Está en la página 1de 9

América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

ISSN: 1577-3442

Francisco José López Alfonso:


Profesor titular de la Universitat
de València, es autor de los libros:
César Vallejo, las trazas del na-
rrador (Valencia, 1995), Hablo,
señores, de libertad para todos.
López Albújar y el indigenismo en
el Perú (Alicante, 2006) y Sombras
de la libertad. Una aproximación
a la literatura brasileña (Alicante,
2008). Es igualmente editor y pro-
loguista del volumen Indigenismo
NARRATIVA INDIGENISTA Y RACISMO:
y propuestas culturales en el Perú:
Belaúnde, Mariátegui y Basadre
(Alicante, 1995).
VENTURA GARCÍA CALDERÓN,
ENRIQUE LÓPEZ ALBÚJAR
Y LUIS E. VALCÁRCEL
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ ALFONSO
Universitat de València

1 Con la raza no me aclaro de la revista Colónida, que, como ha señalado


Citado por Julio Ortega, «Trán-
sito de Ventura García Calde- Karl Kraus, «Aún así es judío», Escritos. Luis Loayza, no es una crítica literaria sino un
rón», en Julio Ortega, Crítica ajuste de cuentas2, «porque –el mismo More
de la identidad, México, D. F.,
FCE, 1988 (pp. 69-92), p. 73.
En 1932, escritores franceses, belgas y lo advertía– el sr. Ventura García Calderón re-
españoles de primer nivel propusieron el presenta en París los intereses de determinado
2
Luis Loayza, «Colónida en el
nombre de Ventura García Calderón para el grupo literario que hay en Lima»3.
pleito generacional», Sobre premio Nobel1. Sin embargo, hoy sus libros En cierto sentido, esta belicosidad fue
el 900, Lima, Hueso húmero son difíciles de encontrar. Podría pensarse que innecesaria, pues si bien la idea de cultura
ediciones, 1990 (pp.135-145),
p. 136. se trata de un caso más de esos escritores cele- nacional y su manejo había sido obra de los
bérrimos en su momento a los que el tiempo, novecentistas en la primera década del siglo
3
Citado por Loayza, op. cit.,
por la razón que sea, ha relegado al olvido. XX, en algún momento entre el primer y el
p. 137. ¿Quién recuerda hoy al novelista y dramatur- segundo decenio lo oficial opera «como un es-
4
go británico John Galsworthy, premio nobel pacio vacío, es decir: sin obras de impacto, sin
Mirko Lauer, El sitio de la litera- justamente en 1932? activismo influyente, sin propuestas capaces
tura. Escritores y política en el El caso de Ventura García Calderón, sin de generar seguidores y de desarrollarse, sin
Perú del siglo XX, Lima, Mosca
Azul editores, p. 23. duda, el mejor escritor vinculado al grupo del público y sin instituciones»4. Los novecen-
900, parece distinto, porque el lugar que debe- tistas carecieron de esa intuición práctica que
ría ocupar en la literatura peruana, entendida permite influir sobre la realidad y modificarla.
como institución, allá entre 1920 y 1930 ya era En cualquier caso, su conversión en enemigos,
un lugar vacío. Intelectuales coetáneos y tam- en hispanistas, les permitió especialmente a los
bién ligeramente más jóvenes, los miembros jóvenes de la Reforma Universitaria, presen-
de la generación de la Reforma Universitaria, tarse como lo nuevo frente a lo viejo, dando
integrada en buena medida por los nuevos a las ideas de nación, indio y modernidad un
sectores medios procedentes de la provincia, contenido completamente distinto. El frente
pero igualmente de Lima, combatieron por común, sin embargo, no tardaría en eviden-
afirmarse en una actividad –la literatura–, que ciar lo coyuntural de su alianza, revelando la
había sido parte importante de la legitimación diversidad de proyectos que incluía.
ideológica de los grupos dominantes, des- Pero, ahora, lo que quisiera destacar es la
plazando a los novecentistas. La agresividad contundencia de esa derrota. Situados bajo el
con la que se emplearon fue notable. Bastaría rubro de lo viejo, los novecentistas no sólo
Narrativa indigenista y racismo: recordar el artículo de Federico More, «La quedaron deslegitimados ideológicamente, si-
Ventura García Calderón, Enrique
López Albújar y Luis E. Valcárcel hora undécima del señor Ventura García no que fueron todos convertidos en la misma
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ Calderón», publicado en los números 2 y 3 cosa, borrando diferencias y hasta discre-
ALFONSO

94
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

pancias entre ellos. La demoledora crítica de de estos terratenientes andinos que hacen del
Mariátegui en «El proceso de la literatura» a látigo la expresión de su poder: «Por toda
Riva Agüero y su Carácter de la literatura del respuesta el amo aludió al excelente chicotillo
Perú independiente podría ilustrar esta expul- con que castigaba a los atrevidos», leemos en
sión de los novecentistas de la historia de la «La momia»9.
literatura peruana, su reducción a la versión La causa de esta condena no se oculta.
más conservadora representada por Riva. Víc- Estos gamonales tienen su propia ley y ame-
tor Andrés Belaúnde, el único del grupo que nazan la unidad del estado, transformando el
tuvo capacidad de respuesta, se quejó de ello Perú en una suma de pequeñas republiquitas,
en La realidad nacional. También denunció en una suerte de país semifeudal.
el ardid que significó referirse a la generación
como «futurista, tratando, intencionadamen- …la raza de los Montalván, raza hermosa y bravía Antonio Cornejo Polar.
te, de confundirla con el partido que llevó de jinetes rencorosos, que se exterminaban impune
ese nombre» y su deliberada omisión de un y recíprocamente por querellas de agua de riego o
autor como Ventura García Calderón para de política, en la soledad de un cañaveral. ¡Quién
«presentar como infecunda y mediocre» a esta iba a condenarlos, si eran ellos los caciques del 5
Víctor Andrés Belaúnde, La rea-
generación5. departamento, diputados o senadores que con la lidad nacional, vol. III de las
El destierro de los novecentistas –inclui- amenaza de revolución hacían temblar en Lima a los Obras Completas, Lima, Edi-
ción de la Comisión Nacional
do Ventura García Calderón– de las letras presidentes!10. del Centenario de Víctor Andrés
nacionales fue completado por La literatura Belaúnde, 1987, pp. 134 y
137.
peruana, de Luis Alberto Sánchez, aparecida Se equivoca Cornejo cuando afirma: «En
en 1928-1929 y reelaborada en varias ocasio- términos ideológicos –no literarios- la obra de 6
nes. Escrita con idéntico sentimiento antio- García Calderón parecería anterior a Aves sin Lauer, op. cit., p. 57.

ligárquico, el ensayo de Sánchez ha fijado el nido»11. Al contrario, La venganza del cóndor 7


corpus de la literatura en el Perú; pues, si los es un testimonio más de esa vieja lucha entre Ibid., p. 10.

sucesivos programas oficiales de enseñanza Lima, como foco irradiador de civilización, 8


nunca han seguido al pie de la letra su índice, y las bárbaras provincias, de la que Aves sin Antonio Cornejo Polar, Litera-
tura y sociedad en el Perú: la
la influencia es obvia6. Hasta hoy, la mayor nido fue quizá su primer fruto novelesco. novela indigenista, Lima, Lason-
parte de las ideas vigentes sobre literatura Ya en la primera página del relato que da tay, 1980, p. 48.
nacional provienen de esta obra7. título al volumen nos encontramos con un 9
Pero conviene recordar que esas ideas, en personaje-narrador limeño que se identifica Ventura García Calderón, «La
buena medida fueron elaboradas para derro- con el sufrimiento indígena, como lo hacía la momia», en La venganza del
cóndor (1919), Madrid, Sucs.
car a los novecentistas. Continuar repitiéndo- familia Marín, para que la condena del poder de J. Sánchez Ocaña y Cía.,
las sin someterlas a crítica, cuando el adversa- andino resulte inapelable: «El militar le rasgó 1948 (pp. 15-22), p. 19.
rio ya no existe, es reescribir un flaubertiano la frente de un latigazo. El indio y yo nos 10
diccionario de las ideas recibidas. estremecimos»12. García Calderón, «Murió en su
Y así, por ejemplo, un estudioso tan repu- Al margen de la instrumentalización que ley», en op. cit. (pp. 23-30),
p. 26.
tado como Antonio Cornejo Polar, remitien- García Calderón haga del problema indígena,
do a La venganza del cóndor, insiste en que sorprende la lectura tan estrecha que Cornejo 11
Cornejo Polar, op. cit., p. 47.
en este texto queda marcada la «adhesión [de hace de un cuento como «Amor indígena»
Ventura García Calderón] a un estado social para caracterizar ideológicamente al nove- 12
García Calderón, «La vengan-
y la defensa de los intereses de los grandes centista. za del cóndor», en op. cit. (pp.
señores andinos»8. Si lo relativo a esa adhesión «El cuento de García Calderón –para Cor- 7-12), p. 7.
debería, cuando menos, explicarse con más nejo– no tiene desperdicio»13. En él se narra 13
detalle, lo que dice sobre la defensa de los cómo tres blancos llegan a una aldea serrana Antonio Cornejo Polar, La for-
intereses de los grandes señores andinos es que celebra la fiesta del santo patrón. Uno de mación de la tradición literaria
en el Perú, Lima, CEP, 1989,
palmariamente un error. ellos, un hacendado, dispara sobre un Buda p. 82.
A diferencia de lo que suele ocurrir con la en un tambo, tirotea a un carnero porque le
narrativa indigenista de las décadas del veinte da la gana y luego dispersa a latigazos a los
y del treinta, cuya simplicidad promueve una indios para que, finalmente, el narrador pueda
fuerte ideologización de sus mensajes, convir- violar a una muchacha india de la que se ha
tiéndola en lo que Marx llamó arte de tenden- encaprichado: Narrativa indigenista y racismo:
cia, los relatos de García Calderón son menos Ventura García Calderón, Enrique
López Albújar y Luis E. Valcárcel
evidentes en su función social. Pero si algo Aquello fue salvaje, como en las historias de la FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
queda claro en ellos es su condena inapelable Conquista. Me encerré, despedí al chino aterrado, ALFONSO

95
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

14 y la indiecita fue mía sollozando palabras que yo González Prada, haya calado profundamente
García Calderón, «Amor indí-
gena» en op. cit. (pp. 49-54), no acertaba a comprender. Estaba primorosa con en Ventura; pero no deja de percibirse su in-
pp. 53-54. su alucinado temor y su respeto servil al hombre flujo. El relato «La venganza del cóndor» se
15
blanco. Me alentaba por primera vez esa alegría de los hacía eco de la provocadora afirmación que se
Cornejo Polar, La formación …, abuelos españoles que derribaban a las mujeres en los lee en el «Discurso en el Politeama»: «(…) la
op.cit., p. 82.
caminos para solaz de una hora y se alejaban ufanos a nación está formada por las muchedumbres
16 caballo, sin remordimiento y sin amor. La linda niña de indios diseminados en la banda oriental
García Calderón, «Amor indí- me miraba sumisa como a su dueño14. de la cordillera»19. Con culpable conciencia,
gena» en op. cit., p. 52.
el narrador se refiere a los hombres blancos
17 Para Cornejo, en este cuento cristaliza «el como «los intrusos que somos nosotros»20.
Luis Valcárcel, «El amor de don
Rodrigo», en Tempestad en los
hispanismo duro y beligerante» y, aún más, en La misma culpabilidad ante la historia se
Andes (1927), Lima, Editorial él se «traza un paradigma intemporal en el que expresa en otros cuentos. En «La momia»,
Universo, 1972 (pp. 75-77),
p. 77.
la conquista se repite una y otra vez»15. leemos: «Cuatro siglos de espanto les han
En mi opinión, lo que escandaliza a Cor- hecho aceptar la peor tragedia, suspirando»21.
18 nejo es precisamente lo que García Calderón O de manera aún más explícita en «Fue en el
García Calderón, «A la criolli-
ta» en op. cit. (pp. 133-137), quería denunciar. De ahí la mención del Perú»:
p. 134. salvajismo de la violación, de la ausencia del
19
remordimiento, de la desolación indígena: «El Los blancos somos en el Perú, para la gente de color,
Manuel González Prada, «Dis- mundo entero pertenece a los que tienen tan responsables de tres siglos injustos. Vinimos de la
curso en el Politeama», Pájinas
Libres. Horas de Lucha, Barce-
buen revólver. ¿Por qué nos iba a inquietar la tierra española hace mucho tiempo y el indio cayó
lona, Editorial Ayacucho, 1985 desolación indígena?»16. aterrado bajo el relámpago de nuestras espingardas.
(pp. 43-48), pp. 45-46. García Calderón cede la voz a un gamo- Después trajimos en naos de tres puentes, del Senegal
20 nal de espíritu para que sea él solo quien se o de allende, con cadena a los pies y mordaza en la
García Calderón, «La vengan- deslegitime moralmente, sin necesidad de boca, las «piezas de ébano», como se dijo entonces,
za del cóndor» en op. cit. (pp.
7-12), p. 12.
denunciarlo. La imagen que se ofrece de los que bajo el látigo del mayoral gimieron y murieron
hacendados serranos en otros cuentos del por los caminos22.
21
García Calderón, «La momia»
libro, me parece, confirma esta lectura.
en op. cit. (pp. 15-22), p. 16. Me pregunto si la interpretación de Cor- Al margen de esta mala conciencia –quizá
nejo hubiese sido la misma si el cuento, si el no muy angustiada– y de su uso para discri-
22
García Calderón, «Fue en el libro no hubiese estado firmado por Ventura minar a los bárbaros terratenientes provin-
Perú» en op. cit. (pp. 99-103), García Calderón. Por lo que sé, nada extraño ciales de la civilizada burguesía limeña, la
pp. 99-100.
halló Cornejo en «El amor de don Rodrigo», imagen que se ofrece del indio es muy su-
23 un relato incluido en Tempestad en los Andes, perficial. Ventura se acerca a él como escritor
Citado por Ortega, op. cit.,
p. 83.
del indigenista Luis E. Valcárcel, en el que modernista, esto es, con una mirada estética
un gran señor terrateniente se enamora de –«nuestro aporte de fantasía a la imaginación
24 una campesina indígena y se casa con ella; del Universo», dirá23– y no como un escritor
José de la Riva Agüero, Ca-
rácter de la literatura del Perú un relato que concluye con estas humillantes regionalista, es decir, como un escritor que se
independiente, Lima, E. Rosay palabras: «Cuando el caballero llegó a la es- plantea el problema de la modernidad en el
Editor, p. 143.
tancia nupcial, La Raza dignificada lloró con ámbito rural.
25 lágrimas de gozo el avatar»17. Aunque su visión del indio repita prejui-
Id.
Y es que García Calderón no es tan cios del ambiente y de la época, García Cal-
26 conservador como Riva Agüero, con cuyo derón está lejos del racismo de Riva Agüero.
Id. pensamiento se le quiere identificar forzada- Sabe del conflicto entre blancos e indios, pero
mente. Lejos de las reservas que Riva tiene no cree, como Riva, que en la sierra palpite
hacia González Prada, en García Calderón «secreta y pérfidamente una hostilidad rece-
se percibe su influencia en la presencia de esa losa y siniestra»24. No cree, como Riva, «que
«trinidad embrutecedora del indio» en algu- en él, como en todos los esclavos, fermenten
nos cuentos. Incluso hay uno, «A la criollita», odios mortales e inextinguibles»25. Pero sí
en el que se denuncia la brutalidad de los comparte con el líder del partido futurista un
conservadores en las ciudades serranas, que imaginario exótico sobre el universo indígena.
terminan asesinando al periodista liberal, «un «Las leyendas –escribía Riva– hablan de enve-
Narrativa indigenista y racismo:
hereje de Lima que leía los libros de González nenamientos misteriosos, de encantamientos,
Ventura García Calderón, Enrique Prada»18. sortilegios y maleficios»26. Y en La venganza
López Albújar y Luis E. Valcárcel
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
Desde luego, esto no significa que la cues- del cóndor encontramos esto mismo en cuen-
ALFONSO tión social del indígena, tal como la planteaba tos como «La llama blanca», en el que un

96
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

hacendado, que mata a una hermosa llama –la juventud bañándose desnuda durante el santo día en 27
Ibid., p. 144.
Killa– para dar una lección a los indios que las riberas; decía siempre la verdad, y el robo no exis-
mantienen relaciones sexuales con el ganado, te en las costumbres de los salvajes de mi tierra31. 28
Conviene advertir que este ima-
se enamora de este animal que parece haber ginario, procedente del folklore,
resucitado y contrae una terrible enfermedad Sin embargo, la imagen que ofrece del in- según Riva, lo encuentra García
Calderón, al menos parcialmen-
en su rostro a causa de un escupitajo de la dio de la sierra, descendiente del inacario, no te, en las tradiciones indígenas
llama; o en «La momia», en el que otro hacen- es tan amable. Si el indio del Amazonas es el de Ricardo Palma.
dado, empeñado en añadir la momia de una hombre natural, el indio de la sierra represen-
29
princesa incaica a su colección prehispánica, ta al hombre civilizado que ha experimentado García Calderón, «Historia de
se encuentra a su propia hija momificada. una regresión cultural; algo muy similar a la caníbales», en op. cit. (pp. 73-
80), p. 76.
Pero aquí, no hay nada de «diabólico», distinción que Chateaubriand establecía entre
como decía Riva27. Este indigenismo exotista el salvaje americano y el árabe32. 30
Citado por Ortega, op. cit.,
–como el orientalismo, una clara invención Pero conviene recordar que ese estado es, p. 73.
occidental– es sólo una manifestación más del para Ventura, la «injusta ruina de la raza»33.
cosmopolitismo modernista, aunque en este Y que esa «resignación de los vencidos»34, 31
García Calderón, op. cit., p.
caso se trate de un exotismo interior28. esos «siervos de una raza inerme»35, esa «raza 77.
Ello se advierte más claramente cuando que nunca supo sublevarse»36 son, en buena
32
se recuerda que La venganza del cóndor se medida, expresiones negadas por el compor- Véase F-R de Chateaubriand,
publicó en Madrid en 1924 y que apenas un tamiento de sus personajes indígenas que, De París a Jerusalén, Barcelona,
Laertes, 1982, p. 202.
año después se tradujo al francés y, sobre to- desde su opresión, intentan vengar las humi-
do, que fue escrita para un público europeo. llaciones de que son víctimas. «La venganza 33
Marcas del tipo «de mi tierra», repetidas en del cóndor» o «Coca» serían ejemplos de ello García Calderón, «La llama
blanca», en op. cit., p. 93.
muchos relatos, así lo confirman; pero ningu- e insinuarían una realidad social en la que
na más clara que este ejemplo de «Historia de el estado es impotente para cumplir con sus 34
García Calderón, «La vengan-
caníbales»: «Ésta es la parte de mi relato más obligaciones. za del cóndor», en op. cit.,
difícil de explicar en Europa»29. Quizá Mariátegui pensara en García Cal- p. 12.
Creo que es este factor –escribir para Eu- derón cuando escribió: «Los indigenistas au- 35
ropa– el que condiciona su imagen del mundo ténticos –que no deben ser confundidos con García Calderón, «Amor indí-
indígena, y todo lo que se diga de ésta tendrá los que explotan temas indígenas por mero gena», en op. cit., p. 49.

que considerarlo inevitablemente. Y es lo que ‘exotismo’– colaboran, conscientemente o 36


explica en buena medida su reconocimiento y no, con esta obra política y económica de García Calderón, «Los cerdos
flacos», en op. cit., p. 69.
éxito entre europeos. «¿Qué conocíamos del reivindicación –no de restauración ni de re-
Perú antes de que lo hubiésemos explorado en surrección»37. 37
José Carlos Mariátegui, «El pro-
los libros escritos por usted?», le preguntaba En mi opinión, el indigenismo de Ventura ceso de la literatura», en Siete
el Conde de Carton de Wiart en su discurso es exótico, pero aún así contribuyó, aunque ensayos de interpretación de
de recepción en la Real Academia de Bélgica30. fuese modestamente, a la reivindicación de la la realidad peruana (1928),
vol. 2 de las Obras Completas,
Ventura acomodó su perspectiva a los deseos causa indígena. Pero éste fue un mérito que Lima, Editorial Amauta, 1986
de sus lectores que con el exotismo, como an- los intelectuales provincianos coetáneos y, (pp. 229-350), p. 332.
títesis de la artificialidad de la vida europea, se sobre todo, la generación posterior quisieron 38
apropiaban «inocentemente» de otras cultu- reservarse de manera exclusiva para sí, ha- García Calderón, en «Materia-
les para un discurso a la nación
ras. Incluso llegó a reproducir ese estrabismo ciendo de los novecentistas, sin excepción, un peruana», citado por Ortega,
característico de la metrópolis en su mirada grupo de encomenderos. op. cit., p. 86.
a otros pueblos: atracción/repulsión. Para Prejuiciosa, pero fundamentalmente exó-
39
Ventura, los aborígenes de la selva represen- tica, la mirada de Ventura más que racista es Véase Antonio Cornejo Polar,
tan, por contraste con el mundo civilizado, la aristocrática. De hecho, apostó de manera Escribir en el aire, Lima, Edito-
rial Horizonte, 1994, p. 20.
armoniosa sociedad natural. Son esos buenos contundente por «el cholo, es decir, el mestizo
salvajes, que tienen su precedente más ilustre cuando no se avergüence de serlo ni crea ínti-
quizá en Montaigne, a cuyo ensayo parece mamente que el blanco es de raza superior»38,
remitir tanto el título como el contenido del cuya concreción vio en Rubén Darío. No
citado «Historias de caníbales»: creyó, sin embargo, que el mestizaje fuese una
identidad «desproblematizada», como creía
Muy deprisa aprendió [la indiecita] algunas palabras Cornejo39. En el cuento «Fue en el Perú», la Narrativa indigenista y racismo:
en español, tres sobre todo que pronunciaba bien: negra Simona le cuenta al narrador blanco Ventura García Calderón, Enrique
López Albújar y Luis E. Valcárcel
sucios, embusteros y ladrones, las cuales resumían que el niño Jesús nació en el Perú y que era FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
para ella la civilización. En realidad había pasado su un mestizo de piel oscura, que la virgen era ALFONSO

97
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

una indiecita y san José, mulato, y que los tres del pensamiento» (23 de septiembre de 1916)
reyes que vinieron a adorarlo eran un prefecto en el que para elogiar a su generación, «fuerte,
blanco, un indio cacique y un esclavo negro, fecunda y valiosa», disminuía y hasta despre-
rey de los mandingas. Pero que los blancos lo ciaba los méritos de las generaciones anterio-
mataron: res y en especial de la inmediata. Aunque el
ataque no fuese personal, López Albújar se
Pero todos sabemos que Su Majestad murió y resuci- sintió agredido43.
tó después y se vendrá un día por acá para que la mala Algunos años más tarde recibiría otra em-
gente vean que es de color capulí como los hijos del bestida más concreta en esa batalla emprendi-
país. Y entonces mandará afusilar a los blancos y los da por los jóvenes provincianos y limeños de
Enrique López Albújar. negros serán los amos, y no habrá ni tuyo ni mío, ni clase media por hacerse con el control de la
levas, ni prefetos, ni tendrá que trabajar el pobre para institución literaria como trampolín político.
que engorde el rico…40. La historia es conocida: en febrero de 1927,
40 José Ángel Escalante denunciaba el carácter
García Calderón, «Fue en el Parece inevitable pensar en la raza cósmica pintoresco y oportunista del indigenismo cul-
Perú», en op. cit., p. 103.
de Vasconcelos; pero, desde luego, Ventura tivado por los escritores costeños: «literatura
41 es consciente de que el mestizaje, aun siendo de frases hechas y lugares comunes». La de-
García Calderón, «Viernes San- la única vía razonable, no es una «solución» nuncia de Escalante apuntaba principalmente
to criollo», en op. cit. (pp. 167-
171), p. 171. exenta de problemas. a Mariátegui. El ataque se preparaba con la
En suma, si Ventura es racista, el suyo es crítica a ciertas afirmaciones, cuando menos
42
Citado por Julio Ortega, op. un racismo superficial, bien distante del pen- discutibles «Sobre la psicología del indio»
cit., p. 92. samiento racial y de su prolongación activa –así se titulaba el breve ensayo- expuestas por
43
que culmina con el chivo expiatorio y la ani- López Albújar en Amauta, la revista dirigida
Y respondió con un contundente quilación del Otro. La suya es una posición por Mariátegui.
y extenso artículo, «Tres epítetos aristocrática que mira con actitud paternalista Al intervenir en la polémica, Luis Al-
gruesos y una exageración ver-
dadera». Véase Raúl-Estuardo a «toda aquella plebe simple y generosa de mi berto Sánchez dio la razón a Escalante en la
Cornejo, López Albújar, narra- crédula tierra [que el viernes santo] se inclina incoherencia que significaba el amparo que
dor de América, Madrid, Ana-
ya, 1961, principalmente pp. al pasar y dice en voz baja al santo vestido de los indigenistas daban a las afirmaciones de
97 y 98. levita [san José]: López Albújar, «destinadas a probar, según
44
–¡Sintiendo mucho la muerte de Don Je- me parece, que el indio es el más despreciable
Luis Alberto Sánchez, «Batibu- sús!...»41. ser que habita sobre la tierra»44.
rrillo indigenista», en Manuel Ello concuerda con su concepción del Mariátegui no pudo menos que defender-
Aquezolo (comp.), La polémica
del indigenismo, Lima, Mosca escritor como miembro de una élite que debe se y defender el estudio de López Albújar.
azul Editores, 1976 (pp. 69- ejercer la máxima representación del espíritu Sánchez volvió a la carga, recordando a su
73), p. 71.
de un pueblo. «Comprender la patria –dirá oponente que las observaciones de López
45 en Nosotros– como sostén y garantía de la Albújar se realizaron desde su perspectiva de
Sánchez, «Respuesta a José
Carlos Mariátegui», en Aquezo-
eternidad aquí abajo»42. La patria, esto es, juez de primera instancia: «¿Cómo, pues, me
lo, op. cit. (pp. 77-81), p. 80. el orden jerárquico del país como expresión dice usted que esas observaciones se refieren
del inalterable orden celeste, una concepción al indio en sus relaciones con el blanco?
cuasiestamental de la sociedad, algo que se Diga usted que se refieren al indio criminal
aproxima mucho a ese proyecto político que en sus relaciones con el juez, y estamos de
Belaúnde definió como tradicionalismo diná- acuerdo»45.
mico o evolutivo en su ensayo «La Historia» Surgía así, secundariamente, un lugar co-
(1908) y que aseguraría el control del país a la mún de la crítica e historiografía literarias.
oligarquía. El del indio criminal de López Albújar. Y
Una suerte similar ha corrido Enrique aunque la tesis de Sánchez se restringía al
López Albújar, autor de Cuentos andinos trabajo publicado en Amauta, el despla-
(1920), marcado como infame escritor racista zamiento hasta Cuentos andinos resultaba
y encerrado en el mismo cajón de la historia. fácil, pues el lector de ambos puede inter-
También él sintió el ataque de Colónida, aun- pretar aquél, dadas las semejanzas semán-
que no perteneciese como los novecentistas a ticas y formales, como las conclusiones del
Narrativa indigenista y racismo:
un grupo limeño coetáneo, sino a una genera- volumen de cuentos. El propio Sánchez dio
Ventura García Calderón, Enrique ción ligeramente mayor y fuese un escritor de el paso y otros no han dudado en seguirlo
López Albújar y Luis E. Valcárcel
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
provincias. Abraham Valdelomar publicó un hasta nuestros días. Por ejemplo, Antonio
ALFONSO artículo en La Prensa, titulado «Los obreros Cornejo afirmaba:

98
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

En este ensayo interpretativo [«Sobre la psicología conjunto. El sentido de cada uno, los mismos
del indio»], como también en sus cuentos [Cuentos juicios escandalizantes que a veces se vierten
andinos], López Albújar toma en consideración en alguno de ellos, sólo pueden ser compren-
primeramente […] su experiencia como juez. Expe- didos desde la red que todos elaboran.
riencia que, como es obvio, no sólo recorta los límites Por lo demás, la clave ideológica del libro
de su conocimiento sino que fuerza una perspectiva está explicitada en uno de esos supuestos
general sobre el asunto46. «relatos olvidables»: «Todas las historias se
parecen. En todas verá usted las mismas ridi-
Es la lectura tantas veces repetida del indio culeces, las mismas vanidades, las mismas mi-
sentado en el banquillo de los acusados; una serias, las mismas pasiones. No hay más que
imagen, insistía Mario Vargas Llosa, «tan ne- variantes»49. Esta universalidad del sentimien-
gativa y deshumanizada que merece llamarse to delata la «presencia del juez López Albú- José Carlos Maiátegui.
racista»47. Esta generalizada opinión explica el jar», pero en un sentido diferente al apuntado
olvido de que ha sido objeto la obra de López por la crítica. La afirmación iusnaturalista
Albújar, a pesar de aceptarse su carácter pre- revela al hombre de derecho convencido de la
cursor como narrador indigenista y el vigor igualdad natural entre los hombres.
de su prosa. ¿Pero cuál es la imagen que López Albú-
La condena, quizá justificada en el ensayo jar ofrece del indígena? El indio de Cuentos
de Amauta, carece de sentido en el caso de andinos se muestra como un rebelde. «¿Para
Cuentos andinos, pues los juicios sobre el qué es uno hombre sino para rebelarse?», se
indio no difieren esencialmente de los ver- pregunta el narrador de «Cómo habla la co-
tidos sobre el mestizo o el blanco. Asunto ca»50. Mariátegui no llegó a precisarlo, pero
distinto es que se esté de acuerdo o no con su posiblemente fuese esta rebeldía de los per-
nada halagüeña concepción de la naturaleza sonajes lo que admirase en la obra de López
Ventura García Calderón.
humana. Pero para percibir esto es necesario Albújar. Esta violenta libertad era la promesa
no sólo liberarse de la negativa valoración de un futuro mejor, la condena absoluta del
que pesa sobre la obra, sino captar su carácter determinismo reaccionario y de su pareja éti-
46
de conjunto. Y ello, naturalmente, resulta ca, el paternalismo. De ahí las esperanzadas y Cornejo Polar, Literatura y so-
imposible si la lectura se realiza además desde fustigantes palabras de don Melchor, el narra- ciedad…, op.cit., p. 49.
un restrictivo y militante indigenismo, enten- dor secundario de «La soberbia del piojo»: 47
dido como la literatura o ideología que trata Mario Vargas Llosa, Discurso
de investidura de doctor Ho-
exclusivamente de los indios y, como mucho, ¡Bah! ¡Para qué son tan bestias los indios! Si los noris Causa, Universidad de
de los agravios de que son objeto por parte indios se organizaran y fueran más a la escuela y Murcia, 1998, sin paginar.
de los otros. bebieran menos, cuántas cosas no harían! Porque el
48
No hay otro argumento para explicar la indio no es idiota; es imbécil. Pero de la imbecilidad Tomás G. Escajadillo, La na-
condena que, según Tomás G. Escajadillo, se puede salir; de la idiotez no. La imbecilidad como rrativa de López Albújar, Lima,
Conup, 1972, p. 84.
merecen tres cuentos del volumen: «‘La so- usted sabe, se cura tonificando el alma, sembrando
berbia del piojo’, ‘El caso Julio Zimens’ y ideales en ella, despertándole ambiciones, haciéndole 49
Enrique López Albújar, «La
‘Cómo habla la coca’, relatos olvidables o dis- sentir la conciencia de la propia personalidad51. soberbia del piojo», Cuentos
quisiciones filosófico-sociológicas sin validez andinos, Lima, Imprenta Lux,
narrativa»48; precisamente los tres cuentos de En sus cuentos no todos los indios son 1924 (pp. 47-61), p. 52.

mistis, en los que el mundo indio sólo aparece iguales. La rebeldía individual de Conce Mai- 50
como en eco. lle, que dice no necesitar que nadie le haga López Albújar, «Cómo habla la
coca», Cuentos andinos, op.cit.
Mutilaciones de este tipo hacen de Cuen- justicia, pues él sabe hacérsela, contrasta con (pp. 248-270), p. 254.
tos andinos apenas un revoltillo, negando el el control que los yayas, amparándose en la
51
vínculo entre los diferentes relatos que per- tradición y en el supuesto carácter divino de la López Albújar, «La soberbia del
filan su sentido en el cotejo. López Albújar ley, ejercen sobre la colectividad. Hay indios piojo», en op.cit., p. 52.
insiste con meticulosidad en relacionar textos ricos y otros que no lo son; indios honrados
mediante la presencia o mención de persona- e indios mostrencos, borrachos y vagos, como
jes que han aparecido en relatos anteriores o Hilario Crispín, raptor y asesino.
que lo harán en los que siguen. Posiblemente, Esta percepción plural impide que su
un procedimiento más sugerente sean los obra incurra en el populismo frecuente en los Narrativa indigenista y racismo:
diversos paralelismos entre relatos. En defini- escritores indigenistas que hacen del indio el Ventura García Calderón, Enrique
López Albújar y Luis E. Valcárcel
tiva, no es posible la adecuada interpretación portador de valores auténticos y de las mejo- FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
de los relatos en forma aislada, extraídos del res virtudes frente a la corruptora civilización ALFONSO

99
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

occidental; es decir, un ente tan abstracto Cuentos andinos es entonces una inte-
como la Humanidad o el Bien. rrogación permanente: ¿qué es la identidad?,
Los indios de Cuentos andinos presentan ¿quiénes somos? Frente al relativismo de los
virtudes que no han pasado desapercibidas: valores como principio general de equivalen-
valor, inteligencia, tenacidad, sensibilidad… cia de «todo vale por todo», ese antropológico
Pero sobre todo se ha destacado, en relación respeto a las diferencias en el que los inves-
con la condición de juez del autor, su violen- tigadores a veces se desdoblan en militantes,
cia y su crueldad. Baste recordar las terribles López Albújar proclama la necesidad de in-
venganzas de Liberato Tucto en «El campeón corporar al indio a la modernidad. No receta
de la muerte» o de Ishaco en «Cachorro de soluciones; solo formula orientaciones.
tigre». La modernización del mundo indígena
Sin embargo, en ello no hay prejuicio ra- no es fácil, sugiere. No es únicamente una
cial. Esa violencia, esa sevicia, es algo general a cuestión de economía, ni tampoco de saberes.
Luis Alberto Sánchez. todos los hombres, como sugiere el desenlace Es también una cuestión de mentalidades. Y
de «La soberbia del piojo», en el que don cambiar éstas requiere tiempo. A veces más
Melchor, después de contar cómo aplastó del que se necesita para que se produzcan
52 entre sus uñas al piojo que le salvó la vida, cambios en la estructura social.
Ibid., p. 61.
se defiende sentenciosamente de la acusación Pero no era sólo el indio el que debía in-
53 que se le formula: corporarse a la modernidad, era toda la región
Arturo Schopenhauer, El amor,
las mujeres y la muerte, Va-
de «estos desventurados campos andinos»,
lencia, Ediciones Prometeo, p. – Fue usted ingrato y cruel sin distinciones de raza o de otra índole. Sin
179. – ¡Bah! Fui todo un hombre, señor mío52. embargo, el atraso material y espiritual de la
54 sierra no redunda, como sucede en La ven-
López Albújar, «El campeón de Y es que López Albújar tiene una concep- ganza del cóndor, en brillo de Lima, sino en
la muerte», en op. cit. (pp. 63-
87), p. 86. ción del hombre muy próxima a la de Scho- su oprobio, pues en parte era el resultado de
penhauer –al que por cierto cita en el último su indiferencia por el resto del país. Y López
55
López Albújar, «El caso Julio
de los relatos-y podría haber afirmado con el Albújar, no se olvide, era uno de esos provin-
Zimens» en op. cit. (pp. 157- filósofo alemán: cianos en los que había arraigado con fuerza
178), p. 159. la prédica radical de González Prada.
56 El hombre es en el fondo un animal salvaje, una fiera. En definitiva, el problema se planteaba
López Albújar, «Cómo habla la No le conocemos sino domado, enjaulado en ese es- no sólo desde una perspectiva regional. Y los
coca», op. cit., p. 253.
tado que se llama civilización. Por eso retrocedemos indios, antes ignorados y hasta despreciados
57 ante las explosiones de su naturaleza53. por la cultura oficial, pasaban a ser parte sus-
González Prada, op. cit., pp.
45-46.
tancial de la nacionalidad. Pero tampoco la
Esta concepción de lo humano se ve ade- nacionalidad misma, sino un ingrediente más
más subrayada por cierta poética de lo que en igualdad con otros grupos humanos, una
merece ser contado: «la hazaña más grande de nacionalidad mestiza en la que el concepto de
su vida de campeón de la muerte»54, «lo más raza dejaba de tener sentido.
conmovedor que he conocido, lo más triste y Lamentablemente, los indigenistas inter-
lo más trágico también»55. Es, pues, una poé- pretaron literalmente el fragmento del «Dis-
tica del exceso, de lo que se sale en cualquier curso en el Politeama», en el que González
línea de lo ordinario, también de lo lícito. Prada afirmaba que el verdadero Perú, «la
En suma, López Albújar no podía ideali- nación está formada por las muchedumbres
zar a los indios porque no quería idealizar a de indios diseminadas en la banda oriental de
los hombres. De esta forma, su indigenismo la cordillera», olvidando que el fragmento iba
traspasa la frontera entre cultura indígena y precedido de estas palabras: «Hablo, señores,
cultura occidental a fin de poder interpretar la de la libertad para todos, y principalmente
totalidad y, más en concreto, la propia cultura para los más desvalidos»57.
con los mismos principios que se aplican a los Algunos contemporáneos de los novecen-
otros. Al respecto es altamente significativo el tistas, como Federico More, fueron indigenis-
último de los relatos, «Cómo habla la coca», tas y lo fueron muchos de los miembros de la
Narrativa indigenista y racismo:
en el que el juez narrador se descubre invadi- generación de la Reforma universitaria, que
Ventura García Calderón, Enrique do por lo indígena: «Me había dado a la coca. terminaron por transformar la idea de cultura
López Albújar y Luis E. Valcárcel
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
No sé si al peor o al mejor de los vicios. Ni sé nacional. Esta nebulosa emocional y demagó-
ALFONSO tampoco si por atavismo o por curiosidad»56. gica que a menudo fue el indigenismo agrupó

100
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

ideologías muy diversas, desde el marxismo temeroso del carácter sangriento que vaticina
–y a veces el no-marxismo– de Mariátegui Valcárcel para la emancipación del indio, lo
hasta posiciones marcadamente burguesas, reconviene con estas palabras: «‘No te con-
incluso lindantes con el fascismo. suma el odio; el amor es demiurgo’, exclama
Pero estos intelectuales indigenistas no Valcárcel. Y así debiera ser el tono íntegro de
eran indios. Mariátegui lo advirtió con cla- este mensaje que nos llega de Cuzco»63.
ridad. El indigenismo, dijo, «es todavía un Valcárcel supo explotar la mala conciencia
literatura de mestizos. Por eso se llama indi- y el miedo a una guerra de razas. Charlatán
genista y no indígena. Una literatura indígena, de los hechos –los levantamientos y matanzas
si debe venir, vendrá a su tiempo. Cuando los en algunas haciendas–, escribe con sangre para
propios indios estén preparados para produ- mostrar como inminente la pesadilla que ya
cirla»58. El indigenismo era algo más que una algunos novecentistas habían presagiado:
moda estética. Los relatos funcionaban como
Luis E. Valcárcel.
una denuncia del presente y, al mismo tiempo, ¡Oh! la esperada Apocalipsis, el Día del Yawar-Inti
como un grito de guerra. que no tardará en amanecer.
Hay, sin embargo, en esta literatura ele- ¿Quién no aguarda la presentida aurora?
58
mentos que permiten sospechar que a algunos El vencedor injusto que ahogará en su propia sangre Mariátegui, op. cit., p. 335.
autores les movían otros intereses distintos del al indio rebelde. ¿No oís por allí la prédica del exter-
59
puro afán de justicia. Estos jóvenes intelectua- minio, de la cacería inmisericorde? Ya las matanzas Valcárcel, «44 años después»,
les pertenecían –ya lo he dicho– principal- de Huanta, de Cabanillas, de Layo, de cien lugares Tempestad…, op.cit. (pp. 7-8),
mente al sector medio del ámbito provincial más son ráfagas del Gran Día Sangriento. p. 7.

serrano. Pero no escribieron sobre ellos como El vencido alimenta en silencio su odio secular; cal- 60
grupo social o, cuando menos, no lo hicieron cula fríamente el interés compuesto de cinco siglos Carlos Manuel Cox, «Con
Luis E. Valcárcel», Amauta, 6
de forma directa. En sus relatos tendieron a de crueles agravios. ¿Bastará el millón de víctimas (1927), (pp. 1-2), p. 2.
ocultar su condición. Eran conscientes de que blancas?64.
61
la fuerza moral de sus reivindicaciones había José Carlos Mariátegui, «Prólo-
de cimentarse en los desheredados y entre los Aunque luego preconice el amor y no go», en Valcárcel, op. cit. (pp.
desheredados nadie más desgraciado que el el odio, Valcárcel insiste obsesivamente a lo 9-15), p. 9.

indígena. largo de la obra en esa terrible amenaza –los 62


Si los novecentistas predicaron un cambio forajidos indios que saquean, violan y asesi- Ibid., p. 15.
lento de la sociedad, los indigenistas, que nan en los pueblos, las haciendas quemadas, 63
querían un cambio inmediato, se acogieron los ensañamientos con el patrón, el ejército y Luis Alberto Sánchez, «Colo-
fón», en Valcárcel, op. cit. (pp.
a la figura del indio como ejemplo extremo la policía integrados casi con exclusividad por 177-183), p. 181.
de una sociedad que exigía ser transformada indígenas: «Con indios hostiles que vuelven el
sin demora y quizá en profundidad. Auto- arma contra blancos y mestizos […] ¿qué po- 64
Valcárcel, op. cit., p. 24.
proclamándose representantes de las muche- drá hacer el Estado?»65; insiste de manera me-
dumbres indígenas, fingían un poder del que ditada para provocar la angustia y favorecer 65
Ibid., p. 93.
carecían como clases medias. una adhesión sin fisuras a su ofrecimiento.
Tempestad en los Andes, de Luis E. Val- Entre los textos de Tempestad… hay uno 66
Valcárcel, «El problema indí-
cárcel, es el ejemplo más acabado de esta ac- especialmente revelador: «El problema indí- gena», op. cit. (pp. 119-131),
titud. Publicada en 1927, bajo el «padrinazgo gena». Se trata de una conferencia leída en la p.125.
espiritual de Mariátegui»59, Tempestad es, en Universidad de Arequipa en la que, después
67
palabras de su autor, una «serie de ensayos y de insistir una vez más en el descenso de los Ibid, p. 126.
cuadros [descriptivos y narrativos] de la vida bárbaros, al que no cabe oponerle resistencia
68
actual del indio»60. Mariátegui, quien ya había –«El block de mestizo-europeo es minúsculo Ibid, p. 125.
publicado algunas de sus páginas en Amauta, e inerme. Las gentes de color significan el
afirmaba en el «Prólogo» que no es «una obra décuplo y han monopolizado el arma»66–, se
de doctrina ni de teoría. Valcárcel siente resu- propone como salvador: «¿Será presunción
citar la raza keswa. El tema de su obra es esta nuestra –escribe refiriéndose a los intelectua-
resurrección»61. les cuzqueños– el intento de encauzar las for-
Yo más bien creo que el tema es la amenaza midables energías desplazadas por el mundo
de esta resurrección. De hecho, el mismo Ma- que nace detrás de las montañas?»67. Narrativa indigenista y racismo:
riátegui añade que Tempestad… «tiene algo Estos intelectuales han tenido el «privi- Ventura García Calderón, Enrique
López Albújar y Luis E. Valcárcel
de Evangelio y hasta algo de Apocalipsis»62. legio [viviendo] en [medio d]el peligro»68 de FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
Y Luis Alberto Sánchez, autor del «Colofón», asistir al despertar de la raza. «En el Cuzco, ALFONSO

101
América sin nombre, nos 13-14 (2009) 94-102

69 centro de la indianidad los núcleos de la inteli- Y sorprende que tanto Mariátegui como
Id.
gencia están en guardia. La Escuela Cuzqueña Sánchez creyeran que «Valcárcel resuelve po-
70 […] hace bastante tiempo que se organiza y líticamente su indigenismo en socialismo»79,
Ibid., pp. 126-127.
disciplina»69; es decir, se prepara para propo- cuando el autor de Tempestad clama: «¿Rusia?
71 ner remedios que impidan o contengan el caos ¡¡El Perú!!»80; cuando advierte que esa élite
Ibid., p. 127.
que se avecina. rectora de las masas no ha de perder «la ruta
72 en el laberinto de las ideologías»81, que el an-
Id. La única élite posible, capaz de dirigir el movimiento dinismo «no ha menester de extrañas y débiles
73 andinista, será integrada por elementos racial o espi- linternas»82.
Id. ritualmente afines al indio, identificados con él, pero En realidad, Tempestad está mucho más
74
con una preparación amplísima, de vastos horizontes próxima al fascismo. Como hace éste, negan-
Id. y ánimo sereno para afrontar todos los reveses…70. do valor a todas las ideologías, se sirve indis-
75
criminadamente de todas, en una distorsión a
Mariátegui señala en el «Pró- Únicamente Valcárcel, únicamente los la que no le preocupan las contradicciones. Y
logo», op.cit, que la empresa miembros de este «grupo selecto»71 estarán así, por ejemplo, junto al eslogan «La dictadu-
de Valcárcel es la de ayudar
«a esa consciencia indígena capacitados para controlar al «monstruo cie- ra indígena espera su Lenin»83, encontramos
a encontrarse y revelarse a sí go»72, únicamente «los obreros intelectuales»73 un profundo desprecio por el indígena. El ra-
misma», p. 9.
serranos darán forma a su personalidad. «De cismo de Valcárcel no se proyecta únicamente
76 quienes la guíen –sentencia Valcárcel– depen- sobre el mestizo, ese «nuevo ser híbrido: [que]
Sánchez señala en el «Colo-
fón», op.cit, que el afán de
de el futuro»74. no hereda las virtudes ancestrales sino los
Valcárcel es «noble porque se Sorprende que tanto Mariátegui75 como vicios y las taras»84. El indio es un «primate
dirige al humilde», p. 181. Sánchez76 interpretaran que los destinatarios anacrónico»85, una «masa infrahumana»86, «la
77 de este panfleto, al menos parcialmente, eran indiada»87.
Valcárcel, «El problema indíge- los indios; sin percibir que, autoproclamán- Adherido a las teorías del volkgeist, el
na», en op. cit., p. 127.
dose vocero de las masas campesinas y su jefe andinismo propuesto por Valcárcel ve en los
78 natural, era a Lima, como centro político, a campesinos la expresión más pura del Perú,
Véase Valcárcel, «El cura de
Kawana», en op. cit., pp. 80-
la que se le exigía un «Pacto o Contractus»77 pero en su concreción real no dejan de ser una
82. para evitar la guerra de razas. Ello significaba horda bárbara. Imprescindible, pues, esa élite,
que desde Lima se le reconocería un poder del esa aristocracia nietzscheana que la gobierne
79
Así se expresa Mariátegui en que, en realidad, carecía; pero también que el y controle, una élite provinciana que habría
el «Prólogo», op. cit., p. 12. redentor de indios era, en última instancia, de sustituir a la «oligarquía desinteresada y
Por su parte, Sánchez escribe
en el «Colofón», op. cit., «la
un especialista capaz de manejar métodos enérgica» propuesta por Francisco García
emancipación social pretende, más sutiles de dominación; si, naturalmente, Calderón, según Valcárcel88. Quítate tú para
ahora, surgir de una imitación
de Rusia (…)», p. 181.
obtenía las compensaciones adecuadas. En que me ponga yo. Difícil saber si estábamos
este sentido podría interpretarse ese elogio ante una renovación del modelo civilista o
80 de la labor adventista, como instrumento de ante una resurrección del Tawantinsuyo tal y
Valcárcel, op. cit., p. 23.
control, una vez que los indios están abando- como lo concibió Valcárcel:
81 nando la religión católica78.
Valcárcel, «El problema indíge-
na», en op. cit., p. 127.
Conciliáronse los dos principios comunista y monár-
quico, dando por fruto un verdadero paternalismo
82
Valcárcel, op. cit., p. 114.
de Estado, a la vez que una sociedad regulada por los
principios de cooperación y solidaridad89.
83
Valcárcel, «El problema indíge-
na», en op. cit., p. 125. tizo arequipeño es un tipo 88 No estaba exento de cierta razón Alcides
racial de excelencia. En esta Ibid., pp. 126-127. Arguedas cuando hacía afirmar al narrador de
84 región del país dio la sangre
Valcárcel, op. cit., p. 107. Lla- mezclada de conquistadores 89 Raza de bronce que los defensores del indio se
ma la atención que, después de e indios el fruto escogido», Luis E. Valcárcel, «Sumario dividen casi invariablemente en dos categorías:
la expresión de este prejuicio, p. 119. del Tahuantinsuyo», Amau-
Valcárcel ante el auditorio de ta, 13 (1928) (pp. 29-30),
«los líricos que no conocen al indio y toman
estudiantes arequipeños afir- 85 p. 29. su defensa como un tema fácil de literatura,
mase en su conferencia «El Ibid., p. 28. o los que, también sin conocerle, toman la
problema indígena»: «El mes- 90
86 Alcides Arguedas, Raza de causa del indio como un medio de medrar y
Narrativa indigenista y racismo:
Valcárcel, «El problema indí- bronce, en Raza de Bron- crear inquietudes exaltando sus sufrimientos,
gena», en op. cit., p. 124. ce.Wata Wuara, Madrid,
Ventura García Calderón, Enrique
CSIC, 1988, p. 295. creando el desconcierto, sembrando el odio
López Albújar y Luis E. Valcárcel
FRANCISCO JOSÉ LÓPEZ
87 con el fin de medrar a su hora apoderándose
Ibid., p. 127.
ALFONSO igualmente de sus tierras»90.

102

También podría gustarte