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A.S., de 52 años, es un médico que cree haber descubierto la cura del cáncer.

Inicia sus
investigaciones de una manera genuina. Gran personalidad, muy talentoso, seductor y
trabajador. Sus trabajos de investigación los emprende sólo acompañado por un grupo de
seguidores. Posee fortuna personal y autofinancia toda su gestión. Si todo sale bien se cree
candidato al premio Nobel y con esta idea tiene seducidas a su familia y colaboradores. El
tema en cuestión es el germen de trigo que tendría una cualidad al parecer anticancerosa.
Invierte su fortuna en esta tarea. No intercambia sus experiencias con nadie, no publica, no
viaja al extranjero, no se muestra, se mantiene oculto por temor a que le roben la idea. Está
muy apasionado y eufórico. Posee unos cuantos casos de tratamientos exitosos fotografiados y
armados con precisión, pero no admite nada de nadie, mucho menos de colegas a quienes
acusa de ignorantes e incapaces. Sus colaboradores no son médicos, sino de otras profesiones
(químicos, biólogos, etcétera), posee secretarios, etcétera. Además, estudia filosofía (termina
la carrera) para entender mejor la epistemología de la ciencia. Invierte todo su dinero para
obtener un germen de trigo purificado, para luego administrárselos a sus pacientes. Hay en
realidad una carpeta con cuatro casos exitosos y nada más. Lo notable es que muchos
pacientes quieren tratarse con él y podría, seguramente, haber ganado mucho dinero
prometiendo la cura del cáncer, pero no, no quiere hacer esto, lo que desea es investigar cada
vez más. Con la carpeta de escasos casos exitosos pide un préstamo al gobierno, ya que agotó
todos sus recursos. Oculta expresamente, con este tratamiento, sus numerosos fracasos.
Munido solamente de los pocos éxitos intenta obtener un préstamo por otras vías. La familia,
al principio, lo creía un genio, pero ahora, ante la situación económica empieza a plantearse
qué hacer y a dudar. Fracasa el préstamo. Se le alejan los colaboradores. Culpa al país, a otros
médicos, a sus colaboradores y a su propia esposa por no poder seguir adelante con sus
investigación, no admite la más mínima crítica científica y personal. No quiere publicar nada.
Deja su consultorio. Con su personalidad sobrevalorada y soberbia se queja, critica y fustiga
constantemente al sistema. El hecho es que se deprime ante el fracaso y esto motiva la
consulta al psiquiatra. Una vez mejorado sigue creyendo que el germen de trigo purificado con
su técnica es la cura del cáncer y, es más, que tendría que haber llegado muy lejos en su
carrera profesional. Pero el sistema lo ha traicionado. No puede admitir que fracasó, pone
afuera toda la culpa, él no está equivocado. No me ayudaron. Posteriormente deja el
tratamiento y se refugia en su consultorio.

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