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Emmanuel ~ La dualidad.

mal, oscuridad, dolor.

Sois como niños en una habitación iluminada, que cuando cierran los ojos dicen que les
da miedo la oscuridad.

Toda oscuridad es una distorsión de la luz.

Qué es el mal, sino el olvido?

Debéis conocer la naturaleza de la oscuridad.

Es limitada.

Quizás alguno de vosotros se pregunta por qué yo siempre prometo la bondad, por qué
no hablo de la oscuridad.

Sencillamente porque, desde mi punto de vista, no existe.

Individualmente os veo a todos como a Seres trabajando de Luz en el laberinto de


vuestros conceptos erróneos.

Estáis aprendiendo. Estáis aprendiendo. Estáis aprendiendo.

Estáis descubriendo quiénes sois.

Estáis modificando las creencias que os llevaron a vuestro mundo físico:

la creencia en la oscuridad, la creencia en el poder del miedo, la creencia de que la ira


tiene una fuerza capaz de oponerse al amor.

Todas estas cosas están aquí para que aprendáis de ellas, pero, vosotros mismos las
habéis traído.

Al creer en ellas las habéis creado.

No las habéis creado para ser derrotados, sino para aprender.

Por supuesto parece que la oscuridad está en todos vosotros, y sin embargo no es como
vosotros creéis.

Es sólo una sombra de la interferencia producida por vuestras falsas ilusiones la que os
separa de la Luz.
Os seguiré instruyendo en el lenguaje de la Luz y el Amor, pues es el único que conozco.

No existe nada en el mundo humano que no sea Divino.

El mundo es de Dios.

Frente a la distorsión y a la dualidad de vuestra tierra está la Unicidad del Amor de Dios.

Hay una realidad indivisa que abarca vuestro mundo dualista y se halla auténticamente
gobernada por el Amor, la Luz y la Verdad.

El mal no es más que la ignorancia de la Voluntad y la Ley Divina.

Nadie se opondría a la Voluntad de Dios si supiera que consiste en la alegría propia, en la


bienaventura y la felicidad eterna.

Aunque parezca que las energías negativas no fluyen con arreglo a las Leyes naturales
de Dios, se hallan indudablemente presentes en vuestro mundo físico, realizando la Obra
de Dios.

Sin ellas, no se os presentaría la opción entre la Luz y la oscuridad y vuestro proceso de


crecimiento se vería obstaculizado en gran medida.

Así pues, como veis, se trata de un ingrediente imprescindible.

Dichas energías no son dueñas, sino servidoras de la Voluntad de Dios, si bien ellas
serían las últimas en reconocerlo.

Por errático que pueda parecer el dualismo del género humano, rodeándolo y
protegiéndolo está siempre la Sabiduría Universal.

Ese estado de Gracia que os circunda es una Luz amorosa y eterna que permite que en
su interior se produzca el proceso de crecimiento.

La negatividad lleva en su interior las semillas de su propia destrucción.

Experimentáis lo que creéis.

El propio mundo en el que existís, tanto el positivo como el negativo, es producto de lo


que tenéis por cierto.

Dentro de cada uno de vosotros está el grano que ha contribuido a las circunstancias del
momento presente en la zona concreta del país que ocupáis, en el tiempo concreto del
proceso evolutivo que vivís.

En vuestro mundo dualista la dicotomía produce mucho placer.


Forma parte del juego de la vida que a veces os ponéis a jugar, y en el que tanto gusto da
oponer una parte a otra con objeto de encontrar una verdad universal.

Esta dualidad quizá pueda ser útil para la unificación definitiva pero, eso sí, siempre y
cuando sepáis que se trata sólo de un intento.

Los grandes pensadores han gozado durante siglos y siglos descomponiendo la verdad
con objeto de diseccionarla. Después olvidan todo el ropaje que le habían quitado y con
ello crean dolor y confusión.

Mientras haya quienes buscan la Luz habrá personas con una sombra que parecerá
seguirlas.

Cuando logre modificarse la imagen, de suerte que sea evidente que la sombra es tan
sólo el propio obstáculo interpuesto entre ellos y la Luz, no habrá ya miedo, ni engaño,
sino sólo la alegría de abandonar un cuerpo físico con el que ya se ha terminado.

La dualidad de vuestra tierra tiene una finalidad Divina.

Habéis contribuido a su creación en la forma que tiene, pues es en ella donde está ahora
vuestra realidad personal.

Aunque viváis en ella, no estáis atrapados en ella.

No es una prisión para vosotros, sino una escuela.

Utilizáis la dualidad para ayudaros a encontrar la unidad, y no para perderos en la


dualidad.

No hay, de hecho, adversarios directos.

Sólo parecen serlo, cuando hablamos de la Ley Divina percibida desde puntos de
comprensión distintos.

Me cuesta trabajo admitir el dolor como último escalón de la cadena alimenticia.

Y ahí está la lucha para aquéllos que son presa del mucho pensar en su destino.

No obstante, en la conciencia de esos animalillos más pequeños no hay pasado ni futuro,


ni debiera ni no debiera.

Simplemente es.

Esta liberación del juicio permite la total aceptación de las circunstancias.


Pero a un pajarillo que cae del nido

¿quién puede ayudarle?

El amor.

Y si llega un gato y mata al pajarillo ¿quién ayuda al pajarillo?

El amor. No sólo para el pájaro, sino también para el gato, Cuando en quien lleva la
etiqueta de depredador veis crueldad, rabia, insensibilidad, no veis más que un reflejo.

Cuando en los motivos de dos conciencias que se juntan para llevar a cabo un contrato
recíproco veáis, tras lo que es el propio acto, el amor, el equilibrio, la razón, la finalidad,
dejaréis de sentir la carga del error que os hace estremecer.

Cuando admitáis -no a ciegas, no por descuido, sino con una conciencia cada vez más
honda- las circunstancias que rodean la existencia humana, estaréis reflejando cada vez
más vuestra propia Luz.

Llegará un día pase lo que pase en que, en la comunidad humana, consideraréis que todo
es un rayo de Luz y seréis libres.

¿Es posible que el pájaro caiga del nido como un regalo para el gato?

Y como un regalo para sí mismo.

Yo diría que Dios, en Su conciencia, ve en esa caída, en la pérdida definitiva del pajarillo
el momento de la reunión jubilosa del regreso de la Luz al Hogar.

Si hubierais de escalar la montaña más alta y contemplar vuestro mundo, veríais mucha
más Luz que oscuridad, mucho más amor que odio, mucha más gentileza que violencia.

Sencillamente es que esas zonas negativas son más ruidosas.

Están pidiendo socorro.

Son como niños, perdidos y llenos de temor.

Al saber que no pueden hacer otra cosa, gritan, chillan y dan manotazos a diestro y
siniestro.

Rezad por ellos.

Rezad por todos ellos y no tengáis miedo.


¿Podemos llegar al éxtasis en este plano sin la correspondiente depresión?

Sólo cuando veáis en la depresión y el éxtasis una sola cosa.

Hace falta elevar el estado de fe para ver otra realidad en la experiencia del dolor.

El dolor y la oscuridad son tremendamente convincentes.

Tenéis cuerpos físicos que duelen y a veces gritan.

Tenéis emociones que dan la sensación de destrozaros.

En los momentos de tanto agobio os exhorto a que os preguntéis quién es el que no está
sufriéndolo.

Y esta persona que es conciente de estarlo sufriendo, sin estar perdido en su agobio, sino
consciente de él, será el portador de la Luz.

En vuestra noción de cosmos sed concientes de la estabilidad que permite el caos


individual.

El modo de transformar la violencia de nuevo en la bella fuerza de Luz, que en realidad


es, constituye la exquisita tarea de observar la violencia, no como se presenta a sí misma,
sino como la fuerza en la que acabará por convertirse.

Aquí tenéis una clave general para todos:

ved hasta en las cosas más despreciables la cualidad Divina que ha sido deformada.

Qué sería la violencia en su estado Divino, el que tenía antes de ser convertida en
agresión depravada?

Es pues el poder de levantarse y hablar dando testimonio de la profunda fe que se tiene


en la Luz.

La violencia es una forma de dar testimonio, pero es un testimonio de la falsedad y no de


la verdad.

La violencia supone mucho valor.

No lo olvidéis ni un solo instante.

Es una aceleración, un trascender "debería" y del "no debería".


Es decir: "Existo, y es preciso que me vean".

Oíd estas palabras en el contexto de las enseñanzas espirituales y encontraréis el medio


por el que la violencia pueda transformarse en vuestro interior y por lo tanto dentro del
mundo.

El asesinato, la violencia, la crueldad, la depravación, la maldad... Sí, todo ello existe, del
mismo modo que existe la guardería antes de entrar en la escuela primaria.

La violencia resulta dolorosa a los que la contempláis desde un nivel más adelantado (no
mejor, pero sí desde luego más sabio), y veis con angustia la angustia que produce la
angustia.

No os asuste el terror.

No reaccionéis con violencia frente a la violencia.

No os cause dolor el dolor.

Al actuar así, perpetuáis lo que justamente pretendéis evitar.

Cuando juzgáis ese tipo de cosas, limitáis la realidad de Dios y la reducís a vuestro
entendimiento humano.

Desde donde estáis vosotros existe el bien y el mal desde donde estoy yo, sólo hay la
verdad.

Muchos habitantes de vuestro mundo quizá se deleiten.

Con lo que supone el castigo para el criminal cuando entra en otra vida en expiación de
su violencia.

No podéis juzgarlo.

Podéis sólo bendecirlo y rezar, abriros y confiar.

Y si por fin de nuevo nos convertimos todos en una sola alma, ¿debería convertirme,
también con Hitler, en una parte más del todo?

Queridos míos, cuando Hitler y vosotros estéis listos para ser Uno, toda la animosidad se
habrá convertido en Luz y en Verdad.

Vuestro mundo es un lugar donde la Luz se desvía.

Pero la Luz debe estar en él; de lo contrario no tendríais mundo.


Extracto de El libro de Emmanuel
Transmitido por Pat Rodegast

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