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Tomando como base la discusión de Senatore y Zarankin (2006), podríamos decir que la
arqueología histórica ha sido entendida desde dos diferentes perspectivas, una basada en
el estudio de individuos y sociedades que utilizaran la escritura y el segundo tomando el
concepto de modernidad, es decir el estudio de la sociedad moderna, ambas según ellos
señalan, se han utilizado de forma conjunta y no son mutuamente excluyentes.
Reconocen que la disciplina ha sido dominada desde un principio por investigadores
anglosajones y que se ha vinculado al estudio de la sociedad blanca, principalmente en
Estado Unidos. Comentan además las múltiples definiciones que se le dieron en un
principio y aceptan el hecho de que la mayoría de los investigadores la entiende como la
arqueología de la dispersión de las sociedades europeas por el munso hasta la actualidad
(Senatore y Zarankin, 2006). Es importante, sin embargo, rescatar unas cuantas ideas
(de las multiples que se encuentran en el texto) que surgen de sus comentarios; en
primer lugar vale la pena hacer notar el problema de quien debe de proponer el concepto
para definir lo que es la arqueología histórica y su aplicabilidad en los diferentes
contextos. Los autores exponen que es muy posible que el hecho de que un anglosajón
que realiza estudios en su propio país, limite la capacidad de aprehensión necesaria para
elaborar un concepto apropiado con el fin de definir la rama de estudio y que esto
provocaría un sesgo a la hora de aplicarlo a las diferentes realidades, puesto que está
pensado para una en particular y muy diferente de la latinoamericana. Ahora si
analizamos un poco este argumento, nos damos cuenta de que nos remite sin duda a
pensar, en aquellos arqueólogos pioneros de la disciplina, los cuales llegaban a estudiar
civilizaciones exóticas (y todavía lo hacen los arqueólogos europeos al realizar estudios
en América), estos proponían teorías acerca del desarrollo de la cultura y otras. Sin
duda, este es un factor que puede llegar a distorsionar las apreciaciones que hace un
arqueólogo, puesto que los conceptos están pensados para realidad muy diferentes a las
nuestras, están hechas desde las sociedades que tienen un tradición de dominadores.
Podemos decir que el colonialismo fue la primera forma de capitalismo que se aplicó
para Latinoamérica, este concepto como señala Furari (1998), no debe entenderse como
la relación mercantil sino como la relación de poder que el mismo implica. El
colonialismo como una forma de producción a través de la explotación esclavista de los
individuos, con los mismos mecanismos empleados en la actualidad para mantener en
regla a las personas. El capitalismo, según Quesada 2003, entre el s. XVI y XIX, se
apoyó considerablemente del colonialismo, el cual define como “la rapiña y
destrucción social y física de pueblos enteros”. Para el caso de Latinoamérica, la
destrucción fue paulatina, puesto que en nuestro caso específico el colonialismo que se
inició culminó en capitalismo (lo cual según Quesada no siempre sucede), puesto que
los conquistadores utilizaron a los indígenas para explotar su fuerza de trabajo,
iniciando así la relación de mercantilización de la misma. Por supuesto para ese
momento los indígenas eran más esclavos que trabajadores. Estas relaciones de poder
iniciadas desde la conquista han perdurado hasta nuestro tiempo, de diferentes maneras,
con diferentes centros de poder. La historia desde este momento se comienza a escribir
desde la élite, reflejando solamente lo que se quiere que se vea, invisibilizando a los
pobres, a los esclavos, a los diferentes. Es por todo esto que la arqueología histórica
pasa a jugar un papel tan importante para nuestro continente, por que visibiliza todas
estas diferencias, le da voz a todos los que tienen voz; la arqueología tiene la capacidad
de mostrar todas esas heterogeneidades y logra aplicarlas a toda la historia que
pensamos que conocemos.
La Arqueología Industrial
Podemos decir que por las características temporales de la arqueología industrial, forma
parte del estudio, más amplio, que comprende la arqueología histórica. En primer lugar
por que la creación de industrias (como forma de explotación de un producto) para el
área de Latinoamérica comenzó después de la llegada de los europeos, con el inicio de
la expansión capitalista por el continente. A partir del deseo de producir más con costos
más bajos se comienzan construir las diferentes fábricas que todavía encontramos. Para
Luis Molina (2007), utilizar el término de “arqueología industrial” no es el más
adecuado, principalmente por que se encuentran industrias tan antiguas como las
coloniales y el por su parte asocia más el término a los sitios asociados con la
revolución industrial. La arqueología industrial consiste de esta forma en el estudios de
las sociedades, conformadas a partir de la colonia, en las cuales se evidencia las
influencias capitalistas (desde la base del colonialismo) en sus medios de producción y
obtención de ganancias.
Uno de los ejemplos más interesantes con respecto a este tema tiene que ver con la
explotación de añil en Centroamérica, pues marca el cambio en la producción del
mismo, en el consumo y a la vez impacta positiva y negativamente en las personas. El
añil sin duda fue todo un descubrimiento para los europeos, los cuales encontraron
múltiples ventajas en el producto, sin embargo repercutió negativamente en las
poblaciones nativas, puesto que significó esforzarse más en la producción de acuerdo a
la demanda, repercusión en daños a la salud y en reducción de la población indígena,
impactó inclusive en la forma de vestir de los mismos indígenas (Batres, de Batres,
Garnica, Martinez, Valle, sin fecha). La arqueología industrial tiene la posibilidad de
descubrir todas estos detalles que los textos históricos no nos permiten observar con
claridad, comparte las características que definen a la arqueología histórica pero
centrándose en un solo punto.