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1. Introducción
Quisiera empezar con la pregunta: ¿Por qué digo «ingeniería constitucional», en vez de la
expresión estándar, que diría «hechura de la constitución»? La razón se debe a que hay
significativas diferencias entre mi enfoque y el tradicional. En mi entendimiento las
constituciones no organizan simplemente la casa del poder, sino que también son
requeridas para la ingeniería del comportamiento, digámoslo así. Es decir, que no concibo a
las constituciones, meramente como documentos legales, caracterizados por mandatos y
prohibiciones, también y especialmente las concibo como estructuras de incentivos, de
recompensas y reprimendas.
Siendo como son las reglas del juego, aún tenemos que animar y recompensar a los
jugadores que lo hacen bien y penalizar a los jugadores tramposos y al juego tramposo2.
No obstante, el mismo resulta ser empleado para el presente trabajo con una amplitud
mayor a la que predica el autor italiano. Evidentemente, la estructuración estatal en un
ejercicio de pesos y contrapesos, separación y armonización de poderes, no sólo puede
basarse en las relaciones y formas de gobiernos o en las interacciones políticas de los partidos
y movimientos, sino que, igualmente, requiere el ejercicio mancomunado de la garantía y
guarda de la Constitución, sin importar que en ella primen elementos descriptivos o se
reduzca a la prevalencia de contenidos orgánicos.
1 No es desconocido para la teoría constitucional el debate que atribuido a Carl Schmitt y Hans Kelsen, respecto
a la defensa de la Constitución y su ejercicio institucional. Respecto a ello habría que recurrir a los textos
clásicos de dichos autores, en el siguiente orden: KELSEN, Hans. La garantía jurisdiccional de la Constitución.
México, D.F.: UNAM; 1974; SCHMITT, Carl. La defensa de la Constitución. Madrid: Editorial Tecnos; 1998.
KELSEN, Hans. ¿Quién debe ser el defensor de la Constitución?. Segunda Edición. Madrid: Editorial Tecnos; 1999.
De la literatura amplia que se ha publicado sobre el tema se sugiere, entre otros: CÓRDOVA VIANELLO,
Lorenzo. Derecho y poder: Kelsen y Schmitt frente a frente. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, UNAM;
Instituto de Investigaciones Jurídicas; 2009. ALARCÓN OLGUÍN, Víctor. El debate Schmitt- Kelsen sobre la
representación política. Versión electrónica en: http://www.revistasociologica.com.mx/pdf/3409.pdf;
(Consultado: 08, sep., 2013); HERRERA, Carlos Miguel. La polémica Schmitt-Kelsen sobre el guardián de la
Constitución. Versión electrónica en:
http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/critica/cont/16/teo/teo8.pdf; (Consultado: 08, sep., 2013).
2 SARTORI, Giovanni. Límites de la ingeniería constitucional. Tomado de: https://tecnologias-
educativas.te.gob.mx/RevistaElectoral/content/pdf/a-1996-01-008-050.pdf; (Consultado: 08, sep., 2013).
Asimismo, sobre el tema, véase: SARTORI, Giovanni. Ingeniería constitucional comparada. México, D.F.: Fondo
de Cultura Económica; 2003.
La existencia y el ejercicio de una Constitución no puede ser predicable escasamente
por la presencia o tenencia de un texto escrito, unificado y recopilado que se titule de dicha
manera – como elemento formal deseable –, sino que, tal como se ha exhortado, requiere y se
fortalece en los términos de la existencia de un control constitucional que implique la
interacción de los órganos estatales para llevar el texto constitucional a la materialización. En
un proceso dinámico propio de las sociedades complejas contemporáneas, la Constitución
tomará vida propia en el vínculo que se crea en pro de su defensa por parte de la ciudadanía y
su cumplimiento mediante el ejercicio el poder público. El constitucionalismo popular y
democrático evidencia la importancia del rol que ejercen los jueces en la defensa
constitucional, conjunto con la participación ciudadana para ello: una interacción
mancomunada que se limita en el ejercicio de competencias y capacidades que ofrece el
mismo texto constitucional.
Es, en este sentido, que los engranajes constitucionales deben involucrar el
reconocimiento herramientas de interacción y de dinámica, que bien equilibren la custodia y
guarda de la norma constitucional, como el componente preferiblemente más rígido y estable
del sistema jurídico, con las necesidades y realidades sociales cambiantes y heterogéneas: la
convicción de la fuerza vinculante de la Constitución, como elemento psicológico y político,
se basa tanto en un consenso primigenio como en la capacidad de renovarlo y revalidarlo de
manera constante, en la búsqueda de garantías de inclusión.
No por ello, se convalida las pretensiones reformistas o vinculadas con aquello que se
puede denominar como contaminación o hipertrofia constitucional, sino, por el contrario, de
las exigencias de los usos razonables de la interpretación de la textura abierta de las normas
constitucionales. No siendo cláusulas de apertura de cualquier tipo de interpretación, la
textura abierta demanda la imposición a los operadores del control constitucional del uso de
herramientas para que lo señalado en la obra constituyente no sea vista como un programa
victimizable a las objeciones de índole económicas y/o políticas para su aplicación. La
virtualidad o realidad de la Constitución, se une en la capacidad de hacerla eficaz
directamente y en el generación fáctica de sus postulados como normas de aplicación
inmediata.
Sin embargo, el reconocimiento que se le otorga, en términos generales, a los órganos
del Estado y a los ciudadanos como acreedores de la competencia y capacidad de la defensa
constitucional, dentro de sus propias premisas, sólo puede terminar con eficiencia en la
existencia de una jurisdicción constitucional, que defina los litigios recurrentes que se generan
a través de su aplicación y su interpretación. La garantía jurisdiccional de la Constitución, es
una apuesta sistemática – y no por ello carente de riesgos3 – que encuentra sus fundamentos
(a) ideológicos en el neoconstitucionalismo, (b) teóricos en el valor normativo de la
Constitución, y (c) metodológicos en la colaboración armónica de los poderes públicos.
Cada uno de los presupuestos señalados avalarían la intervención de la jurisdicción
constitucional en aspectos que evidentemente no fueron teorizados ni dispuestos de forma
explícita originalmente, pero que satisfacen elementos dinámicos, interacción e incluso de
asimilación del texto constitucional. Así las cosas, el fundamento de la intervención de la
jurisdicción como garante constitucional debe hallarse en el valor normativo de la
Constitución y las autodefiniciones que éstas señalan como normas de superior jerarquía del
sistema. Es de recordarse que las normas constitucionales no son constitucionales por sus
contenidos, sino por su ubicación jerárquica. En vocablos del profesor Ignacio de Otto,
Los distintos tribunales constitucionales han aportado al derecho comparado una de las
cuales, se llaman “manipulativas”, que comprende, a su vez, a las sentencias
interpretativas o condicionales, a las integradoras o aditivas y a las sustitutivas. El
principal argumento que las justifica, según la doctrina, es el principio de seguridad
jurídica.
5 OLANO GARCÍA, Hernán Alejandro. Tipología de nuestras sentencias constitucionales. En:
http://www.javeriana.edu.co/juridicas/pub_rev/documents/13Olanoult..pdf; (Consultado: 09, sep., 2013).
6 En ocasiones dichas labores lo llevan incluso a sobreponerse sobre el juez natural, en algunos sistemas, para
poder garantizar el ejercicio de las normas constitucionales. Dicho caso ha sido recurrente en la intervención
llegar a funcionar, para dichos casos, como un legislador en sentido positivo y no meramente
como fue descrito por Kelsen, con un carácter negativo7.
Por su parte, la dinamización del derecho no sólo se observa bajo elementos propios
de normas de jerárquicamente inferiores a la Constitución. Si bien “La idea de un documento
constitucional unitario presupone el hecho de una constitución rígida, esto es, plenamente
acabada y no reformable”8, la imposibilidad absoluta de reformar una Constitución puede
resultar no solamente inconveniente sino inaceptable. Los cambios que se presentan desde el
momento que se redacta la Constitución y su aplicación por parte de las futuras generaciones,
convierte la reforma constitucional en elemento no contingente al sistema jurídico y al propio
conglomerado social. Con todo, y bajo Constituciones rígidas en exceso frente a la atrofia
efectiva de sus mecanismos de reforma, la interpretación judicial a través del control
constitucional, tanto en reformas como en disposiciones constitucionales a racionalizarse en
un caso concreto, permite conseguir procesos de mutación y ruptura constitucional, que no
son más que modificaciones no formales de la Constitución9. Dicha actividad interpretativa de
modificación no sólo se ha reconocido que recae en la labor del control constitucional
judicial, sino en el componente consuetudinario del texto constitucional, lo que evidentemente
un autor como Ferdinand Lasalle, llamaría factores reales de poder10. En estos términos lo
menciona Kelsen: “[…] Incluso la más rígida de las Constituciones es “rígida” solamente
con respecto al derecho estatuido, no con respecto al derecho consuetudinario. No hay
ninguna posibilidad jurídica de evitar que una Constitución sea modificada por la costumbre,
aun cuando tenga el carácter de derecho estatuido, es decir, aun cuando se de las llamadas
“escritas”11”.
De esta manera, la viabilidad del cumplimiento de la presente función resultaría
conducente con el fin de sostener la estabilidad del sistema y la misma característica
del juez en materias relacionadas con la acción de tutela, como ha sucedido en el caso colombiano,
especialmente.
7 Sobre el tema resulta interesante el análisis ejecutado respecto al Tribunal Constitucional Español, en: RUÍZ
Constitucional y la Problemática del Poder Constituyente. Madrid: Tecnos; 2007. Págs. 177-215.
10 Véase: LASALLE, Ferdinand. ¿Qué es una Constitución?. Barcelona: Ariel, 1979.
11 KELSEN, Hans. Teoría General del Derecho y del Estado. México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de
México, 1995. Pág. 308. El mismo autor alude a las necesidades de cambios constitucionales cuando el proceso
de interacción resulta evidentemente insostenible: “[…] el hecho del «cambio de constitución», consistente en
que el manejo de las normas constitucionales va variando paulatina e insensiblemente, ya atribuyendo a las
palabras invariables del texto constitucional un sentido que no es el primitivo, ya formándose una práctica
constitucional en contradicción notoria con el texto y con todo sentido posible de la constitución”. KELSEN,
Hans. Teoría General del Estado. Óp. Cít. Pág. 332.
atribuible a la Constitución, denominada perdurabilidad; lo cual permite cambios como
procesos y no necesariamente impuestos bajo ópticas de eficacias simbólicas.
Los procesos catalogados como interacción vinculan un papel de los jueces
constitucionales como: (a) armonizador de las circunstancias, normas y sistema internacional
con el interno; pero, asimismo, (b) mediador con los demás poderes del poder público a la
hora de la generación de políticas y normatividad de interés general. Frente al último caso, los
procesos de formulación política y normativa resultan concluyentes en la hora de materializar
las disposiciones constitucionales y que su ejercicio no quede a discrecionalidad absoluta de
los demás órganos del Estado, así como interprete último de la Constitución, el juez
constitucional señala marcos específicos que no podría exceder tampoco postulaciones que
atenten con la libertad configurativa del legislador y los poderes públicos. Interesante sobre
dicho desarrollo han sido las construcciones de categorías como el propio estado de cosas
inconstitucional, que ha sido empleado en países como Colombia, Perú y Argentina12.
Por último, nos encontramos con la labor de asimilación. Dicha tarea puede ser
observada como una labor que busca, en primera medida, generar el reconocimiento,
asimilación e interiorización de las normas constitucionales, es decir, la formulación de una
pedagogía constitucional mediante el acceso a las decisiones y la comprensión de las mismas.
Así los jueces constitucionales permiten un acceso a la definición de litigios constitucionales
mediante audiencias públicas, participaciones ciudadanas, solicitando conceptualizaciones, y
por supuesto, genera que la opinión pública se convierta en un proceso concurrido donde se
forma la comprensión constitucional y de la doctrina que dichos jueces emiten. Distante y con
fórmulas rígidas como suelen ser las leyes, las sentencias judiciales acercan al ciudadano y a
los poderes públicos a un ejercicio argumentativo y de modulación del debate democrático
más allá del voto o de los recintos tradicionales. En sistemas donde se genera un control con
inflexiones de carácter concentrado las acciones públicas han puesto de manera más diciente
que dicha herramienta se encuentre como una forma democrática, pero adicional a ella, las
posibilidades de intervención en el debate ya no como mero demandante13.
4. Conclusiones
12 Sobre el tema véase: FUENTES CONTRERAS, Edgar Hernán, SUÁREZ LÓPEZ, Beatriz Eugenia y
RINCÓN VILLEGAS, Adriana. Facticidad y Constitución: La Doctrina del estado de Cosas inconstitucional en
América Latina. En: Athenas - Revista de Direito, Política e Filosofia da FDCL. - ISSN 2316-1833 -Volume I, n.
2 (jul.-dez., 2012); pág. 49 – 75. Versión electrónica en: http://www.fdcl.com.br/revista/; (Consultada: 09, sep.,
2013).
13 Importante resulta citar las audiencias públicas citadas recientemente en Argentina para el caso del control
que ha ejercido la Corte Suprema de Justicia de la Nación respecto a la Ley 26.552 de Servicios de
Comunicación Audiovisual, conocida como Ley de Medios.
En el marco conclusivo de ésta breve presentación realizada, quisiera aludir a tres (03)
postulaciones básicas:
La primera tiene que ver con afirmar que la interrelación funcional aquí planteada
alude a una pretensión constructiva de comprensión de elementos teóricos novedosos del
Derecho Constitucional. Incluso, una observación más exacta y extendida de la
constitucionalización del derecho como característica predicable al sistema jurídico, permite
disuadir respecto a que el Derecho Constitucional demarcado por la Constitución como objeto
principal, confluye, en el contexto actual, con la dinámica propia de hacer del texto un ente
vivo en favor del conglomerado social; que no es más que una postura más extensa que
afirmar una reducción de la prevalencia de la institucionalización. Una redacción más
acertada podría estar vinculada con observar dicho proceso como un ejercicio de prevalencia
de los derechos como garantía. Ahora bien, en cualquiera de los casos, el papel del ejercicio
judicial constitucional es innegable indefectible y por tanto, aunque criticable, necesario en la
órbita científica del derecho.
Es bajo ello, y como segunda expresión, que el quehacer constitucional como factor
democrático toma un significado alterno y ya no reductible al voto: así el problema
sustancialmente frecuentado sobre la legitimidad democrática de los jueces se expande en una
visión donde Constitución y control son la cara de una misma moneda que procura no dejar
afuera al ciudadano como titular principal de la obra constituyente, sino activarlo a través de
la inserción en un texto rígido de sus propias exigencias sociales. Dicho de otra manera, la
Constitución se vuelve en una intervención de construcción ciudadana, donde se hace y se es
Constitución alternamente.
No obstante, bastaría aclarar que el juez constitucional no es omnipresente ni
omnisciente ni omnipotente – ni tampoco podría serlo -. En este sentido, los
direccionamientos y formaciones de funciones innominadas aunque una realidad procedente y
efectiva, no puede ser vista como una excusa de legitimación absoluta del activismo judicial y
la alteración de las funciones y competencias de los demás poderes del Estado. La labor del
juez constitucional aunque diciente y útil, no queda expuesta como obra de alteridad y mucho
menos sujetable a la volátil de las masas. El juez en ejercicio del control constitucional queda
sujeto al respeto del marco constitucional señalado y de principios propios como la libertad
configurativa del legislador y el ejercicio de la soberanía popular en marcos democráticos. No
sustituyendo o usurpando en ningún caso competencias sino armonizando las mismas como
engranaje de un sistema que debe pretender superar un deslinde total de los órganos estatales
y la imposición de uno sobre otros.
Circunstancia que me lleva a finalizar, citando al profesor Raúl Gustavo Ferreyra, a
quién se rinde homenaje con éste texto no por el hecho de seguir al pie de la letras su
propuestas sino por ser fiel a su convicción de fortalecer el debate académico propositivo
como forma de construcción del conocimiento: “[…] Resulta casi imposible que la
constitución pueda determinar todas las orientaciones de su realización. En el Estado
constitucional la eliminación radical del ámbito de la discrecionalidad es insuperable; la
discrecionalidad es un rasgo dominante de la especie humana”14. Es en razón de esto, que
considero que el debate constitucional actual se genera no en cuanto se es discrecional o
creador del derecho por parte de la jurisdicción en el ejercicio del control constitucional, sino
como se fortalece crítica y argumentativamente dicho funcionamiento como fenómeno
atribuible a un Estado Democrático de Derecho y a la supremacía constitucional como pilar
del mismo.
14 FERREYRA, Raúl Gustavo. Enfoque sobre el mundo jurídico. Constitución y derechos fundamentales. Versión
electrónica en: http://www.scielo.cl/pdf/estconst/v8n2/art16.pdf; (Consultado: 09, sep., 2013).
5. Bibliografía
ALARCÓN OLGUÍN, Víctor. El debate Schmitt- Kelsen sobre la representación política. Versión
electrónica en: http://www.revistasociologica.com.mx/pdf/3409.pdf; (Consultado: 08, sep.,
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CÓRDOVA VIANELLO, Lorenzo. Derecho y poder: Kelsen y Schmitt frente a frente. México, D.F.:
Fondo de Cultura Económica, UNAM; Instituto de Investigaciones Jurídicas; 2009.
DE OTTO, Ignacio. Derecho Constitucional. Sistema de Fuentes. Barcelona: Ariel, S.A.; 2001.
_____________. Teoría General del Estado. Traducida por Luis Legaz Lacambra. Segunda Edición.
México: Ediciones Coyoacán, S.A. de C.V.; 2005.
RUÍZ MOLLEDA, Juan Carlos. ¿Es El Tribunal Constitucional Un Legislador Positivo?. En:
http://www.justiciaviva.org.pe/justiciamail/jm0299.htm; (Consultado: 29, jun., 2012).