás de mí y cruzo el estacionamiento en rápidas
Página

zancadas, con mis nervios haciendo un baile loco en mi estómago.


Abro la puerta de la taberna y entro. Es temprano en la tarde, así que el
lugar está vacío; solo algunos chicos en la esquina jugando billar y unas pocas
personas comiendo en las cabinas a lo largo de la pared. Miro alrededor de la
habitación, ansiosamente buscando por alguna señal de él. Ni siquiera sé si está
trabajando hoy, solo sé que no puedo esperar ni un minuto más para verlo; estoy
tan llena de nervios de anticipación, se siente como que me romperé en un
millón de pedacitos.
Me adentro más en la habitación, todavía mirando alrededor. Y entonces
lo veo.
Su espalda está hacia mí y entrega comida en la cabina de la esquina. Me
congelo, cada nervio en mi cuerpo volviendo a la vida mientras bebo la visión de
él. Viste una camiseta roja que abraza cada musculo de sus anchos hombros y sus
vaqueros desgastados caen perfectamente desde la curva de su trasero.
De hecho solo su espalda es suficiente para reducirme a un manojo de
nervios. Siento mi piel sonrojarse y tengo que luchar para recuperar el aliento.
Entonces se gira y me ve.
Emerson se detiene. Se toma un minuto, solo mirándome fijamente, como
si no pudiera creer que realmente fuera yo. Luego su expresión cambia. Sus ojos
se ensombrecen y la mirada que me da está tan llena de hambre que siento que
me atraviesa justo por el medio, el deseo caliente y líquido inundando
directamente mi centro.
Oh Dios.
Siento que mis piernas ceden, mientras Emerson deja los platos en una
mesa y cruza la habitación hacia mí, con poderosas pisadas. Abro mi boca para
hablar, pero no se detiene ni un segundo, solo agarra mi brazo y me jala detrás de
él hacia la parte de atrás del lugar. Suelto un grito de sorpresa, pero no reduce la
velocidad, ni suaviza su agarre ni por un segundo, no hasta que me ha arrastrado
detrás del bar hacia el interior de una pequeña despensa al final del vestíbulo.
Cierra de un portazo detrás de nosotros y me tira contra la pared, aun
sosteniéndome en un agarre de hierro. Jadeo y contengo mi respiración, la
emoción disparándose por mis venas. La longitud de su cuerpo es caliente y dura
107

contra el mío, su cara solo a unas pulgadas de mí. Puedo sentir el pulso del latido
de su corazón y el calor de su respiración en mis labios, enviando temblores a
Página

través de mi cuerpo con cada jadeo irregular. Incluso en la oscuridad de la


habitación, puedo ver el deseo ardiendo en sus ojos, la luz de miles de fuegos
arrasando, amenazando con consumirnos.
—Dime “no” —exige con voz ronca, haciendo eco de la pregunta que me
hizo hace solo dos noches. En ese momento, no tuve la fortaleza para responder,
pero ahora, excavo hondo en la última reserva de control que tengo y suspiro mi
respuesta, la palabra sale de mis labios en un gemido de deseo puro y
desesperado.
—Sí.
Los ojos de Emerson destellan con victoria, y después, no hay tiempo para
pensamientos coherentes porque cierra la distancia entre nosotros, sus labios
bajan asegurándome en un beso devastador.
Caigo, completamente.
Su boca exige todo, y respondo con todo lo que tengo para dar, lo alcanzo
con ansia, enredo mis dedos en su cabello y agarro su camiseta, atrayéndolo más
cerca desesperadamente, más profundo, dentro de mí. El cuerpo de Emerson se
presiona contra el mío, y gimo en su boca, nuestras lenguas se entrelazan
mientras me sumerjo en la intoxicante sensación de su beso. Ya no tengo límites,
ni juicio, nada que me mantenga alejada de las exigencias de su cuerpo, de
nuestros labios y de la líquida piscina profunda doliendo en mi centro. Mis senos
se sienten calientes e hinchados bajo mi blusa, y solo la presión de su pecho
contra el mío es suficiente para enviar olas pequeñas de doloroso placer por mi
cuerpo, pero no es suficiente.
Nunca tendré suficiente de él.
Emerson rompe el beso, lamiendo un camino abrasador en la piel delicada
de mi cuello mientras sus manos recorren incontroladamente por mi piel
desnuda. Arranco su camiseta, finalmente sacándola por encima de su cabeza al
tiempo que abre mi blusa desgarrándola y entierra su cara contra mi pecho con
un profundo gemido de placer.
Oh Dios. Deslizo mis manos por el glorioso calor de sus hombros desnudos,
jadeando mientras su lengua baila por mis senos. Sus manos aprietan y moldean
mi piel, empujando a un lado la tela delgada de mi sujetador hasta que su boca se
cierra finalmente sobre mí, y luego me pierdo. Mi cabeza cae hacia atrás,
108

ahogándome del placer de su lengua, y la firme y húmeda sensación que inunda


mi piel. Suavemente me lame y me mordisquea hasta que estoy desesperada,
Página

doliente contra él, y luego finalmente cierra sus labios alrededor de mi pezón y
succiona, duro.
¡Santo infierno!
Un extraño chillido escapa de mis labios, pero no se detiene, solo cambia
su atención a mi otro seno, suavemente sus dientes raspan el sensible pezón hasta
que estoy distraída con un deseo doloroso, profundo y frustrante. Estoy liquida,
indefensa, cada latido de mi corazón tamborilea en una desesperada súplica, los
siento palpitar hasta mi núcleo.
Emerson levanta la cabeza. Sus ojos son dos pozos de deseo, una noche de
cielo nublado. Contiene la respiración por un momento, inestable, luego deposita
un beso en mis labios. Dulce. Casi tierno. Apenas tengo tiempo de asimilarlo
antes de que agarre mi hombro y me gire, esta vez empujando mi pecho desnudo
contra la pared, mi mejilla se presiona contra el frío concreto.
Suspiro, mi corazón salta por la excitación. Puedo sentirlo contra mí,
tocándome, una sólida pared de músculo me atrapa en mi lugar, su dura erección
se presiona contra la parte baja de mi espalda. No me puedo mover, o ver la
expresión de su rostro, solo puedo oír el gemido ronco de Emerson mientras
retuerce un puñado de mi cabello y lo hace a un lado, besando un camino
abrasador a lo largo de la curva de mi cuello.
Gimo, atada e indefensa contra él, y oh Dios, amo cada minuto de ello. Sus
manos deambulan alrededor de la parte delantera de mi cuerpo, a través de mis
pechos, tirando y provocando de la delicada piel antes de deslizarse por mi
estómago con un propósito vertiginoso. Mis piernas ceden, y me hundo contra él
mientras sus dedos se deslizan por debajo de la cinturilla de mi falda y bajo el fino
encaje de mis bragas, abriéndose paso determinadamente hacia mi tenso y
adolorido centro.
—¡Emerson!
Escucho mi grito desesperado como si viniera desde lejos, a través del
torrente de sangre golpeando en mis oídos. El mundo ya no existe, nada existe,
incluso mi cuerpo ha sido reducido solo a jadeos y súplicas, y el dolor desesperado
que no se alivia hasta que su mano se desliza firme sobre mí y sus dedos al fin
encuentran mi tierna carne, y los curva para empujar dentro de mí.
¡Oh! Me estremezco contra su mano, gimiendo y retorciéndome en su
109

abrazo de hierro mientras frenéticamente me empujo contra el ritmo de sus


dedos, los escalofríos de placer salen en espiral como telarañas plateadas a través
Página

de mi piel. Emerson gime, y siento la profunda vibración de su voz contra mi


cuello mientras sus dedos presionan, se burlan y aletean en mi interior, luego los
deja libres y grito, vacía y adolorida hasta que me encuentra de nuevo, su pulgar
presiona hacia abajo con una forma nueva que hace que mis rodillas se doblen,
que mi cuerpo duela, y mis huesos griten por la liberación, hasta que finalmente
la construcción lenta e interminable se convierte en una explosión profunda, y
con una última espiral dura de sus dedos me hago añicos contra él, cayendo en
una aterciopelada oscuridad.
Cuando salgo, jadeando, estoy tendida contra él, Emerson me sostiene con
sus sólidos y musculosos brazos. Recupero el aliento, la conmoción aun me
recorre. Me siento aturdida por la intensidad de mi liberación, la adrenalina
manda feroces chispas calientes por mi torrente sanguíneo. Emerson me voltea
hacia él de nuevo, reclamando otra vez mi boca con besos febriles mientras se
apoya contra la pared opuesta. Objetos caen de la estantería, estrellándose contra
el suelo a nuestro alrededor, pero no nos detenemos. No podría aunque lo
intentara. Alcanza a tientas su cinturón, respirando con dificultad contra mi
boca, y empujo sus manos a un lado para desabrocharlo, bajo sus pantalones y su
ropa interior, estupefacta por el hambre que sigue rasgando en el fondo de mi
estómago aun cuando mi orgasmo se desvanece.
Más. Ahora. Mío.
Mis dedos se cierran a su alrededor, caliente y duro, y siento la sacudida
del cuerpo de Emerson mientras deja escapar un gruñido de deseo hambriento.
Las sobrecargas de energía me traspasan ante el sonido, y elevo la mirada para
encontrarlo con la cabeza inclinada hacia atrás, la boca abierta y gimiendo
mientras suavemente lo provoco y lo acaricio con mi palma. Sus ojos se abren de
golpe para encontrarme observándolo. Me alcanza, pero lo esquivo, me arrodillo
en el duro suelo.
—Jules —jadea, estirando el brazo para agarrarse contra la estantería
mientras bajo más mi cabeza y lo encuentro con mis labios. Deslizo mis manos a
través del duro borde de su abdomen y lo rodeo para sujetar los contornos
esculpidos de su trasero al tiempo que lamo lentamente a lo largo del eje,
saboreándolo, provocándolo. Es suave y salado, tan familiar, tan Emerson, me
llena de una dichosa sensación de calma. Se siente como la cosa más natural del
mundo, delinearlo y lamerlo, pasar mis labios por su longitud y luego girar
110

suavemente mi lengua sobre la parte sensible cerca de la punta. Todo el cuerpo


de Emerson tiembla en respuesta. Sin pensar, agarra la parte de atrás de mi
Página

cabeza, enredando sus dedos en mi cabello, y eso envía una nueva ola de
excitación a través de mí. Ahora es su turno para estar incompleto, sentirse
indefenso, para estar totalmente a merced de mis caricias, de mi lengua y de la
lenta y agonizante exploración.
Acerco más su cuerpo y finalmente lo llevo a mi boca. Emerson deja
escapar un gemido cuando lo chupo más profundo, encontrando mi ritmo,
amando la sensación de cómo tiembla y se sacude su cuerpo bajo mis dedos
mientras dejo que mis manos vaguen a través de la dureza de su piel, trazando
lentos círculos sobre los sensibles parches justo bajo los huesos de su cadera,
yendo a la deriva por el tronco sólido de sus piernas, y subiendo hasta el interior
de sus muslos para provocar y acariciarle los testículos.
—Jules —jadea, tirando de mi cabello, tratando de acercarme más, para ir
más profundo, pero retrocedo, ahora burlándome, depositando besos delicados a
lo largo de su longitud hasta que me ruega, el sonido de su jadeo pesado y
desesperado llena el cuarto oscuro. Lo provoco por un tiempo hasta que
finalmente lo llevo a mi boca de nuevo, mis labios trabajando se aprietan contra
él, yendo profundo y lento cuando siento que todo su cuerpo se apodera de mí.
Su aliento queda atrapado, lo siento estremecerse bajo mi lengua, sacudiéndose y
tensándose totalmente a mi merced.
—Jules —jadea de nuevo, una advertencia desesperada. Trata de alejar mi
cabeza, pero empujo sus manos, en cambio lo llevo más profundo, chupando
largo y duro mientras lo oigo soltar un gemido gutural y siento el chorro líquido
y caliente en mi garganta. Lo trago, sintiendo la emoción del poder puro mientras
su cuerpo se relaja bajo mis manos, la carne dura, el músculo y el hueso
volviéndose líquidos mientras se apoya de nuevo contra de la estantería y,
finalmente, se desliza hasta el suelo.
Levanto la cabeza para mirarlo, tirado en el suelo delante de mí. Lucha por
respirar, su hermoso rostro luciendo aturdido, con los ojos desorbitados y
totalmente deshecho.
Yo hice esto.
111
Página
9
Traducido por becky_abc2 & Mitzi Noh
Corregido por Mire

Emerson se sube lentamente los pantalones. Me mira y luego niega con


una mirada de asombro en su rostro.
—Jesús —dice todavía jadeando—. ¿Tratas de matarme?
Sonrío, engreída y satisfecha. Se ríe y me jala hacia él, entre sus brazos. Me
dejo llevar y me relajo, mi corazón late furiosamente contra su pecho como una
canción; su pecho desnudo, caliente y sudoroso contra el mío.
Poco a poco, nuestras respiraciones se estabilizan. Cierro los ojos, segura en
el mundo oscuro de su abrazo, y dejo que las olas de sensación fluyan a través de
mí. Me siento jodidamente increíble, cada nervio y célula brillan como si fueran
de oro, como si pudiera saltar edificios altos con una sola zancada, como si
pudiera saltar desde el borde del mundo y extender mis brazos y volar.
Emerson mete un mechón de cabello sudoroso detrás de mí oído, y deja un
suave beso en mi sien. —¿Estás bien? —Me observa.
—Ajá. —Es todo lo que puedo decir en respuesta.
Se ríe contra mi cuello. Entonces siento una vacilación, su cuerpo se tensa,
solo un pequeño cambio. Me giro para mirarlo.
—¿Qué?
Me estudia cuidadosamente, oscuro, con preguntas no dichas. —El
novio… —dice al fin.
—No estamos juntos —le digo en voz baja—. No ahora.
112

—Bien. —Los ojos de Emerson brillan—. Porque si crees que dejaré que te
toque, después de esto…
Página

Reí.
Su expresión se oscureció. —¿Qué es tan gracioso?
—Tú. —Sonrío con ese increíble resplandor de calma todavía inundando
mi sistema—. Pensar que podría… que haría esto… con él, después de… —digo
mirando alrededor—. ¡Mierda! —exclamo al ver el desastre—. ¿Qué hemos
hecho con este lugar? —El suelo está cubierto de latas y paquetes de alimentos
que debimos enviar al suelo cuando chocamos con ellos.
Sonríe. —Sí, tenía cosas más importantes en mi mente.
Me río, y me inclino para besarlo suavemente en los labios. Emerson capta
mi boca lenta y profundamente, lleva su mano a mi mejilla, acunándola,
acariciándola con su áspero dedo pulgar mientras profundizamos el beso.
Esto, aquí mismo. Es todo lo que siempre quise. Es todo.
Hay un ruido. Me aparto y levanto la mirada a tiempo para ver como la
puerta se abre. El cuarto se ve inundado de luz cuando alguien entra. Brit. Tiene
el cabello recogido y un delantal sobre su corta blusa y minifalda.
—¿Qué diablos? —Abre la boca hacia nosotros, enredados y medio
desnudos sobre el suelo.
Dejo escapar un grito de vergüenza y busco mi blusa.
—¡Fuera! —grita Emerson con ira. Se pone de pie, arreglando la cremallera
de sus pantalones.
Brit se retira de la habitación, mirándonos horrorizada. —¡Lo siento! —
grita y cierra la puerta de nuevo.
Coloco mi sostén y blusa de vuelta a su lugar, mis mejillas arden por la
vergüenza. Oh Dios, ¿cuánto vio?
Hay un toque a la puerta, y luego la voz de Brit se escucha de nuevo,
nerviosa. —Um ¿Em? Hay un montón de chicos que esperan en el bar, y no soy
lo suficientemente mayor como para servirles cervezas…
—Solo mantenlos ocupados, estaré ahí afuera enseguida —contesta
Emerson y se vuelve hacia mí, pareciendo avergonzado—. Eh, lo siento por eso.
Me olvidé que esta puerta no tiene seguro.
113

—¿Tú crees? —exclamo. Me aseguro de estar toda cubierta y de recuperar


el aliento.
Página

—Mejor voy antes de que comiencen a hacer disturbios. —Comienza a


caminar hacia la puerta. Me preparo para seguirlo.
—¿Cómo me veo? —pregunto. Mis mejillas todavía arden cuando pienso
en Brit viéndonos. Demonios, probablemente le dijo a todo el mundo en el bar
para este momento.
—Como que he estado haciéndote cosas inexpresables —dice Emerson con
un brillo malicioso en los ojos.
—¡No! —grito, cepillando frenéticamente mi cabello, ahora enredado y
desordenado.
Se ríe. —Relájate, te ves genial. Como siempre.
Extiende su mano hacia mí. Lo veo por una fracción de segundo,
sorprendida de que después de todo, he terminado aquí. Hace una semana me
habría reído de alguien diciendo que estaría de vuelta a los brazos de Emerson o
de rodillas en un armario de almacenamiento. Les habría dicho que estaban locos,
que nunca sería tan imprudente y estúpida para volver atrás. Pero aquí estoy, y
no siento ninguna de esas cosas.
Me siento libre.
Tomo la mano de Emerson y lo sigo de vuelta al bar. Estoy sonrojada, todo
el mundo será capaz de decir lo que hacíamos, pero nadie se gira en nuestra
dirección.
—¿A qué hora sales? —le pregunto, retorciendo los dedos de Emerson con
los míos. Es una locura, todavía puedo saborearlo en mi boca, pero ya lo quiero de
nuevo, esta vez de verdad. Hasta el final.
—Tú dime. —Sonríe, y puedo decir por el destello oscuro en sus ojos que
piensa en lo mismo que yo. Se inclina más cerca, sus labios rozan suavemente mi
oreja mientras susurra seductoramente en voz baja—. Puedo tener este lugar
cerrado en cinco minutos. Solo di la palabra.
Siento un escalofrío de anticipación, pero sé que necesito un poco de
espacio para respirar. Tiempo para procesar lo que acaba de pasar ahí. Doy un
paso hacia atrás, poniendo mis manos en su amplio pecho. —No, termina aquí.
Ven cuando hayas terminado tu turno.
114

—Sí, señora.
Página

Empiezo a alejarme, pero me agarra del brazo y me da un tirón. Antes de


que pueda pensar, me toma en sus brazos y captura mi boca en un beso abrasador.
Puedo escuchar el sonido de los gritos y silbidos de los que nos rodean. Entonces
Emerson me levanta de nuevo, y luego me deja sobre mis pies. Parpadeo
mirándolo un momento, sin aliento y con vértigo.
Me guiña un ojo. —Hasta luego.
Asiento sin decir nada. No sé cómo me las arreglo para dar la vuelta y
alejarme, pero de alguna manera lo hago y llego a mi auto. Abro la puerta y me
deslizo en el asiento del conductor, con la cabeza todavía aturdida por el beso de
infarto.
Dios, ese hombre sí que sabe besar.
Y hacer muchas cosas más además de eso…
Mi mente regresa al almacén, su boca cerrándose sobre mi pezón; sus
dedos volviéndome loca. Me hundo en mi asiento, sonrojándome furiosamente
con tan solo esos pensamientos, de lo que hice con él.
Y lo que quiero hacerle, esta noche…
Más tarde.
Sacudo la cabeza alejando esas imágenes y arranco el motor, pero incluso
cuando enciendo la radio en volumen alto y conduzco de vuelta hacia la casa de
la playa, no puedo detener que la sonrisa de pura satisfacción se propague en mi
cara, tan grande que mis mejillas casi duelen. Me siento como una niña en la
noche antes de Navidad, llena de nerviosa anticipación y de emoción por lo que
está por venir. Excepto que Emerson no es solo un regalo de Navidad para
desenvolver, él es los regalos de cumpleaños, días festivos y vacaciones de verano,
todo envuelto en uno solo, todo lo bueno que puedo buscar, esperando por mí.
Esta noche.

***

De vuelta en casa, arrastro mi bolsa al interior y desempaco realmente, esta


115

vez en uno de los cuartos de invitados en la planta alta que siempre usé para
dormir, hace tantos veranos. Es la más pequeña de las cuatro habitaciones, así que
Página

los demás nunca la querían, pero amaba el pequeño espacio, atestado con una
cama demasiado grande y una cómoda. El tapiz de flores ahora se desvanece, pero
las ventanas están adornadas con cortinas de gasa azul que revolotean con la
brisa, y con vista a todo lo largo de la orilla.
Abro las ventanas por la cálida brisa de la tarde, después cuelgo la ropa en
el armario, bajo al cuarto de baño en el primer piso para arreglar mis artículos de
tocador y maquillaje. Tarareo al ritmo de la radio, respirando el aroma del aire
salado y el verano. Ahora el miedo ansioso de ver a Emerson no se cierne sobre
mí, me siento tranquila y relajada, algunas de las sombras oscuras en la casa se
desvanecen.
Algunas, pero no todas.
Paso por una puerta cerrada en el pasillo: el dormitorio principal. La única
habitación a la que todavía no me atrevía a entrar. Hago una pausa, y levanto mis
dedos descansándolos contra la madera, como si pudiera sentir los fantasmas que
acechan, justo al otro lado de la puerta.
Este era el cuarto de mi mamá. Papá nunca estuvo alrededor lo suficiente
como para que le pertenezca, por lo que siempre pienso en el cuarto como el de
ella. Eligió un edredón rosa, y pintó la cómoda para que coincidiera cuando yo
era todavía una niña: goteando pintura sobre el periódico en el pórtico. Incluso
tenía algunas de mis fotos enmarcadas y colgadas encima de la cama. Lo veo todo
tan claramente, a partir de esa última tarde.
El día que la encontré.
Siento un dolor en mi pecho, pero esta vez no trato de tragármelo. Solo
sostengo el dolor ahí, respirando lentamente, inhalando y exhalando. Dentro y
fuera.
Me inclino y descanso mi cabeza contra la puerta. Mares de lágrimas,
arden en mis ojos, y siento una caer por mi mejilla. Quiero abrir la puerta, de
verdad lo quiero. Quiero dar un paso al interior, y ver el colchón desnudo, el
espacio vacío, mostrarme a mí misma que todo se encuentra en el pasado. Que los
fantasmas no viven aquí.
Pero algo en mí lucha tan fuerte para mantenerlo cerrado. Porque
mientras me la imagino ahí, detrás de la puerta, no se ha ido todavía. Me imagino
caminando adentro y viendo su cuerpo congelado e inmóvil sobre la cama. Me
imagino corriendo a su lado como lo hice hace cuatro años, agarrando sus
116

hombros y sacudiéndola, llena de desesperación y pánico. Grito su nombre,


rogando, suplicando que se despertara. Pero esta vez, mis gritos aterrorizados
Página

rompen a través de ella lentamente, sus párpados aletean, y abre los ojos.
La encuentro muy pronto. La salvé.
En la forma en que no pude salvarla antes.
Nadie entiende la culpa secreta que he tenido que cargar todo este tiempo,
pero, ¿por qué lo harían? Les dijimos a todos que fue el cáncer lo que la mató,
pero esa no es la verdad, en realidad no. Fue la razón de su muerte, sin duda, pero
al final, mi madre se quitó la vida con un puñado de analgésicos y con una botella
de vino.
Suicidio.
El médico y mi padre acordaron mantenerlo en secreto. Ni siquiera tuve
tiempo de decirle a Emerson antes del funeral. Después el médico nos dijo que no
había nada que pudiera haber hecho de todos modos; la enfermedad estaba
demasiado avanzada. Incluso con la cirugía y quimio, era demasiado tarde para
cualquier cosa. Mi mamá lo supo todo el tiempo. Es por eso que nos trajo aquí,
para pasar nuestro último verano juntos.
Y luego, cuando el verano terminó, nos dejó sin siquiera decir adiós.
Pasé mucho tiempo odiándola por eso. Furiosa en mi oscuridad de que
pudiera mentirme de esa manera. Simplemente darse por vencida, ni siquiera
trató de luchar, tomó la salida fácil. Pero cuando la furia se apaciguó, pude ver
que no tuvo nada fácil sobre sus opciones. Quiso ahorrarse la muerte lenta y
agonizante que se filtraba por su piel y huesos. Quiso ahorrarnos el recuerdo de
verla morir.
La he perdonado por lo que hizo, pero todavía no estoy segura de que
puedo perdonarme a mí misma.
Porque en mis horas más oscuras, los susurros vienen, cruel y
burlonamente. Tal vez si hubiera sido una mejor hija, ella habría pensado que
todavía tenía algo por lo qué vivir.
Dejo escapar un largo suspiro, y poco a poco doy un paso atrás de la puerta.
La consejera de la universidad, que vi el primer año, me dijo que cada vez que
tuviera un mal recuerdo de la muerte de mi madre, debería tratar de pensar o
imaginar un recuerdo feliz que compartimos, para equilibrarme. Solo fui a unas
117

cuantas sesiones, después de que consiguiera la receta para los medicamentos


contra la ansiedad, me imaginé que era mejor solo bajar la cabeza y tratar de
Página

seguir adelante con las cosas, en lugar de hablar sin cesar del pasado. Pero ahora
que tengo esa visión del cuerpo de mi mamá en la cama de nuevo en mi cabeza,
decido tomar su consejo. Camino a la planta baja, hacia la cocina, buscando en mi
memoria algo, cualquier cosa, para reemplazarlo.
Pastel de carne.
Veo el plato para hornear que sobresale de la parte superior de una caja, y
recuerdo. El último verano, mamá tenía una extraña fijación con enseñarme a
cocinar. Tenía un montón de viejas recetas, que le heredó su madre, y su abuela
antes de eso, siguió insistiéndome para que aprendiera. No me podía importar
menos, me encontraba atrapada en Emerson y mi fotografía y lo último que
quería era estar de pie en una cocina humeante, cuando podría estar afuera, en la
playa, en alguna parte con él. Pero mamá seguía insistiéndome, y por eso, una
tarde lluviosa, cuando Emerson tuvo que trabajar, estuve de acuerdo en que me
enseñara.
Nos condujo a través de la lluvia para ir al mercado, me arrastré detrás del
carrito y la vi escoger los ingredientes. Me dijo cómo comprobar con el chico del
mostrador de la carne, cómo escoger los tomates que no estuvieran aguados, qué
especias harían la salsa correcta. Había algo maníaco, casi frenético en su
entusiasmo, la forma en que balbuceaba acerca de cómo su abuela trajo la receta
desde Europa antes de la guerra, y cómo su madre cambió esto y aquello. A decir
verdad, me perdí la mayoría, demasiado ocupada mandándome mensajes
coquetos con Emerson. Ahora sé por qué fue tan insistente, encantada de tener la
oportunidad de pasar la receta de la familia antes de que fuera demasiado tarde.
Sabía que no tenía mucho tiempo.
Pasamos la tarde cocinando aquí, mientras la lluvia caía afuera. Mamá puso
viejos clásicos de country en el estéreo, y pronto, incluso yo tarareaba, cortando,
removiendo y mezclando con ella en la encimera. Todas nuestras peleas sobre
Emerson y mis opciones universitarias quedaron en suspenso, como si llegáramos
a un acuerdo de parar de momento nuestras batallas entre madre e hija. Mirando
hacia atrás, ahora me doy cuenta que fue un día perfecto, no hubo una
conversación profunda o nada, solo algo sencillo y cómodo.
Del tipo que nunca conseguiré de ella otra vez.
Miro alrededor de la cocina. Casi puedo oler el aroma a orégano y
albahaca, ver a mamá hacer piruetas entre el refrigerador y la estufa. Me abrazo a
118

mí misma, tratando de mantener la imagen feliz en mi mente. No puedo recordar


la última vez que me dejé recordarla. Después de lo que pasó y me vine abajo, me
Página

di cuenta que la única manera de seguir adelante era bloquearlo todo por
completo: los buenos recuerdos, junto con lo malo. He trabajado muy duro en
empujar cualquier pensamiento de ella, asustada a muerte de que al momento en
que deje la imagen llenar mis pensamientos o conjurar el sonido de su voz,
entonces veré su cuerpo, ahí extendido de nuevo. Y peor aún, sentir las familiares
y apretadas bandas de acero asfixiándome, la avalancha de pánico caliente que me
aplasta viva.
Pero aquí estoy, pensando en ella y me siento bien. Triste, sí. Anhelante y
con pena, al borde con toda mi usual culpa e ira, pero no tan mal que no pueda
mantenerlo bajo control.
Tal vez estoy lista para empezar a recordar.
Salgo por la puerta de la cocina y bajo a través del césped hacia mi
cobertizo de fotografías. Dentro, encuentro todo donde lo dejé: químicos en sus
botellas en el estante, las cuencas de plástico apiladas en el fregadero. Y esa caja
hermética de viejos contenedores de película, esperando a ser reveladas después
de todos estos años.
Siento una calma asentarse en mí y casi antes de que pueda pensarlo dos
veces, me encuentro ordenando mi equipo en una rutina que me sé de memoria.
Reviso que las pesadas cortinas bloqueen la luz por completo y luego apago las
luces, así que estoy bañada en el cálido resplandor rojo de la luz de seguridad. La
tarde pasa en una tranquila, calmada neblina mientras proyecto, mesclo, lavo,
agrego químicos y enjuago hasta que los negativos cuelgan en tiras finas de color
ámbar a mi alrededor, llevando las primeras imágenes a la vida en grueso papel
brillante.
Suavemente arremolino químicos sobre el papel en una cuenca,
observando los contornos borrosos de la imagen comenzar a mostrarse. Olvidé lo
calmante que era toda la rutina. La mayoría de las personas lo encuentran
aburrido: preferirían tener los instantáneos placeres de una cámara digital, donde
puedes ver la imagen inmediatamente en la pantalla, y subirlas a la computadora
en un instante. Por los últimos cuatro años, he hecho lo mismo: sacando fotos en
mi teléfono y mandándolas por mensaje en el mismo momento. Me dije que era
mejor, sin complicaciones y fácil, pero ahora sé que eran solo mentiras para
olvidar la extraña comodidad de estar aquí, en la oscuridad, haciendo imágenes
119

de la nada como si fuera una especie de maga, tomando recuerdos y fundiéndolos


en la página.
Página

Este rollo de película es de ese verano, hace cuatro años. Viajo de vuelta en
el tiempo con cada nueva foto. Carina deslumbrante, con la nariz en su teléfono
mientras enviaba mensajes a todos sus amigos acerca de lo interminables que
estaban resultando ser sus vacaciones. Papá, fugaz, siempre en su laptop, con unos
ojos en blanco para conseguir mi cámara fuera de su cara. Y mamá, siempre fuera,
sentada en la playa por horas, mirando hacia el horizonte.
Trazo suavemente su cara, colgando la foto en la línea de secado. ¿Cómo es
que no lo vimos? Se desvanecía justo en frente de nosotros, pero nunca lo
imaginamos. Supongo que se encontraba decidida a ocultar la verdad: usando
maquillaje y ropa holgada, forzando una voz fuerte y brillante para ocultar el
temblor de la incertidumbre. En esta foto, está en una silla de jardín por la arena.
Su cabello baila en sus ojos y tiene una mancha de protector solar en una mejilla.
Ríe a la cámara, haciéndome bromas sobre algo. Parece feliz. En paz.
Sonrío para mis adentros y sigo adelante, encontrando rollos de película
llenos de Emerson. Los dos, abrazándonos cerca de una playa azotada por el
viento. Conduciendo por las carreteras del condado. Acostados, medio
enterrados, bajo las enredadas sábanas en su cama. Fragmentos que me envían
más profundo de vuelta en mis recuerdos, bajo un camino diferente esta vez a
cuando vivía en un constante estado de euforia nerviosa, mi pulso saltando al
menor contacto.
Deseo…
Puedo verlo todo en las delicadas líneas de las impresiones, esas noches sin
aliento aferradas a él en el asiento delantero de su camioneta, sigilosamente
subiendo las escaleras de atrás, amortiguando la risa bajo mis sábanas. La mirada
de Emerson me penetra incluso a través de las fotografías: oscura, emocionante y
llena de afecto feroz. Siento un profundo tirón de lujuria, trazando el contorno
de su cara, años más joven, pero igual de conflictivo.
Dios, fuimos consumidos el uno por el otro. Era como nada que jamás
conocí, la compulsión de ahogarme en su toque y nunca regresar por aire. No
hubo un enamoramiento lento para nosotros: sin vacilantes citas suaves y
coqueteo tímido. Desde el principio, amarlo fue como arrojarme de un precipicio
alto, esperando con todo que estuviera allí para evitar mi caída. Y cuando golpeé
el suelo y me encontré sola en el mundo, sin él, sin mi mamá, traté de olvidar
120

este verano por completo. Pretendiendo como si nunca hubiera pasado.


Cualquier cosa para detener la interminable agonía, la miserable culpa, el dolor y
Página

la arrastrante sospecha de que todo fue mi culpa.


Que me dejaron porque no fui suficiente para hacer que se quedaran.
Pensé que fue saludable. Seguir adelante. Pero mirando alrededor, a las
fotos colgadas a mí alrededor, mojadas en la línea, me doy cuenta que hay un
lugar en mi corazón que ha estado vacío y congelado desde entonces. Paralizado.
Y ahora se agrieta para abrirse.
Emerson fue solo el comienzo, el primer fragmento a través de mis duras
defensas. Rompió mi cáscara de acero, y siento todas las emociones que he
ignorado por mucho tiempo: tristeza y dulzura, dolor, pesar. Incluso pasión.
Especialmente pasión.
Me emociona, experimentar la adrenalina de nuevo, pero también me
aterra. Porque no importa lo mucho que ame lo que Emerson me hace, sé lo que
viene después, cuando me estrelle a toda velocidad al final. Sintiendo que esto es
lo que me metió en problemas en primer lugar, tan desesperada y deprimida
hundiéndome bajo la nube negra de desesperanza. Lacey estaba en lo cierto, lo
que dijo el primer día que conduje a la ciudad. No podía volver a ese lugar. Juré
nunca hacerlo y lo dije en serio. Entonces, ¿cómo voy allí con Emerson y no
arriesgarme a la caída?
¿Hay alguna manera de amarlo además de con todo mi corazón, todo el
tiempo?

***

Ni siquiera noto que pasa el tiempo, hasta que un suave golpe en la puerta
me sacude fuera de los recuerdos y reviso mi reloj para encontrar que son las
ocho de la noche.
¡Emerson!
—¿Es seguro entrar? —Su voz se desliza a través de la puerta cerrada.
Sonrío. Aprende de sus errores. La primera vez que vino a buscarme en el
cobertizo, abrió la puerta sin previo aviso y arruinó todo un rollo de película que
121

revelaba. Nos metimos en una prolongada pelea que duró hasta que me tiró
contra la pared y me hizo olvidar todo sobre la película perdida.
Página

Esta vez necesito demostrar más autocontrol, decido. Seguro, me


encontraba sollozando y deshecha en sus brazos hace apenas unas horas, pero no
puedo arrojarme a él por completo. Tengo que jugar frio.
—¡Todo despejado! —grito finalmente, colgando la impresión final para
que se seque en la línea.
La puerta se abre y hay una breve inundación de luz antes de que Emerson
la cierre rápidamente y estemos solos en la oscuridad y la tenue luz roja.
Mi pulso salta justo ante la vista de él, su cuerpo llenando el espacio,
dominante.
—Lo siento, perdí la noción del tiempo —me disculpo rápidamente. Mira
las impresiones que cuelgan para secarse—. Encontré algunas películas antiguas
—explico, avergonzada—. Creí, que sería bueno ver…
—Me acuerdo de esto. —Emerson se detiene en una foto de nosotros,
tomada desde un ángulo mientras sostenía la cámara lejos de nuestras caras.
Estamos envueltos en camisetas y bufandas, el cielo nublado en el fondo,
condujimos hacia el lago y llovió todo el camino a casa.
—Tuvimos que detenernos a un lado de la carretera porque llovía muy
fuerte. —Pienso en aquella tarde tormentosa—. Y esperando en la camioneta a
que pasara.
Emerson da una risa baja. —Esperar no fue todo lo que hicimos.
Siento mis mejillas sonrojarse. Cualquiera pudo detenerse y encontrarnos
allí, medio desnudos y jadeantes, pero no me importó.
Emerson se mueve, alcanzando una nueva foto. Su brazo me roza y me
congelo. El sonido de mi inhalación hace eco en el silencio y veo una sonrisa
curvar el borde de sus labios.
Maldición. Demasiado para jugar frio. Sabe lo que me provoca.
Sigue viendo las fotos, mientras espero en el borde. Mi estómago está atado
en nudos, insegura de qué debería hacer a continuación. Todo en mí grita que
solo lo alcance y me sumerja en ese éxtasis de nuevo, pero ni siquiera me ha
tocado, no a propósito de todos modos.
Mi corazón se retuerce de miedo. ¿Tiene dudas? ¿Nuestro encuentro en el
122

armario de almacenamiento fue suficiente para saciar su curiosidad y lujuria? Tal


vez sin ese deseo cegándolo, ha decidido que desenterrar el pasado es una mala
Página

idea.
—¿Cómo estuvo el trabajo? —digo bruscamente, desesperada por llenar el
silencio—. ¿Todo bien?
Emerson ignora las balbuceantes preguntas y finalmente se gira hacia mí.
—Es bueno verte de vuelta por aquí —dice, trabando sus ojos en los míos,
oscurecidos en la penumbra—. Siempre me gustó verte. En tu elemento.
Parpadeo, mi aliento se atrapa en mi garganta. De repente, recuerdo a
Emerson detrás de mí cuando me inclinaba sobre el banco de trabajo, sus manos
vagando, burlándose de mi cuerpo hasta que no podía aguantar más y
abandonaba mis impresiones por la dulce y caliente prisa de sus labios en los
míos. Aquí, en este cobertizo, en el que me entregué a él por completo por
primera vez. Sin miedo, solo un hambre que pensé que nunca podría ser
satisfecha hasta que estuviera presionada debajo de su peso, sintiéndolo muy
dentro.
Puedo ver por el brillo en sus ojos, que también lo recuerda.
Toma un medio paso hacia mí y coloca un dedo en mis labios. Su mirada
abrasa la mía, magnética, no puedo dejar de separar mis labios en un jadeo
silencioso, probando la punta de su dedo con mi lengua.
Emerson deja escapar una respiración entrecortada, luego suavemente lo
empuja profundo en mi boca. Es insoportablemente erótico. Me estremezco,
sintiendo una oleada del caliente charco entre mis muslos, pero no aparto la
mirada. Cierro mis labios alrededor de su dedo y succiono.
Deja escapar un gemido. —Joder, Jules.
No puedo esperar más. Lo alcanzo, tirando de su cara hacia abajo y lo beso
duro, caliente y hambriento. Se tambalea hacia atrás contra el banco, sus brazos
apretados a mi alrededor, su cuerpo golpea contra el mío, una deliciosa pared de
músculos. Gimo en su boca, tomando ávidamente puñados de su cabello,
deslizando mis manos por los duros planos de sus hombros. Ya estoy mojada y
lista, gritando por cumplir la promesa que nuestros cuerpos hicieron hoy más
temprano, demonios, la promesa por la que mi cuerpo ha estado esperando
durante cuatro largos años, tumbada en la cama sola por la noche, imaginando
que mis dedos son los suyos, que está dentro de mí, reclamándome como suya.
Alcanzo su bragueta, pero Emerson de repente me empuja lejos. —Woah
123

—jadea, luchando por aire—. Espera. —Me hace a un lado y da unos pasos lejos,
tan lejos como puede de mí en el pequeño cobertizo.
Página

Me quedo sola y jadeante, nada más que con el aire vacío donde estaba su
cuerpo.
—Debemos… —Emerson gesticula hacia afuera, como si no pudiera
esperar para alejarse de mí.
Una oleada de vergüenza me atraviesa. No me quiere.
—Lo… lo siento —tartamudeo. Quiero morir, que la tierra se abra y me
trague. Oh Dios, ¿en qué pensaba? Prácticamente lo desnudé y lo tiré al suelo.
Debe pensar que soy una perra en celo, que no ha sido follada en años—. Yo…
pensé… que tú…
Mierda. Me hundo contra el banco, humillada. Solo mátenme ahora.
—Solo vete —digo en voz baja, dándole la espalda—. No me quieres.
Olvida que esto alguna vez pasó.
—¿Qué? No, eso no es lo que quise decir. —En un instante, está a mi
lado—. Jules, mírame. —Toma mi cara entre su dedo pulgar e índice, suavemente
gira mi cabeza, así no tengo más remedio que mirarlo—. No es que no te quiera.
Maldita sea, todo en lo que he sido capaz de pensar por días es en rasgar tus ropas
y follarte sin sentido.
—Entonces, ¿qué te detiene? —Parpadeo hacia él—. No lo entiendo.
Emerson sonríe suavemente. —¿Pensaste que solo entraría aquí a follarte
contra el banco?
—¡Bueno, sí! —exclamo, avergonzada.
Se ríe. —He venido aquí, esta noche, para salir.
Lo miro fijamente. —Como, ¿una cita?
—Sí. —Ahora es el turno de Emerson de parecer avergonzado—. Dijiste
que teníamos que hablar y… no quiero que pienses que solo te quiero para el
sexo.
—No, ese es mi movimiento —digo, ruborizándome de nuevo.
Me da una sonrisa atrevida. —Créeme, cariño, toma todo mi control no
desnudarte en estos momentos. Pero, hice planes. Así que si puedes esperar a
124

volverme salvaje hasta después de tu sorpresa…


—Puedo intentarlo —le digo, sonriendo mientras el alivio me inunda.
Página

Todo está bien. No he arruinado esto—. Pero no lo prometo.


—Eso es suficiente. —Abre la puerta y luego la sostiene, señalándome que
pase—. Vamos a que el espectáculo comience.
10
Traducido por CamShaaw
Corregido por JasielOdair

Emerson espera mientras voy a limpiarme, luego salimos. En la luz de la


puesta del sol, puedo ver que se ha aseado: está bien afeitado, con el cabello
húmedo hacia atrás, vestido con una camisa de color celeste, con pantalones que
realzan su bronceado y hace que sus ojos luzcan como a lo profundo de las
lagunas de agua cristalina.
Luce definitivamente, gloriosamente guapo.
Lo suficientemente bueno para comer. Otra vez.
Llego a la camioneta, pero cuando alcanzo a la puerta, Emerson se apresura
para abrirla. Extiende su mano para ayudarme a subir. —No lo dije antes —
añade, hablando una vez que estoy dentro—. Pero te ves muy hermosa esta
noche.
Me sonrojo. —Estuve, como, tres minutos en la ducha —señalo. Estuve
corriendo alrededor de mi habitación tan apresurada, me sorprende que me las
arreglara para ponerme correctamente mi vestido floreado.
—¿Y? —Emerson inclina la cabeza y coloca un suave beso en mis
nudillos—. Siempre te ves increíble.
Cierra la puerta y va hacia el lado del conductor, mientras trato de
mantener mi rubor bajo control. Tengo mariposas arremolinándose en mi
estómago, y me siento como si fuera una adolescente de nuevo y él ha venido a
recogerme para nuestra primera cita.
No es que realmente hiciéramos todo el asunto de “citas”, me recuerdo.
125

Cortamos directamente a la parte de ir al asiento trasero en la noche.


Página

—Entonces, ¿a dónde vamos? —pregunto, mientras Emerson gira


saliéndose del camino.
Me sonríe. —Es una sorpresa.
—¿Ni siquiera una pista? —Hago un falso puchero, y ríe.
—Nope. Paciencia.
Ahora es mi turno de reír. —Creo que nos dimos cuenta que no es
exactamente lo mío. Al menos, no contigo —agrego, luego inmediatamente, me
regaño a mí misma por mi honestidad. Algo en mí todavía no quiere que sepa el
efecto que tiene sobre mí, como nada que haya conocido con alguien más.
Pero Emerson no parece darse cuenta de mi involuntaria confesión. O si lo
hace, no le importa.
—Créeme. —Cuelga un brazo sobre el respaldo de mi asiento, el roce de
sus dedos en mi cuello envía escalofríos por todo mi cuerpo—. No eres la única
con problemas de control de impulsos. Ya estoy pensando en todas las maneras
en que haré que te corras esta noche.
Sostengo el aliento ante sus palabras, siento el tirón de deseo
profundamente en mí. Me doy vuelta y atrapo su mirada, el hambre en sus ojos
quema directo en mí. Se detiene en una intersección y me alcanza: degusta mis
labios, mojando su lengua en mi boca mientras me derrito en la suya.
El beso se profundiza, y entonces, Emerson se aleja. Regresa a la carretera
y golpea su mano contra el volante.
—Maldita sea —dice—. Te dije que no volvería a hacer esto.
—¿Hacer qué? —pregunto, preocupada.
—Saltar sobre ti, como un animal salvaje. Trato de ser romántico aquí,
¿recuerdas?
Dejo escapar un suspiro de alivio. Es dulce, tratando de mantener sus
manos fuera de mí cuando lo único que quiero hacer es rasgar su camisa y lamer
todo su glorioso y musculoso cuerpo.
—Está bien, entonces hagamos un pacto —propongo—. No saltar hasta el
final de la noche.
Me da una mirada de reojo. —Podría girar el auto en este momento y
126

llevarte a casa, y ese sería el final de la noche.


Página

Me río. —Bien, entonces, a medianoche. Mantengamos nuestras manos


lejos hasta entonces. ¿Trato?
Emerson deja escapar un suspiro torturado. Se voltea dándome una mirada
liquida, llena de deseo, y finalmente asiente. —Trato. Pero no es porque no te
quiera… —Sus ojos se suavizan, sinceros—. Sobre lo que dijiste antes…
—¡No es nada! —protesto rápidamente, sintiéndome mortificada.
—No creas alguna vez que no te quiero. —Se detiene a un costado de la
calle. Se acerca y agarra mi mano, sosteniéndola con fuerza. Mi corazón salta ante
la intensidad de su mirada, quemándome, caliente y feroz.
—Siempre te quiero, Jules. Incluso cuando te odié, aun cuando deseé no
volver a ver tu cara de nuevo, sigo estando loco al pensar en todas las cosas que
haría por ti, si volvieses. —Su voz se quiebra. Cuando habla de nuevo, es con un
tono áspero, desigual, como si forzara las palabras—. Siempre te querré, Juliet.
Será mi jodida muerte, pero no dejaré de hacerlo.
Pone en marcha el coche, y se mantiene conduciendo, pero me quedo
quieta, sorprendida en silencio.
Sus palabras se instalan en mi cabeza, posesivas y definitivas.
Puedo decir, que no quiere sentirse de esta manera, como si yo fuera una
carga que tiene que llevar, y aunque una parte de mí ha sentido lo mismo, me
llena de tristeza.
¿Es eso lo que somos el uno para el otro ahora, una maldición que no
puede romperse?
Emerson se detiene en el puerto. Empujo lejos mis miedos rápidamente y
pego una brillante sonrisa en mi cara. Independientemente de lo que pasa en este
momento, él hace un esfuerzo por ser un caballero: llevándome a una cita, y
hablar de todo este desastre. No lo arruinaré ahora con mi total exceso de
pensamientos.
Bajo del auto y miro alrededor. El puerto deportivo está diferente a la
última vez que lo vi en la fiesta. Los barcos se mecen en silencio a lo largo de los
muelles, y la noche del océano es silenciosa e inmóvil.
—Vamos. —Me tiende su mano, así que la tomo y lo sigo a uno de los
127

muelles donde hay un barco amarrado en el extremo. Se trata de un velero, viejo,


Página

pero en muy buenas condiciones, con pequeñas luces colgadas, una vela azul
atada en la parte superior, y una cubierta de madera clara pulida.
Mi boca se abre. —¿Esto es tuyo? —exclamo en estado de shock.
Asiente con orgullo. —La tengo hace un par de años. Estaba en muy mal
estado, así que he estado reconstruyéndola poco a poco… Sé que ella no es nada
del otro mundo —añade, mirando autoconsciente—. Pero en verdad navega, y
hay un montón de espacio allí arriba.
—Creo que es genial. —Sonrío—. ¿Permiso para subir a bordo?
—Puedes contar con ello. —Me da otra de esas miradas, aquella ardiente
que transforma mi interior en gelatina.
Sostengo el aliento y lo sigo por la pasarela a bordo. Entonces me
sorprendo ante la vista de la escritura en un costado y pierdo el aliento de nuevo.
Jaybird.
Su apodo para mí. La razón por la que tengo mi minúsculo tatuaje.
Mi corazón se acelera con incredulidad. —No puedo creer que nombraste
a un barco por mí…
Emerson tose. —Bueno, pensé que le encajaba. —Me da una sonrisa
diabólica—. Ella era una perra terca, pero una vez que llegó a mis manos, se
ajustó fácilmente.
—¡Oye! —Golpeo juguetonamente su brazo. Se ríe, agachándose de nuevo
fuera de alcance.
—Deja que te muestre.
Emerson me muestra el motor, el aparejo3, y la pequeña cabina bajo la
cubierta con una estrecha litera y una cocina de galera delgada.
—¡Es increíble! —digo, mirando alrededor del espacio. Todo se encuentra
colocado perfectamente en su lugar—. Aunque, no puedo creer que duermas en
esa pequeña litera.
Me volteo, y de repente me encuentro presionada contra Emerson,
peligrosamente cerca.
—Es lo suficientemente grande —murmura, y me sonrojo de nuevo,
128

mirando la litera. Me pregunto a cuántas otras chicas ha traído a bordo, empujo


rápidamente el pensamiento.
Página

Estoy aquí con él, eso es lo que importa.

3Es el conjunto de piezas que le permiten ponerse en movimiento.


De nuevo en la cubierta, Emerson nos desata del muelle y pone en marcha
el motor, dirigiéndonos lentamente fuera del puerto, internándonos en la bahía.
—Pensé en encontrar una playa para anclar —dice desde detrás del volante,
mirando por encima para comprobarme—. Y luego tener una cena al aire libre.
—¿Has hecho un picnic? —Mis ojos se disparan. Sé que Emerson ha
cambiado desde que lo vi por última vez, pero el hombre que conocí en ese
entonces apenas podía hacer una rebanada de pan tostado.
—No te preocupes. —Se ríe de mi asombro—. Hice que Garrett empacara
un poco de pollo frito y ensalada de papa de la cocina.
—Uff. —Dejo escapar un exagerado suspiro de alivio—. Me tenías
preocupada.
Salimos de la orilla, las luces de la ciudad comienzan a brillar
radiantemente contra el cielo oscuro. La brisa se levanta, por lo que tomo un
suéter de mi bolsa y luego voy a sentarme en la parte trasera del barco, mirando a
Emerson al volante. Está relajado y confiado: ajustando nuestra velocidad,
comprobando la navegación y los instrumentos. Su cuerpo es seguro y fuerte en
el crepúsculo, hay algo increíblemente caliente sobre el control total que tiene
sobre nuestro paseo.
Se vuelve para encontrarme mirándolo, y sonríe. —¿Recuerdas ese velero
en el que te llevé?
—¿Ese naufragio? —Me río, pensando en el pequeño barco viejo que tomó
prestado una tarde, así podríamos salir a navegar por la bahía. Niego con la
cabeza ante el recuerdo—. Esa cosa tenía tantas goteras, me sorprende que no nos
hundiéramos en medio de la bahía.
—Yo también. —Sonríe—. Trataba de actuar de manera genial, pero en lo
único que seguía pensando era que no podía ahogarme antes de que llegara a
desnudarte otra vez.
Me río, colocando mis brazos a mi alrededor. Emerson lo nota, y toma una
chaqueta desde debajo de uno de los asientos. —Siempre te da frío —murmura,
129

poniéndola alrededor de mis hombros. Parpadeo, inhalando su olor, mezclado


con el aire salado del mar.
Página

Nuestros ojos se encuentran, y sé que los dos pensamos en la hora límite de


la medianoche. Maldita sea, esta será una noche larga.
Emerson me da una sonrisa triste, luego toma el volante de nuevo. Me
deslizo en mi asiento y trato de concentrarme en el hermoso paisaje fuera del
barco —en lugar de la obra maestra que tengo aquí delante de mí—. A medida
que bordeamos la bahía, el crepúsculo se desvanece en un pálido cielo oscuro, la
línea de la costa volviéndose oscuras sombras contra el agua oscura. Dejo que el
movimiento de las olas me recorra, maravillándome de que después de todos
estos años, me encuentro aquí con Emerson, una vez más.
Sonrío para mis adentros. No importa toda la emoción y la incertidumbre
bailando lejos en el fondo de mi mente. Esta noche, solo estaré con él, aquí en el
océano, lejos de tierra firme, y de todas las complicaciones esperando al volver a
la orilla.
—¿De qué te ríes? —pregunta. Levanto la vista para encontrarlo
mirándome con una expresión burlona en su rostro.
—Esto. —Me encojo de hombros, autoconsciente—. Tú. Nosotros. —Me
doy cuenta rápidamente de mi error, y trato de cubrirlo—. No, ya sabes,
nosotros, sólo estar aquí, ahora mismo… Es… agradable, eso es lo que quiero
decir. —Voy apagando mi voz, sonrojándome. Espero que no se asuste, o piense
que me estoy adelantando. Una cita no hace una relación, lo sé.
—Bien. —Algo parpadea en el rostro de Emerson, una sombra que me
hace preguntar si piensa en malos recuerdos, pero luego se va, y me mira con una
tranquila intensidad que me quita el aliento.
Baja la mirada para ver su reloj. —Tres horas más —dice, con una oscura
sonrisa—. Y luego, te lo prometo, “agradable” será la última palabra en tu mente.
—Sintiéndote bastante engreído, ¿eh? —bromeo.
—Tienes la jodida razón —dispara de nuevo con una sonrisa—. No he
tenido ninguna queja hasta ahora.
Me río. Algo en mí registra que es una locura bromear sobre esto, acerca
de caer en la cama con él otra vez, cuando sé que robará mi última pizca de
autocontrol y sentido común, pero hay algo tan fácil sobre eso, cómo siempre
130

hemos hablado y reído juntos. Cómo nunca ha habido ninguna oscuridad entre
nosotros.
Página

Mis pensamientos son interrumpidos por un sordo ruido en el estómago,


que me recuerda que no he comido en horas. ¿Realmente esta mañana tuve un
desayuno miserable y con resaca, allá en la ciudad con Lacey?
Emerson debe escucharlo también, porque se ríe. —Casi llegamos.
Navegamos por otros cinco minutos más o menos, hasta que llegamos a
una pequeña isla apartada. Es un hermoso lugar: protegido del resto de la bahía
por un afloramiento de rocas, con la playa visible en la distancia. Emerson apaga
el motor, por lo que estamos a la deriva, flotando suavemente en la marea de la
tarde.
Toma la canasta, una manta y almohadas, poniéndolos en la terraza como
un picnic real. Me instalo y se siente cómodo, me entrega una cerveza.
—Debemos brindar —digo, levantando mi botella.
—¿Por qué? —pregunta.
De repente, mi mente se queda en blanco. Todo lo que podría decir parece
cargado de significado. ¿Debo brindar por los nuevos comienzos? ¿Por el pasado?
¿Por seguir adelante? Nada suena bien.
—¿Qué tal, por las reuniones inesperadas? —sugiere, cuando no respondo.
Tomo una rápida respiración de alivio. —Por las reuniones inesperadas. —
Hago eco, chocando mi botella contra la suya.
Emerson desempaca la canasta, y pronto cavamos en la deliciosa comida.
Charlamos con facilidad, temas simples, ningún conflicto, como la forma en que
hemos pasado los últimos años: los viajes que hemos hecho, cómo me va en la
escuela.
—Si tienes un final acercándose, ¿no deberías estar de regreso en la
escuela? —Frunce el ceño cuando le hablo de mi licencia de estudios no oficiales.
—No necesito estar ahí hasta que sean los exámenes —digo—. Traje todos
mis libros conmigo, y sólo necesito unos créditos más para graduarme.
—¿Entonces, qué? —Inclina la cabeza para mirarme.
Echo un vistazo hacia abajo, y me encojo de hombros torpemente. —No lo
sé. Pensé que tenía todo resuelto —explico—. Iría a DC, con Daniel.
131

—Daniel —repite lentamente—. Así que ese es su nombre.


Siento una punzada de culpabilidad. Estuve dos años con el chico, y ya es
Página

como si me hubiera olvidado de él. Pero Emerson me hace eso: borra todo lo
demás en el mundo, como si fuéramos las únicas personas que jamás han existido
para cada uno.
Sacudo la cabeza, centrándome de nuevo en el hombre delante de mí. El
que espera pacientemente por respuestas. —De todas formas, supongo que eso
está acabado ahora, así que… —Me callo, dándome cuenta por primera vez que
no fue sólo mi relación con Daniel lo que tiré cuando terminé las cosas, fue mi
plan de toda la vida entera. El apartamento, el trabajo, la mudanza… durante
meses, he sabido exactamente lo que me esperaba después de la graduación, pero,
¿ahora?
Ahora, solo hay una pizarra en blanco. Y me asusta muchísimo.
Trago el resto de mi cerveza para enmascarar mi ansiedad. —¿Qué hay de
ti? —pregunto, animadamente—. ¿Nunca pensaste en salir de la ciudad?
Emerson mira a lo lejos, a través del océano. Se encoge de hombros
lentamente. —Nunca tuve elección. Quiero decir, Brit y RayJay necesitaban que
alguien viera por ellos.
—Pero son grandes ahora —señalo.
Resopla. —Debatible. Brit sigue dejando mierda por todo mi apartamento.
Sigue diciendo que saldrá y conseguirá un nuevo lugar, pero… no sucede.
Me estremezco al recordar su mirada de asombro al entrar al cuarto de
almacenamiento. —¿Y qué hay de tu madre? —Me aventuro, incómoda—. ¿Ella
está…? —Bajo la voz.
—¿Sobria? ¿Limpia? Mierda si lo sé. —La cara de Emerson adquiere una
nueva dureza, y algo en mi corazón sufre con dolor por él—. Ella aparece, cada
dos años —añade, con un toque amargo en su voz—. Diciendo cuanto lo siente,
que quiere volver y lograr que se arreglen las cosas.
—¿Tal vez quiere decirlo en serio esta vez? —pregunto tranquilamente—.
Todo el mundo merece una segunda oportunidad.
—Ah, ¿sí? —Los ojos de Emerson atrapan los míos, y de repente ya no
hablamos de su madre. Sostiene mi mirada, oscura y con intención, lo miro
ensombrecida, una mirada embrujada revolotea por su rostro de nuevo, como si
el pasado se arrastrara de nuevo a nuestro alrededor, sin importar cuánto nos
132

esforcemos para mantenerlo a raya.


Página

Trago saliva y luego asiento. —A veces la gente comete errores —digo


suavemente, reuniendo todo mi valor—. Pero si lo sienten, y quieren hacer las
cosas bien, a lo mejor se merecen esa oportunidad. Para explicar por qué, y hacer
las cosas bien.
—¿Realmente crees que las excusas pueden hacer una diferencia? —Su
expresión es apenada, pero vulnerable por un momento, y mi corazón salta, ya
que hay una grieta en su dura fachada.
—Todo el mundo tiene sus razones. —Mi corazón brinca por los nervios—
. ¿Cómo lo sabes si no lo intentas?
Acaba su cerveza, y luego arroja la botella a un lado. Abre la boca, y por un
momento nuestros ojos se encuentran, y algo se cierne en el aire entre nosotros,
los fragmentos de la emoción y la verdad que nunca hemos hablando. Mi corazón
da un salto.
Entonces, sus párpados se cierran de golpe y su boca se tuerce en una
dolorosa sonrisa melancólica. —Hay cosas que no merecen ser perdonadas.
Su cuerpo se encuentra tenso ahora, enroscado y esperando, siento una
punzada de dolor y arrepentimiento que me recorre. Tengo que clavar mis uñas
en las palmas de mis manos para no dejar escapar un suspiro de consternación.
¿Eso es lo que piensa de mí, o hablamos de su madre de nuevo?
No sé qué decirle, no sé por dónde empezar. Necesito una explicación
acerca de por qué terminó las cosas hace cuatro años, pero, ¿cómo puedo
preguntarle, cuando la verdad podría ser peor de lo que imaginé? ¿Aún hay algo
que pueda decirme para que todo esté bien?
Aprieto mis labios, miserable. El silencio se prolonga insoportablemente,
mientras el barco se mece suavemente en las olas. Entonces Emerson mira a
través de la manta hacia mí.
—¿Por qué has vuelto? —exige.
—Te lo dije. —Bajo la mirada, mi voz pequeña—. Papá está en quiebra.
Quiere vender la casa.
—Tonterías —dice—. Pudiste pedirle a otra persona para que viniera,
podrías simplemente haberlo dejado. Pero regresaste, ¿por qué?
Mantengo mi mirada fija en la cubierta, en el océano y en cualquier lugar
excepto en él. —No podía confiar en nadie más para hacerlo bien. Todos los
133

recuerdos…
Página

—¡No me mientas!
En un movimiento repentino, Emerson empuja los platos y contenedores a
un lado. Me agarra por los brazos, tirando de mí hacia él de modo que no tengo
más remedio que mirarlo. Para contemplar ese hermoso abismo azul, tan oscuro y
atormentado como el que he visto.
—Corta la mierda, Jules. —Su agarre es firme en mi piel—. Dime porqué
has vuelto.
Mi corazón salta en mi garganta. Trago un sollozo.
Tiene razón. Me he estado diciendo, y a todos los demás, que tenía que
estar aquí. Que no tenía otra opción. Pero la verdad es que no podía estar lejos.
No quería.
—Dime, Jules. —La voz de Emerson se vuelve suplicante. Sus ojos
desesperados, rogándome por la respuesta que temo demasiado admitir.
Pero tengo que hacerlo.
—Tú. —grito, mi voz haciendo eco a través del océano silencioso—.
¡Siempre has sido tú!
Una mirada maravillada destella en el rostro de Emerson, y entonces me
jala hacia él, capturando mi boca en un desesperado y ahogado beso.
Me deshago.
Emerson me besa como si fuera el fin del mundo, como si estuviéramos a
solo momentos de dejar de vivir, y no hay nada que quiera más que poseerme
completamente. No lamento el pasado, o el dolor en mi corazón, nada más que
nuestros labios y lenguas enredadas, y el abrazo férreo de sus brazos apretándose
a mí alrededor, aplastándome contra su pecho.
Esto es algo que no he sentido antes. Es como una ola de sensaciones que se
forma por encima de mí, y no tengo más remedio que dejarme llevar, cayendo
más profundamente en el sabor embriagador de él. Me agarro de su camisa y me
aferro a él, todas mis preocupaciones e inseguridades se disuelven en un instante
bajo la exploración hambrienta de su lengua, y la sensación de sus manos
abrasadoras en un rastro ardiente por mi piel, mientras me coloca debajo de él en
la dura cubierta.
134

Arranco su camisa y cierro mis piernas alrededor de su cintura,


arqueándome contra él mientras da un tirón hacia abajo a las diminutas tiras de
Página

mi vestido de verano y luego lo rasga encima de mi cabeza, desnudándome en la


noche. Grito por el frío del aire contra mi piel desnuda. Entierra su cara en el
hueco de mi cuello, enviando relámpagos afilados de placer por mi cuerpo con
cada nuevo beso. La electricidad crepita, caliente y húmeda entre mis mulos
mientras chupa y muerde un camino a lo largo de mi clavícula y hacia abajo, a
través de mis desnudos pechos, con la boca caliente y demandante sobre mi piel.
Oh, Dios, sí.
Su mano se desliza entre mis piernas, y luego me arqueo por su toque,
gimiendo mientras sus dedos tocan y se burlan en mi ropa interior. Se estremece
contra mí, destellos de sensación pura, pero cada vez que tiemblo en sus manos,
me detiene, rascando suavemente sobre la tela con sus dedos hasta que me
retuerzo, sufriendo por él, gritando con frustración.
Levanta la cabeza, mirándome con una mirada oscura y poderosa mientras
juega conmigo. Le suplico en silencio con los ojos, jadeando hasta que separa más
mis muslos. Me da un rápido y posesivo toque antes de hundir un dedo
profundamente dentro de mí.
Grito, levantando mis caderas mientras su dedo empieza a latir en mi
contra. Me aprieto en él, sin sentido por la rápida sacudida de su dedo, y el áspero
relámpago de su lengua mientras mete su cabeza en mi pecho y arrastra su boca a
través de mi pezón.
Más cerca. Más fuerte. Ahora.
Nos hago rodar, aterrizando en la parte superior y empujando con fuerza
contra su mano, mientras su boca se mantiene atormentando mis pechos.
Empuja otro dedo.
El mundo gira fuera de foco. Incluso el distante océano se ha ido ahora,
ahogado bajo el rugido de la sangre en mis oídos y el trueno de hambre de mi
corazón. Los dedos de Emerson se agitan dentro de mí, y muerdo su hombro sin
pensarlo, moviéndome en la oscuridad, en una deliciosa presión como si estuviera
poseída.
Estamos más allá de la ternura o las burlas ahora, jadeando y arañándonos
el uno al otro a medida que luchamos por el control. Pero nunca ha sido siquiera
una lucha. Rueda de nuevo en un solo movimiento, atrapándome debajo de él.
135

Quita su cabeza de mi pecho, y una ráfaga de aire frio sustituye al calor de su


boca en mi pezón. Gruño, tensándome mientras rasga mi ropa interior,
Página

dejándome totalmente desnuda, extendida y sin aliento sobre la cubierta.


Baja la mirada, paseándola por encima de mi cuerpo, es una mirada de
salvaje abandono. Se encuentra en el borde, dispuesto a perder el control por
completo, y siento un disparo de poder al quitar todas sus últimas defensas. Por
un momento, está suspendido allí sobre mí, nuestra respiración entrecortada,
desigual, entonces se desliza por mi cuerpo y me toma por encima de mis rodillas,
empujando mis piernas abiertas y estableciendo mis tobillos en su cuello. Inclina
su cabeza y pone su boca contra mí, lamiendo el tierno vórtice de mis muslos en
una larga, dura caricia.
—¡Oh, Dios! —clamo, oyendo mis gemidos haciendo eco en la bahía,
mientras su lengua lame mi punto más sensible, penetrando. ¡Ahí! Lame de
nuevo, hundiendo sus dedos en mí mientras deshace hasta el último pensamiento
coherente en mi mente. Su lengua me lame rápido mientras sus dedos pulsan
desde el interior, ondas de choque que arrollan más cerca y más fuerte, y cargo
contra su boca, desesperada por la deliciosa fricción en cada nueva lamida,
chupada y empuje…
Se aleja, y grito de nuevo, esta vez desesperada y frustrada. Me agarro a él,
jadeando en busca de la liberación, pero hace mis manos a un lado y agarra mis
muñecas con un rápido movimiento, así que estoy atrapada allí, indefensa debajo
de él. Su mirada corre a través de mí, salvaje y ardiente de deseo. Lucho contra su
agarre, odiando el espacio entre nosotros, necesitando su boca sobre mí otra vez,
pero Emerson se queda justo por encima de mí, manteniendo mis muñecas
bloqueadas, prensadas dolorosamente contra la cubierta.
Me mira con la mandíbula apretada, cada musculo de su cuerpo sólido y se
pone tenso sobre mí. Fuera de alcance.
Me retuerzo, luchando contra su mano de hierro. —Por favor —grito, sin
importarme rogar. Ahora mismo, en este momento, me gustaría hacer algo para
sentirlo dentro de mí, cualquier maldita cosa que él podría pedir o demandar.
Daría todo de mí solo para poseerlo una vez más.
—Por favor, Emerson —gimo.
—¿Qué? —gruñe—. ¿Qué quieres de mí?
—¡Fóllame! —Mi voz se quiebra.
136

Algo se rompe en su expresión. Sus ojos brillan, salvajes. Libera mis


muñecas y toma mi cuerpo con un profundo gemido gutural. Me besa, devorando
Página

mis labios mientras de un tirón abro sus vaqueros y los empujo hacia abajo. Está
duro y listo para mí, e instintivamente me arqueo hacia arriba, abriendo mis
muslos ampliamente, ya sufriendo por la gruesa plenitud de él.
Él me encuentra, golpeando dentro con un solo empuje que envía a cada
nervio y cada célula de mi cuerpo un grito de placer.
¡Santa mierda!
Caigo con un grito, arañando su espalda con mis uñas, encontrando sus
empujes mientras se mece en mí, duro, profundo e implacable. Me llena,
dividiéndome con un magnifico dolor. Me abro más, tirando de él más profundo,
y el dolor se funde en una dulzura de huesos pesados, que irradia a través de mi
cuerpo entero. Emerson deja caer su boca en el hueco de mi cuello, gimiendo
desesperadamente contra mí mientras deslizo mis manos sobre los contornos lisos
de su cincelado trasero. Jadeo salvajemente, completamente perdida en el ritmo
sin sentido de nuestros cuerpos y el deseo oscuro llama desde mi propio corazón.
Me arqueo, conduciendo mis caderas con fuerza contra él, moliendo chispas
frescas de fricción a través de mi cuerpo, pero no es suficiente. Mis venas están
ansiosas, un dulce espesor pulsa en mi torrente sanguíneo, que arrolla con más
fuerza, un espiral en mi núcleo dolorido con cada nuevo duro empuje de la polla
de Emerson.
Me aferro a él, atrapada en el borde. Sollozo de necesidad, encadenada tan
cerca de la orilla del mundo, pero atrapada, incapaz de sumergirme en el
precipicio.
Emerson se hunde más rápido, su cuerpo se mece con fuerza, tenso, el
sonido de su respiración es trabajosa y desesperada. —Jules —se queja contra mí.
Respondo con un gemido desesperado, la cabeza echada hacia atrás contra
la cubierta. Miro a ciegas en la noche, clamando con una vacía necesidad. El cielo
está oscuro, salpicado de estrellas que parecen desvanecerse, confusas contra la
feroz ebullición de placer en ascenso.
—Bebé —jadea, empujando profundamente dentro de mí. Agarra mi
rostro con una mano, forzándome a encontrar su mirada. Sus ojos son
inquebrantables, arden en mí mientras su cuerpo da rienda suelta a sus estragos
en el mío con miserable precisión. No hay escape de la devastación. Me ahogo en
él, todo el sentido abrumado, araño por un último suelo sólido, tratando de
137

apartar la mirada, pero él me sostiene con fuerza en el lugar, obligándome a


mirarlo, exigiendo todo lo que tengo para dar.
Página

Todo lo que soy.


Él ve más allá de mis secretos, más allá de mis mentiras, dejándome
desnuda. Sus ojos no se apartan de los míos ni por un segundo, ni siquiera cuando
empuja en mí y mis gritos se elevan en el silencio de la oscura noche. Me
encuentro fuertemente apretada, presa de la pura sensación, dolorida y sujeta,
pero no puedo lograrlo, la liberación espera apenas fuera de alcance.
—Vente para mí —gruñe, la mandíbula apretada—. Maldita sea, Jules…
Vente para mí. ¡Ahora!
Se hunde por última vez, su crudo grito gutural hace eco por toda la bahía.
Su cuerpo suspendido encima del mío por un momento, temblando por la
tensión, entonces veo el destello de su mirada, y la primera ola de liberación
rueda a través de su rostro.
Él clama, sin palabras, temblando en mí, y su rendición desesperada es
suficiente para romperme. Estallo, gritando su nombre, mis gritos mezclándose
con los suyos mientras la tormenta de éxtasis corre a través de mí y vuelvo a caer
de cabeza en la profunda oscuridad azul de su alma.
Colapsamos juntos, extremidades enredadas, sudorosas y aferrándose para
salvar sus vidas. Y mientras voy a la deriva, sin aliento en el resplandor del mejor
jodido orgasmo de mi vida, un pensamiento del placer sin sentido me atraviesa, y
me envuelve en su innegable verdad.
Estoy en casa.

***

Cuando me despierto a la mañana siguiente, él se ha ido.


138
Página
11
Traducido por Michelle♡ & Diana
Corregido por –Valeriia<3

Me despierto con una sensación de oscilación no familiar, el vaivén


continuo de las olas fuera de la cabina. Me quedo confundida por un momento,
mis ojos todavía cerrados. Entonces el dolor de mi cuerpo viene a dar enfoque, y
todo lo que pasó anoche aparece inundándome de nuevo con una oleada de
eufórico, sudoroso y jadeante sexo.
Emerson.
Emerson y yo. Juntos. Follando como si nuestra vida dependiera de ello.
Me siento de golpe con un jadeo y miro alrededor. Me encuentro sola en la
estrecha litera en la pequeña cabina, las sábanas retorcidas alrededor de mi
cuerpo desnudo. Le dije a Emerson que no había manera de que ambos
cupiéramos para dormir aquí, pero se limitó a sonreír, una sonrisa exhausta de
infarto y me apretó de cucharita encima de su cuerpo. Me quedé dormida con sus
brazos cerrados alrededor de mí, mi cabeza apoyada en su pecho, arrullada por el
tambor constante de los latidos de su corazón y el lento balanceo del barco sobre
las olas.
La cabina está vacía.
—¿Emerson? —grito. Debe estar arriba, en la cubierta, haciendo cosas de
barcos. Me bajo de la litera y dejo escapar un bostezo satisfecho. Puedo sentir
cada músculo y tendón en mi cuerpo, un dolor sordo entre mis muslos
recordándome de nuevo todas las cosas que hicimos en la cubierta, y luego otra
vez, aquí en la litera, del mismo modo voraz, hasta que el sueño finalmente se
hizo cargo de nosotros.
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Vago allí un rato, soñolienta, todavía envuelta en el perezoso y delicioso


Página

post-orgasmo. Cuando emerjo de nuevo, no hay ninguna señal de Emerson en la


cabina. Reviso mi teléfono. Son casi las diez.
—¿Hola? —grito de nuevo. Encuentro mi vestido en un montón en el
suelo y me lo coloco por encima de mi cabeza, aventurándome por la escalera,
emergiendo a la luz del sol sobre la cubierta.
—¿Emerson?
Miro a mi alrededor. Debe de haber navegado de regreso a Cedar Cove en
algún momento de la madrugada, porque estamos atados de nuevo en un muelle
del puerto. Pero el bote está vacío.
Siento una fría punzada de miedo.
No. Me digo a mí misma. Él no te habría dejado. Probablemente sólo bajo
por el desayuno a alguna parte o a traernos un poco de café.
Tiene que ser eso. Le envío un texto rápido. ¿Dónde estás? Espero q traigas
donas. Luego vuelvo bajo cubierta y pongo en orden la cabina, haciendo la cama
y recuperando mi ropa interior de la esquina de la habitación. Cuando no puedo
distraerme más, subo de nuevo y tomo asiento detrás del volante, mirando el
flujo lejano de los coches en la ciudad, y el lento ajetreo de la vida a lo largo de la
orilla, tratando con todo de ignorar el aleteo de ansiedad creciendo en mi pecho.
Los minutos pasan. Con cada mirada a mi teléfono, mi miedo crece. Trato
de llamarlo, pero va directamente al correo de voz. Abro la boca para dejar un
mensaje, pero mis palabras se congelan en mi garganta. ¿Qué puedo decir?
“¿Dónde diablos estás? ¿Por qué me dejaste sola y desnuda?
¿Qué hice mal?”
Cuelgo sin hablar. Mi feliz post-orgasmo se ha ido. Ahora, no hay nada
más que el frío pánico filtrándose a través de mi cuerpo, y un torbellino oscuro de
inseguridad que hierve en mi pecho. Lucho para mantenerlo a raya y no saltar a
conclusiones, pero aun así, no puedo parar los susurros crueles de burlas en mi
oído.
Te ha dejado. Te ha dejado de nuevo. Al igual que la última vez.
Mi teléfono vibra con un nuevo mensaje, y lo alzo, ansiosamente haciendo
140

clic encima para encontrar un texto de él.


Emergencia del bar. T veo luego.
Página

Me detengo, en espera de otro mensaje, alguna nota de disculpa, pero nada


más viene. Esto es todo.
Está bien. Trato de decirme. Esto no es tan malo. Si algo pasó con el bar, él
tendría que ir… es el jefe. Probablemente no quería despertarme, después de
nuestro maratón de sexo la noche anterior, así que me dejó dormir. Eso es dulce,
¿cierto? Considerado.
Trato de ignorar mis progresivos miedos, y voy a buscar mis sandalias y
bolso, dirigiéndome cuidadosamente por la pasarela a los muelles. Es un paseo
corto a donde Jimmy, sólo unas pocas cuadras, pero aun así, me alegro de que me
puse mis zapatos te taco bajo. Me detengo en el sitio de café, y paso por un par de
cafés con leche, luego entro en la penumbra diurna del bar vacío.
—¿Hola? —grito, avanzando más adentro. No parece que haya ninguna
crisis. Está vacío a esta hora de la mañana, con las cajas de entrega apiladas contra
la barra.
—¿Emerson?
Se abre la puerta de atrás y volteo con una sacudida, pero es Garrett quien
se acerca, alzando una caja de cervezas. —Hola, niña. —Pone la caja en el suelo
con un gruñido—. ¿Buscando al jefe? No ha llegado todavía.
Me detengo, mi corazón cae. —Pero, ¿qué hay acerca de la emergencia? —
pregunto débilmente, solo para comprobar. Tal vez esté equivocado, quizá entró
y él no lo sabe...
—Ninguna emergencia. —Garrett frunce el ceño.
—¿Estás seguro? —pregunto, con una nota de desesperación en mi voz.
Garrett se encoge de hombros. —Lo siento, niña, he estado aquí desde las
siete, así que si algo estuviera mal, lo sabría…
Debo lucir devastada, porque deja de hablar, y una mirada tímida se acerca
a su cara. —Mierda. ¿Acabo de meter la pata?
—No, está bien —digo—. Es mi culpa. Me confundí. ¡Lo siento! —
balbuceo, luego giro y huyo. Vuelvo por la puerta hacia el duro sol de la mañana.
Mi piel ruborizada y me siento como una idiota total. Por supuesto que no
141

hay emergencia, era sólo una excusa poco convincente que usó para mandarme a
volar.
Página

Me quedo mirando el café extra en la mano durante un largo rato, y luego


lo lanzo con furia a la basura. Las lágrimas pican las esquinas de mis ojos, y me
esfuerzo para parpadearlas, a pesar de que no quiero nada más que echarme a
llorar justo aquí afuera del bar.
Él me mintió.
Emerson me mintió.
Después de todo lo que pasó anoche, se largó, dejándome sola y mintió.
Ahora está Dios sabe dónde, haciendo quién demonios sabe qué. Me quedo
ahí un momento, congelada, a continuación, saco mi teléfono para leer el corto
mensaje de nuevo. Mis ojos lo devoran, en busca de cualquier cosa que me haya
perdido antes, pero las palabras no cambian. Corto. Duro. Insensible. No hay
nada personal, sin afecto. Se lee como algo que te gustaría enviar a un conocido
lejano, no a la chica cuyo nombre gritabas con desesperado éxtasis hace tan sólo
unas pocas horas.
¿Qué demonios se supone que debo hacer ahora?
Como si el universo escuchara, mi celular se enciende de repente y
comienza a sonar.
Miro rápidamente la pantalla. Se trata de un número privado, pero aun así,
mi corazón salta cuando lo elevo a mi oído. —¿Hola? —demando esperanzada.
—Hola, ¿Juliet?
Es la voz de una mujer.
Toda mi expectativa nerviosa se rompe en pedazos, dejando un peso frío y
molesto en el estómago. Me trago un sollozo. —Sí, soy yo.
—¡Hola! ¿Es Hallie, de Kingston Realty? —Su tono alegre gotea
entusiasmo—. ¿Cómo estás?
Permanezco ahí. ¿Qué puedo decir? Bueno, no sé, Hallie. Acabo de pasar
una noche alucinante con el amor de mi vida, sólo para despertar y encontrar que
salió corriendo y me dejó aquí, y ahora se siente como que todo mi mundo se cae
sobre mí.
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Me muerdo la respuesta, y administro un vago—: Bien, gracias.


—Asombroso —gorjea Hallie—. Sólo quería llamar y hacerte saber las
Página

buenas noticias: hemos tenido una oferta sobre la casa de la playa.


Oigo la sangre corriendo en mis oídos. —¿Qué? —tartamudeo mientras sus
palabras se estrellan a través de mí.
¿La casa, vendida, así como así?
—¿No es genial? —arrulla Hallie, completamente ajena a mi angustia—.
Ahora, es un poco por debajo del precio de venta, y le dije a tu papá que se resista
por más, pero él quiere que esto se haga lo antes posible. Nos apuraremos para
acabar el trato, ¡y debemos tenerlo todo resuelto en un par de semanas!
Empiezo a sentirme mareada y con náuseas. Me quedo ahí, escuchando a
Hallie balbucear acerca de las fechas, encuestas de cierre y lo grandioso de que
todo esto esté fuera de mi plato. —¡Serás capaz de volver a la escuela! —dice—.
El comprador dice que ni siquiera le preocupa por conseguir todo limpio. Creo
que planea demoler toda la cosa, sabes, y simplemente construir algo nuevo en la
tierra.
—¿Ellos quieren derribarla? —Mi voz se eleva con horror.
—Bueno, es un lugar tan viejo, pero la vista vale la pena —continúa
Hallie—. De todos modos, cariño, ¿crees que puedes estar fuera para el final de la
semana? ¡No quiero darles tiempo a cambiar de opinión ahora mismo!
—Claro —le susurro débilmente—. Cualquier cosa que necesites.
—Fab…
Cuelgo, aturdida.
Claro, he sabido desde hace semanas que la casa sería vendida. Papá y
Carina me ganaron en votos. Pero todo este tiempo, imaginé que alguna otra
familia llegaría a disfrutar de ella: niños jugando en el patio delantero, las huellas
de arena desde la playa. Alejo esa punzada, imaginando los nuevos recuerdos
felices que serían creados bajo ese techo de tejas.
¿Pero derribarla?
La idea me revuelve el estómago. Llegando después de que Emerson me
abandonó esta mañana, se siente como si todo lo que amo se lo robaran y lo
alejaran de mí, y soy incapaz de hacer algo para detenerlo.
Con sobresalto, me doy cuenta que he estado aquí de pie, congelada fuera
143

de Jimmy por siglos. Engancho mi bolso sobre mi hombro, y empiezo a caminar


por la calle hacia la casa.
Página

Es una hermosa mañana: el cielo azulado, con una brisa fresca bailando en
el océano, pero por dentro, me siento como que trato de caminar a través de un
huracán. Respiro profundo, enfocada en poner un pie delante del otro a lo largo
del lado de la carretera polvorienta, pero con cada paso, mi fuerza se tambalea, y
siento que mi determinación comienza a desmoronarse.
Un coche me pasa en el camino, haciendo sonar el claxon. El conductor
grita a través de la ventana.
—¡Luces bien, querida!
Me estremezco, me doy cuenta con un rubor que hago un paseo de la
vergüenza, temprano en la mañana en un vestido endeble. Un baño de vergüenza
me recorre. Aprieto los brazos a mi alrededor y mantengo mi cabeza hacia abajo
hasta que el coche se ha ido.
Sigo caminando, lágrimas pican en la parte posterior de mi garganta. No
entiendo por qué Emerson simplemente se levantó y se largó así, después de todo
lo que compartimos la noche anterior. Sostenida con fuerza entre sus brazos,
sintiéndolo cómo explotó, con fuerza dentro de mí, sentí de nuevo todo, cómo se
arreglaba cada pieza pérdida y rota de mí, segura y completa.
Me encontraba en casa.
Pensé que él también lo sintió: cómo sus ojos ardían en los míos, llenos de
intensa emoción, como si fuera todo lo que siempre quiso en el mundo. La
ternura de su expresión mientras acunaba mi cuerpo contra el suyo me dejó sin
aliento; el asombro aturdido con cada jadeó mientras se hundía en mí, una y otra
vez...
Pero a medida que pienso sobre todo, me doy cuenta, con un escalofrío,
que por todas las risas, pláticas, orgasmos y jadeante sexo la noche anterior, en
realidad nunca hablamos de algo real. El futuro. Qué demonios es esto entre
nosotros ahora. Qué quiere él de mí. Por qué demonios me rompió el corazón y
se alejó de mí todos esos años. Mi estómago se retuerce cuando mi mente corre
hacia atrás, aún más, sobre los últimos días desde que llegué a la ciudad. Me
sumerjo sobre cada encuentro, cada palabra, con nueva la ansiedad en aumento.
Lo que recuerdo roba el aliento de mi pecho. Nunca dijo nada de
sentimientos, sólo deseo. Jamás mencionó que se preocupaba por mí, sólo que
144

quería arrancarme la ropa, contra todo su mejor juicio.


Tal vez esto es todo lo que quería de mí.
Página

Mis preguntas giran por mi cabeza, un coro ensordecedor, y pronto no


puedo evitarlo: me encuentro volviendo a caer, hacia el único recuerdo que me
he obligado nunca visitar. Ese día.
El que se llevó todo lo que amo y lo arrancó lejos de mí, y nunca supe por
qué.

Hace 4 años…
Fue después del funeral, oficialmente el peor día de toda mi vida. Primero,
el servicio, lleno de tópicos vacíos y, a continuación, la lenta procesión hacia las
nubes arriba del acantilado. Emerson está en silencio, todo el camino, pero yo no
podía hablar, aunque lo intentara. Abrimos la urna, y observé sus cenizas
mezclándose con el viento: mi hermosa y cálida madre disolviéndose en la nada
justo en frente de mis ojos.
Hay una recepción después, en la casa, pero no puedo lidiar con eso. Mi
papá interpreta al viudo desconsolado, como si no fuera su culpa, cada minuto.
Así que agarro a Emerson y conducimos durante horas, rumbo a ninguna parte,
hasta que terminamos aparcando bajo una arboleda por un camino de tierra en
algún lugar, simplemente observando las salpicaduras de la lluvia en el parabrisas.
Y luego me acerco a él.
Estoy entumecida por el dolor. Todo lo que quiero es sumergirme en su
cuerpo otra vez, bloquear la tragedia de mi vida con la única persona que
conozco que puede mejorar todo. Lo único bueno que me queda.
Pero él me aleja. Y cuando se gira para mirarme, sus ojos están en blanco,
como un extraño.
—No puedo lidiar con esta mierda, Jules.
Sus palabras cortan a través de mí, cada sílaba como una cuchilla en mi
corazón. Lo miro boquiabierta, aturdida. No sé de dónde viene esto. ¿Y hoy de
todos los días?
—Es todo… esto es demasiado intenso. —Emerson mira hacia otro lado.
Arrastrando la mano por su cabello, y luego la golpea contra el volante—.
Mierda. ¡No sé cómo hacer esto!
145

—¿Hacer qué? —le susurro, aterrorizada. Emerson es la última tierra firme


que me queda para aferrarme, y no puedo creer lo que escucho.
Página

—Esto. Tú, toda esta basura emocional. —Emerson gesticula, todavía sin
mirarme a los ojos—. Pensé que era sólo una cosa de verano. No me apunté para
esto.
Grito en shock. —¿No te apuntaste para esto? ¡Jodete! —grito—. ¿Crees
que yo lo hice? Mi mamá está muerta ahora. ¡Muerta! ¿Crees que yo quería algo
de esto?
Mi grito se convierte en un miserable sollozo en mi garganta.
Emerson mantiene su mirada fija fuera de la camioneta. —Sólo digo... El
verano ya terminó.
—Pero... hicimos planes. —Siento que el mundo se sale de foco. Estoy
cayendo, mareada, y ya no hay nada aquí para sostenerme—. Dijiste, que me
quedaría aquí en la ciudad contigo. Trabajaría, y aplicaría a las escuelas de arte el
año próximo. Estaríamos juntos. ¡Lo prometiste!
Emerson sacude sus hombros en un encogimiento. —Así que tal vez
cambié de opinión.
Estoy recuperándome cuando finalmente se gira hacia mí de nuevo. Sus
ojos muertos, no hay señal de la ardiente devoción que suelo ver allí.
—No entiendo —susurro—. ¿Por qué haces esto?
—Te lo dije. —La mandíbula de Emerson esta tensa—. Nos hemos
engañado a nosotros mismos, pensando que esto puede durar. No perteneces aquí.
—¡Te pertenezco a ti! —Mi voz se atrapa en otro sollozo—. ¡Emerson, por
favor! —le ruego desesperadamente—. ¡Te necesito!
Alcanzo su brazo, aferrándome al sólido músculo que he sentido
presionado contra mí durante todo el verano, pero me sacude. —¡No! —La voz de
Emerson es dura, y rebota en mí como un golpe.
Me estremezco de nuevo. —No entiendo —susurro de nuevo—. Tú me
amas. ¡Sé que lo haces!
Los ojos de Emerson destellan oscuros. —El amor no es suficiente —me
dice con una mueca enojada—. Tal vez cuando seas mayor, lo entenderás.
Las lágrimas fluyen por mis mejillas. —No quieres decir eso —insisto—.
No sé por qué dices estas cosas, ¡pero no es cierto! Estamos destinados a estar
146

juntos, ¡me lo dijiste!


Página

—Mentí. —Emerson agarra el volante con ambas manos, con tanta fuerza
que sus nudillos se vuelven blancos.
De repente, tengo que salir de aquí. Siento el pánico correr a través de mí,
las barras de hierro apretando más fuerte alrededor de mi pecho. Me enfrento a la
manija de la camioneta, luego abro la puerta y me apresuro a bajar de la cabina,
jadeando en busca de aire. Me tropiezo, caigo al suelo, pero no me detengo, me
pongo de pie y tropiezo a ciegas en la lluvia.
—¡Jules! —Oigo a Emerson llamándome. Lucho por aire, pero no viene.
Todo mi mundo se ha ido, nada tiene sentido. Caigo de rodillas, todo mi cuerpo
se sacude por los sollozos desesperados.
—¡Jules! —Siento la mano de Emerson jalar de mi brazo, y entonces está
de rodillas delante de mí, sosteniéndome—. Respira —me ordena. Grito, pero no
se detiene. El dolor en mi pecho es devorador, una ola oscura de dolor rompiendo
sobre mí una y otra vez. Emerson me sacude, evidente determinación en su
rostro—. Respira —dice de nuevo, ahuecando mi cara entre sus manos—. Puedes
hacerlo. ¡Vamos, nena!
Sollozo, ahogándome en el pánico.
—Te tengo —promete Emerson —. Por favor, Jules. Sólo respira conmigo.
¡Puedes hacerlo!
Jadeo una respiración entrecortada profundamente hacia los pulmones, y
luego otra. Miro a los ojos de Emerson. La distancia ha desaparecido, reemplazada
con la ternura feroz que conozco tan bien. Me quiere, me digo. Tiene que
hacerlo. No me sostendría de esta manera si no lo hiciera. Todo esto es un gran
error, lo verá ahora. Vamos a estar bien.
Poco a poco, el pánico se evapora.
Emerson respira conmigo, una dulce bocanada de aire tras otra. Me
desplomo en sus brazos, llorando, aferrándome a él con todo lo que soy. Me
acaricia el pelo suavemente, me acuna contra él, hasta que por fin mi respiración
vuelve a la normalidad.
Puedo sentir su latido del corazón tronando a través de la tela húmeda de
su camisa. Si lo sostengo lo suficiente, tal vez puedo fingir que los últimos diez
minutos nunca ocurrieron. Podemos terminar con ellos en la historia y nunca
decir una palabra sobre eso de nuevo.
147

Entonces Emerson separa lentamente mis brazos alrededor de su torso y


firmemente me aleja de él.
Página

Levanto la vista hacia su hermoso rostro. El agua corre en arroyos hacia


abajo de su pelo mojado, goteando de sus pestañas gruesas y fluye hacia abajo de
la mandíbula. Mi oscuro y dañado ángel. Mi para siempre.
—Se acabó.
Sus ojos se cierran de nuevo, una barrera cae entre nosotros.
—¡No! —grito—. ¡No te creo!
—Lo siento. —La cara de Emerson destella con algo trágico, un dolor que
no tiene palabras. Se pone de pie. Lo agarro, pero da un paso atrás—. Te llevaré a
casa —dice inexpresivamente, con la mano extendida hacia mí.
Lo ignoro, parándome por mi cuenta. —No voy a ninguna parte contigo.
No hasta que me digas por qué nos haces esto.
—¿Quieres una razón? —Emerson estalla de ira—. ¡Demonios, prueba con
cien! No lo lograríamos, Jules, cualquier tonto de mierda podría ver eso.
¡Estábamos locos por pensar que podríamos incluso intentarlo!
—Te equivocas. —Niego con la cabeza obstinadamente—. ¡Te amo!
—¿Y de qué sirve eso? —grita Emerson—. Mira a nuestros padres, a tu
mamá. Me has dicho todo este tiempo cómo amar a tu padre la destruyó. El amor
te arruina, si es que dura. Todo lo bueno se convierte en mierda al final, y ¡luego
no queda nada más que miseria!
Me tambaleo, con el estómago revuelto. ¿Cree que soy un peso muerto a su
alrededor? ¿Qué iba a detenerlo y molestarlo?
—No quieres decir eso. —Parpadeo a través de las lágrimas.
—Lo hago —promete—. Y sabes que tengo razón. ¿Qué carajos vamos a
hacer aquí, Jules? ¿Jugar a la casita en un remolque en alguna parte? ¿Trabajar en
trabajos de mierda y sobrevivir, hasta que termines odiándome por todo lo que
diste al estar conmigo?
—¡No tiene que ser así! —grito.
—Dios, ¿quieres dejar de actuar como una niña? ¡Este es el mundo real! —
Todo el cuerpo de Emerson se apretó con la tensión, con la mandíbula ajustada y
furioso—. No terminas viviendo un “felices para siempre”. La gente se va, y se
engañan, meten la pata y te joden. ¿Qué te hace pensar que seré diferente? Soy
148

un desastre, Jules, es lo que hago. Por qué siquiera te molestas en tratar cuando
los dos sabemos que nunca funcionará.
Página

El abismo negro que he estado manteniendo a raya desde que entré en esa
habitación y encontré a mi mamá, ruge como un huracán en mis oídos. Me
derrumbo.
—¿Eso es todo? —grito, abalanzándome hacia delante. Meto las manos
contra su pecho, empujándolo hacia atrás—. ¿Te rindes, así como así? ¿Debido a
que será difícil? ¿Porque tendremos que trabajar para estar juntos? ¡Eres un
maldito cobarde!
—Jules… —comienza, pero lo interrumpo. Mi cuerpo grita con furia. He
estado entumecida durante días, pero ahora todo mi enojo sale con fuerza.
—¡Cobarde! —exclamo nuevamente—. Te gusta hablar acerca de cómo
harás algo por ti mismo, cómo no acabarás como tus padres. ¡Pero eres igual que
ellos!
Emerson me frunce el ceño, aterrado. —¡Vete a la mierda!
—¿Qué? Es la verdad, ¿no es así? —me burlo de él, furiosa—. Tu padre te
abandonó cuando la mierda se puso difícil, y tu mamá se preocupó más en beber
que cuidar a su familia. Tomó el camino más fácil, ambos lo hicieron, ¡y ahora
haces exactamente lo mismo!
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, sé que fue un error.
Emerson se paraliza, y cuando habla, su voz es apenas un susurro:
espantosamente frío.
—Eso es lo que piensas de mí, ¿eh? Una basura de remolque inútil.
Trago. —Eso no es lo que quise decir.
—No, lo entiendo. —Emerson me da una sonrisa torcida—. No sé por qué
no lo dijiste antes. Demonios, por qué te has molestado en aguantar tanto tiempo,
ya que soy un pedazo de mierda.
—¡No dije eso! —insisto, pero no me escucha.
—Siempre supe que eso es lo que pensaban de mí —me dice Emerson, con
los ojos negros con amargura—. Este pueblo, tus padres... Pero no me importaba.
Porque pensé que tú viste algo diferente en mí. Me hiciste sentir como si pudiera
ser algo más.
—¡Yo no veo eso! —sollozo miserablemente—. ¡Te amo!
149

—Sigues diciendo eso, pero no hace ninguna diferencia. —Me mira—. No


es suficiente.
Página

Estoy boquiabierta, sin palabras, la cruda verdad de lo que dice finalmente


se estrella contra mí. Dice que no es suficiente, pero lo que realmente quiere
decir es que yo no soy suficientemente.
No soy suficiente para él.
Me derrumbo.
—¡Sólo vete! —grito, sintiendo desesperación a través de mí, robándose mi
última fuerza. No puedo soportar que me vea así, desgarrada por la devastación,
cuando en realidad nunca me amó al final—. ¡Si no puedes hacer esto, entonces
sigue adelante y vete! —le ruego—. Es todo en lo que eres bueno, ¿no es así? Un
inútil cobarde de mierda. ¡Así que vete!
Me hundo de nuevo en mis rodillas, los sollozos incontrolables
recorriéndome. Es un dolor vacío que nunca he conocido, el dolor tan agudo que
es como si mi pecho ardiera con agonía.
—Jules —Emerson da un paso hacia mí. Su voz titubea—. Deja que te lleve
a casa.
—¡No! —grito—. No necesito nada de ti. ¡No quiero volver a verte de
nuevo! —Mi voz se quiebra, y me hago una bola, temblando con un dolor tan
negro que apenas puedo respirar. Me gustaría que fuera otro ataque de pánico —
algo que pasará—, pero sé que esto no desaparecerá. Este dolor será mío para
siempre.
El saber que no soy suficiente para que él me ame.
No fui suficiente para mi mamá para que viviera.
Nunca seré suficiente.
Me quedo acurrucada allí, atormentada por la desesperación y sollozos
vacíos. Finalmente oigo lo pasos de Emerson alejándose de mí, entonces el motor
de la camioneta arranca. Se va, dejándome aquí en la lluvia con mi corazón roto
en mil pedazos. Completamente sola.
Y entonces se ha ido.
150
Página
12
Traducido por Anty & Liz Holland
Corregido por Dannygonzal

Emerjo del recuerdo para darme cuenta que estoy casi de vuelta en casa.
Me seco la cara con enojo, tratando de ahogar las lágrimas mientras el coro se
desata, cruel y burlón en mi mente.
Chica estúpida. Maldita chica estúpida.
¿Qué te hizo pensar que esta vez sería diferente?
Doy vuelta por la esquina del camino de acceso y me detengo impactada.
Hay un camión U-Haul estacionado al frente de la casa, con las puertas abiertas.
Siento una oleada de indignación. ¡Los nuevos dueños no pueden estar ya aquí!
La corredora de bienes raíces acababa de llamar, dijo que tenía hasta el final de la
semana.
—¿Hola? —llamo, acercándome. Alguien hurga alrededor de las cajas que
puse a un lado de la casa, llenas de basura para donar. Suspiro, irritada por la
intrusión, precisamente cuando quiero estar sola. Hago un esfuerzo por sonar más
amigable, después de todo, están a punto de desembolsar una gran cantidad de
dinero por la casa. Me acerco—. Lamento el desorden, pero pensaba que tenía
más tiempo.
—Está bien, soy solo yo. —Una voz familiar aparece, y luego un momento
después, alguien sale del costado de la casa.
Es Daniel.
—Hola —dice, incómodo. Viste una camisa Oxford arrugada y caquis, su
cabello marrón brilla en el sol. Es la última persona en la tierra que esperaba ver.
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Mi boca cae por la sorpresa. —¿Qué haces aquí?


Página

Se encoge de hombros, metiendo sus puños en sus bolsillos delanteros. —


Tu papá me dijo que encontraron un comprador. Imaginé que podrías ocupar un
poco de ayuda para llevar todo a la ciudad antes de que la tormenta golpee…
—¿Qué tormenta?
Daniel frunce el ceño. —¿No escuchaste?, está en todas las noticias. Un
gran huracán, se supone que golpeará esta noche. Contigo al lado del agua así,
deberíamos emprender el viaje antes de que sople a través del pueblo.
Siento una calidez correr a través de mí, un delgado rayo de sol en medio
de mi fría y dolorosa desesperación. Es tan típico de Daniel, pensar acerca de lo
que puede hacer para ayudar, incluso después de todo. Todo el sufrimiento que le
causé. Él siempre fue desinteresado.
—Está bien —dije suavemente—. No tienes que hacerlo. Puedo
arreglármelas.
—Quiero. —Daniel mira alrededor del patio y a la casa, absorbiéndolo
todo. Sonríe—. Es hermoso. Puedo ver el por qué no quieres soltarlo.
Limpio mi cara otra vez, tratando de esconder mis lágrimas. —Tengo la
mayor parte empacada. Hay cosas para Goodwill4, para la basura, y… —Mi voz es
ronca por llorar, y tengo que dejarla desvanecer sin terminar.
Daniel me mira más de cerca, directamente por primera vez. Su expresión
cambia, la preocupación inunda sus rasgos. —Juliet —exclama, apresurándose
hacia delante para alcanzarme—. ¿Qué sucedió? ¿Estás bien?
—¡Estoy bien! —Trato de decirle, pero mi voz se quiebra de nuevo. Antes
de que pueda moverme, me abraza, sus brazos fuertes alrededor de mi cuerpo me
acunan contra su pecho.
Lucho con desgana, pero me mantiene firme en el círculo de su abrazo.
—Shh —murmura Daniel, frotando gentilmente mi cabello—. Está bien.
Todo estará bien.
Sé que debería apartarme, pero siento que me relajo contra él. Incluso si
los brazos a mi alrededor no son los que tan desesperadamente deseo que me
sostengan, el cuerpo de Daniel es gentil y cálido. Después de todo lo que pasó esta
mañana, es un alivio hundirse en su sólido abrazo, como si por un momento,
puedo estar segura otra vez.
152

—Lo siento —murmuro contra él.


Página

—Está bien —dice Daniel de nuevo. Finalmente, da un paso atrás,


sosteniéndome lejos de él y estudiando mi cara con una mirada de

4Empresa que se dedica a recibir donaciones y dar trabajo a la gente con carencias.
preocupación—. ¿Ha pasado algo? —Su rostro se ensombrece—. ¿Es ese chico?
¿Te hirió?
—Yo… no —Sacudo mi cabeza rápidamente, pero su dulzura solo me hace
sentir terrible. ¿Por qué es tan amable conmigo? ¿No debió salir con sus amigos
bebiendo en la ciudad, maldiciendo el día que nos conocimos?
—No debiste venir —le digo a Daniel, culpable—. Después de todo lo que
te dije. Imaginé que ahora me odiarías.
Se para firme. —Tenía que saber que te encuentras bien.
—Bueno, ¿qué te parece? —Trato de bromear, pero no sonríe.
—Parece como si necesitaras a alguien con quien hablar.
Su expresión es tan comprensible que quiero romper en llanto de nuevo.
En cambio, junto mis últimos gramos de autocontrol. —¿Quieres entrar? —
ofrezco—. Puedo prepararnos algo de café.
Asiente. —Y luego tal vez puedas explicar que ha pasado aquí desde que
volviste.

***

Daniel aleja todas mis ofertas de ayudar y nos prepara café, sacando la
cafetera y las tazas de una caja que ya está llena. Me siento en lo que queda de la
sala de estar y me acurruco bajo una manta, mis manos envueltas alrededor de la
taza caliente. Le cuento todo.
Emerson. Mi mamá. Volver aquí. Todo.
Trato de esquivar los detalles de Emerson y yo juntos, pero puedo decir,
que Daniel entiende. Cuando termino, me siento de nuevo, mirando su cara
nerviosamente por la terrible crítica que sé que merezco.
Daniel toma una profunda respiración, y cuando exhala, es como si dejara
153

ir algo que ha estado sosteniendo todo este tiempo.


—Lo amas —dice tranquilamente.
Página

Asiento.
Daniel me mira, herido. —¿Alguna vez me amaste?
—¡Sí! —grito, estirándome para agarrar su mano—. Daniel, lo juro. Fuiste
lo mejor que pudo pasarme. Me salvaste. Te amé. Lo hice.
—Pero no como a él —responde Daniel por ambos.
Mira mi mano sujetando la suya por un largo momento, luego la aprieta
gentilmente y la pone de nuevo en el brazo del sillón entre nosotros.
Suspira otra vez, pasando sus dedos por su cabello con una mirada de triste
resignación. —Nunca tuve una oportunidad, ¿verdad?
Vacilo, pero se merece la verdad. —No.
Tiene razón. No importa cuánto me ame Daniel, o cuán atento y dulce sea,
no es competencia cuando se trata de Emerson.
Porque, ahora me doy cuenta, esa es la forma en que funciona. Que si eres
afortunado, puedes llegar a enamorarte tan fuerte y tan profundo, que te cambia.
Ese amor hace su camino en cada átomo y cada molécula de todo tu ser, que
incluso cuando se termina, o cuando los dos son forzados a separarse, siempre
llevarás las huellas de su alma contigo, firme como un latido del corazón. Para
siempre.
He tenido el nombre de Emerson Ray grabado en mí desde el día en que
nos conocimos, y nada puede cambiar eso alguna vez.
—Puedes volver a la ciudad conmigo, sabes —me dice Daniel.
Sacudo mi cabeza. —Te lo dije, no puedo…
—No, esto no es sobre nosotros —interrumpe—. Lo entiendo ahora, se
terminó. Pero eso no significa que no me importes, Juliet. Y no soporto verte de
esta forma.
—¿Hecha un desastre? —Me las arreglo para bromear, pero él sacude su
cabeza, severo.
—Tan… indefensa.
Mi boca se abre en protesta. La cara de Daniel se suaviza y me mira
154

gentilmente. —Lo siento, pero es la verdad. Mírate, solo te sientas en la casa,


esperando que venga y decida amarte. Esa no es una relación Juliet, es una
Página

situación de rehén.
Sus palabras se deslizan bajo mis defensas con un escalofrío de verdad.
Quiero defender a Emerson, pero con nada más que su correo de voz como
consuelo en todo el día, no sé qué decir.
—Solo digo, que la chica que conocí no pasaría esta mierda por nadie —
añade Daniel, presionando—. Tenías un plan, una completa visión de lo que
querías en la vida. ¿Qué le pasaron a todos esos planes? No tires todo eso por la
borda.
—No lo estoy tirando —protesto—, solo… pienso las cosas.
—Entonces, ¿dónde está él? —desafía Daniel—. Mientras tienes todos esos
pensamientos.
—No lo sé —respondo en voz baja.
—¿Te quedarás aquí? —continúa Daniel—. ¿Qué hay sobre la universidad,
los finales, y los trabajos?
—¡No lo sé, de acuerdo! —Mi grito hace eco en la casa. Doblo mis brazos a
la defensiva, sintiéndome arrinconada por sus preguntas—. Iba a mudarme a
Washington contigo —señalo—. ¿Cómo es que esto es algo diferente?
—Tomamos juntos esa decisión —dice Daniel con una mirada
contundente—. Hablamos sobre eso, sopesamos todas las opciones, para ambos.
Vamos, sabes que tengo razón.
Bajo la mirada, jugando con punta raspada de la manta. Daniel habla con
sentido, pero la decepción al despertar esta mañana todavía es una herida abierta,
en carne viva y sangrienta. No sé si estoy lista para oír esto.
Daniel suspira. —Solo déjame hacerte una pregunta, ¿de acuerdo?
Lo miro, y de mala gana asiento.
—Si este amor es tan épico como dices, para él, no solo para ti —añade
rápidamente—, entonces, ¿dónde demonios está?
La pregunta queda entre nosotros, yaciendo en los vacíos pisos de madera
dura. Todos mis peores miedos e inseguridades toman voz, y aún más difícil, una
mirada de dolorosa simpatía me observa a través de los preocupados ojos de
Daniel.
Me encojo. La peor parte, es que tiene razón. Solo me hace las mismas
155

preguntas que me he hecho desde que desperté esta mañana sola. ¿Por qué no
está Emerson aquí conmigo?
Página

—Está bien —dice Daniel rápidamente, como si pudiera decir que sus
preguntas inocentes me han paralizado—. Empecemos a subir las cosas al camión.
¿Hay cajas con cosas que quieras llevar a la ciudad?
Asiento, finalmente encontrando mi voz. —Marqué todo, mantener,
basura o donar.
—Eso está mejor. —Daniel me da una cariñosa sonrisa—. Iré a echar un
vistazo a la cocina.
Me deja sola, envuelta en la cálida manta y mis propias emociones
miserables. Sé que debo lucir como una extraña para él: la chica que siempre tuvo
un plan, desmoronándose completamente.
Pero tiene razón. No es propio de mí el sentarme con los brazos cruzados.
Necesito hacer algo, no importa qué, solo algo que evite que me siente aquí en el
agarre doloroso de viejos recuerdos. Antes de considerarlo, agarro un rollo de
bolsas de basura y un par de cartones para embalar y subo al primer piso. Camino
rápidamente por el pasillo, empujo la puerta de la habitación de mi mamá. Se
encuentra tranquila por la tarde, un brillo tenue de polvo cubriendo todas las
superficies. Sin haberse usado por años.
Tomo una profunda respiración, luego empiezo a trabajar: limpiando las
mesas de noche y vaciando el vestidor, empacando la colcha rosa, y rellenando
las bolsas de basura con ropa vieja. Puedo oír a Daniel trabajando en la planta
baja, y tengo atisbos de él mientras transporta las cosas al camión, pero no sube a
molestarme, y no pido ayuda.
Esto lo tengo que hacer sola.
Una vida es desmantelada bajo mis manos, años de recuerdos. Trabajo
hasta que la habitación queda desnuda y me paro en el lugar en el que mi mamá
solía vivir. Pero ella ya no está aquí. De alguna manera, los fantasmas se
empacaron silenciosamente.
—Adiós, mamá —susurro suavemente.
Oigo el sonido de un motor afuera, echo un vistazo para ver si Daniel lleva
la primera carga a Goodwill. Pero en cambio, veo la camioneta de Emerson
estacionada en la calzada.
Me congelo, veo con el corazón en la boca cómo desciende, dando un
156

portazo. El cielo ahora se encuentra nublado, las nubes grises se acercan rápido
desde el océano mientras Emerson da grandes zancadas hacia la casa.
Página

Daniel va a su encuentro, y por la ventana abierta, puedo escuchar cada


palabra.
—¿Dónde está? —demanda Emerson. Lleva la misma ropa de anoche, pero
ahora arrugada y desaliñada, como si solo se las hubiera tirado encima en la
mañana cuando se fue.
Cuando te abandonó.
Sé que lo debería odiar, pero mirando por la ventana, mi estómago se
retuerce con anhelo. Por tener esos musculosos brazos a mí alrededor, sentir el
peso de su sólido torso empujando sobre mí.
Emerson hace un movimiento para avanzar hacia el pórtico, pero Daniel
bloquea su camino. —Oye —Daniel pone sus manos en alto—, retrocede. No
entrarás.
Incluso desde aquí arriba, puedo ver todo el cuerpo de Emerson tensarse.
—¿Quién demonios eres tú?
—Un amigo —Daniel permanece firme—. Y no puedes aparecer cuando te
conviene. En este momento, ella no está en condición de hablar, te hará saber si
quiere verte.
Hay una pausa, luego Emerson da una corta y amarga risa. —Eres tú, ¿no
es así? —dice—. El novio. Piensas que puedes venir aquí y llevarla de nuevo
contigo, ¿verdad? —Retrocede y grita de nuevo—. Jules, ¿dónde estás?
Emerson mira hacia la casa.
Me agacho, quitándome de la ventana, mi corazón late como loco en mis
oídos. Pero es muy tarde. Me vio.
—¿Jules? —grita la voz de Emerson—. Baja, ¡necesito hablar contigo!
Mi pulso se acelera. Oigo la voz de Daniel, baja y calmada. —Te lo dije,
necesitas dejarla en paz ahora mismo.
—¡Sal de mi jodido camino! —La voz de Emerson es amenazante, y no
dudo ni por un minuto que no seguirá adelante.
Mierda.
157

Vacilo por un momento, escondida en las sombras de la habitación, y luego


corro hacia las escaleras. Bajo como un rayo, sin aliento, y salgo de la puerta de
Página

entrada al pórtico, justo a tiempo para ver a Emerson intentar golpear a Daniel,
su puño dándole un fuerte gancho de derecha que envía a Daniel tropezando
hacia atrás en el césped.
—Emerson —grito en pánico, arrancando la puerta mosquitera—. ¡Basta!
Pero Emerson me ignora. Se lanza hacia delante, agarrando la parte
delantera de la camisa de Daniel, pero esta vez, Daniel está listo para él. Se
inclina y golpea con su cabeza en el estómago de Emerson, tomándolo en un
agarre de lucha y tirándolo al suelo.
Corro de nuevo. —¡Basta, ustedes dos! —grito, desesperada—. ¡Por favor!
—Pero me ignoran, rodando por el suelo, luchando por el control. Daniel era
parte del equipo de lucha desde hace años, pero su delicadeza no es nada en
comparación con la fuerza bruta de Emerson. Los poderosos músculos de su
espalda ondulan mientras fácilmente evade el agarre de Daniel, voltea y queda
arriba.
—Debiste quedarte lejos —suelta Emerson. Observo con horror como
aterriza otro feo golpe en el estómago de Daniel, aplastándolo y levantando el
puño de nuevo, dispuesto a aplastar la cara de Daniel—. ¡Ella nunca será tuya!
—¡Emerson! —grito, arremetiendo hacia delante. Me lanzo hacia él,
agarrando con fuerza sus brazos tirándolos hacia abajo, pero Emerson me sacude.
Doy un tras pie hacia atrás, tropezando en el césped irregular y caigo al suelo.
Mi cabeza se golpea con un chasquido doloroso, y grito.
En un instante, Emerson libera a Daniel y cae de rodillas a mi lado. —
¡Jules! —jadea, acunándome—. Joder, lo siento, ¿estás bien?
Poco a poco me siento. Mi cabeza todavía zumbando por el impacto, el
dolor creciendo por mi cráneo.
—¿Jules? Háblame, ¿estás bien? —La voz de Emerson se quiebra por el
pánico.
Levanto la mirada. Tiene la nariz ensangrentada donde Daniel le dio un
puñetazo, y sus ojos siguen frenéticos por la lucha, su respiración rápida. Acuna
suavemente mi mejilla, girando la cabeza de lado a lado para comprobar si hay
cortes.
—No la toques. —Daniel lucha desde el suelo, teniendo su cara roja y
desaliñada.
158

—Está bien —digo—. Estoy bien.


Página

El rostro de Emerson está afligido, sus ojos oscuros llenos de angustia. —


No pensaba. Nunca... ¡Jules, sabes que nunca te haría daño!
Asiento, y aprieto su mano. —Lo sé.
La ironía suena en mis oídos. Por supuesto que Emerson nunca me pondría
una mano encima a propósito, pero, ¿herirme?
Demasiado tarde para eso.
Los dos toman mis brazos, y poco a poco me ayudan a levantarme. —Estoy
bien —digo de nuevo, avergonzada por el escándalo—. En realidad, fue solo una
caída.
Daniel se voltea hacia Emerson, furioso. —¿Es esto lo que quieres? —grita,
levantando su voz. Lo miro conmocionada. Creo que jamás escuché a Daniel tan
enojado—. ¿Qué demonios haces aquí? —exige, parándose en frente de la cara de
Emerson—. ¿No puedes ver que no le has traído nada más que dolor?
—Está bien, Daniel —lo interrumpo, interponiéndome entre ellos antes de
que alguien pueda lanzar otro golpe—. Entra un minuto.
Daniel sacude su cabeza. —No voy a dejarte a solas con él.
Espero que Emerson arremeta de nuevo contra él, pero deja caer mi brazo
y camina de un lado a otro por el camión. Me giro hacia Daniel.
—Confía en mí —digo, implorándole—. ¿Por favor? Tengo que hacer esto.
Daniel mira a Emerson de nuevo, lo suficientemente feroz como para
pelarle la piel de la espalda, pero al final, asiente. —Estaré adentro —dice en voz
alta—. Y si él siquiera levanta la voz...
—Gracias. —Exhalo, aliviada.
Daniel entra, y espero hasta que la puerta se cierra antes de voltearme
hacia Emerson. Sigue caminando, su oscura cabeza agachada, con los puños
abriéndose y cerrándose a los costados.
Mis emociones creando un torbellino de miedo, duda, esperanza e
inseguridad, todo atado en este momento, aquí mismo. Pero mientras lo miro,
siento una extraña sensación de fuerza. Puedo hacer esto, necesito saber qué
demonios pasa.
—¿Y bien?
159

Cuando hablo, me sorprende escuchar que mi voz sale fuerte y uniforme.


Página

Doblo mis brazos, esperando. —¿Qué es lo que has venido a decirme?


Emerson levanta su cabeza. —Yo... la jodí.
Tiemblo ante la miseria en su expresión, un profundo dolor en sus ojos.
Pero me obligo a permanecer firme.
—¿Qué parte, exactamente? —exijo, mi voz acerada—. ¿La parte en la que
huyes esta mañana y me despierto sola? ¿La parte en la que mientes, y te inventas
alguna razón para largarte? ¿O la parte en la que tengo que caminar de regreso a
casa como una puta estúpida que fue tan idiota como para pensar que lo de
anoche realmente significó algo?
Emerson se estremece. —¡Significó algo!
—¿En serio? —replico, ahora mi voz tiembla—. Porque te aseguro que no
lo siento de esa manera. Joder —maldigo, sintiendo el familiar escozor de
lágrimas en la parte posterior de mi garganta. En un instante, toda mi
determinación se desmorona. No quiero estar aquí gritándole, solo quiero que
todo esté bien.
—¡No sé qué decirte! —le ruego. Me estiro para alcanzarlo, pero Emerson
se aleja unos pasos, de espaldas—. Por favor, háblame. ¿Qué diablos pasa por esa
revuelta cabeza tuya? Porque he tratado de ser paciente y confiar en que todo se
resolverá, pero no puedo hacerlo más. ¡No puedo sentirme así de nuevo!
—¿Tú no puedes? —Emerson se vuelve hacia mí con un ladrido. Gesticula
con rabia hacia la casa—. ¿Cómo crees que me siento? Me voy por unas horas, y
corres de nuevo hacia él.
—¿Qué? ¡No! —grito, confundida—. Daniel no está... no lo llamé para que
viniera.
—Pero tampoco le dijiste que se fuera. —La cara de Emerson es sombría:
cerrada y remota, como si todas sus defensas se hubieran caído. La distancia en
sus ojos me envía un escalofrío—. Supongo que era todo mentira, ¿eh? Todo eso
de haber terminado con él. ¡Siempre supiste que era al que elegirías!
—¡Detente! —grito—. No hagas esto sobre él. Solo trata de ayudar.
—Claro que lo hace. —Emerson arrastra las palabras cruelmente—.
Supongo que su dinero ayuda demasiado, y su título universitario de lujo. No
160

debería sorprenderme. ¿Qué fue lo que me dijiste, que soy como mis padres? —
añade, y en un instante, me acuerdo otra vez de nuestra última pelea, y de todas
Página

las cosas terribles que dijimos.


—No quise decir eso —susurro.
—Claro que lo hiciste, y ¡tienes razón! —grita Emerson—. Solo mírame,
no soy nada. Siempre seré nada. Es por eso que lo elegiste, ¿no es así? ¡Nunca seré
suficientemente bueno para ti!
Me tambaleo hacia atrás como si hubiera recibido una bofetada. —¿Es por
eso que me dejaste esta mañana? —exijo, repentinamente furiosa—. ¿De verdad
piensas tan poco de mí?
—Lo llamo como lo veo —me dice con una sonrisa cruel—. Elegiste bien,
con ese chico. Le perteneces.
—¡Pero yo no quiero a Daniel! —grito, tratando de romper su frío
comportamiento—. ¡Te quiero a ti!
Mi voz resuena en el patio, a través de los árboles, las dunas y las altas
hierbas que se balancean y doblan mientras los látigos de brisa intensa nos
rodean. Me quedo ahí, temblando, en agonía. ¡Si pudiera escucharme! ¡Si lo
entendiera!
Pero Emerson no se inmuta, y cuando me mira, sus ojos permanecen
muertos detrás de esas pestañas de terciopelo, tan fríos de la manera en la que
solo lo he visto una vez antes.
La última vez que me dejó.
Una tormenta de emociones se derrumba a mí alrededor, mis latidos
rugiendo en mis oídos. —Lo haces otra vez —susurro, rodeada por un pavor tan
frío que no puedo sentir mis brazos o mis piernas—. Estás terminándolo.
La mandíbula de Emerson se aprieta con tensión, pero su postura es casual.
Creo que veo algo destellar en sus ojos, pero luego su rostro se vuelve a activar.
Determinado. Se encoge de hombros, tan relajado que me rompe completamente
el corazón en dos.
—¿Por qué no? —dice con frialdad, como si todo fuera un juego para él—.
Joder, Jules, nunca te prometí nada. Pensé que esto era algo de una sola vez,
¿sabes? —Emerson me da una sonrisa lasciva—. Una cogida más por los viejos
tiempos.
161

Me derrumbo con un sentido enfermizo de déjà vu. —No quieres decir


Página

eso. —Sacudo la cabeza, desesperada—. ¡No sé por qué lo dices, pero no es cierto!
—Claro que lo es. —Emerson encuentra mi mirada de frente: vacía y de
ojos oscuros, como un extraño. Se mueve cerca, una amarga sonrisa en sus
labios—. Ya sabes, era divertido, verte pelear, tratando de ser una niña buena.
Aposté con Garrett cien dólares a que podía conseguir quitarte esas bragas en un
mes —añade.
Jadeo. —¡Eso es mentira! —protesto salvajemente. Él sigue acercándose, y
retrocedo hasta que me golpeo contra el camión.
Emerson se acerca más, llegando a trazar un camino ardiente a lo largo de
mi clavícula. —Lo siento, cariño. Pensé que necesitaría esforzarme más por mi
dinero, pero te encontrabas tan caliente para mí, que ni siquiera necesité tanto
tiempo.
—Basta —sollozo, empujando sus manos. No puedo creer lo que dice, o su
sonrisa cruel. ¡Este no es mi Emerson, no puede ser!
—¿Qué? ¿Ya no me quieres? —La voz de Emerson se retuerce y se burla—.
Eso no es lo que dijiste anoche. —Su voz baja, y se inclina más cerca, su aliento
caliente contra mi oído—. Gemías mi nombre —murmura—. Suplicándome que
te follara más fuerte. ¿No te acuerdas?
Ahogo un sollozo mientras acaricia mi hombro. Me estremezco ante su
contacto, sintiendo las lágrimas que fluyen mojar mis mejillas, incluso cuando mi
cuerpo se tensa con deseo. Me odio por los escalofríos y las chispas a través de mi
cuerpo, por cómo mi respiración se acelera solo por sentir su cuerpo cerca, y mis
pezones se endurecen contra su pecho.
—¿Ves? —susurra Emerson triunfante, y me doy cuenta con un rubor de
vergüenza que también puede sentir mi deseo. Retrocede, mirándome
lascivamente—. Caray, tengo algo de tiempo si quieres otra ronda. —Sonríe—. Si
me lo pides muy agradablemente, incluso podría atarte y dejar que me chupes…
—¡Basta! —grito, empujándolo. Ahora sollozo incontrolablemente,
ahogándome en el dolor y la humillación. En este momento todo tiene sentido
para mí, como una terrible sensación. La primera noche que nos encontramos, en
el estacionamiento de Jimmy, se burló de mí, al igual que ahora.
Fue su plan desde el principio, me doy cuenta, con un miedo repugnante.
Siempre fui un juego para él, un retorcido jódete a nuestro antiguo amor.
162

Nunca le importé, ni por un momento.


Página

Todo era una mentira.


—Aww, vamos —se burla Emerson, alcanzándome otra vez—. Sabes que
me quieres. —Se apodera de la cremallera de mi sudadera con capucha, y
comienza a abrirla, pero algo dentro de mí finalmente se rompe.
—¡No me toques! —grito, empujándolo de nuevo. Me tambaleo hacia
atrás, fuera del círculo de su abrazo y de todas sus mentiras traicioneras—. ¡No te
atrevas a tocarme otra vez!
Ahí está el sonido de la puerta abriéndose de golpe, y luego Daniel sale a
toda velocidad de la casa. Apenas puedo ver a través de mis lágrimas de angustia
cuando se para entre Emerson y yo, con una mano en mi brazo. —Tienes que irte
ya de aquí —le ordena a Emerson con un gruñido.
—¡Solo vete! —sollozo, sintiéndome completamente rota—. ¡Por favor,
vete!
Espero, con alguna pequeña y miserable parte de mí, con la esperanza de
que el muro en sus ojos se agriete, me tome en sus brazos de nuevo, y me diga
que todo esto es un terrible error. Pero Emerson simplemente se aleja. —El
placer es mío —dice, y se va a su camioneta. El motor arranca, y luego retrocede,
los neumáticos chillan mientras patinan en el camino de tierra.
Se ha ido. Me ha dejado otra vez.
Estúpida jodida chica.
Veo volar el polvo en el camino de tierra por donde pasa su camioneta y
jadeo en busca de aire. Toma todo lo que tengo no hundirme en el suelo allí
mismo, en el patio de enfrente.
—Juliet. —Daniel me sostiene—. Mírame, ¿qué dijo?
Sacudo la cabeza, alejándome. —Tú también. Necesito que te vayas.
—¡No voy a dejarte así! —protesta Daniel.
Tomo una profunda respiración, y pongo una sonrisa forzada en mi cara.
—Estoy bien —le miento, con la mandíbula apretada—. Quiero estar sola.
—Juliet... —protesta Daniel. Me mantengo firme. Tengo una última
reserva de autocontrol, pero desaparece rápidamente. Solo necesito que se vaya
ahora, antes de que el dolor me invada por completo.
—Por favor, has hecho más que suficiente —insisto, empujándolo hacia la
163

cabina de la camioneta—. Toma el U-Haul, y ponte en camino. Voy a terminar


aquí, y te seguiré a la ciudad pronto.
Página

Vacila en la puerta del lado del conductor, no parece muy convencido.


—Está bien —le digo de nuevo, a pesar de que todo en mi cuerpo grita una
historia diferente—. Aquí no hay nada más para mí —digo—. Volveré a casa, te
lo prometo. Solo necesito un momento a solas, para decir adiós.
Poco a poco, Daniel asiente. —No me gusta esto —me advierte, subiendo
detrás del volante.
—Lo sé, pero lo harás de todos modos. —Me paro en puntillas, y lo beso en
la mejilla—. Gracias.
Cierro la puerta tras él. —Llámame cuando te pongas en marcha —me
advierte Daniel, por la ventana abierta—. Y no te vayas demasiado tarde. La
tormenta estará aquí pronto.
Asiento. Los vientos se han levantado, y el cielo se encuentra
completamente cubierto, con nubes de color gris oscuro. Abajo en la playa, el
agua se hace espuma en la orilla. —Llamaré. Nos vemos en la ciudad.
Se retira lentamente del camino, y luego se ha ido. Estoy sola.
164
Página
13
Traducido por JasielOdair
Corregido por Val_17

Siento el indicio de una caliente punzada de pánico quemando a través de


mi piel y mi aliento se acelera en jadeos entrecortados. Niego, desesperada por
mantener la calma, pero no puedo detenerlo. Es cierto. Todo es tan cierto. Tomó
todo lo que tengo unir mis piezas de nuevo después de la última traición de
Emerson. Ahora, después de tantos años, pensé que era mucho más fuerte, pero
aquí estoy, llorando desesperadamente de nuevo.
En realidad, él nunca te amó.
El pánico aumenta. Corro por el césped y busco la puerta. Me tiemblan las
manos, y me lleva un par de intentos hasta que finalmente abro la puerta y
tropiezo dentro de la casa. Me lanzo a ciegas por la cocina, golpeando los
mostradores, tirando mis pertenencias hasta que encuentro mi bolso y el
diminuto frasco de pastillas.
Una, dos, tres se van.
Las sacudo en mi palma y las deslizo bajo mi lengua.
Voy al lavabo y abro el grifo, tragando el agua fría. Entonces me deslizo
hasta el suelo con la espalda apoyada en el gabinete y aprieto los ojos con fuerza,
esperando que la pesadilla termine.
—Por favor, que termine —me susurro, meciéndome hacia adelante y
hacia atrás—. Por favor, deja que solo sea un sueño.
Lo puedo ver en mi mente: cómo todo esto se suponía que debía ir. Me
despierto de nuevo en la cabaña esta mañana, con Emerson envolviéndome.
165

Susurra cosas dulces en mi oído, y me dice lo mucho que me ama. Me dice que lo
siente por la última vez, y que jamás cometerá el error de herirme, nunca más.
Página

Cómo vamos a ser felices juntos, siempre. Y entonces me da un largo beso, sus
manos deslizándose más abajo, por mi cuerpo hasta que estamos jadeando y
gimiendo de nuevo.
Juntos. Felices. Seguros.
Pero no es real.
Me quedo allí, llorando en el suelo de la cocina hasta que me duele la
cabeza y mi garganta se encuentra irritada. Lloro por la adolescente que tenía su
corazón roto, y la chica estúpida que soy ahora, pasando por la misma zona de
desastre, como si hiciera alguna diferencia. Lloro por todas las esperanzas y
sueños que tuve anoche, a salvo en los brazos de Emerson, y la cruel bofetada de
realidad a la dura luz del día. Lloro por la crueldad retorcida en su mirada,
mientras se burlaba y me tocaba, y cómo mi cuerpo se encendió bajo sus dedos
aún con todo eso.
Lloro porque lo amo, siempre lo he amado, pero eso nunca es suficiente.
Lloro hasta que no tengo nada de eso en mí, hasta que estoy adormecida y vacía
por el dolor, y puedo sentir el lento arrastre de los químicos serpenteando a
través de mis venas.
Tomo una inestable bocanada de aliento, y abro los ojos para encontrar
una casa vacía, silenciosa y tranquila. Mis latidos ya van disminuyendo, una
espesa sensación de calma me recorre, difusa y distante. Es un falso equilibrio, ya
lo sé, pero por primera vez, me alegro. Cualquier cosa para detener la oscuridad
alzándose y arrastrándome por completo. Cualquier cosa para dejar de
desmoronarme de nuevo.
No hay nada aquí para mí ahora.
Me coloco de pie, encuentro mi bolso y chaqueta. Meto la última de mis
pertenencias en un saco de comestibles, y observo la casa. Pronto, todo esto será
escombros.
Me tomo un largo momento en el pórtico delantero, solo respirando el
aroma del romero y el aire marino. Entonces cierro la puerta tras de mí, enciendo
el auto y conduzco fuera de Cedar Cove por última vez. Pasando el puerto, la
Taberna de Jimmy, más allá de las tiendas turísticas en la calle principal, más allá
de la playa pública, ahora abandonada por el aullido del viento. La lluvia
comienza a salpicar mi parabrisas, y siento alivio de estar en camino con
166

suficiente antelación para evitar lo peor de la tormenta. Me llevará un par de


horas estar de vuelta en Charlotte, pero al menos estaré más protegida ahí, lejos
Página

del océano.
Conduzco por el puente fuera de la ciudad cuando mi celular comienza a
sonar. Lacey.
—Hola, nena —contesto, colocando el auricular en mi oreja—. ¿Qué pasa?
—Daniel llamó —dice Lacey, su voz llena de preocupación—. Me dijo…
—Que fue solo un juego enfermo para Emerson —termino por ella—. Sí,
estaba allí.
—Lo siento mucho —me dice Lacey—. Sé lo mucho que significaba para
ti.
—Mi error, ¿eh? —digo, hueca. Estoy entumecida, toda la agitación de la
emoción se desvanece como la marea, dejando nada más que negrura en su lugar.
Una costa vacía. Suspiro—. Supongo que debí escucharte.
—Nena… —Lacey suspira—. No es tu culpa. No sabías que era una especie
de imbécil retorcido de mierda.
—No —interrumpo.
—¿Estás defendiéndolo? —La voz de Lacey se levanta con indignación.
—No. No lo hago, yo solo…no quiero hablar de él nunca más. Estoy en
camino ahora —agrego—. Estaré en casa esta noche.
—Y luego iremos a emborracharnos —declara Lacey—. Y comer nuestro
peso en helado. No, tacha eso, esto exige mierda seria. ¡Gelato!
—Me parece bien. —Logro una risa débil. Luego observo una figura
menuda por delante de mí en la carretera, en mi dirección, en la dirección de
Cedar Cove. La chica está encorvada y abrazándose contra el viento, usando una
fina sudadera con capucha sobre su cabeza, y una falda corta con botas de tacón
alto, como si no hubiese tenido la intención de caminar por aquí. Mientras
conduzco, atrapo un reflejo de su rostro: es la hermana de Emerson, Brit.
—Joder. —Suelto una palabrota, acelerando más allá de ella.
—¿Qué es? —demanda Lacey, todavía en el otro extremo de la línea.
—Nada, llueve muy fuerte. Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?
—Bien, te quiero.
167

Cuelgo y cuidadosamente hago una amplia vuelta en U en la resbalosa


carretera. Conduzco de vuelta al camino por el que venía, frenando y bajando mi
Página

ventana mientras me acerco a ella.


—Oye, ¿estás bien? —grito—. ¿Quieres que te lleve?
Brit se voltea, sus ojos delineados, manchados y deslumbrantes. —¡No! —
grita en respuesta, y sigue caminando.
Paso a su lado a un ritmo muy lento. —Vamos, vas a congelarte aquí —
afirmo—. ¿No puedes ver que la tormenta está a punto de llegar?
—No importa —dice Brit.
Esto es ridículo.
—¿En serio me odias tanto que estás dispuesta a contraer neumonía, solo
para demostrar un punto? —exijo—. Porque es algo de lógica jodida lo que tienes
ahí.
—No necesito tu ayuda —escupe Brit de nuevo.
—Eh, mira a tu alrededor —señalo—. No hay nadie más en kilómetros, así
que soy todo lo que tienes. —Suspiro. Quiero dar la vuelta, y salir de este pueblo
de mala muerte tan rápido como el Camaro me lleve, pero se ve tan pequeña y
pálida aquí en la carretera vacía, no puedo soportar la idea de dejarla—. Vamos,
Brit. Puedes mirarme ferozmente aquí dentro, ya sabes.
Una ráfaga de viento frío sopla desde el océano, y Brit se estremece. Su piel
pálida parece aterradoramente blanca, y claramente se congela hasta la muerte.
—Eso es todo —me decido, poniendo el freno para que el auto se detenga—. Deja
de caminar. ¡Solo entra en el maldito auto!
Finalmente Brit se digna a entrar. Llega a la puerta del pasajero, la abre,
entra y la cierra de golpe.
De cerca, puedo ver que tiembla con tanta fuerza que todo su cuerpo se
sacude.
—Jesús, ¿estás loca? —Pongo la calefacción al máximo, y alcanzo el asiento
de atrás para encontrar un grueso suéter de universidad. Se lo paso, preocupada—
. ¿Qué hacías ahí fuera?
—Tenía un día de spa, ¿qué crees tú? —Brit me mira mientras pasa el
suéter por su cabeza.
168

Entonces así es como será.


Página

Suspiro, y pongo el auto en marcha, esta vez de regreso a través del puente
hacia la ciudad. Las nubes se oscurecen, las gotas de lluvia se convierten en un
aguacero que truena contra el parabrisas. Las calles están vacías ahora, algunas de
las ventanas de las tiendas se hallan cerradas con tablones de madera.
—¿Ves? —le digo, entrecerrando los ojos para ver a través de la pared de
agua—. Habrías estado atrapada en medio de esto.
—Vaya, gracias —arrastra Brit, aun amargamente sarcástica—. La próxima
vez que mi ex novio decida dejarme, le pediré que lo haga en un clima más
cálido.
La miro. —¿Estás bien? —le pregunto, preocupada—. ¿Te lastimó?
—¿Lastimar…? —resopla Brit—. Me gustaría verlo intentarlo.
—Está bien… —Le disparo otra mirada curiosa, pero a pesar de su piel
pálida piel y las manchas de maquillaje de la noche anterior, se ve bien.
—De todos modos, ¿por qué te importa? —espeta Brit—. No te quedas
aquí. Eso es lo que haces, ¿verdad? Huyendo de la ciudad. Una vez más.
El giro de vulnerabilidad en su voz envía una punzada de pesar a través de
mí. ¡Así que por eso está tan enojada conmigo! Hace cuatro años, me encontraba
tan absorta en mi angustia sobre mamá y Emerson, no me detuve a pensar en
cómo dejaba a Brit sin siquiera una palabra. Pasamos el rato juntas ese verano, y a
pesar de que actuó como si Emerson y yo éramos un estorbo vergonzoso, sé que
me veía como a una hermana. La forma en que me fui no fue justo para ella.
—Lo siento, me fui sin decir adiós —digo en voz baja, llegando a una
parada fuera del bar.
—Lo que sea. —Brit se encoge de hombros otra vez.
—No, lo digo en serio —digo, sincera—. Lo siento.
—Sí, bueno no es conmigo con la que deberías disculparte.
Frunzo el ceño. —¿Qué quieres decir?
Brit me mira boquiabierta. —¿Me estás jodiendo? ¡Mi hermano! —Me
mira como si fuera el diablo y una imbécil total, toda en una—. Rompiste su
maldito corazón, y fui la que se quedó tratando de limpiar el desastre.
Agarra su bolso, y sale del auto, cerrando la puerta. Me quedo aturdida en
169

el asiento del conductor.


Espera, ¿qué?
Página

Me apresuro a apagar el motor y salir, estremeciéndome cuando la fría


lluvia golpea mi piel. —¡Espera! —Corro tras ella—. Estás equivocada. ¡Eso no es
lo que pasó!
Y definitivamente no es lo que sucedió en esta ocasión.
—¿Ah, sí? —Brit se gira, furiosa—. No sé en qué planeta has estado
viviendo, pero eso es exactamente lo que pasó. Entró en una jodida espiral
después de que te fuiste de la ciudad hace cuatro años. No viste lo que eso le
hizo… —añade, sombras amargas apareciendo en su cara—. No sabes cuán lejos
fue.
Niego con la cabeza, furiosa. —¡Pero él fue quien rompió conmigo! ¡Y lo
volvió a hacer ahora!
—¡Y tú lo dejaste! —grita Brit. Trata de alejarse de nuevo, pero la sostengo
del brazo, tirándola de vuelta.
—¿De qué demonios hablas? —exijo—. Explícame, ahora.
Brit rueda los ojos otra vez, frotando su brazo. —Como si no lo supieras.
—¡No lo sé! —le grito sobre el sonido de la lluvia, totalmente confundida
ahora—. ¡Emerson fue el que puso fin a las cosas! Me dejó justo después del
funeral de mi madre, me dijo que eso era todo, y que no me amaba más. —Mi voz
se quiebra en la última palabra de mi humillante confesión, haciendo eco en la
lluvia torrencial del estacionamiento.
Brit me mira, asombro cayendo sobre su rostro. —Realmente no lo sabes,
¿verdad? —susurra.
Siento una oleada de sangre golpeando a través de mí. ¿De qué habla? ¿Qué
es lo que sabe?
—Dime —le suplico—. Por favor, ¡no sé nada!
Brit me mira fijamente un momento. —Espera aquí —pide, antes de salir
corriendo repentinamente por las escaleras exteriores que conducen al
apartamento sobre el bar.
La veo irse, impotente. No sé lo que pasa aquí, pero sé que tiene que ser
algo grande. Algo sobre Emerson.
Mi corazón se acelera. ¿Había una razón por la que terminó las cosas? ¿Qué
170

excusa podría tener para romper mi corazón? Aunque sé que es estúpido, siento
un rayo de esperanza. Si estuvo mal después de la ruptura, entonces debo haber
Página

significado algo para él después de todo, lo suficiente para llorar por ello, lo
suficiente como para amarme.
Espero ansiosamente a que Brit vuelva a bajar. Tengo muchas preguntas,
no sé ni por dónde empezar, pero a medida que los segundos pasan, y el agua me
empapa por completo, me siento más y más nerviosa. Me dijo que esperara, ¿pero
debería seguirla? ¿Y si era solo una broma cruel, una especie de venganza?
Mis nervios se atan en nudos, hasta que finalmente la puerta del
apartamento se abre y Brit baja las escaleras corriendo.
—¡Tienes que hablar conmigo! —Me apresuro a su encuentro, las palabras
deslizándose desesperadamente de mi boca—. Necesito saber lo que pasó, ¡por
favor!
—Aquí. —Brit tiene algo para mí. Es un sobre arrugado, con algo escrito
en el frente—. Esto lo explica todo.
Lo tomo, todavía confundida. Hay una carta doblada en el interior, y el
nombre de Emerson se halla escrito en cursiva en la parte frontal. La meto
rápidamente bajo mi suéter antes de que la lluvia la alcance. —¿Qué es esto?
—Léelo —dice Brit—. No sé por qué el estúpido imbécil no te lo dijo él
mismo, pero… —Sacude su cabeza—. No importa. Es demasiado tarde para eso.
La miro fijamente sin decirle nada. —No lo entiendo, ¿por qué me ayudas?
Pensé que me odiabas.
Brit me da una mirada penetrante. —Amo más a mi hermano —dice con
fiereza—. Y por alguna razón, él te eligió, no importa lo que trate de decirse a sí
mismo.
Se gira y empieza a alejarse.
Me apresuro de vuelta a la seguridad del auto, aun confundida. Saco la
carta, dándola vuelta en mis manos, y es entonces cuando lo veo: las letras que
componen el nombre de Emerson. Reconozco la escritura a mano, mejor que
nada.
Es de mi madre.
171
Página
14
Traducido por Alysse Volkov & Gabriela ♡
Corregido por Miry GPE

Conduzco a través de Cedar Cove, hacia los acantilados que se curvan


alrededor de la bahía. La lluvia azota en mi parabrisas, el viento aullando fuera,
no puedo evitar echar un vistazo hacia el asiento del pasajero cada cinco
segundos, donde el sobre se encuentra a mi lado. El cuadrado de papel está
amarillento y arrugado en algunos lugares, y parece demasiado inocente para los
enormes secretos que contiene enterrados.
Agarro el volante con tanta fuerza que mis nudillos se vuelven blancos,
conduzco bajo la lluvia hasta que llego a los acantilados. Me estaciono en el
mirador, a salvo de caer al océano, y me siento, observando el agitado mar y la
espuma en la tormenta mientras me acurruco aquí dentro.
Aquí es donde esparcimos las cenizas de mi madre.
Fue un día como este: nublado y frío, pero no sentí la mordedura del
viento mientras nos hallábamos ahí parados.
No podía sentir nada en absoluto.
Mamá dijo en su testamento, que no quería ser enterrada. Le gustaba la
idea de volver a la tierra, de alguna manera: convertirse en una parte del océano,
los árboles, y la playa de nuevo. Pensé que podría ser curativo de algún modo, ver
el ciclo de la vida girar. Cenizas a las cenizas, polvo al polvo. Pero cuando papá
vació la urna, no parecía real para mí: que mi madre de carne y hueso pudiera
reducirse a un par de puñados de tierra. Vi las cenizas bailar y saltar en el viento
por un momento, y luego ella se había ido.
172

Solo así, se fue.


Excepto, que ahora tengo algo de ella otra vez. Esta misteriosa carta para
Página

Emerson.
La alcanzo, trazando con mis dedos el borde del papel. A finales de ese
verano, peleábamos todo el tiempo. Me hallaba tan perdidamente enamorada de
Emerson, que no me importaba nada, solo qué tanto tiempo podría pasar con él.
Me encontraba dispuesta a romper todos mis viejos planes. Parecía tan
romántico: nosotros dos, juntos, construyendo una vida por nuestra cuenta. Lo
resolveríamos, al diablo lo que dijeran mis padres. Recuerdo a mamá, rogando y
suplicándome de no apostar todo en él. La destrozó cuando le dije que todo iba a
cambiar. Pasamos gran parte de sus últimos días gritándonos, me duele el corazón
al pensar en eso ahora.
Todo ese tiempo perdido, el cual nunca regresaría.
Cuando murió, sentí la culpa cortar a través de mí como mil cuchillas
afiladas, pero me hallaba determinada a que tomaba la decisión correcta.
Emerson era todo lo que importaba ahora, el único que me quedaba en el mundo,
al menos, eso es lo que pensaba.
Hasta la terrible tarde que se marchó y me dejó allí, rota bajo la lluvia, y le
dio la razón después de todo.
Toma un momento para reunir todo mi valor antes de que finalmente abra
el sobre y saque la página doblada del interior.
El papel cruje a medida que lo desdoblo, e inhalo una fuerte corriente de
aire. Mi corazón se contrae con un dolor profundo viendo su familiar letra
cursiva, inclinadas a través de la página.
Mami...
Siento las lágrimas inundar mis ojos, y tengo que secarlas con la manga de
mi sudadera antes de poder concentrarme lo suficiente para leer.

Estimado Emerson,
Sé que no siempre hemos estado cara a cara este verano. Tienes que
entender, amo a mi hija más que a nada, y solo quiero lo mejor para ella. Me
rompe el corazón escucharla hablar sobre retrasar la universidad, y permanecer
aquí en Cedar Cove contigo. Esto no se debe a ti… he llegado a ver que la amas
profundamente, a tu manera, es por eso que estoy rogando que le impidas
173

cometer este error. Pronto se convertirá en una mujer, con un futuro brillante
por delante. Ella puede tener todo lo que quiera: hacer una carrera por sí misma,
Página

ser independiente y ver el mundo. Puede hacer una vida feliz y estable más allá
de lo que puedo esperar de ella. Pero si se queda aquí contigo, entonces todo eso
se desperdiciará.
Te ama, los dos sabemos eso. Pero tú y yo también sabemos que quedarse
aquí contigo la arruinaría. Puede pensar que esto es lo que quiere ahora, pero no
hay nada para ella en esta ciudad, tienes que verlo. Pregúntate a ti mismo, ¿es
esta la vida que elegirías para ella? ¿Es realmente todo lo que se merece? Decidí
renunciar a todo por su padre hace más de veinte años, y en ninguno de esos días
he deseado cambiar esa decisión.
Juliet es terca, no me escucha. No puedo quedarme para hacerle entender:
una vez que me haya ido, eso te corresponde. Te lo suplico de nuevo, si la amas,
no dejes que desperdicie su vida. Te guardará rencor por ello muy pronto, confía
en mí en eso.
Pongo mi fe en ti para hacer lo correcto. Por favor. Si la amas de la manera
que dices hacerlo, dale la vida que merece.
Tuya,
Jeanette.

Bajo la carta, mis manos temblaban.


No puedo creerlo.
¿Esta es la razón de mi angustia y dolor? Me encuentro sorprendida y
aturdida, la comprensión bañándome en una ola de claridad. Durante todo este
tiempo, creí lo que Emerson me dijo ese día: que el amor no era suficiente. Pero
de una manera retorcida, terminó las cosas ese verano porque me amaba. Debido
a que era el último deseo de mi mamá. Y todo este tiempo, nunca me lo dijo.
¡Nunca me lo dijo!
Estoy aturdida. Todavía no tiene sentido para mí, pero ahora viendo en
retrospectiva esa última, terrible pelea, puedo verlo. Cómo de agonizante lucía,
alejándose de mí. Cómo mis insultos fueron justo como debieron ser los que sus
padres usaron para atacarlo, tan duro y cerca de casa.
Me hacía daño para protegerme. Trataba de hacer lo correcto.
174

Y ahora hace exactamente lo mismo, todo de nuevo.


Página

Mi corazón se parte en dos por él. ¿Cuánto le habrá costado hacer esto por
mi madre? Debió saber que nunca me alejaría, ni siquiera si me suplicaba. Es por
eso que actuó tan frío y duro conmigo, no porque no fuera suficiente para él, sino
porque creía que era demasiado buena, que merecía una vida sin él.
Me amaba tanto que me dejó ir.
Siento las lágrimas salir de nuevo, pero esta vez, son de felicidad: cálidas
por el alivio y alegría, y el débil borde de arrepentimiento agridulce. Pienso en
mi mamá, incluso al final, tratando de hacer una vida mejor para mí.
No puedo culparla por esto, lo entiendo completamente. Renunció a todo
por papá, después de todo. Pensaba ir a la escuela de enfermería cuando lo
conoció: un guapo estudiante de intercambio. Pero él tenía el sueño de ser
escritor, y por eso retrasó todos sus propios planes para conseguir un trabajo
estable y sostenerlos a ambos. De alguna manera, “el próximo año” nunca llegó.
Quedó embarazada de Carina, y luego de mí, y las deudas de papá comenzaron a
acumularse, y para entonces se hallaba demasiado ocupada tratando
desesperadamente de mantener unida a nuestra familia que prestar atención a los
planes que hizo para ella misma.
Construyó toda su vida alrededor de él, siempre al pendiente de cada
palabra. Lo amaba tanto, aun cuando la bebida comenzó, aun cuando sabía que la
destruía.
Él era todo para ella, y fue su perdición. Pensó que con Emerson sería lo
mismo para mí, pero eso no es cierto: dejándome ir, demostró lo diferente que es.
Hizo sacrificios por mí que mi papá ni siquiera consideró: poner mi felicidad por
encima de todo, incluso de su propia angustia.
Sollozo de alegría. ¡Me amaba!
Y quizás aún lo sigue haciendo en este momento.
Me aferro a esa preciosa esperanza como si fuera una luciérnaga en la
noche oscura de mi alma. Sabía que no quiso decir todas las cosas que dijo hoy.
No cuando su cuerpo me contó una historia diferente anoche. Solo trataba de
hacerme salir de la ciudad de nuevo, lo mismo que hace cuatro años. Cree que
todavía estoy mejor sin él, como si una vida sin su amor valiera la pena en
absoluto.
Dejé que me alejara una vez. No puedo cometer el mismo error de nuevo.
175

Tomo una respiración temblorosa y pongo el auto en marcha, girando con


cuidado en reversa, alrededor del mirador y por el camino del acantilado hacia el
Página

pueblo. La tormenta aúlla a mí alrededor, los vientos soplan con tanta fuerza que
los puedo sentir golpear el auto. Siento un estremecimiento de pánico al ver la
lluvia caer por la colina empinada, pero me obligo a mantener la calma, y
lentamente recorro el camino de regreso a la ciudad.
Conduzco por las calles vacías, abriendo bien los ojos para ver la camioneta
de Emerson, pero cuando llego a la Taberna de Jimmy, el estacionamiento está
vacío. ¡Maldita sea! Salgo del auto, corriendo por las escaleras hasta el
apartamento, y golpeo la puerta, pero no hay respuesta. Incluso Brit debe
encontrarse en otra parte, refugiándose de la tormenta. Vuelvo al auto cerrando
la puerta rápidamente contra la lluvia torrencial.
El viento sopla más fuerte ahora, enviando la lluvia en barras horizontales
a través de la calle, y curvando los árboles casi el doble. Un periódico de repente
vuela por la acera, balanceándose junto al auto y golpeando con fuerza en la
pared con un estruendo. Salto en mi asiento, mi corazón perdiendo el ritmo. Esto
es una locura: ir a un territorio en medio de un huracán, pero aun así no
renunciaré. Conduzco por cada calle de la ciudad, desesperada por encontrarlo.
No me preocupo por la tormenta, o mi ropa mojada, o nada, excepto en
mirar a Emerson directamente a los ojos y decirle que lo amo, y que no me doy
por vencida en esta ocasión.
Mi determinación crece, pero todavía no hay señal de él, hasta que,
finalmente, tomo el desvío para regresar a la casa de la playa. Tal vez ni siquiera
se quedó en la ciudad; tal vez se alejó rápidamente de la tormenta, como haría
cualquier persona en su sano juicio.
Es demasiado tarde para pensar en tomar la expuesta carretera costera, así
que conduzco de vuelta a la casa a paso de tortuga, estremeciéndome cada vez
que escucho los árboles crujir y balancearse encima de la carretera. La calle ya se
encuentra hecha un desastre con ramas rotas y escombros de la playa, pero estoy
decidida a hacerlo. Entonces encuentro un árbol caído: el gran tronco a lo largo
de toda la carretera. No hay camino por ahí; mi Camaro no sorteará el obstáculo.
Me detengo a un costado de la carretera y rápidamente tomo mi bolso del
asiento trasero. Salgo, y trepo sobre el árbol, raspando mis manos con la corteza,
pero lográndolo. La casa de playa esta solo un poco más lejos, y me esfuerzo para
176

caminar a través de la lluvia, lucho por mantenerme en pie contra las poderosas
ráfagas de viento. El abuelo construyó un refugio contra tormentas en el sótano,
Página

lo sé, solo tengo que acercarme un poco más para resguardarme, a salvo del
viento.
Y entonces lo veo: el distante brillo azul. La camioneta de Emerson, en la
entrada.
Mi corazón salta.
Vuelo el resto del camino, derrapando en el lodo mientras corro sobre este.
—¡Emerson! —grito, mi voz se pierde en el viento—. ¡¿Dónde estás?!
Trato con la puerta de en frente, pero la casa sigue tan cerrada como la
dejé. Rodeo la casa, preguntándome dónde podría estar. Entonces veo la puerta
de mi cuarto de fotografías abierta de par en par. Corro rápidamente, justo
cuando Emerson sale.
Empapado, luchando contra la tormenta, agarrando una caja y un puñado
de mis impresiones en blanco y negro, las cuales se dispersan y son arrastradas a
través del patio por el viento.
—¡Emerson! —chillo.
Levanta la mirada, y su mandíbula se afloja cuando me ve.
—Jules —grita hacia mí, luchando por ser escuchado—. ¿Qué demonios
haces aquí? ¡Tienes que entrar, ahora!
Niego con la cabeza, acercándome más. —¡Lo sé! —grito—. Acerca de mi
madre, y la carta. ¡Sé por qué te fuiste!
Emerson se queda ahí. Mirándome fijamente, la lluvia gotea por su cabello
y recorre las fuertes y cinceladas facciones de su rostro. Su mirada se encuentra
con la mía, y veo la llamarada de comprensión en lo profundo de esas hermosas
piscinas azules.
—¡Lo sé todo! —grito otra vez—. Es la razón por la que me dejaste, ¿no es
así? Porque ella te lo pidió.
Emerson cierra los ojos por un momento, y cuando los abre, su feroz
devoción me quita el aliento. —¡Tenía razón! —me dice—. ¡Te mereces más que
esto!
—¡Deja de decir eso! —le grito. Me lanzo hacia delante, agarrando sus
177

brazos, agarrándolo firmemente mientras lo miro fijamente a los ojos. Su piel está
fría, pero el cuerpo debajo de esa camisa mojada es caliente, irradia un calor que
Página

quema a través de mí.


—¡Te amo! —grito, derramando mi corazón en cada sílaba—. ¡Todo lo que
siempre he querido es a ti! ¡He vuelto por ti, no voy a dejar que me alejes de
nuevo! ¡Aún te amo!
Emerson me devuelve la mirada, su expresión cargada de angustia. Puedo
ver la guerra salvaje en sus ojos entre la verdad que se ha dicho durante tanto
tiempo, y todo lo que digo ahora.
—No lo dices en serio. —Niega con la cabeza, tratando de escapar—. ¡No
puedes!
—¡Lo hago! —le grito, abrazándolo más fuerte. La tormenta está rabiando
a nuestro alrededor, y me encuentro empapada, pero no es nada comparado con
el torbellino de emociones que laten con fuerza en mi pecho—. ¡Créeme! —
insisto, parpadeando la lluvia y las lágrimas de mis ojos—. ¡Hiciste la elección por
mí, hace cuatro años! ¡Bueno, esta es mi elección!
»Dime —exijo, tan cerca ahora—. Dime cómo te sientes, de verdad esta
vez. ¡Sin mentiras! Porque pase lo que pase, soy tuya. ¡Siempre seré tuya!
Esta vez, mis palabras se abren paso. Veo las últimas defensas en sus ojos
derrumbarse. Con un gruñido, Emerson lanza la caja a un lado y me arrastra a sus
brazos.
—Te amo —dice con voz ahogada, su voz llena de pasión—. ¡Nunca he
dejado de amarte! Ni siquiera cuando te fuiste, ni un solo día.
Sus labios se estrellan contra los míos con la fuerza de mil huracanes
mientras presiona mi cuerpo contra su pecho, enredando sus dedos por mi
cabello mojado, y reclamándome con un beso consumidor, que detiene los latidos
y lo cambia todo.
Me aferro a él con todo lo que tengo, abriendo la boca para él,
ahogándome en la sensación vertiginosa de su boca en la mía. La tormenta se
desvanece a nuestro alrededor, hasta que él es lo único que queda en el mundo.
No puedo oír nada más que el trueno de los latidos de nuestros corazones, siento
solo sus brazos abrazándome; degustándolo.
178

Es mío.
Página

Emerson me rodea, me envuelve, y le doy todo, mostrándole la


profundidad de mis emociones hasta que emergemos, jadeando.
—Has vuelto a mí... —susurra Emerson, lleno de asombro. Roza mi cara
con ternura infinita, una mirada de puro asombro en sus ojos—. No puedo creer
que hayas regresado por mí.
—¡Siempre! —prometo ferozmente.
Lo agarro otra vez, pero de repente, hay un ensordecedor crujido, y el
disparo de un rayo fragmenta el cielo, golpeando uno de los árboles en el patio.
—¡Retrocede! —grita Emerson, lanzándose delante de mí y empujándonos
hacia atrás. El árbol hace un crujido, y luego cae, golpeando el suelo a pocos
centímetros de donde estábamos parados.
Lo agarro con pánico.
—¡Hacia la casa! —ordena Emerson.
—¡El refugio contra tormentas! —grito—. ¡Por este camino, vamos!
—Pero tus fotos... —Emerson mira a su alrededor. Las impresiones
azotando en el viento alrededor de nosotros, confeti en la tormenta.
—No hay tiempo, vamos. —Agarro su mano y tiro de él para que me siga,
corriendo a través del patio y hacia la puerta del refugio. Está oxidada y vieja,
pero Emerson la levanta para abrirla, me empuja hacia dentro antes de seguirme
y cerrar la puerta por encima de nosotros, hundiéndonos en la oscuridad.
Hecha el cerrojo para cerrarla, respirando con dificultad. —Tu abuelo lo
construyó bastante sólido. Podemos permanecer a salvo aquí hasta que pase la
tormenta.
Siento el interruptor de luz en la pared, pero cuando lo giro, no pasa nada.
—Nadie ha entrado aquí en años —le digo—. Espera, debería haber una linterna
y suministros por aquí en alguna parte.
Emerson utiliza su teléfono celular para iluminar la habitación con un
resplandor eléctrico. Miro a mi alrededor. Hay un futón estrecho en la esquina, y
algunos viejos productos enlatados apilados junto a un armario. Lo abro y
encuentro velas y fósforos en el interior, con una vieja manta de lana. Lanzo la
179

manta sobre el futón, y enciendo las velas, bañando la habitación en un tenue


resplandor parpadeante.
Página

—Agradable. —Sonríe Emerson, y a la luz de las velas, veo su mirada en la


mía, oscura con significado. Siento una oleada de emoción —y rabia.
—¿Qué hacías ahí afuera? —exijo, dándome cuenta por primera vez lo
peligroso que fue para Emerson quedarse afuera. Siento un escalofrío de miedo
con solo pensar en ello. El relámpago, el árbol... llegar tan cerca de
reencontrarnos, ¡solo para tenerlo desgarrado!—. Pudiste salir herido, o peor...
—Tus fotografías —responde—. Sé lo mucho que significan para ti. No
quería que las perdieras.
—No me preocupan las fotos, puedo imprimir otras nuevamente —grito—.
¡No puedo encontrar a otro tú!
Mi voz es frenética en el pequeño refugio. De inmediato, Emerson se pone
a mi lado otra vez, sosteniéndome, acariciando mi pelo mientras susurra—: Shh,
está bien. Estoy aquí. Todo estará bien.
Me derrito contra él, sosteniéndolo fuerte. ¿Cómo pude estar tan cerca de
perder esto? Simplemente empacar todo en mi coche y conducir lejos, como si
alguna vez encontraría a otro hombre como él.
Como si alguna vez encontraría un amor tan verdadero.
Levanto la cabeza. —Prométeme que nunca me alejarás de nuevo —
exijo—. Lo digo en serio, Emerson, pase lo que pase, lo enfrentaremos juntos. No
puedo perderte, no de nuevo.
—Te lo prometo —jura, y puedo decir por la intensidad de sus ojos, que
quiere decir cada palabra.
—Porque no te dejaré —juro—. Nada de lo que digas me hará dar la vuelta
y alejarme. Soy tuya. Para siempre.
—Para siempre. —Su susurro hace eco en mi promesa y luego sus labios se
encuentran con los míos en un tierno beso.
Me apoyo en él, la lengua de Emerson haciendo un lento y lánguido
descubrimiento de mi boca mientras sus manos trazan suavemente el contorno de
mi mandíbula, luego bajan sobre mis hombros y por cada brazo. Luego se retira,
su mirada encontrando la mía antes de levantar mis manos a sus labios,
presionando un beso en cada nudillo por vez, y en todo ese tiempo ni una sola
180

vez aleja su mirada: oscura y apasionada, y llena de intención.


Página

El deseo estalla a través de mí.


Lo abrazo de nuevo, esta vez besándolo, caliente y feroz, enterrando mis
dedos en su pelo y arqueándome contra su cuerpo. Quiero todo de él, todo, que
nuestros cuerpos sellen el pacto sagrado que hemos hecho con palabras. Lo siento
duro contra mí, y me quedo sin aliento, calor agrupándose abajo entre mis
muslos. Emerson gime, de repente agarrando mi trasero y levantándome para que
pueda envolver mis piernas alrededor de su cintura. Atraviesa de espaldas el
refugio, colapsando sobre el futón, así que quedo a horcajadas sobre su regazo.
Me muevo contra él, besándole el cuello mientras paso mis manos sobre su
pecho con avidez, desgarrando la camisa mojada lejos de su piel y sacándola sobre
su cabeza. Esto es todo, aquí mismo: todo lo que siempre quise.
¿Cómo pude pensar alguna vez que podía estar sin él?
Las manos de Emerson son el cielo a medida que se mueven a través de mi
piel mojada. Arranca mi sudadera y camiseta, tirando mi sujetador húmedo a un
lado para cerrar su boca caliente alrededor de mi pecho. Su lengua raspa a través
de mi pezón, y grito, cerrando mis ojos en éxtasis mientras me arqueo de nuevo,
empujándome locamente contra su regazo, desesperada por la fricción para
aliviar el dolor que se retuerce en mi centro.
Solo Emerson puede hacerme esto. Solo Emerson puede satisfacer este
deseo salvaje.
Finalmente levanta su cabeza de mis pechos, jadeando, y me levanta de su
regazo, estableciéndome en mis pies de nuevo. Mis piernas se sienten tan débiles
por el deseo, que tengo que agarrar sus hombros para mantenerme de pie
mientras se deshace de mis pantalones con dedos seguros, y luego los empuja
lentamente hacia abajo sobre mis piernas, mojados y pegados a mi piel. Apoya la
frente en mi estómago desnudo un momento, el aliento caliente contra mi ropa
interior, y cada nueva exhalación esparce escalofríos de deseo a través de mi
sistema. La electricidad gira y se sumerge, estableciendo todas mis terminaciones
nerviosas en el borde y disparándose de nuevo al centro en un pequeño punto de
dolor entre mis muslos.
Dejo escapar un gemido desesperado, y Emerson quita mis bragas. Me
balanceo en su contra, más cerca, y luego me toca con su lengua, la calidez
enviando un escalofrío por todo mi cuerpo.
181

¡Oh, Dios mío!


Página

Me lame, girando su lengua suavemente alrededor de mi núcleo hasta que


me encuentro llorando y desamparada, totalmente deshecha. Luego toma mis
muslos y me levanta, dándose vuelta para acostarme en el estrecho futón. El
colchón es antiguo, y cruje en señal de protesta, pero me encuentro demasiado
lejos para que me importe.
El huracán ruge sobre nuestras cabezas, pero aquí, estamos en el ojo de la
tormenta. Nada más que los dos, y este amor abrazador y brillante entre nuestros
cuerpos.
Emerson se despoja de sus pantalones y ropa interior, a continuación se
arrodilla en la cama junto a mí, totalmente desnudo. Me levanto y tomo su rostro
con ambas manos, posando una docena de pequeños besos en su frente, nariz y
pómulos gloriosos. Mi corazón salta ante la vista de él suspendido sobre mí, con
los músculos tensos brillando intensamente a la luz de las velas. Dios, podría
mirarlo siempre, solo bebiendo de las magníficas curvas de su torso, como una
estatua griega hecha de carne...
Mira después, susurra una dolorida voz. Ahora, necesitas sentirlo. Cada
centímetro.
Me recuesto, tirando a Emerson conmigo mientras extiendo mis muslos
ampliamente para él. Se apoya en sus brazos por encima de mí, y me arqueo, sin
aliento, esperando el golpe rudo de su cuerpo invadiendo el mío, pero entonces se
detiene, clavando mis caderas y sosteniéndome en el lugar, fuera de su alcance.
Dejo escapar un grito de confusión, pero me sostiene, dejando caer sus labios en
los míos con tanta ternura, que me quita el aliento.
Entra lentamente, centímetro a tortuoso centímetro.
—Este es mi lugar favorito en el mundo. —La voz de Emerson es baja,
gruesa por el deseo—. Aquí mismo. Dentro tuyo.
Jadeo, sintiéndolo deslizarse dentro de mí, llenándome, haciendo hervir mi
sangre y hormiguear mis venas con un espeso y aterciopelado anhelo. Gimo,
abrumada por el placer, mi cuerpo apretándose alrededor de él, ahogándose en la
sensación.
—Jules —susurra, bajo y dolorido, y cuando abro mis ojos, encuentro su
cara encima de la mía: su mirada fija, ardiendo profundamente en mí—. Quédate
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conmigo —jadea, sus ojos sin apartarse de los míos mientras se retira poco a poco,
y luego empuja lentamente de nuevo dentro de mí.
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Gimo, jadeando en busca de aire. El placer crece en mí, haciendo círculos


más altos con cada larga y lenta oleada. Me retuerzo bajo él, envolviendo mis
piernas alrededor de sus muslos para darle un acceso más profundo a medida que
encontramos nuestro ritmo, meciéndonos en movimientos lentos y sin sentido
que ponen cada nervio en llamas, un fuego oscuro lame mi cuerpo y baila a través
de mi piel.
Es agonía exquisita, el espesor deslizándose profundo en mí, la humedad,
su cuerpo caliente deslizándose contra el mío. Emerson gime mi nombre, una y
otra vez, de nuevo captura mis labios en abrasadores besos que suavizan cada
palabra cruel que nos hemos dicho; todos los años de angustia. El pasado se funde
bajo su toque, dejando nada más que el aquí. Ahora.
Aquí.
Grito, mi cuerpo dolorido por la liberación, las llamas suben más alto. Los
ojos de Emerson se oscurecen. Se hunde de nuevo, con más fuerza, gruñe contra
mi oído mientras nuestros cuerpos se mueven más rápido. Me arqueo, gritando y
arañando sus anchos hombros, moliendo mis caderas contra él mientras nuestra
respiración se vuelve frenética, cada nuevo impulso y chispa me envía más cerca,
tira más fuerte de mí, precipitándome más profundamente en la infinidad de sus
ojos, labios y cuerpo meciéndose hasta…
—¡Emerson! —grito, haciéndome añicos. Clama mi nombre, liberándose
dentro de mí, su cuerpo estremeciéndose una y otra vez mientras me rompo,
cayendo libre en los pliegues oscuros del éxtasis, aferrándolo a mí como si mi vida
se fuera en ello mientras olas de placer llenan mi alma.
Cuando salgo a la superficie, me encuentro entre sus brazos, mi cuerpo
yace seguro contra la curva de su torso. Exhalo, largo y tembloroso.
—Hola. —Siento su susurro en mi oído. Giro la cabeza, así miro hacia él.
—Hola a ti. —Sonrío. Mi cuerpo todavía tiembla por las réplicas, sensible a
cada caricia suave de la punta de su dedo. Me acurruco de nuevo, tomando sus
brazos con fuerza a mí alrededor—. ¿Crees que la tormenta ya terminó?
—¿Cuál? —Emerson ríe, un sonido sordo que vibra en mi espalda.
Me giro de nuevo, por lo que nuestros rostros se encuentran colocados a
unos centímetros de distancia. —Bueno, esta parece bastante tranquila para mí.
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—Sonrío, entrelazo mis dedos con los de él y dejo caer pequeños besos sobre el
contorno de su mano.
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—Dame un par de minutos, y ya veremos. —Emerson hace un guiño.


Me río, sintiendo que una calma dichosa se asienta sobre mí. No es solo la
dicha del orgasmo, no, es algo más profundo: la certeza de que este hombre es mi
todo. Siempre.
—Siempre —dice Emerson en voz baja, como si lo pudiera ver en mis ojos.
Hace un círculo con su pulgar y el índice, suavemente los desliza sobre el dedo
anular de mi mano izquierda.
Mi corazón se detiene.
—¿Estás...? —Las palabras se desvanecen en mis labios, pero por dentro,
vuelo de nuevo. Compruebo la cara de Emerson de nuevo, pero lo único que
encuentro es la certeza.
Certeza, y amor.
Mira hacia abajo, tímido. —Ya lo sé, no tengo…
—¡Sí! —chillo, asfixiándolo con un beso, como si alguna vez pudiera tener
suficientes besos en el mundo para este hombre—. ¡Sí, por supuesto que lo haré!
—No me dejaste terminar —protesta Emerson, pero sigue sosteniendo mi
dedo, sus ojos arden de alegría—. Iba a decir... estoy contigo. A cualquier lugar
que quieras ir, todo lo que quieras hacer. Estoy ahí.
Siento lágrimas brotar, alegres y verdaderas. Acuno nuestras manos contra
mi corazón, tan feliz, siento como si tratara de estallar fuera de mi pecho. —Sin
embargo, no sé lo que quiero hacer —admito—. Solo que será contigo.
—En primer lugar, tienes que terminar la universidad —señala—. Luego...
podríamos mudarnos a la ciudad —sugiere—. Regresar aquí para las vacaciones
de verano, si quieres.
Niego con la cabeza lentamente, dejando escapar un suspiro de pesar. —Ya
es demasiado tarde. Papá ya vendió la casa, probablemente será destruida en una
semana.
—No si el nuevo propietario tiene algo que decir al respecto. —La sonrisa
de Emerson se encuentra llena de secretos. Frunzo el ceño.
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—¿De qué hablas?


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Me besa. —Es mía. Bueno, nuestra. La compré para ti.


Mi boca se abre. Emerson se inclina para besarme de nuevo, pero me hago
hacia atrás, mi mente confundida. —¿Qué? No entiendo... —Parpadeo hacia él,
sorprendida—. Pero, ¿de dónde sacaste el dinero? ¡Emerson! ¡No puedes
permitirte esto!
—Claro que puedo —dice encogiéndose de hombros, sin dejar de
sonreír—. Le vendí la mitad del bar a Garrett, y tu papá te lo dirá, soy un
negociador duro. La conseguí por una miseria.
Mis lágrimas llegan de nuevo. —Me compraste una casa —susurro,
asombrada—. No puedo creerlo. Nadie ha hecho algo así por mí.
—Acostúmbrate a eso. —Emerson acuna mis mejillas en sus manos—. Voy
a amarte siempre, Juliet McKenzie. Y pasaré cada día demostrando que eres la
única.
—No tienes nada que demostrar —susurro—. Eres mi huracán, Emerson
Ray. Siempre seré tuya.
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Epílogo
Traducido por Dannygonzal
Corregido por Verito

Permanecemos en el sótano hasta la mañana siguiente, suspirando


promesas en el cuerpo del otro; trazando el futuro a través de nuestra piel
desnuda. Cuando salimos del refugio a la luz brillante del día, la tormenta ha
pasado, pero el daño se esparce por toda la propiedad.
—¡Oh! —Lloro con desilusión, asimilando los árboles talados en el suelo,
los restos de tejas y las raíces quebradas en el piso. Mi estudio fotográfico es nada
más que leña, los estantes lanzados por el patio, las fotografías regadas y bailando
en la brisa.
—Shh. —Emerson me sostiene cerca, inspeccionando el lugar—. No lo
ves, aún está en pie. Tomará más que una pequeña tormenta para derribarlo.
Tiene razón. Las sillas del pórtico podían estar quebradas, y las ventanas
destrozadas, pero los huesos de la vieja casa de la playa aún se encuentran en su
lugar, sólida y verdadera, lista para soportar otros cien huracanes.
Irrompible.
—¿Listo para empezar? —pregunto.
—Demonios sí —Se gira y me da una sonrisa vertiginosa. Esto es mío, me
doy cuenta, asombrada. Por el resto de mis días, tengo esa sonrisa, esos ojos, y
mucho más, una vida con el hombre al que he amado completamente desde el día
en el que nos conocimos.
Tomo su mano y caminamos juntos hacia nuestro mañana.
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Sobre la autora
Melody Grace es una chica de un pequeño pueblo
que se volvió amante de la playa del Sur de
California. Después de pasar su vida con la nariz
en un libro, decidió que era hora de escribir una
ella misma. Ama las novelas románticas eróticas,
los felices para siempre, y desear hombres de la
ficción.
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Unafraid
“La Primera vez que la vi, supe que esta chica era más
salvaje que cualquier caballo que hubiera domado. Era
testaruda, apasionada, libre y estaba herida. Y tenía que
tenerla…”
A Brittany Ray no le importa su mala reputación.
Creciendo en un pueblo costero aletargado, con una
madre drogadicta y un padre que huyó, Brit ha aprendido
de una forma dura que las personas que amas solo te
decepcionarán. No sirve de nada esperar amor o felicidad.
Algunos sueños no significan nada para chicas como ella.
Hunter Covington es uno de esos sueños.
Guapo y encantador, Hunter es casi malditamente perfecto, y eso lo está matando. Hijo
de la realeza de Charleston, ha estado atrapado en una jaula de oro desde el día que
nació. Ahora, se está liberando. Dejó la escuela de leyes para reparar el antiguo rancho
de caballos de su abuelo, intentando calmar los demonios de su alma. Pero Beachwood
Bay se encuentra lleno de viejos fantasmas, como la chica misteriosa que pasó una noche
inolvidable con él, y que se escabulló antes del amanecer. Brit.
Todo sobre ella grita peligro, pero a Hunter lo tiene sin cuidado: él nunca ha sentido
una conexión tan profunda. Ella hace lo que puede, pero Brit no puede resistir el deseo
que la consume, o la seguridad que encuentra en los brazos de Hunter.
Una pasión insensata. Un vínculo innegable. Marcados por sus pasados, Brit y Hunter
luchan por sanar las viejas heridas. ¿Pero los oscuros secretos destrozarán su nuevo
comienzo? Y cuando el amor es el riesgo más grande, ¿pueden encontrar el coraje para
enfrentar el futuro sin miedo?

Beachwood Bay #2
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