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Fr. Robert Edward Brennan, O.P., Ph.D. - Psicologia General (1965)
Fr. Robert Edward Brennan, O.P., Ph.D. - Psicologia General (1965)
BRENNAN
PSICOLOGIA
GENERAL
Prólogo de
EDICIONES MORATA
P a n d a oián d e J A V IE R M O R A T A , E d itor, bu 19»
MADRID (4 )
TITULO ORIGINAL DE LA OBItA
G E N E R A L PSYCHOLOGY
A Stu dy o f Man b a s e d on St. T hom as A qu in as
© Copjfriffth 1962 (Revised edition) in
the United States o f Amtriea by
TEE MACMILLAN COMPANY.
(Second Printing}
AJ1 rig h ts rea erv ed -n o part o f this b o o k m ay b e re-
p ro d u c e d in any form w ith ou t p e rm issio n in w riting
from th e p u b lish er, e x c e p t b y a re v ie w e r w ho
-wishes tu q u ote b r ie f p a ssa g e s in co n n e ctio n wjtb
a r e v ie w w ritten ‘f o r in olu slon In m agazine o r
n ew sp a p er.
First edition, Copyright 1937 bp
Tit* Macmillan Company.
E S P R O P I E D A D
D erechos R eservad os
de la v e r s ió n e s p a ñ o la
E D IC IO N E S M ORATA
Segunda edición, revisada
R e i m p r e s i ó n 1965
R e g is tr o n ú m ero 960-52
Depósito Legal: M. 13.186-1960
1 9 6 5 - M A D R I D
P R I N T E D IN S P A I N - I M P R E S O EN E S P A Ñ A
IMPRIMi potest:
T E R E N C E ST E P H E N M cD E R M O T T , O . P., S . T. Lr. LL. D .
Provincial
MIH1L OBSTAT:
J O H N M . A . F E A R N S , S . T. D .
Gewor L ib ro m m
IM P R IM A T U R :
* F R A N C IS C A R D IN A L S P E L L M A N .
Arxobiipo dr Jfotr Fori
decir, que según esta interpretación, común hoy entre los psicólogos, ¡os
llamados procesos mentales son identificados con la actividad más com
pleja del sistema nervioso, con lo cual en la ecuación psiquissoma (cuerpo-
alma) la actividad psíquica queda reducida a los términos de un proceso
meramente nervioso. Hasta aquí condujo el dualismo cartesiano al pensa
miento psicológico contemporáneo.
Consecuentes con esta interpretación, los grandes capítulos de la psi
cología han sido despojados de su verdadero valor psíquico y reducidos a
mera reacción neuro-hormonal provocada por un estimulo simple o por una
situación estimulante compleja, sin que contenido subjetivo alguno, es de
cir, de valor psíquico, intervenga en la respuesta.
El avance conseguido en estos últimos años por la psicología fisioló
gica, obligó al behaviorismo a rectificar sus postulados más radicales y
admitir que entre el estimulo (S), recibido por los órganos sensoriales, y la
respuesta (R), ejecutada por los sistemas motor o visceral, existe un proce
so llamado "central", “ autónomo”, "intrínseco” o, más recientemente, "in
termediario”, del cual son responsables las estructuras más complejas del
sistema nervioso central. En virtud de este proceso, toda respuesta a una
situación-estimulante compleja tiene un carácter opcional, es decir, que
en ella interviene un factor llamado de "plasticidad” del sistema nervioso,
en virtud del cual la respuesta escapa en algún sentido a la determinación
tiránica y rígida que, según la interpretación mecanicista del behaviorismo,
imponía el estímulo.
La psicología conciencista actual ha sentido también la necesidad de
superar sus postulados más radicales, afirmando que el hombre no es pura
conciencia, y que, por tanto, no agota su realidad psíquica en la pura
intencionalidad; su conducta se revela como intencionalidad inserta en un
mundo de objetivaciones.
Así la psicología actual desde estas dos perspectivas, y desde otras a las
que se podría hacer alusión, pone de relieve el equívoco fundamental que se
encubría bajo la aparente simplicidad del dualismo cartesiano, al divorciar
los dos componentes que constituyen esa realidad psicofisiológica que es el
hombre; conciencia y cuerpo, psiquis y soma.
Si se recurre a los datos proporcionados por la experimentación animal,
tan cultivada actualmente, también la interpretación estrictamente meca
nicista del behaviorismo radical se ha visto superada al comprobarse que
la cortesa cerebral, en la mayor parte de su actividad funcional, no operar
como se pretendía, a manera de una central que recibe "llamadas" de estí
mulos y automáticamente funciona con respuestas preestablecidas, sino que
la cortesa cerebral en su actividad es "equipotencial”, es decir, que cada
zona puede funcionalmente sustituir a otras, haciéndose responsable de las
actividades de éstas. Es decir, que la corteza cerebral, que representa la
parte más diferenciada, o por así decir, más perfecta del sistema nervioso,
se adapta funcionalmente y en todo momento a las situaciones estimu
lantes, que solicitan su actividad mediadora de una respuesta, tanto como
a circunstancias subjetivas.
Estas dos cualidades del sistema nervioso—equípot'encialidad y plasti
cidad—son las que garantizan el carácter opcional, autónomo o indetermi
4 Introducción
Los análisis que acabamos de hacer no suponen más que un simple inten
to de acercamiento entre los puntos de vista de la psicología de S an to T omás
y él estado actual de los conocimientos experimentales acerca del proceso
sensorial. Como se ve, este acercamiento no sólo es posible, sino fructífero,
pues con él ambos puntas de vista se enriquecen y completan mutuamente.
Ello exige un conocimiento crítico, y no de tal o cual dato o conclusión
experimental, más o menos provisional e insuficientemente verificada, sino
de la marcha general de la ciencia experimental en sus conclusiones adecua
damente valoradas en su contexto experimental y en su interpretación
hipotético-deductiva. También exige una indagación de los principios de la
psicología de S an to T om á s , no limitándose al análisis textual de fórmulas
repetidas una y otra vez por sus comentaristas, o a consideraciones exegéti
cas de valor puramente histórico de los textos de S an to T omás
En materia psicológica, y sobre todo en lo que se refiere a la psicología
de funciones orgánicas o sensoriales, la interpretación última de la doctrina
de S a n t o T om ás exige, si quiere ser científicamente fecunda, un conocimien
to de primera mano de la ciencia experimental de nuestros días.
M. ü. P., o. p.
CONTENIDO
Págs.
Sección I .— L a c i e n c i a d e l o r g a n is m o
Págs.
Sección II.—F il o s o f ía de l a v id a o r g á n ic a
Libro segundo: V ID A S E N S IT IV A
Pág s.
Págs.
Págs.
Págs.
Sección I.— La c ie n c ia de l a v id a i n t e l e c t u a l
Págs.
Púgs.
367
1, Concepto de carácter, 367.-2, Elementos del carácter, 367.—
I Ambiente 367.—n . Herencia, 368.—III. Acción, 368.—IV. Reco
nocimiento de valares, 369,—V. Hábitos, 369.—VI. Resumen, 370.—
3 Desarrollo genético del carácter, 371—I. La voluntad del poder,
371.__n . El sentimiento de inferioridad, 372.—III. Educación, 372.
IV, La Voluntad de comunidad, 372.—4. Maduración del carácter
y formación de la virtud, 373.—5. Tipos de carácter, 374.—
I. Juwg, 374.— II. K r e t s c h m e r , 374.—III, J a e n s c h , 375.—IV. H e x -
m an s, 376.— V . S p r a n g e r , 377.— 6. Carácter e ideales, 377.
Bibliografía al Capitulo X XX II ........................................................ 373
Págs.
i
Rudolf Allers 27
n
El postulado de que la Psicología debe estar basada en la Filosofía
está ganando terren o en tre los intelectuales de m ayor reputación. El
p rofesor G e m e l l i 1 presta especial aten ción al hecho de que algunos
de los psicólogos de más vigencia mundial están em pezando a recon o
cer cada vez con más frecu en cia la necesidad de poner en correla
ción los resultados de sus investigaciones con algunos principios
filosóficos, y de construir sus teorías sobre fundam entos filosóficos.
El profesor K a r l B ü h l e r , de la Universidad de Viena, es tam bién par
tidario de esta actitud. Pero aunque esta necesidad fu ese am pliam ente
reconocida por la m ayoría de los investigadores, queda el problem a
de elegir la filosofía adecuada. Existen varios sistem as filosóficos,
cada uno profesando sus propios puntos de vista y hablando su p ro
pio lenguaje y siendo, además, la m ayoría de las veces, opuestos unos
a otros. La confusión de lenguas en la torre de Babel difícilm ente
sobrepasaría a la ex isten te en la filosofía moderna. Los adeptos a
K a n t , H e g e l , T o m á s d e A q u i n o o W h it e h e a d , pueden estar realm ente
em pleando idénticos térm inos, pero sus ideas son absolutam ente dis-
tintas. No es de extrañar en ton ces que el psicólogo experim en te asom
bro cuando se le diga que su ciencia tien e necesidad de una filosofía
y que debe hacer una selección en tre los num erosos sistemas de a c
tualidad.
¿Existe algún criterio que lo pueda guiar en su elección ? Creo que
sí, lo mismo que creo que aplicándolo no necesita apoyarse en con
ceptos ajenos a su especialidad. El m étodo es simple. Consiste en p re
guntarse: ¿qué sistem a filosófico m e garantiza el m áximo de ayuda;
cuál, en tre todos, m e o frece las m ejores y más sim ples explicaciones
psicológicas? Vemos p erfecta m en te, por ejem plot que el m aterialism o
no es adecuado. Afirm ar que los fen óm en os m entales no son más que
m anifestaciones de intrincados procesos cerebrales no nos sirve de
gran cosa. Porque pron to nos cercioram os de que la pretensión del
m aterialista de no alejarse de la realidad es el resultado del engaño
a que se som ete a sí mismo. Lo mismo sucede con la filosofía del
idealismo trascendental. ¿Puede la discusión de las categorías m eta fí
sicas, o del juicio a priori, o del nuom eno y el fen óm en o ser de algún
provecho para el psicólogo? Personalm ente, lo dudo. Después de dis
cernir este asunto, vem os que muy pocos sistemas filosóficos se han
introducido lo su ficien te en la realidad para que sean de utilidad a
la ciencia. Y en tre estos pocos hay uno precisam ente que sobresale
con claridad definida, porque está más cercano que ningún otro a la
vida y a l a realidad diarias. Es la filosofía desarrollada por el genio de
S a n t o T o m á s d e A q u i n o , partiendo de una larga tradición griega y
cristiana. A continuación explicaré las razones que ten go para sos
ten er que éste es el único sistem a al cual es posible adherirse de un
modo seguro. Pero antes de ir sobre ese punto me gustaría contestar
1. P r im e r a e d ic ió n .
2. S egunda e d ic ió n .
1952. EL AUTOR.
I N T R O D U C C I O N
CAPITULO I
Il
Método 41
17 K ü lp e , O .: Outlines of Psychology. T r a d , p o r E. B . T it c h e n e r . n . Y .
M a c m i lla n , 1895, p . 10,
44 Psicología de Santo Tomás
14 D. U. I., c. 7.
Esta explosión tan poco corriente a ia que me refiero aparece al final
de su tratado. Es digno de citarse por el profundo deseo de verdad que
muestra en ella. «Si alguno, engreído de falsa sabiduría, desea discutir lo
que he escrito, que no hable por las calles a las gentes ni a los niños sin
experiencia, que no distinguen lo verdadero de lo falso. Que se atreva, en
cambio, a escribir contra lo que yo he escrito. Encontrará, entonces dispues
tos a oponerse contra sus falsas doctrinas y a aconsejar su ignorancia, no
sólo a mí, sino a todos los amantes de la sabiduría.»
25 M a r it a in , J.: The Degrees oj Knowledge. Trad. por B. W al l y M. R.
A h a m so n . N. Y. Scribners, 1938, pp. XIV-XV.
B arbado , E., O. P,: Introduzione alla Psichologia Sperimentale. Roma.
Facoltà Filosofica dell’sAngelicum». 1930, c. 9,
L atte y , C., s. J. Editor. St. Thomas Aquinas. Cambridge. Eng. Heffer,
1925, cc. 3 y 4.
Aquino y la Psicología moderna 49
cuenta de esto, cosa que tarde o tem prano tendrá que suceder, debería
reconocer entonces totalm ente lo que W undt sólo adivinó: que la
doctrina de A ristóteles y A quino es el único sistema capaz de encua
drar todo el producto de su labor se.
Pero A quino tenía sus propias ideas sobre la naturaleza humana,
de gran valor para un investigador responsable. Al establecer el signi
ficado de mente, voluntad, sentido, instinto, conducta externa y demás
problemas de la Psicología, su m odo de explicar los actos y las p oten
cias del hom bre debe ser tom ado en cuenta conjuntam ente con las
demás afirm aciones teóricas de la Psicología 27. No podem os prom eter
que tendrá respuesta para todos los problemas, puesto que hay temas
que ni siquiera discutió. Al mismo tiem po debemos recordar que era
un hom bre de su época. Mas lo que escribió tiene un contenido que
no puede descuidarse. El hacerlo sería tomar lo medieval por lo m o
derno. Por eso atacar su lenguaje, o ignorar el fondo que tras él se
oculta, o darle una interpretación distinta a la que les corresponde,
sería tam bién ser injusto con la intención de S anto T omás 2m.
Uno de los sucesos agradables de ver en la Psicología m oderna es
la reaparición de cuando en cuando de ideas y puntos de vista que
pertenecen definitivam ente a la tradición aristotélica y tomista. Para
variar la conocida im agen, esto es lo mismo que poner el vino viejo en
nuevos odres. La vuelta al pasado, en ese caso, no amengua el valor
de los que han redescubierto la verdad y la han puesto al servicio
del hom bre m oderno.
Por el contrario, esta postura tiene varias ventajas. Por un lado,
puede ser interpretada com o signo de nuevo interés por un cuerpo de
doctrina que vale la pena volver a considerar, debido a su valor com o
guía en la investigación. Por otro, nos suministra un m edio para dis
tinguir lo verdadero de lo falso en las teorías modernas. Además, hace
volver al filósofo a sus textos con el fin de cotejar sus descubrim ientos
en el laboratorio y en la clínica con la doctrina aristotélica y tom ista y
ver si la com pletan, arrojan más luz sobre ella o la ilustran. Finalm en
te, nos da esperanzas de que algún día lo m ejor del pensamiento anti
guo, medieval y m oderno se sintetice logrando darnos una idea más
total del hom bre en sus actos, en sus potencias y en su com pleja na
turaleza corpóreo-espiritual.
BIBLIOGRAFIA AL CAPITULO I
Brennan, R. E., O. P.: Thomistic Psychology. New York, Macmillan, 1941, ca
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G rab Ma n n , M.: Thomas Aquinas. Trad, por V. Michel. O. S. B. New York,
Longmans, Green, 1928.
M a r it a i n , J. : St Thomas Aquinas, Angel of the Schools, Trad, por J. A. S c a n -
l a n . New York, Sheed & Ward, 1938.
Mure, G. R. G. : Aristotle. New York, Oxford University Press, 1932.
CAPITULO II
reposo hasta alcanzar las razones últimas de las cosas en todos los
órdenes del ser. Vemos, en consecuencia, com o dice S a n t o T o m á s , que
la ciencia es decisiva en un género u otro de objetos cognoscibles,
m ientras la sabiduría es decisiva desde todos los ángulos, puesto que
solam ente ella es esencial en todo género de conocim ientos 3.
Desde la perspectiva de la excelencia del objeto o de su grado de
abstracción de la materia, hay tam bién tres form as de conocim iento
que puede utilizar la m ente: la física, que considera las cosas que
dependen de la m ateria y que no pueden ser pensadas com o carentes
de materia, por ejem plo, el hom bre m ismo, cuyo cuerpo es parte de
su esencia y cuya defin ición debe incluir la noción de m ateria; las
m atem áticas, que consideran las cosas que dependen de la materia
para su existencia, pero que pueden ser pensadas com o inm ateriales;
por ejem plo, una curva, que es posible definir sin referirse al objeto
material que es cu rvo; la m etafísica, que centra su interés en objetos
no dependientes de la materia, ya sea porque nunca los encontram os
materialm ente, com o, por ejem plo, Dios, o porque pueden concebirse
inm aterialm ente, com o, por ejem plo, el acto y la potencia de los seres 4.
La física, pues, para S a n t o T o m á s es una form a de conocim iento filo
sófico. Es la filosofía de la naturaleza. Por naturaleza en este caso se
entiende el m undo del ser que se mueve a través del tiem po y del
espacio y está dotado de propiedades y accidentes que pueden ser
percibidos por los sentidos. Abarca el cosmos de un m odo general, y al
hom bre en particular, por ser el rey de las criaturas del universo.
Asi tenemos los térm inos m odernos de Cosmología y Psicología
para definir lo que A q u in o llam aba física. Y puesto que este tipo de
conocim iento se basa en la dem ostración y no abandona su búsqueda
hasta encontrar las causas finales de las criaturas del universo en el
orden especial en que se encuentran— su esencia, su origen, su desti
no— , se la puede llam ar verdaderam ente ciencia.
Las m atem áticas también, en el sistema de S a n t o T o m á s , son una
form a de filosofía. Es el más exacto de nuestros conocim ientos filo
sóficos. Tiene que ver con la cantidad y con las cosas que se relacio
nan con la cantidad. Además, a causa de su exactitud y de la firmeza
con que prueba sus conclusiones, puede llamársele ciencia con el
máximo derecho.
La M etafísica es la más alta y noble form a de conocim iento filo
sófico, tratando com o trata del ser en su dom inio más abstracto y en
el grado más apartado de la materia. Aquí de nuevo se introducen
nuevos términos para indicar los diferentes accesos de la m ente a la
realidad. Así, el estudio del ser com o tal ser es llam ado Ontología,
3 S. T .t p p . I - n , q. 57, a. 2,
1 La disertación clásica de los grados de abstracción se encuentra en
la «Exposición del libro de B oecio sobre la Trinidad», de S an t o T o m á s , E. B. T.,
q q . 5 y 6. A quino estudia aquí en detalle el origen de la división de la filosofía
que he dado en el texto, asi como los métodos de investigación propios de
cada división. He hecho uso constante de estos dos aspectos al formular las
relaciones que existen entre la ciencia moderna y la filosofía del Doctor
Angélico.
54 Concepto de Psicología general
que trata del ser en su aspecto más general. De un m odo más especial
tam bién ineluye el ser de la verdad, que es la Epistemología, y el ser
de Dios, que es la Teología, Resulta, pues, obvio que la M etafísica, que
es la búsqueda de las causas más altas en todo género de objetos
cognoscibles, es la verdadera sabiduría; el tipo de conocim iento que
S a n t o T o m á s llama la ciencia de las ciencias. En consecuencia, se
deduce que las ciencias son muchas, ya que exploran distintos tipos
de realidad. La sabiduría es una sola, sin embargo, ya que lo considera
todo desde el punto de vista total del ser: descendiendo hasta la
m ateria inerte del cosmos, ascendiendo a través de las criaturas
vivientes hasta llegar al ser de los seres, la causa prim era y el rey del
universo; extendiendo su poder desde un extremo a otro y ordenán
dolo todo.
las observaciones de los hom bres de ciencia. Para establecer con más
claridad las diferencias llam arem os a la ciencia del conocim iento
filosófico simplemente Filosofía} y al conocim iento de tipo experim en
tal, Ciencia.
El contraste aquí aparece entre la filosofía de la naturaleza de
A q u in o y la ciencia de la naturaleza de los m odernos 5.
La prim era diferencia que observamos es en sus fines. Asi, la
ciencia se interesa por lo periférico. Rodea a su objeto, por asi decir,
observando cuidadosam ente sus actos y considerándolo desde el punto
de vista de su conducta y estructuración. Esto conduce a un con oci
m iento de sus accidentes y de las leyes estables que controlan sus
operaciones. La Filosofía tiene un fin de tipo central. Se interesa pol
la esencia o sustancia de su objeto, o, m ejor por las causas subyacen
tes a esa esencia. En resumen, tanto la ciencia com o la Filosofía de la
naturaleza tienen el mismo objeto material, es decir, a las dos les
atañe lo mismo, que es precisam ente un ser capaz de moverse a través
del espacio y del tiem po y de hacer im presión en los sentidos. Pero
mientras la ciencia se queda, diríamos, en la superficie de su objeto, la
Filosofía se sumerge en el interior de éste para apoderarse de su
corazón mismo. Podem os expresar esto de otro m odo: diciendo que el
interés prim ordial de la ciencia está en la causa que precede in m e
diatam ente a cualquier efecto dado, y que es la razón próxim a de su
existencia, m ientras la Filosofía está dispuesta a descubrir la última
en una serie de causas naturales o la razón final de cualquier efecto
dado. Resumiendo, aunque filosofía y ciencia tengan el m ism o objeto
material, se distinguen en cuanto a su objeto fo r m a l6.
La segunda diferencia está en el m étodo, que, com o hace notar
S a n t o T o m á s , debería estar en correspondencia con la materia inves
tigada y el fin que se pretende Ahora bien: lo que persigue la ciencia
es un conocim iento preciso y detallado de los fenóm enos, ya que sus
leyes se funden en gran parte en dicho conocim iento. La ciencia debe
CIENCIA FILOSOFÍA
Objeto material
Hombre oh f.uauto sor sensible —> H om b re
15 C. D. A. L. I, lee. 1.
62 Concepto de Psicología general
ciencias, hasta el punto que estudia las leyes en las que se basan todos
nuestros procesos mentales, y enjuicia los m ejores m étodos de estudio.
Nuevamente sus espléndidas experiencias en la form ación de hábi
tos, sus investigaciones sobre la fisiología de las pasiones, sus análisis
sobre las facultades hum anas y sobre los rasgos de carácter, tienen
seguramente significación para la Etica; del mismo m odo que el
conocim iento cien tífico de las facultades y la conducta exterior del
hombre, si las entendem os correctam ente, son capaces de darnos nue
vas perspectivas sobre determ inadas áreas de la ciencia ética, en la
que el hom bre es estudiado com o ser político y social, necesitado de
un program a adecuado de educación que- desarrolle al máximo sus
posibilidades y le haga alcanzar la felicidad que le corresponde.
Además, sus descubrim ientos en el cam po de la percepción y de la
form ación de im ágen es^ don d e tonos y colores, figura y fondo, y los
elem entos de la experiencia estética son estudiados con minucioso
cuidado— puede ser de gran servicio a las bellas artes; del mismo
m odo que el interés cien tífico en los impulsos naturales del hom bre:
el juego, la curiosidad, la capacidad de im itación, su abertura a las
sugerencias— lo m ism o que su enfoque en los factores de la persona
lidad hum ana— , se puede aplicar a las artes prácticas y aun a la
industria y a los negocios.
Finalm ente, la cieiícia de la Psicología revela una gran riqueza de
nuevos e interesantes datos útiles al filósofo en su búsqueda de las
tesis fundam entales sobre la naturaleza humana. Y aun en estos casos,
donde los datos no son nuevos, suministran a m enudo ejem plos q u e .
ilustran las verdades filosóficas. Por últim o, los descubrimientos de
laboratorio proveen al filósofo de puntos de vista de mayor hondura
en relación con m uchos hechos y principios que hasta el m om ento
sólo había conocido de m odo su p e rficia l1G.
BIBLIOG-RAFIA AL CAPITULO II
A dler , M. J.: What Man Has Made of Man. New York, Longmans, Green.
1937, pp. 124-203.
B an d a s , R. G .: Contemporary Philosophy and Thomistic Principles. Mil
waukee, Bruce, 1932, Cap. 2.
M a r it a in , J.: The Degrees of Knowledge. Trad, por B. W al l y M. R. A d a m s o n .
New York, Scribners, 1938, Caps 1. y 3.
M e r c ie r , D.: The Origins of Contemporary Psychology. Trad, por W. H. Mit
chell . London, Wash bourne, 1918, Cap. 3.
Woodworth, R. S., y Marquis, D. G.: Psychology. New York. Holt 5.* ed., 1949,
Cap. 1.
VI DA V E G E T A T I V A
SECCION I .-L A CIENCIA DEL ORGANISMO
CAPITULO IU
1 De anima. L. II, c. 4.
a C. G. L. I, c. 97.
68 Vida orgánica
E sp o n g io f
Condrios
Vacuola
Nucleolo*
Plastidic
Hinchazoi
producici
plasmosoD
m . C o m p o s i c i ó n q u í m ic a d e l a c é l u l a .— Es imposible distinguir la
m ateria viva de la que no lo es basándose sólo en sus com ponentes
químicos, ya que un análisis del protoplasm a nos revela elementos tan
com unes com o el carbono, oxigeno, hidrógeno, azufre, nitrógeno, fós
foro, etc., cuyo peso total es el mismo antes que después de haber
cesado la vida. Hay, sin em bargo, una clara diferencia en la form a
com o están com binados estos elementos. De hecho la com plejidad de
la materia viviente es tanta que nos vem os en la imposibilidad de
crear una fórm ula que exprese adecuadam ente su estructura química.
Las m oléculas que la com ponen son enorm em ente grandes y com plica
das si se com paran con las de la m ateria no viviente.
Descom poner quím icam ente una célula im plica destruirla. Los re
sultados obtenidos por dichos análisis, pues, sólo se aceptan de un
m odo restringido, puesto que el paso de la vida a la muerte causa una
serie de cam bios estructurales en form a de descom posiciones y recom
binaciones. De donde se deduce que los com ponentes encontrados en
la m ateria inanim ada nos ofrecen, a lo más, sólo una idea parcial de
la com posición de la materia viviente. Indirectam ente llegamos a la
conclusión que los cuerpos vivientes tienden a m antener m arcada
mente su integridad. Sólo son permeables a las sustancias exteriores
de un m odo selectivo, es decir, adm iten el alim ento, el agua y el aire
sólo en cuanto son necesarios para las necesidades vitales de su orga
nismo.
Los com ponentes del cuerpo viviente son tanto orgánicos com o ln -
CAPITULO IV
BIBLIOGRAFIA AL CAPITULO IV
North Central Publishing C., edición revisada, 1951. Este libro y el anterior.
Commentary on Aristotle’s Physics, se han publicado juntos balo el título de
An Introduction to the Philosophy of Nature
D. S. C„ a. 1.
CAPITULO V
5 Le Dantec, F .: The Nature and Origin of Life. Trad, por S. Dewey, Lon
don. Hodder and Stoughton, 1907.—Darwin, C.: The Origin of Species, The
Descend of Man. N. Y. Cerl and Klopfer. The Modern Library Series.—
Hüxley, T. H.: Darwiniana. London. Macmillan, 1907.—Haeckel, E,: The
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W hitehead , A. N.: Process and Reality. N, Y. Macmillan, 192&.
a M c D oug all , W . : Modem Materialism and Emergent Evolution. N . Y .
Van Nostrand, 1929.
86 Vida orgánica
en ese caso toda la m ateria estaría viva.» Com batiendo a los que
hablan de energía vital, pero que no obstante no quieren adm itir un
principio vital o alma, nos dice : «Aunque un órgano sea un principio
de vida, com o el corazón es el principio del m ovim iento vital en el
anim al, sin em bargo, nada m aterial, ni los órganos ni la energía des
plegada por ellos puede ser el principio vital.» Y finalm ente, coin ci
diendo con A r i s t ó t e l e s : «Por l o tanto, el alma, que es el principio
prim ero de la vida, no es un cuerpo, sino el acto (es decir, el acto
primero o form a sustancial) de un cuerpo» 11.
” S. T., p. I, q. 75, a, 1.
18 S p e m a n n , H .: Embryological Development and Induction. New Haven,
Yale University Press, 1938.
19 D riesch , T.: The Breakdown of Materialism. The Great Design. Edi
tado por Mason. N. Y. Macmillan, 1934, p. 288.
92 Vida orgánica
go S. T„ p. I, q. 75, a. 1.
Aun una función tan simple como la respiración muestra la gran coordi
nación que logra el cuerpo vivo. Así vemos que en el easo del hombre no
se trata solamente de Inhalar oxigeno y exhalar anhídrido carbónico, sino
también de armonizar todos los procesos entre si y con otras actividades
fisiológicas. Tal como nos dice un gran científico que ha dedicado largos
años de labor a la Investigación de esta función: una descripción mera
mente física y quimica de la actividad respiratoria del organismo no puede
darnos idea del equilibrio, armonía y el desarrollo de extensas áreas de
coordinación que supone el acto de respirar. Ver I I ald a n e , J. S.: Respiration.
New Haven. Yale üniversity Press, prefacio a la 2.a edición, 1935 (no con
fundir J. S. H a l b a n e con J. B. S. H ald a n e , al que nos hemos referido ante
riormente).
Teorías vitalistas 93
as S. T„ p. I, q. 76, a. 1.
a* S. T., p. I, q. 76, a. 4, r. a obj. 1.
" Joad, C. E. M.: Guide to Modem Thought. N. Y. Stokes, 1933, pp. 114-15.
36 Vida orgánica
■f mi
Principio vital 97
todas sus piezas, ver cóm o engranan unas con otras y luego volver a
ponerlas en su lugar. El organism o no se presta a esto. No es im po
sible im aginar cóm o un reloj, desajustado, pudiera él mismo reaju s
tarse. o, roto, repararse. M ucho menos nos podem os im aginar que
una de sus partes produjese otro nuevo reloj. Y, sin embargo, la m a
teria viviente es capaz de hacer todo esto por sí misma.
Por último, la diferencia más im portante entre las funciones v ita
les y las no vitales se basa en el estudio de su respectiva finalidad.
En el prim er caso es intrínseca, puesto que la energía de la materia
viviente se dirige hacia el interior, hacia el autocontrol y la p erfec
ción propia. En el caso de la segunda es totalm ente extrínseca. L le
gamos aquí a las raíces mismas de la diferencia entre las form as de
la energía anim adas e inanim adas, diferencia que, com o dice G. B a r r y
O’T o o le : «No consiste en poseer o no una entelequia, ni tam poco en
la naturaleza particular de las energías desplegadas en la ejecución
de las funciones vitales, sino solam ente en la orientación de estas
fuerzas hacia una finalidad interior» 31.
A esto se refiere A quino cuando nos dice que mientras los cuerpos
carentes de vida son capaces, por m edio de su energía natural, de
preservarse, aum entar de tam año y, por m edio de com binaciones
químicas dar origen a otros cuerpos no vivos, el cuerpo viviente e je
cuta esto m ismo «de un m odo más acabado», es decir, p or m edio de
actos inm anentes que tienen su propia perfección com o finalidad in
mediata. Así, se conserva vivo m ediante la nutrición, aum enta de
tam año m ediante el crecim iento y produce otros cuerpos vivos com o
él por m edio de la generación
Resum iendo todos los puntos de que hem os hablado sobre la d ife
rencia que existe entre los cuerpos vivos y los inanim ados, veamos
nuevamente lo que nos dice S a n t o T o m á s :
«La acción de un principio vital es superior a la de una naturaleza
inanimada p or partida doble: prim ero, en su m odo de actuar, y se
gundo, en los efectos que produce.
«Sobre su m odo de actuar... cada operación de un principio vital
debe surgir de una causa intrínseca, puesto que este tipo de acción
es viviente, y una cosa viviente es la que se mueve por sí misma.
«En cuanto a sus defectos, fijém onos prim ero en que no toda ope
ración de un principio vital es superior al de una naturaleza carente
de vida. Así, vem os que la existencia y todas las cosas que le son
necesarias debem os suponerlas tam bién com o existentes, tanto en los
BIBLIOGRAFIA AL CAPITULO V
A quino , S. Tomás: Against the Gentiles. Libro IV, cap. 11.
= Sum of Theology. Parte I, cuestión 78, artículo 2.
B a n d a s , R. G ,: Contemporary philosophy and Thomistic principles. Milwau
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1924, caps. 25-29.
tiene tantas form as com o unidades físicas de pan. Pero el ejem plo
nos sirve para com prender por qué un organism o simple puede ser
dividido y transform ado en dos o más organismos. Es así que A q u : n o
dice: «Sus partes son sem ejantes y, por tanto, sem ejantes al orga
nismo com o un todo. Además, su alma es im perfecta dentro de la
escala de almas y por esto no necesita de una gran diversidad de
órganos. Luego (después de haber ocurrido la división), el alm a puede
existir en cada una de sus partes» 15.
S a n t o T o m á s es más explícito que A r i s t ó t e l e s en este caso concreto
del problema de los orígenes de la vida, y sostiene que «toda alma
vegetativa es extraída de las potencialidades de la materia, lo mismo
que otras form as m ateriales» *6. En otro pasaje, sus Ideas sobre el
contraste existente entre las funciones de las plantas y de los an i
males aparecen de un m odo más extenso. Así: «El cuerpo (de todo
organismo) tiene que estar internam ente proporcionado y tener dis
tintos órganos para la ejeciición de sus variadas potencias, en tanto
que el alma es el acto de un cuerpo organizado de un m odo natural,
y puesto que ninguna parte del anim al (superior) posee esta d ife
renciación de órganos, ninguna parte puede ser identificada con la
totalidad del animal. En cam bio, el alma de los organism os menos
nobles por la naturaleza y que poseen menos potencias se halla m ate
rializada en todo, el cuerpo y en cada una de sus partes de un m odo
uniform e. Por consiguiente, con la división del cuerpo en partes, un
alma separada se crea de cada una de estas partes, tal com o lo vemos
al partir lom brices y plantas. Antes de dividirse, sin embargo, no
podemos referirnos a una parte del organism o com o si fuese el todo,
excepto de un m odo potencial» n . De cualquier m odo, sin que inten
temos establecer, finalmente, cóm o surgen las plantas y los animales
inferiores, podem os decir que, m ientras que antes que el acto repro
ductivo haya sido llevado a cabo hay un solo organismo, después de
la reproducción tenem os dos o más organism os; y tam bién que, en
tanto que el alma es una cuando el organism o es uno, después de la
división hay tantas almas com o nuevos organismos.
1S C. D. A., L. II, L, 4.
]í D. P. D., q. 3, a. 11.
11 In Pétri Lombard! Quatuor Libres Sententiarum, b. I, d. 8, q. 5, a. 3,
r. a obj. 2.
IOS Vida orgánica
BIBLIOGRAFIA AL CAPITULO VI
VIDA SENSITIVA
SECCION I .- L A CIENCIA DE LA VIDA SENSITIVA
CAPITULO VII
EL PROBLEM A DE LA CONCIENCIA
jetiva hacia las cosas. Aquí vemos los aspectos m otores de la conducta
muy subrayados. La conciencia es admitida de un m odo indirecto,
dependiendo su existencia y su im portancia de la obtención real de
las reacciones externas. Esto significa que le concede im portancia
sólo hasta el punto en que se exterioriza en form as de conducta. Los
principales seguidores de teorías de este tipo son: K n ig h t D u n l a p 22,
H e r b e r t S. L a n g f e l d y E d w a r d L. T h o r n d i k e ,
R econocem os a los behavioristas el m érito de haber impulsado el
conocim iento de los estados corporales que acom pañan a la co n
ciencia. Sin sus afanosas investigaciones, estaríamos aún sin saber
nada sobre m uchas cosas que ocurren en el interior de nuestra es
tructura som ática cuando un estimulo se aplica al cuerpo. Han puesto
en claro tam bién que no se puede empezar la educación, tanto moral
com o física de un niño a una edad dem asiado temprana. Puede ser
que los adultos del futuro agradezcan más a los behavioristas sus
teorías que lo que hacen los del presente. Al mismo tiempo, no debe
mos olvidar el h ech o de que toda la escuela behaviorista está en deu
da con los originales descubrim ientos de V l a d i m i r M . B e k h t e r e v e
I v á n P. P a v l o v en el cam po de la reflexología 23.
21 J u n g , G . : Psychological Types. T r a d . p o r H . G . B a s h e s . N , Y . H a r c o u t t ,
B r a c e , 1923.
38 A d ler , A .: The Practise and Theory of Individual Psychology. N. Y .
Harcourt, Brace, 2.“ edición, 1927.
13 B a n k , O .: Will Therapy. N. Y . K n o p f , 1936.
■*° L a o r i e n t a c i ó n g r a d u a l d e l a p s i c o l o g í a m o d e r n a h a c i a e l e s t u d io d e l
hombre como tal p u e d e v e r s e m u y b ie n e n l a t e n d e n c i a p e r s o n a lis t a d e v a
r ia s e s c u e la s , e s p e c ia lm e n t e lo s p s i c ó l o g o s d e la hormé, lo s a c t u a le s g e s t a l -
ti s t a s y l o s p s ic o a n a lis t a s . E s p e c i a lm e n t e d ig n a d e m e n c i ó n e s l a la b o r d e
M c D oug all , c u y a i n s i s t e n c i a e n l a i n t e n c i o n a l i d a d s u b y a c e n t e a la c o n
d u c t a h u m a n a h a s id o l a r e s p o n s a b le , s e g ú n m i o p in ió n , d e la s id e a s
p e r s o n a lis t a s q u e a p a r e c e n a h o r a e n lo s lib r o s . P e r o a d e m á s d e l a i n f l u e n -
o ia d e l a p s i c o l o g í a d e l a hormé, u n p u n t o d e v is t a m á s n u e v o e in t e g r a l
d e b í a d e p r o d u c ir s e , d e b i d o a l c r e c i m i e n t o a v a s a lla d o r d e l o s h e c h o s e x p e -
Psicologia tradicional 121
dijo que el alma hum ana es pos p a n ta 31: casi infinita en sus posibi
lidades. Ahora bien : la naturaleza hum ana es el fruto de la unión
del alma y cuerpo y, p or tanto, ella es también inconm ensurable en
su altura y profundidad. Le conviene al estudiante, pues, al com en
zar su estudio de la conciencia, conocer los distintos modos que exis
ten de ver al hom bre. Las escuelas tienen todas sus defectos. Tal vez
diremos, con E d w i n B o r i n g 32, que, com o escuelas en sí, carecen de
importancia. Sin em bargo, han am pliado nuestra perspectiva del h om
bre, y lo que hay de bueno en ellas ha pasado a form ar parte de la
psicología, com o ciencia unificada. La ciencia verdadera, com o la filo
sofía verdadera, sobrepasa a las escuelas, ¿por qué? Porque la verdad
es una e indivisible, y su descubrim iento y exposición no puede lim i
tarse a la visión de una sola escuela. Esto nos conduciría a la parcia
lidad; y ello es siempre peligroso en cualquier clase de conocim iento
humano 33.
los que se funda. Da por sentado que este m aterial, entendido recta
mente, debe servir de prueba a las leyes que lo convierten en un
sistema. Ahora bien : la psicología tradicional, por su declarado in
terés en las causas Anales, es finalista en su meta. Pero es norm a
tiva, tanto com o filosófica, en el sentido de que proporciona los ins
trum entos necesarios para la valoración del trabajo hecho por el psi
cólogo científico. Com o un m odo de interpretar la naturaleza humana,
parte de A r i s t ó t e l e s , y a causa de que los puntos principales de su
doctrina no han sido nunca com batidos de un m odo serio, se la ha
llam ado con propiedad psicología perenne.
Admite, por supuesto, a la conciencia com o un hecho prim ario de
la vida. Pero no se lim ita su acción a los datos de los sentidos o a los
fenóm enos afectivos, y m ucho m enos a la órbita de la conducta ex
terna. El pensam iento y la voluntad tam bién se incluyen en su pers
pectiva, puesto que ellos son el alim ento que sustenta la vida mental.
Y com o son m anifestaciones que fluyen precisam ente de la natura
leza hum ana, ellos sum inistran la base para todo lo que puede de
cirse sobre los hábitos del hom bre y sobre su persona, su origen y su
fin. Además, el alma hum ana se considera com o esencialmente dis
tinta a su cuerpo, aunque los dos se com binen para form ar un solo
ser. Debe quedar, pues, en claro que el dualism o que sostiene la es
cuela tradicional no es el de P l a t ó n o D e s c a r t e s , sino el de A r i s t ó
t e l e s . Esta es la postura que huye de la idea de que el hom bre es
pura materia o pura mente, o una unión accidental entre estas dos.
Repitamos, para A r i s t ó t e l e s y luego para S a n t o T o m á s , la única
unión que nos perm iten los hechos de la experiencia es la sustancial,
en la que alm a y cuerpo, o m ateria y mente, se unen para form ar
esta criatura que es el hom bre. A causa de que es un m odo de apro
xim ación a la naturaleza hum ana a través de sus causas fundam en
tales, la psicología tradicional tiene una posición ventajosa, desde
donde inspecciona los frutos de la experim entación y de la investi
gación ; una posición que le perm ite observar y dirigir la ósmosis
fin al de los descubrim ientos de la ciencia en el cuerpo de la filosofía.
Com o ya dijim os anteriorm ente, posee los instrum entos críticos para
exam inar los datos del laboratorio y de la clínica, y así puede dar a
estos datos una m ayor coherencia y un sentido más hondo que los
que le proporciona la ciencia. Al m ismo tiempo, debe ajustarse a los
descubrim ientos de la ciencia para tener seguridad, en relación con
los actos y las propiedades del hom bre. A propósito de esto, A r i s t ó
t e l e s y S a n t o T o m á s serían los prim eros en reconocer que su psicología
no tendría valor, a no ser que hiciese precisam ente eso, por la simple
razón de que no puede ser verdadera si no logra conform arse a los
conocim ientos dem ostrados por los investigadores34.
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Es fá cil ver, pues, por qué los científicos han dedicado tanto tiem
po al estudio del cerebro. Hace unos cien años, o más, F i e r r e F l o u -
r e n s publicó algunos descubrim ientos suyos sobre esto y extrajo de
ellos dos conclusiones: la primera, que la corteza cerebral es capaz
de trabajar com o un todo para el bien del organismo, y la segunda,
que, dentro de esta esfera total de actividad, ciertas áreas de la co r
teza se separan para ejecutar funciones distintas. Otros descubri
mientos más recientes, com o los de Henhy H e a d y K a r l L a s h l e y ,
confirman lo sostenido por F l o u r e n s 3.
El resultado más interesante de todo este trabajo es, seguramente,
la asociación de nuestros actos conscientes con regiones específicas
de la corteza. El asignar una localización para uno u otro tipo de
experiencia, sin embargo, no es una labor de adivinanza. Por el co n
trario, es el fruto de una gran pericia en el trabajo; seccionar el
cerebro después de haber sido atacado por la enferm edad, extirpar
partes de la corteza de anim ales vivos, estimular áreas que h an que-
das veces, vemos que el con tacto con el trozo de hielo produce sali
vación, aun cuando el alim ento se halle ausente. Tenemos aquí dos
reflejos simples, uno que produce la contracción de los músculos, y otro
la secreción de una glándula, no existiendo entre ellos ninguna co
nexión original. Pero al estim ular a am bos sim ultáneamente un núm e
ro considerable de veces, se logra producir entre ellos una form a de
respuesta unitaria. P avlov fue el prim ero que hizo un cuidadoso
estudio de este fenóm eno y lo llam ó reflejo condicionado. Podemos
definirlo, de un m odo académ ico, com o «una respuesta adquirida pro-
producida originalm ente por un estímulo A, pero que ahora es pro
ducida por otro estim ulo B, que se ha presentado varias veces en el
organism o con el estím ulo A ». Según P avlov, el condicionam iento supo
ne la participación de la corteza cerebral, puesto que es solamente
en este nivel superior donde pueden form arse nuevas uniones sináp-
ticas entre los arcos de los reflejos simples. Es asi que al hacer este
experim ento con anim ales descerebrados no se produjo el con d icio
nam iento 10.
El condicionam iento, sin em bargo, es tan antiguo com o el ser h u
m ano. Pavlov n o lo descubrió, sino que lo hizo objeto de investigación
con las técnicas precisas de laboratorio. Los niños están todos sujetos
a él, especialm ente en la form ación de hábitos de tipo fisiológico.
Pero tam bién penetra profundam ente hasta el origen de nuestra
conducta em ocional, El prim er relám pago que vim os o el primer
trueno que oím os cuando niños seguramente nos sobresaltó; y nadie
intentó luego m odificar nuestra im presión de que con ello corría peli
gro nuestra vida. P or esta razón, hasta el dia de hoy, tenem os miedo
cuando sentim os que se aproxim a una tormenta.
Por otra parte, n o es difícil educar a un niño en el tipo correcto
de respuestas, siempre que nos ocupem os lo suficiente de los objetos
que lo afectan em oclonalm ente. En esta prim era etapa de la vida,
el niño es flexible y abierto a toda clase de entrenam iento, lo mismo
bueno qúe malo. El que sea capaz de adquirir malos hábitos y que
éstos puedan ser elim inados si los cogem os a tiem po, nos conduce a
un asunto de gran im portancia, que es el desacondicionam iento y su
valor para el bienestar del niño, que es tan grande com o el del con
dicionam iento. Este es un problem a de desaprender lo que no debi
m os haber aprendido. Podem os aclarar esto con un ejem plo. Un niño
h a sido condicionado para que tem a a un pez que está dentro de
una pecera. Las palabras «que m uerde», «no lo toques» y demás, así
com o gestos de apartarse con la mano, han sido utilizados para
producir la respuesta em ocional. Para que desaparezca el miedo, co lo
cam os ahora la pecera, con su pez dentro, en la mesa donde com e
el niño, pero lo suficientem ente lejos com o para que éste se sienta
seguro. Luego, dia por dia, vam os dism inuyendo la distancia hasta
que, finalmente, la pecera puede estar muy próxim a al niño, sin
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LA SENSACION
tipo, no habría n i n g u n a razón para decir que las cosas sin vida no ex
perim entan tam bién sensaciones. Además, el im pacto del estímulo
produce con ocim ien to; y aunque la conciencia de algo sea tan simple
y elem ental que no hallem os una definición adecuada para ella, el c o
n ocim iento subsiguiente a la estim ulación nos hace conscientes de
algún objeto. Por último^ puesto que la naturaleza nos ha proporcio
nado diferentes tipos de órganos sensoriales con el propósito claro de
que recojam os im presiones de diferentes clases de estímulos, la sen
sación es siempre una form a determ inada de experiencia, que surge
de un determ inado tipo de estímulo. Podem os resumir todo el pen
sam iento del D octor Angélico definiendo la sensación com o una op e
ración vital, que sigue a la estim ulación de un órgano sensorial por
un o b jeto adecuado, y que term ina en conocim iento x.
Examinemos esta definición más detenidam ente. Primero, vemos
que la sensación es conocim iento. Este es el punto más im portante
de todos, porque el conocim iento es un suceso claram ente distinto
entre los m uchos que hem os estudiado sobre las cosas vivientes. Para
expresarlo de un m odo corriente, la sensación es nuestro m odo natural
de ob ten er inform ación, y lo que es más cierto aún, según Santo Tomás,
el órgano sensorial está de algún m odo im pregnado de la form a del
objeto que actúa sobre él. Es precisam ente esta form a la que al ser
recibida en los sentidos y producir un equivalente vivo de sí misma,
nos perm ite conocerla. Así, percibim os el color que vemos, el perfume
que olem os o el sonido que oím os, porque es una reproducción de
estas cualidades m ateriales en el interior de nuestra conciencia. Ade
más, vemos que la sensación es una operación viviente. No es, pues,
la m era respuesta pasiva de un órgano a un estimulo, com o sucede
ría en el ejem plo de A ristóteles de la cera que recibe la im presión
de un sello. Por supuesto que es difícil ilustrar un m ovim iento vivo
más que con otro m ovim iento vivo. Podríam os decir que lo mismo que
una ameba rodea una partícula de alim ento y la convierte en parte
de su propio sistema, así la potencia sensorial es despertada de su
estado natural de reposo por el estimulo, se une activam ente a él y
extrae de él una form a por m edio de la cual es capaz de conocer. Este
es el verdadero sentido del ejem plo puesto por Arisóteles, que nos
muestra cóm o una cosa puede imprimirse en otra, y al hacerlo, dejar
en ella su form a. Ahora bien; la sensación es el resultado de la res
puesta vital de un órgano sensorial a la acción de un estímulo. No
es otra cosa que una actividad vital.
Pero la naturaleza del cam bio producido en el órgano sensorial pol
la im presión de un estím ulo es aún muy oscura, y S anto T omás mismo
se siente perplejo ante ella. No es enteram ente física, puesto que no
pertenece al cuerpo solam ente, ni es tam poco enteram ente psíquica,
ya que no pertenece al alm a solamente. Es más bien la form a de
cam bio propia de un órgano m aterial cuya fuente de vida sea también
el origen de la conciencia. Por esto me refiero al cam bio com o a algo
1 S. T„ p. I, q. 78, a. 3.
D. V., q. 26, a. 3, r. a. obj. 4.
Análisis de la sensación 137
una lám para o dar calor por m edio de una estufa, dependiendo cada
caso del aparato a través del cual se hace pasar. Pero el estím ulo
también debe ser reconocido com o un factor especiñcador de la sen
s a c i ó n , M ü l l e r cree que la clave del misterio se halla en los centros
corticales e insiste en que, si pudiésemos liberar las vías óptica y
auditiva de su presente relación anatóm ica con el cerebro, e inter
cambiar sus centros respectivos, entonces veríamos el trueno y oiría
mos el relámpago. De un m odo u otro, lo cierto es que el color tiene
un efecto sobre la con cien cia que n o es igual al del son ido; y lo m is
mo sucede con el resto de las diferencias cualitativas de nuestras
sensaciones 5.
ferencia que hay entre estos dos térm inos es la misma que existe
entre el punto de vista m edieval y m oderno del conocim iento. Un
estímulo es, pues, un acicate para la acción fisiológica com o una es
puela lo es para un caballo. Un ob jeto es un reto, un insulto que se
lanza a la cara de un hom bre. Un estímulo termina de actuar cuando
origina la corriente nerviosa. Un objeto no ha hecho su labor com o
objeto si no logra penetrar el interior de nuestra conciencia. El es
tím ulo es el asistente del objeto, por m edio del cual le es posible
entrar en la vía que la naturaleza ha establecido com o entrada al
recinto del conocim iento. La página impresa que en foco en este m o
mento es el objeto de m i visión, pero llega hasta mis ojos y hasta mi
con cien cia sólo a través de la luz que es el estímulo de m i vista.
A q u in o agrupa nuestras sensaciones bajo cinco epígrafes en los
que cada uno trata de algún aspecto especial del universo en que v i
vimos, Un grupo, que abarca una gran extensión de experiencias, las
referentes a nuestras sensaciones corporales, es el de la som estesia,
o tacto. Los otros están relacionados con los objetos que ingresan en
la conciencia por las rutas del olfato, el gusto, el oído y la vista. Nos
ocuparem os de cada grupo en el orden m encionado.
BIBLIOGRAFIA AL CAPITULO IX
A d r ia n , E, D.: The Basis of Sensation. New York, Norton, 1928, Caps, 5-6.
A quino , S. T o m á s : Suma Teologica. P a r t e I, c u e s t ió n 78, a r t. 2.
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W arren, H. C., y Carmichael, L,: Elements of Human Psychology. Boston,
Hougthon Mifflin, ed. rev., 1930, pp. 145-48.
CAPITULO X
S O M E S T E S I A
M eissner actúan com o receptores, aunque puede haber tam bién otros.
La cualidad de las experiencias táctiles es difícil de describir. Si un
cabello se toca suavemente, o si rozamos con una pluma de ave una
superficie lisa, una débil sensación de cosquilleo aparece, difícil de
localizar. Si se actúa con una fuerza más intensa, hallam os entonces
puntos precisos donde se produce una cualidad de presión sólida.
Cualquier estím ulo interm edio entre estos dos, produce una sensación
de simple contacto, que es al m ism o tiem po distinta, pero débil.
La discrim inación táctil se mide por la distancia m ínim a que
puede haber entre dos puntos de presión en los que se produzcan
sensaciones distintas al ser estim ulados al mismo tiempo. Com pro
badas de este m odo, E r n e s t W e b e r halló que las áreas más sensibles
del exterior del cuerpo son aquellas que usamos más frecuentem en
te: las puntas de los dedos, la palm a de la mano, el borde de los labios
y el extremo de la lengua. En algunos tumores craneales y otras
El ham bre es el impulso que tiene más fuerza, puesto que por m edio
de él se logra la supervivencia individual. Se experim enta com o una
sensación producida por la con tracción de las paredes del estóm ago,
y es sentida com o una corrosión, acom pañada de dolor sordo. Esto
es debido a la presencia de ciertas condiciones físicas y químicas, ya
que la actividad gástrica continúa aún durante la digestión del a li
mento, El apetito es una necesidad de alim ento independiente de la
sensación dolorosa del hambre. Depende, principalm ente, de sensacio
nes placenteras que hayam os tenido con anterioridad. Así, si el pan,
la carne y las legumbres son los principales objetos del hambre, el
postre sería el del apetito. Com o veremos más adelante, el térm ino
apetito posee otro significado para la psicología tradicional, más im
portante que la m era actitud hacia el alimento.
La sed se debe principalm ente a sensaciones de sequedad y calor
en la boca y en la garganta. Es el resultado directo de la dism inución
de la hum edad de los tejidos del organism o, especialm ente de los de
la faringe. Esta dism inución, del contenido de agua puede ser produ
cida por varias causas, com o el ejercicio, el clim a caluroso, o la inges
tión de ciertos alim entos, com o las especias, la sal, las habas y otros
que tienden a extraer agua del organismo. La sed, ya sea más o menos
intensa, es siempre percibida com o una tonalidad de displacer.
La experien cia erótica, considerada meram ente en cuanto sensa
ción, es producida por la tum escencia gradual de los órganos sexuales
y por las descargas de glándulas provocadas por la excitación de la
zona genital. Cualitativam ente com prende una serie de sensaciones
idénticas a las que se originan al tocar, presionar o pellizcar la piel.
La dificultad de su análisis surge del hecho de que las sensaciones
eróticas se presentan unidas a las em ociones eróticas. Esto lo veremos
con más claridad en el capítulo siguiente, pero señalamos, sin em bar
go, que la sensación es m ateria del conocim iento, mientras que la
em oción pertenece al cam po del deseo, u orexis.
La necesidad de orinar se relaciona con sensaciones producidas por
la presión existente en la vejiga, así com o la necesidad de d efecar está
asociada con la presión del intestino grueso. En las madres, la n ece
sidad de am am antar es producida por la presión de la leche en el
interior de la glándula mamaria. La necesidad de aire produce disnea
especialm ente angustiosa para la conciencia. Son debidas más bien,
com o sabemos, a los trastornos funcionales del m ecanism o respira
torio, que u la falta de oxígeno o exceso de anhídrido carbónico de
la sangre circulante. Por últim o, la necesidad de cam bio es otro c o n
ju n to de sensaciones difíciles de analizar que reciben el nom bre de
nervosismo. A veces se experim enta com o falta de algo, com o en el
caso de las necesidades orgánicas que aparecen en un m om ento en
que no pueden ser satisfechas. Pero en otros casos puede ser una
condición más o m enos perm anente debida al ocio forzado, o a una
serie de factores centrales del sistema nervioso.
n . Satisfacciones corporales.-—De todo lo que hem os dicho se
desprende que las necesidades orgánicas son estados corporales reía-
152 Soviestesia
recen cuando los tejidos y los órganos han sido dañados, heridos o
destruidos. En otros casos, el cuerpo o uno de sus miembros no fu n cio
na norm alm ente, y es entonces cuando el dolor aparece com o la única
sensación de enferm edad. Nuestros órganos internos sufren este tipo
de sensaciones sólo con el estimulo adecuado. Asi, el intestino puede
ser cortado o quemado en una operación quirúrgica sin que se p ro
duzca dolor; pero un trozo de carne sin digerir, o un fragm ento de
patata poco cocida, pueden producir un agudo cólico.
Otros ejem plos nos inform arán del dolor de los órganos internos.
El dolor muscular, por ejem plo, puede ser producido por la excesiva
torsión o flexión de los tejidos, por la concentración de sustancias
tóxicas, lesión de las células por exceso de trabajo, etc. El dolor de
muelas es debido a las caries dentales o a alguna anom alía de tipo
químíco o térm ico de los dientes, pero puede ser producido por el calor
o el frío extremos, o por cam bios poco frecuentes en la química del
diente. El dolor de cabeza se debe a la presión entre el encéfalo y el
cráneo. La sensación varía con la presión arterial y puede llegar a
producirnos la im presión de una banda de m etal que nos ciñe la
cabeza fuertem ente. El dolor de tipo cólico es producido por la disten
sión del intestino que actúa sobre el peritoneo.
El dolor referido, o heterotópico, es aquel que localizam os en una
parte del cuerpo cuando el estímulo actúa en realidad sobre otra.
Generalmente se origina en un órgano interno y se siente en cualquier
lugar de la superficie del cuerpo; por ejem plo, un dolor debido al
corazón que es percibido en el hom bro. Existe otro tipo de m olestias
orgánicas que se suelen considerar com o dolores, pero que se acom
pañan, sin em bargo, de sensaciones sumamente desagradables, com o
la náusea, que puede ser debida a la presencia en el estóm ago de
alimentos de difícil digestión, o a lo m ovim ientos reflejos que se pro
ducen para expulsar dichas sustancias. Basta algunas veces con que
nos im aginem os los alim entos que nos han puesto enferm os con an te
rioridad, o con que recordem os hechos relacionados con la sensación
nauseosa, para que se produzca el vóm ito. Respecto al valor del ele
mento im aginativo que entra en el m areo es difícil conocerlo con
exactitud, ya que en los barcos siempre hay un cierto balanceo, aun
en los días más tranquilos.
V. B ienestar corporal.— Etim ológicam ente, la palabra cenestesia
significa una percepción general de las sensaciones, lo m ism o agrada
bles que desagradables, pero se utiliza corrientem ente en psicología al
hablar del con ju n to de experiencias orgánicas que nos inform an de
la salud del cuerpo. Com o la salud es sólo un medio, y puesto que no
pensamos en ella cuando la tenemos, las sensaciones de bienestar
están norm alm ente en el m argen de la conciencia y sólo se convierten
en el centro del interés si les prestam os atención. Su función es pro
veernos de un fon d o sobre el que proyectar las sensaciones. Sólo en
algunos casos, por ejem plo, después de un partido de tenis seguido de
una ducha, la conciencia del bienestar físico alcanza un alto grado
de intensidad. Llamamos euforia a una sensación de m arcado bien es-
154 Somestesia
tar y energía, pero también se em plea este térm ino para describir un
estado anorm al de bienestar que carece de base fisiológica, en el que
lo natural sería sentirse e n fe r m o ]1.
BrBLIOGRAF'IA AL CAPITULO X
G eldard , F. A.: «Somesthesis», Foundations of Psychology. Edit. Boring,
Langfeld & Weld. New York, Wiley, 1948, Cap. 16.
K ahn, F.: Man in Structure & Function. Trad, por G. R osen, New York.
Knopf, 1943, Vol. II, Caps. 42 y 45.
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Hill, 2.a ed., 1950, Caps. 11-12.
T r o l a n d , L, T,: The Principles of Psychophysiology. New York, Van Nostrand,
1930. Vol. II, Caps. 17-18 y nota G.
tículas olorosas que se alojan alli. Este es el único caso, entre los ó r
ganos de los sentidos en el que una vía nerviosa no interrum pida va
directam ente desde el estím ulo exterior al centro c o r tic a l1.
mí -( í:' Á
íú r m
'mfodo
o
o»
è
!
nagre, y el caldo de carne n o sabe m ejor que una solución salina débil.
Un vaso de lim onada helada en un día de verano resulta delicioso por
varias razones: com bina el sabor ácido, dulce y amargo muy agra
dablem ente, tiene un grato aroma frutal y es suave y refrescante para
la lengua y la garganta.
Tenem os algunas pruebas de que existen cuatro órganos receptores
distintos correspondientes a los cuatro gustos primarios. Ignoram os si
todas las células de un bulbo gusta torio son iguales entre sí o no,
pero es posible que lo sean. Es tam bién probable que todos los bulbos
de una misma papila sean iguales. El h echo de que el gusto se halla
localizado nos llevaría a la misma conclusión. Así, gustamos lo dulce
m ás fácilm ente en la punta de la lengua, por lo que debe haber alli
m ás cantidad de bulbos gusta torios específicos para ese tipo de sen
sación. Igualm ente, los bordes de la lengua son más sensibles a los
sabores de la lengua salados y ácidos, m ientras que la región posterior
percibe m ejor los am argos 9.
m ente: que los llam ados placeres del gusto son en realidad placeres
del olfato, com o lo sabe el que padece un catarro nasal. En algunos
casos, el olfato puede desaparecer totalm ente 12.
BIBUOGRAFIA AL CAPITULO XI
K ahn, F.: Man in Structure & Function. Trad, por G. R o s e n . New York,
Knopf, 1943, Vol. n , Caps, 43-44.
M organ , C. T-, y S tellar , E.: Physiological Psychology. New York, McGraw-
Hill, 2,“ ed., 1950, Cap. 6.
P f a f f m a h , C .: «Taste and S m e ll» , Foundations of Psichology. Edit, por Bo
ring, Langfeld and Weld, New York, Wiley, 1943, Cap. 15.
LA AUDICION
T i \
de los secretos de su enería electro
m agnética.
Para com prender cóm o el sentido
} \ de la audición es estimulado, tom e
\ m os un ejem plo de la ílsiea. Cuando
se golpea un diapasón, el aire alre
dedor suyo es puesto en movim iento.
/ La alteración producida por las osci
laciones del diapasón se conoce por
sonido objetivo. El aire es m edio elás
tico y, por esto, cualquier m ovim iento
\ de sus partículas se transmite a las
demás, y esto sucede hasta que el
diapasón se detiene. No olm os sus
í m ovim ientos finales porque no son
perceptibles por el oido. En el aire
A
r-
a*“v
seco, la velocidad del sonido es de
340 m etros p or segundo, que viene a
Fig. 10.—La oscilación pendular. ser algo más de 12 millas por m inu
to. Un hom bre en un avión a propul
sión puede ir más rápido, asi que si un trueno se produjera detrás
de su aparato, no lo oiria. Veam os otro ejem plo de la física para
aclarar algunos detalles.
Cuando ponem os en m ovim iento un péndulo, vem os que su disco
se balancea siguiendo un trayecto determinado. Supongam os que par
te de un punto fijo A en nuestra figura. Se mueve desde A hasta B
y luego regresa otra vez a A. El arco así descrito es una vibración
com pleta. Si contam os el núm ero de movim ientos de vaivén efectu a
dos durante un segundo, obtenem os la frecuencia de vibración, y si
164 Audición
pa de Eustaquio, que com unica con las fosas nasales. Suele estar
cerrado, pero se abre en el m om ento de la deglución. De este m odo,
el aire que hay en el interior del oído m edio es renovado y se m an
tiene el equilibrio entre la presión del aire, por fuera y por dentro
de la m em brana tim pánica. Cuando se viaja a grandes alturas, se
rompe este equilibrio y aparece una sensación de presión en el tím
pano y, además, disminuye la audición.
m . Oído i n t e r n o .— El oído interno es el más im portante de los
tres, ya que en él se aloja el órgano receptor de la audición. Está
colocado en el hueso tem poral y com prende un sistema de canales
PQfTtO *estibufor
1 G ra y, H.: Anatomy of the Human Body. Phila, Lea and Febiger, 22 edi
ción, revisada por W. H. L e w is , 1930, pp. 1022-52.
Estimulación auditiva 167
miten a la cám ara iníerior a través del líquido de la cám ara media,
para com pletar los datos anteriores diremos que al hundirse hacia
dentro la m em brana de la ventana oval, se produce un abultam iento
hacia fuera de la m em brana de la ventana redonda. Esto es sim ple
mente debido a una ley de la presión: si hundim os la superficie de
un balón de goma en un punto, se producirá un abultam iento en otra
zona de él.
Lo más im portante en toda esta explicación es la oscilación hacia
delante y hacia atrás de la m em brana basilar al ponerse en m ovi
m iento el líquido de la cám ara intermedia, puesto que el órgano de
C o r t i es estim ulado de este m odo precisamente. Para llegar al área
de la estim ulación vemos que el cam ino no es tan directo com o en
n atu ra!
F i g , 1 3 . —Producción
de los tonos par
ciales y su correspondencia con las
octavas superiores,
dría con uno solo de los palos. Pero esta teoría tam bién acepta la
idea de una distribución de las frecuencias a lo largo de la membrana,
basilar, y así conserva lo que considera m ejor, tanto la teoría de
H e l m h o l t z com o de la de R u t h e r f o r d
LA VISION
o +
blanco
negro
Fie. 15.—El cono de color. (Cortesía de D. Van
Nostrand, Company Inc.)
por el verde azulado brillante hasta hacerse azul del todo, volviendo
luego al n aran ja y al am arillo verdoso, y así sucesivamente.
Es extraordinario pensar cuántas cosas de las que estamos muy
acostum brados pueden explicarse com o imágenes consecutivas. La
cola de una cerilla que se hace girar en la oscuridad, o la línea lumi
nosa que vem os en el cielo al pasar un meteoro, por ejem plo. El caso
m ás claro de todos es quizás la im agen en m ovim iento que aparece
en el cine cuando obtenem os la im presión de una sensación ininte
rrum pida no porque veam os la partícula com o si estuviese en m ovi
m iento, sino porque la sensación de una fotografía no ha desaparecido
aún cuando surge la siguiente.
III. C o n t r a s t e c r o m á t i c o .—Otro efecto bastante conocido de la
estim ulación de la retina es el contraste crom ático. Aparece cuando
dos colores son vistos ju n tos o en sucesión muy rápida. En el primer
caso, los dos colores que tienen que compararse se hallan colocados
en el m ism o plano. Los bordes tom an entonces un color intermedio, o
si son opuestos, tienden a com plem entarse. Un ejem plo es el cambio
de matiz que se produce en los polvos cuando éstos se extienden sobre
la piel. En el segundo caso, la im agen consecutiva de un color es
superpuesta en parte al fon do del otro. Así, si una persona perm anece
en una habitación roja brillante el tiem po suficiente para acomodarse
a la luz y luego pasa a otra am arilla brillante, ve las paredes no de
este color, sino color naranja. De hecho, el efecto es el mismo que si el
ro jo y el am arillo se hiciesen girar juntos en una rueda hasta que se
viese el color n a r a n ja 6.
IV. C e g u e r a c r o m á t i c a .— SI les asignamos la tarea de colocar ju n
tos, trocitos de telas de diferentes colores, hallam os que ciertos indi
viduos colocan los grises al lado de los verdes, por lo que se supone
que no tienen noción del verde com o tal. Si continuam os la prueba, se
pueden revelar toda clase de alteraciones. Es corriente distinguir tres
clases de anom alías oculares en las que hallam os dificultad en la
iden tificación de colores. La prim era, que se encuentra en un cuatro
por ciento de los varones, es la ceguera al rojo y al verde. El que
padece este defecto n o percibe ni el color ro jo ni el verde, aunque si
es capaz de distinguir los am arillos, los azules y los tonos grises. El
segundo defecto es muy p oco corriente. Es la ceguera al amarillo y al
azul y para el que lo padezca sólo son apreciables los rojos, los verdes
y los grises. Finalm ente, en la ceguera crom ática total no existe n in
guna sensación de color, sólo blancos, grises y negros, tal com o en una
fotog rafía corriente
El h ech o de que una persona padezca ceguera crom ática no le
im pide saber dar los nom bres adecuados a los colores. De esta for
m a puede aprender a asociar un tipo particular de sensación visual
con el color que no puede ver. Por ejem plo, puede asociar el tamaño,
a S. T., p. I, q. 78, a. 4.
a D. P. A., c. 4. Aquí la teoria de A chino se halla resumida del siguiente
modo: «El sentido común es la potencia de la que se derivan todos los de
más sentidos, a la cual dirigen éstos sus impresiones, y en la que son inte
grados.» «Esto concuerda de un modo sustancial con lo que afirma A r i s
tó tele s fSobre el dormir y el despertar, c. 2). Todo sentido (externo) posee
algo propio y algo común; propio, como la visión es propia de la vista, la
audición del oído, etc., y común, ya que todos los sentidos externos se rela
cionan con el sentido común por medio del cual la persona percibe que oye
o que ve, ya que no por medio de la vista en última instancia vemos ni
por medio del tacto o de la vista nos damos cuenta de que lo dulce es dis
tinto que lo blanco. Esto se lleva a cabo por medio de una facultad que
posee un nexo común con todos los órganos sensoriales.»
Ver también: S. T., p. I, q. 78, a. 4, r. a. obj. 2.
Naturaleza psicosomàtica 189
espacio. Es más bien la medida de los m ovim ientos de los cuerpos que
efectú an dichos cam bios lo c a le s 14.
20 S. T„ p. I, q. 78, a. 4, r. a. obj. 2.
200 Sentido común y percepción
No existe dificultad para apreciar que tanto los arcos de la derecha, que
se alejan en la perspectiva, com o los del fondo, son del m ismo tam año.
Mídase sobre el grabado la altura reproducida del orco más próximo y
podré observarse que aparece cuatro veces m ayor que el más alejado
{tamaños de perspectiva).
T
Adviértase que la parte vista com o figura
tiende a parecer com o ligeramente en re
lieve respecto al fondo, aun cuando se
sepa que está impresa sobre la superfi
cie de la página.
Particularidades de la percepción 20T
damos a algunos de los elem entos la misma form a o color, esto nos,
hace tender a agruparlos por su sem ejanza. El tercero es la continui
dad, que puede ser hallada dentro de un conju nto inform e de ele
mentos y que nos proporciona un criterio para su ordenación. Muchos
rompecabezas han sido construidos de este modo. Un cuarto factor
es la inclusividad, que proporciona una ventaja a unos elementos
sobre los otros, de m odo que los que no encajan dentro del esquema
preform ado, son sim plemente rechazados. El quinto factor es la fami
liaridad, según el cual las cosas más conocidas tienen preferencia
sobre las menos frecuentes. Esto sucede, por ejem plo, cuando vemos
un perfil hum ano en una confusión de lineas o en una masa inform e
de nubes. El sexto fa cto r es la expectativa , que nos predispone de
antem ano a ver ciertos objetos en los estímulos presentados. Si se
nos dice, por ejem plo, que en el dibujo del rom pecabezas aparece la
figura de una bruja, nos es m ucho más fácil verla que si se nos ordena
simplemente observar lo que vemos. Un séptimo factor que W ood-
w orth no m enciona, pero que nos surgieren las leyes de la asociación
de A ristó te les, es el contraste, en el que el nexo de unión de los
elementos es precisam ente la diferencia que hallam os entre ellos. De
este m odo, una asociación frecuente es la del blanco y negro, o del
rojo y verde, o azul y am arillo, no porque se parezcan, sino precisa
mente por ser distintos. El últim o fa ctor que m enciona W oodworth
es nuestra tendencia a la percepción de las cosas como un conjunto.
Este factor resume a los demás en cierto m odo, pero se le ha consi
derado aisladam ente a causa de que proporciona una ventaja espe
cial a las partes que se perciben com o elementos de un con ju n to
integrado 21. Para term inar, hem os de decir que esta lista de factores
no es exhaustiva en m odo alguno, ya que las posibilidades de asocia
ción son extrem adam ente ricas. T am poco pretende explicar todas las
particularidades de la percepción, ya que cada hom bre percibe las
cosas de un cierto m odo y por unas razones personales, de m odo que
serla necesario establecer una ley para cada caso particular.
n. I lu sio it e s . .— La am bigüedad en la percepción significa que
existen dos m odos de ver una misma cosa y que am bos pueden ser
ciertos. La figura del vaso griego, por ejem plo, puede tam bién ser
interpretada com o dos caras vistas de perfil. La ilusión, en cam bio,
es un m odo único de interpretar los datos de los sentidos, pero de una
form a falsa. Podem os definirla com o un m odo equivocado de enjuiciar
ciertos elem entos sensoriales en determ inado terreno perceptivo. La
mayoría de los errores de este tipo provienen de sensaciones visuales.
Tenemos un ejem plo en el caso del som brero de copa. Juzgando
solamente por la apariencia, diríam os que la altura de su copa es
m ucho m ayor que el ancho de su ala. Esto se debe a que la parte
vertical del som brero se halla colocada en ángulo recto en el m edio
de la horizontal. Verem os esto claram ente si dibujam os dos trazos de
altura, luortesia üe
D. Van Nostrand Co.,
Inc.) F tg. 23,—Ilusión de contraste.
22 B r o w n , W .: Op. cít., pp. 230-34; Dimmick: Op. cit„ pp. 305-06; Luc-
khesch, M.: Visual Illusions. N. Y. Van Nostrand, 1922, c. 4-8; W oodw orth .
R. S. and M arquis. D, G. Psychology. N. Y. Holt. 5.a edición, 1949, pp. 429-35.
Particularidades de la percepción 203
discusión para los psicólogos desde hace tiempo. El hecho es que los
estímulos nos proporcionan datos falsos y nada podem os hacer en
contra de esto más que probar su error por m edio de las mediciones.
La segunda posible fuente de error proviene de los órganos de los
sentidos. La causa puede ser un trastorno de tipo funcional o un
defecto físico. Es fá cil com probar cóm o la sordera, los defectos de la
refracción ocular, el daltonism o o simplemente la fatiga o el nervo
sismo, pueden ser causa de una percepción defectuosa. En estos casos
IMAGINACION
gida por el
sentido com ún, antes de que pueda iniciarse el proceso
im aginativo. Luego debe existir la reten ción de los efectos de la sen
sación y la percepción, en un nivel inconsciente, a esto se refiere
Aquino cuando com para la im aginación con un alm acén de impre
siones provenientes de los sentidos externos.
* C. D. A., L. in , Lee. 5 y 6.
3 S an t o T om ás sólo conocía la anatomía del cerebro grosso modo como
un órgano terminal de los impulsos nerviosos. Desconocía la localización
de los centros corticales, tal como se conoce en la actualidad. El localiza,
por ejemplo, el centro de la imaginación en un área cortical «posterior al
órgano del sentido común, donde la sustancia nerviosa es menos húmeda».
Según esta teoría, el grado menor de humedad explica el poder retentivo de
esta zona. Ver: D. P. A., c. 4.
* T roland , l . T . : The Principies of Psychophysiology. N . Y. Van N o s tr a n d ,
1932, Vol. III, pp. 15-50.
hnagen y percepción 209
más nos dice, debe referirse siempre, aun. en los momentos de máxima,
abstracción, a las humildes funciones de la im a g in a ción 1B.
b ib l io g r a f i a a l CAPITOLO XV
MEMORIA
noce que se produce un cam bio «totalm ente distinto a lo que se había
visto hasta ese m om ento, y totalm ente inexplicable para nosotros».
Lo que sucede— continúa— es que estamos demasiado acostum brados a
los m ilagros de la con cien cia para que nos sorprendan sus elementos
no biológicos. En vez de sentirnos m aravillados por la labor de los
sentidos, sólo nos sorprendemos ligeram en te5 Esto lo dice uno de
los más grandes filósofos de nuestro tiempo.
Por otra parte, n o debem os olvidar que ia m em oria depende bási
camente del cerebro, prim ero desde un punto de vista estructural, a
través de la presencia de huellas o configuraciones corticales que
determ inan la naturaleza del registro de la memoria, y en segundo
lugar, funcionalm ente, a través de la repetición de la actividad
neuronal que acom paña a la impresión de dichos registros. Ambas
condiciones son absolutam ente necesarias para que sea posible la
restauración de cualquier hecho del pasado <\
* D. M. R., lect. 5,
9 M ö l l e r . G. E., y P il z e c k e r , A.: Experimentelle Beiträge zur Lehre von-
Gedächtniss. Zeitschrift für Psychologie, 1900, E r g b d . 1.
Aprendizaje 22í
Dias
F i g . 27.— C u r v a d e r e t e n c M n
d e EE3INGBAUS.
estudiamos, por ejem plo, los libros que utilizamos, la atm ósfera crea
da por el profesor por m edio de su mirada, su tono de voz, sus gestos,
su manera de explicar, etc. El segundo es interno e incluye cierto
estado de salud, de descanso y fatiga, la postura, el apetito, las sen
saciones de extrañeza o fam iliaridad con el ambiente, etc.
Es así que durante todo el proceso del aprendizaje el estudiante
va form ando inconscientem ente poderosas asociaciones entre las im á
genes que intenta retener y los elem entos de fon d o que acabam os
de m encionar. Tan cierto es esto que, si m odificam os algunos de estos
rasgos concom itantes, a veces puede llegar a hacerse im posible la
evocación. Un alum no, por ejem plo, puede experimentar una verda
dera dificultad en recordar, si sus exámenes se efectúan fuera de su
clase. Y aun al profesor le sucede que recuerda con más facilidad
las cosas cuando trabaja en su ambiente habitual, en su estudio, por
ejem plo, y ante su escritorio y los libros que han llegado a form ar
parte de su personalidad. La influencia del am biente puede llegar a
ser tan fuerte que cam biarla o hacerla desaparecer puede interferir
en todos su sistema de conocim ientos. R ecuerdo el caso de un am e
ricano que vivió varios años en China y llegó a aprender correcta
mente el idioma. Al regresar a su patria su habilidad fue dism inu
yendo con gran rapidez hasta que le fue imposible recordar los ca
racteres más simples, pero al volver nuevamente a China y al ponerse
en con tacto otra vez con el am biente en el que había aprendido la
lengua, recuperó su m aestría de m andarín en poquísim o tiempo. Tal
vez m uchos de nosotros podam os recordar hechos p a recid os21.
A quxno , St. T.: Suma teologica. Parte I, q. 78, art. 4; Parte II-III, q. 49,
articulo 1.
A r is t ó t e l e s : De Memoria et reminiscentia (2 Caps.).
B ar tlett , F. C.: Remembering. London, Cambridge University Presa, 1932.
C a r e , H. A.; Psychology. New York, Longmans, Green, 1925, Caps. 10-11.
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1 Physica, L. II, c. 8.
s S. T„ p. I, q. 78, a. 4; D. A., a. 13; D. P. A., c. 4.
234 Sentido estimativo e instinto
en este caso que dicha cualidad no pueda ser percibida, sino que no
puede serlo por ningún sentido más que por el estimativo. El o jo del
eiervo, por ejem plo, puede ver al león, su oído puede percibir el rugido,
su nariz puede captar su olor, pero no existe nada de estas percep
ciones provenientes de los sentidos externos que le señale el peligro.
Este es el papel de otro sentido, superior a los anteriores: el estim a
tivo. Vemos que ni la im aginación ni la m em oria tienen que ver con
este proceso, aunque esta últim a puede conservar la experiencia de
situaciones anteriores de peligro. Cuando un gato ha sido cazado por
un perro, parece no olvidarlo, y cuando a un perro le castiga su amo
tam poco lo olvida con facilidad. Basándose en el hecho de que el
sentido estim ativo reconoce elem entos de la experiencia que ningún
otro sentido es capaz de captar, S a n t o T o m á s lo eleva a una categoría
superior. Más aún, dado su alto valor biológico, lo considera el sen
tido más elevado del animal.
II. E l s e n t i d o e s t i m a t i v o e n e l h o m b r e .— En el hom bre, el sentido
estim ativo está relacionado tan íntim am ente con la m ente, que toma
de ella la com prensión y la facultad de em itir juicios. Por eso S a n t o
T o m á s lo denom ina sentido cogitativo. Esto no im plica necesariam en
te que sea capaz de pensar o de penetrar en la naturaleza de su objeto,
ya que en ese caso la igualaríam os a la razón, y ningún sentido, por
muy p erfecto que sea, puede aspirar a esto. Sin embargo, trabaja de
un m odo parecido al de la com prensión. De hecho, aun en los mis
m os anim ales la prudencia natural con la que efectúan sus actos ins
tintivos es tan sorprendente que podem os llegar a confundirla con la
inteligencia. Con más razón, pues, hallam os en el poder estimativo
del hom bre ciertos rasgos de inteligencia. Llevando la com paración
establecida por A q u in o un poco más lejos: el animal reconoce lo útil
o lo nocivo por m edio de sus instinto natural. El hombre, en cambio,
conoce esto m ismo de un m odo más perfecto, haciendo que su inte
ligencia asuma la situación biológica y perm itiendo que el sentido
estim ativo actúe com o si fuera una facultad inteligente. La tarea de
la m ente, por supuesto, es la de captar las relaciones abstractas que
existen entre los objetos, Al sentido estim ativo no le es dado hacer
esto, pero es capaz de captar las relaciones concretas de un modo
casi racional 3.
* S. T„ p. II-II, q. 95, a. 7.
s M c D o u g a l l , W .: An Introduction to Social Psychology. Boston, Luce.
Edición revisada, 1926, p. 30.
* S. T., p. I, «. 78, a. 4.
236 Sentido estimativo e instinto
instinto del anim al, una form a de conocim iento independiente de la.
experiencia, pero que se halla presente en el anim al en las circuns
tancias en que sea necesario.
El elem en to em ocional del instinto es una especie de garantía,
natural de que los propósitos del instinto serán realizados. No le ser
viría de nada al cordero si su con ciencia del peligro, despertada por
la proxim idad del lobo, no le procurase una intensa em oción de te
mor. Esto m ismo sucede en el caso del hambre, del deseo sexual o de
la necesidad de am paro y protección. Podríam os decir, con razón, que
toda actividad instintiva es im pulsada por una emoción. Al pájaro
puede no agradarle el lodo de donde extrae las pajas para su nido,,
pero el interés por construirlo y tener un lugar donde acom odar a
sus crías pesa más sobre él.
La conducta m otora com pleta la estructura de las tendencias ins
tintivas. Por m edio de ella, el anim al es capaz de cum plir el pro
pósito básico de su naturaleza, utilizando m odos distintos según la
con form ación de su aparato m otor: ya sea corriendo, arrastrándose,,
nadando, volando o m ediante cualquier otro tipo de movimientos.
De este m odo, el anim al da expresión externa a su conocim iento y a
la fuerza de sus em ociones, adaptando a cada instante su actuación
a las necesidades reales, ya sean m om entáneas o de previsión para el-,
fu tu r o 7.
II. E l k m e n t o s o m á t i c o .— En su aspecto orgánico, el instinto está
relacionado íntim am ente con el conocim iento y la m aduración del
sistema nervioso. Tanto el sentido estimativo, que es la fuente del
conocim iento, com o el apetito sensible que da lugar a la emoción,
com o la respuesta m otora, dependen del sistema nervioso de un modo
u otro. Desde el punto de vista fisiológico, pues, el instinto es incon
cebible sin una base de tipo cortical, de igual m odo que desde el
punto de vista psicológico no es posible el pensam iento separado de
la conciencia. De hecho, si suprimimos estos dos factores— corteza
cerebral y con cien cia— es imposible establecer una distinción entre
instinto y reflejo. Como M c D o u g a l l sostiene, éste es uno de los fallos
de la escuela behaviorista, cuyos seguidores excluyen la conciencia
de su explicación del in stin to 8.
* C. G., 1, n i, C. 82.
!0 S. T., pp. I-II, 13, a. 2, r. a obj. 3; también q. 11, a. 2.
238 Sentido estimativo e instinto
todos los pasajes, pero castigándola cuando utiliza unos y prem ián
d ola cuando utiliza otros, podem os modificar su conducta m oto
ra de tal m odo que las respuestas al impulso de explorar se convierten
en respuestas al impulso del hambre. En el segundo caso, podemos
utilizar nuestros propios im pulsos afectivos. En nuestra infancia, te
nem os escaso control de nuestros sentim ientos de temor, de ira o de
insociabilidad, pero a m edida que crecem os aprendem os las razones
<jue tenem os para m odificar nuestra conducta y el modo de hacerlo,
de tal form a que llegam os a poder burlarnos de lo que nos atemoriza
o a sonreír cuando estam os de mal hum or, o a producir la impresión
•de que nos encontram os muy bien cuando en realidad estamos suma
m ente deprim idos 13.
Aqdiso, St. T.: Suma teologica. Parte I, q. 78, art. 4, y q. 83, art. 1.
— Contra Gentiles. Libro II, Cap. 66.
A r is t ó t e l e s : Physica. Libro n , Cap. 8.
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1925, Cap. 5.
inm ediato de su com portam iento em ocional viene dado por el con o
cim iento de tipo intelectual de los objetos que despiertan sus apetitos,
pero son las imágenes del sentido cogitativo los factores que influyen
de un m odo directo sobre la génesis de la emoción.
B. Causa form al.— Una vez que hem os percibido las cualidades
positivas o negativas de un objeto, el apetito entra en acción. La
dirección del apetito depende de nuestra valoración previa del objeto.
Sí lo percibim os com o útil, el im pulso del apetito es posesivo, y hay
un m ovim iento de aproxim ación; si, por el contrario, vemos que el
objeto es perjudicial para nosotros, la tendencia del apetito es a
protegerse por m edio de un m ovim iento de huida. Estos actos, tanto
en la em oción com o en el sentim iento, van acom pañados de una sen
sación de agrado o desagrado, que aumenta la intensidad de la
urgencia que posee el apetito.
C. Causa m aterial.—'Para S a n t o T o m á s , los cam bios corporales
también pertenecen a la esencia de la emoción. Estos com prenden
tanto la descarga de la energía nerviosa com o m odificaciones de orden
fisiológico en los diversos sistemas 9. La investigación h a demostrado
que estos cam bios orgánicos son muy profundos y que producen, por
ejem plo, la aceleración del ritm o circulatorio, del respiratorio, el
alim ento de la secreción glandular, la parálisis de los músculos v o
luntarios, la dism inución del peristaltismo, así com o excitación n er
viosa, sudor ación, indigestiones, ete., según la naturaleza de las em o
ciones. Estas m odificaciones pueden presentarse con independencia
del factor em otivo, pero lo que no debemos olvidar es que la em oción
va siempre acom pañada de este correlato fisiológico.
D. Causa fin al.—Lo que hem os afirm ado sobre el valor b iológico
de los sentim ientos es válido tam bién para las emociones. Como p o
tencias pertenecientes tanto al cuerpo com o al alma, nos ponen en
eom unicación con nuestro ambiente circundante y su finalidad es el
desarrollo y la conservación de nuestro bienestar físico. Por ser ade
más fuentes de nuestros actos externos y ser guiadas por la razón,
pueden utili 2arse en la form ación del carácter.
5. ESTUDIOS EXPERIMENTALES.— G r e g o r y S c h r a m m h a a i s l a d o
v a r io s f a c t o r e s d e la c la s if ic a c ió n q u e a c a b a m o s d e m e n c io n a r y h a
d e m o s t r a d o c ó m o h a n s id o c o n fir m a d o s p o r m e d io d e la in v e s t ig a c ió n
c i e n t í f i c a 12.
I. E s t í m u l o s f a v o r a b l e s y d e s f a v o r a b l e s .— El biólogo H e r b e r t J e n -
efectu ó un estudio especial sobre las reacciones de la Euglena
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252 Vida emocional
las ratas utilizaban regularm ente las puertas que requerían un m íni
mo esfuerzo para abrirse ,H.
V. F a c t o r e s d e t r a n q u i l i d a d y d e e m e r g e n c i a .—Las situaciones
calculadas para producir em ociones tranquilas fueron estudiadas por
C h a r l e s K i m m i n s en su análisis de los ensueños infantiles Com probó
que dichas fantasías se nutrían de deseos que abarcaban varios tipos
de intereses, tales com o los alim entos, el hogar, las amistades, in te
reses para el futuro, etc. Intim am ente unidos a fantasías de este tipo
están las form as de juego con representación en las que el niño
actúa, por ejem plo, de soldado con sus juguetes o de dueña de casa
con sus m uñecas 21.
J o h n W a t s o n efectuó varias experiencias en situaciones de em er
gencia cuando los m ovim ientos del niño fueron obstaculizados seria
mente. Las respuestas fueron perfectam ente claras; por ejem plo, si
se im pedía la libre actividad del cuerpo presionando am bos lados con
masas de algodón, se provocaba una m arcada tensión o rigidez del
cuerpo, sacudidas de brazos y piernas y gritos vehementes. Las res
puestas continuaron m anifestándose hasta que el factor que las p ro
ducía fue retira d o 22.
18 T s’a i, L. S .: China National Research Monogravhs. Peiping, 1932, 1.
15 H o l d e n , F.: A Study of the Effect of Starvation upon Behavior by
Means of the Obstruction Method. Columbla University, 1926.
20 M a r s t o n , L. R . : University of Iowa Studies in Child Welfare. lowa
City, 1925, 3. núm. 3, pp. 50-57.
K i m m i n s , C. W.: Chüdren's Dreams. London. Longmans Green, 1920.
** W a t so n , J. B . : Psychology from the Standpoint of a Behaviorist, P h lla .
Lippincott, 2.“ edición, 1924, pp. 220-21.
254 Vida emocional
31 S. T., pp.
BRENNAN, 17
I-n, q. 77, a. 6.
258 Vida emocional
CAPITULO XIX
1 S. T„ p. I, q. 97, a. 3.
3 C, G., L. V, c. 11. Ver también L I, c. 97 y 98.
262 Vida sensitiva
* C. G., L. n, e. 82.
Bibliografia 265
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Washbourne, 1934, Vol. I. Parte II, Caps. 7-10. Ed. esp. Morata, Ma
drid, 1964.
le perm ite unir todos los niveles vitales y rellenar los huecos que van
quedando, de m odo que no se pierda su regularidad. S a n t o T o m á s , en
su form ulación del principio de continuidad, dice así: «La naturaleza
de orden superior se relaciona en sus grados menos elevados con
los más elevados de la naturaleza inferior» 3. Esto significa, con toda
seguridad, que los seres vivos se hallan divididos en diversos órdenes
y que cada uno está en íntim a relación con el otro, Pero éste es un
hecho tan evidente que es posible que S a n t o T o m á s le diese un sentido
más dinám ico y de m ayor profundidad a su principio. La vida pre
senta un desarrollo progresivo y la expresión de este hecho en el prin
cipio de continuidad puede abarcar no sólo ía continuidad en sí mis
ma, sino tam bién la actividad interna de los órganos y potencias por
m edio de las cuales una form a de vida tiende a relacionarse estrecha
mente con otra. D icha actividad im plicaría estas dos cosas al menos:
en prim er lugar, un desarrollo más perfecto de los cuerpos, y en segun
do lugar, un uso más am plio y más perfecto de sus facultades. S a n t o
T o m á s sólo exigiría del evolucionism o el que éste partiese de la vida
ya creada y que mantuviese la diferencia esencial entre la planta y el
anim al y entre el animal y el hombre.
II. E l p r i n c i p i o d e l a p r o p o r c i ó n c a u s a l .— Como fon do a su mane
ra de tratar el problem a de la creación, S a n t o T o m á s emplea otra fó r
mula básica, que, com o la anterior, puede citarse tam bién a favor de la
hipótesis evolucionista. Expresada brevemente, d ice así: «La potencia
de una causa es proporcional al núm ero de efectos que pueden produ
cirse por medio de ella» 4. Aplicando este principio al problem a de la
creación, se deduce que los acontecim ientos particulares del universo
n o necesitan en cada caso de la intervención particular del Creador.
Por el contrario, puesto que Él es un ser infinitam ente poderoso, puede
conseguir los efectos deseados utilizando simplemente causas secun
darias, com o las leyes naturales. De este m odo, por ejem plo, ha sido
com o la m ateria prim itiva se h a transform ado hasta alcanzar su fo r
ma actual y se ha llevado a cabo la aparición de la vida y el desarrollo,
a partir de ella, de los anim ales y plantas hasta su estado presente de
perfección.
13 M e n g e , E. J .: O p . c it ., p p , 4 0 8 -1 0 ; W a s m a n n : O p . c it ., p p . 4 52-53.
BRENNAN, 18
274 Origen y destino de la vida animal
III. T e o r í a d e B u f f o n - S a i n t H i l a i r e . — La teoría de B u f f o n - S a i n t
postula la acción directa del am biente favorable o desfavo
H ila ir e
rable al organism o, con consecuencias indirectas sobre las células
germinales. La observación y la experim entación modernas se han
dedicado en gran extensión a la tarea de determ inar, lo más exacta
m ente posible, la influencia del m edio fisicoquim ico sobre la materia
viva. La alim entación y el clim a se consideran factores decisivos en
la transform ación, pero es más bien la reacción del tejido germinal
a estos agentes naturales, las posibles m utaciones y su herencia, lo
que constituye el tem a de interés del científico. Hasta donde nos es
posible com probar, el principio de la acción directa del am biente fa
vorable o desfavorablem ente se lim ita a la m odificación de los ór
ganos existentes más que al desarrollo de otros nuevos, y aun este
papel m odificador es lim itado. Queda claro, sin em bargo, que este
tipo de cam bios está muy lejos de producir los requerimientos nece
sarios para la form ación de nuevas esp ecies19.
IV. T e o r ía v i t a l i s t a .— A pesar de todas las investigaciones efec
tuadas hasta el m om ento, está claro que falta todavía algún elemento
esencial en la teoría de la evolución. Sin embargo, cuanto más se
profundiza en el problem a m ayor se hace la convicción de nuestra
ignorancia respecto a él. Y es por esta razón por la que el hombre
de ciencia está considerando otra vez la posible presencia de un
fa cto r vital que le ayude a llenar los huecos y com pletar el cuadro
de la evolución gradual de las especies. Después de años de investi
gación intensiva, autoridades em inentes, com o H e n r y O s b q r n , se
muestran propicias a adm itir la necesidad de dicho factor para expli
car la evolución; éste dice así: «Aunque m anteniendo enérgicamente
que la entelequia de A r i s t ó t e l e s y sus continuadores es una suposi
ción teórica, n o debemos, de ningún m odo, excluir la posibilidad de
que se demuestre por m edio de observaciones o inducciones ulteriores
que en la vida existe algo del tipo de un principio interno perfec
tible» 20.
En relación con esto, no es difícil señalar que la única clase de
vitalism o que cuadra satisfactoriam ente con todos los hechos de
inducción es la propuesta por A r i s t ó t e l e s y desarrollada más tarde
por S a n t o T o m á s . Este problem a ya ha sido exam inado en su totali
dad en la sección correspondiente a la filosofía del organismo. Repi
tiendo lo expuesto allí, direm os que la vida es fundam entalm ente un
asunto de inm anencia, de m odo que una evolución de la vida sig
nificaría, en últim a instancia, una expansión de las propiedades in
trínsecas del organism o. Para conseguir dicho efecto es necesario
suponer una interacción arm oniosa entre el principio aním ico o vital,
por un lado, y las leyes secundarias de la naturaleza, por el otro. Para
tener una visión del problem a en su perspectiva adecuada, pues,
debem os recordar que el rasgo esencial del proceso evolutivo es su
Podríam os enum erar otros rasgos aún, pero lo que tiene interés
señalar es que una com paración de este tipo nunca se podrá estable
cer de un m odo absoluto, puesto que la estructura y el funciona
m iento del organism o hum ano sólo puede explicarse a través de sus
facultades racionales, que lo separarán siempre del animal, a pesar
de su posible sem ejanza a n a tó m ica 22.
II. E m b r i o l o g ì a t f i s i o l o g í a .— Aparentemente, el em brión de la
especie hum ana no se diferencia del de otros animales que se
desarrollan en el seno m aterno. Según E r n e s t H a e c k e l , lo que acon
tece durante el período fetal es sim plem ente un recuento o una rápida
repetición de los sucesos más im portantes de la historia biológica de
la especie. Esto fue form ulado en la conocida ley de la ontogénesis,
y m ientras se discutía su validez han sido descubiertos otros hechos
que la transform an en una generalización de tipo científico. Por
ejem plo, uno de los argum entos era la existencia de bolsas branquia
les en el em brión hum ano, en las que basaba H a e c k e l el paso del
hom bre actual por una fase de pez durante su evolución. Pero, según
opinión de otros científicos, dichas bolsas, aunque parecidas a las
estructuras branquiales, son de estructura y fu n ción faríngea, en
cuyo caso el ejem plo carece de validez.
Sin embargo, la presencia de dientes fetales en la ballena, como
ya hem os señalado, representa una auténtica recapitulación filoge
nètica, por lo que parece que la opinión sustentada por H a e c k e l posee
ciertos fundam entos. Sin em bargo, la ciencia no ha podido aún esta
blecer la veracidad de este hecho en el caso del hombre.
Hemos descrito tam bién dentro de este mismo capitulo las pruebas
efectuadas con suero sanguíneo, que parecen indicar la existencia de
un parentesco fisiológico entre el hom bre y los primates. El sentido
final de estas pruebas, sin em bargo, debe decidirse a la luz de otros
estudios ajenos a los com parativos; por ejem plo, a los de la inves
tigación directa de los especialistas en G e n é tica 23.
III. O r g a n o s r u d i m e n t a r i o s — Se ha dado muchísima importancia
a ciertas partes vestigiales del cuerpo hum ano, que, según se supone,
han perdido su valor funcional por el desuso. Pero, com o sabe el bió
logo, en m uchas estructuras que se consideraron inútiles se ha de
3!l D. P . G., q.
3, a. 11, r. a obj. 7, Ver también referencias a la s doctrinas
al ftn a l del c. 6 de este libro. También: P h il l ip s , R . P .:
d e S a n t o T om ás
Modern Thomístic Philosophy. London: Burns Oates and Washbourne, Vol. I,
pp. 207-10, Ed. esp. Morata, Madrid, 1964.
” C. G.t L. II, c. 82.
*6 C. G., L. m , c. 81.
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LIBRO TERCERO
VI DA I N T E L E C T U A L
SECCION L— LA CIENCIA DE LA VIDA INTELECTUAL
CAPITULO XXI
LA MENTE HUMANA
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Proceso conceptual 29T
Una teoría com o ésta evita dos extrem os: primero, el de suponer
que nuestro conocim iento sea un com plejo de sensaciones e im áge
nes, y segundo, el de explicar nuestros procesos mentales sin re fe
rencia alguna a las funciones sensoriales. Lo prim ero representa la
tradición de D e m ó c r i t o en la psicología, y lo segundo, la postura de
P l a t ó n . N o es necesario casi aclarar que las enseñanzas de S a n t o
T o m á s se derivan de la psicología de A r i s t ó t e l e s .
BIBLIOGRAFIA AL CAPITULO X II
Attimo, St. T.: Suma Teològica. Parte I, q. 79, arts. 2 y 3; q. 84, art. 7;
q. 35, arts. 1 y SL
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Wash bourne, 1934, VoL I, Parte n , Cap. 12. (Ed. esp. Morata, Madrid,
1964.)
alguna com paración entre ellos para determ inar sus sem ejanzas y
diferencias. Los hallazgos constituyen en este caso las relaciones
entre tales objetos. Es de este m odo com o descubrim os las propieda
des com unes al hom bre y la bestia, juzgándolos entonces a ambos
com o animales, o bien pensamos en las propiedades características
del hom bre, juzgándolo entonces com o un animal racional. Algunas
veces, la relación se establece entre distintas cualidades de un m is
mo objeto, com o en el caso ya citado, en el que la mente establece
un nexo entre la naturaleza hum ana y el color, al deeir: «el hombre
es blanco».
No debem os pensar, sin embargo, que cada vez que dos o más
hechos separados se presentan a consideración, la mente los coloque
inm ediatam ente uno al lado del otro para hacer patentes sus cuali
dades características. Al contrario, se ha dem ostrado que podem os
no responder ante datos com parables. Por ejem plo, dos triángulos
iguales pueden ser presentados en un cam po visual ju n to con otras
figuras, sin que reconozcam os su sem ejanza. Esto nos suele suceder,
ya que la adquisición de nuevos puntos de vista o la profundización
en los ya conocidos es cuestión de ver las conexiones que no había
mos pensado antes que pudiesen existir. De un m odo u otro, la c a
racterística fundam ental del ju icio es su consciencia intelectual de
las relaciones, consciencia a la que sólo se llega mediante la abs
tracción. El mero conocim iento de que los objetos se relacionan entre
sí no es suficiente, puesto que aun el anim al es capaz de captar esto,
para que exista un verdadero ju icio, la relación ha de ser concebida
y debem os reconocerla com o diferente de los conceptos individuales
que se relacionan entre sí. Así, por ejem plo, el concepto de hom bre
es una cosa y el de blanco es otra. La esencia del ju icio está en el
acto de acoplar m entalm ente dos ideas p or m edio del térm ino «es»,
que es tam bién otro concepto igual que los anteriores.
Aún más sorprendente es la proposición com parativa. Si decimos,
p or ejem plo, que «una m ontaña es mayor que una topera», un nuevo
elem ento, la noción m ayor que, se añade a los conceptos de montaña
y topera, y este nuevo fa ctor es una creación puramente mental, algo
que, según S a n t o T o m á s , «no puede hallarse fuera de la mentes ®.
Debemos considerarlo más bien com o un desenvolvim iento de con te
nidos mentales preexistentes, y representa una extensión ulterior de
nuestra capacidad innata de contem plar la realidad en su aspecto
universal. Resum iendo, pues, el proceso del ju icio constituye en el
fon do la unión del sujeto con el predicado, y la operación se co m
pleta en cuanto expresamos esta relación conscientem ente. La adi
ción de palabras, m iradas o gestos no añade realm ente nada a la es
tructura interna del juicio, puesto que éstos son sólo los signos sen
sibles de algo que ya ha sido efectuado m entalm ente, pudiendo com
pararlos con el eco de una v o z 9.
10 De Anima, L. n , c. 5.
11 C. D. A., L. II, lect. 12.
« S. T., p. I. q. 83, a. 1.
C. G„ L. IV, c. 11.
Estudios experimentales 307
14 S. T , p. I, q. 75, a. 3, r. a ob], 2.
15 M arbe , K.: Experimentell psychologische Untersuchungen über das
Urteil. Leipzig, Engelmann, 1901.
16 M üller, G. E., y M artin , L. R.: Zur Analyse der Unterschiedsempfind
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17 M e s s e r , A.: «Experimentell psychologische. Untersuchungen über das
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zig. Dunker und Humbolt, 1911.
L in d w o r s k y , J„ S. J.: Loc. cit.
30S Proceso del juicio
EL PROCESO INFERENCIAL
1 S. T., p. I, q. 85, a. 5.
1 C. Q., L. II, c. 79.
310 Proceso inferencial
III, c. 6.
5 L in d w o r s k y : O p . c lt., L.
0 Op. cit., pp. 261-63.
Das schlussfolgernde Denken. Freiburg, Herder, 1916.
S torrin g , G.: «Experimentelle Untersuchungen iiber einfache Schluss-
prozesse». Archiv für die gesamte Psychologie, 1908, 11, pp. 1-127.
Das urteilende und schliessende Denken in caúsale Behandlung. Leipzig
Akad. Verlagsgeselschaft, 1926.
312 Proceso inferencial
MOTIVACION
V O L IC IO N
LA ATENCION
n S. T., p. I-II, q. 9, a. 1.
* B r e e s e , B. B.: Psychology. N. Y . S c r ib n e r s , 1921, p p . 5 8 -6 7 .
328 La atención
tac de un reloj desde lejos. Aunque sabemos que sus m ovim ientos
son regulares, hay algunos m om entos en que no los percibimos. Se
discute si estas fluctuaciones de la conciencia son de origen perifé
rico o central. Pueden explicarse fisiológicam ente mediante varia
ciones en el ñ u jo sanguíneo de las áreas corticales, debilidad de
los órganos receptores, etc., o bien psicológicam ente por falta de
interés o por la presencia de alguna cualidad Inherente a nuestras-
facultades cognoscitivas que les imposibilite el m antener la atención
fija sobre un ob jeto por un tiem po indefinido. Este últim o factor es
taría en la raíz del problema, puesto que aun en las m ejores con
diciones corporales y m entales no es posible m antener la atención
de un m odo absoluto fija sobre el m ismo contenido de conciencia,
excepto por cortos períodos de tiem po. Un m odo de soslayar esta ley
seria centrar el problem a en el esfuerzo atentivo y no en el objeto
que requiere nuestra atención.
Volviendo otra vez al ob jeto mismo, se ha observado que cuanto
m ayor sea su núm ero de partes más tiem po atraerá éste nuestra
atención. De este m odo, por ejem plo, prolongam os la atención de
un niño por un juguete si éste consta de un mecanism o que puede
ser desarm ado y observado pieza por pieza. Por otra parte, requiere
madurez m ental y determ inación el ñ jar la conciencia sobre un o b
jeto cuyo único interés resida en la abundancia de imágenes que
sea capaz de provocar, o la historia con que se relaciona, o la reve
rencia con que ha sido tratado por otros, o por alguna otra razón
ajena al ob jeto en sí mismo.
Finalm ente exam inem os el problem a de la rapidez de la fluc
tuación. Prim ero se la consideró muy alta, hasta que las pruebas
de laboratorio revelaron que el cálculo no podia ser fijado en menos
de un tercio de segundo. Un problem a diferente, aunque en rela
ción con esto, es la rapidez con que la atención puede desviarse de
un objeto a otro. H aciendo pruebas sobre un grupo de estudiantes
con m ateriales de m emoria, se descubrió que, b a jo condiciones con s
tantes, aquellos que retuvieron el mayor núm ero de datos fueron
los que tenían más capacidad para adaptarse con rapidez a los da
tos nuevos. Pero la habilidad para adaptarse rápidamente en estos
casos no es debida enteram ente a la intensidad del poder de con
centración, sino que la capacidad de form ar asociaciones adecua
das juega tam bién un papel im portante en el proceso. Así, ciertos
com plejos de im ágenes son necesarios para el estudio adecuado de
una tarea dada y para m anejar con maestría el m aterial que se p re
tende estudiar, y cuanto más rápidam ente se form en las asocia
ciones, con más prontitud puede la atención canalizarse en nuevas
direcciones fi.
LA ACCION EN EL HOMBRE
a L in d w o r sk y : Op. cit., pp. 320-22. The Training of the Will. Trad. por
S texner y E. A. F ritzpatrxck, M ilw au k ee, Bruce, 1929, pp. 24-35.
Conductos especiales 345
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CAPITULO X X X
HABI T O
los apetitos
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352 Hábito
o actos ejecutados con torpeza en los que la potencia Intenta fam ilia
rizarse con el ob jeto antes de efectuar los reajustes físicos y m enta
les que la situación requiere; en tercer lugar, un éxito parcial del
p roceso; en cuarto lugar, un éxito com pleto en el que se logra la
maestría del hábito. La cuarta etapa ha originado algunas divergen
cias de opinión entre los investigadores. Según H a r v e y C a r r , la fija
ción final del hábito es debida a la frecuencia con que se ejecuta el
acto, a lo reciente de esta ejecu ción y a la intensidad. W a t s o n opina
que la frecuencia y lo reciente del acto es suficiente para explicar el
fenóm eno, m ientras que T h o r n d ik e sostiene que basta con la fre
cuencia del acto y el placer con que se ejecuta s. En los tres casos hay
acuerdo general sobre la necesidad de la repetición. Esta es también
la opinión de A q u i n o , auuque él hace adem ás dos observaciones. La
prim era es que ciertos hábitos se desarrollan con más facilidad eñ
unas personas que en otras. Esto puede ser debido a unos sentidos
m ejor dotados, a un organism o más perfecto en general, en cuyo caso
es explicable que los hábitos se adquieran con un entrenam iento más
corto. La segunda observación se relaciona con el hábito de los pri
meros principios, o com prensión, que no depende de la repetición, pero
que es desarrollado por el intelecto tan pronto com o éste percibe la
realidad. Esta es seguram ente la excepción que confirma la regla,
puesto que lo natural es que la adquisición del hábito dependa gene-
nalm ente de la repetición 10.
* C arr , H. A.: Psychology. N. Y., Longmans Green, 1927, pp. 106-08. W at-
b on ,J. B.: Psychology from the Standpoint of a Behaviorist. Phila. Lippin-
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10 S. T., p. I-II, q. 51, a. 1-3; D. V. G.t a. 8 y 9.
Teorías sobre el hábito 35S
BIBLIOGRAFIA AL CAPITULO X XX
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K elly , W. A.: Educational Psychology. Milwaukee,' Bruce, 1933, Cap. Í4.
Ed. esp.. Morata, Madrid, 1984.
CAPITULO XXXI
EL YO
quienes el yo no era casi otra cosa que una asociación del producto
de los sentidos y de los apetitos, capaz de desaparecer en cuanto la
asociación se desintegrase 7.
BIBLIOGRAFIA AL CAPITOLO X XX I
A quino , Santo Tomäs : Suma Teològica. Parte I, q, 29, art. 3 ; Parte III,
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B r en n an , R. E„ O. P.: Thomistic Psychology. New York, Macmillan, 1941.
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Woodworth, R. S., y Marquis, D. G.: Psychology. New York, Holt, 5.a edición,
1949, Cap. 4. ,
CARACTER
sus com ienzos y más tarde con m ayor claridad, el niño comprueba
lo que puede ser, y lo que debería ser. Sus ideales se van form ando
gradualm ente, y se manifiesta el con flicto del perpetuo dar y tomar.
Es así com o se va configurando el carácter.
II. E l s e n t i m i e n t o d e i n f e r i o r i d a d .— La lucha por la propia afir
m ación va acom pañada por un sentim iento de inseguridad que im
pulsa al niño a buscar protección. De la simple com paración entre
su voluntad de poderío con lo que es actualm ente capaz de alcanzar
— más claram ente consciente debido a su urgente necesidad de ayu
da— nace un sentim iento de incapacidad, de im potencia para fc ';er
frente a la situación. Esta conciencia, según A d l e r . no es un hecho
anorm al, aunque erróneam ente sea considerada com o un com plejo
y algunas veces se transform a en tal. Lo que expresa simplemente
es una experiencia de inferioridad, derivada de la inmadurez física
y m ental del niño. P or com pensación, sin embargo, la sola presencia
de dicho sentim iento tiende a aum entar la tendencia a la autoafir-
raación. P or consiguiente, es necesario poner en juego otras fuerzas
que actúen sobre su yo y sirvan de fren o a su excesiva voluntad de
poder. Estas son principalm ente la educación y la voluntad de co
m unidad.
17 S. T., p. n - n , g. 161, a. 6.
11 Jung, C. G.: Psychological Types or the Psychology of individuation.
Trad, por H. G, B a y n e s . N. Y. Harcourt, Brace, 1923.
l# W o o d w o r t h , R . S.: Psychology. N . Y. H o l t , 4.“ e d i c i ó n , 1940, p p . 156-57-
Tipos de carácter 375
con una tendencia al retra im ien to20. Aunque estas descripciones re
presentan tipos extremos, es muy corriente hallarlos en la vida n or
mal con los rasgos m enos acentuados. A pesar de todo, esta clasifi
cación es demasiado general para ser de gran utilidad para el psicó
logo. Además, las investigaciones ulteriores no han logrado demostrar
el estrecho paralelism o postulado por K r e t s c h m e r entre la constitu
ción y el carácter.
Al llegar a este punto, podem os m encionar los intentos que se han
efectuado m odernam ente para demostrar la relación entre la perso
nalidad, el carácter y las glándulas de secreción interna. La más
conocida de estas glándulas es el tiroides, y existen pruebas evidentes
de que la debilidad m ental denom inada cretinism o es el resultado de
la actividad deficiente de esta glándula. Partiendo de este tipo de
descubrim ientos, los investigadores han sido conducidos a teorizar
sobre la posible relación entre los tipos y el sistema endocrino. Así, los
individuos tím idos y que muestran sentim ientos de inferioridad se ha
supuesto que tienen una deficiente secreción tiroidea. Por el con
trario, los tipos agresivos y que m uestran sentim ientos de superioridad
se los considera com o poseedores de un tiroides hiperactivo. El d efec
to o el exceso de secreción de las glándulas suprarrenales se supone
que produce el m ism o tipo de efectos de contraste en el carácter,
mientras que una deficiencia de la secreción hipoflsaria se ha rela
cionado con ciertos rasgos, tales com o conducta compulsiva, mentira
patológica y una dism inución general del sentido ético. Pero la m ayo
ría de estos puntos de vista se hallan aún en la fase especulativa, es
decir, no han sido todavía com probados experimentalm ente de un
m odo absoluto. En su favor se halla, por supuesto, la creencia tradi
cional de que los hum ores del cuerpo están relacionados de un m odo
u otro con el tem peram ento. No es difícil, entonces, que la ciencia
del futuro sea capaz de dem ostrarnos en detalle el m odo com o las
horm onas (análogas a los hum ores de los antiguos) afectan a la
configuración del ca r á c te r 21.
III. J a e n s c h ..—La clasificación de’ E r i c h J a e n s c h es el resultado
de sus investigaciones sobre las imágenes eidéticas. Este fenóm eno
presenta ciertas diferencias cualitativas que han servido de base para
la creación de una tipología. Así, vemos que en algunos individuos, la
im agen eidètica puede ser controlada, com portándose com o las im á
genes corrientes de la memoria. Estos constituyen el tipo B o base-
dowoide, y existen pruebas de que en él se incluyen un gran número
de personas dotadas de tem peram ento artístico, caracterizadas por
poseer un tiroides algo agrandado y tendencia al nervosism o ; en resu
men, presentando síntom as de la enferm edad de B a s e d o w . En otros
individuos, al contrario, la imagen eidètica no puede ser controlada,
de m odo que no es posible variar ni su form a ni su color, ni tam poco
V. S p r a n g e r .— La clasificación de E d u a r d S p r a n g e r se funda en
las perspectivas diferentes, el m odo de tom ar con tacto con la realidad
y los intereses que la gente encuentra en su ambiente. Desde este
punto de vista existen seis tipos de caracteres: el tipo teórico, cuya
pasión es el conocim iento y el descubrim iento de la verdad; el e s té
tico, que se interesa principalm ente por el m undo de la form a y de la
im aginación; el social, que halla su m áximo placer en los fines al
truistas; el económ ico, que se interesa más en la utilidad que en la
verdad o en la belleza; el político, que desea gobernar y dirigir a los
demás, y el*tipo religioso, que se interesa en especial por el sentido
final de las cosas y que orienta su conducta hacia la trascendencia.
Todas estas actividades diferentes pueden hallarse en el mismo indi
viduo, según S p r a n g e r , pero generalm ente una de ellas es la d om i
nante, y es la que nos sirve para deflnir'su t ip o 24.
LAS FACULTADES
es la única potencia que puede tratar con él. Además, el color, por
ejem plo, es percibido por la vista, pero no por el oído, y esto mismo
sucede con el resto de las facultades: cada una tiene un objeto deter
m inado, al que responde; cada una, com o afirma S a n t o T o m á s , posee
una relación con la realidad o un aspecto intencional, por medio del
cual se inclina naturalm ente a ser despertada por un estímulo par
ticular. El fenóm eno inverso es cierto tam bién ; que los obj etos tienen
un aspecto intencional, puesto que la naturaleza pretende mediante
ellos estim ular ciertas potencias. Así, el hecho de que seamos capaces
de vivir, sentir, reflexionar, decidir y actuar, puede ser explicado
únicam ente b a jo la condición de que el m undo real de los objetos
exista, un m undo que es diferente al de las potencias que él activa.
Por ejem plo, si y o percibo un color, un sonido o un olor, la razón de
esta percepción debe buscarse, en última instancia, en las propiedades
de la materia. Además, si conozco a fon d o una ciencia determinada,
digam os la astronom ía, entonces las verdades de esta ciencia no son
proyecciones de m i m ente, del mismo m odo que las estrellas no son
productos del pensam iento, sino que el conocim iento que poseo es
simplemente el m odo en que m i m ente considera los objetos que
existen independientem ente de ella. Por consiguiente, el reconoci
m iento de la objetividad que existe en todos nuestros actos constituye
un dato prim ario en el análisis de las facultades y cualquier intento
que hagam os para explicarlas o sistematizarlas debe com enzar por la
adm isión del m undo de la realidad, de un m undo objetivo, con el cual
la actividad de nuestras potencias se relaciona com o los efectos a la
causa 3.
debemos tener respecto a todas las facultades del hombre. Asi, aun
que su división en clases n o llegue a verificarse más allá de los datos
observables, sin embargo, una vez que la experiencia corriente ha
establecido la existencia de cierta facultad, sería ilógico negar a al
guien la posesión de esta facultad solamente porque no se ha probado
de un m odo activo su existencia.
¿Por qué principio general, pues, afirmamos que una determ inada
potencia de nuestra personalidad es diferente a otra? Según S a n t o
T o m á s , por la orientación de la potencia hacia una meta específica
denom inada su o b jeto form al, y que se logra m ediante una actividad
que es específicam ente diferente a la de otras potencias. Un fruto,
por ejem plo, es percibido com o coloreado, dulce, fragante; es recor
dado com o un hecho de la experiencia pasada, conocido com o un
alim ento y deseado com o algo agradable de comer. Cada uno de estos
aspectos es el objeto de una potencia particular, o, com o diría Aqüiko,
cada uno es una formalidad, que estimula sólo una determinada p o
tencia, designada por la naturaleza para apreciarla. Veamos a con ti
nuación cóm o elabora su clasificación de las facultades hum anas so
bre estos fu n d a m en tos4.
I. N i v e l v e g e t a t i v o . — Empezamos la vida partiendo de tres capa
cidades básicas: la facultad nutritiva, que hace posible la conversión
de m ateria inanim ada en tejid o viviente; la facultad aum entativa,
que nos perm ite crecer y lograr la madurez física a través de un
com plejo proceso de especialización, y la facultad generativa, cuyo ob
jeto es transm itir la vida y continuar de este m odo la especie. Esta úl
tima facultad es, según S a n t o T o m á s , la más im portante de todas, no
sólo porque se refiere a un bien com ún, sino, además, porque las fu n cio
nes nutritivas y de crecim iento son tam bién reproductivas, en cierto
m odo, al originar la división celular y aum entar el tam año corporal.
XI. N i v e l s e n s i t i v o .— En el nivel sensitivo, el prim er grupo de
facultades se relaciona con el conocim iento. Algunas de éstas poseen
órganos receptores que se com unican con el m undo material. Su labor
es percibir los accidentes externos de los cuerpos. Com prenden los ór
ganos sensoriales del ía c ío o som estesía, olfato, gusto, visión y audi
ción. El resto de los sentidos son internos y no poseen receptores
especiales, por lo que dependen de la inform ación que reciben de los
sentidos externos. Son, com o sabemos, el sentido com ún, que nos ca
pacita para percibir los objetos en su totalidad, con todos sus atribu
tos espaciales y tem porales; la im aginación, facultad de representar
nos los objetos sensoriales en su ausencia; la memoria, evocadora de
las experiencias pasadas, en cuanto pasadas, y los sentidos estim ativo
o cogitativo, cuya fu n ción fundam ental es la de distinguir los aspectos
beneficiosos de los dañinos de un objeto. El grupo de facultades si
guiente es m ucho más pequeño. Son instrum entos del deseo, no del
conocim iento, y com o su interés reside en los objetos en sí más que
/ I. Nutritiva.
Vegetativas. II. Aumentativa.
III. Generativa.
IV. T a c to (someste-
sia),
V. Olfato.
V I. G u sto.
VII. Audición.
Cognoscitivas. VIII. Visión.
IX. Sentido común.
X. Imaginación.
FACULTADES , Sensitivas. XI. Memoria.
HUMANAS XII. Estimativa (cogi
tativa).
i XIII. Concupiscible.
Apetitivas. ) XIV. Irascible.
CAPITULO XXXIV
N ATU R A LE ZA DE LA VOLICION
en cam bio, representa nuestra única m eta, hacia la que nos impulsa
sin alternativas nuestra naturaleza, puesto que es tan perfecto que
satisface todos nuestros deseos, tan grande que no admite la presen
cia de ningún otro valor. Si esto es cierto, los valores particulares
deben participar en m ayor o m enor grado del bien universal y abso
luto, de m odo que cuando elegimos los primeros debem os tener en
cuenta la tendencia natural de la voluntad hacia el sumo bien como
finalidad ú ltim a 8.
Partiendo entonces de la premisa de que tanto la libertad com o la
coacción absoluta se excluyen m utuamente, S a n t o T o m á s distingue
dos form as de indeterm inación, o más bien dos estados de indiferen
cia que se hallan siempre presentes antes de que se efectúe la elección.
La prim era es la indiferencia pasiva, que espera la presencia de un
m otivo para ser despertada de su inercia, y la segunda es la indife
rencia activa, que, aun en presencia de m otivo, deja siempre libre a
la voluntad de elegir o rechazar los valores conform e lo desee. Si exa
m inam os más detalladam ente esta segunda form a de indiferencia,
vemos que puede m anifestarse de dos maneras distintas, ya sea eli
giendo entre varios valores o bien rechazando la elección. La primera
se conoce com o libertad de especificación, y la segunda, com o libertad
de ejercicio. Esta última, por supuesto, es la esencial para la libertad,
ya que no siempre es posible elegir entre varias alternativas.
Una vez que hem os expuesto los térm inos de esta teoría, veremos
cóm o establece A quino la certeza de la libertad, dem ostrando su rela
ción interna con nuestras ideas e inferencias y su relación externa
con la conducta y las creencias com unes 9.
I. N aturaleza de nuestro concepto del bien .— Expuesto brevemen
te, la voluntad es libre de elegir los valores, puesto que la mente capta
la realidad con libertad. Por esta razón, todos tenemos alguna idea de
Desde luego, un. argum ento de esta suerte no tiene valor para los
materialistas, que confunden los m ovim ientos vitales con las ener
gías físicas del cosmos, ni para los estructuralistas, que reducen los
contenidos m entales a im ágenes o sensaciones, ni para los behavio-
ristas, que identifican los procesos del pensam iento con actividades
reflejas; ni para los gestaltistas, que explican el conocim iento a base
de configuraciones; ni para los psicoanalistas, que convierten los im
pulsos de la voluntad en una em ergencia instintiva. En realidad, cual
quiera que se niegue a distinguir la diferencia existente entre el pen
sam iento y la percepción se obliga, en consecuencia, a negar la liber
tad, ya que no queda ningún principio en el que pueda fundarse la
producción de las ideas abstractas, en las que se basa en última
instancia la libertad, Pero com o A q u i n o ha dem ostrado ampliamente,
no nos hallam os lim itados ni por la m ateria ni por el instinto en la
producción de nuestros juicios. A diferencia de los elementos inani
mados que se hallan circunscritos por las leyes del tiempo y del espa
cio, y a diferencia de la planta que responde ciega inconscientem ente
a las fuerzas materiales de su am biente, y del anim al que es arrastra
do por un impulso irresistible hacia los bienes de los sentidos, el
hom bre es guiado en sus actos por la razón. Ahora bien; la función
de la razón es la de com parar y en la com paración el verse inclinada
hacia alternativas diversas. Su ju icio debe seguir por consiguien
te una u otra dirección. En realidad, com o añrma S a n t o T o m á s , «pue
de aún seguir ciertos cursos que se oponen unos a otros. De cualquier
modo, nunca se halla determ inada. En tanto que el hombre es, pues,
una creatura racional, es necesario que la voluntad sea libre* 12.
III. C r e e n c i a s y c o s t u m b r e s d e l h o m b r e . —La libertad humana pue
de tam bién deducirse de otras fuentes fuera del intelecto y la volun
tad. Así, la negación de nuestra capacidad para elegir se contradice
abiertam ente con nuestra experiencia. Aun los que la rechazan en
teoría la adm iten, sin em bargo, con facilidad en la práctica, ya que se
conducen corrientem ente com o si fuesen libres. Esto se observa espe
cialm ente en relación con situaciones en las que los derechos y los
deberes de los individuos se hallan com prom etidos. En realidad, el ser
responsables de nuestros actos es m uy sem ejante a considerarse libres.
Lo prim ero es consecuencia de lo segundo, ya que no es posible h a
cerse responsable de actos compulsivos. «Suprime la libertad— dice
A q u i n o — y negarás el significado de la exhortación y del con sejo;
de la orden y de la proh ibición ; del prem io y del castigo» 13. Si no
pudiéram os m odificar nuestros juicios y, por consiguiente, elaborar
m otivos para conducirnos con m ayor perfección, estarían de más todas
estas cosas. Además, tal com o lo demuestra la experiencia, som os aún
capaces, después de fijam os un determ inado plan de acción, de se
guirlo con todo detalle, m odificarlo o bien abandonarlo totalmente.
Nuestra voluntad es en realidad tal lábil que no siempre somos eapa-
1J S. T., p. I, q. 83, a. 1.
15 S. T „ p. I, q. 83, a. 1.
Libertad y estudios inductivos 409
5 S. T., p. I, q. 75, a. 2.
8 S. T., p. I, q. 75, a. 2, v. a obj. 1 y 2. Ver también: D. A., a. 1, y v.
a obj., 1 y 3.
7 C. G., L. II, c. 49. Aquí S a n t o T o m á s discute: «El intelecto, por medio
de sus actos, reflexiona sobre sí mismo, ya que él se comprende a si mismo
no sólo en cuanto parte, sino también en su totalidad. Por consiguiente,
una sustancia intelectual no es un cuerpo.» Su razonamiento, en el pasaje
al que nos referimos, se basa en una premisa extraída de la Física de
A r is t ó t e l e s (1. VIII, c. 5), en la que el Estagirita discute que ningún cuer
po es capaz de moverse por sí mismo, sino sólo respecto a una parte, de
modo que una parte funciona como motor y la otra como objeto movido.
A r is t ó t e l e s se refiere a las enseñanzas de A n a x á g o r a s , diciendo que este
último tiene razón al afirmar que la mente o el alma se baila separada
de la materia porque es el principio úítimo de todo movimiento vital que
se mueve sin ser movido {en el orden de las causas secundarias) y pose
yendo tal control sobre sus movimientos que puede volver la totalidad de
su ser sobre la totalidad de su ser en el acto de la reflexión,
Z igliara , T. M ., O. P .: Op. cit., pp. 155-60. M aher, M .( S. J.: Op, cit-., pá
ginas 406-69.
414 Naturaleza, origen y destino del alma
13 D riesch , H.: Mind and Body, trad. por T. B esterman . N. Y. Dial Press,
1927, p. 27.
416 Naturaleza, origen y destino del alma
dría la división del alm a en dos partes, del mismo m odo com o una
célula m adre se divide para dar origen a las células hijas, o bien
la transform ación del alm a paterna en el alm a infantil. Pero una
sustancia inm aterial carece tanto de partes entitativas com o de par
tes cuantitativas, y una vez que existe no puede perder su ser o trans
form arse en un ser distinto. Vemos, pues, que de ningún m odo es
adm isible esta teoría de la generación espiritual del alma hum ana 22.
m . E m a n a c i ó n .—A ntes de llegar a su propia solución, A q u i n o
nos plantea aún otra posibilidad: que el alma hum ana sea de sus
tancia divina. Rem ontándose a la historia de esta teoría, encuentra
su origen en los filósofos de la antigüedad, que, «siendo incapaces
para elevar su im aginación, supusieron que sólo los cuerpos existían,
por lo que sostuvieron que Dios era un cuerpo y el principio de todos
los demás cuerpos». Más adelante se llegó a la conclusión de que
existía un elem ento inm aterial en la naturaleza hum ana, pero que
era inseparable de su cuerpo. Así, por ejem plo, V a r r o m afirmó lo si
guiente: «Dios es un alm a que gobierna el m undo por la razón y la
a c c ió n »; de lo que se dedujo que la form a del hom bre es simplemente
una parte del alma universal, com o el hom bre mismo es una parte
del universo. Pero esto es falso, puesto que «el alma hum ana, en
prim er lugar, se halla en un estado de potencia respecto a lo que
es capaz de com prender; en segundo lugar, adquiere el con ocim iento
m ediante la abstracción de los objetos materiales, y en tercer lugar,
11 D. P. D„ q. 3. a. 8, v. a obj. 7.
33 D. P. D., q. 3, a. 9.
420 Naturaleza, origen y destino del alma
33 S. T-, p. I, q. 75, a. 6; D. A., a. 14; C. G., L. II, c. 78, 79, 82, c. 84;
C, T., In Petri Lombardi, Quatuor Libros Sententiarum, L. II, d. 19, q. 1, a. 1.
33 S. T-, p. I, q. 8, a. X, g. 50; a. 5, v. a ob], 3; q. 104. D. P. D., q. 5,
a. 3 y 4.
Taylor, A. E.: The Faith of a Moralist, London, Macmillan, 1930, serie I,
pàgina 237.
Destino del cuerpo 42S
ABREVIATURAS
Para simplificar las referencias de los textos de Santo Tomás que aparecen
en las citas y Bibliografía, se han utilizado las siguientes abreviaturas:
ST -T Summa Theologiae (Suma de Teología).
ca - Summa contra gentiles (Contra gentiles).
DA — De anima (Sobre el alma).
CDA — Comentaría in Aristotelis De Anima (Comentarlos a Alistóte.
les: Sobre el Alma).
DV = De Veritate (Sobre la Verdad).
EBT Expositio in Boet. De Trinitate (Exposición del libro de Boecio
sobre la Trinidad).
DUI -- De unitate intellectus (Sobre la unidad del Intelecto).
DVG — De Virtutibus in genere (Sobre las virtudes en general).
DPD — De potentia Dei (Sobre el poder de Dios).
DSC De Spiritualibus creaturis (Sobre las Creaturas espirituales).
DMR In Aristotelis: «De Memoria et reminiscentia>.
CT Compendium Theologiae (Compendio de Teología).
DPA = De potentiis animae (Sobre las potencias del alma).
428 Fuentes de la Psicología
OTRAS ABREVIATURAS
a. = a r t íc u lo .
L. - lib r o .
c, = c a p it u lo ,
d. — d is t in c ió n .
in . = c o m e n ta r io so b re (p o r e je m p lo : In Aristotelis De Memoriar
e tc é te r a ).
lect. = lección.
n. = n ú m ero.
obj c= o b je c i ó p .
P- = p a r t e ( c u a n d o se u s a a n t e s d e lo s n ú m e r o s r o m a n o s ; e n l o s
d e m á s c a s o s , p. = p á g in a ) .
q-r. =
—
cuestión.
respuesta.
t. = tratado.
vol. = volumen.
T o d a s la s c it a s d e A r is t ó t e l e s y S an t o T om ás q u e a p a r e c e n e n e l p r e s e n t e
t e x t o h a n s id o t r a d u c id a s p o r e l a u t o r . N o se d i f e r e n c i a n e s e n c i a l m e n t e d e
o t r a s t r a d u c c i o n e s q u e h a n s id o r e c o m e n d a d a s a l e s t u d ia n t e e n l a b i b lio
g r a f ía . H a y a lg u n a s m o d if ic a c io n e s d e c a r á c t e r a c c i d e n t a l q u e , s e g ú n e l
p a r e c e r d e l a u t o r , r e p r e s e n t a n u n m e j o r a m i e n t o . A s i, é s te se h a p e r m it id o
m á s li b e r t a d q u e e l t r a d u c t o r lit e r a l, c o n e l fin d e o b t s n e r u n a e x p r e s ió n
m á s p e r f e c t a d e la s id e a s d e A quí n o y e l E s t a g ir it a . A l m i s m o t i e m p o s e h a
t r a t a d o d e p e r m a n e c e r fie l a s u s r e s p e c t iv o s s is t e m a s ( q u e s o n b á s ic a m e n t e
u n o ) y n o d e c i r n i m á s n i m e n o s d e l o q u e se s u p o n e p r e t e n d ía n fir m a r lo s
t e x t o s o r ig in a le s . L a m e j o r g a r a n t ía d e q u e S an to T om ás ( y A r ist ó t e l e s
m is m o , q u iz á ), n a d a h u b ie s e n o b j e t a d o a e s t a m o d e r n i z a c i ó n d e su p e n s a
m i e n t o , e s l a a fi r m a c ió n d e l D o c t o r A n g é l i c o f o r m u l a d a e n l a in t r o d u c c i ó n
d e Contra Errores Graecorum: « L a l a b o r d e l b u e n t r a d u c t o r e s l a d e m a n
t e n e r e l s ig n ific a d o d e l o r ig i n a l y a l m i s m o t i e m p o a d a p t a r su le n g u a j e a l
d e l i d i o m a a l c u a l v ie r t e e l t e x t o .» P o r l o q u e se r e fie r e a l E s t a g ir it a y la s
d if ic u lt a d e s q u e p r e s e n t a n s u s e s c r it o s e n g r ie g o , e s n e c e s a r i o r e v e la r q u e
h a n s id o i n t e r p r e t a d a s ad mentem divi Thomae, q u ie n , s e g ú n e l t e s t im o n io
p r o c e d e n t e d e e s c o lá s t ic o s im p a r c ia le s , l l e g ó a c o m p r e n d e r m á s p r o f u n d a -
m e n t e q u e n a d ie la s id e a s d e l g r a n f iló s o f o d e l a a n t ig ü e d a d .
BIBLIOGRAFIA EN CASTELLANO *
Figura Páginas
1 U n a c é lu la t í p i c a .............................................................................................. 69
2 N e u r o n a t í p i c a ..................................................................................................... 127
3 S e c c i ó n d e l s is t e m a n e r v io s o c e r e b r o s p i n a l ..................................... 127
4 R e c e p t o r e s t á c t i l e s ........................................................................................... 144
5 L a b e r in t o m e m b r a n o s o d e l o i d o i n t e r n o ........................................... 149
6 C é lu la s o l f a t i v a s ........................................... .................................................. 155
7 P r is m a o l f a t o r i o d e H e n n i k g ..................................................................... 155
8 U n 'b u l b o g u s t a t o r i o ........................................................ ................................ 158
9 P ir á m id e g u s t a t o r i a d e H e n n i n g ............................................................. 158
10 L a o s c i l a c i ó n p e n d u l a r ........................................... ....................................... 163
11 E l o í d o ...................................................................................................................... 165
12 C o r t e t r a n s v e r s a l d e l c a r a c o l ... ....................................................... ... 167
13 L a p r o d u c c i ó n d e lo s t o n o s p a r c i a l e s ....................... ........................ 169
14 E l o j o ........................................................ ...................................... ... ................ 174
15 E l c o n o d e c o l o r ... ......................................... ................................................... 178
16 E s t e r e o s c o p i o .............................. ............................................ ........................ 193
17 L a e s c a le r a a m b i g u a ............. ......................................................................... 200
18 E l v a s o g r ie g o * ......................................................................... ....................... 200
19 L a e s t r e lla v a r ia b le ................................. ........................................................ 200
20 F ig u r a d e S a n f o r d ............................................................................................. 200
21 I lu s i ó n d e a l t u r a ............................................................................................... 202
22 I l u s i ó n d e la e x t e n s ió n i n t e r r u m p i d a .................................................. 202
23 I lu s i ó n d e c o n t r a s t e ........................................................................................ 202
24 I lu s i ó n d e p e r s p e c t iv a ................. ............................................................... 203
25 C u r v a d e l a p r e n d i z a j e .................................................. ................................. 221
26 C a p a c id a d d e a p r e n d iz a je e n r e l a c i ó n c o n l a e d a d .......... ... 222
27 C u r v a d e r e t e n c i ó n d e E b b i n g h a ü s ........................................... ... ... 227
28 F o r m a c i ó n d e l a i d e a ................................................... .......... ................. 296
* A dvertim os al le ctor que, p or error d e aju ste, esta figura aparece in vertida.
BREN N AN , 2 8
INDICE ALFABETICO
A A lm a h um an a. D u a lism o extrem a d o,
45.
Abio^énesis 100. ------------- m od erado, 410,
A b stra cción , 295, 325. -------- E m an ación , 419,
— y aten ción , 326. -------- E v olu ción em ergen te, 419.
— C riterio d e in teligen cia, 291. -------- E x tin ció n del, 423.
-------- n egativo, 325, -------- F orm a sustan cial, 416.
-------- p ositivo, 326. -------- in m a teria lid a d del, 411.
A ccid en te, 77. -------- In m orta lid a d del, 423, 425.
A cció n , 341. — — In te ra cció n d e p oten cias, 417,
— y carácter, 368. M on ism o, 415, 423.
— dife re n cia d a de acto, 342. --------. m oral, 424.
— y h á b ito , 349. -------- . N atu raleza subsisten te del, 414.
— h u m an a , 341, 345. ------------- su stan cia l del, 414.
-------- A cto s espon tán eos, 342. -------- on tològica, 424.
------------- h u m an os, 343. -------- O rigen del, 419, 421.
------------- - in stin tivos, 342. -------- P reexisten cia del, 420.
------------- reflejos, 342. — — P ruebas de la u n ión sustan cia l
-------- C o n cep to, 341. co n el cuerpo, 416, 419.
--------- C on du cta s especiales, 345. -------- p sicológica , 424.
-------------------S o lu ció n de con flictos, 345. -------- R ep u g n a n cia al su frim ien to y a
-------- derivada de volició n , 342. la m uerte, 418.
-------- y pa p el de las im ágenes, 343, -------- Sen sacion es y em ocion es, 417.
— m asiva cortica l, p rin cip io d e la, 126. -------- S im p licid a d del, 415.
A co m o d a ció n , 175. -------- S u perviven cia del, 423, 425,
A ctitu d b eh a viorista e in teligen cia , 290. — — S u sta n clalid a d del, 414.
— cien tífica , 61. -------- T eorías de las fo rm a s su cesivas,
— filo s ó fic a , 60. 421.
A cto. A cció n d ife re n cia d a de, 341. -------- — sobre la rela ción en tre el cu er
— espon tán eo, 342. p o y el alm a, 415, 417.
— h u m an o, 341, 343, -------- T ra n sm ig ra ción del, 421.
— in stin tivo, 342. -------- U n idad del yo, 418.
— y poten cia, 44, 81. A lu cin a cion es, 211,
— P sicología del, 115. A m bien te y ca rá cter, 367.
— reflejo, 342. — y evolu ción de la vida, 270.
— volu n ta rio y a socia ción , 335. A m bigüedades de p ercep ción , 199, 209.
-------- y cará cter, 370. A m itosis, 73.
A d a p ta ció n a la oscu rid a d d e la reti Amphioxus, 273.
na, 179. A m plitud, A ten ción , 327.
— de la retin a a la luz, 179. A m polla , 149.
A dq u isición del co n o cim ien to, 35. A n ab olism o, 72.
— de en ergía adecu ada, 315. A n álisis del a cto y fa cu lta d es del h o m
— de sabidu ría, 37. bre, 380.
A lberto M a g n o . Esquem a b iográ fico, — d el ob je to ., fa cu lta d es del h om b re,
38. 379.
A lm a h um an a. A n u la ción del, 424, A n a tom ía com pa ra da , 272.
-------- A tributos, 411, 413. — y evolu ción del cu erp o h u m an o, 277.
-------- C rea ción de!, 419. A n im a l. C on d u cta del, 258.
-------- D estin o del, 423, 425. — E stim a ción en el, 233.
436 Indice alfabético
E v o lu c ió n d e la v id a y e s p e c ie , 268. F a c u lt a d e s d e l h o m b r e y f a c t o r a c t iv o
--------------------cie n tífic a , 270, d e la m e n t e , 381.
— — — — n a tu ra l, 269. -------------- y fa c t o r e s , 386, 388.
-------------------- s is t e fn á tic a , 270. -------------- e in v e s t ig a c ió n m o d e r n a , 383.
---------- — y e s p e c ie s n a tu r a le s , 269. -------------- P s ic o lo g ía fa c t o r ia l, 387.
---------------y fa c t o r e s a c t iv o s d e l a n a — ---------------- S ig n ific a d o e n la t e o r ía de
t u r a le z a , 272. A q u u í O, 379,
-------------- y fis io lo g ía c o m p a r a d a , 273. -------------- > y test y m e d ic io n e s , 388.
---------------y g e n é t ic a , 271. F a n t a s m a , 299, 394.
---------------H e c h o p r o b a b le , 269. — y c o n c e p t o , 297, 393.
---------------L im it e s d e l a T e o r iz a c ió n , 267. — D e p e n d e n c ia d e p o t e n c ia s s e n s iti
-------------- M o d o p r o b a b le , 274. v a s, 307.
-------------------- — H ip ó te s is d e B u ít o h -S t . — P a p e l e n el c o n o c im ie n t o in t e le c
H íl a m e , 276. tu a l, 307.
--------------------------T e o r ía d e D a r w i n , 274, F a t ig a s c o r p o r a le s , 152.
------------------------------- d e L a m a h k , 275. F e y r e lig ió n , 397.
------------------------------- v ita lis ta , 105. F e n ó m e n o a n te c e d e n t e . A t e n c ió n , 329.
-------------- y P a le o n t o lo g ía , 270. — d e P u r k in je , 181.
-------------- y p r in c ip io s filo s ó fico s , 267. F e n ó m e n o s c o n c o m it a n t e s . A te n c ió n ,
-------------- y s e r o lo g ia , 274. 329.
JE vocación. L e y g e n e r a l d e la , 219. — c o n s ig u ie n te s . A t e n c ió n , 331.
E x is te n c ia lis m o , 47. F ib r a s d e a s o c ia c ió n , 126.
E x p e r ie n c ia d e la p e r s o n a , 360, 363. F ilo s o fía y c ie n c ia , 52, 57, 59,
E x t e n s ió n e n su p e r fic ie . P e r c e p c ió n d e — d i f e r e n c ia d a d e c ie n c ia , 52, 57.
la , 191. — M e ta , 120.
e x t i n c i ó n d e l a lm a h u m a n a , 423. — natural, 54.
E x tr o v e r tid o s , 120, 374. — n o d ife r e n c ia d a d e c ie n c ia , 56.
— y P sicología , 53. 60.
F is io lo g ía c o m p a r a d a , 273.
F — s a n g u ín e a , 273.
F lu c t u a c ió n . A t e n c ió n , 328-330.
F a c t o r <tg», 387. F o líc u lo s p ilo s o s , 144.
— « lu e g o » y p r o c e s o in fe r e n c ia l, 311. F o r m a a c c id e n t a l, 79.
— « o » , 387. — C r e a c ió n m e n t a l d e la s c u a lid a d e s,
— « p » , 387, 393.
— . d e p r e t e r id a d y m e m o r ia , 317. — e n e l in t e le c t o , 297, 393.
— as», 387, — y m a t e r ia p r im a , 78 .
— «w » , 388. — N a t u r a le z a , 78.
F a c t o r e s a c t iv o s d e la n a tu r a le z a , 272. — P e r c e p c ió n d e la , 191.
— y fa c u lt a d e s d e l h o m b r e , 386. — r e a lid a d , 79.
— in t e n c io n a le s , 380. — e n lo s s e n tid o s , 136, 262.
— m e n t a le s a c t iv o s , 380. — s u s ta n c ia l, 44, 77, 265.
— p o te n c ia le s , 381. F o r m a s a n a lític a s , 41.
— v e n t a jo s o s . A te n c ió n , 329. — s u c e s iv a s d e l e m b r ió n , 421.
F a c u lt a d a p e t it iv a , 385. F o r m a c i ó n d e im á g e n e s . F u n c ió n e n 1»
— C la s ific a c ió n , 383. c o n d u c t a , 343.
— cogn itiva , 354. F ó s ile s , 270, 278.
— e s t im a tiv a , 187. F ó v e a , 173, 182.
— m o to r a , 386. Foxha.ll. H o m b r e d e, 279.
F a c u lt a d e s , 379, 384, 386. F r e c u e n c ia p o s im a g e n , 179.
— A s p e c t o i n t e n c io n a l d e las, 379. F r ío . C u a lid a d , 146.
— c o g n ltiv a s , 379. — E s tím u lo s , 146,
— d e l h o m b r e . A c c e s o a l p r o b le m a , 379. — O r g a n o s r e c e p t o r e s , 146.
- — A n á lis is , 380. — P u n t o s d e , 146.
-------------- N iv e l in t e le c tu a l, 383. — S e n s a c io n e s , 146.
-------------------- s e n s itiv o , 382. F u e r z a b ió t ic a , 90.
-------------------- v e g e ta tiv o , 382. — d e v o lu n t a d y t e n d e n c ia s d e te r m i
------------- y A quino , 379. n a n t e s , 323.
— A s p e c t o in t e n c io n a l, 380. F u n c i ó n d e l s is t e m a n e r v io s o a u t ó n o
--------------- C la s ific a c ió n d e A q u in o , 379. m o , 128.
---------------y d ife r e n c ia s in d iv id u a le s , 389. F u n c io n a lis m o y c o n c ie n c ia , 115.
Indice alfabético 443
F u n cio n e s del sistem a n ervioso, 129. H áb ito P sicolog ía h órm ica , 354.
F u ror, 254. — y P sicología p sicoa n a lítica, 354.
— R e forza m ien to, 352.
G — y rep etición , 352.
— T eoría de A su m o, 347.
G am etos, 73, — T eorías, 353.
G anglios, 128. — T ipos, 350.
G en es, 69. H am bre. S en sacion es de, 151.
G en ética , 270. Heidelberg. H om b re de, 280,
— y evolu ció n d e la vida, 271. H eisen b erg . P rin cip io d e la indeterm i
G e m a ció n , 73. n a c ió n de, 402.
G e n e ra ció n espon tán ea, 104. H elicotrem a , 166.
G esta lt y con cien cia , 118. H eren cia y cará cter, 368.
— y lib erta d de volu ntad, 407, — y evolu ción , 270.
— y p e rcep ción , 198, 200. — lib erta d d e v olición , 403.
— P sico lo g ía de la, 118. H e r ik g . T e o r ía de, 1E3.
- y sen tido com ún , 198, 200. H ilem orfism o, 77.
— y teoría d e l co n ocim ien to, 392. H ipn osis y ten d en cia s determ inantes,
Gestalten, 199. 320.
G esta ltísm o y co n o cim ie n to in telec H om bre. C on d u cta del, 258.
tual, 392. — d e Cro-Magnon, 280.
G olgi . C u erpos de, 68. — E stim a ción en el, 233.
G ratz. E scuela de, 393. — F a cu lta d es del, 379,
G u sto, 158. 101. — de Foxhall, 279.
— A d a p ta ción , 160. — de Heidelberg, 280.
— C ualidad, 159. — J u icio del, 330.
— E stím ulos, 159. — de Kanam, 279.
— y o lfa to , 161. — de Pütdcmm, 280.
— O rgan os recep tores, 157. — de Rhodesia, 280,
— S en saciones de, 157. H om b res n ean derth a loid es, 280,
— U m bral, 160. Homo Sapiens, 280, 309, 381.
H orm é, 89, 116,
H H u m or acuoso, 175.
— vitreo, 175.
H ábito, 347, 350, 353, 354.
— y a cción , 349.
— Bases, 349. I
--------- fisiológicas, 350.
-------- psicológicas, 350. Idea les y ca rá cter, 377.
— y carácter, 369. Ideas a bstractas y volu n ta d, 407.
— C ategorías de A q u i n o , 351. — a socia ción de, 355.
— C on cepto, 345, 349. Ideogénesis, 393.
— C on trol, 354. Ila ció n e ilu sión, 204.
— C u ltivo d e lo s deseables, 355. Ilu siones, 2 0 1 .
— D eb ilitam ien to, 356. — F orm as, 201.
— D esa rrollo a p a rtir d e la in teligen — Fuentes, 201, 203.
cia y La volu ntad, 347. Im a g en y con cep to, 295.
— y disp osición , 368. — y p ercep ción , 2 0 9 .
— E lim in a ció n de los indeseables, 355. Im ágenes, aiu cin atorias, 211,
— E volu ción , 355. — y a s o cia ció n con trola d a, 336, 344.
— en. fa se s tem p ra n a s d e la vida, 356. libre, 335.
— F u n ció n e n la vida m ental, 356, — C ualidades, 208.
— e in d eterm in a ción en la m en te h u — D iferen cia s de percep ción , 209.
m ana, 348. — E fectos m otores, 210.
— In te rp re ta ció n h órm ica , 354. — eidéticas, 211.
--------- p sicoa n a lítica, 354. — equivalentes cinestésicas, 211.
— N ecesidad, 356. — F o r m a ció n de, 343.
— P erm a n en cia d e cu alidad, 355. — h lp n a g ógica s, 212.
- P ron titu d , fa c ilid a d y p la cer d e ac — lib rem en te originadas y m em oria,
ción , 347, 220.
— P sicología, 353. — sensoriales, 210.
444 Indice alfabético
Im ágenes. S ign ifica ción de con ten id o, In stin to. In terp reta ción behavíorista,
214. 236.
— visu al-cin estésicas, 344. -------- h órm ica , 234.
Im a g in a ció n . C o n ce p to de, 207. — M a du ra ción , 239.
— cread ora, 213. — M od ifica ción , 239.
— . E lem ento psíq u ico, 207. — N aturaleza psicosom á tica , 235.
— y m em oria , 217. — n o u n id o a em ocion es b ien defini
— N atu raleza psicosotnática, 207. das, 238.
— p a p e l en la vid a m ental, 215. — P ap el de la vida del h om bre, 243.
— rep rodu ctora , 214. — P lasticidad, 243,
— y se n tid o com ú n , 214. — y p od er estim a tivo, 233.
— y so lu ció n d e problem as, 215. — y reflejos, 239.
— y sueños, 212, 214. — y teoria de A quiko , 234, 240.
Im ita ció n , 239. — T eorías, 240,
— y cará cter, 377. In teg rid a d p rotop la sm á tica . P reserva
Im p u lso n ervioso. L ey d el tod o o nada, ció n de la, 74.
126 .
-------- P erio d o re fra cta rio, 130.
In telecto, 290, 295.
— a ctivo, 292, 297.
-------- P u n to d e sa tu ra ción , 126. — D efin ición , 290.
-------- U m bral, 126. — D ep en d en cia ob jetiv a d e los senti
-------- V elocid a d, 126. dos, 292, 297.
In co m p le cció n d e la cie n cia natural, — D ife re n cia d o d e sentido, 292.
37. — y d octrin a d e A q ü t n o , 295.
In co n scie n te , 119. — L ibertad, 406,
In d e te rm in a ció n , P rin cip io de, 402. — M eta del, 314.
In determ in istas. T eorías extrem adas, — fin a l, 424 .
405. — N atu raleza discursiva, 301.
-------- m oderadas, 405, 408. — O b jeto, 395.
-------- de la volu n ta d, 405, 408. — posible, 297, 393.
I n d ife re n cia activa, 406. — y p o ten cia ob ed en cia l, 393.
— pasiva, 406. — y sentidos, 398.
In ex iste n cia s In ten cion ales, 393. In telectu a lism o y con ocim ien to in telec
In fe re n cia , 309. tual, 398
— co n ce p to , 3C9. in telig en cia , 290. 292.
— E n tim em a, 310. — y a ctitu d behavíorista, 290.
— S ilog ism o, 309. — C on cep to, 290.
In h ib ició n re tro a ctiv a y m a teria prim a, — C riterio extern o, 290.
227. — y d o ctrin a trad icion a l, 291.
In m a n e n cia , 83. — e in stin to, 239.
— d el co n o cim ie n to , 261, 398. — P rin cip ios, 291.
— de la vida, 261, 276. — P rod u ctos, 290.
In m a te ria lid a d d el a lm a h u m an a , 411. — y P sicolog ía com pa ra da , 290.
In m o rta lid a d del a lm a h um an a, 423. — fa ctoria l, 115.
-------------------P ru eb a m oral, 248, 425. — y teorías m od ern as, 291,
In stin to , 234, 240, 242. In te n ció n de a p ren d er y m ateria pri
— y behaviorism o, 236, ma, 233.
— C a rá cte r in te n cion a l, 237. — e in stin to, 236.
— C o n cep to, 234. In ten sid a d. A ten ción , 327.
— C o n tro l in telectual, 239. — d e las sen sa cion es auditivas, 168.
-------- re fle jo , 240. In terp reta ción de los sueños, 212.
-------- sensorial, 240. In trosp ección , 42, 411.
— D efin ición , 234. — y P sicología , 42.
— D esa rrollo, 238. In trovertid os, 120, 374.
— E lem en to a fe c tiv o o em ocion a l, 230. In tu su scep ción , 72, 93.
co gn itivo, 239. In v estig a ción m od ern a y fa cu lta d es d e l
— E le m e n to m otor, 236, 239. hom bre, 383, 404.
---------- psíq u ico, 235.
-------- som á tico, 236.
— F orm as, 238.
J
— in n a to, 234. J a m e s -L a n c e . T eoria sob re la em oción,.
— e in teligen cia , 239. 254.
Indice alfabético 44b