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Es cierto que cuando de calentamiento climático global se habla, es común que las discusiones se basen

en los alarmantes factores que determina la extinción de especies y la degeneración de la biodiversidad


tanto en la flora como en la fauna. Sin embargo, es importante aclarar que ambos factores están
íntimamente relacionados y, es más, son una consecuencia directa de un par de problemas que deben
ser tomados con la misma seriedad y estudiados con profundidad para, en primera instancia, evitar los
daños irreversibles de la extinción en los ecosistemas.

Por esta razón es necesario indagar a cerca de como el aumento de la temperatura global arremete
contra formaciones vegetales en diferentes partes del mundo. En primera instancia, podemos encontrar
los bosques tropicales y subtropicales, ecosistemas que crean su propio ciclo de agua tal como si
estuvieran encapsulados, consistiendo en una dinámica que empieza con el agua de los ríos que se
almacena en sistemas complejos y profundos de las raíces de estos ancestrales árboles y que se liberan
paulatinamente al ambiente por sus sistemas estomáticos para ser de nuevo densas nubes que se
precipitan sobre el río y así comienza una vez más.

Bien parecería pertinente gracias a la premisa anterior, afirmar que el aumento temperatura global
tendría problemas para afectar los ecosistemas trópicos debido al ciclo tan cerrado y eficaz que, durante
milenios, se ha venido creando entre la vegetación y el agua para así tener una humedad relativa muy
constante. Claro, esta conclusión no podría estar más alejada de la realidad. Pues es verdad que debido
a la altitud de las selvas, es difícil que las plantas endémicas se vean amenazadas por otras de diferentes
pisos térmicos, pero lo que si es un factor alarmante son las disminuciones abismales de las
precipitaciones anuales debido a que las nubes no alcanzan a desplazarse equitativamente cuando ya
están precipitándose sobre pequeñas áreas mientras la mayoría empieza a sufrir de un declive en su
humedad, decayendo así el área de bosques tropicales húmedos y, en un futuro no muy lejano,
abriendo paso a otras formaciones vegetales termoxerófilas como lo son los bosques de pino y eucalipto
que, en el caso de Australia, ya se han venido adueñando de lo que antes eran largas extensiones de
prominentes bosques tropicales.

Es cuando analizando ecosistemas surge la ingenua pregunta ¿si las plantas necesitan C02 para realizar
la respiración, por lo tanto, la fotosíntesis, el incremento de este gas invernadero no les ayudaría en sus
procesos metabólicos? Gracias ha esta pregunta que para muchos escépticos del calentamiento global
no necesita una respuesta, es que los verdaderos científicos han podido indagar a nivel anatómico y
funcional de la planta, como generalmente las especies reaccionan. Porque es cierto que en la tierra,
mucho antes de que existiera la fauna sobre el planeta, abundaba el dióxido de carbono en la atmosfera
y las plantas contaban con tamaños abismales, pero es importante recalcar que eso aconteció hace
milenios, nuestras plantas llevan adaptándose a la atmósfera del ozono y del oxígeno.

Por supuesto que este cambio de cantidad de gases invernadero podría afectar en su evolución en caso
de que se diera natural y gradualmente, lo que pasa es que el ser humano se está imponiendo con sus
necesidades industriales por encima de todo reino. Porque las plantas al percatarse del abundante
dióxido de carbono amplían los rangos de apertura de sus estomas y mientras esto causa que ingrese
mayor cantidad de gas, a su vez provoca perdida de humedad y agua, importante para la
autorregulación de cada individuo. Es por esto que el aumento descontrolado del dióxido de carbono
está provocando que las plantas intenten ir a su ritmo, cuando sus actuales aparatos estomáticos
quedan obsoletos y provocan que cada vez necesiten más agua mientras que cada vez se presentarán
menos precipitaciones.
Es entonces que viene al caso analizar los ecosistemas de las altitudes que, gracias a lo discutido
anteriormente, sería lógico que se vieran más vulnerables que los ambientes tropicales y del nivel del
mar. Por lo tanto, son los ecosistemas que se encuentran en las áreas meridionales hasta las
septentrionales, las que mayor migración de especies vegetales presentan. Durante siglos los rangos de
acción de metabolismo de las plantas se han ido estableciendo proporcionalmente tanto con la
naturaleza de su ambiente, como con la altitud en la que se encuentra, por eso en bosques altoandinos,
bosques de niebla, páramos y nevados (septentrionales) podíamos esperar que tuvieran metabolismos
fotosintéticos C3 debido a la baja hostilidad de su entorno. Como es de esperar, el calentamiento del
planeta está generando que estas especies se dirijan cada vez a lo más alto o, en su defecto, hacia los
polos, en busca de temperaturas adecuadas y corrientes de precipitación más estables y abundantes. Es
entonces cuando amenaza terriblemente las formaciones vegetales naturales estos “pocos grados” que
ha venido aumentando el planeta, ya que no todas las especies pueden adaptarse a tal velocidad,
generando un desplazamiento forzado con una dinámica de migrar o morir.

Si se le da normalidad y un paso agradable al ritmo con el que se está sobrecalentando nuestra


atmósfera es de esperar que nuestros páramos pierdan su calidad de yacimientos hídricos, que en
nuestros nevados crezcan gramíneas, sorgo, caña y maíz, todas plantas de pisos térmicos mucho
menores y con metabolismo c4

MÁS AFECTADAS MERIDIONALES Y SEPTENTRIONALES

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