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EL REY QUE EL MUNDO NO TUVO

Por Harold Alvarado Tenorio


http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/rey-que-mundo-
tuvo_284369
http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-
nacionales/item/23010-el-rey-que-el-mundo-no-tuvo

Que el destino no hace acuerdos, reza un poema de Jorge Luis Borges. Las
casi seiscientas páginas de la autobiografía de Juan Manuel Santos, recién
publicada y promocionada, esta vez con la ayuda de un abonado lameculos a
quien le hacen ruido las cosas al caer, así lo confirma. Porque La batalla por
la paz, más que un recuento veraz del transcurso y apuros para confeccionar la
retorcida componenda entre Timochenko, jefe de la banda criminal FARC y
un Juan Manuel Santos desautorizado y vencido por el pueblo de Colombia en
el plebiscito [La soberanía reside exclusivamente en el pueblo, del cual
emana el poder público.] del 2 de octubre de 2016, es un extenso recuento de
sus intrigas y trapisondas, demostrando a sus parientes, que a pesar de ser un
segundón desheredado, se haría multimillonario y otearía el olimpo,
intentando elegirse Secretario General de Naciones Unidas en reemplazo del
coreano Ban Ki-moon, para lo cual había mercadeado con una política 1
noruega, alta funcionaria de la petrolera estatal Equinor/Statoil y sus
empleados, un Premio Nobel de Paz el 10 de diciembre de aquel año. El
mismo poema de Borges dice que “suelen al hombre perder la soberbia y la
codicia”. Santos es la llaga viva dantesca de sendas simonías.
Dividido en cinco apartes y 38 capítulos, La batalla por la paz es también
un recuento del surgimiento de los grupos subversivos, creando para los
lectores un contexto histórico previo a los diálogos con la banda criminal en
La Habana, conversaciones ultra secretas en las cuales se pactaron alianzas
que hoy sirven para chantajear a las Cortes de Justicia y mantienen contra las
cuerdas, al propio Juan Manuel Santos, que debe mover ficha cada vez que
alguno de sus protegidos se ve amenazado.
Luego se ocupa de episodios como la campaña presidencial de 2010, que
por poco pierde de no haber mediado Alvaro Uribe, incluso dejando que
imitaran su voz en las propagandas de la campaña Santista, a manos del
corrupto y desquiciado lituano colaborador de las FARC; justifica su voltereta
ideológica respecto de Chávez, contra quien había escrito más de un centenar
de artículos y luego convirtió en su nuevo mejor amigo; su enigmático
entendimiento con Rafael Correa, que el diputado Fernando Balda explica
acusando a Santos de colaborar en su secuestro para entregarlo al ecuatoriano,
después del ajusticiamiento de Raul Reyes; y el vil asesinato de Alfonso Cano,
entregado por Catatumbo y Márquez, escoltado apenas por un par de perros,
Conan y Pirulo, y casi ciego. Se sabe que fue capturado vivo y Santos dio la
orden de ejecutarlo mientras veía todo en una pantalla gigantesca. Algo había
tenido que aprender Santos de su camarada Obama.
La parte final recuenta la campaña releccionista de 2014 cuando inventó un
hacker para destruir a Oscar Ivan Zuluaga, y su apuro por pactar con la banda
terrorista antes que se venciera el periodo del secretario de Naciones Unidas
Ban Ki-moon; la pérdida y el robo del plebiscito; su entrega total a las FARC
para ganar el Premio Nobel y el vergonzoso discurso plagado de mentiras que
selló el raponazo del galardón, prometiendo regalar el importe a unos pobres,
cosa que tampoco nunca hizo.
Un buen trecho de estos anales esculpe su efigie de estadista predestinado a
dar “paz” a Colombia, con la ayuda, no confesada, de hechiceros reclutados
por esa gran lechuza que fungió de ministra de sapiencia los ocho años de su
mandato. Cesar Gaviria, aparejador de la cárcel de Pablo Escobar donde
asesinó y empaló a los hermanos Fernando y Mario Galeano Berrio, luego de
la creación de una constituyente que borró de la carta la extradición, lo hizo
ministro y designado a la presidencia, a cambio de protegerle los años por
venir, de filtraciones sobre sus gustos carnales y económicos en la gran
prensa. 2
Santos no se cansa de enumerar nombres de personajes con quienes, dice,
haber entablado asuntos. Hay un desfile melancólico de profesores de
universidades famosas y de países que, como Sudáfrica o Irlanda, y otros
donde hubo guerras intestinas. En ellas se va encontrando con Fulano, con
Zutano, todos ellos Libertadores de sus republicas a cambio de nada, solo de
la gloria. Su inmensa alma es capaz de reunir los más temibles asesinos con
bienaventurados. A Raúl Reyes y Victor Carranza con un tal Rodrigo Rivera y
ese justo mártir del calvario de la pulcritud, Antanas Mockus. Lentamente
vemos emerger la estatua que se erige a sí mismo, él, que es Churchill, él, que
es Mandela, él, la misma esencia del Premio Nobel de Paz; él, que va a ser
pronto George Catlett Marshall porque, decimos nosotros, nunca desearía
correr la suerte Dag Hammarskjöld, aun cuando la mereciera.
Luego viene su ininterrumpida cadena de perfidias a la diestra y la siniestra.
Se reúne con Carlos Castaño, otra vez en compañía del funesto Alvaro Leyva,
quien le acompañará sin duda hasta la tumba, a fin de derrocar a Ernesto
Samper, a quien encuentra debilitado por sus vínculos con la mafia, pero
sostiene que está a la búsqueda de la paz con las FARC. Lo ha desmentido por
enésima vez el propio Samper hace poco [06/05/2019]: “Se trata de la
conspiración que organizó Santos contra mi gobierno alrededor de un
supuesto proceso paralelo de paz... en la cual trataba de convencer a Raúl
Reyes de que aceptara, como parte de su mesiánico plan, la exigencia de mi
retiro del gobierno para dar paso a uno de transición que, suponíamos,
deseaba encabezar el propio Santos”.
A continuación, se concede la idea de la fracasada paz del Caguán, que él
llama, luego de compararse con el famoso general norteamericano, “Un plan
Marshall para Colombia”, del cual se desmarca olvidando que en una carta, a
la Comisión Nacional de Conciliación en 1997, había sugerido la creación de
la zona de distensión: “Una vez integrado el gobierno, el señor presidente, en
su condición de director de fuerza pública y Comandante Supremo de las
Fuerzas Armadas de la República, procedería a ordenar el despeje de una
área previamente acordada del territorio nacional en conflicto, o lo que es
igual, a efectuar el retiro de la fuerza pública del espacio geográfico
predeterminado. Esta área se convertiría en zona de distensión y diálogo a fin
de facilitar, con plenas garantías y total seguridad, el encuentro de
representantes del Gobierno, del Congreso, de la sociedad civil y de la
Comisión de Conciliación Nacional con los insurgentes”. Y señala que gracias
a que Pastrana lo nombró ministro de Hacienda, la gobernabilidad en ruinas
del presidente, pudo salvarse.
Entonces se transfiere el Plan Colombia, porque como ministro de Pastrana,
“me propuse dotar, a las fuerzas armadas, del presupuesto mínimo para 3
aumentar y profesionalizar la correlación de poderío y capacidad bélica que
comenzara a inclinarse a favor del estado”. El PC, que duró unos 15 años, fue
ideado por Pastrana y Clinton. Hasta 2016, cuando fraguó la componenda
Santos FARC, se había invertido unos 9.600 millones de dólares del gobierno
americano más otros 131 mil millones de dólares del gobierno de Colombia,
que había logrado, con los cultivos ilícitos, reducirlos a unas 40 mil hectáreas.
Hoy son 208 mil las hectáreas de esos cultivos, gracias al pacto de La Habana
y al Cartel de la Toga, que, en manguala, entre la Corte Suprema de Justicia y
la Constitucional han prohibido la erradicación con fungicidas fomentando la
producción de miles de toneladas de coca. Las FARC nunca entregaron las
rutas, ni los cristalizadores, ni las caletas con dinero, ni han reparado a las
víctimas de sus crímenes y han seguido delinquiendo, como lo demuestra el
caso Santrich y las ausencias de Ivan Marquez, el Paisa y otros comandantes.
Santos elude en estas memorias el hilo conductor de sus ambiciones para
llegar hasta la Secretaría General de las Naciones Unidas, pero se ocupa de
dos de sus más groseras trapisondas para obtener el Premio Nobel y luego dar
el salto definitivo, que el referendo de octubre del 2016 frustró: el asesinato de
Alfonso Cano, negociado con el verdadero jefe de las FARC, Pablo
Catatumbo, y la entrega del trabajo de Humberto de la Calle y Sergio
Jaramillo, a los abogados de Catatumbo, en la cabeza del mamerto Enrique
Santiago y ese enfermo crónico de codicia Roy Barreras, diseñadores de la
Jurisdicción Especial para la Paz, una Corte para demoler las Fuerzas
Armadas, desprestigiarlas y desmotivarlas, encarcelar a Alvaro Uribe, y al
servicio de la facción Farc-iana que comanda el guardián de los secretos de la
reelección de Santos y los ingresos de los dineros de Odebrecht a su campaña.
Todo plagado de mentiras: Que la paz que él firmó es sin impunidad, que
las FARC han dejado de existir, que a su campaña nunca entró dinero de
Odebrecht, que la JEP no da impunidad a nadie, que habrá cárcel para los
máximos responsables de las FARC, que para negar la extradición del turco
Walid Mackled a Estados Unidos no hay tratado con ese país, pero que para
solicitar la de Andres Felipe Arias a Colombia si existe, que el cese al fuego
con las FARC fue perfecto, que en su gobierno no hubo un solo funcionario
preso por corrupción, que los guerrilleros de las FARC no iban a recibir
sueldos de un millón ochocientos mil pesos, que muchos países van a adoptar
la JEP por él pactada, que las llamadas circunscripciones para la paz son para
favorecer a las víctimas y no para que las FARC tengan 26 votos en las
Cámaras, que las FARC entregaron todas las armas, que las FARC están en
bancarrota, que los beneficios de su paz se verán en meses y no en años, que
los jefes de la banda criminal no tendrían curules gratis, que los partidos de
izquierda nunca hicieron parte de su gobierno ni los sobornó día y noche, que 4
las FARC están desarmadas, que los cabecillas de la banda no tendrán
amnistías por violaciones y reclutamiento de menores, que él nunca ha
traicionado a Alvaro Uribe, que si no firmaba la paz con las FARC habría
guerra urbana, que si no ganaba el plebiscito renunciaba, que Colombia está
creciendo luego de su paz al 8%, que él es el peor enemigo que tienen las
FARC, que él no iba a negociar nada que el pueblo colombiano desaprobara,
etc., etc. 586 páginas de marrullas.
Sería dispendioso y agobiante refutar de conjunto las “verdades” que Santos
incluye en sus memorias. Para comprobar que todo lo que hizo fue contra
Colombia y a favor del grupo terrorista, baste copiar una parte de las
respuestas que Timochenko dio a un grupo de periodistas el 14 de julio de
2018, donde anuncia el comportamiento de las cortes de justicia para con
ellos, como ha sucedido en las últimas dos semanas, cuando la JEP dejó libre
al narco Santrich, “porque no pudieron determinar la fecha de sus delitos” y la
Corte Suprema confirmó la medida diciendo que era Senador, sin haberse
posesionado nunca. Santrich ya libre, ha declarado a todo el mundo, que él
nunca podrá ser extraditado a los Estados Unidos. No dice por qué. Sabe más
el diablo por viejo que por diablo.
“Éste es un tribunal único, dijo el patriarca de la banda. Una experiencia
única en el mundo, creado por los mismos insurgentes, en que los mismos
insurgentes contribuyeron a su creación para someterse a ese tribunal. No
hay antecedentes en el mundo en ese sentido. Yo decía incluso cuando me
tocó presentarme y lo quiero reiterar aquí, ante la opinión, ante los medios,
la emoción que sentí de ver plasmado ya en la práctica eso que fue tan duro,
tan difícil de construir en La Habana. Y yo les quiero recordar a todos sobre
ese tema que cuando no salíamos, cuando no se lograba un acuerdo en la
mesa, el presidente envió a su hermano Enrique Santos Calderón a conversar
conmigo para buscar una salida. Y fue en esa reunión donde decidimos lo de
integrar una comisión de seis, tres nombrados por la guerrilla y tres por el
Estado. Y, hete aquí donde surge este sistema integral de verdad, justicia,
reparación y no repetición. Y estamos creando derecho, un nuevo derecho
que es ejemplo para el mundo y que va a ser una referencia que yo creo que
es el legado más importante que le podemos dejar al mundo”.
Y Alvaro Uribe confirmó, el 31 de mayo pasado por qué tenía razón el
asesino y narcotraficante: “el gobierno Santos prometió que no elevaría los
acuerdos de La Habana a la Constitución, incumplió su promesa, los elevó y
la conmoción interior no puede suspender la Constitución.”
El último número de la revista Semana trae en su portada la imagen del
criminal, convertido ahora en héroe. Colombia se hunde.
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