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La Política Verde se ha de

proponer tanto la cuestión de la


supervivencia como la tarea de la
emancipación social
(Epílogo de la versión alemana del manifiesto
POR UNA ALTERNATIVA VERDE EN EUROPA, 1 9 9 0 )
Frieder Otto Wolf

El desarrollo histórico de la humanidad entra actualmente en una


fase decisiva. A pesar de las continuas noticias sobre catástrofes e c o ­
lógicas, a pesar de los graves conflictos internacionales, a pesar de
las cuestiones sin resolver de la reproducción a largo plazo del ciclo
e c o n ó m i c o establecido, y a pesar de las refinadas estrategias que las
relaciones de dominio patriarcal o p o n e n a su disolución generaliza­
da, también se ofrecen actualmente a la humanidad las posibilidades
de producir un c a m b i o real e n su propio desarrollo; y ello e n la medi­
da e n que la amplia masa de los productores y de las productoras,
de los consumidores y de las consumidoras, c o m i e n c e a hacerse car­
go de sus c o n d i c i o n e s de vida. Sin duda el movimiento verde es, e n
b u e n a medida, un producto de las sociedades del Norte, tecnológi­
c a m e n t e hiperdesarrolladas y s o c i o e c o n ó m i c a m e n t e diferenciadas. El
movimiento verde agrupa generalmente en estos países a minorías cua­
lificadas, c o n un grado de información superior a la media. A pesar
de ello, n o es fácil despacharlo c o m o un movimiento de los ricos, ni
de los privilegiados informativamente; a u n q u e así fuera, los movi­
mientos de la «inteligencia» han jugado continuamente en la historia
un importante papel c o m o «guardaagujas» históricos.

Traducción: Laura GASSULL, Francesc Jesús HERNÁNDEZ y Rosa PÉREZ. Valencia.


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Aunque n o p u e d a basarse ni e n una certeza filosófico-histórica,


ni en la aspiración - p r o p i a de la teoría de las c l a s e s - de la mayoría
social al poder, el movimiento verde está ante una tarea histórica cuyo
alcance sobrepasa ampliamente sus propias fronteras: para p o d e r
encontrar soluciones sólidas a las cuestiones de la supervivencia de
la humanidad, habrá q u e establecer una nueva c o n e x i ó n entre las
cuestiones de la paz, del equilibrio e c o l ó g i c o y de un orden e c o n ó -
m i c o internacional solidario, c o n las cuestiones de la e m a n c i p a c i ó n ,
de la formación y de la liberación. Y se tendrá q u e establecer esta
c o n e x i ó n a u n q u e sólo sea para superar los b l o q u e o s y los e n c u a -
dramientos de amplias masas, cuyas actividades representan una con-
tribución irrenunciable a c u a l q u i e r s o l u c i ó n real de la crisis.
Precisamente p o r q u e el movimiento verde n o se encontrará s o l o e n
esta situación, está destinado estructuralmente a buscarse aliados
p o d e r o s o s , a los q u e tendrá q u e despertar, al m i s m o tiempo, de su
parálisis coyuntural.

La crisis del movimiento comunista - e n tanto q u e el más recien-


te de los movimientos históricos de e m a n c i p a c i ó n q u e ha alcanzado
el poder p o l í t i c o - se ha h e c h o patente n o sólo c o m o una profunda
crisis del marxismo c o m o teoría (crisis que, en otro tiempo, ya habría
sido expeditivamente suprimida por la contrarrevolución teórica esta-
linista y, de esta manera, se hubiera silenciado más allá de la esfera
de dominio soviética); en realidad, también ha sido c o n s e c u e n c i a suya
el desastre histórico de las sociedades del socialismo real, q u e ha cul-
minado de m o m e n t o c o n el retorno de las otrora «democracias p o p u -
lares» a perspectivas políticas anteriores a la II Guerra Mundial, y q u e
ha conducido a una profunda crisis a la Unión Soviética y a su pro-
yecto de renovación originalmente socialista, la «perestroika». Al mis-
m o tiempo, el g é n e r o h u m a n o ( q u e desde h a c e más de un siglo n o
ha dado el salto a la «regulación racional» de su «metabolismo c o n la
naturaleza», anticipado por Marx) se ha puesto por su propia a c c i ó n
- a u n q u e ésta n o haya sido controlada por la totalidad de la humani-
d a d - ante problemas globales. Problemas que la humanidad tendrá
q u e resolver s o p e n a de su n o supervivencia; y habrá de hacerlo e n
el plazo histórico más breve posible y sin poder aceptar el riesgo de
inseguras «soluciones totales». La humanidad ya n o se p u e d e permi-
tir «rodeos» de planificaciones globales a 6 0 - n i tan solo a 4 0 - años
vista. Ensayos precisos p o r limitar los daños se tendrán que c o n e c t a r
continuamente c o n estrategias radicales de transformación. Y también
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la agilidad intelectual y la perseverancia moral habrán de ponerse en


relación de n u e v o de una manera aceptable.

En especial, un marxismo vivo, radical y actual n o habrá de diri-


gir la aplicación de la autocrítica únicamente a la historia de una pra-
xis política, que ha sido legitimada en n o m b r e de una c o h e r e n c i a teó-
rica. El marxismo, en tanto que teoría política, se encuentra también
ante la tarea de pensar de n u e v o la emancipación social de una mane-
ra amplia, bajo la condición insoslayable de una solución a la cues-
tión de la supervivencia. Ello exige una radical y renovada reflexión
sobre el sentido de algunos c o n c e p t o s , c o m o por ejemplo «praxis
social», «lucha de clases» y «emancipación», y sobre tesis c o m o las de
la «sociedad sin clases» y las de la «supresión del Estado». T a m b i é n exi-
ge un profundo análisis científico de la íntima dependencia entre pro-
c e s o s e c o l ó g i c o s y sistémicos y desarrollos históricos. Esta tarea de
repensar la e m a n c i p a c i ó n social habrá de analizar, así mismo, los pro-
cesos actuales de la crisis ecológica, social, e c o n ó m i c a y cultural - y
primordial y urgentemente habrá de reflexionar sobre c ó m o estas con-
c e p c i o n e s podrán introducirse realmente c o m o norma verdadera o
c o m o la única política viable en los países vanguardistas del Norte-,
y lo hará en su desdoblamiento característico entre, por una parte,
unas formas de la «normalidad» (predominio parlamentario, de los par-
tidos políticos), y, por otra parte, las formas políticas dinámicas de
sectores socialmente marginales o de aquéllos que se encuentran e n
el umbral institucional, así c o m o también considerando las fases e x c e p -
cionales, desde la revuelta juvenil de los años sesenta hasta las trans-
formaciones democráticas en la Europa del Este a finales de los ochen-
ta. Otras teorías políticas en este conjunto de tradiciones de pensa-
miento que se han esforzado por plantearse los problemas globales
ante los que se encuentra actualmente la humanidad, c o m o la teoría
feminista, la ecologista y la libertaria, tendrán que proponerse un reto
idéntico. Si partimos de premisas históricamente acreditadas, c o m o
por ejemplo que los movimientos sociales n o se p u e d e n delinear en
una mesa de dibujo y a continuación lanzarlos artificialmente, con-
cluiremos que hay que comprometerse c o n los movimientos y las rebe-
liones radicales c o n t e m p o r á n e a s que estén aquí y ahora en situación
de orientarse a sujetos vivos. D e cualquier m o d o , en la vida política
y cultural de las modernas sociedades parece regir una ley según la
cual nada se repite nunca de la misma forma en los movimientos socia-
les, y aún más, jamás es posible re introducir conocimientos c o n la mis-
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ma forma e n los movimientos sociales, a u n q u e continúe su validez.


La historia del movimiento obrero - c u y a relativa continuidad desde
los años noventa del siglo XVIII ha supuesto sin duda una gran c o n -
quista de la cultura política- está ofreciendo precisamente numero-
sos ejemplos de esta necesidad de una nueva articulación estable. No
hay, por lo tanto, ningún paso atrás en los m o d e l o s de articulación
de la teoría política. Al contrario, ha llegado el m o m e n t o decisivo para
los movimientos de transformación de trabajar y «conservar» lo q u e
han experimentado los movimientos anteriores. En definitiva, el empu-
je del movimiento de los años sesenta tuvo c o m o resultado c o n c r e t o
los Verdes. Si se trata de articular este empuje político se tendrá q u e
pasar obligatoriamente por los movimientos y los partidos verdes, aun-
que resulte visible la limitación de la política de partidos, c o m o tal,
por lo q u e respecta a los partidos verdes existentes.

T o d o lo anterior también es válido precisamente por lo q u e res-


pecta al p r o c e s o iniciado de a n e x i ó n interalemana y a las muy per-
sistentes «fantasías del Este» c o n las e c o n o m í a s del O e s t e y el capital
financiero internacional. El naufragio e c o n ó m i c o y político de los
Estados autodenominados de «socialismo real» - q u e evidentemente ha
sido utilizado por sus adversarios políticos para un «roll-back» ( r e b o -
b i n a d o ) geopolítico e ideológico - p o l í t i c o - n o s coloca, en tanto q u e
socialistas ecologistas, ante la tarea de repensar, de una manera fun-
damental y cuidadosa, nuestra c o n c e p c i ó n de lo q u e pueda ser un
p r o c e s o de transformación ecológico-socialista. Es cierto q u e ya n o
resulta posible apelar sencillamente a las ideas de Marx sobre la «aso-
ciación de productores libres». C o m o n o c i ó n nuclear se p u e d e man-
tener la exigencia de q u e el m o d o de producción y c o n s u m o se orga-
nice de manera q u e los productores y las productoras, las consumi-
dores y las consumidoras, estén e n disposición de regular su m o d o
de vida y de trabajo, así c o m o su «metabolismo c o n la naturaleza». La
«regulación consciente» n o ha de entenderse sólo c o m o la tutela admi-
nistrativa, sino q u e incluye también la decisión sobre los márgenes
de libertad y sobre los grados de libertad q u e se dejan abiertos e n las
iniciativas y e n las innovaciones. La c o n c r e c i ó n de esta n o c i ó n nu-
clear ha de elaborarse de nuevo, teniendo en cuenta que, a pesar de
la actitud fundamental y dominante productivista, hay m u c h o q u e
aprender de los diversos debates soviético-rusos, chinos, c u b a n o s o
también nicaragüenses sobre la denominada «construcción del socia-
lismo». D e b a t e s de incalculable valor positivo e n la futura nueva
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Alemania, a pesar q u e nos encontramos c o n algo en gran parte nega-


tivo, a saber, la profunda d e c e p c i ó n de amplias masas, así c o m o tam-
bién de algunos intelectuales más receptivos, de la severa experien-
cia social del socialismo de Estado que se ha producido en los 40 años
de la República Democrática Alemana. Si consiguiéramos cambiar esta
d e c e p c i ó n por una crítica precisa - d e los m e c a n i s m o s de subordina-
ción y de sumisión a un Estado que penetra en la sociedad y en las
estructuras de la personalidad de los individuos, mantenidos duran-
te toda su vida c o n los grilletes salvadores, de la inactividad e c o n ó -
mica bajo las condiciones de la «propiedad de nadie» socialmente domi-
nante y de las reducciones ecológica y socialmente destructivas, de
una planificación y de una contabilidad e c o n ó m i c a productivista-,
e n t o n c e s obtendremos un material abundante para poder c o n c e p -
tualizar la futura «transición socialista», sin violencia voluntarista y sin
imaginarios acortamientos históricos. Además de esto, el que sea some-
tido a una crítica minuciosa m u c h o de lo q u e ha sido socialista, es
b u e n o y nunca p u e d e ser malo. «Whenever I had learnt something, I
felt I had lost something!» (cada vez que he aprendido algo, sentía
que perdía alguna cosa), decía adecuadamente George Bernard Shaw.

PRELUDIO EN LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA:


LOS VERDES, UN PARTIDO DE IZQUIERDAS, UN PARTIDO
PARA LAS IZQUIERDAS

Antes de los Verdes h u b o una doble revolución cultural: en pri-


mer lugar, la revuelta juvenil de los años sesenta que, por lo que res-
pecta a Alemania occidental, consumó la histórica ruptura generacional
c o n las generaciones anteriores -hasta aquélla que había sido lleva-
da a la política por el nazismo activo y sus simpatizantes, y pudo exten-
der su influencia hasta los años o c h e n t a - ; en segundo lugar, la toma
de c o n c i e n c i a e c o l ó g i c a de los años setenta, que ya se preparaba e n
los sesenta. Esta toma de c o n c i e n c i a desarrolló, mediante «iniciativas
ciudadanas» y por medio del «movimiento antinuclear», nuevas formas
de organización y de práctica política, en las que se recogía para una
acción c o m ú n «escenas» bien diferentes ( c o m o , por ejemplo, la «esce-
na de los anoracs» de los campesinos que quieren conservar el entor-
no, aquélla otra que p r o c e d e de los años sesenta, la «escena de los
jeans y del flower-power» y la «escena de las cazadoras de cuero», de
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los okupas y de los estudiantes urbanos). Y aún más, fueron arran-


cados algunos temas, que aparentemente n o tenían nada q u e ver c o n
la política, del m o n o p o l i o político de la burocracia y de los expertos,
c o m o , por ejemplo, la decisión sobre los sistemas de generación ener-
gética y su utilización. «¿Nuclear? ¡No gracias¡» se convirtió en el e m b l e -
ma de toda una década. Entonces resultó posible, de una manera inme-
diata, una a c c i ó n propia sobre estos temas, sin tener q u e esperar al
día después de un abrupto c a m b i o e n las relaciones de poder: pue-
do variar mi comportamiento obediente ante la o p c i ó n de «usar y tirar»
de los reclamos publicitarios; también p u e d o cambiar mi relación irra-
cional y acrítica c o n las «ofertas de prestación de servicios» de los gran-
des b a n c o s ; lo m i s m o p u e d o h a c e r c o n mi lenguaje por lo q u e res-
pecta a la relación entre los sexos. T o d o esto encuentra e c o , sobre
todo, e n los «nuevos sujetos» de las g e n e r a c i o n e s más jóvenes, q u e
(por razón del p r o c e s o de c a m b i o histórico y social habían roto los
«grilletes protectores» de las relaciones familiares y comunitarias patriar-
cales, tanto en sus formas ( p e q u e ñ o ) burguesas c o m o en las prole-
tarias) habían sido repelidos tanto por las grandes organizaciones socia-
les, guiadas autoritariamente, y por el movimiento obrero, c o m o p o r
las constricciones de sumisión de los aparatos políticos.

En los comienzos del partido verde en la República Federal de


Alemania se planteó un amplio compromiso: posiciones expresamente
de izquierdas de los movimientos de los años sesenta fueron aceptadas
dentro del partido en condiciones de igualdad, al precio de que se tole-
raran en él posiciones «conservadoras aceptables» y, en cualquier caso,
que se estuviera dispuesto, en caso de duda fáctica, a renunciar a una
aguda disputa ideológica (tal vez con aquéllos que después fundaron el
ÓDP, o también con el «anticapitalismo» pequeño-burgués de los com-
pañeros «vasallos»). Por ello, programáticamente, los Verdes n o se com-
prometieron principalmente con posiciones radicales de izquierdas, en
el sentido de las tradiciones socialista, comunista, feminista o anarquis-
ta; recibieron, sin embargo, un préstamo con las reivindicaciones parti-
culares de estas tradiciones. D e esta manera, las izquierdas en los Verdes
gozaron de una puntual disposición mayoritaria, en cualquier caso en
unión con unas «bases de centro» verdes, de características políticas e ide-
ológicas n o tan acentuadas que, por otra parte, provenían de círculos
rurales o de pequeñas ciudades y que, sin querer inclinarse por una estra-
tegia global decididamente anticapitalista y por una política crítica, eran
fácilmente conquistables para determinadas reivindicaciones radicales.
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Tal y c o m o ha sucedido en otros países, en la República Federal


de Alemania vivieron muy intensamente c o m o «a crédito», es decir,
de la ilusión de la misma «novedad total», q u e les relevó de la n e c e -
sidad de tener que pronunciarse explícitamente sobre los «viejos pro-
blemas» de la explotación capitalista y de la opresión imperialista, de
la violencia del Estado contra los derechos de los ciudadanos o del
poder estructural y patriarcal contra la liberación de la mujer. Al mis-
m o tiempo, la izquierda en los Verdes se ha dado durante demasia-
do tiempo a una ilusión. La ilusión que derivaba de q u e la izquierda
ha interpretado de una manera muy radical el que los Verdes n o se
declararan explícitamente partidarios del orden capitalista para la socie-
dad actual, ni de la violencia estatal, etc., y, que, hasta ahora, hayan
renunciado a prestar esta declaración; frente a esta ilusión y en tan-
to q u e oposición (latente) radical contra las estructuras de domina-
ción capitalistas, patriarcales, imperialistas y e c o n ó m i c a s actuales, se
tendría hoy por h o y que h a b e r contemplado los movimientos y par-
tidos también c o m o un ensayo -probablemente todavía necesarios des-
de el punto de vista h i s t ó r i c o - para escapar de la fuerte confronta-
ción y de la represión, tal y c o m o la experimentó de los poderes impe-
rantes la izquierda radical de los años setenta. Tan pronto se da una
reflexión «realista» en una parte de la izquierda, la q u e n o se consi-
dera tan radical c o m o m u c h o s verdes, aparece el diagnóstico de una
galopante «derechización» de los Verdes: lo que se ha desarrollado en
la propia c a b e z a se proyecta inmediatamente sobre el objeto del pen-
samiento.

Para la izquierda en los Verdes resultó realmente atractivo pactar


c o n las ilusiones nuevas de la auténtica ideología verde: lo que sig-
nificó, antes de nada, que la izquierda n o consideró necesario efec-
tuar la propia crítica estratégica, porque en aquel m o m e n t o n o pare-
cía darse ningún problema estratégico: c u a n d o alguien n o está pre-
parado para hablar, naturalmente se calla c o n placer. D e h e c h o , ello
significó, por una parte, la renuncia a la elaboración de una estrate-
gia explícita de transformación (tal y c o m o se a c u ñ ó en el c o n s e n s o
fundamental de los Verdes); por otra, pudieron seguirse de nuevo los
viejos planteamientos estratégicos, a pesar de su fracaso histórico, tan-
to e n los modelos comunistas c o m o en los socialdemócratas; en el
transfondo, h u b o una práctica de sectarización «in foro interno» (cada
secta marcando su propio c a m p o de actuación dentro de los Verdes).
Aquella renuncia resultó cara a los Verdes: significó el b l o q u e o de la
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fuerza productiva específica, verdaderamente política, del movimiento


de la «inteligencia».

Si consideramos la rápida transformación de la situación estraté­


gica (transformación q u e ha ido atravesando una serie de fases: la fase
del movimiento electoral, bajo el lema: «Ahora, elijámosnos a n o s o ­
tros mismos»; la fase de consolidación parlamentaria del partido ver­
de; la fase de los acontecimientos a Hamburgo y Hesse, q u e plante­
aron la cuestión central de c ó m o tenía q u e intervenir el n u e v o parti­
do en los m e c a n i s m o s políticos centrales del «juego cambiante» entre
g o b i e r n o y oposición; la siguiente fase de la supuesta extinción de
las o p c i o n e s tácticas parlamentarias, d o n d e n o se podía prever ni una
mayoría de g o b i e r n o ni fuertes movimientos extraparlamentarios de
masas; la fase actual de transición hacia una política q u e resulte prác­
tica en una nueva Alemania unida), aquel mecanismo de renuncia con­
dujo a q u e la c o h e r e n c i a del trabajo colectivo de la izquierda q u e aún
se mantenía, se atomizara, se tornara m e n o s sólida y se rompiera e n
pedazos, sin q u e los implicados notaran realmente su pérdida.

Siempre ha existido en los Verdes un consenso mínimo entre los


defensores radicales del medio ambiente y la vida del norte de la Selva
Negra y las feministas radicales de Hamburgo, entre los abogados esta­
blecidos y los «freak» del proyecto de autoayuda (iniciativas de trabajo
alternativas), entre la combatiente sexagenaria antifascista y el luchador
universitario. Este consenso existió simplemente sobre la consideración
de la urgencia de un «cambio radical», de un «giro» de una «inmediata
parada de...» o de un «dejar de utilizar...». Y se mantuvo bajo la ficción
política, ampliamente extendida, de que las cuestiones específicas con­
ducirían, por ellas mismas y de una manera automática, hacia un con­
senso entre colectivos totalmente diferentes. Este consenso ha supues­
to, antes que nada, la conexión política de gentes c o n pasados muy dife­
rentes. Sin embargo, también ha contribuido a que los Verdes, en todas
aquellas cuestiones que sobrepasaban lo que implicara una respuesta
inmediata y urgente, hayan permanecido sin discurso, sin términos teó­
ricos, en cualquier caso, sin una plataforma común de entendimiento.

Este c o n s e n s o mínimo podía mantenerse e n los Verdes mientras


se tratara simplemente de organizar la irrupción e n el m o n o p o l i o polí­
tico de los partidos establecidos. Frente a la cuestión de hasta q u é
punto podía tensarse el arco de la «compatibilidad de ideas», se puso
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de manifiesto, c o m o un principio de trabajo realmente fértil, la orien­


tación hacia una implicación c o m ú n y la concentración hacia la común
determinación del «siguiente eslabón». Además, esta forma de actua­
ción podía funcionar aún, por algún tiempo, incluso sin dedicarle un
gran esfuerzo, mientras lo permitiera la incapacidad de los partidos
establecidos de actuar ante la situación creada mediante su irrupción
en el «mundo de los cerebros grises» y mientras lo hiciera posible el
entretenimiento de la novedad de los Verdes. Pero en la medida que
los partidos políticos h e g e m ó n i c o s e n la República Federal de
Alemania - c o n la dimensión en c o m ú n del viejo «consenso de d e m ó ­
cratas» constitucional, es decir C S U / C D U / F D P / S P D - aprendieron a
actuar superficialmente de una manera c o m p e t e n t e ante las nuevas
exigencias (Tópfer, a diferencia de Zimmermann, sabe lo que es un
b e c q u e r e l ) , y también en la medida que los medios de c o m u n i c a c i ó n
de masas pudieron catapultar a los nuevos y entretenidos individuos
de la vida político-cultural (desde el espíritu «yupi», pasando por el
«nuevo movimiento juvenil» por la «libertad y la igualdad», hasta los
nuevos «autónomos») a la primera línea de diversión del aburrimien­
to postmoderno, aquel c o n s e n s o mínimo, vacío conceptualmente tuvo
que deshacerse. Y se rompió ciertamente bajo el p e s o de cargas rea­
les: los desastres de la táctica de la tolerancia e n Hamburgo y la estra­
tegia de la coalición en Hesse. D e s d e esta ruptura, las b a s e s del par­
tido verde n o se aburren tanto, pero están desorientadas bajo la cúpu­
la circense de su programa, sin poder articular claramente el d e s e o
de un debate estratégico, sobre todo sin saber e x a c t a m e n t e c ó m o se
tendría que resolver la difícil situación del partido.

Otra manera de proceder hubiera significado tal vez, a corto tér­


mino, una desventaja táctica: la izquierda n o hubiera podido presen­
tarse ya c o m o la defensora del viejo «consenso básico» contra todos
los intentos revisionistas de las y los «realos» y los «codazos» - s i e m p r e
d o g m á t i c o s - de los «rupturistas». La izquierda hubiera tenido que par­
ticipar m u c h o más c o n sus propuestas propias en la discusión sobre
una redefinición de un c o n s e n s o básico en los Verdes bajo condicio­
nes diferentes, lo que hubiera significado el riesgo de quedarse en
minoría c o n sus propuestas. Q u e la izquierda tendiera sobre todo y
especialmente a la fijación y conservación del c o n s e n s o b á s i c o enton­
ces alcanzado, se p u e d e entender únicamente desde los m e c a n i s m o s
de un partido c o n una ideología por una parte difusa y por otra for­
mulada radicalmente, lo que indujo fácilmente en los defensores de
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posiciones radicales la tentación de reaccionar frente a las diferentes


situaciones mediante la inmunidad de la tradición ideológica existente
( n o es por casualidad q u e ya los j ó v e n e s kautskyanos, dentro de la
joven socialdemocracia, n o reacionaran a las nuevas cuestiones de
Bernstein y sus seguidores c o n avances teóricos y políticos, sino c o n
la creación del «marxismo ortodoxo»).

La cuestión de las propuestas de la izquierda sobre un nuevo y


sereno c o n s e n s o b á s i c o supone evidentemente que se tendrá que dis-
cutir de forma abierta cuál habrá de ser la política estratégica de izquier-
das en los Verdes, para q u é cosa servirán, c o m o partido, los Verdes.
No p u e d e bastar, nadie se puede conformar c o n la constatación de
que la izquierda de los Verdes «aún es necesaria».

D e una manera rigurosa, el problema radica e n la República


Federal de Alemania e n lo siguiente: la izquierda n o había podido dis-
p o n e r prácticamente de m o d e l o s e n la historia reciente de su propio
país o en el s e n o de la generación de sus padres. Por este motivo, a
causa de tradiciones de izquierdas vivas, la izquierda ya estuvo e n
peligro de tomar lo q u e fue tanteo previo y costoso por una serie de
golpes geniales. A todo ello se añade también la tendencia de los
Verdes a la ilusión de un c o m i e n z o totalmente nuevo y, c o n ello, la
tendencia a c o n e c t a r c o n aquella amnesia histórica de la izquierda.
En cualquier caso, aquella parte de la izquierda q u e n o p u d o identi-
ficarse c o n el proyecto y la realidad de la República Democrática de
Alemania, los «desenmascarados» en los Verdes, hubieron de r e c o n o -
cer la continuación de las formas políticas, que n o han resultado supe-
radas ni artificialmente ni por las exigencias de la realidad. Los Verdes
q u e n o provenían de esta «coherencia» pudieron r e c o n o c e r s e nueva
y totalmente c o n esta línea de tradición de izquierdas que va desde
la democracia de base hasta la lucha contra el artículo 2 1 8 o la soli-
daridad c o n Nicaragua.

PANORAMA ACTUAL: IDENTIDAD POLÍTICA DE LA IZQUIERDA


EN LOS VERDES EN EL UMBRAL DE UNA POLÍTICA PARA
TODA ALEMANIA

D e s d e h a c e demasiado tiempo los Verdes de la República Federal


de Alemania se encuentran e n cierta manera vacilantes, c o n dos pun-
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tos de visita sobre la encrucijada histórica: para unos, n o puede ser


aplazado por más tiempo un entendimiento dentro del partido sobre
un renovado contenido político del c o n s e n s o básico; y n o puede ser
aplazado al m e n o s porque cualquier nueva coalición c o n fuerzas pro-
vinentes de los movimientos ecologistas, feministas o de orientación
democrático-radical de la República Democrática e x i g e una revisión
explícita, discursivamente articulada y desarrollada en el diálogo, de
aquel c o n s e n s o b á s i c o que ya ha resultado pretérito; para otros, los
Verdes de la República Federal tendrán que organizarse c o n aquellas
fuerzas de la actual República Democrática próximas en sus conteni­
dos políticos q u e quieran ser o convertirse en una e s p e c i e de parti­
do político. Además, la precipitación c o n que se está efectuando la
actual a n e x i ó n de la República Democrática por la República Federal
provoca que n o aparezcan las cuestiones fundamentales.

En una perspectiva a m e d i o término, la lucha por una articula­


ción política del espectro de movimientos de izquierdas, feministas y
ecologistas, y del a b a n i c o de oposiciones radicales decidirá si los
Verdes consiguen superar sus bloqueos de la fase de constitución. Ante
la alternativa entre cosmopolitismo y nacionalismo [estatal] (produci­
da por el acelerado desarrollo cié los Estados nacionales en la Europa
Central y del Este, y cuya falsedad puede volverse a aprender de una
manera clara), es el m o m e n t o de tomar realmente las decisiones para
hacer efectiva aquella articulación, aunque nada más sea para sus­
traerse a aquella alternativa. Por ello, hay que enfrentarse también a
los Verdes de Estonia, c o n su inclinación racista ante «los rusos», hacién­
dose necesario mantener activamente la demanda de una sociedad
pluricultural y plurinacional, en la cual se asocie una amplia d e m o ­
cracia social c o n la igualdad de d e r e c h o s y c o n la autonomía de todas
las comunidades culturales. En este sentido, p u e d e servir c o m o m o d e ­
lo, por ejemplo, el «Playd Cymrn» gales, q u e ha c o n s e g u i d o articular
su «galismo» político de una manera categóricamente antirracista: para
ellos son galeses todos aquellos que trabajan y viven en el País de
Gales, adquiriendo c o n ello el d e r e c h o a c o o p e r a r e n la autodeter­
minación comunitaria.

Algo semejante vale para las cuestiones de las relaciones y de los


aparatos de poder político. Si es cierto que n o hay ningún ámbito social
«fuera» del Estado e n el q u e se pudieran refugiar los débiles movi­
mientos de b a s e para erigir sus reclamaciones de derechos, es decir
208

sus reivindicaciones ante el poder jurídico estatal, ¿se sigue de ello


q u e los Verdes hayan de apoyar sin reservas y llenos de confianza
c o n c e p c i o n e s alternativas respecto de los m e c a n i s m o s del aparato
coercitivo del Estado? Un proceder efectivo dentro de los aparatos polí-
ticos estatales - d e s d e la construcción de un partido político y la par-
ticipación e n las e l e c c i o n e s hasta la praxis parlamentaria, pasando por
la constitución y la a c c i ó n de g o b i e r n o - presupone, h o y por hoy, una
crítica a sus m e c a n i s m o s de funcionamiento, para mantener la capa-
cidad de poder cambiar algunas acciones muy limitadas, digamos insí-
pidas, y sin ilusiones en la amplísima meta de la transformación social.

El triunfo de la «economía de mercado», tal y c o m o se c o n s u m a


actualmente en la totalidad de la Europa del Este, p o n e finalmente e n
el orden del día la tarea de una concretización, también instrumen-
tal, de la idea de los Verdes: «¡trabajar de otra manera, vivir de otra
manera!». ¿Cuáles son las c o n d i c i o n e s institucionales para un funcio-
namiento n o agresivo de los m e c a n i s m o s del mercado, q u e sea e c o -
lógico, social, feminista y democrático, y c o n qué mercados, según
q u é mercancías y c o n q u é «cualidades históricas», también definidas
moral y políticamente, se p u e d e transigir para su tipo de funciona-
miento?

¿Cómo p u e d e n los Verdes, por ellos mismos, c o m o partido polí-


tico, contribuir a ello e n alguna medida? ¿Cómo p u e d e n contribuir a
q u e pueda romperse, al m e n o s parcialmente, el efecto político de
expropiación del sistema de partidos respecto de los movimientos
sociales ciudadanos ( c o m o se ha demostrado efectivamente e n el rápi-
do p r o c e s o de la República Democrática)? La introducción de «listas
abiertas» y la constitución de relaciones permanentes c o n movimien-
tos «amigos», políticamente próximos, aún n o es suficiente. Ahora, los
Verdes de izquierda se tendrán q u e enfrentar de una manera prácti-
ca a la cuestión siguiente: ¿a partir de q u é formas de un substancial
trabajo político colectivo e n proyectos sociales concretos p u e d e ser
reforzada y apoyada la propia praxis de los movimientos ciudadanos
desde una política de partido?

Los Verdes tendrán que superar, en definitiva, también su tendencia


espontánea a un horizonte limitado, más bien localista o regionalis-
ta, e n el sentido q u e también habrán de tener elaboradas las grandes
cuestiones de la política del Estado (desde el debate, p r o b a b l e m e n -
te ausente, de la Constitución hasta las previsibles discusiones sobre
209

estructuras y perspectivas de una «Unión Política Europea») y las con-


c e p c i o n e s alternativas que p u e d a n referirse a las cuestiones c o n c r e -
tas de la política cotidiana. Sin c o n c e p t o s políticos «de alcance medio»,
la marginación política amenaza a los Verdes a causa de los c o n c e p -
tos de e s e tipo sólo aparentemente exactos, lanzados a la c o m p e t e n -
cia política por los partidos tradicionales. Además, los Verdes lo ten-
drán difícil sin criterios más concretos, que se generen para articular
su protesta c o m o una oposición necesariamente clara frente a la pro-
testa, radical en las palabras, de los grupos fascistoides, c o n la sim-
ple desaparición de los cuales n o se puede contar.

Una discusión fundamental y franca de estas cuestiones se c o m -


plicará n o sólo por el h e c h o de que las fuerzas radical-democráticas,
feministas y ecologistas de la República Democrática se han desarro-
llado y se han organizado por separado, sino también porque hasta
ahora disponíamos de unas capacidades muy p o c o desplegadas para
un debate constructivo; y, por otra parte, también por el h e c h o de
que el residuo de autonomía de las estructuras de la República
Democrática, arrasadas por la República Federal, se e n c a r n e de
m o m e n t o en un partido político propio, el PDS [Partido del Socialismo
Democrático], nacido del SED [Partido del Socialista Unificado-
Comunista- de Alemania], q u e se verá obligado, a u n q u e sólo sea por
la aritmética electoral, a renegar de su carácter específico de partido
de la República Democrática, para reunir todas las «tradiciones» y las
«identificaciones» de las y los socialistas. El PDS puede, si nos toma-
m o s las experiencias históricas c o n un mínimo de seriedad, estar obli-
gado a realizar los ensayos de renovación q u e han h e c h o los parti-
dos comunistas de la Europa Occidental, que n o será una «renova-
ción acabada», c o m o afirman hoy en día los militantes germánicos-
occidentales. D e otro m o d o , en el c a m p o de los partidos políticos de
la futura Alemania unida el PDS sólo disfrutará de p e q u e ñ a s oportu-
nidades para adoptar una posición clara, políticamente diferenciada
tanto de los socialdemócratas c o m o de los Verdes. Esta n o es, de nin-
guna manera, una razón para negarle la crítica solidaria que aquellas
y aquellos que soportan el PDS necesitan urgentemente para poder
salir lo más ilesos posibles del previsible naufragio de su proyecto
político. La presión que ejercerá el PDS para el debate de los conte-
nidos sólo p u e d e beneficiar al proyecto político de los Verdes. Ello
distrae, sin embargo, del auténtico problema central, que continúa sien-
do un problema de autodefinición y de autoperfilamiento de los Verdes
210

y, precisamente, de las izquierdas de los Verdes. Lo q u e se deriva de


lo anterior, ya q u e las izquierdas n o tienen en los Verdes ningún «inte­
rés particular» q u e defender.

Trabajar c o m o izquierdas en la renovación del c o n s e n s o básico de


los Verdes n o significa de ninguna manera que se hayan de abando­
nar unas posiciones que ahora se abrazan. Al contrario: viejas posiciones
que han degenerado en meras fórmulas de compromiso ( c o m o , por
ejemplo, lo «social» - e n grandes titulares-, o también el postulado -inter­
pretado de m o d o s o p u e s t o s - de la «libertad de coacciones») habrán de
ser definidas urgentemente de una manera más concreta y c o n una
mayor consciencia de los problemas. Ello sólo se puede hacer si las
izquierdas acaban de una vez de formular de manera táctica sus con­
cepciones y expresan abiertamente dónde, según su concepción, se sitú­
an las diferencias y los acuerdos c o n otras partes del partido. La reno­
vación del c o n s e n s o básico de los Verdes n o puede ser h e c h a c o n fór­
mulas de compromiso más o menos astutas. Al mismo tiempo, es menes­
ter unir las tesis y las reivindicaciones correctas y generales - c o m o , por
ejemplo, el a b a n d o n o inmediato de la energía nuclear o la salida de la
OTAN-, teniendo en cuenta precisamente la complicación de las rela­
ciones por la unificación de la República Federal y de la República
Democrática, c o n el acto de concebir las fundamentaciones y las reu­
bicaciones que nos indiquen lo que se sigue, aquí y ahora, de las ini­
ciativas políticas y las consecuencias de estas exigencias.

Para la izquierda e n los Verdes n o se trata de formular sus pro­


pias posiciones c o n vista a posibles compromisos, ya que, si así fue­
ra, se privaría de un fundamento esencial al p r o c e s o necesario del
debate de contenidos, c o m o por ejemplo que todas las partes impli­
cadas e x p o n g a n sus propias posiciones de una manera concreta y rati-
ficable. T a m p o c o se trata de cerrar c o m p r o m i s o s de contenidos e n el
p r o c e s o posterior, sino antes que nada de asegurar una provisión sufi­
ciente de e l e m e n t o s en común, lo cual demuestra q u e se tendría q u e
aceptar q u e cualquiera, c o n tesis y argumentaciones políticas dife­
rentes, se encontraría más bien a solas y sería previsible que perma­
neciera e n minoría.

Las izquierdas en los Verdes podrán encontrar tales e l e m e n t o s e n


c o m ú n c o n grandes e l e m e n t o s del partido. Esto ya se p u e d e obser­
var hoy e n día c o n una consideración objetiva. Pero si intentáramos
formular los resultados de este p r o c e s o , n o s anticiparíamos de una
211

manera inadmisible y nos orientaríamos hacia la «vieja política del


poder», Con todo, ya hoy p o d e m o s e s b o z a r los c a m p o s de proble-
mas esenciales en los que se encuentran aquellos elementos en común,
así c o m o dos líneas fronterizas que delimitan los ámbitos e n los que
estarán presumiblemente las diferencias insalvables.

El c a m p o en el que se mantendrán las diferencias insalvables será


el de la autocomprensión básica: ¿deben y p u e d e n las amplias trans-
formaciones que han de ser tenidas e n cuenta por los Verdes y por
los movimientos ligados a ellos, superar definitivamente y c o m o tal
el actual sistema dominante, c o n su doble centro de poder, el poder
político del Estado y el poder e c o n ó m i c o de los grupos capitalistas
dominantes, o sólo conseguir mejoras dentro de este sistema? Esta dis-
tinción es, en parte, una cuestión escolástica: de acuerdo c o n toda la
experiencia histórica, «no» se p u e d e n determinar previamente d ó n d e
se encuentran los "límites sistémicos» de una forma de dominio c o n
tanta capacidad de desarrollo c o m o la actual. A m o d o de ejemplo, la
mayoría de las reivindicaciones revolucionarias que en otro tiempo
estaban formuladas en el «Manifiesto Comunista» han sido satisfechas
de una u otra manera en los países capitalistas actuales.

Se trata de h e c h o , pues, de cerrar hoy en día en los Verdes un


c o m p r o m i s o sobre hasta q u é punto la cuestión anterior plantea una
diferencia real, es decir una diferencia en la estrategia - e n la deter-
minación transcendente de las metas de la a c c i ó n política, de la q u e
se ha de deducir la c o n c e p c i ó n de las a c c i o n e s y de las tácticas par-
ticulares-. El interés de la izquierda de los Verdes se ha de centrar e n
la radicalidad de la práctica histórica, es decir, se ha de p o n e r en n o
permitir ninguna desvirtuación del contenido de las posiciones ver-
des; pero, al mismo tiempo, se ha de c o l o c a r el interés en renunciar
a la pretensión de representar políticamente más de lo q u e la amplia
masa de los miembros del partido y de los y las activistas del movi-
miento puedan admitir por su propia experiencia. Mientras perma-
n e z c a abierta la posibilidad de realizar sin «orejeras de burro» dentro
del partido y del movimiento verde la experiencia de la concreta radi-
calidad necesaria, será aceptable para una izquierda autoconsciente
que el partido en su conjunto n o haga suyas determinadas tesis estra-
tégicas que son constitutivas para la izquierda, en particular su posi-
ción ecológico-socialista, es decir, n o hacer propio su anticapitalismo
en c o n e x i ó n c o n su crítica del Estado. Una izquierda así en los Verdes
212

p u e d e ofrecer al partido e n su conjunto todas las seguridades exigi-


das sobre que n o intentará c o n medios insurrectos hacer valer sus posi-
ciones en el resto del partido; y p u e d e ofrecerlas porque s a b e dos
cosas: por una parte, q u e insurrección de este tipo n o vale la pena;
por otra, que el movimiento real engendrará una radicalidad más efec-
tiva que la que pudieran representar estas simples decisiones de prin-
cipios.

Precisamente ante el p r o c e s o de unificación alemana (al e n c u e n -


tro de los m o m e n t o s de peligro «nacionalista» e incluso imperialista
del cual sólo se podrá salir c o n una política q u e se dirija a las perso-
nas allí d o n d e son conscientes de sus intereses de contenido social,
e c o n ó m i c o y e c o l ó g i c o ) , una política, q u e se define a si misma pri-
mariamente c o m o «antialemana», revela e x a c t a m e n t e estos mecanis-
m o s de la anticipada autosumisión bajo el presunto planteamiento «ale-
mán» de los temas, si b i e n bajo la capa de la inflexibilidad dogmáti-
ca. Pero t a m p o c o tendrá éxito una reedición de los intentos c o m u -
nistas y socialdemócratas de los años cuarenta y cincuenta para ocupar
desde la izquierda la «cosa nacional». La decisión, q u e es menester sus-
citar sobre el posible y deseable tipo de partido de los Verdes, n o sig-
nifica que ahora las izquierdas en los Verdes se hayan de dedicar e n
b l o q u e a seminarios especializados de politología o de análisis dis-
cursivo. Se trata de decisiones relativamente sencillas respecto de una
forma adecuada de partido. Antes q u e nada, se trata de entablar c o n o -
cimiento c o n la realidad del partido, a saber c o n el h e c h o q u e los
Verdes, sobre la b a s e de sus decisivas estructuras prácticas - p r e c i s a -
mente a nivel c o m a r c a l - representan algo tan difícil c o m o un «brazo
parlamentario» de movimientos sociales de base, casi desintegrados
o diluidos e n el partido, c o n un grado muy patente de desigualdad
cuantitativa entre miembros del partido y votantes, así c o m o entre apa-
ratos parlamentarios fracciónales y organización del partido. T a m b i é n
se tendrá q u e hablar seriamente sobre la estructura social y de edad
de los Verdes c o m o partido y c o m o potencial de votantes, así c o m o
sobre las c o n s e c u e n c i a s q u e posiblemente se deriven de ella p o r lo
q u e respecta a las estrategias de organización, y n o solo por lo q u e
respecta a las meras técnicas de organización, c o m o por e j e m p l o q u e
los Verdes parece que han perdido su influencia, hasta ahora casi auto-
mática, sobre los primeros y las primeras votantes. También es m e n e s -
ter pensar sobre c ó m o p u e d e n los Verdes activar, por ellos mismos,
su aparentemente gran potencial e n la nueva inteligencia científica y
213

técnica (tanto e n el trabajo c o m o e n el estudio) y, al tiempo, fomen-


tar una participación autónoma en a c c i o n e s sindicales, para las q u e
ese potencial estuviera dispuesto tanto c o m o lo está para un c o m -
promiso radical-democrático, ecologista y feminista. Nuevas formas
alternativas de diseño social habrán de ser acogidas por los Verdes
de una manera tan seria c o m o los impulsos concretos de la práctica
vital, especialmente por parte de los jóvenes. Esto p r e s u p o n e formas
propias de procesamiento de la experiencia y de la experimentación
política, que precisamente los Verdes n o tendrán que configurar de
una manera predominantemente partidista.

Sin perder de vista las posibilidades que hay para una oposición
radical y transversal a los m e c a n i s m o s de integración políticos de la
política actuante, ni el necesario doble carácter de todo partido polí-
tico parlamentario - p o r una parte, en tanto q u e organización social
que dentro de los movimientos sociales gana influencia por su enrai-
zamiento y, por otra parte, en cuanto órganos quasi estatales repre-
sentan los m e c a n i s m o s ideológicos y la razón de Estado frente a los
ciudadanos-, es menester aprovechar dentro de los Verdes, median-
te una política de izquierdas inteligente, el que los efectos de movi-
lización y politización provocados por ellos predominan aún sobre
los efectos de integración y sumisión.

Precisamente cuando s a b e m o s que n o hay ningún lugar «fuera del


sistema» en el que o desde el q u e pueda hacerse una «pura oposición
al sistema», que n o tenga que retorcerse contra sus contradicciones
internas, la seria valoración de nuestra experiencia resulta para n o s o -
tros en tanto que izquierda la condición central de una fuerza políti-
ca emancipatoria.

D e ello resulta también la necesidad de n o dejar q u e las formas


de nuestra organización se desarrollen siguiendo su propio curso, sino
que h e m o s de revisarlas periódicamente y configurarlas mediante deci-
siones colectivas conscientes. En la historia de la organización de los
Verdes hasta ahora el principio de rotación y el mandato imperativo
se han enlazado de una forma contradictoria c o n el respeto a las posi-
ciones individuales de los mandatarios y de sus fracciones; y se han
ido vaciando e n definitiva, por estas contradicciones, de manera que
desde h a c e tiempo son precisas nuevas disposiciones. Precisamente
bajo el postulado de evitar la ordenación general de la vida interna
de un partido alternativo por medio de los m e c a n i s m o s de la políti-
214

ca parlamentaria, se le c o n c e d e importancia al principio de la sepa-


ración de los cargos del partido y de los mandatarios electorales. Para
que ello n o resulte un ritual político vacío, es menester también una
nueva reflexión sobre la división del trabajo político entre las frac-
ciones y los «gremios» del partido, para lo cual sería necesario facili-
tarle al partido, en el plano de las n a c i o n e s y e n el de todo el Estado,
la tarea y los medios para reforzar la política en y c o n las organiza-
ciones y los órganos de coordinación de los movimientos sociales.
La, todavía correcta, crítica verde al politiqueo profesional estableci-
do ha de ser liberada, desde un punto de vista de izquierdas, de la
«primera plana», c o n la tendencia a disponer de funcionarios o pro-
fesionales liberales, a fin de poder crear verdaderas posibilidades de
poder vivir también de la política alternativa, sin tener por ello q u e
estar en una rotación permanente de una posición dirigente a la
siguiente o incurrir e n una estrategia establecida de m o n o p o l i z a c i ó n
del poder.

También se tendrá que operar e n todos los niveles de la organi-


zación del Partido Verde para que se aproveche activamente, e n las
tareas señaladas, y se abra paso en la sociedad, la experiencia del movi-
miento de las ciudadanas y los ciudadanos de la República Democrática.
Con ello se activará tanto el h e c h o de entrar e n los «focos sociales» y
de poder poner e n c o m ú n iniciativas colectivas c o n las víctimas de la
falta de medios de subsistencia y de la marginación e c o n ó m i c a y social,
c o m o también el h e c h o de hacer posible, e n muchas Escuelas
Técnicas Superiores, los conocimientos alternativos y críticos c o n la
tecnología, para iniciativas sociales ecologistas, feministas o pacifistas.

Finalmente también tendrán que encontrarse formas eficientes para


q u e pueda resultar garantizada una c o o p e r a c i ó n real de los militan-
tes del partido, q u e tienen c o m p r o m i s o s diferentes, en la formación
de la opinión y en la motivación política, o formas que resuelvan la
cuestión de c ó m o los nuevos militantes, siempre de una manera rápi-
da y autónoma, puedan encontrar las posibilidades concretas de actua-
ción dentro del partido q u e les resulten atractivas. Precisamente tras
las primeras e l e c c i o n e s de la Alemania unida sería el m o m e n t o para
un «Consejo Organizativo Verde», c o n delegados y delegadas del movi-
miento c o m o dirigentes, q u e s e r e n o y sin tabús, y también valiente e
innovador, pudiera inaugurar una próxima fase del desarrollo orga-
nizativo más allá de las fronteras del partido.
215

La decisión hacia una constitución y renovación de la política de


izquierdas en los Verdes n o es, por tanto, un acto de resignación o de
adaptación, sino que, al contrario, se trata de una consecuencia de la
mera comprobación que la política radical no se puede practicar sin opo­
sición, que la diferencia entre la utopía radical y el siguiente paso posi­
ble es necesariamente nociva, pero que ha de soportarse inevitablemente
en una praxis real y n o simplemente en una imaginativo-verbal.

Con este convencimiento, la izquierda dentro de los Verdes pue­


de establecer de forma consciente el debate c o n las fuerzas de izquier­
da que representan otras o p c i o n e s tácticas y estratégicas; así mismo,
puede establecer la discusión c o n la parte de los Verdes que cree n e c e ­
sario alejarse de un proyecto anticapitalista, extraestatalista y decidi­
damente de izquierdas.

Sólo una izquierda verde, tan segura de ella mismo c o m o crítica,


estará en situación de formar parte de una eficaz oposición alternati­
va y convertirse en una fuerza social en la «nueva Alemania» que ha
surgido. Para la izquierda verde e n la República Federal esto signifi­
ca, en primer lugar, efectuar su irrenunciable contribución a una «nue­
va repoblación» política y estratégica, sin dejarse distraer por las «auto-
guettizaciones» de la izquierda radical y de las nuevas discusiones
socialdemocráticas. Para una izquierda que reflexiona verdaderamente
en la estrategia en la casi desintegrada República Democrática aque­
llo quiere decir, ya actualmente, esforzarse activamente para un
encuentro discursivo y n o sólo táctico entre los representantes refle­
xivos de los movimientos radical-democráticos, feministas y e c o l o ­
gistas, y los representantes autocríticos del históricamente desfasado
c o n c e p t o de «socialismo moderno», con la meta de formar marcos polí­
ticos c o m u n e s , en los que se puedan conservar y elaborar las propias
experiencias. Muy especialmente para los verdes de izquierda, en tan­
to que fuerza orientada hacia el futuro de la nueva Alemania que ven­
drá, lo anterior significa q u e es necesario aprovechar cualquier o c a ­
sión para apoyarse mutuamente en una forma objetiva y exacta de
entender la articulación de las cuestiones sobre la supervivencia y la
libertad. Ambas partes tienen aquí algo que aprender. Y ello también
por lo que respecta a una verdadera crítica del «proyecto inacabado»
(Rojas) de la teoría marxista.

Las imprevisibles dificultades ante las que se encuentran los Verdes


alemanes h o y en día, frente a un desarrollo político que p a r e c e dar-
216

les la razón a los «apolagetas» de la e c o n o m í a de m e r c a d o - e s decir,


al sistema de producción e u r o p e o - , p u e d e obligarles por fin a rom-
per sus estancamientos internos y sus (auto) limitaciones externas. Con
ello se podrían alcanzar - c o n dificultades, si s o m o s realistas-algunas
posiciones que podrían suponer, incluso desde un punto de vista inter-
nacional, un paso adelante: posiciones q u e n o acepten que la super-
vivencia de la humanidad en tanto q u e e s p e c i e suponga un interés
particular, sino que desde este interés definan la política ecológica;
posiciones que n o olviden la preocupación y la protección de las con-
diciones de vida de otras especies; y posiciones que trabajen para hacer
posible algo más que la simple supervivencia por más tiempo de nada
más algunos privilegiados, sino q u e trabajan para todos, para todos
aquellos a los q u e su pobreza y su falta de perspectivas constituyen
justificaciones suficientes para que n o participen del p r o c e s o de derri-
b o del sistema.

Las mismas cuestiones de la liberación alcanzan e n esta perspec-


tiva una dimensión ecológica: ¿como p u e d e aquélla y aquél que-aún-
no-estan-liberados actuar de una manera independiente y responsa-
ble ecológicamente? Y, por el contrario, las reivindicaciones ecológi-
cas de la humanidad resultan cuestiones relativas a la liberación: ¿podrí-
an una hipotética eco-dictadura, puramente técnica, q u e haga de las
personas animales domésticos bajo el condicionamiento de los impe-
rativos ecológicos, resultar a la larga para las personas un c o n c e p t o
aceptable y estabilizador de una forma de vida ecológica?

La política, a pesar de toda la «ideología alemana», nunca se efec-


túa, ni tan sólo de una manera primaria, de esa manera. En los pro-
c e s o s políticos casi nunca es posible establecer un b a l a n c e general
de los e l e m e n t o s «viejos», de las estructuras de p o d e r q u e se mantie-
nen, y de los «nuevos», q u e empujan hacia una emancipación. Una
política de izquierdas, q u e haya comprendido la urgencia de las cues-
tiones de la supervivencia sin capitular ante ellas y sin olvidar las tare-
as de liberación y de emancipación, tendrá q u e sondear siempre de
n u e v o la situación, ya q u e lo que ayer todavía nos fortalecía y n o s
hacía avanzar, p u e d e h a b e r resultado h o y una carga paralizante. Lo
q u e seduce y s o m e t e a un sector de la sociedad, c o m o por ejemplo
la idea de la competitividad e n la vida diaria consumista, p u e d e en
otros sectores, c o m o e n la «autoconfirmación» del poder, resultar un
importante instrumento, al m e n o s e n la ilustración socio-política. Sólo
217

en el marco de esta forma diferenciada y de esta c o n c e p c i ó n móvil


es posible la formulación racional cié la cuestión, y su respuesta sufi­
cientemente segura, de qué han de hacer las izquierdas dentro de los
Verdes. Han de determinar siempre de nuevo si los Verdes contribu­
yen c o m o partido o c o m o movimiento a politizar a los potenciales
resistentes q u e difícilmente se venden por ofertas de dinero; han de
plantear cuestiones sobre el nuevo desarrollo social cualitativo, de
manera q u e m u c h o s de los afectados c o m i e n c e n a r e c o n o c e r s e c o m o
personas que contribuyen en este proceso. Hasta que n o hayamos
conseguido rentabilizar expresamente las cuestiones de la supervi­
vencia individual y colectiva, los Verdes constituirán también en la futu­
ra nueva Alemania, más que cualquier otro proyecto político, el n e c e ­
sario punto de cristalización de potenciales de oposición social y de
transformación. Los Verdes nunca ofrecerán a los sujetos activos una
nueva patria dentro de su partido o de su movimiento; pero esto es,
después de todo lo que s a b e m o s sobre los procesos de identificación
y tribalización organizada, más b u e n o que malo.

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