"Hola, ¿Quieres ser mi novia? - me dijo el primer día de clases en
secundaria. Yo apenas tenía doce años y mis padres me habían prohibido tajantemente tener un "enamoradito". Aparte él no me llamó la atención, así que decidí decirle que iba a pensarlo. Me jale los cabellos toda la noche pensando cómo iba a decirle al día siguiente que no quería estar con él. A la mañana siguiente se me ocurrió la excusa perfecta, me acerqué lentamente a la primera hora, era mejor ponerle un alto a todo de una vez. - Hola Leoncio, sobre lo de ayer... - le dije titubeante - Que pensaste - me dijo colorado y ansioso - Tu entenderás, estamos en primer año, somos unos niños, y a mí, mis padres no me dejaran tener enamorado hasta tercer año - le dije de la manera más rápida que pude. - Está bien, déjalo - me dijo y se alejó. Después de aquella conversación, no volvimos a ser los mismos durante meses, él sólo me miraba desde su asiento que quedaba al fondo del salón y yo le esquibaba. Luego volvimos a tener contacto en fiestas patrias, me resbalé marchando y él corrió a ayudarme, desde ese momento iniciamos una pequeña amistad. Yo tenía mis dudas acerca de si aún le gustaba, por eso era reservada, pasaron los meses y llegó Navidad, ya íbamos a acabar nuestro primer año así que la tutora organizó "El amigo secreto" lo cual consistía en que una persona X le da un regalo cualquiera a quien le haya tocado en un papelito por sorteo. Seguramente lo han jugado. El caso es que a él le toqué yo, obviamente yo no lo sabía. Y cuando llegó el día de la entrega el me entregó un hermoso vestido. Hasta ahora no entiendo como averiguó mi talla. Le agradecí mucho, el último día nos abrazamos y nos fuimos cada uno a pasar nuestras merecidas vacaciones. Tres meses más tarde volvimos a la escuela, él había dado un estirón y yo seguía siendo la misma canija de 1.50 m. Aparte había cambiado de look, lo admito se veía simpático, pero no le di mucha importancia. Nos sentamos todos y dimos inicio a nuestro segundo año académico sin saber lo sorprendente que iba a ser. Quise saber si Leoncio aún estaba enamorado de mí y noté en sus ojos cada vez que me miraba un vestigio de lo que el año pasado me dijo el primer día de clases. Pasamos muchas cosas ese año, nos eligieron a los dos de brigadieres así que al menos una vez al mes teníamos que ir a esas aburridas charlas acerca de la conducta del alumno, la verdad que ni prestábamos atención porque no parábamos de reír. Salíamos en la mayoría de los recreos para reírnos de quien pasaba y hasta a veces nos saltamos algunas clases por andar de comelones en el quiosco. Un tiempo después fue la fiesta del colegio, e iban a organizar un concurso de cante, y yo iba a cantar, pero no quería hacerlo sola porque temía equivocarme, así que faltando unos días para la actuación me acerqué y le dije. - ¿Cantarías conmigo? Es que tengo miedo -Yo también - me respondió - Vamos di que si - ¿Y nuestros gallos? - El público los amará El aceptó, con una sonrisa y desde allí ensayamos sin cansancio, yo iba a su casa él iba a la mía, sus padres me estimaban y mis padres a él, porque después de todo era un buen chico. La actuación salió espectacular, cantamos una romántica, pero nuestras voces jóvenes extrañamente encajaban a la perfección. Ganamos el concurso y desde allí los del colegio pensaron que éramos novios. Me quedé pensando en el suceso una semana entera, no sé qué me pasaba pero quería pasar más tiempo con Leoncio. Desde ese momento nos hicimos mejores amigos. Acabó nuestro segundo año así que esperaba con ansias el tercero. Leoncio entró con una novedad a tercer año, tenía una enamorada. Sentí algo extraño dentro de mí, no quería pensar que fueran celos, pero creía que a Leo aún le gustaba, ya veo que no. Le pedí una explicación a todo ello y él me dijo: Pues que quieres que te diga, la quiero. Estuve enojada algunos días, pero lo disimulaba muy bien. Ese año le regalé un perrito en señal de nuestra amistad, lo llamó Buddy porque en español significa amigo o mejor amigo. Creo que la amistad creció gracias a ese perrito, pero yo me seguía sintiendo incómoda por Alejandra, su enamorada. Ya estaba en tercero, tenía quince años y podría tener un enamorado. A veces me desvelaba pensando que si Leo no estuviera con Alejandra podríamos estar juntos, no sé qué me pasaba, pero creo que él me gustaba, y no quería aceptarlo. Más o menos en agosto empecé una relación con un chico de quinto año, mis amigas me felicitaban y Leoncio también, pero en realidad yo no quería que lo haga, quería que este celoso, sin embargo, era todo lo contrario. Empezamos muy bien con Erwin, mi enamorado, pero eso sólo fue los dos primeros meses, él no tenía lo que yo buscaba y estaba deseando que se acabe el año para que se largue ya del colegio y pongamos fin a todo esto. Pasaron las vacaciones y se dio inicio al cuarto año de estudio, Leoncio ya se iba para el primer año con su enamorada y yo estaba otra vez soltera. Sólo Katy mi mejor amiga sabía de todo mi embrollo amoroso. En noviembre más o menos Leoncio se enteró de que Alejandra lo había hecho cachudo con uno de sus amigos. Así que vino hacia mí y me lo contó todo. Lo abracé, consolé y le escribimos un mensaje super largo diciéndole todas sus verdades a ella. Se lo mandamos y empezamos a matarnos de risa al imaginar la cara que pondría cuando lo leyera. Luego me abrazó y nos quedamos así mirando películas, yo estaba en el límite de la alegría. El resto del año lo pasamos muy bien, salíamos a pasear y a comer helados. Hasta que llegaron las vacaciones y me enteré de que ellos habían regresado. Me dio tanta cólera que no le hable a Leoncio en todas las vacaciones. Él me escribía mas no recibía respuesta. Llegamos a quinto, el último año con mi Leoncio. Estaba enojada pero no le diría por qué. Pasaban los meses, nuestra amistad se había enfriado. Llegamos a octubre no quería irme sin decirle cuanto lo amo. Pero cada vez que veía sus fotos que él tenía en su cámara tan felices se me removían las entrañas. Él me miraba, pero yo ya no a él. Pero un día cansado de todo ello fue a mi casa. Me dijo que fuéramos a su parque favorito. Me tomo de la mano y subimos a cada uno de los juegos. Luego me miró a los ojos y me dijo: - ¿Grace sabes por qué este es mi parque favorito? - No, ¿Por qué? - Porque en este he pasado tardes enteras pensando en ti. Cada juego me recuerda a ti, cada planta cada banca. Desde primero que te conocí nunca dejaste de gustarme y en segundo empecé a quererte, y hasta ahora no he dejado de hacerlo. Quiero que seamos más que mejor es amigos. Por favor dime que Si, ya no somos unos niños. - Le dije que si muchas veces, y nos dimos un profundo abrazo seguido de un cálido beso. Y luego nos fuimos caminando por una avenida hasta que nos perdimos en el horizonte. Ese fue el comienzo de una nueva historia. Ahora tenemos 64 años y él está sentado junto a mi mientras les cuento nuestra agradable historia...