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Instituto Teológico Internacional.

Vida Nueva para el Mundo AR.

Diplomado en Pneumatología

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LA REGENERACION Y EL ESPIRITU SANTO
En el incomparable propósito de Dios por el que El está llevando
"muchos hijos a la gloria" (He. 2: 10) y con el fin de que Cristo pueda
ser el "primogénito entre muchos hermanos" (Ro. 8: 29) nada menos
que una empresa destinada a poblar el tercero y más alto cielo (que
hasta aquí ha sido la habitación únicamente de Dios) con sus seres
preparados para esa santa y exaltada esfera y desde luego,
suficientemente perfectos para ser la Esposa todo satisfactoria de la
Jesucristo -un paso vital es el de constituir a tales seres participantes
de la misma naturaleza de Dios.

Un cambio estructural como este es esencial a la misma naturaleza


del caso. El nuevo nacimiento, entonces, no es meramente el remedio
para los fracasos humanos; es una creación, por generación divina,
constituyendo de modo inherente a los creyentes legítimos hijos de
Dios.

La mente humana no puede alcanzar a comprender lo que incluyen


las inmensurables realidades de una verdadera relación de filialidad
con Dios, que hace a los cristianos herederos de Dios y coherederos
de Cristo Jesús (Ro. 8: 17).

En cada aspecto es una obra de Dios y es ejecutado como una


expresión de Su sublime propósito y para la satisfacción de Su infinito
amor para aquellos a quienes así salva.

Prosiguiendo más completamente estas insinuaciones pueden


observarse algunos hechos:

1. LA NECESIDAD
Antes que un ser caído de esta esfera humana pueda entrar al reino
de Dios, debe de efectuarse una obra divina de trasformación en
forma de un nacimiento de lo alto. Tal nacimiento es indicado
específicamente por Cristo en Sus palabras a Nicodemo: "Lo que es
nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu
es" (Jn. 3: 6).

Al anunciar estas grandes verdades acerca de la carne y el espíritu


Cristo no las dirigió a lo más bajo en el orden social -los que
obviamente necesitaban ser mejorados. El escogió para dirigirles
estas palabras a un legislador y maestro de Israel que era
indudablemente la flor y nata del judaísmo.

En este punto se puede hacer la pregunta de, en qué consiste la


relación correcta de un judío con Dios dentro de la esfera de acción y
el propósito del judaísmo.

El Pacto Teológico es el que adelanta en este punto la suposición que


los santos del Antiguo orden fueron regenerados y sobre la misma
base de relación a Jehová como se ha establecido para los santos del
Nuevo Testamento.

Para poder sostener su teoría se hace necesaria tal suposición. Pero


aquí surgen las preguntas pertinentes: ¿Por qué la demanda directa e
incondicional de un nuevo nacimiento a uno del carácter representado
por Nicodemo? ¿Por qué la tan enfatizada y a menudo repetida
narración de la salvación de Saulo de Tarso, quien vivió con limpia
conciencia ante la ley de Dios? (Hec. 9: 22, 22; 26); y, ¿Por qué la
salvación de los apóstoles, de tres mil judíos el día de Pentecostés, y
de los muchos sacerdotes que obedecieron a la fe?

¿No se alega que ninguno de los que sí se salvaron jamás habían


respondido antes a los ideales espirituales del judaísmo? ¿Es cierto
que todos estos debieran haber sido salvos bajo el judaísmo tan
perfectamente como bajo el cristianismo lo fueron más tarde, pero
que cada uno sólo accidentalmente declaró su ajustamiento ante Dios
después del establecimiento de la fe del cristianismo?

Realmente, ¿Qué quiere decir el Apóstol cuando dice: "Pero antes


que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para
aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido
nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo?"

¿Por qué, también oraría él por Israel y definió su fracaso espiritual


como lo hizo al decir: "Hermanos, ciertamente el anhelo de mi
corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para la salvación. Porque
yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a

ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer


la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin
de la ley es Cristo, para justicia de todo aquel que cree" (Ro. 10: 1-
4)?

Y ¿qué quiere decir el mismo Apóstol cuando refiriéndose a los


motivos que actuaron en él al momento de escoger a Cristo como
Salvador, dice: "Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne.
Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más:
circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de
Benjamín, hebreo de hebreos, en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto
al celo, perseguidor de la Iglesia; en cuanto a la justicia que es en la
ley, irreprensible. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como
pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor,
por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para
ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que
es por la ley, sino la que es de Dios por la fe" (Fil. 3: 4-9)?

¿Por qué en cada contraste entre los distintos aspectos del judaísmo
y del cristianismo, el primero está representado como insuficiente,
del cual el individuo debe ser salvo mediante su adhesión al último?

La respuesta a todas estas preguntas se hallarán cuando se


determine que Dios no estaba haciendo precisamente la misma cosa
en el judaísmo como lo está haciendo ahora en el cristianismo. Dios
nunca dijo a Israel, "para presentaros sin mancha delante de su
gloria".

Sin duda está más acorde con la humanidad el afirmar que uno no
asume un lugar más elevado en el propósito de Dios que el que les
fue señalado a los santos del Antiguo Testamento.

Pero ninguno de éstos es de acuerdo con la elección del hombre. Es


un asunto del inalterable plan de Dios que ha sido revelado. Dios de
este modo enfatiza la diferencia entre Israel y la Iglesia que, al recibir
dentro de la Iglesia a los judíos al lado de los gentiles, El no reconoce
cualidades específicas superiores en los judíos sobre los gentiles, sino
que declara: "no hay diferencia" (comp. Ro. 3: 9 y 10: 12).

Con todo, si los judíos estuviesen ya sobre una base cristiana, sería
un procedimiento más irrazonable el bajarlo al nivel de la posición del
gentil sólo para exaltarlo de nuevo a su posición original. Aunque en
la era judaica ese pueblo tenía relaciones de pacto con Jehová, no se
puede demostrar que ellos estuviesen en ningún sentido sobre una
base cristiana.

La regeneración es, en efecto una necesidad tanto para judíos como


gentiles. Sin esto ni aun Nicodemo podría haber visto el reino de
Dios.

II. COMUNICACIÓN DE LA VIDA

Es la estupenda tarea de preparar y de seleccionar seres terrestres y


caídos para la compañía del Padre, y del Hijo -hasta hacerlos una
Esposa apropiada para el Cordero- en el cielo mismo, en gloria,
participantes de la naturaleza divina al impartirles la misma vida de
Dios, es uno de los mas importantes aspectos de la empresas de la
transformación de un pecador.

El hecho de recibir la naturaleza significa que la persona que ha sido


bendecida de este modo ha nacido de Dios. Dios ha llegado a ser su
legítimo Padre. Este es un cambio tan radical y tan completo que así
se ha efectuado el paso de un orden a otro distinto.

En este gran cambio eventualmente la naturaleza adámica será


destruida, y el ego, como una entidad aparte representará nada
menos que el hecho estupendo de ser un hijo de Dios y un miembro
legal de la familia y de la casa de Dios.

El salvo a llegado a ser precisamente lo que su nueva posición en la


gloria requiere que el sea. La metamorfosis básica que se produce
mediante el nuevo nacimiento -la obra generadora del Espíritu Santo-
aunque todos los que ahora son realmente salvos han entrado, al
querer darle la debida consideración, la han malentendido casi
totalmente.

El concepto de que la regeneración del Espíritu. Santo es una


influencia indefinida para hacer el bien en la vida presente de los
individuos,  esta muy por debajo del concepto establecido por el
Nuevo Testamento.

Allí se enseña que un nuevo y eterno orden de seres es creado con el


nuevo nacimiento, ya sea que se comprenda o no, este es el carácter
básico y distinto del cristiano.

La vida de Dios que es eterna, la cual es Cristo mismo, ha sido


impartida tan definitivamente como el aliento de la vida natural fue
impartido por Dios en Adán en la primara creación.
A lo menos ochenta y cinco pasajes del Nuevo Testamento declaran
que un cristiano es una persona cambiada en virtud del hecho de
haber recibido la misma vida de Dios.

Por infinito amor el Hijo de Dios fue dado por el Padre para que los
pecadores no  se pierdan sino que tengan vida eterna (Jn.3:16) y
Cristo dijo: "Yo soy el camino y la verdad y la vida" (Jn.14:6) y "Yo
he venido para que tenga vida" (Jn.10:10). De la
misma manera, "la dadiva de Dios es vida eterna" (Ro.3:23). Se dice
que esa vida impartida "es Cristo en vosotros la esperanza de gloria"
(Col.1:27).

Aunque se reconociera cierta leve evidencia de este gran cambio


mientras estamos en este mundo, la experiencia del orbe entero en
cuanto a la naturaleza divina "espera la manifestación de los hijos de
Dios."

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