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3.

LOS PROFETAS Y EL CULTO

Son muchas las ocasiones en que los profetas denuncian las prácticas cultuales en sus
más diversas formas (fiestas, peregrinaciones, ofrendas, sacrificios, rezos; cf. Is 1,10-
17), porque se ha convertido en un tranquilizante de las conciencias, al mismo tiempo
que introducen una falsa idea de Dios.

Las mismas personas que oprimen a los pobres o contemplan indiferentes los
sufrimientos del pueblo tienen la desfachatez de ser las primeras en acudir a los templos
y santuarios pensando que el Señor se complace más en los actos de culto que en las
prácticas de la justicia y de la misericordia.

3.1. El culto en el antiguo Israel

En todo culto hay tres elementos básicos: 1) el espacio sagrado; 2) el tiempo sagrado; y,
3) las acciones concretas. Cuando el culto se realiza a nivel comunitario, entran en
juego los funcionarios del culto.

3.1.1. El espacio sagrado

Todos los sitios no poseen el mismo valor para los hombres. Dentro del mundo bíblico
se advierte que:

1) ciertos lugares adquieren carácter sagrado porque la divinidad se manifiesta en ellos;


2) otros consiguen este rango porque un gran personaje religioso los funda;
3) hay momentos capitales de la relación con Dios que pueden tener lugar en el espacio
“profano”.

Lugares consagrados por una manifestación divina

Betel: Es muy probable que se tratase de un antiguo santuario cananeo, aceptado más
tarde, y muy visitado, por los israelitas. Su origen cananeo no lo favorecía. Por eso se
cuenta una historia distinta sobre su fundación, que lo vincula a una revelación de Dios a
Jacob (Gn 28,11-19).

De la importancia de Betel para el Reino del Norte habla el hecho de que Jeroboam
colocase allí uno de los becerros de oro (1R 12,29).

Sinaí (= Horeb): En él Dios se revela de forma más impresionante y decisiva que en


ningún otro sitio. Moisés debe quitarse las sandalias, “pues el sitio que pisas es terreno
sagrado” (Ex 3,5). Allí tiene lugar más tarde la constitución del pueblo, la alianza y se
entregan las leyes. No hay allí templo ni nada parecido. De este carácter sagrado
parece que participaron otros montes como el Carmelo (cf. 1R 18).

Jerusalén: En ella Dios no interviene directamente, sino a través del profeta Gad, que
ordena a David edificar un altar al Señor en la era de Arauná, el jebuseo.

Los lugares elegidos por el hombre

Guilgal: En este sitio junto al Jordán existió un famoso santuario vinculado a las
tradiciones del paso del río cuando el pueblo venía desde Egipto, y donde conservaron
también los recuerdos de la entrada en la tierra y de los orígenes de la monarquía. Es
posible que se tratase de un antiguo santuario cananeo.
Dan: en el límite norte de Israel. Durante el viaje encontró en casa de un tal Micá un
objeto de culto. Sin mayores problemas de conciencia, los danitas roban la imagen y se
la lleva. Más tarde, cuando se asientan en Lais, “entronizaron la imagen”, Jeroboam I le
dio gran importancia al colocar allí uno de los becerros de oro.

Los altozanos (= ermitas: bamôt). Al margen de la religión oficial, representan el


espacio religioso popular, más asequible y cercano en toda circunstancia. Son como
nuestras actuales ermitas. El pueblo no necesitaba desplazarse muchos kilómetros para
acudir a Betel, Dan, Berseba, Hebrón o Jerusalén. Están al aire libre, generalmente en
zona umbría; en ellos se puede entrar en contacto con Dios.

3.1.2. El tiempo sagrado

El hombre, en su experiencia general, valora de forma distinta no sólo distintos


momentos de la vida, sino también las diversas épocas del año. En Israel existían
momentos específicos, consagrados a El: el sábado, el nobilunio y las grandes fiestas
anuales. Pero no surgieron todos al mismo tiempo, sino que estuvieron marcados por
las vicisitudes por las que atravesó el pueblo a lo largo de su historia.

En líneas generales, las fiestas de Israel tienen su origen en cuatro ritmos distintos: el de
los pastores, el de los campesinos, el del tiempo, el de la historia.

El ritmo de los pastores: la Pascua. Los comienzos remotos del pueblo de Israel
estuvieron marcados por una profunda experiencia como pastores. La pascua parece
fruto de esa forma de vida pastoril. Nunca aparece mencionada en los textos proféticos.
Si nos atenemos a lo que dice 2R 23,21-22, la pascua cayó en desuso y sólo fue
restaurada en tiempos de Josías (finales del siglo VII).1

El ritmo del campesino: Aunque los orígenes remotos del pueblo fuesen pastores, la
agricultura terminó convirtiéndose en la actividad principal de Israel. Y si la vida del
pastor está marcada básicamente por la transhumancia2 del ganado, que comienza en
primavera, la del campesino es más rica en posibilidades. La siembra, la siega del trigo,
la cosecha de los frutos, señalan tres momentos capitales del año.

Los ázimos: es la primera fiesta agrícola del año, que señala el comienzo de la siega de
la cebada, en primavera. Las prescripciones sobre esta fiesta las tenemos en Ex 23,15;
34,18; Dt 16,1-8. Lo esencial es comer durante siete días pan hecho con granos nuevos,
sin levadura, es decir, sin nada que proceda de la antigua cosecha. Es una manera de
indicar que se comienza de cero. La fiesta tiene, pues, el carácter de una primera
ofrenda de las primicias.

1
Nota importante: las informaciones que poseemos sobre el origen y los ritos de pascua,
podemos agruparlas en tres apartados: 1) Textos litúrgicos: el ritual de la pascua contenido
en el relato de la salida de Egipto (Ex 12), los calendarios religiosos de Ex 23,15; 34,18.25; Dt
16,1-8; Lv 23,5-8; los rituales de Nm 28,16-25; Ez 45,21-24, el relato de Nm 9,1-4, que, en
forma narrativa, justifica la práctica de la pascua el segundo mes. 2) Textos históricos: que
mencionan y describen la celebración de ciertas pascuas: la del Éxodo (Ex 12), la de la entrada
en Canaán (Jos 5,10-12), la de Josías (2R 23,21-23), la del retorno de la cautividad (Esd 6,9-
22), la de Ezequías (2Cro 30). 3) Documentos extrabíblicos importantes: un papiro y dos
óstracas que provienen de la colonia judía de Elefantina.
2
La trashumancia se define como un tipo de pastoreo en continuo movimiento, adaptándose
en el espacio a zonas de productividad cambiante. Se diferencia del nomadismo en tener
asentamientos estacionales fijos y un núcleo principal fijo (pueblo) del que proviene la
población que la practica.
Pentecostés: la fiesta de las “Semanas” (sabuôt), o la de la “siega” (qasîr), o la de las
“primicias” (bikkurîm), es más conocida por el nombre griego de “pentecostés”. La
prescripción más clara sobre esta fiesta la tenemos en Dt 16,9-11, que explica el
nombre de la fiesta y, de paso, da a entender su sentido. Ha terminado la siega, y el
hombre debe dar gracias a Dios, ofreciéndole algo en proporción a los bienes recibidos.

El Deuteronomio le da un matiz social: no se trata sólo de agradecer a Dios, sino


también de compartir con los más débiles, recordando las penalidades sufridas en
Egipto.

Tabernáculos: la fiesta de los “tabernáculos”, “tiendas”, “cabañas”, “chozas” (sukkôt),


es la de la recolección (‘asîp). Era la más importante y frecuentada; por eso se llama
también “fiesta de Yahveh” o, simplemente “la fiesta”. Es agrícola, relacionada con el
momento en que se guardan los productos del campo, en otoño (cf. Ex 23,16; 34,22). El
Deuteronomio subraya el matiz social (Dt 16,13-15). En donde se prescriben siete días.

El nombre de sukkôt le viene de las chozas que construían en el campo durante la


recolección; más tarde, se la relacionó con el período del desierto, pensando que los
israelitas vivieron entonces en cabañas o en chozas.

El ritmo del tiempo. El sábado: es una institución típica de Israel. Es posible que
inicialmente no fuera una fiesta religiosa, sino un simple día de descanso (Ex 23,12;
34,21). Pero no podemos perder de vista que este descanso se halla relacionado con la
voluntad divina, no es un descanso meramente profano; su observancia demuestra la
fidelidad a Dios. Es muy posible que el sábado tuviese ya un matiz social incluso antes
del profeta Amós (siglo VIII) (cf. 2R 11,5-8; Is 1,13).

El novilunio: marca el comienzo de un nuevo mes lunar y es una celebración muy


antigua (cf. Is 20,5.18; Am 8,5). Lo principal era el descanso. En Os 2,13 aparece citado
en un contexto de fiesta y alegría. Pero la historia de Eliseo revela también un hecho
curioso: sábados y novilunios eran días típicos para ir a consultar a un profeta (2R 4,23).
Este matiz de alegría y descanso es muy probable que estuviese acompañado desde
antiguo por ciertos ritos culturales, como sugiere Is 1,13. El novilunio fue perdiendo
importancia poco a poco.

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