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Capítulo I

Así empezaron las cosas

- Dr. Peralta, quiero pedirle un favor. Estos cuatro meses que pasé en
el Servicio me ayudaron para orientar mi vocación; por lo que, querría
que ayude a ingresar a la residencia en cardiología del Hospital.

- ¿Ha considerado otras posibilidades?

- Eh… sí. También me siento atraído por la coloproctología- dijo


Santiago.

- Y … ¿qué va a hacer para encontrar y elegir lo que más le guste?-


inquirió Manuel, sin dejar de mirarlo.

- Si Ud. me lo permite, querría continuar asistiendo al Servicio hasta


rendir el examen de ingreso a la residencia. Tengo una particular
atracción por la cardiología. No se lo conté, pero, mi padre murió
antes de cumplir los 33 años. Para ese entonces yo tenía menos de 5
años. Sólo recuerdo que no paré de llorar por algunos días, mientras
mi hermano mellizo me consolaba, por alguna razón él siempre fue
más fuerte que yo, se comportó como el mayor. Los doctores le dijeron
a mi mamá que fue una ataque al corazón, yo nunca supe más que
eso-. Mientras Santiago recordaba esos días, hundió el mentón en el
pecho y su voz se quebró-. ¡Podría ayudarme por favor!

- Santaigo, llegamos a ser médicos por una pasión. Ésta luego se


extiende a la especialidad. Por ambas vivimos ligados a quienes son el
sujeto de nuestra dedicación. Yo le diría que elija la especialidad sin la
cual no podría vivir, aquella sin la cual se sería imposible vivir. ¡Vea!
ahora es viernes, use su fin de semana para leer un libro que me
parce genial “Cartas a un joven poeta”, de Reiner María Rilke, es un
escritor praguense, así como lo fue Franz Kafka. Léalo tranquilo,
váyase a la costanera, llévese su mate y, así entre sorbo y sorbo
encuentre parte de su camino. Tome el libro de mi biblioteca.
Hablaremos el lunes, y quizás, ese día yo mismo pueda darle alguna
mejor opinión, luego que me haya comentado cómo le pareció el libro
que ahora le recomiendo. ¿Le parece?.
- ¡Gracias doctor!. Hasta el lunes. Gracias-. Fue hasta la biblioteca,
buscó el libro, luego salió sin voltearse, caminó lentamente y, cuando
ya estuvo fuera, sus pasos se apresuraron a buscar la calle.

Los pabellones del Hospital de Cardiología “Dr. Salvador Maza”, se


alzan en medio de un barrio tranquilo de Buenos Aires. Algunas de las
casas de enfrente tenían cien o más años, el mismo hospital tenía
salas de más de un siglo. Y como para certificar tal antigüedad,
añosos cipreses y arrayanes metían sus gruesas raíces en la tierra
cubierta en partes por un empedrado y en otras por asfalto. El
espectáculo que todas las tardes se generaba al caer el sol era de lo
más subyugante. Bandadas de pájaros -cuya especificación dejo a los
ornitólogos-, se hacían dueños del espacio aéreo tanto por su vuelo
como por sus trinos. Pasear por debajo de esos árboles centenarios,
sentir el aire filtrado por sus ramas, ver caer mansamente una de sus
hojas o algún pétalo, es sencillamente rejuvenecedor.

Manuel se quedó pensnado en cómo se hace para aconsejar o sugerir


a un colega sobre qué elegir como especialidad. ¡Yo me meto en cada
cosa! –se decía- Yo estoy seguro de mi elección. ¿Pero cómo puedo
aconsejar a este pibe qué hacer de su vida de médico?. Ojalá y sea un
excelente especialista de lo que quiera.

Estaba en esa cabilación cuando entra Rogelio, un cardiólogo,


amigo, de hace más de 15 años, aprovecha para preguntarle.

- Escúchame Rogelio ¿Qué le aconsejarías al pibe que está con


nosotros, a Santiago? Me dijo que quiere ser cardiólogo o
coloproctólogo-. Al ver que él se reía, continuó- No, no me digas si me
acuerdo del cuento del Congreso de Órganos, que se reunieron para
debatir quien era el más importante. Ese cuento se lo había dicho esa
mañana.

- Bueno. Dejando a un lado el cuento. Vos sabes que para mí que esa
elección fue fácil, mi padre y mi tío son cardiólogos, yo no me gasté en
pensar qué elegir, ellos ya habían hecho parte de mi camino. Pero,
bueno ahora, yo amo la cardiología; de lo contrario, ¡cómo podríamos
atender pacientes como los nuestros todos los días! ¡Cómo es que
podemos ver pacientes con un infarto, o con una disección aórtica, o
con insuficiencia cardiaca o en shock, todas la semanas! Y continuar
viniendo al hospital como si nada nos aconteciese. Aunque bien sabes,
que cada vez nos duele más ver acá en el hospital gente que no puede
comprar todos los medicamentos, y en las Clínicas privadas
atendemos a personas cada vez jóvenes con cualquier cardiopatía
jodida. ¡No sé, no lo sé! Si no tenés el cuero para pararte frente a un
padre de familia, con un infarto y decirle: “quédese tranquilo amigo que
lo vamos a atender”, mientras tus manos trabajan preparando la
estreptoquinasa, de reojo ves que el cardiodesfibrilador esté
encendido, le haces una seña a la enfermera para que vaya
preparando lo necesario y, todo eso sin dejar de sonreír amablemente
al paciente. ¿Si podés hacer eso? ¡hacete cardiólogo!; si no, creo que la
coloproctología u otra especialidad, son ramas excelentes de la
medicina, aunque de ellas no sé nada, quizás sean mucho más
estresante que la nuestra, pero... ¡Qué te puedo decir!

-¡Uy! Estuviste categórico y genial, Rogelio. Voy a usar tus palabras-,


respiró aliviado Manuel.

Ambos se quedaron mirando por la ventana. No habían muchas cosas


para recordar con palabras. Por la mente de ambos pasaban hermosas
y tristes experiencias. Unas que te llenan de alegría, y también de las
otras.

-Manuel ¿Quieres venir a casa a cenar uno de estos días? Sólo dime
cuándo. Mis hijos y mi señora siempre preguntan por vos y tus hijos,
y yo también quiero que nos sentemos a hablar fuera del hospital.
Además, me gustaría que algún día vengas acompañado, sería mejor
¿no?.

- De acuerdo. Hoy estoy a las 8 de la noche en tu casa. Pero, te


prometo que el próximo mes voy acompañado, de alguien. Dalo por
hecho. ¡Voy a sorprenderte!-, dijo riéndose Manuel.

- Hace tanto tiempo que te escuché de que ya conseguías novia…


Pero, bueno, ya se te va a dar. Te esperamos en casa. Te dejo Manuel,
dale un beso a tu mami y a tus hijos de parte nuestra. Casi, casi estoy
justo a tiempo para llegar al otro trabajo-. Salió corriendo, pero se
olvidó sobre el escritorio un regalo, se lo había comprado a su hija.

Era un poco más del mediodía. El sol caía verticalmente, era


verano.

Manuel quedó nuevamente en soledad. Y la pregunta


reincidente volvió a invadir su corazón ¿dónde está la mujer a quien
quiero amar? El escritorio convertido en mesa de comedor, del cual en
media hora, desaparecieron un salpicón de ave, ensalada mixta, una
ensalada de frutas, sólo quedaron la papelera tenía varias carpetas
con temas para decidir: rotación de estudiantes, llamado a concurso
para nuevos residentes, provisión de insumos para el Servicio y
algunos otros temas. Estaba pensando en eso, cuando lo interrumpió
un llamado a la puerta, él pidió que pasara.

-Gracias por recibirme. ¿es Ud, el Dr. Manuel Peralta?

-Sí. En que puedo ayudarla. Tome asiento por favor.

- Buenas tardes. Soy la Dra. Laura Nievas, médica del Servicio de


Gastroenterología. Quiero hacerle un comentario. ¿Puedo? Es sobre
mi papá. Toda mi familia nació y vivió en Santiago del Estero ¿sabe?
Mi hermana me llamó hace unos minutos para contarme que mi papi
-quien tiene 56 años-, tuvo un desmayo, se golpeó la frente al caerse,
pero que ahora ya está recuperado. Pero claro, yo estoy preocupada
porque no sé la causa por la que pudo haber tenido ese cuadro. Ud.
sabe que en nuestra provincia el Chagas es endémico, y él tiene
serología positiva para Chagas, de hace más de 25 años. Este es el
ECG y la ergometría de hace un año –se las extendió para que las
viera-. Por la parte digestiva, no creo que haya compromiso de las
vísceras huecas, tiene una deglución ópitima y, el año pasado le hice
un colon por enema y ése era normal. Antes, él nunca se quejó de
ningún problema de salud, y eso que cuando era joven trabajó en la
cosecha del algodón y en la zafra de la caña de azúcar.

-¡Guau! ¡Qué ejemplo de padre que tiene Ud.!... Bueno, como sabe, en
pacientes como él, y en estos casos, hay que pensar en una
complicación crónica del Chagas, generalmente alguna bradiarritmia,
como una de las posibilidades. En el ECG que Ud. me mostró tiene un
BAV Iª, BCRD y HBAI, las alteraciones típicas de los pacientes con
serología positiva para Chagas y, en la ergometría se observa que tiene
una buena FC y TA basal y buenas respuestas al esfuerzo. Me ofrezco
para atenderlo acá en el Servicio, si Ud. así lo desea. Pida la opinión
de un cardiólogo de Santago y trasládelo de la manera más segura
hasta Buenos Aires. Ya estando acá lo estudiaremos y decidiremos de
acuerdo a lo que veamos ¿Le parece?

- Aprovecharé que mañana es viernes, para así viajar y traermeló para


la Capital. Acá va a estar mejor atendido. Además, que creo que aquí y
con su ayuda, todo podrá resolverse más rápido.

-El placer será mío, si puedo ayudarlos-.

- Que tenga un buen fin de semana. La mañana del lunes estaremos a


primera hora esperándolo-, dijo Laura y salió.

La ternura que emanaba de la voz cantarina, mezcla de


zamba, chacarera o baguala y de los ojos oscuros de Laura eran
imposibles de ignorar. Sus gráciles hombros se cubrían con su pelo
intensamente oscuro, negro. El suave perfume de su cuerpo
permaneció flotando, seguía suspendido en el aire. Manuel quedó en
un estado de taqui-bradi.

- Gracias por su gentileza y predisposición Dr. Peralta. Discúlpeme


por no habérselo agradecido antes. Su actitud me dio confianza- dijo
Laura, haciendo aparcer sólo su cabeza por detrás de la puerta. El
regreso de Laura, pidiéndole disculpas, profundizó el síndrome de
taqui-bradi de Manuel.

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