Propiedades de las
cerezas
Pobre en grasas y proteínas, la cereza es abundante en hidratos de
carbono (un 13% de su peso), sobre todo fructosa; aunque su aporte
calórico (59 calorías por 100 g) es medio.
Destaca su contenido en potasio (210 mg / 100 g), mineral que favorece la
formación de orina y también en fibra (2%), que le confiere un efecto
laxante.
Entre sus vitaminas destacan la C (15 mg/100 g), el ácido fólico (14 mcg),
el betacaroteno o provitamina A y las vitaminas B1 y B6. Además, es
rica en antocianinas y ácido elágico, poderosos antioxidantes.
Beneficios de las
cerezas
Estas jugosas perlas rojas son muy saludables y no cabe esperar
reacciones adversas de su consumo, aunque solo deben comerlas con
moderación las personas con dificultades digestivas o propensas a los
cálculos renales, debido a su contenido de ácido oxálico.
• Reumatismo y artritis. Debido a sus componentes depurativos y
antioxidantes, así como a la presencia de ácido salicílico, las cerezas
tienen propiedades antiinflamatorias.
• Diabetes. Reducen el riesgo de aparición de esta enfermedad y
sus complicaciones (retinopatía, etc.). Además, son bien toleradas por los
diabéticos por su contenido en fructosa y levulosa, de bajo índice
glucémico.
• Trastornos hepáticos. Ayudan a reducir los niveles de colesterol
y triglicéridos en la sangre y su posible acumulación en el hígado. Evitan
igualmente la formación de cálculos biliares.
• Corazón. Varios componentes fenólicos que abundan en la cereza
protegen el sistema cardiovascular y previenen la angina de pecho y el
infarto de miocardio.
• Obesidad. Son recomendables en dietas para reducir peso por su efecto
saciante, laxante y diurético. Esto se debe a su contenido en fibra, agua
y potasio, así como al bajo aporte de lípidos y sodio.
• Belleza. Gracias a sus vitaminas A y C protegen y suavizan la piel.
También favorecen el bronceado por su contenido en caroteno y pueden
ayudar a reducir la celulitis, pues mejoran la microcirculación y la
inflamación del tejido subcutáneo.
• Trastornos intestinales. Su acción reguladora mejora el estreñimiento y
el meteorismo (excesiva formación de gases).
• Gota. Para rebajar los niveles de ácido úrico, nada mejor que una cura
de cerezas. Algunos gotosos aseguran que cuando notan los primeros
síntomas de un ataque, 30 cerezas bastan para calmarlo.
• Cáncer. Su riqueza en bioflavonoides, especialmente antocianinas,
pigmentos a los que deben su color rojizo azulado y que tienen
propiedades antioxidantes, capaces de evitar la degeneración celular,
comer cerezas ayuda a reducir el riesgo de cáncer, en particular el de
colon. Su contenido en ácido elágico refuerza sus propiedades protectoras.
• Antienvejecimiento. Los componentes de la cereza depuran el
organismo y protegen el sistema nervioso y vascular (previenen la
aterosclerosis); por ello puede considerarse un alimento «antiaging».
• Sueño. Su riqueza en melatonina, una hormona que segrega la glándula
pineal por la noche ayuda a regular el sueño.
Las cerezas en la
cocina
Las cerezas alcanzan su plenitud en primavera, aunque alguna variedad
se prolonga hasta finales de verano. Además de consumirse como fruta de
mesa, también es posible incluirlas en ensaladas, sopas, salsas, postres,
helados o como guarnición de platos únicos y completos.
Las hay dulces, ácidas y mixtas. Una de las principales diferencias es la
que se establece entre cerezas y picotas. Las cerezas –generalmente
dulces– presentan un rabo largo y fino, mientras que las picotas –más
grandes, rojas y oscuras, y ligeramente ácidas– se comercializan sin el
rabo, ya que se desprende de manera natural al ser recolectadas.
COMPRA Y CONSERVACIÓN
A las cerezas no les convienen los cambios bruscos de temperatura.
Deben conservarse en la parte alta de la nevera, sin amontonarlas y
tapadas con film o un paño, un máximo de tres días. Como no aumentan
su dulzor tras la recolección, deben elegirse y consumirse en su punto.