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Rimbaud describe su vida pasada como un festín donde se abrían todos los corazones y se derramaban todos los vinos. Sin embargo, encontró la belleza amarga y la injurió. Desde entonces se ha armado contra la justicia, se fugó y confió su tesoro a las brujas y la miseria. Ha invocado desastres para ahogarse con arena y sangre, tendiéndose en el cieno y secándose con el aire del crimen. Ahora, al ver que se acerca su muerte, busca la llave del antiguo festín para rec
Rimbaud describe su vida pasada como un festín donde se abrían todos los corazones y se derramaban todos los vinos. Sin embargo, encontró la belleza amarga y la injurió. Desde entonces se ha armado contra la justicia, se fugó y confió su tesoro a las brujas y la miseria. Ha invocado desastres para ahogarse con arena y sangre, tendiéndose en el cieno y secándose con el aire del crimen. Ahora, al ver que se acerca su muerte, busca la llave del antiguo festín para rec
Rimbaud describe su vida pasada como un festín donde se abrían todos los corazones y se derramaban todos los vinos. Sin embargo, encontró la belleza amarga y la injurió. Desde entonces se ha armado contra la justicia, se fugó y confió su tesoro a las brujas y la miseria. Ha invocado desastres para ahogarse con arena y sangre, tendiéndose en el cieno y secándose con el aire del crimen. Ahora, al ver que se acerca su muerte, busca la llave del antiguo festín para rec
«En otro tiempo, si mal no recuerdo, mi vida era un festín en el que se abrían todos los corazones y en el que se derramaban todos los vinos. Una noche senté a la belleza sobre mis rodillas - Y la encontré amarga-. Y la injurié. Me he armado contrata justicia. Me fugué. ¡Oh brujas, oh miseria, oh odio! Fue a vosotros a quienes confié mi tesoro. Conseguí hacer desaparecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre cualquier alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia fiera. Llamé a los verdugos para que, al parecer, pudiese morder la culata de sus fusiles. He invocado los desastres para ahogarme con la arena y la sangre. La desgracia ha sido mi dios. Me he tendido en el cieno. Me he secado con el aire del crimen. Le he gastado buenas chanzas a la locura. Y la primavera me trajo la risa horripilante del idiota. Luego, últimamente, cuando me he visto a punto de lanzar mi postrer bufido, se me ocurrió buscar la llave del festín antiguo para ver si, con ella, recobraba el apetito. La caridad es esta llave. -Esta inspiración demuestra que lo he soñado. «Seguirás siendo hiena, etc. ... » insiste el demonio que me coronó con tan amables adormideras. «Llega a la muerte con todos tus apetitos, con tu egoísmo y con todos tus pecados capitales.» ¡Ah!, ya aguanté lo mío: -Pero, querido Satán, os conjuro; ¡miradme con ojos menos irritados! Y, aguardando las pequeñas cobardías en demora, para vos que apreciáis en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, voy a destacar algunas odiosas hojas de mi carné de condenado.