Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Articulación I. Parte 2 (PROPIO)
Articulación I. Parte 2 (PROPIO)
La izquierda mundial entiende la dinámica imperialista como una oposición entre poder
hegemónico y países periféricos, entre un bloque privilegiado y uno explotado. Aníbal Quijano
apuntó que la “dependencia” no se explica sólo a partir de fuerzas exteriores que se imponen a los
países previamente colonizados, sino también a fuerzas interiores que mantienen distintas
jerarquías raciales en los países en cuestión. Jerarquías reproducidas en forma de imperialismo
actual y proyectos de nacionalización basados en la hegemonía blanca o mestiza. Según Mignolo
la “diferencia colonial” no sólo es una división epistémica entre sujetos investidos en el proyecto
de colonización y los colonizados, sino también una heterogeneidad colonial jerárquica que se
desenvuelve de forma distinta en distintos contextos y momentos históricos.
Patricia Hill Collins plantea que el problema del siglo XX pudo haber sido el problema de la línea
de color, pero el problema del siglo XXI será el problema de la afirmación de las jerarquías
raciales tradicionales y de su expansión como el de la negación de su existencia por sectores que
las plantean como irrelevantes o como ya resueltas. Para resolver esto se debería investigar las
estructuras de poder modernas y posmoderna que continúan con la división entre amos y
esclavos (Frantz F.) y que, a la vez, mantiene y propaga las divisiones raciales al interior mismo
del espacio de los colonizadores como en el de los colonizados; diferenciación jerárquica pero no
sólo racial, sino también de género y sexualidad. Una teoría crítica debería proponer salidas ante
esta realidad: el giro des-colonial.
El giro des-colonial refiere a la percepción de que las formas de poder modernas han producido y
ocultado la creación de tecnologías de la muerte que afectan de forma diferencial a distintas
comunidades y sujetos. Refiere al reconocimiento de las formas de poder coloniales múltiples y
que, los conocimientos como la experiencia vivida de los sujetos han estado marcados por el
proyecto de muerte y deshumanización modernos; esto es relevante para entender las formas de
poder modernas y proveer alternativas. Se debe poner la cuestión de la colonización como
componente constitutivo de la modernidad, y la descolonización como un sinnúmero indefinido de
estrategias y formas contestatarias que plantean un cambio radical en las formas hegemónicas
actuales de poder, ser y conocer. Por otra parte, también refiere a una diferenciación entre la idea
y el sentir, por un lado, y el proyecto de descolonización. Este último nace como un sentido de
horror ante las formas coloniales de poder en la modernidad, formas que dividieron el mundo en
jerarquías basadas en diferencias “naturales”; esto se puede considerar como un grito de espanto
por parte del sujeto viviente ante la aparición del mundo moderno/colonial que plantea la
dispensabilidad de ciertos sujetos humanos como elemento constitutivo de su avance civilizatorio
y de expansión global.
La actitud des-colonial nace cuando el grito de espato ante el horror de la colonialidad se traduce
en una postura crítica ante el mundo de la muerte colonial y en una búsqueda por la afirmación de
la vida de aquellos que son más afectados por tal mundo. Chela Sandoval lo refiere como el amor
des-colonial, donde el estado afectivo para esta actitud es fundamental; y puede pensarse como
un tipo particular de filosofía y producción teórica.
Para entender esto, Edmund Husserl, siguiendo a Aristóteles, apuntaba al “asombro” del filósofo
ante el mundo como punto de partida para el pensar filosófico; surgiendo la filosofía cuando e
mundo cotidiano adquiere un carácter no familiar, extraño. Se dan limitaciones en el mundo mítico
o tradicional de una sociedad en cuestión para entender el mundo.
La actitud des-colonial no nace a partir del “asombro”, sino a partir del “horror” o espanto ante la
muerte, para determinar los problemas de un mundo que se le aparece como perverso con tal de
superarlo. La teoría surge con un telos o finalidad definida: la restauración de lo humano o al
construcción del mundo del Tú (Fanon); la pregunta del qué y para qué conocer queda respondida
en términos de oposición a la muerte del Otro y la posibilidad de la generosidad y el amor como
superación de divisiones jerárquicas naturalizadas. Se da un cambio de la actitud natural racista o
individualista propio de la modernidad, a la actitud des-colonial de cooperación en la ruptura con el
mundo de la muerte colonial, siendo este momento fundamental del giro-descolonial. La
descolonización no se puede llevar a cabo sin un cambio en el sujeto; Pérez y Ngugi lo asocian a
la descolonización de la mente o del imaginario histórico y la memoria.
Existieron varios proyectos descolonizadores, sin embargo entrando al siglo XX fue que estos
proyectos empezaron a encontrarse entre sí y a crear una conciencia global respecto a la
relevancia del proyecto inacabado de la descolonización. Actores principales de esto fueron el
movimiento pan-africanista y a las distintas gestas explícitas de descolonización por parte de
indígenas en las Américas, africanos, asiáticos e inclusive mestizos en los siglos XIX y XX. Los
cambios en el mundo abren nuevas posibilidades en términos de conocimiento y actitud,
beneficiosos para este proceso.
Ante esto, Césaire respondía a posiciones que intentaban justificar el colonialismo: se decía que la
gesta colonial le había traído la civilización a los colonizados, y que los habían sacado de del
primitivismo – aunque los condujo a pobreza extrema y el subdesarrollo; por esto es que debían
estar agradecidos y respetarlos. Césaire advierte la hipocresía del colonizador en su último intento
por mentirle al colonizado.
Su “Discurso sobre el Colonialismo” se presenta como un nuevo “Discurso del Método” de
Descartes, tras el fracaso europeo. Se trata de la razón des-colonial, cuya finalidad era el cambio
en métodos de conocimiento y cambio social. Existían dos tipos de razones: imperial y colonial.
Una tiene que ver con la producción de mentira e hipocresía imperial, y la otra con formas de
conocer e investigar que sucumben ante o son seducidas por las mismas. Según el autor, la razón
des-colonial puede vincularse a que los colonizados saben que poseen una ventaba sobre los
colonialistas: están conscientes de sus mentiras.
El giro des-colonial refiere a la sospecha de esclavo cuando queda ratificada y altera la conciencia
del esclavo de forma global. Se opone a la mentira y la hipocresía moderna/colonial. Es por esto
que propone que la distancia de la colonización a la civilización es infinita, y que la colonización no
sólo no civiliza al colonizado sino que desciviliza al colonizador. Se da una relación íntima entre el
colonialismo y el surgimiento del fascismo nazista en Europa.
Afirma que la última oportunidad de Europa es crear una Unión Europea y unirse a los procesos
de descolonización en el mundo.
2) MIGNOLO: EL PENSAMIENTO DECOLONIAL: DESPRENDIMIENTO Y APERTURA. UN
MANIFIESTO.
En 2003 reunieron al colectivo del proyecto modernidad/colonialidad, donde el tema sería la
“Teoría crítica y decolonización”, donde les hicieron reflexionar acerca de las revoluciones globales
sobre este proceso y la teoría crítica que le implica. A partir de este es que fue incorporado la
categoría “decolonialidad” como suplemento de la de “modernidad/colonialidad”. Esta última es
una categoría analítica de la matriz colonial de poder, mientras que la primera amplia el marco y
los objetivos del proyecto. La conceptualización misma de la colonialidad como constructiva de la
modernidad es ya el pensamiento decolonial en marcha.
La colonialidad forma parte de la modernidad; ésta produce lógica opresiva y condenatoria para la
primera, entonces se produce energía de descontento que se traduce como proyectos
descoloniales, los cuales son también constitutivos de la modernidad. Esta hidra de tres cabezas,
aunque sólo muestra una: la retórica de salvación y progreso. La colonialidad aparece como algo
desprendido de ella. Por otra parte, la decolonialidad es la energía que no se deja manejar por la
lógica de la colonialidad, ni cree los cuentos de la retórica de la modernidad. Si esta tiene una
variada gama de manifestaciones, el pensamiento decolonial es, el pensamiento que se
desprende y se abre, encubierto por la racionalidad moderna.
Waman Poma y Gugano abrieron las puertas al pensamiento otro a partir de la experiencia y
memoria del Tawantinsuyu, y de la experiencia y la memoria de la brutal esclavitud negra del
Atlántico. No se trata de puertas que conducen a la “verdad” (aletheia) sino a otros lugares de la
memoria colonial, a las huellas de la herida colonial desde donde se teje el pensamiento
decolonial. Estas puertas conducen a otro tipo de verdades cuyo fundamento no es el Ser sino la
colonialidad del Ser. El pensamiento decolonial presupone siempre la diferencia colonial, la
exterioridad (bárbaro, colonial) construido por el adentro (civilizado, imperial); un adentro sobre lo
que Santiago Castro-Gómez denominó la “hybris del punto cero”.
El giro decolonial es la apertura y la libertad del pensamiento y de formas de vida-otras. Tiene
como razón de ser y objetivo la decolonialidad del poder (es decir, de la matriz colonial de poder).
Los levantamientos en Francia revelan un punto de articulación entre la ilusión de un mundo que
se piensa y se construye a sí mismo como EL único mundo posible (propio de la modernidad) y
las consecuencias debajo de esa retórica (propio de la colonialidad). En y desde ese mundo, lo
aparente es la barbarie: irracionalidad, juventud, inmigración, que debe ser controlado por la
fuerza policial y militar. La lógica de la colonialidad vuelve en un movimiento que comenzó en el
siglo XVI. En los países en desarrollo continúa su marcha trepanadora.
El pensamiento decolonial ya no es izquierda, sino otra cosa: es desprendimiento de la episteme
política moderna, es apertura hacia otra cosa, buscándose en la diferencia.
Los movimientos de descolonización “fracasaron” debido a que cambiaron el contenido pero no
los términos de la conversación y se mantuvieron en el sistema del pensamiento único. En
América, Asia y África, los Estados descolonizados siguieron las reglas del juego liberal. La
enorme contribución de la descolonización (o Independencia) es haber plantado la bandera de la
pluversalidad decolonial frente a la bandera y los tanques de la universalidad imperial. El límite de
todos estos movimientos fue no haber encontrado la apertura y la libertad de un pensamiento-otro.
Las aperturas hacia lo que Ramón Grosfoguel describió como “segunda descolonización” ocurren
después de la conclusión de la guerra fría.
Ese “otro mundo” que empezamos a imaginar ya no puede ser sólo liberal, cristiano o marxista, ni
una mezcla de los tres que aseguraría que la burbuja moderno/colonial, capitalista e imperial
triunfara.
El “fin de la historia” sería el triunfo del liberalismo, secundado por la cristianidad conservadora
frente a la constante protesta de la izquierda marxista y de la filosofía de la liberación. Después de
este fin comenzó otra historia, en la que el pensamiento colonial, gestado desde el momento
fundacional de la modernidad/colonialidad, comienza a tomar el liderazgo.
Waman Poma miraba y comprendía desde la perspectiva del sujeto colonial, y no del sujeto
moderno que en toda Europa comenzó a pensarse sí mismo como sujeto a partir del
Renacimiento. También tenía acceso a informaciones a las que no tenían acceso los castellanos, -
debido al lenguaje principalmente. De modo que, si bien el nativo, andino o castellano, no tiene
privilegios en cuanto a la verdad de la historia, sí tiene una subjetividad y una localización geo-
histórica, en las cuales se basa su manera de comprenderse a sí mismo, a los otros y al mundo.
Los castellanos por otra parte asumían una universalidad que les era propia y que no pertenecía a
ningún otro habitante del planeta que no fuera cristiano.
Waman fue una subjetividad de frontera, cosa que no pudo forjar ninguno de los castellanos; este
pensamiento fronterizo surge de la diferencia imperial/colonial del poder en la formación de las
subjetividades. El hecho de que para los castellanos, y para quienes ven las cosas desde la
diversidad de la cosmología europea, la diferencia epistémica colonial fuera invisible, llevó a la no
comprensión de la propuesta de Waman y a su silenciamiento.
El “buen gobierno” que propuso, estructuró el relato histórico con una constante y coherente crítica
ético-política. Su teoría política se articula en dos principios: 1.La crítica a todos los grupos
humanos identificables en la Colonia, según las categorías clasificatorias del momento. El criterio
que empleó para su crítica fue el cristianismo. En un nivel lógico epistémico, el cristianismo en
Europa no sería sino la versión regional de ciertos principios que afectan a la conducta humana y
que establecen criterios para la convivencia, para el “buen vivir”. El cristianismo es equivalente a
“democracia” en su teoría. 2.”Buen gobierno” de los virtuosos, sin importar la nacionalidad. Se
propone como el lugar de la convivencia y la superación de la diferencia colonial.
Afirmó que nunca sería un castellano en subjetividad aunque lo fuera por legalidad. El
pensamiento decolonial surge de un giro geo- y corpo- político frente a la teo-política; la “hybris del
punto cero” es incongruente con el pensamiento decolonial: la epistemología del punto cero funda
y sostiene la razón imperial (teo- y geo-políticamente).
Construyó la idea del “buen gobierno” en el Tawantinsuyu, contrario a las utopías occidentales
modernas iniciadas por Tomas Moro. Se ubica en la reinscripción de un espacio desplazado por
los castellanos. Propone una “topía” de la razón fronteriza y de pensamiento decolonial. En este
Tawantinsuyu se dan “los cuatro lados o rincones del mundo”; estos cuatro suyus, o espacios
significativos en la estructura y jerarquías sociales de los Incas. Aquí estaban los indios,
castellanos, moros y africanos. En el centro, el incanato, los ocupaba Cuzco; y en las zonas o
pueblos del incanato, todos ellos organizados en Tawantinsuyu, se ubicaba el pueblo en cuestión.
En el centro ubicó al rey Felipe III.
El “buen gobierno” se propuso como un espacio de coexistencia con Castilla, y de coexistencia
entre varias comunidades en el Tawantinsuyu. Es decir, coexistencia trans-nacional y coexistencia
inter-cultural, inter-cultural y no multi-cultural. Entonces Felipe III no es el soberano de una
estructura política hispánica en el Tawantinsuyu, sino que es el soberano del Tawantinsuyu; queda
así des-colocado de todas las cosas político hispánicos.
Woman es una puerta de entrada al lado más oscuro del Renacimiento, mientras que Ottobah
Cugoano es una puerta de entrada al lado más oscuro de la Ilustración. Éste último fue un ex-
esclavo que, a segunda mitad del siglo XVIII, se convirtió en escritor. Llegó a Inglaterra poco
después de la “decisión Mansfield”, en junio de 1772; esta decisión fue un proceso de declaración
de la ilegalidad de la esclavitud.
Cugoano tenía buen manejo de la lengua inglesa, contrario a Waman, aunque el lenguaje no fue
un impedimento para exponer sus ideas. Así como este, Cugano no tiene otro criterio de juicio que
la cristianidad. El pensamiento de la Ilustración, del cual parte, recién comenzaba a configurarse.
La teo-política del conocimiento era todavía el marco de referencia frente al cual la ego-política del
pensamiento iluminista reclamaba su derecho de existencia. Cugoano tomó los principios morales
de la cristiandad al pie de la letra, y a partir de ahí, proyectó su crítica a los excesos de los
cristianos ingleses en la brutal explotación de los esclavos.
La crítica de ambos autores se ubica en otra parte, en el espacio del giro decolonial, dirigida a las
formas de gobierno y a la comunidad imperial formada por España, Portugal, Francia e Inglaterra.
Para Cugoano, la distinción entre naciones imperiales no tiene sentido. La diferencia colonial no
se detiene en las fronteras ínter-imperiales. Su crítica se ubica y se piensa en y desde la
diferencia colonial. La leyenda negra se ubica y se piensa en y desde la diferencia imperial.
Cugoano no se engaña ni se distrae con las polémicas imperiales.
La transformación de vidas humanas en materia desechable es algo más que la “nuda vida”. El
autor contribuyó a iniciar una crítica donde las peleas imperiales eran por la mercadería humana,
la cual podía ser desechada. La genealogía del pensamiento decolonial es desconocida en la
genealogía del pensamiento europeo. Hubo una ceguera del “hombre blanco”, en la cual el
descubrimiento de la desechabilidad de la vida humana permite ahora construir argumentos
“críticos” basados en la humillación del hombre blanco.
Rousseau estaba preocupado por la desigualdad entre los hombres. Concibió dos clases de
desigualdad: 1. Natural o física, establecida por la naturaleza. 2. Moral o política, establecida por
el consentimiento de los hombres.
Afirmaba que era absurdo preguntarse si hay una conexión esencial entre las desigualdades, ya
que se estarían cuestionando los principios de la organización jerárquica, pero sería adecuado en
una discusión de los eslavos en una audiencia con su amo. Rousseau condenó la esclavitud, pero
decía que por la “desigualdad natural” los negros africanos eran una etnia inferior.
El tratado de Cugoano es una brutal crítica ética a los depredadores imperiales y robadores de
hombres, en nombre de la ética cristiana.
Bogues agrega que el argumento de Cugoano, que reclama la igualdad de los negros en un
mundo en donde la teoría política y el concepto de humanidad estaba en manos de los blancos (la
“desigualdad natural”), complementa el giro decolonial al plantear que los seres humanos son
iguales y libres frente a otros seres humanos y no frente al Estado.
Para finalizar, la genealogía del pensamiento decolonial se estructura en el espacio planetario de
la expansión colonial/imperial, contrario a la genealogía de la modernidad europea. El elemento
genealógico común entre estos autores, es la herida infligida por la diferencia colonial; la
genealogía del pensamiento decolonial es pluriversal (no universal).
Las representaciones sobre ellas hacen referencia a una vulnerabilidad sin cuestionar los
mecanismos generadores de desigualdad, discriminación y la responsabilidad de quien discrimina.
La categoría de mujer migrada las conforma como víctimas, sumisas e indefensas a las que hay
que proteger, invisibilizando sus historias, sus agencias y su heterogeneidad. El proceso
migratorio y todo lo que esto conlleva, las hace posicionarse de manera distinta frente a las
opresiones. Aunque por otra parte, también se presenta un alto número de mujeres víctimas de
violencia de género en la pareja; todo esto significa deficiente atención del sistema y sobre las
condiciones de vida que tienen que afrontar estas mujeres.
A partir de todo esto es que surgen las subjetividades que predominan en estas mujeres,
producidas en marcos sociales estructurados que ejercen sujeción – posiciones enunciativas; y,
las subjetividades emergentes, producidas en el marco de sus experiencias migratorias y de
violencia de género. El sujeto debe ser comprendido como dialógico, ligado a su actividad
cotidiana y a su contexto social, así como sus conformaciones histórico-sociales. El lenguaje y
enunciación actúan como interlocutor estableciendo relaciones complejas; esto se comprende
como acto complejo material y textual. Los individuos existen a través de sus relaciones con otros
(Bajtín); en el proceso de construir una identidad, el lenguaje pasa del otro a formar parte de uno.
Foucault llamó “prácticas de subjetivación” al orden social que genera un tipo de subjetividad
conveniente para la reproducción y mantenimiento del mismo, donde no podemos situarnos fuera
de los discursos y normas sociales, a menos que se transformen en producción de malestar en el
sujeto. La perspectiva interseccional y postcolonial alerta como ejes estructurales de la
desigualdad; por esto se puede comprender cómo mantienen relaciones recíprocas y co-
constitutivas el género, raza, edad, etc., que marcan socialmente a una persona. Estas
perspectivas revelan la no inclusión o discriminación – por parte de las instituciones y sistemas
sociales-, de mujeres, pues se silencian sus manifestaciones a modo de colonialismo discursivo,
que las construye y niega su historia. Entonces se produce un control sobre el territorio y sobre el
sujeto mismo, y sus subjetividades. Así pues, la subjetividad es un entramado de significados,
afectos, hábitos, disposiciones, asociaciones y percepciones resultante de las interacciones del
sujeto y de cómo éste las interpreta/construye mediante los discursos. Se construye en diferentes
procesos de la vida cotidiana, entre ellos en situaciones críticas. Al pensarla así, supone
desesencializar la noción de sujeto y atender a los elementos que nos constituyen. La subjetividad
es producto de las relaciones de poder, no es alto estático, porque es una experiencia de deseo –
el cual no está dentro del orden y norma social; funciona como motor para la transformación de la
subjetividad.
La narratividad implica, según Ricoeur, una construcción discursiva permanente y coherente, que
permite configurar la subjetividad pero siempre mediante la permanente transformación temporal.
Existen mecanismos que permiten tomar conciencia y re-contar historias a las propias personas
con el objetivo de construir horizontes futuros, de subjetividades diferentes a las estipuladas, que
constituyen la capacidad de resistencia.
Se dan tres dimensiones para analizar:
1. Posiciones enunciativas: Dialogismo en los relatos: Diferentes voces en las narraciones y
conectarlas al contexto socio-histórico, el cual permite entender esas posiciones desde
donde enuncian.
2. Subjetividades emergentes: sujeción y desplazamientos (o de-sujeción): Analiza la
subjetividad como proceso de interacción donde las posiciones enunciativas contribuyen a
configurarla o transformarla par conseguir algo o eliminar males.
3. Ejes sociales de desigualdad: Se considera el cruce de elementos y condiciones psico-
sociales de las mujeres como elementos relevantes para su subjetividad (edad, hijos,
nacionalidad...). También se consideran otros elementos emergentes como condiciones de
discapacidad, nivel socio-económico, etc.
Se dan diversos ejes de desigualdad que establecen diferencias entre mujeres, dependiendo de
su condición socio-económica.
Se observa cómo las subjetividades de mujeres se transforman cuando sus expectativas son
aprender, conocer, tener trabajo remunerado,... El lugar de procedencia, las formas religioso-
culturales, también marca unas determinadas posibilidades; por otra parte, la presión social es un
instrumento de sujeción en muchos casos, así como la familia puede ser la fuente para comenzar
con el proceso de lugares liminales, para abrir el camino a nuevas subjetividades que buscan
liberarse de ataduras y convivencias opresivas.
Mostrar y conectar las subjetividades a las posiciones enunciativas y a las condiciones socio-
estructurales que determinan las narraciones de las mujeres que padecen violencia de género. El
lenguaje como práctica social y constructor de experiencias, como vehículo principal. La
capacidad agentica equivale a la emergencia de subjetividades que entran en conflicto con
aquellas subjetividades sujetadas.
Las subjetividades son producidas en marcos sociales estructurados que ejercen sujeción, que
denominamos posiciones enunciativas, donde se inscriben en el sí mismo y que normativizan el
tipo de prácticas disponibles para el sujeto. Las subjetividades emergentes, producidas en el
marco de sus experiencias migratorias y de violencia de género, les permite la transformación.
Transformación a partir de experiencias particulares denominadas lugares liminales.
La subjetividad es un producto resultado de la tensión continua que se produce entre la sujeción –
por parte de posiciones hegemónicas que provienen de mandatos sociales hacia las mujeres; y la
agencia – por parte del deseo de la mujer de construir otras experiencias liberadoras. Estas
operan en lugares liminales, son momentos umbrales (Vázquez), en el que lo que era el sujeto ya
no es, y lo nuevo no acaba de ser.
Con tal de entender esta subcultura, se debe estudiar la “cultura como producción”, donde no se
debe considerar sólo el acto de producir, sino también todos los pasos del proceso productivo.
Ante esta concepción sería posible superar las posturas que enfatizan el momento del “consumo”
(frecuentes en el campo de los estudios referidos al estudio de la cultura y la tecnología). Este
enfoque permite comprender los fenómenos culturales dentro del marco de las relaciones de
producción, de los procesos de hegemonía y contra-hegemonía, de la mediación tecnológica y,
por añadidura, detectar los usos políticos de la cultura en general.
Esta nueva forma de comprender la cultura como producción puede aplicarse al fenómeno de la
mediación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) de la experiencia social,
ya que permite comprender los modos en que dicha mediación interviene en la construcción de lo
cultural
La palabra “tecnología” significa “arte” y “técnica”. Lo primero ya que en Europa durante el siglo
XVII, el significado de tecnología se restringió a “artes prácticas”, acompañado por la emergencia
de la separación entre conocimiento (ciencia) y su aplicación práctica en un campo seleccionado
(tecnología). - McQuire. Por otra parte, “técnica” refiere a la muestra de habilidades prácticas que
permiten realizar, de forma fácil y eficiente, cierta actividad; es la aplicación de un determinado
saber (know how) que se ha constituido a través de la acumulación y transmisión de experiencias
concreta sin ser acompañado o avalado por el conocimiento de cómo esos procedimientos
concretos son especialmente eficaces.
Por otra parte, “techne” suele traducirse como “arte”. Platón, Aristóteles e Hipócrates dicen que las
características de techne son asimilables a episteme (ciencia); ambas refieren a tipos de
conocimiento que demuestran las razones de lo que es observado empíricamente. Episteme
focaliza la verdad, “conocimiento puro”, y techno la eficacia, el conocimiento del hacer. Este
conocimiento puede ser llamado dominio de la técnica.
La constitución de la tecnología en el sentido moderno del término es una consecuencia de la
ciencia moderna que provee las bases teóricas para “saber por qué” un procedimiento es eficaz.
En el siglo XIX la tecnología era entendida como dispositivo, y se volvió central para el
colonialismo europeo y las teorías evolucionistas. La idea de dispositivo o aplicación técnica es la
que subyace y la que usualmente se maneja en la vida cotidiana. La tecnología es concebida
como objeto de consumo; en otra palabras, como bien de consumo y servicio da cuenta de la
relación instrumento-función. Su finalidad es satisfacer una necesidad: mejorar la comunicación,
instrumento de entretenimiento y/o información. Esta forma de pensar oculta el proceso social
detrás de ellas y las convierte en fetiches.
Para analizar la tecnología en la vida social implica entender a la misma como “un entramado
social de creencias, conductas, acuerdos y desacuerdos, financiamientos, estrategias de
mercado, marcos legales, etc” (Márquez).
La tecnología como medio implica considerar la transformación de todos los procesos sociales
como resultado de la intervención de esos medios. Si bien antes eran otras instituciones – como la
familia – los espacios de socialización, hoy esa función mediadora la realizan los medios de
comunicación de masas (Martín Barbero). Para este autor, la mediación aparece con la
emergencia de la sociedad de consumo y la cultura de masas. El empleo del término supone
pensar en “los actores, la estética, política y la economía detrás de las tecnologías”.
Esta puede entenderse de varias maneras, pero se focalizan dos: 1. como medios (para la
investigación etnográfica, para la representación y comunicación); 2. como objetos coherentes (de
estudio) en sí mismos.
La tendencia a concebir los medios como objetos conduce a una concepción fetichista de los
mismos, ocultando los procesos sociales entre las personas reales involucradas en la producción
y el consumo mediático. La idea del fetichismo aparece en el materialismo histórico respecto de
las percepciones de los sujetos sobre el sistema de producción capitalista. Esta idea está ligada a
la de valor de las mercancías. En este sistema se oculta las reales condiciones de producción de
los objetos, las relaciones sociales de producción; haciendo caso omiso de los procesos sociales
que intervienen en la producción de los objetos. Esto fomenta el pensamiento del mercado como
intercambio de bienes y no como un sistema de relaciones sociales. Todos los objetos, incluyendo
los medios de comunicación, se convierten en mercancías.
Esta idea conlleva a considerar las tecnologías como técnicas objetivas, neutrales y precisas para
capturar, expresar y “reflejar” la realidad; según Hall, se da un recorte de la realidad, un
reduccionismo que fija las diferencias, las naturaliza. Para el autor, el fetichismo es una estrategia
representacional que les otorga a los objetos cualidades propias cargadas de sentido.
La fetichización de las tecnologías presenta las mismas formas estereotipadas, etnocéntricas y
reduccionistas a partir de las cuales se aspira a informar sobre la realidad. Ante esto no se
muestran todos los procesos que están por detrás de la producción, lo que conlleva a pensar que
“se hacen solos”, por tanto, los intereses de los sectores hegemónicos no son cuestionados y, en
apariencia, todos podemos acceder al mercado y disfrutar de esos objetos.
Reid define el ciber espacio como una construcción colectiva de un universo y contexto de
inteligibilidad. “Producción” como un instrumento analítico que permite comprender los cambios
que se generan en las tecnologías a partir de las mismas prácticas de los sujetos que las usan.
Esta producción no es individual, sino que es resultado de una acción colectiva: generan
contenido en el ciberespacio donde los sujetos con quienes interactúan transforman esos
espacios “ajenos” a partir de la producción de contenidos diferentes.
Pensar la tecnología y la cultura desde la producción permite entenderlas como redes de
significados que conllevan prácticas y representaciones, atravesadas por procesos hegemónicos y
contra-hegemónicos, por relaciones de poder e intereses sociales, políticos, ideológicos y
económicos.
En forma de conclusión, se puede considerar que la interacción social off y on line conlleva las
siguientes consecuencias:
1. Formas de control social: el espacio se define a partir del establecimiento de límites que
determinan un afuera (excluidos) y un adentro (incluidos). Online se da a través de
banneos. La tecnología, al mismo tiempo que ofrece recursos para plantear alternativas de
resistencia o contra-hegemonía, es útil para el disciplinamiento (control social) del otro.
2. Formas de sociabilidad en el marco de las comunidades virtuales.
3. La conformación de subjetividades.
4. La creación (producción) de contenido: el acceso a la red no significa sólo información y
conocimiento, sino también proponer y llevar a cabo alternativas de transformación social.
Todo esto no ocurre meramente por una decisión personal: tanto el plante del problema – malestar
– como las posibles soluciones, están precodiciados – designados, tipificados y valorados – dentro
de un modelo social que excede el “mundo de la vida”, las situaciones y vivencias tal como se
experimentan ordinariamente. Entonces, estar “triste” se convierte en algo “normal”, y se debe
buscar un profesional que ayude a volver a encontrar esa felicidad, irreconocida para el individuo.
Pareciera entonces que las condiciones sociales del capitalismo contemporáneo exigen el
involucramiento de los sujetos para enfrentar, con recursos gestionados personalmente,
condiciones de existencia que demandan sus potencialidades subjetivas: su creatividad,
capacidades de liderazgo y autogestión, resiliencia, flexibilidad. El nuevo capitalismo fundamenta
su productividad en un “ser” mucho más que en un “hacer”. Ya no se trata de competencias sobre
un “saber hacer”.
Las capacidades y aptitudes requeridas para acceder a un empleo y ascender en la pirámide
ocupacional son modulaciones de la personalidad, que constituyen exigencias claves para un
mundo de trabajo orientado a los servicios. Esto constituye una de las reconfiguraciones del
neocapistalismo: en términos de mayor autonomía, menos rigidez en las rutinas y una crítica a la
uniformidad proveniente de la industrialización. En el nuevo modelo la producción ha sido
delegada a las tecnologías y al ensamblaje humano-maquínico.
Esta demanda requiere sostener este “deber ser” activo y positivo, resistente al stress y creativo,
tiene como correlato el aumento de las crisis en un mismo plano: el de la subjetividad. Esta
necesidad, personal y sistémica, la llamada “cultura terapéutica”; incluye las formas de auto-
ayuda, señalada como un emergente de las transformaciones contemporáneas, cuya finalidad es
proveer apoyo y organizar las respuestas personales frente a las exigencias de diversos ámbitos,
con tal de lograr un mayor “adaptabilidad”. Sirve para aumentar la tolerancia a la fatiga y el stress;
pudiendo ser pensado como una “tecnología del yo” actual.
Las tecnologías del yo – término empleado por M. Foucault – se presentan como una clasificación
de las tecnologías del gobierno, divididas en:
• Tecnologías de producción: determinaciones a las que se somete a los sujetos.
• Tecnologías de los sistemas de signos: operaciones que éstos realizan sobre sí mismos,
con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad, sabiduría o santidad que corresponde a un
modelo moral.
• Tecnologías de poder y tecnologías del yo: éstas conforman la esfera de la
gubernamentalidad.
En las sectas helénicas, las tecnologías del yo servían como espacio de auto-gobierno, capaz de
volcarse a un mejor gobierno de la polis, que perseguían un ideal: el control completo del cuerpo,
las emociones y las representaciones, en función de una mayor autonomía y sabiduría – Foucault.
Esto indudablemente está ligada a la orientación productivista del capitalismo. Estas tecnologías
del yo constituyen las culturas terapéuticas, utilizadas como dispositivos de sostén, adhesión y
control de los sujetos. Según Foucault, toda tecnología es materialización de una racionalidad,
que contribuyen a constituir la dimensión de la gubernamentalidad; entonces, que participen de la
lógica de la gubernamentalidad no es sorprendente, y estén atravesadaspor las tecnologías del
poder que suponen un saber. Estos dispositivos constituyen un tipo de saber sobre el sí mismo
basado en la vulgarización de conocimientos expertos; ante esto, la dinámica psicofarmacológica
se va volviendo comprensible para el paciente.
Los procedimientos de “cuidado de sí” en las sectas helénicas incluía un tutor y un maestro que
acompañaba y guiaba la interrogación filosófica del alumno. En la antigüedad grecorromana, la
preocupación por sí mismo proporcionaba un saber sobre sí mismo. En el mundo moderno, el
conocimiento de sí constituye el principio fundamental del cual se derivan las prácticas del cuidado
propio; aplicado en función del control de los cuerpos y almas.
El principio de voluntad y autonomía es en el que se basan las actuales tecnologías del yo. El
tema de la subjetividad aparece como una de las “claves explicativas” de varias situaciones. La
autonomía aparece como otra forma de engaño; la insistencia sobre el empoderamiento y la
creatividad habilitan procesos de control y auto-control en la lógica neoprudencialista.
Las culturas terapéuticas conciben el malestar subjetivo y la dolencia física como sufrimiento
inaceptable o sólo admisible a niveles muy bajos, a la vez que proponen una serie de recursos
para “estar bien” de manera constante o casi constante. Las prácticas están basadas en
concepciones del cuerpo y creencias trascendentes o religiosas, a veces, hasta contradictorias
entre sí. Lo considerado “patológico” puede ser concebido como alteraciones o menoscabos de lo
normal y lo deseable.
La extensión de las formas terapéuticas es condición de posibilidad de una forma de capitalismo
que descansa sobre los recursos personales. El tipo antropológico que proponen reconvierte a los
sujetos sobre el molde del “empresario de sí mismo”. Proveen a las poblaciones de un lenguaje y
conceptos que le permiten tanto identificar las metas, como diagnosticas las situaciones que
atraviesa y los bienes y las técnicas que necesita para superarlas; este auto-diagnóstico conduce
a menudo a la decisión de auto-tratamiento; entonces, cuando media una intervención
profesional, la salida preferente es la prescripción de antidepresivos y tranquilizantes: la ingesta
de antidepresivos es particularmente significativa puesto que la depresión es la contracara de la
hiperproductividad. Estas técnicas coexisten con formas intersubjetivas cooperativas (por ejemplo,
grupos de auto-ayuda), produciéndose vínculos solidarios.
Las dinámicas en las que el dispositivo (por ej: libros de auto-ayuda) se inserta, estimulan un
proceso reflexivo compartido que desencadena prácticas no imaginadas en los diafragmas del
funcionamiento terapéutico. Exige salir de los análisis teóricos puros para comprender sus
inflexiones y matices. Las tecnologías del yo facilitan un movimiento de densificación de la
subjetividad, acontecen procesos de refracción – interiorización modificadas de las condiciones
objetivas, en las que se articulan dos dinámicas de la subjetividad: la de su producción social y la
de su recreación. El orden social se resitúa en la constitución de sujetos, y las subjetividades se
modifican y recrean.
Según Guattari, existen distintos movimientos de formación de la subjetividad:
1. Fijación provisoria y continuidad seriada de la pauta internalizada en relación a un tiempo-
espacio histórico-social.
2. Se desplaza-deviene otra en relación con un acontecimiento singular que se establece
como experiencia, que irrumpe en la serie vital.
3. Es recapturada a través de distintos dispositivos que retoman los movimientos de fuga,
resignificando la experiencia disruptora y amarrándola a las lógicas del poder.
Las culturas terapéuticas están ligadas al tercer movimiento. Pero puede postularse un cuarto:
concibiendo una dinámica no lineal sino espiralada.
4. Las crisis movilizan “líneas de fuga” que, aunque luego sean reaprisionadas, han
producido un tipo de experiencia, una complejización de la subjetividad. Nunca se regresa
al mismo punto ni es posible permanecer igual. El sujeto tiene como atributo la capacidad
de devenir-otro.
Introducción: El término empleado por Jürguen Habermas en “El futuro de la naturaleza humana”
es la evidencia filosófica más conocida y comentada para esta cuestión respecto a la intervención
de la vida humana. Plantea su inquietud respecto al tránsito desde una eugenesia negativa hacia
una eugenesia liberal. El “transhumanismo”, denominado por Sloterdijk, lo refirió para calificar a la
crítica que en su Carta sobre el Humanismo, inaugura un “espacio de pensamiento
transhumanista o posthumanista” porque no representaba otra cosa sino una suerte o condena del
humanismo: El hombre va transformándose con la metafísica, junto a un desarrollo positivo de los
poderes científicos, con tal de colocar una fuerza superior. Esto formulará un códico de las
antropotécnicas, que cambiará el significado del humanismo clásico: “la humanistas no solo
implica la amistad del hombre con el hombre, sino también, que el ser humano representa el más
alto poder para el ser humano” (Sloterdijk).
Pese a todo esto, no hay ningún desarrollo o preocupación teórica respecto del asunto de la
sustentabilidad ambiental futura por parte de los pensadores transhumanistas. En caso de que se
llegara a cumplir sus ideales, no se sabe el impacto que tendrán sobre el planeta. Es una cuestión
que debe ser tenida en cuenta en cualquier planificación futura de la sociedad humana.
Annas argumenta: “La nueva especia probablemente verá a los viejos humanos “normales” como
inferiores, incluso salvajes, y los conducirá a la esclavitud o a la matanza. Los normales, por su
parte, pueden ver a los post-humanos como una amenaza y, si pueden, se meterán en un ataque
preventivo asesinándolos. Habría un potencial de genocidio, lo que haría de esto armas de
destrucción masiva, y los ingenieros genéticos como potenciales bioterroristas”.
Kass por su parte dice que la mayor parte de los dones de la naturaleza les han sido dados a
especies particulares: todas y cada una son de una clase determinada. Convertir a un hombre en
cucaracha sería deshumanizarlo. Necesitamos una mirada particular y respeto por ese don
especial que es la naturaleza que se nos ha dado.
Todos estos autores han apuntado a que la reflexión ética referida al devenir técnico, social y
cultural de Occidente prosperaron a partir de fines del siglo XX, donde se debe tener en cuenta el
“riesgo” y la “responsabilidad” de cada una de las acciones.
Transhumanismo y biopolítica: Una de las tareas más urgentes de la bioética moderna es elaborar
y desarrollar un complejo marco normativo para evaluar la creación de animales radicalmente
modificados a nivel genético. La ciencia progresa exponencialmente, pero este asunto vital solo ha
sido sometido hasta la fecha a un insuficiente escrutinio ético.
Los riesgos que supone son la connivencia no declarada y al ajustamiento interesado de
disciplinamiento primero y control luego. El transhumanismo podría constituir una reiteración de
las formas históricas a través de las cuales el biopoder se ha instalado en Occidente moderno y
ha devenido en un conjunto de prácticas de gobierno de los sujetos, el cual podría convertirse en
una nueva escena para la producción de subjetividades, amparadas ahora en el saber
biotecnológico e informático en curso de irrefrenable expansión; determinado por las leyes del
mercado y su desarrollo se produce en un contexto de economía neoliberal globalizada.
El cuerpo constituyó un punto ciego para la investigación social y política, según Fassin, donde el
orden del mundo se inscribe en este.
Castro dice que se podría hablar de una política de vida y no sobre la vida. No solo si la vida, cada
vida individual, es sujeto y no objeto de la política, sino también si la misma política es repensada
mediante un concepto de vida de acuerdo con toda su extraordinaria complejidad interna, sin
reducirla a la simple materia biológica.
Giddens establece que el advenimiento de la modernidad separa el espacio del lugar al fomentar
las relaciones entre los ausentes localizados a distancia de cualquier situación de interacción
cara-a-cara; el lugar se hace “fantasmagórico”, refiriéndose a que las influencias sociales
procedentes de otros lugares penetran y dan forma a lo local.
Leyshon llama “convergencia espacio-tiempo” a la forma cómo las tecnologías tienen el efecto de
mover los lugares y la gente, cambiando las percepciones de la distancia y disminuyendo su
importancia como limitante de la interacción social. El resultado es una variación fundamental; la
distancia entre los lugares se relativiza. Luego llamó “comprensión espacio-tiempo” al proceso de
comprensión del mundo en sus nuevas configuraciones por los actores sociales. Mantenerse
distanciado genera perspectivas inéditas de interacción social, aumentan el alcance de la
actividad espacial y se reflejan en nuevas formas de territorio y de territorialidad.
El debate sobre la relación entre las polaridades y continuidades de las dimensiones local y global
es, el que sitúa a la cibercultura en el corazón de los estudios académicos sobre la modernidad.
El cuerpo y la descorporización:
Mente y cuerpo, como categorías dicotómicas clásicas, se desvanecen en el debate de la
cibercultura. La fusión del cuerpo y la máquina, las posibilidades de un “yo” incorpóreo, de
construir y habitar mundos exteriores que no son necesariamente distinguibles de los “sujetos
pensantes”, terminan por problematizar la condición misma de lo que llamamos cuerpo. Este
aparece como el espacio donde se construye el mundo, por esto es que explorar la cibercultura
implica explorar la condición actual de la corporiedad. En el contexto de la cibercultura pensar la
corporiedad exige tener en cuenta las complejas fusiones de lo biológico y lo tecnológico; del
organismo y la máquina. En el ciberespacio, todos somos cyborgs, mezclas de vida, mito y
tecnología.
Yehya proporciona la siguiente definición de cyborg: “es un ser que nos incorpora y que llevamos
dentro, un ser límite. Nos ayuda a definirnos, a establecer las fronteras entre lo que consideramos
natural y lo artificial, entre lo que hacemos y lo que somos, además de que nos ayuda a entender
hacia dónde vamos.
Para finalizar, lo que queda claro es que los organismos biológicos se han convertido en máquinas
de comunicación.
En conclusión:
A partir de la aparición de la imprenta en el siglo XV, se aceleró el proceso de rearticulación del
tiempo y del espacio social, originándose un efecto migratorio en las identidades. La modernidad
instauró un tiempo separado del espacio globalizado, estandarizado y planificado. La
posmodernidad, entendida como radicalización de los efectos de la modernidad, ha sido más allá.
El ciberespacio es un lugar donde la descomposición de lo social se acelera por efectos de las
nuevas tecnologías; “un mundo ciborg se podría tratar de realidades sociales y corporales vividas
en las que la gente no tiene miedo de su parentesco con animales y máquinas ni de identidades
permanentemente parciales, ni de puntos de vista contradictorios” –Haraway.