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NUEVAS
EXCAVACIONES
EN TILTIL
Temporada de excavaciones: Noviembre 1983 -- Mayo 1984

1
Congreso Nacional de Arqueología Chilena. Santiago. Editor: Niemeyer Fernández,
Hans. Sociedad Chilena de Arqueología. Museo Nacional de Historia Natural (Chile).
(1991). Actas del XI Congreso Nacional de Arqueología Chilena: 11-15 de octubre
de 1988. Santiago de Chile: Museo Nacional de Historia Natural.

NUEVAS EXCAVACIONES EN TILTIL 1

Temporada de excavaciones: noviembre 1983 - mayo 1984

Iván Cáceres Roque

Antonio Brunet Merino

Claudio Paredes D. 2

RESUMEN

Se dan a conocer ahora los resultados de las nuevas excavaciones realizadas en las
tumbas de túmulos localizados cerca de la pequeña ciudad de Tiltil (situada en la
Zona Central de Chile), más de cincuenta años después de la primera visita del
arqueólogo chileno Ricardo Latcham. La característica principal del depósito fue su
acelerado proceso de deterioro, principalmente debido a presuntos y continuos
“saqueos” o “expolios” o “robos arqueológicos” practicados durante muchos años.
Por esta razón, la mayoría de los túmulos funerarios (cinco) estaban alterados y solo
dos estaban intactos. A pesar de la escasez de datos extraídos, se determinó que la
cerámica del yacimiento era, en su conjunto, en su amplitud y en su coherencia,
perfectamente diagnóstica con las cerámicas recuperadas en otros cementerios
—y también en otras categorías de sitios no funerarias— pertenecientes al así
llamado “Complejo Cultural Aconcagua” (ahora llamada “Cultura Aconcagua”), pero
donde hay que especificar con énfasis que corresponden a yacimientos funerarios
ubicados al interior —y no en la costa— en el Área Intermedia o de Valles
Centrales, muy representativos, específicos y particulares, de la Zona o Cuenca
Hidrográfica de los ríos Maipo y Mapocho. Sin embargo, existen algunos atributos
diagnósticos que aun así, no parecen coincidir completamente con los definidos para
los tipos de Aconcagua.

1
Un texto reflexionado e inspeccionado por Antonio Brunet Merino.
An inspected and ponder text by Antonio Brunet Merino.
2
En Memoria de Claudio Paredes Díaz. Antropólogo Físico y Forense. Departamento
de Antropología. Universidad de Chile, en Santiago

2
ABSTRACT

Results of the new excavations carried out in the burial mound graves located near
the small town of Tiltil (located on the other hand also in the Central Zone of Chile),
more than fifty years after the first visit of the Chilean archaeologist Ricardo Latcham.
The main feature of the deposit was its accelerated deterioration process, mainly due
to alleged and continuous “looting” or “archaeological thefts” practiced for many
years. For this reason, most of the burial mounds (five) were altered and only two
were intact. In spite of the scarcity of data extracted, it was determined that the
ceramic of the deposit was, as a whole, in its breadth and in its coherence, perfectly
diagnostic with the ceramics recovered in other cemeteries —and also in other
categories of non-funeral sites— belonging to the so-called “Aconcagua Cultural
Complex” (now called “Aconcagua Culture”), but where it is necessary to specify
with emphasis that this cemeteries correspond to deposits located in the interior
—and not on the coast— if not in the Area of Intermediate or Central Valleys, very
representatives, specific and particular, of the Zone or Hydrographic Basin of the
Maipo and Mapocho rivers. However, there being some attributes that are
diagnostics, but what even so do not seem to coincide completely with those types
defined for the Aconcagua Culture.

The investigation of the Prehistory of the Central Zone of Chile has allowed in recent
years to recognize and delimit for the Late Agricultural and Ceramic Period a specific
cultural expression, which has first included units, but also subsequently,
heterogeneities in terms of sociocultural categories and diversified and multiple
spatial occupations, with kinship structures —co-residential— which offer quite
visible possibilities of shaping particular groups referring to the existence of their own
traditions on the one hand, and to the disposition also very possible, on the other
hand, to carry out more complex social constructions, based on enlargement of
kinship structures by consanguineous filiation, but mainly by alliance links between
the different parental communities of co-residents. This expression has been called
(during the 1980s) as “Aconcagua Cultural Complex”, although later this name,
afterwards, (during the 1990s) has been known as Aconcagua Culture, extended in
its geography by the rivers Aconcagua by the north and Cachapoal by the south. This
expression covers different ecological environments, including the coast, and inland
valleys to the Cordillera de los Andes (chain of mountains) and transcordilleran
branches (vid. Massone, 1980, p. 75). Temporarily it is placed approximately,
between the final centuries of the I Millennium A.D. and those who open the II
Millennium A.D. with an initial very variable date of + - 900 A. D. and the beginning of
the intervention subsequent of the Incas —where it is possible that the
Tawantinsuyu (other name for the Inca Empire) acculturated, in part, the Aconcagua
People towards the date of + - 1450 A.D.— when Chilean archeology determined,
at a later time to our investigation, the Inca presence in the Central Zone of Chile
around the date of + - 1400 or 1410 A.D. 3 4 Both cultures, the local and the Inca,

3
conclude with the arrival of the European invasion of the Center of Chile from the
years 1536 -1540 A.D.

INTRODUCCIÓN

La investigación de la Prehistoria de la Zona Central de Chile ha permitido en los


últimos años reconocer y delimitar para el período agrícola y cerámico tardío una
expresión cultural específica, que primero incluyó unidades, pero también
posteriormente, heterogeneidades en términos de categorías socioculturales y
diversificadas, y ocupaciones espaciales múltiples, con estructuras de parentesco
—corresidenciales—, que ofrecen posibilidades bastante visibles de conformar
grupos particulares que se refieren a la existencia de sus propias tradiciones, por un
lado, y a la disposición, también muy posible, por otro lado, de llevar a cabo
construcciones sociales más complejas, basadas en la ampliación de las estructuras
de parentesco por filiación consanguínea, pero principalmente por vínculos de
alianza entre las diferentes comunidades parentales de los corresidentes. Esta
expresión ha sido llamada (durante la década de 1980) como “Complejo Cultural
Aconcagua”, aunque más tarde este nombre, después (durante la década de 1990)
fue conocido como Cultura Aconcagua, extendida en su geografía por los ríos
Aconcagua por el norte y Cachapoal por el sur. Esta expresión cubre diferentes
ambientes ecológicos, incluyendo la costa, y los valles del interior de la Cordillera de
los Andes y las ramas transcordilleranas (vid. Massone, 1980, p. 75).
Temporalmente se coloca aproximadamente, entre los siglos finales del primer
milenio d. C. y los que abren el II Milenio d. C., con una fecha inicial muy variable de
+ - 900 d. C., y el inicio de la intervención y posterior ocupación inca —donde es
posible que el Tawantinsuyu ya hubiese aculturado parcialmente a los aconcaguas
hacia + -1450 d. C.—, cuando la arqueología chilena ya había determinado en un
momento posterior a nuestra investigación, la presencia inca en la Zona Central de
Chile alrededor de la fecha de + - 1400 o 1410 d.C.3 4 Ambas culturas, la local y la
inca, concluyen con la llegada de la invasión europea del Centro de Chile desde los
años 1536-1540 d. C.

________________________
3
Sánchez, R., D. Pavlovic, P. González y A. Troncoso (2004). Curso superior del río Aconcagua,
un área de interdigitación cultural. Períodos Intermedio tardío y tardío. Actas del XV Congreso
Nacional de Arqueología Chilena, Arica. Chungara, Revista de Antropología Chilena. Volumen
Especial, pp. 753-766.
4
Stehberg, R. y G. Sotomayor (2012). Mapocho Incaico. Boletín del Museo Nacional de Historia
Natural 61, pp. 85-149. Santiago de Chile.

4
conclude with the arrival of the European invasion of the Center of Chile from the
years 1536 -1540 A.D.

INTRODUCCIÓN

La investigación de la Prehistoria de la Zona Central de Chile ha permitido en los


últimos años reconocer y delimitar para el período agrícola y cerámico tardío una
expresión cultural específica, que primero incluyó unidades, pero también
posteriormente, heterogeneidades en términos de categorías socioculturales y
diversificadas, y ocupaciones espaciales múltiples, con estructuras de parentesco
—corresidenciales—, que ofrecen posibilidades bastante visibles de conformar
grupos particulares que se refieren a la existencia de sus propias tradiciones, por un
lado, y a la disposición, también muy posible, por otro lado, de llevar a cabo
construcciones sociales más complejas, basadas en la ampliación de las estructuras
de parentesco por filiación consanguínea, pero principalmente por vínculos de
alianza entre las diferentes comunidades parentales de los corresidentes. Esta
expresión ha sido llamada (durante la década de 1980) como “Complejo Cultural
Aconcagua”, aunque más tarde este nombre, después (durante la década de 1990)
fue conocido como Cultura Aconcagua, extendida en su geografía por los ríos
Aconcagua por el norte y Cachapoal por el sur. Esta expresión cubre diferentes
ambientes ecológicos, incluyendo la costa, y los valles del interior de la Cordillera de
los Andes y las ramas transcordilleranas (vid. Massone, 1980, p. 75).
Temporalmente se coloca aproximadamente, entre los siglos finales del primer
milenio d. C. y los que abren el II Milenio d. C., con una fecha inicial muy variable de
+ - 900 d. C., y el inicio de la intervención y posterior ocupación inca —donde es
posible que el Tawantinsuyu ya hubiese aculturado parcialmente a los aconcaguas
hacia + -1450 d. C.—, cuando la arqueología chilena ya había determinado en un
momento posterior a nuestra investigación, la presencia inca en la Zona Central de
Chile alrededor de la fecha de + - 1400 o 1410 d.C.3 4 Ambas culturas, la local y la
inca, concluyen con la llegada de la invasión europea del Centro de Chile desde los
años 1536-1540 d. C.

________________________
3
Sánchez, R., D. Pavlovic, P. González y A. Troncoso (2004). Curso superior del río Aconcagua,
un área de interdigitación cultural. Períodos Intermedio tardío y tardío. Actas del XV Congreso
Nacional de Arqueología Chilena, Arica. Chungara, Revista de Antropología Chilena. Volumen
Especial, pp. 753-766.
4
Stehberg, R. y G. Sotomayor (2012). Mapocho Incaico. Boletín del Museo Nacional de Historia
Natural 61, pp. 85-149. Santiago de Chile.

4
a) En la excavación de 1928, Latcham recuperó del sitio suficiente información en
calidad y cantidad, lo cual nos permitió conocer —previo a la excavación—
ciertos bosquejos de historia cultural del sitio, y que estaba además en conexión
con la teoría y práctica arqueológica tradicional de ese nombre (más un
difusionismo extremo que más o menos la acompañaba), y que era dominante
en aquel entonces en Chile, y continuó siéndolo a lo largo de buena parte del
siglo XX.

b) Como ha sido señalado con anterioridad, existe ya una expresión cultural (la
Cultura Aconcagua) que está satisfactoriamente definida al comenzar la década
de los años 1980 en adelante, al menos en lo que atañe a los fundamentos
básicos de la información recuperable de los cementerios de túmulos. (vid.
Nota 1)

(Nota 1) Faltando obviamente, a partir de ahora y hacia el futuro, intervenir


explicativamente en los contextos culturales, incorporando
teorías científico-sociales competentes y vinculadas a metarrelatos
aclaratorios o esclarecedores fuertes, como lo es el materialismo
histórico (vid. Marx y Hobsbawm, 1971)

—criticado con mucha incomodidad y severidad, con evidencias


vacilantes e irresolutas, y con un nulo interés por el conocimiento
en profundidad de su carácter innovador, por algunos arqueólogos
muy conectados ahora con formulaciones que impliquen un “valor
de verdad” (o, por otro nombre, “formulación de una hipótesis
deductiva” que conlleva un carácter y una elaboración a partir de
sus fuentes formativas en función de razonamientos “atomizados”)
para llevar a cabo las investigaciones actuales en nuestras
ciencias sociales, donde se hace presente una fuerte orientación
ontológica en arqueología (es decir, fijar hipótesis deductivas
muy poco flexibles, como ya hemos dicho, o bien definitivamente
inamovibles e inexorables, tendentes en definitiva, hacia un
reduccionismo radical en virtud de aproximaciones particulares a
problemas formulados),5 y que por otra parte, está muy de acuerdo
por cierto, con los pensamientos de las generaciones más nuevas y
recientes (en este actual siglo XXI C.E.), que se han nutrido a partir
_____________________
5
hemos pensado activamente que enfoques bastante más aceptables, podrían ser
elaboraciones correlacionadas hacia “dominios de verdad y de realidad social”
que sean partícipes de metarrelatos historiógraficos-materialistas-dialécticos, y
que vendrían a ser (o deberían considerarse explícitamente) como socioculturales,
con una utilización de herramientas mentalistas-interpretacionistas-simbolistas-
cognitivistas solo complementarias a la labor cimentada en el realismo científico.

6
de factores probablemente muy impenetrables en sus propias
reflexiones, de las que han emanado o han procedido a fin de cuentas,
“rasgos con una intencionalidad muy sincera y particular de
hipotetizar la verdad” y que por cierto han llegado a ser
extremadamente complejos, pero que a una mayoría de ellos, al
parecer, esos resultados finales obtenidos los han conducido a
conclusiones entreveradas, fijándolas en un notable reduccionismo,
un verdadero callejón sin salida, el cual —de todos modos— encaja
muy bien con críticas tradicionales que abundan y son propias
de esta moda posmodernista tardía, muy atractiva para algunos
científicos más jóvenes,6 y además por la dificultad de determinar, el
valor heurístico que enriquece al materialismo histórico con ideas
novedosas en torno a las interconexiones materiales y más allá, es
decir, en avance hacia un fin más intenso, obteniéndose con ello
aportes epistemológicos meritorios, eficaces, útiles y provechosos y,
lo que es aún más importante, profundamente críticos en la primacía
que el materialismo histórico siempre ha otorgado y ha concedido a
sus intervenciones conducentes a explicaciones sociales tensionadas
y dialécticas, generadoras ellas de cambios contradictorios profundos
al interior de las sociedades humanas, y todo esto a partir de las
bases o cimientos de las infraestructuras, a fin de llevar a cabo
planificaciones teórico metodológicas para una acción arqueológica
científica que está en constante crecimiento—
y/o bien además, tomar en cuenta —para introducirse como si fuese
una Teoría del Todo y desde allí escudriñar con mucha dificultad
en las problemáticas, y muchas veces ignoradas circunstancias
del pasado humano—, el empleo por una parte, de lecturas simbólico
sígnicas de orientación estructuralista, mentalista y materialista
lévistraussiana (con una tesis evidente y decisiva en Antropología,
de llevar a cabo un giro explicativo desde fundamentos provenientes
de la Lingüística Estructural y del Inconsciente Freudiano,
donde Claude Lévi-Strauss se ubica por un lado, con un pie al interior
del límite de su propia seguridad antropológica, y argumenta
una estrategia textual, que es en extremo, narrativamente
acomodada e impecable, bajo presuntas explicaciones reales cuyo

_________________________
6
y donde muchos de ellos habrán de sentir además la necesidad imperiosa,
—y desde luego muy valiosa para nuestra ciencia—, de formarse como
profesionales orientados hacia una “pragmática inmediata”, al interior de
Consultorías Medioambientales, relacionadas también con la Preservación del
Patrimonio Histórico y Arqueológico de la Nación.

7
punto de arranque está en su sí mismo, en su búsqueda de
remembranzas, de sucesos, mentalistas todas y respaldadas por
cierta cantidad de etnografías ad hoc, y por otro lado, coloca el otro
pie fuera de ese límite, como un complemento de su imaginario, en
un conglomerado de textos significantes que le vienen a la memoria
y auténticamente escritos por él, pero donde su retórica alegórica
figurativa, o mejor aún, incluso a partir de sus apologías, de sus
metáforas y de sus emblemas, todo esto en conjunto con metonimias
y alusiones, se conjugan y armonizan únicamente en torno a
ocurrencias conexionadas todas con la realidad objetiva del ser
étnico antropológico en el tiempo y el espacio del aquí y del ahora)
(vid. Lévi-Strauss, 1984), y que para el arqueólogo solamente vienen
a representar, algo así como si fuesen narrativas que nos ofrece la
vista, figuradas e instaladas en un soporte de roca (en cavernas, o
abrigos rocosos, etc.), y en la alfarería decorada, o bien suspendidas
en muros de ciertos yacimientos arqueológicos monumentales, con
un contenido ideológico superestructural muy complicado, tal vez
todas ellas pletóricas de presuntas alegorías simbólicas
continuadas, y presuntamente con posibilidades de ser percibidas
evocativamente por el investigador, de lo pretérito de la humanidad;
—pero también podrían ser constituyentes para el mismo
investigador, de hallazgos, que a la manera de vías conducentes lo
transporten y lo encaminen, hacia un resultado o una solución que
den cuenta de la importancia científica de una teoría en cuestión
(como lo es por ejemplo la arqueología marxista), y que le ha de
permitir al investigador extraer juicios conjeturales, pudiendo recibir
quizás “hechos” y por lo tanto “conductas” a posteriori, ejecutadas
a priori por un artista como expresiones estéticas, pero donde
este habrá de exhibir, detrás de lo manifiesto, recubierto por
signos simbolizantes en apariencia profundamente inescrutables
y transmutados, aquella información valiosa que el arqueólogo
ha de obtener como ofertorios repletos de inferencias, las que en
principio podrían albergar tal vez, situaciones tangibles, observables,
evidentes, y/o reales y fácticas de desigualdad social (cfr. Marx y
Hobsbawm, 1971);
—o, en última instancia, efectuar intervenciones a partir de un
cuasi–cognitivo Interpretativismo simbolista y ontológico (vid.
Geertz, 1973; vid. Turner, 1969), bien sea en conjunto, o bien sea
por separado, de otro enfoque alternativo, denominado Arqueología
Contextual (vid. Hodder, 1982) de significantes socioculturales
en busca de sus respectivos significados a partir de los datos del
registro arqueológico, quizás tomando precauciones, pero también
observando con mucho interés.

8
de factores probablemente muy impenetrables en sus propias
reflexiones, de las que han emanado o han procedido a fin de cuentas,
“rasgos con una intencionalidad muy sincera y particular de
hipotetizar la verdad” y que por cierto han llegado a ser
extremadamente complejos, pero que a una mayoría de ellos, al
parecer, esos resultados finales obtenidos los han conducido a
conclusiones entreveradas, fijándolas en un notable reduccionismo,
un verdadero callejón sin salida, el cual —de todos modos— encaja
muy bien con críticas tradicionales que abundan y son propias
de esta moda posmodernista tardía, muy atractiva para algunos
científicos más jóvenes,6 y además por la dificultad de determinar, el
valor heurístico que enriquece al materialismo histórico con ideas
novedosas en torno a las interconexiones materiales y más allá, es
decir, en avance hacia un fin más intenso, obteniéndose con ello
aportes epistemológicos meritorios, eficaces, útiles y provechosos y,
lo que es aún más importante, profundamente críticos en la primacía
que el materialismo histórico siempre ha otorgado y ha concedido a
sus intervenciones conducentes a explicaciones sociales tensionadas
y dialécticas, generadoras ellas de cambios contradictorios profundos
al interior de las sociedades humanas, y todo esto a partir de las
bases o cimientos de las infraestructuras, a fin de llevar a cabo
planificaciones teórico metodológicas para una acción arqueológica
científica que está en constante crecimiento—
y/o bien además, tomar en cuenta —para introducirse como si fuese
una Teoría del Todo y desde allí escudriñar con mucha dificultad
en las problemáticas, y muchas veces ignoradas circunstancias
del pasado humano—, el empleo por una parte, de lecturas simbólico
sígnicas de orientación estructuralista, mentalista y materialista
lévistraussiana (con una tesis evidente y decisiva en Antropología,
de llevar a cabo un giro explicativo desde fundamentos provenientes
de la Lingüística Estructural y del Inconsciente Freudiano,
donde Claude Lévi-Strauss se ubica por un lado, con un pie al interior
del límite de su propia seguridad antropológica, y argumenta
una estrategia textual, que es en extremo, narrativamente
acomodada e impecable, bajo presuntas explicaciones reales cuyo

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6
y donde muchos de ellos habrán de sentir además la necesidad imperiosa,
—y desde luego muy valiosa para nuestra ciencia—, de formarse como
profesionales orientados hacia una “pragmática inmediata”, al interior de
Consultorías Medioambientales, relacionadas también con la Preservación del
Patrimonio Histórico y Arqueológico de la Nación.

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está en definitiva, el por qué este investigador francés llega a
consideraciones y conclusiones propias, pero escasas en su modo de
proceder y en su cautela y ponderación, de que los “pensamientos
mágicos, míticos o salvajes”, se ajustan a una percepción y a una
imaginación,

—por ejemplo, en las oposiciones o niveles de cultura/naturaleza, o


de vida/muerte—

donde al echar mano “ellos” (aquellas gentes o aquellos pueblos) de


todo ese inmenso universo de razonamientos e inferencias, que
tenían a su disposición para concretar el pensamiento subyacente que
se refleja en sus propias clasificaciones, lograríamos nosotros percibir
que todas ellas funcionan analógicamente (vid. Levi-Strauss, 1984).
Para Claude Levi-Strauss, solamente un análisis estructural entre los
distintos niveles, permitiría dilucidar las referencias a cada elemento
del discurso mítico o ritual a que apuntan (Ibidem, 1984). Este
antropólogo nos dice que no hay que privilegiar un aspecto para
encarar el análisis. La interpretación, o mejor aún, la búsqueda de
explicaciones a más largo plazo, —de acuerdo al francés Claude
Lévi-Strauss—, debe realizarse desde ambos aspectos, integrando
acontecimiento y estructura, o bien si se quiere, estética y lógica
(Ibídem, 1984). El antropólogo Claude Lévi-Strauss hace mención de
los “sistemas de transformaciones”, e intenta dilucidar las relaciones
que toman ambos niveles del análisis, que son a primera vista,
opuestos. Para este antropólogo francés, las relaciones de simetría o
inversión, no deben interpretarse como derivaciones a partir del
contenido de un sistema de base, sino intrínsecamente deben
interpretarse como la base misma (Ibídem, 1984), desde la cual erigir
todo este “sistema lévistraussiano”, que se habría de interpretar al
final. Lo importante aquí para Claude Lévi-Strauss no es el contenido
de lo que él llama sus “contradicciones” entre los niveles, sino más
bien el hecho de que esas contradicciones existan: vida/casa;
muerte/tumba.

Pues de acuerdo a este antropólogo, las formas en que se producen


esas “contradicciones”, más allá de lo que debe pertenecer a sus
contenidos particulares, son para él “mucho menos variadas de lo que
parecen” (Ibídem, 1984), como podría hacerse énfasis tal vez —si
es que viniesen a nuestra memoria, ahora mismo, en este instante,

10
evocaciones imaginativas, abundantes en proposiciones dicotómicas
complementarias, que representasen o significasen además, bien
sean, por un lado, solo cosas, o bien sean, por otro lado, relatos o
imágenes con distinciones o diferencias— en esta dualidad de
vida/muerte, y sus “sistemas de transformaciones” que tendríamos
que hallar, según se infiere a partir de este particular “logicismo
lévistraussiano”, en los antiguos cementerios Aconcagua, como
ocurre con esta necrópolis próxima a la pequeña Ciudad de Tiltil,
un yacimiento con mucha riqueza para búsquedas más o menos
fructíferas a fin de proceder hacia una epistemología arqueológica
cada vez más prolongada y compleja, pero infortunadamente con una
enorme escasez de hallazgos potenciales procedentes del interior
del sitio mismo —que nos hubiesen conducido quizás hacia
búsquedas más generalizadoras, lo suficientemente satisfactorias
para efectuar por lo menos, recapitulaciones, a partir de inferencias
fuertes en bases de datos mucho más amplias y extensas, obtenidas
por mediación de un análisis matemático-metodológico, en torno
a conductas humanas sociales aún indistinguibles, referidas a este
yacimiento de “El Monumento”, pero esta vez con una validación
intensamente más probabilística—.

Basados en el principio clave que ya hemos postulado más arriba, aislamos algunas
ideas que a nuestro entender nos permitirían desarrollar una correcta estrategia de
investigación.

DEFINICION DE OBJETIVOS

Enfrentados al sitio y a sus condiciones culturales y naturales planteamos los


siguientes objetivos para ser resueltos a nivel metodológico y técnico:

I. Conocer y enfrentar aquellos problemas que plantea la excavación


de un yacimiento que ha sufrido un creciente proceso de deterioro.
Conjuntamente con esto, pretendemos conocer el comportamiento
actual de un sitio arqueológico transcurridos más de 50 años desde su
primera excavación por otro investigador.

11
II. Determinar qué significado tiene —pero solo desde un punto de vista de
preferencia posibilista, con un acotado y muy limitado probabilismo— la
contribución de la cerámica recuperada en el sitio, al contexto cerámico
general de la denominada Cultura Aconcagua.

DESARROLLO DE OBJETIVOS

OBJETIVO I
Antecedentes: la excavación de Ricardo Latcham

En septiembre de 1928 y por encargo del Museo Nacional, el arqueólogo Ricardo


Latcham excavó dos cementerios de túmulos ubicados a pocos kilómetros del pueblo
de Tiltil. Al primero de ellos lo denominó “El Algarrobal”, donde excavó 8 de los 21
túmulos que le fue posible identificar. Al segundo lo llamó “Cementerio del
Monumento” por su proximidad al monolito erigido al independentista chileno del
siglo XIX Manuel Rodríguez; allí excavó 16 de los 94 túmulos identificados. En
ambos sitios, los túmulos tenían entre 8 y 15 metros de diámetro y se elevaban sobre
el suelo entre 1 y 2 metros. A partir de la excavación se estableció que el material de
relleno era una especie de loess que tenía una composición diferente de la del lugar;
el autor sostiene que provenía del estero ubicado a unos cientos de metros de los
cementerios (vid. Latcham, 1928, pp. 264-265).

Las excavaciones se hicieron en forma de cruz hasta una profundidad do 3 a 3 1/2


metros. Las trincheras tenían una anchura promedio de 1,50 metros y su longitud
variaba de 6 a 12 metros. Cuando el resultado de las excavaciones no era
satisfactorio, se removía la tierra que formaba los ángulos interiores de la cruz hasta
la misma profundidad, dejando descubierta toda la superficie del montículo. La
profundidad de la tierra acarreada de otra parte era generalmente de 2 a 2,5 metros,
pero se seguía la excavación un metro más, porque con frecuencia se hallaban
restos enterrados en la tierra firme debajo de los túmulos (Ibidem, 1928, p. 266).

Del total de las tumbas excavadas se recuperaron 44 esqueletos, 12 de los cuales


se encontraban en condiciones mínimas de ser trasladados al museo. Dos de estos
esqueletos presentaban cráneos deformados artificialmente (Ibidem, 1928, p. 266).

12
No todos los esqueletos se hallaron a la misma profundidad. La mayoría se
encontraba sobre la superficie de la tierra firme, pero otros estaban enterrados en
ella a profundidades que variaban entre 60 cm. y 1 metro, y no pocos se encontraban

cerca de la superficie del montículo. Estos últimos al parecer provenían de entierros


subsecuentes, efectuados después de la formación del túmulo. Según el autor, es
posible que cada túmulo fuese una sepultura de familia, lo que explicaría el hecho
anotado. Afirma Latcham que, “dicha hipótesis se hace más probable por cuanto
algunos de los túmulos contenían más de un esqueleto, en algunos casos hasta
cuatro y aún cinco, distribuidos en diferentes puntos y a distintas profundidades”
(vid. Latcham, 1928, p. 266).

En varios túmulos se encontraron restos de párvulos y en cuatro casos dichos restos


se hallaron dentro de grandes ollas, dos de ellas tapadas con platos de greda
(Ibidem, p. 267).

El material cultural recuperado de las tumbas y asociado a los esqueletos era poco
numeroso. Alrededor de 30 piezas de cerámica se encontraban en buen estado de
conservación; el resto consistía en fragmentos. La mayor parte de la alfarería era del
tipo doméstico: ollas, cántaros, lebrillos, callanas, platos etc.; muchas de estas
piezas estaban cubiertas de hollín. Además, se encontraron piezas de una pasta muy
fina, decoradas con dibujos en negro o en negro y rojo. El elemento decorativo más
repetido era el trinacrio (Ibidem, p. 268).

Aparte de la cerámica se encontraron 3 puntas de proyectil (pequeñas y toscas) y


una docena de raspadores de piedra (Ibidem, p. 268).

Nuestra excavación

A diferencia del arqueólogo Ricardo Latcham, en nuestra inspección al “Cementerio


del Monumento” encontramos tan solo 22 túmulos, muchos de ellos difícilmente
reconocibles, casi todos notablemente desorganizados y solamente 2 de ellos no
alterados por la mano de presuntos “saqueadores”.

13
Los escritos de Ricardo Latcham no mencionan en ningún momento el estado de
conservación de los túmulos. En un manuscrito suyo leemos: “En los años anteriores
un gran número de estos túmulos han sido abiertos y son muy pocos los que quedan
intactos” (vid. Latcham, ms., 1928); aparte de esta mención general el autor no entra
en detalles. Por ese motivo no podemos saber qué túmulos encontró presuntamente
“saqueados” al llegar al sitio, y cuales fueron aquellos que él excavó. No obstante,
interpretamos —a partir de sus referencias— que llevó a cabo sus excavaciones
sobre túmulos intactos.

Para realizar la excavación elegimos ex profeso un área determinada. En ella se


inscribían los 2 túmulos no alterados, 5 túmulos desorganizados, y una superficie, en
el límite del sitio, en la cual se practicó una trinchera para conocer la estratigrafía
natural del yacimiento. Hay que señalar que el límite actual visible de este es
absolutamente arbitrario, puesto que diversas obras han efectuado un aplanamiento
mecánico en toda el área adyacente que lo circunda. De modo que es fácil suponer
que muchos túmulos han sufrido el arrasamiento de su montículo quedando el resto
bajo la superficie actual nivelada. Incluso en labores de jardinería realizadas en el
sector de emplazamiento del monumento al independentista chileno del siglo XIX
Manuel Rodríguez se han encontrado periódicamente fragmentos de cerámica.

En relación con los túmulos no intactos, que se consideraban “saqueados”, nuestro


interés era dar cuenta de evidencias en torno a algún reconocimiento —aún cuando
solamente, como ya lo hemos citado, vendría a ser desde una perspectiva
preferentemente posibilista— en cuanto al método de trabajo de campo llevado a
cabo por el arqueólogo Ricardo Latcham, a fin de observar y quizás definir algunos
patrones diferenciales, que pudieran tal vez ofrecernos indicadores en torno a los
procedimientos metodológicos que fuesen determinantes, de hecho, de la presencia
de una excavación arqueológica efectuada por este investigador. Hemos de
recordar, que Ricardo Latcham era considerado —en ese instante histórico de la
primera mitad del siglo XX— un empirista consumado; un buen estudioso de los
hechos, los que comparaba y tipologizaba.

14
Para esto consideramos lo siguiente:

(1) que un saqueador ha de excavar de una manera caótica, desordenada y


confusa.

(2) que el arqueólogo Ricardo Latcham excavaría con una técnica de excavación
conexionada con un referente histórico-cultural determinado.

(3) que esta técnica sería reconocida por nosotros.

Los resultados obtenidos en nuestro breve examen de los 5 túmulos fueron muy
similares, no percibiendo mayor diferencia entre ellos. Esta sentencia puede ser
explicada por alguna de las siguientes alternativas:

(a) que existiese una cierta vaguedad en nuestro conocer posibilista de que tal
vez, en este yacimiento, el arqueólogo Ricardo Latcham no hubiese llevado
a cabo una excavación arqueológica enteramente y absolutamente
conectada con una metodología visibilizada en extremo, categóricamente
definible, con particularizaciones destacables, y además señalizada y
conceptualizada bajo un esquema o conexión congruente con el modelo
histórico-cultural ya establecido por aquella época (la tercera década del
siglo XX) en la República de Chile, pero que también fuese observable por
nosotros ahora en nuestros días. Y en función de la imposibilidad de registrar
su intervención válidamente —en este sitio por lo menos— nos resultó
prácticamente indistinguible su presencia, debido a un bajísimo carácter
visual, incapacitándonos para dar cuenta, ni siquiera de manera totalmente
discreta (separada o distinta), de alguna actividad de Ricardo Latcham en los
hechos mismos sobre este yacimiento, y menos aún cualquier evidencia
posible que involucrase o no a Latcham de algún modo, a la actividad
inherente de lo que se define arqueológicamente en nuestros días con el
concepto moderno vinculado al acto de “saquear”, “expoliar” o llevar a cabo
“robos arqueológicos” (apoderarse de todo o de la mayor parte de lo que se
encuentra en un yacimiento arqueológico, contribuyendo en definitiva, a
provocar una desorganización generalizada de este como conclusión).

15
(b) que los “saqueadores” actuaron sobre todos los túmulos desorganizados
que nosotros excavamos.

(c) que nosotros —en conexión con lo afirmado en la alternativa (a)— no fuimos
capaces de reconocer algún gradiente de diferencia entre las excavaciones
arqueológicas de Ricardo Latcham, y la confusión de artefactos hallados
en secciones del sitio, que puede ser o no, un subproducto de la actividad
radicalizada que nos permite en última instancia darnos cuenta
efectivamente de la presencia de presuntos “saqueadores” allí, pero aun así
hemos considerado que esta última alternativa (c) es la que tiene mejores
posibilidades de ser la más acertada. De todos modos, decidimos ubicar
estos conceptos muy controvertidos y muy conflictivos para nosotros en este
yacimiento —vale decir “saqueo”, “expolio”, “robo arqueológico” y toda
variante lingüística más amplia relacionada con ellos— con una escritura
entrecomillada, para admitir nuestra limitación de eventualidades no
previsibles para obtener respuestas coherentes.

Técnica de la excavación

En primer lugar, en nuestra excavación empleamos “unidades artificiales” de 20 cm.,


pero en función de la arbitrariedad de estos niveles, hemos seleccionado por último
el más idóneo proceso de excavación estratigráfica (vid. Harris,1979, pp. 39-40).

Latcham sostiene que, en los túmulos de Tiltil, “no hay ninguna fijeza en la ubicación
del cadáver. A veces se encontraba en el centro, a veces a un costado y con
frecuencia enterrado en la tierra dura debajo de cualquier parte del montículo” (vid.
1928, p. 266). De acuerdo a esta situación, optamos primero por excavar en el centro
de cada túmulo intacto una cuadricula de 2 x 2 metros y una trinchera de 1 x 2 metros
en los túmulos presuntamente “saqueados”. Esta estrategia cumpliría dos metas
básicas:

(a) en los túmulos intactos, obtendríamos la mayor potencialidad de material


cultural.

16
II. Determinar qué significado tiene —pero solo desde un punto de vista de
preferencia posibilista, con un acotado y muy limitado probabilismo— la
contribución de la cerámica recuperada en el sitio, al contexto cerámico
general de la denominada Cultura Aconcagua.

DESARROLLO DE OBJETIVOS

OBJETIVO I
Antecedentes: la excavación de Ricardo Latcham

En septiembre de 1928 y por encargo del Museo Nacional, el arqueólogo Ricardo


Latcham excavó dos cementerios de túmulos ubicados a pocos kilómetros del pueblo
de Tiltil. Al primero de ellos lo denominó “El Algarrobal”, donde excavó 8 de los 21
túmulos que le fue posible identificar. Al segundo lo llamó “Cementerio del
Monumento” por su proximidad al monolito erigido al independentista chileno del
siglo XIX Manuel Rodríguez; allí excavó 16 de los 94 túmulos identificados. En
ambos sitios, los túmulos tenían entre 8 y 15 metros de diámetro y se elevaban sobre
el suelo entre 1 y 2 metros. A partir de la excavación se estableció que el material de
relleno era una especie de loess que tenía una composición diferente de la del lugar;
el autor sostiene que provenía del estero ubicado a unos cientos de metros de los
cementerios (vid. Latcham, 1928, pp. 264-265).

Las excavaciones se hicieron en forma de cruz hasta una profundidad do 3 a 3 1/2


metros. Las trincheras tenían una anchura promedio de 1,50 metros y su longitud
variaba de 6 a 12 metros. Cuando el resultado de las excavaciones no era
satisfactorio, se removía la tierra que formaba los ángulos interiores de la cruz hasta
la misma profundidad, dejando descubierta toda la superficie del montículo. La
profundidad de la tierra acarreada de otra parte era generalmente de 2 a 2,5 metros,
pero se seguía la excavación un metro más, porque con frecuencia se hallaban
restos enterrados en la tierra firme debajo de los túmulos (Ibidem, 1928, p. 266).

Del total de las tumbas excavadas se recuperaron 44 esqueletos, 12 de los cuales


se encontraban en condiciones mínimas de ser trasladados al museo. Dos de estos
esqueletos presentaban cráneos deformados artificialmente (Ibidem, 1928, p. 266).

12
Sin embargo, en los túmulos “saqueados”, o alterados, la excavación se inició
a partir de la superficie actual del “saqueo” allí realizado (vid. esquema 2)

esquema 2

Estratigrafía limítrofe del yacimiento

El perfil estratigráfico limítrofe del yacimiento —precisamente justo en su extremo


contiguo y adyacente—, se compone de seis Unidades Estratigráficas Naturales
con una profundidad total de 2 metros. Su orden y textura es la siguiente (vid. p. 17
de este artículo):

Estrato 1: capa vegetal terrosa; textura fina

Estrato 2: capa terrosa; textura de partículas medianas; escasez de partículas finas

Estrato 3: capa arenosa de textura mediana y color gris

Estrato 4: arenas de textura mediana y consistencia floja

Estrato 5: arcilloso, de textura muy fina, y color café oscuro

Estrato 6: bloques grandes de bolones y arenas de consistencia floja.

Esta estratigrafía corresponde a la trinchera A, realizada en el límite del sitio

18
TRINCHERA A

Pared Oeste
Escala 1: 20

19
LAS TUMBAS
TÚMULOS INTACTOS

TÚMULO 1
Pared Norte
Escala 1:20

Se encontraron restos óseos pertenecientes a dos individuos humanos.

individuo 1

Su ubicación correspondía a una fosa elíptica ubicada al centro del túmulo entre
los 5 y 61 cm. de profundidad (estrato nº 2), si bien hallamos una disturbación,
que logramos verificar posteriormente, de que el fondo de excavación de la tumba

20
se extendía incluso hasta los 80-90 cm. destruyendo parcialmente un segmento
completo del estrato nº 3 [según Harris, 1979, Capítulo 9, p. 90, esto podría ser
inferido eventualmente como “una interface de destrucción, que vendría a ser
entendida como evidencia estratigráfica negativa, la que aparece bien clarificada
en los planos de la excavación, pero que no es necesariamente tan evidente en
las secciones o perfiles estratigráficos verticales de la misma”. Traducción nuestra].
Los restos comprendían un cráneo incompleto, fragmentos de huesos largos y piezas
dentales. La posición era extendida, decúbito dorsal y orientada hacia el Norte.
Asociado al cráneo, a una altura de 10 cm. se encontró un puco (fig. 8) y un jarro
globular decorado (fig. 6). También se recuperaron fragmentos de cerámica.

Individuo 2

Se encuentra a 50 cm. al Oeste del individuo 1. Entre los 90 y 140 cm. de profundidad
aparecieron numerosos restos óseos fragmentados (se identificó con seguridad una
costilla). No se encontró ningún fragmento de cráneo y no se pudo determinar su
posición. A 15 cm. de la costilla se halló una escudilla decorada fragmentada (fig. 9).

Observación y análisis

Estamos en presencia de un túmulo en el que se han encontrado dos entierros:


uno de ellos ubicado en el centro mismo del túmulo y próximo a la superficie
de este, y un segundo cuerpo enterrado a mayor profundidad, con una localización
y disposición de los restos diferente a los del cuerpo anterior, más limítrofe
esta vez hacia el Oeste, y no centrada en el túmulo. La alteración parcial en el
individuo 2 puede ser, en parte, por la realización de la fosa para depositar al
individuo 1. A pesar de esto, despierta curiosidad la no aparición de restos craneanos
del segundo individuo. Con respecto a este hecho no podemos dejar de citar a
Latcham: “Llama la atención que cuatro de los cadáveres encontrados en el
cementerio del ‘Algarrobal’ carecían de cabeza, no encontrándose vestigios del
cráneo en la sepultura, lo que demuestra que habían sido decapitados antes del
entierro. En un caso se encontró el cráneo separado del tronco y colocado entre los
pies del esqueleto” (vid. 1928, p. 267). Sin embargo, la carencia de huesos
craneanos de uno de los individuos no permite ejecutar in situ, ciertas correlaciones
cráneométricas —considerando desde luego, que esas relaciones recíprocas
podrían ser ahora en este siglo XXI, tal vez científicamente no demasiado precisas,
y/o algo confusas, o bien por el contrario, que vengan a ser mucho más complejas y
más variables en el contexto de una biología humana— pero que sin embargo sean
posibles de hacerse, y que vengan a ser realizables, viables y factibles con una
certeza estimable entre ellas, lo que podría sugerir eventuales respuestas frente a la
posibilidad de que estemos ante un enterratorio situacional con tipología de túmulo
corresidencial.

21
TÚMULO 7

Pared Norte
Escala 1:20

Tumba de forma elíptica

22
Es una tumba de forma elíptica comprendida entre los 80 y 110 cm. de profundidad
(estrato nº 3) y ubicado al costado Norte del túmulo. Se encontraron aquí los restos
pertenecientes a un individuo. Su posición era decúbito dorsal y se orientaba de
Este a Oeste. Los restos se presentaban en regular estado de conservación y
comprendían un cráneo incompleto, fragmentos de mandíbula, fragmentos de tibia y
peroné (izquierdo-derecho), más otros fragmentos pequeños de huesos largos, no
identificables con seguridad. Asociado al cráneo se hallaron dos pucos (figs. 2 y 3)
y una olla grande (fig. 4). Prácticamente pegado a la tibia y peroné se encontró un
puco (fig. 5) y a 10 cm. de ellos una olla pequeña (fig. 1). Ninguno de ellos estaba
decorado. Ubicada entre dos cerámicas (figuras 1 y 5) había una concha de un
molusco llamado loco (Concholepas concholepas), que habita las costas de Chile y
Perú. El loco es una Clase de molusco gasterópodo, es decir, aquellos que presentan
un área cefálica o cabeza, un pie musculoso ventral, y una concha dorsal.

Observación y análisis: llama la atención la cantidad elevadamente significativa de


cerámica no decorada que acompaña al individuo (vid. Objetivo 2: Análisis), y
también la situación de una escudilla (fig. 5) que se presentaba apegada en los
bordes a los fragmentos reconocibles de tibia y peroné. Finalmente observamos el
hecho de que habían algunos fragmentos de esos huesos largos que nosotros
calificamos en nuestro análisis de campo como no identificables, pero que estaban
incluidos dentro del cráneo, y se hallaban además en un orden determinado, es decir,
cada uno de estos fragmentos óseos estaba dispuesto en una posición semivertical,
y asimismo se situaban en estrecha vecindad, pues se ubicaban adyacentes y
contiguos entre sí, actuando el cráneo a modo de urna. Sin embargo, esta situación
no parece implicar ningún tipo de alteración del cuerpo, que constituya una conducta
o un procedimiento que coadyuve o contribuya al hecho de haberse efectuado un
posible entierro secundario posterior (vid. Latcham, 1915, pp. 240-243) que habría
de dar por terminado definitivamente un largo proceso de ritos de paso del difunto,
(vid. Turner, 1969) desde su muerte física hasta su partida definitiva (fases:
preliminar, liminar y postliminar, cfr. Van Gennep, 1960, pp. 11, 21, 146-164) hacia
el más allá (vid. Latcham, 1915, pp. 240-243), pues en este caso, la relación entre
la posición de los huesos largos y el cráneo no constituía una evidencia o un “hecho”
fuerte de confirmación. Y al no observar otros hechos coincidentes o concordantes,
optamos por descartarlo, aun cuando Ricardo Latcham ya menciona el hallazgo de
restos óseos dentro de ollas (vid. Objetivo 1: Antecedentes) sin entrar en detalles
y sin publicar láminas de ellas.

23
LAS TUMBAS
TÚMULOS ALTERADOS

TÚMULO 2
Pared Norte
Escala 1:20

24
TÚMULO 7

Pared Norte
Escala 1:20

Tumba de forma elíptica

22
Se caracteriza por la escasa presencia de material arqueológico, con “elementos
interfaciales de superficie” (vid. Harris, 1979, capítulo 7, pp. 54-68), que se podría
traducir con precisión como casi superficial, aplicándose este concepto al límite
superior de un depósito, o a la línea de contacto entre dos depósitos. (Ibidem, 1979,
capítulo 7). En este caso el registro se encontraba entre 0 y 40 cm. en el estrato nº1,
a la manera de una muy débil “evidencia estratigráfica de acción negativa” (vid.
Harris, 1979, Ibidem). Aquí se hallaron algunos restos de cerámica no decorada junto
a pequeños fragmentos óseos. En los 70 cm. (estrato nº 2) se recuperaron
fragmentos cerámicos decorados.

El estrato de bloques grandes, sin material cultural, aparece en los 110 cm. Sin
embargo, para efectos de control se excavó hasta 170 cm. sin encontrar evidencias
positivas de material arqueológico.

26
TÚMULO 4

Pared Este
Escala 1:20

Se hallaron fragmentos cerámicos sólo en el nivel superficial (5-20 cm.) en el estrato


nº 1, a la manera de “elementos interfaciales de superficie” pues según Harris
(vid. 1979, capítulo 7, pp. 54-68) este concepto “se aplica al límite superior de un
depósito o la línea de contacto entre dos depósitos” (Traducción nuestra). Se
encontraban en una capa con características más-menos uniforme constituida por
arenas medianas mezcladas con escasas piedras. Entre los 141-150 cm. aparecen
los bloques de piedras grandes. Se excavó hasta los 2 metros de profundidad.

27
TÚMULO 5

Pared Este
Escala 1:20

Es una pequeña prominencia circular apenas perceptible. Se optó por su excavación,


pues en un primer momento se pensó que podría significar un nuevo túmulo intacto.
Sin embargo, tras los primeros 100 cm. no apareció material arqueológico. A esa
profundidad surge el estrato señalizador de bloques grandes de bolones. Luego de
excavar este estrato hasta los 160 cm. y sin evidencia positiva de ningún tipo se
determinó paralizar la excavación.

28
TÚMULO 6
Pared Este
Escala 1:20

Se encontraba entre el límite del área de excavaciones y el camino que la separa del
monumento a Manuel Rodríguez. Al construirse dicho camino con el fin de realizar
carreras de caballos en el ámbito de fiestas que conmemoran a la figura del
independentista chileno del siglo XIX Manuel Rodríguez, el túmulo fue cortado en
29
dos sectores quedando una sección mayor totalmente aplanada y formando parte de
la llamada “cancha” ya consolidada y establecida para las carreras de caballos. Otra
sección menor quedo levantada y continúa conservando su aspecto formal de
túmulo. En este último sector se efectuó la excavación.

hallazgos: En un principio, durante la excavación del sector de la Pared Oeste de


esta trinchera de 1 x 2 metros en este túmulo alterado, y hasta los 120 cm, no
apareció ningún material arqueológico. A esa profundidad comienza el estrato de
bloques de bolones. Sin embargo, al excavar la Pared Este de la trinchera de este
túmulo desorganizado —pero observándolo ahora de un modo más atento y asiduo,
y también más cuidadoso y perseverante— hallamos una zona limítrofe entre dos
estratos contiguos, y en ella un “elemento interfacial negativo” a los 76-79 cm.
(vid. Harris, 1979, capítulos 7 y 8, pp. 53-81), —precisamente bajo el estrato nº 3, y
el que lo sucede, es decir, incrustado en el estrato nº 4, lo que involucra inferencias
acerca de “aquellos estratos que han sido disturbados o destruidos en escasa
medida” (vid. Harris, 1979, Ibidem)—, donde se recuperó una punta de proyectil
triangular de base escotada asociada a restos óseos humanos en muy mal estado
de conservación que no tenían ninguna disposición clara entre ellos.

OBJETIVO II

La escasez del material cerámico recuperado, el estado de disturbación y/o presunto


“saqueo” del yacimiento y el conocimiento y distinción de la tipología cerámica
de la Cultura Aconcagua en años recientes (vid. Massone,1978,1979), fueron
las tres consideraciones que tomamos en cuenta al desarrollar este objetivo. Las dos
primeras son el resultado de nuestra observación inicial de entrada y de nuestro
recorrido por el terreno mismo previo a la excavación, y la tercera es inherente al
avance de la investigación arqueológica en el análisis de muestras de conjuntos
alfareros de la Cultura Aconcagua. Estas limitaciones nos obligaron a examinar de
manera metodológica y técnica solamente un conjunto de atributos diagnósticos que
nos fue posible detectar en la cerámica del sitio, para confrontarlos posteriormente
con aquellos que caracterizan a los tipos cerámicos Aconcagua —ya definidos hasta
ahora— y obtener así algunos resultados.

La mayor parte de las vasijas procedían del túmulo 7 y no presentaban decoración.


De los 5 objetos cerámicos recuperados en esta tumba, 2 de ellos correspondían al
tipo Aconcagua Rojo Engobado (pucos, figs. 2 y 3) en la variedad no decorada. Este
tipo se encuentra en los túmulos funerarios en directa asociación con alfarería
Aconcagua Salmón (vid. Massone,1979, p. 256) y también solo. En nuestro caso
representa la ofrenda cerámica en compañía de otras vasijas de confección más
burda. Su presencia está de acuerdo con los datos que indican una mayor frecuencia
de la variedad sin decoración en la cuenca de Santiago (Ibidem, p. 254)

30
Análisis del material cerámico recuperado en el cementerio de túmulos de Tiltil.

Nuestro Segundo Objetivo general fue determinar el significado de la contribución de


la cerámica recuperada en el yacimiento al contexto cerámico general de la Cultura
Aconcagua. Con este fin se definieron los siguientes objetivos específicos:

a) detectar los atributos que permitieran clasificar el material cerámico de Tiltil de


manera diagnóstica.

b) analizar comparativamente esta serie de atributos con aquellos que tipifican a la


cerámica de la Cultura Aconcagua.

Por atributo entendemos cada una de las características, o rasgos, o propiedades,


que identifican un conjunto específico de artefactos, los que son por definición,
productos de las acciones sociales e individuales de sujetos humanos (Heráz y
Martínez, p. 20, separata S/F). En este caso, son indicadores de la cerámica del sitio
(o sea, diagnósticos de ella) y pueden ser opuestos o confrontados con otros que
son ajenos a él.

Las técnicas utilizadas para cumplir con los objetivos específicos fueron:

1) Análisis de laboratorio con el objeto de detectar los atributos diagnósticos de


la cerámica de Tiltil. Empleo de la Nomenclatura Clasificatoria de piezas
cerámicas establecida por la Convención de Córdoba (1964).
2) Revisión de fuentes bibliográficas especializadas con el fin de identificar los
atributos típicos de la alfarería perteneciente a la Cultura Aconcagua.
3) Manejo de tablas comparativas entre ambas series de atributos en el proceso
de Contrastación.

Para determinar la composición del antiplástico se utilizó como base de la


descripción de las formas cristalográficas, aquella que hace referencia a sus
dimensiones relativas en las tres direcciones del espacio (vid. Tyrrell, 1963; vid.
Brüggen, 1931).

La clasificación es la siguiente (vid. Tyrrell, 1963):

a. Cristales equidimensionales o poliédricos: están más o menos igualmente


desarrollados en todas las direcciones.

31
b. Cristales tabulares: están mejor desarrollados en dos direcciones espaciales
en comparación con la tercera. Forman placas, tabletas, escamas. Por
ejemplo, preferentemente en las micas y en los feldespatos

c. Cristales prismáticos: están mejor desarrollados en una dirección en


comparación con las otras dos. Forman columnas, prismas (gruesos y
delgados), hexágonos, barras y agujas. Ejemplos, el cuarzo y la apatita.
También algunos feldespatos.

d. Cristales irregulares: sus formas no guardan relación con las categorías


precedentes (arbustos, parches diseminados, venas, etc.).

Tomamos también la decisión de determinar el grado de dureza de los minerales


constitutivos, componentes e integrantes del antiplástico de los artefactos de
alfarería recuperados en esta necrópolis de Tiltil. Para dar cuenta del proceso de
detección de esta parte de los atributos diagnósticos propios de la alfarería obtenida
en este sitio arqueológico funerario, se adoptaron las recomendaciones de Brüggen
(vid. 1931, p. 195) y Tyrrell (vid. 1963). La escala de dureza empleada en el análisis,
es aquella establecida por Friedrich Mohs (vid. Tyrrell, 1963), para los minerales
(desde talco, dureza 1, hasta diamante, dureza 10). Recuperado de:

https://www.mineraltown.com/infocoleccionar/dureza_escala_de_mohs.htm

Hemos considerado esta escala como la más adecuada en virtud de la categoría


fundamentalmente posibilista de nuestra indagación.

En el instrumental empleado, fue determinante la utilización de una variedad de


lentes de diversos aumentos. Las visualizaciones obtenidas con aquellos de 20 a
40 aumentos fueron muy útiles en virtud de sus capacidades de precisión en el
reconocimiento exhaustivo del antiplástico.

Como complemento visual a las lentes ya citadas, pero a partir de un enfoque esta
vez diferente, que no hace énfasis en observaciones visuales particulares,
singularizadas y detalladas en extremo, sino más bien en una totalidad dominante
de visiones de conjuntos o de grupos minerales incorporados como antiplástico o
atemperante, se hubo requerido de otro lente auxiliar de 6 aumentos.

32
ESTUDIO DEL MATERIAL CERÁMICO (dibujante: Antonio Brunet Merino).

Este material ha sido subdividido de la siguiente manera: 5 vasijas completas, 1


incompleta, 3 fragmentadas y 147 fragmentos divididos en siete grupos.

DESCRIPCIÓN DE LAS VASIJAS COMPLETAS

(A) OLLA PEQUEÑA. Tipo Aconcagua Pardo Alisado, (figura 1)

PASTA
- antiplástico
composición: granos medianos de arenas. Se observan
macropartículas finas y algunas formas tabulares
(micas y feldespatos)
tamaño: no uniforme
distribución: irregular
densidad: media a alta

33
dureza aproximada
de los minerales del
antiplástico: identificación de seguridad alta: 2,5 (micas); 6
(feldespatos).

- textura: aspecto compacto, aunque levemente poroso

- color: pardo gris-café a pardo rojizo También es notoria la


coloración pardo-negro.

SUPERFICIE
- color: pardo café en superficie externa; pardo gris a pardo café en
superficie interna

- acabado: alisado de aspecto un poco tosco en superficie externa;


alisado en superficie interna.
- defectos: ambas superficies se presentan extensamente
ennegrecidas. Presencia de hollín.

TIPO DE COCCIÓN: parcialmente oxidante con núcleo pardo café a pardo negro

DESCRIPCION DE LA FORMA
- altura de la pieza: 105 mm

- diámetro boca: 88 mm

- diámetro: máximo del cuerpo: 118 mm

- espesor de paredes: de 3 a 6 mm
- cuello: simple cóncavo (ligeramente evertido)
- labio: convexo
- base: aplanada (ligeramente redondeada)

34
TÚMULO 5

Pared Este
Escala 1:20

Es una pequeña prominencia circular apenas perceptible. Se optó por su excavación,


pues en un primer momento se pensó que podría significar un nuevo túmulo intacto.
Sin embargo, tras los primeros 100 cm. no apareció material arqueológico. A esa
profundidad surge el estrato señalizador de bloques grandes de bolones. Luego de
excavar este estrato hasta los 160 cm. y sin evidencia positiva de ningún tipo se
determinó paralizar la excavación.

28
distribución: intermedia (medianamente homogénea)
densidad: media a alta

dureza aproximada
de los minerales del
antiplástico: identificación de seguridad media: 2,5 (micas); 6
(feldespatos); 7 (cuarzo).

- textura: compacta. Porosidad media


- color: café rojizo

SUPERFICIE

-color: tonalidad café claro en superficie externa; café con


tonalidades rojizas en superficie interna
-acabado: engobado en ambas superficies
-defectos: ambas superficies se presentan ennegrecidas en algunos
sectores.

TIPO DE COCCION: oxidante, con escasa presencia de núcleo gris-café.

DESCRIPCION DE LA FORMA

- altura de la pieza: 75 mm
- diámetro boca: 133 mm
- espesor de paredes: de 3 a 6 mm
- labio: convexo
- base: convexa
- cuerpo: hemisférico, de contorno simple.

36
(C) ESCUDILLA PEQUEÑA (PUCO). Tipo Aconcagua Rojo Engobado,
variedad sin decoración (figura 3)

PASTA

- antiplástico y textura son observables, pero solo en un grado mínimo


dureza aproximada de
los minerales del
antiplástico: aproximadamente 6 (identificación de seguridad
baja: parecen visibilizarse ligeramente
cuarzos y/o apatitas)

37
- color: café rojizo

SUPERFICIE

- color: en superficie externa el color es café claro con tonos rojizos


en algunas zonas; en superficie interna es rojo.

- acabado: Engobado en ambas superficies

- defectos: está en buen estado. Sin embargo, en la superficie externa


se aprecian algunas grietas.

TIPO DE COCCIÓN: oxidante

DESCRIPCION DE LA FORMA

- altura de la pieza: 65 mm; diámetro boca: 120 m.

- espesor de paredes: 2 a 4 mm

- labio: convexo.

- base: convexa

- cuerpo: hemisférico, de contorno simple.

38
(D) OLLA GRANDE. Tipo Aconcagua Pardo Alisado (figura 4)

PASTA
- antiplástico
composición: granos medianos a grandes de arenas de color blanco.
Partículas blancas prismáticas hexagonales de cuarzo.
Finas partículas tabulares (micas). Partículas tabulares de
mayor tamaño con apariencia vítrea (feldespatos)
tamaño: no uniforme
distribución: medianamente homogénea
densidad: media a alta

dureza aproximada de
los minerales del antiplástico: identificación de seguridad alta: 7 (cuarzo);
2,5 (micas); 6 (feldespatos).

39
- textura: medianamente compacta; presenta cierta tendencia a la
disgregación
- color: varía desde un café anaranjado intenso a un café oscuro

SUPERFICIE

- color: café claro con trazas rojizas en ambas superficies-

- acabado: se aprecia algo de engobe en algunos sectores de la


superficie externa; la superficie interna esté alisada

- defectos: las 2/3 partes de la superficie externa están ennegrecidas


por una capa de hollín. Casi toda la superficie interna está
alterada por el hollín y por una pátina que impide un
reconocimiento claro de la coloración y el acabado de la
vasija.

TIPO DE COCCION: oxidante, con núcleo gris-negro que alcanza en parte hasta
la superficie interna

DESCRIPCION DE LA FORMA

- altura de la pieza: 150 mm.

- diámetro boca: 85 mm.

- diámetro máximo del cuerpo: 150 mm

- espesor paredes (aprox.): 2 a 3 mm hasta 5-6 mm

- cuello: simple cóncavo


- labio: preferentemente recto.
- base: redondeada y ligeramente aplanada
- asas: en número de dos, una de ellas en posición vertical, la
otra ligeramente oblicua, de inserción doble
remachada y del tipo maciza otomorfa.
- cuerpo: esférico (globular).

40
Análisis del material cerámico recuperado en el cementerio de túmulos de Tiltil.

Nuestro Segundo Objetivo general fue determinar el significado de la contribución de


la cerámica recuperada en el yacimiento al contexto cerámico general de la Cultura
Aconcagua. Con este fin se definieron los siguientes objetivos específicos:

a) detectar los atributos que permitieran clasificar el material cerámico de Tiltil de


manera diagnóstica.

b) analizar comparativamente esta serie de atributos con aquellos que tipifican a la


cerámica de la Cultura Aconcagua.

Por atributo entendemos cada una de las características, o rasgos, o propiedades,


que identifican un conjunto específico de artefactos, los que son por definición,
productos de las acciones sociales e individuales de sujetos humanos (Heráz y
Martínez, p. 20, separata S/F). En este caso, son indicadores de la cerámica del sitio
(o sea, diagnósticos de ella) y pueden ser opuestos o confrontados con otros que
son ajenos a él.

Las técnicas utilizadas para cumplir con los objetivos específicos fueron:

1) Análisis de laboratorio con el objeto de detectar los atributos diagnósticos de


la cerámica de Tiltil. Empleo de la Nomenclatura Clasificatoria de piezas
cerámicas establecida por la Convención de Córdoba (1964).
2) Revisión de fuentes bibliográficas especializadas con el fin de identificar los
atributos típicos de la alfarería perteneciente a la Cultura Aconcagua.
3) Manejo de tablas comparativas entre ambas series de atributos en el proceso
de Contrastación.

Para determinar la composición del antiplástico se utilizó como base de la


descripción de las formas cristalográficas, aquella que hace referencia a sus
dimensiones relativas en las tres direcciones del espacio (vid. Tyrrell, 1963; vid.
Brüggen, 1931).

La clasificación es la siguiente (vid. Tyrrell, 1963):

a. Cristales equidimensionales o poliédricos: están más o menos igualmente


desarrollados en todas las direcciones.

31
DESCRIPCION DE LA FORMA

altura de la pieza: 70 mm
diámetro boca: 158 mm
espesor de paredes: 3 a 5 mm hasta quizás 7 mm
labio: preferentemente convexo
base: convexa
cuerpo: hemisférico, de contorno simple.

DESCRIPCIÓN DE LAS VASIJAS INCOMPLETAS

(a.1’) Probablemente jarro o botellón pequeño decorado. Tipo Aconcagua Salmón.


variedad, negro, rojo, blanco sobre salmón (figura 6)

42
PASTA

- antiplástico
composición: granos medianos a finos de cuarzo y arenas. Finísimas
formas tabulares (micas, feldespatos). En general el
antiplástico es muy fino
tamaño: medianamente uniforme
distribución: más bien irregular
densidad: media

dureza aproximada de los


minerales del antiplástico: identificación de seguridad alta: 7 (cuarzo);
2,5 (micas); 6 (feldespatos).

- textura: compacta. Porosidad baja

- color: anaranjado

SUPERFICIE

- color: anaranjado en superficie interna; blanco (engobe) y


anaranjado (pasta) en superficie externa.

- acabado: superficie interna alisada; superficie externa pulida y


engobada

- defectos: algunas finísimas grietas en la superficie externa. En la


superficie interna se aprecian algunas zonas con una pátina
plomiza

TIPO DE COCCION: oxidante, buena, sin núcleo

43
MOTIVOS DECORATIVOS: sobre el engobe blanco de la superficie externa (el cual
esta notablemente decolorado en amplias zonas) están presentes los siguientes
motivos: bandas de 3 y 4 líneas paralelas verticales de color negro que atraviesan el
cuerpo de la vasija desde su extremo superior hasta el circulo basal que es de color
rojo, y que dividen la superficie decorada en 4 sectores con idénticos motivos. Ellos
son: una banda de 3 líneas paralelas verticales negras y rojas y otras 2 similares (3
líneas paralelas negras y rojas) en sentido horizontal, una de ellas en la parte superior
del cuerpo interrumpida por la banda de líneas verticales (no es visible en figura 6) y
otra en la parte media. En los espacios entre bandas hay rectángulos con pestañas
de color negro y rojo. Hemos optado por generalizar —pero de un modo en extremo
muy extensivo e incluso tal vez ambiguo— que debido al número hallado en la
distribución grupal de los motivos, estos podrían expresar de alguna manera, a partir
de consideraciones estructurales,9 e inferencias sociales y/o culturales —las que
habremos de presumir aún, están bajo estudio en otras necrópolis Aconcagua— y que
tal vez pudiesen ser hipotetizadas creativamente mediante la prevalencia de
dualidades, triparticiones o cuatriparticiones, según componentes estructurales
geográfico-cosmológicos y/o sociales andinos (vid. Hidalgo, Jorge et al. 1981, pp. 79-
95); o bien podrían estar informándonos solo de consideraciones eventuales, que
vendrían a emerger únicamente como resultado de conjeturas (y obviamente,
intentando visualizar también las refutaciones concomitantes), que se hacen visibles
espacialmente a partir del postulado de las tesis estructuralistas mentalistas
lévistraussianas,9 conexionadas con formaciones parentales de categorías binarias
desconocidas por nosotros —y que habrá que estudiar si estas explicaciones
estructurales otorgan mérito para un conocimiento de claves que nos lleven hacia ellas
en la Cultura Aconcagua— de preferencia vínculos de alianzas, que habrían de
implicar como límite superior un intercambio máximo cuatripartito, categorizado al
parecer, por dualidades dobles que entrelazaban sus alianzas, a una cantidad —que
obviamente ignoramos— de divisiones espaciales heterogéneas de grupos familiares
corresidentes, miembros todos de lo que se constituye y se nombra como patrones de
la Cultura Aconcagua (Ibidem, pp. 79-95). ———
Recuperado de:

http://www.chungara.cl/Vols/1981/Vol8/Elementos_estructurales_en_la_ceramica.pdf

______________________________
9
es decir, encontrándose todavía esta “explicación estructural” en un proceso de duplicidad
adaptativa en nuestra comunidad de científicos, en torno a si su categoría de conocimientos y su
metodología de análisis, puede válidamente lograr explicaciones científicas o no en arqueología, lo
que es aceptado por algunos investigadores, pero también es rechazado por otros.

44
DESCRIPCION DE LA FORMA (continuación de figura 6)

altura de la pieza (cuerpo): 100 mm


diámetro (cuerpo): 100 mm
espesor de paredes: 5 mm
base: redondeada
cuerpo: esférico, de contorno simple (globular)
estado: falta el cuello de la pieza. El cuerpo está en buen
estado

DESCRIPCIÓN DE DOS VASIJAS FRAGMENTADAS

(a.1’’.) Escudilla (puco). Tipo Aconcagua Rojo Engobado (figuras 7 y 8);


6 fragmentos.

PASTA

PASTA
- antiplástico
PASTA

-antiplástico
composición: granos medianos a grandes de arenas. Abundantes granos
prismáticos y tabulares de tamaño grande y mediano, de
color blanco y gris
tamaño: medianamente uniforme

45
distribución: medianamente homogénea
densidad: media a alta

dureza aproximada de los


minerales del antiplástico: identificación de seguridad muy baja:
promedio de dureza de minerales: 6,5 (posibilidades
muy cautelosas de presencia de minerales de
cuarzos; la presencia de feldespatos
vendría a ser la más acertada)

- textura: compacta. Porosidad media


- color: café rojizo

SUPERFICIE

- color: café claro en superficie externa; café rojizo en superficie


interna
- acabado: engobado en ambas superficies. El acabado se presenta
bastante tosco
- característica particular de la superficie: en la superficie interna, al fondo de la
vasija y en posición central hay una prominencia de
forma mamelonar de 10 mm de alto. Puede inferirse
favorablemente por movimiento manual, que está hueca y
parece contener en su interior bastantes semillas y/o
piedrecillas que producen una sonoridad débil al agitar el
ceramio.

TIPO DE COCCION: oxidante, con núcleo gris bien definido

DESCRIPCION DE LA FORMA

altura de la pieza: 55 mm
espesor de las paredes: 3 a 6 mm
diámetro boca (aprox.): 123 mm
46
labio: convexo
base: convexa
cuerpo: hemisférico, de contorno simple.

(a.1.’’’) Escudilla decorada (puco). Tipo Aconcagua Salmón, variedad negro sobre
salmón (figuras 9 y 10); 18 fragmentos.

47
PASTA
- antiplástico
Composición: abundantes granos blancos y grises de tamaño medio
a grande, preferentemente prismáticos (cuarzos, feldespatos)
tamaño: poco uniforme
distribución: irregular
densidad: media

dureza aproximada de los


minerales del antiplástico: identificación visual de seguridad baja: promedio de
dureza de minerales: aproximadamente 6,5.

48
- textura: medianamente compacta. Es más bien floja y quebradiza. Porosidad
media
- color: anaranjado rojizo

SUPERFICIE

- color: anaranjado rojizo en ambas superficies

- acabado: pulido en ambas superficies

- defectos: la superficie externa y sobre todo la base presentan un


aspecto erosionado
- característica particular de la superficie: en la base se observan tres
pequeñas prominencias a manera
de soportes.
TIPO DE COCCION: oxidante

MOTIVOS DECORATIVOS: decoración en negro sobre la superficie anaranjada.


La superficie interna esta notablemente decolorada. Se observan bandas de líneas
paralelas quebradas en zig-zag con pestañas. En el labio aparece una línea
perimetral muy pálida. En la superficie externa se distingue el trinacrio y el circulo
basal.

DESCRIPCION DE LA FORMA

- altura de la pieza: 56 mm
- espesor de paredes: 3 a 4 mm
- labio: recto
- base: redondeada, con tres pequeños soportes de 3 a 4 mm de
altura
- cuerpo: hemisférico, de contorno simple y levemente restringido.

49
FRAGMENTOS
(Figura 11)

El número total de fragmentos aislados (147) fue dividido en siete grupos. En cada
uno de ellos concurren atributos particulares que los distinguen entre sí (vid. Tabla
1). Todos son poco diagnósticos para deducir formas de vasijas (en general tienen
un tamaño inferior al 10% de un ceramio completo).

Los grupos 2 (8 fragmentos), 4 (I2 fragmentos) y 6 (66 fragmentos) evidencian


preferentemente rasgos correspondientes al tipo Aconcagua Rojo Engobado. Los
grupos 5 (2 fragmentos) y 7 (30 fragmentos) exhiben de un modo casi uniforme
atributos pertenecientes a los tipos Salmón, Rojo Engobado y Pardo Alisado. El
grupo 1 (9 fragmentos) presenta rasgos propios de este último tipo cerámico.
Finalmente, el grupo 3 (20 fragmentos) muestra un predominio notable de atributos
correspondientes al tipo Aconcagua Salmón (vid. Tabla 2).

50
- textura: medianamente compacta; presenta cierta tendencia a la
disgregación
- color: varía desde un café anaranjado intenso a un café oscuro

SUPERFICIE

- color: café claro con trazas rojizas en ambas superficies-

- acabado: se aprecia algo de engobe en algunos sectores de la


superficie externa; la superficie interna esté alisada

- defectos: las 2/3 partes de la superficie externa están ennegrecidas


por una capa de hollín. Casi toda la superficie interna está
alterada por el hollín y por una pátina que impide un
reconocimiento claro de la coloración y el acabado de la
vasija.

TIPO DE COCCION: oxidante, con núcleo gris-negro que alcanza en parte hasta
la superficie interna

DESCRIPCION DE LA FORMA

- altura de la pieza: 150 mm.

- diámetro boca: 85 mm.

- diámetro máximo del cuerpo: 150 mm

- espesor paredes (aprox.): 2 a 3 mm hasta 5-6 mm

- cuello: simple cóncavo


- labio: preferentemente recto.
- base: redondeada y ligeramente aplanada
- asas: en número de dos, una de ellas en posición vertical, la
otra ligeramente oblicua, de inserción doble
remachada y del tipo maciza otomorfa.
- cuerpo: esférico (globular).

40
proviene de eventuales semillas o piedrecillas que se habrían de hallar, al parecer,
al interior del mamelón localizado en este artefacto alfarero cuando es agitado
continuadamente con la mano (vid. Notas 3 y 4)

(Nota 3) como podría ocurrir por ejemplo, con Relatos Míticos de los Andes
Centrales o Centro Sur Andinos, —donde habría que observar e indagar
inductivamente, en primer lugar, la posibilidad de documentarse sobre ellos con
amplitud, en torno a las existencias de escrutinios estrictos obtenidos a partir de
la investigación etnohistórica, o bien por etnógrafos, que hayan logrado ya su
objetivo de sacarlos a la luz en sus publicaciones, categorizándolos, en definitiva,
como inferencias valiosas— pero donde sus componentes, para llevar a cabo
las actividades o actos etnográficos “y aquí, abandonamos por un momento la
modernidad, y nos resulta imposible el evitar echar un vistazo hacia lo
posmoderno”, tengan que ser mucho más Intersubjetivos y Axiológicos en sus
indagaciones en el trabajo de campo (o sea más preocupados, o bien, más
involucrados en una Teoría General de los Valores, —en un universo de
actores tanto sociales como individuales que los investigadores están visitando
en ese momento—, a partir por ejemplo, del pensamiento de Marx, o de otros
filósofos y pensadores, pero que sean productores de ideas que los justifiquen
como epistemológicamente congruentes), e ir bastante más allá de esa senda
actual, demasiado obvia, preocupada en observar y asimilar datos funcionales
en torno a actividades domésticas y/o públicas de tipología bivalente, sociales e
individuales, de actores pertenecientes a una población humana, pero bajo un
dominio de signos y funcionalidades de labor utilitaria en su conjunto, con una
semántica más o menos complementaria, que el investigador va a determinar en
última instancia, por la mediación de la manipulación de artefactos observada y
registrada por el etnógrafo-arqueólogo, al interior de la intencionalidad que nos
han propuesto tanto la tradicional Etnoarqueología Procesual y su concomitante
Enfoque Posprocesual anglosajones, en cuanto a la ‘supremacía para otorgar
un valor de verdad etnográfico’ en su propuesta, el que vendría a ser por otra
parte ‘ampliamente sostenible y difícilmente cuestionable o refutable’, y que —al
mismo tiempo— ‘ambos habrán de presumirse como viables, o factibles, o
admisibles’, para tratar con la materialidad arqueológica hallada en nuestros
yacimientos. Pero habremos de advertir de todos modos que, ‘en los hechos’,
nos han sido impuestos, introduciendo sus planes tradicionales y particulares
para la acción etnográfica, prácticamente a rajatabla (o sea, de un modo
inflexible, cueste lo que cueste, y sin contemplaciones).

(Nota 4) A continuación, y en segundo lugar, esos Relatos Míticos de los Andes


Centrales o Centro Sur Andinos deberían ser entendidos deductivamente,
como conjeturas de una elevada aplicabilidad posibilista hacia el pasado,
reconociendo eventualmente particularidades, o bien, individualidades
52
compartidas, de conjuntos múltiples de significantes sociales y/o cosmológicos
muy potentes, los que deberían requerir quizás de escenificaciones con
parafernalias y esfuerzos rituales públicos funerarios compuestos de elementos
diversos, que tal vez, habrían de otorgar una respuesta con algún sentido de
destino a través de la exhibición pública de presuntos dramas rituales 10 a la
manera de ritos de paso en torno al “hecho” de situar al fallecido el interior del
mundo de la muerte, como si se tratase solo de un ‘desmayo’, tras el cual se
despierta la conciencia sobrenatural del difunto y lo conduce hacia la otra vida
en el más allá; o bien que sean nada más que actos representacionales
ritualistas 10 de un carácter funerario recurrente, pero de un estilo distinto, y
todos ellos funcionando como Textos que recrean Mitos, tal vez al interior de
una temporalidad no lineal; o quizás sea solamente un rito funerario 10
consuetudinario que desconocemos, y cuyos rituales en conjunto, se estén
efectuando y representando en relación directa con un personaje destacado, a
la manera de un Gran Hombre [a Big Man, vid. Sahlins, pp. 285-303, 1963;
propio de ciertas sociedades étnicas melanesias de diferenciación
segmentaria] y ante un número limitado, quizás probablemente hombres,
participantes en un Contexto de miembros de comunidades de corresidentes
Aconcagua10 —lo que podría conducir a coherencias o conexiones que
reflejarían de un modo tentativo, conjeturas o hipótesis socioculturales
“especulares”, sobre “hechos” que involucran cuotas de poder o conductas de
desigualdad— cuya producción de efectos con categorías limitadas de
sonoridades disminuidas, pudieran ser comprendidos por ellos, por cierto, como
muy significativos. (vid. Turner, 1969; vid. Hodder, 1982; cfr. Fort and Kates,
1935; cfr. David, 1981). [cfr. vid. 10 a pie de página nº 54]

(a.1.’’’) tres prominencias en la base de un puco decorado fragmentado a manera


de soportes (figs. 9 y 10): tiene un cierto antecedente comparativo en un
puco globular de base trípode descrito por Duran (vid. 1979, p. 270, fig. 4a)
procedente del cementerio de María Pinto. Sin embargo, el objeto cerámico de Tiltil
no presenta incisiones a diferencia de éste último, y sus prominencias pueden
calificarse —en el caso de nuestro hallazgo— solo como apéndices vestigiales.

Es correcto afirmar que, como nuestra observación ha de ser enteramente posibilista


y no menciona más que un caso de similitud limitada (a.1.’’’), habremos de suponer
que podría ser revisada y modificada o no, pero esta vez mediante el empleo de una
matemática analítica especializada en cálculos complejos, para extraer grandes
cantidades de datos, de todo un conjunto de yacimientos Aconcagua fechados y/o
no fechados, para que en definitiva sea factible en algún momento llevar a cabo
intentos novedosos y objetivos variables de investigación, de acuerdo a los fines

53
sostenidos y sostenibles por los equipos multidisciplinarios de investigadores
arqueólogos, etnohistoriadores, etnógrafos, antropólogos físicos y/o socioculturales,
otros científicos de la naturaleza, etc., a fin de formular algunas hipótesis deductivas,
en principio de tipología manifiestamente procesual, conjuntamente, tal vez si se
intenta, con conjeturas posprocesuales, más el inmenso universo de la arqueología
posmoderna, donde entre las propuestas ontológicas individuales o grupales de
nuestros científicos, siempre habrá de emerger una creatividad múltiple en este
trabajo en continuo avance, muy propio de la ciencia, como lo ha sido para la
arqueología por ejemplo, el concepto valioso de Paisaje Cultural, que se ha
complementado ya, y en gran medida, desde el pasado siglo XX (que hubo de ser el
momento cronológico de nuestras indagaciones en la necrópolis de Tiltil, años 1983-
84) hasta el actual siglo XXI, con la idea habitual más establecida, pero tal vez un
tanto más estricta, —o quizás más restrictiva según otras opiniones arqueológicas—
del denominado Patrón de Asentamiento, donde sus fundamentos es posible citarlos,
al menos, a partir de la arqueología procesual estadounidense.

____________________________
10
por primera vez, los investigadores Fort y Kates en 1935, y más tarde David en 1981, dieron cuenta
de dramas rituales representados ya en el antiguo Egipto (cfr. Brunet, Antonio (2019) “Osiris y el
mes de Khoiak”, E.A.E. OmniScriptum Publishing Group, Saarbrücken, pp. 86-87; 90-92). Es
correcto afirmar que esta analogía etnográfica y/o etnohistórica, proveniente de una Alta Cultura
del Antiguo Mundo (Eurasia y África) alejada directamente de los Andes Centrales, puede ser
muy poco fiable y segura, en sus efectos referentes a un involucramiento directo con las Altas
Culturas americanas, pero sí lo es, en el “hecho” de que tenemos aquí información etnohistórica y
por sobre todo investigación arqueológica, con relación, eso sí, a fuentes escriturales verificables
interculturalmente con sus culturas vecinas, en torno a representaciones sólidas en escenarios
rituales y dramas sagrados para una sociocultura del pasado, y que pueden ser un bosquejo que en
cierto grado, pero no en la forma, nos dan a conocer —y por qué no— también nos instruyen, en
función de aquellos otros rituales, tan complicados como los anteriores, y tal vez incluso en mucha
mayor medida, pero que tuvieron lugar aquí, en sociedades del Área Central Andina, o del Centro-
Sur Andino, acreditadas, como lo fue el antiguo Egipto, por poseer una cronología temporal no lineal,
y esos escenarios podrían haber logrado deslizarse hacia Paisajes Culturales más periféricos, como
pudo ocurrir en el caso de la Cultura Aconcagua en la Zona Central de Chile, constituyéndose en
superestructuras ideológicas o esencialismos aceptados con lentitud, sobre mitos y rituales que
llegan ya bastante modificados y transformados a partir de su lugar de origen, pero que aún poseen
la fluidez necesaria y suficiente a fin de otorgar por una parte, un Sentido de Destino a la sociedad
receptora, pero también por otra vía, justificar en una recreación ritual definida, —donde los
participantes son hombres compartiendo el consumo de alimentos y de chicha— renovaciones de
ciertas cuotas de desigualdad y poder, incluso en estos heterogéneos grupos Aconcagua sin
estratificaciones sociales marcadas.

54
COMENTARIOS FINALES

Entre los agentes modeladores de los sitios arqueológicos, y en especial de los sitios
de túmulos, se encuentran aquellos que provienen de la acción de la naturaleza,
como la lluvia y el viento, que actúan sobre el cono que se ha compactado de acuerdo
a los sedimentos que lo componen. Así, es muy probable que la altura de los túmulos
intactos haya sido mayor que en la actualidad y el diámetro menor.

Otro aspecto a considerar es la cubierta vegetacional que asegura una estabilidad a


la forma y al tamaño al compactar los sedimentos. Actualmente existe en el área del
sitio una débil cubierta arbórea constituida por espino (Acacia caven), y en los límites,
boldo (Peumus boldus) y peumo (Cryptocarya alba). Por último, un importante
aspecto a considerar es la magnitud del impacto que en este sitio ha tenido la
urbanización, la que se ha incrementado a medida que avanza el transcurso del
tiempo. La proximidad del monumento a Manuel Rodríguez ha convertido todo el
sector en una zona de atracción turística con connotaciones especiales, pues hace
posible realizar a la comunidad de Tiltil importantes eventos de índole social. Por ello
debemos considerar al ser humano como el principal agente perturbador del sitio
(considerando los cambios que ya han ocurrido sobre el área actual de túmulos, y
los que continuarán sucediéndose en el futuro). La excavación de los túmulos
permitió dar cuenta en este yacimiento de una fuerte presencia manifiesta en
torno a presuntos “saqueos”, —expoliaciones que ciertamente han ocurrido en
efecto con elevada frecuencia y han sido constatadas aún más directamente en su
“calificado carácter fáctico”, con una altísima cantidad de evidencia fuerte a favor,
en innumerables sitios arqueológicos de todo el mundo—, lo que no es un obstáculo,
en absoluto —y de ninguna manera— para ejercer el derecho que cualquier persona
o grupo posee (sean arqueólogos o no), sobre una opinión que sea incluyente o bien
excluyente, en torno a este asunto de un “expolio” o “saqueo” o “robo arqueológico”
para efectos de este sitio, pero que se presenta a nosotros, solo como una situación
que hemos calificado en teoría de un “posibilismo presumible”.

Durante nuestra campaña de terreno, en conversaciones con los vecinos del lugar,
nos mencionaron que sus padres y sus abuelos les hablaban de historias sobre un
“entierro del inca”, y en varias oportunidades conversamos con ellos sobre este
tema, y nos enfatizaban de la existencia de excavaciones realizadas en este lugar
con el objeto de encontrar aquellos supuestos tesoros.

Será difícil que estos yacimientos dejen de arrastrar la pesada carga de leyendas
orales sobre tesoros escondidos o desaparecidos que muchos han buscado por tanto

55
tiempo. Por ello urge investigarlos, aunque sea para recuperar al menos algún criterio
de validez empírica en el trabajo de campo, y que pueda ser conectado con algunas
de las múltiples teorías o generalizaciones científicas que abundan en la arqueología
del tiempo actual, evitando eso sí, cualquier retorno a aquella desacomodada historia
cultural, manifestada en un trabajo de excavación arqueológica bastante minucioso,
pero científicamente inútil, donde las ‘tipologías’ de artefactos extraídos, —de
preferencia cerámicos o metalúrgicos— habrían de ser en primer lugar, ‘objetos
de una misma tradición cultural’, en la que mediante la ‘técnica de la seriación
arqueológica’, se ofrecerían ‘sucesiones cronológicas relativas’ de conjuntos
artefactuales, estableciéndose entonces una ordenación temporal, y en segundo
lugar, se los calificaba con suma rapidez como “hechos” con el rótulo de “culturas
arqueológicas”, identificables de inmediato y apresuradamente como si fuesen
“indicadores fuertes” de la presencia en ese lugar de todo el contexto absoluto de
“un pueblo” o de “una etnia”, incluyendo también la inferencia falaz de “razas”
completas.

Y esto último fue muy influyente en Europa al iniciarse el siglo XX, en una rápida
y profunda adopción por parte de todas las naciones europeas, de ciertas prácticas
políticas guiadas por un colectivismo bastante popularizado por un lado, pero
fundamentalmente, por otro lado, de agresivas y violentas agrupaciones políticas
nacionalistas, de un carácter extremadamente brutal en su comportamiento habitual,
tanto en el ámbito de lo privado como en el ámbito de lo público.

De este modo, al comenzar el nuevo siglo con la elaboración de ‘identidades


culturales artefactuales’ junto con las ‘técnicas de seriación arqueológica’ obtenidas
a partir de la labor ejecutada por los arqueólogos historicistas en los yacimientos
y dirigida de preferencia hacia los estudios del Neolítico europeo, que ofrecerían
uno o varios conjuntos cronológicos de sucesiones relativas, pero que el Enfoque
Histórico-Cultural de aquel entonces los habrían de presumir como absolutos,
precisamente a partir de la excavación del yacimiento arqueológico mismo, y que
también pretendieron ser algo similar a una correlación estrictamente narrativa e
ideográfica en arqueología, presentándose por su propio valor, como agrupamientos
de artefactos complementados con un marbete difusionista extremo durante la
primera mitad del siglo XX e incluso después, y fue justamente esta arqueología
histórico-cultural la que acabó siendo distorsionada y manipulada, por la candente
competitividad de los imperialismos y a la vez, de los nacionalismos europeos que
apuntalaron sus actos xenófobos y su racismo ascendente como ‘un hecho cultural
nacionalista prevaleciente y previsible’.

56
Pero ahora todo esto ya es absolutamente diferente, y si bien pudiesen existir aún
órdenes tipológicos histórico-culturales trasnochados y a punto de desaparecer, los
pocos casos que intentasen sobrevivir —al interior eso sí, de una lógica actual y
disímil en cuanto se refiere a los métodos y a los objetivos de las excavaciones
arqueológicas— serían totalmente pseudocientíficos, pues en realidad, ya es un
hecho que estas metodologías arqueológicas histórico-culturales, se consideran hoy
día simplemente como anticuadas, inoperantes, devastadoras, y fuera de lugar.

Sin embargo, nosotros sostenemos igualmente desde una posición fuerte, que nos
parece imprescindible para nuestra ciencia no desentenderse de estos sitios.

Nuestra investigación ha demostrado que estos yacimientos habrán de tener siempre


una información valiosa que entregarnos, pero que lamentablemente por definición,
estos datos han de ser habitualmente escasos en cuanto a la cantidad recuperada.
Sin embargo, sostenemos que lo nuestro, es decir lo que esta investigación ha
intentado ubicar —sobre la cubierta de una mesa alrededor de la que se reúne una
multitud de arqueólogos con sus innumerables discursos o debates, en torno a
sus praxis y/o a sus propuestas teórico-metodológicas— forma parte de lo que
vendríamos a llamar una situación de equilibro, una oportunidad de sugerir, plantear
y recomendar —colocando un dedo sobre la llaga— la necesidad de invitar, inspirar
e inculcar el hecho de tomar en serio estos sitios y no menospreciarlos, como
infortunadamente ha sido la conducta generalizada de los investigadores. El único
requisito es, solamente, iniciar su búsqueda.

57
AGRADECIMIENTOS

Agradecemos a la Sociedad Chilena de Historia y Geografía en las personas de los


Srs. Guillermo Krumm (+) y Armando Moreno por patrocinar esta investigación y
facilitar así la realización de este trabajo.

A la Ilustre Municipalidad de Tiltil por proporcionarnos recursos para el desarrollo de


la excavación.

A los obreros del Plan de Empleo Mínimo y Plan de Obras para Jefes de Hogar de
la Municipalidad de Tiltil por su valiosa ayuda en el trabajo de terreno.

A los estudiantes del Departamento de Antropología de la Universidad de Chile


en Santiago, por su participación entusiasta y creativa durante las labores
arqueológicas.

A Germán Goitiandia, diseñador gráfico, por su labor como profesional.

58
DESCRIPCION DE LA FORMA (continuación de figura 6)

altura de la pieza (cuerpo): 100 mm


diámetro (cuerpo): 100 mm
espesor de paredes: 5 mm
base: redondeada
cuerpo: esférico, de contorno simple (globular)
estado: falta el cuello de la pieza. El cuerpo está en buen
estado

DESCRIPCIÓN DE DOS VASIJAS FRAGMENTADAS

(a.1’’.) Escudilla (puco). Tipo Aconcagua Rojo Engobado (figuras 7 y 8);


6 fragmentos.

PASTA

PASTA
- antiplástico
PASTA

-antiplástico
composición: granos medianos a grandes de arenas. Abundantes granos
prismáticos y tabulares de tamaño grande y mediano, de
color blanco y gris
tamaño: medianamente uniforme

45
HIDALGO, Jorge, CHACAMA, Juan y FOCACCI, Guillermo (1981). “Elementos
estructurales en la cerámica del Estadio Aldeano”, en: Chungara Revista de
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estudio de las ciencias de las rocas. Compañía Editorial Continental. México D.F.

TURNER, Victor Witter (1980). La selva de los símbolos. Siglo XXI. Madrid.

TURNER, Victor Witter (1969). The ritual process: structure and anti-structure
Chicago: Aldine Pub. Co.

VAN GENNEP, Arnold (1960). The Rites of Passage. Translated by Monika B.


Vizedom and Gabrielle L. Caffee, pp. 11, 21, 146-164. Chicago: University of Chicago
Press.

61
TABLA 1: ATRIBUTOS DIAGNÓSTICOS DE CERÁMICA DE TILTIL

VASIJAS
CERÁMICA DE VASIJAS COMPLETAS
INCOMPLETAS
VASIJAS FRAGMENTADAS FRAGMENTOS (147)
TILTIL
(c) GRUPOS
(a) (b) (d) (e) (a) (b) (c)
ATRIBUTOS ESCUDILLA (a)
OLLA ESCUDILLA OLLA ESCUDILLA JARRO PUCO PUCO
PEQUEÑA PUCO
DIAGNÓSTICOS PEQUEÑA (PUCO) GRANDE (PUCO) DECORADO DECORADO GRANDE 1 2 3 4 5 6 7
(PUCO)
GRANOS FINOS
X X
ARENA
GRANOS
X X X X X X X X X X X X X X
MEDIANOS
GRANOS GRANDES X X X X X
CUARZO
X X X X X X X X X X X X
1 (PRISMATICO)
FELDESPATOS
(TABULARES X X X X X X X X X X X X
PRISMÀTICOS)
MICAS
X X X X X X X X X X X X X
(TABULARES)
FORMAS
X
IRREGULARES
NO UNIFORME X X X X X X X X
MEDIANAMENTE
2 X X X X X
UNIFORME
POCO UNIFORME X X X

IRREGULAR X X X X X
MEDIANAMENTE
3 X X X X X X X X X X X
HOMOGENEA
REGULAR X

ALTA

4 MEDIA A ALTA X X X X X X X X X X X

MEDIA X X X

COMPACTA X X X X X X X X X X X
MEDIANAMENTE
X X X
5 COMPACTA
FLOJA X

LAMINAR X

MEDIA X X X X X X
6
BAJA X

PARDO GRIS X X

PARDO CAFÉ X X X X

PARDO GRIS CAFE X

PARDO ROJIZO X X

PARDO NEGRO X

CAFÉ
7 CAFÉ ROJIZO X X X X X X X
CAFÉ
X
ANARANJADO

CAFÉ OSCURO X

ANARANJADO X X X X

GRIS X X

GRIS NEGRO X X X

PARDO CAFÉ X X X X

PARDO GRIS X
8
CAFÉ CLARO X X X X X X X

ROJO X X X X

62
CONTINUACIÓN TABLA 1

CAFÉ PARDO

ANARANJADO X X X

BLANCO X

CAFÉ ROJIZO X X X X
ANARANJADO
X X
ROJIZO
GRIS NEGRO X

2,5 A 3 X

2A4 X

9 3 X X X X X X X X X X X

SUPERIOR A 3,5 X

3 A 4,5 X

ALISADO X X X X X

PULIDO X X X X X X X X
10
ENGOBADO X X X X X X X X X X X

TOSCO X X
PROMINENCIA
X
MAMELONAR
11
PROMINENCIA EN
X
LA BASE
OXIDANTE X X X X X X X X X
PARCIALMENTE
12 X X X X X X X X
OXIDANTE
REDUCTORA X X X X X

PARDO CAFÉ X X

PARDO NEGRO X X

GRIS CAFÉ X X

13 GRIS NEGRO X X X X

GRIS X X X X X

CAFÉ X X

NEGRO X
BANDA DE LÍNEAS
PARALELAS
NEGRAS QUEBRADAS X X
EN ZIG-ZAG
BANDA DE LÍNEAS
PARALELAS X
NEGRAS Y ROJAS
CÍRCULO BASAL
X
ROJO
14 CÍRCULO BASAL
X
NEGRO
RECTÁNGULO CON
X
PESTAÑAS
PESTAÑAS X X
LÍNEA PERIMETRAL
X
DEL BORDE
TRINACRIO X

9 AQUÍ EN ESTE ÍTEM, HEMOS


IDENTIFICADO SOLO LA DUREZA DE LA
SUPERFICIE EXTERNA DE LA
ALFARERÍA OBTENIDA EN ESTA
NECRÓPOLIS DE TILTIL, EMPLEANDO LA
1 COMPOSICIÓN ANTIPLÁSTICO 5 TEXTURA PASTA 12 TIPO DE COCCIÓN
ESCALA DE MOHS. EN EL TEXTO, SE
ENCUENTRA EN DETALLE, LA DUREZA
DE LOS MINERALES DEL ANTIPLÁSTICO
DE ESTA CERÁMICA DE ACUERDO A LA
MISMA ESCALA DE DUREZA DE MOHS.

2 TAMAÑO ANTIPLÁSTICO 6 POROSIDAD PASTA 10 ACABADO SUPERFICIES 13 COLOR NUCLEO

3 DISTRIBUCIÓN ANTIPLÁSTICO 7 COLOR PÁSTA


11 CARACTERISTICAS PARTICULARES 14 MOTIVOS DECORATIVOS DE
DE LA SUPERFICIE LA SUPERFICIE
4 DENSIDAD ANTIPLÁSTICO 8 COLOR SUPERFICIES

63
TABLA 2: CONTRASTACIÓN

CERÁMICA DE TILTIL VASIJAS


VASIJAS COMPLETAS INCOMPLE- VASIJAS FRAGMENTADAS FRAGMENTOS (147)
TAS

ATRIBUTOS (b) (c) (d) (e) (b) (c) GRUPOS


(a)
(a) ESCUDI- ESCUDILLA OLLA ESCUDI- (a) PUCO PUCO
JARRO
OLLA PEQUEÑA LLA PEQUEÑA GRA- LLA PUCO DECORA GRAN-
DECO-RADO 1 2 3 4 5 6 7
ACONCAGUA (PUCO) (PUCO) NDE (PUCO) -DO DE

GRANOS FINOS
ARENA X X
GRANOS MEDIANOS
ARENA X X X X X X X X X X X X X X
1 FELDESPATOS X X X X X X X X X X X X
CUARZO X X X X X X X X X X X X
MICAS X X X X X X X X X X X X X
MEDIANAMENTE
2 HOMOGENEA X X X X X X X X X X X
IRREGULAR X X X X X
3 MEDIA (15 A 20 %) X X X
MEDIANAMENTE
COMPACTA X X X
4
FLOJA O
QUEBRADIZA X
5 MEDIA X X X X X X
ANARANJADO X X X X
6 ANARANJADO
ROJIZO X
7 OXIDANTE X X X X X X X X X
a ALISADO
8
b SALMÓN
a PULIDO X X
b SALMÓN X X
LÍNEA PERIMETRAL
DE LABIO
X
AS

TRINACRIO X
9
PESTAÑA X X
c
BANDA DE LÍNEAS
PARALELAS
QUEBRADAS EN
ZIG-ZAG X X
CÍRCULO BASAL X
ALISADO X
PULIDO X
a ENGOBADO X
SALMÓN X
b BLANCO X
LÍNEA PERIMETRAL
DE LABIO

CÍRCULO BASAL X
10 PESTAÑA X

BANDA DE LÍNEAS
PARALELAS
c HORIZONTALES Y
VERTICALES
X
BANDA DE LÍNEAS
PARALELAS
QUEBRADAS EN
ZIG-ZAG
ESCALONADO O
ASERRADO

64
CONTINUACIÓN TABLA 2
GRANOS MEDIANOS
ARENA X X X X X X X X X X X X X X
11 FELDESPATOS X X X X X X X X X X X X
MICAS X X X X X X X X X X X X X
MEDIANAMENTE
12
HOMOGENEA X X X X X X X X X X X
MEDIA A ALTA (30 A
13
40 %) X X X X X X X X X X X
ARE

COMPACTA X X X X X X X X X X X
14 MEDIANAMENTE
COMPACTA X X X
15 MEDIA X X X X X X
16 CAFÉ ROJIZO X X X X X X X
17 OXIDANTE X X X X X X X X X
a 1 ENGOBADO X X X X X X X X X X X
18
a 2
ROJO X X X X
GRANOS GRANDES
ARENA X X X X X
GRANOS MEDIANOS
ARENA X X X X X X X X X X X X X X
19 FELDESPATOS X X X X X X X X X X X X
CUARZO X X X X X X X X X X X X
MICAS X X X X X X X X X X X X X
20 IRREGULAR X X X X X
MEDIA A ALTA (30 A
21
40 %) X X X X X X X X X X X
MEDIANAMENTE
22
COMPACTA X X X
APA

MEDIA A ALTA
23
MEDIA X X X X X
PARDO GRIS X X
24
PARDO ROJIZO X X
25 OXIDANTE PARCIAL X X X X X X X X
PARDO GRIS
26
PARDO NEGRO X X
27 ALISADO X X X X X X
PARDO CAFÉ X X X X
28 PARDO GRIS X
PARDO NEGRO

ARE = TIPO ACONCAGUA ROJO APA = TIPO ACONCAGUA PARDO


AS = TIPO ACONCAGUA SALMÓN
ENGOBADO ALISADO

1 COMPOSICIÓN ANTIPLÁSTICO 9 VARIEDAD NEGRO SOBRE SALMÓN 11 COMPOSICIÓN ANTI PLÁSTICO 19 COMPOSICIÓN ANTIPLÁSTICO
2 DISTRIBUCIÓN ANTIPLÁSTICO 9 a ACABADO SUPERFICIE 12 DISTRIBUCIÓN ANTIPLÁSTICO 20 DISTRIBUCIÓN ANTIPLÁSTICO
3 DENSIDAD ANTIPLÁSTICO 9 b COLOR SUPERFICIE 13 DENSIDAD ANTIPLÁSTICO 21 DENSIDAD ANTIPLÁSTICO
4 TEXTURA PASTA 9 c MOTIVOS DECORATIVOS 14 TEXTURA PASTA 22 TEXTURA PASTA
MAS FRECUENTES (SEGÚN
5 POROSIDAD PASTA MASSONE) 15 POROSIDAD PASTA 23 POROSIDAS PASTA
10 VARIEDAD NEGRO ROJO Y BLNCO
6 COLOR PÁSTA 16 COLOR PASTA 24 COLOR PASTA
SOBRE SALMÓN
7 TIPO DE COCCIÓN 10 a ACABADO SUPERFICIE 17 TIPO DE COCCIÓN 25TIPO DE COCCIÓN
8 VARIEDAD SALMÓN
10 b COLOR SUPERFICIE 18 VARIEDAD SIN DECORACIÓN 26 COLOR NUCLEO
(MONOCROMA)
8 a ACABADO SUPERFICIE 10 c MOTIVOS DECORATIVOS MÁS 18a1 ACABADO SUPERFICIE 27 ACABADO SUPERFICIE
8b COLOR SUPERFICIE FRECUENTES (SEGÚN MASSONE) 18a2 COLOR SUPERFICIE 28 COLOR SUPERFICIE

65
TABLA 3: NÚMERO DE ATRIBUTOS ACONCAGUA OBTENIDOS PARA LA CERÁMICA DE TILTIL Y
PORCENTAJES CORRESPONDIENTES EN RELACIÓN AL NÚMERO TOTAL DE ATRIBUTOS DE
CADA TIPO O VARIEDAD CERÁMICA

TIPOS Y
TIPO ACONCAGUA ROJO TIPO
VARIEDADES
TIPO ACONCAGUA SALMÓN ACONCAGU
CERÁMICAS DE
TOTAL DE ATRIBUTOS REGISTRADOS EN TABLA 2 = 26 ENGOBADO
LA CULTURA
ACONGAGUA (SIN REPETIR LOS ATRIBUTOS COMUNES A LAS 3 VARIEDADES) TOTAL ATRIBUTO REGISTRADO A PARDO
EN TABLA 2 = 12
ALISADO
VARIEDAD NEGRO SOBRE VARIEDAD NEGRO, ROJO, VARIEDAD SIN
VAIEDAD SALMÓN Nº DE
NUMERO DE SALMÓN BLANCO SOBRE SALMÓN DECORACIÓN
ATRIBUTOS % EN % EN
ARINUTOS % EN
INSUFICIEN RELACIÓN TOTAL: 19 RELACIÓN
INSUFICIENTES RELACIÓN AL
TES PARA AL Nº DE ATIBUTOS AL
PARASU NÚMERO % EN 21 % EN 25 % EN % EN
16 SU INCLU- ATRIBUTOS 12 REGISTRA- NÚMERO
INCLUSIÓN EN TOTAL DE RELACIÓN ATRIBUTOS RELACIÓN AL ATRIBUTOS RELACIÓN AL RELACIÓN
ATRIBUTOS SIÓN EN LA REGISTRA- ATRIBUTOS DOS EEN LA TOTAL DE
ALGUNA DE LAS ATRIBUTOS AL Nº DE TIPICOS Nº DE TIPICOS Nº DE AL Nº DE
REGISTRA- VARIEDAD DOS PARA REGISTRA- TABLA 2 ATRIBUTOS
CERAMICAS TRES DEL TIPO (26) ATRIBUTOS REGISTRA- ATRIBUTOS REGISTRA- ATRIBUTOS ATRIBUTOS
DOS EN SIN DECO- EL TIPO (12) DOS EN LA DEL TIPO
VARIEDADES REGISTRA- DOS EN LA REGISTRA- DOS EN LA REGISTRA- REGISTRA-
DE TILTIL TABLA 2 RACIÓN TABLA 2
DOS TABLA 2 DOS 21 TABLA 2 DOS 25 DOS 12

OLLA
PEQUEÑA 4 15,4% 5 41,6% 12 63,2%
(PIEZA a)

ESCUDILLA
(PUCO) 7 26,9% 10 83,3% 6 31,5%
(PIEZA b)
VASIJAS COMPLETAS

ESCUDILLA
PEQUEÑA
( PUCO) 1 3,85% 4 33,3%
(PIEZA c)

OLLA
GRANDE 7 26,9% 8 66,6% 8 42,1%
(PIEZA d)

ESCUDILLA
( PUCO) 3 11,5% 4 33,3% 7 36,8%
(PIEZA e)
INCOMPLETAS
VASIJAS

JARRO
DECORADO 17 68% 6 50% 6 31,5%
(PIEZA a)

PUCO
7 26,9% 10 83,3% 7 36,8%
VASIJAS FRAGMENTADAS

(PIEZA a)

PUCO
DORADO 18 85,7% 5 41,6% 7 36,8%
(PIEZA b)

PUCO
GRANDE 6 23,1% 7 58,3% 9 47,4%
(PIEZA c)

GRUPO 1
6 23,1% 7 58,3% 11 57,8%
FRAGMENTOS

(9 FRAGM.)

GRUPO 2
(8 FRAGM.) 4 15,4% 9 75,0% 3 15,7%

66
CONTINUACIÓN TABLA 3

GRUPO 3
(20 FRAGM.) 13 61,9% 6 50,0% 4 21,0%

GRUPO 4
(12 FRAGM.) 6 23,1% 10 83,3% 6 31,5%

GRUPO 5
(2 FRAGM.) 7 26,9% 7 58,3% 8 42,1%

GRUPO 6
(66 FRAGM.) 5 19,2% 9 75,0% 6 31,5%

GRUPO 7
(30 FRAGM.) 4 15,4% 5 41,6% 5 26,3%

NOTA: EL NÚMERO DE ATRIBUTOS PARA CADA VASIJA O GRUPO DE FRAGMENTOS ES EL


RESULTADO DE LA CONTRASTACIÓN EFECTUADA EN LA TABLA 2. POR LO TANTO, ESTÁN
INCLUIDOS SOLAMENTE LOS ATRIBUTOS QUE COINCIDIERON CON LAS CARACTERÍSTICAS
CITADAS EN LA BIBLIOGRAFÍA CONCERNIENTE CON LA CERÁMICA ACONCAGUA. LOS 22
ATRIBUTOS NO COINCIDENTES CON DICHAS CARACTERÍSTICAS, NO INGRESARON POR SUPUESTO
EN EL PROCESO COMPARATIVO. EN UN CASO, (PUCO GRANDE FRAGMENTADO -PIEZA C) SUS
ATRIBUTOS NO COINCIDENTES PODRÍAN MODIFICAR LA TENDENCIA PRESENTADA EN ESTA TABLA
SI SON INCORPORADOS AL TIPO ACONCAGUA ROJO ENGOBADO, EN SU VARIEDAD SIN
DECORACIÓN.

67
Adenda incorporada por Antonio Brunet Merino (abril, 2020)

El que la arqueología en particular, y cada vez más de prisa, esté definiéndose a sí


misma como una disciplina que encaja satisfactoriamente con procedimientos
científico-racionalistas, —pero sin utilizar en profundidad las matemáticas, por
lo menos hasta ahora, como una “herramienta escritural” en sus literaturas
especializadas—, nos permite confiar con esperanza en nuestros propios científicos
sociales del pasado humano,[1] de que no habrán de extenderse en demasía
vinculando esta gestión hacia otros dominios de nuestra disciplina, pues nosotros ya
hemos reconocido que esta orientación fuertemente reduccionista radical —con una
densidad y consistencia sin embargo, que ya son válidas e incuestionables al interior
del corpus metodológico de nuestra ciencia— ha conducido de todos modos a la
arqueología hacia un derrotero (o llámesele también rumbo o ruta), que ha sido una
vía concurrente en un camino pavimentado con búsquedas de interrogantes o de
respuestas a verdades muchas veces ontológicas, pero que ha establecido a nuestra
actividad científico-social, en un cómodo y presumible estatus —aunque sea
relativo—, de instalación de la arqueología con enlaces encaminados a una
equivalencia dentro de determinados marcos de referencia metodológica, que
habrían de ser ahora, más que en tiempos pasados, absolutamente convergentes y
hermanados con las ciencias de la naturaleza.

Recordemos que una “escritura científica matematicista” es regularmente muy


utilizada en publicaciones especializadas en biología, en química y en alto grado
en la física, y además también lo es en todas las demás ciencias y tecnologías
derivadas y enlazadas con el estudio y la preocupación fuerte, en torno a vínculos
estrechos con los fenómenos naturales. Pero también, diremos que ha sido
justamente ahora cuando resulta más válido que nunca, afirmar que, para la
arqueología como ciencia social que es, si bien se ha producido un giro matemático
y naturalista fuerte de su praxis metodológica de campo y de laboratorio que parece
ser ya, con decisión, un camino de no retorno en lo que concierne o atañe a esa
cualidad positiva, cierta o real y que no ofrece duda alguna referente a las
circunstancias necesarias e indispensables para alcanzar y conseguir por fin esa
“pérdida de la inocencia” de la que han hablado y escrito hace mucho tiempo buena
parte de nuestros científicos, está claro que esta labor metodológica le habrá de
otorgar a la arqueología “fama y fortuna” entre la familia mundial de todo el
conglomerado de lo que entendemos o viene a llamarse de alguna manera como
ciencias auténticas. Nosotros creemos que esto último —repetimos— es muy
68
necesario en los hechos y en las propiedades constitutivas de materialidad que
dominan y distinguen a la ciencia arqueológica a nivel metodológico, para rastrear
hallazgos con una notable intervención multidisciplinaria que ya es nuestra
compañía, y establecer de este modo diferencias halladas en una primera instancia,
y posteriormente ser observadas con más detalle en el tejido de las relaciones
humanas, que se adaptan a diversos paisajes naturales y que los modifican en
paisajes culturales, donde el medio a través de la técnica se adapta al sujeto.

Entonces la gran interrogante que tenemos, y que sigue vigente hasta el tiempo
actual, habrá de formularse en cuanto a si esa cantidad elevada de arqueólogas y
arqueólogos, siendo lo que son: científicos antropólogos de las socioculturas del
pasado,[1] habrán de entramparse cada vez más en este “racionalismo matemático
idealista” metodológico, y vayan divergiendo, y apartándose progresivamente de la
tarea epistemológica de esos otros arqueólogos que intentan evaluar válidamente un
retorno hacia la instalación teórica de metarrelatos (que por cierto, son horripilantes
para el pensamiento posmoderno, que también es, en sí mismo, un metarrelato al
intentar autodefinirse), para una ciencia arqueológica que habrá de objetivarse de
algún modo, pero al mismo tiempo ha de existir la tendencia en ella de mutar y de
transformarse, continuando por esa senda nada fácil, pero en extremo necesaria,
como es el transitar, el transcurrir o el deslizarse siempre, como ciencia que ha
estado madurando continuadamente del siglo XIX, hasta nuestro siglo XXI,

—a pesar de la dificultad de esta percepción para los arqueólogos


demasiado preocupados y dominados por el afán de la teoría, y de
alguna cuota de olvido para los otros, más sujetos a la praxis teórico-
metodológica inmediata, muy fecunda y abundante en proyectos
multidisciplinarios, cuyos objetivos están más próximos al esfuerzo e
intención, de conseguir u obtener valores de verdad sean cuales sean,
en torno a hipótesis deductivas formuladas en primera instancia, pero
con un pensamiento en el actuar, muchas veces estrictamente realzado
y apologético, maleable y dúctil, hacia la actividad resultante del trabajo
de campo en arqueología—

a fin de que todos comprendamos conscientemente que nuestra disciplina, y


nosotros mismos en la construcción de nuestras teorías y de nuestras praxis, nunca
habremos de ser “neutrales” a los momentos históricos y culturales en que hemos
vivido y continuaremos viviendo, pues ellos siempre habrán de ejercer, de manera

69
velada y enmascarada, mediante sus exhibiciones y/o persuasiones, pero con
énfasis, su influencia sobre nosotros, y que serán ciertamente diferentes en tiempo
y espacio, donde ejerceremos nuestras futuras actividades científicas.

Por último, para concluir, nosotros queremos proclamar y hacer énfasis en esta
divergencia factual de nuestro presente —tal vez eventual por ahora, pero aun así
problemática— de que si este proceso, ya mencionado antes en esta adenda, de
entramparse o enredarse de un modo en exceso notable con este “racionalismo
matemático idealista”, que es impecable e importante metodológicamente
hablando, podría provocarse un hiato entre ese racionalismo matemático
metodológico, que busca explicaciones generalizadoras por sí mismo, y el trabajo
simultáneo o coincidente de fabricaciones epistemológicas constitutivas o
constituyentes —es decir, que forman parte— de metarrelatos productivos que
avanzan y crecen continuadamente, ocupándose —en el mayor grado que les sea
posible— de generar cuerpos teóricos, que también intentan alcanzar
generalizaciones explicativas, lo que vendría a establecer o a instaurar una
incómoda y comprometida situación para la ciencia arqueológica de la que va a ser
difícil salir.

De todos modos, no es nuestra intención o propósito instituir con este cúmulo


de ideas, una falsa percepción doctrinaria pretendiendo situar presuntas “causas
finales” en torno a este debate, pues es imposible hacerlo sin caer en un
determinismo ideológico dogmático y destructivo para nuestra ciencia. Pensamos
en cambio, que tanto los metarrelatos para la acción científica validados por teorías
epistemológicas que los construyen, los fundamentan y los consolidan (y por
supuesto, pueden también anularlos o inhabilitarlos) son tan necesarios para la
arqueología, como las generalizaciones que emergen de lecturas creativas a
partir de los datos cuantitativos y probabilísticos, y de explicaciones científicas
conducentes a modelados sociales, los que habrán de ser algo así como
“ensayos” de las actitudes y de los “hechos”, que tendrán a su disposición los
arqueólogos, que a la manera de los escritores en prosa, deberán desarrollar
finalmente, y a partir ahora sí, de las cuantificaciones obtenidas, sus ideas sobre
temáticas indirectas del pasado humano, como si fueran tesis que nos permiten
recordar y plasmar los hallazgos tangibles figuradamente, al modo de imágenes de
sucesos, acaecimientos o circunstancias pretéritas —ya desaparecidas ahora— al
interior de la inagotable diacronía de la humanidad.

70
proviene de eventuales semillas o piedrecillas que se habrían de hallar, al parecer,
al interior del mamelón localizado en este artefacto alfarero cuando es agitado
continuadamente con la mano (vid. Notas 3 y 4)

(Nota 3) como podría ocurrir por ejemplo, con Relatos Míticos de los Andes
Centrales o Centro Sur Andinos, —donde habría que observar e indagar
inductivamente, en primer lugar, la posibilidad de documentarse sobre ellos con
amplitud, en torno a las existencias de escrutinios estrictos obtenidos a partir de
la investigación etnohistórica, o bien por etnógrafos, que hayan logrado ya su
objetivo de sacarlos a la luz en sus publicaciones, categorizándolos, en definitiva,
como inferencias valiosas— pero donde sus componentes, para llevar a cabo
las actividades o actos etnográficos “y aquí, abandonamos por un momento la
modernidad, y nos resulta imposible el evitar echar un vistazo hacia lo
posmoderno”, tengan que ser mucho más Intersubjetivos y Axiológicos en sus
indagaciones en el trabajo de campo (o sea más preocupados, o bien, más
involucrados en una Teoría General de los Valores, —en un universo de
actores tanto sociales como individuales que los investigadores están visitando
en ese momento—, a partir por ejemplo, del pensamiento de Marx, o de otros
filósofos y pensadores, pero que sean productores de ideas que los justifiquen
como epistemológicamente congruentes), e ir bastante más allá de esa senda
actual, demasiado obvia, preocupada en observar y asimilar datos funcionales
en torno a actividades domésticas y/o públicas de tipología bivalente, sociales e
individuales, de actores pertenecientes a una población humana, pero bajo un
dominio de signos y funcionalidades de labor utilitaria en su conjunto, con una
semántica más o menos complementaria, que el investigador va a determinar en
última instancia, por la mediación de la manipulación de artefactos observada y
registrada por el etnógrafo-arqueólogo, al interior de la intencionalidad que nos
han propuesto tanto la tradicional Etnoarqueología Procesual y su concomitante
Enfoque Posprocesual anglosajones, en cuanto a la ‘supremacía para otorgar
un valor de verdad etnográfico’ en su propuesta, el que vendría a ser por otra
parte ‘ampliamente sostenible y difícilmente cuestionable o refutable’, y que —al
mismo tiempo— ‘ambos habrán de presumirse como viables, o factibles, o
admisibles’, para tratar con la materialidad arqueológica hallada en nuestros
yacimientos. Pero habremos de advertir de todos modos que, ‘en los hechos’,
nos han sido impuestos, introduciendo sus planes tradicionales y particulares
para la acción etnográfica, prácticamente a rajatabla (o sea, de un modo
inflexible, cueste lo que cueste, y sin contemplaciones).

(Nota 4) A continuación, y en segundo lugar, esos Relatos Míticos de los Andes


Centrales o Centro Sur Andinos deberían ser entendidos deductivamente,
como conjeturas de una elevada aplicabilidad posibilista hacia el pasado,
reconociendo eventualmente particularidades, o bien, individualidades
52
72

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