Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Barrancos - Robaldo, Marcelo
Barrancos - Robaldo, Marcelo
Tal como el momento actual del movimiento feminista en Chile atrapa nuestra
imaginación, también lo hace la perplejidad que ha causado. El intentar descifrar este
momento nos lleva aquí a hundir dicha imaginación en la vida-viva del pasado chileno y en
la historia del feminismo en tanto fenómeno cultural mayor. Este trabajo busca
(re)interpretar brevemente algunos aspectos de la historia del feminismo, particularmente el
silencio feminista (noción usada por Julieta Kirkwood para definir un periodo histórico en
Chile) y la autonomía feminista, para intentar aportar algunos elementos a la mirada sobre
el momento actual (mayo feminista de 2018). Como incitación a la reflexión tomamos
prestada una pregunta que según la historiadora chilena Luna Follegati (2018) habita en el
relato que actualmente circula sobre el movimiento feminista: ¿Por qué aparece y
desaparece el feminismo?”.
Haciendo Historia.
Lo que se busca plantear a continuación, dentro de los límites establecidos por la tarea y
con un esfuerzo de imaginación, se enmarca en la puesta en circulación de preguntas sobre
las formas de hacer política de las mujeres, preguntas que para Julieta Kirkwood son parte
del proyecto de refundar el movimiento Feminista en Chile.
El esfuerzo por salir del lenguaje y los términos de una cultura política masculina es un
proceso en curso dentro el feminismo chileno. Desde ahí nos situamos en el presente
trabajo, dentro también de una historia llena de anhelos y paradojas donde puede ocurrir
que los momentos más visibles del movimiento feminista no sean necesariamente los más
políticos.
Metamorfosis.
Pensemos, para partir, que el desarrollo del movimiento feminista en Chile se da como un
proceso de tensiones y conflictos, no como una evolución histórica lineal. Haciendo eco de
Kirkwood (1982) sobre la necesidad de “aportar elementos para la comprensión de la
protesta feminista en tanto fenómeno cultural universal”, imaginemos que el proceso
histórico del feminismo en Chile también se engarza al devenir histórico del feminismo
surgido en Europa y más tarde en Estados Unidos. Vamos a plantear que dicho engarce se
puede entender no sólo en virtud de la influencia que estos “centros” occidentales generan
sobre la “periferia” latinoamericana (en tanto, por ejemplo, el traspaso de las problemáticas
y teorías del feminismo del primero hacía el segundo), sino por la recurrencia dentro del
feminismo chileno de “hitos” con los que también se ha construido la historia del
movimiento social feminista de occidente. Tomaremos dos formas de estos hitos; el
silencio feminista (que según Kirkwood correspondería al momento histórico especifico en
que las mujeres dejan el ámbito público y se repliegan a esferas privadas, luego de haber
conquistado sus derechos civiles) y la autonomía del movimiento feminista. Proponemos,
además, que estos hitos se relacionan entre sí (de ahí el esfuerzo de imaginación), que los
así llamados silencios feministas corresponden más que a periodos de discontinuidad
histórica o de “acumulación de fuerzas”, a procesos de metamorfosis, de dislocación de la
acción y del perfilamiento del movimiento feminista, generadores de creciente autonomía
respecto del sistema político tradicional y masculino.
Planteamos para el caso de Chile, que la noción de silencio feminista usada por Kirkwood
para describir el periodo del feminismo entre 1953 (fin del Movimiento Pro-Emancipación
de las Mujeres) y 1973 (Golpe de Estado), cuando sobrevino la subordinación del
feminismo a la política de los partidos, no es apta para dar cuenta del periodo previo a la
primavera feminista de 2018, contraponiéndonos a las feministas “históricas” que han
calificado a dicho periodo como un “segundo silencio feminista” (Ríos, 2018).
Sostenemos que dicho uso de la noción de silencio feminista corresponde a una
interpretación historiográfica tradicional, a una interpretación que opera dentro de una
epistemología de lo político que tiende a invisibilizar una parte de la historia social de las
mujeres y el feminismo. Desarrollaremos este punto en lo que viene.
Lo que vuelve al movimiento sufragista (en tanto “resurgimiento” del feminismo) relevante
para el propósito de este ensayo, es que ilustra, en parte al menos, un momento de
afirmación de autonomía y de creciente radicalidad del movimiento feminista. Pero sobre
todo nos interesa destacar que la orientación de la política feminista durante la segunda
mitad del siglo XIX viene precedida por un periodo de “silencio” que, como se ha dicho,
coincide con una transformación social y cultural de la experiencia de las mujeres. En su
correlato político este periodo coincide con la colaboración de las feministas dentro de la
política abolicionista en Estados Unidos y su consiguiente marginación. Como plantean
algunos, el surgimiento del movimiento por los derechos de las mujeres en Estados Unidos
tiene también una causa política; la discriminación de las mujeres dentro del movimiento
abolicionista.1 Cobo dice,
1
Según el Women’s Rights National Historical Park, ubicado en Seneca Falls, Estados Unidos, la American Anti-Slavery
Society se divide en tres (entre 1838 y 1840), debido en parte a temas relativos al liderazgo femenino. Los abolicionistas
radicales y los simpatizantes de los derechos de las mujeres, conocidos como los "Garrisonian", permanecen en la
American Anti-Slavery Society, mientras se forma la American and Foreign Anti-Slavery Society que restringe la
membrecía sólo a hombres, con las mujeres admitidas como auxiliares. El tercer grupo lo constituye el Liberty Party, que
limita la participación de las mujeres a la recolección de fondos.
(https://www.nps.gov/wori/learn/historyculture/antislavery-connection.htm)
El periodo de silencio feminista previo a la primera mitad del siglo XIX está cruzado por la
participación de las mujeres dentro “causas” de la política masculina, ya sea las causas de
ilustración en Europa o de los derechos civiles en América, y (muy importantemente) en el
caso de estas últimas por un replanteamiento de la acción política para el movimiento.
Para Cobo, el movimiento feminista del siglo XX está profundamente marcado por un
sesgo más radical que enfatizará la reivindicación de autonomía sexual para las mujeres y la
crítica a la moral patriarcal inherente a la institución del matrimonio surgidas, agregaríamos
aquí, de la experiencia burguesa. En efecto, la autora señala que dicho sesgo viene de
alguna manera abonado por el correlato político que es el sufragismo, que pondrá las
relaciones familiares, sexuales y reproductivas en el centro mismo del nuevo escenario
histórico feminista (Cobo, 2017).
Cabe mencionar, además, que un sector significativo del movimiento sufragista se acercó a
la ideología socialista y de esa forma puso las bases de un movimiento feminista más
amplio e incluyente en el que cabían obreras y mujeres de clase media. Ambos procesos, la
radicalización del feminismo y su ampliación hacia las izquierdas, se producen tras el
sufragismo.
Un siglo más tarde en Chile, Julieta Kirkwood sostiene que habría un periodo de 20 años de
silencio feminista, entre 1953 y 1973, luego que el sufragismo lograra su principal
reivindicación (el voto femenino) a comienzos de la década de los 50 del siglo XX. Es
relevante considerar como durante este “silencio” pos-sufragista entre los años 50s y 70s se
observan los mismos procesos de izquierdización y radicalización descritos anteriormente
para “occidente”. Reaparecen, ahora en Chile, las tensiones entre la política feminista y la
política masculina.
Es relevante que dicho periodo del siglo XX (aproximadamente desde la posguerra a los
años 60s) también vio el surgimiento del feminismo de la segunda ola en occidente
“desarrollado”, en el marco de las transformaciones del capitalismo industrial/posindustrial
y su correlato en las vidas de las mujeres, que ingresan masivamente al trabajo asalariado
durante y después de la segunda guerra mundial. Durante los años sesenta sobrevendrá la
“liberación sexual”, junto a la radicalización del feminismo en occidente. Si bien con un
desface, dichas transformaciones se expresan también dentro de sociedades
latinoamericanas -como la chilena- en el marco de una globalización insipiente que,
mediante la expansión de los mass media y su impacto en la cultura de masas, propaga los
imaginarios radicales de la emancipación sexual y de las izquierdas.
Así, lejos de ser un periodo de silencio en el desarrollo de los idearios del feminismo,
durante este periodo en Chile la experiencia de vida de las mujeres (que es siempre una
experiencia de lo político entendido de modo más amplio) forma parte de las condiciones
de posibilidad de las organizaciones feministas posteriores. Dicho de otro modo, en este
periodo se legitiman los imaginarios y valores que alimentan la reaparición de las
organizaciones feministas de resistencia a la dictadura cívico-militar en el Chile de los 70s
y 80s.
Julieta Kirkwood produce su trabajo teórico del feminismo en Chile durante la dictadura.
Para Luna Follegati (2018) el pensamiento de Kirkwood corresponde a “...una crítica
interpretativa del período que se distancia de la concepción materialista, del objetivismo y
la comprensión de un actor prioritario al momento de analizar la ortodoxia político-
revolucionaria de carácter marxista, para dar paso a la analítica de nuevos movimientos
sociales, y de los actores que se fraguan en ese contexto”. Siguiendo a Kirkwood, Follegati
plantea que el feminismo en dictadura supuso dos ejes que trastocaron el ordenamiento
normal de la política chilena; por un lado, llegó a su fin la fantasía ideológica de una
“comunidad nacional” de características democráticas y populares y por otro, la experiencia
autoritaria implicó una reflexión en relación con las formas de autoridad subyacentes en la
sociedad, particularmente, en lo privado (Follegati, 2018).
Según esta autora, luego del ocaso del feminismo chileno, posterior al término del
Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile en 1953, hay un aparecer de la
mujer durante los años de dictadura en Chile, que trastocó un orden político que había sido
–hasta entonces– vehiculizado mayoritariamente por hombres.
Pensando desde nuestra duda inicial, ¿Porque desaparece y reaparece el feminismo?, cabe
una duda derivada, ¿Cómo podemos entender la irrupción actual del feminismo en Chile y
qué nos dice? Nos dice, al menos, que el diagnostico de un “nuevo silencio feminista” fue
limitado en su capacidad de dar cuenta del movimiento entrado el siglo XXI. Justamente
sobre la recurrencia de la noción de silencio feminista entre las feministas chilenas
“históricas”, Ríos se pregunta “¿Por qué sigue siendo este (el silencio feminista) el recurso
interpretativo más utilizado por las propias actoras para describir el momento histórico en
el que viven?”. Su respuesta es que,
“…la metáfora del silencio feminista tiene un fuerte sentido simbólico, que va más
allá de la “realidad” empírica (como quiera que esta sea medida o interpretada), pues se
trata de argumentos que tienen resonancia y legitimidad en un contexto de creciente
incertidumbre y que permiten por tanto entender lo que de otra manera parece
“inexplicable”: la aparente ausencia de un actor político feminista una vez recuperado el tan
añorado sistema democrático”. (Ríos, 2003:105)
En definitiva, lo que planteamos en este trabajo es que la noción de silencio feminista opera
como una interpretación histórica de legitimación ideológica. Planteamos que dicha
interpretación puede, paradójicamente, invisibilizar parte de la historia de las mujeres.
Entonces, entendemos que cuando el feminismo no está desplegado en su organización y
acción formal, este se encuentra, más bien, en la ocurrencia de sus condiciones de
posibilidad. Planteamos que la figura del aparecer y desaparecer del feminismo, que opera
aquí como incitación a la reflexión, es solo aparente. Así como se puede pensar que los 60s
no sólo significaron para el feminismo en Chile la subordinación a la política de los
partidos, también significaron un efecto en las experiencias de las mujeres fruto de la
emancipación sexual y del feminismo radical del “Norte”, y de igual forma las múltiples
luchas políticas en Chile durante los primeros años del siglo XXI, como por ejemplo la
lucha por una ley de divorcio, por la “píldora del día después”, por el aborto libre y más
recientemente los movimientos globales de Ni una Menos y Me too, han alimentado los
imaginarios políticos de las feministas chilenas, constituyéndose dichos imaginarios en
parte de las condiciones de posibilidad de la primavera feminista de 2018.
El diagnóstico general de Ríos sobre el feminismo chileno entrado el siglo XXI es que se
encuentra atomizado y desmovilizado. Señala que esta tendencia se fue acentuando en
Chile, provocando una pérdida de incidencia política del feminismo en al ámbito nacional.
Sin embargo, por otro lado, Ríos también señala que muchos colectivos feministas del siglo
XXI cuestionan explícitamente, por ejemplo, la dicotomía entre autonomía e
institucionalización, que marcó al feminismo en Chile durante la “transición”. También
cuestionan la concentración de recursos y poder en los espacios feministas, la falta de
recambio generacional y la escasez de espacios para ampliar las bases sociales de las
organizaciones, sosteniendo una visión crítica respecto de las formas tradicionales de hacer
política feminista. Los conflictos de las feministas “históricas” actualmente se han vuelto
inverosímiles, entre otras cosas, porque los colectivos en la actualidad están marcados por
la diversidad y autonomía. Hoy el movimiento feminista estudiantil universitario tiene la
oportunidad de brindar nuevas ideas, las que nos pueden servir para interpretar el pasado en
aras entender el presente. Volviendo a la interrogante inicial, ¿Por qué aparece y desaparece
el feminismo?, hacemos eco de la respuesta que ensaya Follegati a fin de enriquecer nuestra
interpretación del momento actual del feminismo en Chile. Ella dice, “el feminismo no
aparece ni desparece, sino que se mantiene como una propuesta política y acción
contingente en tanto persistan las condiciones de desigualdad y explotación centradas en las
mujeres” (Follegati, 2018b).
Conclusión.
Pareciera que en distintos periodos de los últimos 200 años el feminismo se ha montado en
el tren de la historia política masculina, entrando así al acontecer del tiempo corriente de la
historia, la historia que cuenta los “hechos” y sucesos desde la perspectiva de los hombres
poderosos, de la masculinidad hegemónica. Esos viajes dentro del tren de la política
masculina tienen el efecto de invisibilizar la política de las mujeres, y en aquellos
momentos nos puede parecer que el feminismo desaparece, que sobreviene el silencio. Sin
embargo, esos momentos de silencio feminista no implican que se detenga su historia. La
mejor prueba de esto es que, ante la perplejidad colectiva, la fiesta del movimiento
feminista vuelve aparecer, y más ruidosa que antes. Aborda su propio tren histórico, donde
las mujeres son “protagonistas”, y sigue en marcha. Y esto es siempre gracias a la
autonomía del movimiento. Ya sería tiempo de permanecer en el tren propio
definitivamente e invitar al resto a la fiesta.
Bibliografía.
Biblioteca Nacional de Chile (2018). “Julieta Kirkwood y los saberes feministas”. Santiago
de Chile: Memoria Chilena. Recuperado de http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-
article-3494.html.
Cobo, Rosa. (2014). “Aproximaciones a la teoría crítica feminista”, Boletín del Programa
de Formación Nº 1, Año 1. Programa de Formación, CLADEM, Lima.