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La deshomogenización del discurso neoliberal: del ordoliberalismo alemán

al ultraliberalismo austro-estadounidense.

En la primera lectura se habla de tres escuelas diferentes como Escuela Alemana,


la Escuela Austriaca y la Escuela de Chicago, estas tienen una semejanza por
querer acabar con las tendencias colectivistas del siglo xx, pero difieren
substancialmente su metodología, su visión del mercado, del papel del Estado, del
marco jurídico moral o sociológico.

Por lo que nos da a entender que hay distintas formas de ser neoliberal, incluso
dentro del mismo neoliberalismo alemán, las diferencias no son desdeñables, por
un lado, la Escuela de Friburgo u ordoliberalismo tienen preocupaciones más
jurídicas que sociológicas, y, por el otro, los representantes de un neoliberalismo
abiertamente “sociológico”. En el caso del ultraliberalismo todos pretenden
transformar el Estado para que sostenga y expanda la lógica del mercado,
replegándose hacia el reduccionismo individualista más estrecho. Mientras los
libertarios anarcocapitalitas ven en el Estado una fuerza ilegítima que atenta
contra la libertad de los individuos.

Walter Eucken recalca que el papel del Estado consiste en dictar reglas y
hacerlas respetar, no en nacionalizar empresas ni en organizar transferencias
financieras. Además, el Estado debe concentrar sus intervenciones sobre la
creación de condiciones necesarias al buen funcionamiento de la economía de
mercado, y un polo más social, favorable no sólo a la implementación de un
Estado-providencia, sino también a mecanismos particulares de gobernanza de
las empresas y de diálogo entre los actores sociales.

El Estado es entonces responsable del orden, es decir, del buen funcionamiento


de la democracia política y económica. Los ordoliberales se convirtieron en un
importante grupo de presión en favor del mantenimiento de un orden económico
liberal en la Alemania Federal.

La escuela Austriaca reconoce al Estado, el deber de plantear cuadros y reglas, y


al individuo el deber de integrarse en un medio social dado. Hay en él, sin
embargo, una visión algo idealizada del individuo, considerado como un ser
imperfecto y humilde, perspectiva que no comparten los ordoliberales alemanes.
Para ellos, el hombre es, sin duda, un ser dotado de razón, pero algunas veces
con sed de poder. El orden económico y jurídico debe, ante todo, contener la
búsqueda desenfrenada del poder económico y político que está en el origen de
cualquier dictadura.
La Escuela de Chicago en el fondo, conservaban más el laisser faire que el
“programa positivo” elaborado años antes por Simons en el contexto de la crisis de
los años 30, en el que afirmó que los monopolios y las corporaciones eran un
riesgo benigno para la competencia del mercado y para la vida democrática, y que
en consecuencia se necesitaba, no más, sino menos regulación.

Lo que buscaban estas tres escuelas, no es tanto saber si el gobierno y la


legislación deben intervenir, sino definir de cuáles intervenciones debe estar
constituida la acción pública para alcanzar los objetivos deseados. Además,
pretendían encontrar alternativas que mejoraran la situación de su población.

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