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“¿Por qué aparece y desaparece el feminismo?

”: Los silencios y la autonomía del


movimiento feminista en Chile.

“…para reconocer la vida-viva en el pasado, tenemos que desarrollar tremendos esfuerzos


de imaginación… si entrar a la historia, en general, es difícil y requiere de un gran esfuerzo,
la historia de la mujer supone uno doble y aún más imaginación.” (Julieta Kirkwood,
Feminarios)

Tal como el momento actual del movimiento feminista en Chile atrapa nuestra
imaginación, también lo hace la perplejidad que ha causado. El intentar descifrar este
momento nos lleva aquí a hundir dicha imaginación en la vida-viva del pasado chileno y en
la historia del feminismo en tanto fenómeno cultural mayor. Este trabajo busca
(re)interpretar brevemente algunos aspectos de la historia del feminismo, particularmente el
silencio feminista (noción usada por Julieta Kirkwood para definir un periodo histórico en
Chile) y la autonomía feminista, para intentar aportar algunos elementos a la mirada sobre
el momento actual (mayo feminista de 2018). Como incitación a la reflexión tomamos
prestada una pregunta que según la historiadora chilena Luna Follegati (2018) habita en el
relato que actualmente circula sobre el movimiento feminista: ¿Por qué aparece y
desaparece el feminismo?”.

Haciendo Historia.

Lo que se busca plantear a continuación, dentro de los límites establecidos por la tarea y
con un esfuerzo de imaginación, se enmarca en la puesta en circulación de preguntas sobre
las formas de hacer política de las mujeres, preguntas que para Julieta Kirkwood son parte
del proyecto de refundar el movimiento Feminista en Chile.

En el apartado Mujer e Historia de su libro Feminarios, Kirkwood plantea la necesidad de


preguntarse por la “historia de la mujer”, de hacer las preguntas específicas acerca de
“¿cómo es nuestra biología, nuestra sexualidad?... ¿cómo es nuestra psiquis, nuestra
inteligencia?” y sobre todo “¿cómo nos comportamos políticamente?”. Para Kirkwood
dicha interrogación es necesaria pues cuestiona la noción de “historia general”, noción
determinada por una historiografía masculina que ha invisibilizado a las mujeres.
Políticamente, la principal consecuencia de dicha invisibilización es que las mujeres
alcanzan una conciencia política a través de las ideas y organizaciones constituidas por el
poder y la cultura masculina, en sus términos, valores y lenguaje. Como señala Kirkwood
(1987), “A partir de estas formas de ser y de querer ser (valores) se va a establecer lo que es
apropiado y bueno para las mujeres y lo que es peor: lo que es posible para las mujeres.”

El esfuerzo por salir del lenguaje y los términos de una cultura política masculina es un
proceso en curso dentro el feminismo chileno. Desde ahí nos situamos en el presente
trabajo, dentro también de una historia llena de anhelos y paradojas donde puede ocurrir
que los momentos más visibles del movimiento feminista no sean necesariamente los más
políticos.

Metamorfosis.

Pensemos, para partir, que el desarrollo del movimiento feminista en Chile se da como un
proceso de tensiones y conflictos, no como una evolución histórica lineal. Haciendo eco de
Kirkwood (1982) sobre la necesidad de “aportar elementos para la comprensión de la
protesta feminista en tanto fenómeno cultural universal”, imaginemos que el proceso
histórico del feminismo en Chile también se engarza al devenir histórico del feminismo
surgido en Europa y más tarde en Estados Unidos. Vamos a plantear que dicho engarce se
puede entender no sólo en virtud de la influencia que estos “centros” occidentales generan
sobre la “periferia” latinoamericana (en tanto, por ejemplo, el traspaso de las problemáticas
y teorías del feminismo del primero hacía el segundo), sino por la recurrencia dentro del
feminismo chileno de “hitos” con los que también se ha construido la historia del
movimiento social feminista de occidente. Tomaremos dos formas de estos hitos; el
silencio feminista (que según Kirkwood correspondería al momento histórico especifico en
que las mujeres dejan el ámbito público y se repliegan a esferas privadas, luego de haber
conquistado sus derechos civiles) y la autonomía del movimiento feminista. Proponemos,
además, que estos hitos se relacionan entre sí (de ahí el esfuerzo de imaginación), que los
así llamados silencios feministas corresponden más que a periodos de discontinuidad
histórica o de “acumulación de fuerzas”, a procesos de metamorfosis, de dislocación de la
acción y del perfilamiento del movimiento feminista, generadores de creciente autonomía
respecto del sistema político tradicional y masculino.

Planteamos para el caso de Chile, que la noción de silencio feminista usada por Kirkwood
para describir el periodo del feminismo entre 1953 (fin del Movimiento Pro-Emancipación
de las Mujeres) y 1973 (Golpe de Estado), cuando sobrevino la subordinación del
feminismo a la política de los partidos, no es apta para dar cuenta del periodo previo a la
primavera feminista de 2018, contraponiéndonos a las feministas “históricas” que han
calificado a dicho periodo como un “segundo silencio feminista” (Ríos, 2018).
Sostenemos que dicho uso de la noción de silencio feminista corresponde a una
interpretación historiográfica tradicional, a una interpretación que opera dentro de una
epistemología de lo político que tiende a invisibilizar una parte de la historia social de las
mujeres y el feminismo. Desarrollaremos este punto en lo que viene.

Y simultáneamente rescatamos lo que Kirkwood describió como la “invisibilización”


histórica de los esfuerzos y el trabajo que antecede a todos y cualquiera de los logros del
movimiento feminista” (Kirkwood, 1987), puesto que en esos esfuerzos y en ese trabajo
vemos el contenido concreto de lo que se ha llamado un segundo silencio feminista. Dice
Kirkwood, “la historia global, sistemáticamente ha olvidado, cuando no ha desvirtuado, el
origen de las concepciones que cambiaron la vida de las mujeres, haciéndonos olvidar…
que cada uno de esos logros ha supuesto luchas, resistencias, titánica voluntad”.
Planteamos entonces que la interpretación de segundo silencio feminista conlleva el riesgo
de dejar a parte (al menos) de la historia política del feminismo dentro de una “historia
global”.

Lo que buscamos al reinterpretar la noción de silencio feminista es trasladar el significado


de ciertos momentos del feminismo desde la noción de “inmovilismo”, hacía un sentido de
dislocación histórica y metamorfosis cultural, de entender estos periodos como procesos
activos de cuestionamiento y transformación, de fraccionamiento, pero también de
fabricación política en su sentido amplio. En definitiva, de metamorfosis.

El sufragismo y la radicalización del movimiento feminista.

Prosiguiendo, podemos rescatar un primer ejemplo de metamorfosis del feminismo a partir


de lo que Rosa Cobo (2014) describe como “medio siglo de silencio” feminista -en la
historia de occidente- después que los primeros grupos de mujeres que se articularon
durante la Revolución Francesa prácticamente desaparecieron con el fin de la Revolución.
El resurgimiento posterior del feminismo en la segunda mitad del siglo XIX está marcado
por el acta fundacional del movimiento sufragista, a través la Declaración de Seneca Falls
en 1848. Si bien este movimiento se articulará políticamente en torno al derecho al voto, el
cuerpo central de sus reivindicaciones son el derecho a la propiedad, a la educación, el
acceso a las profesiones y a la libertad para organizarse y hablar en público (Cobo, 2014).
Podemos pensar que este cuerpo central del sufragismo se configura desde la experiencia
de vida de una parte importante las mujeres europeas y estadounidense en el siglo XIX
pertenecientes a la burguesía. Su historia social y cultural es descrita por Peter Gay (1993)
como un periodo, entre otras cosas, de irrupción de la erótica femenina y de
cuestionamiento a los límites y opresiones de la institución del matrimonio.

Lo que vuelve al movimiento sufragista (en tanto “resurgimiento” del feminismo) relevante
para el propósito de este ensayo, es que ilustra, en parte al menos, un momento de
afirmación de autonomía y de creciente radicalidad del movimiento feminista. Pero sobre
todo nos interesa destacar que la orientación de la política feminista durante la segunda
mitad del siglo XIX viene precedida por un periodo de “silencio” que, como se ha dicho,
coincide con una transformación social y cultural de la experiencia de las mujeres. En su
correlato político este periodo coincide con la colaboración de las feministas dentro de la
política abolicionista en Estados Unidos y su consiguiente marginación. Como plantean
algunos, el surgimiento del movimiento por los derechos de las mujeres en Estados Unidos
tiene también una causa política; la discriminación de las mujeres dentro del movimiento
abolicionista.1 Cobo dice,

“… aquellas primeras mujeres sufragistas que proclamaron el decálogo de derechos de


Seneca Falls habían ejercido el activismo junto a los varones negros en su lucha por el voto.
Cuando se consolidó la posibilidad del voto para los hombres negros, las mujeres, en justa
reciprocidad, les pidieron colaboración política para conquistar el mismo derecho político
para ellas… La respuesta de la comunidad de varones negros fue negativa: no querían
arriesgar su precario derecho al voto implicándose activamente en la lucha por el voto
femenino, pues la lucha por el sufragio de las mujeres se consideraba aún más arriesgada
políticamente que la de ellos.” (Cobo, 2014:19)

1
Según el Women’s Rights National Historical Park, ubicado en Seneca Falls, Estados Unidos, la American Anti-Slavery
Society se divide en tres (entre 1838 y 1840), debido en parte a temas relativos al liderazgo femenino. Los abolicionistas
radicales y los simpatizantes de los derechos de las mujeres, conocidos como los "Garrisonian", permanecen en la
American Anti-Slavery Society, mientras se forma la American and Foreign Anti-Slavery Society que restringe la
membrecía sólo a hombres, con las mujeres admitidas como auxiliares. El tercer grupo lo constituye el Liberty Party, que
limita la participación de las mujeres a la recolección de fondos.
(https://www.nps.gov/wori/learn/historyculture/antislavery-connection.htm)
El periodo de silencio feminista previo a la primera mitad del siglo XIX está cruzado por la
participación de las mujeres dentro “causas” de la política masculina, ya sea las causas de
ilustración en Europa o de los derechos civiles en América, y (muy importantemente) en el
caso de estas últimas por un replanteamiento de la acción política para el movimiento.

Para Cobo, el movimiento feminista del siglo XX está profundamente marcado por un
sesgo más radical que enfatizará la reivindicación de autonomía sexual para las mujeres y la
crítica a la moral patriarcal inherente a la institución del matrimonio surgidas, agregaríamos
aquí, de la experiencia burguesa. En efecto, la autora señala que dicho sesgo viene de
alguna manera abonado por el correlato político que es el sufragismo, que pondrá las
relaciones familiares, sexuales y reproductivas en el centro mismo del nuevo escenario
histórico feminista (Cobo, 2017).

Cabe mencionar, además, que un sector significativo del movimiento sufragista se acercó a
la ideología socialista y de esa forma puso las bases de un movimiento feminista más
amplio e incluyente en el que cabían obreras y mujeres de clase media. Ambos procesos, la
radicalización del feminismo y su ampliación hacia las izquierdas, se producen tras el
sufragismo.

Un siglo más tarde en Chile, Julieta Kirkwood sostiene que habría un periodo de 20 años de
silencio feminista, entre 1953 y 1973, luego que el sufragismo lograra su principal
reivindicación (el voto femenino) a comienzos de la década de los 50 del siglo XX. Es
relevante considerar como durante este “silencio” pos-sufragista entre los años 50s y 70s se
observan los mismos procesos de izquierdización y radicalización descritos anteriormente
para “occidente”. Reaparecen, ahora en Chile, las tensiones entre la política feminista y la
política masculina.

El silencio feminista en Chile entre 1953 y 1973

El movimiento social feminista en Chile se manifiesta en propiedad entrado el siglo XX,


ligado al surgimiento del Movimiento por la Emancipación de las Mujeres (MEMCH).

Con el MEMCH culmina el sufragismo, tras una historia nutrida de organizaciones y


dirigentes de un amplio espectro político. Según Kirkwood, a comienzos de los años 50 se
inicia un proceso en que las organizaciones feministas de la primera mitad del siglo XX
(nacidas justamente de la lucha por el sufragismo) decayeron a medida que subordinaron
sus intereses a los programas de los partidos políticos (Memoria Chilena, 2018: párr. 3).
Este proceso, como hemos señalado, es a lo que Kirkwood llama el silencio feminista en
Chile, que según ella correspondería al momento en que las mujeres dejan el ámbito
público y se repliegan a esferas privadas, luego de haber conquistado sus derechos civiles
(Kirkwood 1986). Según Marcela Ríos, Kirkwood describe el silencio feminista como un
periodo de atomización del movimiento, de disolución de organizaciones feministas, del
abandono del concepto de feminismo y la declinación de la participación pública femenina
(Ríos, 2003).

Es relevante que dicho periodo del siglo XX (aproximadamente desde la posguerra a los
años 60s) también vio el surgimiento del feminismo de la segunda ola en occidente
“desarrollado”, en el marco de las transformaciones del capitalismo industrial/posindustrial
y su correlato en las vidas de las mujeres, que ingresan masivamente al trabajo asalariado
durante y después de la segunda guerra mundial. Durante los años sesenta sobrevendrá la
“liberación sexual”, junto a la radicalización del feminismo en occidente. Si bien con un
desface, dichas transformaciones se expresan también dentro de sociedades
latinoamericanas -como la chilena- en el marco de una globalización insipiente que,
mediante la expansión de los mass media y su impacto en la cultura de masas, propaga los
imaginarios radicales de la emancipación sexual y de las izquierdas.

Así, lejos de ser un periodo de silencio en el desarrollo de los idearios del feminismo,
durante este periodo en Chile la experiencia de vida de las mujeres (que es siempre una
experiencia de lo político entendido de modo más amplio) forma parte de las condiciones
de posibilidad de las organizaciones feministas posteriores. Dicho de otro modo, en este
periodo se legitiman los imaginarios y valores que alimentan la reaparición de las
organizaciones feministas de resistencia a la dictadura cívico-militar en el Chile de los 70s
y 80s.

El feminismo durante la dictadura cívico-militar.

Julieta Kirkwood produce su trabajo teórico del feminismo en Chile durante la dictadura.
Para Luna Follegati (2018) el pensamiento de Kirkwood corresponde a “...una crítica
interpretativa del período que se distancia de la concepción materialista, del objetivismo y
la comprensión de un actor prioritario al momento de analizar la ortodoxia político-
revolucionaria de carácter marxista, para dar paso a la analítica de nuevos movimientos
sociales, y de los actores que se fraguan en ese contexto”. Siguiendo a Kirkwood, Follegati
plantea que el feminismo en dictadura supuso dos ejes que trastocaron el ordenamiento
normal de la política chilena; por un lado, llegó a su fin la fantasía ideológica de una
“comunidad nacional” de características democráticas y populares y por otro, la experiencia
autoritaria implicó una reflexión en relación con las formas de autoridad subyacentes en la
sociedad, particularmente, en lo privado (Follegati, 2018).

Según esta autora, luego del ocaso del feminismo chileno, posterior al término del
Movimiento Pro-Emancipación de las Mujeres de Chile en 1953, hay un aparecer de la
mujer durante los años de dictadura en Chile, que trastocó un orden político que había sido
–hasta entonces– vehiculizado mayoritariamente por hombres.

La experiencia de resistencia y organización de las mujeres (pobladoras, profesionales,


estudiantes, etc.) durante la dictadura nutre al movimiento feminista. Lo que sale derrotado
de este periodo es, más bien, la forma de transformación social, política y económica
planteada y desplegada desde los partidos de izquierda, hegemonizados por la política
masculina durante el periodo previo. A posteriori, dichos partidos revalorizaron el sistema
democrático, pero, a la vez, se vuelven complacientes con el derrotero neoliberal impuesto
por la dictadura cívico-militar. En dicho momento, durante los primeros años de
“transición” democrática, el movimiento feminista vio a una parte importante de sus
integrantes entrar en los organismos y reparticiones de los gobiernos de la “concertación”
(coalición de los partidos políticos de centro izquierda), participando nuevamente de la
política masculina. Otro sector del feminismo se mantuvo fuera de dichos espacios y
criticó, desde un autonomismo fuerte, a aquellas mujeres del movimiento que sí entraron.
En ese momento se produce la división entre las así llamadas “Políticas” (quienes
participaron en el Estado) y las “Feministas” (quienes se mantuvieron autónomas). Esta
división marcó al feminismo durante los primeros años del retorno a la democracia en Chile
y posteriormente muchas feministas afirman la existencia de “un nuevo silencio Feminista”.

El feminismo en democracia: los años 90s y comienzos del siglo XX.


Sobre el movimiento feminista de los 90s Ríos destaca como, tras la primera década de
democracia en Chile, habiendo fracasado en sus intentos por articular un proyecto político
en torno a una identidad colectiva común y enfrentando la agudización de posiciones
político-estratégicas, se inicia un nuevo periodo para el feminismo chileno. Agrega que “en
la segunda mitad de la década surgen diversos colectivos que parecen concentrarse más en
la reflexión interna que en un accionar estrictamente público”. Escribiendo en el 2003,
señala que este periodo se extiende hasta el presente, y que muchas de las actoras
involucradas lo han interpretado -siguiendo el análisis que Julieta Kirkwood hiciera de
otros momentos históricos- como un "nuevo silencio feminista".

La noción de silencio feminista reduce la posibilidad de interpretar a cabalidad lo que


ocurrirá en los siguientes 15 años hasta la primavera feminista de 2018 cuando, con una
vitalidad inusitada y un nivel mucho mayor de autonomía, “reaparece” el movimiento.

Pensando desde nuestra duda inicial, ¿Porque desaparece y reaparece el feminismo?, cabe
una duda derivada, ¿Cómo podemos entender la irrupción actual del feminismo en Chile y
qué nos dice? Nos dice, al menos, que el diagnostico de un “nuevo silencio feminista” fue
limitado en su capacidad de dar cuenta del movimiento entrado el siglo XXI. Justamente
sobre la recurrencia de la noción de silencio feminista entre las feministas chilenas
“históricas”, Ríos se pregunta “¿Por qué sigue siendo este (el silencio feminista) el recurso
interpretativo más utilizado por las propias actoras para describir el momento histórico en
el que viven?”. Su respuesta es que,
“…la metáfora del silencio feminista tiene un fuerte sentido simbólico, que va más
allá de la “realidad” empírica (como quiera que esta sea medida o interpretada), pues se
trata de argumentos que tienen resonancia y legitimidad en un contexto de creciente
incertidumbre y que permiten por tanto entender lo que de otra manera parece
“inexplicable”: la aparente ausencia de un actor político feminista una vez recuperado el tan
añorado sistema democrático”. (Ríos, 2003:105)

En definitiva, lo que planteamos en este trabajo es que la noción de silencio feminista opera
como una interpretación histórica de legitimación ideológica. Planteamos que dicha
interpretación puede, paradójicamente, invisibilizar parte de la historia de las mujeres.
Entonces, entendemos que cuando el feminismo no está desplegado en su organización y
acción formal, este se encuentra, más bien, en la ocurrencia de sus condiciones de
posibilidad. Planteamos que la figura del aparecer y desaparecer del feminismo, que opera
aquí como incitación a la reflexión, es solo aparente. Así como se puede pensar que los 60s
no sólo significaron para el feminismo en Chile la subordinación a la política de los
partidos, también significaron un efecto en las experiencias de las mujeres fruto de la
emancipación sexual y del feminismo radical del “Norte”, y de igual forma las múltiples
luchas políticas en Chile durante los primeros años del siglo XXI, como por ejemplo la
lucha por una ley de divorcio, por la “píldora del día después”, por el aborto libre y más
recientemente los movimientos globales de Ni una Menos y Me too, han alimentado los
imaginarios políticos de las feministas chilenas, constituyéndose dichos imaginarios en
parte de las condiciones de posibilidad de la primavera feminista de 2018.

Los nuevos colectivos feministas.

El diagnóstico general de Ríos sobre el feminismo chileno entrado el siglo XXI es que se
encuentra atomizado y desmovilizado. Señala que esta tendencia se fue acentuando en
Chile, provocando una pérdida de incidencia política del feminismo en al ámbito nacional.
Sin embargo, por otro lado, Ríos también señala que muchos colectivos feministas del siglo
XXI cuestionan explícitamente, por ejemplo, la dicotomía entre autonomía e
institucionalización, que marcó al feminismo en Chile durante la “transición”. También
cuestionan la concentración de recursos y poder en los espacios feministas, la falta de
recambio generacional y la escasez de espacios para ampliar las bases sociales de las
organizaciones, sosteniendo una visión crítica respecto de las formas tradicionales de hacer
política feminista. Los conflictos de las feministas “históricas” actualmente se han vuelto
inverosímiles, entre otras cosas, porque los colectivos en la actualidad están marcados por
la diversidad y autonomía. Hoy el movimiento feminista estudiantil universitario tiene la
oportunidad de brindar nuevas ideas, las que nos pueden servir para interpretar el pasado en
aras entender el presente. Volviendo a la interrogante inicial, ¿Por qué aparece y desaparece
el feminismo?, hacemos eco de la respuesta que ensaya Follegati a fin de enriquecer nuestra
interpretación del momento actual del feminismo en Chile. Ella dice, “el feminismo no
aparece ni desparece, sino que se mantiene como una propuesta política y acción
contingente en tanto persistan las condiciones de desigualdad y explotación centradas en las
mujeres” (Follegati, 2018b).

Conclusión.

Pareciera que en distintos periodos de los últimos 200 años el feminismo se ha montado en
el tren de la historia política masculina, entrando así al acontecer del tiempo corriente de la
historia, la historia que cuenta los “hechos” y sucesos desde la perspectiva de los hombres
poderosos, de la masculinidad hegemónica. Esos viajes dentro del tren de la política
masculina tienen el efecto de invisibilizar la política de las mujeres, y en aquellos
momentos nos puede parecer que el feminismo desaparece, que sobreviene el silencio. Sin
embargo, esos momentos de silencio feminista no implican que se detenga su historia. La
mejor prueba de esto es que, ante la perplejidad colectiva, la fiesta del movimiento
feminista vuelve aparecer, y más ruidosa que antes. Aborda su propio tren histórico, donde
las mujeres son “protagonistas”, y sigue en marcha. Y esto es siempre gracias a la
autonomía del movimiento. Ya sería tiempo de permanecer en el tren propio
definitivamente e invitar al resto a la fiesta.

Bibliografía.

Biblioteca Nacional de Chile (2018). “Julieta Kirkwood y los saberes feministas”. Santiago
de Chile: Memoria Chilena. Recuperado de http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-
article-3494.html.

Cobo, Rosa. (2014). “Aproximaciones a la teoría crítica feminista”, Boletín del Programa
de Formación Nº 1, Año 1. Programa de Formación, CLADEM, Lima.

Follegati, Luna (2018). “Dislocando a la izquierda. Julieta Kirkwood y el movimiento


feminista chileno”. Cuadernos de Teoría Social, Año 4, Nº 8, UDP, pp. 78-95.

- (2018b). “El constante aparecer del movimiento feminista. Reflexiones desde la


contingencia”, en Faride Zerán (comp.) Mayo Feminista. La Rebelión contra el
patriarcado. Santiago, LOM: 77-90.
Iglesias, Margarita. (2008). “Genealogía de una historia. Historia de las mujeres, Historia
de Género: problemáticas y perspectivas", en Revista Espacio regional. Revista de estudios
sociales, vol. 1, Nº 5, Universidad de Los Lagos, pp. 121-126.

Kirkwood, Julieta. (1982). “Feminismo y participación política en Chile”, Documento de


trabajo n°159, Flacso-Chile, Santiago de Chile.

- (1987). “Feminarios”. Ediciones Documentas, Santiago de Chile.

Ríos, Marcela. (2003). “¿Un nuevo silencio Feminista? La transformación de un


movimiento social en el Chile posdictadura”. CEM / Editorial Cuarto Propio. Santiago de
Chile.

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