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Aproximaciones etnográficas a los medios digitales

E. Gabriella Coleman
Department of Media, Culture, and Communication, New York University, New York,
NY 10003; email: biella@nyu.edu

Coleman, Gabriella. “Ethnographic Approaches to Digital Media”, en Annual Review of


Anthropology, Vol. 39:487-505

Traducción preliminar para el seminario 2019, “¿De qué estamos hablando…?” UNMdP

Ningún modo de producción y por lo tanto ningún orden social


dominante y por lo tanto ninguna cultura dominante verdaderamente
incluye o agota toda práctica humana, toda la energía humana y toda
la intención humana.
Raymond Williams

Introducción

Cuando y dondequiera que los individuos y los grupos se desplieguen y se comuniquen en los
medios digitales, habrá circulaciones, reimaginaciones, ampliaciones, supresiones, traducciones,
revisiones y reconstrucciones de una serie de representaciones, experiencias e identidades
culturales, pero las formas precisas en que se desarrollan estas dinámicas nunca pueden
anticiparse plenamente. En algunos casos, los medios digitales han extendido su alcance hasta lo
más mundano de la vida cotidiana, más visiblemente con los teléfonos celulares, que ahora son
fundamentales para llevar a hacer negocios en áreas remotas del mundo, así como en las
bulliciosas ciudades globales. En otros casos, los artefactos digitales han ayudado a engendrar
nuevas colectividades: webcam girls, gamers, hackers, y otras, cuyos sentidos de identidad,
vocación y sociabilidad grupal son formados significativamente, aunque no exclusivamente ni de
forma determinante, por las tecnologías digitales.1

La diversidad y la omnipresencia de los medios digitales pueden hacerlos difíciles de estudiar,


pero también pueden convertirlos en objetos relevantes para la investigación etnográfica. Sin
embargo, los antropólogos entraron en este terreno lentamente, al menos hasta hace poco, cuando
el goteo de las publicaciones de la década de 1990 se convirtió en una corriente constante. Aquí
estudio y divido este creciente corpus etnográfico sobre medios digitales en tres categorías
amplias pero que se superponen. La primera categoría explora la relación entre los medios
digitales y lo que podría llamarse la política cultural de los medios. En esa carpeta examino cómo
las identidades, representaciones e imaginarios culturales sobre la juventud, la diáspora, la nación
                                                            
1
Aunque el término medios digitales puede ser familiar para la mayoría de los lectores, vale la pena destacar
que los medios digitales abarcan una amplia gama de tecnologías no analógicas, incluyendo teléfonos
celulares, Internet y aplicaciones de software que funcionan en Internet, entre otras. A pesar de esta
diversidad, y con la excepción de los teléfonos celulares, muchas tecnologías digitales todavía no están al
alcance de la mayoría de la población mundial. Para conocer las últimas tendencias en el uso de Internet en
todo el mundo: http://www.internetworldstats.com/stats.htm
y la aboriginalidad, se rehacen, subvierten, comunican y circulan a través del compromiso
individual y colectivo con las tecnologías digitales. La segunda categoría explora las culturas
vernáculas de los medios digitales, evidenciadas por fenómenos discrepantes, géneros digitales y
grupos –hackers, blogs, memes de Internet y programadores migrantes– cuya lógica está
organizada significativamente en torno a, aunque no necesariamente determinada por, algunas
propiedades de los medios digitales. La última categoría, lo que yo llamo lo prosaico de los
medios digitales, examina cómo los medios digitales alimentan, reflejan y dan forma a otros tipos
de prácticas sociales, como el intercambio económico, los mercados financieros y el culto
religioso. La atención a estos rituales, a los amplios contextos, a las infraestructuras materiales y
a los protocolos sociales que los habilitan, ilumina cómo el uso y la producción de los medios
digitales se han integrado en los aspectos culturales, lingüísticos y económicos de la vida
cotidiana.2

Las distinciones que hago entre estos tres campos no deben implicar que sean categorías claras y
ordenadas; de hecho, el trabajo antropológico de las últimas dos décadas a menudo ha puesto en
tela de juicio estos límites. Aunque grupos a los que hago referencia en “lo prosaico de los medios
digitales” y en “la cultura vernácula de los medios digitales” se superponen, utilizo los términos
provisional y tácticamente para enfatizar los diferentes enfoques que se han traído a colación en
el estudio etnográfico de los medios digitales. Para comprender mejor el significado más amplio
de los medios digitales, su estudio debe incluir varios marcos de análisis, la atención a la historia,
y los contextos locales y experiencias vividas de los medios digitales, una tarea bien adaptada a
la empresa etnográfica.

Para profundizar en mi estructura tripartita, comienzo historiando el trabajo etnográfico sobre los
medios digitales a la luz de los cambios más amplios que se han producido en la literatura popular
y académica. Luego, al relacionar ese trabajo con mis tres categorías de estudiosos de los medios
digitales, considero que los etnógrafos están explorando las complejas relaciones entre las
prácticas locales y las implicaciones globales de los medios digitales, su materialidad y política,
y su presencia banal y profunda en la vida cotidiana y en los modos de comunicación. Tomo mi
tarea como una de "provincialización" de los medios digitales (utilizando una frase acuñada por
el teórico postcolonial Dipesh Chakrabarty [2000]). Provincializar los medios digitales no
significa negar su escala y alcance global, particularmente en la circulación del capital financiero
y en las aspiraciones de las corporaciones transnacionales (Boyer 2007, Sassen 2002, Zaloom
2006); más bien, nos permite considerar la forma en que estos medios se han convertido en el
centro de la articulación de las creencias, prácticas rituales y modos de estar en el mundo; es
innegable que los medios digitales son culturalmente importantes, pero es necesario mostrar
cómo, dónde y por qué es importante actuar en contra de las presunciones particularmente
estrechas sobre la universalidad de la experiencia digital.

                                                            
2
Esta revisión no considera en profundidad los mundos virtuales, el papel de las herramientas digitales en
la remodelación de la investigación etnográfica, o muchas de las publicaciones cubiertas en revisiones
anteriores de esta revista sobre temas similares (Cook 2004, Eisenlohr 2004, Wilson & Peterson 2002).
Para las reflexiones sobre métodos ver Burrell (2009) y Hine (2005), y para las revisiones sobre mundos
virtuales ver Boellstorff (2008) y Malaby & Burke (2009). Fischer (2007) ofrece cuatro genealogías en
estudios de ciencia y tecnología, incluyendo muchos ejemplos que se relacionan con los medios digitales.
Para una revisión de los estudios de medios de comunicación de los critical information studies, véase
Vaidhyanathan (2006).
Mapeando el terreno

Hace un poco más de una década, el estudio de los medios digitales estaba marcado por una
notable división del trabajo. Aunque los antropólogos publicaron influyentes reflexiones
metodológicas y teóricas sobre las implicaciones culturales de los medios digitales –muchas de
los cuales siguen siendo relevantes hoy en día (Appadurai 1996, Escobar 1994, Fischer 1999,
Kirshenblatt-Gimblett 1996)–, pocos estudiosos intentaron llevar a cabo la investigación
etnográfica principalmente sobre tecnologías digitales emergentes (para algunas excepciones, ver
Baym 2000, Danet 2001, Kendall 2002, Miller y Slater 2000, Pfaffenberger 1996).Y eso a pesar
de la explosión de trabajos académicos y no académicos que anunciaban la llegada de un nuevo
sujeto posthumano que residía en una "era digital" o "sociedad en red" (Castells 1996, Hayles
1999, Negroponte 1996, Turkle 1995). Estas tecnologías supuestamente introdujeron, según
Manuel Castells (1996), una "realidad históricamente nueva" (p. 92), que está "alterando
fundamentalmente la forma en que nacemos, vivimos, dormimos, producimos, consumimos,
soñamos, luchamos o morimos" (p. 31). Ahora sabemos que gran parte de esta literatura inicial
hacía hincapié en dos cuestiones problemáticas: la ruptura y la transformación. Algunos
antropólogos se apresuraron a cuestionar este tipo de afirmaciones generales, por ejemplo,
poniendo en duda el poder autónomo de la tecnología para generar cambios (Hakken 1999, 2003).
Otros señalaron que, lejos de estimular la novedad, las tecnologías digitales en muchos casos
facilitaron la reproducción social, catalizando las "realizaciones expansivas" del yo y la cultura,
como Miller y Slater lo expresaron acertadamente (2000).

A principios de siglo, debido en parte a la quiebra de las punto com de Silicon Valley, el
entusiasmo utópico que envolvía a los medios digitales había disminuido, al igual que los
pronunciamientos eruditos de época sobre la era digital. Pero para el 2004, resurgió el entusiasmo
erudito y especialmente el popular sobre las tecnologías digitales, tras la proliferación de lo que
se ha denominado tecnologías Web 2.0, un término utilizado para distinguir los medios sociales
contemporáneos (wikis, blogs, videos) de sus predecesores inmediatos, las páginas web estáticas
y los foros de mensajes que caracterizaron a lo que retroactivamente se denominó Web 1.0. Una
nueva ola de publicaciones de académicos, periodistas y empresarios expertos insistió una vez
más, con distintos grados de especificidad, en que los medios sociales permiten una mayor
interactividad comunicativa, flexibilidad, conectividad social, contenidos generados por los
usuarios y creatividad, facilitando una participación más democrática que las plataformas
digitales anteriores y una mayor interacción entre sectores más amplios de la población mundial
(Shirky 2008, Weinberger 2007).

A pesar de los cuestionamientos académicos contra la imagen liberadora de las arquitecturas


participativas de la Web 2.0 (Hindman 2009, Lovink 2008, Mosco 2004, Scholz 2008) y la
continua realidad de la brecha digital (Warschauer 2004), la era digital sigue siendo un poderoso
emblema estructurador con consecuencias materiales y culturales. Ginsburg (2008), por ejemplo,
critica esta metáfora rectora examinando cómo resucita teorías de modernización obsoletas,
trabaja para influir en la agenda de los proyectos de desarrollo y margina a grupos, como las
comunidades indígenas, que rara vez se incluyen en los informes académicos o populares de los
medios digitales:

Este universo tecno-imaginario de eras y divisiones digitales... tiene el efecto de


reinscribir en el mundo una especie de "cronopolítica alocrónica"... en el que el otro
existe en un tiempo no contemporáneo al nuestro. Esto tiene el efecto de reestratificar
el mundo a lo largo de la línea de una modernidad tardía, a pesar de las promesas
utópicas de los digerati [intelectuales] de las posibilidades de una aldea global
mcluhanesca del siglo XXI (pp. 130-31).

Si, como señala Ginsburg, las visiones arrolladoras de la era digital se basan en una miopía
constitutiva construida sobre exclusiones muy particulares, también existe otra ironía: el término
"nativo" es ahora comúnmente usado por académicos y políticos –sobre todo en los títulos de sus
libros e informes– para denotar los cambios culturales trascendentales y profundos que se derivan
del uso de los medios digitales (Adams & Smith 2008, Zeitlyn 2009). El uso de los medios
digitales es, sin duda, cultural y políticamente significativo. Pero incluso si dejamos de lado
momentáneamente cuestiones importantes de acceso y capacidad, sigue siendo poco convincente
la evidencia de que los medios digitales son la única o incluso la base más importante para
producir una subjetividad compartida o un sensorio totalmente nuevo, y es mucho menos evidente
que sea una forma de vida que caracterice a una vasta población, como toda una generación de
jóvenes en América del Norte –que es lo que connota el término "nativo"–.3
A pesar de estos límites, sería un error pasar por alto cómo los medios digitales han cultivado
nuevos modos de comunicación y personalidad (selfhood), han reorganizado las percepciones
sociales y las formas de autoconciencia, y han establecido intereses colectivos, instituciones y
proyectos de vida. De hecho, los antropólogos, así como los sociólogos y los teóricos de los
medios de comunicación, han prestado cada vez más atención a tipos particulares de grupos,
prácticas y géneros comunicativos que están respaldados y sostenidos a través del compromiso
con la tecnología digital. Ya sea que se trate de una práctica ética densa basada en el consejo
jurídico y técnico en línea (Coleman 2009, Kelty 2008); los atributos específicos de género de los
blogs (Doostdar 2004; Herring & Paolillo 2006; Reed 2005, 2008), el estatus y la microcelebridad
ganados por el webcasting (Senft 2008), o el solapamiento de trabajo y placer entre los
trabajadores de alta tecnología de Silicon Valley (English-Leuck 2002, Malaby 2009), está claro
que los grupos pueden experimentar culturalmente, y lo hacen, la tecnología digital (Ingold 2000).
Estos ejemplos, sin embargo, están más circunscritos en tiempo y lugar (y a menudo requieren
habilidades sustanciales y alfabetización mediática) que lo que con demasiada frecuencia se
describe en la literatura popular, e incluso en parte de la literatura académica.
Por supuesto, estos no son los únicos géneros o grupos cuyo compromiso con las tecnologías
digitales merece una investigación etnográfica. De hecho, la importancia cultural de los medios
digitales va mucho más allá de los grupos que se organizan más inmediatamente en torno a estas
tecnologías. Privilegiar estos "lugares culturales" (Gupta & Ferguson 1997) sobre otros –enfatizar
grupos bien definidos sobre formas alternativas de colectividad– limitaría nuestra comprensión
del importante papel que juegan los medios digitales en una amplia gama de procesos y proyectos
sociales, lingüísticos y políticos: economías y estéticas postcoloniales (Larkin 2008, Silvio 2007,
Smith 2007); percepción y representaciones visuales del yo, la memoria, el espacio y el entorno
construido (Cohen 2005, DeNicola 2006); y la lógica cultural del capitalismo, la globalización y
la corrupción (Boyer 2007; Mazzarella 2004, 2006; Schull 2008), entre otros explorados en esta
revisión.
Además, para evaluar mejor la vida cultural y política de los medios digitales, debemos atender
el papel de los protocolos sociales y técnicos, la infraestructura y las plataformas (servidores,

                                                            
3
Los motivos tribales han sido durante mucho tiempo parte del estudio académico de los medios digitales
debido en parte a la popularización de esta conexión por parte de Marshall McLuhan (véase Boyer 2007).
El término generación digital funciona de manera igualmente problemática para indicar los cambios
fundamentales que se derivan del uso de los medios digitales.
torres de telefonía móvil, cables submarinos, sitios para compartir videos, reuniones para chatear)
que permiten y limitan la circulación y el uso de los medios digitales (Bowker 2007, DeNardis
2009, Gillespie 2007, Gitelman 2006, Larkin 2008, O'Donnell 2009, Ratto 2005), y debemos
hacerlo, tal y como insiste Larkin (2008), a la luz de sus operaciones cotidianas reales y
materiales. Ya se trate de la evasión deliberada de Internet (Wyatt et al. 2002), del "usuario
inimaginado" (Burrell 2010) o de una infraestructura lenta y en ruinas (Larkin 2008), estos son
los pequeños pero necesarios detalles que hacen que la materialidad de los medios de
comunicación (y, por lo tanto, sus disposiciones y limitaciones particulares) no sólo sea
heterogénea, sino también una materialidad totalmente cultural, social y, sobre todo, política.

Los medios digitales y las políticas de representación cultural

La gente de todo el mundo utiliza aplicaciones de Internet (correo electrónico, sitios de redes
sociales, videoconferencias) y teléfonos móviles para mantenerse en contacto con familiares y
amigos que viven en el extranjero. Las tecnologías digitales son, por eso mismo, fundamentales
para los grupos en diáspora, en parte porque, como afirma Bernal (2005) en su trabajo sobre
Eritrea, la diáspora y las tecnologías de la información mantienen una relación "homóloga" entre
sí porque "tanto en el ciberespacio como en los espacios de la diáspora...". . la ubicación es
ambigua, y para que sea socialmente significativa, debe ser construida activamente" (p. 661).
Bernal también insiste en que el conflicto es parte de la arquitectura social de muchas
comunidades de la diáspora, un motivo que aparece en otros estudios sobre la diáspora y las
tecnologías de la información (Axel 2004, Whitaker 2004).
Para muchos grupos diaspóricos, la posibilidad de acceder a esas tecnologías, y de hacerlo sin
filtros, ha sido fundamental para apoyar interacciones que van desde las relaciones familiares
hasta proyectos políticos urgentes (Burrell & Anderson 2008, Forte 2003, Landzelius 2006, Miller
& Slater 2000, Panagakos & Horst 2006). Por el contrario, algunos grupos indígenas tratan de
restringir la circulación de formas específicas (es decir, sagradas) de conocimiento cultural, lo
que significa que también están en juego imperativos distintos de la libre circulación. Los
protocolos culturales pueden dictar restricciones a la visualización de material, como imágenes,
debido al estado ritual del espectador (iniciado versus no iniciado, por ejemplo). En otros casos,
las restricciones pueden seguir después de la muerte de un individuo. Varios estudios examinan
cómo los grupos indígenas, con la ayuda de etnógrafos y organizaciones no gubernamentales, han
elaborado bases de datos digitales, proyectos multimedia interactivos y mapeos culturales para
representar, circular y, a veces, excluir diversos motivos culturales, normas, valores y folclore
(Christen 2006, 2009; Christie 2008; Cohen & Salazar 2005; Salazar 2005; Srinivasan 2006).
Estos proyectos digitales representan lo que los estudiosos han identificado como "ontologías
digitales", que trazan un mapa de "la estructura general de prioridades y problemas de la
comunidad" (Srinivasan 2006, p. 510) Estos mapas, que a menudo pasan por alto la necesidad de
las formas tradicionales de alfabetización digital, proporcionan nuevas representaciones visuales
del conocimiento antropológico, así como recursos para la comunidad que respetan los protocolos
culturales.
Estos emprendimientos digitales y sus fundamentaciones académicas también son parte de un
nuevo capítulo en el proyecto de los estudios de medios de comunicación “desoccidentalizantes"
(Curran & Park 2000; véase también Ginsburg et al. 2002) que rara vez se refleja en la literatura
académica o de promoción de bienes comunes y acceso digital (Benkler 2006, Lessig 2004). Sin
duda, los defensores de esas políticas han construido un proyecto vital porque proporciona un
contrapeso legal y ético a la creciente maraña de restricciones a la propiedad intelectual. El debate
particular sobre la "cultura libre", sin embargo, quizás se basa demasiado en binarismos como
"'abierto/cerrado” o “propietario/libre'" que pasan por alto otros modos de circulación y acceso
que los de la propiedad capitalista y el acceso liberal (Christen 2009, p. 4; Leach 2005; Myers
2005; Strathern 2005). Una manera de renovar el pensamiento académico sobre la relación entre
cultura y acceso es considerar el patrimonio nacional y la repatriación cultural, cuyas políticas
deben tener en cuenta las propiedades materiales de los medios de comunicación, las historias
coloniales y la multiplicidad de protocolos para organizar el conocimiento (Geismar 2008,
Geismar & Mohns 2010).
La interacción entre acceso restringido y abierto también es pertinente para las cuestiones sobre
identidad y medios digitales. Uno de los estudios más ricos sobre el tema de la identidad, la etnia
y la raza lo ofrece Nakamura (2007), quien examina cómo las representaciones virtuales por
defecto –blancas y masculinas– "se intensifican, modulan, reiteran y cuestionan" por parte de los
usuarios en línea (p. 34). Una reciente monografía sobre la supremacía blanca se mete en la vida
social del racismo en línea, analizando el papel de los sitios web "encubiertos" cuyo diseño oculta
la fuente, la intención y la autoría del contenido, un modo de presentación cada vez más común
en muchos sitios web políticos y corporativos (Daniels 2009). Es sorprendente que sólo un puñado
de etnógrafos hayan realizado estudios en profundidad sobre etnicidad, raza y medios digitales
(Eglash & Bennett 2009). Sin embargo, los jóvenes y los medios digitales han sido objeto de una
importante investigación etnográfica, aunque los estudios se limitan generalmente a países
industrializados como Estados Unidos, Brasil y Japón (boyd 2009, boyd & Marwick 2009,
Herring 2008, Horst 2010, Ito 2009, Ito et al. 2009, Palfrey & Gasser 2008). Un proyecto de
colaboración reciente apunta con lente etnográfica a la intersección entre los medios digitales y
la juventud estadounidense, incluyendo la dinámica cambiante de la amistad, las
reconfiguraciones de lo público y privado, y el papel de los juegos y su práctica (Ito et al. 2009).
Muchos lugares del mundo, incluso en América del Norte, no han sido tocados por la red de
Internet: lo que se define comúnmente como “brecha digital”, aunque ese cuestión sea más
compleja que lo que da a entender la oposición entre ricos y pobres. Los teléfonos celulares, a
menudo adoptados donde no se ha construido una infraestructura de línea telefónica fija, y al ser
pequeños, "portátiles" (Ito et al. 2005), y más accesibles que las computadoras, han poblado el
mundo entero. No hay señales de que esta tendencia vaya a disminuir. Utilizados para transmitir
voz, enviar textos y tomar fotografías, los teléfonos celulares se han convertido en importantes
herramientas multimodales no sólo para la actividad económica, sino también para ampliar la
sociabilidad y las redes familiares (Horst & Miller 2006, Ito et al. 2005, Wallis 2008), reforzar
las amistades y transformar los patrones de coordinación social, estatus y visibilidad (Ito et al.
2005, Caron & Caronia 2007, Katz 2008, Ling & Donner 2009, McIntosh 2010), y proporcionar
nuevas vías para la intimidad y la sexualidad (Humphreys & Barker 2007, Pertierra 2006, Wallis
2010). Los teléfonos celulares, generalmente un objeto domesticado, pueden asumir un
extraordinario poder simbólico, por ejemplo, cuando se despliegan durante espectaculares
protestas callejeras, como en la Revolución Popular en Filipinas en 2001 (Pertierra 2006, Rafael
2003). Otros estudiosos se centran en las características más mundanas de los teléfonos celulares,
como en los ringtones, que hacen que lo banal parezca extraño y extraordinario para pensar
imaginativamente la lógica del capitalismo tardío (Gopinath 2005).

Medios digitales vernáculos

Los académicos están aplicando cada vez más una lente etnográfica a las prácticas, los temas, los
modos de comunicación y los grupos que dependen enteramente de las tecnologías digitales para
su existencia (Baron 2008, Biao 2007, Boellstorff 2008, English-Leuck 2002, Juris 2008, Malaby
2009, Senft 2008, Taylor 2006). Sin embargo, la mayor parte de este trabajo continúa
confundiendo las definidas fronteras entre los contextos fuera de línea y en línea y entre el pasado
y el presente (Kelty 2008, Sreberny & Khiabany 2010), por ejemplo, recurriendo a la remediación,
definida de manera útil por Silvio (2007) en términos de deseo y atención: "Para ser convincente,
un nuevo producto mediático debe capturar las experiencias psíquicas y sociales de un momento
y lugar en particular, y estas incluyen las experiencias de los medios de comunicación más
antiguos, así como las esperanzas y ansiedades en torno a la introducción de las propias
tecnologías de los nuevos medios" (p. 286).
Otros académicos examinan la forma en que los medios digitales han devenido centrales en
debates centenarios, como los que rodean a los derechos, la personalidad y la gobernanza
institucional. Por ejemplo, los etnógrafos han prestado mucha atención a los hackers y
desarrolladores de software libre y de código abierto –programadores y administradores de
sistemas– que libremente hacen, transportan e intercambian código fuente en las recetas
subyacentes del software, a través de novedosos acuerdos de licencia que invierten, y por lo tanto
desafían políticamente, la razón de ser de la ley de derechos de autor (Coleman 2009, Coleman
& Golub 2008, Coombe & Herman 2004, Leach et al. 2009, Lin 2007). Gran parte de esta
erudición se refiere a las transformaciones, así como a las continuidades, dentro de los ideales
liberales y de la Ilustración. Por ejemplo, Kelty denomina "público recursivo" a ese público
“geek” caracterizado por la modificación continua y colaborativa del software, a diferencia de
aquellos públicos mediados principalmente por la cultura impresa (2008). En otras partes del
mundo, el liberalismo del código abierto a menudo está sumergido, aunque no totalmente
eclipsado, ya que se funde con proyectos nacionales (Chan 2008a) así como con imaginarios
panregionales de la Unión Europea (Karanovic 2008).
Además, mientras que algunas redes digitales permiten redes descentralizadas o grupos
ligeramente asociados, algunos de los cuales habrían sido "inimaginables" (Lysloff 2003, p. 236)
antes de Internet (Shirky 2008), otros proyectos en línea que forman parte de culturas públicas
dinámicas se han "rutinizado" (Weber 1947). Muchos proyectos de código abierto –y sus primos
cercanos más conocidos, por ejemplo Wikipedia– se han convertido en organizaciones
parcialmente centralizadas, con complejos procedimientos de gobierno e instrucciones de
políticas que se acercan a gremios de antaño, e incluso a las burocracias (Coleman & Hill 2004,
O'Neil 2009, Reagle 2010).
Si algunos geeks extienden y transforman el liberalismo, otros renuevan y transforman las
tradiciones izquierdistas y radicales. La monografía de Juris (2008), un relato etnográfico
detallado del movimiento contra la globalización de la justicia social identifica las afinidades
entre la descentralización técnica y la descentralización organizativa y política de muchos
colectivos activistas que colaboran virtualmente para exponer los abusos de la globalización
corporativa (comparar con Milberry 2008). El activismo digital también utiliza otros formatos,
incluyendo el "activismo banal" en los suburbios de Malasia (Postill 2008), el activismo
tecnológico de las organizaciones no gubernamentales (McInerney 2009), la movilización de
inmigrantes y la Web 2.0 (Costanza-Chock 2008), y la dinámica esfera de los blogs políticos en
Irán (Doostdar 2004, Sreberny y Khiabany 2010).
Ciertamente las protestas posteriores a las elecciones presidenciales de 2009 en Irán son un
poderoso recordatorio de la espada de doble filo del activismo digital: las herramientas de los
medios sociales pueden apoyar simultáneamente las movilizaciones políticas de base, así como
la vigilancia gubernamental y las violaciones de los derechos humanos. Por ejemplo, durante el
transcurso de estas dramáticas protestas, los ciudadanos pudieron comprar cedés baratos cargados
con software contra la censura, asegurando que un flujo constante de imágenes y videos fuera
catapultado a las redes sociales y a las principales agencias de noticias (Sreberny & Khiabany
2010). Sin embargo, el gobierno también utilizó los medios digitales para fortalecer su aparato de
vigilancia (Morozov 2009). "Mientras que «gratis» sea financiado por la vigilancia", como ha
dicho un activista experto en tecnología, "Internet representará un pacto faustiano para los
movimientos sociales radicales" (Saxon 2009).
Si algunos tecnólogos hacen y usan los medios digitales para luchar contra las injusticias del
capitalismo, otros están atrapados en un flexibilizante capitalismo posfordista. Estos últimos han
sido objeto de estudios –en su mayoría centrados en el sur de Asia– en los que los rasgos más
abstractos del capitalismo comunicacional son puestos en primer plano a través de una matizada
excavación etnográfica (Amrute 2008, Aneesh 2006, Biao 2007). Por ejemplo, Biao (2007)
examina talleres: pequeñas empresas que colocan a los programadores itinerantes del sur de Asia
en empresas de software de Australia, Estados Unidos y Malasia para realizar trabajos
temporarios (de corto lapso). Revela no sólo la experiencia vivida por estos programadores
migrantes, sino también las condiciones económicas y culturales que sustentan esta práctica. Estos
trabajadores, que a principios de siglo llenaron una enorme escasez mundial de mano de obra
(debido al Y2K), ahora responden a las fluctuaciones de un mercado volátil, racionalizado, en
parte, por ideologías de meritocracia (Biao 2007, p. 111). Estudios similares que critican el
capitalismo comunicacional se ocupan de algunos de los subproductos más intratables y duraderos
de los medios digitales: los desechos tóxicos de pantallas, computadoras, teléfonos celulares y
otros aparatos electrónicos, los cuales, a pesar de su innegable materialidad y ubicuidad, han
recibido escasa atención académica o periodística (Maxwell & Miller 2008).
Algunos de los estudios etnográficos más ricos exploran los medios digitales a la luz de cambios
en el lenguaje ideológico, la informalidad, el virtuosismo, la revitalización, el juego y las
moralidades (Axel 2006; Baron 2008; Cook 2004; Crystal 2008; Danet & Herring 2007; Eisenlohr
2004; Gershon 2010; Jones & Schieffelin 2009a,b; Keating & Mirus 2003; Lange 2009; McIntosh
2010). Muchos desafían el pánico moral de los principales medios de comunicación ante la
aparente desaparición de la alfabetización; otros hacen del pánico en sí mismo el objeto de análisis
(Tagliamonte & Denis 2008, Thurlow 2006). Jones & Schieffelin (2009a,b) proporcionan un rico
microanálisis de la informalidad verbal, el juego, el pánico y las moralidades en contextos
digitales desde la perspectiva de los usuarios. Tratan miles de comentarios que quedan en los
videos de YouTube –en un anuncio de AT&T sobre mensajes de texto que se volvieron virales–
como "datos metalingüísticos generados por el usuario" (2009b, p. 1063) en los que "los jóvenes
defensores de los mensajes de texto.... publican sus propias opiniones sobre el fenómeno
lingüístico de los mensajes de texto" (p. 1058) y los publicitan con un notable nivel de agudeza
moral.
Este análisis etnográfico es metodológicamente significativo porque los autores dan sentido a los
datos (memes de Internet, chat, videos virales y una asombrosa cascada de comentarios que
acompañan a este material) que inicialmente pueden parecer inapropiados para el análisis
etnográfico. Ilustra cómo el estudio de los medios digitales transforma las posibilidades y los
contornos del trabajo de campo (Burrell 2009, Wesch 2007). Los etnógrafos tendrán que abordar
cada vez más cómo recopilar y representar formas de datos digitales cuya vida social y material
a menudo está impregnada de elementos de anonimato, modalidades de hipermovilidad,
condición efímera y mutabilidad, lo que plantea nuevos desafíos para el análisis empírico, por no
hablar del etnográfico.
En contraste con el microanálisis de los comentarios de YouTube, la monografía de Baron (2008)
cubre múltiples modos de comunicación en línea –desde las redes sociales hasta el chat– para
argumentar que la informalidad de muchos tipos de comunicación digital son parte de una
informalización más amplia de la vida pública, familiar y laboral estadounidense. Examinando la
blogosfera iraní, Doostdar (2004) asume lo que los críticos iraníes llaman el "espíritu vulgar" de
los blogs, refiriéndose a informalidades del lenguaje como los errores gramaticales. McIntosh
(2010) aborda la informalidad y el carácter lúdico de los mensajes de texto para demostrar cómo
la juventud giriamita construye una "persona fantástica" (p. 338) que no está vinculada a las
costumbres locales. Sin embargo, entre muchos ancianos, "la tecnología y el lenguaje de los
teléfonos móviles están saturados de una especie de brujería que amenaza la identidad de
Giriama" (p. 347).
Incluso si los SMS y la mensajería instantánea se basan en el desprecio por la gramática y la
ortografía, los académicos han tratado estos géneros en términos de su virtuosismo y profundidad
moral (Crystal 2008, Jones & Schieffelin 2009a). Para entender la cultura y la lingüística de los
medios digitales, será crucial prestar atención etnográfica a lo que Gershon (2010) define como
ideologías mediáticas: "creencias sobre cómo un medio comunica y estructura la comunicación"
(p. 3), midiendo estas creencias contra lo que la gente hace realmente con este medio, un método
que ella aplica hábilmente en su trabajo sobre el uso de los medios digitales para mediar el
romance, y especialmente su final, la ruptura (2010).

Lo prosaico de los medios digitales

La palabra prosaico invoca gran parte de la obra de Bakhtin, que atestigua la experiencia vivida
del lenguaje, los contextos en los que se pronuncia y repite (iglesia versus mercado), la
multiplicidad de géneros de habla y las condiciones ideológicas y materiales que sostienen no
sólo los idiomas dominantes, sino también las formaciones heteroglósicas y polifónicas, como los
dialectos, que pueden perturbar la coherencia de los lenguajes monolingües (Morson y Emerson
1990). Mirar los medios digitales en términos igualmente prosaicos significa descubrir las
experiencias vividas de los medios digitales; discutir las condiciones en las que se hacen, se
modifican y se despliegan (finanzas, religión, noticias); atender a géneros particulares de
comunicación (blogs, spam, sitios para compartir videos); y finalmente prestar atención a las
funciones materiales e ideológicas producidas y sostenidas por las tecnologías digitales.
Algunos relatos etnográficos amplían nuestra comprensión de las culturas de las finanzas y el
capitalismo (Knorr-Cetina & Bruegger 2002a,b; Schull 2008, 2010; Zaloom 2006),
complementando los estudios sociológicos existentes sobre cómo las tecnologías digitales
magnifican la velocidad, explotación y alcance del capitalismo actual, global y neoliberal
(Castells 2009, Harvey 1990, Sassen 2002). Por un lado, Zaloom (2006) demuestra cómo las
empresas financieras crearon una nueva dinámica neoliberal de hiperindividualismo competitivo
a través de la introducción de computadoras junto a nuevos espacios arquitectónicos, un modelo
pionero en Chicago en la década de 1990 y posteriormente adoptado por otras firmas en centros
financieros de todo el mundo. Otros estudios están orientados fenomenológicamente, examinando
en detalle cómo las pantallas presentan un mundo enteramente desconocido para los financistas
(Knorr-Cetina & Bruegger 2002b).
Por otro lado, los medios digitales sostienen economías clandestinas, en la sombra o informales/no
oficiales: piratería digital (Larkin 2008, Philip 2005, Sundaram 2007); fan fiction (Jenkins 2008,
Silvio 2007); noviazgos “por correo” (Constable 2003, Johnson 2007); y estafas por correo
electrónico y spam (Brunton 2009; Burrell 2008, 2010; Smith 2007). La piratería en Internet, en
particular, es el resultado de una actividad descentralizada y diseminada en la que cientos de miles
de personas de todo el mundo descargan música, películas y, cada vez más, libros. Otros tipos de
piratería digital surgen en las calles o mercados de ciudades globales donde se venden copias de
películas y música a bajo costo (Larkin 2008, Philip 2005, Sundaram 2007). La piratería digital
en su totalidad interfiere en parte con el buen funcionamiento de los imperativos legales
capitalistas y liberales, desgarrando lo que Derrida (1992) llama el "fundamento místico de la
autoridad" e induciendo un pánico moral en las industrias del copyright. Junto con el fuerte apoyo
financiero e ideológico de los gobiernos, las industrias del derecho de autor han tomado
represalias a través de agresivas campañas educativas en forma de cómics, vídeos, anuncios de
radio y carteles (Gillespie 2007), junto con declaraciones apocalípticas, que también han
funcionado para representar a los países en desarrollo "como adolescentes que crecen hacia la
nación y la estatalidad, despertando a las alegrías del afano (shoplifting), pero que aún no están
preparados para el gerenciamiento (shop-keeping)" (Philip 2005, p. 207).
Internet también se ha convertido en un conducto y nodo central de uno de los géneros de
comunicación más públicos y políticamente significativos: las noticias. Mientras que el
periodismo en los países industrializados se pasa a la edición online, y mientras que los periódicos
regionales de Estados Unidos luchan por sobrevivir a medida que los ingresos publicitarios
disminuyen, la discusión académica se ha centrado ferozmente en lo que estas transformaciones
significan no sólo para el futuro del periodismo sino, por extensión, para el futuro de la
democracia (Downie & Schudson 2009). Los relatos etnográficos complementan estos estudios
existentes examinando las vidas, ideologías, esperanzas, deseos y percepciones de los periodistas
digitales y bloggers de a pie (Boczkowski 2004, Boyer 2010, Klinenberg 2005, Paterson &
Domingo 2008, Russell 2010, Srinivasan & Fish 2009). El trabajo etnográfico de Boyer (2010)
entre los periodistas digitales en Alemania, por ejemplo, revela su orientación cibernética que,
aunque plenamente arraigada en sus experiencias reales, materiales y muy particulares, se
transmite de manera mucho más general en "definiciones y discursos de la experiencia digital y
el poder" (p. 143).
Muchos otros dominios y grupos están siendo reconfigurados y reconfigurándose a sí mismos a
través de su dependencia cotidiana de los medios digitales, incluidos los fieles religiosos
(Eisenlohr 2006, Ess et al. 2007, Radde-Antweiler 2008), personas con discapacidades
(Boellstorff 2008, Davidson 2008, Ginsburg 2007, Keating & Mirus 2003), y pacientes y sus
familias que están acudiendo unos a otros a través de foros en línea para complementar o suplantar
el consejo de los médicos, diseñar estrategias de tratamiento, discutir los efectos secundarios de
los medicamentos, buscar apoyo emocional y organizar campañas de promoción (Dumit 2006,
Epstein 2008, Gillet 2003, Orgad 2005, Radin 2006).
Varios investigadores se alejan de los grupos y enmarcan sus análisis de los medios digitales en
los ejes de la percepción y la autoconciencia (Cohen 2005, Reed 2005, Wesch 2009); la
personalidad, la conexión personal y las amistades (Baym 2010, boyd 2009, Humphrey 2009);
las líneas de cambio entre lo público y lo privado (Lange 2007, Marwick & boyd 2010); el afecto
y la adicción (Chan 2008b, Golub & Lingley 2008, Schull 2011); y el archivo y la memoria
(Bowker 2007). Schull (2008, 2011) ofrece un amplio análisis etnográfico de los adictos a las
tragamonedas en Las Vegas, para quienes el juego se convierte en un medio de auto-suspensión
en el que "el tiempo, el espacio, el valor del dinero, las relaciones sociales e incluso el sentido del
cuerpo se disuelven" (2008, p. 155; para obtener más información sobre la interacción humano-
máquina, véase Suchman 2007 y Nardi & Kaptelininin 2006). La repetición tecnológicamente
mediada de mini-decisiones involucradas en el juego de máquinas ofrece un sentido de seguridad
y control que aleja a sus informantes de un "mundo humano incierto" de riesgos y "opciones
siempre cambiantes" (p. 168).
Dada la interacción aparentemente incorpórea que ocurre online, los medios digitales,
especialmente Internet, pueden parecer un no-lugar por excelencia, tal como lo define M. Augé
(1995): los espacios suaves y uniformes de la modernidad, tales como las paradas de descanso en
las autopistas y los moteles. El trabajo etnográfico, sin embargo, cuenta una historia muy
diferente. Los estudios examinan cómo varios lugares y espacios sostienen la producción y el
alcance de los espacios virtuales y sus tecnologías: regiones y ciudades como Chennai (Fuller &
Narasimhan 2007, 2008); eventos rituales físicamente situados como conferencias de gamers y
hackers (Coleman 2010, Taylor 2006); y lugares como talleres, cibercafés y centros de Internet
(Burrell 2010, Constable 2003, Constable 2007, Johnson 2007, Smith 2007, Tawil-Souri 2009).
Otros examinan la configuración virtual del lugar (Boellstorff 2008), por ejemplo, en la que la
ciudad de Londres es aprehendida a través de blogs (Reed 2008) o como una particular cultura
musical callejera de Los Ángeles es virtualizada y conmemorada con asombroso detalle en Grand
Theft Auto San Andreas (Miller 2008). Uno de los estudios más detallados sobre la importancia
del lugar es la etnografía de English-Lueck (2002) de Silicon Valley: la capital no oficial del
software, hardware, geeks, ingenieros y trabajadores inmigrantes de tecnología. Es una región
definida, por un lado, por la "saturación tecnológica" (p. 2), que difumina la línea entre el trabajo,
el juego y el ocio de los trabajadores privilegiados, y, por otro, por la realidad de los trabajadores
inmigrantes con una relación muy diferente con la tecnología (Saxenian 2002). Aparecen
diferencias entre los productores digitales: el Área de la Bahía es el hogar de gigantes de alta
tecnología y pequeñas start-ups, instituciones cuyas normas y prácticas sostienen
simultáneamente cosmovisiones contraculturales (Turner 2006), compromisos tecno-liberales
(Malaby 2009), y celebraciones espirituales new age de la tecnología (Zandbergen 2010). El
estudio etnográfico de Malaby sobre el Bay Area Linden Lab, creadores corporativos del popular
mundo virtual Second Life, se une a una literatura más antigua sobre la intersección entre trabajo,
tecnologías de la información y vida corporativa (Freeman 2000, Ross 2003). Este estudio
demuestra cómo uno de los atributos más distintivos de los juegos, su "contingencia inventada"
[definida como una "mezcla de apertura y restricción" (Malaby 2009, p. 68)], es integrada a las
estructuras de gobierno corporativo por parte de los empleados de Linden Lab en un intento de
minimizar las burocracias que tanto rechazan.

Mediaciones y meditaciones finales

Muchos estudios etnográficos de medios digitales provincializan y por lo tanto particularizan el


papel que juegan los medios digitales en la construcción de mundos socioculturales, identidades
y representaciones de grupos, protocolos de intercambio económico, géneros comunicativos y
experiencias fenomenológicas. Este imperativo antropológico postula que el diablo está en los
detalles; estos detalles son a menudo valorados estéticamente para revelar el esplendor de la vida
sociocultural y a veces también se despliegan éticamente para empujar contra presunciones
erróneas y estrechas sobre la universalidad y uniformidad de la experiencia humana. Aunque
pueda parecer que hay que pagar un precio analítico considerando las minucias de la vida social,
seguir resueltamente los detalles, ya sea "la vida social de las cosas" (Appadurai 1986) o la
constitución, extensión, y especialmente el movimiento de personas y objetos a lo largo de varias
redes (Latour 1988), no implica una desvinculación de las totalidades o de los procesos globales.
Los detalles pueden vincularse a la acción, a las formaciones globales, a otros artefactos
materiales y a los procesos sociales de traducción, proporcionando una visión dinámica de lo que
Fischer (1999), siguiendo a Heidegger, describe acertadamente como worlding.
Para desarrollar este punto etnográficamente, podríamos considerar un género digital infame por
su ubicuidad: el fraude de pagos adelantados, conocido como la estafa "419" (también conocido
como la estafa "nigeriana"), un subgénero del spam, que a su vez es un subgénero del correo
electrónico. Un correo electrónico 419 está destinado a circular promiscuamente a través de
Internet para llegar a cientos de miles de buzones de correo electrónico con la intención de engañar
a un puñado de usuarios para que transfieran grandes sumas de dinero a los estafadores de origen.
Si hay estafadores y spammers, sin embargo, también hay administradores de sistemas –los
fontaneros de Internet– encargados de detener el viaje circulatorio del spam. Por lo tanto, la
captura del spam es un poderoso recordatorio de las extensas, costosas y a menudo invisibles
formas de trabajo humano necesarias para mantener Internet funcionando "sin problemas"
(Brunton 2009, Downey 2001). A pesar de los elaborados filtros de spam, algunos (pero no todos)
correos 419 llegan a su destino final. A medida que los individuos escudriñan el diluvio diario del
correo electrónico –una tarea y una molestia cada vez más onerosas (Fisher et al. 2006)– algunos
podrían encontrarse con uno o dos correos electrónicos, y unos pocos, aparentemente, se ven
obligados a transferir sus ahorros a los estafadores (Zuckoff 2006). La mayoría de la gente, sin
embargo, borra los correos electrónicos sin pensarlo dos veces. Otros pueden tomarse un
momento para reflexionar sobre el correo electrónico, desconcertados por sus "extrañas"
cualidades, asombrados de que alguien caiga en tal estafa, pero no son capaces de descifrar todo
su significado, a pesar del hecho de que la mayoría están escritos en inglés. Unos pocos no sólo
eliminan el correo electrónico, sino que buscan provocar a los estafadores. Han crecido tanto que
se han unido como cebos de "419" para atrapar a los estafadores, una forma de vigilantismo
online, representativa de la política del gato y el ratón común en Internet.4 Los administradores
de sistemas utilizan los mensajes que golpean a sus sistemas para entrenar sus filtros y ajustar sus
reglas, o los reportan a filtros colaborativos; de esta manera, al mantener los servidores, los
administradores de sistemas están en un modo de trabajo casi continuo (Sennett 2008),
aprendiendo habilidades y consejos de otros, adquiriendo capacidades que son económicamente
lucrativas y que también constituyen costumbres y sensibilidades vocacionales.
Smith (2007), en su etnografía de la cultura de la corrupción en Nigeria, muestra que las estafas
419 son significativas desde el punto de vista etnográfico debido a que "esos temas [están]
directamente relacionados con la estructura del fraude real y la corrupción en Nigeria" (p. 36) y
son una entrada a las "percepciones populares" de la corrupción entre los muchos estafadores de
bajo nivel –también estafados–, atrapados en esta vocación informal y precaria debido al lugar
marginal de Nigeria en la economía capitalista global.
Este breve ejemplo demuestra cuán rico desde el punto de vista etnográfico puede ser el examen
de un único género digital y cómo el estudio de los medios digitales puede afectar a muchos de
los marcos analíticos explorados en las secciones anteriores. Así, considerar un simple “419”, un
pequeño artefacto comunicativo, es atender a un subgénero comunicativo omnipresente (spam);
a un grupo vocacional (administradores de sistemas); a ideologías de la diferencia cultural; al
funcionamiento de las economías en la sombra, estructuradas en parte por la distribución
masivamente desigual de los recursos económicos mundiales; al trabajo humano de largo alcance
y oculto que se requiere para mantener el funcionamiento de Internet; a nuevos tipos de respuestas
políticas tales como la vigilancia en Internet; y, enriquecedoramente, a la cultura y a la política
de la corrupción en lugares particulares, como Nigeria.
Aunque este género digital conecta varios mundos, tipos de personas y actividades, no siempre
se pueden considerar todas estas dimensiones a la vez. Lo que analizamos depende de un tipo
particular de mediación, como insistió Weber (1949) cuando argumentó que no podemos
aprehender desnudamente toda la fuerza y complejidad de cualquier fenómeno social. Los
estudiosos, argumentó, pueden llegar a conclusiones culturales y sociales significativas a través
de la mediación de la forma de las preguntas y los marcos analíticos que se aplican a los objetos
y temas de análisis. O, en la visión más filosófica de Nietzsche (1980) sobre este problema, "Se
ciega a algunos pájaros para que su canto sea más hermoso" (p. 41). A pesar de la enorme cantidad
de datos y de las nuevas formas de visibilidad reforzadas por los medios computacionales, muchos
de estos mundos siguen estando velados, camuflados y son difíciles de descifrar. La investigación
                                                            
4
Dada la plasticidad del software y, por lo tanto, hasta cierto punto, de Internet, el software puede escribirse
para sortear las restricciones; de ahí que podamos identificar esta política de tira y afloja como lo que marca
a Internet como un medio políticamente distinto de los medios más antiguos, como la televisión. Véase
http://www.419baiter.com/
etnográfica a largo plazo está bien adaptada para desentrañar algunas de estas dimensiones
ocultas, aunque sea tentativamente, para desenterrar la notable profundidad, riqueza y variabilidad
de los medios digitales en la vida cotidiana e institucional.

Agradecimientos

Tratar de darle sentido a un larga investigación es un ejercicio de humildad y no hubiera sido


posible sin la generosidad de otros que nos han proporcionado retroalimentación crítica,
sugerencias y recursos: Sareeta Amrute, Finn Brunton, Jacob R Gaboury, Faye Ginsburg, Heather
Horst, Graham Jones, Jelena Karanovich, Chris Kelty, Genevieve Lakier, Thomas Malaby,
TedMagder, Michael Ralph, Bambi Schieffelin, Martin Scherzinger y, especialmente, mi
asistente de investigación Jamie Berthe.

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