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Derechos de la mujer

La legislación de los distintos países ha establecido, desde siempre, una marcada diferencia de
la capacidad jurídica del hombre y de la mujer.

Historia

En Atenas la mujer no sólo esteba excluida de las decisiones comunitarias, sino que estaba
claramente relegada al cuidado del hogar con capacidad jurídica igual a la del varón de edad
inferior a los 18 años. El derecho romano consolidó la figura patriarcal, sometiendo a la mujer a la
patria potestad del paterfamilias.

Por el contrario, en los pueblos germanos la mujer participaba en la vida política y gozaba de
igualdad ante el varón. Las invasiones germanas condujeron en la Edad Media a una fusión de dos
planteamientos distintos, de manera que la mujer vio aliviada su situación, si bien continuaba
viéndose como un ser inferior. No obstante, y en especial en las clases populares, la mujer tenía
(más de hecho que de derecho) una capacidad superior a la reconocida en los regímenes
patriarcales y podía realizar actos jurídicos y participar en la vida artesanal. En el siglo XII se asiste
a un retorno a los principios del derecho romano por la influencia de la Iglesia y de los nobles.

La Revolución francesa representó un nuevo retroceso en la consideración legal de la mujer al


adoptar rígidamente el derecho romano. En cambio, fue la revolución industrial, con la
incorporación masiva de la mujer al trabajo, la que impulsó una profunda modificación de estos
planteamientos. Por una parte, la mujer trabajadora creó organizaciones sindicales en defensa de
sus derechos. Por otra parte, teóricos como Saint-Simon, Fourier, Engles y Marx, entre otros,
plantearon de forma contundente la igualdad de los derechos de ambos sexos y alentaron los
nacientes movimientos feministas.

En Estados Unidos se aprobó, en 1920, la XIX enmienda a la constitución, que establecía el


derecho al voto indiscriminado. Las sufragistas británicas conseguían, en 1928, el derecho al voto
y, posteriormente, la igualdad de derechos civiles y laborales. Actualmente, casi todas las
legislaciones reconocen la misma capacidad jurídica al hombre como a la mujer soltera, si bien
existen distintos matices con respecto a la casada, siempre en detrimento de los derechos de la
mujer.
Un caso extremo de discriminación se encuentra en los países islámicos; en otras legislaciones
se mantiene la incapacidad de la mujer, aunque atenuada, o se le atribuye plena capacidad, si bien
bajo control marital. En algunos países escandinavos, anglosajones y países socialistas, entre otros,
la legislación no establece discriminación alguna entre hombres y mujeres.

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