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Psicopatología femenina y malestar en la cultura

La problemá tica de la mujer como sujeto se inscribe en ciertas coordenadas histó rico-
sociales. Toda sociedad patriarcal establece una divisió n de trabajo entre hombre y
mujeres, donde existe una relació n de dominació n y sometimiento. Aun que en las ú ltimas
décadas ha habido cambios estos han sido en sectores minoritarios de la població n de
países occidentales. La relació n de subordinació n es una construcció n discursiva de
categorías, imá genes y símbolos que definen el lugar que deben ocupar hombre y mujeres,
dentro de redes familiares y sociales. A su vez cada sujeto transmite inconscientemente la
misma estructura que lo ha construido y a la vez limita, evidenciá ndose en sus actitudes,
creencias, valores e imagen de sí mismo.

En nuestra cultura la subjetividad se organiza en funció n de oposiciones (hombre y mujer,


blanco y negro, maestro y alumno), cada sujeto asume uno de os dos términos del par y
convierte al otro en soporte del término opuesto. Esto significa que se desprende
imaginariamente de aquello que le resulta intolerable, configurá ndolo como enemigo. Así
la intolerancia a la alteridad en el semejante es correlativa al rechazo de la alteridad
intersubjetiva. La consecuencia de esto es la alienació n en diversas formas sintomá ticas y
en la construcció n de una falsa identidad, esta alienació n conduce a la aceptació n de un
supuesto destino, por ejemplo el femenino.

Para el estudi de la psicopatología femenina y masculina se deben considerar


particularidades subjetivas y a su vez el contexto de redes sociales en las cuales se
encuentra inmerso. Así cabe mencionar que todo síntoma es, en lo esencial, un precipitado
de significaciones referidas a diferentes dimensiones de la vida humana, como historia
infantil, sufrimiento psíquico, conflictos intersubjetivos, fracaso social, etc. No se puede
reducir a un determinismo absoluto, ya sea bioló gico, psíquico o socio cultural.

Esto nos conduce a tres cuestiones:


1. Criterios de salud y enfermedad utilizados
2. Medicalizació n y psiquiatrizació n de la demanda
3. Relegació n asistencial del padecimiento psíquico

Los estudios revelan que en la vida adulta femenina en promedio de tasas de sufrimiento
psíquico duplican a las masculinas, esto pone en manifiesto la necesidad de reflexionar
sobre esta situació n, partiendo del cuestionamiento sobre el criterio establecido para
delimitar la salud y la enfermedad.
Los criterios tradicionales se apoyan en dos presupuestos: (construcciones ideló gicas)
1. La enfermedad mental se considera como algo natural, es decir, ahistorico
2. Se la entiende como la desviació n con respecto a la norma, cuyo cará cter social se
desconoce

Szasz y Jervis han afirmado que la enfermedad mental, má s que una característica
intrínseca de un sujeto, es un juicio de valor que se expresa sobre él en funció n de su
adecucion o desviació n de las normas sociales, es una construcció n teó rica y no un mero
dato emírico. Por lo que toda categorizació n y diagnó stico só lo pueden tener un valor
relativo.
La consideració n de la posició n de la mujer en la organizació n social nos lleva a pensar que
la demanda de atenció n médica, incluyendo la atenció n psiquiá trica, es una de las pocas
posibilidades accesibles para enunciar su dolor psíquico. Por un lado no disponemos de
símbolos que den cuenta de la feminidad, puesto que la cultura representa a la mujer
fundamentalmente como madre. Por otro lado no existen espacios adecuados para que las
mujeres puedan formular su discurso como sujetos de deseo.

Lo habitual es que las instituciones sanitarias no estén organizadas para preguntarse por
la mujer como sujeto, al no poder formularse abiertamente logran hacerlo a través de
síntomas.
Por lo tanto, la psicopatología y en consecuencia todo proyecto psicoterapéutico debe
considerar a la mujer como un sujeto que se cuestiona por su propia condició n de mujer.
El objetivo terapéutico será entonces desbloquear la falsa solució n que representa el
síntoma para que se pueda enunciar la pregunta relacionar el proceso de bú squeda de
otras respuesta diferentes.

Po ello es necesario cuestionar el planteamiento del tratamiento como un correctivo,


asimismo debemos sustituir la medicació n y la psiquiatrizació n del malestar por la
posibilidad de alcanzar, a través de la escucha, el reconocimiento de su estatuto de sujeto
deseante.
Al parecer la mayor tasa de percepció n de malestar en mujeres es debido a que estos son
capaces de detectar antes que los hombres el surgimiento del malestar. Quizá s la dificultad
para localizar las fuentes del sufrimiento en os hombres es relacionado a factores sociales,
laborales y políticos.

Es impó rtate que al considerar la diferencia entre sexos tengamos en cuantos algunos
peligros conceptuales que pueden incidir en la práctica clínica e institucional:
1. Negar o desconocer la especificidad de las mujeres, elaborando modelos
psicopatoló gicos y clínicos sobre la base de estudios realizados mayoritariamente
en hombres
2. Construir una especificidad esencial, atribuyéndola a una supuesta naturaleza
femenina, ignorando la incidencia de factores sociales y culturales y, por otra
parte, negando los mecanismos comunes a todo sujeto humano
3. Construir categorizaciones comunes a todos las mujeres, desconociendo
diferencias en funció n de edad, clase social, medio rural o urbano, nivel cultural y
educativo, religió n, etc
4. Construir un modelo monolítico del funcionamiento psíquico femenino negando
las diferencias internas que caracterizan a todo sujeto

En los trabaos de Freud sobre sexualidad femenina y la femineidad se observa una


diferenciació n:
Posició n que asume la mujer en tanto sujeto sexuado, en relació n con la estructuració n de
su propio deseo sexual vs lo femenino no concierne al cuerpo bioló gico de las mujeres ino
a una norma estadística y a un modelo que cada cultura propone.

Lo que interesa desde el punto de vista psicoanalítico es como se articula el deseo en la


historia de un sujeto, en funció n de las series complementarias: un factor o conjunto de
factores desencadenantes actú a sobre la predisposició n, que a su vez es el resultado de la
constitució n y las primeras experiencias infantiles del sujeto. En términos esquemá ticos, la
mujer en tanto entra en el deseo a través de la unió n con un hombre, le debe hasta su
propia angustia; pero esta enuncia su protesta, inconscientemente a troves del síntoma,
cuando no lo hace bajo forma de crisis de angustia.

El cuerpo histérico como ilustració n de un destino cultural, revelando las condiciones


socio histó ricas de la neurosis. Freud afirma que tanto del matrimonio como de las demá s
instituciones sociales en las que esta involucrada la mujer esta sale neurotizada.
Freud sostenía que la cultura asigna a la mujer la tarea de portadora de los intereses
sexuales de la humanidad, en tanto se encuentra así exclusivamente dedicada a la
procreació n y cuidado de la familia, se reducen para ella los espacios propicios a la
sublimació n, es decir, a la utilizació n de su energía pulsional para fines socialmente
aceptados, alejados de la funció n sexual. El matrimonio parece trabajar a favor de la
neurosis, lo que constituye uno de los signos de la psicopatología inherente a la moral
sexual que impera aú n en nuestros días, aun que haya cambiado en muchos otros
aspectos.

La vida humana en la civilizació n tiene un cará cter paradó jico y hasta trá gico: ningun
individuo puede ser plenamente feliz en ella, pero tampoco puede sobrevivir sin ella. Los
vinculo amorosos, derivados de pulsiones apartadas de sus objetos originarios inhibidas
en su fin, responden al esfuerzo por apaliar el malestar surgido de esta contradicció n, pero
no pueden desarrollarse sin su complemento de hostilidad, agresividad y crueldad
inherentes al ser humano. Estos enfrentamientos pulsionales regulan tanto los procesos
inconscientes del individuo como su vida social.
La agresividad se vuelve en contra del propio yo: al ser reintroyectada por el super yo, el
yo se convierte en objeto de la hostilidad que este deseaba manifestar con respecto a os
otros, esta tensió n entre el yo y el super yo dará lugar a los sentimiento de culpabilidad
que son en gran parte inconscientes. Así la sociedad será capaz de dominar las pulsiones
que pueden conducir a su propia destrucció n.

En este texto, la mujer aparece implicada en le corazó n del malestar que define, segú n
Freud, la civilizació n. El destino de la feminidad es la formació n de nuevas familias (bajo la
forma de amor genital, en tanto inhibido en sus fines, trasciende los límites de la familia
para creae lazos sociales y amistoso.
En el curso de la evolució n la relació n entre amor y cultura se complica, puesto que el
primero puede oponerse a los intereses de la segunda, que a su vez impone restricciones,
por lo que el precio del progreso cultural es la represió n.

Si bien es cierto que la cultura amplia las posibilidades de realizació n del ser humano,
especialmente a través de la sublimació n, limita también la vida sexual. Existe un margen
de malestar, de sufrimiento psíquico, que resulta inevitable, puesto que no podemos vivir
fuera de una cultura y esto nos impone ciertas restricciones ineludibles para garantizar no
solo la convivencia sino también la supervivencia, también hay un exceso de sufrimiento
vinculado a la posició n social de ciertos grupos que padecen la subordinació n o la opresió n
por parte de otros sectores sociales, no es difícil reconocer que las mujeres forman parte
de esos grupo.
En la medida en que la concepció n, la gestació n y nacimiento de nuevos seres humanos
tiene lugar en el cuerpo femenino, la cultura ha llegado a identificar a la mujer con las
dimensiones material, natural, corporal y mortal de la existencia humana, que constituyen
una fuente de angustia permanente para todos.

La femineidad como la masculinidad es contingente y cambiante en tanto producció n


histó rico cultural, por lo que el concept de feminidad no tiene contenido fijo y universal, lo
que también es fuente de ansiedad y de malestar, puesto que no hay una respuesta
inmediata al interrogante sobre lo que significa ser mujer, solo se crearon
representaciones de lo femenino que actú an como modelos ideales que influyen en la
estructuració n psíquica.
Estas representaciones se han configurado como estereotipos, lo que es una fuente de
coerció n y alienació n, en tanto se impone la exigencia de asumir dichos modelos,
independientemente de las propias necesidades, deseos y aspiraciones.
Como venimos sugiriendo, el lugar que se asigna a la feminidad y las limitaciones de los
modelos que el orden simbó lico le proponen, se convierten en factores que intervienen en
la génesis de las manifestaciones psicopatoló gicas. Dado a que no habría palabras para
elaborar no existiría otra vía que el síntoma para lograr significarse en la demanda de un
reconocimiento.

Cada mujer se encuentra ante el desafío de construir su propia representació n de la


feminidad, situá ndose en referencia crítica a los ideales culturales y al mismo tiempo
asumiendo la singularidad de su deseo. Esto genera conflictos en la relacion con su propio
cuerpo, consigo misma y con los otros, y son estos conflictos bá sicos los que se puede
expresar como malestar, como síntomas o enfermedad.

- Y por si no les queda aun claro, pobresitas nosotras que estamos condenadas por
la cultura, pobres de nosotras las víctimas, así que no les queda nada mas a todas
que ser una histéricas y con eso sean felices XD

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