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Relaroría Mouffe y Laclau
Relaroría Mouffe y Laclau
El presente texto tiene como propósito exponer los presupuestos de la reflexión política del autor
argentino Ernesto Laclau desarrollados en los capítulos “Hegemonía y radicalización de la democracia”
y “El pueblo y la producción discursiva del vacío” de los libros Hegemonía y estrategia socialista
(HES), escrito junto a Chantal Mouffe, y La razón populista (RP).
PRESUPUESTOS GENERALES
En el contexto de esta nueva forma política aparece la apuesta teórica de Marx que
introduce un nuevo principio político de la división social, el enfrentamiento de clases. Para
los autores, la oposición de clase comparte con el imaginario jacobino los siguientes
[2]
Hecha esta distinción, Mouffe y Laclau aclaran que una relación de subordinación no es en
sí misma antagónica, dado que en ella las identidades sociales se construyen al interior de
un sistema de diferencias como positividades (definidas por sí mismas), es decir, un sistema
en el que los límites y fronteras están dados y en el que sólo es concebible la reproducción
de los sujetos subordinados. Así, el modo de ser antagónico de la política emerge al
subvertirse la positividad de las relaciones de subordinación transformándose en relaciones
de opresión, esta transformación depende de un “‘exterior’ discursivo a partir del cual el
discurso de la subordinación pueda ser interrumpido”. (Mouffe y Laclau, 2004, pág. 196)
De acuerdo con esto, el discurso que según Mouffe y Laclau irrumpe con las relaciones de
subordinación y hace posible las luchas contra la desigualdad es el discurso democrático.
Las condiciones discursivas que permiten plantear las diferentes formas de desigualdad
como ilegítimas y antinaturales, y de hacerlas, por tanto, equivalerse en tanto formas de
opresión. Esto es lo que va a constituir la fuerza subversiva profunda del discurso
democrático, que permitirá desplazar la igualdad y la libertad hacia dominios cada vez más
amplios, y que servirá, por tanto, de fermento a las diversas formas de lucha contra la
subordinación. (Mouffe y Laclau, 2004, pág. 198)
En el análisis de estas últimas luchas se hace visible otro elemento característico del modo
de ser de la política cuya condición de posibilidad es el antagonismo, la pluralidad y la
indeterminación de lo social. Veamos, para Laclau y Mouffe la subversión del orden
demuestra que las estructuras sociales son contingentes y que su devenir se fija
parcialmente mediante imposiciones de poder que niegan alguna forma de identidad. En
este terreno de identidades que se definen a partir de su relación con otras, entran en juego
una serie de condiciones que las sobredeterminan, al interior de las cuales las identidades
pueden legitimarse como subordinadas o representarse como una negación que no puede
ser determinada, lo cual “implica una exterioridad recíproca entre las identidades” (Mouffe
y Laclau, 2004, pág. 199) que demuestra los límites de todo sistema para constituirse
plenamente. En el caso de las luchas socialistas Mouffe y Laclau hacen énfasis en que las
más radicales, como las de los artesanos, son aquellas que revelan los límites del sistema
capitalista emergente, pues es su identidad – un modo de vida que se extiende a lo social,
político y cultural – la que se ve amenazada y se resiste al orden capitalista. No es este el
caso de los movimientos obreros de finales del siglo XIX, que al ser producidos y
legitimados por el orden capitalista luchan por la transformación de las relaciones al
interior del sistema y no por la transformación del orden mismo.
Sin embargo, para los autores no es suficiente el análisis de las luchas pasadas, dado que la
externalidad del poder descrita anteriormente no se constituye únicamente como reacción
defensiva a una fase superada, sino que pueden surgir al interior de un determinado orden
bajo el que se han aceptado como legítimas relaciones de subordinación. Por esta razón,
Mouffe y Laclau pasan a analizar “tanto el potencial democrático como las ambigüedades
(…) a la vez que la matriz histórica de la emergencia” (2004, pág. 202) de estos nuevos
antagonismos contemporáneos.
A la luz del análisis del fordismo hecho por el economista francés Michel Aglietta, quien
sitúa el sistema de producción industrial como el principio de la articulación entre los
procesos de producción y de consumo, Mouffe y Laclau encuentran la primera
transformación significativa del campo social, a saber, que la sociedad se estructura como
un gran mercado productor de necesidades y reproductor de una lógica de la acumulación
que crea formas nuevas de subordinación, distintas por ejemplo a la forma del trabajador
subordinado al capital.
Por otra parte, para los autores la formación del Estado de bienestar[3] y de sus prácticas
burocratizadas hace de este un fenómeno ambiguo, puesto que su creación obedeció a
necesidades requeridas por el régimen capitalista, por un lado, y por otro a una serie de
luchas generadas en su contra; por tanto, la serie de efectos que se derivan de su acción
pueden beneficiar el orden de las relaciones capitalistas o hacer emerger nuevos
antagonismos. Entre muchos de estos efectos ambiguos se encuentra, por ejemplo, el
desplazamiento de las fronteras entre lo privado y lo público, que visibilizan el carácter
político de las relaciones sociales y el hecho de que son instituidas, a razón de lo cual se
pueden imponer espacios no democráticos. (Mouffe y Laclau, 2004, pág. 206) De igual
forma, la emergencia de la democracia social que fundamenta este tipo de organización
gubernamental ha contribuido a la extensión del principio igualitario y a la ampliación de
la esfera de los derechos.
Pluralismo y Radicalidad
[1] El concepto de Punto Nodal es tomado por los autores de la teoría de Lacan. Se define
como aquel que puede totalizar e incluir todos los elementos libres y flotantes en una serie
de equivalencias, en esta articulación es que adquiere sentido la identidad de cada
elemento.
[2] El imaginario jacobino hace referencia a los ideales compartidos por los miembros del
grupo político de la Revolución Francesa. Los ideales republicanos de libertad e igualdad
en defensa de la soberanía popular.
Partiendo del presupuesto anterior, demos paso al desarrollo del tema, preguntándonos cuál
es la unidad mínima de análisis del populismo. Para ello, Laclau señala, que se puede
concebir al populismo como ideología o como unidad de grupo, en este sentido, si nos
quedamos con la primera, lo más probable es que se retroceda a la discusión planteada en el
primer capítulo, por lo tanto, conviene para el desarrollo de este, quedarnos con la segunda,
identificando al populismo como una forma de construcción propia de la unidad de grupo.
Pero, ¿Cómo se construye la unidad de un grupo? Para este filósofo argentino, la unidad de
grupo se gesta estrechando relaciones entre los agentes sociales de dicha sociedad, es decir,
la unidad de grupo, se gesta cuando los elementos pertenecientes a ese grupo, se van
relacionando hasta construir la unidad en la que todos se ven identificados, vale señalar que
esta es una forma, no es la única; en este caso se podría hablar de la categoría de pueblo.
¿Existe una unidad más pequeña que grupo? Tal parece que sí, Laclau habla de la demanda
social, que en su traducción al inglés demand, según señala, tiene dos connotaciones que
podrían ser claves para comprender el populismo en sus primero rasgos, dichas
connotaciones son las siguientes: la primera, entendida como petición y la segunda, como
reclamo. Ahora bien, es necesario que se identifique primero ¿Qué constituye una
demanda? Y en relación con la anterior ¿Cuándo son peticiones y cuándo son reclamos?
¿Pueden servir de petición y reclamo al mismo tiempo? Para dar respuesta a estos
cuestionamientos, empecemos por hacer mención de la constitución y aplicabilidad de una
demanda.
Así pues, se dirá, que las demandas populares son las que permiten el comienzo de la
constitución del pueblo, en ese sentido según señala Laclau, se conciben unas
precondiciones del populismo, como se enuncian a continuación: la primera, el surgimiento
de una frontera interna, dada por la acumulación y la equivalencia de las demandas, dicha
acumulación y formación de las equivalencias, permiten el surgimiento del pueblo, esta
será la segunda precondición y como tercera, la unificación de dichas demandas en una
misma significación, en otras palabras, estas surgen solo cuando ha trascurrido un tiempo y
no se ha generado ninguna solución a la realidad señalada.
Por otro lado, parece que la cadena equivalencia de las demandas, pueden ser todo un
fracaso, gracias a que no se da la extensión o apropiación de otros sectores en una
equivalencia, puesto que no identifican un vínculo equivalencia con dichas demandas, es
así, que entre ellas no se identifica un enemigo en común que las haga vincularse en una
misma equivalencia. Por lo tanto, una cadena equivalencia se gesta, cuando la diversidad de
razones permiten a los sectores amotinarse por una misma equivalencia, así se dará que,
“cuanto más extendida es la cadena equivalencia, más mixta será la naturaleza de los
vínculos que entran en su composición” (Laclau, 2005, p. 101)
Dicho de otra manera, existen muchas razones dentro de una misma equivalencia para
hacer salir a un pueblo a la calle con diversidad de razones, tales como, el robo de recursos
en la educación, el alza en los impuestos a la mano factura, la mala prestación de los
servicios médicos, la defensa de un pueblo originario o campesino, etc. Todas ellas, se
vinculan en un mismo enemigo, y salen a la calle amotinarse con el fin de realizar un
reclamo a la institucionalidad que se ha demostrado ser insuficiente por la no respuesta a
sus peticiones. En consecuencia, la consolidación de una cadena de equivalencias, permite
la construcción de una identidad popular, surgida de la diversidad de razones que haría que
un pueblo por completo que se sienta identificado, salga y exprese por medio de la protesta
su necesidad.
Todo lo anterior, nos servirá para hablar de la construcción de lo social, dentro de la
relación entre las lógicas de la equivalencia y la diferencia, es decir, dentro de la
construcción de lo social, la equivalencia y la diferencia funcionan como una tensión, en
donde, la particularidad de una demanda se relaciona con otra por la diferencia; y en la
equivalencia, la particularidad se claudica para hacer posible la identificación de lo común
entre las diferencias, por lo tanto, la equivalencia no elimina la diferencia. Pero, en una
sociedad como la nuestra que está en constante cambio y expansión, hacer posible la
construcción de lo social, es decir, consolidar un pueblo, una relación de equivalencias y
diferencias, será imposible, dado que, a cada demanda se le podría satisfacer de una manera
diferente.
En ese sentido, se requiere de intereses políticos desde algunos sectores, como la industria
textil, la agricultura, el comercio, etc, que fuercen a la sociedad a identificar enemigos e
instaurar un discurso en el que se evidencia la división de lo social, basándose en lógicas
equivalenciales, en el que una parte se identifica con el todo, haciendo las veces de
significante vacío, es decir, asumiendo como suyo aquello que identifica a cada una de las
equivalencias en un mismo colectivo o persona, o sea, en una universalidad.
Por consiguiente, la cadena de equivalencia requiere una identidad social, que nace del
encuentro entre la equivalencia y la diferencia, permitiendo la construcción de lo social. Así
el pueblo, logrará colocar sujetos o colectivos que defiendan el estado de bienestar. Pero,
esto supone un problema, porque según Laclau, el pueblo no expresa la totalidad de la
comunidad gracias a la distinción entre populus y plebs, donde el primero es el cuerpo de
todos los ciudadanos y el segundo, lo menos privilegiados. Es en este sentido, se hace
necesario que el populismo entendido como plebs, es decir, todos aquello que están siendo
afectados, los menos privilegiados, requieren del populus como unidad legitima, como
única representación de la unidad total del pueblo, que por medio de un(os) representante(s)
buscan significar a su pueblo construyendo una identidad global, esta cuestión se ampliara
en el siguiente apartado.
El populismo requiere la división dicotómica de la sociedad en dos campos -uno que se presenta a sí mismo como parte que reclama ser
el todo-, que esta dicotomía implica la división antagónica del campo social, y que el campo popular presupone, como condición de su
constitución, la construcción de una identidad global a partir de la equivalencia de una pluralidad de demandas sociales (Laclau, 2005,
p. 101)
En este sentido, la falta, lo ausente, lo excluido será aquello que construye el pueblo, “sin
esta ruptura inicial de algo en el orden social –por más pequeña que esa ruptura haya sido
inicialmente-, no hay posibilidad de antagonismo, de frontera o, en última instancia, de
‘pueblo’” (Laclau, 2005, p. 113) Si en el inicio de la construcción de lo social no se da una
brecha, una ruptura que haga diferencia entre la sociedad, no será posible, como se
evidencia en la cita, el antagonismo. Dicho antagonismo surge de la consolidación de
demandas, que inicialmente, como ya se ha mencionado, son insatisfechas por la no
respuesta del destinatario, y en cuya acumulación se hace posible la constitución de
equivalencias, hasta el punto de sentirse identificados en una misma identidad global.
Por otro lado, es necesario dejar claro que cada demanda, según señala Laclau, está dirigida
a alguien, con ello se quiere mostrar que existe una dicotomía entre la acumulación de
demandas insatisfechas y la incapacidad del destinatario por resolverlas. En conclusión y
relacionando lo antes mencionado, se podría decir, el populismo fue más que el fracaso del
Estado, al no funcionar como eje articulador de una sociedad, capaz de mantenerla en un
sistema de dominación, antes bien, "fue una crisis en la capacidad del ‘pueblo’ para
totalizar, ya fuera la identidad del enemigo o su propia identidad ‘global’” (Laclau, 2005, p.
121).
En ese sentido, se dirá, que el populismo tomo fuerza, no por la falta de acierto en la
respuesta o solución del Estado, la institucionalidad frente a los problemas no satisfechos,
sino que, tomó fuerza, por la capacidad de construcción de las equivalencias de las
demandas insatisfechas, y el surgimiento de una identidad totalizadora en la que muchos se
sentían identificados con un mismo enemigo. Es así, que el populismo se identifica con
aquellos que son oprimidos, con aquellos que no son reconocidos, con aquellos que han
sido estigmatizados, con aquellos que han sido explotados, todos ellos sin importar
su status quo, haciéndoles sentir participes de una identidad, en busca de un ideal en común
por el que la fuerza de sus sinergias, se encaminan a un mismo sentido.
Por otro lado, es necesario retomar lo expuesto en párrafos anteriores sobre las dos formas
de entender el pueblo: populus – plebs. Ya que en lo expuesto hasta ahora, se hace evidente
un problema con dicha dicotomía, puesto que el plebs siendo aquel en el que se identifican
los menos favorecidos, se reclaman como un único pueblo, populus; en este sentido, se
plantea un problema, dado que al parecer el populus no es de un todo totalizadora. Dicho en
otras palabras, el populus siendo lo que está, lo que hay, las relaciones entre la sociedad,
hace que se exprese como fuente de opresión, a razón de que en su totalidad no se
contempla los menos favorecidos.
3. Conclusión [Editar]
Con los presupuestos expuestos anteriormente podríamos llegar a una posible conclusión,
así pues para Laclau, se deben tener presente tres elementos: el primero, es que el
populismo no es un movimiento, es decir, que tenga una determinada ideología, sino que,
por el contrario, es una lógica política. Segundo, el discurso populista siempre va hacer
impreciso y fluctuante, es decir, por la condensación de demandas en busca de una solo
identidad, el discurso no puede abarcar la totalidad de las intenciones expuestas por cada
demanda y en la misma medida ello hace que sea fluctuante.
Y tercero, la organización del espacio comunitario, esta medida por la diferencia, es decir,
para este filósofo, la organización social, el espacio comunitario, se organiza según las
diferencias de las particularidades, puede ser entendido también como la sectorización de
una sociedad por las clases sociales o más comúnmente identificadas como comunas.
También es importante dejar claro la función del significante vacío, ellos, colocan una
frontera dicotómica dentro de la sociedad, haciendo posibles las diferencias y las
equivalencias, quedando claro que sin ellas la existencia del populus, no sería posible.
Así pues, el populismo se comprende como la suma de las sinergias de aquellos oprimidos
por una sociedad en donde no encuentran una identidad dado su valor particular de
diferencia, y buscan por medio de la equivalencia con otros sectores que igualmente se ven
afectados por otras razones, buscar equivalencias y consolidarse como un grupo, con una
identidad y en su defecto con héroe que proclama sus necesidades y es en constante
búsqueda de soluciones, asumiéndose el, como significante vacío dentro de la construcción
del pueblo. En relación a lo mencionado, se podría pensar en Luis Carlos Galán; Mons.
Romero; Álvaro Ulcue Chucue; Camilo Torrez; entre otros muchos más, quienes asumieron
en su rostro, el rostro de los oprimidos, de los olvidados, de no lo reconocidos y
emprendieron búsquedas que ayudaran en la promoción de su vida y el salvación de sus
pueblos.
Referencia Bibliográfica