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Juana de Ibarbourou

Cual la mujer de Lot

Un perfume de amor me acompañaba.


Volvía hacia la aldea de la cita,
bajo la paz suprema e infinita
que el ocaso en el campo destilaba.

En mis labios ardientes aleteaba


la caricia final, pura y bendita,
y era como una alegre Sulamita
que a su lar, entre trigos regresaba.

Y al llegar a un recodo del camino


tras el cual queda oculto ya el molino,
el puente y la represa bullidora,

volví atrás la cabeza un breve instante,


y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante
que besaba en la sien a una pastora!

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