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1.

4 Nación
En la evolución teórica del concepto de nación se distingue, por una parte, una clasificación
entre nación étnica, voluntarista y cívica (Keating, nd). La nación étnica se entendió en
relación a la adscripción y pertenencia de un grupo referida a sus costumbres, lenguaje,
tradiciones y, en general, a lo que corresponde a la esencia de grupo que los caracteriza. Por
esto, se identificó con un cierto esencialismo que se relacionaba, al mismo tiempo, con el
concepto de raza1.

La segunda definición es voluntarista: para que el pueblo constituya una nación basta con
que se considere a sí mismo como tal. De acuerdo con el famoso dicho de Ernest Renán,
“una nación es un plebiscito diario” (Renan, 1882, tomado de Trejo, 2013), esta afirmación
capta el importante papel que desempeña la voluntad en la creación de las naciones
(Keating,nd).

Y la nación cívica se determina como una construcción social, que se interrelaciona


profundamente con la creación del Estado, pues los regímenes gobernantes al tener que
consolidar y legitimar su poder, crean un sentimiento de identidad nacional, movilizando a
la población en tomo a las necesidades del desarrollo nacional2 (Keating,nd).

Ernest Gellner, por otra parte, califica a la nación, de manera provisional e insuficiente, con
la siguiente aseveración: “dos hombres son de la misma nación si comparten la misma
cultura, entendiendo por cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas
de conducta y comunicación, es decir siempre y cuando se reconocen como pertenecientes
a esa misma nación.

Anthony Smith, por su parte (Los orígenes étnicos de la nación 1986), propone un nuevo
enfoque llamado etnosimbólico, que pone énfasis en el papel de los mitos, los valores, los
símbolos, las tradiciones y las memorias en el surgimiento y la existencia de las naciones.
Estas son situadas en un itinerario formativo histórico de larga duración en donde destacan
los elementos subjetivos, las culturas vernáculas y la dialéctica entre los sectores populares
por un lado, y las élites por el otro.

Desde el ala más de izquierda, por un lado, Marx, si bien no sistematizó directamente el
concepto de nación3, considera que es una formación histórica moderna caracterizada por
ser una sociedad amplia basada en la integración de una superficie y población
considerables -integración realizada mediante una fuerte industria, unas comunicaciones y
unos transportes desarrollados, así como en la participación en un amplio mercado nacional
común a todas las regiones. Posee sobre la organización del mundo una visión más

1
En el siglo XIX era frecuente referirse vagamente a esto como la «raza», a la que se veía como la base de la
identidad nacional
2
Esto se efectúa a través de la educación, el ceremonial cívico, la reescritura y glorificación de la historia
nacional y una política exterior agresiva, ya sea llevada a cabo por medios militares, económicos o
diplomáticos.
3
Marx construyó una teoría del Estado más que de la nación. Nación se refiere a todas las formaciones
globales que superan el nivel de los clanes y de las tribus, aquéllas que se denominan frecuentemente «etnias»
y que los rusos llaman narodnost (Rodinson, 1975; 2)
internacionalista que cosmopolita. Eso significa que considera las naciones como algo
existente y que seguirá existiendo en un futuro previsible, y no se opone a la integración del
individuo en la nación, no preconiza —al margen de cuál haya sido su actitud respecto al
problema en lo que le atañía personalmente— que el individuo deba considerarse como
ciudadano del mundo sin lazos nacionales particulares (Rodinson, 1975). Para La nación
funciona y está dotada de una continuidad histórica, como tal, a partir de la
interdependencia de las diferentes clases implicadas en el funcionamiento de su sistema
económico, por esto la nación está en relación significativa con la estructura formada por
las clases que la constituyen, sobremanera, con la clase dirigente o nacional que al servir a
sus intereses particulares, determina los intereses generales de la nación. Marx replantea los
conceptos nacionales en términos socialistas. El patriota iluminado debe apoyar el
programa socialista, y considerar al proletariado como la auténtica clase nacional, o la que
lo será en un futuro próximo, porque este programa sirve para el progreso de la nación. Para
la ideología de Marx, no son los derechos de cada grupo nacional de formar una nación
independiente, un Estado autónomo, los objetivos más importantes. El valor supremo (o en
todo caso un valor que domina indudablemente sobre aquél) es la felicidad —o sea, el
máximo de libertad, de igualdad y de fraternidad— del conjunto de la humanidad. Esto sólo
puede realizarse en una sociedad socialista y todo —incluidas las voluntades nacionalistas
de las etnias concretas— debe quedar subordinado a este objetivo (Rodinson, 1975).

Ahora bien, según Javier Caño (2004, Nacionalismo, autodeterminación e independencia),


en el origen del movimiento o de la ideología nacionalista influyen dos tipos de razones
diferentes, por una parte, uno de carácter liberal, democrático, racionalista y universal y,
por otra parte, otro de corte localista y emotivo. De este modo, el nacionalismo moderno se
presenta, como la extensión de las ideas liberales y democráticas de los derechos
individuales, a los grupos étnicos. “Si la democracia liberal de corte individualista reconoce
a las personas el derecho a elegir el régimen político en que desean vivir, el nacionalismo
aplica ese mismo derecho al conjunto de individuos, al grupo étnico o nación,
convirtiéndolo la libre decisión individual en libertad nacional” (Caño, 2004; 9). Desde esta
perspectiva el nacionalismo se presenta como una idea universal y defiende su aplicación a
todas las naciones. Esta idea triunfó en la Europa del siglo XIX, bajo el nombre de
principio de las nacionalidades. Además, el nacionalismo se basa en la conciencia de
pertenecía étnica y nacional, factor emocional inseparable y necesario para el éxito del
movimiento; cuando éstos se hallan en peligro por intentos de agresión o de asimilación y
anulación por la fuerza, la conciencia nacional se acentúa e impulsa al grupo étnico a
dotarse de nuevas estructuras políticas que aseguren su supervivencia (Caño, 2004).

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