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Llegué a San Bernardino, (Caracas) con once años. Terminé viviendo en un competitivo
snobby ambiente que valora mucho el dinero y desestimó mucho los valores interiores. Eso
fue muy duro.
A los nueve años lee La Mil y una Noches, luego, llega Julio Verne, después memoriza el
poema que Ernesto Cardenal le escribe a Marilyn Monroe…. Quizás allí comienza todo.
Los estudios básicos y secundarios los realiza en el Colegio Moral y Luces “Herlz Bialik”,
en San Bernardino. Caracas.
–1982. Año fatídico para la joven Martha, a los 23 años, le es diagnosticada esquizofrenia,
y es internada en una prestigiosa clínica de Caracas de la que sale al poco tiempo. Esta
noticia abrumadora, tiene una dolorosa repercusión en la memoria de vida de la poeta: lo
inalcanzable, la cura.
–1989. Siete años más tarde, varias pérdidas en su vida, entre ellas la muerte de su madre,
la sumen en una fuerte depresión que conlleva un renuevo de su enfermedad.
A pesar de ello, su pasantía para graduarse la realiza en la redacción del periódico semanal
Nuevo Mundo Israelita; y ese mismo año, presenta su hermosa tesis Periodismo Creativo,
para optar al título de Licenciada en Comunicación Social, en la UCV.
Confesional, irónica, desviste las relaciones humanas más allá de las caretas públicas y
privadas. Apasionado, singular, es ese su yo huérfano de la buena salud. Sus poemas son
una autobiografía poética, un tormento poético conducido a través de las miserias
humanas. De un espíritu exquisito, cincelado en el sufrimiento de estar consciente de la
fatalidad de la vida.
Admiradora de la obra del pintor holandés Vincent Van Gogh y lectora de sus cartas a su
hermano Theo:
Dios no está, no existe, los poemas de Martha son reprensiones a un Dios que sucumbe
mientras ella vive.
No he cambiado de forma
sólo le he dado un nuevo destino a las palabras.
Te sorprenderás de esta manera de darme
estoy harta de esta manía de suicidarme
en cada verso en cada ocaso
quizás sea así
probablemente la partida
Desde entonces
Dios es alguien
que resurge de esos garabatos
para no saber
que aún hay seres.
Un año vive en un kibutz, una granja agrícola en Israel y regresa nuevamente a Venezuela.
–1990. Rafael Arráiz Lucca, dicta un taller de poesía; de dicho taller surgirá en 1992,
Vitrales de Alejandría, donde aparecen sus primeros poemas; este libro abre el sello
editorial del grupo literario Eclepsidra.
–1990-1994. Kornblith participa del taller que dirige Rafael Arráiz Lucca, primero en las
sedes de la Galería de Arte Nacional y después en la casa de Monte Ávila Editores.
–1994. Unos jóvenes poetas venezolanos, anuncian la creación del grupo literario
Eclepsidra (E: ecléctico; Clepsidra: reloj de agua). A este grupo pertenece Martha
Kornblith, al lado de Israel Centeno, Carmen Verde Arocha, Abraham Abraham Greige,
Fernando Escorcia, Iván Crespo, Miguel Ángel de Lima, María Milagros Pérez, Luis
Gerardo Mármol, Graciela Bonnet y José Luis Ochoa.
Fueron originalmente “eclipsidrianos”, José Luis Ochoa, Luis Gerardo Mármol, Graciela
Bonnet y Martha Kornblith.
Verónica Jaffé
–1995. Oraciones para un dios ausente. Colección Las formas del fuego. Monte Ávila
Editores.
Tú eres la palabra:
mientras más me rechaza más la busco,
cuando la encuentro, puede que me acaricie o me maltrate,
se queda tan sólo por un instante, y luego se va con otra.
¿Cómo definir ese relámpago que sigue a su escritura? ¿Acaso es fuego que huye de su
existencia para luego ser quemada en el poema?
Carmen Verde Arocha.
Resuenan en su poesía los ecos de Silvia Plath, Ana Cristina César y Anne Sexton y los
miedos de Alejandra Pizarnik, Alfonsina Storni y Miyó Vestrini.
Me quedo mirando
la palabra,
la ruina que originó
mi primer verso,
sólo cosas
diciéndose por
siempre y nunca
más,
no habrá más talento
surgiendo en los
escombros,
sólo letras de otros
que anuncian el
desastre.
Vive Aushwitz a través de los recuerdos de sus padres, y ese Dios ausente que se repliega y
jadea ante el dolor:
Acodada a este paisaje de luces y ruidos, Martha Kornblith desnudó las calles y nadó entre
fichas y sudores, alcobas de hotel y trozos de chocolate para regresar a aquella niñez nada
advertida.
Alberto Hernández
A través de los poemas de este poemario, ella compara y se aturde desprevenida, con aguda
percepción social, de la realidad caótica que vive Venezuela. Aumenta su resonancia,
adquiere la envergadura de un nuevo descubrimiento. Nos muestra la riqueza en pocas
manos, la violencia criminal y política que vive Caracas. Durante el mandato de Carlos
Andrés Pérez, el 27 de febrero de 1989, se produce el Caracazo con más de dos mil civiles
muertos y dos intentos de golpe de estado en 1992; estos hechos impactan su sensibilidad y
asumen estas tragedias su lugar en la imaginación de Martha, así lo refleja en sus poemas.
Al leerlos, nos damos cuenta que ella no pudo ajustarse a la delirante y violenta ciudad de
Caracas en ese tiempo.
Martha escribe en este poemario sobre el mito y la inminencia del suicidio al no tener
realmente nada que perder y por ello, nada que temer.
Uno de sus últimos poemas después de leer los poemas sobre la melancolía de la filósofa y
poeta búlgara Julia Kristeva:
Es Martes
leo a Kristeva:
(“la melancolía es estéril
si ella no deviene en poema”)
…
Es Martes
leo a Kristeva:
(“Habito la cripta
secreta de un dolor
sin palabras”)
…
Es Martes
y leo a Kristeva:
“La melancolía es
una perversión,
a nosotros nos toca
conducirla hasta las
palabras y la vida.”
me convertí
en poeta
que es lo mismo decir
en poeta suicida
Cuando uno sabe que el poeta es suicida, ya el acercamiento a sus libros es un prejuicio.
Miguel Marcotrigiano
–1997. Muere por voluntad propia, el jueves 29 de junio de 1997, en Caracas, Venezuela.
Deja tras de sí, un libro y numerosos poemas desperdigados en revistas literarias y algunas
antologías.
A veces
es preciso
volver a los recuerdos
para anular la memoria,
aniquilar vestigios,
otras vidas,
saludar viejos lazos,
decapitar antiguos papeles,
zozobrar de nuevo,
para que vuelvan a decir
y no tener,
no poseer nada.
Oraciones para un dios ausente (1995), El perdedor se lo lleva todo (1997) y Sesión de
endodoncia (1997), estos dos últimos, ediciones póstumas. Textos de títulos dramáticos y
extraños, en los que la autora reunió aquellos objetos que más amó y que fueron el motivo
de su existencia: los poemas que escribió, las palabras que no pronunció, pero que organizó
en composiciones que constituyeron su presente, ese tiempo vital que fue el único que
reconoció, luego de desechar el pasado y de clausurar las opciones para el futuro.
La poeta explora el proceso de su escritura, una y otra vez, para comprender que
sólo ahí puede fundar un espacio en el que todo lo hasta entonces inexpresable adquiera
cuerpo mediante la palabra.
la palabra conclusiva
que lo vincule
y lo enlace todo,
en las estrofas
nuestros silencios
Connota el mundo que ella narra por medio de su poesía, un universo falso,
automatizado, corrupto, prostituido, cursi, sin valores y vacío. Su libro (El perdedor se lo
lleva todo) no es una sumatoria de poemas, sino un texto orgánico, estructurado con mano
firme y una lograda composición, por medio de la cual la autora pone en escena un mundo
erigido sobre el desierto, la locura social materializada, endogámica, autosuficiente y
encerrada en sí misma. La poeta lo ve desde afuera, con su mirada inquisitiva, capta tanto
su esencia como sus detalles, y con todo ello su coherente universo, que habla de la locura
del otro, de la sociedad que así se manifiesta.
se me ha perdido el mundo.
Es a mi propio extravío
lo que busco
En Sesión de endodoncia, tan marcada por la derrota y la tristeza, se nos dice que la vida es
un lugar común, que lo es desde el momento mismo en el que se inicia, y que es ese lugar
común, y más nada, lo que exploran contínuamente los poetas. Algo constituido por la
pobreza de elementos, y también por la angustia, aunque
los libros
El centro de su universo, aquí, abarca sólo un mínimo conjunto de palabras y a seres que no
se definen como sujetos, reducidos a apenas unos pronombres personales (tú, él, ella, yo)
que designan a sujetos indefinidos que fracasan en la comunicación.
Al mismo tiempo hay en la poeta una avidez por las horas, a las que intenta anticipar, o
dominar de otra manera, demorándolas mientras va haciendo el poema, una exitosa manera
de derrotar al tiempo. Sin embargo su dolor y su profundo pesimismo terminan por
sobreponerse e instalan su no creer en nada y su convicción de que el tiempo es mudo. el
horror y la angustia cuya presencia será ya avasallante en Sesión de endodoncia. se
desarrolla en Sesión de endodoncia, en donde todo duele, incluso el amor, incluso la vida
misma, y se instala el temor angustiante de que falten las palabras definitivamente. Hay
llanto en los poemas, y el dramático deseo de saber qué fue lo que pasó; y hay, también,
rabia contra un mundo estereotipado, así como la ilusión, el sueño de poder abrir una puerta
para ingresar de nuevo al mundo, sea éste como sea, tal como se nos dijo en “Clínica
Monserrat”. La hablante poética siente el anhelo de ser vista, amada y aceptada, pero
zozobra en la cotidianidad, naufraga en su soledad, en la carencia de sentido de la
existencia, todo lo cual está expresado de una manera muy lograda.
No era precisamente
arrogancia lo que derrochaba
en esa noche de hace quince años
en la que busqué entregarme a ti
en una esquina del bulevar de
Sabana Grande.
Tú dejaste tu vitrola a la intemperie
así como unos sucios discos de los sesenta.
Caminamos
Esa noche llovía
y me ofrendaste con una bandeja
con cuatro perro calientes
algunas coca colas
allí, en Crema Paraíso
Me regalaste, un brazalete de los hippies
pero en el día de nuestra primera y última pelea
me dijiste que te devolviera,
yo ya lo había echado al cesto
(era signo de mal augurio, me dije)
Esa noche de hace quince años
te mostré unos sucios originales,
no los entendiste, hablabas en inglés,
eras trinitario.
Penetramos en la oscuridad y la intemperie
en búsqueda de un hotel
Tú rechazaste la oferta,
no sé si por pudor
o por falta de dinero
Regresamos a la acera
a recoger tu vitrola y tus discos
(algunos amigos buhoneros
lo habían hecho ya por ti)
Vitrolero de Sabana Grande
hoy, que ya no sé nada de ti,
ahora que encajo en otros trajes
y miro de reojo,
cuando hay otra gente,
otras calles que me acogen
regreso a ti en este poema
con elegancia.