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Por mucho tiempo Honduras ha sido severamente golpeada por la corrupción, al extremo
que Transparencia Internacional, en determinado momento, la ubicó entre las naciones más
corruptas del mundo.
La ineficiencia de las personas que manejan las instituciones públicas y la falta de una
persecución legal son dos factores que por años han alentado la corrupción en este país.
A esto hay que añadir el descuido que se tiene en muchos hogares con la enseñanza a los
hijos del respeto a lo ajeno. Algunos dirán que en todas partes del mundo hay corruptos. Sí,
es cierto. La diferencia en las sociedades con bajo índice de corrupción la hacen los
operadores de justicia, quienes actúan implacablemente contra corruptos y corruptores.
Aquel que llega a un cargo con la idea de enriquecerse con los recursos públicos tiene que
pensarlo bien porque sabe que si es descubierto será perseguido, juzgado y castigado.
Situación que no ha ocurrido en Honduras. Sin embargo, en los últimos años se han dado
algunas acciones de parte de la Policía, del Ministerio Público y de los tribunales de justicia
que se muestran como una pequeña luz en lo profundo del espantoso túnel.
Esa diminuta llama debe tomar fuerza con los vientos que trae la entrada en funciones de la
Unidad Fiscal Especial contra la Impunidad de la Corrupción (Ufecic) conformada por una
élite de fiscales del Ministerio Público que ahora serán los responsables de perseguir los
grandes casos de corrupción, así como las redes que la conforman.
También hay esperanzas de que la luz de la justicia contra los delincuentes de “cuello
blanco” aumente su resplandor con el accionar de los jueces de los tribunales
anticorrupción, que igualmente ya entraron en funciones.
Así que estos nuevos operadores de justicia, impulsados por la Misión de Apoyo contra la
Corrupción y la Impunidad en Honduras (Maccih), tienen un gran desafío ante un pueblo
que espera resultados. Ahora hay una clara señal de hacia dónde quiere caminar el país
Es evidente que la corrupción hace mucho daño: crea desconfianza, incentiva nuevas
conductas abusivas, detrae dinero de finalidades sociales, desanima el esfuerzo y rompe el
principio de legalidad. Es, pues, necesario luchar con energía contra la corrupción. Pero,
¿cómo? Pienso que en varios frentes, incidiendo en las causas de la corrupción, tomando
medidas disuasorias a actuaciones corruptas y persiguiendo enérgicamente la corrupción.
Se puede actuar:
Educando en la honradez.
Lo más importante a largo plazo Según una encuesta reciente, el 42% de los jóvenes de 16
a 24 años justifica la evasión de impuestos y el fraude, si bien están en desacuerdo con los
recortes sociales. La pregunta es, ¿se educa suficientemente en la honradez? ¿Qué medidas
tomas las escuelas ante las copias en los exámenes y los plagios en los trabajos? ¿Cómo se
presenta y ejemplifica el valor de la honradez?
En la medida que avanza la lucha contra la corrupción, tanto a nivel nacional como en
América Latina, es importante rescatar las lecciones aprendidas. En este sentido, la
sistematización y comunicación de las buenas prácticas en la lucha anticorrupción,
constituye un desafío estratégico para las organizaciones de la sociedad civil. En este
aspecto, un desafío de corto plazo es apropiarnos de los aprendizajes que nos ha dejado el
trabajo realizado por la CICIG (en Guatemala) y la MACCIH (en Honduras), en especial en
lo referido a la participación de la ciudadanía en estos procesos.