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Título: El trabajo infantil del que no se habla ni se ve


Autor: Litterio, Liliana Hebe
Publicado en: DT2019 (mayo), 1090
Cita Online: AR/DOC/1458/2019

Sumario: I. Breves palabras previas.— II. La encuesta.— III. La explotación infantil-adolescente.— IV.
El plan nacional.— V. Reflexión final.
Abstract
Lo importante es lograr que los objetivos encarados por el nuevo plan nacional disparen acciones
conducentes a su obtención y que tengan en cuenta los resultados de la encuesta. Además, desde el plan en
ejecución debe intervenirse para prevenir los comportamientos delictivos que comprometen a los niños y
adolescentes desprotegidos. Por lo tanto, no importan tanto las palabras sino un conjunto de acciones concretas
y apropiadas desde todos los frentes sin espacios en blanco ni dilaciones.
I. Breves palabras previas
Recientemente se publicaron los resultados de la última encuesta sobre el trabajo infantil en la Argentina,
que fue llevada a cabo durante los años 2016 y 2017. Sin embargo, del trabajo infantil ni se habla, como si no
hablando de él, no existiera.
A simple vista se advierte una innecesaria demora en "oficializar" las cifras alarmantes que la encuesta
revela.
Mientras tanto, al margen de las normas internacionales y nacionales que la prohíben, la explotación infantil
se expande y alcanza dimensiones impensadas en nuestro territorio nacional.
En este artículo intentaremos, en la medida de lo posible, acercar hasta qué punto ese flagelo es recogido por
la encuesta mencionada, brindar un panorama general de la explotación infantil-adolescente en el país y del plan
nacional en marcha.
II. La encuesta
El entonces Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, juntamente con el Instituto Nacional de
Estadística y Censos realizaron la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA)
2016/2017, publicada en noviembre de 2018 (1).
En esa publicación se presentan los resultados generales de la encuesta, organizados en dos apartados
diferenciados para el ámbito rural y urbano, efectuando el análisis por sexo, a fin de facilitar la comprensión de
los papeles diferenciales que juegan niños y niñas en su participación en el conjunto de actividades productivas.
Según afirman los realizadores, la principal contribución del proyecto es generar información estadística
actualizada sobre el tema y aportar conocimiento para el diseño y la planificación estratégica de las políticas
públicas dirigidas a la prevención y erradicación del trabajo infantil y, en particular, a las acciones orientadas
para el cumplimiento de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Asimismo, se aclara que el cuestionario
aplicado a las personas de 5 a 17 años integrantes del hogar, sobre la asistencia escolar, las trayectorias
educativas, las actividades efectuadas en el tiempo libre, la realización de actividades de carácter productivo
(tareas domésticas para el propio hogar, de autoconsumo, y actividades mercantiles), fue respondido
directamente por aquellas.
Los dominios de estimación definidos por regiones geográficas son los siguientes: GBA: CABA y 24
partidos del Gran Buenos Aires (localidades urbanas); Centro: resto de la provincia de Buenos Aires, Córdoba,
Entre Ríos, La Pampa y Santa Fe; Cuyo: Mendoza, San Luis y San Juan; NEA: Chaco, Corrientes, Formosa y
Misiones; NOA: Catamarca, Jujuy, La Rioja, Salta, Santiago del Estero y Tucumán; Patagonia: Chubut,
Neuquén, Río Negro, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Entre los meses de octubre 2016 y enero 2017 se realizaron
26.115 encuestas efectivas en zonas urbanas y entre junio y septiembre de 2017, 9697 en zonas rurales (2).
En lo referente a la edad, la población objeto de la EANNA 2016/2017 son las personas de 5 a 17 años. Se
 

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diferencia el análisis para la población de niños y niñas de 5 a 15 años, para quienes el trabajo infantil está
prohibido, y para el grupo de adolescentes de 16 y 17 años, para los cuales está garantizado el derecho al trabajo
con ciertas protecciones especiales para su inserción laboral.
Con relación a las actividades que se incluyen dentro del concepto de trabajo infantil y adolescente, se
consideran todas aquellas de carácter productivo —económicas, como la producción para el mercado y para el
autoconsumo, y no económicas, como los servicios domésticos intensivos no remunerados— desarrolladas por
personas que no han alcanzado los 18 años.
Tal como corresponde, la encuesta llega a numerosas conclusiones, entre las que se incluyen las que
exponemos a continuación:
- En el total del país, el 10,0% de los niños y niñas de 5 a 15 años realizan al menos una actividad
productiva, con mayor incidencia en las áreas rurales (19,8%), y en las regiones del NOA y el NEA (13,6% y
13,1%, respectivamente).
- La actividad productiva se intensifica entre los adolescentes de 16 y 17 años: el 31,9% del total del país
realiza al menos una, mientras que en las áreas rurales lo hacen el 43,5%. Al igual que lo que ocurre con los más
chicos, son las regiones de NOA y NEA donde la incidencia del trabajo productivo es mayor entre los
adolescentes.
- Las distintas formas del trabajo infantil y adolescente están más extendidas en las zonas rurales.
- El trabajo mercantil entre los niños, niñas y adolescentes tiene mayor presencia relativa en las áreas
urbanas del NOA y el NEA, y en áreas rurales de las regiones Pampeana, Cuyo y NEA. Las actividades de
autoconsumo son más relevantes entre los adolescentes rurales del NEA y la región pampeana, y las actividades
domésticas intensivas, con prevalencia femenina, cobran relevancia entre aquellos residentes urbanos del GBA,
NOA y Cuyo, y rurales del NOA y NEA.
- Las actividades mercantiles más difundidas entre los niños y adolescentes urbanos están relacionadas con
el trabajo en negocios, talleres u oficinas por dinero y la construcción y reparación de viviendas entre los
varones más grandes. En las adolescentes urbanas se destacan el cuidado de niños y personas mayores o
enfermas, la limpieza de casas y la elaboración de comidas o productos para vender, concentrándose en estas
actividades cerca del 40% de su trabajo. Un porcentaje minoritario de las niñas de dicho ámbito cuidan a niños,
personas mayores o enfermos fuera de su hogar por dinero, asumiendo responsabilidades que no son acordes a
la etapa del ciclo de vida por la que transitan.
- En las zonas rurales, más de la mitad de los niños y niñas que trabajan se dedican al cultivo o cosecha de
productos para vender, el cuidado u ordeñe de animales, la ayuda en la construcción o reparación de otras
viviendas y la ayuda en negocios u oficinas. Las actividades principales entre los adolescentes rurales son el
cultivo o la cosecha de productos con fines de venta (15,1%), la ayuda en negocios, comercios o almacenes, la
construcción o reparación de viviendas, la producción de ladrillos y el ordeñe y cuidado de animales de granja o
de campo.
- La relación laboral que prevalece entre los más chicos es la ayuda familiar a padres u otras personas de su
entorno cercano. Sin embargo, a medida que crecen, se extienden las relaciones salariales de tipo precario y los
acuerdos cuentapropistas informales, principalmente entre los que trabajan en el medio rural. La amplia mayoría
carece de algún tipo de beneficio social (vacaciones pagadas, obra social, días pagos por enfermedad, etc.)
derivado de su trabajo.
- La intensidad de la jornada laboral es un indicador que compite con el rendimiento educativo: entre los
más chicos (5 a 15 años), un porcentaje menor en términos cuantitativos, pero con alta significancia social,
desarrolla jornadas de 36 o más horas semanales a una edad en la que la mayoría de sus pares participa de forma
exclusiva en el sistema educativo formal. Entre los adolescentes de 16 y 17 años, la jornada de trabajo a tiempo
completo se intensifica: algo más de uno de cada cuatro varones equipara su tiempo de trabajo con el de un
adulto ocupado de tiempo completo.
 

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- El trabajo infantil en cualquiera de sus formas incide en las trayectorias educativas de quienes lo realizan.
Las principales problemáticas que afectan a los niños y niñas que trabajan están relacionadas con las llegadas
tarde y, en menor medida, con las inasistencias frecuentes a la escuela. Durante la etapa adolescente se registran
menores porcentajes de concurrencia y mayores niveles de repitencia, lo que se intensifica entre aquellos que
realizan una actividad productiva. En el medio rural, los impactos negativos del trabajo se profundizan: el 45,5%
de los varones y el 23,0% de las mujeres que trabajan para el mercado no concurren a un establecimiento
educativo. En el NOA y NEA se observan los mayores niveles de deserción escolar entre los adolescentes que
trabajan, aunque con niveles relativos diferenciales según se trate de áreas urbanas o rurales.
- Mientras en el medio urbano el 15,5% de los hogares con niños y niñas tienen al menos un infante o
adolescente que trabaja, en las áreas rurales esta relación se duplica, involucrando al 32,3% de estos hogares.
Tanto en el medio urbano como en el rural, son las regiones NOA y NEA las que presentan una mayor
proporción de hogares con niños, niñas y adolescentes que realizan actividades productivas.
- Los hogares con al menos un niño, niña o adolescente que trabaja perciben en mayor medida transferencias
de ingresos no contributivos por parte del Estado: el 43,2% del medio urbano y el 47,5% del rural señalan
recibir la Asignación Universal por Hijo para la Protección Social por alguno de sus miembros.
- Al acotar las actividades peligrosas a las realizadas entre los de 5 y los 15 años, cerca de 306 mil niños y
niñas (4,0% del total) realizan trabajos de esta naturaleza. Si se descompone este universo según diferentes
criterios, cerca de 3 de cada 4 niños son clasificados en trabajo infantil peligroso por la ocupación declarada, los
restantes porque indican alguna condición de trabajo que puede ser considerada peligrosa y, en menor medida,
por una cantidad de horas excesiva de trabajo (más de 43 horas). Entre los que realizan actividades no peligrosas
66 mil son incluidos en la definición por tener entre 5 y 11 años; y casi 8 mil, por tener entre 12 y 14 años y
trabajar más de 14 horas.
Como evaluación general en la encuesta se afirma que todas las regiones de la Argentina presentan trabajo
infantil, pero la incidencia es mayor en el norte, donde se registran los índices de pobreza más elevados, así
como también en las zonas rurales. Sin embargo, los mayores números absolutos de niños que trabajan se dan en
la zona centro (regiones GBA y Pampeana) y, dentro de ellas, en las áreas urbanas y periurbanas.
Se considera que la información que brinda esta investigación permitirá el diseño y elección de los
instrumentos de políticas públicas que posibiliten distinguir diferentes situaciones, y apuntar a cada
problemática con distintas herramientas. A tenor de las características del problema identificado en cada caso,
existen diferentes instrumentos, tales como programas de transferencias de ingresos, ayuda para que los chicos
puedan acceder a escuelas, sobre todo en zonas rurales, y políticas de mayor fiscalización en zonas urbanas que
pueden implementarse. La riqueza de los datos disponibles permite un tratamiento diferenciado de políticas
específicas.
También se sostiene en la encuesta que su información ya ha sido un insumo fundamental para la
elaboración del Plan Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo
Adolescente 2018-2022, al que nos referimos en el acápite IV del presente. La evidencia estadística también
será útil para evaluar el desempeño de dicho plan y para que cada área de gobierno competente cuente con
insumos para la definición de acciones. En la encuesta se afirma que permite dimensionar la problemática en el
tiempo y con respecto a otras regiones del mundo. Se considera que hoy el país cuenta con información
detallada y reciente que permitirá profundizar los análisis que lleven a entender los procesos y a desarrollar
soluciones para mitigar la incidencia del trabajo infantil. Esperemos que se haga.
Por lo tanto, el asunto es que esa encuesta verdaderamente sea un elemento fundamental para la acción
intensa y sostenida que sin lugar a duda debe llevarse a cabo en el desarrollo del plan.
III. La explotación infantil-adolescente
Los resultados de la encuesta no representan la totalidad de las modalidades en las que se explotan niños.
Obviamente, nos parece que no se verían reflejadas en la encuesta las más aberrantes, esas que no se pueden
 

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contar ni medir (3), es decir, las que normalmente se escapan a las encuestas porque están tapadas y
directamente, no se puede acceder a los niños víctimas de ellas.
A la espera de no se sabe qué milagro, las diversas formas de explotación infantil se han venido dispersando
agresivamente en el país, desde hace muchísimos años. Hay muchas historias antiguas por todos conocidas, que
aún hoy, por su falta de tratamiento parecen ignoradas.
Aclaramos que las modalidades de que hablamos no solo abarcan el trabajo de los niños, terminantemente
prohibido por debajo de los 16 años por la ley 26.390 de Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del
Trabajo Adolescente y por la LCT, especialmente en sus arts. 32, 187 y 189, sino también el de los adolescentes
(que para nuestro régimen laboral son las personas a partir de los 16 años) que pueden trabajar bajo las expresas
condiciones de protección también previstas por la LCT. Recordamos que los niños solo pueden realizar trabajos
familiares o ligeros, entre los 14 y 16 años, y los artísticos sin límite de edad. Ambas situaciones tienen estrictas
restricciones y requieren de la autorización de la autoridad administrativa de la jurisdicción correspondiente (4).
No vamos a ocuparnos ahora de las modalidades abordadas por la encuesta, pues esta se encarga de hacerlo.
Recordaremos fundamentalmente otras, que permanecen tapadas.
Es harto conocido el horrendo trabajo de los niños y adolescentes, por ejemplo, en los basurales a cielo
abierto. Así ha ocurrido siempre en el de Bariloche (aun cuando alguna iniciativa privada retiró a niños del
vertedero), el de Jujuy, los de la provincia de Buenos Aires, entre otros. No solo recolectan materiales para
vender, sino también restos de comida con qué alimentarse. A veces los camiones que la recogen atropellan a los
niños, quienes quedan sumergidos por un buen rato en las pilas de basura sin que nadie advierta su momentánea
ausencia (5).
En los yerbales misioneros, por ejemplo, los niños desde los 4 años empiezan a trabajar arduamente (6).
También recogen huevos en las granjas desde muy pequeñitos (7). Esta tarea muchas veces se consuma para los
integrantes de las cadenas de valor de los supermercados.
Recordemos que hay responsables de esa explotación y, además de las administrativas, hay una norma penal,
el art. 148 bis del Cód. Penal, que castiga expresamente el aprovechamiento económico del trabajo infantil
prohibido con pena de prisión (8).
Todas estas constituyen en sí mismas peores formas de trabajo infantil y adolescente por su carácter
peligroso (9), en los términos del Convenio núm. 182 de la OIT sobre las peores formas de trabajo infantil, 1999
(ratificado por nuestro país), que abarca a las personas hasta los 18 años. Aclaramos que a ellas se refiere su art.
3º, inc. d), y deben ser determinadas por cada Estado. El nuestro lo ha hecho, tarde, pero lo ha hecho al fin, a
través del dec. 1117/2016.
Otra escena aberrante, de temperamento esencialmente delictivo, la constituye la riña de niños, que, en las
sombras, existe desde hace algunos años, por ejemplo, en ciertos lugares del Conurbano bonaerense. Esas riñas
son a cambio de dinero o drogas, son los adultos quienes apuestan y, normalmente, los explotadores son los
propios padres.
Asimismo, se suman los intensos trabajos domésticos muchas veces acompañados de delitos de contenido
sexual.
Por eso, desgraciadamente también aparecen las peores formas que constituyen delitos y están previstas en
los incs. a), b) y c) del art. 3º del mencionado Convenio 182 (si bien parece que hay un consenso casi universal
en denominarlas peores formas de trabajo, son lisa y llanamente peores formas de explotación).
Por ejemplo, niños sometidos al trabajo esclavo en explotaciones agropecuarias o en viviendas urbanas, o a
la prostitución (lo que incluye el turismo sexual) y la pornografía, o utilizados como "ladrones" por adultos, a
veces haciéndoles portar un arma, o los conocidos soldaditos de la droga en las provincias (10). Pensemos que
en este preciso momento hay niños víctimas de delitos espeluznantes. Esos delitos están penalizados por el
Código Penal, la Ley de Estupefacientes (23.737) y la de Trata (26.364). Normas hay, hace falta aplicarlas.
 

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No está de más acercar, una vez más, un ejemplo reciente. Cuando una maestra observó que una de sus
alumnas asistía a las clases con las manos quemadas, comenzó a indagar qué podría suceder en su hogar. Los
tribunales determinaron que la niña —que no llegaba a los 6 años— trabajaba en una quinta del Parque Pereyra
en el partido bonaerense de Berazategui y manipulaba agroquímicos muy peligrosos. Avanzada la investigación
tras esas sospechas de la docente, la justicia determinó que niños de entre 5 y 8 años, adolescentes y personas
mayores que fueron traídos engañados desde Bolivia, eran explotados laboralmente y reducidos a servidumbre
en una quinta del Parque Pereyra. Vivían en chozas y galpones, sin los mínimos servicios y con 12 o 14 horas de
trabajo (el vocero comentó que "en la quinta allanada usaban agroquímicos tóxicos que serían los causantes de
esas lastimaduras en la piel, como las que tenía la niña descubierta por la maestra, que son altamente nocivos
para cualquier persona e incluso hasta pueden provocar cáncer").
Debemos destacar el rol fundamental de la maestra que no miró para el costado, sino las manitos de la niña,
e inició las acciones pertinentes. Esto es lo que deben hacer todos los docentes y los médicos cuando tienen la
oportunidad de tomar intervención en casos similares por sus roles en la sociedad.
Según se informó, de las casi cuarenta personas que se encontraban en la quinta, dieciocho de ellas eran
menores de edad. Muchas veces los dueños del campo les mentían a los padres de los niños que se enfermaban,
diciéndoles que eran llevados al hospital, pero en realidad los curaban ellos mismos "de manera muy informal",
explicó uno de los jefes que intervino en el operativo. Agregó que esa organización tenía en Bolivia una red para
captar a las familias que no tenían trabajo, y mediante falsas promesas, les ofrecían venir a la Argentina. El ardid
de siempre.
En los operativos se detuvieron a los tres dueños de la quinta, todos argentinos e integrantes de una familia.
Intervino en el hecho la UFI y el Juzgado Nº 1 del Departamento Judicial de Quilmes (11).
Lo hasta aquí expuesto, que proporciona ejemplos aislados de las muchas variantes de explotación infantil y
adolescente, se realiza a diario a pesar de que hay una Convención sobre los Derechos del Niño, que tiene
jerarquía constitucional y consagra derechos, en los hechos inexistentes, de las personas que considera niños
hasta los 18 años. También, a pesar de los convenios internacionales y de las leyes nacionales que la prohíben y
de que la encuesta no puede reflejarlas a todas.
IV. El plan nacional
El actual Plan Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo
Adolescente, 2018-2022 (12), no es el primer plan nacional, sino el tercero. No vamos a mencionar ahora sus
antecedentes.
El plan entiende como trabajo infantil a toda actividad económica y estrategia de supervivencia, remunerada
o no, realizada por personas que se encuentran por debajo de la edad mínima de admisión al empleo. Por trabajo
adolescente entiende el desarrollado por personas de 16 y 17 años, y por trabajo infantil peligroso aquellas
actividades realizadas por personas menores de 18 años y que se encuentren prohibidas por la normativa
vigente.
Se ocupa de las siguientes modalidades de trabajo infantil:
- Actividades económicas para el mercado: las que generan bienes o servicios que tienen valor económico en
el mercado.
- Actividades para el consumo: las que se refieren a la producción de bienes primarios para el consumo del
hogar (ayuda en la construcción o arreglo del hogar, cuidado de la huerta o de animales, entre otras).
- Actividades domésticas intensas: las que comprenden la realización de tareas de limpieza, cocina y arreglo
de la propia casa, cuidado de hermanos o alguna persona que vive en ella, entre otras. La intensidad de esas
tareas se establece conforme a la cantidad de horas durante la semana de referencia.
A partir del objetivo general (a nuestro modo de ver, demasiado teórico) de garantizar la prevención y
erradicación del trabajo infantil y la protección del trabajo adolescente, conforme a la Agenda de Desarrollo
 

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Sostenible 2030 de la ONU (ver especialmente el objetivo 8.7) (13), plantea una serie de objetivos específicos a
alcanzar.
En el contexto de dicha Agenda se enrola el nuevo plan nacional, cuyos tres primeros objetivos se
corresponden con un eje de acción transversal que pasa por la difusión y capacitación, la información y
monitoreo y el fortalecimiento institucional. Los dos objetivos siguientes se dedican a la prevención. Apuntan al
fortalecimiento familiar, la mejora en la inserción laboral de los adultos, la protección social de los niños y
adolescentes, la educación y salud para personas menores y adultas y el ataque a la utilización de la mano de
obra infantil y de trabajo adolescente no protegido. El objetivo restante se dedica a la restitución de derechos, lo
que incluye la detección e intervención.
También traza líneas de acción (entre muchísimas otras, la actualización del listado del trabajo infantil
peligroso, un programa nacional de fortalecimiento de las COPRETI (Comisiones Locales para la Prevención y
Erradicación del Trabajo Infantil), la ejecución de proyectos sectoriales) y compromete a organismos y
referentes nacionales y locales a tomar la participación del caso. Todo eso, con el acompañamiento de la
CONAETI (Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil), y de las respectivas COPRETI. En
ese contexto, las insta a todas ellas a asumir un rol más activo, algo que hace falta y que esperamos se cumpla.
Asimismo, tiene en cuenta la participación a nivel regional.
Así planteadas las cosas los múltiples objetivos encarados por el nuevo plan nacional no distan demasiado
de los de los planes anteriores.
Lo importante es lograr que esos objetivos disparen acciones conducentes a su obtención y que tengan en
cuenta los resultados de la encuesta.
Además, desde el plan en ejecución debe intervenirse para prevenir los comportamientos delictivos que
comprometen a los niños y adolescentes desprotegidos. Por lo tanto, no importan tanto las palabras sino un
conjunto de acciones concretas y apropiadas desde todos los frentes sin espacios en blanco ni dilaciones.
No podemos aventurarnos a sacar conclusiones sobre el funcionamiento del plan porque es demasiado
pronto para eso, pues pensamos que debería estar en plena ejecución.
V. Reflexión final
El trabajo infantil es un tema que poco progresa en su tratamiento, pero mucho en su evolución.
A nuestro criterio, tal como lo expresamos en otra oportunidad (14), para apuntar seriamente a las metas
propuestas es preciso asumir la entidad del déficit social y cultural que representa el hecho de que en la
Argentina existen niños pobres que trabajan en las más diversas modalidades. Y lo que es aún más grave, que
hay niños que lo hacen en las actividades más espeluznantes. Esa, es la única forma de pensar con seriedad en
revertir el fenómeno instalado. Es una cuestión de esfuerzos mancomunados más que de fechas fijas. Por
supuesto, cuanto antes mejor.
Es alentador que se haya concretado una encuesta que, aunque parcialmente (porque, como vimos, hay
modalidades atroces de trabajo infantil que normalmente escapan a las encuestas), parece reflejar la verdad. Ella
debe ser la guía del plan de acción.
La prevención y erradicación del trabajo infantil requieren políticas públicas y privadas de mediano y largo
plazo, consensuadas, integrales, articuladas y sostenidas, tanto en su diseño como en su ejecución.
Esto implica, por un lado, la coordinación en el funcionamiento y, por el otro, la eficiencia en los gastos.
Auguramos que el plan en ejecución lo haga y no se quede en teorizaciones de los problemas y de las eventuales
soluciones.
Las acciones que conducen a adoptar los temperamentos adecuados y que deben trascender a los gobiernos
de turno están estrechamente vinculadas con la efectiva, eficiente y permanente inspección del trabajo. Sin
embargo, de nada sirve inspeccionar si la detección del trabajo precoz no encuentra correlato con políticas
públicas que aseguren un trabajo decente para los adultos. El asistencialismo, como único recurso, ha
 

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demostrado que no puede dar respuesta a la carencia porque el trabajo infantil continúa. No olvidemos tampoco
que la mejor manera de que los niños aprendan la cultura del trabajo es viendo trabajar a sus padres, mientras
ellos asisten a la escuela y juegan, es decir cumplen con las "obligaciones" de la infancia y no las de los adultos.
Pensamos que los resultados de la encuesta realizada facilitan las líneas de acción a adoptarse. Pero,
sabemos que no será fácil ni rápido el camino hacia la inclusión del niño en el sistema socioeducativo, sanitario
y de recreación, y de los padres en el del trabajo decente. Sin embargo, solamente así y de a poco podrá
contribuirse a prevenir y erradicar todas las formas de trabajo infantil.
Es preciso tener siempre presente que entre el trabajo infantil prohibido por la ley y el trabajo adolescente
prestado en condiciones de ilegalidad hay solo un paso, marcado por el crecimiento del niño. El niño explotado
no se convierte mágicamente en un adolescente que trabaja en condiciones de regularidad, simplemente por
haber cumplido los 16 años. No, se convierte en un adolescente explotado con su autoestima deshecha. Por eso,
no se puede descuidar tampoco el trabajo adolescente, del que poco se habla porque, en ciertas condiciones, está
permitido.
Para alcanzar los objetivos planteados se precisa la participación de todos: gobiernos, empresarios,
asociaciones sindicales, iglesias, médicos, docentes y de la sociedad en general, sin resquicios ni términos
medios.
No debe olvidarse tampoco que es necesaria la cooperación internacional, sobre todo cuando existen delitos
enquistados en mafias regional o internacionalmente afianzadas.
Ningún plan de acción puede escatimar esfuerzos en la lucha contra los comportamientos delictivos que
comprometen a niños y adolescentes, es decir, contra las peores formas de explotación infantil tapadas. Ese debe
ser un objetivo primordial del plan en curso.
De ninguna manera podremos progresar como sociedad mientras haya pobreza y, como lógica consecuencia,
trabajo infantil ilegal y adolescente irregular.
Para finalizar, no está de más agregar que en el prefacio de la encuesta (15) se reconoce expresamente que
"[m]ucho se está discutiendo sobre el futuro del trabajo, y está bien que sea así, pues el cambio tecnológico y la
inserción mundial están llevando a rápidos cambios en el mundo del trabajo. Pero, para que haya un futuro del
trabajo, tiene que haber un futuro para los niños y niñas de nuestro país. Ese futuro se logra sin trabajo infantil".
Este no es un conjunto de oraciones más, es algo absolutamente cierto.
 (1) Fue efectuada con la colaboración del UNICEF y la OIT y, en su mayor parte, financiada por el Banco
Mundial. Disponible en: https://www.indec.gob.ar/ftp/cuadros/ sociedad/eanna_2018.pdf.
 (2) Disponible en: http://www.trabajo.gob.ar/estadisticas/ eanna/.
 (3) En la p. 113 de la encuesta aparece, por ejemplo, con un porcentaje mínimo, el "trabajo en tareas de
turismo", no individualizadas.
 (4) En ambos casos las contempla el Convenio 138 de la OIT sobre la edad mínima, 1973 (arts. 7º y 8º), y,
en el de los trabajos familiares se agregan el art. 189 bis de la LCT y 58 de la ley 26.727 y en el de los trabajos
artísticos, una serie de resoluciones locales. No olvidamos que hace falta una regulación del trabajo infantil
artístico en el orden nacional.
 (5) Al respecto puede verse, LITTERIO, Liliana H., "Nuevas mesas intersectoriales contra el trabajo
infantil. El trabajo familiar en el basural y la tarefa", DT, mayo 2014, p. 1171.
 (6) Id. nota anterior.
 (7) Al respecto, puede verse, LITTERIO, Liliana H., "Trabajo infantil rural: el control insuficiente frente a
la explotación intolerable", DEL, 305, enero/11, p. 22.
 (8) Sobre el tema, puede verse, LITTERIO, Liliana H., "La penalización limitada del trabajo infantil", DT,
LXXIII, junio 2013, p. 1574.
 

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 (9) Aunque algunas de ellas encuadran también en las peores formas de trabajo infantil previstas en el art.
3º, inc. a), del Convenio 182 de la OIT.
 (10) Al respecto, puede verse, LITTERIO, Liliana H., "Soldaditos de la droga. Una de las peores formas de
explotación infantil en la Argentina", DT, 2016 (enero), p. 3; Idem, "Los niños soldados en la Argentina",
Infobae, 27/02/2018.
 (11) "Las manos quemadas de una niña dejaron al descubierto una red de explotación en Berazategui",
Secciones Bonaerenses, bajado de http://www.seccionesbonaerenses.com/nota.asp?
n=unica&id=27643&id_tiponota=27, el 7/6/18
 (12) Disponible en: https://www.argentina.gob.ar/sites/ default/files/ trabajoinf_plannacional.pdf.
 (13) Disponible en: http://www.sela.org/media/2262361/agenda-2030-y-los-objetivos-de-desarrollo-
sostenible.pdf.
 (14) LITTERIO, Liliana H., "Normas, encuestas, conferencia, planes y trabajo infantil también",RC
D1113/2018, https://www.rubinzalonline.com.ar/index.php/doctrina/articulos/ ver/2001927/.
 (15) TRIACA, Jorge, entonces Secretario de Gobierno de Trabajo y Empleo del Ministerio de Producción y
Trabajo de la Nación.

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