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Madrid-Malo afirma que "los derechos fundamentales constituyen la expresión más noble
y cimera de la excelencia del hombre; cada uno de ellos aparece como un imperativo de
justicia emanado de la primacía ontológica y moral del ser humano"210 y por tanto, son
condición básica para el efectivo reconocimiento de la dignidad humana.
188
Nuestra Carta establece como preámbulo:
209
C. Const. Sent. T-149/02. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
210
MADRID-MALO, Mario. Derechos Fundamentales. Documentos ESAP, Centro de publicaciones, 1ª ed., 1992, p. 11.
“EL PUEBLO DE COLOMBIA, en ejercicio de su poder soberano, representado por sus delegatarios a la
Asamblea Nacional Constituyente, invocando la protección de Dios, y con el fin de fortalecer la
unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la
igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y
participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar
la integración de la comunidad latinoamericana, decreta, sanciona y promulga la siguiente
Constitución Política de Colombia”.
De acuerdo con la Corte, “Lejos de ser ajeno a la Constitución, el Preámbulo hace parte
integrante de ella. Las normas pertenecientes a las demás jerarquías del sistema jurídico
están sujetas a toda la Constitución y, si no pueden contravenir los mandatos contenidos
en su articulado, menos aún les está permitida la trasgresión de las bases sobre las
cuales se soportan y a cuyas finalidades apuntan. Considera la Corte que la preceptiva
constitucional ha sido enderezada por el propio Constituyente a la realización de esos
fines, al logro de unos cometidos superiores ambicionados por la sociedad, que
cabalmente son los que plasma el preámbulo y que justifican la creación y vigencia de las
instituciones. Quitar eficacia jurídica al preámbulo, llamado a guiar e iluminar el
entendimiento de los mandatos constitucionales para que coincida con la teleología que
les da sentido y coherencia, equivale a convertir esos valores en letra muerta, en vano
propósito del constituyente, toda vez que al desaparecer los cimientos del orden
constitucional se hace estéril la decisión política soberana a cuyo amparo se ha
establecido la Constitución”211.
189
De acuerdo con la Corte Constitucional, “los principios constitucionales son la base
axiológico-jurídica sobre la cual se construye todo el sistema normativo. En consecuencia,
ninguna norma o institución del sistema puede estar en contradicción con los postulados
expuestos en los principios. De aquí se deriva el hecho de que toda la discrecionalidad
otorgada a los órganos y creadores del derecho debe estar fundada a partir del hilo
conductor de tales principios (...). Los derechos fundamentales son, como todas las
normas constitucionales, emanación de los valores y principios constitucionales, pero su
vinculación con estos es más directa, más inmediata, se aprecia con mayor evidencia.
Todo derecho fundamental debe ser emanación directa de un principio”214.
211
C. Const., Sent. C-479, ago. 13/92. M.P. José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero.
212
C. Const., Sent. C-67, feb. 4/2003. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
213
MADRID-MALO, Mario. Diccionario de la Constitución Política de Colombia. 2ª ed. Legis, 1998, p. 263.
En otra de sus sentencias, la Corte pone de presente como “La Constitución encarna un
sistema axiológico que corresponde al sistema de valores imperante en el momento
constituyente. Tal sistema axiológico está definido por aquellos intereses y valores que
definen, en su momento histórico, las características propias de un grupo social. Así
mismo, comprende la posibilidad de desarrollo de tales valores en una perspectiva
histórica. Con todo, ciertos valores y elementos del sistema axiológico tienen una calidad
definitoria del tipo de sociedad al cual se dirige el sistema jurídico. En otras palabras, el
sistema jurídico y la sociedad no tendrían sentido sin tales valores. Podrían ser otros
valores o los mismos comprendidos de manera totalmente distinta, pero se trataría de una
sociedad distinta y, por lo mismo, de un sistema jurídico distinto”215.
Tales principios pueden tener carácter material o formal y para el caso de nuestra Carta
Política son de destacarse especialmente los siguientes:
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servicios públicos, invasión del espacio público, deterioro del medio ambiente, desorden
generalizado; valores personales, familiares y cívicos refundidos. Es difícil entre tantas
sombrías expresiones, hallar una en la que no resulte comprometido algún derecho
individual o colectivo”216. Precisamente los antecedentes que generaron la nueva Carta
Política en 1991 estaban orientados, entre otros objetivos, a la implementación de
herramientas efectivas para el respeto de los derechos humanos en Colombia.
214
C. Const. Sent. T-406/92. M.P. Ciro Angarita Barón.
215
C. Const. Sent. T-227/03. M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
2- El principio de la buena fe
El principio de la buena fe se erige en el marco general de referencia de las instituciones
colombianas dado el especial énfasis que en esta materia introdujo la Carta del 91, a tal
punto que las relaciones jurídicas que surjan a su amparo no podrán partir de supuestos
que lo desconozcan.
El artículo 83 de la Carta dispone que "Las actuaciones de los particulares y de las autoridades
públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las
gestiones que aquellos adelanten ante éstas".
191
bases de nuestro derecho: „„El principio de la buena fe se erige en arco toral de las
instituciones colombianas dado el especial énfasis que en esta materia introdujo la Carta
del 91, a tal punto que las relaciones jurídicas que surjan a su amparo no podrán partir de
supuestos que lo desconozcan.
En el diario acontecer de la actividad privada, las personas que negocian entre sí suponen
ciertas premisas, entre las cuales está precisamente el postulado que se enuncia, pues
pensar desde el comienzo en la mala fe del otro sería dar vida a una relación viciada. (...).
Si este principio es fundamental en las relaciones entre particulares, con mayor razón
tiene validez cuando ellos actúan ante las autoridades públicas, bien en demanda de sus
derechos, ya en el cumplimiento de sus deberes y obligaciones, toda vez que el Estado y
quienes lo representan deben sujetar su actividad al objetivo de realizar el bien
común,sobre la base de las previsiones trazadas por el legislador, en vez de crear
dificultades a los gobernados y entrabar innecesariamente el desenvolvimiento de las
múltiples relaciones que con ellos deben forzosamente establecerse. Así, por ejemplo, la
sola voluntad de un servidor público no es suficiente a la luz de la Carta Política en vigor
para exigir autenticación de firmas, presentación de documentos, imposición de sellos,
trabas inoficiosas, términos no previstos en ley o reglamento, para apenas indicar algunos
de los requerimientos favoritos del burócrata, ya que varios preceptos constitucionales
remiten a la ley como única fuente de tales exigencias (...)”218.
De este análisis “se desprende sin mayores esfuerzos del intelecto que el principio es la
confianza, expresada en la presunción de buena fe, mientras que las excepciones al
mismo, es decir, aquellas ocasiones en las cuales pueda partir el Estado del supuesto
contrario para invertir la carga de la prueba, haciendo que los particulares aporten
documentos o requisitos tendientes a demostrar algo, deben estar expresa, indudable y
taxativamente señaladas en la ley. De tal modo que el servidor público que formule
exigencias adicionales a las que han sido legalmente establecidas, vulnera abiertamente
la Constitución e incurre en abuso y extralimitación en el ejercicio de sus atribuciones.
Desde luego, lo dicho implica que el mencionado principio también tiene sus límites y
condicionamientos, derivados de otro postulado fundamental como es el de la prevalencia
del interés común. En modo alguno puede pensarse que el principio de la buena fe se
levante como barrera infranqueable que impida a las autoridades el cumplimiento de su
función, pues, mientras la ley las faculte para hacerlo, pueden y deben exigir los requisitos
en ella indicados para determinados fines, sin que tal actitud se oponga a la preceptiva
constitucional. En nuestro Estado de Derecho, las leyes gozan de aptitud constitucional
para imponer a la administración o a los jueces la obligación de verificar lo manifestado
por los particulares y para establecer procedimientos con arreglo a los cuales pueda
desvirtuarse en casos concretos la presunción de la buena fe, de tal manera que si así
ocurre con sujeción a sus preceptos se haga responder al particular implicado tanto desde
el punto de vista del proceso o actuación de que se trata, como en el campo penal, si
fuere del caso”219.
192
que, así como la administración pública no puede ejercer sus potestades defraudando la
confianza debida a quienes con ella se relacionan, tampoco el administrado puede actuar
en contra de aquellas exigencias éticas”220.
218
Cfr. C. Const. Sent T-460/92. M.P. José Gregorio Hernández Galindo.
219
Ibidem.
3- El principio de igualdad
La Corte Constitucional ha establecido importantes parámetros para la interpretación del
concepto de igualdad y de sus alcances de acuerdo con la evolución en las concepciones
del Derecho. En efecto, de acuerdo con su jurisprudencia, “La igualdad designa un
concepto relacional y no una cualidad. Es una relación que se da al menos entre dos
personas, objetos o situaciones. Es siempre resultado de un juicio que recae sobre una
pluralidad de elementos considerados como los términos de comparación. Cuáles sean
éstos o las características que los distinguen, no es cosa dada por la realidad empírica
sino determinada por el sujeto, según el punto de vista desde el cual lleva a cabo el juicio
de igualdad. La determinación del punto de referencia, comúnmente llamado tertium
comparationis, para establecer cuando una diferencia es relevante, es una determinación
libre más no arbitraria, y sólo a partir de ella tiene sentido cualquier juicio de igualdad”222.
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Según esta concepción tradicional del derecho, y de acuerdo con la Corte Constitucional,
“la ley es el único punto de referencia jurídicamente relevante para establecer
diferenciaciones, característica ésta que le impone a la misma su generalidad y duración
indefinidas. Para los aplicadores del Derecho, administradores o jueces, no hay más
tertium comparationis distinto del que la propia ley, en su grado de abstracción, ofrece.
Para el legislador, el principio de igualdad, así entendido, impide establecer entre los
ciudadanos diferencias que no resulten del libre juego de las fuerzas sociales. Entendida
la sociedad civil como un hecho natural, ajeno al Estado, no hay obstáculo alguno para
considerar naturales y, en consecuencia jurídicamente irrelevantes, las diferencias que la
sociedad establece”.
194
En el plano de la organización y el funcionamiento de las instituciones públicas la igualdad
de oportunidades se traduce en el derecho a participar en el poder político y a ser
respetado y tenido en cuenta con similar consideración que a las demás personas. Uno
de los medios a través del cuál se ejercen tales derechos políticos de igualdad es el
sufragio; otro, el derecho a ocupar cargos en la administración. El postulado de
democracia participativa (C.P., Preámbulo, arts. 1 y 2) inspira los derechos políticos de
participación y fundamenta la aplicación del principio de igualdad de oportunidades en la
provisión de empleos en las entidades del Estado”225.
“Proporcionalidad de la norma
(...) Los medios escogidos por el legislador no sólo deben guardar proporcionalidad con
los fines buscados por la norma, sino compartir su carácter de legitimidad. El principio de
proporcionalidad busca que la medida no solo tenga un fundamento legal, sino que sea
aplicada de tal manera que los intereses jurídicos de otras personas o grupos no se vean
afectados, o que ello suceda en grado mínimo. De esta forma, la comunidad queda
resguardada de los excesos o abusos de poder que podrían provenir del empleo
indiscriminado de la facultad legislativa o de la discrecionalidad atribuida a la
administración”.
195
Alemania, en el cual se reconoce el derecho de todos “al libre desenvolvimiento de su
personalidad”, y por el artículo 10 de la Constitución española que sienta cómo
fundamentos del orden político y de la paz social, la dignidad de la persona y el libre
desarrollo de la personalidad.
196
de terceros ni compromete valores objetivos del ordenamiento que otorguen
competencias de intervención a las autoridades, motivo por el cual el ámbito decisorio se
encuentra incluido dentro del núcleo esencial del derecho fundamental al libre desarrollo
de la personalidad; y, (2a) cuando la decisión versa sobre un asunto que compromete
derechos de terceros o se relaciona con valores objetivos del ordenamiento que autorizan
la intervención de las autoridades, caso en el cual el asunto objeto de la decisión se
localiza en la zona de penumbra del derecho fundamental al libre desarrollo de la
personalidad, en la que, como es sabido, son admisibles aquellas restricciones que sean
razonables y proporcionadas"229.
Por tanto, como ya lo ha sostenido la Corte Constitucional, “Para que una limitación al
derecho individual al libre desarrollo de la personalidad sea legítima, y, por lo mismo no
arbitraria, se requiere que goce de un fundamento jurídico constitucional. No basta que el
derecho de otras personas o la facultad de la autoridad se basen en normas jurídicas
válidas, sino que en la necesaria valoración ponderativa se respete la jerarquía
constitucional del derecho fundamental mencionado. En consecuencia simples
invocaciones del interés general, de los deberes sociales (C.P., art. 15), o de los derechos
ajenos de rango legal, no son suficientes para limitar el alcance de este derecho”231.
229
C. Const., Sent. SU-642. nov. 5/98. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
230
La Corte, siguiendo a Haberle, considera como “contenido esencial” el ámbito necesario e irreductible de conducta que el derecho
protege, con independencia de las modalidades que asuma el derecho o de las formas en que se manifieste. Es el núcleo básico del
derecho fundamental no susceptible de interpretación o de opinión sometida a la dinámica de coyunturas o ideas políticas”. Cfr. C.
Const., Sent. T-542, sep. 25/92.
197
indispensables para que todas las personas, puedan hacer pleno uso de su
libertad y gozar de sus derechos fundamentales.233
“La solidaridad no sólo es un deber constitucional genérico (C.P. art. 95.2), también
es un principio fundamental (C.P. art. 1º). Como principio, la solidaridad imprime
ciertos parámetros de conducta social a los particulares, que pretenden racionalizar
ciertos intercambios sociales. En el Estado Social de Derecho, el principio de
solidaridad cumple la función de corregir sistemáticamente algunos de los efectos
nocivos que tienen las estructuras sociales y económicas sobre la convivencia
política a largo plazo. Por supuesto, la solidaridad, como principio exigible a los
particulares, no es un instrumento necesario para garantizar la convivencia política,
independientemente del modelo de Estado. Se trata más bien de una construcción
histórica, de una herramienta que acogió el Constituyente de 1991, como
instrumento normativo consistente con su opción política por el Estado Social de
Derecho.
233
Cfr. C. Const. Sent. T-149/02. M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
198
Pero el principio de solidaridad también se interpreta como “un deber, impuesto a
toda persona por el sólo hecho de su pertenencia al conglomerado social,
consistente en la vinculación del propio esfuerzo y actividad en beneficio o apoyo de
otros asociados o del interés colectivo” (Sent. T-550/94). Ello para significar que a
los miembros de la comunidad, dentro del marco de sus posibilidades, les asiste la
obligación de cooperar con sus congéneres ya sea para facilitar el ejercicio de sus
derechos o, en su defecto, para favorecer el interés colectivo”236.
En este sentido, la Corte Constitucional resalta como “La existencia de los deberes
constitucionales, en particular el de solidaridad, está directamente relacionada con la
transformación que supone el paso de un Estado liberal burgués a un Estado social
de Derecho, en una sociedad contemporánea. El Estado liberal burgués concibe al
individuo como un sujeto al margen de las estructuras del poder, que en ese modelo
están personificadas principalmente por el Estado. Por lo tanto, los derechos
individuales y la separación de poderes constituyen mecanismos de protección
suficientes frente a la acción del Estado. Aunque en principio los deberes
constitucionales requieren un desarrollo legal que garantice que las autoridades no
van a restringir indebidamente las libertades individuales, estos deberes
excepcionalmente constituyen un criterio hermenéutico indispensable para la
aplicación directa de las cláusulas constitucionales que se refieren a derechos
fundamentales. En esa medida, cuando del incumplimiento de un deber consagrado
en la Constitución se derive una afectación de un derecho fundamental, estos
deberes pueden exigirse directamente por vía de tutela”237.
El tema de los deberes será analizado mas adelante, pero podemos anticipar con la
Corte que “La solidaridad es un valor constitucional que presenta una triple
dimensión. Ella es el fundamento de la organización política (C.P., art. 1º); sirve,
además, de pauta de comportamiento conforme al que deben obrar las personas en
determinadas situaciones y, de otro lado, es útil como un criterio de interpretación
en el análisis de las acciones u omisiones de los particulares que vulneren o
amenacen los derechos fundamentales (C.P., arts. 86 y 95-1).”238
Hugo Palacios240 nos recuerda cómo cuando cada individuo trabaja por su cuenta,
en los asuntos que le interesan, tiene por fin su bien individual y ello no significa
necesariamente que sea un fin egoísta; pero cuando el individuo se organiza con
otros, aunque en último término busque su particular conveniencia, inmediata y
prácticamente también se obtendrán resultados que beneficien a todos, y que se
constituyen en el bien común, el bien social. El bien común es el fin natural de toda
sociedad.
236
C. Const. Sent. C-188/06.
237
C. Const., Sent. T-520/03, M.P. Rodrigo Escobar Gil.
238
C. Const., Sent. T-125/95. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
199
239
MADRID-MALO. Diccionario de la Constitución Política, 2ª ed. Bogotá, Legis, 1998. p. 186.
240
PALACIOS MEJIA, Hugo. Introducción a la teoría del Estado. , Temis, Bogotá, 1965. p. 85.
El fin del Estado es el bien común público; sus fines relativos consisten en lograr los
medios y situaciones de orden y justicia que aseguren este bien. El bien común
público supone dos categorías de elementos: formales y materiales. Se incluye
como principal elemento formal el orden, en el sentido de que en toda sociedad
debe desistir uno; la estructura interna de ese orden será diferente en cada país y en
cada época, porque las condiciones humanas, geográficas y económicas varían.
Determinar la estructura necesaria en cada Estado es el problema de los elementos
materiales del bien común público o de los fines relativos del Estado241.
Son elementos materiales del bien común público todas las actividades concretas
necesarias para alcanzar un orden y una justicia y para ayudar y suplir a los
particulares en el logro de los medios que requieren para obtener su realización
personal. Resulta claro que esos elementos materiales son diferentes según las
condiciones de tiempo y lugar, pero se refieren casi siempre a una buena
administración, una sana economía, y un nivel alto de posibilidades de educación y
de cultura242.
El segundo aspecto se refiere a lo que Suárez llamaba " la felicidad del cuerpo político ",
esto es, el bienestar del Estado en cuanto tal y consistiría en que en aras de ese bien
común el Estado debe guardar su territorio, fortalecer el poder con los instrumentos
materiales que requiere para el logro de sus fines dentro del derecho, impedir la
violación del derecho, proteger la soberanía, conseguir el respeto internacional y, en fin,
toda actividad que se dirija al bien del Estado en cuanto organización política en aras de
la integridad del vínculo social. A este aspecto del bien común público específicamente
político debe acudirse para justificar la declaración de guerra en defensa de un territorio,
la represión de grupos rebeldes contra el orden constitucional, el servicio militar
obligatorio, las disposiciones sobre nacionalidad, etc. Este aspecto parecería contrariar
la naturaleza libre del hombre, pero, para algunos doctrinantes, "si una persona o un
grupo está en desacuerdo con el modo de ser de un Estado, debe intentar un cambio
por las vías regulares, y si ello le resulta imposible, puede buscar un Estado distinto,
más acorde con sus gustos. Sólo cuando sus desacuerdo proviene de una injusticia
sufrida e insoportable, y agotados los demás recursos y con posibilidades de éxito,
resulta lícita la separación del cuerpo político"244.
200
241
Cfr. Burdeau, Método de la Ciencia Política, p. 75.
242
Cfr. PALACIOS MEJÍA, op. cit. p. 91.
243
Ibidem. 89.
Para Rousseau, aquí se presentaba “el problema fundamental cuya solución ofrece
el contrato social. ¿Cómo encontrar una forma de asociación que defienda y proteja,
con
la fuerza común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno,
uniéndose a todos los demás, no obedezca más que a si mismo y permanezca, por
lo tanto tan libre como antes?"245.
En este sentido, si el Estado debiera perseguir el bien común según los principios de
la justicia conmutativa –estricta igualdad de prestaciones entre las partes-, todas las
aplicaciones sobre la construcción jurídica de la intervención del Estado serían
imposibles. Bajo los criterios de la justicia distributiva, por el contrario, el Estado
cuenta con herramientas tales como la fijación de mínimos salariales o
prestacionales, sustituyendo el imperio de la sola voluntad, o la posibilidad de tomar
ciertas medidas económicas destinadas al impulso o desaliento de ciertas
actividades; también se incluye el caso de las tasas progresivas de impuestos que
afectan en proporción mayor a unas personas que a otras y que se justifican por
referencia a la desigualdad de situaciones respecto a las necesidades del bien
público. Bajo tales criterios se puede llevar a situaciones privilegiadas de un grupo o
entenderse como instrumento de supremacía de una clase sobre otra. Su aplicación
sólo se legítima cuando remedia un desequilibrio inicial. En algunas con ocasiones
el bien público exige y permite, en virtud del principio de subsidiariedad, que el 201
Estado favorezca a unas personas o grupos, pero tales favores que deben tener
carácter excepcional, a pesar de su destinatario individual, deben hacerse por vía
general, es decir, creando condiciones legales que permitan a cualquiera que pueda
colocarse en ellas, recibir los privilegios del primer favorecido247.
,
244
Cfr. PALACIOS MEJÍA, op. cit. p. 88
245
ROUSSEAU, Contrato social. Libro I. Cap. VI.
246
Todas citas de Palacios en Teoría del Estado, p. 87.
248
C. Const., Sent. T-398, ago. 25/97. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
249
YOUNES. Op. Cit., p. 52.
“Los derechos políticos de participación (C.P., art. 40) hacen parte de los derechos
fundamentales de la persona humana. El hombre sólo adquiere su real dimensión de
ser humano mediante el reconocimiento del otro y de su condición inalienable como
sujeto igualmente libre. Los derechos de participación en la dirección política de la
sociedad constituyen una esfera indispensable para la autodeterminación de la
persona (C.P., art. 16), el aseguramiento de la convivencia pacífica y la consecución
de un orden justo (C.P., Preámbulo, art. 2º).
- El voto
Acto personal de voluntad política mediante el cual se ejerce el derecho al sufragio.
Es un derecho y un deber ciudadano, y constituye un mecanismo de participación
del pueblo en el ejercicio de la soberanía. Puede ser público o secreto, verbal,
escrito o gestual (V. gr. Poniéndose de pies o alzando la mano). La Constitución
dispone que en todas las elecciones populares los ciudadanos voten secretamente
en cubículos individuales instalados en cada mesa de votación con tarjetas
electorales numeradas e impresas en papel cuyas características ofrezcan
seguridad. La misma regla debe aplicarse a votaciones realizadas en referendos,
plebiscitos, consultas populares y revocatorias de mandato. La ley puede implantar
mecanismos de votación que otorguen mejores garantías a los sufragantes251.
- El plebiscito
Se trata de otro mecanismo de participación popular reglamentado por la ley. Es la
votación del pueblo, convocado por el Presidente de la República, para manifestar
su apoyo su rechazo a una determinada decisión del ejecutivo. El plebiscito debe
convocarse con la firma de todos los ministros y sin el rechazo de las cámaras
legislativas. Puede besar sobre cualquier política gubernamental que no requiera
aprobación del congreso, salvo aquellas relacionadas con los estados de exhibición
y el ejercicio de los poderes correspondientes252. (C. P., arts. 40-2, 103 y 241-3 y L.
E., art. 7).
- El Referendo
Consiste en la votación que hacen los ciudadanos para decidir sobre cualquiera de
los asuntos que según la constitución o las leyes pueden someterse a determinación
refrendataria. Esta forma de participación tiene varias modalidades:
250
Cfr. C. Const., Sent. T-439, jul. 2/92, M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
251
Cfr. MADRID-MALO, Diccionario. .......... p. 334.
252
MADRID-MALO, Diccionario..... p. 255.
- Consulta popular
En realidad todos los mecanismos de participación son hablando de manera
genérica consultas populares, pero en este caso, la denominación hace referencia
un mecanismo particular consistente en la convocatoria a votación para que los
ciudadanos den respuesta con un si o con un no, a una pregunta de carácter
general formulada sobre un asunto de trascendencia nacional, departamental,
distrital, municipal o local. Según la trascendencia de la pregunta, la consulta puede
ser convocada por el Presidente de la República, con la firma de todos los ministros,
por un gobernador o por un alcalde. La consulta presidencial requiere concepto
previo y favorable del Senado. La decisión del pueblo consultado tiene carácter
obligatorio. También prevé la Constitución la posibilidad de consultas populares
para convocar una Asamblea Nacional constituyente, para crear un nuevo
departamento, para organizar un área metropolitana y para el ingreso de un
municipio a una provincia ya constituida253.
- Cabildo abierto
Se trata de la reunión pública que celebra un consejo distrital o municipal, una junta
administradora local, para discutir asuntos de interés comunitario con la participación
directa de los habitantes del respectivo distrito o municipio.
253
Cfr. MADRID- MALO, Diccionario..., p. 70.
254
Cfr. C. Const., Sent T-439/92. M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz.
"Contra el criterio hoy casi olvidado, de que otorgar garantías especiales a grupos
étnicos minoritarios o a sectores débiles de la sociedad, representaría privilegios
odiosos, se pone la consideración históricamente demostrada de la necesidad de
acciones afirmativas y de que la plena vigencia de los derechos universalmente
reconocidos en favor de todos los seres humanos y todos los pueblos, no pueden
asegurarse sin asegurar a cada sector humano y a cada ciudadano las condiciones
adecuadas a su cultura y a su condición social, económica y política, para que
pueda acceder al goce de tales derechos. Las nuevas disposiciones
constitucionales que hablan de los indígenas y otros grupos étnicos en Colombia, al
establecer condiciones especiales para que puedan tener vida económica, política
y cultural, ajustada a su pensamiento y sus aspiraciones, que de otro modo nos
podrían tener, está procurando el equilibrio y la igualdad "255.
”La posición de supremacía de la Constitución sobre las restantes normas que integran
el orden jurídico, estriba en que aquélla determina la estructura básica del Estado,
instituye los órganos a través de los cuales se ejerce la autoridad pública, atribuye
competencias para dictar normas, ejecutarlas y decidir conforme a ellas las
controversias y litigios que se susciten en la sociedad, y al efectuar todo esto funda el
orden jurídico mismo del estado. La Constitución se erige en el marco supremo y último
para determinar tanto la pertenencia al orden jurídico como la validez de cualquier
norma, regla o decisión que formulen o profieran los órganos por ella instaurados. El
conjunto de los actos de los órganos constituidos -Congreso, ejecutivo y jueces- se
identifica con referencia a la Constitución y no se reconoce como derecho si desconoce
sus criterios de validez. La Constitución como lex superior precisa y regula las formas y
métodos de producción de las normas que integran el ordenamiento y es por ello
"fuente de fuentes", norma normarum. Estas características de supremacía y de máxima
regla de reconocimiento del orden jurídico propias de la Constitución, se expresan
207
inequívocamente en el texto del artículo 4o. citado: "En todo caso de incompatibilidad
entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones
constitucionales".
255
YOUNES, op. cit., p. 70
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