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Dos programas de intervención socioeducativa


Un apoyo para que la escuela no enfrente sola los problemas
Una herramienta es el Equipo Socioeducativo del Ministerio de Educación provincial. Otra es el programa
CAI de Nación. Significan un soporte para las escuelas en el abordaje de situaciones como ausentismo
reiterado, o casos complejos de maltrato infantil y violencia.
De la Redacción de El Litoral
educacion@ellitoral.com
Abandono escolar, ausentismo reiterado, agresión entre alumnos y a docentes, evidencias de maltrato
emocional, físico o vulneración de los derechos del niño. Frente a estas situaciones problemáticas, que
presentan sus síntomas en las escuelas pero se originan en entornos familiares y sociales complejos, las
comunidades educativas muchas veces se sienten desbordadas, no saben cómo actuar ni qué estrategias
emplear.
El reclamo que históricamente se escuchó entre directivos y maestros es la necesidad de contar con gabinetes
psicopedagógicos que se ocupen de esos casos y acompañen al docente.
El Ministerio de Educación de la provincia creó un programa que va en esa dirección pero tiene otra
metodología de trabajo. Se trata de los Equipos Socioeducativos -territoriales situados- que concentran a más
de 80 profesionales en total de diferentes disciplinas: trabajadores sociales, psicólogos, psicólogos sociales,
terapistas, profesores en Ciencias de la Educación, psicopedagogos, entre otros. Los profesionales se
distribuyen entre las nueve regiones educativas, según las necesidades y problemáticas.
El año pasado los equipos intervinieron en más de 1.200 situaciones problemáticas. “Los grupos trabajan
fundamentalmente en la emergencia y prevención de situaciones socioeducativas que surgen en las escuelas:
conflictos entre alumnos, con chicos y docentes, casos de abuso, violencia, presencia de armas. Su función es
apoyar a supervisores, directivos y docentes, frente a casos complejos”, explicó Carolina Bittel, coordinadora
provincial del Programa Socioeducativo.
Los profesionales realizan dos dimensiones de intervención: una es la educativa y otra es la socio-familiar.
La intervención institucional está en dirección a hacer un acompañamiento escolar, estimulando y
articulando los programas educativos propuestos por el Ministerio de Educación, como los facilitadores de la
convivencia, el plan de Educación Sexual Integral, entre otros. “La idea es acompañar, apoyar y reforzar el
rol de los actores de la institución”, señaló.
En la dimensión socio-familiar, se hace un trabajo con los referentes adultos de los niños y adolescentes en
relación con alguna problemática emergente en la escuela. “Buscamos tener contactos con las familias,
hacemos visitas domiciliarias, entrevistas y, si el caso lo requiere, articulamos siempre con otras áreas de
gobierno, como Salud, Subsecretaría de la Niñez o Desarrollo Social”, indicó la funcionaria.
Los profesionales atienden las consultas de todos los niveles del sistema educativo y se manejan con un
“protocolo” de intervención y ante el llamado de las escuelas al supervisor o a la dirección regional.
En peligro y sin niñez
Una nena pedía en un semáforo cuando dos hombres intentaron cargarla por la fuerza a un auto y ella logró
escapar. Muy compungida, la chica contó lo sucedido en su escuela. En otra familia, la muerte de la madre
dejó al progenitor con 4 chicos en edad escolar a cargo y un trabajo de tiempo completo y mal pago. La hija
mayor va a séptimo grado y empezó a faltar a clase para cumplir el rol de mamá: cocinar, limpiar y atender a
sus hermanos. La escuela no miró para otro lado y la fue a buscar.
Estos son sólo dos casos que llegaron a manos de los Centros de Actividades Infantiles (CAI), un programa
nacional que se desarrolla en escuelas de Santa Fe y Rosario. En la ciudad hay 14 grupos trabajando en
escuelas primarias a partir de este año. Los CAI son una línea de trabajo diferente a la de los Equipos
Socioeducativos -que son provinciales- aunque también tienen la misión de ser un apoyo a las escuelas en los
temas socioeducativos.
En la ciudad de Santa Fe, cada equipo del programa CAI está conformado por 3 estudiantes o profesionales
de distintas carreras (psicología, terapia ocupacional, trabajo social) que trabajan junto a 2 facilitadores
lúdicos o talleristas. Hacen base en una escuela y de allí se desplazan hacia otras instituciones ubicadas en un
determinado sector urbano.
Contención
“Por todos los problemas sociales, muchas veces la escuela es la única institución medianamente sana y por
eso los alumnos acuden a ella con sus conflictos”, dijo Rolando Aiassa, licenciado en Ciencias Políticas que
trabaja junto a dos estudiantes de psicología en el grupo de la escuela Nº 27 José Gálvez. “Tratamos de
ofrecer una contención al alumno que a veces viene al grado desbordado por sus problemas emocionales,
psicológicos. Trabajamos con el docente y nos ocupamos de fortalecer el vínculo de la escuela con las
familias y organizaciones sociales”, explicó. Contó que lleva una libreta en la que ya anotó 150 problemas
atendidos por su grupo de trabajo en un año.
Silvia Lázzari, vicedirectora de esa escuela, destacó que estos grupos hacen un trabajo institucional y de
campo “excelente”. “Frente a los chicos que faltan mucho a clase, los profesionales van a sus domicilios,
hablan con los padres, buscan las causas de las inasistencias. Nos están ayudando mucho con las familias,
con el contacto con instituciones del barrio, con la Subsecretaría de los Derechos de la Niñez”, indicó.
María Victoria Gómez es estudiante de Psicología e integrante de los CAI. “Trabajamos mucho con el
docente: nos dicen cuando los chicos faltan mucho, cuando son agresivos con los compañeros, porque algo
ahí está pasando. Tratamos de acercarnos a la familia, de trabajar con los médicos del barrio”, destacó.
Un grano de arena
En los establecimientos consultados, los directivos se mostraron conformes con el trabajo de los
profesionales, aunque también apuntaron falencias como la necesidad de una presencia más permanente en
las escuelas o de “aceitar” el trabajo. “Se ven los resultados del trabajo de los profesionales con chicos con
problemas de ausentismo y de conducta severos, pero sería importante que los equipos fueran más
numerosos”, pidió María Teresa Stessens, directora de la escuela Malvinas Argentinas.
“Los grupos se dan una vuelta cada 15 días por nuestra escuela y nos ayudan con los problemas de
aprendizaje y de conducta de algunos niños. Son un apoyo importante a los docentes que a veces nos vemos
desbordados”, aseguró Graciela López, directora de la escuela Ravera, del barrio San Agustín.

Muchas veces la escuela es la única institución a la que los alumnos pueden acudir con sus conflictos. Foto:
Archivo EL LITORAL
/// OPINIÓN
Crónica de un frío
Rolando Aiassa (*)
Son las diez y media de un lunes helado de julio. Salimos al barrio, allí donde las calles de tierra, convertidas
en barro, son el camino. Las chapas crujen del frío y el nylon vuela por un viento que sopla fuerte. Poca
gente, muchas chapas, pocas casas, muchos perros, mucha hambre, poca plata. Las once de la mañana. Allí
las calles no tiene nombre, es aquella o la otra. Los números son supuestos.
Perdón, buscamos a Carlitos.
- No, por acá no; puede ser allá.
Sí, efectivamente, Carlitos vive aquí. La madre primerea; una mujer cansada, algo arrugada con un bebé
recién nacido. Detrás, sus otros hijos; entre ellos, él, Carlitos. Descalzo, con un pantalón corto de River, un
buzo finito. Una sonrisa y los dientes se golpean del tiritar que no controla. La casa de chapa, algunos
ladrillos la sostienen, sobre el ladrillo los restos de vida consumida, las latas, bolsas y bolsitas de colores. Un
basural que se ofrece de espacio habitable. Como si en el basural también se tirara gente. Un tendal de ropa,
que anuncia vida, que no seca.
Un abrazo, unos besos en el cachete gordito y frío a los niños que no tienen más de 11. ¿La madre? Se estaba
yendo.
- Carlitos ¿cómo andas?
- Bien, profe, no fui a la escuela, no tengo ropa.
Silencio. Qué decir. Corremos, ya no se qué hora es; volvemos a la escuela. Buscamos comida que las doñas
cocinan para los niños. Menú del día: arroz con milanesas. Algo de ropa. Ese día Carlitos comió, sus
hermanos también. Son las 13 de un lunes que no se traga. A pocas cuadras un candidato humorista cierra su
campaña prometiendo “más alegría”, como si el frío fuera de risa y chiste.
Ahí, en las casas, en el barrio, el dolor de la desigualdad se siente, duele. ¿Y el frío? También se siente y
duele. La igualdad queda en la escuela. Los niños no van, no pueden. Todos deben acceder dicen, pero
muchos quedan en el camino, ése que es de tierra... y hace frío.
(*) Lic. en Cs. Políticas (Esc. Gálvez)

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