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José Surí (Santa Clara, 1696-Id.

, 1762)

A la Purísima Concepción

En los éstasis de Patmos,


Juan, águila caudalosa,
La gran ciudad del Empíreo,
Vió y describe de esta forma.
Los fundamentos del muro
Eran de piedras preciosas,
Jaspe, zafiro, topacio,
Esmeralda y calcedonia,
De crisólito y berilo,
Sardio, jacinto, sardonia,
Crisopasio y ametisto
De estructura cuadrilonga.
Reducidas doce puertas
Tenía la ciudad hermosa,
Tres á Oriente, tres al Austro,
Seis á Occidente y al Bóreas:
Un querubín cada puerta
Guardaba, y la ciudad toda
Era de oro acrisolado,
cristalino y sin escoria:
Doce raras margaritas
Eran las puertas vistosas,
Y para que todos entren,
Abiertas á todas horas
Del día, que en tal ciudad
No habrá noche tenebrosa,
Ni entrará cosa manchada,
Por que tal comercio estorban
Los valientes capitanes
De las invencibles tropas,
Que defienden el recinto
De esta ciudad portentosa,
En ella no se vio templo,
Que Dios por templo la honora,
Y el Cordero, sol y luna
Tampoco en ella se notan,
Pues un brillo inaccesible
La ilumina y la mejora.
La lucerna es el Cordero,
Y las gentes más remotas
Con sus tetrarcas ó reyes
Llevarán á ella su gloria.
Ahora pues, cristiano pueblo,
A quien la fé santa honora,
Patente está á vuestra vista,
De ciudad tan magestuosa,
Un admirable diseño,
Una peregrina copia,
En el tipo ó simulacro
De esta inmaculada Aurora.
Oh! si esta nítida estrella
Prestase á mi musa tosca
El más mínimo destello
Para perorar sus glorias...!
Empero, aunque titubeante
El plectro, y la lira ronca,
Diré, que el jaspe señala
La fortaleza grandiosa,
Que en el instante primero
De la Concepción dichosa,
Infundió el Omnipotente
En esta escelsa Paloma,
Para domar los abismos
Con sus horrísonas tropas,
Libertando á quien la obsequia
De las ínferas masmorras,
Por más que gima el orgullo
De las hidras eritóneas.
El zafiro representa
La tranquila paz heróica,
Que desde su Concepción,
Maria, siempre viadora,
Gozó, viéndole inmutable
Cara á cara ¡rara cosa!
Con singular privilegio
De comunicar piadosa
Este don inestimable
A las almas sus devotas:
De María el dulce nombre
Indica la calcedonia,
Con resplandor y virtudes
Que a este mar de gracia adornan,
Rubricando la esmeralda
la esperanza que transforma
Este ser inmarcesible,
Este nardo ó amapola.
Cuya virtud sus amores
En esta universal mória,
Logran infaliblemente
Si con fé y amor la invocan:
Los tres colores distintos
Con que brilla la sardonia,
Blanco, negro y nacarado,
Significan las congojas,
Los gozos y el puro amor
Que esta inocente Paloma
Por su encarnado clavel
Gustó en diamantina copa,
Cuyas virtudes egregias
Distribuye generosa
Con los dichosos que ocurren
A este golfo sin zozobras.
En el crisólito y sardio
Y berilo, se retocan
Las recitadas virtudes
Que en María se epilogan.
Su intacta virginidad
Allí el topacio pregona,
Venciendo á los serafines
En pureza nuestra rosa.
El crisoprasio y jacinto
Y el ametisto, peroran,
Con las doce margaritas,
Dones que el discurso agotan.
Lo interno de esta ciudad
Todo entendimiento absorta,
Pues allí la Omnipotencia
Fijó el non plus de sus obras,
Y se prueba en que la hizo
Su Hija, su Madre y Esposa,
Templo, altar, ara, sagrario,
Y dignísima custodia.
Los ínclitos capitanes
Que la guardan y la rondan,
Mejor que los celebrados
De la sangre de castriotas,
Son los invictos campeones
que el estandarte tremolan
Del impecable Cordero,
A pesar de Babilonia.
Miguel, príncipe supremo
De las jerarquías todas,
Pues con el quis sicut Deus
Al soberbio dragon postra,
Y mi gran Padre Francisco
De sus hijos apológia,
Imagen viva de Cristo,
De amor de Dios mariposa,
Que en divino fuego arde
Como la sagrada historia.
……………………….
……………………….
……………………….
……………………….
Fénix de feliz Arabia,
De divina perla concha,
Ciudad de Dios admirable,
Torre que al infierno asombra,
Alto ciprés del Sion,
Jardin que delicias brota,
Al que con ferviente esmero
Y solercia religiosa,
Cultos te rinde, genuinos,
En holocáustos y aromas,
El don de perseverancia
Concédele muy piadosa,
Hasta que suba a elogiarte
Allá en las eternas bodas
Del sacro imperial Olimpo,
Donde emperatriz te adoran,
A honor de aquel que te hizo
De cielos y tierra antorcha.
Todo el venerable clero
Que te acompaña y honora,
Por tí la viña convierta,
Hibleo de tal Pomona:
El Cabildo y la Milicia
Con tu protección depongan
La presumida arrogancia
De las malsines gorgonas,
Y en fin, Reina inmaculada,
Logren tus misericordias
Cuantos con fé y humildad
Y cordial amor te encomian.
¡Oh gran ciudad de refugio!,
Estos dislates perdona,
Que de un querubín los ecos
Quisiera en tus laudatorias;
Y del solar pavimento
A las altas claraboyas,
Al compas de lira y arpa,
Canciones digan, canoras,
Qué viva, qué triunfe y reine
Eternamente dichosa
La inmaculada María,
Nuestra Palas triunfadora.
Viva el invicto Miguel,
Cuya espada cortadora
Al Goliat luciferino
La indómita cerviz tronca;
Viva el alférez de Cristo,
Pues de su banda una orla
Fué antemural diamantino,
Defendiendo á esta Señora;
Viva el Vicario de Cristo
Hasta que á la augusta Roma
Metrópoli haga sublime
De la universal colonia:
Nuestro gran Cárlos Tercero
Viva, para que la Europa,
África, América y Asia
Por dueño le reconoscan;
Viva el dichoso oferente
De este obsequio y ceremonia,
Porque mas y mas festeje
A esta divina Clevonia,
Como sabios tolerando
Impericias de la obra,
Que su autor de Cavelino
No ha gustado ni á Helicona.

A San José

Si al celebrado Timante
Impusieron el precepto,
Que dibujára un gigante
En lo abreviado de un lienzo,
El entonces discursivo,
Pintó solamente un dedo,
Para que por él midiesen
Lo descomunal del dueño;
Quedando por esta via
Los curiosos satisfechos,
Engrandecido Timante
Y el vulgo todo contento.
De esta industria mi rudeza
Se valdrá en tan grande empeño,
Como es pintar un varon
A todas luces escelso,
Tan gigante en sus virtudes
Que sin igual le contemplo,
Después del Ser increado,
Maria y Humano Verbo,
Aquel que profetizado
Fué por profetas diversos
Y sibilas, cuya vida,
Canoniza el evangelio;
Aquel David que guardó,
Mejorada con desvelo,
A la Oveja inmaculada,
Al impecable Cordero;
Aquel,que mejor Moisés,
No el arca del Testamento
Guardó, sino la que es
Sagrario del sacro Teo,
Donde la ley y el maná
Tienen admirable asiento,
Aunque pese á los rabinos
De todo el circo idumeo:
Aquel que al ínfero Aman,
Destruyó, dando á su pueblo
…………………………
…………………………
Aquel Gedéon celoso,
Que del mundo en los encuentros
Dejó vencida la saña.
Del triunfante cancerbero:
Aquel que en la mente sacra
Desde ab initio, fué electo
Para Esposo de la Esposa
Del Espíritu Supremo;
Aquel Daniel portentoso
De Elias retrato bello,
Que dominó al babilonio
Rugiente monstruo soberbio
Aquel que en la hermosa escala
Que admiró, Jacob en sueños
Logró ser la grada, donde
Descansaba Dios inmenso;
José, cuyo dulce nombre,
Es de prodigios compendio,
Pues siendo José lo mas,
Cualquiera hipérbole es menos,
Que si allá al primer José
Faraón le puso al cuello
Una cadena preciosa
Del rico metal de Febo,
Al segundo le dió Dios
Otra mejor con esceso,
En su soberana Madre,
Cadena de oro sin precio:
Si aquel de polimitáneo
Vestido adornó su cuerpo
Con variedad de colores,
Á este le dió el Padre Eterno
La sagrada investidura
De la gracia con aumento:
Si aquel soñó de sus dichas
Los elevados trofeos,
A este, entre sueños un Angel,
Reveló sumos misterios:
Si aquel vió que le adoraban
Sol y luna y los luceros,
A este Jesus y Maria
Y los Angeles sirvieron.
Trono, pues, lo fué del sacro
Rey de reyes sempiterno,
Que mucha veces su brazo
Dulce cuna le erigieron;
Querubín, puesto que fué
Guarda del mejor Hibleo,
Donde la virginea flor
Es del Esposo recreo,
Serafín por lo abrazado,
En amorosos incendios.
Del amor puro de Dios
A solo su honor atento...
¿Pero donde voy? qué hago?
¡Deténte torpe talento,
Para nembrónico impulso
Es mas que irónico vuelo!
¿No ves que á vista de tanto,
Sublime, elevado objeto,
Icáreas ruinas aguardan
A faetones intentos...?
Que si en la pluma de Curcio,
Se vió celebrado el griego,
La de Aristóbulo pudo
Enmudecer su proyecto;
Y si Timante debió
A su industria el desempeño,
Celsitudes de José
Oscurecerán mi plectro;
Pues José del Trino y Uno
Es sagrario, altar y templo,
Y se ostenta entre los coros
De aquese alcázar supremo,
Segun el grande Agustino,
Como el sol entre luceros.
Beatus Joseph sicut sol,
Que á imitación del que vemos,
A las eviternas luces
Presta fulgor y destellos,
Dejando en parte vencido
Aquel prolóquio discreto,
Nihil est novum sub sole,
Pues todo parece nuevo
En José, por lo admirable.
Por lo sublime y etéreo;
Y esto en José es realidad,
Por aquel precioso fuero
Que á su santidá es debido
En el dichoso congreso
De Santos, segun afirman
La pluma del Nacianceno,
La de Agustino y Tomas,
La de Ambrosio y de Ruperto,
La de Bernardo y Calixto,
Teresa, Gerson y Anselmo,
El Crisólogo y.Basilio,
Histolano, Teodoreto,
Gerónimo, Bernardino,
Varonio, Nazario, Nuero,
Orígenes, Beda y Hugo,
Teofilato y Estangelio,
Y otros casi innumerables
Autores que, con acierto,
Su grandeza, siempre idónea,
Eruditos escribieron.
¡Oh José todo prodigio!
¡Oh José de gracia lleno!
¡Oh mineral de virtudes,
De perfecciones granero!
Pantalla de santidad,
Dulce iman de los afectos,
Berilo, ametista, sardio,
Del divino Paracleto,
Sabio, obediente, piadoso,
Virgen, puro, justo y recto,
Ante Jesús y María,
Protégenos con tus ruegos.
El gran Vicario de Cristo,
El fuerte leon ibero,
Por ti postren la procacia,
Y fertilicen á un tiempo
Todo el Cabildo y justicia
Con sus oficios cumpliendo,
A las maldades castiguen,
Por que respire lo bueno;
Los que estos cultos te rinden,
Con tan fervientes esmeros,
Sigan tu nombre enzalzando
Movidos de dulce afecto;
Y del tachonado Olimpo
Hasta el solar pavimento,
Por trópicos y por zonas,
Canten voces, digan ecos,
Qué viva; que triunfe y reine
El Sagrado Carpintero.

A la Virgen del Carmen

¡Oh quién mística azucena


Del Cármen sacra Maria,
Para elogiarte alcanzara
Tus influencias divinas...!
¡Oh! quién de aquel paraninfo,
Que te anunció tantas dichas,
Lograra sus alabanzas,
Para ensalzarte á porfía!
Pero ya que á mi rudeza
Y despreciable estulticia,
Por bien justas providencias,
Tal suerte no es concedida,
Solo de tu dulce nombre,
Que glorias tantas concisa,
Voy, aunque necio, á esplicar
Lo que sus letras descifran,
No del todo, que eso fuera
Nembrónica tentativa,
Por que tu nombre epiloga
Escelencias inauditas,
VIRGEN, MARÍA DEL CARMEN,
Tres títulos en que cifra
Un abismo de portentos
La Deidad Suprema y Trina.
Tambien epilogaré
El triunfo de tu venida,
Cuando desterrando nieblas
Y haciéndonos claros días,
Le diste tu escapulario
A san Simon Carmelita.
Vamos periódicamente
Al ecsámen que precisa.—
La V, Virgen te proclama,
Virtudes, Victoria, Vida,
Y la Venturanza eterna
Solo esta letra descifra.
Iris describe la I,
Que aplaca la justa Ira
Del gran leon de Judá,
Incendio que al hombre anima.
La R dice Remedio
De Adan y de su familia,
Rosa en Jericó purpúrea,
Rayos que á Luzbel arruinan.
Gracias pronuncia la G,
Gloria del que con fé viva
Invoca tu santo nombre
En la última agonia.
Erario enciera la E,
En donde se deposita
Del Monarca Omnipotente
La joya mas peregrina.
Nube publica la N,
Como el gran profeta Elias,
Allá en el monte Carmelo
Te vio y el orbe publica.
La M pronuncia Madre
Del soberano Mesías
Mar de clemencias, Milagros
De la Omnipotencia misma.
La R segunda Riqueza,
Que á sus devotos le brinda.
La segunda I el Iman
Que atrae las almas tibias.
Arbol la segunda A
Su nombre caracteriza,
De donde el fruto precioso
Nació, que dá eterna vida.
Del CARMEN solo nos resta
Deletrear lo que descifra:
La C pronuncia Carmelo,
La A Amor y Alegria,
La última N Non plus
De gracias y maravillas...
¿Pero… á donde voy, qué hago...?
Calla insipiente Talia,
¿No adviertes que á olimpo tanto
No han de perorar las lineas...?
¡Oh Emperatriz del Carmelo!
¡Sacra estrella matutina!
Desciende del régio Empireo
Cual fecunda nubecilla,
Cercada de resplandores
Y de acordes melodias,
Dando á tu siervo Simon
Esa señal y divisa,
Ese escudo inespugnable,
Esa roca diamantina,
Con que logren tus cofrades
Felicidades y dichas
Y proteccion y defensa
De las huestes enemigas.
Estas rústicas sandeces,
Que mi humildad te dedica,
Disculpa, acepta y perdona.
Pues eres tan sabia y pia.
Los oferentes devotos
Que estos cultos te victiman,
Con tus ausilios encuentren
Remedio en todas sus cuitas;
Y en fin, Madre inmaculada,
Seguro asi lo consigan,
Todos cuantos te invocaren
Con perseverancia nimia;
Y del solar pavimento
Hasta la etérea cortina,
Por trópicos y por zonas,
Mil úrgicas voces digan—
La augusta Reina del Cármen,
Sagrada Virgen Maria,
De los ángeles y hombres
Laudada por siempre siga,
Qué viva, qué triunfe y reine
Del Cármen la Estrella fija.

En la festividad del Corpus


(Fragmento)

Ya, míseros hijos de Eva,


Os vengo á pedir albricias,
Pues de vuestro cautiverio
Piadoso Jesús os libra.
Ya de su gloria las puertas
Que cerrara su justicia,
A todos se las franquea
Con paternales caricias.
Ya el cielo bajó á la tierra
Y Dios con el hombre habita,
Cuyo inaudito portento
Teneis patente á la vista.
Este es, fieles, el maná
Que á los hebreos llovia,
Si bien aquella fué sombra,
Esta es claridad divina.
Al ver al gran Salomon
Venid de Sion las hijas,
Que su Esposa inmaculada
A su trono nos convida:
Venid, llegad al banquete,
Que el gran Padre de familia
A su costa nos dá, y tanto,
Que da su sustancia misma,
Sedientos, no os detengais,
Gustad néctar ó ambrosía,
Que Cristo Sacramentado
En sus llagas nos ministra;
Y en holocausto incruento
El grande Isaac se victima
Por aplacar de su Dios
………………………
Contra nosotros la ira
En fin, dulce Dueño sacro,
Haz que toda aquesta villa
En amor vuestro se abraze
Y en aras………………..
………………………….

A Udeliquia
(Fragmento)

Udeliquia, siempre hermosa,


A quien por deidad veneran
Sobre alcatifas doradas
En esa mansion febea
Del regio coro de Clio
Las nueve ninfas supremas.
Ya que á obsequio de tu culto
Al teatro alguna letra,
Me has mandado que repita,
Quiero, si no te molesta,
Propalarte una batalla,
Que en los campos de Amaltea,
Previno el vendado Dios
Al muro de mis potencias.
Cuando yo en pueriles años
Vivia en quietud serena,
Como rey de mi albedrio,
Siguiendo..........................
No de Venus las delicias,
La educación de las letras,
Y cual otro Lisidonio
En la venatoria escuela,
Me inclinaba al ejercicio
De Diana allá en la maleza,
Sin obviar por esta vía
Los influjos de Minerva,
Que tal vez espresa el alma
Por énfasis sus dolencias
.............................................
.............................................
¿No habeis visto cuando el ponto
Fugaz aquilon altera,
Que en promontorios de nácar
Ondas cerúleas bosteza,
Como amenazando ruina
A toda la faz terrena,
Que entre Caribdis y Scila
Los tritones y nereidas
A bordo de las fluctuantes
Trágico faro fomentan?
Pues á su simil Cupido,
Marchaba con arco y flecha,
Morrion, escudo y celada
A la usanza de la guerra.
........................................
........................................

A Sodalia1

1
Esta composición fué hecha para un Teniente Gobernador de la provincia, que estando en la villa, quiso
dedicarla á su esposa, llamada Ana de Gracia, al reunirse á ella después de una larga ausencia [Nota de
Manuel Dionisio González].
Atiende, Sodalia mia,
Rémora de mi memoria,
Iman de mi entendimiento,
De mi voluntad señora.
Oirás en sucinto verso,
Sin ápice de lisonja,
Lo que he sentido tu ausencia,
Y lo que tu vista heroica,
En fuerza de ser quien eres,
Me comunica de gloria,
¿Viste el ámbito terrestre
En las vespertinas horas,
Cuando en urnas de cristal
El gran hijo de Latona,
Se sepulta en occidente,
Dando lugar á la sombra,
Para que prevengan lutos
A las altas claraboyas.
Perdiendo allí la floresta
Todo el vigor que le adorna,
Que el gilguero y la calándria
Suspenden su voz canora,
Que entre trinados melífluos,
Entre juncias y entre aromas,
Se acreditaban sirenas
De los pensiles de Flora?
¿Qué el clavel muestra deliquio,
Mústia se encoge la rosa,
El cuclillo y niquimene
Solo graznan con voz ronca;
Alterando confusiones
En las morfeicas horas?
Empero, que hermosamente,
Despues de tanta zozobra,
El sobrino de Hiperion
Por el Oriente se asoma
Sobre alcatifas de nácar
O flamígeras carrozas,
Anunciando su venida
La siempre nítida aurora,
Que de Cintia ó de Titan
Siempre ha sido precursora
Por cuya escelsa presencia,
Por trópicos y por zonas,
Nuevo ser adquiere el orbe,
Nueva gala y nueva pompa.
Las parleras avecillas
Ambares á el aire brotan
Desde el Cáucaso eminente
Al Eridano que asombra;
Y en fin, toda la tristeza
Que la noche tenebrosa
Causó, desparece luego
Y en júbilo se transforma;
Pues no de otra suerte yo,
En ausencia tan penosa
Falto de tus esplendores,
Viví muriendo, rni esposa:
Pero has sabido con Gracia
Traerme vida graciosa
Por ser tú la mejor—Ana
Que Amaltea pule y dora
No á hipérboles atribuyas
Esta espresion amorosa,
Que la mas templada lira,
Musa que mas se remonta,
Plectro que mas alto vuela,
Númen del Pindo garzota,
Darle alcance á mis afectos
Le será imposible cosa.
Los mandos y señorios
Con que el monarca me honra,
A tí, como á dueño mio,
Con suave afeccion se postran,
Porque todo mi albedrio,
Por víctima venturosa,
Como á temporal deidad,
Te ofreció el alma gustosa
Cuando al tálamo nupcial
Llegamos los dos en honra
De aquel que, siendo el que es,
Los cielos y tierra adoran.
Mis júbilos se eternicen,
La bicorne selva toda
Con Cavelino ó Permeso
Y la célebre Helicona,
Obsequiando a tu venida
Epitalamios dispongan,
Y la insipiencia del metro,
Como tan sábia perdona.
Que en tus encomios quisiera
La energía de Clevonia,
De Píndaro la elocuencia
Y la Gracia de tí sola.

Manuel Dionisio González: Memoria histórica de la villa de Santa Clara y su


jurisdicción, Imprenta del Siglo, Villaclara, 1858, pp. 434-437.

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