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LEER ES MI CUENTO

ANGIE PAOLA GÓMEZ SEPULVEDA

ADMINISTRACION DE EMPRESAS

UNIVERSIDAD COOPERATIVA DE COLOMBIA

BUCARAMANGA

2016
MI RENUNCIA

Me resultaba y me resulta emocionante compartir diálogos, dar clases,


donde el aprender es mutuo y cada vez más emocionante, donde el
escuchar las críticas de los estudiantes a veces crudas, significa que
también seremos escuchados cuando sea necesario. Era totalmente
consciente que lo que me pagarían, apenas alcanzaría para comprar
algunos libros, fotocopias, algún material extra, pero a pesar de ello, yo
elegí. ¿Nos han preparado para educar en este mundo? ¿Acaso nos han
enseñado a respetar al alumno? ¿Estamos preparados para ejercer la
docencia en este mundo competitivo e injusto? Yo vengo de un hogar
donde el respeto por el otro siempre fue lo primero, aprendí amar desde
muy pequeña, la ternura de mi madre colmó mi vida y aprendí que el
amor hacia un niño, un joven puede cambiar su vida. Por eso y a pesar de
lo manifestado por mis padres en la carrera que había elegido,
considerando ellos que yo podría perfectamente ser una profesional
destacada en otra área que no fuera la docencia, yo elegí. Sentía la
necesidad de dar todo ese amor que existe dentro de mí y compartirlo con
los jóvenes y los niños, pues considero un aporte fundamental para el
desarrollo de los individuos. Yo pretendía y pretendo que ellos sintieran y
sientan, lo mismo que yo había experimentado con algunos de mis
profesores, los cuales dejaron en mí una huella permanente que marcó parte
de mi vida.

Elegí Literatura, una materia llena en sentimientos y creatividad. Transformé


mi clase en una mesa redonda donde conversamos como amigos y nos
divertimos aprendiendo, una charla donde los protagonistas son ellos y no
yo. Discutimos de mi materia, pero también del mundo, de la sociedad, de
los cambios, de la violencia, de la droga, del sexo. Opinan libremente.
Muchas veces me entero de cosas que desconozco, ellos se ríen y yo con
ellos, es evidente que todos estamos aprendiendo, a pesar de leer mucho
e informarme, desconozco algunas cosas de los muchachos. Nuestra clase es
un placer y lo curioso es que cuando suena el timbre, llegan antes que yo
a la clase. Dora cuenta que le cuesta hacerlos entrar al salón y ponerlos a
tono para empezar la clase. ¡Es raro! Cuando entro me rodean como locos.
Mis colegas me reprochan, manifestando la indisciplina de mi clase.

Caminaba cada vez más lento para seguir pensando en mi decisión


definitiva, la hora se acercaba y estaba llegando al edificio del Dr. Garcia.
Comienzo a imaginar la gente sentada en la sala esperando. Nunca pensé
entrar a una de estas oficinas, Yo, decidiré si continúo enseñando o no, de
eso estoy segura y por eso voy preparando mi mente.
Comencé a mirar desde el punto de vista de mis colegas, todos trabajan
en varios institutos, tienen un salario pequeño, luego cuando llegamos a
clase nos falta todo, desde un tablero desgastado, un proyector que no
existe, no hay tizas ni marcadores, muchas veces alguno de ellos ha
contado, que debió llevar empanadas, en la mañana, porque un alumno no
pudo tomar un simple desayuno en su casa por falta de medios.

El viento fresco tocaba mi rostro, parecía purificarme de esos confusos


pensamientos, confusión angustiante. Mis pasos se detenían ante aquella luz
roja que me impedía cruzar la calle y sentía deseos de huir, esconderme
no enfrentar todo esto. En el fondo, mis colegas tenían razón, no existen
los medios suficientes para atender las necesidades de la educación, sin
embargo se producen gastos en otras áreas, que no son tan importantes
para las personas. ¿Por qué? La educación es fundamental, es la primera
formación de valores. Es el enriquecimiento diario de conocimientos, es el
privilegio de un país, no podemos creer que colmando nuestras escuelas
primarias de computadoras y dando alimentos en las aulas, estamos
logrando lo mejor. No es cierto. Eso no basta, debemos invertir en nuestros
alumnos. ¿Invertir? ¿Cómo? En calidad de docencia, en especializaciones
humanas, para saber si están capacitados en formar mentes, y así
considerar sueldos acordes con la tarea que realizan.
Es evidente que no puedo más, casi no puedo caminar, estoy cansada de
seguir este camino de lucha interior, es algo que no puedo cambiar sola.
¿Y mis chicos? Bueno quizás me olviden pronto.

Ya estoy cerca de la oficina. Decidir es muy difícil ¿Cómo puedo apartarme


de lo que más quiero en mi vida? ¿Cómo puedo dejar mis clases, sin
sentir un dolor profundo muy dentro de mí? Había caminado sin parar
varias horas, observando a la gente pasar a mi lado, mientras en mi cerebro
fluían los pensamientos. Me detuve en el edificio, donde supuestamente el
Dr. Garcia me esperaba. Sin decir palabra alguna, volví la espalda y me
marché. Me pareció escuchar que me llamaba, pero corrí hacia afuera, corrí
hacia la puerta de salida y escapé antes que alguien me indujera en esta
decisión que yo misma debía tomar.

Lo he decidido, se terminó, renunciaré a mis chicos, ya no tengo


respuestas, ya no puedo seguir educando con humanidad, me golpeo una y
otra vez. La plaza estaba desierta y me senté en un banco, bajo el farol
que iluminaba mi portafolio repleto de tantos y tantos escritos que ya no
corregiría jamás, ya no volvería a verlos nunca. Tal vez cuando crezcan
recordarán a una pobre loca, que sólo supo quererlos demasiado y no fue
capaz de pelear por ellos.

FIN.

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