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El anillo energético

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Se trata de un anillo que está estrangulando a Bolivia. Son los países vecinos
más Venezuela, que han resuelto elaborar lo que se ha dado en llamar “anillo
energético” que consiste en que Venezuela, que es el primer productor de
petróleo y gas en América del Sur, abastecerá de esos productos a los otros
países que lo necesiten. Junto con Venezuela, los otros países que circundan a
Bolivia – Brasil, Paraguay, Argentina y también Uruguay, Chile y Perú, han
acordado cooperarse mutuamente para satisfacer las necesidades energéticas
del conjunto.

Al respecto, cabe señalar que la primera reunión realizada entre los


mandatarios de esos países, prescindió de Bolivia, no obstante que nuestro
país es el segundo mayor poseedor de gas en el continente. En esa reunión no
estuvo Bolivia porque aquí se llevaba a cabo la llamada “guerra del gas”, una
“guerra” que la ganaron los anarquistas y agitadores con el virtual tapiado de
los bolsones de gas existentes en Tarija, Chuquisaca y Santa Cruz. La política
del ex presidente Carlos Mesa como resultado del referéndum al que convocó
su gobierno y la falta de seguridad jurídica a raíz de la nueva Ley de
Hidrocarburos, lejos de atraer más inversionistas, está ahuyentando a los que
vinieron.

Hace pocos días se realizó en Santiago de Chile el Segundo Congreso de


Integración Energética en América Latina. Allí, el Ministro de Energía y
Economía de Chile, Jorge Rodríguez, declaró que la firma de un acuerdo
energético en la región abrirá las puertas para otras iniciativas similares en
otras áreas, pero de no suscribirse el convenio no habrá integración y crecerá
la incertidumbre. Dijo que “si falla el tratado del gas tampoco se podrá pensar
en una integración eléctrica en América Latina, porque los temas de seguridad
y calidad de servicio tienen que ser debidamente garantizados para que un
país ceda a otros el aprovisionamiento de un insumo tan valioso como la
electricidad”.

Demás está decir que Chile trata impulsar el “anillo energético” mediante la
construcción de gasoductos que, como van las cosas, van a circular alrededor
y no a través de Bolivia, como debería ser. Aparentemente, muy pocos quieren
saber del gas boliviano. La política del “gas por mar” implantada por Carlos
Mesa ha privado al país de integrar el anillo. Chile podría comprar el gas que
necesita de Argentina, Brasil, Perú, Venezuela o Australia.

Como van las cosas, si es que no se cambia de política energética y nos


abrimos al mundo como proveedores de gas y sus derivados industrializados,
nos quedaremos con el gas bajo tierra por los siglos de los siglos, tal como está
ocurriendo con el litio y otros minerales del Salar de Uyuni que los “patriotas”
cívicos potosinos no permitieron su explotación e industrialización. Ahora es
demasiado tarde.

Ministros y técnicos de Perú, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Chile


preparan el marco jurídico para financiar los 3.000 millones de dólares que
requiere el proyecto. Nuestro país no figura; apenas si le permitieron asistir al
Congreso como observador. Así, lejos de beneficiarnos, el anillo energético
acabará por estrangularnos de no cambiar la política energética del país. Es un
ejemplo más de en qué medida vamos por el camino del suicidio. ¿Hasta
cuándo? Las próximas elecciones lo dirán.

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