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Carlos peña, analiza las movilizaciones tras el 18 de octubre, principalmente en los

alrededores de baquedano, las que él cataloga como un “fenómeno de violencia


nihilista”. expone su crítica hacia la “clase política” la cual no es capaz de criticar las
manifestaciones.
Estima que lo que pasa en baquedano, más que una manifestación ciudadana, con
sustento ideológico o con demandas claras, son actos puramente destructivos, y
cómo estos actos han ido debilitando el concepto de Estado democrático construido
desde el contractualismo.
A partir de este análisis, abre el debate en cuanto a la restricción del derecho de
reunión, en pos de evitar por ejemplo la destrucción de los alrededores de
Baquedano, e impedir que la calidad de vida de las personas que viven en ese
sector, empeore más

Opinión personal:

En primer lugar, me gustaría poder plantear que aquella pareidolia de una


manifestación no violenta, llena de ideología (desde el punto de vista de Carlos
Peña) es no poder comprender un fenómeno social, que ciertamente nadie ha
podido interpretar de forma correcta, pero otra cosa y mucho mas grave aun, es
querer restringir el ejercicio soberano del derecho a manifestación.

El estallido del 18 de octubre es eso, un colapso de las personas, producto de la


rabia, la frustración y tristeza, de ver cómo durante años, en pos de un “desarrollo”
de la sociedad y un crecimiento del país, era comprensible que tuvieran que
hipotecar derechos (quizás más importantes que el de reunión) para poder intentar
salir de esa marginación que el Estado y los gobiernos durante años los
condenaron.
Debido a este malestar de las personas, la protesta actúa desde el margen de lo
normativo, e impone una nueva forma de entender la organización (crítica al
sindicalismo tradicional, el federalismo estudiantil, o los partidos políticos, entre
otras).
Laclau en su libro la razón populista plantea que “Cuando las masas populares que
habían estado excluidas se incorporan a la arena política, aparecen formas de
liderazgo que no son ortodoxas.”
Y son precisamente, estas masas populares, las que se han manifestado los últimos
meses y resulta sumamente complicado plantear por ejemplo la restricción del
derecho a reunión, si entendemos ésta como la forma de participación de los no
escuchados.
Pero también es cierto, que el ejercicio de este derecho, no puede en ningún caso
pasar a llevar por ejemplo a las personas que habitan en los sectores donde se
realizan las aglomeraciones.
Entonces nos encontramos en una situación parecida a determinar qué fue primero,
si el huevo o la gallina.
El DS n°1086 del Min del Interior, aquel que regula el derecho de las personas para
reunirse y manifestarse, desde mi criterio, incumple” con el espíritu del art 19 n°13
de la constitución política de nuestro país y la convención interamericana de ddhh,
puesto que el dicho decreto,establece una normativa para “pedir permiso”, lo que
claramente atenta contra el ejercicio del derecho.
Frente a esta situación, de incompatibilidad del DS con la CPR y la CIDH, creo
importante establecer lo siguiente:
En primer lugar, este DS que regula el ejercicio del Derecho, es un decreto
promulgado en tiempos de dictadura, donde es hasta comprensible (para un
gobierno de facto) que se imponga por ejemplo, solicitar autorización para
manifestarse; Siendo esto claramente contrario al espíritu del Derecho a reunión, y
obviamente contrario a los estándar internacional de los derechos humanos, que
Chile ha suscrito.
En segundo lugar el ordenamiento debe pasar por una regulación legislativa, y no
reglamentaria como es actualmente, resulta pertinente, comenzar un proceso de
delimitación del derecho a manifestación,desde un órgano democrático como es el
congreso, para avanzar en la tarea de borrar, todos aquellos los residuos
dictatoriales aún existentes, en nuestro ordenamiento jurídico.
Esta nueva regulación, debe garantizar que el derecho a reunirse, de forma
pacífica, no se limite a priori por la autorización del gobierno de turno, y así no
quepa la posibilidad de una interpretación mañosa, o la autorización pueda usarse
como un medio de censura.

Frente a la posible situacion de vulneracion de otros derechos, como por ejemplo, el


de tránsito, o el de vivir en un espacio tranquilo, se debe colocar en la balanza y
evaluar la mejor forma para no afectar el ejercicio de ambos derechos.
Ejemplo, si se trata de una marcha, es entendible que exista un trazado para que las
autoridades de transporte puedan planificar desvíos y cerrar calles.
Si el problema como plantea el profesor Carlos Peña, es la violencia nihilista de los
manifestantes, sería interesante establecer un nuevo reglamento y protocolo de
actuación de Carabineros, al ser ellos los representantes de quien tiene el
“monopolio de la fuerza “, y no es entendible ni aceptable entonces, que por una
mala interpretación de dicho protocolo, carabineros provoque a los manifestantes ,
generando un círculo vicioso, entre provocación y violencia, que ciertamente sólo
puede generar un debilitamiento de nuestro ordenamiento político-jurídico.

Creo finalmente, que el proceso de movilizacion desencadendo desde el 18 de


octubre, y la opcion cierta de poder cambiar la Constitucion, entrega una posiblidad
irrepetible, para que se pueda re definir el pacto social, que permita que de forma
democratica se vuelva a establecer las prioridades y regulaciones para los derechos
de las personas.

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