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El inicio del Sermón de la Montaña cita que serán bienaventurados los pobres de espíritu, debido a que

es el fundamento del resto de las bienaventuranzas y de la vida cristiana.


La palabra pobre escrita en este el sermón proviene del griego ptojos, que se refiere al mendigo o a
la pobreza paupérrima, este significado es el que usamos día a día en la vida cotidiana como un
calificativo para tildar a quienes no tienen recursos para poder subsistir

Esta bienaventuranza se relaciona con un atributo del ser humano que brota como
respuesta de la condición de pobreza espiritual, en la cual con el corazón humillado se
recibe el perdón de los pecados y la consolación de Dios.
Jesucristo dijo bienaventurados los mansos, mientras que en nuestro mundo se
cataloga a un manso como una persona con carácter débil, que no tiene autoridad, que le
falta liderazgo e inclusive poco productiva.
El llanto es una respuesta natural que surge para expresar alguna emoción, ya bien sea
por dolor, tristeza o pérdida,  y socialmente es visto como un signo de debilidad, pero
incluso se puede llorar de felicidad, que de acuerdo a los valores sociales se vincula con
un triunfo.
El ser humano comúnmente no se examina espiritualmente hasta que se le presentan los
problemas, y es aquí cuando se busca un consejo, una ayuda, una opinión diferente que
emplace a conseguir una solución satisfactoria a la contrariedad.
En esta bienaventuranza se hace mención de dos deseos naturales como son el hambre y la sed,
necesidades  que juntas expresan una terrible avidez de justicia en el alma que parece insaciable, y que
solo es solventada con lo espiritual.
La palabra justicia significa la virtud que hace dar a cada cual lo que le pertenece equitativamente,
también representa un derecho ético o moral, pero desde el punto de vista religioso, la justicia es la
santidad, la fidelidad y la conformidad en el cumplimiento de los mandamientos de Dios.

En esta  bienaventuranza, el hombre se eleva  por encima de lo que es justo y llega a lo que es
bueno, amable y generoso para con los otros, por ello son bienaventurados los
misericordiosos.
Una de las cosas que más trasgrede el ser humano en este mundo es la misericordia, siendo muy
común los casos de relaciones tensas o rotas por motivos como envidia, chisme o rencor, que a
veces  pueden terminar en consecuencias fatales.

Tener un corazón limpio es una tarea difícil de alcanzar, por la sencilla razón que todos somos
pecadores, desde nuestros pensamientos y por consiguiente en nuestros actos, y muchas veces el
propio corazón nos engaña y creemos las mentiras que de él fluyen.
En el momento que Jesucristo dijo bienaventurados los limpios de corazón, se refirió a
aquellas personas de emociones, intenciones y pensamientos puros y sinceros, que actúan
con integridad y sinceridad en concordancia a cómo piensan o sienten.

Quizá sea más fácil identificar lo que “no es paz” que precisar el significado de “paz.”
La Guerra no es paz; la ansiedad no es paz; el resentimiento no es paz. La lista puede
seguir y seguir. Sentimos en nuestro estómago cuando no estamos en paz, ni en paz
con el mundo a nuestro alrededor, ni dentro de nosotros mismos, ni en unión con Dios.
Hay un sentimiento de temor, o de incomodidad, o incluso pérdida. Pero con esto no
hemos identificado la paz.

En esta bienaventuranza, Jesucristo se refiere a quienes han desarrollado una formación


espiritual siendo limpios de corazón y espíritu, sufriendo por sus pecados, predicando la
mansedumbre, la misericordia y la paz con hambre y sed de justicia, sufrirán de la persecución
como consecuencia de ser hijos de Dios.
Debemos recordar que vivimos en un mundo que se vende al pecado, y cuando nuestras
palabras o acciones exponen la maldad o la mentira de los demás, es causa de irritación en la
sociedad, ya que hay un sentimiento de intimidación que trata de apartar la justicia de Dios.

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