Está en la página 1de 2

RESEÑA DE LA PELÍCULA “LOS COLORES DE LA MONTAÑA”  

Diana del Pilar Ordóñez Lasso  


 
 
“Esta película no es sobre desplazados, trata de desplazamiento, que es muy distinto.
Quería retratar esa cotidianidad del campo para que la gente viera y sintiera qué es lo que
está perdiendo esta gente cuando sale de sus tierras” (López Sorzano 2011).

Los colores de la montaña, es una película colombiana del año 2011, el primer largometraje
del director y guionista Carlos César Arbeláez, realizada en Antioquia en su mayoría con
actores naturales. Se enmarca en el campo Antioqueño, en algún momento entre los años
sesentas y 2000, atrapada entre la lucha de los grupos guerrilleros y el paramilitarismo,
dejando a la sociedad civil rural en medio de los bandos, obligados a tomar partido y
viviendo una guerra que no les pertenece, donde el estado se hace sentir por su ausencia.
La película cuenta a través de la cotidianidad de los niños que habitan el sector como de a
poco la comunidad es removida a la fuerza y a través de diferentes métodos de su territorio.
En las primeras escenas los planos nos presentan la relativa libertad en la que se les
permite y naturalmente se relacionan los niños con su territorio, mostrándonos cómo a
través del juego y de la exploración orgánica del espacio se apropian de él, haciendo que
su hogar se extienda mucho más allá de las paredes de su casa o de la cerca que la rodea,
su vida, rural, parece transcurrir primordialmente en el espacio abierto, en la montaña , los
caminos, entre la casa propia y la escuela, la cancha , el río y la casa de los vecinos. La
libertad también se ve inferida por el hecho de que muchas actividades deben hacerlas ellos
mismos, sin supervisión, espacios donde los amigos están en su propio mundo, un lugar
independiente del mundo de los adultos. Pero pronto, nos encontramos con la escuela que
demuestra lo contrario, bajo del letrero de su nombre “Escuela rural la Pradera”, como un
intruso absurdo, aparece la consigna en graffiti, “el pueblo con las armas, vencer o morir”
,vemos cómo entonces, , simbólicamente, a través de esta acción, se materializan los
nuevos poderes que pasan por encima del parecer de la comunidad. La profesora intenta
reapropiarse de la escuela nuevamente a través de la construcción colectiva de un mural
en que se plasma el paisaje que los rodea, como una iniciativa de resistencia para sanar los
lazos con el territorio antes de que este perdiera su significado, antes de que fuera
arrebatado por completo, pero termina siendo un intento fallido, que da cuenta de la
necesidad de la presencia del estado y de mecanismos que hagan efectiva esa apropiación.
A pesar de que los niños no han aún dimensionado los problemas ni tienen idea de su
alcance, ellos se desarrollan sobre ese nuevo ambiente, y con esos nuevos agentes, así al
Julián decirle a Manuel que su hermano se fue “pal monte”, Manuel en seguida lo relaciona
con la guerrilla. Esto nos demuestra que ya hay establecida una diferenciación del espacio,
y una fragmentación de ese paisaje, donde nosotros, los que no conocemos el lugar,
seguramente vemos una homogeneidad que se extiende por aquellas montañas, mientras
los habitantes nombran los límites invisibles, como “el monte”, que es ese afuera, donde
esos “otros” mandan.
Por la llegada de estos agentes ajenos y su imposición sobre la comunidad, la identidad del
territorio se va destruyendo, los significados y las relaciones de sus habitantes con el
entorno se van transfigurando, el lugar que parecía ser un verde homogéneo a pesar de su
distinciones, más parecido a un degradé se empieza a fragmentar y fracturar, en líneas y
límites. La explosión de la mina, marca un antes y un después de aquel paisaje, antes
transitable, explorable y sensitivo, ahora convertido en una mancha negra en el mapa, que
separa el cuerpo del espacio, una tierra intocable, antes símbolo de fertilidad y crecimiento,
ahora signo de muerte y destrucción.
La relación con los animales también cambia, estos al igual que el espacio de la escuela
adquieren nuevo uso, los caballos utilizados para transportar los cadáveres, como
cargando una amenaza, se vuelven un signo de muerte en lugar de ser de alimento o
progreso. Lo notamos también en otra escena, cuando Manuel vuelve a casa y todo está
transfigurado, destruido, ese desconocimiento de su propio hogar, esa anormalidad, incide
en el trato que da a su vaca, lo que inició en una relación de afecto, de querer ponerle hasta
nombre propio, ahora demuestra un trato agresivo y despectivo, gestos que denotan la
reproducción de esa violencia en la que él está ahora sumergido.
El hogar de Manuel, refiriéndome a todo el territorio que habitaba, se va vaciando de
significado con cada herida inexplicada, lo que conoce se desvanece , toma otros
significados o desaparece, como los colores de la montaña hacia el plano final.
El territorio ya no es el lugar donde se construye identidad sino que es signo de la violencia,
por lo que salir de la violencia significa directamente salir del territorio.

También podría gustarte