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INDEPENDENCIA DE GUATEMALA

Han pasado 196 años de ese histórico hecho. Desde entonces, los guatemaltecos
han crecido con la idea de que aquel acontecimiento fue un grito de libertad. Sin
embargo, historiadores coinciden en que la separación política de España se
debió a intereses económicos de una elite urbana, que ignoró al resto de la
población.

En la mente de los guatemaltecos está grabada la escena de doña Dolores


Bedoya de Molina que el 15 de septiembre de 1821 gritó: “¡Viva la
independencia!”, en medio de cohetillos y música de marimba.

En realidad, es una leyenda polémica. “Sí quemaron cohetes, pero es probable


que exageren detalles. Ni se sabe si hubo marimba”, dice Jorge Luján, historiador.

Así como este detalle, la historia oficial que enseñan en la primaria y secundaria
trata aspectos aislados y poco profundos acerca del movimiento independentista.
Si bien muchos son ciertos, porque están basados en información histórica, los
expertos coinciden en que debería ser más profundo.


Las enseñanzas se quedan en lo anecdótico, se destacan personajes y todo se
aborda de manera simple”, comenta Gustavo Palma, historiador.
Así, se enseñan mitos y aspectos desviados de la verdad, y el 15 de septiembre
se reduce a una historia elemental.

Ideas falsas y desviadas

Un hecho falso es que el movimiento independentista hubiera sido general en toda


Centroamérica. Se pinta entonces el sentimiento de libertad como una idea
colectiva, tanto de criollos -españoles nacidos en América- como de ladinos e
indígenas.

Sin embargo, los historiadores explican que la idea fue de la elite que habitaba en
las principales ciudades de la región.

“Un problema para entender la Independencia es pensar en que todos querían lo


mismo, cuando no había unanimidad”, señala Luján.

“Lo acontecido fue una victoria de la oligarquía comercial guatemalteca y el sector


intelectual”, asegura el historiador Horacio Cabezas.
L
a idea de la separación fue de los criollos y españoles que formaban el círculo
importante de la sociedad. “No hay indicios de que en el resto de la población
hubiera entusiasmo”, explica el historiador Oscar Peláez, coordinador del Centro
de Estudios Urbanos y Regionales, de la Universidad de San Carlos. No hubo
participación indígena ni de las mujeres, y poca representación del resto del Istmo.
Verdadera causa

Otra idea parcialmente falsa que enseñan en las aulas es que la causa principal
para la ruptura fue el odio entre españoles y criollos. El problema, explican los
libros de texto, era que los primeros no permitían a los otros obtener cargos
públicos importantes.
Al respecto, Cabezas opina: “No era significativa la diferencia, y era más entre la
oligarquía del país y la del resto de Centroamérica”.

No obstante, Luján admite que había cierta rivalidad. “La mayoría de cargos la
tenía los españoles, pero no porque se les prohibía a los otros, sino porque el
sistema de nombramientos en España lo propiciaba”, dice.

Más que la causa principal, era manifestación del descontento hacia España. “No
es cierto ese odio, si eran los mismos”, añade Peláez.

Además, son los españoles los que ayudan a la separación,”así como los
indígenas ayudaron en la conquista”, señala Luján.

Según Cabezas, la elite guatemalteca quería romper el monopolio comercial con


España y conservar el sistema económico establecido.

El interés ni siquiera era de toda la elite centroamericana, porque buscaba otro


tipo de separación. “Ya no querían depender del monopolio de los comerciantes
de Guatemala”, añade el historiador.

Por eso es que los movimientos en San Salvador y Nicaragua, entre 1811 y 1814,
no están directamente relacionados con lo sucedido diez años más tarde.
“Buscaban mayor participación y autonomía”, explica Luján.

Ni estos movimientos, ni el levantamiento indígena en Totonicapán en 1820,


lidereado por Atanasio Tzul, tienen relación directa con la Independencia. “El
sector indígena tenía un sentimiento independentista contra el sistema”, agrega
Cabezas.

La representación indígena influyó de forma indirecta, porque los criollos tenían


miedo de que se produjera otro levantamiento.

Y en 1821…

Ante estos hechos, los intelectuales, que ahora llaman próceres de la


Independencia, buscaron una salida. “Pidieron apoyo militar a Agustín de Iturbide
y firmaron la independencia, sin dar a conocer el plan de anexión a México. Todo
con intereses particulares de fondo”, explica Cabezas.

Lo que querían era conservar sus privilegios como grupo comercial, como Iglesia,
y como sector gubernamental. En especial, los Aycinena, los más poderosos de
Guatemala.
“Los intereses económicos fueron determinantes, como lo prueba el que la
Independencia no fue violenta sino negociada”, enfatiza Palma.

El 15 de septiembre firmaron la independencia de Centroamérica sólo


representantes de Guatemala: el alto clero, autoridades de la Audiencia y el
Ayuntamiento, claustro universitario y algunos de la diputación provincial.

“No había representación de las provincias centroamericanas”, comenta Luján.

Cuenta Cabezas que muchos capitalinos llegaron a celebrar frente a la Capitanía


General sin saber lo que estaba pasando.

Después de la firma, quedó pendiente la ratificación en un Congreso


centroamericano. Sin embargo, se suspendió porque decidieron anexarse a
México.

Dos años más tarde, cuando vieron venir al ejército mexicano “ya no les gustó la
idea” de estar unidos. Así, en 1823 las provincias deciden formar una federación,
que más tarde se desintegraría.

“Lo que logró la independencia fue la desintegración de Centroamérica”, subraya


Cabezas. Cada país tenía deseos diferentes de la independencia, lo cual causó la
ruptura para siempre.

Enseñar con la verdad

Al hacer un análisis más profundo de la historia, se nota la existencia de muchas


páginas en blanco. Por ello, los historiadores coinciden en que debe profundizarse
en lo que se enseña en el sistema educativo.

“Hay que enseñar con la verdad y lograr que los estudiantes tengan sentido crítico
acerca de lo sucedido”, considera Cabezas.

También hay que decirle a los alumnos que la Independencia fue un movimiento
urbano y no de todos los pueblos. “Eso lo entienden los niños”, agrega Luján. En
general, lo importante es explicar el hecho con un nivel de discusión diferente.

Cualquier proceso independentista debe traer una reforma, pero aquí no la


hubo. “Una verdadera independencia sería si hubieran cambiado las condiciones
para desarrollar una vida plena de la población”, dice Cabezas.
Luján comenta que a pesar de tanto mito es útil celebrar este día. “Es una fecha
nacional, pero más que gritar “¡viva la Independencia!” y desfilar, hay que explicar
el proceso”, puntualiza. 

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