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ERNESTO SÁBATO: LA PREGUNTA POR


LA IDENTIDAD ARGENTINA Y LAS IMPLICACIONES PARA LA
LITERATURA NACIONAL

Olga Put
Universidad Francisco de Vitoria, España

Hace poco, el 25 de mayo, celebramos el bicentenario de la independencia


argentina. Parece que desde aquella revolución radical en 1810 ha pasado
suficiente tiempo para que se determinara una sociedad nueva, con sus rasgos
específicos, singulares en los territorios de las Américas. Sin embargo, aunque la
Revolución de Mayo fuera el inicio de una nación, su cordón umbilical se formó
mucho antes, a miles de kilómetros de distancia y, aunque se quiera creer lo
contrario, no ha sido cortado nunca. Las inquietantes preguntas ¿qué somos?,
¿de dónde venimos? y ¿a dónde vamos? en Argentina no terminan de encontrar
su respuesta definitiva. La literatura argentina es un fiel reflejo de una sociedad
en busca de esas respuestas, de su identidad –angustiosa, neurótica, melancólica,
triste, pesimista, solitaria, hasta huraña–, sin ese toque folclórico de olor a
guayaba que tanto les encantó a los europeos en el auge del realismo mágico.
Vamos a hablar de la identidad argentina y cómo se traduce en su literatura
nacional, a través de los ojos de Ernesto Sábato; el escritor, que al haber nacido
en junio de 1911 y fallecido en 2011, ya ha visto casi la mitad de la historia de su
país y ha sido uno de sus más grandes referentes. A Sábato se le suele considerar,
y a él mismo le gusta llamarse así, un escritor comprometido. El compromiso,
en su caso, se entiende en el sentido más amplio de la palabra, es un compro-
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miso no sólo con la política de su país, sino también con el ser humano en
general. Sin embargo, a nosotros en función de esta ponencia, nos interesa un
compromiso suyo muy especial, el compromiso con la literatura nacional de su
pueblo. El público bien conoce la actividad política de Ernesto Sábato y su cargo
como presidente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas
(Conadep); es difícil encontrar a alguien quien no haya leído el desgarrador
Nunca más1. No obstante, la lucha de Sábato por una imagen bien determinada
y reconocible de la literatura de su país, y al mismo tiempo de la propia Argen-
tina, pasa desapercibida para un ciudadano medio, algo inimaginable, teniendo
en cuenta que no hay ni un sólo libro suyo, sea una novela o colección de ensa-
yos, donde no aparezca el tema, levantado también en numerosas entrevistas a
lo largo de los años.
¿Por qué la pregunta por la identidad argentina está tan presente en los es-
critos de Sábato? Basta ahondar en su biografía para encontrar datos que po-
drían servir de respuesta. Sábato dijo una vez en el artículo “Quiénes podemos
ser Argentinos” que la suya es “una nación formada por extranjeros desde el
vamos” (Obra 679), hecho indiscutible y aplicable también a su propia historia
familiar. Los padres de Sábato, Giovanna Ferraro y Francesco Sabato, llegaron a
Argentina desde Italia, aunque la madre era de origen albanés, por lo cual en
Sábato hay una fuerte conciencia de pertenecer a la primera generación de ar-
gentinos en su familia. Además, el escritor pasó su infancia en Rojas, un peque-
ño pueblo nada cosmopolita de cinco mil habitantes, a trescientos kilómetros de
la gran Buenos Aires, y en las provincias no es fácil ser “el otro”, el hijo de los
gringos y no de los criollos. Esta necesidad de tener que desarrollar su argenti-
nidad sin tener el modelo familiar y, al mismo tiempo, incorporar la herencia
espiritual de otras naciones que corría en su sangre le permitió en el futuro una
síntesis madura, expuesta tantas veces en las páginas de sus libros. La argenti-
nidad, según Sabato, es la que no deniega la hibridez de sus raíces, reconoce su

1
Informe de la Conadep con el famoso prólogo de Ernesto Sábato, publicado por pri-
mera vez en septiembre 1984 por Eudeba.
3

ancestro europeo, pero no acata servilmente los modelos descendientes del viejo
continente.
Miremos la historia de los argentinos. ¿Cuándo empieza? ¿Realmente en
mayo de 1810 con la liberación política de España? ¿Cuando empieza su litera-
tura? ¿Se puede llamar una literatura joven al lado de las literaturas milenarias
europeas?
En El escritor y sus fantasmas y en una larga entrevista con Günter Lorenz,
Sábato rechaza con fuerza la idea de la juventud y la inmadurez de la literatura
de su país, “Tenemos dos pasados, por lo menos –subraya–, y cada uno de ellos
tiene más de mil años” (Lorenz 54). Como hemos dicho, la inmensa mayoría de
los argentinos son hijos de españoles, italianos, franceses, polacos, rusos, judíos
de varias procedencias y de muchas naciones más. Y de ellos los argentinos
heredan sus peculiaridades, “a veces por separado, a veces en desdichada combi-
nación” (Constela 144). Argentina abrió sus puertas de par en par a la inmigra-
ción y a finales del siglo XIX optó por el español como idioma oficial del país,
eligiendo, asimismo, la sangre de su espíritu y la sangre de su conciencia (Lo-
renz 53 y 65; Sábato, El escritor 217). De esta forma Sábato, y muchos más de sus
compatriotas, aunque sean hijos de italianos, se sienten herederos de Cervantes
y no descendientes de Dante. La lengua castellana forzosamente determinó el
modo de ser argentino, pero en unas condiciones totalmente nuevas.
Los principios de esa nación, de su cultura y de su literatura no difieren
mucho de los comienzos de otras naciones de América Latina. Sábato afirma
que el inicio hay que buscarlo en el instante cuando los primeros cronistas de
“Indias” ponen los pies en la tierra americana. Sin embargo, en el momento
cuando empiezan a escribir, las palabras “cielo”, “tierra”, “hombre” o “mujer”,
“amor” o “pena” no son las mismas que en la madre patria y en cada uno de los
futuros países hispanos remiten a otra realidad (Lorenz 65). Nada es igual que
en Europa, pero tampoco nada es igual en América Latina. Todos los pueblos en
este nuevo continente recibieron una tradición europea, una cultura y un
idioma europeo, pero su realidad nunca ha sido europea. Argentina comparte
con sus vecinos el lenguaje, el origen común, la liberación de la madre patria,
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pero ya desde el principio se notan diferencias que van conformando la idiosin-


crasia de cada uno de los países americanos.
Sábato alega, no sin cierta valentía, que a las pampas argentinas llegaban a
probar su suerte los amargados segundones de España, dejando a la nobleza en
México o en Lima (El escritor 183 y 240) Llegaban y se encontraban no con las
selvas y una naturaleza exuberante, sino con un inmenso territorio vacío, abs-
tracto y desolado. En aquellos momentos hay que buscar los principios del
carácter argentino: triste, melancólico y resentido. Los primeros españoles año-
raban su patria lejana, los indios su libertad perdida, los gauchos se sentían
exiliados en su propia tierra y los viejos patriarcas criollos se vieron suplantados
por los inmigrantes y por el inclemente materialismo capitalista. Las jerarquías y
valores se sustituían sin cesar y el desierto, la gran Nada, aumentaba la reserva,
el silencio, la nostalgia y el sentimiento de transitoriedad. “Negar el resenti-
miento en la Argentina puede ser lindo, pero tiene el pequeño defecto de ser
totalmente falso. Y también en esto nuestra mejor literatura nos da irrefutables
testimonios: desde el Martín Fierro hasta los monólogos de Erdosain, pasando
por los feroces diálogos de La Gringa”, dice Sábato (184). La historia argentina
del siglo XX tampoco aporta mucha estabilidad a la conciencia nacional, si
tenemos en cuenta la constante crisis tanto económica como política. Sábato
apunta: “no habíamos terminado de construir y definir una patria cuando el
mundo que nos había dado origen comenzó a derrumbarse. Lo que significa
que si ese mundo es un caos, nosotros lo somos a la segunda potencia” (38). Esa
es la formación espiritual que reciben él y otros escritores argentinos, por lo cual
no es de extrañar que sus ficciones revelen, de una manera u otra, las nerviosas
preguntas “¿Qué somos?, ¿Adónde vamos? ¿Cuál es nuestra verdad nacional?
¿Somos algo nuevo, se gesta aquí algo realmente original, en este caos de sangres
y culturas?” (38). Y justo en las novelas, según Sábato, se debería buscar la ver-
dad de una nación y no en la historia o en los ensayos sobre la historia. (Cons-
tela 142)
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En la entrevista con Lorenz que mencionamos antes, Sábato dice unas


palabras muy importantes para los que queremos entender la identidad argen-
tina con todas sus peculiaridades:

Argentina pertenece al continente latinoamericano, pero de una forma muy


especial. Un argentino es algo muy distinto a un mejicano, a un ecuatoriano.
Nuestro país es una zona de fractura entre Europa y América Latina; no es
propiamente Europa, ni propiamente América Latina. Somos una zona inter-
media. Y eso tiene para nosotros ventajas y desventajas. Por eso cuando se
mencionan “zonas de literatura” en América Latina, hay que distinguir entre
Argentina y el resto. Nuestro país es diferente, no tenemos problemas racia-
les, no tenemos negros, ni tenemos indios. Tenemos otros problemas social-
les; somos un país de clase media; visto socialmente nos parecemos más a
Italia que a Ecuador. Y eso se manifiesta, naturalmente, en nuestra literatura,
que es más europea, digamos, que la de un Asturias… somos evidentemente
distintos… (Lorenz 42)

Los argentinos, según Sábato, están destinados a una experiencia doblemen-


te dramática. Tienen razones de reclamar la descendencia tanto europea como
americana; sin embargo, no cuentan con el respaldo de una gran cultura indí-
gena y tampoco pueden atribuirse todas las riquezas de la tradición europea. No
cuentan con los artefactos de la eternidad, tales como las piedras milenarias de
Roma o de París o las pirámides de Machu Picchu (El escritor 38; Apologías 144-
145). En Argentina “todo parece más frágil y transitorio, el hombre se siente
más mortal y de condición más efímera” (ibíd.). Y Sábato afirma con convicción
en la entrevista introductoria a El escritor y sus fantasmas que “nuestra literatura
será la expresión de esa compleja crisis o no será nada.” (38)
El europeísmo de Argentina es bien sabido y es motivo de orgullo de sus
habitantes. Sin embargo, por sentirse muchas veces “europeos”, también se
sienten hermanos menores, y pecan de un sentimiento de inferioridad, lo que
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les hace imitar sin reflexión los modelos ajenos, en la educación, en la literatura
y en la cultura en general.2
La inferioridad se traduce también en la tendencia de escribir en una versión
castiza del castellano, como si se viviera, empleando las palabras del mismo
Sábato, en Talavera de la Reina, hace cuatrocientos años (El escritor 217). Sábato
es un gran defensor del idioma argentino y de su aplicación en la literatura
nacional, algo que, por muy obvio que nos pueda parecer, no lo fue durante
mucho tiempo. Al principio solamente algunos escritores, tales como Sar-
miento, Hernández y Alberdi, se atrevieron a crear en el idioma que escuchaban
a su alrededor, violando “anárquicamente” las normas de la madre patria. El
escritor argentino que aspira a la fama en el Parnaso literario hispanohablante
tiene que lidiar con muchos problemas, tales como la propia modalidad
lexicográfica y, ante todo, con el problema del voseo, arraigado fuertemente en
todas las capas sociales. A Sábato le parece indiscutible el hecho de que nadie en
Buenos Aires emplearía el tú y sus conjugaciones en los momentos de conmo-
ción, en una carta de amor, en una discusión acalorada, y por lo mismo le
resulta falso, ridículo y hasta grotesco forzar a los personajes de las novelas a que
abandonen ese “bárbaro” voseo. Sábato es un fuerte defensor de la idea de que el
lenguaje lo hace el pueblo y alcanza sus paradigmas en los grandes poetas y
escritores, y desde la publicación de Heterodoxia en 1953 entra directamente en
la polémica. Casi dos décadas después dice: “Cada pueblo elabora una lengua
diferente, y sus matices fonéticos y sintácticos son consecuencia inevitable de su
historia, su geografía, su raza y hasta su clima y el color de sus pájaros.” (217)
Aparte del problema del lenguaje, esta ahí la cuestión del contenido y qué
temas debería tratar la literatura nacional considerada típicamente argentina.
Sábato se indigna en El escritor y sus fantasmas que los europeos esperan de los
escritores rioplatenses “la descripción de salvajes cabalgatas de gauchos en la
llanura y solicitan y anhelan el exotismo y el color local” (240). Se olvidan, en
cambio, de que la gran mayoría de la literatura argentina nace en Buenos Aires,

2
Sábato se pronuncia sobre el tema, por ejemplo, en Apologías y rechazos, passim, y en
El escritor y sus fantasmas, passim.
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donde no se ve ni la pampa ni el caballo. Le parece ridículo tener que escribir en


querandí sobre la caza del avestruz para ser considerado puramente nacional
(Obras 656). En una entrevista de 1970, Sábato responde a la acusación de Astu-
rias de que los escritores argentinos no son representativos de Latinoamérica,
como lo es, por ejemplo, un Rulfo, por no representar la América Latina
indígena y negra. Sábato con convicción reivindica los fundamentos europeos
que dan el tono a la cultura de su país y el realismo y autenticidad de escribir
sobre un muchacho estudiante y solitario, de piel blanca, hijo de italianos o
judíos, sentado en un banco de una plaza porteña (Constela 157). “Que nos
dejen en paz haciendo nuestra propia literatura”, dice (158). ¿Cuáles son
entonces las características de esta literatura?, aparte de la hibridez ingénita y de
un lenguaje distinto.
La literatura argentina es sobre todo metafísica, áspera y problemática, re-
sultado de un coloniaje duro y batallador, con un fuerte sentimiento de finitud y
transitoriedad. Y como hemos dicho antes, la mayoría de los libros se escriben
en Buenos Aires. La capital argentina es una ciudad monstruosa de trece millo-
nes de habitantes y los típicos problemas psicológicos, tales como la soledad,
miedo a la existencia, depresión, desconcierto, neurosis, se manifiestan con
fuerza en los porteños y en sus novelas, cuentos y ensayos. Problemas psicológi-
cos, que muchas veces lindan con los psicopatológicos, abundan en las paginas
de los escritores argentinos (basta recordar a Juan Pablo Castel, el protagonista
de El túnel, o a Fernando, de Sobre héroes y tumbas). No obstante, Sábato opina
que aquellos problemas psicológicos conducen a un problema mucho más pro-
fundo, al problema metafísico del hombre. Dice: “más allá de la soledad, del sen-
timiento de aislamiento, de frustración y de neurosis, se trata de examinar los
problemas últimos, los problemas metafísicos de la condición humana, incluso
Dios” (Lorenz 41).
Sábato, a pesar del famoso distanciamiento personal por razones políticas,
suele mencionar el nombre de Borges como representante logrado del escritor
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típicamente argentino, aunque no admire todas sus obras por igual.3 Dice de su
colega: “Nada hay en él, nada de bueno ni de malo, nada de fondo ni de forma,
que no sea radicalmente argentino” (El escritor 241) ¿Cuáles son según su
parecer los rasgos propiamente argentinos en este escritor considerado por
muchos críticos como plenamente universal? Ante todo, la preocupación por el
tiempo y la consecuente inclinación metafísica, pero también un léxico y un
estilo que nos hace pensar constantemente en los arrabales y en los crepúsculos
en los patios de Buenos Aires. A Sábato no le convencen tanto los juegos bri-
llantes e ingeniosos de Borges como lo que se transparenta a través de ellos, los
rasgos inconfundibles de “esta Buenos Aires real y concreta, sucia y turbulenta,
aborrecible y querida” (253) en la que los dos viven, sufren y crean; le convence
este Borges porteño escondido detrás de la abstracción universal, con sus
pasiones y angustias típicas de su país.
Resumiendo, cuál es la literatura típicamente Argentina según Sábato:
a) Descendiente de lo europeo, que reconoce sus raíces pero con una voz
propia, resultado de la hibridez de las culturas.
b) Metafísica, que refleje la transitoriedad, la finitud y la crisis por la que
constantemente pasan los argentinos.
c) Triste y reflexiva, que exprese el carácter nacional.
d) Aquella en cuyo lenguaje se pueda reconocer el pueblo, con todos sus
rasgos típicos léxicos y gramaticales, como por ejemplo el voseo.
e) Típica, no por su temática, pues tiene que hablar de los problemas uni-
versales del hombre, sino por la manera de presentarlos.
¿Y qué pasa con la literatura que produce el mismo Sábato? ¿Cumple como
escritor con lo que dice como crítico? ¿Ha acatado el teorema?
Al abrir sus novelas y después de leer unas cuantas líneas el lector se da
cuenta que lo que tiene en sus manos está escrito, en muchos casos, en un cas-
tellano bastante alejado de las normas de la RAE. En Sobre héroes y tumbas y en

3
Por ejemplo, en El escritor y sus fantasmas 241-253; y durante el homenaje en la Bi-
bliothèque Nationale de París (1986) en “Sobre Borges” (Sábato, Obra Completa. Ensa-
yos 744).
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Abaddón se reflejan las voces de los distintos estratos sociales del pueblo argen-
tino, especialmente de su parte porteña, a través de un léxico popular, incluso
lunfardo4, y a través de una convención fonética propia expresada en una grafía
novedosa (embrollao [73], Bueno Saire, salú [95], gatiar [446], alvierto, l’analisis,
m’hijo). También en el nivel morfológico, con los prefijos añadidos a los verbos
simples, por ejemplo, enllenar, emprincipiar, se notan los arcaísmos cultos
españoles, que sobrevivieron solamente en América y en Andalucía. Sin tener
que agotar todos los recursos idiomáticos de los argentinos podemos señalar a
nivel sintáctico los rasgos propios de la oralidad, tales como la utilización del
condicional en lugar del imperfecto, por ejemplo, por Bucich o Tito (“la gente
de antes era más sana. No tendría tanto firulete como ahora, si se quiere, pero
era más sana”), el habla en capicúa (“Decí vo, decí”: “Ma contale a este, con-
tale”) y muchos más (Rosa Lojo LXIV-LXVII). Sin embargo, al leer las novelas
de Sábato, en ningún momento sentimos que la modalidad idiomática de los
argentinos ha sido forzada y aunque el voseo, por ejemplo, sea generalizado, los
localismos se emplean con cuidado, adaptando la escritura al nivel social y a la
personalidad de cada protagonista.
Las páginas de Sábato reflejan la diversidad del país; están pobladas, igual
que las calles de Buenos Aires, por los inmigrantes de varias procedencias o por
los hijos de los inmigrantes. Basta mirar los apellidos de los protagonistas, tales
como D’Arcángelo, Bassán, Muzzio, Gandulfo, Schnitzler, Schneider, Steinberg,
Mainsa (adaptado de Meinzer, etc.). Sábato les hace a sus personajes de Sobre
héroes y tumbas hablar sobre la variedad de los apellidos en la sociedad porteña,
burlándose de la superioridad de los de origen vasco sobre los apellidos italianos
o judíos, que en general solían llevar los inmigrantes pobres (Sobre héroes 211-
212). El tema vuelve en Abaddón, cuando se intenta averiguar el verdadero
apellido de una tal Elizabeth Lynch, lo que refleja la importancia que al asunto
tiene para el escritor. (Abaddon 344-353)

4
Paul Verdevoye presenta una lista bastante completa de los vocablos o modismos
usuales en el país en su artículo “Lo que podríamos llamar ‘lo argentino’”. Sobre héroes
y tumbas. Edición crítica. Colección Archivos. Poitiers: CRLA, 2008. 833-835.
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¿Y qué pasa con el contenido? Tanto el espacio como el tiempo sabatianos


nos hablan de la argentinidad. El escritor es un gran promotor de Buenos Aires;
los recorridos de sus personajes por las calles, plazas, bares y parques porteños
son tan exactos que algunos críticos se sintieron tentados a trazar los itinerarios
más comunes. (Dellepiane 184-185) En cuanto al tiempo, en sus novelas apa-
recen los inicios de la historia argentina, pero también las angustias del siglo
XX. En Sobre héroes y tumbas se presentan, por ejemplo, las tensiones de
unitarios y federales y de peronismo/antiperonismo. No sin razón, los críticos
llaman “totales” a sus libros. Sin embargo, el espacio y la situación histórico-
política constituyen solamente el fondo y complemento a los problemas psicoló-
gicos y metafísicos de los personajes del pasado y del presente. Los protagonistas
encarnan perfectamente estas almas atormentadas de los argentinos, confusas
en una constante búsqueda de un orden y de un absoluto dentro del caos. Tanto
los hombres como las mujeres de los libros de Sábato raramente encuentran
paz; son seres tristes, melancólicos, amargados, decepcionados, sin importar su
edad, casi nunca se ríen: Juan Pablo Castel, María Iribarne, Fernando y Alejan-
dra Vidal, Martín, Nacho y Agustina Izaguirre, para mencionar solamente a los
más importantes. Dice Carlos Catania: si hay algo definitorio en su obra, es la
melancolía. (21)
A Sábato le duele su tierra y sin duda es un escritor problemático, en el
sentido de que sus obras presentan más preguntas que respuestas y reflejan una
crisis constante, tanto a nivel nacional como personal de los argentinos, pero
también a nivel universal, del ser humano en general. El “uno” (individuo y
argentino) y el “universo” (la cultura occidental) es la dualidad indivisible y con-
génita en el mundo sabatiano, según Paul Verdevoye (829). Y esa es una riqueza
digna de admiración, de saber crear una literatura nacional, pero que presente
los problemas universales, interesantes para los lectores en cualquier parte del
mundo.
La literatura de Sábato es sin duda una literatura típicamente argentina,
imposible de confundir con cualquier otro país latinoamericano. A muchos lec-
tores les hizo desear bailar el tango, sentarse en un banco en el parque Lezama,
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tomar mate, escuchar o incluso decir “¡Che, boludo!”, pero lo más importante es
que al leer sus obras la gente pudo sentirse identificada con los protagonistas sin
que importara su procedencia. De esa manera Sábato ha hecho su sueño rea-
lidad: que la literatura, o el arte en general, sea el instrumento más poderoso
para la integración del continente (Lorenz 66).

Obras citadas

Catania, Carlos. Entre la idea y la sangre. San José: Editorial Costa Rica,
1973.
Constenla, Julia. Medio siglo con Sábato. Entrevistas. Textos Libres. Barcelo-
na, Buenos Aires: J. Vergara, 2000.
Dellepiane, Ángela B. Sábato: Un análisis de su narrativa. Buenos Aires:
Nova, 1970.
Lojo, María Rosa. “Introducción”. Sobre héroes y tumbas. Poitiers: CRLA;
Colección Archivos, 2008. LXIV-LXVII.
Lorenz, Günter. Diálogo con Latinoamérica. Barcelona: Pomaire, 1972.
Verdevoye, Paul. “Lo que podríamos llamar ‘lo argentino’”. Sabato, E. Sobre
héroes y tumbas. Poitiers: CRLA; Colección Archivos, 2008. LXIV-LXVII.
Sábato, Ernesto. El escritor y sus fantasmas. Barcelona: Seix Barral, 1979.
---. Apologías y rechazos. Barcelona: Seix Barral, 1981.
---. Abaddón el exterminador. Barcelona: Seix Barral, 1984.
---. Obra completa. Ensayos. Buenos Aires: Seix Barral, 1996.

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