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Diego Martinez Molina – 20181255039 – Ciencias Sociales Escolares

Deternos a reflexionar sobre los cambios que ha sufrido la escuela colombiana nos lleva a
pensar de distintas maneras en temas que son transversales, implícitos, polémicos, recurrentes y
sin duda alguna, necesarios y llenos de toda una disposición científica. Históricamente, dentro del
marco del surgimiento de los Estados Modernos, nace la necesidad de entender a la escuela como
una maquinaria llena de distintos engranajes, complejidades y configuraciones manuales,
inscritas en el repertorio punitivo, en el discurso moderno unigénito, en la fuerte precariedad
originada –y reproducida por la escuela- del capitalismo industrial y la ideología liberal como
sustento de las relaciones de explotación.
Sobre el discurso, decía Michel Foucault[CITATION Fou70 \n \t \l 9226 ] directamente, que
existían unas condiciones de existencia de los regímenes enunciativos, es decir, que las
proporciones de libertad del texto se construyen desde un orden, un contexto, unos sistemas de
prohibición, él llamaba a esto, ‘’las condiciones de existencia del discurso’’, y en este sentido
podemos advertir algo clave, y es que en un sentido de agenciamiento del escritor, existen
intervenciones directas de saber y poder que hacen de un raciocinio determinado, una práctica
condicionada políticamente (en el más extenso de sus sentidos).
Los discursos se someten a unos umbrales de positividad, de formalización y de
aprobación en tanto se someten a unos criterios científicos y sociales que dan el aval de ser
considerados como tal, un discurso de un régimen disciplinario, en este sentido, podemos agregar
desde Silva (2018) que el saber escolar se construye desde una lógica diferenciada, idiosincrática
que sólo puede ser entendida por el hecho mismo de que hace parte de la escuela, la escuela como
puna prolongación dispositiva que usa el Estado Moderno para la promoción de sus símbolos y
valores, construye unas disciplinas, unos saberes estructurados, canonizados, oficiales que hacen
del sujeto, del receptor de estos saberes, un productor y reproductor de los sentidos y de los
códigos que el Estado mismo construye.
Silva (2018) cita a Norbert Elías cuando este afirma que el Estado no sólo se limita al
monopolio de las fuerzas coercitivas sino que también hace uso de las emociones, de las
sensibilidades, de los estados internos del sujeto (pág. 5, Silva cita a Elías). El Estado prolonga la
culpa, el castigo y el respeto no solamente desde la fuerza física y desde la intervención del
cuerpo, sino desde la Violencia Simbólica [ CITATION Bou95 \l 9226 ] que instaura la Máquina
Escolar [ CITATION Alv91 \l 9226 ].
Las Ciencias Sociales han sido campo de disputa de las comunidades académicas, de los
diferentes sistemas partidarios que han estado en el control político y de los intereses colectivos
mismos que renuncian a un nivel estratégico determinado que oriente la enseñanza de la(s)
disciplina(s), con respecto a esto, cabe diferenciar desde unas categorías de Deleuze (Silva, 2018)
las condiciones de justificación del saber escolar de las Ciencias Sociales en Colombia. Gilles
Deleuze, decía que existen unas capaz de sedimentación y estratificación del poder que
jerarquizan y orientan los rasgos epistemológicos de un discurso, o por lo menos lo podemos
entender así desde los análisis explícitos de Silva, que nos dice que en Colombia existen tres
niveles distintos de agenciamiento (en un sentido bourdibiano del término) en donde se mezclan
y chocan los intereses de los sujetos en disputa, estos diversos estratos intercambian discursos,
contextos y estructuras en la posibilidad de la macro-política y de la micro-política del concepto
de estrato. Estos estratos son el aula, la escuela como dispositivo nacional y la escuela como
estructura estatal moderna y abierta a los discursos supra e inter-nacionales; esto en cuanto a los
estratos.
En cuanto a los sedimentos, podemos decir que la escuela ha pasado por dos grandes
periodos (tomando prestada una de las temporalidades de Silva), con respecto a la enseñanza de
las CCSS, que son los sedimentos de la instrucción, el sistema civilizatorio y la consolidación de
la patria característicos del siglo XIX e inicios del siglo XX, esto porque los saberes al estilo de la
geografía o de la religión funcionaron como estructuras de saber y poder que inculcaran,
reprodujeran e instauraran la figura del ciudadano por sobre la del bárbaro, el desocupado o el
arcaico sujeto pre-nacionalizado. Las irrupciones de estos discursos con el ascenso del
liberalismo partidista en Colombia de los años treinta irrumpen con estas formas tradicionales de
enseñanza de la disciplina social ya que se enseña ahora, a un nivel secundario 1 y se parte de
cuatro años básicos de secundaria media y de dos para los que se graduasen y estudiaran en el
futuro carreras universitarias. Silva nos dice al respecto, que ya existía la figura del normalista de
las ciencias sociales y que este maestro tenía una preocupación de ciudadanía sobre la del
científico moderno.
En 1948 se instaura otro modelo que se adapta al leve capitalismo existente en Colombia
y a la masificación de la mano de obra en Colombia, acá la sedimentanción de la escuela cambia
de un orden enunciativo de la instrucción por uno desarrollista, que tratara de incluir los estudios

1
. Decreto número 1570 de 1939
sociales en la modernización precaria que vivía Colombia –o las áreas urbanas específicamente-,
los estudios sociales asumen el horizonte moderno de la racionalidad y la ciencia y desde aquí se
rompe con todo un discurso consolidador del Estado-Nación.
Luego, desde la década de los ochenta, bajo el mismo sedimento pero a puertas de lo que
sería la perpetuación del capitalismo contemporáneo, se instauraría bajo el Decreto 1002 de 1984
la obligatoriedad la enseñanza de las CCSS en Colombia como un área comprimida y más abierta
en la teoría a otros saberes que no fueran la cívica, la historia y la geografía. Y posteriormente,
desde la década de los noventa, con la apertura del país al mercado mundial desde la entrada de
Cesar Gaviria, con el triunfo inevitable del conservadurismo liberal y conservador en el país y
con la re-formulación de la educación en Colombia que consolidaría la Ley General de
Educación vigente hasta nuestros días, se abrirían posibilidades de interdisciplinariedad –muy a
pesar de la actual permanencia de la Historia-, y se haría una suerte de culto a la estandarización,
a la figura del examen como medidor de éxito o fracaso escolar, y la neoliberalidad como
concepto y realidad permanente que precariza la práctica docente e intelectual junto a la
agravación de la clase trabajadora colombiana del día de hoy. La escuela como motor ya no rinde
culto al Estado sino a la figura misma de la competencia neoliberal, los valores nacionales han
sido transformados, el ocaso del simbolismo patrio se cae y los sistemas mercantiles se alzan con
la furia intempestiva de la contemporaneidad y la multiplicidad que ofrece el placentero y
masificado consumo de hoy.

Bibliografía
Alvarez-Uria, F., & Varela, J. (1991). Arqueología de la escuela. Buenos Aires: La Piqueta.

Bourdieu, P., & Passeron, J. (1995). La Reproducción. México D.F.: Editorial Laia S.A.

Foucault, M. (1970). La arqueología del saber. México D.F.: Siglo XXI Editores S.A.

Silva, O. (2018). Investigar históricamente las disciplinas y los saberes escolares: El caso de la enseñanza
de las Ciencias Sociales en Colombia. Pedagogía y saberes no. 49, 81-92.

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