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Alegoría de la caverna

Recreación de parte del mito. Se observa cómo el prisionero sólo puede observar
proyecciones del mundo que son meras apariencias de las esencias.

La Alegoría de la caverna (también conocida por el nombre de Mito de la caverna,


aunque en realidad solo es una alegoría de intenciones pedagógico-filosóficas, no un
mito, pues no aparece reflejado como tal en los escritos de Platón ni en ninguna otra
obra antigua, ni siquiera entre los mitógrafos) se considera la más célebre alegoría de la
historia de la filosofía[1] junto con la del carro alado.[2] Su importancia se debe tanto a la
utilidad de la narración para explicar los aspectos más importantes del pensamiento
platónico como a la riqueza de sus sugerencias filosóficas.

Se trata de una explicación metafórica, realizada por el filósofo griego Platón al


principio del VII libro de la República, sobre la situación en que se encuentra el ser
humano respecto del conocimiento.[3] En ella, Platón explica su teoría de cómo podemos
captar la existencia de los dos mundos: el mundo sensible (conocido a través de los
sentidos) y el mundo inteligible (sólo alcanzable mediante el uso exclusivo de la razón).

Descripción
"Alegoría de la caverna" por Markus Maurer

Platón describió[4]en su alegoría de la caverna un espacio cavernoso, en el cual se


encuentran un grupo de hombres, prisioneros desde su nacimiento por cadenas que les
sujetan el cuello y las piernas de forma que únicamente pueden mirar hacia la pared del
fondo de la caverna sin poder nunca girar la cabeza. Justo detrás de ellos, se encuentra
un muro con un pasillo y, seguidamente y por orden de cercanía respecto de los
hombres, una hoguera y la entrada de la cueva que da al exterior. Por el pasillo del muro
circulan hombres portando todo tipo de objetos cuyas sombras, gracias a la iluminación
de la hoguera, se proyectan en la pared que los prisioneros pueden ver.

Estos hombres encadenados consideran como verdad las sombras de los objetos. Debido
a las circunstancias de su prisión se hallan condenados a tomar únicamente por ciertas
todas y cada una de las sombras proyectadas ya que no pueden conocer nada de lo que
acontece a sus espaldas.

Continúa la narración contando lo que ocurriría si uno de estos hombres fuese liberado y
obligado a volverse hacia la luz de la hoguera, contemplando, de este modo, una nueva
realidad. Una realidad más profunda y completa ya que ésta es causa y fundamento de la
primera que está compuesta sólo de apariencias sensibles. Una vez que ha asumido el
hombre esta nueva situación, es obligado nuevamente a encaminarse hacia fuera de la
caverna a través de una áspera y escarpada subida, apreciando una nueva realidad
exterior (hombres, árboles, lagos, astros, etc. identificados con el mundo inteligible)
fundamento de las anteriores realidades, para que a continuación vuelva a ser obligado a
ver directamente "el Sol y lo que le es propio",[5] metáfora que encarna la idea de Bien.

La alegoría acaba al hacer entrar, de nuevo, al prisionero al interior de la caverna para


"liberar" a sus antiguos compañeros de cadenas, lo que haría que éstos se rieran de él. El
motivo de la burla sería afirmar que sus ojos se han estropeado al verse ahora cegado
por el paso de la claridad del Sol a la oscuridad de la cueva. Cuando este prisionero
intenta desatar y hacer subir a sus antiguos compañeros hacia la luz, Platón nos dice que
éstos son capaces de matarlo y que efectivamente lo harán cuando tengan la
oportunidad,[6] con lo que se entrevé una alusión al esfuerzo de Sócrates por ayudar a los
hombres a llegar a la verdad y a su fracaso al ser condenado a muerte.

Interpretación esotérica
La interpretación de la Alegoría de la caverna hay que buscarla muy al final del libro VI
y en el libro VII de la República de Platón, una interpretación que es puramente
epistemológica, no en vano comienza la historia con estas palabras:

-Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con


respecto a la educación o falta de ella, se encuentra nuestra naturaleza.[7]

Pero bajo su sentido epistemológico esconde connotaciones propias de la metafísica[8]


platónica, así como de su política dado que la República es un tratado político.

Ontología subyacente en la alegoría

Nada más terminar la narración del mito nos cuenta Platón, por boca de Sócrates, qué
representa cada una de las imágenes que se exponen en él.[9] Corresponde a las sombras
y a los hombres que las producen en el mundo que percibimos por los sentidos o mundo
sensible; y la hoguera al Sol que todo lo ilumina y nos permite ver. La ascensión al
exterior de la cueva figura el ascenso al mundo inteligible, mundo en el que se
encuentra la idea de Bien[10] representada por el Sol.

Ambos mundos son reales, pero el inteligible posee más entidad siendo fundamento de
todo lo sensible. Pertenecen a este mundo las esencias o ideas y, de entre ellas, la idea
de Bien es fundamento de todas las demás ideas y por ende de lo sensible.

Pero, con todo, esta explicación que nos da Platón no es más que una nota al margen de
lo que esta alegoría pretende dar a entender. Eso sí, es necesaria para entender el camino
del alma hacia el mundo inteligible.[11]

La epistemología subyacente en la alegoría

Alegoría de la caverna, de Platón, grabado de Jan Saenredam (1604).


Se trata de la parte central de la narración, pero antes de exponerla es preciso
contextualizar la epistemología de Platón. Tanto Heráclito como Parménides habían
comenzado dos caminos opuestos para avanzar hacia el conocimiento de la realidad, el
primero atendiendo a lo mudable,[12] el segundo a lo eterno e imperecedero: y fue el
propio Parménides el que puso nombre a ambos: vía de la opinión y vía de la verdad,
respectivamente. Platón, dialéctico él, conjugará ambas vías, si bien dando más
importancia y validez a la parmenidea. A estos autores hay que mirar para entender lo
que se esconde tras el Mito de la caverna.

Según Platón, a cada tipo de realidad le corresponde un tipo de conocimiento apropiado,


y éstos a su vez se subdividen en otros dos tipos distintos, cada cual más cierto[13] cuanto
mejor aprehenden lo inteligible. Así, para conocer el mundo sensible disponemos de la
opinión, que siendo conocimiento es un saber que puede contener error, y que viene a
coincidir con la vía abierta por Heráclito. Por otra parte, para conocer el mundo
inteligible contamos con la ciencia que nos proporciona un conocimiento cierto de la
realidad, camino propuesto por Parménides. La opinión o Doxa, como ya ha sido dicho,
se divide a su vez en dos subtipos de conocimiento: la imaginación o Eikasia; y la
creencia o Pistis. A su vez, para el conocimiento del mundo inteligible, la ciencia o
Episteme se divide a su vez en pensamiento o Diánoia que capta las esencias y la razón
o Noesis que capta la idea de Bien.[14]

De este modo, el conocimiento adquirido por la contemplación de las sombras se


identificaría con la fiabilidad del conocimiento que proporciona la imaginación, similar
a tomar con una certeza más allá de lo deseable a imágenes reflejadas en espejos, o a
imágenes pintadas o esculpidas, o incluso a la misma alegoría de la caverna. La visión
de los hombres que caminan por la cueva mostrando objetos y la hoguera misma con la
creencia, similar a tomar con una certeza más allá de lo deseable el conocimiento
adquirido por la mera observación de la naturaleza en la que todo es mutable. La
contemplación del mundo exterior a la cueva representa al pensamiento, el paso al
conocimiento del mundo inteligible en el que se encuentran las esencias u oὒσία, un
conocimiento que deja de ser una opinión con posibilidad de error, para ser un
conocimiento cierto, acorde con la realidad ya que todas las cosas sensibles son
imágenes de sus propias esencias. Y por fin, el conocimiento adquirido con la
contemplación del Sol representa el conocimiento que se obtiene con la contemplación
de la idea de Bien o razón. Se trata de un conocimiento que supera al mismo
pensamiento tanto en cuanto que el que lo posee conoce todas las esencias del mundo
inteligible porque se fundan en ella y, a través de ellas, todas las realidades del mundo
sensible, mientras que el que sólo usa del pensamiento, sólo conoce las esencias que va
descubriendo en su pensar.

La educación subyacente en la alegoría


Alegoría de la caverna, Michiel Coxcie

Dado que la República es un tratado político, cabría esperar que tras la alegoría se
escondiera una mayor referencia a la teoría política de Platón que a la epistemología y a
la educación o paideia, pero no es así aunque algo de política tenga.

La importancia que Platón concede a la educación en vistas a una correcta organización


de la Polis hace que dedique una muy importante cantidad de páginas a este tema en la
República. Platón llega incluso a diseñar en ella un programa de estudios para tal fin
basado en los grados del conocimiento descritos anteriormente.

Es el proceso de formación y educación del rey-filósofo lo que está encarnando en todo


ese periplo a través de los grados del conocimiento que realiza el protagonista de la
historia. Una formación a cargo de los más sabios que han de iniciar todos los
ciudadanos y que completarán en la medida que estén capacitados para el conocimiento.

Pero, como alegoría que es, no tiene perfecta correspondencia con el pensamiento de
Platón. Por ejemplo, el personaje es continuamente obligado a ascender en los grados de
conocimiento porque, como dice el propio Platón al terminar de narrar la alegoría, el
saber es costoso y no suele hacerse de buena gana,[15] mientras que más adelante, ya
terminado el mito, Platón señala que no es deseable usar la fuerza para que los niños
aprendan.[16]

En la política platónica no hay tal obligación externa encaminada a que los hombres
asciendan en los grados de conocimiento, nadie ha de ser arrastrado tal y como narra la
alegoría. Si acaso, la única obligación de la que habla Platón en su política es de una
obligación moral de todos los ciudadanos para que asuman con responsabilidad el deber
de educarse lo mejor que puedan conforme a su capacidad por mor del mejor bien de la
polis. Un bien que consiste en ser dirigida rectamente, es decir, conforme a razón.

Los propios alumnos, guiados por maestros mediante el uso de la dialéctica, irán
alcanzando por sí solos los distintos grados de conocimiento hasta el límite que la
capacidad de cada uno de ellos determine.

La política subyacente en la alegoría

Las connotaciones políticas que este mito tiene son secundarias o indirectas. De todas
las obligaciones a la que es sometido el prisionero de la alegoría, la única que realmente
se mantiene en la teoría política platónica es la de que tanto el personaje de ella como el
sabio han de ser obligados igualmente a abandonar la contemplación del mundo
inteligible (el Sol y la idea de Bien respectivamente) para dirigir a sus conciudadanos[17]
debido a que ese regreso para asumir el gobierno de la Polis aleja al sabio de la mayor
felicidad: el seguir contemplando la idea de Bien. Esta obligación es más interna que
externa, su fuerza reside en la responsabilidad que tiene el sabio de cara a la Polis para
que ésta alcance su bien,[10] esto es, para que todos los habitantes se guíen conforme a la
razón al ser dirigidos por el sabio.

Con todo Platón es consciente de que muy pocos son capaces de llegar al más alto grado
de conocimiento. Ello le llevará a proponer que también han de desempeñar la función
de gobernar, en un gobierno que es temporal y rotatorio, los que más hayan accedido al
mundo inteligible por medio del pensamiento.[18] El motivo de la rotación es limitar en
el tiempo la función de gobernar para no hacer más gravosa aún la obligación de
desatender el estudio y contemplación de las esencias al hacerla perdurar excesivamente
en el tiempo.

Interpretaciones exotéricas
Como a casi todo texto alegórico, a la Alegoría de la caverna no le faltan
interpretaciones que han sido dadas al margen de la que le dio su autor en la Academia.
El motivo principal que lo causa es el hecho de que casi toda la obra de Platón
conservada[19] es de carácter exotérico, es decir, destinada a los no miembros de la
Academia y por tanto accesible al gran público. Esto determinó que Platón dotara a su
obra de una extraordinaria belleza literaria por las imágenes propuestas, pero con poca
precisión conceptual en muchas de sus partes. El quedarse sólo en la lectura de la
alegoría sin atender a las explicaciones que de él nos dio su autor, ha dado lugar a todo
tipo de interpretaciones.[20]

Véase también
 Solipsismo
 Platón
 Teoría de la reminiscencia
 Idea de Bien

Referencias
1. ↑ Cfr. Caverna de Platón. Diccionario de filosofía. Dtor: Ferrater Mora
(1979)
2. ↑ Platón. Fedro. 254e y ss.
3. ↑ Cfr. Platón. República. 514a.
4. ↑ Op. Cit. 514a - 517a.
5. ↑ Platón. República 516b. Madrid: CEPC (1997). Traducción de José
Manuel Pabón y Manuel Fernández-Galiano.
6. ↑ Op. Cit. 517a.
7. ↑ Op. Cit 514a. Traducción de José Manuel Pabón y Manuel Fernández-
Galiano.
8. ↑ Esta palabra será creada unos años más tarde de la muerte de Platón,
pero, dado que nos estamos refiriendo al mismo tipo de saber al que Teofrasto
nombró por primera vez, es corriente este uso anacrónico.
9. ↑ Cfr. República 517a - c. También en Ibid 532a - b.
10. 1 2 La idea de Bien está completamente desprovista de todo sentido
ético, para el mundo griego el bien estaba referido a lo metafísico-teleológico, en
términos actuales sería equivalente a lo útil. Cfr. en GUTHRIE. Historia de la
Filosofía Griega. Madrid: Gredos (1990), Vol. IV, pág. 497 y ss.
11. ↑ Cfr. Jaeger. Paideia. Madrid: FCE (2004) pág. 693
12. ↑ En realidad no todo era mudable, Heráclito halló un principio que todo
lo regía, con lo que no se distanciaría tanto de la epistemología parmenidea.
13. ↑ Ninguno es falso, sino más o menos válidos.
14. ↑ Cfr. República 511d - e. También en 533a y ss.
15. ↑ Cfr. Ibid 517b.
16. ↑ Cfr. Ibid 537a.
17. ↑ Cfr. Ibid 540b.
18. ↑ Cfr. Jaeger. Paideia. Madrid: FCE (2004) pág. 665.
19. ↑ La excepción son sus cartas conservadas.
20. ↑ Véase supra el ejemplo dado en La política subyacente en la alegoría

Bibliografía

 Platón (1997). La República. CEPC. Madrid. ISBN 84-259-1037-4.

 Ferrater Mora, J. (1979). Diccionario de Filosofía. Alianza Editorial. Barcelona.


ISBN 84-206-5299-7.

 Guthrie, W. K. G. (1990). Historia de la Filosofía Griega IV. Gredos. Madrid.


ISBN 978-84-249-14400.

 Jaeger, W. W. (2004). Paideia: los ideales de la cultura griega. FCE. Madrid.


ISBN 84-375-0195-4.

Enlaces externos
 Texto español del mito de la caverna
 Texto español en el sitio de la Biblioteca de Clásicos Grecolatinos.
o Textos griego y francés en el sitio de Philippe Remacle (1944 - 2011).


 Vídeo reflexivo sobre el mito de la caverna en YouTube

 Dos vídeos ilustrando la alegoría de la caverna.

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