Está en la página 1de 10
v LA ESPANA ARABE La derrota de Rodrigo, el dltimo rey godo, tan novelada y tar. Horada en los ciglos siguientes, ocurrié en la batalla de Guadalete el afio 711, pocas semanas después de que Térik, al frente de un ejército de quizé no més de siete mil “moros”, desembareé en lo que luego se Tams Gibraltar. (Estos “moros”, como se Hamé en Fspafia a los invasores, eran frabes y bereberes. La designacién les convenia propiamente a los bereberes: Maurus, de donde viene moro, era en latin el habitante de Mauritania; pero moros, en espatiol, vino a significar simplemente ‘mu- sulmanes’, ‘infieles’, sin alusién a origen geogréfico.) La conquista del reino cristiano fue en verdad fulminante. En 718 se hallaba sometide précticamente toda 1a peninsula, y Térik cruzaba ya la raya de Francia. El entusiasmo conquistador de los musulmanes era enorme, y notable la cohesién que mostraron en esos tiempos. En cambio, la armazin politica del reino visigodo estaba desmoronada. Rodrigo, el aiio anterior a su de- rota, se habia aduefiado del trono conculcando los derechos de los here- deros de Witiza, su predecesor. No es, pues, muy extrafio que un hermano de Witiza, don Oppas, obispo de Sevilla, haya peleado con sus gentes al lado de Térik en la batalla de Guadalete. (En 712, sin dejar de ser alia do de los “‘infieles”, don Oppas se convirtié en arzabispo de Toledo, el puesto més alto de Ja jerarquia eclesidstica espafiola.) Tan fulminante como la caida de Hispania habia sido el nacimiento y el auge del Islam. Mahoma (570-632), llamado “el Profeta”, fue coe- tineo de San Isidoro de Sevilla. La hégira, que marca la fundacién del mahometismo, tuvo lugar en 622, 0 sea que cusndo los musulmanes se apoderaron del reino visigodo Hevaban apenas 89 afios de existir en cuan- to tales. Y, ademas de haber ocupado toda Ia peninsula rabe y de haber iniciado su expansién hacia el norte y hacia la India, tenian dominado todo el norte de Africa, desde Egipto hasta Marruecos, Los bereberes de 711 eran ya auténticos musulmanes. La historia de la expansidn del Islam es, sin duda, una de las mis ani- madas y posilivas que existen. Para verla asi, hasta que abandonemos la visin estereotipada del “cristiano” que, muy valiente, pero también privilegiadamente socorrido por Santiago, se enfrenta al moro cruel y 2 - LA ESPARA ARABE cy ¢ perpetiia en las inge- salvaje y lo subyuga (visién estereotipada que 3° {stianos, existentes todavia nuas danzas y representaciones de moros y 61 en el folklore festivo de Espaiia, Portugal e Hispanoamérica), y nos acer- quemos al punto de vista, no de algin musulmén fanatico que siga de- plorando hoy la pérdida de “Ia perla del Islam”, Espaiia, en manos de los “perros cristianos”, sino de os muchos historiadores modernos que, con toda la imparcialidad que su oficio les impone, acaban fascinados por el dinamismo de esa expansién, y por 1a humanidad, la tolerancia, el amor al trabajo y a los placeres de Ja vida, de la cultura y el arte que mostraron los mahometanos en todos Jos pafses en que estuvieron.* Esto se aplica particularmente a Espafia. Un Cervantes, un Géngora, un Lope de Vega, sin dejar por supuesto de ser eristianos y espafioles, vieron siem- pre a los moros con un carifio que jamés se tuvo para los godos. Y este carifio se referia a cosas muy concretas de la civilizacién islimica, que, si habia sido la fecundadora de la ciencia y la filosofia medievales, tam- bién habia mostrado un tenaz gusto por las cosas buenas de a vida, la rica comida, los trajes hermosos, la miisica, las diversiones. Para todo ello, asi lo “itil” como lo “placentera” —en la medida en que puedan separarse las dos cosas—, disponfan esos grandes esoritores de palabras cnidas del arabe; y palabras tales, que su colo sonido ya los dejaba cau- tivados. Ast Géngora, al evocar en uno de los pasajes mas bellos de las «ne ein mH il pi eb bin. craig ci is Et Aibncwe, Alrraci, Albee, Aili Alesnadre, Alentars (Alana), Alearen, Alsat Hes es ie ie eee ty "ot ‘gs ee fe i Aimee Sis Sek ie ees te a ee eee Sere te, ee at at che ha cys Linea eect Seat oN Si eM te ice attra 1s ra a i ic os a Wan an lemurs seman SC SE ey aera oe cee oeaeihen ai nano eit as Br rata aie in rae BIC RG ee Dcis ten ie hein gthe arte ek sal ee Me re ae ce a te he atta a seat ths Ge aie i te ica en KER Sie Genie: area fai A Mrs aa SS Gl oe ne chen a oe en eis oe ee en i se ate A satan cs es waist cars RAS Nok Eee See a LA FSPASA ARABE, Soledades el fastuoso especticulo de la caceria con halcones, coloca visi- blemente en sus versos, como otras tantas joyas, los nombres de las aves de presa, y la mayorfa de esos nombres proceden del érabe —pues los 4rabes, que le ensefiaron a Europa el dlgebra y la quimica, Ie ensefiaron también el refinado y frivolo arte de la cetreria, Las palabras alfaneque, tagarote, bahari, bornt, alferraz, sacre, nebli y otras (como también al. cahas, 1a jaula en que se encerraba a esas temibles aves, y aledrdara, la percha en que dormian) legaron al espafiol desde el arabe. A unos amigos italianos que se interesaban por las peculiaridades de la lengua espaiiola les dir Juan de Valdés en la primera mitad del si- glo xvi: “Para aquellas cosas que avemos tomado de los moros no tene- ‘mos otros vocablos con que nombrarlas sino los ardbigos que ellos mesmos con las mesmas cosas nos introdujeron”. Y también: “Aunque para mu- chas cosas de las que nombramos con vocablos arébigos tenemos vocablos latinos, el uso nos ha hecho tener por mejores los arsbigos que los lati- nos, y de aqui es que dezimos antes alhombra que tapete, y tenemos por mejor voeablo alcrebite que piedra sufre, y azeite que olio”. No fue él quien primero observé esa peculiaridad del espafiol (compartida por el portugués) frente a las demés lenguas romances. Y, desde luego, no fue el Gltimo. Existen catélogos especiales de arabismos, y excelentes estudios historicos y etimolégicos sobre ellos. En verdad, una buena manera de comprender la historia de la Espafia Grabe es verla en su imagen lingiiistica, estudiando la significecién de Jos cuatro mil arabismos que existen en nuestra lengua. Para entender mejor el fenémeno lingilistico sera Gtil un ligero mareo de acontecimientos histéricos. En los primeros tiempos, la peninsula fue tun emirato sujeto al califa de Damaceo, pero ya Abderramén I (755- 788) rompié esos lazos de sujecién, y Abderramén III (912-961) pasé de emir a califa y fij6 su capital en Cérdoba.* Las campafias de Alman- * Cine, oon. de In coded mis fmpetetes do Eaopn on ln aio x3 2, fon a igual ue le‘Taldo fab, wn ena cultural gue ais eile dott aude ‘esas gun sou bcldnco mann Se dent CHEMO at Woe ae IS Inia bl venison napa tu bn he a Py oy ee ee Maye Cnt Eterna dn Nea ir een te ge ele coe 5 dei i inason tant por al erode dt eb come fl cergcter del calif. nto Albaquem,sficionnde a In ansic, bia agedido un seule eal ‘tonin Conese de fats}, snpindg tt fama ona Rh een Se Seb so ti or hss deo, in gett a mner deeeels comenenes het trea sto” indo coats signer weir de pss tout “Eset A esis de 17 Aihara (4 des Aegis: Lg sas Sl elle eau ery bo - -* LA ESPASA ARABE ® zor (977-1002), “genio politico y militar”, consolidaron el dominio de os moros en el norte, de Barcelona a Santiago de Compostela, pero mar- caron también el fin de tres siglos de expansién y de predominio militar. En 103] el califato se fragment6 en varios reinos pequefios (Ilamados taifas, 0 sea “facciones’), algunos de los cuales, a causa del alto grado de cultura que Tlegaron, han sido comparados con las grandes ciudades italianas del Renacimiento. La unidad politica fue restaurada, un tanto violentamente, por dos oleadas de musulmanes del norte de Africa, los almordvides 0 ‘devotos’ (1086-1147) y los almohades 0 ‘unitarios’ (1147- 1269), que, movidos al principio por el fanatismo religioso, acabaron por contagiarse del amor a Ia filosofia, 1a ciencia, el arte y la poesia que habia brillado en los reinos de taifas. (Observacién marginal: si los moros de Espafia y Portugal hubieran sido verdaderos faniticos, cierta- mente habrian destruido, con la misma furia con que hoy se destruyen en muchas partes los plantios de amapola y de coca, los vifiedos que desde tiempos antiguos habia en la peninsula; no sélo no lo hicieron, sino que se aficionaron al vino, pese a la prohibieién de Mahoma.) Desde el punto de vista cultural, el fin del califato coincide practica- mente con el comienzo de los dos siglos més esplendorozos de la Espaia arabe. En esta época florecen Thn-Hazm, poeta de El collar de la paloma, 1 filésofo y cientifico Avempace, el poeta Ben Qusmén, el gran Averroes y su amigo Ibn-Tofail y el pensador Ibn-Arabi. En esta época florece también, arrimada a los modelos arabes, Ia gran cultura hispanohebrea, que se enorgullece de nombres igualmente universales: los poetas y filé- sofos Ibn-Gabirol (el Avicebrén de los escolisticos) y Yehuda Halevi, el sabio Abraham ben Ezra y el filésofo Maiménides. Este timo no es- cribié en hebreo, sino en drabo, su obra mis importante, la Guia de des- carriados. También el moralista judfo Ibn-Pakuda eseribié en arabe, y Yehuda Halevi tenia, ademis de su nombre hebreo, un nombre arabe, ey, nom quise fazer mal. Ton que deaian quella palabra faquells frasecita despectiva}, mas puso en st coragén de fener otro afadimiento de que per fuorga oviessen las gentes a loar tu fecho, Eatonce, pergue 1a su menquita de Cérdobs won era acabuda, aiadis en ells aquel fey toda la labor que i menguabs (que allt faltaba, et acabéla, Bata es la mejor e més com plida {mejor acehadal «mas noble merqulta quo los mores avian ex Fspatia, e, loado Dios, ex agora eplesin ¢ Hémanla Sencta Maria do Cirdoba, e ofrscila el eancio rey den Femando fa Metia quando gin a Cérdova de los mores (en 1236). E desque aquel rey ovo veabaila Is meaduita e fecho equel tan buen eGadumicnte, dixo que, pues fasta tonge Jo loavan.eretrneciendo To. del aladimiento que filers en el albogin..., de fidelance le avefan a loar con vazin del afadimlento quo fiiera en Ta mesquite de . E fue despaie muy lead, ¢ ol loamiento que fasta enfonce le farian escarneciéndole, find dlsputs por Ivor euténtice]. e hoy dix dizon Jos moros quando quieren lear agent buen echo: ate of ef aiadinience del ray Aikaguer™. 6 LA ESPARA ARABE, Abul Hasén, Otro judio, que al bautizarse en 1106 pas6 a lamarse Pedro Alfonso, escribié en drabe una coleccién de cuentos orientales que, tra- dducida al latin con el titulo de Disciplina clericalis, cautivé durante siglos 2 los lectores europeos. (Disciplina clericalis no significa ‘disciplina cle- tical’, sino ‘coleceién de textos destinada a los amigos de las letras’.) Decir que la literatura hispanoérabe de los siglos X-x11 se media con la de cualquier otra nacién europea —en todas las cuales se escribion mas 0 menos las mismas cosas, y en su mayor parte en latin— no es verdadero clogio. El verdadero elogio es decir que la literatura hispanodrabe se media gallardamente con la de Bagdad, la de El Cairo, la de cualquier otra provineia del vasto mundo islamico. sos siglos de oro espafioles son siglos de oro de la cultura arabe. E] numeroso vocabulario espaiiol de origen arabe procede scbre todo de la gran época de expansién y florecimiento, de los largos siglos en que todas las grandes ciudades cristianas —Tarragona, Zaragoza, Tole- do, Mérida, Cérdoba, Sevilla—, ricas y populosas desde los tiempos romanos, vivieron, cada vez més rieas y populosas, bajo el dominio islamico. Procede de esos siglos en que Espafia se hizo la meestra de Europa; en que el estudiante Gerberto, futuro papa Silvestre II, venta desde Francia hasta Cordoba para asomarse a ciencias que sélo los mu- sulmanes dominaban; en que un rey de Le6n y Castilla acufiaba monedas con inscripciones en arabe; en que toda Europa admiraba la armonia y el buen vivir de los moros; en que los condes y grandes de los incipien- tes reinos cristianos del norte trataban de imitar sus usanzas, tal como poco después, en Sicilia (el otro centro de difusién europea de Ia cul- ura musulmana), Federico, futuro emperador, estuvo viviendo “mas como arabe que como alemén”; en que circulaban por Europa, en tra- duceiones latinas, las obras de sabios hispanoarabes como Averroes, de- cisivas para el desarrollo del pensamiento filos6fico y cientifioo, y hasta fantastas religioso-morales como la muy musulmana Escala de Mahoma, gue le dio a Dante el marco escatolégico de su Divina Commedia. Muladies, mozdrabes, mudéjares El vocabulario espafiol de origen arabe nos deja una primera imagen doble: de tolerancia y apertura por parte de los musulmanes, y de ad: racién y seduceién por parte de quienes tuvieron un contacto humano con ellos. > i MULADIES, MOZARABES, MUDEJARES 7 ‘Tomemos la palabra muladi. Desde el punto de vista de los cristianos es palabra vil, pues los muladies eran los renegados; pero desde el pun to de vista de los arabes es palabra humana y generosa: los muwalladia son ‘los adoptados’. La razén profunda de la simpatfa que despierta el régimen érabe espafiol es su politica adoptadora, su tolerancia ideolégi ca, su disposicidn a la convivencia. Los “mértires” oristianos del siglo 1x no murieron por su fe en Cristo (a quien los musulmanes siempre respe- taron), sino por trastornar 1a estabilidad pablica, En ese mismo siglo, los obispos cristianos de la zona andaluza celebraban sin molestia alguna un coneilio en plena ciudad de Gérdoba (afo 839). Sin censura alguna, ni politica ni religiosa, varios autores ‘eclesiasticos escribieron, en un la- tin idéntico al de San Isidoro, todo lo que quisieron eseribir. Los mu sulmanes dejaron que los antiguos pobladores siguieran rigiéndose por el Fuero Juzgo de los visigodos, y nunea recurrieron a la violencia para ha- cerlos abandonar su credo eristiano. Los cristianos que abrazaron la fe de Mahoma —y fueron much{simos— lo hicieron por su propia voluntad y conveniencia. Los hijos de los muladies ya ni por el habla se distin- guian de los &tabes “auténticos”. Habia “moros” rubios. El nombre de Ben Qusman es el germénico Cuzmdn. Se conocen casos de altos funcio- narios cya lengua materna era el romé, 0 sea el romance, y casos de musulmanes piadosos que no sabjan hablar arabe. Jamis hubo presién “oficial” para que la poblacién abandonara su lengua (y asi se explica que todavia hoy, después de tantos siglos de contacto con el arabe, sub- sista el idioma bereber en el norte de Africa). Los emires y califas estu vieron muy lejos de esa neurética preocupacién por Ja “limpieza de san- fare” que mostraron las autoridades espafiolas del siglo xvt, y que tanto hizo sufrir sobre todo a los judios. Desde un principio los arabes se ca- saron con mujeres espafiolas. Segtn una fuente coetinea, de los 200,000 habitantes que tenfa Granada en el afio 1311, sélo 500 eran érabes “de raza” (lo cual no signifiea que esos 500 fueran “las mejores familias”) ; y los 200,000 eran musulmanes, los 200,000 heblaban arabe (un érabe ‘que estaria, naturalmente, leno de romanismos). El esplendor espectacu lar de la Espafia musulmana se debié a todos sus pobladores, arabes y mouiirabes por igual. La palabra mozdrabe significa simplemente ‘arabizado’. Los poblado- res todos de las grandes ciudades cristianas, y Jos de las menos impor- tantes, y los de los cazerfos campestres, © sea, durante siglos, Ia inmensa mayoria de los habitantes de Espafia y Portugal, quedaron hechos parte del mundo drabe. Todos ellos se arabizaron en la medida que quisieron, ee: an % LA ESPARA ARABE, y sélo al principio hubo esporddicos intentos de independencia. El caso de Granada es ciertamente exeepeional, pero es un hecho que en todas partes Ia poblacién se mostr6 inresistiblemente atzaida por los modes del vivir arabe. En el vasto campo mozarabe estiin los existianos que, sin aban- donar su lengua romance, la van Iienando de arabismos; estan los muchos francamente bilingties; estén los que bautizan a sus hijos con nombres firabes; estin los que sienten la necesidad de compilar correspondencias entre las dos lenguas (se conserva en Leiden uno de estos diceionarios, de hacia el siglo x); estén los eristianos que en el siglo x1 escriben sobre materias cristianas drabe! Han quedado mencionados los autores que en cl siglo 1x eseribfan li- bremente en latin isidoriano. Uno de ellos, Alvaro de Cérdoba, exclama- ba: “Heu! Proh dolor! Linguam suam nesciunt cbristiani!” Y, si nos ponemos en eu punto de vista, se explica ese dolor: la seduecién de la cultura islémica era tan abrumadora para los jévenes eristianos, que les hacia olvidar su lengua; algunos de ellos, segiin Alvaro, Iegaban al extre- mo de dominar mejor que los motos las sutiles reglas de 1a poesia drabe, Y no era la poesia lo tinico atrayente: era toda la cultura islémica, la “material” y la “espiritual”, la del trabajo y la del ocio. Y no eran los jévenes los tinicos seducidos. La palabra mozérabe se contrapone a la pulabra mudéjar. Si les mozs- rabes son los eristianos que siguieron viviendo en tierras de meros, los mudéjares son los moros que permanecieron en las tierras que iban sien- do reconquistadas por los reyes cristianos del norte (mudéjar significa ‘aquel a quien le han permitido quedarse’). Durante algiin tiempo, del siglo x1 al xix, estos mudéjares, que constituian comunidades nunerosas particularmente en Aregén, Toledo y Andalucia, mantuvieron su religién y su lengua. Son los siglos de “la Espatia de las tres religiones”. Porque ala de los moros y los cristianos se afiadia la de Tos judios. Si en la Cér- doba musalmana coexistian pacificamente iglesias, mezquitas y sinago- gas, la misma pacffica coexistencia egé a daxse en Ia Toledo cristiana. Pero la suerte de los mudéjares no fue muy buena. A difercncie de los morirabes, que acabaron por ser parte del mundo drabe, ellos nunca fueron plenamente parte del mundo cristiano, Tedos fueron desroseidos de sus tierras, y a partir del siglo x1v se acabé la tolerancia rligiosa para con ellos. Muchos, naturalmente, aprendieron el idioma de los eri tianos: eran los moros latinges © ladinos. Se conservan obras literarias compuestas por ellos en lengua romance (en aljaméa, como la lamaban) pero con la tinica eseritura que conocfan, o sea la arabe (escritura al- ‘LOS ARABISMOS DEL ESPAROL B jamiada), por ejemplo el Poema de Yiicuf, que cuenta Ia leyenda biblica de José el de Egipto, tan querida por los arabes como por los judios y Jos cristianos. (También se Taman “aljamiados”, por extensién, los textos, romances escritos en caracteres hebreos.) Mozirabes y mudéjazes no s6lo se contraponen, sino que se complementan entre si.* Los arabismos del espaiiol Los arabismos de nuestra Iengua son testimonio duradero de esa convi- vencia de siglos. La abundancia, por ejemplo, de voces de origen arabe relativas a horticultura, jardineria y obras de riego significa que la pobla- in mozarabe, y luego la poblacién toda de la peninsula, se compenetré de esa cultura agraria y doméstica, de ese amor al agua que los arabes, ‘como hijos que eran del desierto, parecfan Hevar en el alma, Los cuatro mil arsbismos de nuestra lengua tienen su razén de ser: corresponden a ‘cuatro mil objetos o conceptos cuya adopcisn era inevitable. De manera “fatal”, el afil, el carmesi, el escarlata y hasta el azul vienen del arabe. Un caso tipico: la terminologia de la hechura del barco se tomé bisica- mente de los moros. Y un caso extremo: las palabras almaizal y acetre, que designan objetos propios de la litargia catélica, json arabismos! Si no existieran tantas espléndidas muestras de 1a cerdmica musulmana me- dieval, bastarfa el vocabulario referente a alfarerfa (comenzando con la palabra misma alfarero) para saber que los eristianos espavioles admira- ron y aprendieron ese arte de los arabes. Pero los arabes fueron también horticultores, molineros, carpinteros, alfayates (‘sastres’), talaharteros, almocrebes (‘arrieros’), alfajemes (‘barberos’), panaderos, cocineros (y gastrénomos), marineros, pescadores, agricultores, expertos en equita- cidn, en cultura del aceite (las palabras aceite y aceituna son drabes), en medicina y farmacia, en pesas y medidas, grandes constructores y deco- radores, albéitares (‘veterinarios’), alatares (‘perfumistas’), tejedores de telas y de alforbras. En capitulos como éstos puede dividirse el estudio qitecture. Lee mozivabe sigaieron haclendo see islesan con le planta y disposiciin. que tenia. en los tiempos isigétios, pero en la ejecucién metieron elementos Tamado “de herradura”. Los mudéjares, conratedos pere on les jeamente mudéjar. Si el explendor do la Ex rabes ¥ a los mouirabes, une parte del espeador de la Espasa cristians se debe a los mudéjaroe 7 morisces. 0 LA ESPARA ARABE, lingistico de los arabismos, lo cual equivale a conocer capitules entezos de In historia cultural de Espatia. De Espafia y de buena parte del mundo. Entre los erabismos hay eras golosinas (almibar, alcorza, alajé, alfajor, alfefique ...), y peque- fieces frivolas como el aladar (‘mechén de pelo’) o importantes como el alfiler. Pero siempre se ha dado un lugar prominente a las “grandes pa: labras”, las que se refieren al pensamiento matemitico y a la especula- cidn cientifica. Al pensamiento matemitico pertenceen, por ejemplo, las palabras cero, cifra, algoritmo y guarismo, y la palabra élgebra, Los éra- bes hicieron que toda Europa abandonara la numeracién romana, tan incémoda para sumar, restar, multiplicar y dividir. Introdujeron el con- cepto de ‘cero’, que no existia en la tradicién grecorromana, y ensefiaron un méiodo totalmente nuevo de ‘reduccién’, que es0 es el digebra. Con el pensamiento matemitico se relaciona la palabra ajedrez (y sus alfiles, ¥y sus jaques y mates) : los arabes fueron quienes introdujeron este endia- blado juego en Europa. A la especulacién cientifica se refieren las pala- bras cenit, nadir y acimut, y también la palabea alquimia (con sus redo- ‘mas, sus alambiques, sus aiquitaras) : los arabes fueron grandes astréno- mos; y si alguien cree que la alquimia no significa gran cosa, e que no sabe la importancia que en la historia de la ciencia tuvo le piedra filo- sofal, ese “ihsir —de donde viene la palabra elizir— que los arabes ense- fiaron, no a hallar, sino a buscar. Y ademés, también las palab-as alcan- for, atincar, azogue, almagre, alumbre, dleali y alcokol son arabiemos. Veamos algo més de cerca unas cuantas zonas de esa cultura hispano- frabe a través de sus manifestaciones léxicas: Jardineria y horticultura: arboles y arbustos como el arrayén, la adel fa, el alerce, el acebuches plantas y flores como la alhucema, la albahaca, el alheli, el azahar, el jazinin, la azucena y la amapola; también el arria- te; frutas como el albaricoque, el albérchigo, el alfénsigo (pistache), el alficoz (cierto pepino), la sandfa, el limén, 1a naranja, 1a toronja y la albacora (cierta breva), y tipos especiales de frutas, como el higo jahari, la manzana jabi y la granada zafari. Agricultura: testimonio de la excelencia de los moros en las téenicas agrivolas son voces como alquerta, almunia, alméciga, cahiz y fenega. Al- gonos de estos arabismos se refieren a las obras de riego: Ia atarjea, la acequia, el aljibe, 1a noria, el arcadus, la zanja, el azud, 1a alberoa; otros dan fe del gran niimero de cultivos que los moros introdujeron: la alfal- fa, el algodén, el arroz, la cafia de aziicar, el azafrén, el ajonjoli, 1a acelga, la acerola, 1a alubia, la celcbradisima berenjena, la chirisia, la 20- 1.08 ARABISMOS DEL ESPASOL a nahoria, 1a algarroba y la alcachofa (y tipos especizles de aleachofa, como el alcaucil y la alcaneria).. Economia y comercio: ceca ‘casa de moneda’ (y monedas como el cegui y el maravedi), almacén, alcaiceria ‘bazar’, atijara ‘comercio’, albalé ‘cé- dula de pago’, almoneda, dérsena, alhéndiga, aleancta, almojarife, alea- bala, aduana, tarifa y arancel; pesas y medidas: azumbre, arrelde, alquei- re, celemin, adarme, quilate, quintal, arroba. ‘Arquitectura y mobiliario: alarife ‘arquitecto’, albafil; adobe y azule- jo3 zaquizami ‘artesonado’ (y luego ‘desvan’), tabique y alcoba; alféizar y ajimez; albatal y alcantarilla; azotea, zaguin y aldaba. La palabra ‘ajuar es frabe, y entre las piezas del ajuar se cuentan el azafate, la jofaina y la almofia, 1a almohada y el almadraque ‘colchén para sen- tarse en el suelo’, la alfombra, la alcatifa ‘alfombra fina’, la almozalla (otra especie de alfombra), el alifafe ‘coleha’ y el alhamar ‘tapia’. (Vale la pena observar que, hasta entrado el siglo xvi, en los “estrados” de las casas hispinicas habia pocas sillas, y en cambio toda clase de cojines, almohadones y tapetes, como en tiempos de la morerfa.) Vestimenta y lujo: telas como el tunect y el bocact; prendas como la almejia ‘tinica’, el albornoz, el alquicel ‘capa’, la aljuba o jubén, el ga- bin, los zaragiielles ‘calzones’, las alpargatas, los alcorques ‘sandalias de suela de corcho’; Ia albanega, el ciclatén y Ia alcandora eran prendas fe- ‘meninas; la cenefa y el alamar, adornos del vestido. Entre los arabismos hay también nombres de perfumes y afeites, como el almizcle, 1a algalia, el benjui, el talco, el alcohol, el solimén, el alcandor y el albayalde, y de joyas y piedras preciosas, como la ajorca, la arracada, el aljéfar ‘perlas pequefias’, Ie alaqueca ‘comalina’ —y las alhajas en general.* ‘Miisica y regocijo: al lado de instrumentos como el adufe, el rabel, el laid, la guzla, el albogue (y el albogén), 1a ajabeba, el aiafil y el tam- bor, las manifestaciones ruidosas de alegria: la algazara, la albérbola 0 y angliciemos (Gracsires, pantie, ete). Algo parecido ae ‘ve en los inventariog medievs les de Espafa. En el de los bienes de in infente Bentrix do Castile, hija de Prriqae TL (que 1n6 do 1369 a 1579), hay prendas de nombre franois, como “onos caniseres eon wna vayna de tapeee de weregey", dos formales de oto y “ten patos do arreja™ (evidentemeate, ls fabri carlos en Ads, al norto do Francia, que luego se Iamaron raja); pero predominan Tas de hombre deube: tes alfayats, “el uno fechd a perpuntes™ y Yo otros dos Me grano de al Jor"; "doa sorijon de oro con dos cefies” (el ea6i make grutso, “emai como una avellans”): ‘ier almocels, ma de snen” (esto es, de seda); “ana allie"; "an elfarerajo™: “eusto al suchas de palo de eu veal”. Salvo aljjar, ninguna do ostas palubrac figura en el Diccionario uimoligice de Coreminas (lo cual ex sefal de que al estudio’ de los arabismos no ho conclu 440). Eleaf serd alguna pivdre semiprecoss; Ta alguebe pareco ser una vara de mei LA FSPARA ARABE. albuérbola, la alkaraca, el alborozo, las albricias. (La palabra elgarabia, que hoy puede sugerir también griterfo animado, como de nifios o de pie jaros, fue originalmente ‘la lengua arabe’; su contraparte era la aljamia.) “Ante” militar: la eleazaba ‘ciudadela’, el aledzar, la ribida, cl adarve, la almena y la atalaya; el alarde, la algara, el rebato y la zaga ‘retaguardia’; el almirante, ¢l adalid, el arréez ‘caudillo o capitén’, el almocadén ‘jefe de tropa’, el aleaide y el alférez: la adarga, la aljaba y el alfanje; también hazafia parece ser arabisino, (En cierto momento Don Quijote le da a Sancho Panza una leceioncita sobre arabismos: “Este nombre albogues —le dice— es moriceo, como To som todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al, couviene a saber almohaza, almorzar, alhombra, alguacil, alhucema, al- macén, aleancia ¥ otros semejantes, que deben de ser pocos mas”. Don Quijote esta aqui algo distrafdo: en primer lugar, alba y alma y otras muchas palabras que comienzan en al- no son ciertamente moriscas, y en segundo lugar, como puede comprobarse con s6lo pasar los ojes por las incompletisimas listas anteriores, los arabismos con al- no sen “pocos més”, sino una cantidad enorme. Ese al- es el articulo érabe, que en los arabismos ha quedado incorporado al resto de Ja palabra, Por lo demi, el articulo esta asimismo en palabras como acequia, adelfa, ajoniolt, arra- yén, atarjea y azahar, aunque reducido a a- por efecto de la consonante que sigue. Las palabras jubén y aljuba significan lo mismo, como tam- ign los topénimos Medina y Almedina. Se dice “el Cordn”, pero puede decirse igualmente “el Alcorén”, y aldrabe exa sinénimo de drabe.) Gran parte de esto —observan algunos— no se originé en la cultura islimica. Muy cierto. Pero abi radica justamente la peculiar “originali- dad? de esa cultura. Los arabes, que dejaron muladies devotes donde- quiera que estuvieron —desde Espafia, Portugal y Marruecos hasta el lejano Oriente, pasando por Sicilia, los Balcanes, Egipto (y grandes z0- nas al sur de Egipto), el Levante mediterrineo, Mesopotamia, Persia y la India—, dondequiera adoptaron también las cosas que hallaron bue- nnas, Muchos de los arabismos, y entre ellos los “grandes” atabismos, cuentan sintéticamente esa historia. A menudo, en efecto, las palabras de donde proceden no son originalmente frabes, sino adaptaciones de voces de las gentes con quienes los arabes tuvieron trato. Fl mas presti- gioso de esos pafses es Grecia. El papel de adaptadores y trensmisores que desempefiaron los érabes en cuanto al saber helénico, comenzando oe -_ 2 LOS ARABISMOS DEL ESPASOL a3 con varias de las obras de Aristételes, se refleja hasta en palabras como adarme, del griego drackmé, 0 adelfa, del griego daphne, 0 albéitar, donde have falta cierto esfuerzo para reconocer el griego hippiatros ‘médico de caballos’, Hay asi arabismos procedentes, no digamos ya de Marruecos, de Egipto o de Siria, sino de Persia, la India, Bengala y mas allé, El cero y el ajedrez, por ejemplo, nos Hevan a la India; la naranja y el jazmin, a Persias el benjué a Sumatra, de donde los arabes trafan ese incienso aromitico, y en la palabra aceituni esta encerrada no la acci- tuna, sino la remota ciudad china de Tseu-thung, donde se fabricaba ese raso 0 seda satinada. En el caso de Espafia, por una especie de parado- ja, abundan particularmente los arabismos procedentes jdel latin! Las palabras latinas castrum, thunnus y (malum) pérsicum (‘manzana de Persia’), para poner tres ejemplos sencillos, no habrian dado origen a aledzar, atin y albérchigo, respectivamente, si no hubiera sido porque pertenecieron al habla familiar de los moros.* Algunos arabismos nunca fueron populares, desde luego, tal como aho- ra no es popular buena parte del vocabulario eientifico 0 técnico, o del que omplean las clases sociales refinedas. La palabra almanague fue y sigue siendo popular; cenit, nadir y acimut son bien conocidas, pero alcora ‘esfera celeste’ no figura sino en uno de los libros téenicos de Alfonso el Sabio. Asi también, arracada sigue siendo popular, mientras que la rara palabra alhaite ‘sartal de diversas piedras preciosas’ no est documentada sino en dos testamentos de reyes. Los arabismos alcora y ‘El ya muncionsdo Joan do Veliés —abserrador, en cate cos, mis agudo que Don Quijo te— es explcard a cus amigos Hallanon, a proplets del arealo fae Que “motes lo tenemos meznado en elgenos vocablosTntinos, el ual es causa quo no lo tonmecamos [= re hidalgo) y como infante/infanta ‘hijos del rey” son arabismos seménticos. En cambio, la influencia del drabe en Ia morfologia de nuestra lengua es muy tente: cl tinico caso seguro es el sufijo -i de marroqui, alfonst, sefardi, ete.* En cuanto a la pronunciacién, 1a huella del arabe es nula. A fines del siglo xv, Nebrija ereia que tres sonidos del espafiol, la h de herir (spnin), Ia x de dexar (DesHAR) y la ¢ de fuerca (FUER=SA), s0- nidos inexistentes en latin, eran herencia de los moros, y en nues:ros dias todavia se oye decir que la j espafola de ajo y de juerga, inexistente en francés y en italiano, se nos pegé del érabe. No es verdad. A esos cuatro sonidos se Ileg6 por una evolucién plenamente romanica, y su parecido con otros tantos fonemas arabes es mera coincidencia. Todos los arabis- mos de nuestra lengua se pronunciaron con fonética hispénica, (Un ejem- plo moderno ayudaré a explicarlo: la palabra overol es anglicismo, pero todos sus fonemas son espafioles; ninguno coincide realmente con los de la palabra inglesa overalls.) La lengua de los mozérabes El alud de arabismos, que no afecté Ia estructura fonética ni sintéctica de las lenguas iberorromances, y que ni siquiera en cuanto al vocabulario * Ia leecionelta do Don Quijote sobre arthismas seaba cxf: “...y solos tres [aombs ene nuestra Tengua que son moriscos y acaban en {, ¥ son boroegui, sapuizam! y manaved Basia un eorero repaso a los azebismes quo agul he menciotado, eemensindo con el bake cl born’ y el nebla para seconocer que Don Quijote estabe distiaide, traxotmado suid su reciente dervata’a' manos del Cabellaro do le Blanca Lana, al hablar de "volo tess” (os iad que Tuego afade olheli y alfegui, nombres aribigos “tanto por el al primero com Por fen que aceban"). Lo notable del aufijo wes qe mo ee qued6 fouilado en yore arcaict, Sino que sigue aleade peoductiro: sire para formar gentliios: eraeli patistan, buat LA LENGUA DE LOS MOZARABES a las volvié “irreconocibles” como hijas del latin, dejé también a salvo la estructura del romance hablado por los mozérabes, y de ninguna manera eliminé su fondo patrimonial. La fonética, la gramilica y el léxieo bisico de Jos mozérabes son continuacién del latin visigético, de la lengua “ge- neral” de Hispania a comienzos del siglo vut, en cl momento de la inva- sién de los moros. Indirectamente, sin embargo, el dominio musulmén influyé en las peculiaridades del habla mozarabe. Consideremos Jo que ocurria en el siglo x1. La mitad sur de la pent sula seguia siendo arabe y, por consiguiente, no habia comunicacién entre los hispanohablantes del sur y los del norte. A semejanza de las hablas romances del norte, también las hablas mozérabes mostraban seguramen- te diferencias dialectales (no ya entre Evora y Zaragoza, sino entre Evora y Toledo, entre Cérdoba y Murcia, entre Zaragoza y Valencia), pero, en comparacién con las del norte, eran més conservadoras, a causa justa- ‘mente de su aislamiento, En ese mismo siglo xt comenz6 a imponerse en los reinos cristianos la “reforma gregoriana” o “cluniacense” que, entre ‘otras cosas, modernizé y uniformé la liturgia romana en la cristiandad de Occidente. A los mozirabes no les legé esa reforma: en sus iglesias habia ritos, ornamentos, ceremonias, textos y melodias que venfan de los tiempos visigéticos, y era tal el amor a ese rito mozdrabe que, al ser re- conquistada Toledo por los castellanos, la poblacién consiguié que no se Je cambiara por el rito romano. El mismo “instinte de conservacién” ope- raba evidentemente en el habla morfrabe cada vex que habia un primer contacto con las otras hablas romances. (No de otra manera, el espaiiol que hasta mediados del siglo xx hablaban los sefardfes en Salénica, en Constantinopla, en Esmirna, tenia rasgos de pronunciacién y de vocabu- lario que lo particularizaban y lo hacfan tnico, La gran diferencia es que el sefardf estuvo siempre aislado, mientras que el mozérabe, al entrar gradualmente en relacién con las hables conquistadoras del norte, acabs por diluizse en ellas.) Por lo demés, los mozarabes nunca llevaron a la escritura sus modos de hablar. Su lengua literaria fue al principio el Tatin, y después, sensatamente, el arabe. Sin embargo, la falta de textos escritos en mozdrabe est compensada de varias maneras. En primer lugar, los eseritores hispanograbes usan buen nimero de voces romances sueltes, ya porque ellos las hubieran injertado en su len gua arabe —en la obra poctica de Ben Qusman hay alrededor de 200 hispanismos mozirabes—, ya porque estuvieran refiriéndose a sucesos co particularidades de la tierra, y asi un tratadista de hoténica dice que Jos cristianos Haman yeneshta a lo que los arabes Haman retéma, y cierto a8 LA ESPARA ARABE historiador, por afin de precisién, cita literalmente Ia palabra ofensiva que alguien solté: boyata —o sea boyada ‘hato de bueyes’. En segundo lugar, muchas voces romances han quedado como engas- tadas en los arabismos: en alcandor ‘afeite para blanquear 1a cara’ esté bien visible Ia palabra latina candor, manteniendo su significado concre- to de ‘blancura’. Més atin: los arabismos nos instruyen acerca de la pronunciacién mozarabe. La palabra latina matricem (‘matriz’, y de ahi ‘eauce’) se pronunciaba MATRICHE, pues existe el arabismo almatriche (cierta especie de acoquia). La palabra latina concilium se reconoce en el topénimo Alconchel. El nombre de Cicerén se pronunciaba CHICHERONE. (La palabra chickaro es tan tipicamente mozirabe, que hasta Ja fecha no se usa en la mitad norte de Espafia.) Los mozérabes no habian ecnvertido ain en d Ja ¢ de Las terminaciones latinas -atus, -ata, como se ve en el in- sulto boyata, y como lo muestra la vor aleayata, que seguramette signi- fic al principio lo mismo que su correspondiente castellano, cayada (bastén con el extremo superior en forma de gancho’). En lugar de la palabra clésica quercus ‘encina’ se usaba la forma tardia queraus, segin lo revela la vor alcornoque. Y, como vimos (pag. 83, nota), la palabra clisica papaver ‘amapola’ se habia convertido en papaura 0 algo seme- jante. En tercer lugar, gracias a cierto refinado artificio practicado por los poetas hispanograbes de los siglos xan, se nos han conservedo unos cineuenta pequefios textos mozfrabes. En una época en que la distancia entre el arabe literario y el arabe vulgar era enorme, el artificio consis- tfa en rematar sorpresivamente un poema “clésico” por su léxico, su sintaxis y sus imagenes, llamado muvashaja, con una eancioncita calle- jera, hecha en el Ienguaje de la gente comin. Para el juguetén artifi- cio, lo mismo daba el arabe vulgor andalusi que el habla rom{ de los mozirabes. Este ingenioso remate se lamaba jarcha. Las jarchas mo- zirabes, aparte de ser la “primavera de Ia Iiriea romance” (pues las més antiguas son anteriores a la lirica provenzal, tenida tradicionalmente por la primera del mundo roménico), son los tinicos textos en que hay algo més que palabras aisladas. Fstin puestas casi todas en boca de mu- chachas que Haman a su enamorado con una vor arabe, habib ‘querido’ {0 habibi “querido mio’). He aqui tres ejemplos: 2Qué faréi, mamma? ‘Meu al-habib est ad yana, (aQué haré, mama? Mi querido esta a la puerta.) a LA LENGUA DE LOS MOZARABES Garid vos, ay yermandlas, goin contener a meu male? Sin el habib non vivreyo: gad ob Ving demandare? (Decidme, hermanitas, ;e6mo soportaré mis penas? Sin el amado no podré vivir: gadénde iré @ buscarlo?) 2Qué fareyo, ou qué serad de mibi? Habibi, tuon te tuelgas de mibi.* (Qué haré, o qué sera de mi? Querido mio, no te apartes de mi.) Gracias @ estas fuentes es posible tener una idea sumaria del mozirabe. Podemos Iamarlo ‘“‘arcaico”, podemos decir que se quedé “estancado” en su evolucidn fonética, pero sélo si usamos como término de compara- cibn el castellano, o sea el dialecto que en los siglos x1 y xit se estaba imponiendo en el norte. El castellano, desde luego, estaba muchfsimo mas lejos del latin que el mozérabe (el mozirabe siguié siendo el latin vulgar visigético, con los ragos que ya se han visto: eglesia, nohte, orella, Hengua, ete.). Pero sien vez de usar el término de comparacién del castellano —cuyo territorio era hace 1,001 afios tan insignificante en comparacién con el del mozirabe—, vemos en todo su conjunto el pro- torromanee de la era de los godos, cuando atin habfa relacién con el protorromance italiano, el mozérabe no puede Hamarse dialecto arcaieo o estancado, Hay en él, si, cosas curiosas, como los futuros vivreyo y fareyo (latin vulgar vivire habeo, fare habeo), como el verbo garir ‘de- cir’ (latin vulgar garrire) 0 como el pronombre mibi (el miki clasico se * En contrat con Is ingonded delgades de In jachas romans, bo aga una masa : and peas “eon gin (5 tngns en cin de seat dean engin & on ete enla 5. Sidenemenis coo tan conebles como Ie snneiad, chars intima dl pcm drab) ={ O00 bello‘ andor que apdrer esi con relics erste, ee itn como ages sonbaisel / De dre dann, berbotoes er for-do agen que coven hala tnt como amedrndanviboran 7 Yes qe agen ae. Rinbreds scorer Turvamants dba dole ttm al yet um sop sions apete si 7 Tn ep omen pn nal ramet mo Aleucs de bnxbjua 7 eatoncn,cuade Ite Jccabiano ra dalcos,doi Snelinnse Jas rata enamoredae bestia" az Aimee el oro de as uch we a Mecidam de Cabra el Cen, m/s. Poros quo mo cmareen —-y Quo W"ftcaeron my veccmerente poo antes de 1960 no on ton entigans El fuego fae {Sate en mewadaieohebcan, per posas Jato tan famoaes tomo Mow ben Eira, Yoel Hints ‘Aurehns ben Ea ES bueno sugar el eco de Que lt jcc ea cian so Suelo ease icbewe (eens aljda), que eu teasers, ou taaclon 8 Scouse anaes o> Gene oo mae 0 LA ESPARA ARABE, convittié en mibi por contagio con el pronombre de segunda persona, bi) s pero otros fenémenos, como ob ‘dénde’ (latin ubi) 0 como la -d de serad ‘sera’ (latin vulgar sere habet), no son tan raros en esta época, ¥ se encuentran también en los dialectos del norte. La palabra yara ‘puer- ta’ es el ‘inico ejemplo de supervivencia del latin janua, expulsado de las demis variedades del latin vulgar por la palabra porta; pero en portugués subsiste un deseendiente de janua, el diminutivo janela ‘puertecite’ (0 sea ‘ventana’).. Mis que descubrir faciles analogias entre el mozérabe y el portugués {nohte, por ejemplo, pronunciado NoJTE, esti més cerca de noite que de noche) o con el cataln (la pronunciacién lengua, por ejemplo), gpor us no ver los “‘areafsmos” del mozarabe como testimonios del parentesco profundo de todo un racimo de lenguas? Ciertamente, un portugués que Tea la jarcha “;Qué faréi, mamma?”, podra decir: “Esto no esté eserito en castellano, sino en mi lengua, tal como era hace ocho o nueve siglos”. A Jos hablantes de castellano tiene que resultarnos arcaico (gracizsamen. te arcaico, habré que decir tal vez) todo eso que se lee on las jarchas: fillolo *hijito’, yermanellas ‘hermanitas’, dolche ‘dulce’, amare, bechare “besar’, rayo de sole, corachén, bono ‘bueno’, adormes “duermes’, ollos ‘ojos’, nomne ‘nombre’, fache ‘fax’, ‘cara’, etc, Pero pronunciemos, a base de los datos eonocidos, la frase mozirabe bechare la dolche fake del fillolo, y después la frase italiana (de hoy) baciare la dolce facia del figliolo, y entonces el mozarabe habré quedado situado de chra max nera, limpio de arcaismo. VI EL NACIMIENTO DEL CASTELLANO Los reinos cristianos del norte Los arabes cambiaron en muy poco tiempo el rostro de Espaiia; pero los parientes del rey Rodrigo, y los miembros de la nobleza visigoda, par- tidarios suyos, que previpitadamente huyeron a las montaiias de Asturias, muy cerca del Cantébrico, no vieron con agrado ese cambio de rostro. os siglos en que brilla el genio constructor de Jos musulmanes fueron, para los escritores de los reinos cristianos en la Edad Media espaftola, los de “la destruycién de Espaiia”. E] primer nombre que se destaca en el puiiado de magnates que huye: ron al norte es el del semilegendario Pelayo, triunfador de los moros en Ja batalla de Covadonga, al este de Oviedo, el afio 722 (por cierto que tuno de los cabecillas del ejéreito derrotedo por Pelayo era el arzobispo don Oppas, ya mencionado en la pag. 72). Debe haber sido una accién Délica de poca importancia, pues los arabes, desdefiando esa faja canté- brica en que no habia ciudades que valicran la pena, continuaron su avan ce y penctraron en Francia, hasta que fueron detenidos por Charles Martel (batalla de Poitiers, 732). A Pelayo se le tiene por fundador del reino astur-leonés. Su yerno Alfonso (Alfonso I, rey de Asturias de 739 a 757), sacando partido de ciertos pleitos que estallaron entre arabes y bereberes, Tanz6 una acometida que abared la cuenca del Duero y la del alto Ebro, extermind las escasas guarniciones enemigas, quemé las siembras, arras6 los poblados y regresé a la zona de Oviedo Hevéndose a los habitantes cristianos, que habian empezado a arabizarse.* + Fata “despoblalén” de Ta titra fac ana ietien militar quo se precios mucho. Seria para roar tn sdesletoeataligoe' aa icra yer, agentes jin culion,incapen de ustener« nadie Ta suet dels “oblactin ci darente Inger slo, no e> el do imo ‘nar. La mayer paride Tos nositabor eran cilanon, peo estan Ge tal modo Integradon S'tvkde drab que In recongusa de cada ciudad por hw eltanos del nore wenn & ser tan denstosa cu para cles somo para los motos, Fgeron tempos toes. En 716 un mon reno Hamado, “cl Beato de’ Licheas"ceribié unos comeatarin sobre el Apocli. ‘ia itr en’ que ee pitan la lacus de le igloaprisstva conea sos epetgos de desto de fae mellante vision, imigenesy esonas feantian 5, com ch mam Lenguaje simbs Tran ac enencian lochae nin ms toile pero también el tdonfo final. Paral Demo de than, Heme dest npo, ln Icha apocsliyen encaraaba ‘cn las balla muy canertas fontet Tos mores “nicks Dorate Tes selon sguentes to Hieron copies de eon conch oL

También podría gustarte