ISSN 2011-1991

Julio-diciembre 2019
 Revista de estudiantes No. 16 julio-diciembre 2019

Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Teología Quizá solo sea el daño colateral que supo-

Oficina de Publicaciones
ne el progreso, que nos incomoda o nos
Decano
toca fibras mientras los medios de comu-
Víctor Martínez Morales, S. J.
nicación las hagan resonar un momento;
Directora
Edith González Bernal o, en el fondo, quizá descubramos una co-
Edición rrupción indigente que se cubre bien con
Leonardo Núñez Ariza
periódicos de noticias viejas. Denunciar los olvidos que conlleva
Corrección de estilo
Alejandro Núnez Ariza
el progreso es un esfuerzo. Las voces de este número no piden
simplemente la paz en abstracto, no invitan con tono morali-
Diseño y diagramación
Xiomara León Rodríguez zante, sino que recaban en las causas que desatan la violencia
Promoción y redes sociales en nuestro continente: desigualdad social, opresión, abuso de
Anuncios publicitarios poder. Quieren jalonar la dignidad humana desde los mínimos
Alejandra Poveda González
éticos que exigen las voces y rostros de una juventud cuya
Comité editorial propuesta ha sido ignorada o “prudentemente” acallada; ven
Leonardo Núñez Ariza viable dar sentido a la existencia desde el cuerpo y la vida co-
Editor
tidiana como territorio de salvación, “animados por el viento
Carlos Alberto Briceño Sánchez
Director de Pregrados cálido del Espíritu”, para que, desde niños se aprendan, no re-
Emily Adriana Larrota Niño citen, las verdades de la fe. Quieren interpelar la confesión que
Comunidad Hermanas Carmelitas Teresas de San José profesamos desde la historia y revelación que compromete al
Estudiante de Licenciatura en Teología
creyente, para radicalmente confesar su humanidad y promo-
Andrés Rosado Duque
verla, no solo nominalmente, sino en la práctica.
Compañía de Jesús
Estudiante de Teología
Para ello, también, las voces en este número reconocen las
Edgar Enrique Velásquez Camelo
Comunidad Salesianos de Don Bosco
rutas que el pontificado actual está reabriendo ya desde una
Estudiante de Bachillerato Eclesiástico vieja tradición apostólica misionera, a fin de salir e inculturar
de manera renovada y novedosa el mensaje del Evangelio. Así,
Árbitros que colaboraron en este número:
de lugares como la soledad de quienes han llevado la marca del
María Alejandra Alvarado Navarrete - Magistra en Teología
desprecio, emerge el encuentro con Dios para hallar e él forta-
Hernán Darío Cardona Ramírez, S. D. B. - Director de Posgrados
leza y nacer de nuevo. Tantas realidades de inhumanidad nos
John Carlos Pumacaya Carbajal - Magíster en Teología
cuestionan sobre el verdadero progreso, que parece moverse
Mauricio Rincón Andrade - Magíster en Bioética y Licenciado en Teología en una dirección contraria a la dignidad del ser humano y su
Orlando Solano Pinzón - Doctor en Teología desarrollo integral a su paso por este mundo… En esto coinci-
den dichas voces: más allá de señalar el problema, es atreverse
a comprender que en lo utópico se concreta el Reino de Dios,
Reflexiones teológicas es una publicación semestral de la Fa- que la esperanza no se piensa lejana y abstracta, sino que tiene
cultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Los nombre y se encarna, se llama como la fe de cada uno de noso-
trabajos firmados no expresan necesariamente la opinión de
la universidad y son responsabilidad del autor. Se permite la tros y transforma cada día nuestro país, desde un modo de ser
reproducción parcial de sus contenidos, siempre con la res- y actuar en la vida misma.
pectiva atribución en las citas.
reflexionteologica@javeriana.edu.co Leonardo Núñez A.
Editor
Desigualdad social: una denuncia vigente
desde el episcopado en Medellín
Juan Pablo Becker Gálmez
Ponencia

Puebla, opción preferencial

por los jóvenes.
Reflexiones 40 años después
Felipe Janderson da Silva Batista
Ponencia

De los muros al jardín

Wilmer Gómez y otros
Carta

La cristología, clave de
comprensión de la identidad
y de la praxis cristiana
Christophe Mendy
Ponencia

Los rostros concretos de Dios en

Puebla: una hermenéutica a la luz
del Christus totus agustiniano
Anderson Fabián Santos
Ponencia

Renacidos por el Señor

Roberto Valenzuela Faccini
Reseña

Visita de Francisco a Colombia:

desafíos de Puebla aún abiertos
Edgar Enrique Velásquez Camelo
Ponencia

Dios que está en y con nosotros

Asunción Velilla
Poesía
 Pregrado:
Carrera de Teología SNIES 957

Licenciatura en Teología SNIES 937

Bachillerato Eclesiástico en Teología
Modalidad presencial y virtual

Posgrado:
Maestría en Teología SNIES 1030
Doctorado en Teología SNIES 1038

Más información: https://teologia.javeriana.edu.co/aspirantes

VIGILADA MIN.EDUCACIÓN
ponencia
Recibido: 13/04/2019
Desigualdad social: una
denuncia vigente desde el
episcopado en Medellín
Juan Pablo Becker Gálmez
Teología, Pontificia Universidad Javeriana
jbecker@javeriana.edu.co
FOTO: MARJANBLAN (UNSPLASH)
sta presentación1 es un esbozo del pro-
blema de la desigualdad social, asunto
que evoca una denuncia, aún vigente,
de parte del Episcopado Latinoamericano en la
conferencia de Medellín (1968). De acuerdo con
los obispos, la desigualdad es una de las causas
principales de la violencia en nuestro continente
que adolece de graves problemas en esa mate-
ria, lo cual implica un rechazo al don de la paz.
El trabajo es abordado desde la perspectiva
de la moral social y se desarrolla en cuatro par-
tes. En primer lugar, se describirá el hecho social
en cuestión y su correspondencia ética respec-
to al indicativo de justicia. Posteriormente, se
abordará brevemente la comprensión del tema
de la desigualdad desde una aproximación eco-
nómica-filosófica. A continuación, se hará la
valoración de dicho indicativo en relación con el
hecho social, desde la perspectiva de los obispos
de Medellín, y se expondrán algunas aprecia-
ciones, respecto al sistema económico, del
pensamiento de Francisco. Por
último, se presentarán algunos
criterios de discernimiento re­
la­
cionados con propuestas en torno
a una praxis de transformación
social.
HECHO SOCIAL
Latinoamérica y, particularmen-
te, Colombia presentan altos
ín­dices de desigualdad social, lo
cual se traduce en un pequeño
porcentaje de la población que
es dueña de la mayor parte de las
riquezas del país, mientras la ma-
yoría se reparte los réditos de tal
patrimonio. Respecto a tal con-
texto de desigualdad económica
se ha escrito mucho y debatido
en profundidad; sin embargo, no
parece haber un consenso en
Resumen
La desigualdad social es un
problema bastante notorio,
especialmente en Latinoaméri­
ca, puesto que numerosos paí­
ses de la región presentan ta­
sas de desigualdad económica
por encima del promedio del
orbe. La segunda Conferencia
Episcopal Latinoamericana,
realizada en Medellín, presen­
tó hace cincuenta años este
problema como una de las
causas más importantes de la
violencia en el continente, ra­
zón por la cual se menoscaba
el don de la paz. El presente
escrito analiza este hecho,
desde la moral social, a partir
del indicativo de justicia y su
pertenencia ética, en cuanto
situación humanamente into­
lerable a la cual es necesario
poner remedio.
Palabras clave: desigualdad
social, neoliberalismo, Confe­
rencia Episcopal de Medellín,
política económica.
 relación con las medidas políticas y sociales a
efectuar para solucionar este problema que, en
el caso de Colombia, es particularmente serio.
Según los últimos datos del Banco Mundial, el
país está ubicado entre los más desiguales del
mundo. Otros países de América Latina y tam-
bién Estados Unidos presentan altos índices de
desigualdad, cuyas causas se explicitarán pos­
teriormente (ver Figuras 1 y 2).
figura 1: Desigualdad de ingresos 2016 (países seleccio-
nados). El índice de Gini es un indicador de desigualdad
social basado en la distribución de ingresos dentro de una
economía. Mientras esté más cerca de 0, más equitativa es
esa sociedad; luego, si está más cerca de 100, más inequi-
tativa es. Colombia tiene 50,8 puntos que la ubican entre
los más desiguales. Los países con la columna roja son
todos latinoamericanos. Fuente: Banco Mundial
figura 2: Coeficiente de Gini para Colombia (años 2002-2017).
La figura muestra la evolución de este índice para el caso
colombiano. Fuente: DANE
6
Solo en el caso de Estados Unidos –represen­
tante del modelo capitalista neoliberal–, antes
de la crisis inmobiliaria del 2007, el 0,1 % de la po-
blación tenía ingresos 220 veces mayores que el
promedio de la mayoría de la población (el 90 %).
La tendencia posterior a la crisis no es distinta;
de hecho, las desigualdades se han incremen-
tado: los ricos se hacen cada vez más ricos y la
gran masa restante de población (el 99 %) se em-
pobrece más2.
Por otra parte, según datos de la OCDE, una
persona pobre en Colombia demora once ge-
neraciones para salir de la pobreza (330 años),
mientras que en Dinamarca solo tarda 2, y el
promedio de la OCDE son 4,5 generaciones. Ello
es un indicador de la escasa movilidad social,
lo cual se explica, en parte, por la alta tasa de
desigualdad; esta se deriva, a su vez, de un
sistema político inestable, escasa o nula redis-
tribución de la riqueza, un sistema educacional
paupérrimo, entre otros factores (ver Figura 3).
figura 3: Movilidad social según generaciones. Número
de generaciones que le tomaría a las personas nacidas en
familias de bajos ingresos (10 % más pobre) para alcanzar
un ingreso promedio en la sociedad. Fuente: OECD, A
Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility
La pregunta ética, entonces, va encaminada a
esta situación social y sus consecuencias, en par-
ticular, en cuanto a la justicia y la paz, a la luz de
las consideraciones planteadas por los obispos
de la Conferencia del Episcopado en Medellín
(1968) y su actual vigencia. El indicativo moral
que se desarrolla en esta investigación tiene re-
lación con el concepto de justicia, en virtud de
las consecuencias que genera la desigualdad
económica y social. Este indicativo puede con-
ceptualizarse de manera amplia e incluso puede
resultar ambiguo a veces3. Sin embargo, está de-
finido como un “principio moral que lleva a dar a
cada uno lo que le corresponde o perte­nece”4,
con lo cual puede explicarse toda situación
injusta como aquella que es humanamente into-
lerable y a la cual es necesario poner remedio5.
El asunto se puede acotar si se hace referencia a
la justicia evangélica, entendida como una vida
purificada de egoísmo, de la explotación del
prójimo, que respeta tanto los derechos como
la dignidad de todos, especialmente de los más
pobres y débiles. Mueve, asimismo, a promover
la dignidad y los derechos de toda la sociedad,
en virtud de la misericordia que Jesús ofrece6.
COMPRENSIÓN DEL HECHO
En América Latina, el neoliberalismo surge como
respuesta a la inquietante situación econó­
mica del continente, que requería de reformas
urgentes. En ese contexto, el paradigma eco-
nómico de Estados Unidos y algunas naciones
europeas, ofrecía un modelo a seguir. La situa-
ción de desempleo, inflación desmedida, caída
en la productividad, problemas estatales, etc.
fue contrarrestada con las políticas neoliberales
que se instauraron en los países latinoamerica-
nos. Estas reformas se orientaron a disminuir los
déficits fiscales, la inflación y la deuda externa;
además, se produjo apertura de los mercados,
privatización de empresas del gobierno, disminu-
ción de la intervención estatal, libre fluctuación
del tipo de cambio y desregulación de los mer­
cados, entre otras medidas.
No puede negarse que estas y otras políticas eco-
nómicas, en cierta medida, fueron exitosas; por
ejemplo, la pobreza cayó considerablemente en
varios de estos países (ver Figura 4), aumentó
la esperanza de vida, disminuyó el analfabetismo
a nivel general, aumentó la cobertura edu­
cacional, etc. Sin embargo, es evidente que la
creciente desigualdad en el continente tiene
relación directa con el sistema económico
vigente. De hecho, que Estados Unidos se
encuentre entre los países más desiguales, antes
citados, es muestra de ello.
En la década de los 80, la mayoría de los países
la­
tinoamericanos pasaron de ser economías
cerradas, basadas en la producción de ma-
nufacturas, a países abiertos a los mercados
internacionales, con un fuerte énfasis en la
exportación de materias primas con bajo valor
agregado (commodities).
figura 4: Porcentaje de pobreza monetaria y pobreza mo-
netaria extrema de la población en Colombia (2002-2017).
Fuente: DANE
Asimismo, el neoliberalismo aboga por la des-
regularización en todos los sentidos, pues se
argumenta que la regulación produce corrup-
ción y una burocracia enorme que ralentiza el
desarrollo económico. Sin embargo, en el ám-
bito laboral ha sido una medida fuertemente
criticada, puesto que se ha incrementado la in-
certidumbre laboral y ha resultado en desmedro
de los sectores más vulnerables, con lo cual se
acrecienta la desigualdad. Se ha aumentado el
poder de los que controlan la economía a costa
de un menor control social sobre los mercados.
7
 En virtud de lo anterior, una de las consecuen-
cias nefastas del neoliberalismo es la creciente
desigualdad que genera, puesto que hace surgir
tres clases: una superior que controla la eco-
nomía, una clase baja, que está por debajo de
la línea de pobreza y, en medio, una gran clase
media conformada por la mayoría de la pobla-
ción. Lo anterior se profundiza por el hecho
de que los grupos de poder ejercen presión para
que el Estado medie a favor de sus intereses.
En tal contexto, no caben las organizaciones
sociales o los sindicatos que exijan mejores
condiciones laborales.
No caben organizaciones
sociales o sindicatos que
exijan mejores condicio-
nes laborales
El neoliberalismo se basa en dos aspectos
esen­ciales: la libertad individual y la propiedad
privada. La primera tiene que ver con la posibi-
lidad de decidir sin coacción, con el objetivo del
propio beneficio. El modelo de esta concepción
queda expuesto en la obra de Adam Smith, quien
describe al hombre como un ser impulsado por
el afán de lucro; según él, sería el egoísmo, como
pasión inherente al ser humano, el que conduce
a fundar el bien social en función de los intereses
particulares, lo cual constituye una teoría moral
del egoísmo7. Smith considera que, por medio
de ese impulso, la sociedad puede alcanzar bien-
estar, sobre la base de la libertad8.
En el análisis desarrollado por el filósofo britá-
nico, la propiedad sería una consecuencia de
la división del trabajo, un gran bien social, y un
“premio justo” que le permite al hombre de-
sarrollarse y progresar, tanto individual como
socialmente. Según el autor, el progreso, media-
8
do por la división del trabajo, genera abundancia,
puesto que cada trabajador produce más de
lo que necesita si se especializa, y hasta una
“opulencia que se derrama”, lo cual genera bien-
estar social y abundancia en todos los rangos de
la sociedad9.
Sin embargo, esta idea de que los recursos se
“derraman” a toda la sociedad y existe abun-
dancia, está muy lejos de la realidad, a pesar de
la cooperación y asistencia social que supuesta-
mente se da entre los agentes sociales. Por el
contrario, sabemos que una economía regulada
únicamente por la “mano invisible” que plantea
Smith, genera enormes desigualdades econó-
micas a nivel social y una economía que dista
bastante de ser perfecta, como él lo supone.
La concepción que está detrás de las ideas de
este autor es que el mercado es un fiel reflejo
de cómo son los seres humanos. Dicho de otro
modo, se presenta una “antropologización” del
mercado de bienes y servicios. Así, los agentes
están motivados, en la mayoría de los casos, por
su propio interés. Por tanto, en toda decisión
económica rige la búsqueda del beneficio perso-
nal, justificado en la medida en que contribuye a
maximizar el bienestar general; el problema es
quién juzga tal maximización y cómo lo hace.
Al respecto, la postura de Marx es diametral-
mente contraria, pues considera que es el
carácter antropológico y jurídico-político de la
propiedad lo que genera, por definición, la di-
ferencia entre burgués y proletario. Además,
la división del trabajo se presenta en sí misma
como un factor determinante en las desigualda-
des sociales, mientras que el dinero juega un rol
trascendental que conduce inevitablemente a
la acumulación de capital y, por ende, a la des-
igualdad económica. Asimismo, según Marx, la
propiedad de los medios de producción condu-
ce a la propiedad de los medios de transmisión
de la información y del saber, lo cual contribuye
a la formación de una sociedad civil desigual10.
En consecuencia, las políticas económicas deriva-
das del sistema neoliberal son la principal causa
de la desigualdad social, cuyas repercusiones
han resultado gravísimas para todo el conti-
nente. De igual forma, es un asunto que va más
allá de lo económico, pues en el fondo, tiene
que ver con el modo de relacionarse que tienen
las personas.
VALORACIÓN DEL INDICATIVO
El tema de la desigualdad social se aprecia en la
propuesta de la Conferencia Episcopal en Me-
dellín (1968) en el documento Paz. El supuesto
base es que la desigualdad constituye un atenta-
do contra la paz; de hecho, la presenta como su
antítesis, y, por tanto, genera violencia. De ahí
que pueda observarse un “biclasismo” en el
que “pocos tienen mucho (cultura,
riqueza, poder, prestigio),
mientras que mu-
chos tienen poco”11. Ello deriva en que se han
dejado de lado por mucho tiempo las aspiracio-
nes de los más postergados.
La desigualdad social a la que apuntan tiene
sus causas en la dependencia de un centro de
poder económico, cuyas consecuencias son: la
distorsión creciente del comercio internacional,
lo cual lleva a América Latina a ser producto-
ra de commodities sin valor agregado; la fuga
de capitales económicos y humanos, así como
de ganancias y dividendos; la evasión de im-
puestos; el endeudamiento progresivo; y, los
monopolios internacionales. Sin embargo, esta
desigualdad, dicen los obispos, no se refiere ex-
clusivamente a una de tipo económico, sino que
trasciende a otras realidades, lo cual se ve refle-
jado en las distintas formas de opresión y abuso
de poder hacia los más excluidos y marginados
de la sociedad12. Por tanto, se genera un desa-
rrollo no balanceado y dominación por parte de
un grupo, generalmente pequeño pero podero-
so, sobre la mayoritaria masa de pobres. Estas
injustas desigualdades atentan gravemente con-
tra la paz, afirman los obispos13.
La denuncia, hecha por la Conferencia Episcopal
hace ya 50 años, tiene prácticamente la misma
vigencia y actualidad el día de hoy. América La-
tina sigue siendo afectada por la desigualdad
en cada uno de los aspectos enunciados en el
documento Paz, y los modelos alternativos de
desarrollo14 que han surgido desde entonces no
han sido capaces de proponer soluciones efica-
ces y reales a un asunto que mina la paz social
y deriva en violencia.
Por otro lado, la denuncia del Episcopado ha
cobrado bastante fuerza en los documentos
magisteriales de Francisco. El papa ha repro-
chado el individualismo imperante, así como el
consumismo, que han llevado a la enorme des-
igualdad en el mundo, pues argumenta que nos
encontramos ante una deformación ética pro-
9
 funda, expresada en una economía que excluye
a los débiles y hace fuertes a los poderosos. Por
eso, exhorta a la solidaridad desinteresada y a
volver a poner la ética en el centro de la activi-
dad económica en favor del ser humano, puesto
que considera que en el fondo hay una crisis an-
tropológica: se está negando al ser humano.
Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del
antiguo becerro de oro (cfr. Ex 32,1-35) ha en-
contrado una versión nueva y despiadada en el
fetichismo del dinero y en la dictadura de la eco-
nomía sin un rostro y sin un objetivo verdadera-
mente humano. La crisis mundial que afecta a
las finanzas y a la economía pone de manifiesto
sus desequilibrios y, sobre todo, la grave caren-
cia de su orientación antropológica que reduce
al ser humano a una sola de sus necesidades:
el consumo.
15
Es por ello que Francisco plantea el tema ético
como una necesidad urgente que debe ser abor-
dada políticamente, con el fin de volver a poner
al ser humano en el centro del sistema econó-
mico y, especialmente, restituir la dignidad a los
más pobres, asunto que los más ricos deben asu-
mir como un deber ético16.
Una necesidad urgente
que debe ser abordada
políticamente
Por consiguiente, el asunto ético de la desigual-
dad social está estrechamente vinculado con
la justicia. Resolver las indignidades de los más
pobres y excluidos se transforma, así, en un im-
perativo ético que busca resolver las enormes
diferencias sociales causadas por un sistema
económico que ha puesto al ser humano por
debajo del dinero, lo cual se presenta como
intolerable17.
10
CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO
Los criterios planteados hasta ahora no son
cerrados ni estáticos; sin embargo, se piensan
como sugerencias para el discernimiento y la
praxis social que derivan del indicativo de jus-
ticia. Cualquiera que sea la propuesta frente al
tema, es relevante y necesario un diálogo entre
los actores de la sociedad, que apunte a ciertos
criterios de justicia y paz, lo cual es la aspiración
de cada país del continente.
En primer lugar, se hace necesario frente al
sistema económico vigente, plantear ciertos
mínimos éticos que pongan al ser humano por
encima del mercado, de modo de paliar la grave
desigualdad social que se percibe. Ello implica
abogar por un desarrollo integral y porque el
bien común esté por encima del objetivo exclu-
sivo del beneficio18. Los bienes económicos son
inseparables de los bienes morales, puesto que
el homo economicus toma sus decisiones no solo
considerando la maximización de su beneficio
personal, sino también tomando en cuenta su
moral. En ese sentido, y de acuerdo con Bene-
dicto XVI, hay que complementar la lógica del
mercado con la lógica de la gratuidad.
Segundo, se observa la necesaria y urgente
tarea de la educación, en virtud de su carácter
eminentemente transformador. Un sistema edu-
cativo desigual llevará, consecuentemente, a un
país desigual. Luego, es necesaria la educación
de acceso universal, de calidad, que fomente
la integridad y dignidad de todo ser humano,
así como la paz, el progreso y otros valores re-
levantes para la construcción de una cultura y
sociedad más humana. Lo anterior influirá, por
consiguiente, en una sociedad más equitativa
en todo el continente19.
En tercer lugar, se requiere considerar un mer-
cado laboral que ponga la supremacía de la
persona por sobre el trabajo como un bien
y que, asimismo, dé oportunidades a todos
para desarrollarse y crecer, con un salario
justo y acorde a la realidad en que se vive. Ello
implicaría, por ejemplo, revisar la igualdad sa-
larial entre hombres y mujeres, asunto que
refleja hoy una gran injusticia hacia quienes
desarrollan la misma labor, pero reciben el
20 % menos solo por el hecho de ser mujeres20.
Por otro lado, cada país debe buscar elaborar
tanto un sistema impositivo que ayude a redu-
cir las desigualdades por medio de mecanismos
adecuados que lleven a la justicia distributiva,
así como políticas que permitan disminuir la
evasión y elusión tributarias. La intervención es-
tatal, en este sentido, es irrenunciable, ya que
el mercado no se ajusta según la “mano invisi-
ble” de Smith.
Finalmente, el criterio trinitario. Desde una on-
tología relacional que propende por relaciones
perijoréticas entre las personas de la divinidad,
así como con la humanidad, la desigualdad no
tiene cabida en una sociedad que aspira a ser
como el modelo trinitario. El Hijo, quien revela
el rostro misericordioso del Padre y su preocu-
pación hacia los más excluidos y marginados de
la sociedad, invita, necesariamente, a la paz y
la justicia21. En virtud de ello es que el ethos de
Jesús se convierte en el ethos del cristiano que
aspira a seguirlo.
NOTAS
1
Revisión y adaptación de la ponencia “Desi­
gual­
dad social, una denuncia vigente desde
el episcopado en Medellín: lectura desde la
moral social”, presentada en el II Coloquio de
Estudiantes de Teología, Pontificia Universidad
Javeriana, Bogotá, 17 de octubre del 2018.
2
Stiglitz, El precio de la desigualdad, 47-50. El
premio Nobel de economía en 2001 plantea que
el 1 % más rico consiguió el 93 % de los ingresos
adicionales que se crearon en el país en 2010;
luego cuando se habla de crecimiento económi-
co es evidente que una porción muy pequeña (el
1 %) es la que se ve beneficiada de tal desarrollo.
3
Kolvenbach, “El servicio de la fe y la promoción
de la justicia. Recordando el pasado y mirando al
futuro”.
4
Real Academia Española, “Justicia” (Dicciona-
rio de la lengua española, DLE, en línea).
5
Calvez, Fe y justicia: La dimensión social de la
evangelización, 99.
6
Ver Compañía de Jesús, Congregación General
XXXII, Decreto 4, 27.
7
Smith, Investigación sobre la naturaleza y las
causas de la riqueza de las naciones, 17.
8
Ibíd., 97.
9
Ibíd., 14.
10
Marx, Manuscritos económico filosóficos de
1844; Marx, “Sobre la cuestión judía”; Marx y
Engels, La Ideología Alemana.
11
Celam, 50 años Medellín: Segunda Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano: docu-
mento y ponencias preparatorias, 3.
12
Ibíd., 3.
13
Ibíd., 14.
14
En este sentido, ni las dictaduras militares de
los años 1980 en la mayoría de los países del con-
tinente, ni las propuestas socialistas posteriores
han sido capaces de presentar una solución al
problema de la desigualdad.
15
Francisco, “Exhortación apostólica Evangelii
gaudium” 55.
16
Ibíd. 58; Celam, 50 años Medellín, 17.
17
Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gau-
dium et spes sobre la Iglesia en el mundo hoy 34.
La actividad humana para alcanzar mejores con-
diciones de vida es voluntad de Dios, con lo cual,
el logro de condiciones justas para los más des-
11
 favorecidos no solo responde a este llamado del
Concilio, sino que es un imperativo evangélico.
18
Benedicto XVI, “Carta encíclica Caritas in veri-
tate” 36.
19
En Colombia esto es de gran relevancia, es-
pecialmente en las zonas rurales, las cuales
se vieron afectadas por el conflicto armado
(Radinger, Echazarra, Guerrero y Valenzuela,
OECD Reviews of School Resources: Colombia
2018).
20
OCDE, Education at a glance 2018: OCDE Indi-
cators. Según esta organización, en los países
de la OCDE, las mujeres con estudios superiores
perciben en promedio el 74 % del salario de un
hombre.
21
Celam, 50 años Medellín, 14.
BIBLIOGRAFÍA
Benedicto XVI. “Carta encíclica Caritas in verita-
te”. Vatican, http://w2.vatican.va/content/
benedict-xvi/es/encyclicals/documents/
hf_ben-xvi_enc_20090629_caritas-in-veri-
tate.html.
_____. “Carta encíclica Deus caritas est”. Va­­
ti­can, http://www.vatican.va/content/
benedict-xvi/es/encyclicals/documents/
hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-cari-
tas-est.html (consultado el 18 de julio de
2018).
Calvez, Jean-Yves. Fe y justicia: la dimensión so-
cial de la evangelización. Santander: Sal
Terrae, 1985.
Compañía de Jesús, Congregación General
XXXII, Decreto 4, 27.
Concilio Vaticano II. Constitución pastoral Gau-
dium et spes sobre la Iglesia en el mundo
hoy. Bogotá: San Pablo, 2006.
Celam.  50 años Medellín: Segunda Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano:
12
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Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana,
2018.
Francisco. “Exhortación apostólica Evan-
gelii gaudium”. Vatican, http://www.
vatican.va/content/francesco/es/
apost_exhortations/documents/pa-
pa-francesco_esortazione-ap_20131124_
evangelii-gaudium.html
Keeley, Brian. Desigualdad de ingresos. La brecha
entre ricos y pobres. París: OECD Publi-
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Kolvenbach, Peter Hans. “El servicio de la fe y
la promoción de la justicia. Recordando el
pasado y mirando al futuro”. Promotio Ius-
titiae 96 (2007): 9-18.
Marx, Karl. Manuscritos económico-filosóficos de
1844. Buenos Aires: Colihue, 2006.
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tología, compilado por Horacio Tarcus,
traducido por H.B. Delio. Buenos Aires:
Siglo Veintiuno, 2015.
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na. Montevideo: Pueblos Unidos, 1974.
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te Social Mobility. París: OECD Publishing,
2018.
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tors. París: OCDE Publishing, 2018.
Radinger, Thomas; Alfonso Echazarra; Gabriela
Guerrero; y Juan Pablo Valenzuela. OECD
Reviews of School Resources: Colombia
2018. Paris: OECD Publishing, 2018.
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Stiglitz, Joseph. El precio de la desigualdad. Ma-
drid: Santillana, 2014.
ponencia
Recibido: 31/10/2019
Puebla, opción preferencial
por los jóvenes.
Reflexiones 40 años después
Felipe Janderson da Silva Batista
Estudiante de Teología, Pontifica Universidad Javeria-
na. Licenciado en Filosofía, Instituto Santo Tomás de
Aquino. Integrante del semillero Pensamiento Social
de la Iglesia. Religioso de votos temporarios, Congre-
gación del Santísimo Sacramento.
fdasilva@javeriana.edu.co
FOTO: TIM MOSSHOLDER (UNSPLASH)
ste trabajo1 se desarrolla en tres partes:
primero, se presentará una mirada sobre
los aportes pastorales y eclesiales de la
III Conferencia General del Episcopado Latinoa-
mericano, en Puebla; en la segunda parte, se
tratarán los alcances de Puebla para los jóvenes;
y, por último, se abordarán las propuestas de
los jóvenes hoy, a la luz de Puebla y del pensa­
miento del papa Francisco.
IMPLICACIONES DE LA CONFERENCIA
EPISCOPAL DE PUEBLA
En el tiempo de la III Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano de Puebla (1979),
la Iglesia en América Latina venía de una dé-
cada de profunda renovación y efervescencia
eclesial alrededor del Concilio Vaticano II y la
Conferencia de Medellín; a pesar de los deba-
tes y enfrentamientos en medio de regímenes
autoritarios y posiciones eclesiásticas restaura-
cionistas.
Con la II Conferencia General del
Epis­ copado Latinoamericano de
Me­dellín (1968), que en diez años
había dejado atrás el régimen
de cristiandad, se establecieron
im­­­por­tantes cambios como: la reno-
vación de la liturgia con creatividad
e incul­turación; la evangelización en
perspectiva liberadora; la organiza-
ción de comunidades eclesiales de
base establecidas como una nueva
forma de ser Iglesia; la pastoral
social había ganado cuerpo frente
al bienestar tradicional; la lectura
popular de la Biblia ahora estaba
ocupando un lugar entre los po-
bres; la teología de la liberación
alimentó los procesos eclesiales y
sociales de los cristianos profética-
mente insertos en la sociedad; y, el
Resumen
El siguiente escrito tiene como
objetivo reflexionar sobre la
opción preferencial por los
jóvenes, a partir de las conclu­
siones de Puebla (1979). Por
tanto, la pregunta es cuáles
fueron las reflexiones que se
dieron y si ellas se han puesto
en práctica en estos 40 años. A
partir de ahí, se tomará como
fuente el Documento conclu­
sivo de Puebla, así como al­
gunos autores que escribieron
al respecto, y textos del papa
Francisco para ampliar la re­
flexión sobre los jóvenes en la
Iglesia y la sociedad actual. La
exposición seguirá la metodo­
logía ver, juzgar y actuar.
Palabras clave: clave: jóvenes,
Conferencia Episcopal de Pue­
bla, pastoral, papa Francisco.
 testimonio de los mártires de las causas sociales
que brilló en el continente2.
A pesar de que las conclusiones de Puebla no fue-
ron las esperadas por la perspectiva conciliadora
y liberadora; aquello que había sido consenso en
Medellín, sería doloroso encontrar que ya no lo
era en Puebla3. La Conferencia de Puebla fue di-
señada para actualizar la Exhortación apostólica
Evangelii nuntiandi (1975) de Pablo VI en nuestro
continente; de ahí el tema de la Conferencia:
“El presente y el futuro de la evangelización en
América Latina y el Caribe”. De tal manera que
en Puebla se salvó la opción preferencial por los
pobres, agregando la opción por los jóvenes,
desde una Iglesia construida por el principio de
comunión y participación4.
LOS ALCANCES DE PUEBLA
PARA LOS JÓVENES
Para la conmemoración de los 40 años de Pue-
bla, es necesario partir de los antecedentes que
14
ocasionaron el encuentro y desde ahí, profundi-
zar mejor sus implicaciones en la actualidad. Uno
de ellos fue la reflexión del Vaticano II, reflejo
del pensamiento eclesial y social que se estaba
generando en la Iglesia católica desde entonces.
Por ejemplo, en el documento Gaudium et spes
se expresa claramente la preferencia eclesial:
“Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las
angustias de los hombres de nuestro tiempo,
sobre todo de los pobres y de cuantos sufren,
son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y an-
gustias de los discípulos de Cristo”5. Puebla
tiene rasgos muy concretos, en sus conclusio-
nes, de ese “espíritu” conciliador.
Asimismo, otro antecedente es la II Conferencia
de Medellín; de hecho, Puebla fue inaugurada
tratando de seguir las mociones de Medellín. Por
ello, fueron básicamente cuatro las prioridades
trabajadas en el encuentro: opción preferencial
por los pobres, opción preferencial por los jóve-
nes, acción con los constructores de la sociedad
pluralista y acción por la persona en la socie­dad
nacional e internacional6.
En el documento conclusivo de la Conferencia
de Puebla, la juventud es considerada no sola-
mente en el marco de la edad cronológica, sino
como una postura ante la vida: es una etapa
transitiva de constantes cuestionamientos; se
describe como una juventud inconforme, cues-
tionante, creativa, sensible a los problemas
sociales, deseosa de autenticidad y coherencia,
dinámica y con grandes deseos de concretar
sus ideales. Por lo tanto, rechaza la hipocresía,
la ambigüedad, la incoherencia, el inmovilismo,
mostrándose decepcionada ante la estática
realidad que le suscita inquietudes de tipo polí-
tico y social. A estas características se añade el
ambiente de sociedad de consumo, drogas, se-
xualismo, tentaciones de los distintos ateísmos
y ausencia de asesoría equilibrada por parte
de los adultos, que la lleva a frecuentes des-
orientaciones7.
Uno de los rostros de los
pobres eran los jóvenes
Entonces, ¿por qué la Iglesia toma opción pre-
ferencial por los jóvenes en Puebla? La opción
preferencial por los jóvenes se da con relación
a la importancia que ellos tienen para la evange-
lización en el Continente y las diversas opciones
de organización que, en su momento, se pre-
sentaban a los jóvenes. En ese sentido, se hace
referencia a la fragilidad de la etapa juvenil
frente a una sociedad marcada por el consumis-
mo, la falta de trabajo y educación de calidad,
entre tantos otros problemas sociales8.
Por lo anterior, el documento de Puebla dedicó
cuarenta numerales a la juventud, evidenciando
así, la importancia conferida al tema; además,
reconoció que uno de los rostros de los pobres9
eran los jóvenes: “los pobres y los jóvenes,
cons­tituyen, pues, la riqueza y la esperanza de
la Iglesia en América Latina y su evangelización
es, por tanto, prioritaria”10. Es decir, todo ser
humano es destinatario del Evangelio y del ser-
vicio de la comunidad eclesial, pero hay quienes
necesitan más cuidado. En otras palabras, para
Puebla existían personas que, debido a su fragili-
dad, la Iglesia tenía la obligación de asistirlas con
más prioridad (pobres y jóvenes), de las cuales
se desconocía su dinamismo, pero se reconocía
que sumidas en la opresión existían también
personas organizándose contra ella.
Además, el mismo documento de Puebla acla-
ra: “En la actual coyuntura de América Latina,
los cambios podrán ser rápidos y profundos en
beneficio de todos, especialmente de los po-
bres por ser los más afectados, y de los jóvenes,
que asumirán en breve los destinos del conti-
nente”11. Sin embargo, queda el interrogan­te:
¿Quiénes en realidad asumieron los destinos del
Continente?
UNA MIRADA CRÍTICA SOBRE
LOS JÓVENES
La juventud es considerada el presente y futuro
del mundo, por lo cual, a lo largo de la historia,
se han dado muchas discusiones sobre la situa-
ción de los jóvenes a nivel global, por diversas
instituciones, pero, sobre todo, en el seno de la
Iglesia Católica. Es por ello que Puebla volvió la
mirada a la juventud; al respecto, en el discurso
inaugural pronunciado en el Seminario Palafo-
xiano de Puebla, Juan Pablo II afirmó:
Cuánta esperanza pone en ella la Iglesia, cuán-
tas energías circulan en la juventud en América
Latina, que necesita la Iglesia. Cómo hemos de
estar cerca de ellos los pastores para que Cristo
y la Iglesia, y el amor del hermano calen profun-
12
damente en su corazón.
Conviene subrayar que la Conferencia abordó y
discutió las distintas realidades interpelantes de
15
 los jóvenes en el contexto latinoamericano de
1979; en efecto, quería motivarlos en cuanto
a su misión a la luz del Evangelio13. El proble-
ma es que en América Latina ha imperado la
corrupción programática en todos los ámbitos
de la sociedad, con graves consecuencias para
la juventud, pues se ve reflejada en la falta de
educación, salud y cultura. Todo ello afecta el
desarrollo integral de las clases más pobres, es-
pecialmente de los jóvenes14.
En esta línea, la Conferencia de Puebla retomó
algunos aspectos de Medellín en los que se pue-
den identificar dos factores fundamentales: la
situación de pobreza y la realidad de la juventud
en el contexto latinoamericano. Así, se hizo un
llamado a la Iglesia a nivel continental a elaborar
líneas concretas de acción buscando responder
a los desafíos desde la perspectiva de la evange-
lización y la labor pastoral. En cuanto al primer
factor mencionado, se trata de una opción por
los pobres reales, los injustamente empobre-
cidos y desposeídos, pero no considerados de
manera aislada, sino colectiva y dialécticamen-
te; son los pobres reales tal como existen y son
creados por los “mecanismos opresores”15.
Esta opción por los pobres es directa e inme-
diata, en el sentido de que, tradicionalmente, la
Iglesia trataba de ayudar a los pobres aliándose
con las clases opulentas para estar así con los
pobres en forma de asistencia, ayuda o caridad;
la relación de la Iglesia con los pobres era una
relación mediada: pasaba por el rico para alcan-
zar al pobre. Con la opción preferencial la Iglesia
busca una relación directa e inmediata16. En ese
sentido, Puebla parte de la propuesta de Jesús,
al considerar que: “La evangelización de los po-
bres fue para él, uno de los signos mesiánicos;
esto deberá ser para nosotros también, signo de
autenticidad evangélica”17.
En última instancia, la tarea de evangelizar im-
plica compromiso con la realidad. Respecto a
16
la tarea primordial vislumbrada en los dos as-
pectos subrayados: pobreza y realidad de la
juventud, Puebla da indicaciones para el com-
promiso de los cristianos en todos los ámbitos
de la realidad; esto con la finalidad de llegar a
ser una Iglesia auténticamente pobre, misio­
nera y pascual, comprometida con la liberación
de todos los seres humanos, principalmente los
más necesitados.
Esta evangelización debe realizarse como ano-
tamos en las líneas doctrinales, dentro del espí-
ritu de Puebla: comunión y participación, que en
la práctica se hará especialmente en la familia,
en la pastoral de la Iglesia parroquial y diocesa-
na y en la comunicación e interrelación de las
diversas comunidades. Los obispos latinoameri-
canos recalcan la opción de evangelizar a los jó-
venes teniendo predilección por los más pobres
18
y los más necesitados.
De igual forma, en la actualidad, la Iglesia tiene
numerosos desafíos para responder a las múlti-
ples situaciones que afectan el proyecto de vida
de los jóvenes. Hay que mencionar, además, la
falta de compromiso para con la juventud por
parte de los diversos sectores de la sociedad,
incluyendo la Iglesia, infelizmente. Lo anterior,
debido a que, en muchos países de América
Latina, el cuerpo eclesial no se vincula adecua-
damente con la realidad de los jóvenes; es decir,
los pastores no se comprometen con seriedad
en buscar y elaborar proyectos pastorales que
contribuyan al desarrollo integral de la Juven-
tud. Se debe agregar, también, que la voz de la
juventud no es escuchada por parte de la socie-
dad y de la Iglesia.
La voz de la juventud
no es escuchada por
la sociedad y la Iglesia
Con todo, en Puebla se afirmó hace 40 años: “ha
llegado el momento de la reflexión y de la plena
aceptación del desafío de vivir, en plenitud, los
valores esenciales del verdadero humanismo in-
tegral”19. Hoy vemos que, como hace 40 años,
urge que la Iglesia asuma su dimensión profé-
tica, con la finalidad de promover los aspectos
requeridos para el desarrollo integral de los
jóvenes, a la luz de los valores del Evangelio.
Solo así, la comunidad cristiana seguirá cum-
pliendo su misión, promoviendo siempre “la
civilización del amor”; el amor basado en la vi-
sión eclesial acorde a los resultados del Concilio
Vaticano II y Medellín (1968). Se trata de llevar
a cabo un proceso de evangelización que res-
ponda a la necesidad del pueblo de Dios en este
contexto latinoamericano: compromiso con
su liberación integral, afirmación incondicional
de la vida y rechazo incondicional de la injusticia.
En este elemento radica la mayor novedad de la
opción preferencial, en cuanto que, al asumir la
causa de los pobres, se convierte en praxis his­
tórica de liberación.
Por otra parte, cabe decir que en América Latina
hubo una tendencia a “deconstruir” Medellín,
por parte de segmentos recalcitrantes de la
antigua Iglesia anticonciliar. Se habló de corre-
gir interpretaciones erróneas del Vaticano II o
de Medellín, rechazando reflexiones y contra-
rrestando las prácticas libertarias; pues, hoy
estamos hablando de los pobres, la pastoral
social, las comunidades eclesiales de base, los
movimientos populares, la teología de la libe-
ración y la iglesia profética; sin embargo, hace
40 años había una mirada de sospecha y castigo
por parte de la curia romana sobre los teólo­gos
que hablaban de liberación.
Lo más curioso es que fue un movimiento des­
d­
e el centro de la Iglesia hacia la periferia,
des­de la curia romana y el CELAM, el que atacó
al Consejo Latinoamericano de Religiosos, a
las Conferencias Episcopales Nacionales y a las
iglesias locales. Con esta tendencia se buscó de-
monizar a las comunidades eclesiales de base y
la teología de la liberación, así como poner bajo
sospecha de politizar la fe, el compromiso social
de los cristianos e incluso el testimonio de los
mártires de las causas sociales.
Para los segmentos reaccionarios, todo se veía
como una infiltración marxista; incluso la opción
por los pobres, y la práctica profética y evangé-
lica de los obispos, era denominada “obispos
rojos”, hecho que les hacía desconfiar de su
autenticidad cristiana. En cualquier caso, se pro-
dujo el avance de la mayoría y la retirada de las
minorías20. No obstante, actualmente existe
un espíritu y un esfuerzo muy fuerte por parte
del papa Francisco para hacer que la Iglesia sea
pobre y para los pobres, joven y para los jóvenes;
esfuerzo que se complementa con las contribu-
ciones de muchos laicos, clérigos y obispos.
Un esfuerzo de Fran­cisco
para hacer que la Iglesia
sea joven y para los
jóvenes
Pocos podrían imaginar el nuevo y positivo es-
cenario eclesial después de cuatro décadas
marcadas por una iglesia autorreferencial, do-
minada por el clericalismo y promotora de una
espiritualidad no eclesial e incorpórea, alejada
del Evangelio. Mucho se ha dicho y escrito en
los últimos tiempos sobre el renacimiento de la
esperanza que se pensaba, era una batalla per-
dida. También en el contexto de Puebla, como
contrapunto al entonces movimiento eclesial
de renovación y efervescencia, se produjo el
reflujo de la postura de la neocristianidad revi-
sionista del Concilio Ecuménico Vaticano II21.
17
 Comparando el tiempo de Puebla con el mo-
mento presente, las posturas reaccionarias y
revisionistas de renovación conciliar y tradición
eclesial liberadora, ya no provienen del centro
de la Iglesia sino de segmentos tradicionalistas y
están vinculadas a movimientos que se oponen
abiertamente al papa Francisco; incluso en con-
tra del Concilio Ecuménico Vaticano II22.
Al revisar estos 40 años, a pesar de la distan-
cia en el tiempo y las diferencias del contexto,
se encuentran intuiciones y pautas de evange-
lización que mantienen toda su vigencia en la
actualidad, y que siguen siendo faros preciosos
en la proyección de la acción de la Iglesia hacia
el futuro. Estas convergen con las tendencias ac-
tuales tanto en la Iglesia como en la sociedad,
situándonos en el curso correcto del Reino, del
cual la Iglesia es “germen y principio” en la con-
creción de la historia. Ello también implica estar
en el reverso de la historia, promover cambios
estructurales en la Iglesia, distanciarnos de todo
tipo de colonización mediante una verdadera
conversión pastoral, ecológica y estructural23.
PROPUESTAS DE LOS JÓVENES HOY
Y CONCLUSIONES
Concretamente, quiero compartir los esfuerzos
que desde el semillero Pensamiento Social de
la Iglesia, PSI, de la Facultad de Teología de la
Pontificia Universidad Javeriana, se vienen rea-
lizando, a través del ejercicio de reflexión sobre
qué significa hoy esa opción preferencial por los
jóvenes. En tal sentido, el semillero convocó a
los jóvenes de diversas pastorales y también a
estudiantes de la Facultad de Teología, al IV Diá-
logo de Saberes24.
El objetivo del encuentro fue trabajar de forma
creativa, dinámica y objetiva el Documento con-
clusivo de Puebla y otros documentos referentes
a esta Conferencia, animando al compromiso
crítico de los jóvenes con la realidad juvenil. Para
18
ello, se contó con la presencia y participación de
más de 80 jóvenes en el evento. Inicialmente,
se proyectó para ellos un video de autoría del
grupo PSI sobre el Documento de Puebla; pos-
teriormente, se organizaron en tres grupos de
trabajo, siguiendo la metodología de Medellín y
Puebla, y se reflexionó sobre las siguientes te-
máticas propuestas: (1) el análisis de la realidad
en la cual se encontraban los jóvenes de 1979 y
los de hoy; (2) los criterios pastorales para una
Iglesia con el rostro de la juventud; y (3) las op-
ciones pastorales que se deben desarrollar para
poner las orientaciones de Puebla en vigencia.
El evento se destacó por las declaraciones de
los jóvenes sobre la realidad del mundo hace 40
años y hoy. En el grupo uno, por ejemplo, se en-
fatizó en la novedad tecnológica y científica de la
que hacen parte por encontrarse en esta época,
así como en las dudas y angustias existenciales
que enmarcan sus vidas. A partir ahí, además,
reiteraron que los jóvenes son el símbolo de la
vitalidad, renovación y esperanza de la humani-
dad y que si la juventud se organiza será posible
un mundo más agradable, dialógico, tolerante
y pacífico, para lo cual, es necesario cambiar las
estructuras que les esclavizan en los ámbitos re-
ligioso, social, político y económico.
El símbolo de la vitalidad,
renovación y esperanza
de la humanidad
Por otro lado, fueron unánimes en la reflexión,
al plantear que la Iglesia hoy conducida por el
papa Francisco es un medio para concretar estos
anhelos de liberación, renovación, esperanza e
integración. De igual manera, el grupo dos, de-
nominado “Criterios pastorales”, trabajó de cara
al Documento de Puebla, y planteó cinco proble-
mas que atañen a los jóvenes actualmente, entre
ellos, el problema del desempleo. Los jóvenes
sugieren que las instituciones educativas desa-
rrollen programas formativos con el objetivo de
humanizar a los empresarios. Es fundamental
que las empresas ofrezcan oportunidades a los
jóvenes, sin exigir previa experiencia laboral, y
que no haya explotación salarial.
Dentro de sus reflexiones, el tema del medio
ambiente fue ineludible, pues para los jóvenes
es fundamental su cuidado; considerando que
la atención al medio ambiente es una solución
importante para diversos problemas de la pobla-
ción, como el de la salud25, la economía, entre
otros. Es esencial enseñar a los jóvenes a amar
la naturaleza y el valor de cuidarla, ya que la
madre tierra ha sostenido a muchas generacio-
nes y es necesario pensar en las futuras. Además
de fomentar en ellos la educación ambiental, es
primordial escoger bien a nuestros mandatarios,
pues ellos manejan los recursos económicos
destinados a invertir en políticas públicas para el
cuidado de la naturaleza.
Respecto al tema “Iglesia y jóvenes”, proponen
que existan espacios de diálogo en las comu-
nidades parroquiales, con el objetivo de crear
apertura entre los jóvenes y la institución; al
respecto expresan: Nosotros los jóvenes nece-
sitamos manifestar nuestro verdadero ser y no
recibir formaciones según el criterio (juicio) de la
Iglesia. Muchas veces la Iglesia impide a los jó-
venes pelear por la justicia y reclamar dignidad;
también afirman: Queremos que nos reconozcan,
que nos ayuden a luchar para que todos tengan
las mismas oportunidades. No queremos ser parte
del montón; sino que nuestra voz tenga impacto,
y genere espacios en donde cada opinión conlleve
a decisiones para el cambio y el bien común.
Finalmente, el grupo dos reflexionó sobre la
educación, tema sumamente importante sobre
19
 el que se preguntaron cuál modelo de educación
desea la juventud hoy y cuál es el que impera. Se
afirmó que la educación es un derecho básico y
no debe ser privilegio de unos pocos; además,
se planteó la urgencia de un modelo de ense-
ñanza que promueva la criticidad. Subrayaron
que no es viable una educación sin calidad para
los pobres, pues beneficia a un sistema que alie-
na a las personas.
El grupo tres, por su parte, dejó diferentes
apre­­­ciaciones que los jóvenes participantes re-
cogieron en algunas sugerencias, las cuales sería
necesario acoger y realizar para llevar a la expe-
riencia la opción preferencial por los jóvenes, en
diferentes campos de su realidad eclesial, social,
política y económica. A continuación, los puntos
de reflexión que se tomaron como propuestas
concretas para los jóvenes:
1. Favorecer espacios de encuentro para los
jó­
venes, que permitan ejercer liderazgo y
empoderamiento en sus procesos de forma-
ción, de espiritualidad y pastoral.
2. Interactuar con las realidades juveniles para
buscar acciones de presencia, compañía,
evan­gelización y promoción humana.
3. Promover la “Iglesia en salida”, que se acer-
que a otros espacios como centros del saber,
centros comunitarios, calles, centros comer-
ciales, lugares de convergencia juvenil.
4. Entender que la opción preferencial por los
jóvenes no es solo institucional, es de todos
aquellos discípulos misioneros de Jesús que
estamos con y para los jóvenes.
5. Acompañar las realidades de sufrimiento y
dolor que viven los jóvenes, sin perder la sen-
sibilidad, de nuestro quehacer en la Iglesia,
que implica la humanización.
6. Formar desde otros lenguajes adaptados que
nos permitan cercanía y encuentro con los
jóvenes.
20
Sumado a lo anterior, los participantes quedaron
con algunas preguntas pertinentes, lo que favo-
rece la continuidad de la reflexión en sus grupos
pastorales, académicos y familiares; por ejem-
plo: ¿Qué se ha hecho para que la juventud esté
integralmente activa en la sociedad, más cons-
ciente de su condición precaria, y crítica sobre
la realidad en la que está inmersa? Dicho de otra
manera: ¿Qué acciones ha concretado la Iglesia
para que el espíritu de Puebla, con la opción pre-
ferencial por los pobres y los jóvenes, aún este
vivo en las comunidades cristianas? ¿Cuál es la
diferencia entre la juventud de hace 40 años,
que luchó contra las dictaduras de su contexto
histórico, y la nuestra, que parece inerte frente
a las estructuras de una dictadura disfrazada
de democracia en América Latina?
Se añade otro interrogante: ¿Qué tipo de ac-
ciones, después del encuentro, IV Diálogo de
Saberes, son necesarias en los ambientes cotidia-
nos de los cuales hacemos parte? Lo anterior se
encuentra en concordancia con las observacio-
nes que el papa Francisco hace en la Exhortación
postsinodal Christus vivit para los jóvenes de
todo el mundo:
Vive Cristo, esperanza nuestra, y él es la más
hermosa juventud de este mundo. Todo lo que
él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se lle-
na de vida. Entonces, las primeras palabras que
quiero dirigir a cada uno de los jóvenes cristia-
nos son: ¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti,
él está contigo y nunca se va. Por más que te
alejes, allí está el Resucitado, llamándote y es-
perándote para volver a empezar. Cuando te
sientas avejentado por la tristeza, los rencores,
los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí
para devolverte la fuerza y la esperanza.
26
Es decir, los jóvenes debemos fijar la mirada en
la esperanza de un mundo mejor, con acciones
concretas, con reflexiones liberadoras y con la
ayuda de todo el pueblo de Dios que cree que
otro mundo es posible. En el mismo documento,
el obispo de Roma describe los cuidados que la
Iglesia debe tomar para no quedarse enferma,
y exhorta a los jóvenes a pensar qué es más im-
portante para perseverar en la vida:
Pidamos al Señor que libere a la Iglesia de los
que quieren avejentarla, esclerotizarla en el pa-
sado, detenerla, volverla inmóvil. También pida-
mos que la libere de otra tentación: creer que
es joven porque cede a todo lo que el mundo
le ofrece, creer que se renueva porque escon-
de su mensaje y se mimetiza con los demás. No.
Es joven cuando es ella misma, cuando recibe
la fuerza siempre nueva de la Palabra de Dios,
de la eucaristía, de la presencia de Cristo y de la
fuerza de su Espíritu cada día. Es joven cuando
27
es capaz de volver una y otra vez a su fuente.
En resumen, la Iglesia hace 40 años tomó la op-
ción pastoral por el rostro pobre de los jóvenes
en América Latina, con sus marcas históricas, cul-
turales, religiosas y políticas. Hoy, es necesario
concretar acciones que promuevan la integra-
ción de la juventud como miembro del cuerpo
místico de Cristo, con propuestas liberadoras
y renovadoras en el ambiente eclesial, social y
familiar de los jóvenes.
NOTAS
1
Revisión y adaptación de la ponencia “Puebla,
opción preferencial por los jóvenes: reflexiones
40 años después”, presentada en el III Coloquio
de Estudiantes de Teología, Pontificia Universi-
dad Javeriana, Bogotá, 24 de octubre del 2019.
2 go, se percibe en el Documento, cierto temor
Como no podía ser de otra manera, este nuevo
rostro de la Iglesia en América Latina y el Caribe
estuvo presente en el proceso de preparación
y en la realización de Puebla (Vigil, “La opción
por los pobres es opción por la justicia y no es
preferencial. Para un reencuadramiento teoló­
gico-sistemático de la opción por los pobres”, 2).
3
Parra, conferencia sobre los 40 años de Puebla
en la Pontificia Universidad Javeriana, Facultad
de Teología, 9 de septiembre del 2019.
4
Con la muerte de Pablo VI en agosto de 1978 y
la elección de Juan Pablo II poco después, se re-
tuvo el tema de la evangelización, pero el nuevo
papa, más preocupado por salvaguardar la orto-
doxia, le agregó el tema de la verdad: la verdad
sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia y la
verdad sobre el hombre (ibíd.).
5
Concilio Vaticano II, “Constitución pastoral
Gaudium et spes” 1.
6
Celam, “Documento de Puebla. III Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe” 1133.
7
Ibíd. 1168-1171.
8
Vigil y Boff, La opción por los pobres, 100.
9
La Conferencia de Puebla en sus conclusiones y
documentos finales, sin duda alguna, tuvo como
centralidad reconocer quiénes son los desti-
natarios prioritarios del mensaje y de la acción
evangelizadora de la Iglesia como un todo: los
pobres.
10
Celam, “Documento de Puebla. III Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe” 1132.
11
Ibíd. 1250.
12
Gutiérrez y Córdoba, “Puebla: la opción por los
jóvenes”, 355.
13
Esa motivación no se limita al ámbito eclesial,
sino es también en el ámbito social. Sin embar-
por parte de los pastores, con respecto a las de-
cisiones de los jóvenes frente a la realidad social
y eclesial que enfrentaban (Celam, “Documento
de Puebla” 1132).
14
Gutiérrez y Córdoba, “Puebla: la opción por
los jóvenes”, 356.
15
Ibíd.
16
Vigil y Boff, La opción por los pobres.
17
Celam, “Documento de Puebla” 1130.
21
 18
Gutiérrez y Córdoba, “Puebla: la opción por
los jóvenes”, 358.
19
Celam, “Documento de Puebla” 6.
20
Ver Brighenti, “Tendências atuais e evange-
lização no futuro – 40 anos depois de Puebla”,
204-218.
21
Ibíd.
22
Ibíd.
23
Ibíd.
24
El 21 de septiembre del 2019.
25
Para los jóvenes el tema de la salud en Co-
lombia es prioritario, ya que no es tratado como
un derecho fundamental; por el contrario, solo
los que tienen dinero reciben una atención sa-
tisfactoria. Los servicios de salud son cada vez
más ineficientes, por lo que es necesario hacer
una distribución equitativa de los recursos para
la salud, pues esta dignifica al ser humano. Los
jóvenes debemos crear consciencia en los polí-
ticos y líderes de comunidades sobre este tema,
pues la salud no es un negocio y toda persona
merece un trato digno, así como las mejores
condiciones en los servicios de salud.
26
Francisco, “Exhortación apostólica postsino-
dal Christus vivit” 1-2.
27
Ibíd. 35.
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opción por la justicia y no es preferencial.
Para un reencuadramiento teológico-sis-
temático de la opción por los pobres”.
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Vigil, José María y Leonardo Boff. La opción por
los pobres. Santander: Sal Terrae, 1991.
carta
Recibido: 08/11/2019
De los muros
al jardín
Wilmer Gómez y otros
Estudiantes de Teología, Pontificia Universidad
Javeriana
wilmer_gomez@javeriana.edu.co
FOTO: CHRISTIAN LUE (UNSPLASH)
Querida catequista:
Es posible que después de tanto tiempo no
recuerde mi rostro y que al ver mi nombre
no encuentre más que un garabato difícil de
pronunciar. El tiempo ha pasado y, tal vez, los
recuerdos ya estén agonizando en su memoria.
Escribo estas palabras pensando en usted y es-
pero que resuenen en su corazón como un eco
a sus enseñanzas.
Hago memoria del tiempo que usted ha entre-
gado generosamente durante los años de su
labor. Pienso en las largas horas que ha gastado
tratando de explicar el misterio de la Trinidad,
la encarnación del Verbo, la resurrección de
Jesucristo, la venida del Espíritu Santo, la con-
figuración de la Iglesia y tantos otros misterios
que, según lo ordenado por la santa madre
Iglesia, era necesario memorizar antes de reci-
bir cualquier sacramento. Pienso también en la
angustia que reflejaba su rostro cuando alguno
de nosotros no lograba entender,
por ejemplo, que Dios es Uno y
Trino, que es Padre, que es Juez,
que es Señor, que nos ama, que
nos reprende y que nos salva. Y
ahora entiendo perfectamente su
angustia, porque no es tarea fácil
hacer que los niños aprendan la
recta doctrina y reciten fervoro­
samente las verdades de la fe.
Viene a mi memoria también su
rostro de decepción cuando al-
guno de nosotros, por descuido
o rebeldía, no asistía a sus leccio-
nes con la cartilla, el cuaderno y la
Biblia, materiales imprescindibles
para usted. Y cómo no recordar
los innumerables llamados de
atención que con tanta fuerza
Texto fruto de la práctica in­
vestigativa para la asignatu­
ra Pedagogía de la Teología
(2019). Trabajo colectivo re­
dactado por Wilmer Gómez,
acompañado por el profesor
John Carlos Pumacaya Car­
bajal; con la participación de
Mauricio Alejandro Cardenas
Romero, Elkin Jair Collazos
Carvajal, Carlos Octavio Garcia
Loya, Jhon Jairo Leon Cubillos,
Efren Leyton Molina, Jose Ci­
cero Marques Junior, Francis­
co Haroldo Paiva Alexandre,
Milagros del Valle Pérez Sierra,
Oscar Eduardo Quiroz Naran­
jo, Jose Elissandro Santos De
Santana, y Eduardo Sales De
Lima.
 usted impartía como exhortación al silencio, la
disciplina y el buen comportamiento durante el
tiempo de catequesis. Recuerdo su carácter para
“controlar el grupo” y su determinación a la hora
de decidir quién podía recibir el sacramento,
porque “muchos eran los llamados y pocos los
elegidos”. Además, el desafío de “ganar almas
para Dios”, como usted decía, exigía valor
y coraje.
Estos recuerdos vagan por mi memoria y me
lleno de tristeza al saber que, después de tanto
tiempo, la catequesis sigue siendo hoy un refle-
jo de las lecciones que usted impartía en otros
tiempos y contextos. Espero que me entienda,
no es que sus enseñanzas hayan sido estériles,
sino que el paradigma que las engendró ya está
agonizando. Como usted sabe, la Iglesia ya no
es la gran institución que decreta cómo debe ser
la sociedad y qué tipo de formación es necesa-
ria para mantenerla. La época de la cristiandad y
de las leyes tiende a ser una imagen del pasado.
Los mandatos y decretos divinos están cediendo
24
su lugar a la autonomía de la persona. De modo
que, aquello que me genera tristeza, querida ca-
tequista, no es la decadencia del viejo modelo
eclesial donde ciudadano y católico eran sinó-
nimos, donde la herejía era esencialmente un
delito de lesa majestad y donde la renuncia a la
fe era un acto de rebelión. Aquello que me causa
tristeza es la manera como la catequesis se ha
quedado anclada al pasado transmitiendo fór-
mulas que nada dicen a la realidad actual y poco
ayudan en la vivencia de la fe.
Me pregunto, por ejemplo, apreciada cate-
quista, si explicarle a un joven que Padre, Hijo
y Espíritu Santo son tres personas distintas y
un solo Dios verdadero, contribuye en la cons-
trucción del Reino de Dios, que es la esencia de
nuestra fe. Es triste que las lecciones que recibí
hace tantos años sean las mismas que hoy reci-
ben mis hijos y mañana recibirán mis nietos; y me
pregunto: ¿tantos contenidos son inmunes a los
cambios sociales?; ¿la cultura de hoy no le dice
nada a la fe?; ¿el ser humano del mañana será el
mismo de hoy? Me angustia enormemente que
la fe se considere por encima del tiempo y del
espacio y que, por tanto, no conozca de culturas
y momentos. No es por demás que el espacio
catequético sea un lugar neutro; porque, al pa-
recer, más importante que el lugar, las personas
y las comprensiones de la vida, son las verdades
absolutas y universales que tienden a encerrar
el misterio de Dios en una especie de capsula in-
mune a los cambios históricos. De ahí que una
catequesis hoy sea, generalmente, la misma
en la parroquia, en el colegio o en la universi-
dad. Si no importa el lugar menos importan las
comprensiones vitales.
Le comparto esto porque me angustia que los
catequistas de hoy reproduzcan su esquema,
arrojen información y no vean más allá del sa-
cramento. Me causa tristeza, por ejemplo, que
actualmente la comida sea un elemento impen-
sable durante la catequesis, que la palabra sea
propiedad del catequista y que el silencio sea el
signo más elocuente de una “buena catequesis”.
Tal vez usted no lo habrá notado, pero hoy la
catequesis es todo menos un espacio de apren-
dizaje. Y lo digo porque considero que aprender
es mucho más que recibir contenidos, aprender
es una experiencia vital que involucra toda la
existencia. Sin embargo, la catequesis actual,
como usted sabe, no involucra más que el oído
y la visión, es un ejercicio en el cual uno habla y
los demás escuchan, reproduciendo el esquema
escolar tradicional donde el profesor transmite
y los alumnos reciben. No es casualidad que los
jóvenes llamen al catequista “profe” y asuman
la catequesis como una clase más en la cual hay
que escuchar, escribir, leer, memorizar y ser ca-
lificado. ¿Es posible una catequesis sin cartilla y
sin cuaderno? o ¿estamos condenados al papel?
Me pregunto también, estimada catequista, por
las motivaciones de los sujetos que intervienen
en la catequesis, y resuenan en mi memoria al-
gunas expresiones de los jóvenes: “porque mi
mamá me inscribió”, “porque ya tengo la edad
para hacer la catequesis”, “porque quiero estar
más cerca de Dios”, “porque me quiero casar”
etc. Y de parte de los catequistas: “porque
me toca”, “porque el padre me pidió”, “por-
que me gusta”, “porque quería servir en la
parroquia”. Tal vez para usted sea familiar este
lenguaje puesto que expresa muy bien el estado
de la catequesis actual, realidad que, dicho sea
de paso, poco tienen en cuenta quienes teorizan
sobre el oficio catequético al considerar más im-
portante ofrecer definiciones idealistas alejadas
de las situaciones reales y centradas en el “deber
ser” de la catequesis. Pero si estas son las moti-
vaciones es justo preguntar ¿por qué nadie da la
vida por la catequesis? ¿por qué la catequesis se
asume como una obligación? Asistir dos o tres
horas por semana a un salón para transferir o
recibir información no pone en juego la vida de
nadie. ¿Quién da la vida por una idea?
Si la catequesis no invo-
lucra la vida no está en
juego la existencia
Y si la catequesis no involucra la vida es por-
que no está en juego toda la existencia. Sabrá
usted, apreciada catequista, que el ser humano
es mucho más que una máquina para recibir y
transferir información y que la catequesis no
puede limitarse a contenidos, que si fueran de
interés para los jóvenes podrían encontrarlos a
un clic en Internet. Si lo importante de la cate-
quesis es saber qué es la Trinidad, qué es la fe,
qué es la Iglesia, ¿qué sentido tendría encontrar-
se cada 8 días en un salón generalmente oscuro,
frio e incómodo? ¿no sería más eficiente compar-
tir la información en una plataforma digital a la
cual, tanto jóvenes como catequistas, puedan
25
 acceder a la hora qué quieran y en el lugar que
deseen? Creo que el ser humano es mucho más
que una máquina que recibe y transfiere infor-
mación y, por ello, es una pena que los jóvenes
sean evaluados por la cantidad de contenidos
que asimilan y los catequistas por su capacidad
para transmitirlos.
Pero ¿en qué momento separamos el aprendi-
zaje de la vida?, ¿en qué momento la enseñanza
cristiana se convirtió en teorías?, ¿desde cuán-
do aprender cristianamente es aprender ideas?
No creo que quienes abrazaban la fe cristiana
en los orígenes aprendieran conceptos o ver-
dades. Pienso que las primeras comunidades se
asemejaban poco a las escuelas griegas. Apren-
der cristianamente implicaba toda la existencia:
era necesario un territorio donde echar raíces,
una casa donde congregarse, una mesa para
compartir los alimentos y la vida. Me pregunto
si la catequesis no deberá desprenderse del mo-
delo doctrinal heredado de los griegos, dejar la
transmisión de verdades como algo del pasado y
recuperar el sentido propiamente cristiano que
coloca la vida por encima de la doctrina, que no
pretende transmitir la fe con palabras sino con
la experiencia. Porque los primeros cristianos no
aprendían doctrinas sobre la salvación, sino que
su vida misma era territorio de salvación.
Su vida misma era
territorio de salvación
No obstante, mi intención no es juzgar su ma-
nera de proceder o simplemente cuestionar
sus métodos y contenidos amarrados a un mo-
delo decadente. No todo está perdido: ¡hay
esperanza! Si los cristianos soñamos con un
mundo mejor, creo que es válido también soñar
con una Iglesia diferente donde los roles den
paso a la hermandad y las ideas estén al ser-
26
vicio de la vida. Más aún, ya existen brotes de
una nueva Iglesia en el jardín de esta tierra la-
tinoamericana donde renace constantemente
el amor y florece la alegría. Somos parte de una
primavera eclesial impulsada por el Espíritu que
siempre ha hecho brotar la esperanza. Dejemos,
querida hermana, que el sol del nuevo día eclesial
no sólo rompa la oscura frialdad de los templos
edificados sobre el viejo paradigma, sino que
nos hermane nuevamente con la tierra, el aire
y el agua, elementos sin los cuales es imposible
pensar a Dios en este continente. Que los muros
de las iglesias se desplomen por la fuerza de la
vida y que las viejas estructuras caigan por su
peso y queden sepultadas para siempre.
No tengamos miedo a remplazar la Iglesia de
masas por pequeñas comunidades animadas
por el viento cálido del Espíritu. Pasemos de la
Iglesia de rituales fríos y estáticos a la comuni-
dad festiva que celebra su existencia alrededor
del fuego, a la luz de la luna y al son de la tam-
bora, el charango, la conga, el tiple, la quena, el
pandero y tantos otros instrumentos que mar-
can el palpitar de nuestros pueblos. Porque esta
experiencia nos recuerda que celebrar la fe no
significa asistir al templo cada domingo, sino fes-
tejar y comulgar con el amor de Dios que, como
el fuego, calienta la tierra e ilumina el rostro
de quienes están a su alrededor, inspirando la
utopía de un mundo mejor.
Miremos con alegría, querida amiga, este nuevo
modo de ser Iglesia donde la fe es impensable
sin el rio, la laguna o la cascada e imaginemos
una formación que abra nuestros ojos a estas
realidades y nos ayude a contemplar todo lo
creado desde la perspectiva de Dios, cuya mira-
da es de ternura y compasión. Dejemos que la
montaña, el valle y la playa hablen de las maravi-
llas de Dios, que el frio de los páramos nos haga
sentir el calor del Espíritu que anima la vida de
nuestros pueblos, y que el calor de las playas nos
conduzca a las fuentes de agua viva que brotan
del corazón de estas tierras.
Hagamos, querida hermana, que la comida vuel-
va a ser el elemento central de la experiencia
comunitaria y formativa, que un sancocho, una
feijoada, un ceviche o un asado, sean la excusa
perfecta para despertar la solidaridad, forta-
lecer la fraternidad y cultivar el sueño de una
sociedad alternativa donde prime el bien común
por encima de los intereses individuales. Que en
esta nueva manera de ser Iglesia no solo el pan y
el vino sean alimento y bebida de salvación, sino
que también la papa, la yuca, el maíz o el pláta-
no, frutos de la tierra y del trabajo del hombre y
la mujer de este continente, hablen del amor mi-
sericordioso de Dios que día a día alimenta a su
pueblo. Que al compartir los alimentos la comu-
nidad se sienta convocada a celebrar sus gozos y
esperanzas y se convierta de este modo en tierra
fértil para el cultivo de la salvación. Que la hora
del tinto, tan querida en nuestros pueblos, sea
un kairós comunitario donde se haga evidente
el compartir de los sufrimientos y la cercanía de
Dios que se manifiesta en el hermano, el amigo
o el compañero.
Entremos, querida amiga, a la Iglesia de la espe-
ranza, en la cual es inimaginable la dimensión
espiritual sin el cuerpo, porque éste no se lee ya
como elemento de pecado y tropiezo en el cami-
no a la santidad, sino como terreno privilegiado
para reconocer el obrar de Dios que ha querido
hacerse humano para ofrecernos su divinidad.
Alegrémonos porque la preocupación de esta
comunidad no es ya salvar almas sino, generar
espacios de liberación y salvación para el ser
humano, puesto que la fe no se entiende como
un requisito para entrar al cielo, sino como luz
de sentido para la existencia de los hombres
y mujeres de la sociedad, especialmente para
aquellos que en estas tierras se sienten apalea-
dos por las injusticias.
Animados por el Espíritu que convoca esta nueva
manera de sentirnos Iglesia, emprendamos la
búsqueda de una formación verdaderamente
cristiana, es decir, que involucre toda la existen-
cia, que descargue el yugo de la incorporación
27
 sacramental y empiece a tejer los mantos de la
sacramentalidad de Dios en la historia. En otras
palabras, hagamos que la efectividad de esta
nueva manera de aprender no sea medida por
el número de personas que “reciben” un sacra-
mento, sino por los signos que la comunidad
es capaz de realizar a partir de la celebración.
Pasemos de la noche oscura de la catequesis al
nuevo día del aprendizaje, de la preocupación
por la recepción sacramental al anhelo de con-
vertirnos en sacramento.
Pensemos un modo distinto de aprender que no
hable de los mandamientos, los sacramentos, o
las obras de misericordia, sino que nos haga sen-
tir en nuestra carne los gozos y los sufrimientos
de los demás. En pocas palabras, un aprendizaje
que hable menos del amor y nos convierta más
en amantes. Demos paso a la Iglesia que nos
pone en camino hacia la búsqueda de nuestros
orígenes y hagamos de la formación un escena-
rio vivo de aprendizaje en el cual el cuaderno
sea remplazado por el cuerpo, la cartilla por la
música y los discursos por el arte, de modo que
aprender sea un momento de placer y no de
tortura. Dejemos que el salón de paredes blan-
cas sea remplazado por la montaña, el lago, el
bosque, o el rio donde la comunidad encuen-
tre sus raíces. Que los discursos den paso a los
huainos, la salsa, el merengue o la samba, ritmos
que estremecen el corazón de estos pueblos
que encarnan la alegría, la lucha y la esperanza.
Hagamos, querida hermana, que el mensaje cris-
tiano se conjugue con la sabiduría de los mayas,
el ingenio de los incas y la resistencia de los ma-
puches. Que los abrazos, los gritos, las caricias
y las carcajadas no sean vistas como sinónimo
de indisciplina en la formación. Al contrario, que
sean signos de una comunidad que no entiende
la espiritualidad sin el cuerpo, que vive la alegría
del encuentro y encuentra la alegría de vivir.
Que la creación ya no sea un tema para hablar
28
de los animales, las plantas, el agua y el aire, sino
la manera de entender la conexión de los seres
humanos con la tierra que los une y alimenta. Y
que la conquista de la tierra prometida no es un
hecho del pasado, sino la tarea fundamental de
los creyentes que anhelan un pedazo de tierra
donde hacer su vida y luchan por una sociedad
más equitativa en la cual todos los seres huma-
nos se sientan hijos de esta tierra.
Finalmente, desde este amanecer eclesial que
despunta en nuestra tierra latinoamericana pen-
semos una formación cuyo referente no sea el
salón oscuro de la parroquia, sino la sala de la
casa donde los vecinos de la cuadra o del ba-
rrio, bajo el pretexto de compartir un tinto o un
chocolate, se encuentran para celebrar la vida.
Que el aroma del café nos conecte con quienes
cultivan la tierra y abra nuestros sentidos al mis-
terio de la vida que se va abriendo paso entre
risas, chanzas y juegos. Que en este ambiente de
celebración la fe más que transmitida sea enri-
quecida, tanto con la experiencia de los mayores
como con el vigor de los jóvenes. Hagamos de
los días de lluvia un escenario de aprendizaje
que incentive la compasión, que nos haga sen-
tir el sufrimiento de quienes pasan hambre,
quienes no tienen un techo o se encuentran
abandonados. Y hagamos de los días soleados
oportunidades para experimentar la presencia
de Dios que cada día nos ilumina con su gracia y
nos invita a ser portadores de la esperanza.
Querida hermana, deseo que mis palabras lle-
guen a su corazón y despierten su imaginación.
Que sus sentimientos de esperanza se multi-
pliquen y se conviertan en semillas que otros
siembren en el jardín de la vida, lugar de comu-
nión y encuentro con Dios.
Con cariño,
Emmanuel
ponencia
Recibido: 01/04/2019
La cristología, clave de
comprensión de la
identidad y de la praxis
cristiana
Christophe Mendy
Estudiante de tercer semestre de la Facultad de
Teología, Pontificia Universidad Javeriana.
christophe-mendy@javeriana.edu.co
FOTO: ROD LONG (UNSPLASH)
a reflexión sobre la vida y la obra de Jesús
siempre ha estado en el centro de la inves-
tigación. En efecto, por haber marcado
la historia de la humanidad, la pregunta
sobre Jesús y su mensaje continúa suscitando
hoy un interés particular; siempre, con el pro-
pósito de dar cuenta de su verdadera identidad.
Por la misma razón, Schweitzer dijo:
Cada nueva época de la teología descubría en
Jesús sus propias ideas y no podía imaginárse-
lo de otro modo. Y no sólo se reflejaban en él
las distintas épocas: cada individuo lo interpre-
taba según su propia personalidad. No hay nin-
guna tarea histórica más personal que escribir
una vida de Jesús.
1 Jesús”4. Se trata pues, de un com-
A partir de la idea anterior, se presenta este
escrito2 sobre los títulos cristológicos de Jesu-
cristo, con el fin de conocerle mejor y de amarle
más, pero también, y sobre todo, para poder
dar testimonio de él. Por tal motivo, podemos
sostener con Kasper que: “Lo único que pre-
tenden las fórmulas de profesión
cristológica es traducir el ser y sig-
nificado de la persona y la obra de
Jesús”3.
Lejos de ser meros nombres, los
títulos cristológicos tienen que
ver también con el compromi-
so del creyente como seguidor
de Jesucristo puesto que “en
el evangelio hay una llamada
ineludible al riesgo y a la respon-
sabilidad personal; a una práctica
histórica siguiendo las huellas de
promiso que involucra, más allá
de la simple profesión de fe, una
praxis cristiana con respecto a la
historia.
Así pues, para un mejor desarro­llo
del tema, corresponde en primer
lugar, evidenciar el sentido de
Resumen
Este trabajo pretende ser una
reflexión que resalta el senti­
do de los títulos cristológicos
Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo
del Hombre, desde la obra de
Walter Kasper, Jesús el Cristo,
poniendo en relieve las impli­
caciones de aquellos títulos
para la vida cristiana hoy. En
efecto, la fe cristiana al con­
fesar los títulos cristológicos
busca dar a conocer, por un
lado, la identidad de Jesús, y
por otro, su misión salvífica.
Palabras clave: misericordia,
misionero, Iglesia en salida,
San Agustín.
Palabras clave: cristología, Je­
sucristo, Hijo de Dios, Hijo del
Hombre, Walter Kasper
 los títulos cristológicos de Jesucristo. Luego, se
tratará de exponer con mayor claridad los títu-
los Jesucristo Hijo de Dios y Jesucristo Hijo del
Hombre con base en la propuesta de Kasper.
Finalmente, poner de manifiesto las implica-
ciones de estos títulos cristológicos para el
cristiano hoy.
EL SENTIDO DE LOS TÍTULOS DE
JESUCRISTO
En su obra, Jesús el Cristo, Walter Kasper atribu­
ye a Jesús títulos como: Jesucristo, Hijo de Dios;
Jesucristo, hijo del hombre; y, Jesucristo, me-
diador entre Dios y el hombre. Estos títulos nos
informan acerca a la persona de Jesucristo: su
identidad y su misión. De ahí, la pregunta res­
pecto al sentido.
Kasper afirma: “Jesu-Cristo no es un nombre
compuesto como, por ejemplo, Alejandro Vivas,
sino una confesión que dice: Jesús es el Cris-
to”5. De esta afirmación se deduce, pues, todo
el significado de los títulos de Jesucristo. Así, los
títulos cristológicos de Jesús se refieren a una
profesión de fe, a una creencia. En otras pala-
bras, los títulos son expresiones que revelan la
fe en la persona de Jesús como aquel que salva:
el Mesías; por lo cual, Kasper añade:
La profesión “Jesús es el Cristo” representa el
resumen de la fe cristiana, no siendo la cristo-
logía otra cosa que la concienzuda exposición
de esta profesión. Con esta profesión se quiere
decir: este Jesús de Nazaret, único, insustitui-
ble, es a la vez el Cristo enviado por Dios, o sea,
el mesías ungido por el Espíritu, la salvación del
6 unidad”8.
mundo, la plenitud escatológica de la historia.
Los títulos son expresio-
nes que revelan la fe en
la persona de Jesús como
aquel que salva
30
Los títulos cristológicos se refieren también a su
misión de salvación de la humanidad y de media-
dor entre Dios y los hombres. Es decir, que los
títulos son palabras o atributos que expresan
y dicen algo de la misión salvífica de Jesús. De
hecho, todos los títulos están relacionados con
la salvación que Jesús trae, y en relación con su
misión de divinización del hombre, es decir, con
la posibilidad de que el hombre este en comu-
nión con la Trinidad. Por otro lado, los títulos
permiten dar respuesta a la gran pregunta sobre
la identidad de Jesucristo. Así, ante la pregunta
¿quién es Jesús? podemos afirmar con claridad
que él es: el Cristo, él es el Hijo de Dios, el Hijo
del Hombre, el mediador entre Dios y los hom-
bres. En una palabra: él es el Salvador, aquel
que nos da la posibilidad de entrar en contacto
con la divinidad. Por lo tanto, entendemos que
los títulos se refieren a la dimensión humana y
divina de la persona de Jesús o, más bien, nos
hablan de una realidad que caracteriza la perso-
na de Jesús: es a la vez: Dios y hombre. Por esto,
se puede sostener que “no es posible separar
soteriología, cristología y antropología; se trata
de dimensiones que se hacen recíprocamente
comprensibles”7.
Por consiguiente, los títulos evidencian las dos
perspectivas que implican el estudio sobre la
persona, la vida y la obra de Jesús: la de la his-
toria (el Jesús histórico) y la de la fe (el Cristo
de la fe); puesto que, “cristología y soteriolo-
gía, es decir, la doctrina del significado salvador
de Jesucristo, forman consecuentemente una
ALGUNOS TÍTULOS DE JESUCRISTO
EN WALTER KASPER
Los títulos atribuidos a Jesucristo son expre-
siones de fe que dan cuenta de la identidad de
él. Es decir, el nombre de Jesucristo, más allá
de referirse a una persona, expresa más bien,
una profesión de fe en un Dios verdaderamente
divino y humano.
Jesucristo, Hijo de Dios
En relación con este título, Kasper resalta o, más
bien, enfatiza en la dimensión divina de la perso-
na de Jesús. Pues, Jesús no es solamente es un
hombre como todos los demás, sino que tam-
bién es Dios. Además, este título cristológico
resalta, sobre todo, la doctrina y enseñanza de
la Iglesia sobre el dogma cristológico. En efecto,
después del Concilio de Nicea en el 325, la Igle-
sia, en respuesta a la herejía de Arrio9, ratificó
la divinidad de Jesús, como Dios-Hijo. Así, res-
pecto a la herejía arriana, los Padres de la Iglesia
afirmaban la consubstancialidad de Jesús con el
Padre, según el término griego homo-ousios, es
decir, de la misma substancia divina que la del
Padre. Razón por la cual, el credo Niceno-cons-
tantinopolitano, confiesa: “Creemos […] en
el único señor Jesucristo, hijo de Dios, unigé­
nito del Padre, es decir, de la esencia del Padre,
Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios
verdadero, engendrado, no creado, consustan-
cial al Padre…”10.
En consecuencia, el título de Hijo de Dios revela
la verdadera identidad de Jesús, su divinidad; de
tal manera que afirmar que Jesús es el Hijo de
Dios, es hacer una profesión de fe, según la cual,
“el Hijo es divino, de modo que quien lo encuen-
tra, encuentra al mismo Padre”11. De mismo
modo, este título se refiere a la misión salvadora
de Jesús. En efecto, no solamente afirma o sos-
tiene la divinidad de Jesús como verdadero Dios,
sino también como el Salvador. En tal sentido,
Kasper nos hace entender la preocupación sote-
riológica de tal afirmación cuando dice, citando
a San Atanasio: “Si Cristo no es verdadero Dios,
entonces tampoco hemos sido salvados, pues
solo el Dios inmortal nos puede redimir de nues-
tro sometimiento a la muerte y darnos parte en
la plenitud de su vida”12.
Por esta razón es muy importante la profesión
de fe del título de Jesucristo, Hijo de Dios, pues-
to que permite comprender que con Cristo y
solamente con él, nosotros podamos participar
de la vida divina y, por ende, acércanos a la Tri-
nidad, pues, como dice el Evangelio: “Dios ha
enviado su Hijo para que el mundo se salve por
él” (Jn 3,17). En este sentido, se puede soste-
ner con Kasper que “la profesión de la filiación
divina de Jesús pasa por ser desde entonces lo
distintivamente cristiano”13; porque en Jesús
se revela la divinidad o, más bien, se nos revela
quién es Dios. De ahí, entonces, “la comunica-
ción de idiomas” nos hace entender que lo que
se dice de Dios también se dice de Jesús, pues,
en la medida en que conozcamos a Jesús,
también conoceremos a Dios, dado que Dios
es Jesús.
Jesucristo, Hijo del Hombre
Jesucristo, no solamente es confesado como
el Hijo de Dios, sino también como el Hijo del
Hombre. Este título quiere resaltar la verdade-
ra humanidad de Jesús: el que vivió y murió. Por
consiguiente, dicho título pone de manifiesto
la verdad sobre la encarnación. Así, al afirmar
que Jesucristo es hijo del hombre, estamos
confesando que fuera de ser verdadero Dios,
él es también hombre: “el Verbo se hizo carne”
(Jn 1,14); porque, en él acontece la divinidad
o, mejor dicho, la divinidad, Dios, en Jesús
se humanizó, se hizo hombre como uno de
nosotros. Lo anterior, según afirma Kasper,
citando a San Ireneo de Lyon: “pues, él se hizo lo
que nosotros somos para hacernos totalmente
lo que él es”14.
Dicho título, entonces, nos muestra la cercanía,
la solidaridad del Dios invisible, transcendente,
31
 el totalmente otro con la humanidad, puesto
que en Jesús da a conocer su intimidad y sus
planes (DV 16). Lo anterior, debido a que en
Jesús acontece la divinidad de manera perfecta
y definitiva según dice la Escritura: “Él es la
imagen visible del Dios invisible” (Col 1,15).
Así que, “al hacerse hombre nos mostró la
verdadera imagen del hombre; como reflejo del
Padre invisible pudo volver a asemejarnos con
el modelo”15. La cercanía de la divinidad por
medio de la encarnación del Verbo, más allá de
ser un mero concepto, da cuenta de la salvación
del hombre. Por ello, este título tiene, también,
un alcance soteriológico, puesto que, con su
encarnación, se reconcilia y se une la divinidad
con la humanidad, Dios y el hombre. A partir
de allí, afirma Kasper:
Todo el interés se centra en decir que en él y
por él, Dios habló y actuó de una manera esca-
tológico-definitiva y, por lo mismo, históri-
camente insuperable; y que Dios esta-
ba en él para reconciliar al mundo
consigo. Por ello, la salvación
escatológica de cada hom-
32
bre se decide en este hombre concreto, Jesús
16
de Nazaret.
Por otro lado, este título evidencia la doctrina de
la Iglesia, ratificada en el concilio de Caledonia,
donde se afirman las dos naturalezas de Cristo:
Siguiendo, pues, a los santos Padres, todos
a una voz enseñamos que ha de confesarse a
uno solo y mismo Hijo de Dios, nuestro Señor
Jesucristo […] el mismo perfecto en la humani-
dad, […] y el mismo verdaderamente hombre
[…] en cuanto a la humanidad, semejante a no-
17
sotros, menos en el pecado…
De hecho, al atribuir a Jesucristo el título de
Hijo del Hombre, confesamos su verdadera y
perfecta humanidad. En otras palabras, con la
encarnación del Verbo, se reconoce la solida-
ridad de Dios-Padre con la humanidad, porque
en Jesús, Dios-Hijo, asumió la humanidad, sal­
vándola por la pasión, muerte y resurrección
del Hijo.
Así pues, los títulos cristológicos: Hijo de Dios e
Hijo del Hombre son síntesis de la doctrina de la
Iglesia y profesión de fe, según la cual, Jesús es
verdadero Dios y hombre.
IMPLICACIONES DE LOS TÍTULOS
CRISTOLÓGICOS EN LA VIDA CRISTINA HOY
Los títulos cristológicos, según los cuales Jesús
es Hijo de Dios e Hijo del Hombre, nos invitan
o, más bien, nos desafían a tomar conciencia
de nuestra identidad como bautizados.
En efecto, con el bautismo hemos
recibido la adopción divina,
la cual nos ha conferido la
dignidad de hijos de
Dios, en el único
Hijo, Jesucristo. Se trata, entonces, de una in-
vitación a reflexionar sobre las implicaciones
de la identidad y de la praxis cristiana, dado
que, “el problema de la identidad cristiana está
esencialmente vinculado al de la integridad hu-
mana...”18. Sin embargo, según Schillebeeckx:
“este problema de identidad no puede resol­
verse de forma puramente teórica, sino que
exige, esencialmente, una praxis determinada,
contemplativa y política”19.
Reflexionar sobre las
implicaciones de la
identidad y de la praxis
cristiana
En consecuencia, ser hijos de Dios desde nues-
tro bautismo significa vivir como Jesucristo, el
don total de sí mismo, esto es, la capacidad de
colocar nuestra vida al servicio de los demás.
Por otro lado, significa obedecer a la voluntad
del Padre, es decir, llevar una vida que refleje el
amor, la misericordia y la compasión. Se trata
de vivir como hijos de la luz, según se afirma en
1Jn 1-3; también, es vivir en una relación profun-
da de comunión con el Padre en la oración. Es en
definitiva, ser un signo de la presencia del Reino
de Dios porque “como creador, Dios promue-
ve el bien y lucha contra el mal, el sufrimiento y
la injusticia, es decir, contra los elementos que
hunden al hombre en el absurdo”20. Signifi-
ca ser cristiano, es decir, “mirar el mundo, la
vida social, las fiestas, los pesares, todo con los
ojos de Cristo”21.
Por otra parte, al confesar que Jesús es Hijo del
Hombre, esta profesión de fe nos hacer adquirir
el compromiso de llevar una vida plenamente
humana, es decir, comprometerse como Jesús
por la causa del hombre.
En efecto, el título Jesucristo, Hijo del Hom-
bre, es una invitación, a su vez, a la toma de
conciencia de nuestra humanidad y asumirla
plenamente, ya que Dios mismo se hizo hombre.
De esta forma, confesar la verdadera humani-
dad de Jesús nos lleva a comprometernos como
defensores de la vida y promotores de todo lo
que contribuye a restaurar la dignidad del ser
humano, por la simple razón de que “la gloria de
Dios está en la felicidad y bienestar, en la salva-
ción de los hombres”22.
Confesar que Jesús es el Hijo de Dios y el Hijo
del Hombre, significa trabajar para la realización
del ser humano. Si Dios mismo en Jesús asumió
la condición humana y la glorificó por su muer-
te y resurrección, quiere decir, entonces, que la
vida del hombre, la humanidad tiene valor. En
otras palabras, es afirmar que “Dios mismo ga-
rantiza que la vida humana tiene sentido”23. Por
ende, se trata de una nueva forma de relacio-
narnos con la sociedad, porque es “reconocer
claramente que la praxis del reino de Dios im-
plica, además de una renovación interior, una
reforma y mejora de las estructuras sociales”24.
Pues bien, nos corresponde como cristianos asu-
mir plenamente nuestra existencia humana y
participar en la lucha de Jesucristo: la elevación
y restauración del hombre pobre y humillado. En
la perspectiva de seguimiento a Jesús, es optar
por los oprimidos, por la justicia y el derecho y,
comprometernos en favor de los excluidos, de
los marginados; según dice la Escritura, que él
pasaba haciendo el bien (Hch 10, 38). Por tanto:
Dado que la salvación cristiana es una salva-
ción de y para los hombres […] hombres que
necesitan la naturaleza para construir su propio
mundo y que se necesitan también mutuamen-
te para aceptarse unos a otros, en la justicia, en
el amor, logrando así una sociedad en la que
25
puedan vivir humanamente.
33
 CONCLUSIÓN
Hemos visto que los títulos cristológicos, según
los cuales reconocemos y confesamos que
Jesucristo es Hijo de Dios e Hijo del Hombre, ex-
presan la enseñanza y la profesión de fe de la
Iglesia. Es decir, la verdadera divinidad y humani-
dad de Jesús y su obra salvadora por su pasión,
muerte y resurrección.
No debe limitarse
solamente a una simple
proclamación, sino que
implica una forma de ser
Sin embargo, esta confesión de fe por parte del
cristiano no debe limitarse solamente a una sim-
ple proclamación, sino que implica una forma de
ser y, sobre todo, de actuar. Lo anterior, debido
34
a que “la fe cristiana es un recuerdo de la vida
y muerte de Jesús resucitado, un recuerdo que
conduce al seguimiento”26. Por ende, la fe en la
divinidad y la humanidad de Jesucristo nos debe
llevar a tomar conciencia de nuestra identidad
y misión como bautizados, hijos de Dios en el
Hijo. Y esto, con el fin de “afrontar las nuevas
si­tuaciones como él, desde una intensa expe-
riencia de Dios”27.
En suma, podríamos sostener que con los tí-
tulos cristológicos confesamos nuestra fe en
Jesús, reconociendo así su identidad y su misión
salvífica. En efecto, después de haber reflexio-
nando acerca de los títulos cristológicos, de su
sentido, ha sido importante en un enfoque ló-
gico, preguntarnos respecto a las implicaciones
de tales títulos para la vida cristiana hoy. Pues,
se trata de ver hasta dónde la proclamación de
estos títulos interpela la praxis cristiana, dado
que como cristianos, hoy nos toca participar
en la transformación de la sociedad porque es de la realidad histórica que nos toca vivir con fe
“una obligación cristiana urgente que brota del y esperanza.
evangelio”28.
Pues bien, la predicación de la llagada del Reino NOTAS
de Dios nos llama a obrar por un mundo nuevo 1
Schweitzer, Geschichte der Leben-Jesu-Fors-
donde se ve y se experimenta la cercanía de chung, 45, citado por Aguirre, “Estado actual
aquel que se hizo carne, y, por ende, a dar tes­ de los estudios sobre el Jesús histórico después
timonio de su obra liberadora, porque de Bultmann”, 434.
Ahí reside precisamente el valor salvífico de la 2
Revisión y adaptación de la ponencia “Impli-
muerte de Jesús, que nos remite a la radicalidad caciones de los títulos cristológicos en la vida
de su mensaje y de su correspondiente praxis,
cristina hoy”, presentada en el tercer Coloquio
al carácter incondicional de su entrega y de su
compromiso, a la bondad de toda su persona, de Estudiantes de Teología, de la Pontificia Uni-
mensaje y acción.
29 versidad Javeriana, el 24 de octubre del 2019.
3
Kasper, Jesús el Cristo, 7.
En definitiva, los títulos cristológicos nos remi-
4
ten a lo que estamos llamados a ser: auténticos Espeja, Hemos visto su gloria: introducción a la
cristianos. Es decir, vivir plenamente la misión Cristología, 325.
del seguimiento, del discipulado a fin de anun- 5
Kasper, Jesús el Cristo, 14.
ciar como Jesucristo, con palabras y obras, 6
Ibíd.
el Reino de Dios, “de modo que la tarea de la
7
teología hoy consiste en la cristología en la que Schillebeeckx, En torno al problema de Jesús:
se apoyan mutuamente de modo inseparable y claves de una cristología, 89.
8
perfecto identidad y relevancia, ser y significa- Kasper, Jesús el Cristo, 23.
do”30. Así, la tarea urgente de la cristología es 9
El arrianismo negaba la divinidad del Hijo con-
responder a la pregunta: ¿Cómo dar razón de siderándole como creatura de Dios-Padre y, por
la esperanza y hacer creíble hoy que Cristo es ende, afirmaba solamente su humanidad. Es
el salvador?31. decir, consideraba que no es verdaderamente
Las implicaciones de los títulos cristológicos en Dios porque fue engendrado por el Padre pues-
la vida cristina hoy apuntan a la necesidad de to que no existía desde siempre.
una formación cristiana sólida y pertinente, es- 10
Ibíd., 218.
pecialmente de los jóvenes, por ser el presente 11
Ibíd.
de la Iglesia, para que, según las palabras de
12
Francisco, caigan en la cuenta de su verdadera Ibíd.
identidad como cristianos, hijos de Dios: cons- 13
Ibíd., 199.
tructores de puentes. Esto viene en relación 14
Ibíd., 237.
directa y da continuidad a la “opción preferencial
15
por los jóvenes” abordada desde la Conferen- Ibíd.
16
cia Episcopal de Puebla (1979), para que, sobre Ibíd., 241.
todo, tomemos conciencia del compromiso que 17
Duquoc, Cristología: ensayo dogmático sobre
implica ser cristiano, es decir, de participar en Jesús de Nazaret, el Mesías, 245.
la transformación social, económica y política

35
 18
Schillebeeckx, En torno al problema de Jesús, BIBLIOGRAFÍA
89. Aguirre Monasterio, Rafael. “Estado actual de
19 los estudios sobre el Jesús histórico des-
Ibíd.
20 pués de Bultmann”. Estudios Bíblicos 54/4
Ibíd., 78.
(1996): 433-463.
21
García, Jesús el Señor, 195.
Escuela Bíblica y Arqueológica de Jerusalén
22
Schillebeeckx, En torno al problema de Jesús, (trad. y ed.). Biblia de Jerusalén. Bilbao:
78. Desclée de Brouwer, 2018.
23
Ibíd. Duquoc, Christian. Cristología: ensayo dogmático
24 sobre Jesús de Nazaret, El Mesías. Salaman-
Ibíd., 85.
25 ca: Sígueme, 1985.
Ibíd., 84.
26 Espeja, Jesús. Hemos visto su gloria: introducción
Ibíd., 80.
27 a la Cristología. Salamanca: San Esteban,
Ibíd. 1994.
28
Ibíd., 85. García Herreros, Rafael. Jesús el Señor. Bogotá:
29
Ibíd., 86. Centro carismático, 1977.
30
Kasper, Jesús el Cristo, 16. Kasper, Walter. Jesús el Cristo. Salamanca: Sígue-
31 me, 1989.
Espeja, Hemos visto su gloria, 337.
Schillebeeckx, Edward. En torno al problema de
Jesús: claves de una cristología. Madrid:
Cristiandad, 1983.

36
ponencia
Recibido: 31/10/2019
Los rostros concretos de Dios en
Puebla: una hermenéutica a la luz
del Christus totus agustiniano
Anderson Fabián Santos Meza
Estudiante de séptimo semestre de Filosofía, Pon-
tificia Universidad Javeriana.
a-santos@javeriana.edu.co
FOTO: ROBBY MCCULLOUGH (UNSPLASH)
esde que recibí la invitación a participar
en este tercer Coloquio de Estudiantes
de Teología, con ocasión de la celebra-
ción del cuadragésimo aniversario de la
Conferencia General del Episcopado Latinoa-
mericano, realizada en México (1979), empecé
a considerar el tema de esta comunicación1. Así
que, mientras realizaba la lectura del documento
conclusivo de Puebla, en primer lugar, me resul-
tó bastante relevante percibir cómo la situación
del ser humano en el contexto latinoamericano
era leída bajo el matiz de una cristología de la
pasión2; y, en segundo lugar, llamó mi atención
apreciar, transversalmente, un lenguaje agusti-
niano en todo el documento. Estos dos asuntos
se articularon en un solo tema: la hermenéu­
tica del rostro, en el contexto latinoamericano.
A continuación, los rostros del Cristo histórico,
de la Iglesia, y del cristiano latinoamericano se
pondrán en diálogo de la siguiente manera: en
primer lugar, desde la presentación de la noción
agustiniana de Christus totus; en
segundo lugar, desde una lectura
de los numerales 30 al 39 del Do-
cumento de Puebla, a la luz de esta
noción; y, en tercer lugar, desde
una sugestiva consideración del
“rostro nuevo” que estos tiem-
pos contemporáneos reclaman.
LA NOCIÓN AGUSTINIANA
DE CHRISTUS TOTUS
“Christus totus” es la noción con
que San Agustín no solo subraya
constantemente la maternidad
de la Iglesia como esposa del
Cristo, sino que pone el máximo
énfasis en la relación entre Cristo
y la Iglesia. Según el Obispo de
Hipona, la Iglesia, unida al Cristo
“individual e histórico”, conforma
el Cristo total. Sin duda, esta afir-
Resumen
En el Documento de Puebla se
presenta una matizada exposi­
ción del rostro de Cristo, que,
puesta en diálogo con la no­
ción agustiniana de Christus
totus, transparenta el crítico
diagnóstico de la situación de
la Iglesia latinoamericana. Si
bien han pasado 40 años des­
de que se celebró esta Confe­
rencia General del Episcopado
Latinoamericano, sigue siendo
bastante vigente y confron­
tador el mensaje que allí se
condensa. Desde un ejercicio
hermenéutico, se presentará
un acercamiento a los rostros
concretos y sufrientes de Cris­
to que se exponen en Puebla,
para luego, considerar la pro­
puesta esperanzadora del ros­
tro “nuevo” y “resucitado” de
Cristo.
Palabras clave: Puebla, Iglesia
latinoamericana, rostros de
Cristo, teología de la libera­
ción, teología práctica.
 mación es tomada de la doctrina de San Pablo pues el mismo arquetipo, el Hijo, se encarnó en
(1Co 11,3; Col 1,18; Ef 5,23), puesto que este Padre “lo humano”, y la Communio Christi de la Iglesia
de la Iglesia latina es considerado como uno de no se realiza sino a través de la congregación ac-
los más atentos lectores del epistolario paulino. tiva de la “nueva humanidad”, de la comunidad
En los Tratados sobre el Evangelio de San Juan de creyentes.
(In Iohannis evangelium tractatus)3, San Agustín Esta hermenéutica de la vida cristiana, en la que
afirma que hemos llegado a ser, no solamente “la experiencia y la interpretación forman un
cristianos, sino el pro- todo indisociable y de
pio Cristo. Y formula Revelación que solo mutua influencia”6, solo
una sustancial pregunta: se puede realizar par-
¿comprendéis, herma- puede comprenderse tiendo de una condición
nos, la gracia que Dios a través del vínculo esencial e irremplazable:
nos ha hecho al darnos la caridad. Esta virtud
a Cristo como Cabeza? Cristo-Iglesia-Hombre teologal, según Agustín,
Esta pregunta está orien- tiene un valor funda-
tada, precisamente, hacia la esencia del “ser del mental en la terna que conforma junto con la
cristiano”, el haber sido hechos hijos por el Hijo esperanza y la fe, debido a que estas últimas no
(Jn 1,12). Asimismo, en uno de los “Sermones trascienden la vida terrena, mientras que la cari-
de la Cuaresma” del 4124, afirma que el cuerpo dad es tanto inmanente como trascendente.
de esta Cabeza es la Iglesia, no solo la que está Ahora bien, es precisamente a través de la cari-
en este lugar, sino la Iglesia que está presen- dad que, en la Conferencia de Puebla, la noción
te en este lugar y que se extiende por toda la agustiniana del Christus totus se articula con la
tierra; y no solo los que viven en este tiempo,
sino todos, desde Abel hasta los que nazcan al
final de los tiempos y crean en Cristo.
Así, pues, la noción del Christus totus es usada
por Agustín para manifestar aquella revelación,
epifánica, de Dios en la historia humana, que solo
puede comprenderse a través del vínculo inse-
parable Cristo-Iglesia-Hombre. Y es precisamente
la comprensión de este vínculo la que hace posi-
ble que se presente, en el Corpus Agustinianum,
una hermenéutica de la vida cristiana en clave
cristológica, eclesiológica y antropológica: cris-
tológica, puesto que el Hijo es el que arquetipo
del ser humano, Él es el “mediador entre Dios y
la humanidad” (1Tm 2,5), es el “camino hacia el
Dios de la humanidad”5; eclesiológica, en cuanto
que, como ya se manifestó, la Iglesia es el cuer-
po de Cristo, y toda su actividad salvífica hace
parte de la Communio Christi; y antropológica,

38
exposición de los rostros concretos de Cristo.
La hermenéutica de la vida cristiana adquiere,
aquí, un matiz particular, se transforma en her-
menéutica de la vida cristiana, en el contexto
latinoamericano.
PUEBLA: LOS ROSTROS CONCRETOS
DE CRISTO
Luego de haber presentado el vínculo insepara-
ble Cristo-Iglesia-Hombre en la constitución del
Christus totus, los numerales 31-39 de Puebla no
podrían presentarse de otra manera sino a tra-
vés de la perspectiva de este mismo vínculo: los
rostros sufrientes de los hombres de estos tiem-
pos contemporáneos son manifestaciones del
rostro del Cristo de la pasión y del rostro de una
Iglesia “adolorida” que, como lo expone San
Pablo, sufre cuando alguno de sus miembros
sufre (1Co 12,26)7.
La situación de extrema pobreza generaliza-
da en América Latina se presenta a través de
rostros muy concretos, en los que deberíamos
reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el
Señor, que nos cuestiona e interpela (No 31).
Estos rostros, además, deberán servir de cri-
terios para “interpretar el paso del Señor por
América Latina” (No 268); y, con esto, el objetivo
de la Conferencia de Puebla no consistía en sim-
plemente una hermenéutica de la vida cristiana,
en el contexto latinoamericano, sino que estuvo
marcado por rasgos concretos, buscando ela-
borar, así, una teología sensible al sufrimiento,
distante de cualquier apatía y “espiritualidad
intimista”, de tal manera que sea consecuente
con el mensaje de Jesús de Nazaret. En pala-
bras del padre Baena, se trató de un ejercicio
hermenéutico que puso en tensión cultura con
experiencia histórica y revelación, práctica de
Jesús con prácticas eclesiales8.
39
 En América Latina, el sufrimiento de Cristo se
evidencia en los rostros de niños, golpeados por
la pobreza desde antes de nacer, en los rostros
de tantos niños vagos y muchas veces explota-
dos de nuestras ciudades, fruto de la pobreza
y desorganización moral familiar. En los rostros
de jóvenes, desorientados por no encontrar su
lugar en la sociedad; frustrados, sobre todo en
zonas rurales y urbanas marginales, por falta
de oportunidades de capacitación y ocupación.
En los rostros de indígenas y con frecuencia de
afroamericanos, que, viviendo marginados y en
situaciones inhumanas, pueden ser conside-
rados los más pobres entre los pobres. En los
rostros de campesinos que, como grupo social,
viven relegados en casi todo nuestro continen-
te, a veces, privados de tierra, en situación de
dependencia interna y externa, sometidos a
sistemas de comercialización que los explotan.
En los rostros de obreros frecuentemente mal
retribuidos y con dificultades para organizarse y
defender sus derechos. En los rostros de los des-
empleados, despedidos por las duras exigencias
de crisis económicas y muchas veces de modelos
de desarrollo que someten a los trabajadores y
a sus familias a fríos cálculos económicos. En los
rostros de marginados y hacinados urbanos, con
el doble impacto de la carencia de bienes mate-
riales, frente a la ostentación de la riqueza de
otros sectores sociales. En los rostros de ancia-
nos, frecuentemente marginados de la sociedad
del progreso que prescinde de las personas que
no producen.
Luego de 40 años de Puebla, tendríamos que
añadir los muchos rostros de dolor y sufrimiento
que en nuestro continente han crecido a causa
de la violencia en sus múltiples expresiones, la
cuestión de la inmigración, las ideologías totali-
tarias, las políticas egoístas que atentan contra
la dignidad humana, y las abundantes proble-
máticas ambientales; pero, también, causados
por el escándalo, el descrédito y la perdida
40
de fe que algunos representantes de nuestra
Iglesia han expandido por América Latina. Por
último, el sufrimiento que cada uno de nosotros,
miembros de la Iglesia, hemos padecido y cau-
sado. El diagnóstico de la experiencia cristiana
en nuestro contexto latinoamericano se mues-
tra crítico, pues aun teniendo un fuerte número
de “creyentes”, la situación evidencia una falta
de coherencia cristiana.
Luego de 40 años
tendríamos que añadir
muchos rostros de dolor
y sufrimiento
En suma, el rostro concreto de Cristo que se
presenta en Puebla es el rostro del Cristo cruci-
ficado. Trayendo a este contexto las palabras de
Edith Stein, podríamos concluir que, en todos
estos rostros, aún hoy, los ojos del Crucificado
nos están mirando, interrogándonos y poniéndo-
nos a prueba.
UNA IGLESIA LATINOAMERICANA CON
UN “NUEVO ROSTRO”
No hay personas ni situaciones donde Dios no
esté y donde no pueda ser contemplado. Mu-
chas personas han hecho itinerarios hacia los in-
fiernos de este mundo y se han encontrado con
Dios ahí con una claridad y un sabor que antes
no habían experimentado en medio del éxito,
9
las comodidades y la seguridad ante el futuro.
El documento de Puebla no se estanca y se li-
mita a exponer el rostro sufriente de Cristo
en Amé­rica Latina, sino que, con esperanza y
fe, pretende hacer del rostro del hombre la-
tinoamericano imagen de Cristo resucitado
(No 1296). Como punto de partida, los obispos
lati­noamericanos, en nombre de la Iglesia de
nuestro continente, reconocen con humildad
nuestros errores y pecados, con que hemos os-
curecido el rostro de Dios, y decididamente se
comprometen a continuar su acción pastoral
(No 209). Pero, ¿cómo? Asumiendo la realidad,
y ejercitándose en el discernimiento de las si-
tuaciones y de las llamadas concretas que el
Señor hace en cada tiempo, lo cual exige una
renovada y permanente actitud de conversión,
de apertura, y un serio compromiso con lo que
se ha discernido como auténticamente evan-
gélico (No 338). Así las cosas, se evidencia un
replanteamiento de la cuestión fundamental de
la praxis eclesial10, que, en palabras del padre
Parra, consiste en “un método de teologizar
que resulta inseparable de una práctica, de un
comportamiento, de una espiritualidad o forma
concreta de convivencia cristiana”11.
Para alcanzar tal fin, se comprometen a promo-
ver un mayor acercamiento al Evangelio y una
búsqueda del rostro siempre nuevo de Cristo.
Puesto que de este encuentro con el Hijo debe
nacer un legítimo deseo de luchar por una li-
beración integral (No 173), con la que logremos
despojarnos de toda actitud que desfigure el
rostro de Cristo (No 972). La Iglesia de América
Latina desea anunciar, por tanto, el verdadero
rostro de Cristo12, porque en él resplandece la
gloria y la bondad del Padre providente y la fuer-
za del Espíritu Santo, que anuncia la verdadera
e integral liberación de todos y cada uno de los
hombres de nuestro pueblo (No 189). Pues, la ex-
periencia cristiana es el resultado de la puesta
en tensión de la experiencia humana y la ex-
periencia de los testigos de Jesús, prolongada
y continuada en la práctica liberadora de los
cristianos13.
Esta es la única manera de que en el centro de
nuestra realidad latinoamericana quede implan-
tado el Reino de Dios14: haciendo resplandecer
el rostro de Jesucristo resucitado, haciendo
que la Justicia de Dios triunfe sobre la injusticia
de los hombres. Con Jesucristo, el nuevo Adán,
se ha iniciado una historia nueva y esta recibe
el impulso indefectible que llevará a todos los
hombres, hechos hijos de Dios por la eficacia del
Espíritu, a un dominio del mundo cada día más
perfecto; a una comunión entre hermanos cada
vez más lograda y a la plenitud de comunión
y participación que constituyen la vida misma
de Dios.
Así, se proclama la Buena Noticia de la persona
de Jesucristo a los hombres de América Latina,
llamados a ser hombres nuevos, con la novedad
del bautismo y de la vida según el Evangelio,
para sostener su esfuerzo y alentar su esperanza
(No 197). Resulta fundamental que en esta
propuesta transformadora de la situación
latinoamericana se evidencia un fuerte reconoci-
miento del papel del laico en el seno de la Iglesia,
una toma de conciencia creciente de la necesi-
dad de los laicos en la misión evangelizadora,
pues mediante su testimonio de entrega cristia-
na se logrará presentar el rostro de una Iglesia
comprometida en la promoción de la justicia en
nuestros pueblos (No 777). El cristiano tendrá
una misión fundamental: deberá transformar
aquella Passio Christi en Resurrectio Christi, en
una pasión pascual, que no se canse de con-
templar la vida, porque busca y encuentra en
ella el rostro de Dios, en una pasión que lo lleve
a sumergirse en todas las situaciones humanas,
desgarradas o felices, buscando esa presencia
de Dios que actúa dando vida y libertad15.
En conclusión, todo cristiano, al ser “Cristo”,
“Iglesia” y “Hombre”, tiene en sus manos la
responsabilidad de luchar por la recuperación y
conservación del Christus totus: de la experien-
cia de Dios como Padre, de la experiencia de
Cristo como hermano, de la experiencia de hijos
en, con y por el Hijo, de la experiencia de Cristo
como esposo de la Iglesia. Aunque han pasado
40 años de la Conferencia de Puebla, su mensa-
41
 je sigue siendo vigente, sugestivo, motivante,
y confrontador, pues su llamado ha sido, y sigue
siendo hoy, un llamado concreto: sanar la tierra,
sanar el corazón humano, ser verdadera imagen
de Dios, ser signos proféticos de la recapitula-
ción de la humanidad entera de Cristo.
NOTAS
1 González Buelta, Ver o perecer: mística de ojos
Revisión y adaptación de la ponencia “Los
rostros concretos de Dios en Puebla: una her-
menéutica de la Iglesia latinoamericana a la luz
de la noción agustiniana del Christus totus”, pre-
sentada en el tercer Coloquio de Estudiantes de
Teología, de la Pontificia Universidad Javeriana,
el 24 de octubre del 2019.
2 propósito es que la praxis eclesial debe poner
Hablo aquí de una cristología de la Pasión,
asintiendo en el doble sentido de passio, ‘pade-
cer’, ‘sufrir’. Por un lado, según el profesor Juan
Alberto Casas, la palabra pasión se relaciona ge-
neralmente con el estado pasivo (no activo) del
sujeto y, cuando se emplea en relación con Jesús,
se piensa en el suplicio doloroso y sangriento
que culmina con su crucifixión. Sin embargo, por
otro lado, en el lenguaje coloquial “la pasión de
una persona es aquello que le apasiona”; tiene
que ver con una ferviente disposición de ánimo
que impulsa y empuja el ser entero a luchar por
un fin particular (cfr. Borg y Crossan, La última
semana de Jesús, 6).
3 manos de hombre, pensó con inteligencia de
Agustín, In Iohannis Evangelium tractatus, 21.8.
4 hombre, obró con voluntad de hombre y amó
Agustín, Comentario a los Salmos, Salmo 90.2.1.
5
Agustín, Civitate Dei 11.2; Confessiones 7.18.
24-7.21.27.
6
Torres, “Hermenéutica de la correlación: en-
cuentro entre lo divino y lo humano, entre la
revelación y la fe”, 175; Geffré, “Revélation et ex-
périence historique des hommes”, 8.
7
En el N°1289 de Puebla se afirma que correspon-
de en particular a la acción de la Iglesia, frente
a los anónimos sociales, el deber de acogerlos
42
y asistirlos, de restaurar su dignidad y su rostro
humano “porque cuando un hombre es herido
en su dignidad, toda la Iglesia sufre”.
8
Para profundizar en el tema de la revelación,
véase el texto del padre Baena, Fenomenología
de la revelación: teología de la Biblia y herme-
néutica.
9
abiertos, 139.
10
Según Ellacuría, la cuestión fundamental debe
plantearse en estos términos: ¿qué debe hacer
y cómo debe hacer el pueblo de Dios, el cuerpo
histórico de Cristo, para que el Reino de Dios se
realice en la historia? Lo decisivo para nuestro
en conexión unitaria lo que es el Reino de Dios
con lo que es la historia. Ya el Reino de Dios re-
mite de por sí a la historia y a lo que ocurre en
ella, pero todavía se insiste más en que se ne-
cesita una realización del reino en la historia. Lo
cual conlleva a una participación en la historia,
precisamente en aquellos puntos donde el sig-
nificante y el significado puedan lograr mejor la
unidad de un solo signo (cfr. Ellacuría, “Fe y jus-
ticia”, 322).
11
Parra, Dar razón de nuestra esperanza: teología
fundamental de la praxis latinoamericana, 16.
12
El rostro del Dios encarnado, que trabajó con
con corazón de hombre (cfr. Ga 4, 4-6; Hb 4,15;
Constitución GS 22).
13
Cfr. Donzé, “Théologie pratique et méthode de
corrélation”, 89.
14
La dinámica del Reinado de Dios, en perspec-
tiva de la Teología Práctica, exige invención,
audacia y coraje: “la teología práctica debe ser
también un momento profético de la vida de la
Iglesia”, que inicia con el análisis de las prácti-
cas cristianas y eclesiales, de su impacto en la
sociedad y termina con la elaboración de nuevas
actitudes proféticas para la comunidad cristiana.
La teología práctica es entonces una instancia
reflexiva y científica de la actuación de la Iglesia
en el mundo de hoy (Cfr. Dumas, “L’ expérience
de la théologie: corrélation, interruption et recon-
textualisation”, 120-121).
15
González Buelta, Ver o perecer: mística de ojos
abiertos, 63-64. Además, resulta interesante
que el “sentir con el pueblo” se perciba como
elemento esencial para “sentir con la Iglesia” y,
así, “sentir con Cristo”.
BIBLIOGRAFÍA
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ca de Autores Cristianos. Disponible en
https://www.augustinus.it/
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arte de interpretar en teología, editado por
J. L. Meza Rueda, 171-195. Bogotá: Pontifi-
cia Universidad Javeriana, 2017.
43
 Oficina de
Publicaciones

Colecciones:
 Monografías y Tesis
 Teología Hoy
 Religión, Cultura y Sociedad
 Theologica Xaveriana
 Studium Theologicum Xaverianum
 Revista Reflexiones Teológicas

Catálogo de publicaciones:
https://teologia.javeriana.edu.co/
publicaciones
reseña
Recibido: 29/05/2019
Renacidos por el Señor
Roberto Valenzuela Faccini
Estudiante de Derecho, Pontificia Universidad
Javeriana
rvalenzuela@javeriana.edu.co
FOTO: GIUSEPPE PATRIARCHI (UNSPLASH)
* sonales de cada sujeto, sin ser determinante su
David Lima Díaz, sacerdote jesuita, teólogo y
magíster en teología de la Pontificia Universi-
dad Javeriana, nos presenta este libro como
resultado de su investigación monográfica de
maestría. En él, analiza la realidad subjetiva de
los pacientes que han tenido un resultado posi-
tivo a la prueba de VIH, desde un acercamiento
teológico.
Para el autor es de suma importancia presentar el
contexto en el que se desarrolla la investi­gación
y los sujetos participantes durante la misma.
Con este objetivo, inicia caracterizando a la per-
sona que vive con VIH, en cuya descripción, en
lugar de reducir el grupo a una población espe-
cífica, encuentra que el virus afecta de manera
indiferente a las personas, sin importar su gé-
nero, estado civil, o nivel socio económico. Esta
caracterización es importante, ya que le permite
al investigador centrarse en las condiciones per-
contexto general. Así encuentra que, a pesar de
proceder de circunstancias muy diferentes, hay
una realidad sentimental y emocional que, en
todos los casos, gira en torno al mismo factor:
la soledad.
El primer capítulo finaliza con el planteamiento
de que la soledad de quienes viven con el VIH
es la razón de la ruptura que experimentan en
su relación con Dios y que, a pesar del nivel de
abandono generalizado en el que se encuen-
tran, buscan el perdón de Dios para alejarse
de ella. Cuando encuentran el remedio para su
soledad, por acercarse nuevamente a Dios, reci-
ben la fortaleza para salir adelante, sin importar
su condición, y “vuelven a nacer” de la mano
de Dios.
Al indagar, en su investigación, sobre la cerca-
nía del VIH con la muerte, el autor avanza en
el segundo capítulo, haciendo una elaboración
hermenéutica mediante categorías teológicas
como Reino de Dios, basileia, salvación, pecado,
muerte, gracia y resurrección, las cuales trabaja
en perspectiva cristológica desde autores como
Kasper, González Faus, Moltmann, Hünermann
e Ignacio de Loyola, entre otros.
En esta parte, el autor correlaciona el proceso
de quien vive con VIH y el proceso que llevó a
cabo Jesús de Nazaret en su muerte, resurrec-
ción, ascensión y salvación. Lima Díaz se refiere
al “abandono” del Padre al Hijo, como seme-
jante al abandono que sienten las personas que
viven con VIH, al detectar que realmente no
existe dicho abandono, sino que es una fase
que necesariamente deben transitar para,
eventualmente, alcanzar de la mano de Dios, la
resurrección. Es sumamente interesante esta
analogía para demostrar, precisamente, la im-
portancia del quehacer teológico en relación
con los participantes de la investigación: cómo
a través de ella y, por supuesto, de Dios, ellos
pueden lograr un nuevo comienzo; al igual que
Jesús a través de su muerte.
Una fase que necesaria-
mente deben transitar
para alcanzar la
resurrección
En el tercer capítulo, el autor se enfoca en la
aproximación práctica de la teología, y ofrece
una guía para que en el futuro los pastores y
teólogos se acerquen de manera más eficiente a
las personas que viven y conviven con VIH. Con
esto, busca que lo aprendido en la investigación
se aplique en el campo práctico, para facilitar
al máximo que quienes se han alejado de Dios
puedan vivir el proceso tratado en los capítulos
anteriores. Asimismo, Lima Díaz refiere los diver-
sos factores que se deben tener en cuenta para
realizar un acompañamiento apropiado a ellos
como pacientes. Los actores que intervienen en
dicho acompañamiento son los acompañados,
el acompañante y Dios.
En su conclusión, el trabajo sigue muy de cerca
la teología de la liberación, pues, a través de
los tres capítulos determina la forma en la cual
quien vive con VIH podrá encontrar el perdón
de Dios y, así, renacer ante sus ojos; pero afir-
ma que dicho proceso para hallar el perdón y
la salvación se debe llevar a cabo con el debido
acompañamiento teológico y pastoral.
Se valora positivamente el hecho de que, gracias
a autores como el de la investigación reseñada,
la teología y la Iglesia han buscado formas de
adaptarse a la crisis de credibilidad que pueden
estar experimentando actualmente en varios
contextos. Trabajos como este acercan la Igle-
sia a la fe y a la realidad de las personas; y qué
mejor forma de hacerlo que tocando de manera
positiva la vida de las personas en estado de vul-
nerabilidad.
Se resalta, además, que los resultados prácticos
de la investigación, más allá de derivar en un
escrito, afectaron de manera positiva la vida de
muchas personas que pasan por enormes dificul-
tades. Este punto es especialmente importante
porque, más allá de la dirección espiritual que
se siga, la finalidad de la vida siempre debe ser
dejar una marca positiva en la vida de las demás
personas, y eso es, esencialmente, lo que busca
el autor.
ponencia
Recibido: 31/10/2019
Visita de Francisco a
Colombia: desafíos de
Puebla aún abiertos
Edgar Enrique Velásquez Camelo
Estudiante de Teología, modalidad Bachillerato
Canónico, Pontificia Universidad Javeriana. Licen-
ciado en Filosofía y Letras, Universidad Pontificia
Bolivariana.
https://orcid.org/0000-0003-1359-3848
evelasquez@sdbcob.org
FOTO: CHRIS BARBALIS (UNSPLASH)
40 AÑOS DE PUEBLA: LOS ROSTROS DE
1 Resumen
AMÉRICA LATINA
Puebla se realiza en un contexto en el que la
Iglesia de América Latina piensa su acción orien-
tada a la evangelización, y al mismo tiempo, a
la transformación de las realidades sociales para
que sean más justas, más humanas2. Asimis-
mo, en Medellín ya se había problematizado el
asunto: “No confundimos progreso temporal
y reino de Cristo; sin embargo, el primero, en
cuanto puede contribuir a ordenar mejor la so-
ciedad humana, interesa en gran medida al Reino
de Dios”3.
En este sentido, puede afirmarse que Puebla es
la continuidad de Medellín4. Por eso, la apuesta
de este documento es, a partir de la realidad
de nuestros pueblos, presentar la verdad de
Jesucristo que contrasta con la situación de los
rostros concretos: “rostros de niños, golpea-
dos por la pobreza antes de nacer […] rostros
de jóvenes, desorientados por no encontrar su
lugar en la sociedad […] rostros
de indígenas y con frecuencia de
afroamericanos”5 que viven reali-
dades de marginación y extrema
pobreza; rostros de campesinos
relegados de las oportunidades de
sostenibilidad económica, rostros
de obreros oprimidos por un siste-
ma que exprime hasta las últimas
consecuencias la vida de las perso-
nas; y hoy podemos decir: rostros
de migrantes que reclaman un
trato humano, digno y la atención
a sus demandas.
Si con Puebla se expresa claramen-
te la verdad de Jesucristo como
verdad del ser humano, tiene
mayor sentido proponer la evan-
gelización, que es la comunicación
de la buena noticia de Jesucristo
y del Reino de Dios6, para que la
La III Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano
en Puebla celebra 40 años, y la
reciente visita del papa Fran­
cisco a Colombia ha evidencia­
do que aún quedan desafíos
abiertos de aquella. El objetivo
de este escrito es poner de ma­
nifiesto cuáles retos de Pue-
bla siguen vigentes, teniendo
como escenario de lectura los
mensajes y discursos de Fran­
cisco durante su visita en 2017,
de tal forma que entendamos
de qué manera es posible ac­
tualizar la idea de utopía via-
ble en el contexto colombiano.
Palabras clave: Conferencia
Episcopal de Puebla, papa
Francisco, utopía viable, vida
simple.
 situación actual de nuestros pueblos latinoame-
ricanos sea otra7.
Con Puebla podemos decir que el surgimiento
de nuestros pueblos no ha sido del todo fácil; y
más cuando se quiere legitimar el discurso del
desarrollo como patrón de prosperidad y jalonar
los esfuerzos de todos a los intereses, muchas
veces promocionados por la globalización y el
capitalismo informacional8. ¿En qué consiste el
verdadero progreso cuando en la realidad evi-
denciamos, como lo denuncia Puebla, realidades
no-humanas, de exclusión y privación, donde se
anula la dignidad del ser humano y, por consi-
guiente, la promoción integral de las personas?
¿El anuncio de Jesucristo tiene que ver con la si-
tuación social, política y económica de América
Latina, y en concreto, de Colombia? Con el papa
Francisco y su visita a nuestra tierra en 2017,
quedó claro que la Iglesia todavía tiene que
decirle a la sociedad colombiana la verdad de
Jesucristo como verdad del ser humano; que to-
davía es posible instaurar el Reino de Dios para
que todos podamos dar el primer paso y todos
los pasos que sean necesarios hacia la reconcilia-
ción y la paz9.
Decir a la sociedad
colombiana la verdad
de Jesucristo como
verdad del ser humano
Por eso, si con Puebla se hace una denuncia
explícita de las estructuras de pecado: el peca-
do social que tiene su expresión en la realidad
miserable de muchas personas, y el pecado
personal que no se quiere afrontar porque se
ha silenciado la voz de la conciencia por la se-
ducción del poder y la riqueza10; lo que queda
es reavivar con mucha más intensidad, la pasión
48
por Cristo que debe, necesariamente, afectar
nuestra vida. “Solo a la luz de Cristo se esclarece
verdade­ramente el misterio del hombre”11, y en
él, la vida de los pueblos latinoamericanos; esos
rostros concretos de las personas que viven con
esperanza, soñando, no de forma ilusoria sino
real, el Reino de Dios, aunque solo percibamos
de él chispazos o destellos12 de ese reino glo-
rioso que solo tiene su máxima expresión en
el encuentro con el Señor.
Es posible identificar algunos desafíos que se
desprenden de Puebla y que hoy siguen siendo
clamores que denuncian, con toda la fuerza,
aquel pecado social y personal. Se entiende por
pecado, como lo describe Ricoeur en Finitud y
culpabilidad:
No solamente ruptura de relación; es asimismo
la experiencia de un poder que se apodera del
hombre. En este sentido, el simbolismo del pe-
cado vuelve a encontrarse con la intención pri-
mordial de la mancilla; el pecado también es un
13
“algo”, una realidad.
Si el pecado es una realidad es porque la po-
demos evidenciar en la estructura de nuestra
sociedad y a la vez en la conducta del ser hu-
mano14; de ahí que ese pecado no es abstracto
sino concreto. Así como los rostros de América
Latina son concretos, también hay realidades
concretas de pecado: el enriquecimiento de
una minoría a costa de la situación miserable de
muchos pueblos15; la explotación de los trabaja-
dores, que si bien la tradición filosófica marxista
los ha concebido como la simiente de la trans-
formación del mundo16, han quedado relegados
porque su trabajo no es fruto para sí sino para
el mantenimiento de una clase opresora17; el
desarrollo industrial a expensas del deterioro
del medioambiente18; una política corrupta en-
ceguecida por el dinero y la ilusión del poder19,
entre otras realidades de pecado denunciadas
por Puebla.
Estos desafíos permanecen en Colombia como
una tarea primordial, y más aún cuando el papa
Francisco en su visita los ha propuesto como
tareas concretas que buscan realizar la utopía
viable para lograr, a como dé lugar, la transfor-
mación de la sociedad20. Para continuar con
la presentación, resulta pertinente mencionar
qué se entiende por utopía, término tradicio-
nalmente definido como un no-lugar, algo que
está fuera del alcance del ser humano. Cuando
el papa Francisco habla de utopía viable ¿a qué
se refiere? Al respecto, Paul Ricoeur ofrece una
definición que permite comprender su sentido:
La utopía de un Reino de Dios, de una Ciudad de
Dios, de un imperio de los espíritus, de un rei-
no de los fines, implica semejante imaginación
del poder no violento; dicha imaginación libera
la esencia; y dicha esencia regula todos los es-
fuerzos con vistas a transformar efectivamente
el poder en una educación para la libertad; y,
mediante esa labor llena de sentido, “confiero
prácticamente” un sentido a la historia. Gracias
a esa imaginación y a esa utopía, descubro el
poder como algo originariamente inherente al
ser-hombre; al alejarse de ese sentido, al tornar-
se ajeno, alienado, respecto a ese sentido del
poder no violento, el hombre no se aleja sino
21
de sí mismo.
Ricoeur entiende por utopía aquello que jalona
los esfuerzos humanos hacia la transformación
de la realidad; en ese sentido, el lugar de la uto-
pía, aunque resulte paradójico, no está ubicado
en un futuro cuya realización es inalcanzable,
sino que se ubica en el presente22 de la historia
para que cada persona descubra lo originaria-
mente fundado en el ser humano: su potencial
transformador. Si el papa Francisco habla de
utopía viable es porque el Reino de Dios tam-
bién tiene lugar en Colombia, porque es viable
pensar en que nuestra sociedad sea más justa,
más humana23. A continuación, se da cuenta del
principal contenido de los mensajes y homilías
del Papa en su visita a territorio colombiano.
LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO
24
A COLOMBIA
La finalidad de la visita del papa Francisco a Co-
lombia fue pastoral, es decir, concerniente de
manera directa a los procesos de evangelización
de la Iglesia Católica en el pueblo colombiano,
y de modo especial, para “dar el primer paso”
a la reconciliación y la paz. El papa, con su visi-
ta, “ha querido bendecir el esfuerzo del pueblo,
confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir
su testimonio, que es una riqueza para el minis-
terio y para la Iglesia”25. Además, el carácter
político de esta visita legitima los esfuerzos que
ha llevado adelante el pueblo en la consecución
de la paz; esto es, el papa confirma que es posi-
ble y necesario apostar por otro estilo de vida
que haga viable la comunidad: “hemos decidido
apostar por la comunidad, quienes valoramos la
vida en común y soñamos con un proyecto que
incluya a todos”26. La vida social simple es con-
creta, volcada a la acción, busca lo esencial, no
se limita a discursos elocuentes, no tiene recetas
preestablecidas, es la utopía viable que constru-
ye la comunidad.
Apostar por otro estilo
de vida que haga viable
la comunidad
Pensar la propuesta de la simpleza de la vida so-
cial como utopía viable mueve necesaria­mente
a la acción. Así como para Arendt la acción
constituye el milagro humano más preciado
que provoca la transformación política de la
comunidad, de la misma manera para el papa
Francisco constituye la base fundamental para
lograr un cambio en nuestra sociedad27. La ac-
ción provoca que la persona salga de sí misma,
lo cual es una oportunidad para ver al otro que
sufre, su condición vulnerable, facilitando así el
49
 ejercicio de la caridad. Al respecto, el papa
Francisco reconoce en Laudato si’ que hay una
relación directa entre la crisis antropológica
y ecológica:
La crítica al antropocentrismo desviado tampo-
co debería colocar en un segundo plano el valor
de las relaciones entre las personas. Si la crisis
ecológica es una eclosión o una manifestación
externa de la crisis ética, cultural y espiritual
de la modernidad, no podemos pretender sa-
nar nuestra relación con la naturaleza y el am-
biente sin sanar todas las relaciones básicas del
28
ser humano.
La vida social simple nos ayuda a pensar una
comunidad en paz, en donde los conflictos son
una oportunidad para gestionar lo comunitario.
Se hace necesario “persistir en la lucha para
favorecer la cultura del encuentro, que exige co-
locar en el centro de toda acción política, social
y económica a la persona humana, su altísima
dignidad y el respeto por el bien común”29.
La acción política constituye la esencia misma de
la libertad que gesta la vida simple como estilo
de la comunidad.
El mensaje del santo padre al pueblo colom-
biano se caracteriza por ser concreto, crítico y
activo. Durante su visita insistió constantemen-
te en considerar la vida social desde la óptica del
hombre concreto30. “Dar el primer paso” a la re-
conciliación y la paz no es un proceso abstracto
gestionado por la burocracia administrativa:
No se puede, por tanto, reducir el Evangelio a
un programa al servicio de un gnosticismo de
moda, a un proyecto de ascenso social o a una
concepción de la Iglesia como una burocracia
que se autobeneficia […] La Iglesia es la comu-
31
nidad de los discípulos de Jesús.
discurso. Los discursos sociales no transforman
la realidad por su vacuidad semántica, pues no
son capaces de provocar en el oyente la acción
política de transformación social. Para el papa, el
poder de la Palabra en su fuerza creadora tiene
sentido cuando incita a la acción: la Palabra de
Dios “es una Palabra probada en la acción, no es
una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y
alejados del dolor de la gente”, es más bien una
Palabra que transforma a la comunidad.
El sumo pontífice está lejos de ser un teórico de
la vida social, sino que más bien es un artesano
de la acción que conduce a la comunidad a dar
pasos significativos de cambio. El mensaje del
papa es crítico porque denuncia las injusticas
sociales que carcomen la comunidad. Para él
la Iglesia tiene que salir del escritorio para ir al
encuentro del otro, que es extraño, excluido, re-
chazado y cuya devastación existencial lo coloca
al borde del abismo. Así que los colombianos
bien pueden actuar desde lo simple las relacio-
nes de entendimiento mutuo.
La crítica social del papa Francisco no es mera-
mente descriptiva sino propositiva. Condena
la corrupción, las causas estructurales de la

Lo simple, desde la perspectiva de lo concreto,

se consolida a partir de la acción, no desde los
discursos políticos, sociales y religiosos cuya ca-
pacidad embelesadora frustra la promoción de
la vida social simple por la inoperancia misma del

50
pobreza y la inoperancia del discurso políti-
co y reli­gioso32. Además, invita a asumir con
entusiasmo la compleja situación de la socie-
dad colombiana, no desde el cumplimiento,
como mera apariencia de la acción, sino desde
el compromiso33. Es interesante resaltar que
su mensaje no pretende ser un recetario de
fórmulas o máximas que garantizan la vida so-
cial simple, sino más bien un instrumento de
reflexión que ayuda a tomar conciencia de la
realidad actual y que conmina a la acción.
La acción constituye el eje transversal del men-
saje del santo papa a Colombia. “Demos el
primer paso”, que es el lema de su visita, invita al
cambio. Su formulación “simple” deja entrever
lo concreta que debe ser la respuesta en cuanto
a las motivaciones de orden social, político y reli-
gioso que el pueblo colombiano tiene el desafío
de ofrecer: generar estrategias que garanticen
la vida simple para la comunidad, y dar los prime-
ros pasos hacia la paz y la reconciliación.
Esta apuesta no surge como un acto imposi-
tivo, ni fruto de la coerción social: nace de la
espontaneidad de la voluntad y de la libertad.
La acción “es un deseo espontáneo, y allí está la
fuerza del pueblo”34. En esto consiste lo simple
como estilo de vida: en los mecanismos existen-
ciales, políticos y económicos que hacen frente
a los efectos cotidianos de la degradación social,
con el fin de procurar, en términos del cuidado,
el sentido y la serenidad, la reivindicación de lo
auténticamente humano en medio del sofoca-
miento existencial contemporáneo.
La simpleza de la vida social se convierte en un
mecanismo que favorece la determinación a la
acción, como un acontecer netamente políti-
co, cuya esencia busca resarcir la esfera propia
de la participación. El “milagro de la acción”,
como lo llama Arendt, surge como producto
de la espontaneidad, que no es otra cosa que
la dinámica propia de la existencia humana; los
hombres actúan espontáneamente como un mi-
lagro propio de la condición humana. Es en esta
condición como se asume la esencia misma de
lo que significa ser humano: la acción constitu-
ye la esencia misma de la libertad que construye
la comunidad como una realidad viva, operante
y en continua fase de movilidad.
La comunidad que actúa es la misma que surge
de la espontaneidad, de la acción que impulsa
hacia el otro, que lanza a buscar caminos para
hacer realidad la semántica del discurso origi-
nario del cuidado. Tiene sentido que el papa
Francisco, al hacer la apuesta por otro estilo de
vida, lo haga desde lo simple, es decir, desde
las cosas pequeñas que conforman nuestra na-
rrativa existencial cotidiana. En el ámbito de
la cotidianidad es donde lo simple se hace
efectivo, en comunidad; en otras palabras: la
cotidiani­dad es la posibilidad misma de lo simple
como estilo de vida.
Un estilo de vida es ante todo un modo de asu-
mir la existencia. Hoy se vuelve preponderante
lo simple de la vida, que consista en relaciones
de fraternidad y entendimiento mutuo; que
ayude a comprender la importancia de la so-
briedad ante el consumo obsesivo; que permita
reconocer la belleza de las relaciones auténti-
camente humanas; que nos ayude a descubrir
la hermosura de los gestos simples de la vida
diaria como lo es un saludo, una sonrisa, la capa-
cidad de escucha, el reciclaje, la comprensión, o
el cuidado del medio ambiente. Lo simple tiene
múltiples formas que se concretizan en un estilo
de vida que va en contra de una vida degradada
por la tendencia del mundo actual.
DESAFÍOS AUN ABIERTOS:
LA IMAGINACIÓN DE LA CARIDAD
Luego de 40 años de Puebla la pregunta que
nos hacemos es ¿qué tareas hay pendientes? Si
entendemos la evangelización, esto es, la comu-
51
 nicación de Jesucristo, como un proceso lento y
continuo en el que se involucra al pueblo de Dios
en la dinámica transformadora del Reino de Dios,
entonces no es extraño que preguntemos por
esos desafíos aún vigentes, sobre todo porque
vivimos un tiempo de muchas transformacio-
nes35. Ahora bien, los desafíos aun abiertos los
planteó de manera implícita el papa Francisco
a Colombia, pues como se ha dicho, presentó la
idea de utopía viable como el modo en que la so-
ciedad colombiana puede encaminarse, dando
pasos concretos, en la consecución de la paz.
La cotidianidad es la
posibilidad de lo simple
como estilo de vida
Se puede correr el riesgo de restringir la paz a la
ausencia de guerra, que era el modo como Tho-
mas Hobbes lo concebía36; sin embargo, desde
la perspectiva de la Iglesia es algo que va más
52
allá, que supera la contingencia del tiempo37 y
se ubica en un plano existencial colectivo. En
otras palabras: la paz como utopía viable es la
concretización del Reino de Dios en Colombia,
donde la sociedad en general y en cada persona,
está llamada a encarnar la paz.
En concreto, es posible identificar los siguientes
desafíos aun abiertos de Puebla en los discursos
del papa Francisco durante su visita al pueblo
colombiano:
1. Considerar la utopía viable del Reino de
Dios no como un ideal abstracto, sino
como se ha dicho, algo realizable día a
día por medio de la imaginación de la
caridad38.
2. Los pastores deben estar al servicio del
pueblo. El papa insistió en que los pas-
tores deben apasionarse por la labor
misionera y evangelizadora. La pastoral
no es un asunto de escritorio, sino de con-
tacto, encuentro y salida39.
3. La corrupción. Afirmó enfáticamente que
la corrupción es un pecado presente en
la estructura social y personal40, por lo
tanto, hay que luchar con todos los medios
necesarios para contrarrestar este mal.
4. La violencia. No se puede seguir insis-
tiendo en la violencia como medio para
gestionar la política. El llamado a dar el pri-
mer paso para la reconciliación y la paz es
la apuesta por una sociedad sin violencia.
5. Los jóvenes. En el encuentro con los jóve-
nes, les insistió que no se dejaran robar
la esperanza, que lucharan por construir
un país donde reine la justicia y la paz:
la realización de la utopía viable de la re-
conciliación por medio de la cultura del
encuentro.
6. La vocación. Hay que apostar por cultivar
y fomentar en los jóvenes la generosidad
en cuanto a sus opciones de vida voca-
cional, para que puedan responder a las
exigencias del mundo de hoy. De mane-
ra especial, el papa Francisco motivó el
fomento y cultivo de la vida religiosa con-
sagrada.
NOTAS
1 18
Revisión y adaptación de la ponencia “40 años
de Puebla y a dos años de la visita del papa
Francisco a Colombia: desafíos aún abiertos”,
presentada en el III Coloquio de Estudiantes de
Teología, Pontificia Universidad Javeriana, 24 de
octubre del 2019; trabajo acompañado por el
padre Jorge Antonio Zurek Lequerica, O. C. D.
2 22
Ver Celam, Las cinco conferencias generales del
episcopado latinoamericano.
3 tia sobre el amor en la familia.
Celam, Las cinco conferencias generales del epis-
copado latinoamericano, “Medellín” 5.
4 lo de mi autoría, Velásquez, “Elogio a lo simple
Ellacuría, “Entre Medellín y Puebla”.
5
Celam, Las cinco conferencias generales del epis-
copado latinoamericano, “Puebla” 32-34.
6
Gonzáles, “Iglesia y Reino de Dios”.
7
Ver Francisco, Francisco: visita apostólica a Co-
lombia: Homilías y discursos.
8
Pablo VI, “Carta Encíclica Populorum progressio
sobre la necesidad de promover el desarrollo de
los pueblos, 26 de marzo de 1967”.
9
Ver Francisco, Francisco: visita apostólica a Co-
lombia.
10
Ibíd.
11
Ibíd.
12
Ver Castrillón, Escatología de la liberación. Pen-
samiento utópico y teología de la liberación.
13
Ricoeur, Finitud y culpabilidad, 231.
14
Ver Celam, Las cinco conferencias generales del
episcopado latinoamericano.
15
Ver Pablo VI, Carta encíclica Populorum pro-
gressio.
16
Ver Engels, Introducción a la dialéctica de la na-
turaleza. El papel del trabajo en la transformación
del mono del mono en hombre.
17
Ver Segundo, El hombre de hoy ante Jesús de
Nazaret.
Ver Francisco, Carta encíclica Laudato si’ sobre
el cuidado de la casa común.
19
Ver Francisco, Francisco: visita apostólica a Co-
lombia.
20
Ibíd.
21
Ricoeur, Finitud y culpabilidad, 137.
Foucault, La hermenéutica del sujeto.
23
Francisco, Exhortación apostólica Amoris laeti-
24
Este subapartado es extracto de un artícu-

53
 en tiempos del consumismo y el capitalismo in- BIBLIOGRAFÍA
formacional” (Ciencias y humanidades 8 (2019): Arendt, Hannah. ¿Qué es la política? Barcelona:
245-268), 262-265, y tiene por objetivo proponer Paidós, 1997.
la vida simple como una alternativa viable ante
Castrillón Restrepo, José Fernando. Escatología
un mundo materialista cuya gestión política y
de la liberación. Pensamiento utópico y
económica va en menoscabo de la cura de sí
teología de la liberación. Bogotá: Pontificia
mismo. La sección que se toma del artículo hace
Universidad Javeriana, 2016.
un muestreo de la propuesta del papa Francis-
co a Colombia, desde la óptica de lo simple, que Celam. Las cinco conferencias generales del
resultó pertinente mencionar en esta ponencia. Episcopado Latinoamericano. Bogotá: Ce-
25 lam-San Pablo, 2014.
Francisco, Francisco: visita apostólica a Colom-
bia, 156. Ellacuría, Ignacio. “Entre Medellín y Puebla”.
26 Estudios Centroamericanos 33/353 (1978):
Ibíd., 133.
27
120-129.
Ibíd., 16, 22, 26, 74, 134.
28
Engels, Friedrich. Introducción a la dialéctica de la
Ibíd.; Francisco, Carta encíclica Laudato si’ 119. naturaleza. El papel del trabajo en la trans-
29
Francisco, Francisco: visita apostólica a Colom- formación del mono en hombre. Medellín:
bia, 16. Pepe, 1945.
30
Ibíd., 37, 49, 72, 74, 79, 82, 125. Foucault, Michel. La hermenéutica del sujeto.
31
Ibíd. 46 Buenos Aires: Fondo de Cultura Econó­
32 mica, 2014.
Francisco, Francisco: visita apostólica a Colom-
bia, 138. Francisco. Carta encíclica Laudato si’ sobre el cui-
33 dado de la casa común. Bogotá: San Pablo,
Ibíd., 106.
2015.
34
Ibíd., 144-145.
_____. Exhortación apostólica Evangelii gaudium
35
Ver Francisco, Exhortación apostólica Evange- sobre el anuncio del Evangelio en el mundo
lii gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el actual. Bogotá: San Pablo: 2014.
mundo actual.
_____. Exhortación apostólica Gaudete et exsul-
36
Ver Hobbes, Leviatán. tate sobre el llamado a la santidad en el
37 mundo actual. Bogotá: San Pablo, 2018.
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii
gaudium. _____. Exhortación apostólica postsinodal Amoris
38 laetitia sobre el amor en la familia. Bogotá:
Francisco, Exhortación apostólica Amoris lae-
titia. San Pablo, 2016.
39 _____. Francisco: visita apostólica a Colombia. Ho-
Francisco, Francisco: visita apostólica a Colom-
bia. milías y discursos. Bogotá: San Pablo, 2017.
40 Gonzáles, Antonio. “Iglesia y Reino de Dios”.
Ibíd.
Seminario Evangélico Unido de Teología.
Boletín Encuentro 2 (2005): 13-25.

54
Hobbes, Thomas. Leviatán. Traducido por An-
tonio Escohotado. Buenos Aires: Losada,
2007.
Pablo VI. “Carta Encíclica Populorum Progressio
sobre la necesidad de promover el de-
sarrollo de los pueblos, 26 de marzo de
1967”, Vatican, http://w2.vatican.va/con-
tent/paul-vi/es/encyclicals/documents/
hf_p-vi_enc_26031967_populorum.html
Ricoeur, Paul. Finitud y culpabilidad. Madrid: Tro-
tta, 2011.
Segundo, Juan Luis. El hombre de hoy ante Jesús
de Nazaret. Madrid: Cristiandad, 1982.
Velásquez Camelo, Edgar Enrique. “Discursos
vacíos para oídos estancados. Hacia una
hermenéutica de la acción”. Revista de fi-
losofía UCSC 17/1 (2018): 91-116.
_____. “Elogio a lo simple en tiempos del consu-
mismo y del capitalismo informacional”.
Ciencias y humanidades 8 (2019): 245-268.

55
I COLOQUIO DE ESTUDIANTES DE POSGRADOS
La producción teológica en la Facultad
de Teología frente a los retos de una
Iglesia en salida
Lugar: Pontificia Universidad Javeriana
Edificio Fernando Barón, S. J.
Auditorio Marino Troncoso, S. J.
Fecha: Martes 1 de septiembre de 2020
Hora: 8:00 am a 4:00 pm
Inscripciones: https://forms.gle/z19WWJdNHHXVua4J9

Fecha límite para envío de ponencias:

Viernes 31 de julio de 2020
Contacto: Orlando Solano Pinzón, Ph D
o.solano@javeriana.edu.co

VIGILADA MIN.EDUCACIÓN
Poesía

Recibido: 01/04/2019

Dios que está en y

con nosotros

Asunción Velilla

Estudiante de Doctorado y Magistra en Ética y De-

mocracia de la Universidad de Valencia (España).
Estancia en el Instituto de Bioética, Pontificia Uni-
versidad Javeriana (Bogotá). Filósofa, Universidad
de Barcelona (España).
asunvelilla@gmail.com

IMAGEN: ASUNCIÓN VELILLA (ACUARELA)

MANSO

Que ese dolor ha de ser la alegría

para no calumniarse uno a sí mismo.
Grande dolor, mediodía del verano,
el sol ardiente y el valor de acudir

a la fresca sombra y recibir el agua

de Dios. De su mano recibirla y beberla,
a la sombra postrados del padre amado.
Su alimento de vida, sin renunciarlo,

recibirlo y con nuestras manos y la boca

nuestra adorarlo. Cual una boda, lazo
sagrado. Serse entonces, desde entonces

bien amado y ya no más calumniado

por la propia boca o las propias manos:
sol del dolor do brota el agua de Dios.
 HERMANO

Que el amor ahoga. ¿No ha de limpiar, pues?

Pues que no, o que sí: corazón limpio,
todos los días. Dicho a exabrupto
del aire y su melodía. A muerto, melodía.

Al irte, hermano mío, tanto correr

sin poder, que el alma vuela, campanas
en el aire vibran, para la tierra, vida,
y te vas, y te vas, te vas. Equilibrio.

Qué lejos vine a buscarte a encontrarte,

cumplido el tocar el final con el inicio,
carne mortal. Padre bueno, perdóname.

Que agradecerte quiero, me esperarais

a llegar. Padre bueno: un tiempo más,
a ti me es dado clamar. Mas no para mí.

CUENTO DE HADAS

El alma vertical muere, el cuerpo horizontal

fenece: tierra, humus, estiércol fragante,
¿qué soy sino un poquitico de estiércol?,
grande deseo el de abonar: dámelo.

Padre, de la tierra brotar el alma vertical.

Muerta el alma: perdónalos, no saben
lo que hacen. Y en la cruz hallarse a derivar.
A la deriva y luego, luego, resucitar.

Nacer de la cruz y nada más, del morir

y del errar. Perdónanos, danos la cruz,
de la que morirnos nuestra muerte mortal.

Y luego, luego, a la vida resucitar,

y de esta carne, estas carnes, el alma
aventurar, trabajar y en rezo callar.

58
 APACENTAR

Una cruz, las manos mías sobre el pecho,

¡cuánto gran trabajo ahí adentro se da!:
cruz que es de maravillar, y anclada,
dispuesta la horizontal: pecho, su aire,

y dentro el corazón, la vertical para elevar.

Hermano, cuando llegues donde llegar,
mírame desde esa vertical. Te veré
en mi palpitar. A mi cruz, de la cruz tuya

para amar. Y la carne de tu pecho, una vez,

y la frente a los labios, una vez,
una sola vez para que sea sin saber,

que así es la mortalidad. Sin saber:

ya fue, qué grande, qué crecido placer.
Cuán vale el postrero atender del ser.

UNO

Pues que para morir matamos el alma

crucificándola. Perdónanos, decimos
al tiempo de errar. Divididos estamos
y solo en la cruz nos hallamos.

Henos a este ícono que nos das.

Danos lo que nos pides, Padre,
que en este punto nos vienes a engendrar,
en ese punto nos hemos de reencontrar.

Y muelle la barbilla dejarnos acariciar,

al sol de la mirada tuya: que morir
nos avisará y en oscuridad velará.

Padre, pues que dormiremos a tus brazos

para presto despertar, de la agonía
despertar, nuestra niñez vienes a velar.

59
 GEOMETRÍA

De la cruz que somos nosotros los hombres:

no sabemos lo que hacemos, deshiciste
el lazo y el nudo y te vas en ascenso
de la forma, su éter y aire vertical.

La forma que a los vivos nos queda aquí,

tendida, yace horizontal. Si, por ventura,
la vida al nacer la peor suerte nos dio
y sí, dijimos, sin saber: sabremos ser.

Y de ese sí, al repetir, un hábito

marcado en nosotros se construyó.
Que al repetir, sí, hijos de la forma

nos concibió, y a fuerza de ser,

que es el mismo sí y sí y sí, a pureza
vertical, llegado el día, nos obligó.

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