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Ruben Darío: Por eso ser sincero es ser potente;

de desnuda que está, brilla la estrella;


Cantos de vida y esperanza el agua dice el alma de la fuente
en la voz de cristal que fluye de ella.
A José Enrique Rodó
Tal fue mi intento, hacer del alma pura
Yo soy aquel que ayer no más decía mía, una estrella, una fuente sonora,
el verso azul y la canción profana, con el horror de la literatura
en cuya noche un ruiseñor había y loco de crepúsculo y de aurora.
que era alondra de luz por la mañana.
Del crepúsculo azul que da la pauta
El dueño fui de mi jardín de sueño, que los celestes éxtasis inspira,
lleno de rosas y de cisnes vagos; bruma y tono menor - ¡toda la flauta!,
el dueño de las tórtolas, el dueño y Aurora, hija del Sol - ¡toda la lira!
de góndolas y liras en los lagos;
Pasó una piedra que lanzó una honda;
y muy siglo diez y ocho muy antiguo pasó una flecha que aguzó un violento.
y muy moderno; audaz, y cosmopolita; La piedra de la honda fue a la onda,
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo, y la flecha del odio fuese al viento.
y una sed de ilusiones infinita.
La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
Yo supe de dolor desde mi infancia, con el fuego interior todo se abrasa;
mi juventud...¿fue juventud la mía? se triunfa del rencor y de la muerte,
Sus rosas aún me dejan su fragancia... y hacia Belén...¡la caravana pasa!
una fragancia de melancolía...

[...]Como la Galatea gongorina


me encantó la marquesa verleniana,
y así juntaba la pasión divina
una sensual hiperestesia humana;

todo ansia, todo ardor, sensación pura


y vigor natural; y sin falsía,
y sin comedia y sin literatura...:
si hay una alma sincera, ésa es la mía.

La torre de marfil tentó mi anhelo;


quise encerrarme dentro de mí mismo,
y tuve hambre de espacio y sed de cielo
desde las sombras de mi propio abismo.

Como la esponja que la sal satura


en el jugo del mar, fue el dulce y tierno
corazón mío, henchido de amargura
por el mundo, la carne y el infierno.

[...] Y la vida es misterio, la luz ciega


y la verdad inaccesible asombra;
la adusta perfección jamás se entrega,
y el secreto ideal duerme en la sombra.

1
Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte;
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

[...latina estirpe verá la gran alba futura,


y en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea esperanza la visión permanente en nosotros.
¡Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!

Sonatina
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la saludar a los lirios con los versos de Mayo,
princesa? o perderse en el viento sobre el trueno del mar.
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
La princesa está pálida en su silla de oro, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
está mudo el teclado de su clave sonoro, ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte
El jardín puebla el triunfo de los pavos-reales. de Occidente las dalias y las rosas del Sur.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
La princesa no ríe, la princesa no siente; Está presa en sus oros, está presa en sus tules
la princesa persigue por el cielo de Oriente en la jaula de mármol del palacio real;
la libélula vaga de una vaga ilusión. el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de un lebrel que no duerme y un dragón colosal.
China,
o en el que ha detenido su carroza argentina ¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
para ver de sus ojos la dulzura de luz, (La princesa está triste. La princesa está pálida.)
o en el rey de las islas de las Rosas fragantes, ¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
o en el que es soberano de los claros ¡Quién volara a la sierra donde un príncipe existe
diamantes, (La princesa está pálida. La princesa está triste.)
o en el dueño orgulloso de las perlas de más brillante que el alba, más hermoso que Abril!
Ormuz?
«Calla, calla, princesa, dice el hada madrina,
¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa en caballo con alas, hacia acá se encamina,
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, en el cinto la espada y en la mano el azor,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
el feliz caballero que te adora sin verte,
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.»

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