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"Nuestro idioma debe dar testimonio de nuestra riqueza espiritual", alentó el Apóstol

Mayor Jean-Luc Schneider a la comunidad en Cape Coast, Ghana. Su prédica en el


Servicio Divino en la comunidad local el 27 de enero de 2019 se basó en el texto
bíblico de Lucas 6:45: "El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo
bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la
abundancia del corazón habla la boca".

Una palabra conocida, casi un refrán, pero muchas veces obviada. Para la
comunidad de hoy esto significa que la riqueza espiritual también tiene que
reflejarse en sus palabras, mencionó el Apóstol Mayor. "En el renacimiento de agua
y Espíritu, Dios ha colocado en nosotros vida divina. Si permitimos que esta vida
crezca en nosotros, seremos cada vez más ricos en Cristo. Esta riqueza espiritual
entonces se refleja en nuestras palabras". Y luego citó algunos tesoros espirituales
bien concretos -para llevárselos a casa-:

1. El conocimiento de Cristo

¿Quién era este Jesucristo? Al respecto dijo el dirigente de la Iglesia: "Por el


testimonio del Espíritu Santo sabemos que Jesucristo es el Hijo de Dios, que venció
al infierno y la muerte, que resucitó y que vendrá nuevamente para llevar a los
suyos con Él". Este conocimiento de Jesucristo despierta en nosotros alabanza y
confianza en Dios, incluso cuando pasamos por grandes aflicciones. "Pensemos en
Pablo y Silas. Presos después de ser severamente azotados, alababan a Dios a
pesar de sus heridas y cadenas (ver Hechos 16:23-34).

2. El temor de Dios

"Reconocemos la ayuda de Dios y le agradecemos por ella", continuó el Apóstol


Mayor en su prédica. El ejemplo clásico en la Sagrada Escritura es el testimonio del
samaritano leproso: "Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió,
glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole
gracias; y éste era samaritano" (Lucas 17:15-16). Llenos de santo respeto a Dios,
tomamos en serio su palabra, constató el Apóstol Mayor Schneider. En lugar de
pensar que está dirigida a nuestro prójimo, preguntamos como los discípulos: "¿Soy
yo, Señor?" (de Mateo 26:22).

3. Las arras de la bienaventuranza futura

Se trata de la herencia en el cielo, siguió predicando el dirigente de la Iglesia. "Dios


nos ha hecho sus herederos y ponemos todo de nuestra parte para recibir esta
herencia. Esta prioridad se refleja en nuestras oraciones". Justamente cuando
pasan por aflicciones, los creyentes tendrían que pedir a Dios por fuerzas para
poder quedar fieles a Él. Y en las conversaciones con nuestros hermanos y
hermanas deberíamos prestar atención a que nuestras preocupaciones por la vida
de la comunidad no eclipsen por completo el obrar salvífico de Dios, indicó con toda
seriedad.

4. La promesa del inminente retorno de Jesús

"La perspectiva de estar pronto con Jesús nos da las fuerzas para perseverar. Nos
alentamos recíprocamente". El Apóstol Mayor Schneider recordó Hebreos 10:37,
donde dice: “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará”.
Incluir siempre el retorno el Señor en los planes para el futuro es una tarea de los
creyentes.

5. El amor al prójimo

Nuestro idioma se evidencia finalmente en el tema del amor al prójimo. El Apóstol


Mayor recordó a la comunidad que Dios ha derramado su amor en nosotros (ver
Romanos 5:5). "Este amor no nos hace ver a los que nos hacen un mal como
nuestros enemigos, sino como prisioneros del maligno. En lugar de retribuir el mal
con mal, oremos por su redención pidiéndole a Dios que los libre del mal".

En forma análoga a Pedro en aquel entonces en el patio del concilio: "¿Se puede
reconocer en nuestra forma de expresarnos que somos seguidores de Cristo?". La
riqueza espiritual se refleja en nuestra manera de hablar.

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