Está en la página 1de 6

SAJ 48 – 2020

JUNIO – JULIO: CON CRISTO EUCARISTÍA EDIFICAMOS LA COMUNIÓN

AGOSTO – SETIEMBRE: CRISTO EUCARISTÍA, ALIMENTO PARA LA MISIÓN.

SAJ 48: LA EUCARISTÍA EDIFICA LA IGLESIA UNIVERSAL

NUESTRA REALIDAD:

Mundo fragmentado (Aparecida 36-42) Nuestros tiempos se caracterizan por el fenómeno de


la globalización y por el impacto de las redes sociales. En este nuevo contexto social, la
realidad se ha vuelto para el ser humano cada vez más opaca y compleja. Esto quiere decir que
cualquier persona individual necesita siempre más información, si quiere que la realidad no se
lo elimine. También se ha hecho percibir la unidad de todos los fragmentos dispersos que
resulta de la información que recolectamos. Es frecuente que algunos quieran mirar la realidad
unilateralmente, bien sea desde lo económico, desde lo político o desde sólo la información
científica.

¿Cómo vemos la realidad de nuestra parroquia? ¿Qué se resalta?

Cuando las personas perciben esta fragmentación y limitación, suelen sentirse frustradas,
ansiosas, angustiadas. Viene el stress y la crisis de sentido que da unidad a todo lo que existe.
En nuestra cultura latinoamericana, la religiosidad popular ha jugado y juega, un papel tan
noble y orientador para dar sentido a la vida de los pobres y de los no pobres que la practican.
Pero nuestras tradiciones culturales ya no se transmiten de generación en generación: los
medios de comunicación han invadido todos los espacios y las conversaciones importantes que
ayudan a fortalecer las relaciones humanas. Entre los presupuestos que debilitan y
menoscaban la vida familiar, encontramos la ideología de género, según la cual cada uno
puede escoger su orientación sexual, sin tomar en cuenta las diferencias dadas por la
naturaleza humana.

Frente a la fragmentación el Papa Benedicto afirma: sólo quien reconoce a Dios, conoce la
realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano.

La sociedad, que coordina sus actividades sólo mediante múltiples informaciones, cree que
puede operar de hecho como si Dios no existiese, pero esto no logra satisfacer el anhelo de
dignidad inscrito en las personas. La persona humana es sagrada porque es imagen de Dios
(Gn. )

Tendencia: redes sociales, busca llegar a todos, salir del anonimato y sentirse parte, pero son
informaciones aisladas a la que la persona tiene que poner un filtro para aprovechar lo bueno
y dar sentido a su vida.

La naturaleza, en general nos enseña la apertura a lo universal por medio de la inter-relación


de los ecosistemas, esencial para la vida como un todo.
Pan: a través del pan podemos contemplar y aprender acerca de la comunión y participación,
porque muchos granos de la misma especie, pero diferentes, molidos se convierten en harina y
pasan por el proceso para llegar a ser un solo pan, Alimento que da vida. Más atrás, el grano
que produce vida cuando se convierte en semilla que muere para dar más vida. Si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto (Jn. 12, 24)

Catolicidad: que significa "universalidad" (en griego: kata, abajo; y olos, todo), es la capacidad
de abarcar a todo el mundo. La Iglesia se llama católica por su universalidad espacial y
temporal, es decir, por su capacidad para difundirse por el orbe y tender a esa difusión a lo
largo de los siglos.

CON CRISTO EUCARISTÍA EDIFICAMOS LA COMUNIÓN (Junio – Julio)

La misa bien celebrada está de por sí abierta a la comunión y universalidad o catolicidad: la


celebra el sacerdote habilitado por el obispo que, a su vez representa a los apóstoles, quienes
nos conectan con Jesús, porque así lo ha querido el Señor.

La Eucaristía nos introduce en la catolicidad que es diacrónica y sincrónica. Diacrónica, es


decir, la celebración actual pasa a través de los tiempos para conectarnos con el
acontecimiento fundante: que es la cena del Señor; y sincrónica, porque el celebrante
legítimamente constituido (en plena comunión con el párroco, obispo) es una ventana abierta
que permite gustar la catolicidad del pueblo de Dios en la celebración misma.

Aquí tenemos una rica catequesis para enseñar con la misma celebración la comunión y
universalidad de nuestra Iglesia: somos católicos. Por eso, una misa que celebra un sacerdote
sin coordinación con la parroquia, en una casa particular, como a escondidas, opaca la
comunión y catolicidad que tiene en su radicalidad la Eucaristía.

DOCTRINA.

Leer con detenimiento lo que nos enseña San Juan Pablo II en la encíclica Iglesia de Eucaristía.
Hay que leer los textos bíblicos que refieren los párrafos siguientes:

21. El Concilio Vaticano II ha recordado que la celebración eucarística es el centro del proceso
de crecimiento de la Iglesia. En efecto, después de haber dicho que «la Iglesia, o el reino de
Cristo presente ya en misterio, crece visiblemente en el mundo por el poder de Dios», (como
queriendo responder a la pregunta: ¿Cómo crece?, añade: «Cuantas veces se celebra en el
altar el sacrificio de la cruz, en el que Cristo, nuestra Pascua, fue inmolado ( 1 Co 5, 7), se realiza
la obra de nuestra redención. El sacramento del pan eucarístico significa y al mismo tiempo
realiza la unidad de los creyentes, que forman un sólo cuerpo en Cristo (cf. 1 Co 10, 17)»

¿Cómo experimentamos esto en la Eucaristía? En un mundo fragmentado ¿A qué nos


impulsa esta enseñanza?

Hay un influjo causal de la Eucaristía en los orígenes mismos de la Iglesia. Los evangelistas
precisan que fueron los Doce, los Apóstoles, quienes se reunieron con Jesús en la Última Cena
(cf. Mt 26, 20; Mc 14, 17; Lc 22, 14). Es un detalle de notable importancia, porque los
Apóstoles «fueron la semilla del nuevo Israel, a la vez que el origen de la jerarquía sagrada». Al
ofrecerles como alimento su cuerpo y su sangre, Cristo los implicó misteriosamente en el
sacrificio que habría de consumarse pocas horas después en el Calvario. Análogamente a la
alianza del Sinaí, sellada con el sacrificio y la aspersión con la sangre, los gestos y las palabras
de Jesús en la Última Cena fundaron la nueva comunidad mesiánica, el Pueblo de la nueva
Alianza.

Los Apóstoles, aceptando la invitación de Jesús en el Cenáculo: «Tomad, comed... Bebed de


ella todos...» (Mt 26, 26.27), entraron por vez primera en comunión sacramental con Él. Desde
aquel momento, y hasta al final de los siglos, la Iglesia se edifica a través de la comunión
sacramental con el Hijo de Dios inmolado por nosotros: «Haced esto en recuerdo mío...
Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío» (1 Co 11, 24-25; cf. Lc 22, 19).

22. La incorporación a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se consolida
continuamente con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre todo cuando ésta es
plena mediante la comunión sacramental. Podemos decir que no solamente cada uno de
nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe a cada uno de nosotros. Él estrecha
su amistad con nosotros: «Vosotros sois mis amigos» (Jn 15, 14). Más aún, nosotros vivimos
gracias a Él: «el que me coma vivirá por mí» (Jn 6, 57). En la comunión eucarística se realiza de
manera sublime que Cristo y el discípulo «estén» el uno en el otro: «Permaneced en mí, como
yo en vosotros» (Jn 15, 4).

Al unirse a Cristo, en vez de encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva Alianza se convierte


en «sacramento» para la humanidad, signo e instrumento de la salvación, en obra de Cristo, en
luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13-16), para la redención de todos. La misión de la
Iglesia continúa la de Cristo: «Como el Padre me envió, también yo os envío» (Jn 20, 21). Por
tanto, la Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión perpetuando en la
Eucaristía el sacrificio de la Cruz y comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. Así, la Eucaristía
es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización, puesto que su objetivo es
la comunión de los hombres con Cristo y, en Él, con el Padre y con el Espíritu Santo.

23. Con la comunión eucarística la Iglesia consolida también su unidad como cuerpo de Cristo.
San Pablo se refiere a esta eficacia unificadora de la participación en el banquete eucarístico
cuando escribe a los Corintios: «Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de
Cristo? Como uno es el pan, todos pasamos a ser un solo cuerpo, participando todos de un
solo pan» (1 Co 10, 16-17). El comentario de san Juan Crisóstomo es detallado y profundo:
«¿Qué es, en efecto, el pan? Es el cuerpo de Cristo. ¿En qué se transforman los que lo reciben?
En cuerpo de Cristo; pero no muchos cuerpos sino un sólo cuerpo. En efecto, como el pan es
sólo uno, por más que esté compuesto de muchos granos de trigo y éstos se encuentren en él,
aunque no se vean, de tal modo que su diversidad desaparece en virtud de su perfecta fusión;
de la misma manera, también nosotros estamos unidos recíprocamente unos a otros y, todos
juntos, con Cristo». La argumentación es terminante: nuestra unión con Cristo, que es don y
gracia para cada uno, hace que en Él estemos asociados también a la unidad de su cuerpo que
es la Iglesia. La Eucaristía consolida la incorporación a Cristo, establecida en el Bautismo
mediante el don del Espíritu (cf. 1 Co 12, 13.27).

24. El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística colma con
sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón humano y, al mismo
tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la participación común en la misma
mesa eucarística, a niveles que están muy por encima de la simple experiencia convival
humana. Mediante la comunión del cuerpo de Cristo, la Iglesia alcanza cada vez más
profundamente su ser «en Cristo como sacramento o signo e instrumento de la unión íntima
con Dios y de la unidad de todo el género humano».

A los gérmenes de disgregación entre los hombres, que la experiencia cotidiana muestra tan
arraigada en la humanidad a causa del pecado, se contrapone la fuerza generadora de unidad
del cuerpo de Cristo. La Eucaristía, construyendo la Iglesia, crea precisamente por ello
comunidad entre los hombres.

NUESTRA TAREA PASTORAL.

El Papa Francisco nos ha ofrecido una Catequesis sobre la Santa Misa que bien podemos
realizarla con la gente que participa en la misa dominical.

Pero ¿y los que no participan en la misa? Son la mayoría de católicos y, por supuesto todos los
que no creen, los indiferentes, los que no comparten la comunión católica, …

La Eucaristía es para todos, como hemos estudiado en la encíclica, en los textos del Nuevo
Testamento. Jesús dice Vayan y hagan que TODOS los pueblos sean mis discípulos. Por tanto, la
Eucaristía es impulso y vida para proponer al mundo fragmentado y posmoderno la vivencia de
la Comunión.

¿Cómo? Dialoguemos y oremos para esta tarea.

Promover Liturgia en las zonas y el Equipo de Liturgia.

CRISTO EUCARISTÍA, ALIMENTO PARA LA MISIÓN (Agosto – Setiembre)

Cristo Eucaristía envía a sus discípulos a la universalidad: Hagan que todos los pueblos sean
mis discípulos (Mt. 28) Esta misión parece desproporcionada para un pequeño grupo de
discípulos. También a nosotros nos parece imposible llegar a todos en nuestras parroquias. Sin
embargo, los Apóstoles – la Iglesia – ha llevado la buena Nueva a gran parte del mundo.

Los Hechos de los Apóstoles nos presenta a los primeros discípulos llevando la fe en Cristo
Resucitado a muchos pueblos y en circunstancias muy adversas. Perseguidos a muerte
escapaban a otros lugares y allí compartían la fe. Pablo, convertido, se dedica a las misiones en
pueblos paganos. La Sagrada Familia ya había estado en Egipto. Felipe introduce el Evangelio
en Etiopía por medio de un convertido y bautizado por él (He. 8) Pablo y Pedro llevan la fe en
el Señor hasta la misma Roma, capital del poderoso imperio, de orgías y maldades, hasta el
punto de convertirse en capital de la catolicidad.

En nuestra diócesis hemos instituido las Misiones Catequéticas para llegar a todas las familias.
Se trata de una red de misión para la comunión. Podemos observar lámina Con Cristo
Comunión y Misión ¿Qué nos dice?

Misión por las redes sociales ¿genera comunión? El encuentro con los demás es el encuentro
con Cristo. Aun así, hay que aprovecharlas, sabiendo que no es suficiente. En realidad, nada es
suficiente, pero hay que hacer algo con amor e inteligencia.
Los testimonios de los misioneros: gozos y dificultades. Cuando vas por la calle o visitas una
familia, vas a la zona y de pronto alguien te dice: “Hola, hermana, ¿que tal?”, ese saludo te
llena de gozo porque alguien te reconoce, te recuerda, te saluda, cosa que no sucede con las
redes sociales que son más impersonales, no experimentas el rostro, las reacciones, y todo lo
que compone las manifestaciones de un encuentro personal.

La satisfacción que queda cuando visitas un enfermo.

La misión es para gozar del encuentro y no un simple deber que cumplir.

La alegría de los peregrinos.

DOCTRINA.

Jesús nos llama amigos, no servidores. Somos servidores porque Él es el servidor de todos,
pero no somos meros funcionarios. Nuestra vocación y misión se basa en la amistad, en el
amor de Dios que nos ha elegido.

Leamos y gustemos el Evangelio: Jn. 15, 7-16.

Oramos inspirados en este Evangelio.

Meditemos con tranquilidad estas enseñanzas del Papa Francisco: El Gozo del Evangelio 265 –
266:

Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su
generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la
propia vida. Cada vez que uno vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo es lo que los
demás necesitan, aunque no lo reconozcan.

El entusiasmo evangelizador se fundamenta en que tenemos un tesoro de vida y de amor que


no puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una respuesta que
cae en lo más profundo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no
pasa de moda porque es capaz de penetrar – por el amor – allí donde nada más puede llegar.
Nuestra tristeza infinita sólo de cura con un infinito amor.

Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es mucho más fácil
encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. El verdadero misionero, que nunca deja
de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, respira con él, trabaja con +el. Percibe a Jesús
vivo con él en medio de la tarea misionera.

NUESTRA TAREA PASTORAL.

Siempre invitar a todos es nuestra primera actitud pastoral. Para eso es preciso componer y
recomponer la Red de Misioneros de Cristo, los ECZ. En los CCP, Asambleas Parroquiales,
Visitas Pastorales, siempre capacitarnos, animar a los decaídos, orar con ellos, aprender juntos
a descubrir nuevos caminos, gozar del testimonio de los misioneros.

Esto no cae por casualidad: hay que programarlo en el Equipo Parroquial. El párroco es el
principal impulsor de la pastoral comunitaria.
Para eso celebramos la Eucaristía, presencia y alimento permanente para la misión.

También podría gustarte