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Moderadoras
Perpi27 Mary Daniela Agrafojo
aa.tesares Liillyana Mar Winston
Traductoras
Verito Nats Gabriela CamShaaw
Sandry Lorena VannessaFarro Miry GPE
Val_17 Valentine Rose w Perpi27
SofiaG Daniela Jasiel Odair Diana
ElyCasdel Agrafojo Adriana Tate Vani
Jeyly Carstairs aa.tesares Niki Anty
Mary florbarbero Mire★
3
Correctoras
Key Daniela Clara Markov Dannygonzal
ElyCasdel Agrafojo *Andreina F* SammyD
Verito MariaE. Miry GPE Mire
Julieyrr Lizzy Avett' Esperanza Alexa Colton
Niki LucindaMaddox Val_17 Victoria
Amélie. Jasiel Odair Pau!!
GusFuentes Sofía Belikov NnancyC
itxi Aimetz Volkov Laurita PI
Revisión Final
Mary Warner JenniG
Indra Daniela Agrafojo
Dydy
Diseño
Pilar.
Capítulo 1 Capítulo 17
Capítulo 2
Capítulo 18
Capítulo 3
Capítulo 19
Capítulo 4
Capítulo 5 Capítulo 20
Capítulo 6 Capítulo 21
Capítulo 7
Capítulo 22
Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 23

Capítulo 10 Capítulo 24
Capítulo 11
Capítulo 25
4
Capítulo 12
Capítulo 26
Capítulo 13
Epílogo
Capítulo 14
Adelanto
Capítulo 15
Agradecimientos
Capítulo 16
Sobre las Autoras
Lexie Boggs necesita salir de su casa... alejarse de su alcohólica
madre y mucho más de la etiqueta de "basura blanca" que ha estado
pegada en su pecho. Ha guardado cada penique de sus múltiples
trabajos para poder escapar tan pronto como se gradúe. Pero hay algo
más que quiere tanto que está dispuesta a gastar hasta su último centavo.
Su viaje de último año y la oportunidad de seducir al caliente Sean Dixon.
Ryan Parker sabe cuánto significa la universidad para su mejor
amiga, Lexie. También sabe que Sean es un mujeriego intentando meter a
su cama tantas chicas como le sea posible. Así que, en lugar de dejar que
Lexie drene su alcancía, afloja la pasta para conseguir que ella vaya al
viaje de esquí de último año. No solo porque ella es su mejor amiga, sino
porque está completamente enamorado de ella.
Cuando Ryan y Lexie se encuentran atascados en la misma cabaña,
con una cama extra grande y un montón de historia, Ryan lucha por
mantener sus sentimientos ocultos mientras Lexie descubre algunos propios. 5
Beds Series, #1
Traducido por Verito
Corregido por Key

Señor Sean Dixon.


Dibujo una gran y gorda X a través de eso. Luego de ver a Sandy Mc-
Puta-ster deslizar su lengua por la garganta de Sean, todas mis fantasías se
fueron al fuego justo como la ira dentro de mí. Esa perra engreída, buena-
para-nada sabía exactamente lo que hacía. Su corazón es más oscuro
que mi pintura de uñas Negro Ónix.
Se detuvo justo en frente de mí mientras yo esperaba sentada por mi
viaje, y tiró de la cara de Sean a la suya excesivamente arreglada, luego
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prácticamente lo inhaló. Apuesto que escuchó los rumores sobre que Sean
planeaba invitarme al baile formal de invierno.
Dios no permitiría que su archienemiga consiguiera lo que más
deseaba. No es justo. He esperado, observándolo desde la distancia por
los pasados dos años, analicé cada gesto que ha hecho y cada palabra
que me ha dicho.
Desafortunadamente ser la hija de la alcohólica del pueblo no grita
exactamente—: ¡Mírenme! ¿No soy sexy?
Cierro mi cuaderno de un golpe justo cuando Ryan lo arranca de mis
manos. —Oye, ¡devuélveme eso! —Me levanto de un salto del bando
fuera de la escuela y reboto hacia arriba y hacia abajo. No sirve. El brazo
de mi mejor amigo está muy lejos de mi alcance. Aunque mido 1.70, Ryan
se eleva sobre mí.
Él debe saber que no tiene que meterse conmigo. Soy la chica que
conoce más sobre él que cualquier otra persona. Así que tomo ventaja y
voy directo a su punto débil, haciéndole cosquillas en el lugar donde el
brazo se dobla, en el codo.
Los músculos se contraen y su camiseta se aprieta sobre su bíceps.
Una fuerte risa sale de su boca, su mano cae a un lado. —¡Tramposa! —
grita, y tomo mi cuaderno de sus manos.
—Ganadora —lo corrijo y le doy una sonrisa jactanciosa.
Niega con la cabeza, su cabello rubio oscuro corto pero
desordenado se balancea con sus movimientos. Ojos oscuros bajan a los
míos, sus cejas arqueadas. —Si tú lo dices. —Su brazo busca, tratando de
tomar el cuaderno de nuevo, pero soy muy rápida. Me giro, pero es más
veloz esta vez. Me toma en sus brazos, y el mundo gira a mí alrededor.
No hay sentido en luchar con él. Me sujeto y disfruto el paseo.
Cuando se detiene y me pone otra vez en el suelo, quedamos inestables
sobre nuestros pies, sonríe con su gran sonrisa Ryan.
Apunta a su carro. —¿Estás lista? Nate y Kaylee ya están en el auto.
Aunque él tiene una baraja de cartas, así que puede mantenerla ocupada
por los próximos dos días. —Por la ventana veo la parte superior del
sombrero de ala de Nate, su cabeza inclinada hacia abajo a Kaylee que
está acurrucada a su lado.
Miro a mi muñeca como si usara un reloj. —He estado esperando sólo
como por veinte minutos. —Frunzo mi nariz y le doy mi mejor cara
“enojada” aunque Ryan dice que me hace lucir estreñida. 7
Frota su nuca. —Lo siento, me retrasé en Auto Shop. Estábamos
quitando un motor de un Dogde Dart 1972.
Miro a mis uñas negras —sin morder— y luego de vuelta a Ryan. —Y si
supiera qué es eso podría estar impresionada.
Su boca cae abierta, y sus brazos se elevan. —¿No te he enseñado
nada? Me da vergüenza que seas mi mejor amiga.
Por supuesto que sé lo que es un Dogde Dart. Sé muchas más cosas
de los carros de las que quiero saber. Pero Ry los ama, así que cuando
habla por horas y horas sobre clásicos versus modernos e inyección de
combustible versus carburación, lo escucho.
—Ahora sabes cómo me he sentido por los pasados diez años.
Sus ojos se abren, arruga la frente, y doblo mis piernas, lista para
correr. —¡Ah, sí! —dice y salta hacia a mí con sus dedos cosquillosos. Corro
al coche, riendo tan fuerte que debo parar para afirmar mi estómago.
Levanto la mirada, y en toda su gloria prostituta está Sandy
metiéndose al coche de Sean. La visión de la cara de Sean marchita mi
corazón. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Soy una don nadie, y él es
encantador y mega candente, pero creí en cuentos de hadas, y él era mi
Príncipe Azul. Debí haber escuchado a mi mamá hace años cuando me
dijo que los cuentos de hadas eran juegos de niños.
Ryan se detiene. —¿Qué pasa? —Los ojos ya oscuros se oscurecen
más mientras la preocupación se graba en las esquinas, tensión tirando
fuerte.
Por un segundo me olvido de la gran muestra de afecto de Sandy.
Ryan me hace eso. Es el único que me puede hacer olvidar mi vida de
mierda. Me giro, asustada de llorar. Una mano gentil descansa en mi
hombro. —Lex... —Su voz se desliza dentro de mis oídos como una canción
familiar. Despacio me gira hasta que estoy mirando dentro de los suaves
ojos cafés del chico que siempre me atrapa cuando caigo.
La preocupación sigue ahí, pero la tensión se fue, reemplazada por
la necesidad de hacer que cualquier cosa que me esté molestando se
vaya.
Una lágrima se desliza por mi mejilla.
—No llores —dice y pasa su largo dedo bajo mi ojo.
Voy a hablar, pero las palabras no vienen. Una hoja de cristal se
forma en mis ojos, y cuando me toma en sus brazos, el cristal se rompe.
Lágrimas caen por mis mejillas, dejando grandes marcas húmedas en su
camiseta blanca.
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—De acuerdo, no estoy avergonzado de que seas mi mejor amiga —
dice y la risa estalla de mi boca haciéndome bufar—. ¡Eso es caliente!
Me seco las lágrimas. —¿Hay algo malo conmigo? ¿Soy defectuosa?
Su frente se arruga en confusión, pero cuando Ryan mira sobre mi
hombro y ve a Sean inclinándose en la ventana del pasajero de su auto
besando a Sandy, la piel se tensa.
—¿Él de nuevo? Lex, es un idiota.
—Lo dices por decirlo.
—No, no lo hago. En el gimnasio tiró una pesa porque tenía una
mancha de pasto en sus pantalones. Eso es un idiota.
—Sean es perfecto. Y yo... yo sólo soy la chica con la alcohólica del
pueblo por madre.
—Necesitas parar.
—¿Parar qué?
—Castigarte por algo que no puedes controlar. Tu mamá no define
quien eres. Tú lo haces. Y si me lo preguntas, eres bastante asombrosa. —
Pone su mano bajo mi barbilla, levantándola hasta que miro a sus ojos—.
Ahora que se joda Sean. Que se joda Sandy Nelson y que se joda tu
mamá. Tengamos un día de diversión de Ryan y Lexie. ¿Qué dices?
Me encojo de hombros. —¿Por qué no?
Ryan tira su brazo sobre mi hombro y me guía a su carro. A través de
la ventana veo a Nate sin su sombrero de ala, con la mano en su interior,
probablemente a punto de sacar una docena de pañuelos de seda.
Kaylee se fija en todos su movimientos, grandes ojos verdes abiertos con
anticipación, soletas rubias descansando en sus hombros. Sólo ha visto este
truco tropecientos millones de veces, y probablemente lo verá un millón
más. Como Nate siempre dice, ella es el conejito para su sombrero.
Me subo en el asiento delantero y tan pronto como cierro la puerta,
el brazo de Kaylee se envuelve al alrededor de mi cuello. —¡Amiga! —grita,
aunque odio esa palabra. Soy una babosa y bestie es la sal. Solo
escucharlo me hace encogerme y temblar. Pero es Kaylee, la chica que
nunca me ha juzgado, así que lo dejo pasar.
—¿Qué estás sacando de tu sombrero hoy? —Sintiéndome un poco
culpable por haber interrumpido el truco de Nate, le pongo mi atención a
él, Kaylee aún cuelga de mis hombros.
—Lo siento, bebé. —Kaylee me suelta y se inclina a besar a Nate en
la mejilla—. Continúa. —Agita la mano y luego se vuelve a enfocar. 9
Las mejillas de Nate se enrojecen, sus dientes deslizándose por su
labio inferior y el truco es tan bueno como siempre. Su mano se enrosca en
la cintura de Kaylee, y la acerca, pero no antes de que una risita se
escape de su boca.
Ryan pone su brazo sobre mi asiento y me mira. —¿Quieres que
mañana te acompañe a pasear a Brewster?
Claro que quiero. No puedo manejar a ese perro de treinta kilos
amador de ardillas por mí misma. Además, sé lo que está haciendo. Está
tratando de alejar mi mente de Sean. Es dulce, pero no funcionará.
Me enojo de hombros. —Si quieres.
—Ya que la señora Nelson sólo te dio el trabajo por mi ridículamente
buena apariencia, creo que le debo el estar ahí.
Si mis ojos pudiesen girar en ciento ochenta grados, lo harían. Le
concedo que por él tengo el trabajo, pero no tiene nada que ver con su
apariencia. —Ni siquiera estará en casa.
—Bueno, en ese caso... —Sus ojos oscuros miran hacia arriba, su
frente se arruga con su expresión de estoy-pensando—. Sí.
Fue un buen intento, pero mi cabeza sigue reproduciendo el
numerito de Sean y Sandy. Me giro en el asiento y descanso la cabeza en
la ventana. No quiero hablar. Sólo quiero ir a casa y llorar hasta que se me
salgan los ojos por un chico que nunca fue mío. Ryan sabe. Puedo decirlo
por la manera en que sigue mirándome.
Aprieta mi rodilla y enciende la radio. Es su manera de decirme que
tengo el viaje en auto para recomponerme.
Vamos a Skippy Lee‟s, restaurante de hamburguesas/juegos
electrónicos, único lugar de reunión en un radio de 80 kilómetros. Kaylee
salta del carro tirando a Nate tras ella.
—Quiero un batido de chocolate —dice sobre su hombro—. ¿Tú qué
quieres?
—A ti. —Nate pincha su trasero luego la toma en brazos, su risa se va
tras ellos mientras desaparecen en la multitud.
Quiero lo que ellos tienen. Han estado juntos por ocho meses, ¡y en
secundaria eso es como cinco años! Estoy comenzando a creer que no
hay conejo para mi sombrero. Quizás estoy destinada a ser el sombrero
solitario que olvidan en el tren.

oído.
—Te he dado un paseo en coche hasta aquí —susurra Ryan en mi 10
Aprieto su brazo, y hace una flexión bajo mi tacto. Chico tonto. —Y lo
aprecio.
El otoño se está convirtiendo en invierno, y no tengo un abrigo. Ni
siquiera tengo mangas largas. Escalofríos cubren mis brazos, y froto mis
manos de arriba a abajo para calentar mi piel.
Ni siquiera necesito pedirlo. Ryan se inclina en su auto y me pasa su
sudadera con capucha. La envuelve alrededor de mis hombros y meto mis
brazos por las mangas. Tomo una profunda respiración y sonrío. —Vamos a
divertirnos.
—Te echo una carrera —dice justo antes de arrancar.
—¡No es justo! —Corro tras él. Alcanza la puerta antes que yo, y salto
en su espalda—. Tramposo. —Su perfume, enebro y sándalo, asalta mis
sentidos, y aseguro mis brazos alrededor de su cuello.
—Nunca. —Me da su sonrisa Ryan y abre la puerta—. Digamos que es
un empate.
Entramos, y salgo de su espalda. —Sólo si me compras una
hamburguesa de queso y tocino. —Arruga la nariz, pero hago pucheros.
No es mi culpa que el chico sea vegetariano—. ¿Por mí? —Saco aún más
mi labio.
—Tú y ese maldito labio. —Presiona mi labio hacia arriba con su dedo
antes de alejarse.
Me uno a Kaylee en la mesa, y Ryan se une a Nate en la fila. Los
grandes ojos de Kaylee se estrechan en mí.
—Lo hiciste comprarte una hamburguesa de queso y tocino de
nuevo, ¿verdad?
Trato de esconder mi sonrisa, pero mis labios tiran fuerte, y ambas
reímos a carcajadas. Unos momentos después la risa para, y Kaylee tira
una de sus trenzas rubias tras su hombro. —Él haría cualquier cosa por ti.
Hago un gesto con la mano. —Es algo de mejores amigos.
—Eres mi mejor amiga, y de ninguna manera te compraría una
hamburguesa si tan solo el aroma me mandara a vomitar al baño.
—No es como si le pidiera que se coma la maldita cosa.
—Sólo decía. —Alarga la última silaba y me muestra sus dientes
blancos dándome un guiño, luego agarra la bandeja de Nate.
Ryan se sienta frente a mí, dejando la bandeja en la mesa. Sale 11
vapor de la hamburguesa de queso y tocino, y su nariz se arruga otra vez, y
empuja el delicioso plato de grasa hacia mí. Levanto una ceja. —¿Fue tan
duro?
—De hecho, sí lo fue.
Con reflejos de gato, tomo un papa frita del plato de Nate y se la
lanzo a la cabeza. Ni siquiera trata de tenerla y golpea el puente de su
nariz.
—Lindo. ¿Terminaste? —Inclina su cabeza en ese gesto de
“continúa”. Mi mano se cierne sobre la bandeja. Esto podría ponerse feo.
Esperemos que no tan feo como la vez que derrame un batido en su
cabeza. Se vengó abrazándome y moviendo su cabeza por mi cuello y
cabello. Ah y no puedo omitir la cereza que robó del helado de Kaylee
para ponerla en la cima de mi cabeza.
No quito mis ojos de Ryan mientras tomo otra papa.
—Siento interrumpir, pero quiero comerme esas. —Nate saca la papa
de mi mano y las mete en su boca antes de girar hacia Kaylee.
Ryan sonríe con su usual media sonrisa, pero yo no me contengo.
Dejo que mi sonrisa se extienda por mi rostro. Un día de diversión de Lexie y
Ryan siempre cura mi mal ánimo.
La campana sobre la puerta suena cuando otro grupo de gente
entra. Tomo una mordida de mi hamburguesa de queso y tocino, Ketchup
goteando por mi barbilla, cuando mi corazón se desploma al suelo.
Sean y Sandy entran, con las manos tomadas. Qué importa si este es
el único lugar para pasar el rato en el pueblo, ¿por qué aquí? ¿Por qué
ahora? Justo cuando me olvidaba de sus labios presionados a los de él.
Quiero apartar la mirada, pero no puedo. Mis ojos están fijos en sus
manos y luego en sus caras. Mi estómago da un salto cuando ella se ríe
con esa ridícula risa que tiene de algo que él dice.
Sólo ayer en biología él saco el cabello de mi oreja y susurró una
broma. Casi no he lavado la hebra de cabello. Sean Dixon me tocó. Fue
entonces cuando me prometí hacerlo mío. Y ahora... bueno... está
tomado.
Mis ojos están pegados en ellos. Por la rendija del ojo puedo ver a
Ryan negando con la cabeza y frotar su nuca. Sandy se gira, su mirada
atrapa la mía. Una sonrisa engreída hecha solo para mí brilla en su cara,
mientras camina a nuestra mesa.
Un bulto seco se forma en mi garganta, y me preparo para el
impacto que es Sandy Nelson. —¿Qué estás mirando, perra?
El seco bulto en mi garganta se convierte en una roca, y no puedo
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decir ni una palabra.
—Consíguete una vida —dice Ryan por mí.
—Tengo una, gracias. Es tu amiga quien no tiene. —Pone su mano en
la mesa y se inclina hacia mí—. No creas que no sé de tu pequeño
enamoramiento. Veo la manera en que miras a Sean como un pequeño
cachorro patético. —Su voz se eleva y las conversaciones a nuestro
alrededor comienzan a disminuir—. Sólo acéptalo, Lexie. Eres nadie y
siempre lo serás.
Un susurro viene de mi izquierda, una risa de mi derecha y junto a mí
una mano se levanta, dedos indicándome. Más susurros hacen eco a
través del aire hasta que me golpean desde cada ángulo, flotando a mis
oídos y se convierte en todo lo que oigo.
Calor surge en mis venas, chocando en mis oídos y mejillas. Miro
hacia abajo a mi anillo rosado, muy asustada de mirar a alguien a la cara.
Llámame una glotona por el castigo o como sea el dicho, pero
levanto la mirada mientras miro a Sandy alejarse y meterse bajo el brazo
de Sean. Estúpidas lágrimas pican en mis ojos. Él se da vuelta, irises azules
atrapan las mías. El frío punto en mi corazón se calienta cuando veo la
disculpa en su rostro. La manera en que se encoge de hombros y me
ofrece una sincera sonrisa.
Quizás no soy lo suficientemente buena para Sean ahora, pero
puedo serlo. Y lo seré. Me amará. Un año más hasta que deje este pueblo
atrás. Un año más hasta que ya no sea definida por cosas que no puedo
controlar.
Un año más.

13
Traducido por Sandry
Corregido por ElyCasdel

Hay dos cosas en la vida que no puedo soportar. El sonido del velcro,
que sólo de pensarlo me pone los pelos de punta y hace que los pelos de
mi brazo se disparen. Y lo segundo…
Ver a Lex llorar.
Sólo puedo ver la mitad de su cara, pero es suficiente. La conozco de
mucho tiempo para ignorar el rubor llenando su pecho y pasando por su
cuello, la forma en que está conteniendo la respiración, y ese maldito
anillo.
14
Gira.
Gira.
Gira.
Si intenta darle una vuelta más, su dedo meñique se saldrá. Dudo que
siquiera se diera cuenta. Nate y Kaylee me miran con esos rostros que
dicen: "¡Uh, consuélala, idiota!"
Justo cuando me acerco a tirar de ella a mi lado, salta de su silla y
sale huyendo hacia la puerta, dejando su asquerosa hamburguesa y a sus
tres mejores amigos detrás.
—Ah diablos.
Ella siempre sale a la calle cuando se hace daño, cuando se
avergüenza o alguna cosa como esa, para poder respirar. Y abandonó mi
sudadera aquí, así que probablemente se estará congelando el trasero.
—Bueno, ve tras ella. —Kaylee me patea en la espinilla—. Tú siempre
sabes cómo hacer que se sienta mejor.
Resoplo. —Cuando escucha. —Pero azoto mi sudadera por encima
de mi hombro y me levanto de todos modos, porque todos sabemos que
iré tras Lex.
La puerta hace un chirriante sonido mientras salgo, y no toma mucho
tiempo averiguar exactamente hacia dónde corrió. Está sentada en el
asiento trasero del Lincoln de mis abuelos, agarrándose el estómago. Sus
brazos están cubiertos de piel de gallina mientras se sacude en escalofríos
ya que había bajado las ventanas. Para respirar, estoy suponiendo. Niego
con la cabeza.
¿Por qué se hace esto? ¿Por qué lo hace cualquier chica? Van tras
los idiotas que les dan falsas esperanzas, mientras que realmente están
pensando en otra chica.
Y yo estoy aquí para recoger los pedazos. No me importa, porque es
Lexie. Y voy a seguir haciéndome esto porque estoy enamorado de la
chica.
—¿Lex? —digo, subiendo junto a ella. Sé que ella no quiere escuchar
nada. Sólo necesita llorar o lo que sea. Tengo un hombro seco. Aun así, se
lo digo de todos modos, porque ese marica no vale la pena—. No llores.
No importa lo que yo le diga. Nunca lo hace. Cae sobre mi camisa
blanca y la empapa en cuestión de segundos. Tiro de la sudadera con
capucha sobre sus hombros y froto su espalda. Ella me agarra fuertemente,
enviando chispas a través de mi pecho, lo que es una cosa total de ser un
cabrón en este momento ya que no puedo excitarme mientras se pone 15
así. Sé lo que está pensando. Y no es lo bien que se siente al estar
abrazada a mí, porque nos abrazamos todo el tiempo. Está volviendo a
girar el anillo en su dedo meñique, lo que significa que no importa cuánto
tiempo la abrace, va a seguir pensando que no es lo suficientemente
buena para nadie.
Trato de bromear en su lugar.
—Creo que Sandy está resfriada o algo así.
Se tensa. —¿Qué?
—Grandes mocos colgando de su nariz. ¿No te diste cuenta?
Un gran zumbido de aire sale de su boca mientras se ríe contra mí. —
Ahora que lo mencionas, creo que ella siempre ha tenido un problema
nasal.
—Algo como una enfermedad, ¿no? Además de eso, creo que tiene
problemas de mal olor. Olía como a calcetines y a perros calientes donde
yo me senté.
Se ríe de nuevo, soltándose de su agarre en mí y secándose los ojos.
—Creo que eso era la comida, Ry.
—Soy vegetariano, ¿recuerdas? —Acaricio mi estómago y le guiño.
Ella me da un puñetazo en el hombro, pero es uno poco entusiasta “Sólo
estoy haciendo esto para que pienses que estoy bien, pero realmente no
lo estoy” golpe. Frotando la parte trasera de mi cuello, digo—: Lex, quiero
que hagas algo por mí.
Ladea una ceja. —¿Qué?
—Olvídate de él. No vale la pena.
No responde. Sólo mira hacia abajo hacia sus uñas negras y suspira.
Le envuelvo en mis brazos otra vez porque es lo único que se me ocurre
que hacer.
—Pero él... es perfecto.
El calor comienza a subir por mi cuello. Perfecto, y una mierda. Ese
tipo le da a cualquier cosa con tetas. Mi voz sale en un gruñido. —Lo sé,
me lo dijiste.
—Y-yo nunca me he sentido así con nadie.
Más calor. Me sorprende que no pueda sentir las llamas que salían de
mi cara. —Lex...
—¿Crees que tal vez es posible que demuestre que soy lo
suficientemente buena para él?
16
¿De qué está hablando? Le doy la vuelta para estudiar sus ojos. Ella
va en serio. ¿Quiere tratar de ir tras el gilipollas, incluso después de que le
metiera la lengua a su enemiga mortal? — No tienes que demostrar nada.
—Sé que en cierto modo estoy gritando y eso no es lo que ella necesita en
este momento, pero ¿cómo podría incluso estar pensando en perseguir a
un tipo que le va a hacer eso una y otra vez? Jugar con ella y luego ir a por
otra chica—. Él no es lo suficientemente bueno para ti.
—¿En serio, Ry? —Se cruza de brazos y me da una mirada loca
estreñida—. Soy la hija de la borracha del pueblo y la razón de que mi
padre se fuera…
—Ya basta. —Sabe que no me gusta oír hablar del lío con sus padres.
Hemos tenido un pacto tácito de no hablar de la cantidad de basura que
recibimos en casa—. Vamos a... hablar de otra cosa.
Se ve como si quisiera gritar por un segundo, pero niega con la
cabeza y lo deja ir. —¿Quieres hablar más sobre la mocosa Sandy? Porque
ayudaba.
Me río. —Mocosa Sandy. ¿Crees que deberíamos darle una gran caja
de pañuelos antes de que se vaya al viaje de esquí de último año? ¿O
debemos simplemente ver congelarse a la parte superior de sus labios
mientras está ahí fuera?
No se ríe. Maldita sea, pensé que esa era bastante buena. Pero los
ojos de Lex se ponen realmente grandes, y su sonrisa se extiende por la
cara. —¡Eso es! Eres un genio, Ryan.
¿Eh? —Bueno, sí... pero ¿qué pasa ahora?
—Voy al viaje de último año con ustedes.
Eso me anima. En más de un sentido para ser honesto. —¿Sí? ¡Genial!
Te ayudaré a sacar de tu mente toda esta mier…
—Sean estará allí. Es la oportunidad perfecta. —Está hablando con la
ventana, arrojando la sudadera con capucha sobre su cabeza y
abrazándola.
—Espera, ¿de qué hablas?
—Todo lo que tengo que hacer es hacer que me vea cuando me lo
esté pasando bien. —Saca su pelo largo y castaño fuera del jersey—.
Como cuando no estoy lidiando con mi madre o viviendo en mi
apartamento en el sótano de mala muerte, o vagando alrededor de la
escuela. Él tiene que verme sin toda esa basura. Solo a mí. Voy a conseguir
que vea que soy la correcta para él —Estoy congelado mientras se inclina 17
sobre los asientos para besar mi mejilla—. Gracias. Sabes que eres increíble,
¿verdad? —Otro abrazo alrededor de mi cintura—. No podría haber
pedido un mejor amigo, aunque suene cursi.
Bala directa al estómago en la parte superior de todo lo demás.
Siempre el amigo.
Y ahora la razón por la que va al viaje es para hacer la Operación
Cita con el Imbécil.
Este viaje será un infierno de una semana.
Traducido por Val_17
Corregido por Verito

Para una chica que no tiene nada, seguro como el infierno que
tengo un montón de mierda. Lanzo otro par de pantalones de mi armario y
paso al siguiente. Una vez encontré un billete de veinte dólares en el
bolsillo de mis pantalones. Pensarías que me saqué la lotería por la manera
en que salté arriba y abajo y grité. Ryan, que esperaba en la sala de estar,
entró listo para ejercer sus funciones de exterminador de arañas, pero no
había ninguna araña. Sólo yo y los veinte dólares.
Ahora realmente me vendría bien encontrar otro. Varias docenas en 18
realidad. Necesito seguir adelante con ese viaje de egresados. El problema
es que todo el dinero que tengo es para mí boleto de salida de este
calabozo. Son los ahorros de mi vida. Cada centavo que he hecho ha ido
a la alcancía de cerámica púrpura escondida en el estante superior de mi
armario detrás de los cuadernos de mi antigua escuela, para que mamá
no lo encuentre.
Mil cien dólares es un infierno de montón de dinero. Pero estoy
dispuesta a gastarlo si eso me pone en el mismo centro de esquí que Sean.
—¡Alexis! —La voz de mamá se dispara a través de la habitación
como pedazos de vidrio.
Salgo de la pila de ropa rodeándome y asomo mi cabeza por la
puerta. Nuestro lugar no es grande. Todo lo que tengo que hacer es mirar
a la izquierda para ver el apartamento entero. Ella se encuentra fuera de
su habitación con sus uñas francesas, en su apretada y corta minifalda
negra. Aparte de la falda, la única cosa que está usando es un sujetador
amarillo fluorescente.
—¿Sí, mamá? —Por el hecho de que esté de pie en su sujetador, ya
sé lo que quiere.
—¿Me prestas tu camiseta roja con el cuello redondo?
—Esa camiseta me queda apretada a mí.
—¿Estás tratando de decir que estoy gorda? —Sus ojos delineados de
negro se entrecierran hacia mí y un mechón rubio se separa del resto de su
corto pelo negro.
No… estoy tratando de decir que queda ajustada alrededor de mis
pequeñas copas B, por lo que si tú te la pones, tus copas D seguramente
tendrán las costuras colgando por sus vidas.
No es que le diría eso en voz alta. Mamá siempre piensa que estoy
juzgándola cuando todo lo que realmente hago es tratar de evitar que sea
la chica del letrero para basura blanca.
—No, en absoluto. Eres perfecta. Iré a buscarla. —Con el fin de
sobrevivir otro año con ella, no tengo más opción que acariciar su ego. Y
ahora con el viaje en mi futuro tendré que hacerlo aún más.
Todo mi armario está en el piso, pero por suerte la camiseta roja está
encima de la pila. La sostengo y admiro por última vez. Nunca será la
misma. Cada camiseta que me pide prestada regresa ya sea manchada,
estirada o con una quemadura de cigarrillo. Ella ni siquiera fuma.
—Aquí. —Salgo al pasillo y se la entrego. La tira sobre su cabeza, y
juro que escucho una de las costuras desprenderse. 19
Mira sus pechos, hace esta cosa donde las mueve, y con una sonrisa
de satisfacción me mira de nuevo. —Tienes razón. Perfección.
Si ibas por el aspecto de “Rento una habitación por una hora”,
entonces sí… perfección. Suspiro por dentro, pero por fuera sonrío.
—Así que, ¿qué estás haciendo en casa? —Aire sale de su nariz como
un resoplido—. ¿Todavía no tienes novio? —Su cabeza se inclina, sus ojos
ladeados esperando que admita que soy tan patética como piensa.
Nunca le diría a mamá acerca de lo que pasó con Sandy y cómo
robó a Sean de mi agarre de uñas rojas. Incluso si técnicamente, nunca
tuve un agarre sobre él. Sólo serán más botellas para que mamá apile en
su bar de “Lexie lo jodió”.
Camino a la sala de estar y recojo mi esmalte de uñas color Cereza
ChaChing. Tal vez si la ignoro, solo se irá. Me siento y vuelvo a pintar la uña
de mi pulgar.
—Déjame adivinar. —Golpea un dedo en su barbilla—. ¿El chico que
te gusta no te quiere?
¿Dónde está Nate y su acto de desaparición cuando lo necesitas?
No respondo. Aplico otra capa a mi pulgar.
Y otra.
Y otra.
—Eso es lo que pensé —dice mientras se desliza en sus tacones
negros—. Acéptalo, Alexis. Los chicos sólo son una pérdida de tu tiempo.
Una pérdida de mi tiempo porque nadie nunca me amará. Soy
incapaz de ser amada. Dijo todo esto antes, y no quiero volver a
escucharlo. Giro la tapa de mi esmalte de uñas y lo dejo sobre la mesa de
café. Una lata vacía de cerveza se ladea y rueda hasta el borde.
Comenzó temprano hoy. Por suerte no lo olí.
—¡Oye! ¿Estás tratando de abollar la mesa?
—Como si te importara que lo hiciera. La mitad del tiempo estás
demasiado borracha para notarlo y la otra mitad… —me interrumpo. Mi
cuerpo se congela en estado de shock. Nunca dejo que mis pensamientos
se filtren por mi boca, y solo los saco como una bala de cañón.
La capa vidriosa en los ojos cafés de mamá me dice que fue un
golpe directo. Maldición.
Estoy a punto de disculparme cuando levanta una mano. —
Necesitas recordar algo. Eres la razón por la que tu padre se fue. Eres la
única que lo está jodiendo aquí. ¡No yo!
¿Cómo podría olvidarlo cuando la tengo constantemente 20
recordándomelo? Ni siquiera vale la pena. Agarro la lata de cerveza de la
mesa. Si no lo hago, nunca encontrará su camino a la basura.
Sin otra palabra a mi madre, agarro sus llaves del mostrador. —Oye,
¿a dónde vas con eso? —grita y tropieza mientras corre detrás de mí.
Es demasiado tarde. Cierro la puerta en su cara y la bloqueo.
Me pongo los audífonos y dejo que los Black Keys ahoguen los golpes
y patadas a mi puerta. Jodida o no, nunca la dejaría conducir borracha.
Pensarías que ella me daría puntos por eso.
El viaje podría vaciar los ahorros de mi vida, pero si puedo tener solo
una semana lejos de ella, vale la pena.
Después de veinte minutos me saco uno de los audífonos. Los golpes
se han detenido. Me saco el otro y entreabro mi puerta. Su bolso está en el
piso, hay páginas amarillas abiertas sobre la mesa, lo que significa que
llamó a un taxi para llegar al trabajo. Por lo menos ahora no me tendré que
preocupar por ella conduciendo a casa borracha.
No es que alguna vez lo haga. Por lo general a alguien le da lástima y
la deja en la acera. En algunas ocasiones la encontré durmiendo en el
césped, pero en su mayoría, lo hace dentro.
Recojo un par de pantalones que ya revisé. Por favor, Dios, solo dame
un respiro. Busco en todos los bolsillos de nuevo.
Nada.
Los lanzo en la pila y vuelvo a mi armario. Mi ropa de verano está en
una enorme caja hermética sobre la repisa superior. Mi último recurso. Me
estiro y la agarro. Al menos Dios me dio altura.
Bajo la caja con torpeza, perdiendo el equilibrio y cayendo en mis
suéteres de invierno. Suelto la caja, y golpea el suelo de lado, derramando
la ropa en el piso mientras agarro los suéteres engulléndome.
Mi abdomen se arquea, mi cuerpo apoyándose, y tiro los suéteres en
mis manos para impulsarme hacia arriba. Las perchas baratas que
conseguí en la tienda de un dólar se doblan con el peso y con un fuerte
chasquido me voy cayendo hacia atrás. Mi cabeza golpea la pared y un
suéter cae sobre mi cara.
Perfecto. Simplemente perfecto.

21
Traducido por SofiaG
Corregido por Julieyrr

—Vamos, señor Miller. Tiene que haber algún tipo de programa que
deje a los estudiantes ir cuando no pueden permitírselo.
Nuestro profesor de aula pasa la mano por su pequeña barba gris
mientras sacude la cabeza—. Lo había, Ryan. Pero la fecha límite ya pasó.
Lo siento, no sería justo para los otros estudiantes que hicieron sus
solicitudes a tiempo. —Coge su maletín y se dirige a la puerta.
—Ay, vamos. —Me quejo de nuevo—. Es Lexie. Ella no le dirá nada a
nadie, y tiene las calificaciones para eso. Solo... ¿puede darle un respiro?
22
—Parece que casi lo hago caer. Me lanza un destello de una sonrisa y
vacila, con la mano apoyada en el picaporte. Suspira.
—De verdad, ojala pudiera. Pero ella tuvo la misma oportunidad que
los demás. Si quiere ir, tendrá que pagar su parte. —Abre la puerta—. Lo
siento.
Suficiente del plan A. Salgo del salón, y él me sigue, cerrando la
puerta detrás de mí antes de irse hacia el pasillo vacío. He estado
discutiendo con el Sr. Miller por alrededor de una hora desde que sonó la
campana. Cualquier cosa por evitar que Lex use su alcancía para ir en el
viaje. Ella necesita ese dinero para conseguir un apartamento y ese tipo de
cosas cuando se gradúe. De ninguna manera voy a dejar que lo
desperdicie para que pueda perseguir algún imbécil.
—¿Entonces? —Kaylee se levanta del suelo, sacando el polvo de su
trasero y cargando su mochila. Niego con la cabeza, y su labio hace un
profundo puchero—. Demonios. Estaba segura de que el Sr. Miller era
nuestra mejor opción.
Sí, yo también.
Me encojo de hombros, y ella pone su brazo en el hueco del mío
mientras caminamos hacia mi carro.
—Tal vez todos podríamos juntar un poco de dinero. Entre los cuatro
podríamos llegar a mil cien.
—Ella no aceptaría eso y lo sabes. —Le doy la media sonrisa que
normalmente guardo para Lexie. Esa que uso cuando sé que tengo la
razón, pero desearía no tenerla—. Pensaremos en algo.
Asiento, y ya es suficiente de conversación. Bueno, al menos por mi
parte. Kaylee sigue hablando, pero sobre todo con ella misma y en voz
baja. Hace eso cuando está pensando demasiado. Todo el mundo trata
de sentarse junto a ella durante los exámenes.
Llevo a Kaylee a casa de Nate. Ella aún está hablando en voz baja
cuando se despide de mí. Nada de lo que está pensando funcionará.
Tratando de juntar algo de caridad, preguntándole a mis abuelos, o
teniendo a Nate cobrando veinte dólares por cabeza para uno de sus
espectáculos de magia, en el que estoy seguro sólo Kaylee y yo
apareceríamos, sí, Lex no caerá con nada de eso.
Lo que significa que tengo que salir con algo que no la haga
sospechar. En términos simples, significa que tengo que mentir. Sólo pensar
en ello hace a mis manos sudar. No le miento a Lexie. Claro, omito cosas.
Como toda la cosa de "Estoy enamorado de ti, pero no te lo digo porque
haría las cosas raras", pero no le miento categóricamente. Ella sabe todo 23
de mí.
Hubo una vez cuando su perro favorito, Limbo, murió. Yo no tenía las
agallas para decírselo, así que me inventé algo sobre sus dueños
decidiendo ir con otro paseador de perros, porque necesitaban alguien
durante la mañana, cuando ella estaba en el colegio. Lo sé, una mentira
basura como mucho, y vio a través de ella. Me miró y dijo—: Ryan, ¿qué
pasa con tu cara? —Aparentemente la cicatriz a lo largo de mi ceja hizo
esta cosa de contraerse, y mi cara se puso morada. También descubrió
que mi voz se quiebra, mis oídos arden y dejo de respirar por unos buenos
veinte segundos más o menos. De ahí la cara morada.
Así que sí. No le miento a Lexie.
—Llegas tarde a casa —dice Pop-pop desde su sillón reclinable
cuando entro por la puerta—. ¿Necesito darte la charla otra vez? —Su
sonrisa sin dientes se ensancha con su broma, y me deslizo en el sofá junto
a él.
—Lo siento, trataba de cosas de la escuela.
—Ah —dice, devolviendo la atención a su libro de John Grisham—.
Pensé que tal vez tenías algo que hacer con esa Alexis. Estaba a punto de
decirle a tu abuela que tenga el cuarto de invitados listo.
Mis abuelos son tan geniales. Soy lo suficientemente hombre para
admitirlo. Y como Lex, mi mamá no es exactamente el mejor ejemplo para
madre del año, pero a diferencia de Lex, tengo personas que están
dispuestas a sacarme de esa situación. Juro que Pop-pop y la abuela
adoptarían a Lexie también, si pudieran. En cambio, ellos le dan una
habitación y se ocupan de ella cuando su alcohólica madre está teniendo
otro de sus "episodios".
—No esta noche. Al menos, no lo creo.
—Muy bien, entonces. Me voy a saltar la charla para después.
Echo la cabeza hacia atrás contra el cojín del sofá. La infame charla.
El "si te atreves a entrar a ese cuarto de invitados, atravesaré tus testículos y
los cocinaré para el desayuno la mañana siguiente". Al principio pensé que
era una gran broma, pero un vistazo de la abuela con un cuchillo de
carnicero en la mano, borró la sonrisa de mi cara.
Empiezo a dormitar, las páginas del libro de Pop-pop pasando como
un metrónomo. Todo en lo que puedo pensar, incluso dormido, es en cómo
se supone que consiga llevar a Lex a ese viaje, sin que sepa cómo lo hice.
—¡La cena!
Salgo disparado con un gran bufido, me limpio el sueño de los ojos y
la baba de la barbilla. Pop-pop ahoga su risa mientras deja el sofá y cojea
24
hacia la cocina, frotándose las manos.
Puedo oler la pizza vegetariana, y empiezo a frotar mis manos
también. Nada como montículos de queso y aceitunas para apartar mi
mente de todo.
El lado de la pizza de mis abuelos tiene un montón de salchichas y
pepperoni, cosa que revuelve mi estómago. No me importa si otras
personas comen eso, quiero decir, Lexie es carnívora, pero sabe raro para
mí.
Como rápidamente mi mitad de pizza y me dirijo por el pasillo hacia
mi habitación. Es una casa de ancianos con seguridad, todo en un solo
piso. Pero es mejor que tratar con la alternativa, la cual es escuchar a mi
mamá tirarse a un tipo diferente cada noche.
Cayendo en la silla de mi escritorio, abro la portátil y luego inicio
sesión en mi cuenta bancaria. Arreglé el motor de un Honda Civic la
semana pasada y puse ese dinero en mis ahorros. Es mi fondo universitario,
pero puedo fijar algunos cambios de aceite. Pop-pop normalmente me
paga por ayudarlo a conseguir que el Lincoln pase las inspecciones de
seguridad. Tendré el dinero de vuelta antes de septiembre.
Hago clic en mi cuenta de ahorros y el número verde resuena a
través de la pantalla.
$1323.19.
Muy bien, bien. Mejor yo que ella. Abro Facebook y espero que Lex
esté en línea. Está trabajando en la cafetería esta tarde y ya casi es su
descanso. Por Internet es mejor de todas maneras. Ella no va a atrapar mi
trasero mintiendo.
No está ahí aún, pero Nate sí. Mejor primero me ocupo de él y
Kaylee, o voy a ser atrapado antes de que pueda echarme a dormir esta
noche.
Oye, hombre. Dile a Kaylee que tengo a Lex cubierta. El Sr. M está
dentro.
No les miento a ellos tampoco, pero vamos a probar el cebo.
¡De ninguna manera! Eso es genial. Los cuatro vamos a rockear esa
estación de esquí.
Algo cae en la boca de mi estómago. Esa maldita culpa que viene
con mentir a tus mejores amigos, pero lo atribuyo a ese dicho... Lo hago
por un bien mayor.
Le diré a Lex tan pronto como aparezca.
25
La cara sonriente que sigue me deja saber que es Kaylee quien está
respondiendo. Entonces un montón de corazones, pulgares levantados y
todo ese asunto de emoticones que aún no sé cómo usar. Me estoy riendo
mientras cierro la ventana del chat.
Me doy un rápido vistazo en el espejo. Sí, mi cara es una sombra
oscura morada, y mis oídos están de un rojo brillante. Esto es sólo por
mensajes de texto. Hombre, soy un mentiroso terrible. Realmente no quiero
hacerlo otra vez. Especialmente a...
¡Sálvame! ¡Estoy muriendo de aburrimiento!
Lexie. El lado de mi labio se detiene mientras escribo mi respuesta.
¿Ayudaría una buena noticia?
Todo bien, puedo hacer esto. Es mejor para ella no utilizar el único
dinero que tiene. Puedo mentir sólo esta vez.
¡Oooh! ¿Qué es?
Aún me arden los oídos, estoy conteniendo el aliento, y si lo estuviera
diciendo en voz alta, mi voz estaría resonando por todo el lugar.
Hablé con el Sr. M
Es todo lo que mis dedos escriben. Al menos esa parte es verdad.
¿¿¿¿Y...????
No puedo hacerlo. No quiero mentir otra vez, no a ella. Así que hago
lo que mejor sé hacer. Omisión.
Haz las maletas. Nos vamos a esquiar.

26
Traducido por ElyCasdel
Corregido por Niki

Primera regla de trabajar en una cafetería: No envíes textos y sirvas.


Miré mi teléfono, el último mensaje de Ryan destacando. Empaca tus
maletas. Nos vamos a esquiar.
Punzante dolor caliente se dispara en mis piernas mientras una
cascada de café vuela de la taza al mostrador y por mis pantalones. Au,
Au, ¡Auch! Le doy vuelta a la olla, mis ojos aún estancados en las palabras.
Voy a ir. ¿Cómo? 27
¿A quién le importa? ¡Voy a ir!
—¡Yuujuu! —Mis brazos se disparan hacia arriba en el aire.
La señorita de la esquina me mira sobre sus lentes de pasta negra.
No es la única. Cada persona en la cafetería tiene sus ojos en mí.
Levanto la taza y vacío la mitad de la olla en ella. —Este café está
realmente bueno. Mmm. —Algunas personas asienten, la mujer con los
lentes rueda los ojos, pero todos se voltean.
No tengo idea de cómo Ryan hizo esto, pero no estoy sorprendida.
Siempre logra sacar cosas de su trasero. Como cuando mi mamá no me
iba a dar dinero para el baile de noveno —eran solo quince dólares, pero
mi mamá necesitaba una botella de vodka. Así que Ryan convenció al
director Lindquist de dejarme ir de todas formas. O cuando la señora
Nelson dudó en contratarme para pasear a Brewster, Ryan fue a su lado y
lo siguiente que supe fue que tenía mi primer cliente. Para ahora debería
saber nunca desestimar su poder de persuasión.
Serví el café en una taza nueva y lo lleve a la dama en la esquina.
No estaba tan lleno como siempre, así que saqué mi teléfono y respondí el
mensaje a Ryan.
No sé cómo lo hiciste, pero gracias.
Claro que sabes. Es porque soy asombroso.
Eres un idiota.
Del mejor tipo.
No lo niego.
Lex
¿Sí?
De nada.
La campana sobre la puerta suena y deslizo mi teléfono de regreso a
mi bolsillo. Agarro un par de menús y voy hacer mi parte como
anfitriona/mesera/barista porque un gerente lo hace todo.
Y mamá dijo que soy capaz de hacer múltiples cosas.
Sin levantar la mirada, ofrezco los menús y espero que la gente los
tome. Giro mi libreta a una página limpia, la pluma colocada lista para
escribir. —¿Qué puedo ofrecerles? ¿O necesitan un minuto?
—Nos acabas de dar los menús. —Mis ojos se disparan hacia arriba.
Rubia-embotellada me mira directo con ojos oscuros mortales. Sean en
toda su guapura está sentado tan cerca de ella que prácticamente está
empalado en su trasero. Su brazo cuelga del respaldo del sillón púrpura de
28
terciopelo y con hermosas pestañas largas baja la mirada y cambia su
peso lejos de Sandy.
—Yo… uh…
—¿Olvidaste cómo hablar? —dice Sandy, con los ojos entornados en
mí antes de ponerlos en blanco y comenzar a reír.
—Les daré un minuto. —Me giro e intento no correr. Ya cometí ese
error una vez. No hay manera de que lo haga de nuevo.
Le entrego su cuenta a la señora de la esquina y me dirijo de regreso
a la registradora. Líneas de vasos apilados están en el mostrador y los uso
como escondite. Deslizo una pila solo lo suficiente para ver a Sandy y Sean
intercambiar saliva.
¿Por qué no pudieron haber ido a Skippy Lee? ¿Sandy
probablemente planeó esto? En serio quiero saber cuál es su problema,
porque estoy encontrando difícil de creer que toda esta mierda que ha
hecho tiene que ver con un estúpido incidente durante nuestro día de
campo el sexto grado.
—¡Hola! ¡Estamos listos!
Una bolsa de granos de café se encuentra a mi derecha. Mi mano la
alcanza, pero luego la bajo. Lanzarle granos de café a Sandy no es la
respuesta. Incluso si eso me haría sentir mejor.
—¿Qué puedo traerles? —No hago contacto visual. Me rehúso a
dejar que Sandy vea la lava inundando mis ojos. Piensa que ganó. Bueno,
tengo noticias para ella. El juego apenas ha comenzado y no voy a irme
sin pelear.
—¿Sean, lo de siempre? ¿Un late vainilla con toque extra de expreso
y Danish de cereza?
Me da una sexy sonrisa y su brazo cae del hombro de Sandy. —Sí. Lo
sabes. —Sus ojos permanecen ligados con los míos más de lo que
deberían, y tomo la satisfacción en eso mientras Sandy ondea el menú en
su línea de visión, rompiendo nuestro contacto visual.
Gracias, señor Caldwell por prepararnos para ese proyecto de
Historia, ¡la mejor semana de mi vida!
—¿Y tú Sandy? ¿Aún vigilas tu peso? ¿Me permites sugerirte el late
dietético? Solo tiene ciento veinte calorías así no se irá directo a tu trasero.
Con un jadeo, sus ojos se abren. No reacciono. Mi mano permanece
lista en posición de escribir, esperando una respuesta. —¿Dónde está tu
gerente? —demanda.
29
—La estás mirando. —Sonrío mientras veo el enojo en sus ojos crecer
a un nuevo nivel de enfado. Un beneficio añadido de trabajar mi ascenso
a gerente nocturno. Solo me tomó un año, pero lo hubiera hecho tres solo
para volver a ver su reacción—. ¿Eso es un sí para el late dietético?
—¡Sean, vámonos! —Agarra su bolso y salta de la silla, manos en las
caderas.
—¿Pero qué de mi late? ¿Y mi Danish?
—Puedo ponértelo en una bolsa para llevar. —Bato mis pestañas,
agradecida de que opté por la máscara hoy.
—S…
—¡Sean! ¡Ahora! —Agarra su mano y lo aleja de mí. En la puerta él se
detiene, se gira y me destella una de sus sonrisas débiles.
—Adiós, Lexie.
Antes de que pueda despedirme, Sandy lo jala por la puerta y salen
a la noche.
Lexie uno. Sandy cero.
Durante el viaje de esquí espero que esto vaya con la regla de
piedad. Lexie quince. Sandy todavía cero. No puedo esperar a ver su cara
cuando Sean esté conmigo, y ella deje de ser señalada.
Le envío un mensaje a Ryan para decirle todo, pero no responde.
Debe estar jugando scrabble con sus abuelos. Lo llamaré después. No
querría molestar al maestro en el juego y hacerlo perder el récord de
palabra triple.
No es que la distracción le haría perderla. Juro que vería esa letra
triple, palabra triple desde kilómetro y medio de distancia. Aún no puedo
descubrir si es natural o si en los últimos diez años jugando lo han puesto en
forma.
El resto de la noche pasa en un borrón. Mi mente sigue yendo al viaje
de esquí. Es muy difícil enfocarse en lates y pasteles cuando estaré a
kilómetros de casa con Sean posiblemente en la habitación de al lado.
La cuenta regresiva comienza. Dos semanas hasta que esté en el
paraíso. Llego a casa y salgo del auto. Es tarde así que cierro lentamente la
puerta para no molestar a la gente que tiene la bastante suerte de dormir
antes de medianoche.
Una desventaja de ser la gerente nocturna, el turno termina a las
once y luego tienes que cerrar. Usualmente no se lo dan a alguien de mi 30
edad, aun estando en preparatoria y todo, pero prácticamente rogué e
imploré. El propietario cedió mientras que yo fuera capaz de probar que
mis calificaciones no serían descuidadas.
El cubo de la basura está derribado. Estúpidos mapaches. Me
agacho a recogerlo. Mi corazón se acelera y salto hacia atrás y grito. Una
gran figura oscura se extiende detrás de él. Demasiado grande para un
mapache.
Me acerco hasta que veo los tacones rojos y la minifalda de
mezclilla. —¿Mamá? —No se mueve—. ¡Mamá! —La pateo con mi pie pero
un estampido sónico podría golpearla, y aún seguiría noqueada.
El paraíso nunca sería una realidad para mí, porque no importaba
qué… no importaba cuánta distancia pusiera entre este pueblo y yo, mi
madre sería el ancla manteniéndome en mi lugar. ¿Si me iba quién iría por
ella cuando tropiece y caiga dentro del cubo de basura? Tanto como me
doliera saber eso, una parte de mi la odiaba por eso.
Su libro de bolsillo está abierto, su cartera y llaves están dispersas por
el suelo. Las recupero, las deslizo todo de regreso a su bolso y lo pongo
sobre mi brazo antes de doblarme y levantarla. Afortunadamente, ya no es
tan pesada. Es casi difícil ganar peso cuando constantemente bebes hasta
vomitar.
Envuelvo sus brazos alrededor de mi cuello y asciendo con mis
piernas. Una vez arriba se balancea a la izquierda. Pongo mi cuerpo frente
al suyo y la reposiciono para que esté descansando a mi lado. Lento y
constante. Paso a paso nos acercamos a la puerta.
El sensor de movimiento enciende la luz, y no puedo evitar mirar
alrededor para asegurarme de que nadie testifica el desastre. Costa
limpia. Llegamos a la cima de las escaleras, y bajo la mirada. Esa siempre
es la parte dura. Bien podríamos estar en la cima del edificio Empire State.
Saco mi celular y lo deslizo en mi bolsillo, luego lanzo nuestras dos
bolsas a la parte baja de las escaleras. No como si sirvieran allí.
—Vamos, mamá. —Bajo un escalón, su peso aún es una carga a mi
lado. Se mueve conmigo. ¡Gracias a Dios!
—Eres mi hija faaaavorita —articula mal, con aliento fuerte a vodka.
—Soy tu única hija.
Se balancea hacia adelante. Ni siquiera tengo tiempo de jadear. Mi
brazo se envuelve alrededor de su cintura y la jalo más cerca antes de que
se caiga boca abajo. Su cabeza descansa en mi pecho y su mano se alza
y me quita el cabello de la cara.
—Eres tan bonita… —Golpea mi nariz dos veces y luego falla la 31
tercera vez, dándome en el ojo—… si quitas tu cabello de tu cara.
—Gracias. —Tal vez sea un cumplido ambiguo, pero es un cumplido,
sin embargo—. Ahora entremos.
—¡No! ¡Vamos a la fiesta!
Aquí vamos. —No, vamos a entrar. Es tarde.
—¡Quiero festejar! —Levanta sus brazos en el aire, y aunque es un
accidente, me golpea directo en el ojo. El dolor se dispara en mi cuenca.
Todo lo que quiero hacer es agarrarla, intentar frotar el dolor para alejarlo,
pero si lo hago la soltaré a ella, y en sus tacones de quince centímetros
está garantizado que se caerá.
Alejo el dolor. Puedo llorar después. Ahora necesito entrar al
apartamento lejos de los vecinos.
—¡No! —grito, el enojo hirviendo en mis venas—. Es tarde. Estás
borracha. ¡La noche terminó! ¡Ahora vámonos!
—Siempre eres tan perrita.
Una perrita que carga tu trasero borracho a la casa. Bajo los
escalones restantes, la recargo contra la esquina de la pared y
desbloqueo la puerta. Pateo la puerta abierta y me giro para agarrarla, el
olor a bilis pesa en el aire. Mamá está doblada vomitando sus entrañas.
Genial.
Me acerco y le froto la espalda. Mis ojos bajan, y veo mi bolsa y la
suya. Tiene buena puntería, le daré eso. Su bolsa está limpia, ni una gota,
mi bolsa, por otro lado está cubierta completamente.
Esto puede durar un poco más, así que me siento en el último
escalón. Mi cabeza cae en mis manos. Lágrimas pican mis ojos, y no
importa cuán fuerte intente contenerlas, salen.
—Lexie, no me siento bien —dice con labios fruncidos, su melena
desordenada y colgando en su rostro.
Deslizo mis dedos debajo de mis ojos y luego levanto la mirada. —Lo
sé, mamá. Solo vamos a limpiarte y a la cama.
Asiente. Rodeo el charco y la guío para llegar a la puerta. La siento
en el sillón y traigo un trapo mojado. No demasiado caliente, no
demasiado frío y limpio su cara. Le doy un vaso con enjuague bucal y otro
para que pueda escupir.
Le quito los zapatos y lanzo una sábana sobre ella mientras se hace
una bola y se vuelve a desmayar. Su ronquido es el único reconocimiento
de gratitud que tengo.
Afuera agarro la manguera, enjuago la escalera, lanzo su bolsa a la 32
puerta e intento salvar la mía. Todo dentro está bien, así que lo saco,
enjuago la bolsa y la dejo secar. La echaré mañana a la lavadora después
de la escuela.
Para no despertarla, cierro lento la puerta y me aseguro de que no
se encuentre en una posición donde pueda ahogarse con su vómito y me
voy a mi habitación.
Me froto el ojo, y el dolor de antes regresa por diez. La última cosa
que quiero hacer es mirarme en el espejo, así que no lo hago. En su lugar
bloqueo mi puerta y voy a mi vestidor. Abro la ventana de mi habitación y
salgo.
A pie toma diez minutos. Su luz sigue encendida como si supiera que
vendría. Lanzo una piedra a su ventana y espero. Ni siquiera mira. Sabe
que soy yo.
La puerta delantera se abre. El cabello de Ryan es un desastre
despeinado por sueño sin descanso, y pasa su mano por él mientras espera
que entre.
Se ha convertido en una rutina. Pero esta noche es diferente. Esta es
la primera vez… que me siento rota. Como si entrar en su casa y dormir en
la habitación de invitados no fuera a arreglarlo. Porque nada puede
arreglar esto. Solo puedes romper una cosa tantas veces antes de poder
componerlo.
Ryan frota el cansancio de sus ojos y levanta la mirada. Sus iris
oscuros se estrechan ante mí, las líneas de preocupación en su frente se
encienden, y sale por la puerta. —Lex, ¿qué pasa? —Sus brazos están en
mis hombros, preocupación grabada en cada una de sus facciones, pero
no puedo hablar.
Estoy congelada de miedo. Miedo de nunca dejar este pueblo.
Miedo de que mi madre nunca esté sobria. Miedo de que un día no llegue
a tiempo.
Lágrimas crecen y crecen hasta que estoy sollozando.
—Oh, mierda, Lex. —Sus manos se deslizan de mis hombros y me jala
a su pecho. El olor de enebro y sándalo me consuelan. Inhalo su esencia y
dejo que se libere la tensión en mi cuello, borro la horrible cisión de mi
noche y dejo a las lágrimas desvanecerse.
—Lo siento. —Me alejo y limpio la mitad de las lágrimas secas en mis
mejillas. Fuerzo una sonrisa y lo miro.
Las luces exteriores se encienden, y puedo ver su cara claramente.
Se convierte en rabia mientras agarra mi barbilla. —¿Qué demonios te
pasó en el ojo?
33
La vena en su frente pulsa. Solo la he visto algunas veces, y es
suficiente para saber que está listo para herir a alguien.
—Mamá —digo porque con Ryan es suficiente para que entienda.
—¿Lo hizo a propósito?
—No. Quería festejar, y solo pasó que estuve en el camino de su
estiramiento de brazos.
La vena deja de pulsar, y su mano deja ir mi barbilla, viajando por mi
mejilla justo debajo de mi ojo. —¿Duele?
—Un poco.
—Vamos a ponerte algo de hielo. —Envuelve su brazo alrededor de
mi hombro, y nos giramos hacia la puerta. Su abuelo está parado en la
puerta en su traje a juego de pijama roja.
—¿Todo está bien aquí? —pregunta, su voz más fuerte de lo usual.
—Sí, Pop-pop. Lex solo está pasando una mala noche.
—Hola, señor Parker. —Saludo y sonrío, pero esta vez no es forzado.
—Bueno sigue, entra. La habitación de invitados está hecha. May
cambió las sábanas esta mañana. Y también hizo brownies. Están en el
mostrador. Si pregunta cuántos te comiste, dile que tres.
—Pop-pop… —gruñe Ryan, pero sonriendo.
—Bocadillo de media noche. Pero vamos a dejarlo entre nosotros.
Está en mi caso por la azúcar otra vez. Tengo setenta y un años. He pasado
toda mi vida comiendo lo que quiero, y no voy a cambiar eso.
—No se preocupe señor Parker, está cubierto. —Sus ojos se giran
hacia mí y su sonrisa se desvanece. Pero no dice nada de ello. Lo sabe.
Demasiado bien, de hecho. Tomó a su nieto lejos de la vida que estoy
viviendo.
—Bueno, es noche de escuela. No estén despiertos tan tarde ahora.
—No lo haremos Pop-pop. Buenas noches.
—Gracias. —La palabra no se compara en nada a todo lo que hace
por mí, pero tengo que decir algo.
—No hay necesidad. Eres familia. —Se acerca y besa mi frente antes
de ir a la cama.
Sigo a Ryan a la cocina donde me lanza un paquete de hielo y
recoge dos brownies del plato.
34
—¿Estás segura de que estás bien? —Se sienta en el taburete a mi
lado, el malestar de antes de regreso en su cara. Tuve que hacer algo bien
en mi vida para merecerlo a él.
Muerdo mi brownie. —Ahora lo estoy.
Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Amélie.

No podría haber pedido un mejor viaje en autobús al centro de


esquí. Lexie descansa su cabeza en mi pecho con mi brazo envuelto
alrededor de su cuerpo dormido. Consiguió un montón de mierda de su
mamá anoche por dejarla durante una semana, pero ahora está
completamente tranquila, en paz, y lejos de todo eso.
Su ojo esta un infierno mucho mejor también. Lo bueno es que no
durara más de una semana, porque estuve a punto de ir a golpear a una
mujer. Pop-pop hubiera cubierto mi espalda también. Estaba a dos 35
números de llamar a la policía antes de que desconectara el teléfono.
Pero dijo que la próxima vez que Lex viniera con algo purpura, llamaría,
incluso si ella termina odiándolo por ello.
Así que, si, este viaje llegaba justo a tiempo. Y viéndola de hecho
dormir sin secar las lágrimas de su cara hace cosas raras a mis entrañas.
Huele muy bien también. Nunca pensé que iba a estar encendido
por un olor, pero su esmalte de uñas tiene un aroma que huele a
manzanas o algo. Tengo que moverme un par de veces por el efecto que
está teniendo sobre mí para no ser obvio.
El bus se sacude deteniéndose, y se sobresalta despertándose,
dándome un codazo justo en los genitales. Mis… obvios genitales.
—¡Ayy!
Su cara se pone roja, pero comienza a reír. —¡Vaya! ¡Lo siento, Ry!
Asiento con la cabeza y cierro los ojos. No estoy seguro de si voy a
poder ponerme de pie durante un tiempo.
Alguien está hablando en el fondo, Nate ríe detrás de mí y me da
una palmada en el hombro mientras trato de “Inhalar, exhalar”. Cuando el
señor Miller dice—: ¡Esta bien, chicos en las cabañas a la derecha, las
chicas a la izquierda! —gente camina por el pasillo para tomar una llave.
Kaylee vuelve con dos llaves y me da una patada en la espinilla.
—¡Vamos, nena, Vamos a ver nuestro hogar por la semana!
—No me estarías llamando una nena si tuvieras pelotas. —Me pongo
de pie, siendo muy cuidadoso, claro está, y se ríe mientras no tan
discretamente agarra un puñado de las bolas de Nate.
—Tengo bolas. Están justos aquí cuando las necesito.
Nate golpea su mano lejos y la lleva fuera de la puerta del autobús,
mientras Lex y yo nos quedamos allí con la boca abierta.
—Puaj.
Usa la palabra que salía de mi boca.
Acomodándome a mí mismo, para que no duela cuando camine,
digo—: Por favor dime que no van a ser así todo el tiempo.
Se encoge de hombros, dándome una de sus sonrisas. La que solo
veo cuando estamos solo. Me gustaría pensar que tengo algo que ver con
esa. Ese soy yo siendo un culo pomposo. Sin embargo, cuando sus labios se
extienden tanto, sus dos hoyuelos son visibles, por lo general, solo es uno,
así que sé que está muy feliz.
—Lo bueno es que no habrán cabañas mixtas, ¿No? —dice mientras 36
salimos a agarrar nuestras cosas del almacén del bus, todos poniéndonos
nuestros abrigos y sombreros, ya que el clima esta para congelar-los-
dedos-de-los-pies.
—En realidad —dice Nate, colocando la maleta de Kaylee sobre su
hombro—. Queríamos hablar con ustedes sobre eso.
Lex me mira como si tuviera un moco o algo así. Golpeo mi nariz y
trato de parecer como si no supiera lo que viene.
—No te importa si pasamos la noche juntos. ¿Verdad? —Kaylee saca
sus ojos de niña de papá hacia nosotros—. ¿Por favor?
Miro a Lexie de nuevo, pero está casi riendo. Así que, lo tomo como
un sí y respondo por nosotros dos.
—Hmm, no sé. —Meneo las cejas hacia Lex—. ¿Crees que puedas
controlarte con todo esto? —señalo… bueno, todo mi cuerpo, lo que me
consigue un puñetazo en el hombro.
—Creo que me las arreglaré.
Va por su maleta, pero me adelanto. Sé que le gusta ser
independiente y esas cosas, pero soy un caballero, y no voy a dejar que
lleve esa cosa hasta nuestra cabaña.
Nuestra cabaña. Santo infierno, vamos a estar compartiendo una
cabaña.
—Eh, ustedes dos van a tomar la cabaña de chicas, ¿Verdad? —las
cabañas de chicos tienen dos camas dobles. La de chicas tenía una de
tamaña King. Ese fue un gran debate hace dos semanas cuando lo
anunciaron. Pero la escuela tomó lo que pudo, y alababa a quien tomó la
decisión, porque habría dormido en el suelo antes de dormir en la misma
cama con Nate.
—Sí —dice Nate, lanzándome la llave mientras Kaylee salta sobre su
espalda. Debe estar haciendo magia porque la está cargando a ella y sus
dos maletas—. Y asegúrate de golpear cuando vengas a fastidiarnos. —
Hace un guiño y sale disparado. Y por salir disparado, quiero decir que
cojea su camino a su cabaña. Tal vez no es tan mágico como piensa.
Lex me patea en el trasero y dice: —¡Carrera, ya! —antes de que
eche a correr a la 16A, o como Kaylee lo llamo, nuestro hogar por la
semana.
Está bien, así que estoy volviéndome loco sin razón. Quiero decir,
hemos compartido una casa antes. Todo el tiempo, realmente. Somos
prácticamente compañeros de piso ya. Así que trato de borrar todos los
escenarios de fantasía jugando con mi cabeza. Lexie haría más que solo 37
golpearme el hombro si ve lo que está pasando allá arriba.
Miro a los chaperones, pero están demasiado ocupados
comiéndose con los ojos el paisaje y unos a otros para notar que estamos
rompiendo las reglas, y luego echo a correr detrás de Lex. Está haciendo
trampa en esta carrera. Yo cargando nuestras maletas, y creo que
empacó todo lo que posee. Incluyendo toda su colección de esmaltes de
uñas, que por sí sola pesa un millón de kilos. Debería haberme quedado en
el entrenamiento con pesas.
Llegó a la puerta de la cabaña, y está apoyada contra ella, con los
brazos cruzados. Finge un bostezo. —Creo que estas fuera de forma, mi
amigo. Hace un año, me habrías atrapado, arrojado sobre tu hombro y
llegado aquí en menos de ocho segundos.
Le lanzo una media sonrisa y saco rápidamente la llave. —Sabía que
pensabas que estoy hecho de puro musculo. Te he engañado.
—Ya no —resopla.
Rodando los ojos, abro la puerta y la dejo pasar primero. Su boca se
abre con un chasquido audible, salta por la habitación y se deja caer
sobre la cama más cercana al baño.
—Me pido esta. —Suspira y cierra los ojos, sonriendo con la sonrisa
solo reservada para cuando está muy feliz. Ni siquiera voy a discutir sobre
quien obtiene cual cama, porque es bueno verla así.
—Muy bien. —Lanzo mi maleta en la otra cama y pongo la suya en
el suelo.
Salta levantándose y liberándose de su abrigo. —Tengo que hacer
pis. —Y va al baño, cerrando la puerta detrás de ella.
Rio y me siento en el borde de mi cama, quitándome mi abrigo y
mirando a la enorme televisión. Está colocada encima de una cómoda de
madera grande que no cabría en el apartamento de Lexie. Las luces en
medio de las dos camas no parecen tener un interruptor, así que trato de
aplaudir, pero eso no hace nada. Me pregunto si la luz no es beneficio que
viene con los mil cien dólares por persona.
O para mí, por dos veces.
—¡Agh!
Me levanto rápidamente de la cama cuando Lex viene corriendo
del baño, el botón superior de sus pantalones vaqueros todavía sin
abotonar mientras salta sobre mi regazo. Envuelve sus piernas alrededor de
mi torso y sus brazos aprietan mi cuello, ahogando mis palabras. 38
—¿Q-que… pasa?
—EstangrandeRytienesquematarlaahoramismoantesdequemecoma
mientrasduermo.
—Um, ¿qué?
Trato de aflojar su agarre, pero está hecho de pegamento pegajoso.
—¡Hay una enorme araña allí! ¡En la bañera! Tienes que matarla
ahora.
Me rio y trato de ponerla de pie, pero su abrazo de muerte me
impide hacerlo suavemente. —Está bien, voy a matarla. —No me suelta—.
¿Quieres venir conmigo?
No me doy cuenta de lo mucho que me gusta que este tan cerca
hasta que ya no lo está. Brinca y salta al otro lado de la cama, aterriza en
la esquina junto a la puerta y se acurruca, abrazando las rodillas contra su
pecho.
Niego con la cabeza y hago la dramatización de misión imposible
hacia el baño. Es algo bueno que quiera a esta chica, porque ni siquiera
jaló la cadena del inodoro. Tiro de la cadena y abro de golpe la cortina de
la ducha.
Nada.
Normalmente, atribuiría esto a una chica siendo una chica, y
volviéndose loca por nada. Pero esta es Lexie, y si vio una araña, significa
que realmente hay una araña. Y si no la encuentro y me deshago de ella,
va a estar durmiendo en esa esquina durante toda la semana. O afuera
acurrucada con todo lo que empaco para mantener el calor.
Después de una búsqueda exhaustiva en el baño, me quito el
zapato y lo golpeo contra la bañera, esperando que el sonido por si solo la
haga creer que maté lo que vio.
Otro jalón a la cadena del inodoro, y camino de regreso a Lex,
limpiando mis manos.
—¿Quién tiene dos pulgares y es increíble? —señalo a mí mismo,
pero antes de que pueda hacer el chiste, entrecierra sus ojos y me
interrumpe.
—Um, no tú. —Señala mi cara—. Estás morado, y tu voz se quebró.
Estás mintiendo.
Levanto mis cejas. Maldita sea, es buena. Ni siquiera me di cuenta
que estaba haciendo todo eso. Sacudiendo la cabeza, me dejo caer a su
lado en el suelo.
—¿Por qué no la matas? Si estas tratando de jugarme una broma, no
es divertido, Ry.
39
—Sabes que no bromearía sobre las… —mi voz cae una octava—.
Arañas.
No golpea mi hombro. Hombre, está realmente asustada. Sus ojos
marrones se hacen más grandes mientras espera una respuesta seria.
Dejó escapar un suspiro. —Lo siento, no pude encontrarla.
Sacude la cabeza tan rápido que creo que podría desprenderse.
—No, no, no. No puedo quedarme aquí.
Mi boca medio se detiene. Justo lo que esperaba. —¿En dónde
sugieres que vas a dormir?
Levanta la mano y agarra la llave que puse en la mesa junto a la
puerta. La parte baja de su espalda asomándose bajo su camisa, y tengo
que tragar la repentina baba en mi boca.
—Ve a cambiar con Nate y Kaylee. —Golpea la llave en mi palma.
Le doy una mirada que claramente dice, “probablemente están
ocupados” pero me devuelve una mirada que dice “no me importa”.
—Muy bien. —Suspiro y me levanto—. Tú ganas.
—Gracias. —Se acurruca más en la esquina.
—¿No quieres venir conmigo? —pregunto con una sonrisa.
Niega con la cabeza otra vez, sacudiéndola tan fuerte que se va a
desprender. —No quiero que se meta en mis cosas, así que me aseguraré
de que no se acerque a ellas.
Estoy a punto de decirle que no va a hacerlo muy bien estando en la
esquina, pero probablemente es mejor que vaya solo de todos modos.
Kaylee y Nate se burlarían de ella, y soy mejor persuadiendo cuando no
tengo una audiencia. Principalmente porque puedo mostrarme todo
protector con Lexie sin ella viendo lo mucho que me gusta.
—Iré rápido.
Resopla. —No si vas a correr como lo hiciste antes.
Mi sonrisa se ensancha. —Toma mi tiempo.
En mi prisa, me olvido de mi abrigo y la fría brisa instantáneamente
hace que mis tetillas se levanten y mis genitales se encojan. Corro tan
rápido como puedo manejarlo sin resbalar sobre la nieve y el hielo a la 16B,
y envió rayos con mi mente para que Kaylee y Nate estén al menos
vestidos todavía.
Las cabañas de las chicas están más cerca de la montaña, más
altas y mucho más grandes que las de los chicos. Las camas tamaño King 40
significan que la suite en comparación con…
Santa mierda. Una cama. ¿Cómo olvide que solo hay una sola cama
en esta habitación? ¿Lex lo olvido, también? ¿O es que no le importa?
Todo mi cuerpo está temblando ahora, y no estoy seguro de si es
porque me estoy congelando o porque ahora estoy diez veces más
nervioso. Incluso cuando éramos más jóvenes, nunca compartimos una
cama. Y oliendo a Lexie justo a mi lado toda la noche, estaría en definitiva,
uh, endurecido. Nada dice—: Oye, quiero que seamos solo amigos —
como una erección en medio de la noche.
Supongo que voy a estar en el piso esta semana.
Golpeo cuando llego a la cabaña, saltando arriba y abajo para
tratar de mantener el calor. Después de cerca de un millón de golpes,
Nate balancea la puerta abierta.
—¿Podemos ayudarte? —sonríe mientras bloquea mi camino
adentro. Estoy a punto de empujarlo fuera del camino, pero quien sabe lo
que Kaylee tiene puesto. O no tiene puesto.
—Un favor, amigo. Lex vio una araña.
Aprieta sus labios, reprimiendo una risa. Kaylee grita desde la
habitación—: ¡Oh, déjalo entrar y cierra la puerta! Hace demasiado frío
para haer bromas en estos momentos.
Salto al interior, dejando que mis ojos se acostumbren a la habitación
en penumbra. Kaylee ya está empacando las pocas cosas que sacó de su
maleta.
—No necesitas hacer nada persuasivo, Ry —dice cuando abro la
boca—. No vamos a oír el final de esto en toda la semana si no
cambiamos de habitación. —Hace una pausa en la cremallera mientras
sus ojos giran hacia mí—. Eso es lo que quiere, ¿No?
Asiento con la cabeza, y cierra su bolso. Nate toma su abrigo
empuja sus cosas también. Su habitación es en realidad mucho mejor que
en la que estábamos. La cama es gigante, pero la televisión es más
pequeña. Probablemente porque las personas que se alojan en estas
habitaciones no hacen mucho lo de ver televisión.
Ahí van los nervios de nuevo, desatándose a través de mi pecho y
haciendo que me frote la nuca. Mi tic nervioso, como lo llama Lex.
—Gracias, chicos. —Mi voz todavía es temblorosa. Pero eso podría
seguir siendo por el frío—. Iré a buscarla. —Nate y yo cambiamos llaves, y
corro de nuevo a la 16A. 41
Lex está todavía sentada en la esquina, pero todas nuestras maletas
la rodean como un refugio antibombas improvisado. Me rio mientras la
ayudo a levantarse del suelo.
—Vamos, tonta.
Golpea mi hombro mientras me entrega mi abrigo. —Parece que
necesitas esto. Está un poco fresquito allí.
Esquiva mi llave de cabeza y salta. Agarro todas nuestras cosas y me
pongo al día con su ritmo mientras nos dirigimos a nuestra nueva
habitación.
Con una cama.
Estoy tratando muy duro de no pensar en ello. Ha sido mi amiga
desde hace años, desde que éramos demasiado pequeños para entender
la diferencia entre plastilina y masa para galletas. Así que esto no debería
ser un gran problema.
No es gran cosa.
Pero las cosas están moviéndose por debajo de mi cintura y mi
pecho está apretando mis pulmones tan fuerte que apenas puedo respirar.
Como que es un gran problema. Una cama, una habitación, y un mini bar
cerrado que creo que puedo abrir. Lo que no haría. Por la regla de Lex de
“No beber” y todo eso, la cual es comprensible.
Agarra mi brazo, como siempre lo hace, y como siempre —porque
soy un culo arrogante— me flexiono bajo sus dedos y ajusto la maleta en
mi hombro.
Puedo manejar esto. Y cuando comienza a saltar a mi lado, sé que
tengo que manejar la situación. Porque sería aspirar a arruinar nuestra
amistad por mis confusos sentimientos.
Echo un vistazo hacia ella, está mirando alrededor de todo el lugar, y
me golpea. Esta aquí para tratar de reunirse con ese idiota, Sean. Está
buscándolo a él en este momento. Y cuando no hay nada, deja caer sus
hombros y resopla hacia el suelo. Antes de que empiece girando ese anillo
suyo, recojo mi pierna, y la pateo en el trasero.
—No me vas a vencer esta vez. —Sonrío y echo a correr, sabiendo
que me va a perseguir y toda la mierda que está pasando por su cabeza
va a desaparecer, incluso si solo fuera por un segundo.
Cuando llegamos a nuestra nueva cabaña, se detiene en la puerta
y agarra mi brazo, tirando de mí hacia atrás para que no entre sin
instrucciones. —Te asegurarás de que la costa este limpia. —Sus ojos se
estrechan y apunta con un dedo a mi cara—. Y voy a saber si me mientes. 42
Asiento con la cabeza y hago otra dramatización de Misión
imposible mientras inspecciono cada centímetro de la habitación.
—Todo limpio.
Después de un minuto estudiando que mi cara esté libre de morado,
da un suspiro de alivio, se deshace del abrigo dejándose caer
despreocupadamente en la cama como lo hizo antes. —Me pido este
lado.
Está bien, sé que dije que no era un gran problema, pero es una
maldita mentira. No puedo dormir en la misma cama con Lexie. Sera muy
raro.
—No te preocupes, tomare el piso. Qué suerte, conseguirás tener los
dos lados.
Se sienta, rodando los ojos. —Vaya, Ry. Puedes acomodar como,
quinientas personas en esta cama y no se tocaran entre sí. No voy a
dejarte dormir en el suelo.
Por supuesto no pensaría que es una gran cosa. Porque para ella,
solo soy su antiguo buen amigo, Ryan. Y si actúo extraño sobre esto, va a
descubrirlo, y lo va a arruinar todo.
Salto al otro lado de la cama, estirándome y pateando mis zapatos.
Estoy siendo infantil sobre esto. Así que estoy manejándolo y relajándome.
Es Lexie. Y voy a divertirme esta semana, no andar de puntillas a su
alrededor como un gatito.
Le lanzo una sonrisa mientras meto mis brazos detrás de mi cabeza.
—Ahora, sé que intentarás algo conmigo en tus sueños. Enfréntalo,
Lex, tu subconsciente quiere un pedazo de esto. Pero, por favor se amable
conmigo.
Golpea mi hombro antes de descansar su cabeza contra él.
—Mantén tu erección mañanera y esas extrañas fantasías que pasan
por tu mente para ti mismo, o te vas a dormir en la misma habitación con
Nate y Kaylee.
—Puaj. Tú ganas.
Es tranquilo entre nosotros, y es agradable solo escucharla pensar.
Esta retorciendo su anillo, pero se detiene cuando me ve mirando.
—Entonces, ¿qué quieres hacer esta noche? —pregunto.
Su mirada va afuera de la ventana y no podrías saber que, el idiota y
la Barbie del centro de esquí se dirigen a las bañeras de hidromasaje,
acurrucados entre si desde que está congelando y están prácticamente
43
desnudos. Gimo, pero Lex se sienta.
—¿Quieres tomar un baño?
Traducido por Diana
Corregido por GusFuentes

¡Mi nueva camiseta sin mangas negras y la parte doble del bikini
equivale a la mejor inversión! La única forma de que mis pechos lucieran
mejor sería si fueran falsos. Me miro en el espejo, asegurándome que mis
nalgas no sobresalgan demasiado y salgo del baño.
Ryan está tendido en la cama, con los pies colgando en el borde, y
observo como su pecho sube y baja. Se cambió a sus elegantes
pantalones cortos negros con rayas blancas en la parte superior. Un
ronquido se le escapa, y no puedo evitarlo. Corro con toda mi fuerza hacia 44
la cama y aterrizo con un pie a cada lado de él.
Desde el impresionante aterrizaje, caí con un ruido sordo y el cuerpo
de Ryan se incorporó.
—¿Que mie...? Oh, esto es guerra. —Me toma por la cintura y me
arroja a la cama. Sus dedos encuentran mis costados y mi punto más
delicado, como si supieran exactamente a dónde ir. Me sacudo y giro, y
cuando sus manos rozan la piel de mi espalda se detiene por un segundo,
mientras se agrandan sus ojos, y mira mis pechos. La somnolencia en su
mirada se ha desvanecido, y creo que acaba de darse cuenta que no
estoy en mis pantalones vaqueros y una camiseta. Ladeo mi ceja hacia él
y golpeo su frente.
—Aquí arriba, amigo.
—No estaba...yo..... —Agita su cabeza y sus dedos vuelven a mis
costados.
—¡Ahh! —grito mientras me hace cosquillas hasta que no puedo
manejar otro alarido. Mis brazos y piernas temblando mientras intento
liberarme, pero es inútil contra sus dedos cosquillosos y sus brazos
inusualmente fuertes—. ¡Piedad! ¡Piedad!
Sus dedos se detienen, sus manos alrededor de mis muñecas y me
inmoviliza. —Si te suelto, tienes que prometerme que estamos a mano.
Miro fijamente sus ojos oscuros y le dedico la sonrisa más inocente que
puedo reunir. —Prometido.
Me lanza una mirada, sus cejas fruncidas. Mi sonrisa inocente se
tuerce y se desliza una risita. —¡Mentirosa! —grita y sus dedos regresan a
mis costados. Doy patadas y mis brazos después realizan una demanda
similar hasta que hacen contacto con una masa sólida.
—¡Uhh! —Las manos de Ryan me sueltan, y se acurruca en una bola.
—Oh Dios mío, Ry, lo siento. —No estoy ni siquiera segura qué golpeé.
Se sintió como su cabeza, pero está sosteniendo su estómago—. ¿Estás
bien? —Alza su dedo, y me acerco. No soy médico ni nada parecido, pero
no me gusta sentirme inútil, especialmente cuando se trata de Ryan. Dirijo
mis dedos a su cabello y luego le froto la espalda.
—Me sacaste el aire —dice con una voz profunda y rara, por
segunda vez.
—Ups. —Le doy un leve encogimiento de hombros—. Lo siento, pero
no es por nada. Pudiste haber roto mi mano, Hulk. En serio, ¿cuándo tus
abdominales se volvieron fuertes? —Miro hacia su estómago para enfatizar
mi punto, pero mis ojos vagan por el vello allí. 45
Todavía recuerdo cuando creció. Él estaba tan emocionado que
podrías haber pensado que brotaba oro. En ese entonces se veía raro,
pero ahora...
—¿Disfrutando de la vista? —pregunta, alzo la cabeza.
—¡Desearías! —Lo golpeo en el costado y se calla.
—¿Tratando de causar daños corporales otra vez?
—Daño corporal, mi culo. ¡Sé hombre! Ahora vamos. Hay una bañera
de hidromasaje con nuestros nombres en él.
Me levanto lista para salir al frío cuando una sudadera se extiende
sobre mis hombros. Arrugo la nariz. —Ryan, ¿cómo voy a conquistar a Sean
en tu sudadera? No me malinterpretes, es bonita, pero no tan sexy como
mi bikini. —Me la quito y la dejo caer al suelo.
Sus ojos viajan hacia mis pechos, pero los desvía como si no estuviera
mirando. —La neumonía no es sexy.
—Sandy no llevaba una sudadera —protesto con las manos en las
caderas en mi postura de no-te-metas-conmigo.
Un hoyuelo aparece en la comisura de su boca. —¿En serio? ¿La
estás usando como argumento? Ponte la maldita sudadera.
Me cambio de un pie al otro y lo miro a través de largas pestañas. Él
no cede. Su hoyuelo se oculta, y no me parece divertido.
Cuanto más tarde lleguemos al jacuzzi, es más probable que
perdamos a Sean, o peor que se esté besando con Sandy. No gasté
sesenta dólares en un traje de baño para no ser visto.
—Bien.
Recoge la capucha del suelo y me la entrega. —De nada —dice y
sonríe en señal de triunfo.
Ruedo los ojos y empiezo a alejarme. —¿Lex? —Me giro. Ryan se está
abrochando su propia chaqueta, pero mantiene sus ojos en mí.
—¿Sí, Ry?
—Sudadera o no, si Sean no te nota... es un idiota.
—Y por eso eres mi mejor amigo. Ahora vamos. —Enredo mi brazo
con el suyo, sus músculos flexionándose ante mi contacto. Ruedo mis ojos
otra vez y lo saco por la puerta.
—¡Mierda, hace frío! —Lo atraigo más cerca de mí, abrazando su
bíceps como si fuera la única fuente de calor en el mundo.
—Pero querías salir con un parche en el ojo. —Envuelve un brazo 46
alrededor de mi cintura y me cerca hacia él. Calor irradia de sus lados, y
me acurruco más cerca. Mueve sus manos por las mangas, creando
fricción y un poco de calor.
—¿Parche en el ojo?
—Es casi igual de grande a lo que llevas puesto.
—Para tu información, este parche en el ojo me costó un día de
paga.
Su mano se detiene, igual que sus pies. Sus labios se presionan en una
línea delgada. —Estás mal de la cabeza.
—¿Qué? —pregunto confundida por su repentina ira.
—¡Un día de pago, Lex! ¿Para qué? Unos trozos de material. ¿En
serio?
—Lucir caliente es caro. —Lanzo mis manos en el aire—. ¿Qué
quieres de mí?
Corre sus manos por su cabello marrón dorado que cree que sólo
luce sucio. Como si no supiera que color quiere ser. Loco muchacho.
Mataría por sus reflejos naturales. No es que me quedarían bien. No tengo
su persistente resplandor de verano.
—Que te des cuenta que no necesitas un bikini muy caro para lucir
ardiente.
Voy a discutir con él, pero aquello me golpea como un globo de
agua en la cara. Estoy furiosa por su reacción. Es mi dinero. Lo puedo
gastar cuando yo quiera. Pero luego ya no estoy enojada. Siempre sabe
que decir. Y sólo puede ser porque me conoce mejor que nadie, pero a
pesar de todo una calma me rodea y mi boca se levanta en las esquinas.
—He ahorrado hasta el último centavo que he hecho. Sólo quería
usarlo en algo que me haría sentir bien. Y este traje de baño... me hace
sentir bien.
Él da un suspiro. —¿No se puede discutir con eso, o sí? —Luego lanza
su brazo sobre mis hombros—. No quise...
—¿Ser tú?
Baja su mirada a mí. —Sí.
—Disculpa aceptada. ¿Ahora podemos dejar de discutir? Está
seriamente poniendo un freno a mis mini vacaciones en el paraíso.
—Tregua. —Extiende su mano en mi dirección, y la estrecho.
—Tregua. 47
Nos acercamos, el vapor es visible, saliendo de las tinas hacia el
brillante cielo azul. Mis pies irrumpen en un baile, pero paro antes de que
alguien más aparte de Ryan me vea.
—Tranquila, happy feet1.
—¿Lo ves? —Observo las tres tinas, buscando una mata de cabello
oscuro y rostro hermoso. Mi corazón se hunde cuando no lo encuentran.
Un golpe a mi lado me hace saltar. —Allí. —Ryan asiente con la
cabeza a una esquina lejana. Y en todo un esplendor refulgente está Sean.
No Sandy. ¡Anotación!
Abrigos cuelgas en la pared, y el sombrero de Nate está suspendido
cerca de un gancho vacío. Me pavoneo hacia Sean, mis caderas
balanceándose mientras me quito la sudadera de Ryan. Se la doy a Ry y su
rostro se tensa. Me río porque hicimos una tregua, no puede decir nada.
Sé cuán bien luce mi trasero, ahora si Sean sólo mirara hacia aquí y viera lo
que se está perdiendo.
—¡Amiga! ¡Por aquí! —Mi pavoneo se convierte a un tambaleo
cuando pierdo mi equilibrio. Antes de que pueda enderezarme, mi pie se

1 Se refiere al pingüino bailarín.


desliza sobre un trozo de hielo. Un agudo dolor recorre mi nalga cuando
golpeo la cubierta con un fuerte golpe.
Mi trasero está frío, pero mis mejillas arden de vergüenza. Hablando
de movimientos cada vez menos atractivos.
—¡Lexie! —La voz de Sean llena mis oídos como una hermosa
canción. Saca su cuerpo del agua —goteando y oh Dios— y trota hacia
donde estoy sin saltarse un solo paso—. ¿Estás bien? —Sus ojos azules me
miran de arriba a abajo.
Sesenta dólares bien gastados.
—Sí, sólo un poco avergonzada.
Extiende su mano hacia mí y mi corazón se acelera ante la vista. La
anticipación de su piel contra la mía me atraviesa mientras la alcanzo para
sujetarla. Con un tirón suave me hace volver a mis pies.
—Nada de qué avergonzarse. —Su cabello oscuro gotea agua sobre
su pecho, y no ayuda al ver como corren por sus pectorales.
—Te ves increíble —dice, mirando una vez más, pero esta vez no
esconde su aprobación.
Quiero saltar arriba y abajo aplaudiendo, pero tengo que guardar
eso para detrás de puertas cerradas. —Gracias.
48
—Oh Dios mío, Lex. ¿Estás bien? No quise asustarte. ¿Cómo está tu
trasero? ¡Te golpeaste fuerte! —Kaylee rebota obviamente no inmune al
frío aire.
—Bien.
—Tienes un gran amortiguador.
Mis cejas se alzan e inclino la cabeza en su dirección. —Kaylee —
dije a través de dientes apretados.
—¿Qué? ¡Lo tienes! Me gustaría tener más amortiguación. Tal vez mis
jeans encajarían mejor. —Kaylee, como amo a la chica, pero a veces su
boca es más destructiva que un huracán de categoría cinco.
—Nena, hace demasiado frío. Ven acá —Nate la llama desde el
jacuzzi, negro cabello peinado hacia atrás y brazos estirados delante de él
esperando el regreso de Kaylee. Ryan se sienta frente a él con los brazos
descansando sobre la parte exterior de la tina.
—Ya voy —canta sobre su hombro. Se vuelve hacia mí, con sus
grandes ojos verdes y labios presionados juntos—. ¿Segura que estás bien?
—Bien.
—De acuerdo. —Salta en el aire girando y se dirige a los chicos sin
caerse de culo. Supongo que no es tan talentosa como yo.
Honestamente pensé que ella y Nate no dejarían su habitación
durante todo el viaje. Me alegra que lo hicieran. Es bueno tener caras
familiares alrededor, aunque ella totalmente me avergüence.
Sean sigue de pie a mi lado, sus ojos vagando de arriba a abajo por
las curvas de mi cuerpo. —Gracias por ayudarme.
—No hay problema.
—¿Dónde está Sandy? —En cuanto las palabras salen de mi boca,
quiero tomarlas de vuelta. Está parado aquí junto a mí, hablando conmigo,
mirándome, y menciono a la chica que me lo robó.
—Uh, en el baño.
Probablemente asegurándose de que su maquillaje no se está
derritiendo por todo el vapor.
—¿Vas a las pistas mañana? Dicen que Bear Claw es un cerro de
locos.
—También lo creo. Es un doble diamante negro.
Un doble diamante negro tiene excepcionalmente fuertes 49
pendientes y otros caminos peligrosos, tales como senderos estrechos,
exposición al viento y la presencia de obstáculos como árboles, destinados
únicamente para los esquiadores más experimentados, o bajadas
empinadas. Gracias, Wikipedia.
Nunca he esquiado en mi vida, pero Sean es un esquiador
experimentado. Incluso pasó las vacaciones de invierno en Suiza.
Sean agarra mi brazo y se inclina a mi oído. Juro que mi corazón se
detuvo.
—Sandy y yo…
—¡Perdón! —Sandy me empuja al pasar y prácticamente obliga al
brazo de Sean a que la rodee. Su bikini rojo resalta contra su pálida piel y
exagerado cabello. A diferencia del mío negro que complementa
cualquier tono de piel.
—Sólo ayudaba a que Lexie se parara. Se resbaló en el hielo.
—Lo que sea. Tengo frío. ¿Podemos regresar al jacuzzi?
—Por supuesto —dice Sean, pero sus ojos se mantienen fijos en mi—.
Tal vez nos veamos en las pistas. —Sandy sacude su brazo, causando que
se tropiece lejos de mí. Él la sigue al otro lado de la cubierta, pero sus ojos
permanecen en mí.
Lexie dos.
Sandy cero.

50
Traducido por Vani
Corregido por Itxi

No estoy disfrutando de toda la operación “capturar a un gilipollas”,


pero ver a Lexie en ese bikini valió la pena. Además de tenerla subida
encima de mí y despertarme con ella, no creo que me habría importado si
cantaba Sean creo que te amo en frente de toda la clase mayor.
Y a pesar de que es una mierda, porque las cosas parecen estar
funcionando en esta operación estúpida, es bueno ver a Lex... feliz. La he
visto así antes, pero no tan a menudo como me gustaría.
Apago el agua y salgo de la ducha, tomándome mi tiempo para
51
secarme. Las bañeras de agua caliente son ideales para estaciones de
esquí, pero realmente pienso que solo son para que los chicos de
seguridad puedan reírse del ridículo baile que algunos hacen en la nieve
mientras intentan volver rápidamente a sus cálidas cabañas.
Lex tomó la ducha primero, y nunca la había visto en tan sólo una
toalla. Sólo se pavoneó, con el pelo mojado y una toalla envuelta
alrededor de ella como si fuera nada. Traté de actuar “lo que sea” por
ello, pero estoy bastante seguro de que mi mandíbula cayó al suelo. No es
sólo el hecho de que ella es caliente —porque lo es— sino que confía en
mí lo suficiente como para compartir habitación conmigo como si no fuera
gran cosa. Y si yo saliera con nada más que una toalla, estoy bastante
seguro de que empezaría una guerra de azotes con toallas o algo.
Una parte de mí le gusta que esté tan cómoda a mí alrededor, y la
otra parte piensa que apesta. Porque eso es zona de amigos.
Aun así, me alegro de estar aquí y verla ser sólo Lexie. Esta semana
va a ser mejor de lo que pensaba.
Me pongo mis bóxers, pantalones pijama, y salgo del baño rasgando
una falsa guitarra, tarareando creo que te amo, porque ahora esa
canción está en mi cabeza. Espero la rabieta de Lex sobre cómo nunca
debería cantar, pero está tranquila, acurrucada en la cama con ojos
cerrados.
Y tomó mi lado. Equivocación.
Después de apagar la lámpara que me llevó una buena hora
averiguar cómo utilizarla, subo bajo las sabanas, tratando de tener
cuidado de no tocarla. No quiero cruzar fronteras que no puedo o no
hemos fijado. Lo único que debo recordar es mantener la erección
mañanera lejos de ella.
De acuerdo.
Oigo un suspiro de su lado de la cama, que se siente a millas de
distancia. No es un suspiro pesado, sino un “me gusta estar aquí”. Hace
que las comisuras de mi boca se vuelvan hacia arriba, y descanso mi
cabeza en mis manos al escuchar su respiración.
—¿Ry?
—¿Mmh?
—¿Estás cansado?
Giro la cabeza para mirarla, pero está demasiado oscuro para
distinguir algo. 52
—No lo estoy. ¿Tú?
Hay movimiento, más o menos se siente como si estuviera
encogiéndose de hombros. No, no está encogiéndose de hombros. Me
apoyo en mis codos y entrecierro los ojos para tratar de distinguir algo en la
oscuridad. Realmente no puedo ver, pero cuando lo que parecen ser
manos se extienden delante de ella, me doy cuenta de la pequeña
torcedura en su anillo rosado.
—¿Qué tienes en mente? —digo en la forma arrogante que le deja
saber que la conozco muy bien, y no voy a hacer caso omiso de su
silencio.
Deja caer las manos en la manta, y aterrizan con un ruido sordo. —Sé
que no quieres oírlo.
Se da vuelta, moviéndose más cerca de mí, pero no lo suficiente
para que nos estemos tocando. —Está bien, es la palabra P. —Otro
movimiento más cerca. No digo nada. Nosotros no hablamos de nuestros
padres. Sabemos lo que pasó, tuvimos nuestra gran discusión cuando
éramos más jóvenes, y acordamos no volver a hablar de ello otra vez. Para
no darle más poder sobre nosotros.
Suspira. Uno pesado ahora. —Te lo dije, no querías escucharlo.
Mueve sus brazos, y sé que está girando el anillo de nuevo. Su
respiración sale demasiado cobarde. Por mucho que quiero bloquear
todo, nunca oír hablar de esto otra vez, sé que necesita hablarlo. Así que
cierro los ojos y rasco la parte posterior de mi cabeza.
—¿Sobre tu padre?
La manta se desliza por encima de ella mientras se sienta. Todavía
está girando ese maldito anillo. Me levanto hasta estar sentado al lado de
ella y froto su espalda.
—Sé que no hablamos de nuestros padres, pero vamos a estar en la
misma cama durante una semana, probablemente debería advertirte.
—Bueno...
Vuelve la cabeza para mirarme. Su aliento huele a pasta de dientes,
de la clase de canela. Creo que sabe a mierda, pero ella dice que le
recuerda al chicle Big Red, que su padre solía llevar en el bolsillo.
—Tengo pesadillas a veces. A… Acerca de él. —Se detiene de girar
el anillo mientras lo sostiene en su mano—. Acerca de la noche en que me
dio esto.
Trago. —¿Qué clase de pesadillas?
—Sólo cosas estúpidas, supongo. Cómo me olvida en el carnaval. O
53
me dice que no es mi verdadero padre, y por eso me odia. O en lugar de
un anillo, me da un pez que muere en una semana. O se va sin darme
nada. No hay anillo, ni peces de colores, nada. Sólo me dice “Bueno,
chica. Ha sido divertido, pero mi vida será mejor sin ti”. Desaparece, y me
despierto sosteniendo mi mano, asegurándome de que todavía tengo este
estúpido anillo del humor.
—No es estúpido.
—Sí, lo es.
Dejo escapar una pequeña risa. —No. No lo es. —Tomándola de su
mano, me encuentro con un dedo sobre la bola lisa apoyada en su dedo
meñique—. No lo habrías mantenido si no quería decir algo.
Se encoge de hombros. Me río de nuevo. La chica es terca.
—Entonces, ¿qué significa para ti? —Acaricio el dorso de su mano.
No sé cómo la chica mantiene su piel tan suave. Es como si no pudiera
dejar de tocarla. Incluso cuando le hacía cosquillas antes, es tan suave,
frágil, y sexy como el infierno. Y aquí me estoy encendiendo solo por sentir
su mano. Me alejo y aclaro mi garganta, para que pueda concentrarse en
su respuesta y no en lo que está pasando en mi pecho—. Tú, uh, nunca me
lo dijiste.
—No sabía que lo querías saber. —Me empuja con el codo y
empieza a torcer el anillo de nuevo—. Supongo que significa mucho
porque es lo único que calma la voz en mi cabeza.
—¿Tienes una voz en tu cabeza? —Río.
—¡Cállate! —Golpea mi hombro, más duro de lo normal, pero culpo
de esto a su incapacidad de ver mucho—. No voy a decirte si tú lo haces
gracioso.
—Lo siento, lo siento. Sigue adelante. Voy a estar bien.
—Lo que quería decir es que, cuando lo veo, creo que tal vez yo no
fui la razón de su partida. Que me amaba, aunque fuera sólo un poco.
¿Qué? —¿Por qué pensarías que eres la razón por la que tu papá se
fue?
—Porque lo soy.
Me acerco y enciendo la luz. Tengo que verle la cara, porque tiene
que estar tomándome el pelo. Después de que se ha frotado los ojos,
empujo sus manos de su cara, mirándola a su profundo iris marrón. No hay
broma detrás de ellos. Ni siquiera está llorando. Es como si se lo hubiera
dicho tantas veces que lo cree. No solo lo cree, sino que lo acepta.
—Mierda.
54
—¿Qué?
No soy responsable de mis acciones. Cuando se trata de ella, no
puedo ayudarme a mí mismo. La atraigo a mi pecho, sosteniéndola con
fuerza contra mí al descansar sobre la almohada. —No me importa lo que
pienses o lo que dijo tu mamá, pero no eres la razón.
Deja escapar un suspiro, empapando mi nariz con canela. —No lo
sabes, Ry.
—Te conozco. Y no eres el motivo. —Agarro su meñique—. Sé que te
he dado una mierda sobre esto, pero si esto es lo que te impide pensar que
tu padre no te amaba, no quiero verte quitándolo nunca.
Me aprieta el pecho, pero puedo decir que todavía no me cree. Y
parece que hemos terminado de hablar de ello. Está tranquila y su
respiración se hace más lenta. Creo que está babeando mi camisa
también. Paso mi mano arriba y abajo de su espalda, perdido en mis
pensamientos.
¿Cómo puede pensar esta chica que nadie la quiere? Ni siquiera su
propio padre. Entiendo lo de su madre. He visto lo que hay allí. ¿Era su
padre peor?
No lo creo. Habría dicho algo al respecto. Siempre pensé que se fue
por su mamá, pero Lex pensó que fue por ella todo este tiempo. Cuando
nos dijimos acerca de nuestros papás DEA2, dijo algo así, pero no creía que
iba en serio.
Sacudo mi cerebro de esa primera conversación, que por lo general
trato de bloquear. La conversación que inició nuestra amistad, pero era
demasiado doloroso para hablar de nuevo. Siete años de edad que
hablan de una madre borracha, un padre desaparecido, una madre loca
y un padre muerto. Eso nos unió, pero también dejó un gran vacío en
nuestra relación, titulado: Las cosas de las que nunca hablar.
O tal vez fue sólo mi regla. Tal vez quería hablar de eso, y nunca la
dejé. Corté su conversación porque estaba demasiado herido para hablar
de la muerte de mi padre.
Entonces recuerdo, la vuelta desde Lincoln. Después de que Sean
había aspirado la cara de Sandy, le dije que lo olvidara y dijo...
—Soy la hija de la borracha del pueblo y la razón por la que mi
papá...
Me disparo de la cama, olvidando a Lex durmiendo sobre mí.
Resopla y murmura—: ¿Qué está pasando?
Pasando una mano por mi pelo, niego con la cabeza. —¿De eso se
55
trata?
—¿De qué estás hablando, Ry?
Me vuelvo y la miro. Está frotando el sueño de sus ojos.
—¿Por qué quieres a Sean? ¿Para demostrar que eres capaz de ser
amada?
Sus ojos se amplían por un segundo antes de rodarlos. —Eso es
ridículo.
—¿Lo es? —Porque si eso es lo que busca, le diré en este momento lo
que siento.
—Sí. —Cae de nuevo sobre las almohadas—. Lo quiero porque
nunca he sentido esto por nadie.
A pesar de que lo dice, sé que está mintiendo. Aun así, es una
mierda tenerla diciendo esas cosas sobre alguien que no es digno. Caigo
de nuevo en las almohadas a su lado. —Bueno, si ese fuera el motivo por el
que lo quieres, no necesitas demostrar nada, porque... bueno, me tienes a
mí. —Vuelvo la cabeza para mirarla a los ojos—. No voy a ninguna parte.

2 Desaparecido en Acción.
Sonríe. Su sonrisa “más feliz”. Y las cosas comienzan a chispear a
través de mi piel. —¿Quieres decir que me tengo que quedar contigo?
Me río hacia el techo, y me acerco a la lámpara.
—Sí. ¿Y Lex?
—¿Si?
—Una advertencia sobre mis hábitos de sueño... —Le doy una sonrisa
seductora—. Me gusta abrazar.
Entrecierra los ojos. —Recuerda lo que dije acerca de la erección
mañanera.
—¿Cómo puedo hacerlo cuando estoy dormido? Y si estamos en
cuchara...
—Oh. —Me azota con una almohada, y luego la mete entre nuestros
cuerpos. Voy a cogerla pero agarra mi mano—. Ni siquiera pienses en ello.
—Está bien, tú ganas, pero sólo porque no quiero ninguna parte más
de mi cuerpo magullada.
Apago la luz y espero a que suelte mi mano, pero entrelaza sus
dedos con los míos, manteniendo nuestras manos entrelazadas en la
almohada que separa nuestros cuerpos. Me duermo, pasando mi pulgar 56
sobre el anillo en su dedo meñique.
Traducido por Mary
Corregido por Daniela Agrafojo

Amarillos, azules y rojos destellan a nuestro alrededor, un


caleidoscopio de colores, todo para mí. La feria llegó para mi cumpleaños
porque soy una chica especial.
Estoy sentada en las tazas de té como papi me dice que haga.
—Cariño, quédate justo aquí y no te muevas. —Papá va a buscar a
un payaso para que me cante feliz cumpleaños y me ayude a soplar las
ochos velas que estarán en mi pastel. Siete por mi edad y una más para la
buena suerte.
57
Y porque soy una buena chica, todavía estoy aquí. No me levanto
cuanto el hombre de los globos pasa con globos gratis. Está bien que no
tenga uno púrpura. Papi me conseguirá un globo púrpura después que
encuentre al payaso para cantarme.
Se está haciendo de noche. No me gusta la oscuridad. Es casi tan
terrorífica como las arañas. Pero papi vendrá. Solo tengo que esperar un
poco más.
La rueda se detiene, las luces se apagan. ¡Oh no! ¡No puedo ver
nada! Está oscuro. ¡No me gusta la oscuridad! ¿Dónde está papi?
Me curvo en una bola y ruedo hacia adelante y hacia atrás.
—¿Papi?
La oscuridad se está acercando a mí. No más hombre de los globos.
No más niños de mi edad. Nadie en absoluto. Estoy sola.
—¿Papi?
Solo sigue rodando. Papi vendrá. Él no me dejaría. Soy una chica
especial. Su chica especial.
Abro los ojos, la oscuridad se mantiene, pero a través de la oscuridad
aparece un payaso, sosteniendo un globo púrpura. Mi color favorito. Sabía
que vendría. Papi lo trajo. Sostiene el globo hacía mí, y lo alcanzo.
Sus uñas se convierten en garras, y agarra mi muñeca. Me saca del
banco donde papi me dijo que esperara. Sus dientes amarillos se burlan de
mí, y sus ojos son más oscuros que el cielo nocturno. Voy a gritar, pero mi
garganta se cierra.
El payaso maligno tira de mí, acercándome, su aliento caliente roza
mi mejilla y finalmente encuentro mi voz.
—¡Papi! —pataleo y grito. Golpeo y lloro—. ¡Papi!
El payaso empuja mi hombro, sacudiéndome hacia adelante y
hacia atrás. Le lanzo un puñetazo y fallo. El temblor se vuelve más fuerte, y
pongo toda mi energía en una última patada cuando soy tirada hacía
arriba.
Sudor corre por mis sienes. El miedo frío corre a través de mis venas.
Busco a mí alrededor tratando de encontrar la luz.
—¡Lex! No es real. Estoy aquí. Está bien. —Me trago el grito y limpio las
lágrimas de mis mejillas.
Levanto la mirada hacia unos ojos familiares. No oscuros agujeros de 58
muerte o mugrientos dientes amarillos. Solo los más perfectos ojos marrones
llenos de preocupación.
—Estás bien. Solo era una pesadilla —dice Ryan, pellizcando el
puente de su nariz antes de envolver sus brazos a mí alrededor y tira de mí
para acércame a su cálido y fuerte pecho.
—Lo siento. —Agarro su camiseta y entierro mi cabeza más
profundamente en su calor.
—¿De qué te estás disculpando?
—No quise despertarte.
—Si alguien lo siente, soy yo.
Levanto la mirada hacia el chico que lo ha hecho todo por mí. Más
de lo que cualquier persona debería. No tiene nada de qué disculparse.
—No sabía sobre las pesadillas. Si lo hiciera. —Frota su nuca—. Nunca
te dejaría sola en la noche.
—Sólo son pesadillas tontas —digo, tratando de ocultar el miedo—.
Realmente estúpidas.
—Estúpidas o no, no te dejaré. —Los brazos de Ryan se tensan a mí
alrededor, y yo acaricio su cuello.
Su calidez me hace sentir segura, así que cierro los ojos.
No importa cuán dura se ponga la vida y no importa cuántas veces
me recuerde mi madre que ningún chico va a amarme jamás, Ryan estará
aquí. Porque es mi mejor amigo, y eso es lo que los mejores amigos hacen.
Te recuerdan que eres amado.
—Por ahora —digo, antes de que el sueño me consuma.
***
La luz brilla a través de las cortinas abiertas, echando sombras a
través de mis párpados. No me importan las pistas que están fuera de mi
ventana esperándome. ¡Estoy de vacaciones, maldición! Y esta es la
primera vez en mucho tiempo que duermo toda la noche sin pesadillas
recurrentes.
Después de la primera, cuando Ryan envolvió sus brazos alrededor
de mí, me deslicé al sueño. Sabía que estaría allí cuando la pesadilla
viniera, y saber eso las mantuvo alejadas.
Me acurruco en mi almohada, pero cuando trato acercarla más, no
se mueve. Aprieto mi brazo y tiro.
Agh, estúpida almohada hecha de ladrillos. Abro un ojo, la luz me
ciega, pero cuando el choque inicial se va, me doy cuenta que no estoy 59
abrazando mi almohada.
—Buenos días, rayo de sol.
Suelto mi agarre del estómago de Ryan y me deslizo de regreso a mi
lado de la cama. Él me acercó anoche, tomándome en sus brazos, pero
eso fue todo. Soy la única que se encaramó sobre él como una ardilla
escondiéndose de un halcón hambriento.
—Buenos días —digo, alejándome de él, sin estar dispuesta a tener
un caso de aliento mañanero.
—¿Cómo dormiste? —arqueó sus cejas.
—Como si estuviera en el paraíso.
—No tengo ningún problema con que le llames a mi cuerpo paraíso.
Hazme un favor y corre la voz. Las chicas aman esa mierda.
Mis dedos se flexionan alrededor de mi almohada abandonada, y
en un rápido movimiento se la arrojo a Ryan en la cara.
—Imbécil.
Ladea la cabeza para mirarme. —Si no estuviera tan cómodo,
tomaría represarías.
—Que mal por ti.
—¿Qué se supone que significa eso?
Dejando atrás el miedo al aliento mañanero, salto a horcajadas
sobre el estómago de Ryan con la almohada en la mano, golpeándolo
repetidamente con ella.
Se sacude y se revuelve, luego saca los dedos cosquillosos. Grito,
mientras me domina y me saca de encima de él y me lanza sobre la
cama. Su pecho se cierne sobre mí, brazos contra mis muñecas. Pateo una
vez, dos veces, pero no sirve. Está usando su peso para sujetar cada
centímetro de mí.
No estoy lista para admitir la derrota, así que sacudo la única cosa
sobre la que aún tengo control, mi cabeza. La risa divertida de Ryan me
detiene. Una conocedora sonrisa se establece en su cara, y lo miro a los
ojos lista para aceptar mi derrota cuando pierdo mis palabras.
Nunca me había dado cuenta de las partículas de cobre y la forma
en que reflejan la luz, haciendo que sus ojos parezcan infinitos.
Normalmente me burlaría de su cabello de recién levantado, pero no
puedo apartar mis ojos de los suyos.
Está a centímetros de mi cara, su aliento caliente y mentolado
contra mi mejilla. ¿Cuándo se cepilló los dientes?
—Lex…
60
La puerta se abre de par en par y Kaylee entra, sus coletas rubias se
mueven en sincronía. Sus manos están desafiantemente en sus caderas.
—¿Olvidaron decirme algo? —gesticula hacía nosotros.
Con una carcajada, Ryan suelta su agarre, rueda y sale de la cama.
—Buenos días, Kaylee. Nate. —Ryan asiente hacia nuestro amigo
usando una Fedora esperando en el pasillo. No sé si Nate está
avergonzado por la interrupción de Kaylee o arrepentido por interrumpir.
No es que estuvieran interrumpiendo algo. Ryan y yo estábamos
bromeando como siempre lo hacemos.
—¡Fuera! —Kaylee agarra unos vaqueros de Ryan, una camisa de
franela y su chaqueta, los arroja a sus brazos y apunta hacia la puerta—.
Ve a bañarte en nuestro cuarto.
—¿Me estas echando de mi propia habitación? —pregunta él, y sus
labios se curvan, pero no puedo descubrir si es por diversión o confusión.
—¡Sí! Ahora vete. —Para ser una cosita pequeña, es una chica
aterradora. No te metas con la chica alegre cuando cree que le han
estado ocultando información.
Ryan se gira hacía Nate, pero Nate solo baja la cabeza. Él nunca
desafiaría a Kaylee. Si lo hiciera, ella le pondría un candado a la cerradura.
—Increíble. —Ryan agarra sus botas, y se las pone mientras camina.
Kaylee ahora sostiene la puerta, con su dedo apuntando a la salida.
Besa a Nate, y justo mientras Ryan camina a través del umbral, se
detiene.
—Espera, la puerta estaba bloqueada. Cómo… —Kaylee cierra la
puerta y gira hacia la cama. Echo las mantas sobre mi cabeza. Es
demasiado temprano para la charla con la chica alegre.
—¡No te escondas de mí! —arranca las mantas de mis manos,
haciéndome entrecerrar los ojos.
También es una persona mañanera. La peor combinación,
especialmente cuando no quiero dejar mi confortable paraíso. Pero es la
única manera de evitar lo inevitable.
—Me voy a bañar. —Salgo de las sábanas y me dirijo directamente a
mi maleta. Evitar el contacto visual es lo mejor, pero Kaylee es inteligente.
Me sigue, salta frente a mi maleta, y espera, golpeteando con su pie.
Miro mi esmalte de uñas, brillo de plata arco iris, irónicamente
llamado Sálvame. Si sólo pudiera levantarlas, una señal de humo sería 61
enviada por refuerzos.
Sus ojos verdes brillantes envían descargas eléctricas hacia mi piel,
sacudiendo mis palabras.
—No es nada.
Entrecierra los ojos, no me cree. —No te creo.
Sí. Enrollo mi cabello alrededor de mi dedo, deseando poder tele
transportarme fuera de aquí, pero puedo desearlo todo lo que quiera, que
no va a suceder.
—Kaylee, es mi mejor amigo. Nada más. Quiero decir, vamos. Es
Ryan. He oído sus pedos. Lo he visto vomitar. —Lo he visto llorar también,
pero eso es demasiado personal.
Sus ojos buscan mi cara, buscando un punto débil, una falla que
develará mi mentira. Que mal por ella, no estoy mintiendo.
—Bien. Te creo. Pero tienes que prometerme, que si algo más que
amigos cruza tu mente alguna vez, me lo dirás. —Sostiene su meñique, y
rio. Donde sea que estemos en diez, diecisiete o noventa y tres años, la
promesa del meñique siempre estará ahí.
Un contrato obligatorio.
Enlazo mi meñique con el de ella. No tengo nada que ocultar.
Entonces, ¿por qué tengo una sensación inquietante en el estómago?
Besa su mano. No quiero que me vea dudar, por lo que beso la mía.
El contrato está sellado. No hay vuelta atrás.
—¿Me puedo duchar ahora?
—Claro, y apúrate antes de que perdamos el desayuno. —Salta
sobre la cama y se deja caer encima.
Solo escuchar esas palabras hacen gruñir mi estómago. Espero que
tengan tocino. Si lo tienen, voy a tener a Ryan dándome su plato. Siempre
y cuando no toque su comida —rara filosofía vegetariana— lo hará, y no
pareceré una glotona.
Agarro mis vaqueros, esos que hacen que mi trasero se vea genial,
mis cálidos calcetines dobles con aislamiento, y una camisa térmica verde.
Una ducha caliente suena perfecta. Entro al baño y me detengo. Las
últimas palabras de Ryan rondan en mi mente.
—¿Kaylee?
—¿Sí, amiga?
—¿Cómo entraste aquí? 62
Bate sus pestañas. —Robé la llave de repuesto del vestíbulo.
Las apariencias engañan, dulce e inocente mi culo. —Bien. ¿Puedes
tocar la próxima vez?
—¿Por qué? ¿Asustada de que pueda interrumpir algo?
—¡No! —las palabras salen más rápido que una avalancha. Si los
roles fueran al revés, asumiría que ella era culpable. No lo soy, pero la
mirada en sus ojos me hace pensar lo contrario—. ¿Pero qué si Ryan
hubiera estado desnudo? —¡Oh no! estoy cavando mi propio agujero—.
Quiero decir, si estuviera aquí. Él vino a ducharse, y tú pensaste que yo
estaba aquí. ¿Sabes?
Deja de hablar, Lexie.
Me enfoco en mi esmalte de uñas Sálvame.
—O si estuvieras aquí con Sean. —dice finalmente Kaylee después de
lo que se siente como un siglo.
—¡Sí! ¡Cierto! Sean.
—De acuerdo, tocaré la próxima vez.
—Bien. Ahora si me disculpas, necesito hacerme irresistible.
Sean debería estar desayunando y después de la noche pasada,
estoy liderando el juego. Solo necesito seguir así

63
Traducido por Nats
Corregido por MariaE.

—¿Todos han encontrado sus itinerarios?


El Sr. Miller alza su copia plastificada y la señala como si fuéramos un
grupo de alumnos de primer año. Un gruñido murmurado sale de todos los
chicos de último año.
—¡Excelente!
Debe estar programado para escuchar la emoción opuesta de los
estudiantes. 64
—De acuerdo, el grupo A tendrá las laderas de diez a una, y el
grupo B de dos a cinco. La sala de recreo estará disponible para el grupo B
cuando el grupo A esté en las colinas, y viceversa. —Señala a los padres
de Misty, quienes se hacen caras de besos entre sí en la esquina, y los
padres de Josh, que están de pie con tacos de billar—. Sus chaperones los
vigilarán. Y hay un montón de empleados y profesores de esquí en las
pistas. Por favor, manténganse a salvo. No quiero que nadie regrese con
algo roto.
Otro gruñido es murmurado mientras veo a Kaylee y a Lex entrar al
vestíbulo. Kaylee no me está disparando ninguna mirada curiosa, lo que
significa que Lex le dijo que lo que vieron no era nada. Mis hombros se
hunden un poco, y mi pecho se aprieta.
—¡Quédense con un compañero y diviértanse! Los veré en el
almuerzo a la una.
Y solo así, la multitud se divide. El grupo B se dirige a la sala de recreo
para coger las mejores mesas, algunas chicas toman las manos de sus
novios y regresan a las cabañas, y Lex, Kaylee, Nate y yo nos abrochamos
los abrigos y nos vamos a las pistas. Sean está justo delante de nosotros.
Genial.
El autobús nos lleva hasta allí, ya que está demasiado lejos como
para ir andando. Kaylee y Lex toman asiento justo detrás de Sean y Luke.
Supongo que la Barbie del Resort Ski está en el grupo B. O no quiso esquiar.
De cualquier forma, no sé si alegrarme o entristecerme de que no haya
venido. Y mi pecho sigue apretándose cuanto más nos acercamos a la
montaña.
Nate y yo no hablamos por el camino. Empieza a sacarse pañuelos
de las mangas y a hacerlos desaparecer y reaparecer. Me golpeo el
pecho para intentar librarme de lo que sea que me está poniendo tan
nervioso.
El autobús se detiene, y todos esperamos para decirles algo a
nuestros chaperones, pero se están haciendo ojitos el uno al otro al fondo.
Misty se cubre la cara, y es la primera en salir del autobús y subirse al
telesilla.
—Quiero esquiar en La Cumbre del Rey.
Lex señala el telesilla de la derecha mientras salta a mi lado, la que
se dirige arriba, arriba, arriba y luce como si nunca fuera a bajar de nuevo.
—Infiernos, no.
—Vamos, Ry. —Hace sobresalir su labio inferior—. He oído a Sean
decir que es ahí donde estará. 65
—Entonces ve por tu cuenta. He decidido que no quiero ser testigo
del intercambio de feromonas. —Me pongo los esquís, listo para saltar en la
silla que lleva a la Ensenada de Hielo. Sé que suena como si fuera para
bebés, pero es porque lo es. He esquiado dos veces en mi vida, y soy lo
suficientemente hombre como para admitir que no es algo en lo que… uh,
sobresalga—. Y probablemente me chocaré contra un árbol, me
desmayaré, y quedaré atrapado en la nieve, y estarás demasiado
ocupada flirteando como para salvarme de la hipotermia.
—Pero necesito a alguien que haya esquiado al menos una vez para
ayudarme. —Me tira del brazo—. ¿Por fis?
—Te vas a hacer daño. Y si buscas a alguien experimentado, no soy
tu chico. —Me río y señalo la ladera más domable—. Vamos. Esta es más
de nuestra velocidad.
Su labio sale de nuevo, y estoy tentado de atraparlo y apretarlo
entre mis dedos, pero detengo la mano. No puedo tocarla tanto como
solía hacer. Estuve tan cerca de besarla esta mañana. Como a una
fracción de segundo de estampar mis labios contra los suyos y
enloquecerla. Kaylee y Nate entraron y me salvaron de mi propia
estupidez.
Si sigo tocándola, no sé si pueda salvarme la próxima vez. Sabía que
compartir la cama era una mala idea.
Sin embargo, si sigue teniendo esos sueños extraños, no voy a dejarla
sola. ¿Espera que la abandone como cualquier otro idiota en su vida?
Porque eso no sucederá.
Y ahí va mi pecho de nuevo.
—Oye, amiga, iré contigo a la Cumbre del Rey —dice Kaylee
mientras se ajusta las gafas—. Podemos observar a Nate y a Ryan caerse
de culo en cualquier momento. —Agarra sus esquís y empuja a Lex a la
pendiente de la muerte.
—¡Nena, ten cuidado! —grita Nate detrás de ellas. Se gira hacia mí—
. ¿Realmente vamos a la Ensenada de Hielo?
Niego, observando a Lex y a Kaylee coger el telesilla. —¿De verdad
crees que voy a dejarla subir a esa colina cuando no ha esquiado nunca?
Se encoge de hombros, pero se sube a la silla conmigo, justo detrás
de las chicas. Nate no tiene nada de qué preocuparse. Ha estado
esquiando desde que empezó con los espectáculos de magia.
—Muy bien, voy a decirlo… —se desliza lo más lejos posible de mí—.
¿Qué te sucede?
Alzo una ceja. —¿Eh?
66
—Has estado de mal humor toda la mañana.
Me encojo de hombros. —Nada.
—Hombre, solo dilo para no tener que estar alrededor de tu molesto
culo todo el día. —Se aprieta más en su lado, como si fuera a golpearle la
nariz si dice algo equivocado—. ¿Interrumpimos algo esta mañana?
—No, no interrumpieron nada. —Me río y niego, señalando a las
chicas frente a nosotros—. Simplemente no me gusta que vaya detrás de
ese idiota.
Sus hombros se relajan cuando deja escapar un suspiro. —Ah, es por
Sean. Te apoyo. Nunca entenderé a las chicas.
—Estoy bastante seguro de que nadie entiende a las chicas… ni
siquiera ellas mismas.
Nos reímos, y finalmente comienza a aflojarse el nudo de mi pecho.
—Sabes, si le dices lo que piensas de él, te escuchará.
Sí, seguro. —¿Cuándo me ha escuchado Lex?
Sonríe y se quita las gafas. —Debido a su historia, y por lo mucho que
se conocen, la probabilidad de que te haga caso en lo que digas, incluso
si es solo en un nivel subconsciente, es mayor al setenta por ciento. —La
barra de seguridad se eleva, y salta, conmigo siguiéndole—. Y el hecho de
que secretamente te quiera, hombre, aumenta el porcentaje a un
noventa y dos.
Casi me caigo cuando intento golpearlo en la nuca. —Estás
inventando cosas para parecer inteligente.
—¿Funciona? —hace un guiño a través de sus gafas.
—No. —Miro sobre la nieve a Kaylee y a Lex, que intentan captar la
atención de Sean a unos veinte metros de distancia—. Pero gracias por la
charla.
Se ríe. —Vamos. Vamos a enseñarles lo maravillosos que somos por
seguirlas a la colina del terror más alta.
—Cállate —digo en voz baja mientras se abre paso hacia las chicas.
No es como si fuera idiota, pero no quiero romperme las piernas.
—No podías estar lejos de mí, ¿eh? —dice Kaylee cuando atrae a
Nate por el cuello y le da un beso en frente de todos. Me quejo y me dirijo
hacia Lex. Ella se echa a reír y se agacha para asegurarse de que sus
botas estén apretadas.
—¿Estás segura de que quieres probar con esta? —miro por encima 67
del borde—. No es exactamente para principiantes.
Oigo a alguien deslizándose detrás de mí, enviando nieve por toda
mi pierna y mi trasero.
—En realidad, no es tan difícil. Si te mantienes a la derecha, es casi
una línea recta hasta el final.
Me giro, y el imbécil está mirando a Lex de arriba a abajo, dándole
una sonrisa que estoy listo para quitarle de la cara. Las mejillas de ella
enrojecen y la risita que se escapa de sus labios envía el desayuno
devuelta a mi garganta.
Tal vez debería haber ido a la colina para principiantes.
Sean se coloca entre Lex y yo, tirándome sobre la nieve.
—Lo siento, hombre.
Normalmente, ahora sería cuando le empujo con el bastón de esquí,
o lo golpeo en la pantorrilla, pero a Lex —por razones desconocidas— le
gusta este chico, así que en su lugar extiendo los brazos y digo—: ¿Un poco
de ayuda?
Nate y Lexie me ayudan a levantarme, y no estoy seguro de si ella se
da cuenta o no, pero me sacude la nieve. De la espalda, del trasero, de
las piernas… luego se levanta, sus mejillas arden mientras murmura—: Uh,
¿estás bien?
Es tan malditamente linda. Su cabello castaño se asoma del
sombrero mientras la nieve en sus mejillas se derrite. Tengo la tentación de
meter un mechón detrás de su oreja, pero de nuevo, mantengo las manos
quietas.
—Por supuesto. —Sonrío y regreso a su lado, mirando a Sean—. No es
como si hubiera sido un golpe fuerte o algo.
Su labio superior se curva, y extiende su mano hacia Lexie. —Oye, te
ayudaré a bajar, si quieres.
Sonríe, pero no es una de sus sonrisas “felices”. Al menos está eso,
pero aun así, cuando toma su mano, el calor se dispara por mi nuca, y a
pesar de que soy francamente malo esquiando, los sigo.
—¡Oye, Ryan! —grita Nate detrás de mí. Espero que me diga que los
deje solos, pero debo darle más crédito, porque sólo sonríe y dice—: Nos
encontraremos abajo.
Sé que dije que no quería ser testigo de todo el coqueteo intragable,
pero alguna otra emoción —mucho más fuerte— me empuja hacia ellos.
Me gustaría decir que es para protegerla, para evitar que se caiga en la
colina, pero no es así, ya que probablemente yo también me caiga. Es
más sobre evitar que su corazón se rompa, tan tonto como suene eso.
68
Aunque hasta ahora, estoy haciendo un pésimo trabajo. Debería haber
tomado el consejo de Nate y decirle que creo que todo este plan es
estúpido, que lo puede hacer mucho mejor, y que él es un idiota que va a
lastimarla. Porque, ¿no está saliendo con alguien más ahora mismo? Aun
así, está aquí en la colina manoseando a mi mejor amiga. Pero
conociendo a Lex, traducirá todo la que la diga a: Es porque piensas que
nadie se quedará conmigo, porque no valgo la pena.
Ahora deseo estar de vuelta en la cabaña. Solos ella y yo, sin otra
mierda que nos moleste.
—De acuerdo, hermosa —dice Sean mientras avanzo furtivamente.
Ella se funde contra él mientras pone sus manos sobre las suyas y habla
sobre alguna mierda de agarre. La mueve de un lado a otro, y parece
como si estuviera presionando su mierda en su espalda. Todo lo que oigo
es el crujir de mis propios dientes.
—Creo que lo tiene.
Ambos saltan, como si no hubieran notado que he estado ahí todo
el tiempo. Lex me dispara una mirada malvada, y el rubor en sus mejillas
vuelve. Diría que lo siento, pero no lo hago.
—Bien… entonces vayamos todos juntos. —Sean me mira y se ríe—.
¿Real…?
Me lanzo antes de que pueda terminar. Lex deja escapar un
pequeño grito cuando hace lo mismo. Me adelanta en cuestión de
segundos. Vaya, es bastante buena, especialmente para ser su primera
vez. Yo intento mantener mis piernas juntas, y ella se mueve de izquierda, a
derecha, a izquierda de nuevo, dándole a una bandera con su bastón.
—¿Viste eso? —grita—. ¡Golpeé la cosita de la bandera!
Quiero darle un pulgar arriba, pero mi agarre mortal no me deja.
Sean esquía justo a su lado y destella su sonrisa de idiota. Quedándome
atrás, intento acelerar, ponerme al día con ellos, pero pierdo el equilibrio y
mis piernas se separan.
¡Santa jodida mierda!
Moviendo el culo de un lado a otro, intento volver a la posición, pero
eso solo lo empeora. Si mis piernas se ensanchan más, me voy a arrancar
un huevo. Lex y Sean están tan lejos de mí ahora, que no puedo verlos.
Respiro profundamente y salto. Mierda, mejor aterrizo sobre mi…
Cara.
Caigo, de cara en la nieve, y luego ruedo. Ruedo, y ruedo, y ruedo,
sobre pequeños baches, y juro que la nieve está hecha de rocas. Grito 69
como una maldita chica. Justo cuando pienso que voy a perder el
desayuno, me detengo, golpeando mi nariz contra una rama que creo
que es parte de un árbol.
—¡Santa mierda, Ry!
Me siento, apartando la nieve de las gafas y parpadeando un par
de veces. Lex se está acercando sobre la nieve, sus esquís abandonados
cerca de los telesillas. ¿En serio rodé hasta el pie de la colina?
—¿Estás bien? —cae de rodillas en la nieve a mi lado—. ¡Oh, rayos!
Tu nariz.
Quitándome el guante, me limpio la nariz. Mi dedo se tiñe de rojo.
—Mira eso. —Quizás dejé el cerebro en la colina, ya que esa es la
inteligente línea que sale de mi boca.
—Aquí… —Pinchazos de frío se extienden por mi cara cuando Lex
mete una bola de nieve bajo mi nariz y la mantiene allí—. Bien, ¿cómo está
lo demás? ¿Algo magullado? ¿Roto?
Me echo a reír cuando inclina mi cabeza y la hace descansar en su
regazo. —Sólo mi orgullo. —Cierro los ojos—. ¿Nate y Kaylee lo vieron?
Se ríe, quitándome el casco y acariciando mi cabello con sus dedos.
Hace eso todo el tiempo porque sabe que me adormece. Me olvido del
dolor cuando masajea mi cuero cabelludo. Gimo involuntariamente.
—No. Ya estaban subiendo de nuevo cuando Sean y yo llegamos. —
Se detiene un minuto para palmearme la cabeza—. ¿Eso repara un poco
tu orgullo?
Abro los ojos y conecto con los suyos. Tiene esa sonrisa de dos
hoyuelos. Y yo estoy aquí, tumbado en la nieve, con una bola de nieve
bajo mis fosas nasales.
—No realmente.
Se ríe otra vez, y vuelve a ponerme el casco. —Vamos. Te ayudaré a
volver a la cabaña. El Sr. Miller dijo que los autobuses bajan cada media
hora, así que pronto debería salir uno.
—¿No quieres quedarte y hacerle ojitos al chico amante? —asiento
hacia el idiota, que está de pie junto a los telesillas, dando golpecitos con
el pie como el bobo impaciente que es.
Ella me golpea en el hombro, pero no tan fuerte como lo hace
usualmente. —No voy a dejar a mi mejor amigo solo. Especialmente al
chico que hizo posible que esté aquí. —Me levanta hasta sentarme y me
ayuda a quitarme los esquís.
No hay nada más patético que cojear de vuelta al autobús usando 70
a Lex como soporte. Por otro lado, huele tan bien, que no creo que me
importe.
Además se está riendo. Negando y riendo.
—¿Qué?
—Nada.
—Mentirosa.
Llegamos al autobús, y abandono la bola de nieve ensangrentada
que Lex puso en mi cara. Me toco el labio superior para asegurarme de
que la sangre se ha detenido.
No hay nadie más adentro. ¿Por qué debería? Hemos estado aquí
por dos segundos, y ya me he hecho daño suficiente como para que Lex
piense que tenemos que volver. No es que me queje. Sólo somos los dos
ahora.
Sigue riéndose.
—¿Qué es tan gracioso? —digo, codeándola.
Sus ojos encuentran los míos, y se ríe de nuevo. —Lo siento, Ry. No
quiero reírme, es solo que no eres malo en nada. Baloncesto, natación,
guitarra, tenis… eres tan bueno en eso, y yo totalmente apesto. Es raro
verte caer sobre tu cara mientras yo conquistaba esa colina.
Alzo las manos y sonrío. —Gracias. Eso me hace sentir mucho mejor.
Se quita el casco y los guantes, su cabello haciendo ruidos estáticos
mientras vuela sobre mi cara. —Pues, creo que es bueno para ti. Nadie
debería ser perfecto en todo.
Mis cejas se levantan. —¿Crees que soy perfecto?
—Oh, no. No voy a lanzarte un montón de cumplidos. Eso haría que
todo mi derecho a fanfarronear en este momento sea menos significativo.
Olvidando que se supone que no debo tocarla, envuelvo sus
hombros con mi brazo mientras el conductor enciende el motor.
—Entonces te reto al póquer cuando lleguemos.
Se acurruca en mi pecho, y todo mi cuerpo comienza a chispear.
—Acepto.

71
Traducido por Anty
Corregido por LizzyAvett’

Estúpido idiota. No hay otra explicación. Ryan trató de ser fraternal y


mira a donde lo llevó. Boca abajo en la nieve. Tiene suerte de que ver
sangre no me ponga inquieta como a la mayoría de las chicas.
No es que pudiera estar enojada con él. Era algo lindo en realidad.
Aparte, machacarlo en el póker siempre es un buen momento.
Regresamos a nuestro cuarto, y me pavoneo con confianza. El
edredón verde bosque adornado con osos negros esta arrugado en una
pelota en el medio de la cama, un recordatorio de nuestra mañana. No es 72
de extrañar que Kaylee pensara que pasaba algo más.
Me señala y asiente en mi dirección. —¿De qué se trata eso? —
pregunta mientras se deja caer en la cama y empuja el edredón arrugado
bajo su cabeza.
Lanzo mi cabello sobre el hombro. —Es mi caminata de la victoria.
Rueda sus ojos oscuros y los vuelve a posar en mí. —Ni siquiera hemos
empezado a jugar.
—Lo sé. —Aleteo mis pestañas de la forma inocente que parece más
engreída que dulce. Cuando vuelvo a mirarlo, extiende un brazo sobre su
cabeza, su camisa se levanta, revelando su camino feliz.
Nunca le presté atención antes, y ahora parece que no puedo pasar
un día sin que haya acto de presencia.
—Entonces, déjame adivinar. ¿Eres psíquica ahora?
Aparto mis ojos del destello de cabello y piel e inclino mi labio en una
sonrisa descentrada. —No necesito serlo, considerando que no puedes ni
siquiera ganar un juego de Go Fish.
—Esas son palabras de lucha. —Se sienta en la cama, dobla sus
mangas, solo es capaz de llegar hasta sus bíceps antes de que el material
no se mueva un centímetro más, luego inclina su cabeza hacia abajo, y
me mira detrás de sus oscuras pestañas—. Agarra las cartas.
—¿En dónde están?
—Pensé que tú las tenías.
—Oh, por supuesto. Espera, déjame sacarlas de mi bolsillo trasero. —
Llego a mi espalda y saco mi mano—. Vacío. No soy Nate.
Ryan chasca sus dedos y me apunta. —Eso es. Apuesto a que Nate
tiene una baraja de cartas.
—Sí, es una pena que él y cualquier otra persona estén en las pistas.
—Una bombilla se enciende en mi cabeza, y una traviesa sonrisa tira de mis
labios.
—Oh Dios, ¿qué piensas? —Su mano se extiende hacia su nuca y
comienza a frotar. Perfecto. Está nervioso por lo que tengo en mente. Y
debe estarlo. Vamos a conseguir esas cartas, y tengo el plan perfecto.

***

—¡Demonios no! —dice Ryan, con las manos en los bolsillos, y sus ojos 73
oscuros con negación.
—Oh, vamos. —Parpadeo repetidamente, luego lo golpeo con mi
máxima arma secreta. Hago un puchero con los labios, dejo caer mi
cabeza con tristeza y bajo mis ojos hasta que las pestañas cubren la mitad
de mis ojos.
—No. —Hace todo lo que puede para evitar el contacto visual
conmigo.
Levanto la cabeza lentamente, y con tanto dramatismo como es
posible suspiro y dejo que mis hombros caigan. Sus ojos se encuentran con
los míos, oscuro a oscuro, y la cicatriz sobre su ojo se crispa. Un constante
recordatorio de algo que he tratado arduamente de empujar al fondo de
mi mente. Aparto mis ojos de la cicatriz, y me concentro en sus ojos.
—¡Bien!
Mis manos se juntan, y salto arriba y abajo, incapaz de controlar mi
emoción.
Ryan sacude la cabeza, sus ojos medio cerrados. —Detente.
—¿Por qué? —Mis dientes se deslizan sobre mi labio, pero ni ellos
pueden evitar la sonrisa que se forma.
Su cara de póquer no coincide con mi sonrisa. Deja salir una corta
risa, sacude su cabeza de nuevo y apunta a la esquina. —Solo ve. —Salto y
beso su mejilla antes de dirigirme a mi posición.
Es como Misión Imposible sin los trajes negros. Oh, deberíamos
habernos vestido de negro. ¿Cuán fantástico hubiera sido?
Ryan toma su posición, con el brazo colocado sobre el mostrador,
flexiona los músculos bajo su camiseta, y la sonrisa encantadora aparece
con toda su potencia. Empieza a hablar con la chica que está detrás del
mostrador del vestíbulo.
Es joven, de nuestra edad, tal vez un poco mayor. Probablemente
está de vacaciones de invierno como nosotros. Es rubia, ojos azules, alta y
desgarbada. Totalmente no el tipo de Ryan. No es que tenga mucho para
comparar. No ha salido con nadie en más de un año. Y Tiff la rígida3 no era
su tipo tampoco. En serio, la chica era tan estirada como una cirugía de
rostro.
Él recuesta su barbilla sobre la mano y la mira a través de sus largas
pestañas justo como lo hizo conmigo antes, pero esta vez tiene una sonrisa
de lado en su dirección. Sus ojos entrecerrados, causan que la piel sobre el
puente de su nariz se arrugue en esa forma que lo hace ver tan… tan
Ryan. 74
La chica pasa los dedos por su cabello, sus ojos revolotean como si
estuviera teniendo un ataque. Deja su mano caer del mechón y la arrastra
hacia abajo por la parte delantera de su camisa, llevando la atención
hacia sus agitadas tetas.
Oh no, ¡no acaba de hacer eso! Es el máximo movimiento de zorra.
Ryan mejor que no caigas en la trampa.
Su mano se desliza detrás de su espalda, y me hace señas para que
siga adelante. Buen chico. Demasiado malo que él solo este jugando, y
ella es una pieza que se mueve alrededor del tablero para que yo pueda
entrar y ganar. Incluso si solo lo hace por mí. Ry nunca jugaría con una
chica así. Pero nunca se puede resistir a los labios en puchero y la mirada
inocente.
Miro a mi alrededor, esperando que no haya moros en la costa, y
camino hacia las llaves que cuelgan detrás de la rubia. Pretendo mirar la
pila de folletos sobre todo lo que la ciudad tiene para ofrecer.
¡Oh, pesca en el hielo! Agarro el folleto y abro las páginas brillantes.
¡Qué divertido! Me dirijo hacia Ryan, sosteniéndolo y apuntando mientras
la rubia apoya la cabeza sobre sus manos y lo mira a los ojos.

Juego de palabras entre Tiff y stiff que significa rígida en inglés.


3
Sus ojos se abren ligeramente y su cicatriz realmente se retuerce. Está
bien, está bien. Pongo el folleto otra vez de donde salió y espero a que me
dé la señal.
Su mano se extiende hacia arriba, detrás de la chica, me hace una
seña y luego la coloca en su mejilla y mete un mechón de pelo detrás de
su oreja. ¿En serio, Ry? ¡Uf! Pobre chica, no tiene ni idea.
Me muevo rápido, agarrando las llaves y colocándolas en mi bolsillo
antes de que su mano se aleje del cabello de la chica. Tiempo de abortar.
Corro hacia el mostrador, agarro el brazo de Ryan y tiro. Fuerte.
Prácticamente se tropieza con sus botas mientras meto su brazo bajo el
mío.
—Retrocede. Es mío —le digo a la rubia de ojos saltones, y arrastro a
Ryan por la puerta antes de que tenga oportunidad de decir adiós.
—¿Qué demonios fue eso? —pregunta Ryan cuando suelto el agarre
de muerte en su brazo y le doy un golpe rápido en el hombro—. Hice lo
que me dijiste que hiciera.
—¡Te dije que coquetearas con la chica, no que tuvieras sexo con
ella con tus ojos!
—¿Qué puedo decir? Soy así de bueno. —Asiente, su labio curvado
en la esquina, sus cejas levantadas con tanta arrogancia que se
75
encuentran prácticamente en el nacimiento de su cabello.
Lanzo mis brazos hacia arriba. —¡Agh! Eres imposible.
—Tienes la llave, ¿verdad?
Meto la mano en mi bolsillo y dejo la única llave colgar del llavero
negro con el número de habitación de Kaylee y Nate. Ryan se mueve
hacia mí, su pecho solo a centímetros de distancia, enebro y sándalo
asaltan mis orificios nasales, y cierro los ojos por un rápido momento para
asimilarlo. El muchacho huele bien. Tengo que darle eso.
Su mano se envuelve alrededor de mi guante. Mis ojos se abren y se
asientan en los suyos, el cobre que solo noté esta mañana toma el papel
protagónico y brilla en el sol invernal.
—Me quedaré con estas —dice, y sale disparado antes de que
pueda reaccionar. Oh, diablos no. Corro detrás de él, impulsándome más
lejos con cada paso en el suelo lleno de nieve.
Los copos de nieve comienzan a caer justo cuando el pie de Ryan se
queda atascado en un montículo de nieve. No me detengo. Doy un salto y
vuelo por el aire, golpeando en su espalda. Envuelvo mis piernas alrededor
de su cintura y tiro nuestro peso hacia atrás hasta que los dos caemos en la
nieve.
La llave cae de su mano, y esta vez no lo dudo. Me lanzo hacia ella,
cubriéndola con mi cuerpo. El impacto liberó su pie y con la misma rapidez
con que cubro la llave, él está encima de mí, sus brazos estirándose bajo
mi cuerpo.
—¡Es mía! —grito y me río cuando sus manos frías se deslizan bajo mi
abrigo y empieza a hacer cosquillas a mis costados. ¡No es justo! Es un
peleador sucio.
La risa hace erupción desde lo profundo de mi estómago. —¡Está
bien, está bien! Puedes tenerla. —Me doy la vuelta y lo dejo tomar la llave.
Copos de nieve rocían su cabello, y uno cae en su nariz. Me apoyo
en él y estiro la mano. Sus ojos se estrechan hacia mí, y como un portal a su
mente, puedo ver la batalla en curso. No confía en mí. No es que lo culpe.
Nunca hago una tregua.
—Tienes un copo de nieve —digo y le limpio la nariz. La tensión en sus
hombros disminuye, y su cuerpo se inclina hacia mí, mi mano de inmediato
trata de alcanzar su tic nervioso—. ¿Cómo está tu nariz? —pregunto y paso
mi mano a lo largo de la línea de su mandíbula, parando en la barbilla. La
levanto para poder tener una mejor visión. No hay negros ni azules, sin
cortes visibles. Deja caer la mano de su cuello.
—Mejor. La bola de nieve ayudó. 76
—Justo lo que quería oír. —Saco mi brazo de mi espalda, sonrío y
empujo un puñado de nieve en su cara. Tomado por sorpresa, sus dedos
van a su nariz, y saco la llave de su mano.
—¡Oh no, no lo harás! —salta, aún cegado por la nieve y corre hacia
mí. Corro en círculos, tratando de desorientarlo aún más.
Me agacho y tomo otro puñado de nieve, lo aprieto y lo arrojo. Él se
agacha y la esquiva, por lo que me estiro por más nieve. Para no estar
aventajado, Ryan levanta dos puñados y los lanza en mi dirección.
Esquivar bolas de nieve y globos de agua de su parte durante años,
ha vuelto mis reflejos bastante buenos. Salto a la derecha y luego hacia la
izquierda, las dos bolas vuelan más allá de mí y golpean la ventana de la
habitación de Kaylee y Nate.
Me congelo, los ojos pegados a la ventana. Aunque sea la que tiene
la llave, no voy a entrar ahí. Había una araña del tamaño de una tarántula
en la bañera, y apuesto a que está escondida en las vigas del techo a la
espera de que una chica linda como yo entre caminando. Ya me
encuentro demasiado cerca de la habitación.
Una bola de nieve me golpea en la cara, y caigo de rodillas. Dolor
helado se dispara por mi nariz y lágrimas pinchan mis ojos. Mi cabeza cae
sobre mis guantes.
—Mierda, Lex. Lo siento mucho. —Ryan patina en la nieve y cae de
rodillas. Ambas manos se asientan a cada lado de mi cara, y la inclina
hacia arriba. Mantengo mis ojos cerrados, temiendo que si los abro, se
derramen las lágrimas—. Oye, mírame.
Sacudo la cabeza y muerdo mi labio, tratando de desviar el dolor de
mi nariz. Calor se propaga a través de mí cuando los labios de Ryan se
presionan contra mi frente.
—Lo siento mucho. Pensé que estabas mirando.
—Arañas —murmuro.
—¿Eh? —Abro un ojo, y la mezcla de confusión y preocupación en
sus irises color marrones me hace sonreír.
—Casi lo olvido.
Abro el otro ojo, y cuando veo su mano yendo hacia su nuca,
apunto hacia la puerta de Kaylee y Nate.
Un destello de comprensión cruza sus rasgos, y me encojo de
hombros.
77
—Ninguna araña te alcanzará. Es por eso que me mantienes cerca.
¿Recuerdas? Soy tu protector oficial contra las arañas.
Las lágrimas se secan en mis mejillas, reemplazadas por los copos de
nieve. —Pero tú te encontrabas al otro lado.
—Estoy aquí ahora. —Su brazo se envuelve a mí alrededor, y caigo
contra su pecho—. Dame la llave. Voy a ir a buscar las cartas. —Me quito
el guante y llego hasta mi bolsillo, sacando la llave. Él extiende la mano, y
la dejo caer—. ¿Estás bien?
Asiento y dejo que mis labios se curven en las esquinas. —Es solo un
poco de nieve.
—Eres una chica dura, Alexis Boggs.
Escuchar mi nombre completo rodar de su lengua sacude mi
estómago, y no tengo ni idea por qué. Lo ignoro y digo—: Lo intento.
—Ahora quédate aquí, mientras yo voy luchar con la araña gigante
del infierno.
—Ten cuidado, tiene colmillos. Los vi.
—No cualquier araña, es una araña vampiro. Lo tengo. Deséame
suerte.
—Suerte. —Miro a Ryan alejarse, su espalda recta, sus fuertes brazos
balanceándose a sus costados, la confianza evidente en su pavoneo. No
es extraño que la chica estuviera adulándolo.
Después de un giro de la llave, desaparece en la habitación. Caigo
de nuevo en la nieve, y por primera vez desde que llegamos, asimilo todo.
Brillante cielo azul, montañas blancas, cabañas de madera, el paraíso que
esperaba.
Me siento y veo a Sandy correr, su pelo rubio colgando detrás de
ella. Me ve, y espero que ruede los ojos y siga adelante, pero en lugar de
eso, se acerca, sus manos empuñadas a sus costados.
—¡Tú! —grita mientras se acerca a mí, su dedo con de esmalte de
uñas pelado apuntando a mi cara.
¿Qué hice ahora? Ni siquiera me hallaba cerca de ella. Uno de estos
días voy a averiguar por qué me odia tanto.
—Espero que seas feliz. —Lágrimas de maquillaje cubren sus mejillas.
—¿Feliz por qué?
—Sean me dejó.
Mis ojos se disparan hacia arriba, mi boca se abre. ¿Podría estar
pasando esto en verdad? ¿Mi plan realmente funcionó?
78
—No tengo nada que ver con eso. —O tal vez sí. Muerdo la
sonrisa que trata de formarse en mis labios otra vez.
—Por favor. No te hagas la inocente. Te vi babeando sobre él en el
jacuzzi, pavoneándote en ese bikini de zorra. No es que esperara algo
menos de una basura blanca.
Sus palabras me golpean como una bola de nieve en el estómago.
El viento me noquea, mi aliento se atora en mi garganta, y estoy lista para
desplomarme.
Dos palabras. Las dos palabras que he estado escondiendo toda mi
vida. Todos lo piensan, estoy segura, pero nadie nunca vino a decírmelas.
Tiene razón, sin embargo. No importa cuánto me aleje de nuestra
ciudad, y no importa cuánto intente fingir que mi vida no es tan mala,
nunca voy a dejar atrás la verdad.
Ryan sale de la habitación, sosteniendo las cartas en alto por encima
de su cabeza, a modo de victoria, mientras Sandy se aleja pisando fuerte.
Lágrimas pinchan mis ojos por segunda vez en el día, pero esta vez el
dolor es peor. Va más profundo en mi corazón y rebana a través del
músculo.
Lexie 2.
Sandy 1.

79
Traducido por Lorena
Corregido por LucindaMaddox

Hasta aquí la cosa de no tocar. Ver a Lex llorar es como la parálisis.


No tengo control sobre lo que hace mi cuerpo, y una vez que empieza la
fuente, pongo mi trasero a su lado en la nieve y la abrazo. Ella no dirá por
qué esta repentinamente llorando a mares, y cuando es el turno del grupo
A en la sala de grabación, trato de persuadirla con una partida de billar,
pero es imposible. Así que después cuando no hay chaperones a la vista,
la llevo directamente a la cabaña, y ella gimotea un poco más. Sigo
intentando sacárselo, pero cada vez que abre la boca para hablar, otra 80
tormenta aparece en sus ojos.
Finalmente, después de… Oh, tienen que haber pasado cinco horas
ahora, la levanto del suelo y agarro sus hombros.
—Maldita sea, Lex —digo mientras la sacudo—. Si no vas a hablar
conmigo, ¡olvídalo! Estás de vacaciones. Disfruta.
Sus ojos se abren de golpe, y me da un buen golpe en el hombro.
—Caray, Ry. Buena manera de ser sensible.
—No estoy intentando ser un idiota. —Dejo caer mis manos, pero
mantengo mis dedos alrededor de los suyos. Eso manda chispas por mis
brazos—. Sólo quiero que te olvides de esa araña. O de esa cosa con
Sean. O de tu padre, o de tu madre o lo que pase con esas hormonas
femeninas, y simplemente relájate. —La mitad de mi labio se eleva—. Solo
quédate conmigo.
Soltando su mano, cojo la baraja de cartas que dejamos en la cama.
—¿Estás lista para jugar ahora?
Su nariz se arruga y me señala con el dedo. —No puedo creer que
saques lo del síndrome premenstrual. Eso te va a meter en problemas.
—Respuesta equivocada —digo, acercándome y haciéndole
cosquillas en las costillas. Se va al lado opuesto de la cama y levanta las
manos en señal de rendición.
—Está bien, está bien. Quería decir, “Infiernos si, ¡estoy lista para jugar!
Prepárate para que te patee el trasero.” ¿Mejor?
—Mucho. —Saco las cartas, salto a la cama frente a ella y empiezo a
barajear—. Entonces, Five Card Draw o Texas Hold „em?
—Five Card.
Asiento, haciendo mi mejor esfuerzo para mantener la tensión baja
en la habitación. No es como si Lex llorara así. Me asusta hasta la mierda,
pero no tengo ni idea de cómo manejarlo. Hacerla reír… olvidar, parece
funcionar mejor. —¿Quieres hacerlo más interesante?
Su ceja se eleva. Me gusta cuando hace eso. —¿En qué estás
pensando?
Coloco las cartas en mi mano y le sonrío. —Por cada mano que
gane, tienes que decirme algo que te guste de mí.
Sus ojos miran al techo y alrededor mientras niega. —¿Caerte de culo
realmente ha golpeado tanto tu ego?
—Sí. Y necesito que lo hagas sentir mejor.
81
Sonríe, mostrando sus dos hoyuelos y dice—: De acuerdo. Pero tú
tienes que hacer lo mismo si yo gano.
—Trato. ¿Cuántas cartas quieres?
—Tres. —Ni siquiera mira su mano. Mantiene sus ojos en los míos
mientras le paso las cartas. Maldita sea, es sexy cuando es así de segura.
—Yo sólo necesito una —digo, cogiendo la carta superior de la
baraja.
—Bueno, bien por ti.
Le doy una enorme sonrisa. —¿Quieres jugar con lo que tienes?
Ella pone la mano en la cama con una sonrisa orgullosa. —Tres reyes.
—Luego da golpecitos en su barbilla con un dedo—. Déjame adivinar.
Estabas lanzando un farol.
Mis hombros se desploman, y pongo mis cartas boca abajo en la
cama. —Realmente pensé que te retirarías.
Empieza a reír. —La próxima vez que quieras tratar de intimidarme,
recuerda que conozco todos tus gestos, cara morada.
—Sí, sí.
—Entonces, ¿qué encuentras tan impresionante sobre mí? —Su
sonrisa ha vuelto. Era como si el llanto nunca hubiese pasado. Y voy a
ignorar lo que eso le hace a mi estómago. El hecho de que soy el único
que la puede hacer feliz cuando se siente como la mierda.
Recogiendo las cartas, intento pensar en algo que no sea: “Todo.
Eres perfecta. Y tienes un culo de infarto.” Así que digo algo flojo, pero aun
así cierto.
—Tu risa.
—¿Qué? ¿En serio?
Asiento.
Ella comienza a reír, pero se detiene, tratando de aguantarse la risa.
No funciona. En poco tiempo estamos los dos riendo sin motivo.
—Está bien —dice ella, secándose los ojos—. ¿Por qué mi risa?
—Oh no. —Reparto las cartas de nuevo—. Eso no era parte del trato.
Me saca la lengua, pero no discute más. Le pregunto cuántas cartas
—levanta dos dedos— y se las doy. Cojo las tres que necesito y una gran
sonrisa se forma en mi cara.
—Empiezas ahora —dice, señalándome con su uña azul. 82
Extiendo la escalera en la cama, cartas negras sonriéndole,
anunciando mi victoria. Pasa su mano por las cartas.
—Tramposo.
—Ahora es tu turno. —Me recuesto, flexionando mis músculos,
subiendo una ceja, dándole una media sonrisa, ya sabes, actuando
arrogante como el infierno, y digo—: Vamos. ¿Qué es tan genial de mí?
Mueve su cabeza de atrás hacia adelante mientras me mira de
arriba a abajo. Luego me sorprende.
—No creo que lo haya dicho antes, pero creo que tienes, como, los
ojos más sexys.
Vaya. ¿Qué?
—Mientes —digo, aunque no está mostrando ninguno de sus gestos—
. Mis ojos son del color de la mierda de asno. No “azules como el océano”,
ni “verde esmeralda”, ni siquiera “marrones dorados”. —Junto las cartas de
nuevo—. Marrón. Mierda. De asno.
Sus labios tienen el aspecto de estoy enfadada pero no realmente, y
me encuentro a punto de preguntarle si está estreñida, pero salta sobre mí,
agitando mis hombros.
—¡Supéralo! ¡Estamos de vacaciones! No voy a sentarme aquí y verte
triste por tus ojos color mierda.
Esta chica es increíble. Agarro su cintura y la giro, por lo que está
atrapada debajo de mí. Oh mierda. ¿Por qué lo hice de nuevo? Código
rojo. Código rojo. Ryan encima de Lexie. Debo seguir burlándome de ella o
haciéndole cosquillas o decir algo. Pero no solo mirarla. No mires sus
profundos ojos marrones… marrones dorados. No prestes atención a su
sonrisa con ese hoyuelo extra que solo yo sé que tiene. No babees sobre su
camiseta levantándose un poco, dejándome ver su ombligo. No mires sus
geniales tetas. No respires su esencia. Su aroma de caramelo de manzana
y canela.
Pero eso es todo lo que hago. Nos miramos, y no es incómodo. Al
menos para mí. Y la sensación que tuve esta mañana vuelve diez veces
más fuerte. La necesito. Necesito sentir sus labios contra los míos. Probar su
brillo de labios. Saber qué se siente el tenerla tan cerca sin reservas.
Necesito que ella me necesite también.
Estoy a 0.08 segundos de inclinarme, luego su mirada se desvía un
poco hacia el norte, y el hechizo se rompe.
Desliza su mano por debajo de mi agarre y pasa un dedo por la
cicatriz de mi ceja. 83
—Aun no puedo creer que dejaras que Nate te empujara del techo.
—Sonríe.
Me río y me aparto de ella, quedándome a su lado en la cama.
Como si nada raro acabara de suceder. Porque para ella, no lo hizo. Era
solo nuestra lucha habitual. —Juró que tenía la aerodinámica correcta en
ese par de alas.
—Y tú le creíste —Se ríe por un segundo, luego su sonrisa desaparece
mientras le habla al techo—. Nunca olvidaré lo que sentí cuando caíste.
Algo en mi pecho se aprieta tanto que no puedo encontrar el aire
para decir nada. Mi corazón golpea contra la camisa, y tengo que
limpiarme de las manos todo el sudor que repentinamente se acumula ahí.
Su cabeza gira y me mira a los ojos. —Realmente pensé que te había
perdido.
Trato de esconder el asombro corriendo por mi cuerpo. No había
nada realmente significativo sobre ese día. Salté de un tejado, estuve el
aire por un par de minutos y puntos más tarde en el hospital, pero aparte
de eso, no fue gran cosa. Y Lex nunca dijo nada. Solo se burló. Pero ahora
que lo pienso, supongo que nunca nos dejó a Nate y a mi hacer nuestros
“experimentos” después de eso.
Me encojo de hombros, esperando que eso borre toda la mierda
confusa sucediendo en mi cabeza. Porqué me está diciendo todo esto.
—Probablemente lo celebrabas por dentro.
—No seas idiota. —Me golpea suavemente en el hombro—. ¿No te
has dado cuenta de que soy un poco protectora cuando te haces daño?
Uh, no.
—Es por eso que hoy en la colina… —Me da un golpecito en la nariz y
toma una respiración profunda. —Así que, perdón si me he pasado.
—No lo has hecho. —Porque no lo hizo—. Sólo pensé que querías
pasar más tiempo conmigo… —Me acerco a ella y muevo las cejas—. A
solas.
Sonrío, esperando que lo niegue. O que me sorprenda de nuevo. O
que ruede los ojos o saque la lengua o cualquiera de esas cosas que hace
cuando “finjo” meterme con ella. En cambio, se acerca también, y agarra
mi mano, jugando con mis dedos.
Mi pecho aprieta mis pulmones de nuevo, algo pesado cae en mi
estómago, y cosas por debajo del cinturón se levantan. Mi boca se seca, y
mi cuerpo entero chispea de nuevo.
Nos tocamos todo el tiempo. Luchamos, nos abrazamos, nos
84
agarramos de la mano y la beso en la frente, ella golpea mi hombro. Le
hago cosquillas, ella me da rodillazos en los huevos.
Esto es diferente.
O se siente diferente.
Más.
Sus ojos van a los míos, y no tengo ni idea de cómo demonios me veo
en este momento. Probablemente fuera de control.
—Ry, por favor nunca dejes…
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Ambos nos sentamos de golpe en la cama, chocando los hombros.
¡Maldita sea quién esté en la puerta! Lex parece estar sorprendida, y me
pregunto qué estaba a punto de decir. Nunca dejes… ¿qué? ¿El país? ¿La
tapa del váter levantada? ¿Esta cama? ¿A mí?
¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
Agh.
—¿Qué? —digo, abriendo la puerta de golpe. Después me maldigo
por ni siquiera pensar quién es antes de responder. Gracias a mi estrella de
la suerte que no era un chaperón. Mike, un chico de mi clase de
matemáticas, mete las manos en los bolsillos de su abrigo y me da una de
esas miradas diciendo, “¡Hombre!” mientras ve a Lex en la cama.
—Uh, pensé que deberías saber que los chaperones están
registrando las cabañas. Es posible que quieras esconder tus cosas.
Me asomo por la puerta y veo linternas junto a las cabañas de los
chicos y unas pocas dirigiéndose hacia aquí.
—Gracias, hombre.
Él asiente y cierro la puerta, corriendo hacia Lexie quien ya está
ayudándome a meter mis cosas en la bolsa.
—Mierda, Ry. Hemos estado aquí una noche y tus cosas ya están por
todas partes. —Saca unos calcetines de debajo de la cama.
Sólo tenemos la mitad de mi mierda en la bolsa antes de que den
otro golpe a la puerta. Como en un estado de emergencia, Lex abre la
ventana de atrás y lanza todo. Pone una mano en mi boca cuando voy a
gritarle, agarra mi muñeca y me empuja hacia la ventana también.
—Saca tu culo de aquí —susurra.
—Está helando, Lex. 85
—No seas un bebé. Estoy segura de que no será mucho tiempo. —Su
mano empuja mi cabeza hacia abajo para que pase por la ventana
abierta. Me da un buen empujón y caigo de cara por segunda vez en el
día.
Hombre, hace frío. Busco en la bolsa para encontrar mi abrigo, pero
no está aquí. Espero que Lex lo haya escondido o algo.
Oigo la puerta de la cabaña abrirse y la voz de la madre de Misty
murmurándole a Lex. Soplo en mis manos y me froto los brazos. Más vale
que no tarde una eternidad.
—¡Uf!
Mi cuello gira justo cuando Luke aterriza en la nieve fuera de la
cabaña de al lado. Al menos estoy un poco vestido. Él está en nada más
que calzoncillos. Me da un asentimiento, y agito la cabeza, riendo.
En la otra dirección, tengo un vistazo de unas pocas chicas fuera de
las cabañas de los chicos, acurrucadas juntas en mantas. La espalda de
Kaylee está hacia mí, pero puedo decir que es ella por las largas trenzas
rubias sobre sus hombros.
Unos pocos chicos más están fuera de sus cabañas, todos saltando
como yo para mantener el calor. Algunos de ellos están como Luke y solo
llevan la ropa interior. Si todos nos salimos con la nuestra, o a los
chaperones no les importa, o son estúpidos.
Después de unos minutos, Luke hace gestos para llamar mi atención.
Señala a las chicas con las mantas, después se señala, después… a mí.
Sacudo la cabeza lo máximo que puedo. No me importa el frio que
tenga, o el que yo tenga, de ninguna manera me voy a acurrucar con un
tío.
—¡Oye! —Algo golpea la parte posterior de mi cabeza, y me giro
para encontrar a Lex colgando de la ventana con una gran sonrisa en la
cara—. ¿Quieres volver adentro?
—Sabes —digo, frotando el punto—. Para ser alguien a quien no le
gusta verme herido, causas un montón de mis lesiones.
Va a golpearme en el hombro, pero se detiene en el aire. —Hmm…
tienes razón.
Recogiendo mis cosas, se las entrego, y las lanza por encima de su
hombro. Va a ayudarme a entrar, pero me río y le digo que usaré la puerta
principal.
Al segundo que paso por el umbral, tira de mi brazo y me arrastra a la
ducha. Ya está encendida, y el vapor está ondeando en la habitación. Oh 86
hombre, ¿qué está haciendo? ¿Ella también siente algo más? Y quiere… o
infiernos, olvídalo, Ryan. Pero no puedo evitar todas las vergonzosas
fantasías pasando por mi mente. Cuando llegamos al baño, se detienen
mientras pone una toalla en mis brazos y me señala con el dedo.
—Quédate ahí hasta que estés completamente caliente otra vez.
Luego cierra la puerta.
Creo que me gusta esta cosa protectora.
Traducido por Liillyana
Corregido por Jasiel Odair

Aun cerrados, sus ojos son los más sexy que he visto nunca. Él sólo se
ve tan tranquilo y... y... caliente. En serio, caliente para babear
dignamente. Características que podrían dar a cualquier modelo
masculino una carrera por dinero y cabello precioso, por lo que cuando
paso mis dedos no puedo dejar de pensar si ha estado usando mi
acondicionador.
Todos estos años en los que él siempre ha sido solo Ryan, mi mejor
amigo, y ahora él es Ryan mi hermoso mejor amigo. Su pecho sube y baja, 87
y yo descanso mi cabeza justo encima de su corazón. Me consuela el
sonido porque mientras su corazón esté latiendo, nunca estaré sola.
¡Espera! ¿Qué estoy diciendo? ¿Ryan hermoso? ¿Estoy loca? ¡Él es mi
mejor amigo! No puedo mirarlo de esa manera. No. No. Por supuesto que
no. Golpeo mi corazón hasta acabarlo. Si cruzo esa línea, sólo será
cuestión de tiempo antes de que se vaya.
Ellos siempre se van.
No lo puedo perder. No quiero. Y ahora mismo abrazada contra su
pecho como si fuera un gran perro de peluche es la peor cosa por hacer.
Quiero decir, ¿qué en el mundo estaba pensando? ¡Casi lo besé!
Mis labios se encontraban a centímetros de los suyos. ¡Centímetros!
Podría haber arruinado todo. Diez años de amistad tirados por el desagüe
sólo por esos malditos labios. Pero, Dios, son muy agradables...
¡NO!
Necesito salir de aquí. Necesito alejarme de él. Estar aquí, y así, es
jugar con mi cabeza. Tal vez sea la altitud. Estamos en lo alto de las
montañas. Todo este aire fresco y nieve es un veneno para mi mente.
Quito mi cabeza del pecho de Ryan y me deslizo por la cama, con
cuidado de no hacer ningún movimiento brusco. Dejo caer mi pie sobre el
borde, coloco mi pierna en el lado de la cama y coloco el resto de mi
cuerpo más cerca.
Casi. Sólo un poco más lejos. Ryan suelta un suspiro, lo que sea que
está soñando es como si se levantara un gran peso de encima de sus
hombros. Es muy tentador acurrucarse de nuevo en su pecho. Los últimos
días han sido los mejores sueños que he tenido desde antes de que papá
se fue.
Ningún chico te amará jamás.
Ella ni siquiera está aquí, pero sus palabras aún me rondan.
Cuando miro a Ryan, no puedo dejar de pensar en mi padre. Él me
amaba. A pesar de lo que dice mamá, sé que lo hizo. Pero ni siquiera eso
fue suficiente para mantenerme a su alrededor.
Tal vez soy defectuosa. Bueno sólo durante un tiempo y luego acabé
por convertirme en un inconveniente que ocupa espacio.
Prefiero no averiguarlo. Ryan se voltea, y dejo que el otro pie caiga
contra el suelo. Me siento y lo miro una vez más. Nunca me olvidaré de
estos últimos días, pero esos recuerdos necesitan ser guardados.
Empujados a la parte trasera de mi mente junto con el recuerdo de su
cicatriz, y sellado confidencialmente. 88
Sandy tiene razón. Soy basura, y Ryan se merece algo mejor que eso.
Tal vez él no piensa eso, pero con el tiempo se dará cuenta. Tú no puedes
esconderte de lo que eres. Al igual que las palabras de mi madre, eso me
persigue, deslizándose dentro y fuera de mis pensamientos.
Si fuéramos a casa, probablemente me despertaría en la habitación
de los abuelos de Ryan, escapando antes de que nadie se diera cuenta
de que me encontraba despierta. Iría a casa, treparía de nuevo por mi
ventana, revisaría a mamá y luego me ducharía.
Pero no estamos en casa. No tengo a donde correr. Estoy atascada.
Atascada con el Sr. Ojos sexy y su corazón latiente. No podía esperar
llegar al paraíso ahora, ¿o sí? Quien sabría que se hallaba allí todo el
tiempo, escondiéndose detrás de pantalones vaqueros y un botón más
abajo.
Me ducharía, me pondría mi ropa, y correría a la habitación de
Kaylee y Nate. Kaylee patearía a Nate completamente desnudo si le doy
una mirada de necesito-una-charla-de-chicas. Pero entonces ella querrá
una charla de chicas. No quiero hablar. Hablar me hará pensar, y pensaré
cosas malas. ¡Malas!
Doy un paso lejos de la cama, mi cuerpo se inclina, pero mi pie se
mantiene en su lugar. Mi otra pierna cae debajo de mí, y cae al suelo con
un ruido sordo. ¡Oh dios Santo! Dolor pincha en mi rodilla mientras patino
en la alfombra beige.
El dolor es la menor de mis preocupaciones. Me tumbo, esperando y
rezando para que mi golpe no despierte a Ryan. Después de lo que
parece ser los minutos más largos de mi vida, oigo otro suspiro, y estoy
despejada.
Caray, me levanto esquiando en mi primer intento, no cayendo otra
vez, pero no logro salir de la cama sin una caída. Si Ryan estuviera
despierto estaría disfrutando cada segundo de esto. Por suerte para ambos
no lo está. Me acerco de puntillas al cuarto de baño y la puerta se desliza
con facilidad. Cuando esta encaja en su lugar, respiro otra vez.
Si habría un récord mundial del más rápido en tomar una ducha,
tomaría totalmente el honor.
¿Canela fresca? Comprobado.
¿Toalla para secar el pelo y fijada con una banda? Comprobado.
¿Brillo para labios? Comprobado.
Ropa... ¿Ah? —Oh, Dios no.
Mi ropa está en mi maleta. Por el lado de Ryan de la cama. ¿Por qué
no lo estarían?
89
Estoy empezando a darme cuenta de todas esas personas que
hablan de batas de cortesía en los hoteles que están llenos de ellas. Todo
lo que hay en este cuarto de baño es una toalla lo suficientemente grande
para cubrir todas las partes femeninas. Salí de este mismo cuarto de baño
la otra mañana con Ryan allí mismo, en la cama, despierto.
Pero entonces no era más que Ryan. No el hermoso Ryan. Bueno, si
era salir de allí, o ser abandonada en el baño durante las próximas horas.
Es tentador. Me envuelvo en la toalla firmemente y la aseguro en su lugar.
Bailo alrededor, me muevo un poco y luego salto arriba y abajo varias
veces para asegurarme de que no va a ninguna parte. Soy buena.
Así sin problemas como el otro día, abro la puerta. Esta vez en lugar
de puntillas, voy a través del cuarto, patinando sobre la alfombra delante
de mi bolsa. ¡Auch! Me olvidé de mi caída de antes. Voy a tener
quemaduras en mi rodilla por la fea alfombra.
Ryan se voltea de nuevo. Su cabeza cuelga justo en el borde de la
cama, los labios empujados hacia arriba por el colchón como si estuvieran
esperando a que yo... Tengo que salir de aquí.
La cremallera es fastidiosa, por supuesto, y después de unos tirones
finalmente cede, pero no sin un rasgón ruidoso. Cada músculo de mi
cuerpo se tensa, mi brazo congelado en su lugar.
Por favor, por favor no despiertes. Por favor.
—Hmm.
Mi corazón se acelera mientras atrae su brazo a su cara, frota su nariz
antes de que caiga de nuevo al lado de la cama.
Oh, ¡gracias a Dios! Me vuelvo a la bolsa. Sólo tengo que conseguir
que la cremallera pase el estúpido velcro en las asas. Por supuesto que
está asegurado con tanta fuerza que apenas puedo poner mis manos
debajo para tirar rectamente de la cremallera.
A la mierda. Si no se despertó con aquel ruido, no se despertará si soy
muy lenta y silenciosa apretando la tela para abrirla.
Mis manos tiemblan cuando lo alcanzo. Dejo de respirar. Ryan suspira
y se forma una sonrisa en su rostro. Debe ser un buen sueño.
Tiro suavemente de la manija. O al menos yo pensaba que era
suavemente. Un rasgón resuena través de la habitación.
¡Oh, no! 90
Sus pies se balancean fuera de la cama y se sienta, las piernas
colgando justo al lado de mi cuerpo congelado. Sus manos vuelan a sus
oídos y su nariz se arruga de esa manera linda que hace. Estúpido velcro. El
único ruido que Ryan más odia en el mundo. ¡Ugh! ¿Por qué no pude
arrastrar la maleta al cuarto de baño?
—Lo siento —murmuro. Ya es demasiado tarde. Está despierto.
—¿Lex? —Se rasca la cabeza, oh hombre, no la sexy cabeza, y abre
un ojo somnoliento, sexy ojo—. ¿Qué estás haciendo?
Un bulto duro y seco en mi garganta hace que me sea imposible
hablar. O podría muy bien ser por su cabeza mañanera. Levanto la vista a
su ojo oscuro. Se los frota, entonces el otro se abre. Se levanta y pasa los
dedos por su pelo.
Sí, es su cabeza mañanera.
—¿Lex? —pregunta otra vez, y trato tan duro de empujar las
palabras, pero ahora mi cerebro no está cooperando—. ¿Estás bien? —
Con los ojos soñolientos y a su vez interesados, salta de la cama, su brazo
alcanzándome.
—¡Estoy bien! —grito y retrocedo, perdiendo el equilibrio y cayendo
contra la pared. Auch. Me enderezo, ajustando mi toalla para que no se
me salga un pecho.
—Mierda, Lex. ¿Qué estás haciendo? —Estira su brazo hacia mí y mi
cuerpo se retrocede de nuevo, golpeando mi cabeza contra la pared.
Doble auch.
—Estoy bien. Genial en realidad. Estaba tomando algunas ropas.
Madrugando el día de hoy. Kaylee y yo vamos a ver si podemos colarnos
en el spa y disfrutar de un masaje. Debe ser divertido. Tal vez pueda
conseguir una manicura también. Mis uñas podrían necesitarlo. ¿Ya sabes?
Por supuesto que sí. No quiero decir que tú notes esas cosas sobre mí,
porque, ¿por qué lo harías? No es como si deberías. No deberías. Yo... me
tengo que ir.
Salto lejos de la pared y lejos del Sr. Cabeza mañanera y agarro la
manija de la puerta. Si Kaylee quiere charla de chicas, voy a darle su
charla de chicas. Incluso si tengo que hacerlo en una habitación que, ¡está
albergando una araña vampiro chupa sangre! La puerta se cierra, y me
quedo envuelta en una toalla, rodeada de nieve.
¡Ups!
—¡Kaylee! —grito tan silenciosamente como puedo, golpeando la
puerta de ella y Nate. Lo último que necesito es que alguien mire fuera de
su ventana para ver a la despreciable Lexie de pie en una toalla en toda
su gloria en la madrugada. Si eso no dice caminata de la vergüenza, no sé 91
lo que es entonces.
La puerta cruje abriéndose, los ojos verdes de Kaylee más grandes de
lo habitual me saludan. Hebras de rubio se asoman de sus trenzas, y las
partes delanteras completamente alejadas del resto, vacilan en la parte
superior de su cabeza. Sin pronunciar ninguna palabra, me agarra del
brazo y me da un tirón metiéndome.
Nate está tumbado en la cama. Espero que esté usando ropa bajo
ese edredón. Kaylee agarra un par de vaqueros y una camisa, pisotea a su
novio, toma su brazo y tira de él hasta que se halla sentado.
—¿Eh? —Él mira a su alrededor con los ojos todavía cerrados
parcialmente mientras ella mete la ropa en sus brazos y besa su mejilla.
—Fuera. Charla de chicas.
—¿En serio? —Nate se frota los ojos, y cuando se levanta, suelto un
suspiro de alivio al ver que está usando los pantalones pijama.
—Ustedes chicas son raras —murmura mientras se desliza en sus
zapatos converse y se va.
—¡Escúpelo!
—¿Puedo tener algo de ropa? —Miro mi toalla y mis pies de color rojo
brillante. Los ojos de Kaylee siguen los míos. Ella salta, saca el edredón de la
cama lo envuelve a mi alrededor y luego me empuja en la misma.
Tan pronto como mi trasero golpea el colchón, salto fuera. —Oh
diablos no. Sé lo que ustedes dos han estado haciendo aquí.
—Bueno considerando que estás envuelta en nuestra colcha, yo diría
que ya perdiste ese argumento. Ahora siéntate, escúpelo y te daré algo
para ponerte.
¿Por dónde empiezo? Me estoy enamorando de mi mejor amigo. No
puedo decirlo en voz alta. Una vez que lo haga será real. No puede ser
real. Si es real, me arriesgaré a perderlo al igual que perdí a mi padre.
Mis ojos escanean la habitación y se detienen en el sombrero de
Nate. —¿Crees que alguna vez encontraré un conejo para mi sombrero?
Kaylee se acerca, suéter gris y pantalones negros en la mano. El
colchón se hunde mientras se sienta a mi lado y toma mi mano entre las
suyas.
—¿Qué te hace pensar que no lo has hecho ya?
¿Lo sabe? ¿Puede verlo en mi cara? Sólo Ryan puede leer mis
pensamientos. 92
—¿Cómo quién?
—Sean, por supuesto.
Ah, sí él.
—Resulta que él y Sandy ni siquiera estuvieron saliendo, más como
amigos con beneficios. Por supuesto, la codiciosa perra quería más, pero
Sean no quería. Porque... —Kaylee rebota arriba y abajo—, la palabra que
ronda por las cabañas es que está totalmente invitándote a salir.
Hace tres días esto me habría hecho saltar por el techo, lanzar un
puño hacia arriba en posición de bomba. Ahora sólo quiero volver
corriendo por la nieve hasta acurrucarme contra Ryan. No puedo, y tal vez
si me mantengo alejada más tiempo de Ryan y pasando más tiempo con
Sean, voy a ser capaz de volver a cómo eran las cosas.
—¿Tienes algo más sexy que pantalones? —pregunto y la cara de
Kaylee se ilumina como el árbol en el Centro de Rockefeller. Su ceja se
levanta, y ella me da su oh-sí asintiendo. Vamos allá.
Pantalones ajustados y botas de tacón no son exactamente el
atuendo ideal para llevar alrededor de una estación de esquí, pero los
tacones no sólo me dan un par de centímetros más, sino que le dan un
buen impulso alegre a mi culo, y los vaqueros sólo acentúan eso.
Sean no podía ser la combinación perfecta para mi sombrero, pero
los conejos vienen en todas las formas, tamaños y colores, y después de
todo, un conejo es un conejo.
Kaylee y yo pasamos al comedor. El bufé del desayuno está
configurado a lo largo de la pared trasera. Entre las mesas y bancos de
madera, Sean se sienta con los brazos descansando sobre la mesa,
rodeado de todos sus amigos. Sin Sandy a la vista.
Él alza su mano cuando sus ojos azules me encuentran. —Oye, Lexie,
te guardé un asiento —dice y le da un pequeño empujón a Kevin en el
hombro.
—Ve a hacer tus cosas, mejor amiga. —Kaylee me guiña el ojo,
palmea mi culo y me empuja hacia la mesa de Sean. Me detengo antes
de que tenga una repetición de esta mañana. Esta mañana, cuando me
caí de la cama king-size mía y de Ryan.
Le sonrío a Sean y lo saludo con la mano, pero mis ojos siguen a
Kaylee. Ella salta encima de Nate, envolviendo sus piernas alrededor de su
cintura y acaricia su cabeza en el hueco de su cuello.
Y allí, en su clásica camisa, está mi conejo. Los ojos de Ryan están
limpios de somnolencia, sus labios ya no forman un puchero y su cabeza
mañanera está domada. 93
No era la cabeza mañanera.
Era él.
Todo acerca de él.
¿Qué pasa si estar con él no significa perderlo? No tengo que salir
corriendo a encontrar mi final feliz porque lo encontré cuando tenía diez
años. El minuto en que confiamos el uno en el otro fue el minuto en que se
convirtió en la única persona en quien confiaba. La única persona que
sabía cada cosa acerca de mí.
Respiro hondo y alcanzo el anillo en mi mano para que me dé fuerza.
¡Mi anillo!
Se ha ido.
Traducido por Val_17
Corregido por Sofía Belikov

—Ugh.
—Oye, si te molesta, no mires. —Kaylee se aleja de Nate, pero
mantiene una mano ajustada en su bolsillo trasero. Por lo general,
son sus muestras de afecto lo que me hacen gemir, pero en este momento,
es Sean haciéndole señas a Lex para que se siente a su lado.
—Creo que no quiero lidiar con esto ahora mismo.
Nate asiente, porque lo entiende, pero las cejas de Kaylee se 94
arrugan. Sacudo la cabeza, y pasando una mano por mi cuello, agarro un
pastelito y mi abrigo, salgo corriendo de allí.
Estoy jodido. No hay otra manera de describirlo. Soy un imbécil que
está enamorado de su mejor amiga y no puede contarle sobre ello. Por
alguna razón pensé que las cosas iban al territorio de “más que…”. Todo lo
que dijo anoche, la forma en que lo decía, la forma en que me tocó.
Incluso esta mañana cuando lucía nerviosa y balbuceaba una tormenta
sobre sus malditas uñas, pensé que era por mí.
¿Cuán engreído es eso?
Todo se trataba de Sean. Porque la Operación Imbécil funcionó. Y
funcionó tan rápido que no tuve la oportunidad de decirle cómo me siento
al respecto. Cómo me siento realmente al respecto.
Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo, olvidando que sostenía
un pastelito, y aplastándolo entre mis dedos. Sí, no me importa.
La nieve cruje bajo mis pies, haciendo eco a través del resort vacío.
Siempre será lo mismo entre nosotros. Aunque eso es lo que tenía que
pasar, ¿verdad? No quería arruinar nuestra amistad, por eso he mantenido
mi boca cerrada. Ahora podemos volver a la normalidad.
Incluso aunque no quiero lo normal.
Lo quiero diferente.
Más.
Me detengo en la nieve. Es por esto que soy tan idiota. Debería
decírselo. Todo. De cómo durante este último año he querido dar un paso
adelante. Para decirle que la amo. Y que ella es digna de ser amada.
Debería saberlo.
La nieve sigue crujiendo en mis oídos, a pesar de que no he movido
ni un músculo. Cosas están punzando en mi pecho, y estoy empezando a
sudar aunque hace mucho frío. ¿Cómo le dices a tu mejor amiga que la
amas?
El crujido se hace más fuerte. Y más rápido. Giro la cabeza sobre mi
hombro para mirar detrás de mí.
Lex.
Me siguió afuera en el frío esta vez. Le doy una media sonrisa por una
fracción de segundo, luego lo veo. Su rostro está tan destrozado, líneas de
preocupación van a través de su frente y cuando encontramos nuestras
miradas, coge velocidad desde una caminata a una carrera, estrellándose
contra mí.
¿Qué hizo ese marica ahora? 95
—¿Qué pasó?
Salió corriendo sin un abrigo de nuevo. Chica loca. La alejo por un
segundo para desabrochar el mío, entonces la envuelvo con él.
Lo diría ahora. Aquí mismo en la nieve compartiendo el mismo
abrigo, pero todavía no sé lo que pasó. De todos modos, no importa lo que
yo siento. No cuando ella se está sintiendo así.
—Vamos, Lex. —Beso la parte superior de su frente mientras su
respiración calienta mi pecho—. ¿Tengo que matar a alguien?
Ella sacude la cabeza y me aprieta firmemente. —Es… ha
desaparecido.
¿Eh?
—¿Qué ha desaparecido?
Retrocede, sus ojos empezando a humedecerse. Es increíble lo
mucho que ha llorado en este viaje, pero por otro lado, no la he visto tan
feliz como lo ha estado. Tal vez está teniendo una semana hormonal.
—Mi anillo. Y… no puedo encontrarlo.
Mis ojos se disparan a su mano. Mueve sus dedos alrededor del
meñique vacío.
—¿Cuándo fue la última vez que recuerdas haberlo tenido puesto?
—Debería saberlo, ya que me doy cuenta cada vez que lo gira, pero no
recuerdo que lo hiciera ni una vez desde que me habló de sus pesadillas.
—El lunes en la noche. —Se encoge de hombros—. S… supongo que
no necesité mirarlo entre entonces y… ahora.
Sus ojos van a los míos y se quedan allí. Deja de girar el anillo
imaginario, dejando caer sus manos a los lados. En vez de llorar, como lo
esperaba, sus ojos se iluminan. Su boca se curva en las esquinas, y la
escucho tragar saliva desde su garganta. Es una expresión que sólo he
visto un par de veces en ella. Por lo general es muy fácil con nosotros. Las
palabras simplemente salen. Pero a veces, como ahora, ella lucha por
decir lo que está en su mente.
Porque soy un poco tonto, limpio un copo de nieve falso de su
mejilla. Sólo necesito tocarla, tal vez hacerla sentir más, también.
—Ry, yo…
—Ahí estás. —Por supuesto, el imbécil tiene que interrumpir—.
Olvidaste tu abrigo. —Sean le pasa la chaqueta a Lex, la cual en realidad
es de Kaylee, y si él se tomara un segundo para conocer a Lexie de verdad
en vez de solo comprobar su trasero, sabría que no era suya.
—Gracias. —Ella lo toma, sus mejillas sonrojándose, ya sin mirarme.
96
Él me da una mirada que dice: “Amigo, vete de aquí”, pero me
quedo quieto. Esto ya no es sobre aprovechar la situación. Lex vino detrás
de mí porque me necesita. Así que él se puede ir.
Ella se encuentra parada incómodamente entre nosotros, aun sin
mirarme.
—Así que, Lexie —dice él, pasando un dedo sobre su mano.
Pinchazos calientes atraviesan mi cuello y mis manos se convierten en
puños—. Nuestro grupo irá a la sala de recreación en un par de horas.
¿Tienes ganas de jugar hockey de aire? Dijiste que era tu favorito,
¿verdad?
O bien le mintió acerca de eso, o la confundió con una chica
diferente. Porque el juego de mesa favorito de Lex es el ping-pong. No
puedo evitar la carcajada que sale de mi boca, pero ambos me ignoran.
—Eh, claro. —Le da una sonrisa, pero no como las que me da a mí.
Tal vez estoy malinterpretando lo que la hace más feliz—. Sólo necesito
buscar algo primero. ¿Nos vemos allí a las diez?
Sin ojos revoloteando. Sin voz seductora. Nada que me haga tener
arcadas como lo ha sido en los últimos dos días. Tal vez hay algo diferente.
Ah, hombre. Mejor lo dejo. Está molesta por su anillo. Estoy tratando
de encontrar algo que simplemente no está allí con ella. Por lo menos de
su lado.
—Perfecto. —Su estúpida sonrisa se detiene mientras se inclina y besa
el punto exacto que besé hace tres minutos. Como si de repente tuviera el
derecho a hacerlo—. Te guardaré una mesa.
Ella lo ve alejarse, de regreso al pasillo del vestíbulo. Hombre, este es
el por qué me fui del comedor en primer lugar. No quería ver esto. Soy un
idiota egoísta que no quiere verla con nadie más.
Me doy la vuelta y sigo caminando hacia la cabaña, dejando que
mis ojos busquen por el piso.
—¿A dónde vas? —Lex me alcanza, enganchando su brazo al mío.
Como siempre. Y como siempre, lo flexiono. Porque es parte de nuestra
amistad.
Me gustaría que el hacerlo no dejara un mal sabor en mi boca.
Debería estar feliz de que Lex sea mi amiga.
—Estoy buscando ese anillo, tonta. —Sacudiendo la cabeza, trato de
reírme—. Tal vez se te cayó cuando tratabas de escabullirte de la cama
esta mañana. 97
—Mierda, ¿viste eso?
Me río, flexionando más bajo su agarre. —Lo escuché. —Asiento
hacia su pierna—. ¿Cómo está tu rodilla?
Me da un puñetazo en el hombro y suelta mi brazo. —Una carrera. —
Y se va. Al menos esta vez no estoy llevando un millón de kilos.
Debería dejarla ganar. Perdió su anillo y todo, pero nah. Esto
mantiene su mente fuera de ello, y no es muy de mí, bueno, no ganar.
Pasándola, me doy la vuelta y corro en reversa, saludándola. En vez
de coger ritmo para adelantarse, salta sobre mí. Caemos al suelo, sus
piernas a horcajadas sobre mis caderas mientras, sin remordimiento, mete
un puñado de nieve bajo mis pantalones. Luego corre el resto del camino
a la cabaña, riéndose en voz alta.
Esa pequeña y sucia tramposa. Cree que va a ganar. Si mis bolas no
se congelan antes de que la alcance.
Alcanzándola, la agarro por la cintura y la sujeto contra mí. El
puñado de nieve en mi mano sube a su espalda, y sólo una parte de mí se
da cuenta que he entrado en territorio peligroso. Piel contra piel, y
dándome cuenta que no está usando un sujetador, si mi basura no
acabara de tener un baño frío, bueno…
Pero ella se está riendo y pegándome, saltando de arriba abajo. No
me importa empujarla. Podría estar acurrucada en una bola de llanto y
depresión, porque sé lo mucho que significa ese anillo para ella, pero no lo
está. Se está divirtiendo.
Conmigo.
—¡Me rindo! ¡Me rindo!
Me río mientras la dejo caer la nieve, pero por alguna tonta razón,
mantengo mi mano en la parte baja de su espalda. Estamos calmando
nuestras respiraciones, ambos sonriéndonos, y mi pecho está
enloqueciendo. Chispeando y haciendo esa mierda que siempre hace
cuando ella se halla cerca.
Su mano se mueve a la que tengo en su espalda. Curva sus dedos
entre los míos y la saca de su camiseta. Uh, sí, probablemente era
incómodo para ella. Ups.
—Eh… —Un sonrojo llena sus mejillas—. Creo que se me puede haber
caído en la ducha.
Asiento, rascando mi nuca antes de que piense en detenerme. Ella
medio sonríe por mi tic. —Bien. Tú busca ahí. Yo revisaré la cama.
98
***

Nada. No está en la ducha. No está bajo la cama. No está en la


cama. O en las sábanas o bajo la almohada. No está en ningún cajón o
grieta o en la nariz de nadie. El anillo desapareció. O está en algún lugar
afuera.
Y entre más buscamos, mi mente va a esas pistas de esquí, y por la
mirada en el rostro de Lex, está pensando lo mismo.
—¡Grrr! —Lex lanza su bolso de lona vacío a través de la habitación,
pasando mi cabeza por unos centímetros—. ¡Nunca voy a encontrar esa
maldita cosa!
—Cálmate. —Me río y le devuelvo su bolso—. No hemos buscado por
todas partes.
—Esas pistas son enormes, Ry. Nunca vamos a encontrarlo ahí fuera.
Probablemente tiene razón. Aun así, trato de tranquilizarla. —Sólo
fuimos a una colina. Cuando nuestro grupo salga esta tarde, te ayudaré a
buscar.
Se deja caer en la cama, sus brazos cubriendo su rostro, y murmura
en sus manos. —¿Y si no lo encontramos?
—Lo haremos.
Sacude su cabeza, bajando las manos. Las lágrimas se están
arrastrando por su cara. —Sí, claro.
—Lo prometo, Lex. —Me siento en la cama junto a ella—. Lo
encontraré antes del sábado, ¿de acuerdo?
Asiente, pero puedo decir que no me cree. Echando un vistazo al
reloj de la mesita de noche, dejo escapar un gran suspiro. —Son cinco
para las nueve.
—Bien. —No se mueve—. ¿Quieres venir conmigo?
Mis cejas se levantan y estoy listo para soltar un: “Diablos, no”,
porque no quiero otro incidente como el de las pistas, pero su rostro se ve
tan destrozado que no puedo.
—Sí, pero no voy a pasar el rato con ustedes.
La caminata es la más tranquila que hemos tenido entre nosotros. Ni
siquiera engancha su brazo al mío. Sólo juega con el espacio vacío en su
dedo meñique. No sé qué decir para hacerla sentir mejor. Y no voy a
pelear un poco con ella antes de que vaya a una “cita” con Sean.
99
La sala de recreación es enorme. No es extraño que este viaje fuera
una cosa de paga-por-tú-trasero, ya que entre las cabañas, la sala de
recreación, y el tiempo de esquí, la escuela tuvo que haber pagado algo
de dinero en serio. Lex me lanza su abrigo, y lo cuelgo, justo al lado de un
montón de esas máquinas de sorpresas en las que los padres pierden el
dinero para que sus hijos se callen durante el viaje a casa o lo que sea.
Antes de que sepa lo que estoy haciendo, corro a una máquina y
giro la más cercana a las mesas de billar. Lex ladea la cabeza mientras
abro el pequeño contenedor que gané.
—Toma —digo, deslizando el anillo de veinticinco centavos color
naranjo; bueno, es más como de un color marrón, en su meñique—. Sé que
no es lo mismo, pero al menos tu dedo no se sentirá desnudo.
Espero el golpe en mi hombro, pero en su lugar consigo un abrazo
alrededor de mi cintura. La chica me ha sorprendido casi un millón de
veces durante este viaje.
—¿Eh, Lexie?
Sean nos está mirando… bueno, a mí. Se hace sonar los nudillos en lo
que se supone debe intimidarme, y casi me río. Pero Lex se sale de mi
agarre haciéndome imposible reír.
—Te veré luego, ¿de acuerdo? —Me sonríe. Sólo un hoyuelo esta vez.
Asiento, y veo al imbécil alejarse con mi mejor amiga.
Otra vez.

100
Traducido por Valentine Rose
Corregido por Aimetz Volkov

Sean pasa su brazo sobre mis hombros, su abrazo ni tan cálido como
el de Ryan, y vuelvo a mirar a mi mejor amigo, y sonrío. Solamente él sabe
lo que significa ese anillo para mí. Y pensar que iba a arruinar nuestra
amistad porque, de la nada, no puedo controlar mi deseo cuando miro
esos sensuales ojos.
Perder mi anillo apesta la mayor parte del tiempo, pero también me
detuvo a cometer el mayor error de mi vida. Nunca había sido una gran
creyente de “las cosas pasan por una razón”, ya que ¿por qué estaría 101
estancada con una madre borracha, y un papá que me había
abandonado? Pero tal vez en una retorcida y rara manera pasaba por
una razón.
No siempre puedes hacer lo que se siente correcto, a veces tienes
que hacer lo que es práctico. Y, a pesar que Ryan y yo se sentía bien, no es
práctico. No besas a tu mejor amigo y definitivamente, no sales con él.
Es una línea invisible, pero es una gruesa línea. Cruzarla sería como
cruzar el desierto sin agua. Consumiría todo lo bueno de nosotros hasta
que no seamos más que secas réplicas de lo que solíamos ser.
Me niego a dejar que aquello suceda. Sean es hermoso en su
manera de chico americano. Es divertido, y hasta la última semana estuve
enamorada de él, pero más importante, él es práctico. Si pierdo a Sean, sé
que puedo sobrevivir. Nunca sobreviviría sin Ryan. Por lo que dejo caer mi
cabeza al pecho de Sean, y nos alejamos. Y nunca miro atrás.
Sean me guía a un gran sofá afelpado rojo al final de las mesas de
pool. Kevin, Mike, Jill y Kiki —sí, ese es su verdadero nombre— están
sentados en el sofá frente a nosotros.
Estas son las mismas personas que susurraban entre sí cuando Sandy
me atacaba verbalmente en Skippy Lea.
El silencio se extiende entre los dos sofás mientras las chicas hacen
todo para evitar mi mirada.
Raro.
Bajo la mirada a mis uñas, Rosa Antes Que Saltes. Pensé que era
correcto cuando me encontraba en la habitación de Kaylee, opinando si
debería contarle sobre Ryan. Es gracioso que tuviera este color en su
mesita de noche.
Sean desliza su brazo sobre mi hombro y me acerca. Debería estar
arrojando arcoíris de felicidad por mis orejas ahora mismo, pero todo lo
que puedo pensar es en Ryan y en qué está haciendo.
Mi mano va a mi anillo, sólo para detenerme porque ya no está.
Perdido. Probablemente, nunca será encontrado otra vez. Muerdo el
interior de mi mejilla para alejar la actividad que están realizando mis
conductos lacrimales. Entonces encuentro el anillo que Ryan me dio, y el
hoyo comienzo a cerrarse.
—Vamos a volver a la montaña —dice Sean, completamente ajeno
al hecho que mi mejilla está sangrando ante mi desesperado intento de
esconder el vacio que llevo dentro. Ryan hubiera notado la manera que
mi rostro está contraído. Como mi mejilla frunce mis labios cuando la
muerdo. 102
Trago el sabor de la sangre, y fuerzo una sonrisa. —Suena divertido.
—Lo hiciste genial ayer. ¿Lista para hacerlo otra vez? —Su brazo se
tensa alrededor de mi hombro, y me jala a un raro abrazo. Mis hombros se
apiñan, y si no suelta su agarre mi cabeza estallará con un sonido.
—Sí, lo hiciste realmente bien. —Y ella habla. Creí que Kiki había
perdido su habilidad ya que no ha me dicho una sola palabra desde sexto
grado.
Estoy segura que fue suerte de principiante, y que terminaré con mi
cara enterrada en la nieve como Ryan, pero mi anillo puede que esté allí.
—Estoy dentro.

***
Todo el tiempo en el teleférico, Sean intenta besarme. Se inclina
incómodamente más cerca, y sólo hay pocas veces en que una chica
finge estornudar. Y, ¡vamos! ¿En serio cree que simplemente voy a besarlo
en la primera oportunidad? ¿No acababa de terminar su relación con
Sandy hace cuánto? ¿Un día? Probablemente, su saliva aún está
mezclada con la suya. Si lo beso, también podría caminar hasta terminar
frente a Sandy, y estrellar mis labios con los suyos.
Sin mencionar que hace tanto frío que puedo sentir mis mocos
congelándose. Si me besa, nuestros labios pueden que terminen pegados.
Salimos del teleférico, mis ojos inmediatamente se dirigen al suelo
para buscar mi anillo. Sean pronuncia algo, pero mi mente está con un
propósito, y Sean no está en ese propósito.
Su mano agarra mi brazo, e intenta jalarme a otra dirección. —
Vamos a intentar el otro camino.
Mi estómago cae, mi corazón se acelera, y estoy al borde de un
total ataque de pánico. Estoy aquí arriba, y quiere que vaya en la
dirección opuesta de donde sea que esté mi anillo.
—Me gusta este camino. —Pestañeo, fingiendo ternura—. Siempre
podemos volver a la otra ruta.
—Déjame hablar con el resto —dice, y me da un guiño intencional
como si mi pestañeo era una invitación para tener sexo.
No es tiempo para pensar en eso. Tengo que buscar mi anillo. Mis
ojos vuelan al suelo, y lentamente marcho atrás, buscando de un lado a
otro para asegurarme que no pierdo ni un centímetro de nieve. 103
Nieve. Otra capa de nieve cayó anoche. Mi anillo ahora sí que ya no
está. Mis conductos lacrimales están congelados —gracias a Dios—,
porque si no lo estuvieran, estaría en un pozo de lágrimas. Hago otro
movimiento, el reverso de mis esquís golpean una sólida masa, y me caigo,
mis brazos agitándose.
Aterrizo con un golpe. Me quedo sin respiración, y tomo otro
segundo para respirar otra vez. La masa se mueve hasta que se cierne
sobre mí. —Lex, ¿estás bien? —pregunta Ryan con una risa.
—¿Qué estás haciendo aquí arriba?
Toma mi manopla de mono en su guante, y me levanta.
Frotando el reverso de su cuello, sus ojos inspeccionan el suelo a
nuestro alrededor. Sexy iris café levantan la mirada, sus mejillas enrojecidas
por el frío. —Buscaba tu anillo.
Las palabras están perdidas en algún lugar en mi garganta. No
puedo dejar salir ningún sonido. Sólo hay una manera de bajar de la
montaña, y la última vez que lo intentó, terminó envuelto en sangre y
herido.
En vez de hablar, salto y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.
A través de las capas de ropa, la calidez de su cuerpo me envuelve como
una cómoda manta, y se aprieta. Su reconfortante esencia de enebro
pasa a través de mis sentidos, y mi cuerpo se relaja contra el suyo.
—Eh, no lo encontré —dice, y una calidez sube por mi cuello donde
la respiración de sus labios me golpea.
Podría quedarme así por siempre. Presionada contra él, la nieve
cayendo a nuestro alrededor, pero quiero ver sus ojos. Me alejo, y levanto
la mirada. —Pero estás buscando —digo, y muerdo mi labio cuando largas
pestañas parpadean hacía mí.
—Por supuesto que lo hago. —Sus ojos se oscurecen, pero no como
cuando está enojado. Esto es diferente. Lo he visto antes. Es la misma
manera como cuando casi lo besé.
Los labios se abren, y que se joda la línea gruesa. Quiero esto. Más
de lo que he querido nada en mi vida.
Me muevo más cerca, empujada por esos magnéticos ojos cuando
me alejan. Esquís golpean mis esquís, y casi caigo, pero los firmes brazos de
Sean me sostienen.
—Hablé con el resto de esto. Este camino será —dice Sean, y me
besa en la mejilla—. ¿Estás lista?
¿Cómo pude olvidar que estaba aquí con Sean y sus amigos? Es sólo 104
que cada vez que veo a Ryan, todo a nuestro alrededor desaparece, y
somos sólo él y yo.
Es peligroso estar así de cerca con Ryan. Mi mente regresa de vuelta
al esmalte de uñas, y todo pensamiento racional se lanza colina abajo.
Vuelvo a mirar a Ryan, y asiente hacia el camino. Quiere que vaya
con Sean. Mis cejas se fruncen, listas para sacudir la cabeza y exigir que
venga con nosotros cuando dice—: Estaré detrás de ti. Te veo ahí abajo.
—Vamos. —Sean toma mi mano, y me aleja. Suertuda sea mi
increíble habilidad en el equilibrio, o estaría con mi culo en el suelo con mis
esquís en el aire. Sean no me mira. Sus hombros están rígidos, y parece
enojado por algo. No pregunto. No me interesa.
Nos posicionamos en la cima, y nos dejamos caer. El viento golpea
mi rostro. Sean se desliza, pasándome, su cuerpo inclinado como si
estuviera en el equipo Olímpico.
No tengo la concentración para mi perfecta postura esta vez. Mi
mente aún sigue en la cima de la montaña.
Kiki me pasa, y luego Jill, pero mantengo un ritmo constante y dejo
que mi ojos viajen a la cuesta. Incluso si no veo mi anillo, no tengo idea
cómo parar.
No me importa. No tengo que hacerlo. Ningún pedazo brillante de
plata me destella antes de llegar al final.
Demonios.
Dientes blancos destellan a través de mi mente, en su lugar. Sean se
pavonea, su cabeza en alto por lo que pensarías que tendría una medalla
colgando de su cuello. —¿Viste eso, nena?
¿Cuándo creyó que estaba bien diciéndome nena?
—Te vi pasar junto a mí. —Mis ojos se dirigieron a la cuesta, buscando
a Ryan.
—Sí, estaba arrasando. —Chocó las cinco con Kevin y Mike, y puso su
brazo en mi hombro para alejarme del grupo—. Lexie, he querido
preguntarte algo. —Deja ir mis hombros, y se pone frente a mí. Una bola de
ropa y esquís caen de la montaña. Un esquí vuela por el aire, y luego la
bola aterriza junto a Sean. Cae el suelo mientras la bola se detiene y se
endereza.
—¿Qué demo…? —grita Sean mientras se pone de pie, y limpia la
nieve de sus pantalones.
—Lo siento, amigo —dice Ryan, completamente cubierto de nieve
de pies a cabeza. 105
Una risita se escapa de mis labios, y cuando Ryan se voltea con sus
cejas levantadas, ya no lo hago. Un ataque de risa se me escapa con
toda mi energía, en mi risa caigo al suelo debajo de mí.
—Maldita sea —grita Sean, cuando hace un puchero y la sangre
mancha su dedo. Una gota cae en su blanco abrigo—. ¡Va a dejar una
mancha! —Se va enojado, y me río más fuerte.
Aprieto mi estómago para suprimir el dolor de la risa, y me arrastro
hasta Ryan. —¿Estás… —La risa me interrumpe— …bien?
—Estoy agradecido que mi casi muerte te divierta. —Intento detener
la risa, pero la acumulación se vuelve mucho, y sale en un fuerte resoplido.
Ryan sacude su cabeza, nieve cayendo de su gorro de lana.
Levanta su mano con guante, su largo dedo empujando un tramo
de pelo que cruza mi rostro, y lo deja detrás de mi oreja. Ante su toque, mi
risa muere. Mis ojos se enfocan en las fuertes líneas de su mandíbula, el
recto puente de su nariz y luego quedan estancados en su carnoso labio
inferior.
—¿Estás lista para volver? Mis bolas se están congelando aquí —
dice, y aleja su mano de mi oreja. Quiero levantar su mano, y dejarla
donde estaba. Sentir que su calidez se extiende a través de mi cuerpo.
Estoy harta de no cruzar la línea. Lo que Ryan y yo teníamos es nada
más que increíble, pero podría convertirse en algo más. Señales o no
señales, estoy harta de sobre analizar cada pequeño detalle. Es tiempo de
dejar que las cosas pasen naturalmente. Sin escaparse, y esconderse y sin
forzar las cosas. Simplemente esperar y ver qué pasa.
—Tengo la solución perfecta para bolas congeladas —digo, y luego
muerdo mi labio cuando me doy cuenta cuan sucio suena.
Con la cabeza en lo alto, su ceja levantada, sonríe. —¿Oh, sí? ¿Y
cuál es esa?
—Jacuzzi.

106
Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Clara Markov

¿Conoces ese pavoneo demasiado arrogante? Sí, lo estoy haciendo.


Todo el camino hacia el autobús. Todo el camino hacia la cabaña. Y todo
el camino hacia el baño para ponerme mi traje.
La mirada en la cara de Lex cuando Sean se quejó por una mancha,
no tiene precio. Qué marica. Eso es lo que sucede cuando usas un abrigo
blanco en la nieve. Quienquiera que baje por la pista no sabrá evitarte.
No es que lo hubiera evitado de todos modos. 107
¿Y mi premio por arriesgar mis extremidades de nuevo? Ver a Lex en
ese bikini. Nada más pensar en eso me hace ponerme duro. Lo que es un
problema en estos trajes de baño. Así que salto arriba y abajo un par de
veces y paso al baño hasta que desaparece. Nada como hacer un
pavoneo con una erección.
Oigo una risita ahogada afuera de la puerta del baño. Es muy mala
al tratar de asustarme. Siempre se ríe mucho.
Abriendo la puerta, salto y le gruño. Ella grita, luego me golpea en la
cara con una almohada.
Sus lados no están desnudos como pensé que estarían. Así que
cuando le hago cosquillas, tengo que pasar a través de un grueso material
para llegar a sus costados. Se ríe y aun así me sigue golpeando en la cara,
y no es hasta que agarro su arma y la lanzo a un lado que veo que tiene
puesta mi sudadera.
Hay algo sobre ella usando mi ropa. No es un bikini, pero aun así me
hace cosas por dentro que no puedo explicar. Sé que cuando la tenga de
regreso, va a oler como ella, y eso hace que mis labios se eleven con una
sonrisa muy tonta.
—¿Qué? —Jala la parte baja de mi sudadera antes de abrazarse a sí
misma—. Dijiste que no querías que cogiera una neumonía o una mierda
como esa.
—Ujum. —Hombre, Ryan. Mueve los ojos de sus pechos a su cara.
—¿Está bien que la tomara prestado? —Vuelve a jalar la sudadera.
—Ujum. —Mi cerebro está oficialmente roto. Tengo que agitar la
cabeza para tratar de reactivarlo. Toda esta semana hace mi obsesión por
esta chica un millón de veces peor. No sé si es porque me golpean todas
las feromonas que salen a borbotones hacia Sean, pero no puedo tomar
más de eso antes de quebrarme.
Hay otro suéter cerca de la puerta, y me deslizo a su alrededor para
tomarlo. Sus ojos vagan por mi estómago al tiempo que lo cubro, y su cara
cae como si no quisiera que me pusiera más ropa. Ignoro lo que me hace,
escupiendo un comentario arrogante para volver normales las cosas.
—No te preocupes. Verás el “paraíso” en el jacuzzi.
Eso me consigue un calcetín en el hombro y una mirada constipada.
—Vamos. Vayámonos antes de que se llene con todas las personas
de las pistas.
—Pensé que querías a Sean ahí. —Le doy una media sonrisa, y rueda
108
los ojos.
—Sé con bastante seguridad que no está muy feliz conmigo en este
momento.
Engancha su brazo con el mío a medida que caminamos hacia los
jacuzzis, temblando un poco por la probada del aire.
—¿Por qué? ¿Por qué tu mejor amigo cayó sobre él y lo hizo sangrar
sobre su lujoso abrigo? —Me rio, pero ella no. En realidad se encuentra
bastante callada, y ahora temo haberla enfadado—. Lo siento. Sé bien
que te perdonará. Especialmente si usas el parche de ojo debajo de eso.
—Asiento hacia su sudadera y sus vaqueros, tratando de hacerla reír, pero
no lo hace.
Mi mano se va directo a mi nuca. —¿Estás bien?
Parpadea un par de veces y sacude la cabeza, como si acabara de
darse cuenta de que hablaba.
—Lo siento, sí. Sólo… me preguntaba en dónde podría estar.
Ah. Ese anillo. Hombre, si no lo hayamos antes de irnos, me quedaré
atrás y esperaré a que la nieve se derrita.
—Lo encontraremos.
Su sonrisa muestra sus hoyuelos, y me aprieta el brazo. Los jacuzzis no
se llenan de gente esta tarde. Parece que todos están en las pistas, o en la
sala de receso o en sus propias cabañas. También es casi la hora de cenar,
así que supongo que somos los únicos locos que quieren reposar en el
jacuzzi. Me quito los zapatos, me saco el suéter, y salto al interior antes de
que mis nueces se congelen en serio.
Lex se ríe y sacude la cabeza ante mi baile dentro del jacuzzi. Sus
dedos se curvan sobre el botón de sus pantalones, y lo abre.
No debería mirar. No debería mirar. Pero estoy atado a ella como si
estuviera en un tipo de trance. La manera en que baja el cierre y pasa el
pantalón por sus caderas. La manera en que sus brazos se cruzan y
agarran la parte baja de mi sudadera, y luego la jala sobre su cabeza…
ugh. ¿Conoces esas películas en cámara lenta cuando llega música bow-
chicka-bow-wow? ¡No es porno! Pero… ah, diablos. No importa.
—¿Tienes una buena vista, pervertido? —dice, al deslizarse al interior
frente a mí—. Tienes un poco de baba, allí.
Uno mis manos y le lanzo un chorro de agua a la cara. —Es tu culpa
por usar eso de nuevo.
Hay algo cerca de mis pies, y me toma un minuto darme cuenta de
que es su pie tratando de patearme bajo el agua. Sin embargo, no puede 109
conseguir suficiente fuerza desde atrás, así que más bien se siente como si
tratara de jugar a los piececitos conmigo.
—Como sea —dice, bajando la vista a las burbujas que nos rodean—
. Apuesto que es como ver a tu hermana en bikini.
Agh. Lex y yo somos cercanos. Somos mejores amigos. No hermanos.
Mejor me aseguro de que tenemos claro eso ahora mismo.
—Ah, no, no lo es.
—¿Qué? —Su cara se pone un poco roja, y casi pierdo las agallas
para decir lo que trato de decir, pero no la dejaré seguir pensando en este
trato de hermano/hermana.
—Sé que sólo somos amigos, pero aun así… soy un chico. Y notaré
cuando mi caliente mejor amiga usa apenas suficiente ropa para cubrirla.
Si no estuviera a diez grados debajo del punto de convertirme en un
carámbano, lo hubiera hecho ahora mismo. No puedo creer que acabe
de decir eso en voz alta sin un rastro de sarcasmo. Su cara se vuelve más
colorada, y sé que no es por el vapor.
Después su cara aturdida se llena de diversión, y comienza a reírse.
—Entonces supongo que está bien si miro los increíbles abdominales de mi
caliente mejor amigo cuando sale en traje de baño.
Le doy mi sonrisa de listillo, sin ocultar lo que me hace sentir. —Mira
todo lo que quieras. Y asegúrate de correr la voz sobre ellos.
Se las arregla para darme una buena patada en la espinilla esta vez,
y agarro sus muñecas con una mano y le hago cosquillas en el estómago
con la otra. La hago reír hasta que me amenaza con orinarse en el jacuzzi,
y me detengo. Sin baño de orina para mí, porque sé que lo haría.
Nos sentamos uno junto al otro, mirando la montaña nevada y
montando nuestros pies en los asientos contrarios. Estamos callados, y no
puedo evitar la sonrisa en mi rostro. Pareciera que ella tampoco. Descansa
su cabeza en mi hombro, y le tomo la mano, toqueteando el anillo que le
puse esta mañana.
—Entonces, ¿te diviertes esta semana? —Es un flojo intento para una
pequeña charla, pero en verdad quiero saber.
Asiente. —Ha sido una de las mejores semanas de mi vida.
—¿En verdad? ¿Incluso después del ataque de la araña gigante?
¿Caerte sobre tu trasero delante de tu galán? ¿Perderte en las pistas
porque tu tonto amigo no puede esquiar? ¿Y perder tu anillo? —Juego con
sus dedos bajo el agua—. ¿Debería seguir?
Su cuerpo tiembla contra el mío cuando se ríe. —Cuando lo pones
así, se escucha como, realmente apestoso.
110
—Exactamente.
—Pero yo más o menos la veo como la semana en la que no tuve
que tratar con alguien borracho. Cuando pasé la mayoría de mi tiempo
con mi mejor amigo. Y cuando obtuve uno de los mejores regalos que he
tenido jamás. —Trae nuestras manos a la superficie y le sonríe a ese feo
anillo que le di.
Ahora yo me rio. —En serio no tienes que usar esa cosa si no quieres…
—Sí quiero.
Está calladoa de nuevo. Hundo nuestras manos otra vez en el agua.
—Oye, ¿Ry?
—¿Hmm?
—Nunca hablas sobre ninguna chica que te guste.
Vaya. ¿De dónde vino eso?
—Ah…
—Sólo tengo curiosidad sobre el por qué no has salido con nadie en
cómo un año.
Porque la chica que quiero quiere a alguien más. Porque lucho
contra mis sentimientos. Porque no sería justo para ninguna otra chica si
estuviera con ella, pero realmente amara a alguien más.
Me encojo de hombros.
Su pecho se eleva al tomar una respiración profunda, y no puedo
evitar mirar. Sin embargo, no puede verme hacerlo desde este ángulo.
—¿Sabías que Sean terminó las cosas con Sandy? ¿Que realmente
nunca estuvieron juntos para empezar?
Ugh. ¿Tenemos que hablar de esto?
—No.
Asiente, ajustando su cabeza sobre mi hombro. —Sí. Ayer.
Mi pecho se tensa, pero no de una buena manera. Es de la forma en
que me sentía de camino a esas pistas. Quiero golpearlo para desatarlo,
pero no ayudará. Justo cuando pensaba que Lex me escogía a mí. Quiero
decir, dejó a Sean en la montaña y volvió aquí conmigo. Se sentó en el
jacuzzi conmigo. Sosteniendo mi mano. Y…
Hablando de él.
Me aclaro la garganta, esperando poder deshacerme de lo que se 111
me atasca en el pecho. Soltando su mano, digo—: Parece que funcionó.
Felicidades.
Inclina su cabeza para mirarme, pero no hago contacto visual. No
quiero que vea lo que hay en mi cabeza en este momento.
—No suenas muy feliz por eso.
Esta es mi oportunidad. Mi oportunidad de decirle cómo me siento
por ese idiota. Siempre le digo cómo me siento sobre las personas con
quienes escoge salir, pero es como una invitación para que vaya tras ellos,
porque nunca escucha.
Sin embargo, no quiero mantener la boca cerrada. Y estando aquí
tiene que sentirse diferente. Tal vez me escuche.
—No lo estoy.
—¿Qué?
—No estoy feliz por eso.
Me agarra la barbilla y me gira la cabeza para que la mire.
—¿Por qué?
Deja caer su mano, pero sigue la piel de mi brazo, bajando hasta mi
palma. Nos sostenemos de las manos de nuevo.
—Él es un imbécil. —Ambos nos reímos, y me aprieta los dedos—. Te
mereces a alguien mucho mejor, Lex. Ni siquiera te conoce. Es un hijo de
puta arrogante… lo sé, lo sé, yo también lo soy. Pero si lo digo, es malo. Y
en serio, el tipo acaba de dejar a una chica ayer, o terminar las cosas,
como sea, y ya está sobre ti. ¿Ese es alguien a quien quieres? Porque se
parece como si hubiera dejado a esa chica con quien estaba después de
ver que tú lucías mejor en bikini. —Vaya… lo empujé un poco. Doy marcha
atrás, tartamudeando—. E-es decir… n-no que no le gustes por otras
razones… so-sólo no quiero que te haga eso a ti también.
Se ríe y sacude la cabeza antes de aterrizar de nuevo en mi hombro.
—Entonces, ¿por qué usaste tu encanto, o lo que fuera, para
traerme a este viaje? ¿Si sabías lo que planeaba hacer?
Me rio entre dientes, agradecido de que ignorara mi vómito verbal.
—Quería que vinieras aquí conmigo, tonta.
Gira su cabeza, así su barbilla descansa en mi hombro. Mira hacia mí
con esos enormes ojos y arruga su linda nariz.
—Así que, ¿a quién me merezco? ¿Si no es a él?
Otra oportunidad para decir algo que debería. No que la merezco,
pero seguro que quiero una oportunidad. Pero todo lo que sale es—: A 112
alguien mejor.
Es la verdad, al igual que sé que no soy púrpura. Sin embargo, no es
la respuesta que ella quiere. Su sonrisa se desvanece, y deja de mirarme.
Saldrá con él de todos modos, lo sé. Al menos aún se recuesta a mi lado.
Nuestra piel se halla tan cerca que probablemente podría toser y nos
tocaríamos cadera a cadera, muslo a muslo. Pero justo ahora, sólo es
cabeza a hombro.
Amigos.
Porque eso es todo lo que somos.
Algo pica detrás de mis ojos. Algo que no me pasa con frecuencia,
especialmente sobre basura como esta. Pero la quiero tanto, que en
realidad me causa dolor físico. La mierda en mi pecho, el calor en mi
cuello, las punzadas que tengo sólo encontrándome tan cerca de ella,
pero no siendo más cercanos. Sin tener nunca la oportunidad de serlo más.
Más.
Mi respiración se acelera cuando trato de empujar todo detrás de
mis ojos. Empiezo a agitarme, y me froto las cuencas con las manos
mojadas para hacerlo parecer como si el agua del jacuzzi fuera el único
líquido en mi cara.
—¿Estás bien?
Asiento y me continúo frotando los ojos. —Creo que el vapor me está
afectando.
—Bueno, entonces vámonos. Probablemente también la cena está
lista. No pasaré otro día solamente comiendo chocolate y papitas.
Ambos buscamos nuestras toallas y luego nos dirigimos a la cabaña.
La dejo ducharse primero. Al segundo en que la puerta se cierra, todo lo
que he estado guardando, toda la confusa basura que he estado
sintiendo por cerca de un año, y un millón de veces más en este viaje, se
desata.
Y lloro como un marica, por una chica a la que no puedo tener.

113
Traducido por Gabriela♡ & aa.tesares
Corregido por *Andreina F*

Recluté a Kaylee y a Nate para ayudar a encontrar mi anillo. Luego,


Ryan insistió en que Kaylee se fuera conmigo y él iría con Nate, sino
pasarían más tiempo besándose que realmente buscando. Chico listo.
Kaylee y yo volvemos a la cima de la montaña. Pensé que sería
mejor si Ryan se mantenía por debajo del nivel del mar. La tercera vez
podría ser la vencida para la mayoría de la gente, pero él está empujando
su suerte. Además, verlo herido me convierte en un lío lleno de pánico,
114
incluso si lo toma como un hombre.
Kaylee camina a mi lado, dando pasos lentos y firmes. Sus coletas
rubias se balancean de un lado al otro mientras escanea el suelo cubierto
de nieve.
—¿Ryan no te dio un anillo nuevo? —pregunta, su nariz roja por el
viento, los ojos llenos de preguntas.
Aparto la vista antes de que su mirada inocente me rompa y me
haga tener una efusiva charla de chicas. —Sí, pero es temporal. Hasta que
encuentre mi viejo anillo. Entonces, ¿cómo ha sido básicamente vivir con
Nate? —digo para evitar todos los temas relacionados con Ryan.
—Pero aun así te dio un anillo. —No va a rendirse fácilmente.
—Era de la máquina de centavos. No es gran cosa.
—Aunque un chico te de una tira de alambre y lo llame anillo, es
algo grande. Esto —toma mi mano, la levanta, quita mi guante y apunta a
la piedra naranja—, es algo grande. —Ojos verdes me miran fijamente, y
escupo como un géiser.
—Lo es, pero no lo es. No lo sé. —Lanzo mis brazos al aire y camino—.
Antes de este viaje, era mi mejor amigo. —Los ojos de Kaylee
prácticamente ruedan a la parte posterior de su cabeza—. Además de ti,
por supuesto. Y ahora, bueno, ¿te das cuenta de lo caliente que es?
Quiero decir cómo, guau. ¿Cuándo ocurrió eso?
—En séptimo grado, después de haberse quitado los frenos.
Mi cabeza se mueve bruscamente hacia ella, pero luego ignoro su
comentario porque las palabras no dejan de salir. —Y me conoce. Como,
realmente me conoce. Me entiende. La mayoría de las personas no lo
hacen.
Por alguna razón Kaylee lo toma como: “¡Necesito un abrazo!” y se
las arregla para envolverme en sus brazos escuálidos. —¡Aww, amiga! Te
entiendo.
Le devuelvo el abrazo y luego quito sus brazos de mí. —Lo sé. Pero…
—Estás enamorada de él.
Mis ojos se amplían por las palabras de Kaylee, y mi boca se abre por
el entendimiento. Tiene razón.
Estoy enamorada de mi mejor amigo.
—Está bien. Me sentí así cuando me di cuenta de que amaba a
Nate. Te lo digo, aparece de repente y ya nada es igual. Es posible que
quieras sentarte. —Señala la nieve con su mano enguantada de rosa. 115
—No me sentaré en la nieve —murmuro, mi mente todavía atascada
en la parte de lo amo.
—Así que lo amas. ¿Qué piensas hacer al respecto?
Buena pregunta. Acababa de darme cuenta de que era caliente,
como, el otro día. Y entonces, me di cuenta de que me gustaba, ya sabes,
más que un amigo... pero nunca esperé amor.
Mis piernas se doblan y caigo sobre mi trasero. Kaylee tenía razón.
Necesitaba sentarme.
Espero por el te lo dije, que sale de su boca segundos después de
que el frío me golpee en el trasero.
—¿Qué voy a hacer?
—Primero te vas a poner tu guante de nuevo antes de que tus dedos
se caigan. Quieres uñas para pintar, ¿no? —tomo el guante de su mano y
me lo vuelvo a poner—. Y en segundo lugar, hablaría con Sean,
considerando que le dice a todos los que lo escuchan que ustedes están
juntos.
No pensé que fuera posible que mis ojos estuvieran tan amplios
como los de Kaylee, ya que ella se veía como un extraño animal de
dibujos animados, pero están tan anchos como un centavo. La ira surge a
través de mis venas, logrando que me levante del suelo.
—¿Hizo qué? —grito, mi voz haciendo eco a lo largo de la cima de la
montaña.
—Le dijo a cualquiera que…
—Te escuché. Solo lo repetía. —Empujo mi palma contra mi frente—.
¿Sabes qué? No importa. Esto es un desastre.
—Nada que no puedas arreglar. Ve a su cabaña cuando volvamos
y dile la verdad.
Lo hace parecer tan simple. Y quizás lo es. Aun así, no es
exactamente una conversación que desee tener.
—Supongo que tienes razón.
—Lo sé. —Envuelve su brazo alrededor de mi cuello y me empuja
hacia adelante—. Ahora ven, tenemos que encontrar un anillo.
Dos horas más tarde, Kaylee y yo bajamos al pie de la montaña. Sin
anillo. Kaylee se dirige hacia Nate. Cuando lo veo allí, de pie con los brazos
extendidos, me imagino el lío enredado de Ryan y Sean, pero ella se dirige
directo hacia él. 116
Ryan está a un lado, su gorro calado hasta sus cejas. Se frota las
manos y las lleva a sus labios, y una gran ráfaga de aire sopla entre sus
dedos. Sus ojos oscuros se arrugan cuando le hace una mueca a Nate y a
Kaylee. Me saco los esquís y camino hacia él.
—¿Ha habido suerte? —pregunta con una sonrisa fácil, la misma que
tiene siempre, pero esta vez hace revolotear mi estómago.
—No. —Me encojo de hombros—. ¿Y tú?
Lanza un profundo suspiro y se frota la nuca.
—No. Lo siento. —Su fuerte mano descansa sobre mi hombro y luego
le da un apretón.
—No es gran cosa. Por lo menos todavía tengo el que me diste. —Me
quito el guante y levanto mi mano. Él la toma entre las suyas y examina el
anillo como si lo viera por primera vez.
—Te mereces algo mejor que esto. —Su voz es más ronca de lo
habitual—. Te mereces lo mejor. —Mis pequeños dedos se deslizan en los
suyos más grandes. Lo estudia un poco más, luego besa mis nudillos antes
de alejar su mano.
—Oye, Lexie tiene que ir por algo a la cabaña. Nos alcanzará en la
sala de descanso. —Kaylee se desenvuelve de Nate y me da una mirada
de complicidad. Esa que dice: ve a terminar las cosas con Sean antes de
que realmente tengas un lío en tus manos.
Asiento, con los ojos muy abiertos para decirle que lo tengo, luego
giro de nuevo hacia Ryan. Sus manos rozan las mías, y mi corazón hace esa
cosa de golpeteo de la que la gente habla, y lo único que quiero hacer es
acurrucarme en sus brazos, pero tengo que ir a hacerle frente a Sean.
—Se está haciendo tarde. El sol está poniéndose. Volveré contigo.
—¡No! —Ryan salta hacia atrás, con las cejas desapareciendo bajo
su sombrero—. Qu-quiero decir, ve con Nate y Kaylee. Estaré bien.
—No deberías caminar sola en la oscuridad. Además, acabo de oír a
alguien diciendo que esperan una tonelada de nieve.
—¡Iré con ella! —Kaylee salta en medio de nosotros—. Y estamos en
una estación de esquí. Por supuesto que esperan nieve.
Nate ajusta su sombrero. —Conejita... —Detrás de él, Ryan se pone el
dedo en la boca y pretende vomitar—. No te quiero caminando en la… —
Se detiene cuando Kaylee le lanza una mirada molesta.
—Estaremos en el transporte la mayor parte del tiempo. Solo vayan y
nosotras los alcanzaremos en unos pocos minutos. —Ella corre, besa a Nate
en la mejilla y luego los empuja a ambos lejos de nosotras antes de que 117
tengan la oportunidad de discutir.
Es buena.
—Bien, este es el plan —dice una vez que los chicos están fuera del
alcance del oído—. Te acompañaré hasta la puerta de Sean.
Probablemente esté ahí, porque acabo de escuchar decir a Kevin que no
se sentía bien y regresó.
Genial. El chico no se siente bien, y ahora tocaré su puerta y le diré
que no quiero estar con él.
—Luego volveré con los chicos y les diré que te sentías cansada y
que te quedaste dormida en nuestra habitación. De esa manera, Ryan no
vendrá a buscarte.
Tengo dudas de que funcione, pero necesito encargarme de esto.
Además, volveré con todos antes de que Ryan note que no estoy.
—Hagámoslo —digo, y con determinación en mi paso, me dirijo
hacia el autobús.
El viaje es más corto de lo que recuerdo. Aunque tuve más de un
minuto para armar un plan de juego.
En el corto período de tiempo en el autobús, la nieve se acumuló,
dejando una nueva capa en el suelo, y más está cayendo. Grandes trozos
blancos flotan desde el cielo.
Las aceras están completamente cubiertas y eso hace que sea difícil
caminar, pero la determinación me lleva a la puerta de Sean con Kaylee
justo detrás de mí, viéndose prácticamente como un muñeco de nieve.
—Santo guacamole, Ryan no bromeaba sobre la nieve —dice ella, y
sacude la cabeza, bañándome con la nieve acumulada en su sombrero y
su cabello.
Me limpio la cara, luego giro para tocar la puerta y me congelo.
Nunca antes tuve que romper con alguien. A pesar de que no estábamos
saliendo realmente, aun así apesta.
—Estás por tu cuenta, amiga. —Kaylee rebota y besa mi mejilla, su
cabello rubio ya se encuentra otra vez completamente cubierto de
nieve—. No te preocupes, yo te cubro. Ahora ve y termina con esto, así
puedes estar con Ryan.
Ese pensamiento envía piel de gallina por todo mi cuerpo, o podría
muy bien ser la ridícula cantidad de nieve acumulándose sobre mí.
—Ten cuidado —le grito a Kaylee, mientras desaparece en el paisaje
blanco. Tomo una respiración profunda y llamo a la puerta de Sean.
118
—Está abierto —grita, y con mano firme, giro la perilla y entro.
Su habitación es como la de Ryan y mía, excepto por la pila de
suciedad sobre la mesa. Hay platos con alimentos medio ingeridos en la
mesita de noche, tazas con anillos de agua a su alrededor repartidas por
la cómoda, y un montón de ropa arrojada en la esquina trasera.
¿Está alojándose con un grupo de monos? Miro mi guante y sacudo
la cabeza. Monos no, son demasiado lindos para estar en este desorden.
—¡Lexie! —grita Sean, cuando que sale del baño con pies descalzos,
vaqueros oscuros y un suéter térmico negro—. He querido hablar contigo.
—Eso oí. —Doy un paso atrás cuando se acerca. No quiero sus labios
atacándome—. Yo... eh... deberíamos sentarnos.
—Claro, déjame... —Corre a la cama, recoge un montón de ropa y
la arroja a la pila en la esquina. Un sucio calcetín blanco aterriza en la
cima y luego se desliza un metro hasta el final.
La cama no está hecha, pero parece más segura que la silla
cubierta de bóxeres sucios, así que me dejo caer. Cruzo las piernas y me
vuelvo hacia Sean. Sus labios golpean mi nariz, y lo alejo.
—No es por eso que estoy aquí —digo, mi mano todavía sobre su
pecho.
—Pero quiero estar contigo y esas cosas.
Y esas cosas. Qué romántico. Eso es exactamente lo que todas las
chicas quieren escuchar cuando un chico declara que quiere estar con
ellas.
Mi visión se aclara, y me doy cuenta del enorme error que es Sean.
Buscaba aceptación. Que tonto pensar que eso vendría al ser la novia del
chico más popular de la escuela.
Lo miro, y no es difícil ver por qué me encontraba tan enamorada de
él. Es hermoso, pero ahora que me quité las vendas de los ojos, Ryan
también lo es. Pero en Ryan hay más que solo su buena apariencia. Sabe
todo acerca de mí, y no me avergüenzo de mí misma cuando estoy con
él. No creo que alguna vez sea capaz de abrirme completamente a Sean.
—Sean, lo siento, pero no quiero estar contigo. —Ya, lo dije. Sin
rodeos. Solo tenía que sacarlo. Pan comido.
—¿Es por lo que pasó con Sandy? Quiero decir, estuvo mal, pero te
juro que no tuve nada que ver con eso. Me hizo ver que no quiero estar
con alguien así, y cuánto quiero estar con... contigo. 119
Se acerca más en la cama, su brazo se extiende hacia mi cara, y
justo cuando su cuerpo está a punto de empujarme sobre las sábanas,
salto y su rostro choca con el colchón. Me inclino contra la cómoda, los
brazos cruzados sobre mi pecho.
Miro hacia la ventana sólo para ver una pared de blanco y sonrío
pensando en cuántas peleas de bolas de nieve me meteré con Ryan.
—Tienes miedo —dice Sean, y dejo caer la sonrisa—. Lo entiendo.
Pero tenemos una conexión. Sé que lo sientes. Ven aquí. —Se pone de pie
y camina hacia mí. Obviamente, no sabe cómo leer el lenguaje corporal.
Lo esquivo de nuevo y me muevo hacia la silla de bóxeres sucios.
—¡Sean, detente! —le grito y levanto mi mano. Como un perro, se
detiene de golpe.
—Lexie, dame una oportunidad. Podríamos ser geniales juntos. Me
enamoré y mierda.
No tiene idea de lo que es en realidad el verdadero amor. Si lo
hiciera, habría detenido a Sandy en Skippy Lee. Le concedí una pérdida
momentánea de juicio, pero no vino tras de mí. Me dejó ir cuando todo el
mundo me señaló y se rió de mí.
Nunca vino. Pero Ryan sí lo hizo. —No me amas. Crees que lo haces,
pero no.
—¿Cómo sabes eso? —Se acerca de nuevo, pero esta vez no lo
detengo. Dejo que su cabeza se incline hacia mí. Y justo cuando sus labios
están a punto de tocar los míos, pongo mi dedo contra ellos.
—Porque si fuera cierto, en este momento necesitarías más que un
beso. Enamorarse es más que un beso. Mucho más.
—¿Eh? —Confusión llena su rostro y me tomo eso como mi señal para
salir.
—Lo descubrirás algún día. Adiós, Sean. —Alcanzo la manija y justo
cuando la puerta se abre, cae un montón de nieve desde el techo y
bloquea mi salida.
Tienes que estar bromeando.
—Parece que no vamos a ninguna parte. —Dice y se deja caer en la
cama.
Oh, no, no, no. Me niego a estar varada aquí con él cuando acabo
de dejarlo, y le dije que no me amaba.
Solo es nieve. Brewster pasa a través de ella como si fuera aire. Saco
mis guantes de mi bolsillo y empiezo a cavar. Frío penetra mis manos casi al
120
instante, pero no me detengo. Cavo un hoyo, y la nieve cae en la
habitación.
Estoy haciendo un hueco, un hueco muy pequeño cuando brazos se
envuelven alrededor de mí y me apartan. La puerta se cierra, y comienzo
a patear, agitada. Empezaba a llegar a alguna parte.
Sean me baja al suelo, sus manos sosteniéndome en mi lugar.
—¿Estás loca?
—Tal vez —grito cuando la frustración se desborda. Se mezcla con
una abrumadora sensación de tristeza cuando pienso en todo lo que ha
pasado y lágrimas corren por mis mejillas.
—Oh, hombre, no llores. —Sean me hala a su pecho, y no me resisto.
He perdido toda la energía que me quedaba.
—No podía esperar para venir a este viaje. Se suponía que iba a ser
el paraíso. Pero desde que llegué, nada ha salido bien. —A excepción de
Ryan. Y justo cuando me encontraba a punto de ir a…—. ¡Y ahora estoy
encerrada en una habitación contigo por culpa de la nieve!
—Vamos, no soy tan malo. —Aparta el cabello de mi mejilla y me
mira con sus ojos azules. Brillan al igual que lo hicieron ese día en la
biblioteca, pero esta vez no debilitan mis rodillas. Sin embargo, veo la
bondad en su mirada, la sinceridad.
—No, no lo eres. —Fuerzo una sonrisa y me limpio los ojos.
—¿Qué tan malas pueden ser las cosas en verdad?
—Perdí mi anillo. —Me salgo del abrazo de Sean y me tiro sobre la
cama, mis manos aterrizando en mi regazo segundos más tarde—. Es la
única cosa importante para mí y puf, se ha ido. Sólo así. —Chasqueo para
enfatizar la rapidez.
—¿Era de diamante?
Nunca notó el anillo que llevaba todos los días en mi dedo meñique.
—No es valioso en el sentido monetario. Es invaluable en el sentido
sentimental.
—Entonces te ayudaré a encontrarlo. —Su rostro se ilumina y
esperanza revolotea en el cobalto de sus ojos.
—No tiene sentido. He buscado por todas partes.
—Bueno, seguramente no has buscado por todas partes o lo habrías
encontrado.
Gracias por las noticias de último momento, Anderson Cooper.
121
—Confía en mí, se ha ido.
—Te apuesto que no. Lo encontraré. —Sonríe, y yo ruedo los ojos.
Ryan tiene razón. Sean es un idiota arrogante—. Duda sobre mí todo lo que
quieras, pero lo haré. —Su estúpida sonrisa se hace más grande—. Y
cuando lo haga, tendrás que darme un beso.
Mis ojos se disparan hacia él, y estoy a punto de decir diablos no,
porque los únicos labios que quiero sobre los míos son los de Ryan, pero si
yo aún no lo he encontrado, no hay manera de que Sean lo haga. Y si está
buscando el anillo, se quedará lejos de mí.
—Está bien.
Extiende la mano, y con una gran sonrisa arrogante dice—: Hecho.
No es como si tuviera que seguir adelante con el acuerdo. Mi anillo
está perdido. Nunca lo veré de nuevo. Una parte de mi desea que todavía
estuviera en mi meñique, pero es parte del pasado. Un pasado al que me
he aferrado por mucho tiempo. No ha hecho otra cosa que defraudarme
una y otra vez. Tal vez sea tiempo de dejarlo ir. Continuar, lejos de las cosas
que me rompieron y hacia las cosas que me mantienen unida.
Miro la piedra naranja que Ryan me dio. Brilla contra la luz de la
lámpara en la esquina, motas de cobre destellando al igual que en sus
ojos. Mi anillo se fue, pero estaba perseguido por fantasmas del pasado. Y
ahora en su lugar está un anillo que representa el brillo de mi futuro. Pero,
piedra naranja o no, siempre y cuando Ryan esté aquí, nunca habrá un
momento oscuro.
Ryan. Necesito llamarlo. Tiene que saber en dónde estoy.
Tomo el teléfono y marco a la recepción. Cuando la señorita
contesta, no le doy la oportunidad de terminar de saludar. —Hola, sí, estoy
en el cuarto… ¿Sean, qué cuarto es este?
—17A.
—Estoy en el cuarto 17ª, la nieve cayó del techo y ahora no puedo
salir. Tiene que sacarme de aquí.
—Lo mejor es quedarse en donde está. La nieve está cayendo con
fuerza, y tenemos varias llamadas por el mismo problema. Hay que
tomarlas en el orden en que entran. Póngase cómoda y le mandaremos a
alguien tan pronto como podamos.
Miro a Sean, quien se acaba de rascar, y luego de vuelta al teléfono.
—¿Tengo otra opción?
—No —dice la mujer antes de colgar. 122
—¿Qué dijeron? —pregunta él con los brazos detrás de su cabeza, y
una sonrisa en su rostro, como si esto no fuera lo peor en el mundo.
—Póngase cómoda.
—Bueno, podrías hacer lo que dicen. —Levanta sus brazos hacia mí
como si fuera a subirme a la cama y acostarme con él. Eso no va a pasar.
Cuelgo el teléfono y marco al cuarto de Ryan y mío. Ocupado.
Maldición. Si supiera que estoy aquí, sola, con Sean… excavaría con sus
propias manos para sacarme.
Marco de nuevo. Todavía ocupado. El teléfono debe estar
descolgado. Mierda. Cuarenta y cinco veces más y todavía está
ocupado. Luego recuerdo llamarlo a su teléfono celular, pero es inútil ya
que va directo al buzón de voz. Luego le escribo, pero si no tiene señal no
va a recibirlo hasta dos días después.
¿Ryan, en dónde estás? Nos apoyamos el uno al otro, y lo necesito
ahora más de lo que él me necesitaba para lanzar su trasero por la
ventana cuando los chaperones entraron.
¡La ventana!
¡Duh! Cruzo el cuarto en dos zancadas. Mis manos van directo al final
del panel y empujo hacia arriba. Solo hay un problema. La ventana no se
mueve, y mis brazos saltan hacia atrás como si golpearan un muro de
ladrillos.
¿Qué dem…?
—La ventana está rota. O algo. La maldita cosa no se mueve. Sandy
se tuvo que esconder debajo de la cama cuando los chaperones
entraron.
¿Realmente dijo eso? El chico que acaba de intentar ganarse mi
afecto hace no más de cinco minutos, ahora me está diciendo de Sandy
Mac-Zorra-ster escondiéndose bajo la cama. ¡Ugh!
Acepto la derrota y me arrojo en el borde de la cama. Él cambia el
canal de televisión, pasando entre Bob Esponja y algún programa de
autos. Desearía que me dejara tener el control remoto. No lo hace.
Dos horas después, todavía no comparte.
¡Dos horas! Han pasado dos horas, y ni una sola persona ha venido.
Llamo a la recepción de nuevo, pero obtengo la misma respuesta.
—Póngase cómoda. Pronto llegaremos a usted.
Voy y abro la puerta, con la esperanza de que la nieve se haya
derretido o desaparecido, pero me encuentro con una sólida pared
blanca más alta que yo.
123
—Se está haciendo tarde. Podríamos ir a dormir. Estoy seguro de que
tocarán una vez que podamos salir.
De ninguna manera. No voy a dormir en ningún lugar cerca de él y
sus labios errantes. Además, todo lo que necesito es tener una de mis
pesadillas. Aparte de Ryan, nadie sabe de ellas, y no voy a dejarle saber a
otra persona.
—Me quedaré despierta y esperaré, gracias.
—Ponte cómoda. —Sean empuja la almohada bajo su cabeza y
apaga la luz de su mesa de noche.
Trato de llamar a Ryan una vez más, pero su teléfono sigue ocupado.
Por supuesto. ¿Por qué no lo estaría? Miro mis uñas y quito el esmalte
Houston Tenemos un Púrpura. Puedo volver a pintarlas cuando y si alguna
vez salgo de aquí.
Mi estómago gruñe, recordándome que no he comido nada desde
el almuerzo.
—¿Sean?
Responde con un sonoro ronquido. Genial. Simplemente genial. La
cama suena mientras se da la vuelta y ¡Oh por Dios! ¿Acaba de…?
Totalmente se echó un pedo. Ewww. Asqueroso y, hombre, ¿qué comió?
Mis manos vuelan a mi camisa y la jalan a mi nariz. Aire fresco.
Necesito aire fresco. Corro al baño y detecto un aromatizador detrás del
inodoro. ¡Gracias a Dios!
Entro y… ¡Oh Dios! ¡En serio! ¿Eso es pipí en el piso? ¡Tienes que estar
bromeando! ¿Qué tan difícil es apuntar? El inodoro es un blanco lo
suficientemente grande, no es como si tuviera que orinar dentro de un
pitillo. ¡Uh! Asqueroso.
Sin dar otro paso, me estiro y alcanzo la lata. Rocío frente a mí y
continúo rociando el cuarto. Camino hasta Sean y rocío su trasero.
Obviamente hay algo pudriéndose ahí.
Abrazo el aromatizador y caigo contra la pared que no tiene mierda
amontonada, deseando estar en mi cama tamaño King con Ryan. Todo
este tiempo estuve buscando más, cuando todo lo que tenía que hacer
era abrir los ojos. Él se hallaba justo ahí, ojos sexys y todo. Justo en frente de
mí. Pero fui demasiado tonta, o ciega, o lo que sea, para verlo.
Desde su suave cabello acondicionado hasta el modo en el que mi
cuerpo encaja perfectamente contra el suyo, como si estuviéramos 124
hechos para estar juntos. Pero más que nada, sabe todo acerca de mí.
Cada horrible detalle y nunca me ha juzgado.
Nunca me ha visto como la hija de la borracha del pueblo o la chica
a la que su padre abandonó. Ryan solo me ha visto a mí. Tal vez es porque
todo este tiempo, todos estos años, se ha sentido como yo lo hago.
Y ahora, por primera vez en diez años, puedo admitir que estoy
enamorada de mi mejor amigo. Lo amo. Siempre lo he hecho, pero había
estado demasiado asustada para admitirlo.
Pero, ¿qué si no siente lo mismo por mí? La vida como la conozco
cambiaría y podría perderlo. No puedo perderlo. Es la única constante en
mi vida. La única razón que tengo para no rendirme.
Por primera vez desde que me di cuenta de que amo a mi mejor
amigo, estoy aterrada. Nada nunca funciona para mí. Parece que todo en
mi vida sube y baja como un elevador, pero nunca está en el piso que
necesita estar. Así que es natural que esté atrapada con la cámara de gas
humana mientras Ryan, el chico que amo, no aparece.
Traducido por florbarbero
Corregido por Miry GPE

Toda la noche. Estuve despierto toda la noche esperando que Lex


regresara a la habitación. Kaylee me dijo que durmió con Nate y ella, pero
no lo creí ni por un segundo. Esa era la habitación de la “araña vampiro”. Y
cuando parpadeo contra la cegadora luz del viernes por la mañana y veo
a Lex saliendo de la cabaña de Sean, me congelo durante unos dos
segundos antes de alejarme.
Lo sabía. ¡Lo sabía! Le digo la verdad sobre lo que siento por el idiota,
y ella va directamente hacia él. Y no solo eso, ¡sino que tiene el descaro de 125
mentirme al respecto!
Piso fuerte a través de la nieve, sintiéndome como un estúpido.
Colocando mis manos en los bolsillos, mis dedos estrujan el viejo pastelito
que lleva dos días guardado allí. Al pasar el bote de basura, arrojo los
restos con mucha más fuerza de la que quiero.
¡Ping!
¿Qué de...?
Sé que el pastelito está más allá de rancio, pero no debería haber
hecho ping.
Echo un vistazo sobre el borde del contenedor, y lo veo. El anillo de
Lex. Cubierto por semillas de amapola de limón, pero por lo demás intacto.
Me tiemblan las manos, y salto arriba y abajo como una maldita
chica. ¡No puedo creer que todo este tiempo haya permanecido en mi
bolsillo! ¿Cómo llegó a mi bolsillo? ¿A quién le importa? ¡Lo encontré! Justo
a tiempo también. Nos vamos mañana, y realmente no quiero volver a
esas pendientes, sobre todo con la advertencia de tormenta que tuvimos
ayer. Recibí el mensaje unas diez veces de la chica de la recepción —
realmente me arrepiento de utilizar mi encanto en ella— antes de
desconectar el teléfono. Sí, lo comprendí. No hay que ir a las pistas,
permanecer en el complejo, bla, bla, bla.
Limpio los restos de pastelito del anillo, todavía sin poder creer que en
realidad lo encontré.
—Sabes, hay mejor comida en el comedor.
Si no hubiera dicho eso, nunca habría sabido que Sandy me
hablaba. Se dejó caer sobre una mesa de picnic cubierta de nieve, con el
pelo desordenado y ojos de mapache que se parecían más a los ojos de
un panda, ya que el negro cubría cerca de la mitad de su cara. Levantó
un brazo y arrojó una pequeña botella de vidrio de mi dirección,
aterrizando con un golpe en la basura.
—Supongo que no sacaste eso de allí.
Niega con el dedo y asiente, dejando escapar un pequeño eructo.
Guau. Quiero decir, realmente, guau. Sé que en verdad no conozco a esta
chica, pero no parece alguien que se emborracha a las diez de la
mañana.
Debe estar escrito en mi cara, porque saca otra botella, y escupe—:
No me juzgues. No estoy borracha. Sólo estoy bebiendo. No he dormido en
los últimos días, porque me echaron de mi propia cabaña cuando Sean
me dejó por ese pedazo de basura…
126
—Oye, cuidado. —Puedo estar molesto con Lex, pero no voy a dejar
que la gente hable mierda sobre ella.
—Bien, es tu amiga. —Toma un trago—. Lo siento.
Las cosas se ponen incómodas. Cuando eso sucede, por lo general
me alejo, pero cuando doy un paso, veo una lágrima silenciosa correr por
su mejilla. Ugh.
Puedo ser muchas cosas. Un estúpido, un imbécil, un ego andando,
pero no soy un idiota. Y siempre me han enseñado que cuando las chicas
lloran, no debes simplemente alejarte. No importa lo mucho que pienses
que no vale la pena prestarle un hombro, se lo das de todos modos.
Sentándome a su lado, meto anillo de Lex en mi bolsillo y subo la
cremallera para no perderlo. Sandy seca sus mejillas y va por otro trago,
pero la detengo.
—Por cierto, ¿cuál es el problema entre ustedes? —pregunto.
—Sí, claro —resopla—. Como si fuera a decirte, para que puedas ir
corriendo y decirle a ella el lío que soy.
Me rasco la nuca. —No nos hablamos exactamente en estos
momentos. —Lex no sabe eso, pero voy a jugar a esquivar al mejor amigo
tanto como sea posible hoy. Le daré el anillo —o tal vez se lo voy a dar a
Kaylee— pero no voy a lidiar con la charla de la mañana después. Puede
hacer eso con Kaylee.
—Sabía que tenías algo por ella.
—¿Eh?
Inclina la cabeza hacia mí. —Es tan cliché, ¿sabes? Enamorarte de tu
mejor amiga. —Se encoge de hombros—. Pero lo que sea. Ella y Sean son
como... ¿cuál es la expresión? ¿Guisantes y jalea?
—Suena bien. —Me río entre dientes antes de asentir hacia la botella
en sus manos—. Así que, ¿cómo rompiste la cerradura?
Su labio se levanta, y mete la mano en el bolsillo. —Los múltiples usos
de una horquilla. —Me la da—. Solo en caso de que quieras olvidarte de
todo esto, también.
Un hipo y un codazo en el hombro después, se ha ido. Regresa a su
cabaña o donde sea. Realmente no le presto atención. Todo lo que
puedo hacer es tocar la horquilla y sacudir la cabeza.

*** 127
—¡De ninguna manera! ¿Lo encontraste? —Kaylee salta arriba y
abajo mientras saca el anillo de mis dedos. Nate la hace callar ya que
Lexie encuentra de pie en la otra habitación. Ha hecho cuatro intentos de
hablar conmigo, pero Sean se mantiene flotando a su alrededor, y yo
permanezco alejado. En estos momentos, Nate, Kaylee, y yo nos
encontramos apretados en la cabina para minusválidos en el baño de
chicos del albergue.
—Sí. ¿Podrías dárselo? —Por la forma en la que me mira, es como si le
hubiera pedido una cosa obscena o algo parecido—. ¿Qué?
—Uh, no. —Kaylee empuja el anillo en mi mano—. Tú lo encontraste.
Tú se lo darás.
Le doy a Nate una mirada de por favor, ayúdame, pero niega con la
cabeza. —Ella tiene razón. Debes ser el que se lo entregue. Estaba en tú
bolsillo.
Hay otra razón más, y si la sabe, me alegro de que mantenga la
boca cerrada.
—Vamos, muchachos.
Kaylee niega con la cabeza tan fuerte que golpea el sombrero de
Nate con una de sus trenzas. El maestro de la magia lo atrapa con una
mano como si hubiera ocurrido tantas veces, que ni siquiera lo perturbara.
—Bien —me quejo y deslizo el anillo en mis pantalones—. Ahora,
tengo que ir al baño, que es por lo que vine aquí, así que...
—Está bien, está bien. —Kaylee agarra el brazo de Nate y lo saca
rápidamente por la puerta. Tan asquerosas como son sus demostraciones
públicas de afecto, estoy celoso.
Justo estoy secando mis manos cuando la puerta se abre y el imbécil
y algunos de sus amigos corren hacia los urinarios. Me dispongo a salir
rápidamente, pero ellos dan un paso atrás —me refiero a dar un paso atrás
para apoyarse contra la pared— y una fuente de pis bloquea mi salida.
—Uh...
Nadie me oye durante todos los gritos y el concurso de hacer pipí.
Me giro y me lavo las manos otra vez, sólo para no ver sus genitales.
Cuando Kevin grita—: ¡Hecho! —Y todo el mundo va a limpiarse, maniobro
hacia la puerta, teniendo cuidado de dónde piso.
—¡Oye, Ryan! —Sean asiente hacia sus amigos y ellos nos dejan solos.
Se limpia las manos y tira las toallas de papel a la basura—. Entonces, Lex
me contó sobre este anillo. ¿Te importa si salgo con ustedes a buscarlo?
128
Mi pecho se aprieta y el calor se dispara hasta mi cuello. ¿Le habló
de eso? Le tomó diez años decirme a mí, su mejor amigo. Y al segundo en
que va corriendo hacia el idiota, se lo dice.
Trago, tratando de mantener mi tono de voz. —No es necesario. Lo
encontré.
—¿En serio? Genial. —Extiende la mano, pero cruzo los brazos. No voy
a dárselo—. Vamos, hombre. Puedo dárselo. Realmente me ayudaría.
—¿Qué?
—Me gusta mucho, pero es un poco... no sé. No cree en mí o algo. En
realidad, amigo, hay algo entre nosotros. ¿Ayudarás a un hermano?
Ladeo mi cabeza, tratando de averiguar cuál es el enfoque de este
tipo. Pero no sé por qué me importa. Lex ya lo eligió. Pasó la noche anterior
con él. Ha pasado todo este tiempo tratando de conseguir que la note.
Incluso dijo que podría amarlo la primera noche que estuvimos aquí.
Y no quiero tener que darle el anillo. No quiero ni mirarla. Sé que todo
su plan para venir en este viaje de esquí era conseguir que Sean la notara,
pero una vez que llegamos, pensé que algo había cambiado. Las cosas
eran diferentes. Por primera vez desde que me enamoré de mi mejor
amiga, pensé que finalmente me correspondía. Y ahora... mierda, durmió
en la cama de otro hombre. He terminado. No puedo hacerlo más. Nunca
voy a ser el hombre que Lexie quiere. Voy a estar atrapado en la zona de
amigos hasta el fin de los tiempos, y no hay razón para tratar de salir de ella
nunca más. No me quiere. Quiere a Sean. Y merece su final feliz, incluso si
eso significa sacrificar el mío.
Suspirando —o más bien gruñendo— saco el anillo y se lo doy. —Ten
cuidado.
—Va a estar de nuevo en su dedo. —Sonríe y lo guarda en su puño—.
Gracias.
Asiento y agarro su brazo antes de que abra la puerta. —Lo digo en
serio, ten cuidado con eso. Con ella. Si metes la pata otra vez, es posible
que desees llevar un abrigo en el que no te importe tener sangre.
Sonríe, pero asiente. Luego se va, y lo sigo. Quiero asegurarme de
que Lex consiga ese anillo.
Ella está apoyada contra la salida de la recepción. Una parte muy
estúpida de mí piensa que es para atraparme y así podamos hablar, pero
cuando Sean la encuentra, me acuerdo de que probablemente no está
preocupada por mí. Querrá regresar a la cabaña con él.
Nate me detiene y comienza a ladrar por algo. Puedo estar
129
mirándolo, pero no oigo una palabra de lo que dice. Sé que ella me está
mirando, y antes de que pueda evitarlo, mis ojos encuentran los suyos por
un segundo.
No tiene su sonrisa más feliz. O lo que creo que es su sonrisa más feliz.
Se ve muy enojada en realidad. Tal vez la noche pasada no fue lo que
pensé que era. Sean dijo que necesitaba ayuda para convencerla.
Dos pasos. Eso es lo único que consigo antes de que el imbécil se
mueva, pasando un brazo por la cintura de Lex y colocando un beso en
sus labios.
Estoy demasiado congelado para moverme. Alguna parte estúpida
de mí está gritando en mi cabeza. Debería ser yo; el chico que la besa, el
chico que la abraza. Pero es él quién acuna su cabeza. Él es el que está
abrazándola. Él es el que mete la lengua en su boca. Ella está agarrando
su pecho, dejándolo.
Eso es lo que lo logra. Lo que me hace moverme. Me voy tan rápido
que no estoy seguro si ella siquiera me ve pasar a su lado. Saco la horquilla
que Sandy me entregó esta mañana, y me dirijo directamente al mini bar.
Sé que Lex me odiará por ello. Sé que si me atrapa, voy a escandalizarla
demasiado. Pero, a este punto, no me importa.
No me importa.
De todos modos, ella no me quiere.

130
Traducido por Gabriela♡
Corregido por Esperanza

Ryan me ha ignorado todo el día. No me lo imaginé. Hizo ese


movimiento de agacharse y correr a la esquina. Utiliza esa mierda con
gente como Sean, no conmigo.
Cuando hablaba con Nate, hacía todo lo posible para no mirar en
mi dirección. No hice nada malo. Él es quien nunca respondió el teléfono
anoche y me dejó varada en una habitación que debería ser condenada.
Y cuando sus ojos se alejaron de Nate por un segundo, eso es todo lo
que necesité para aferrarme a ellos. Levanté las cejas, incliné mi cabeza,
131
puse mi cara de ¿Qué hice? y un puchero.
Lo que pasa con Ryan es que apesta en la cara de póker. Pero en
ese mismo momento, no entendía nada. Tenía el rostro de piedra tanto
como jamás lo había visto. Ni siquiera mi puchero lo hizo resquebrajarse.
Si quería jugar de esa manera, entonces está bien. Me dirigí hacia él,
con los ojos todavía aferrados a los suyos. No iba a esquivarme. De
ninguna manera.
Pero al igual que un eclipse solar, Ryan desapareció. Y me quedé
bloqueada por un muro de dos metros.
—Sean, hola. Solo estaba… —Antes de que pudiera terminar la frase,
sus manos agarraron mis hombros y sus labios se presionaron contra los
míos.
Y ahora estoy aquí pensando: ¡¿Qué diablos está sucediendo?!
Trato de liberarme de su agarre y alejarlo, pero sus manos son como
candados.
Pasé incontables sueños en este momento. Previendo todos los
escenarios cuando Sean Dixon finalmente estuviera besándome. No
importaba si nos encontrábamos en el estacionamiento de Skippy Lee o en
una isla desierta, cada vez, mis piernas se volverían débiles, y él me
sostendría contra su fuerte pecho. Sería menos excitante y más... No sé,
romántico. Agarraría sus bíceps, y se flexionarían bajo mi toque y... ¡Santo
cielo!
Paso mis manos por su pecho y lo empujo, tratando de alejarme de
la baba que está llegando a las comisuras de mis labios. Voy a hablar,
pero soy interrumpida cuando su lengua se sumerge en mi boca.
Todo este viaje ha sido un desastre tras otro. Dejo que la ira de la
semana me atraviese y la canalizo hacia mis manos. Con una fuerza que
no sabía que poseía, empujo a Sean hasta que se aleja.
—¡¿Qué demonios?! —grito, luego noto que todas las personas en la
sala de juegos están mirándome.
Todas excepto una.
Veo cómo la puerta se cierra y Ryan desaparece en la nieve.
¿Quién sabe lo que pasa por su mente? Tengo que alcanzarlo. Me
giro para correr detrás de él cuando la mano de Sean se envuelve
alrededor de mi muñeca y me hala más cerca.
—¿Por qué hiciste eso? —pregunto cuando estamos cara a cara.
—Me dijiste que podría hacerlo si encontraba tu anillo.
132
—No vas con una chica y la besas sin advertencia... Espera. —
¿Acaba de decir lo que creo que dijo?—. ¿Encontraste mi anillo?
Mete la mano en el bolsillo y saca lo único que me queda de mi
padre. Las lágrimas se acumulan en mis ojos, el alivio y la tristeza se
apoderan de mí, echo mis brazos alrededor de su cuello.
Durante días pensé que nunca volvería a verlo. Me imaginé lo peor.
Perdido en un banco de nieve donde se quedaría para siempre, en el
desagüe de una planta de aguas residuales, devorado por un alce. Pero
de alguna manera, Sean lo encontró.
Mis brazos sueltan su cuello. Tengo que verlo. Necesito una prueba
de que es real. Es como si pudiera leer mi mente, porque una vez que mis
manos caen de su cuello, desenreda sus dedos para revelar mi anillo.
—No puedo creerlo. —Lo tomo de su mano y lo estudio. El color
comienza a cambiar en cuanto está en mi mano, y una sonrisa se extiende
a través de mi cara. Es mi anillo.
Ryan y yo buscamos en todas partes. Nate y Kaylee, cuando no se
encontraban bloqueados en los labios del otro, buscaron también.
Volvimos sobre mis pasos. Cada uno de ellos sin una pizca de suerte.
—¿Dónde lo encontraste? —pregunto, necesitando saber en qué
lugar me olvidé de buscar.
—No importa. Lo que importa es que lo tienes de vuelta, y yo te
tengo a ti. —Envuelve su brazo a mí alrededor y me hala contra su
costado. Eso no estaba en el trato. ¿Siquiera teníamos un trato?
Empujo su lado para llamar su atención, pero sobre todo para
conseguir algo de distancia entre nosotros. —No, en serio. ¿En dónde lo
encontraste?
—Uh, por la sauna.
¿La sauna? Ni siquiera sabía que había una sauna aquí. ¿Por qué
estaría mi anillo en un lugar donde nunca estuve?
Sean toma mi mano en la suya. —Aquí, déjame ponerlo de vuelta a
donde pertenece. —Con la otra mano, toma mi anillo—. Primero tenemos
que deshacernos de este pedazo de basura. —Sus dedos llegan al anillo
que Ryan me dio.
—¡No! —grito. Sus ojos se mueven a los míos, y me alejo de nuevo.
La primera vez que perdí mi anillo, hubiera hecho cualquier cosa
para recuperarlo. Mi dedo meñique se sentía desnudo, y me sentía mal,
como si hubiera desaparecido una parte de mí. Luego Ryan deslizó este 133
anillo de la máquina de centavos en su lugar, y ese pedazo de mí volvió.
Poco a poco el miedo de no volver a ver el anillo de mi padre
desapareció. No lo necesitaba. Tenía algo mejor.
—¿Cuál es el problema? —pregunta Sean. Miro el anillo entre sus
dedos y retrocedo.
—No lo quiero.
El rostro de Sean se arruga. —¿Qué quieres decir con que no lo
quieres?
Todo lo que tenía para recordar a mi papá era ese anillo. Y ese es el
problema. No quiero recordarlo más. Se fue. Cuando se alejó de mi madre,
se alejó de mí también.
Durante años me aferré a la esperanza de que volviera. En Navidad,
miraba por la ventana durante horas, esperando, rezando que sintiera la
necesidad de verme con tanta fuerza como yo la sentía por él. Y
aparecería, y podríamos ser una familia de nuevo.
Nunca llegó.
Superé esos momentos tristes. Debido a que Ryan estuvo allí. Todo lo
que aferraba del pasado no hacía más que enfurecerme y llenarme de
dudas. No quiero el anillo porque ya no quiero mirar al pasado.
Quiero deshacerme de todos esos recuerdos horribles, solo recordar
los buenos.
Ryan.
—No lo quiero —digo de nuevo y doy otro paso hacia atrás.
—Pero no sabes lo que pasé para conseguirlo.
—Dijiste que lo encontraste por la sauna. ¿Qué tuviste que pasar?
Parpadea, y lo veo. Una mentira. Va a decir y hacer cualquier cosa
para conseguir lo que quiere. ¿Cómo no lo vi antes? Ni siquiera puede
mirarme a los ojos.
Sean no es más que una decepción. Los puse a ambos en un
pedestal, pensando que eran la cosa más grande desde el esmalte de
uñas. No podía estar más equivocada.
Mi anillo nunca estuvo cerca de la sauna porque él no fue quien lo
encontró.
Pero sé quién lo hizo.

134
Traducido por Vanessa Farrow
Corregido por Val_17

No hay suficiente alcohol en esta pequeña nevera para dejarme tan


borracho como quiero estar. Había dos botellas pequeñas, y me tomé
ambas. Pero sigo estando lo suficientemente sobrio como para recordar
todo lo de hoy. Todo lo de esta semana. Cómo me permití pensar por un
segundo —más de un segundo— que Lex sentía lo mismo que yo.
Un eructo retumba hasta mi garganta y el regusto casi me hace
vomitar lo que hay en mi estómago por todo el piso. Alcanzando mi bolso,
agarro la caja de mentas que estúpidamente compré ayer en el hotel, 135
pensando que las cosas iban a intensificarse hasta el punto donde besaría
a mi mejor amiga. Al demonio. Ella nunca me verá como algo más que
Ryan.
Lanzo la caja completa en mi boca y los mastico. Quema mi nariz y
garganta por un segundo, pero no es nada comparado con el dolor que
siento en mi pecho.
Meto a la fuerza todas las botellas vacías en la nevera y luego cierro
la puerta de golpe. Golpeo mi cabeza contra la pared, como si eso fuera
a borrar toda la mierda estúpida pasando ahí.
Tanto por decirle a Lex exactamente cómo me siento acerca de
Sean. Ella hizo lo que siempre hace. Correr directo a sus brazos y dejarme
esperando para recoger los pedazos cuando le rompa el corazón. Sé que
dije que nunca me importaría, pero es una mentira idiota. Me mata cada
vez que sale con otro chico.
Necesito más alcohol. Esta mierda no está funcionando. Me arrastro
por el suelo del cuarto de baño, mis ojos escociendo por retener toda la
mierda jodida que sucede en mi cuerpo. ¿Por qué demonios le di ese anillo
a Sean? ¿Por qué no puedo agarrar mis bolas y decirle a Lexie como me
siento? ¿Por qué siento que incluso si hago eso, nada cambiará?
Pasando la mano por la parte superior de la encimera junto al
lavabo, busco a tientas un vaso o algo así. Mi garganta está seca por
todas las mentas. Estoy sudoroso y tan condenadamente deprimido que
siento como si pudiera beber el río Misisipi lleno de vodka y todavía no me
emborracharía todo lo que necesito.
Mis dedos agarran algo redondo, lo tiro del mostrador y cae en mi
regazo. Enjuague bucal. Parpadeo un par de veces para asegurarme de
que no estoy alucinando. Por lo general, la mierda no llega a mí, pero aquí
pido más alcohol y bam, cae en mi regazo. Literalmente.
Desenrosco la tapa y ni siquiera dudo en inclinar la botella. La menta
picante golpea mi lengua, y casi lo arrojo todo sobre los azulejos del baño.
Pero lo sostengo en mi boca, dejándolo remojar mis dientes, el interior de
mis mejillas, y dejo que mis ojos lagrimeen, porque ya no puedo detenerlo.
¿Qué demonios estoy haciendo?
Podría tragar, pero eso no va a ayudar. Pagar por su viaje no ayudó.
Aplastar arañas no lo hizo. Pasar una semana en la misma cama fue
insignificante. El vodka no hizo nada tampoco, excepto dejarme con este
enorme agujero en mi estómago, y ahora me siento culpable como el
infierno.
Me apresuro al inodoro, golpeo la tapa para abrirla y suelto todo el 136
enjuague bucal. El agua se vuelve azul, y la miro fijamente, deseando no
haber llegado a este punto, y muy contento de que Lex no esté aquí para
verlo.
Después de echar al inodoro mi quincuagésimo error en este viaje,
me arrastro de vuelta a mi lugar junto a la pequeña nevera y golpeo mi
cabeza un poco más. Tal vez me transportará de vuelta a lunes, y pueda
empezar esta semana otra vez.
La cerradura de la puerta hace clic, cierro los ojos, y tan fuerte como
mi voz es capaz de lograr, grito—: ¡No estoy de humor, chicos!
Nate y Kaylee necesitan ir a pasar su última noche como pasaron el
resto de sus noches aquí. Y dejarme en mi fiesta de autocompasión.
Aun así, la puerta se abre. La brisa lava mi cara con aire congelado,
y luego la puerta se cierra. No abro los ojos.
—Realmente, no quiero…
—Tú lo encontraste, ¿no es así?
Mis ojos se abren de pronto y levanto la cabeza. Lex está cruzando
los brazos y dándome esa mirada de no me mientas. La nieve mancha su
cabello castaño, y no está usando abrigo. Sólo un suéter grueso que se
ajusta bien a su estómago. Incluso mirándome así de enojada, y con mis
ojos semi-borrachos, es caliente como el infierno.
—Uh, ¿qué fue eso? —Trato de darle una media sonrisa relajada,
pero no creo lograrlo.
—No te hagas el tonto, Ry. —Sus brazos caen—. Encontraste mi anillo,
y dejaste que Sean tomara el crédito.
Nada. Ninguna observación inteligente. Ninguna sonrisa arrogante.
Nada. Me siento allí y no digo nada.
—¿Por qué hiciste eso?
—Uh… yo… él… es… solo… eh… —Es mejor no decir nada.
Resopla, dejando caer los brazos y viene a sentarse a mi lado. Está
más cerca de lo normal, incluso para nuestro estado de “sólo amigos”.
Cadera a cadera, muslo a muslo, hombro con hombro. Puede pensar que
no es un toque significativo, pero para mí, lo es.
—¿Dónde estaba?
Intento una sonrisa. —En mi bolsillo. ¿Puedes creer eso?
Su risa flota hasta mi oído y algo chisporrotea a través de mi pecho.
¡Maldita sea, Ryan! ¿Por qué le permites tener ese efecto en ti? 137
—¿Cómo sucedió eso?
Una vez más, intento una sonrisa. —Tengo una teoría.
—¿Y bien…?
—Bien, ¿trataste de meter mi abrigo en algún lugar después de que
me empujaste por la ventana? Ya sabes, cuando los chaperones vinieron
a golpear.
Inclina la cabeza, junta las cejas y saca su lindo labio. Luego golpea
su frente. —Oh, demonios, ¿crees que fue ahí cuando se cayó?
Me encojo de hombros. —Es sólo una idea. A menos que estuvieras
revisando mis bolsillos cuando no miraba.
—¡No!
Ambos nos reímos por su arrebato, y coloca su cabeza en mi
hombro. Mantengo el codo sobre mis rodillas, juntando mis manos
sudorosas. No lo entiende. Cuando me toca, incluso de las formas más
pequeñas, me dan ganas de olvidar toda la mierda de solo amigos e ir por
ella. Su calor junto a mí me hace perder el control de mi cuerpo. ¿Cómo
puede no sentir lo mismo? ¿Cómo puede no sentir el calor que irradia de
mi rostro? ¿La contención que estoy mostrando?
—¿Por qué lo dejaste tomar el crédito? —Está tranquila. Susurrando.
Todas las bromas a un lado.
Y me encojo de hombros, porque soy un cobarde.
—Ryan…
Su cabeza deja mi hombro, y mueve mi cara para que la mire. Me
da una gran sonrisa. La sonrisa de “por favor, dime”, y niego con la
cabeza, riendo entre dientes. Es por eso que somos amigos. Por qué la
amo. Porque incluso cuando me siento como una mierda, me hace sentir
que soy digno de su atención.
—Bueno, dijiste que nunca te habías sentido así por nadie.
—Yo…
—Y dijo que realmente le gustabas. —La interrumpo porque no
quiero oírla decirlo de nuevo—. Dijo que quería demostrártelo porque no le
creíste, o algo así. Y me di cuenta ya que pasaste la noche con él, que
confías en él lo suficiente, uh, con eso, así que… —Dejo el pensamiento a
la deriva, porque decirlo en voz alta me hace darme cuenta de lo
estúpido que es todo. Cómo estoy omitiendo las partes más importantes
del por qué.
—Me encontraba atrapada por la nieve. 138
—¿Ah?
—Es por eso que estuve con él anoche. La tormenta causó que una
enorme cantidad de nieve bloqueara la puerta, y su maldita ventana no
se abría. Traté de llamarte un millón de veces, pero el teléfono estaba
ocupado. —Me golpea en el hombro—. Explícate.
No puedo dejar de reír. Estallo en carcajadas y creo que la asusto un
poco. Es como una comedia estúpida donde nada sale como se supone
que debe ser, y cuando los personajes finalmente lo averiguan, miran atrás
y ven lo tontos que fueron.
—La culpa es tuya. Me hiciste coquetear con esa recepcionista, que
luego sintió la necesidad de llamarme cada dos segundos para avisarme
sobre la tormenta. —La codeo—. Así que desconecté la maldita cosa.
—¡Ja! —Agarra mi codo, y flexiono el brazo—. Es como una comedia
estúpida.
Otra razón de por qué la amo, nos entendemos.
Su cabeza vuelve a mi hombro cuando nos calmamos, y mientras
tanto solo… somos. Somos nosotros otra vez. Lex y Ryan, mejores amigos y
toda esa basura.
Después de unos minutos de silencio, suspira, pasando los dedos por
mi antebrazo para descansarlos en mi mano. Sin embargo no la dejo. No
puedo. Sostener su mano —sostenerla en absoluto— solo me hará querer
más. Así que me muevo, haciendo un verdadero idiota de mí mismo.
Suspira de nuevo. —No lo amo.
Mi cabeza gira y nos golpeamos las narices. ¡Ups! Nuestros ojos
lagrimean mientras cada uno cubre su rostro.
—Lo siento —le digo a través de mis dedos—. ¿Estás bien?
Asiente, soltando otra carcajada sexy. —No hay daño hecho.
—Um… —No hay manera sutil de sacar el tema de nuevo, así que
simplemente lo dejo caer—. No lo amas… quiero decir… ¿qué?
Sonríe, girando el anillo en su dedo meñique. Mi anillo. Entro en
pánico por un segundo, preguntándome qué hizo el idiota con el que su
padre le dio, pero luego lo veo en su otra mano. —No lo amo. Pensé que lo
hacía, pero tenía una idea completamente equivocada de lo que es el
amor.
—¿Sí? —Eso es todo lo que se me ocurre decir.
—Sí. 139
Está silencioso de nuevo. No extraño, sino diferente. Ella tiene esa
expresión. La que dice que tiene algo que quiere decirme, pero no sabe
cómo.
—Oye —me las arreglo para decir sin tocarla—, ¿todo está bien?
Sacude la cabeza, manteniendo sus ojos fijos en ese anillo. —Tengo
que hacerte una pregunta.
—¿De acuerdo…?
Más silencio, pero espero. No muy pacientemente. Mis rodillas
comienzan a rebotar arriba y abajo, y rasco mi nuca un millón de veces
antes de que finalmente hable.
—¿Por qué lo haces todo por mí?
De todas las cosas que pensé que pasaban por su cerebro, no
esperé eso.
—¿Qué?
—En serio, lo haces todo por mí. Con cada chico que me rompió el
corazón, estuviste allí. Cuando quise venir a este viaje, tú encontraste una
manera. Cuando mi mamá es muy difícil de controlar, me permites
quedarme en tu casa sin preguntarme nada al respecto. Porque ya sabes.
Cuando tengo que pasear a Brewster, estás ahí porque ese perro me
arrastrará por la acera hasta que no sea más que papilla andante.
—Bueno…
—Me abrazaste cuando las pesadillas me mantuvieron despierta. Me
abrazaste cuando perdí mi anillo. Pasaste la mitad de tu viaje de último
año buscándolo. Me hiciste reír, me hiciste feliz, me hiciste olvidar lo mala
que es mi vida de vuelta a casa.
—Bueno, yo…
—Pero no es mala. No cuando estoy contigo.
Sus ojos parpadean hacia mí, y salto un poco cuando veo lo que
hay ahí. La conozco, a esta chica. La conozco tan bien que puedo ver
exactamente lo que está pensando. Y esto… lo que veo… ha sido algo
que he querido de ella durante mucho tiempo.
Debo estar más borracho de lo que creía.
—¿Por qué? —pregunta de nuevo—. ¿Por qué haces todo esto?
—Porque eres mi mejor amiga. —No estoy mintiendo, así que sé que
no voy a hacer toda esa mierda que le dirá que si lo hago.
Se arrodilla frente a mí, moviendo mis manos para poder colocarse 140
entre mis piernas. Está más cerca de lo normal, más cerca de lo que
debería estar si se encuentra saliendo con alguien más.
—Ryan… —Siempre me ha gustado la forma en que mi nombre
suena con su voz—. Sé honesto conmigo. No es solo porque soy tu mejor
amiga. Es… más que eso, ¿verdad?
Mi cicatriz comienza a contraerse, mis oídos se disparan en llamas, y
estoy seguro de que mi rostro es de color púrpura. Quiero mentir. Quiero
enterrarlo. Enterrar esta conversación porque estoy a punto de perderla y
todo lo que tengo con ella. Así que no digo nada. Me siento allí como un
idiota. Un idiota no lo suficientemente borracho.
Extiende la mano y acaricia mi ceño fruncido, deteniendo la
contracción. Luego sus manos se mueven al botón superior de mi camisa.
—Está bien. No tienes que decirlo.
—¿Qué? —Mi voz se quiebra, y deja escapar una risita nerviosa.
—Es más que eso para mí, también.
Sí, debo estar borracho. Esto no puede estar pasando. Lex se
encontraba con Sean hace dos segundos. Besándolo, envuelta a su
alrededor, deseándolo. ¿Cómo puede querer esto conmigo? Siempre he
sido solo su amigo.
Sus dedos se resbalan un poco de mi botón, pero consigue abrirlo,
luego se mueve al siguiente. Quiero preguntarle qué hace, pero no quiero
detenerla. Se siente demasiado bien, y mi corazón late con fuerza en mi
garganta, mi cuerpo entero está hormigueando, y mis ojos no van a dejar
los suyos.
Tiene su sonrisa con dos hoyuelos.
Esto está pasando. Es demasiado real para no estar sucediendo.
Todo a mí alrededor se vuelve borroso, pero todas las otras sensaciones se
intensifican. Sus dedos bajan, su aliento a canela empapa mis fosas
nasales… y maldita sea, la forma en que su suéter abraza sus pechos y lo
que le hace a mi cuerpo.
Mis manos también tiemblan cuando agarro sus costados y la halo
más cerca. No se inmuta ni salta. Su frente se apoya contra la mía, y sigue
sonriendo.
Desabrocha el último botón.
Hay una pausa. Eso, o el tiempo realmente se ha detenido. Ahora
entiendo por qué la gente dice eso. Porque todo lo que nos rodea se
congela. Dejo de respirar. De hecho, no creo que haya tomado un solo
aliento desde que empezó a desabrochar mi camisa. Todavía trato de
comprender esto. Mi mejor amiga, la chica que amo, está justo aquí frente 141
a mí, dispuesta a ser tan vulnerable como quiero ser con ella.
Se descongela, pasando una uña púrpura por el vello en mi
estómago. Las chispas que se disparan en mi cuerpo por su toque hacen
que me ponga duro detrás de la cremallera, y mi respiración se vuelve
salvaje mientras inclino la cabeza y gimo. Sus uñas hacen un camino a mis
costados, debajo de mi camisa. Me estremezco, y ella se ríe.
Y me descongelo.
O ataco, esa es la palabra más exacta para lo que hago.
Agarrándola por su trasero, la levanto junto con mi cuerpo antes de
estrellarme con ella en la cama. Sé que antes dije que era suave, y lo es,
pero su trasero es roca dura. Desearía no soltarlo tan rápidamente.
Antes de darme cuenta, está tratando de quitarme el resto de mi
camisa, y estoy tratando de quitarle la suya también. Ambos nos reímos
mientras nuestros brazos se enredan entre sí. Me ocupo de la mía, y ella se
encarga de la suya.
Y nos congelamos de nuevo. La he visto en bikini. La he visto en una
toalla.
Pero esto es diferente.
Más.
Está usando un sujetador de color rojo, y no sé por qué esperaba una
cosa de encaje con volantes, porque esa no es Lex. Es como esta cosa
suave y lujosa. Y a pesar de que pensé que me hallaba congelado, mis
dedos se mueven por sus costados, mi pulgar muy cerca de descubrir
cómo se siente ese sujetador. Sus manos están subiendo y bajando por mis
brazos. Los flexiono, y ella se ríe.
Su risa es lo que me hace volver a atacar. Ya no estoy cerniéndome
sobre ella. Estoy presionado contra su cuerpo. Piel contra piel, senos contra
pecho. Bajo mi boca, besándole el cuello y la mandíbula. Su cuerpo se
sonroja, haciendo el calor hormiguear hasta mis labios mientras me muevo
por su clavícula, su escote, el estómago, la línea de pantalón. No puedo
creer que esté permitiéndomelo. Que estos seamos Lex y yo, finalmente
siendo… más.
—¿Ry? —Suspira mientras beso su ombligo.
—¿Sí?
—Me estás matando.
Me río y me levanto para mirarla a los ojos. —¿Qué?
—¿Me besarás antes de que me vuelva loca, por favor?
Algo me detiene. Quiero besarla. Estoy presionando mi suerte con 142
todo. Preguntándome si es un sueño y voy a despertar pronto. La esquina
de mi labio se levanta, y acaricio su cabello castaño, metiéndolo detrás de
su oreja. Su acondicionador es increíble. O es ella. Probablemente ella.
Mi mano se posa a un lado de su cara, y llevo mi pulgar a su boca.
Sus labios brillantes se separan, y un pequeño gemido se le escapa.
—Quiero, Lex, pero… —Aquí vamos. Y creo que estoy listo para
decirlo finalmente. Lo mucho que significa para mí. Lo que quiero con ella.
Trago y balbuceo lo que he estado guardando—. Una vez que te bese, no
voy a querer parar. Nunca. Quiero esto. —Encuentro su mano y aprieto—.
Tú. —Beso un dedo—. Yo. —Beso otro—. Nosotros. —Y uno más—. Todo.
Sonríe. Dos hoyuelos. Su mano encuentra la parte de atrás de mi
cabeza, y juega con mi pelo.
—Bien.
Mi pecho emite un juego extra de chispas mientras me inclino. Su
agarre en mi cabello se aprieta, y hace que las cosas se muevan en todas
partes. Mis brazos se contraen, mi estómago cae, ya estoy duro, pero me
pongo más duro y mi aliento sale en una gran ráfaga justo antes de que
nuestros labios se encuentren.
Pero no se encuentran. Tan duro como me halaba hacia ella, de
repente me empuja hacia atrás. No sonríe. Sus ojos buscan los míos, y su
nariz se arruga como cuando se da cuenta de que sucede algo, y no le
gusta. Tanto que sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas.
Estoy congelado de nuevo. ¿Qué está pasando?
Se levanta, y por un minuto pienso que va a besarme, pero en lugar
de eso… olfatea. Su voz se rompe un millón de veces cuando abre la boca
para preguntarme por algo en lo que realmente nunca esperé tener que
mentirle.
—¿Has… has estado bebiendo?

143
Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Pau!!

El asqueroso olor me golpea como un puñetazo en la cara. Vodka.


Puedo detectarlo en cualquier parte. Incluso con la menta que usa para
cubrirlo. Por lo menos puedo decir que mamá me enseñó algo.
¿Cómo no lo olí antes? Ni siquiera mamá puede hacerme el truco de
la menta. Pero este es Ryan, y yo... nunca pensé que tendría que
preocuparme por eso. Empujo a un lado la ira que crece en mi interior.
Ryan cae en la cama y rueda lejos de mí. Me arrastro hacia él,
agarrando su cara y tirando de su boca más cerca. Sus labios están
144
hinchados por los incontables besos que me dio por todo mi cuerpo. Y tras
el olor a menta del enjuague bucal, lo huelo.
Debo estar equivocada. Ryan no lo haría. Él sabe que el alcohol
arruinó mi vida. Sabe cuánto lo desprecio. Me lo estoy imaginando. Nada
bueno me pasa, y estoy tratando de convencerme de ello. Porque estar
con Ryan es el bien que he estado buscando.
Olfateo de nuevo y no hay imaginación. El olor es tan real como el
chico debajo de mí. Mi corazón se desploma a mi estómago, mi garganta
se seca y la mano en la cara de Ryan se afloja, cayendo derrotada.
La decepción ha invadido mi vida, pero existía una cosa con la que
podía contar. Una persona que nunca me ha defraudado. Mis ojos se
desplazan desde su boca hasta sus ojos oscuros, y su mirada lo dice todo.
Lo acaba de hacer.
Lágrimas pinchan mis ojos, pero antes de que se derramen, son
relevadas por la ira. Empujo el pecho de Ryan con cada onza de enojo. Su
cuerpo rebota en el colchón y luego se presiona contra mí.
—¿Cómo pudiste? —susurro, demasiado frustrada para gritar.
—Lex, déjame explicarte. No es lo que piensas. —Lleva su mano a mi
mejilla, la alejo.
La rabia me inunda. —¡No!
Sus ojos se abren más, y ahora los veo, inyectados en sangre, el
remordimiento grabado en las líneas de su rostro.
—No es lo que pienso, ¿eh? ¿Estabas bebiendo o no?
—Yo... uh... —Su rostro se vuelve púrpura incluso cuando está
borracho.
No quiero mirarlo ni oler la traición en su aliento. Escalofríos se
arrastran a través de mi piel cuando me alejo del calor de su cuerpo. Cruzo
mis brazos para cubrirme. Hicimos un pacto una noche cuando teníamos
siete. Fue él quien lo dijo. Quien llevó su dedo meñique al mío para jurarlo.
Sería fácil irme, salir por la puerta y nunca mirar atrás, si no estuviera
sin camisa. La cama chilla cuando Ryan llega y me quita la camisa de la
mano.
Tírala. Por favor. Tírala.
No lo hace. Su pecho desnudo y su estúpido sendero feliz se mueven
hacia mí, con la mano extendida. Me quedo mirando la mano. La misma
mano que hace solo unos minutos vagaba por mi cuerpo. Odio el hecho
145
de que ya lo extraño.
Le arrebato la camisa de las manos y tiro de ella por encima de mi
cabeza.
—Lex, por favor.
Se frota la nuca, y quiero arremeter contra él. No tiene derecho a
estar nervioso. No tiene derecho a ser cualquier cosa.
Un soplo de aire se precipita fuera de sus labios todavía hinchados.
—Háblame. —Sus ojos son desesperados, su mirada fija en mí.
En cualquier otro momento apartaría mis inhibiciones y me envolvería
a su alrededor. —Hablar no va a cambiar nada.
—Arreglaré esto. —Da un paso más y por un segundo no me muevo.
Ryan puede arreglar cualquier cosa. Su coche, la puerta de mi
armario que chilla, el lavavajillas de su abuelo, todo.
Casi todo.
Doy un paso hacia atrás. —No puedes.
—Entonces vamos a olvidarnos de esto. Actúa como si nunca hubiera
ocurrido.
—No puedo.
La desesperación en sus ojos se disipa, y se aprieta el puente de su
nariz.
—Lex, por favor.
Niego con la cabeza. —Me mentiste. —Dejo que las palabras floten
entre nosotros antes de continuar—. Esa noche, después de que mi mamá
se fue en una borrachera. Sostuviste tu dedo meñique hacia mí y me
juraste por nuestra amistad que nunca recurrirías al alcohol. Lo prometí
también. —Señalé a mi pecho—. Mantuve mi promesa.
—Teníamos siete. ¿Tienes alguna idea de lo ridícula que estás siendo?
—¿Ridícula? —¿Yo ridícula? ¡Oh, no! No va a girar el problema hacía
mí—. ¿Quieres hablar de ridículo? —doy un paso atrás, con las manos en
las caderas, porque si las quito me temo que podría darle un puñetazo—.
¡Encontraste mi anillo y en vez de dármelo, se lo diste a Sean!
Se pasa las manos por el pelo y luego las deja caer delante de él.
—¡Así él podría dártelo!
—¿Por qué no podías dármelo tú?
—¡Porque amas al idiota! Los ayudaba. ¡De nada! 146
Me ahogo con una risa y resoplo. —¿Ayudándonos? Por favor. ¡Te
ayudabas a ti mismo!
—¿De qué estás hablando?
—Tenías miedo de lo que pasaba entre nosotros y en vez de
enfrentarlo, huiste.
—Yo no huyo. Esa es tu especialidad.
—Eres un idiota.
—Y tú eres una provocadora.
—¿Perdón?
—Ya me oíste. ¿Cómo demonios se supone que iba a saber que
había algo entre nosotros cuando actuabas de la misma forma que
siempre lo hiciste?
—Eso no es cierto.
—Abrazándome, luchando conmigo, solo otro día en el mundo de
Lexie. Anda y dime que no es cierto.
—Era diferente.
—Tal vez para ti, pero para mí fue exactamente lo mismo. Colgada
sobre mí, haciéndome bromas, haciendo que te quisiera más de lo que
siempre quise, y luego me rechazas.
—Nunca te rechacé.
—Cada vez que apartaste la mirada, que alejaste tu mano de mí,
que me dejaste para perseguir a Sean, me rechazaste.
—No es como si lo hiciera intencionalmente. No lo sabía. Nunca dijiste
nada.
—¿Y arruinar tu relación feliz para siempre con el Sr. Perfecto?
—¿Podrías por una vez no ser un imbécil sarcástico?
—¿Así que soy un imbécil ahora?, decide, ¿imbécil o idiota?
—Ambos, y ya que los anotas puedes agregar mentiroso a la lista.
Su cara es de color rojo, y si fuera posible, lava se derramaría de sus
ojos. Se pellizca el puente de la nariz de nuevo como si eso lo ayudara a
decir las palabras que no puede formar.
—Eso es lo que más duele, Ry. Me mentiste. Hicimos una promesa.
Podríamos haber tenido siete, pero seguía siendo una promesa, y ni una
sola vez la rompí. Tú. Tú la rompiste. Olvida el no decirme cómo te sentías. 147
Te pregunté si te encontrabas bebiendo, y al no decirme la verdad,
mentiste.
Me acerco al mini bar y lo abro. Cuatro mini botellas se alinean al
fondo, las alcanzo y las saco. Mientras las sostengo, sacudo la cabeza y las
coloco en la basura donde pertenecen.
—No sólo me mentiste. Hiciste una cosa que no puedo perdonar. No
se puede solucionar este problema porque no soy uno de tus coches. En el
momento en que abriste eso y tomaste esa botella, me perdiste. —Vuelo
hacia la silla en la esquina y recojo mi abrigo. Lágrimas se arremolinan en
mis ojos, y a propósito mantengo mi mirada lejos de la suya.
Si lo miro, voy a llorar. Siempre ha estado ahí para recoger los
pedazos y juntarlos de nuevo, pero fue él quien me rompió esta vez.
No hay nada más que decir o hacer, así que abro la puerta. Salgo a
la nieve y me detengo.
Hay una cosa más que decir.
Giro el anillo en mi dedo meñique.
—Te odio —le digo y le tiro anillo en la cabeza. Se desvía, golpeando
la pared. Un ting suena lo suficientemente alto para escuchar el eco en la
habitación silenciosa, y el anillo se rompe en dos.
Cierro la puerta y salgo a la fría noche oscura.
En cualquier otro momento, Ryan habría corrido tras de mí, pero no
esta vez. Me limpio una lágrima de la mejilla y camino por la tierra nevada
hacia la habitación de Nate y Kaylee.
Con la poca energía que tengo, llamo. La puerta se abre, y ni
siquiera digo una palabra antes de que Kaylee arroje sus brazos alrededor
de mí.
—¡Nate, fuera!
—Pero es nuestra última noche —protesta.
—¡Fuera!
No veo a Nate irse. Estoy consumida en mi dolor. El profundo dolor
que me retuerce el estómago no es porque acabo de pelear con el chico
del que me estoy enamorando. Eso no habría sido tan malo.
El dolor que se enrosca y se envuelve alrededor de mi corazón,
apretando hasta que es tan malo que caigo al suelo, es por algo que
nunca pensé que tendría que enfrentar.
Mis ojos pican con pesar y tristeza. Me ahogo con mis sollozos
mientras la comprensión me hunde. 148
Esta noche perdí a mi mejor amigo.
Traducido por Adriana Tate
Corregido por NnancyC

Tomo una respiración profunda antes de hundir la cabeza bajo el


chorro de agua de la ducha. Por favor, deja que todo haya sido un mal
sueño. O déjame ahogarme bajo el agua caliente que no aliviará ninguno
de los dolores que tengo en mi pecho. Algo está girando, tirando y
retorciendo mi corazón como un trapo de aceite. Y nada de lo que hago
hará que deje de doler.
Cuando me desperté esta mañana, pensé que había sido un sueño.
Mi mejor sueño y mi peor pesadilla en una. Porque nunca fui tan estúpido. 149
Nunca decepcioné a Lex de esa manera. Nunca dije esas cosas. Nunca le
hice eso. La amo.
Pero cuando me di la vuelta para colocar mi mano en su cintura,
para abrazarla y soltar ese suspiro de alivio de que fue un sueño, vi a Nate
medio desnudo en el otro lado de la cama, y luego comenzó el dolor de
cabeza.
Saco la cabeza del agua justo cuando un golpe suena en la puerta.
—Oye, los chaperones acaban de decir que el autobús sale en una
hora. Es mejor que recobres la compostura.
Está enojado conmigo, también. Lex está enojada, Kaylee
probablemente está enojada. Hombre, incluso yo estoy enojado conmigo
mismo. Soy tan estúpido.
Y no puedo arreglarlo.
Pensaría diferente si solo fuera el alcohol. Pero tuve que dejar que mi
borracho trasero siguiera hablando. Soltar todo eso, que, bueno, no era
cierto, pero lo dije de todas maneras. Cómo la llamé.
Una provocadora.
Ella no es una provocadora. ¿Por qué lo dije? No es su culpa que me
haya enamorado. No es su culpa que haya perdido por completo la
capacidad de estar cerca suyo sin querer más. No hizo nada diferente.
Todo fue mi culpa.
Y la culpé porque quería alguna excusa —cualquier excusa— para
culparla por mi idiotez.
Cayendo en la bañera, me hundo como una jodida nenita y me
froto el pecho. El agua golpea mi espalda, sin ayudar a aliviar el dolor en
absoluto. Este dolor que nunca pensé que sentiría. Es peor que cuando me
rompí la cabeza tratando de volar del techo. Peor que cuando me quemé
el brazo cuando arreglaba un motor averiado. Peor que cuando atrapé a
mi mamá engañando a mi papá días antes de que él muriera.
Y es ahí cuando me doy cuenta. He sentido este dolor antes, pero lo
empujé tan lejos que me olvidé de él.
La pérdida.
He perdido a mi mejor amiga.
—Amigo —dice Nate, tocando de nuevo—, ¡vamos!
Abro más el grifo de agua caliente, ignorándolo y soltando todas las
lágrimas que he estado conteniendo desde que Lex salió pisoteando de la 150
cabaña.

***

Nate nunca está en silencio. Generalmente parlotea sobre algo si no


está ocupado con Kaylee. Pero todo el tiempo que empacamos, se
queda tan callado que mis oídos zumban.
Todas las cosas de Lex están todavía aquí. Y después de que toda mi
mierda esté amontonada en mi bolsa de lona, me muevo hacia las de ella,
intentando no oler cada artículo antes de meterlo en su maleta. Llego a la
pasta de dientes y pierdo el control, verificando por encima de mi hombro
para asegurarme de que Nate no esté mirando antes de girar la tapa e
inhalar la cosa como una droga. Ese mismo olor estuvo a centímetros de
que lo degustara anoche. Sus labios, su lengua. Estuve tan cerca.
Entonces recuerdo como olía mi repugnante aliento, y tiro la pasta
de dientes al otro lado de la encimera.
—Eh…
Aquí viene el parloteo.
—No sé si quieres esto, pero pensé en preguntar antes de botarlo.
Me doy la vuelta, mirando las piezas del anillo en la palma de Nate.
Pasando una mano por mi frente, asiento. Luego tomo la joya rota y la
meto en mi bolsillo. No me preguntes por qué la quiero, pero no la puedo
tirar a la basura.
Se aclara la garganta antes de sentarse en el borde de la cama
para ponerse sus botas. —De acuerdo, no sé lo que pasó anoche. Y
normalmente no me entrometería, pero noté las botellas vacías, la
evidente resaca, y ya que fui echado de mi habitación, puedo asumir que
te pilló acabando con el mini bar.
No respondo. No tengo que hacerlo.
Sacude la cabeza, colocándose las botas. —Hombre, no lo
entiendo.
Me deslizo por la pared, enterrando el rostro en mis manos. —¿No
entiendes qué?
—¿Por qué siquiera pensaste en tomar? Quiero decir, menos la parte
donde conoces que la persona con la que compartes una habitación
tiene un odio hacia el alcohol. Te he conocido desde siempre, amigo. Y ni
una vez quisiste una gota de eso en tu sistema. ¿Qué te hizo quebrarte tan
mal para que vaciaras una nevera entera?
151
Dejo caer las manos de mi rostro. Nate me ha conocido desde
siempre y ni siquiera sabe lo que siento por Lex. Mi mente regresa a la
discusión de anoche. Cuando me preguntó cómo se suponía que supiera,
cuando no le dije nada.
Apesta que ella tenga razón.
—Fue ese imbécil besuqueándola en frente de todo el mundo en la
sala de grabación.
—Bueno, sabías que iba a pasar.
—Lo sé, pero… —Dejo que la idea se desvanezca mientras miro a mi
amigo. No tengo que decirlo en voz alta, a pesar de que debería. La luz se
enciende detrás de sus ojos, y se ríe.
—¡Oh, hombre, lo sabía! —Se ríe más mientras agarra su otra bota—.
Sabes, si te hubieras quedado dos segundos más, la habrías visto enfadarse
con él. Luego finalmente te hubiera dejado golpear su cara.
—¿Qué?
—Sí, enloqueció. Gritando y todo eso. Incluso se negó a tomar de
nuevo el anillo de su papá.
—Pero lo vi en su mano.
—Lo agarró justo antes de que nos hiciera salir a mí y a Kaylee.
Si hubiera esperado dos segundos… ugh, sabía que era un idiota,
pero esto lo empeoraba.
—No me atrapó tomando —le digo mirando al suelo—. Me atrapó
borracho.
Sus cejas se levantan. —¿En serio?
Asiento. —Al parecer, mi aliento apestaba a alcohol.
—Vaya, espera un segundo. ¿Cuán cerca estuvo de tu boca?
Mis orejas se ruborizaron y de nuevo, no digo nada porque no tengo
que hacerlo.
—Ah, amigo. Realmente la cagaste. —Se ríe para sí mismo—. Más de
lo que pensaba, y pensé que estaba bastante mal.
—Sí, lo sé. —Mi cabeza se mueve de regreso hacia la pared—. Ni
siquiera creo que lo pueda arreglar.
—Bueno, tienes que hacerlo. —Se encoge de hombros como si no
fuera nada. Estoy a punto de descargarme con él. ¿Qué demonios sabe?
Nunca ha tenido una pelea en toda su relación paradisiaca.
—No sé cómo —digo a través de mis dientes.
152
Se frota el mentón, verificando por encima del hombro como si
alguien nos estuviera observando por la ventana. —Bueno, voy a decirte
algo, siempre y cuando lo mantengas en secreto. Entre nosotros,
¿entendido?
—Está bien…
—Lo digo en serio. Ni una sola palabra.
Hago el gesto de una cruz sobre mi pecho, y relaja sus tensos
hombros. —Casi pierdo a Kaylee debido a algo muy estúpido.
Espera, ¿qué?
—¿Cuándo?
—Hace un par de meses.
Levanto las cejas y ondulo mi mano en el aire, diciéndole que
continúe.
—¿Recuerdas ese jerbo que tenía?
—¿El sr. Peepee o algo así?
—Pippi. Sí. Bueno, no murió exactamente de la manera que dijimos.
Algo atraviesa mi garganta, y termino riendo alocadamente. Las
orejas de Nate se ponen rojas mientras ruedo por el suelo. —¿Mataste a su
jerbo?
—¡Oye, oye! ¡Fue un accidente!
—¿Cómo matas accidentalmente a una mascota?
—Bueno —dice, verificando por encima del hombro otra vez—, ella
dijo que podía usarlo para mi siguiente acto de desaparición. Estábamos
inclinados contra el maletero del auto de su mamá, y me encontraba a
punto de hacerlo “reaparecer”, él se arrastró fuera de mi mano y se metió
dentro del tubo de escape.
—Oh, mierda. —No debería estar sonriendo, pero lo estoy. Es que es
tan de Nate y Kaylee tener una pelea de este tipo.
—No es divertido, amigo. Ella enloqueció. Llorando y golpeándome.
Entramos a la casa para encontrar algo para persuadirlo de que saliera.
Cualquiera cosa. Comida. Un palo. Pero antes de que regresáramos
afuera, su mamá encendió el auto.
—Adiós, sr. Pippi.
—Sé que suena estúpido, pero llevó a la peor pelea que jamás
hemos tenido. 153
—¿A qué te refieres? —Ya no me estoy riendo. La mirada en el rostro
de Nate borra la sonrisa del mío.
—Cosas que realmente no queríamos decir, cada pequeña cosa
que nos molestaba sobre el otro salió en una explosión después de eso.
Dije cosas que hasta el día de hoy desearía no haber dicho.
Ah, suena familiar.
—Entonces, ¿cómo lo solucionaste?
Se encoge de hombros. —No estoy seguro.
Agitando las manos al aire, digo—: Bueno, eres de gran ayuda.
—Sólo estoy diciendo, que ella vino a mí. —Se ríe antes de que sus
orejas nuevamente se pongan rojas—. ¿Recuerdas cuando solía escribir
cosas?
—¿Te refieres en tu diario? —Sonrío con suficiencia.
—Agenda. Bueno, solía escribir cosas sobre Kaylee. Para ella.
Me muerdo la lengua para contener la broma que quiero hacerle.
—De acuerdo…
—Yo, eh, solía deslizar esas páginas en su casillero. Y cuando
peleamos, ahí fue cuando descubrió que yo era quien le dejaba las notas.
—¿No lo sabía antes?
Niega con la cabeza. —Soy bueno con lo furtivo.
Le concedo eso. Casi le dio un ataque al corazón a Pop-pop
cuando desapareció de la nada y aterrizó en el asiento al lado de él en el
teatro. Es un buen mago, pero hago una nota mental de mantenerlo lejos
de los animales vivos.
—De todos modos —dice, ajustándose la camisa que le dejé tomar
prestada—, se acercó, ambos nos disculpamos y le dije que la amaba…
—¿Sí? —No me di cuenta de que me inclinaba hacia delante hasta
que casi me golpeo la cara con el borde de la cama.
—Y lo hicimos. —Sonríe y me guiña un ojo—. Fin de la historia. Espero
que la tuya se solucione igual de bien.
Me hundo en el suelo y le hago una llave de cabeza. —Será mejor
que toda esa cosa sea verdad o te…
—¡Lo fue! ¡Lo fue! —Se ahoga—. ¡Ahora suéltame! Estás jugando con
los bienes. 154
Le doy un coscorrón antes de aflojar mi brazo. Ambos nos reímos
mientras agarro la maleta de Lex y tiro mi lona sobre mi hombro.
—¿Oye, Nate?
—¿Hmm?
—Entonces, ¿crees que las cosas se resolverán?
Se encoge de hombros. —No lo sé, hombre. Todo lo que hice fue
matar una mascota. Tú destrozaste las esperanzas de una chica que creía
que eras el único diferente. Diría que tienes un montón de trabajo por
delante.
—Sí, sí.
Tiene razón, y lo sé. Todavía me hace querer darle otro coscorrón, y si
mis manos no estuvieran llenas, lo haría.
—Ah, y será raro por un tiempo. Y para que sepas, Kaylee y yo no
vamos a tomar lados. Así que intenta arreglar esto rápido, ¿de acuerdo?
Choco mi puño con el suyo y abro la puerta.
—Lo intentaré.
Traducido por Niki
Corregido por Laurita PI

La idea de la muerte siempre me ha asustado, pero ahora mismo solo


quiero acurrucarme en una pelota y morir. No puede ser muy diferente de
lo que siento. Todo mi cuerpo duele, con los ojos hinchados, un pulsante
dolor en mi dedo por torcer el anillo. Pero nada de eso se compara con el
fuerte cuchillo apuñalándome dolorosamente en el corazón.
Una provocadora.
¿Cómo pudo llamarme provocadora? Es la cosa más loca que he
oído en toda mi vida. Y solo lo soltó como si fuera un hecho.
155
Y ¿qué quiso decir que no era diferente? Era totalmente diferente.
¿Qué otra cosa fue lo que dijo? Le hacía quererme más de lo que alguna
vez había querido cualquier cosa.
No lo sabía.
Tal vez si no me mintiera y mantuviera todo para sí, las cosas podrían
ser diferentes. Todavía tendría a mi mejor amigo. Justo cuando pienso que
no puedo derramar una lágrima más, mis ojos se hinchan, y me ahogo en
sollozos.
—Aww, amiga. —Kaylee deja caer la última pila de ropa en la
maleta y luego me envuelve en sus brazos, acurrucándome en sus pechos.
—34B mi culo —murmuro entre inhalaciones.
—Un buen sujetador push up puede hacer maravillas. —Los sostiene
hasta que me golpean la barbilla—. Es un placer oírte hablar. ¿Estás lista
para conseguir tus cosas?
—No las quiero.
—Tenemos que estar en el autobús en diez minutos.
Me arrastro de vuelta en la cama. —Tengo otras cosas.
Kaylee quita la sábana de mi cabeza. —Lexie, no seas ridícula.
Ahí está. Esa palabra otra vez. No me hace sentir tan mal como
cuando Ryan la dijo, pero aun así pica. No soy ridícula. Solo estoy herida.
Después de nuestra pelea, la última cosa que quiero es ver a Ryan.
Las palabras que intercambiamos, no podemos retirarlas.
—Está bien. Te voy a dar un pase gratuito para salir de la cárcel, pero
solo uno. Voy a buscar tus cosas y te encuentro en el autobús.
Doy un salto desde donde me escondo debajo de las sábanas y
arrojo mis brazos alrededor de Kaylee. —¿Lo harías?
—Por supuesto, amiga. Sé que lo harías por mí.
Lo haría. Ryan no es mi único mejor amigo. Todavía tengo a Kaylee.
—No estés así. Es Ryan. Solucionarán las cosas. —Me lanza una barra
de granola—. Cómete eso. Nos vemos en el autobús. —Se queda parada
mirándome. Verdes ojos asechándome como un halcón.
La idea de comer crea un nudo en mi estómago, pero si no como,
Kaylee me ataría y me obligaría a hacerlo. Hago un espectáculo al abrir la
envoltura, después tomo un gran bocado y le sonrío, migas cayendo de mi
boca. 156
—Buena chica —dice y se va.
Una vez que cierra la puerta, cojo el cubo de basura más cercano y
escupo.
Todo lo que tengo es mi abrigo. Me lo pongo luego de tomar la
maleta de Kaylee. Nate se detuvo por aquí temprano para conseguir sus
cosas. No podía siquiera mirarlo. Arruiné su última noche aquí con Kaylee.
Técnicamente Ryan lo hizo, pero yo soy la que acaparó su habitación y le
robó a su chica.
Santo cielo. ¿Qué tiene en esta maleta? ¿Conejos?
Arrastro la valija a través de la habitación y por la puerta. Afuera, me
congelo y no por el aire helado. Es el mismo lugar en el que Ryan y yo
tuvimos nuestra lucha de nieve antes de que Sandy me dijera esas temidas
palabras.
Eso solo demuestra que no estoy destinada a tener una buena vida.
Siempre habrá algo o alguien que me golpee en el culo.
Una fila ya se ha formado en los dos autobuses, y me meto en la más
cercana. Realmente espero que Kaylee se suba en el mismo bus.
Mantengo mi cabeza gacha ya que no me he molestado en mirarme en
un espejo, así que solo Dios sabe lo horrible que me veo.
La fila se mueve lento, pero finalmente llego a las escaleras. Mierda.
Sandy está en este autobús. Qué suerte la mía. Está cerca de la parte
delantera. Me sentaré en la parte de atrás.
Mantengo mis ojos en un asiento en la parte de atrás y continúo. A
medio paso mi pie tropieza con algo, que lo mantiene en su lugar, mientras
que el resto de mi cuerpo se lanza hacia adelante. Con un fuerte impacto,
golpeo el suelo.
¿Qué dem...?
Ese algo era el pie de Sandy. Me levanto de un salto y me vuelvo
hacia ella, que está no solo riéndose a carcajadas, sino que apuntándome
también.
La ira hierve en mis mejillas, disparando fuego por mis oídos. Aprieto
los puños a mis lados y me acerco a donde está sentada. —¿Cuál es tu
problema? —grito.
—Tú —dice y se aparta agitando su cabello hacia mí.
—¡No! —grito y agarro su hombro, empujándola hacia atrás. Se
levanta y ubica su rostro tres tonos más oscuro que su cuello cerca del mío.
—No me toques, perra.
—¡Chicas! —llama la Sra. Howard desde la parte inferior de las
157
escaleras, pero hay una fila y no la dejan pasar.
Mis compañeros de clase han estado esperando este día desde
hace años. Cada vez que Sandy y yo tenemos uno de nuestros momentos,
se acercan aún más. Es como ver una carrera de NASCAR, no hay
garantía de un accidente, pero no quieres perderte la oportunidad por si
acaso.
—Todo esto es porque accidentalmente bajé tus pantalones en sexto
grado. —Estábamos en una carrera de relevos, tenía que pasarle el
bastón, pero tropecé y caí, y cuando lo hice también lo hicieron sus
pantalones. No es mi culpa que llevara ropa interior de las Chicas
Superpoderosas.
El espacio entre sus cejas se arruga y una ráfaga de aire entra por su
nariz. —¿Piensas que se trata de eso?
—Bueno, sí. Nunca te he hecho nada más. —Al menos, no que yo
recuerde. He perdido muchos días repasando todos nuestros encuentros
solo para terminar en blanco.
—No, no lo has hecho —dice y concentra su atención lejos de mí,
hacia la Sra. Howard, quien dejó de luchar y ahora está viendo como los
demás.
Mis cejas se disparan. —Entonces, ¿qué diablos?
—Déjalo. —Su voz se encuentra llena de advertencia.
—No, no lo voy a dejar. Esto ha estado ocurriendo durante mucho
tiempo, y estoy cansada. Tiene que terminar ahora. ¡Y tienes que decirme
por qué! —señalo su nariz con mi uña pintada.
Ella la agarra y la retuerce. —Dije que lo dejes ir —dice con los dientes
apretados.
Arranco mi dedo de su mano. —Quiero saber.
—No, claro que no. Confía en mí.
La miro fijamente, el fuego ardiendo en sus ojos. Ya he tenido
suficiente. Me ha estado torturando desde sexto grado, y estoy enferma y
cansada. No necesito a Ryan para luchar mis batallas o que esté allí para
mí, porque voy a ponerle fin a esto ahora mismo. Es hora de que todo sea
puesto sobre la mesa y se supere.
—¡Pruébame! —le digo.
—¡Muy bien! La puta que tienes por madre se acostó con mi padre.
Ella es la razón por la que mis padres se divorciaron.
También podría haberme pateado en el estómago. Todo el aire se 158
precipita fuera de mi boca, y siento como que estoy cayendo. La cabeza
me da vueltas, lo único en lo que me puedo concentrar es en cada par de
ojos observándome y cada par de orejas escuchando la terrible verdad.
—Tienes razón, no me hiciste nada. Pero eres la hija de tu madre. Es
solo cuestión de tiempo antes de que te conviertas en la basura blanca
que estás destinada a ser. Ya estás empezando. —Se aleja de mí, su
cabello sobre-procesado pegándome en la cara.
Me agarro del asiento junto a mí. Mamá ni siquiera está aquí, y se las
arregla para arruinar todo. Más lágrimas queman mis ojos, pero no voy a
dejar que me vean llorar.
Soy consciente de cada persona mirándome. Consciente de los
susurros. Respiro hondo y vuelvo la cabeza hacia otro lado solo para que
mis ojos se fijen en la persona que debería estar tomando mi mano entre
las suyas.
Sus ojos están tan hinchados como se sienten los míos y un rastro de
barba se esparce por su piel. Un millón de disculpas suben por mi
garganta, pero las detengo en mis labios.
La noche pasada fue una estupidez. Las palabras que nos lanzamos
fueron dichas en el calor del momento. No lo odio. Es todo lo contrario, de
hecho.
Lo amo.
Tal vez pueda dejar ir lo de la bebida, siempre y cuando prometa no
volver a hacerlo de nuevo. Como dijo Kaylee, obtienes un pase gratuito
para salir de la cárcel. ¿Por qué no puedo darle a Ryan el suyo?
Separo mis labios, deseando que las palabras salgan cuando se
pone sus auriculares y cierra los ojos.
Mensaje recibido, fuerte y claro. Tropiezo hacia la parte trasera del
autobús y me lanzo a un rincón contra la ventana.
Mi frente se apoya contra el frío vidrio, mientras las lágrimas se
deslizan por mi mejilla.
El autobús se pone en marcha, y nos alejamos, dejando atrás el lugar
que pensé que sería mi paraíso. La única persona que engañaba era a mí
misma. No hay paraíso para mí.
Tengo una puta por madre. Estoy obligada a convertirme en basura
blanca. Y estoy sola. Total y completamente sola.

159
Ryan Traducido por Mire
Corregido por Dannygonzal

—Saca tu escuálido trasero de la cama ahora mismo, joven. —La


abuela quita bruscamente mis sábanas, y envío oraciones a los cielos por
haber decidido ponerme más que mi ropa interior anoche.
—Guácala.
—No te quejes de mí. —Ella agarra el ambientador y lo esparce por
cada centímetro de mi habitación—. Creo que he hecho un trabajo
160
bastante decente pensando en mis cosas este fin de semana. Que contigo
viniendo directamente a casa, sin desempacar, y sin dejar esta cama
excepto para ir al baño. —Detiene la maratón de rociar aerosol—. Dejaste
la cama para ocuparte de los negocios, ¿verdad?
—Nop. Usé uno de mis zapatos viejos. —Sonrío, pero dejo la mayoría
de mi cara en la almohada.
—Bien, ahora, lo creo. Porque seguro que aquí huele de esa manera.
—Sí, sí. —Agarrando las sábanas con mis dedos de los pies, tiro de las
mantas de nuevo sobre mí.
—Oh, no lo hagas. —Ella es rápida para ser una anciana. En cuestión
de segundos, las mantas están de vuelta en el suelo y fuera de mi
alcance—. Vas a ir a la escuela. Ya he comprobado tu temperatura, y
tampoco soy estúpida. He estado aquí por mucho tiempo, así que sé que
todo esto es por evitar a alguien.
Abro la boca para discutir y me interrumpe con una mirada de “no te
metas con tu abuela”. Así que asiento y me siento, frotando el sueño, o la
falta de sueño, de mis ojos.
—Ahí está el gran chico que sabía se encontraba allí. —Deja el
ambientador y levanta mis sábanas—. Vístete. Come. Di una oración.
Luego, ve a la escuela.
—Sí, señora. —La saludo con entusiasmo para convencerla que estoy
bien. A pesar de que me siento casi podrido por dentro.

***

Lo bueno de ser de último año es que puedo tomar cualquier infierno


de clase que quiera, desde que ya hice todas las necesarias. Y el horario
de hoy es Metalurgia, Mecánica, Sala de Estudio, luego el almuerzo. Tengo
una buena mañana libre de Lexie, y puedo salir del campus para el
almuerzo, sin problema.
Sé que le dije a Nate que lo arreglaría, y lo haré. Es solo que no sé
cómo. Cuando Sandy y ella tuvieron esa enorme explosión en el autobús,
me mató no envolverla en mis brazos. Pero estoy seguro de que un Ryan
con resaca es tan malo como un Ryan con aliento a Vodka. Hubiera
hecho las cosas diez veces peor.
Ahora me encuentro atascado. Sin estar seguro de qué decirle o 161
cómo decirlo. O de si quedaré como un gran idiota o algo como eso. Así
que la estoy evitando hasta que pueda descubrirlo.
Ayuda que ella también me esté evitando.
Quito la tensión de mi cuello antes de sacar la pistola de soldar. Es
estúpido, pero quiero arreglar el extremo feo del anillo y dárselo de nuevo.
No lo va a querer, pero no me importa. Esto es lo que el amor me hace.
Muy, muy estúpido.
No soy un total experto con esta cosa. Soy mejor con las cosas
grandes que requieren un soldador, pero se ve bien. No estoy seguro de si
es del mismo tamaño, pero por lo menos el anillo ya no se romperá por la
mitad.
Dejándolo en la mesa para que se enfríe, accidentalmente le doy un
golpe leve a la pistola con mi codo, haciendo un agujero en mi camisa y
quemando mi piel.
—¡Mierda!
Corro hacia el caño y salpico agua fría sobre mi brazo. Por suerte, a
ninguno de mis compañeros de clase parece importarle o notarlo. Lo mejor
sobre Metalurgia es exactamente eso. El profesor nos deja hacer nuestra
propia cosa, siempre y cuando tengamos cuidado.
Normalmente soy mucho más cuidadoso.
La quemadura no está mal, pero aun así la envuelvo en una gasa
después de sofocarlo con un ungüento para quemaduras. Para cuando
termino, el anillo de Lex también lo está.
Y ya he acabado con la cosa de evitarla. Algo salta en mi estómago,
no sé si son los nervios o la emoción, pero no puedo esperar para verla,
incluso si las cosas son raras. Duré todo el primer periodo, soy así de
resistente.
Ella siempre se detiene en su taquilla entre el primer y segundo
periodo, por lo que me escabullo de clase cinco minutos antes de que la
campana suene, y la espero.
Froto mi nuca dolorida. Supongo que la rana en mi estómago son
nervios, y mis pies se preparan en una posición de “huída”. Pero al igual
que uno de los trucos de magia de Nate, ella sale de la multitud,
deteniéndose delante de mí con los brazos cruzados.
Se ve bien. Nunca se ve mal, pero luce como si hubiera estado
durmiendo poco. Sus uñas están recién pintadas, como siempre, y tiene su
brillo de labios frambuesa. Su cabello es lo que está diferente. Hacia atrás,
lejos de su cara. Siempre lo lleva hacia abajo, pero hoy, puedo verle por
completo sus mejillas, su cuello sexy y su clavícula. La camisa que lleva 162
puesta cuelga de uno hombro y me recuerda cuando tuve mis labios allí.
Los nervios solo se triplican.
Ninguno de los dos dice nada. Sé que me está esperando, desde
que soy el que está en su casillero, pero me ahogo las palabras. El sudor se
acumula en mis palmas, y en primer lugar no puedo entender por qué
estoy aquí.
Bueno, esto es más que raro. Es horrible. Nunca he sido así a su
alrededor. Claro, he mantenido cosas ocultas, pero nunca me he sentido
desesperado.
Empiezo a alejarme, pero ella levanta una mano, sus ojos van a mi
codo.
—¿Qué pasó?
Estas son las dos primeras palabras que me dice desde que dijo que
me odiaba. No es que me merezca palabras mejores, pero supongo que
podría ser peor.
—Me quemé en la clase de Metalurgia.
Su mano va por el vendaje, luego retiene el aire. Hace esta onda
extraña, como si de repente le estuviera dando manotazos a una mosca
antes de ponerla de nuevo alrededor de su cintura. —¿Estás bien?
Me gustan más esas palabras. Me dan un poco de valor y en lugar
de huir, me encuentro sonriendo.
—Voy a vivir.
Está en silencio de nuevo. Bueno, en silencio entre nosotros dos. El
pasillo es tan ruidoso como siempre, pero cuando me encuentro con ella,
tan cursi como suena, todo lo demás se desvanece.
—¿Necesitabas algo? Porque yo, uh, tengo que ir a clase.
De regreso a lo incómodo. Mis hombros se desploman, y saco el
anillo. El estúpido y tonto anillo de veinticinco centavos que pensaba
significaba algo, pero cuando lo miro, solo me recuerda lo idiota que soy.
—Yo, eh... —Amigo, ni siquiera puedo mirarla. Esto es patético. Nate
le envió notas de amor a Kaylee ¿por cuánto? ¿Un año o algo así? Eso fue
grande. Sí, le di mierda sobre eso, pero aun así, de esa forma es como le
muestras a alguien que lo amas. No con un anillo arrojado contra la pared
justo después de que la chica te dice que te odia.
Suelto un suspiro y extiendo la maldita cosa. —Pensé que deberías 163
tener esto, incluso si no lo quieres.
Sus cejas se juntan mientras mira mi mano.
Debido a que es incómodo, suelto—: Sé que estás enojada, y tienes
todo el derecho de estarlo, yo lo entiendo. Y es una cosa fea que lo tiraras
en mi cara, pero aun así... pensé, quizás, si lo tenías, sabrías que todavía
estoy aquí para ti, incluso si no quieres que lo esté.
Ridículo al millonésimo grado. Ella solo sigue mirándolo, sin decir una
palabra, sin mover un músculo.
Es valiente. Yo mismo me doy crédito porque no hace un movimiento
mientras la paso, y meto el anillo en su bolsillo lateral. Cosas chispean por
mis dedos por la pequeña cantidad de contacto que tengo con ella, pero
lo sacudo. Me dirijo directamente hacia el estacionamiento. Tal vez
conducir alrededor puede contar como la clase de Mecánica de hoy.
Traducido por CamShaaw
Corregido por SammyD

¿Por qué no tomé su mano? Se encontraba justo allí, en mi bolsillo, y


luego la apartó, y lo dejé. Al igual que me dejó salir por la puerta la última
noche de nuestro viaje de último año.
Ryan y yo no nos sentíamos incómodos, nunca lo hicimos, y ahora
cada vez que encuentro sus ojos a través de los pasillos llenos de gente, o
veo su nombre aparecer en mi IM, incomodidad es todo lo que encuentro.
Odio esto. 164
Debería estar caminando a su lado. En cambio, estoy de pie viendo
cómo se aleja cada vez más de mí. Esto ha ido demasiado lejos. No puedo
aguantar otro segundo de eso.
—Ry… —Me trago las palabras cuando me doy de bruces contra
una camisa a cuadros.
—¿Dónde es el fuego?
—Sr. Miller, lo siento mucho.
—Está bien, Alexis. Simplemente cálmese. Dondequiera que vaya
todavía estará allí cuando llegue.
¿Lo haría? Hace unos días hubiera apostado mi colección de
esmaltes de uñas. Ya no estoy tan segura. Nunca, en un millón de años,
pensé que vaciaría un mini bar hasta dejarlo seco o incluso encontrar mi
anillo, la única cosa que quiero más que a él, y confiar en alguien más
para dármelo. Puede ser un extraño.
Saco el pensamiento de mi cabeza y sonrío hacia el señor Miller. —Se
me olvidó darle las gracias.
—¿Gracias por qué?
—El viaje.
Entrecierra los ojos, haciendo que la piel que los rodea se arrugue. —
Lo siento, no lo entiendo.
—El viaje de esquí.
El Sr. Miller se rasca el lado de su cara, y los pliegues se forman en su
frente. —No sé a qué te refieres.
—Está bien. Lo sé.
—No, Alexis, no lo hice. Fue…
No necesita ocultarlo y fingir que no lo hizo. Demasiado honorable
este hombre. —Ryan me dijo que usted movió algunos hilos. Solo quería
darle las gracias. Me gustaría tener el dinero para… —Mis palabras fallan,
la vergüenza sobrepasa hasta la última gota en mí. No tengo cómo
terminar la frase. La mayoría de la gente ha oído las historias sobre mi
madre, saben que vivo en el sótano de un apartamento y tengo dos
trabajos.
Descansa una mano en mi hombro y me da una palmadita. —¿Sabe
qué? Ni lo mencione.
Asiento, aun ahogándome con las palabras que no pude dejar salir y
ofrezco un movimiento de cabeza.
El último período tarda una eternidad en terminar, y cuando entro en
165
el estacionamiento, se confirma mi peor temor. Ryan no me esperó. La
parte de atrás de mis ojos pica mientras camino a mi auto.
Sean se encuentra al otro lado del aparcamiento con Sandy, su
brazo alrededor de ella. Ryan y yo todavía no hemos hablado, y Sean ha
pasado de tener su lengua en mi garganta a posar su mano persistente
peligrosamente cerca de la teta de Sandy. Me alegra ver que se recuperó
con tanta rapidez.
Me meto al auto y me voy. En la señal de alto espero más de lo
habitual. Tenía que ir a pasear a Brewster hoy, pero ¿a quién estoy
engañando? Sin Ryan no puedo hacerlo, así que sólo no me presentaré.
Ausencia inexplicable es la garantía de que me despidan, pero no tengo
el corazón para alejarme de Brewster de buena gana.
Girar a la derecha y volver a casa. O girar a la izquierda e ir a lo de
Ryan.
La pequeña pieza que experimenté de lo que sería estar con él no
fue suficiente. Era como la degustación de un bocado de pastel cuando
tenía una bandeja entera situada frente a mí, y tengo prohibido obtener
más.
Después de todo. La bebida. Los gritos. Esas horribles palabras que
salieron de él. Aun lo quiero.
¡Bip!
Sobresaltada, tiro del volante para ir derecho a casa. Por
sorprendente que parezca, mamá no ha estado demasiado terrible
últimamente. Por supuesto, cuando quiero odiarla más que nunca por lo
que le hizo a la familia de Sandy, va del Dr. Jekyll al Sr. Hyde en mí.
En realidad, me preguntó cómo fue mi día ayer. Fue extraño. Vamos
a ver cuánto tiempo dura. El record es de cinco días.
Un auto verde que no reconozco se encuentra en el camino de
entrada, probablemente alguien visitando a nuestro dueño. Aparte de
Ryan, no recibimos visitantes.
Voy a entrar, pero la puerta no se mueve. Se encuentra cerrada.
Una certera señal de que mamá todavía duerme. Doy vuelta a la llave y
entró. Se encuentra despierta, sentada en el sofá y no viste su atuendo
habitual. Su corta falda sustituida por un par de pantalones vaqueros que
la adelgazan, y su camiseta demasiada ceñida intercambiada por una
camiseta de cuello redondo.
Se ve… Bien. 166
—¿Mamá? —pregunto. Necesito escuchar su voz para confirmar que
es realmente ella.
—Alexis, no te esperaba en casa. —Salta del sofá y se pone delante
de mí.
—No tengo que ir a pasear a Brewster hoy. —Voy a caminar a su
alrededor, y me cierra el camino—. ¿Cuál es tu problema? Déjame pasar.
—Necesito…
Mi atención se dirige al cuarto de baño. Señalo la puerta. —¿Hay
alguien allí?
—Quería decírtelo.
—¿Decirme qué?
Un hombre bajo camina fuera del baño, su peluquín apenas cubre la
calva en la parte superior de la cabeza.
—Uh, querida, este es Roger, mí… mí…
—¿Tu…? —Sacudo y lanzo mis manos esperando que termine de
hablar.
—Está bien, Ruthie, puedes decirlo. El primer paso es admitirlo.
Lo mira, y él empuja la cabeza en su dirección.
—Mi patrocinador.
¿Su qué? —¿Corres una maratón?
—No estoy… —Juguetea con sus manos. Sus uñas recién pintadas
con mi And This Little Piggy esmalte de uñas, y cuando Roger apoya su
mano en su hombro, pone las manos en sus costados—. Estoy en AA.
Me río. No quería. Al diablo con eso. Por supuesto que quería. Mi
madre. Sí, y mejor me escondo porque los cerdos vuelan sobre nosotros.
—Alexis. —Mi nombre en la voz de Roger detiene la risa—. Este es un
gran paso para tu madre, y necesita todo el apoyo que pueda conseguir.
Un resoplido se desliza, y Roger me da una mirada despectiva.
Mamá retrocede inquieta, y he tenido todo lo que puedo tomar de esta
tontería.
Me aparto y me detengo en mi caminata cuando Roger se pone
delante de mí. —Alexis, por favor. Tu madre no puede hacer esto sin ti.
Otro gruñido se me escapa.
—Tienes que ser un poco más comprensiva.
La ira hierve en mi piel, extendiéndose hasta que llena cada parte
167
de mí. Me marchaba. Me iba para dejarlo aprender la misma lección que
he aprendido una y otra vez.
Nunca va a cambiar.
—¿Un poco más comprensiva? Creo que he sido más que eso. No
tienes idea de por lo que he pasado. Ni idea. Y discúlpame si no estoy
siendo más comprensiva, pero me ha defraudado más veces de las que
puedo contar. Nunca ha apoyado ni una sola cosa que he hecho. Sin
embargo, la he apoyado desde que tenía siete años, limpiando el vomito
de su boca, y recogiéndola cuando se desmaya.
—Es diferente esta vez —dice mamá.
Como si no lo hubiera oído antes.
—Lo creeré cuando lo vea. —Piso fuerte más allá de las dos personas
delirantes que ocupan espacio en mi sala de estar y voy a mi dormitorio.
Golpeo la puerta al cerrarla y me tiro en mi cama.
¡Increíble! Mirándome como si fuera una persona terrible. ¿Quién
demonios es él? No se encontraba alrededor cuando ella bebía, la cruel
Ruthie sí. No lo entiende. Nadie lo hace. Excepto…
Ryan.
Tomo el teléfono y voy a marcar cuando veo una llamada perdida
de la Sra. Nelson. Probablemente se pregunta por qué nunca me presenté.
No puedo decepcionar a la Sra. Nelson o a Brewster. Golpeo llamar y
espero.
Las lágrimas se deslizan de mis ojos. Todo esto es demasiado. ¿A
quién engaña? No a mí. No otra vez. Me niego a dejar que me haga
pensar que todo va a estar bien porque va a estar sobria. Porque no lo
hará. Me muerdo el labio y me mezo de ida y vuelta. Necesito a Ryan.
Voy a colgar cuando escucho. —¿Hola?
Empujo el nudo en mi garganta. —Hola, Sra. Nelson. Es Lexie. Siento
no haber aparecido hoy.
—Oh, cariño, no te preocupes. Nunca quiero que Brewster se
interponga en el camino de tus deberes.
¿Huh? —¿Discúlpeme?
—Ryan me dijo sobre las cinco páginas del ensayo que tienes para
mañana. No tienes nada de qué preocuparte.
Mi habilidad para hablar se da a la fuga. Me equivoqué. Ryan no es
nada como el resto de ellos. Es exactamente lo que pensaba que era. El
chico que haría cualquier cosa por mí. 168
Meto la mano en mi bolsillo y saco el anillo, su anillo, y lo deslizo de
nuevo en mi dedo. —Pero tenía una llamada perdida de usted.
—Sólo llamaba para ver si podías darle un baño a Brewster, pero
hablé con Ryan, y se hizo cargo de ello. Ese chico es demasiado dulce. Un
verdadero guardián, si me preguntas.
Una sonrisa tira de mis labios. —Sí, lo es.
La Sra. Nelson cuelga, y el teléfono se desliza de mi mano. Me quedo
mirando mi anillo. Mi anillo de veinte y cinco centavos que significa más
para mí que cualquier anillo de estado de ánimo, cualquier idea del
paraíso, y que cualquier viaje de esquí.
El viaje de esquí.
Mi mente se desvía de vuelta al pasillo con el Sr. Miller.
—No, Alexis, no lo hice. Fue…
Ryan. ¡Ese bastardo!
Traducido por Miry GPE
Corregido por Mire

El trasero de mis vaqueros está completamente empapado. Ese


perro se asegura que cuando toma un baño, también nosotros lo
hagamos. No ayuda el que haga mucho frío afuera, y le prometí a Abue
que echaría un vistazo al radiador del Lincoln. Estoy bastante seguro que
mi trasero es una paleta helada.
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, pero mis manos están más que
grasosas, y no me encuentro de humor para hablar con nadie. Así que me
dejo caer en la camilla, y me deslizo bajo el auto, usando la música a todo
volumen en mi iPod para no prestarle atención a todo lo demás. 169
Lástima que no se puede dejar fuera toda la mierda en mi cabeza.
Quiero decir, ella solo se quedó ahí. No dijo nada. Y todavía estoy colgado
por ella. Arreglando su anillo, cubriendo su trasero en su trabajo, pensando
en ella cuando debería estar concentrado en este maldito pedazo de
mierda de auto. Hice un desastre. Ella no pudo perdonarme por lo que
hice. Sin embargo, todavía trato de arreglarlo. E incluso con la pequeña
posibilidad de que me perdone, ¿dónde estamos? ¿Amigos de nuevo? ¿O
absorbido de nuevo en la interminable tortura de querer más, y nunca
obtenerlo?
Sorbiendo por la nariz, empujo esa maldita picazón detrás de mis
ojos de la que no puedo parecer deshacerme. Perder a Lex
permanentemente no es algo que quiero hacer. Voy a tomar “solo
amigos” cualquier día, siempre y cuando ella todavía permanezca aquí.
Me encuentro tan perdido en pensamientos de ella que casi me
golpeo la cabeza cuando salto. ¡La mano de alguien está en mi pie! Me
arrastro de debajo del auto, rodando hasta detenerme delante de la
chica más sexy del mundo. Quien se ve como si estuviera a punto de
explotar mientras arranca mis auriculares.
—¿Qué demonios? —me grita, tomando las palabras directamente
de mi boca—. ¡Tú idiota mentiroso!
Guau, ¿qué hice esta vez?
Me incorporo, rodando un poco pero consigo mi equilibrio. Ella está
de pie sobre mí, con los brazos cruzados y una mirada que dice que es
mejor empezar a hablar.
Y no tengo ni idea por dónde empezar.
—Eh...
—Oh, eso es muy bueno, Ry. Hacerte el estúpido.
Calor se dispara hasta mi cuello, y estoy listo para escupir fuego en
respuesta. Pero la última vez que pasó, bueno...
Doy un paso hacia atrás y limpio mis manos en un trapo que tengo
en el capó. La acción me calma lo suficiente para hablar.
—De verdad, Lex, no sé de lo que hablas. —Dejando el trapo, me
apoyo en el auto, esperando que la distancia nos mantenga a ambos en
calma—. ¿Es porque me hice cargo de Brewster? —Porque eso es todo lo
que se me ocurre.
Da dos pasos hacia mí, con sus ojos aun ardiendo en mi cráneo.
Luego me empuja hacia atrás con tanta fuerza, que tengo que agarrarme
para no caer. Demasiado de mantener la distancia. 170
—¡Detente! ¡Solo detente! —Otro empujón, y las lágrimas comienzan
a formarse—. No es solo hoy. Es todos los días. Salvaste mi trabajo.
Arreglaste este anillo. —Me empuja de nuevo—. Y pagaste por el viaje,
¿cierto? Me mentiste, dijiste que convenciste al señor Miller para que me
dejara ir, pero no me dijiste que pagaste por mí.
Espero a que recupere el aliento, tratando de mantener mi propia
voz firme mientras trato de salir de ésta. —Traté de hablar con él, pero la
única manera de que subieras a ese autobús era pagar el dinero. Así que,
eso fue lo que hice. No te lo dije porque sabía que enloquecerías, y usarías
tu propio dinero para ir. —Inclino mi cabeza, porque sé que ella sabe que
tengo razón—. No dejaría que eso sucediera.
—¿Por qué? —escupe entre dientes.
—Porque necesitas ese dinero para salir de esa pocilga de casa. Lo
necesitas para ir a la universidad. —Trago—. Y para llegar a alguna parte
donde puedas finalmente ser feliz. —Mi voz cae una octava—. No dejaría
que un tipo que no te merece te quitara eso.
—Así que gastaste todo ese dinero solo para que yo no tuviera que
hacerlo.
—Sí.
—¿Pero por qué? —Sus manos descansan sobre mi pecho, y me
empuja, pero no con fuerza. Su cabeza cae y habla hacia el suelo—. ¿Por
qué siempre haces cosas como estas por mí? Sé honesto. Dime las
verdaderas razones por las que siempre estás ahí. ¿Por qué sigues aquí,
incluso después de...?
Me quedo ahí, como un idiota con mi lengua trabada. Cuanto más
tiempo se extiende el silencio, su rostro se pone más rojo y todo su cuerpo
tiembla.
Y no digo nada.
Levanta la vista, frunciendo el ceño y me empuja tan fuerte, que
tengo que dar un paso lejos del auto, así no le hago una abolladura. Sus
ojos se llenan de lágrimas y sus manos se elevan para darme otro golpe.
Tomo sus muñecas, sosteniéndola, sin dejar su mirada. Está molesta, tiene
todo el derecho a estarlo. Después del desastre que hice, me merezco
algo mucho peor que esto. Pero se encuentra molesta porque está herida.
Porque me guardo cosas que no comparto con ella. Porque ni una vez...
ni una vez le dije lo que realmente siento.
Sin pensarlo más, la beso. Golpeo mis labios contra los suyos y la
encierro en mis brazos. Pelea al principio, pero no lo suficiente como para
que me preocupe de que estoy haciendo algo que no quiere que haga. 171
Pronto las manos que me empujaban, me acercan más. Llegan hasta mi
cabello y me jalan hacia ella. Me encuentro tan cerca, que acabamos
tropezando hasta que la tengo en contra de la puerta del garaje. Es como
si ambos no pudiéramos tener suficiente. Tirando el uno del otro tanto que
puedo asegurar que ambos tendremos moretones, pero no me importa
una mierda. Parece que a ella tampoco.
La beso con todo lo que me contuve, con todo lo que siento. Hay
tanto detrás de eso, no sé cómo me lo guardé. O por qué lo hice.
Son unos pocos minutos antes de apartarme, dejando que mi aliento
flote sobre su rostro. Ella mantiene sus ojos cerrados, y su mano firme en mi
nuca, su cuerpo todavía contra el mío. A pesar de que en realidad no
necesita ser dicho, lo digo de igual manera. Porque Lex debe saber, por si
no captó la indirecta del ataque de mis labios hace un momento.
—Lo hice porque te amo.
Sus ojos se abren de repente. Sonrío y juego con el anillo en su dedo
meñique. El que le di.
»Hago todo porque te amo. Y no es el tipo de amor de mejor amigo,
si no... Más que eso, Lex. —Dejo que mi nariz toque la de ella de nuevo, voy
cerca de sus labios, porque solo tengo que estar allí—. No puedo decirte lo
mucho que lamento el hacerte daño. Por decepcionarte. Por no ser
alguien que te mereces. No seré tan egoísta nunca más.
No esperaba una risa, pero eso es lo que obtengo. Toda la rabia que
ella tenía antes, parece haber desaparecido con ese beso.
—¿Egoísta? —Aún se mantiene cerca de mi rostro—. Eres la persona
menos egoísta que conozco.
—Fue egoísta. Sabía que te enojarías por la bebida, pero lo hice de
todos modos. Porque estaba…
—Herido. —Sus manos caen de mi nuca a mi pecho, tomando una
respiración entrecortada antes que ella diga—: Y yo lo siento. No quiero
hacerte daño de nuevo.
Sonriendo, froto mi nariz contra la de ella. —Yo me hice daño, Lex. Tú
no lo sabías, porque nunca te lo dije. —Tomo su rostro entre mis manos—.
Eso es mi culpa, no la tuya.
Estoy a punto de besarla de nuevo, pero ella baja la mirada, y lo
único que consigo es besar la parte superior de su cabeza. —¿Cuánto
tiempo te has sentido así?
Esa es una pregunta difícil de contestar. Se siente como siempre. No
recuerdo no amarla. Así que todo lo que sale es—: Hace mucho tiempo. 172
Suspira, y lo tomo como mi señal para dar un paso atrás, ya que se
encuentra presionada contra la puerta del garaje y no puede moverse. Sin
embargo, su mano toma la mía, asegurándose de que no voy demasiado
lejos. Ahí noté que ella no está usando una chaqueta. Saliendo al frío de
nuevo. Ruedo mis ojos mientras se estremece.
Bajo la cremallera de mi chaqueta y voy a quitármela, pero sostiene
mis brazos, envolviéndose a sí misma en la sudadera conmigo. Riendo,
subo la cremallera alrededor de nosotros, y dejo que descanse su cabeza
en mi pecho.
—¿Por qué no dijiste nada? —pregunta, relajándose en el calor de
nuestros cuerpos.
—No quería arruinarlo.
Es una excusa lamentable, pero es la verdad. Lex asiente contra mí,
apretándome por la cintura. —Lo siento, me tomó mucho tiempo.
—¿Qué?
—El comprender que todo lo que buscaba, todo lo que necesitaba,
ya lo tenía. —Se acurruca más en mi pecho—. También te he amado
durante mucho tiempo. Solo no lo sabía. Y no es el tipo de amor de mejor
amigo, si no... Más que eso.
Todo en mi cuerpo echa chispas mientras sus manos recorren mi
columna. La chica que amo acaba de decir que corresponde mi amor. Y
no estoy borracho esta vez. No estoy soñando. Somos Lex y yo,
compartiendo la misma chaqueta, aferrándonos el uno al otro como si
nunca quisiéramos dejarnos ir. La sonrisa en mi rostro probablemente
parece bastante arrogante mientras inclino su barbilla para poder mirarla.
Y sus dos hoyuelos.
—¿De verdad? —Porque esa es la línea de genio que sale de mi
boca—. ¿También me amas?
Rueda sus ojos e intenta golpearme, pero la chaqueta tiene sus
manos apretadas contra mi espalda. —Dah. ¿Cómo podría no amarte? —
Su nariz se frota contra la mía—. Tienes ojos sexis, cuerpo de paraíso, y... —
Desliza su mano hacia abajo, metiéndola en mi bolsillo trasero mojado y lo
aprieta—. Mis predicciones se han confirmado sobre tu increíble trasero.
Me río y la abrazo más fuerte. —Siempre vas por lo físico, ¿cierto?
—Bueno, no diré cosas cursis, porque te burlarás de mí.
—Si prometo no hacerlo, ¿dirás cosas cursis sobre mí? —Porque a
pesar de todo lo que hace, tengo que saber si la estoy haciendo feliz. Ella
trata con tanta basura en su casa, en la escuela... Es decir, en la estación
de esquí no tenía que lidiar con eso, pero aquí aun lo hace.
173
—¿En serio? —eleva su ceja—. ¿Crees que puedes controlar esa
boca inteligente tuya?
Aprieto los labios y asiento. Ella ríe.
—Cosas cursis, ¿cierto? —Frota su nariz contra la mía de nuevo—.
Bueno, posiblemente no puedo nombrar todo lo que haces por mí, porque
estaríamos aquí durante un millón de años.
Suelto una carcajada, y me da una mirada que dice: controla tu
actitud o no digo nada más. Convierto mi carcajada en tos muy rápido.
—Así que... como iba diciendo, por ejemplo, ¿te acuerdas de hace
unas semanas, cuando estábamos en Skippy?
Por supuesto.
—Sí.
—Y te metiste en el asiento trasero conmigo... —Ella asiente hacia el
Lincoln—. ...Y dijiste…
—Te dije que dejaras de llorar. Bastante sensible, ¿no?
Intenta golpearme, pero todavía no puede hacerlo bien con las
manos atrapadas.
—No, me dijiste que Sandy tenía mocos colgando de su nariz.
Una risa retumba en mi pecho, y su cabeza rebota mientras me río.
—Oh sí. Me olvidé de eso.
—Yo no.
—¿Y esa es la cosa cursi? ¿Charla de mocos?
En lugar de golpear mi hombro, Lex le da a mi nalga un gran pellizco.
Duele, pero lo prefiero que un bíceps magullado.
—¿Me dejas terminar?
—Lo siento. —Me río.
Deja escapar un suspiro caliente tan cerca de mi boca, que me
siento tentado a no dejarla terminar.
—Pensé que era eso. Marica. No amor para mí. Me encontraba
destinada a estar sola al igual que mi mamá siempre dice. Incluso triste no
describe cómo me sentía. Y tú, me hiciste reír. Me hiciste sonreír. Me diste
esperanza. Me hiciste olvidar. Nadie, ni mi familia, ni Nate, ni siquiera
Kaylee, pudo hacer eso por mí.
Pasa su mano debajo de la chaqueta, subiendo por mi pecho y
descansando en mi rostro.
174
»Todas las cosas que dijiste antes... de por qué pagaste por mi viaje,
porque me merezco estar en un lugar que me hace feliz... bueno, eso es
justo aquí, Ryan. —Me aprieta y ligeramente besa mis labios.
—Maldición —digo cuando se aleja.
Me mira. —¿Qué?
—¿Cómo demonios se supone que voy a superar eso?
Su sonrisa se vuelve tan amplia, que aparecen sus dos hoyuelos.
—¿Puedo quedarme aquí esta noche?
La preocupación se envuelve en cada centímetro de mí. Lex solo
pide quedarse si tiene problemas familiares. Tal vez su ira anterior no se
hallaba dirigida del todo a mí.
—¿Es tu mamá?
—Sí y no. —Sonríe—. No está borracha. ¡Asombroso! —Su risa se
escucha amortiguada por mi camiseta—. Ella realmente está “tratando”
de dejarlo. Yendo a Alcohólicos Anónimos y esas cosas.
Mi cabeza se sacude hacia atrás, pero me detiene de preguntar
sobre eso.
—Pero realmente, solo quiero tener nuestra última noche. La que no
tuvimos la oportunidad de conseguir en el viaje.
Tengo que alejar mi mitad inferior de ella, así que no siente
exactamente lo que su petición me hace. —Uh, ya sabes, mis abuelos
viven aquí, también.
Se ríe. —No estoy diciendo que vamos a hacer nada. Solo quiero
dormir a tu lado. —Me da un beso en la mejilla—. ¿Por favor?
—No se me permite entrar a la habitación de invitados.
Su sonrisa se ensancha, mostrando sus dos hoyuelos de nuevo. —Voy
a colarme en tu habitación.
Quiero. Pero conociendo a mi abuelo y abuela, seremos atrapados.
Asiento, pero cubro mis apuestas, abro la cremallera para sacarla de mi
chaqueta, tomo su mano y tiro de ella hacia el asiento trasero del Lincoln.
—Solo en caso de que no logremos que mis abuelos no nos atrapen
esta noche... —Me acuesto sobre el asiento, haciéndole un gesto para que
se coloque a mi lado. Cae en el hueco de mi brazo, dejando escapar un
suspiro. Un buen tipo de suspiro. El que dice: Me gusta estar aquí.
—Oye, ¿Ry?
—¿Sí?
175
—Acabas de vencerme.
Su mano se desliza debajo de mi camiseta y juega con el vello de
ahí. Todas las veces que se burló de mí por estar excitado cuando la
pubertad se presentó, quería dejar salir algunos comentarios sensatos sobre
cómo ella actúa feliz por estar ahí, también. Sin embargo, se me ocurre
una mejor idea.
Elevo su barbilla, le doy otro beso, sumergiéndome en el hecho de
que puedo. Puedo perder el control y estar con ella de la manera en que
siempre he querido.
Mi chica.
Mi Lexie.
Mi mejor amiga.
Estoy feliz, también.
Traducido por perpi27
Corregido por Alexa Colton

—¡Feliz casi semana de aniversario, chicos! —dice Kaylee,


envolviéndonos tanto a mí como a Lex en un enorme abrazo que ahoga
mi vía respiratoria.
—Kaylee —dice Lex con voz roca. Me reiría pero maldita sea, esta
chica es fuerte—. No tienes que abrazarnos tan fuerte cada vez que nos
veas juntos.
—Han pasado seis días desde que lo hicieron oficial. Merece una
celebración. —Da un paso atrás y agarra la mano de Nate. Le echo una
176
mirada porque necesita hablar con su novia sobre su entusiasmo, pero por
la forma en que la besa en la mejilla y envuelve sus brazos alrededor de su
cintura. Sé que no va a decir ni una palabra.
Lex tira de mi manga, apuntando hacia la pantalla por encima del
teatro que dice que nuestra película empieza en cinco minutos. —Oh, Ry,
vamos a llegar tarde.
Sumerge su mano en mi bolsillo trasero y pellizca, y trato de ocultar
mi reacción, pero no puedo evitar la sonrisa tonta que se forma en mi
boca.
Nate le da la vuelta a Kaylee para que pueda subirse a su espalda.
—Diviértete con la película para chicas, amigo. —Sonríe y sale
corriendo antes de que pueda darle una paliza. Kaylee está de acuerdo
con cualquier película que él escoja porque sabe que si se aburre, se
besarán en su lugar. No he visto una película con Lex desde que estamos
juntos, así que espero poder intentar el mismo movimiento una vez que las
luces se apaguen.
El cuerpo de Lex se presiona contra mi lado mientras se pone de
puntillas para llegar a mi oído. —Pensé que nunca se irían.
Me giro y presiono un beso en el hoyuelo de su mejilla. —Vamos, te
llevaré a esta estúpida película.
—No quiero ver la película.
Levanto mi ceja, me da un rápido beso en la boca y se aleja antes
de que realmente pueda devolvérselo.
—Mamá está en una reunión de AA, y mi habitación está tan pero
tan vacía.
Sonrío. —Eso es un problema. Debemos arreglarlo.
Arruga su nariz de esa manera adorable como el infierno, luego se
sube a mi espalda. Por tanta mierda como le di a Nate por todas sus DPA4,
creo que lo entiendo. Cuando estoy con Lex, me olvido de que hay otras
personas alrededor.
—¿Sabes qué? —pregunta desde mi espalda.
—¿Qué?
—Solía quejarme de Kaylee todo el tiempo por cómo es cuando está
con Nate, tenían que bajarle el tono o conseguir una habitación. Pero creo
que ahora lo entiendo. —Se inclina y besa mi mejilla, y me río porque
maldita sea, esta chica es perfecta para mí. 177
Llegamos al Lincoln, y la dejo en el suelo, inmovilizándola entre la
puerta del coche y mi cuerpo. Retirando el cabello de su cara, sacudo la
cabeza, porque no puedo creer que sea mía.
—Te amo.
—Yo también te amo.
Toco el anillo en su meñique, luego lo saco suavemente. Levanta
una ceja mientras trato de ponérselo en el anular, pero no pasa del primer
nudillo.
—Maldita sea, trataba de ser romántico.
—No me estas pidiendo matrimonio, ¿verdad?
Se ríe, y le hago cosquillas en la barriga mientras salta hacia atrás.
—No, tonta. Solo me aseguro de que sepas que algún día tendrás un
anillo en ese dedo.
—Ooh, espero que él sea caliente.
—Definitivamente lo es.

4Demostraciones públicas de afecto.


—Y bueno con las manos.
—Es un chico multitareas patea culos.
—Y un graduado de la universidad.
—Estableciendo una línea de tiempo, ¿eh? —regreso el anillo a su
dedo meñique—. Lo marcaré en mi calendario.
—Asegúrate de decirle que gaste más de veinticinco centavos.
Estoy a punto de asegurarle que sí y cuando llegue ese día,
definitivamente voy a conseguirle algo mejor que ese anillo feo, pero ella
retuerce el plástico en su dedo con una sonrisa y me lanza una mirada.
—Pensándolo bien, simplemente que cambie el tamaño de este.
Estoy como apegada a él.
Presiono mi frente contra la suya. —Entonces, ¿qué debería
conseguirte en su lugar? —A pesar de que toda esta conversación es
hipotética, en este el momento y en el futuro, sé que haré cualquier cosa
que pida.
Sus ojos tienen ese sexy brillo maligno, y mueve su cuerpo contra el
mío, haciendo que las cosas estallen por todas partes bajo mi piel.
—Lo que quiero no cabrá en mi dedo —susurra, moviendo sus manos 178
entre mi chaqueta y mi camisa.
—No me importa. —Puede tener lo que malditamente desee si sigue
haciendo lo que hace.
Sus labios se presionan contra los míos, y esta vez se quedan el
tiempo suficiente para que pueda mover mis dedos por su cabello y
mantener nuestras bocas juntas. Nos besamos en el estacionamiento hasta
que los dos nos quedamos sin aliento, y alguien nos grita que consigamos
una habitación. Nos reímos contra la boca del otro, porque sé que no
pensábamos que fuéramos ese tipo de pareja, pero lo somos y ni siquiera
nos importa.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres? —pregunto una vez que nos
calmamos lo suficiente como para hablar. Tira del cuello de mi chaqueta
para mantenerme cerca. No creo que vuelva a alejarme nunca más.
Me da besitos en los labios, todavía sin decir nada.
Pellizco su costado. —Vamos, me estás matando.
El brillo maligno vuelve a sus ojos, y prometo aquí y ahora que
encontraré maneras de hacer que me mire así por el resto de mi vida.
—Una cama tamaño King.
179
Traducido por Liillyana
Corregido por Victoria

Soy hostigado.
Soy hostigado y no me importa. Porque si ser hostigado significa
pasar todos los días con Lexie después de la escuela, entonces llevaré su
bolso de color rosa brillante que está lleno hasta el borde con el esmalte
de uñas, en mi polla si ella lo pide. Por suerte, solo tengo que llevarlo desde
el pasillo de la escuela a su coche, en mi brazo, no en mi pene.
—¿Estás seguro de que deseas estudiar en mi casa? —hace un
puchero cuando entramos. Siempre me deja conducir, no sé por qué.
180
Probablemente porque sabe que me gusta—. Fuimos allí ayer.
—Lo sé. —Sonrío, haciéndole cosquillas en las yemas de sus dedos
mientras los envuelve alrededor de los míos—. Pero Pop-pop todavía está
enfermo.
Incluso mientras lo digo, mis oídos se encienden en llamas y el calor
sube a través de mi cara.
—Eres un gran y gordo mentiroso. —Lex aprieta mi mano y apoya la
cabeza en mi hombro—. Voy a lograr que me digas un día de estos.
—¿Qué te diga qué? —pregunto, tratando de actuar inocente, lo
que nunca funciona para mí.
—Lo que me has estado escondiendo. ¿Y por qué eres tan raro?
Me río, soltando su mano para poder envolver mi brazo alrededor de
sus hombros.
—No puedo guardar un secreto de ti si mi vida dependiera de ello.
—Bueno, sí puedes —dice, pasando una mano sobre mi rodilla—.
Pero es mucho mejor para los dos cuando no lo haces. Ya sabes,
podríamos haber evitado toda la cosa de Sean, y la... mmm... cosa de la
bebida, si te hubieras puesto las bolas y me hubieras dicho como te sentías
en primer lugar.
Ella tiene esa sonrisa de dos hoyuelos, a pesar de que no puedo
verlos. Le hago cosquillas en el costado y ella me pega en el muslo,
haciéndome sacudir el volante.
—Paciencia, tonta. Te lo diré finalmente. Es solo que no quiero hablar
de eso ahora, ¿está bien?
Su labio sobresale y me niego a caer en la cara de perrito que utiliza
contra mí todo el maldito tiempo.
Nos detenemos a su casa —o debería decir su apartamento en el
sótano— y deja escapar un gran suspiro. Sé que no desea estar aquí, pero
si supiera lo que sucedía en mi casa, escogería a la alcohólica en
recuperación sobre la mierda con la que estoy lidiando todos los días.
Tomo su bolso y su mochila, y me lleva directamente a su habitación.
Su madre todavía no está en casa, pero su reunión de AA termina en una
hora más o menos, así que si tiene un buen día, estará aquí pronto.
Dejándose caer en la cama, saca su libro de física mientras yo saco
el de historia. Ya está tomando notas, su lápiz volando a través del papel.
Yo todavía estoy sentado esperando abrir una grieta en la situación. 181
Una hora es todo lo que tengo, si tengo suerte. Y no quiero pasarla
estudiando.
Mi mano alcanza la de ella y la detengo a media frase en sus notas.
Le doy esa sonrisa que sé que sabe que es una de las que dice: bésame
ahora, o lo haré yo.
—Ry... —se queja—. Tenemos finales la próxima semana.
—Ajá —digo, besando la parte interior de su muñeca.
—Por lo tanto, sabes, que tengo que estudiar.
—Mmmhmm. —Hago mi camino por su brazo, haciendo una pausa
en el hueco de su codo.
—¡Entonces deja de distraerme! —Se suelta de mi agarre y protege
su cara con su pelo. Como si eso me fuera a detener.
—No estoy haciendo nada. —Me río mientras muevo su pelo largo y
castaño de nuevo hacia atrás, besándola detrás de su oreja.
Gruñe cuando mis labios tocan su piel, y sonrío, sabiendo que estoy
molestándola y volviéndola loca a la vez.
Lanzando el lápiz en su libro, gira su cara a la mía, grandes ojos
castaño-dorados me dan una mirada de: estás en problemas, pero no
realmente.
Entonces, mientras envuelvo mi brazo alrededor de su cintura,
halándola hacia las almohadas, ella deja escapar un suspiro de derrota.
—A veces te odio.
Sonrío. —Te amo, también.
Mis labios se presionan en los suyos para el primero de los que sé que
serán un millón de besos. Una vez que empezamos, por lo general no nos
detenemos por un tiempo. Oigo los libros caer al suelo mientras su pierna se
engancha alrededor de mi cadera. La boca de Lex y su cuerpo son tan
adictivos. ¿Cómo puede no esperar que la desee en cada momento que
estoy con ella?
Aunque, me siento un poco culpable, porque en este momento, no
me encuentro en el mejor de los lugares mentalmente. Ella es la única que
me hace sentir mejor. Siempre lo ha sido. Y besarla hace que toda la
mierda se vaya. No quiero que parezca que la estoy utilizando para
escapar, a pesar de que puede ser un poco cierto.
La beso así, porque la amo. Esa es toda la verdad. 182
Se aparta de mis labios para recuperar el aliento, y viajo por su
cuello. Su pecho está sonrojado y se mueve arriba y abajo con cada
respiración que deja escapar, y no puedo controlar lo que hacen mis
manos cuando me excita de esta manera.
Cuando desabrocho el botón de sus vaqueros, ella enreda sus dedos
alrededor de mi muñeca.
—Lo siento —jadeo en su cara. Porque lo siento. Maldita sea, tengo
que calmarme.
Ella me da esa hermosa sonrisa con dos hoyuelos. —No es eso. —Su
risa sacude su cuerpo mientras afloja el agarre en mi muñeca—. Me
pareció oír que alguien tocaba.
Me siento en seguida, listo para esconderme debajo de la cama.
—¿Lo oíste?
Se ríe de nuevo, halándome a su lado. —No. Creo que fue mi
corazón o algo así.
—Oh. —Porque esa es la palabra que sale. Debería decir: “O el mío”,
o algo igual de bueno que eso, pero ella me calla con más besos.
Me doy crédito por ir directo a sus pantalones. Porque sé que ese
momento fue arruinado, pero no puedo evitarlo. Quiero tocar y sentir más
de ella, ser parte de ella, y estoy tan encendido que realmente no creo
saber lo que estoy haciendo.
La cremallera baja y su mano solo se encuentra descansando en mi
antebrazo, sin detenerme. Y sus labios hacen milagros en los míos.
Cuando mi mano pasa debajo de sus bragas, su aliento se detiene y
sus dedos agarran mi brazo, pero no me alejan, me halan más cerca.
He estado con Lex durante cuatro meses. Nuestra relación tropezó
de mejores amigos a amantes tan rápido que no estoy seguro de si
sabíamos cómo manejar la transición. Parecía que todavía había reglas
que seguir, pasos que dar a pesar de que nos conocemos de adentro
hacia afuera. Pero por un tiempo, fue como: ¿Está bien si te toco aquí? O
¡Diablos! ¡Estoy besando a mi mejor amiga!, y nunca profundizamos en
todas las cosas físicas, además de besar —de acuerdo, besos pesados— y
sostenernos de la mano, y sí, he agarrado esas tetas impresionantes de ella
probablemente más veces de las que he asistido al taller este año.
Pero esto... es nuevo para nosotros.
—Ryan —respira contra mis labios. Ni siquiera puedo besarla porque
mi propia respiración es demasiado fuerte y rápida para cerrar la boca por
un segundo. Dice mi nombre otra vez, y me meto contra el hueco de su
cuello, colocando besos cuando puedo, pero concentrándome más en 183
ella. En cómo respira, cómo se mueve contra mi mano, lo caliente que su
cuerpo se siente contra el mío. Cuán bien se siente contra el mío.
Encajamos juntos. Siempre lo he sabido —y lo he esperado— y
tenerla de esta manera parece un paso importante. Uno que no sabía si
estábamos listos para dar, pero lo di de todos modos.
Ese pinchazo de culpa aparece en mi cabeza otra vez, sobre usarla,
pero lo alejo cuando ella jadea mi nombre otra vez.
¿Sabe lo hermosa que es en este momento? ¿Cuán malditamente
sexy?
Esta vez, hay un golpe en la puerta.
—¿Lex? ¿Estás en casa?
Ella me empuja, mi mano se desliza fuera de sus pantalones, y
aterrizo con un ruido sordo. Con habilidad practicada, ruedo a mi lugar
bajo su cama; el que tiene líneas de ropa, zapatos y cajas con la forma de
mi cuerpo.
—¡Uh, sí, mamá! —grita Lex, y oigo subir la cremallera y veo su mano
buscar su libro de física—. ¡Entra!
Su puerta cruje cuando entra la Sra. Boggs. El olor a alcohol —del
que se usa para limpieza— llega a mi escondite debajo de la cama.
—Solo quería que supieras que voy a tomar un turno de noche.
—¿Segura de que estás bien con eso? —La voz de Lex suena pesada
todavía, pero si su mamá lo nota, no dice nada.
—Sí. Mi patrocinante pensó que sería buena idea para mantenerme
ocupada.
—¿Roger?
—Um, sí. Roger.
Todo queda en silencio por un rato, y me pongo más inquieto con
cada respiración que tomo. Lex y su mamá tienen relaciones que la otra
no aprueba. Su mamá no ha dicho exactamente que siente algo por su
patrocinador, pero por la forma en que dice el nombre de Roger, voy a
concordar con Lex en este caso.
—Está bien, bueno, no te quedes hasta tarde.
La puerta se cierra justo cuando Lex dice—: Nunca lo hago.
Saco mi cabeza debajo de la cama, justo cuando Lex asoma la suya
desde arriba. Ambos nos sonreímos. 184
—Será mejor que corras. Puedo llevarte a casa.
—Nah, caminar es saludable. —Y ella no puede ver quién está en mi
casa.
Pone mala cara. —Está bien. —Luego coloca una mano a cada
lado de mi cabeza y se inclina para besarme.
Me gustaría poder quedarme aquí para siempre, tan tonto como
suena, es verdad. No quiero ir a casa. Seríamos Lex y yo y nadie más. Sin
exámenes finales, sin la recuperación de una madre alcohólica, sin mierda.
Me gustaría que estuviéramos de nuevo en ese albergue de esquí, y
haberle dicho lo que sentía el primer día. No el sexto.
Ella se aleja, y empaco mis cosas. Antes de salir por la ventana, la
acerco para darle otro beso.
—Oye —susurra hacia mi espalda una vez que me agacho en el
suelo fuera de su habitación—. Gracias por la distracción. Me gustó. —
Pone su gran sonrisa, y sus mejillas se sonrojan.
Sonrío. —A mí también.
Lanzo mi mochila sobre mi hombro, cruzo su patio y llego a la calle
sin que nadie me vea.
Cada paso se siente como un cuchillo gigante clavándose más
profundamente en mis entrañas a medida que me acerco a casa.
A él.
Mi hermano.

185
Gracias lector, por llegar a esta página, por comprar este libro, y por
disfrutar de una historia que fue muy divertida de escribir.
Gracias, Tessa, por no salir corriendo cuando me pidieron que
escribiera este libro contigo, por el paseo en coche de veinte horas
cuando llegamos a leer este libro en voz alta la una a la otra, por no reírte
de mi voz de “Ryan” y por encima de todo, ser mi “¡Mejor Amiga!” y tomar
este viaje editorial conmigo.
Gracias, Suzi, por editar esta mierda. Tu brillo es increíble. Nunca me
decepcionas.
Gracias, Jolene, ¡por nuestra impresionante portada! La observo
todo el tiempo y mi corazón estalla por cuánto amor siento por ella.
Gracias, cuarto de máquinas, por darme mi primer anillo de
compromiso a los diez años.
Gracias, Kelley Vitolo, Kelley Lynn, Jenny Morris, Rachel Schieffelbein,
Abby Fowers, Lizzy Charles, Jessica Salyer, Jennie Bennett, Esperanza 186
Roberson, Angie Cothran, Mandy Miller y Jade Hart por borrar todos
nuestros ecos, por ayudarme a darle cuerpo a esa parte estúpida en
medio de esta cosa que no podía hacer como quería, y por ser súper
sexys.
Gracias a mis Nerds impresionantes, por aumentar mi ego, por la
promoción que hicieron por mis libros, y dejarme publicar muchas, muchas
fotos de chicos guapos en nuestra página.
Gracias, camas de tamaño King, por tener todo ese espacio debajo.
Gracias, Senderos Felices, ¡por existir!
Gracias, mamá, por ser mi roca constante en este mundo de la
edición.
Gracias, Jenny, Becki y Shellie, por leer y amar todas las palabras que
he puesto abajo y enseñárselas a sus conocidos y amigos.
Gracias, niños, por el gusto de las comidas sencillas, tales como
perros calientes-fríos y puré de papas instantáneo.
Y por último, gracias a mi esposo, por estar siempre en primer lugar,
mi mejor amigo.
187
Ídem.
Pero también me gustaría decir, gracias Cassie Mae por invitarme a
escribir este libro contigo. Nunca olvidaré ese día y el shock absoluto que
sentí cuando Cassie Mae quería escribir un libro conmigo. Este libro significa
mucho para mí y no sólo porque me he enamorado de los personajes, y de
una manera extraña se sienten como en familia, sino también, porque en
algún momento a lo largo de este viaje, se convirtió en mi mejor amiga en
este loco mundo de la escritura. No sé qué haría sin ti. Santa vaca que cursi
fue. Mal aire.
Mamá, gracias por la lectura de uno de los primeros borradores. Por
apoyarme incondicionalmente, y por hacerme avanzar incluso cuando
quiero renunciar.
Papá, gracias por decirme que anote todo lo divertido que tú y yo
decimos.
Cassie ya dio las gracias a toda nuestra corporación productiva, 188
pero ustedes se merecen todo el agradecimiento del mundo.
Eric, gracias por simplemente ser tú.
Y gracias, esmalte de uñas OPI, por tener los mejores nombres y un
gran sitio web.
Becca Ann (seudónimo de Cassie Mae) es una nerd en el núcleo de
Utah, a quien le gusta escribir sobre otros nerds que encuentran el amor. Es
la autora de los libros más vendidos de Amazon: REASONS I FELL FOR THE
FUNNY FAT FRIEND y HOW TO DATE A NERD, es la autora de debut para la
línea de Random House FLIRT con sus nuevas novelas para adultos FRIDAY
NIGHT ALIBI y SWITCHED. Pasa tiempo con su hijo Ángel y su perfecto
marido que es su fan y le da de comer uvas mientras ella repiquetea sobre
el teclado. Luego se despierta de ese mundo de sueños y consigue unas
pocas palabras en el ordenador mientras las casa explota a su
alrededor. Cuando no está escribiendo, pasa tiempo con los jóvenes en su
comunidad como entrenadora de voleibol y baloncesto, o buscando en la
casa desesperadamente por chocolate.
Encuéntrala en Facebook en:

https://www.facebook.com/beccaannauthor.
189
Tessa Marie (seudónimo de Theresa Paolo) vive en la misma ciudad
que se crio, en Long Island, Nueva York con su novio y Milton, su gran pez
de colores. Tiene dificultades para aceptar el hecho de que está por
cumplir treinta, por lo que escribe libros New Adult y Young Adult,
reviviendo los mejores y los peores años de su vida a través de sus
personajes. Puso su amor por la escritura en espera mientras recibía su
licenciatura en Marketing de Dowling College. El 11 de noviembre de 2011
a las 11:11 pidió un deseo. Dos horas más tarde fue despedida. Sin trabajo
por primera vez desde que tenía dieciséis años se sentía decidida a hacer
su sueño realidad. Escribir se convirtió en su vida de nuevo y después de
muchas noches de ignorar a su novio por pasar tiempo con sus personajes,
finalmente recibió la llamada de todo su trabajo duro, cruzó los dedos y los
ojos dando sus frutos. Firmó con Berkley (Penguin) y su primera novela,
(NEVER) AGAIN, un romance NA, lanzado en el otoño de 2013.
Cuando no está escribiendo, está detrás de una cámara o se puede
encontrar en la blogosfera o en Twitter, Pinterest y Facebook.

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