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Adela Cortina Orts - Conferencia PDF
Adela Cortina Orts - Conferencia PDF
Conferencia inaugural:
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Conferencia publicada en traducción catalana en el libro Els Reptes Ètics de la Intervenció Social. I
Simposi d’Ètica Aplicada a la Intervenció Social. Col. Materials d’Ètica Aplicada a la Intervenció Social,
1. Ed. Fundació Campus Arnau d’Escala, Girona 2010, pp. 14-26.
I SIMPOSIO DE ÉTICA APLICADA A LA INTERVENCIÓN SOCIAL
Girona, 28 y 29 de Mayo de 2009
Tercera tarea que es fundamental para la ética: aplicar. Así, la tareas serían
aclarar, fundamentar, aplicar. Aplicar a la vida cotidiana lo que hemos ganado
en el proceso de fundamentación. Si hemos intentado dar unos fundamentos de
lo moral, debemos saber cómo se aplica eso en la vida cotidiana y cómo se
entiende en la vida cotidiana. Normalmente esto lo ha hecho la ética desde los
siglos más antiguos sin tan clara precisión.
Kant, que había hablado siempre del deber por el deber, se plantea por ejemplo:
“Y supongamos que hay un rey que tiene toda la información de cómo está toda
la milicia de su pueblo, y le capturan. Sabe que le pueden torturar y puede sacar
a la luz toda la situación de su pueblo al enemigo. Tiene un veneno en el
bolsillo y… ¿Qué hace? ¿Se toma el veneno o no?”
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Estos son los famosos dilemas morales que les encantan a los norteamericanos.
Los norteamericanos, cuando hablan de ética, siempre plantean un dilema.
Ante el dilema “¿A quién quiere usted más, a su papá o a su mamá?”, hay que
tomar siempre una decisión ética. Entonces el niño se queda aterrado, y claro, lo
aterrador no es el dilema, sino la estupidez del que le pregunta el dilema,
porque a un niño no hay porque preguntarle si quiere más al papá o a la mamá.
Entonces uno se calla y no hace tonterías. Nuestra vida, afortunadamente, más
que dilemática es problemática.
nacen estas éticas aplicadas con un nuevo estatuto diferente a todas las épocas
anteriores. Las primeras que aparecen son tres: la ética del desarrollo de los
pueblos, la bioética y la ética económica y empresarial.
La ética del desarrollo de los pueblos es muy similar a la ética de los trabajos
sociales porque cuenta con pueblos marginados. Plantea lo siguiente: tantos
siglos intentando aplicar modelos económicos a los países en desarrollo, y no
hay modo de que haya desarrollo. ¿Es que estamos aplicando mal el concepto
de desarrollo? ¿Qué estamos entendiendo por desarrollo, si estamos haciendo
más daño que bien?
En los años setenta del siglo veinte nacen esas tres éticas, que son tres éticas
aplicadas. Después han venido la ética de los medios de comunicación, la ética
de la política, la ética del consumo y la ética de los asuntos sociales. Creo que es
importante para cada cuerpo profesional, aclarar en qué consiste su ética
profesional. “¿Qué es la bioética?”, que afecta a unos sectores de la población.
“¿Qué es la ética económica y empresarial?”, que afecta a otros. “¿Qué es la
ética de los educadores?” que también afecta a otro colectivo, y “¿Qué es la ética
de los servicios sociales?”, que afecta a una población muy concreta en la que 4
hay gente de distintos grupos.
Decían los clásicos, y tenían razón, que la principal tarea de una persona es la
forja de su carácter. Nos podemos forjar uno bueno o uno malo, pero no
tenemos más remedio que forjarnos alguno, con lo cual, lo inteligente, es
forjarse el bueno, como es natural. ¿Qué quiere decir “el bueno”? Pues aquél
que nos conduce más a la felicidad y a la justicia. Si hay dos lados
fundamentales del fenómeno moral, estos son la felicidad y la justicia. Todos
queremos ser felices, todos queremos tener una vida en plenitud, pero es de
justicia que todos tengan las posibilidades de hacerlo. La justicia es muy
exigente, mientras que la felicidad es el terreno del consejo y de la invitación.
Predisponerse para tomar buenas decisiones en la línea de la justicia y la
felicidad es forjarse un buen carácter. La principal tarea de una persona es
forjarse ese buen carácter y la educación es fundamental para ello.
Pero en los años setenta del siglo veinte, nos vamos dando cuenta de que el
carácter no es solo cosa de las personas sino también de las organizaciones,
también de las instituciones, también de las profesiones. Hay profesiones que
tienen un pésimo carácter y hay universidades que tienen un carácter
horroroso. Porque no sólo las personas se forjan un carácter, sino también las
organizaciones y las instituciones. Las organizaciones tienen un carácter, y 5
cuando uno se acerca a una empresa u otra nota si la gente genera, o no,
confianza, si son gente amable, si dan un buen producto, etc. Y esto nos pasa
con cualquier otra cosa. Si uno se acerca a un trabajador social puede ver si va a
ayudar a resolver y va a tomar la perspectiva del participante, y no solo la del
observador, o es un simple burócrata que está aquí empleado y hace su trabajo
porque es por lo que le pagan. Percibimos estas actitudes, percibimos el buen
carácter y el mal carácter. Y el buen carácter, obviamente, nos genera confianza
mientras que el mal carácter nos genera repulsión, como es natural.
La ética tiene que ver con la forja del carácter de las personas, de los pueblos, de
las organizaciones, y de las profesiones. Y con esa idea nacen las éticas
aplicadas: con la idea de que hay distintas actividades sociales -la actividad
sanitaria, el trabajo social, la educación, etc.- que deben tener un buen carácter y
estar altos de moral porque si no la sociedad está verdaderamente desfondada.
Una sociedad en la que la política es deplorable, las actitudes son deplorables,
al final acaba hundida y desmoralizada. Como decía José Ortega y Gasset, lo
importante no es ser morales o inmorales -o no es tan importante como estar
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Cuando no hay confianza, una sociedad está baja de moral. Y entonces todas las
soluciones que se le ocurren son malas, porque vienen los inmigrantes y
molestan, y el discapacitado es un señor que ojalá se le diera el pasaporte
porque ¡mira que es pesado! Y cuando una sociedad está baja de moral no tiene
ganas de emprender los retos vitales, no tiene ganas de asumir la
vulnerabilidad que nos caracteriza. Una sociedad está más alta de moral cuanto
más acoge a los más débiles y lleva adelante a los vulnerables. Como decían los
viejos anarquistas, el apoyo mutuo es lo que ha hecho que la especie humana
esté por encima de las demás especies, más que la lucha conflictiva para la vida.
Lo que lleva a mejorar es el apoyo mutuo, y la especie humana –con todas sus
maldades- ha conseguido que los discapacitados y los débiles puedan
sobrevivir y puedan vivir bien. 6
Las éticas aplicadas nacen con este afán de elevar la moral de sus sociedades.
Son éticas verdaderamente republicanas, en el sentido de que no vienen de las
altas esferas, sino que nacen desde la base. Los ciudadanos exigen a cada una de
las actividades profesionales que actúen moralmente, es decir, que actúen como
teniendo en cuenta sus propias metas.
Los filósofos somos de los últimos que nos hemos apuntado a las éticas
aplicadas, ya que el filósofo normalmente está en su torre de marfil interesado
muchísimo en la enésima traducción de la palabra no sequé de nosecuántos y
no le interesa demasiado lo que pasa en la vida cotidiana. Pero debo decir -por
mi experiencia- que cuando tomamos el bagaje filosófico y lo aplicamos en la
vida cotidiana, es verdaderamente fecundo. Las éticas aplicadas son exigidas
por los ciudadanos, por los filósofos -¡por fin!-, pero también por los
profesionales de cada profesión. Esa es la tercera fuente de sugerencias para las
éticas aplicadas. Los profesionales que, a menudo, están muy descontentos con
sus compañeros profesionales que llevan mal a cabo su profesión. Por ejemplo,
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Entrar, ahora, en una segunda parte. ¿Qué es una ética aplicada? La ética
aplicada se distingue de la moral de la vida cotidiana y de las éticas
tradicionales. La moral no la han inventado los filósofos, es tan antigua como la
humanidad: siempre ha habido conciencia que hay unas formas de vivir más
humanas que unas otras. Y en ese sentido, debemos distinguir entre la moral de
la vida cotidiana, que lleva apellidos de la vida cotidiana. Hay morales
budistas, cristianas, ateas, laicas, socialistas, liberales… Hay morales de la vida
cotidiana que no inventan los filósofos, sino sobre las cuales reflexionan, pero
que están ahí. En este sentido, Kant decía en la Crítica de la razón pura: “Me han 7
criticado algunos porque a la hora de dar la fórmula del imperativo dicen: no ha
dado ningún nuevo deber, solo ha dado una fórmula para comprobar cuándo
un deber se ha de considerar deber moral. ¡Como si los filósofos tuviéramos que
dar deberes, y los deberes no estuvieran ya en la vida cotidiana!”.
darle una solución. Cada vez más, entonces, se trata de ver qué propuestas
filosóficas nos ayudan mejor a resolver un problema de la vida cotidiana.
A partir de ahí, las éticas aplicadas se van expresando en libros. Yo escribí uno
en 1993 que se titula Ética aplicada y democracia radical, u otro con el grupo que es
Razón pública y éticas aplicadas, en 2003. Es un tipo de libros que se escriben
desde unas profesiones determinadas, pero después hay que redactar unos
informes, y eso es ética aplicada: no solamente es el manual o el libro, sino que
los informes van entrando para aplicarlos en una institución. Es entones cuando
llega lo que decía Hegel, que la moral se está plasmando en las instituciones. La
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La Casuística uno es la que toma unos principios éticos y los aplica a los casos
concretos. Parece de lo más normal, porque es el procedimiento deductivo. La
casuística uno tiene muchos inconvenientes en el momento actual, porque 9
sobretodo en sociedades moralmente plurales no hay principios con contenido
que sean compartidos absolutamente por todos. Aquellos principios que se
creía que todos compartíamos se pueden ver alterados hasta llegar al punto de
la interculturalidad o el problema de la multiculturalidad.
Por eso algunos autores proponen la llamada casuística dos. Se empieza en los
casos concretos, y todo el mundo sabe que en las éticas aplicadas el
procedimiento del caso es fundamental. Cogemos un caso y lo analizamos,
tratamos de ver cómo lo resolveríamos y cuáles son las cuestiones morales
implicadas en el caso. Cuando se trabaja así -esto en bioética se ha trabajado
mucho- se va llegando a unos principios que no son universales, pero sí son
principios de alcance medio. Llegamos a estos principios gracias a la aplicación
prudencial, al discurso prudencial entorno a los casos concretos.
Ha funcionado muy bien, por ejemplo, el informe Belmont que toma sus
principios y los aplica a la bioética y a otros ámbitos, pero tiene el inconveniente
de que en las sociedades pluralistas no se llega a unos principios de alcance
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medio, de tal manera que las éticas aplicadas son reinos de taifas. Sin embargo,
sí que es posible llegar a unos principios compartidos por todos, aunque no
sean principios con contenido, pero sí principios formales o procedimentales.
Voy a poner dos ejemplos, que serán mi referencia. El principio kantiano del
imperativo del fin en sí mismo dice: “Trata a la humanidad tanto en tu persona
como en la de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como un fin, y nunca
solamente como un medio”. El principio no está dando contenidos concretos,
pero sí que está expresando una actitud que puede ser compartida por todos los
miembros de una sociedad pluralista.
Si hay una familia que está pasando hambre y viene a pedir de comer, no
vayamos a decirle que no le podemos dar comida porque primero debe
aprender a conseguir la comida, ya que si no mientras tanto se nos muere de
hambre: tampoco se debe de ser tan fundamentalista. Hay que tener la
prudencia para saber cómo hay que resolver los temas en cada caso concreto.
Pero lo importante es empoderar a las personas para que puedan seguir
adelante con su vida, y no el asistencialismo del resolver el problema concreto,
pero no resolverlo para el medio y largo plazo.
Sigue valiendo ese principio kantiano para nuestras sociedades, y creo que
sigue valiendo el principio de la ética del discurso, que dice que las normas
solamente serán justas si todos los afectados por ellas pueden darle su
consentimiento en un diálogo celebrado en condiciones de simetría. La ética del
discurso, que es la que crearon Apel y Habermas y que hemos trabajado otros 11
muchos, como yo misma, es la que dice que cuando se trata de normas,
solamente se puede decir que las normas son justas si todos los afectados por
ellas podrían darle su consentimiento después de un diálogo celebrado en las
condiciones más próximas posible a la simetría. Afortunadamente, es un signo
de nuestro tiempo que los afectados tienen que tener voz. Hay que dar voz a los
afectados porque deben poder decir también cómo quieren las cosas.
El marco de las éticas aplicadas es este que he descrito hasta aquí, pero el marco
de la ética aplicada a la intervención social tiene sus propios trazos. En primer
lugar, tiene que ser interdisciplinar, cosa que me parece indiscutible.
Lo primero, pues, son las metas y después -como entendía MacIntyre siguiendo
a Aristóteles-, que cada actividad tiene unos bienes internos -que son esa meta
que le da sentido. Finalmente, con todas ellas se consiguen los bienes externos.
El bien interno es el que da especificidad a una profesión y hace que el trabajo
social no sea lo mismo que la sanidad ejercida en los hospitales por médicos e
enfermeras, o la actividad educativa que se hace en una escuela, por ejemplo.
Tiene que tener una especificidad porque si no, no estamos hablando de una
profesión.
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barrio se los come más. Es el gran terreno de los excluidos, de la periferia, el que
no aparece y es invisible.
Los bienes internos que ofrece el trabajo social son fundamentalmente los de
trabajar por los derechos y las necesidades de las poblaciones más vulnerables y
más desprotegidas, y en ese sentido creo que es un trabajo que presta a la
sociedad un bien incalculable, por eso creo que los que trabajen en ello tienen
que ser excelentes para tratar al servicio de los más vulnerables, porque una
sociedad que no los tenga en cuenta es una sociedad radicalmente injusta y
radicalmente inhumana.
Otro factor clave es que el trabajo social debe realizarse con unos valores: hay
que encarnar los valores. Los valores son aquellas orientaciones vitales que nos
resultan atractivas para acondicionar el mundo. Es mucho más humano un
mundo con libertad que con esclavitud, con igualdad que con desigualdad, con
solidaridad que con insolidaridad. Son esas orientaciones que una vez las
encarnamos, la gente se hace más humana. ¿Para quién? Para cualquiera de 16
nosotros, pero también para todos los beneficiados.
Sin embargo, en el mundo del trabajo social uno de los grandes problemas es
que el trabajador social lleva sus valores y se encuentra con gentes atendidas
que pueden tener otros valores. Ahí viene uno de los grandes temas, que es
problema, que no dilema: la cuestión es que necesariamente el trabajo tiene que
ser contextual ideológico, el trabajador social no tiene más remedio que entrar a
ver cuáles son los valores. Y tampoco hay que confundirse en estas cosas,
porque hay valores que no son valores, porque hay cosas que no merecen
respeto.
Por eso es una tarea muy difícil, porque no se trata de decir “esto es lo que hay
y con esto vamos a todas partes” sino que prudencialmente hay que ver cada
caso con el corazón y con la razón, qué es en este caso lo que es un valor y lo
que es un disvalor. No se puede ser tan ingenuo para decir que cada uno tiene
sus valores y que todos son muy respetables: ¡algunos no son tan respetables!
Por eso el trabajador tiene que ver, porque a veces los más vulnerables se
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pueden quedar machacados por respetar cualquier valor. Por eso hay que hacer
como el arquero de Aristóteles: un arquero es alguien que quiere dar en el
blanco, y para dar en el blanco quiere alcanzar la meta.
Lo primero es la voluntad de alcanzar la meta, que es algo que hay que forjar
día a día, y después tratar de aprender qué es un arco, de qué puede estar
compuesto, cómo pueden ser las flechas, qué longitud puede tener… Pero a la
hora de decir cómo se alcanza la meta, es en el caso concreto, porque puede
soplar el viento o no, puede haber mayor o menor lejanía… Por eso el prudente
es el que conoce el arco y es el que quiere alcanzar la meta, y tratar los casos
concretos de alcanzar la meta concreta.
Decía Aristóteles, y tenía toda la razón, que de la misma manera sabe elaborar
los venenos el que los elabora para matar, como el que los elabora para sanar.
Pues bien, un buen técnico es el que sabe hacer buenos venenos, un buen
profesional es el que los utiliza para salvar, y un mal profesional es el que los
utiliza para matar. Podemos abrir muchos ordenadores y muchas páginas web
y podemos tener mucha información pero ser unos pésimos profesionales,
porque el buen profesional quiere saber cómo es el arco, se entrena todos los 17
días, pero es en el caso concreto donde ha de ver -por ejemplo- quién es esta
familia, quién ese niño, por qué es drogodependiente, por qué la familia tiene
esta relación… y es él quien tiene que decidir allí, en la situación, sin que pueda
haber unas reglas que se apliquen universalmente.
Características de la profesión
Las siguientes características que voy a señalar son las excelencias del carácter,
las virtudes de la profesión del trabajador y la trabajadora social, algunas de la
cuales me parecen fundamentales.
Asimismo, hay que ser creativo para pensar otros caminos de solución que no
dejen a nadie por el camino. Hay que tener sensibilidad para los contextos y ser
muy vocacionado y muy sensible. ¿Quién es el vocacionado? Es alguien que
tiene ciertas habilidades para un determinado trabajo y que, sobretodo, le
parece tan importante la meta, que quiere poner sus habilidades al servicio de
esa meta.
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Los trabajadores sociales tienen que trabajar en estrecha colaboración con las
familias y los afectados por los contextos concretos de su actuación. No se
puede trabajar al margen sino en colaboración con. Y cada vez más se entiende
que los afectados tienen que ser agentes sociales. ¿Quiénes son las instituciones
que tienen que trabajar en ello? Las instituciones políticas, las organizaciones
cívicas y empresariales, que también se tienen que sumar a la tarea, y por
supuesto, los ciudadanos.
El ciudadano es el que quiere hacer su vida, pero se da cuenta que lo hace con
otros, que son sus conciudadanos, que son iguales que él. Lo que nos une a
unos y a otros es la vulnerabilidad en la que estamos todos. Todos
absolutamente somos vulnerables, en la etapa de la niñez o en la de la
ancianidad, en la etapa de la enfermedad o en la del desconsuelo… La
vulnerabilidad nos constituye tanto como la autonomía; somos ciudadanos
vulnerables. Y si no somos ciudadanos solidarios también somos seres
totalmente inhumanos. Por eso, una de las claves del trabajo social, como la de
cualquier ciudadano, tiene que ser la clave de la razón compasiva. Compasiva
no quiere decir compadecerse de “esos pobretes que están allí abajo”, sino que
los seres humanos podemos trabajar y padecer conjuntamente en la tristeza y en
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