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1 Ver Rodríguez, Pedro Jesús, artículo “La Propiedad Privada”, publicado en Revista de Derecho
Tomo 69, Julio-Diciembre 1972, Primera Parte, página 111.
del año 1888. No se aprecia, en consecuencia, que el concepto de “interés público”
haya sido reforzado en los textos de los Códigos antes nombrados, en comparación
a la legislación que les precedió; no siendo excepción la “reserva estatal” del guano,
petróleo líquido o gaseoso, nitratos, sales análogas y yodo, efectuado en el artículo
4° del Código de Minería de 1932, puesto que -a más de tener por objeto dicha
“reserva” bienes no apropiados, no refiriéndose al derecho “de propiedad” sino “a la
propiedad”- dicha disposición también tenía su origen en el Código de Minería de
1888, que contenía una disposición del mismo tenor (artículo 2°), que fuera
complementada en el año 1926, agregando la reserva estatal del petróleo.
En realidad, el tratamiento que nuestro legislador ha dado a las minas, a todo
lo largo de nuestra historia, ha sido siempre inspirado en ese concepto de “interés
general del Estado” (que, en rigor, ha sido un interés de la Nación), consistente en
que ellas se exploten y produzcan su riqueza; de manera que las modificaciones al
régimen de propiedad privada general introducidas por el constituyente del año 1925
no pudo afectar al régimen jurídico de las minas, las cuales ya estaban afectadas al
dominio público ( ), lo que constituía la prueba más evidente de aquél “interés
2
nacional” sobre ellas. Tal conclusión se mantiene incluso luego de analizar los
términos de la ley N° 9.618, de 1950 -la cual usó, por vez primera en nuestro
ordenamiento, la ya brocárdica frase “El Estado tiene la propiedad absoluta,
inalienable e imprescriptible de los yacimientos de petróleo...”- pues pese a la
contundencia de la afirmación del dominio “estatal”, lo cierto es que en nuestra
legislación todas las minas –a las cuales el legislador asimiló el petróleo- han tenido
siempre calidad demanial y, por tanto, tales adjetivos legales no hicieron sino ratificar
las características esenciales de todo dominio público, según lo señalara muchos
años antes Hauriou, el creador de la teoría de los “derechos reales administrativos”.
No obstante lo anterior, es posible señalar que la modificación al instituto “propiedad
privada”, efectuada por el constituyente del año 1925, fue una causa remota, a la
cual se le sumarían otros tantos hechos, de la primera intervención constitucional en
el régimen jurídico de las minas.
2
En este sentido, Vergara Blanco, Alejandro, obra “Principios y Sistema del Derecho Minero”,
Párrafo III del Capítulo V, página 237.
contexto jurídico internacional, tuvieron una influencia fundamental en lo que,
posteriormente, sería aquella primera intervención del constituyente en materia
minera.
Es así como, mediante la resolución 1314 ( XII), de fecha 12 de diciembre de
1953, las Naciones Unidas –organismo internacional creado sólo 8 años antes, en
1945- constituyó la “Comisión de la Soberanía Permanente sobre los Recursos
Naturales”, en la cual nuestro país participó desde su inicio, y cuyo objeto específico
fue el de “realizar un estudio completo de la situación en lo que respecta a la
soberanía permanente sobre recursos y riquezas naturales como elemento básico
del derecho a la libre determinación y formular recomendaciones si fuera del caso,
encaminadas a reforzarlo”; naciendo de su iniciativa la recomendación de que “al
estudiar a fondo la cuestión de la soberanía permanente de los pueblos y de las
naciones sobre sus riquezas naturales, se tuviera debidamente en cuenta los
derechos y deberes de los Estados en virtud del derecho internacional y la
importancia de fomentar la cooperación internacional en el desarrollo económico de
los países en vías de desarrollo” ( ). 3
3 Parte expositiva de la Resolución 1.803 (XVII), sobre “Soberanía Permanente Sobre los Recursos
Naturales”, de 14 de diciembre de 1962, de la Asamblea General de las naciones Unidas; contenida
en el Anexo del libro “La Batalla por el Cobre”, de Eduardo Novoa Monreal, Editorial Quimantú, 1972,
página 398.
4
Debe señalarse, a esta altura de la exposición, que la génesis de la primera
norma de rango constitucional en materia minera estuvo siempre íntimamente ligada
al tema de la nacionalización de la gran minería del cobre, en términos de poder
considerarlo como su única causa eficiente. Los primeros proyectos en tal sentido
-que datan de los años 1951, 1955 y 1961- no consideraban modificación
constitucional, reduciéndolos sus autores a simples iniciativas legales.
Posteriormente, durante la discusión de la que fue, luego, la Ley N° 16.425
(modificatoria de la Ley Nº 11.828, llamada del “Nuevo Trato”) que sancionó los
llamados convenios de “chilenización”, se presentaron en el Senado varias
indicaciones destinadas a una nacionalización inmediata de la gran minería del
cobre -que era la tesis contrapuesta que la izquierda oponía al proyecto del
Presidente Frei ( )- ninguna de las cuales consideró la necesidad de una reforma
5
Resolución 1.803 (XVII), sobre “Soberanía Permanente Sobre los Recursos Naturales”, ibídem,
página 400.
5
Novoa Monreal, Eduardo, obra citada, páginas 114 y 115, citando información contenida en la
compilación “El Parlamento y el hecho mundial de la Gran Minería del Cobre Chileno”, Tomo I, de la
Sección de Estudios de la Biblioteca del Congreso Nacional, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1972,
página 446.
6
Segundo Informe de Comisiones Unidas de Minería y Hacienda del Senado, publicado como anexo
de la sesión 6 extraordinaria del Senado, de 7 de octubre de 1965, páginas 309 y 310; citado por
Novoa Monreal, Eduardo, obra citada, página 38.
La conclusión a la cual llegó dicha Comisión especial fue de que las
modificaciones que se pretendía efectuar al Código de Minería no podían llevarse a
cabo sin antes modificar la Constitución, puesto que el régimen de amparo por la
patente constituía un derecho a favor del concesionario minero y, por lo tanto,
estaba protegido por la garantía del artículo 10 N° 10 de la Constitución, que en el
aquél entonces disponía que nadie podía ser privado de su propiedad “o del derecho
a que ella (la inviolabilidad del dominio) tuviere”, sino en virtud de sentencia o de
expropiación por razón de utilidad pública, calificada por una ley. La reflexión jurídica
efectuada por dicha Comisión –según el mismo Carlos Ruiz Bourgeois relatara,
años más tarde, en la discusión de la Comisión Constituyente de la actual
Constitución- fue de que cualquier derecho real podía ser regido por el artículo 12
de la ley de Efecto Retroactivo, pero en lo relativo al dominio, las causales de
extinción estaban señaladas en el texto constitucional y la ley no podía, entonces,
pasar por encima de ellas ( ). 7
10 Sobre esta distinción, ver Vergara Blanco, Alejandro, “La Summa Divisio...”, página 117.
transitorias, en el que se recogía la idea promovida durante la discusión de la
reforma constitucional del derecho de propiedad debatida en el año 1966, analizada
supra; y otro, que constaba de dos artículos, redactado en aquél mismo año 1970,
que según lo declarara uno de sus autores, no consideró proyectos anteriores de
nacionalización ni tampoco proyectos extranjeros ( ). 11
los anexos de la obra “La Batalla por el Cobre”, de Eduardo Novoa Monreal, páginas 425 a 434.
aplicables a aquella las reglas sobre indemnización dispuestas para la segunda.
Como se sabe, esta última posición fue la triunfante, estableciéndose en el texto
definitivo de la ley que la indemnización por nacionalización debía ser la “adecuada”,
distinta a la “equitativa” asignada al régimen general de expropiación.
Finalizada la discusión en el Congreso, el 11 de julio de 1971 tuvo lugar la
sesión del Congreso Pleno, que la Constitución de 1925 exigía para los casos de
reformas constitucionales, resultando de ella la aprobación del proyecto presentado
para aquella ocasión por la unanimidad de todos los parlamentarios; promulgándose
como ley de la República bajo el número 17.450 el 15 de julio de ese año, y
publicándose en el Diario Oficial el día siguiente.
El tenor de los nuevos incisos cuarto, quinto y sexto del artículo 10 N° 10 de la
Constitución de 1925 así modificado fue el siguiente:
“El Estado tiene el dominio absoluto, exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas
las minas, las covaderas, las arenas metalíferas, los salares, los depósitos de carbón
e hidrocarburos y demás sustancias fósiles, con excepción de las arcillas
superficiales.
La Ley determinará qué sustancias de aquellas a que se refiere el inciso anterior,
entre los cuales no podrán considerarse los hidrocarburos líquidos y gaseosos,
podrán ser objeto de concesiones de exploración o de explotación, la forma y
resguardo del otorgamiento y disfrute de dichas concesiones, la materia sobre que
recaerán, los derechos y obligaciones a que darán origen y la actividad que los
concesionarios deberán desarrollar en interés de la colectividad para merecer amparo
y garantías legales. La concesión estará sujeta a extinción en caso de no cumplirse
los requisitos fijados en la ley para mantenerla.
La ley asegurará la protección de los derechos del concesionario y en especial de
sus facultades de defenderlos frente a terceros y de usar, gozar y disponer de ellos
por acto entre vivos o por causa de muerte, sin perjuicio de lo establecido en el inciso
anterior. En aquellas cuestiones sobre otorgamiento, ejercicio o extinción de las
concesiones que la ley entregue a la resolución de la autoridad administrativa, entre
las cuales no podrán estar las que se refieren a la fijación de los requisitos de
amparo, habrá siempre lugar a reclamo ante los tribunales ordinarios de justicia” . (13)
13 Texto considerado en el anexo de la obra “La Batalla por el Cobre”, de Eduardo Novoa Monreal,
páginas 425 a 434; transcribiendo la publicación del Diario Oficial N° 27.999, de 16 de julio de 1971.
cuarto del artículo 10 N° 10 de la constitución introducido por la Ley N° 17.450 (que
establecía el dominio del Estado sobre las minas) difirió del propuesto por el
ejecutivo solo en que aquél agregó, en la mención ejemplar de las minas, “las
demás sustancias fósiles” y, además, en haber eliminado el legislador, de las
excepciones al concepto de mina que consideraba el proyecto, “las rocas y arenas
aplicables directamente a la construcción, que se encuentren en terrenos de
propiedad privada”. El nuevo inciso quinto, por su parte, no consideró los “materiales
radiactivos naturales” como aquellas sustancias que el proyecto consideraba
reservar al Estado, manteniendo sólo los hidrocarburos líquidos y gaseosos
propuestos; y agregó que “la concesión estará sujeta a extinción en caso de no
cumplirse los requisitos fijados para mantenerla”.
Según señalaba Carlos Ruiz Bourgeois, los textos de los incisos cuarto y
quinto del número 10 del artículo 10 de la Constitución de 1925, introducidos en el
año 1971 por la Ley N° 17.425 fueron textualmente los que se propusieron por la
Comisión especial conformada en el año 1966, siendo la novedad que se introdujo
la referida al derecho real de dominio sobre “la concesión” -consignada en el nuevo
inciso sexto del referido artículo 10 N° 10- correspondiendo ese nuevo inciso a una
medida de mitigación de los efectos que el cambio de naturaleza jurídica de los
derechos de los concesionarios mineros podían producir o, dicho en sus propias
palabras, “el constituyente parece que se asustó un poco de su propia obra y pensó
que estaba “matando la gallina de los huevos de oro” al declarar que el minero
quedaba transformado simplemente en un siervo de la gleba después de haber sido
un señor; un dueño” ( ).14
14
Ruiz Bourgeois, Carlos, en su intervención en la sesión N° 175 de la Comisión Constituyente, ya
citada, página 10.
haber sido esa la voluntad permanente del legislador ( ). 15
que la reforma tampoco tuvo ese significado, puesto que la referida naturaleza
jurídica de los derechos mineros no cambió con la dictación de aquella ley, sino que
se mantuvo, por lo que su única aplicación se refirió a la reserva del Estado sobre
los hidrocarburos líquidos y gaseosos, al no estar condicionada la vigencia de esa
norma a la vigencia de la nueva ley. Fue, en definitiva, una modificación al derecho
“a la propiedad”, en lugar de afectar el derecho “de propiedad”.
De esa manera se materializó la primera consagración constitucional del
régimen jurídico de las minas en nuestro ordenamiento. Su historia deja en claro que
no fue la intención de modificar la naturaleza jurídica del dominio del Estado sobre
las minas ni del derecho emanado de la concesión lo que verdaderamente la inspiró
–materia ésta que no tuvo mayor contradicción en la discusión parlamentaria; que,
tan sólo 5 años antes, había sido desechada en el Congreso; y que, además, su
pretendida modificación resultó inocua- sino en cuanto fuera considerada como
fundamento para soslayar los principios que sobre indemnización regían hasta ese
momento, referidas al instituto expropiador. Es más, puede señalarse que el origen
efectivo de esa reforma constitucional se limita a haber sido un mecanismo para
evitar el control jurisdiccional por parte de los tribunales ordinarios de justicia del
proceso de nacionalización, cual era el verdadero objeto de la reforma, siendo
probable que –de no haber mediado los procesos de contratación de la
15 Para profundizar esta conclusión, ver Vergara Blanco, Alejandro, artículo “Presupuestos Histórico-
dogmáticos del Estudio del Derecho Minero Vigente”, publicado en Revista de Derecho de Minas, Vol.
VII (1996), página 138.
considerada por los partidarios de la tesis del “dominio eminente” tanto sorpresiva
como ominosa, puesto que –a su juicio- mantenía “la incertidumbre sobre los
derechos mineros” ( ). 19
existe contradicción alguna entre las normas contenidas en los incisos 6° a 10° del
número 24 del artículo 19 de la Constitución con las restantes normas
constitucionales que definen el denominado “Orden Público Económico”, puesto que
la existencia de bienes de dominio público y el acceso de los particulares a ellos
está considerado dentro de aquél “Orden Público Económico” constitucional (artículo
19 N° 23 de la Constitución), siendo las minas sólo una mención expresa de esa
categoría que, por razones históricas, se mantuvo en rango de especialidad. La
errada atribución de un “dominio absoluto, exclusivo...” al Estado no importa, en
consecuencia, una negación de su verdadera naturaleza jurídica y efectos.
Adicionalmente, estimamos plenamente acertada la opinión de Vergara Blanco ( ), 21
18
Vergara Blanco, en el artículo “Historia Fidedigna de las Leyes Mineras (1966-1983)” -en Revista de
Derecho de Minas y Aguas, Vol. III (1992), página 197 y siguientes- hace referencia a un documento
oficial de la historia fidedigna de la Constitución, cual sería “Transcripciones y Antecedentes del
Decreto Ley N° 3.464 (que aprueba nueva Constitución Política y la somete a ratificación por
plebiscito)”, Tomo 2, fojas 667 a 678, que demuestra la decisión de la Junta de Gobierno de “escuchar
a un experto” -y la designación de Carlos Ruiz Bourgeois en tal calidad- antes de resolver “si el
Estado debe tener sólo el dominio eminente de todas las minas pudiendo reservarse para sí aquellas
en que el interés nacional lo exija o, por el contrario, si el Estado es el dueño real de las minas y sólo
otorga concesiones”.
19 Piñera Echenique, José, “Fundamentos de la Ley Constitucional Minera”, obra citada, página 18.
20 Precht Pizarro, Jorge, “Naturaleza Jurídica del Dominio del Estado sobre las Minas y de la
Concesión Minera en la Constitución de 1980”, publicado en Revista Chilena de Derecho, N° 10
(1983), página 731. Este autor sostiene que “la vertiente filosófica e ideológica de donde proceden
estos cambios (inciso 6° del N° 24 del artículo 19 de la Constitución) se emparentan más con los de
la reforma de 1971 que con los proyectos presentados”.
22 En ese sentido, ver artículo del autor de este trabajo “Análisis del Sistema de Amparo de la
Propiedad Minera”, publicado en Revista Chilena de Derecho, 15 (1988), página 235 y siguientes.
las Constituciones Políticas de Colombia ( ), Panamá ( ), México ( ), Bolivia ( ) y
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23 El artículo 63 de la Constitución Colombiana establece que “Los bienes de uso público, los parques
naturales, las tierras comunales de grupos étnicos, las tierras de resguardo, el patrimonio
arqueológico de la Nación y demás bienes que determine la ley, son inalienables, imprescriptibles e
inembargables”.
24 El artículo 254 de la Constitución de Panamá establece: “Pertenecen al Estado, entre otras: las
riquezas del subsuelo, que podrán ser explotadas por empresas estatales o mixtas o ser objeto de
concesiones o contratos para su explotación según lo establezca la Ley.
25 El artículo 27 de la Carta Constitucional Mexicana declara que “La propiedad de las tierras y
aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional, corresponde originariamente a la
Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los particulares,
constituyendo la propiedad privada”; agregando que “Corresponde a la Nación el dominio directo de
todos los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de las islas; de
todos los minerales o substancias que en vetas, mantos, masas o yacimientos, constituyan depósitos
cuya naturaleza sea distinta de los componentes de los terrenos ...”
26 El artículo 165 de la Constitución Boliviana declara que “Las tierras son del dominio originario de
la nación y corresponde al Estado la distribución, reagrupamiento y redistribución de la propiedad
agraria conforme a las necesidades económico-sociales y de desarrollo rural”.
27 El artículo 66, primera parte, de la Constitución de la República del Perú dispone que “Los
recursos naturales, renovables y no renovables, son patrimonio de la Nación”.