Está en la página 1de 3

¿Eres normal o eres grandioso por

naturaleza?
Ninguna situación material, por más opresora y tenebrosa que sea, te impide reconocer tu vida
en la luz.

Según el diccionario, natural es “perteneciente o relativo a la naturaleza o conforme a la


cualidad o propiedad de las cosas”; normal es “que sirve de norma o regla o que, por su
naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano”.

Se podría decir que el ego es lo normal y que el ser es lo natural. Sin embargo, actuamos
cotidianamente como algo natural lo que es normal. Sería sólo un juego de palabras si no
fuera que es tan pesadamente importante.

Una de las cosas naturales dentro de la normalidad del ego es que estamos en una dualidad
y eso implica que siempre encontraremos, mínimamente, dos extremos de cualquier cosa,
además de los grises entre ellos. Debería ser un hecho reconocido que venimos con
ciertos aspectos “malos, oscuros, negativos, bajos, siniestros” o como se los quiera
denominar. TODOS tenemos esas facetas. No obstante, nos la pasamos continuamente
tratando de negarlas, esconderlas, rechazarlas, como si fueran pecados o  faltas que
solamente uno tiene la desgracia de poseer... porque los demás son buenos y viven una vida
feliz... ¡Justo a mí me vino a tocar ser yo!

Suena gracioso, ¿sí? Es lo que piensas sin parar. Tú crees que eres el único que tienes tantas
imperfecciones, que le pasaron esas cosas terribles en su existencia, que no vino con las
condiciones necesarias para ser exitoso en lo que desea, que le sobra mucho de lo malo y
que le falta algo bueno (no sabes muy bien qué). En principio, te está faltando un poco de
sentido de la realidad. No eres diferente del resto. Los siete mil millones que estamos
encarnados en la Tierra estamos jugando el mismo juego, cada uno con sus propias formas.

¿No es algo increíblemente fantástico que no se te haya ocurrido esto? Compartes con
los demás esas cosas malas con las que tanto te victimizas y te justificas. Por lo tanto, en
principio, acéptalas como integrantes del paquete. Luego, pregúntate: ¿y para qué están
ahí? Si no fueran importantes, no estarían. Sería como cuestionarte ¿y para qué tengo
dos brazos?

Una posible respuesta, es que están ahí para que tengas la experiencia completa de las
posibilidades en un determinado aspecto. A veces, exploras un extremo; a veces, el otro.
Oscilas hasta que aprendes por tu propia cuenta cuáles son las consecuencias en ti mismo y
en otros. Por ejemplo, aprendes a no hacer a los demás lo que no te gusta que te hagan.

Tu ser hace un gran trabajo de diseño en cada encarnación para experimentar cómo
transformarse en un creador responsable, cómo espiritualizar la materia, cómo entregarse al
amor, entre otras cosas. Y resulta que tú escupes al cielo (mejor dicho, a ti mismo) porque
no vienes imbuido de las más finas cualidades que se pueden exigir en un ser humano. ¡Ah!
Exigencia es la palabrita... del ego.

Tú ya traes todas las cualidades (y desafíos) que necesitas para lo que viniste a ser y
hacer. Aceptarlo es el primer paso, como te dije; dejar de lamentarte vanamente. Después,
quizás te des cuenta de que tus “defectos” son una puerta a tus cualidades, a través de la
exageración. Reflexiona: si simplemente bajases el tono de las cosas, te encontrarías con
algo muy bueno.

Un ejemplo básico: si dejaras de hacer tanto drama de todo, vivirías mucho más tranquilo y
podrías considerar lo que te sucede como lo que te propusiste para esta vida. Otro: eres
demasiado agresivo, hasta un poco violento. Si disminuyes el caudal y lo encaminas,
puedes usar esa energía para llevar adelante tus proyectos. Así, más satisfecho de ti mismo,
descubrirías la ternura que te habita y que no podía salir porque vivías defendiéndote de los
otros. Otro: eres un gran egoísta. Un poco de egoísmo no te viene mal porque de esa forma
puedes pensar por ti mismo y ver qué te gusta, qué te sirve, a dónde quieres ir. El egoísmo
que está demás en ti puedes utilizarlo para mostrarles a los demás las bondades de ocuparse
de su propia vida, dejando de estar tan pendientes de los demás. Otro: eres muuuuuuy
sensible. Contiénete a ti mismo y canaliza la bobalicona hipersensibilidad demandante en
verdadera sensibilidad compasiva y/o creativa para tu bien y el de otros

Haciendo estas cosas, te irás acercando a lo más natural de ti, o sea a tu ser, a lo que es
tu esencia luminosa y amorosa. Normalizarás la actividad de tu ego y dejarás de perder
el tiempo y la energía en luchar, en esforzarte, en ser “bueno”, en parecerte a los otros.
Celebrarás ser tú mismo, con tus luces y sombras; concientizarás que estás en un
universo amable, abundante, variado, creativo; te integrarás como el ser humano divino
que realmente eres.
Laura Foletto

Sitio Web: www.abrazarlavida.com.ar

También podría gustarte